Son personas que sienten que, por haber superado la pobreza, la... deja a su suerte

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¿Y la ninguneada clase media?
Jueves, 28 de Abril de 2011 12:15
Son personas que sienten que, por haber superado la pobreza, la sociedad los abandona y los
deja a su suerte
Por Claudio Orrego, Alcalde de Peñalolén. Blog de La Segunda
En la última campaña presidencial todos los candidatos hablