2014 EFI Tema 10 Valores en conflicto

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Valores en conflicto
Ante todo, esta reflexión no se limita al conflicto entre quienes hacen el bien y
quienes el mal, quiénes tienen la razón y quiénes están equivocados. Se busca
preguntarnos sobre los valores que están puestos en cuestión en la sociedad
actual y cómo saber entendernos en un mundo cada vez más complejo, plural, en
el marco de una revolución tecnológico que ha puesto en cuestión todos los
paradigmas de las sociedades y de las culturas.
Se trata de cómo establecer comunicación, entendimiento y fortalecer sinergias
entre generaciones que hace apenas pocos años estaban muy bien establecidas
con unos valores y unas prácticas de vida y relaciones cotidianas, con nuevas
generaciones que han nacido o crecido en un ambiente cultura de altísima
movilidad cultural agilizada por la tecnología. ¿Qué lugar ocupan en la sociedad
del presente siglo los valores de la Vida, la Dignidad, la Solidaridad, la igualdad
social y la Justicia? ¿Desde dónde situar el conflicto de valores? Estas son las
preguntas de base desde donde orientar las siguientes reflexiones
Las generaciones que van de los cuarenta años en adelante han debido emigrar
de sus prácticas sociales, comunicativas y de relaciones, hacia las demandas de
la actual revolución tecnológica y abrirse a un diálogo con las nuevas
generaciones que nacieron y se crearon con las nuevas tecnologías y sus nuevos
lenguajes. En el encuentro entre estas generaciones es donde se da el cruce de
los conflictos de valores, las rupturas de comunicación, y a la vez la oportunidad
para la construcción de nuevos paradigmas.
Unas décadas atrás los niños y niñas jugaban en torno a la ronda del solar,
condicionados por una cultura fuertemente rural. Hoy juegan en torno a las
constantes novedades del internet, y la tecnología de la sociedad actual ha roto
las fronteras entre lo rural con lo urbano y la diversidad cultural de los pueblos. La
tecnología y la migración hacia nuevas expresiones culturales parecen ir a mucha
más velocidad de la capacidad psicológica de los seres humanos para integrar o
internalizar dichos procesos. Décadas atrás, las palabras y los juegos infantiles no
pasaban del ámbito de lo doméstico, y la educación residía fundamentalmente en
tres instituciones: la familia, la escuela y las iglesias.
Era normal en décadas anteriores que en rondas infantiles es escuchara a los
niños decir “juguemos a que yo era la abuela y que ustedes eran los nietos”, por
ejemplo. Hoy, la educación ha dejado de ser patrimonio de las tres instituciones
anotadas. La niñez y la juventud actualmente están siendo educadas por el
internet y sus redes sociales. En estos días, unos niños jugaban frente a la
pantalla de la computadora, y una niña dijo con la mayor naturalidad, “ahora
vamos a jugar a que a que yo me clonaba y ustedes se convertían en
transformers”.
Además, la sociedad se ha ido deslizando hacia los centros urbanos, de manera
que los expertos hablan que en esta segunda década del presente siglo, más de la
mitad de la población centroamericana vive en centros urbanos, y para mediados
de siglo, en torno a un 80 por ciento de la sociedad de los países
centroamericanos vivirá en centros urbanos. Estas transformaciones aceleradas
profundizan el conflicto de valores entre las distintas generaciones y entre las
culturas que cada vez van siendo arrasadas por una misma cultura de la
globalización. En un centro de detención de indocumentados en el Estado de
Texas, Estados Unidos, entre las 450 mujeres centroamericanas recluidas, se
encontraba una mujer quiché de 28 años, madre de cuatro hijos, procedente de
una aldea ubicada en la profundidad de la montaña en el norte del departamento
del Quiché. Sin hablar siquiera español, un día esta mujer decidió huir de su
ambiente agotada de soportar la violencia ejercida por su esposo. Se internó en el
camino hacia el norte, y de pronto se encontró en Houston, Texas, en donde un
día la migración la capturó. Su conflicto de valores ya no se reduce al ámbito de la
violencia intrafamiliar ni al choque cultural entre su lengua maya y el español, sino
que de pronto se enfrentó a un múltiple conflicto de valores que por igual la obliga
a huir de la violencia doméstica, resistir a las presiones migratorias por el hecho
de ser indígena y tratar de abrirse camino en una cultura dominada por el inglés, el
individualismo y el afán de consumo sin control.
Como ella, decenas de miles de centroamericanos abandonan su lugar, su zona
rural, y tienen que abrirse paso en situaciones completamente adversas, y se ven
en la necesidad de dejar sus costumbres, sus valores campesinos para poder
sobrevivir ante los desafíos de una sociedad urbana, mercantilizada, individualista
y atrapada en el consumismo y las relaciones interpersonales. En esta violencia
generada por el sistema con su modelo neoliberal globalizador reside la base de
los conflictos de valores que afectan a todas las instituciones, pero particularmente
a la familia, las iglesias y la escuela. Los expertos hondureños informan que el 87
por ciento de las personas que emigran hacia los Estados Unidos provienen de
zonas rurales, sin embargo, mucho antes de salir de su entorno, ya han sido
atrapados en los dinamismos de la globalización, porque de acuerdo a estudios,
tanto en Honduras, como en El Salvador y Guatemala, hay actualmente un
promedio de cuatro aparatos celulares por cada cinco personas.
La sociedad que se va configurando en el presente siglo es una sociedad
desestructurada no solo en los ámbitos económicos y sociales sino en los
culturales y espirituales. Y esto afecta directamente a las familias, a las iglesias y a
las diversas instituciones públicas y privadas. La migración por razones
básicamente económicas, pero también empujada en los últimos años por la
violencia, va acercando los mundos y las culturas, pero a costa de la ruptura de
los tejidos locales, nacionales, familiares, espirituales y culturales, emparejando a
pueblos, etnias y culturas a partir del consumo de la cultura dominante del
derroche, el desecho, el dinero fácil y las nuevas tecnologías. Estas han invadido
todos los ámbitos hasta convertir a las relaciones virtuales a través de las redes
sociales más definidoras que las relaciones humanas directas, físicas y
presenciales.
Las familias que emigraron hacia los Estados Unidos en su primera generación
acentúan su vida a la nostalgia a su país, su comunidad territorial y a sus
costumbres de origen. Su mirada y su sueño están puestos en el retorno al tiempo
que asumen su estadía en tierra extraña como una necesidad pasajera. Mientras
esperan ese ansiado retorno, se alimentan de la nostalgia a través del apego a la
comida, las costumbres, historias y hasta a las competencias deportivas de su
país.
Entretenidas en las nostalgias de sus vidas, las primeras generaciones acaban
siendo sorprendidas por la generación siguiente –sus hijas e hijos—con el choque
altamente conflictivo de valores. Lo que para la primera generación son valores a
estimular y proteger, para la segunda generación son anti-valores, y hacen una
ruptura con los mismos. En lugar del español se apertrechan en el inglés, en lugar
de las baleadas, las pupusas y los nacatamales se aferran a la hamburguesa y a
las comidas rápidas, en lugar de la confesión religiosa de sus padres, a la que
atribuyen rasgos de superchería, se lanzan a exóticas expresiones orientales o a
rechazar de plano la fe y sus manifestaciones religiosas, en lugar de la música
regional mexicana o ranchera, la salsa o el merengue, propia de la primera
generación, se afanan en la bulliciosa y estridente música juvenil estadounidense.
El conflicto de valores es un rasgo que define a la sociedad que se erige en el
presente siglo. Sin embargo, existen valores supremos como la Vida y la Dignidad
humana que se constituyen en acicate para que el conflicto, en lugar de
profundizar las rupturas generacionales e institucionales, reafirme los valores
esenciales de la sociedad.
El escritor argentino Ernesto Sabato, a sus 89 años de edad decidió escribir sus
memorias destinadas a la juventud, y en el epílogo de su libro “Antes del fin”, nos
deja unas reflexiones que, aunque largas, las compartimos porque son como un
testamento de una generación que se apaga entregado a una generación que
emerge:
“Tengo fe en Ustedes…No podemos hundirnos en la depresión, y no es posible
que nos encerremos cada vez con más seguridades en nuestros
hogares…Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está
afuera, sino que arde como una fogata en el propio comedor de nuestras casas.
Es la vida y nuestra tierra las que están en peligro…La vida del mundo hay que
tomarla como la tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra misión…No cabe
pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los gobiernos han olvidado, casi podría
decirse que en el mundo entero, que su fin es promover el bien común…La
solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en este mundo acéfalo que
excluye a los diferentes. Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro,
nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la
fatalidad de la historia…Pero antes habremos de aceptar que hemos fracasado.
De lo contrario volveremos a ser arrastrados por los profetas de la televisión, por
los que buscan la salvación en la panacea del hiperdesarrollo. El consumo no es
un sustituto del paraíso.
La situación es muy grave, y nos afecta a todos. Pero, aún así, hay quienes se
esfuerzan por no traicionar los nobles valores. Millones de seres humanos en el
mundo sobreviven heroicamente en la miseria. Ellos son los mártires. Se los ve
bajando de los trenes, de los buses, después de inhumanas jornadas de trabajo, o
desolados cuando no lo consiguen. Se los ve en las mujeres gastadas a los treinta
años por los hijos y la urgencia de salir a trabajar por pagas miserables. Se los ve
en los chicos de la calle, en toda la gente abandonada en el sufrimiento y en su
indigencia. Estos seres nos revelan el Absoluto que tantas veces ponemos en
duda, y nos recuerdan que donde abunda el peligro crece lo que se salva. Cada
vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por
la parte más desvalida de la humanidad.
Vivimos en el desconcierto de pertenecer a un tiempo en que se han derrumbado
los muros, pero donde aún no se vislumbran nuevos horizontes. Falsas luminarias
pretenden cambiar tu voluntad desde las pantallas. Debes pensar que no hay
cambio posible cuando el valor de la existencia es menor que el precio de un aviso
publicitario. El escepticismo se ha agravado por la creciente resignación con que
asumimos la magnitud del desastre…Es natural que en medio de la catástrofe hay
quienes intenten evadirse entregándose vertiginosamente al consumo de drogas.
Un problema que los imbéciles pretenden que sea una cuestión policial, cuando es
el resultado de la profunda crisis espiritual de nuestro tiempo.
Son muchos los jóvenes que en medio de la tempestad continúan luchando,
mostrándonos que, en estos tiempos de triunfalismos falsos, la verdadera
resistencia es la que combate por valores que se consideran perdidos. Son
millones los que están resistiendo, hombres y mujeres que se levantan a altas
horas de la madrugada y salen a buscar empleo, trabajando en lo que pueden
para alimentar a sus hijos, mantener honradamente el hogar, por modesto que
sea…Miles de personas, a pesar de las derrotas y los fracasos, continúan
manifestándose, llenando plazas, decididos a liberar a la verdad de su largo
confinamiento…Gandhi advirtió que es una mentira pretender ser no violento y
permanecer pasivo ante las injusticias sociales.
Les propongo entonces que nos abracemos en un compromiso: salgamos s los
espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus
brazos, que una nueva ola de la historia nos levante…Algo por lo que todavía vale
la pena sufrir y morir, una comunión de seres humanos, aquel pacto de
derrotados…Solo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el
combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”.
Preguntas para la reflexión personal
1- ¿Qué sentimientos me deja o despierta la lectura del documento?
2- ¿Cuáles son los valores que más entran en conflicto en mi vida personal?
3- ¿Con quiénes tengo mis mayores conflictos y cómo los enfrento?
Preguntas para reflexionar en grupos:
1- ¿Qué es lo que nos ha quedado más claro de la lectura del documento?
2- ¿Qué es lo que nos ha quedado más oscuro, que no se entiendo o no se
comparte?
3- ¿Cómo se expresa en nuestras obras el conflicto generacional y cómo lo
estamos enfrentando?
4- ¿Establecer algunos vínculos entre conflicto de valores y realidad social y
cultural actual ¿Cuáles valores son los que han de estar en el centro de los
conflictos y cómo superarlos?
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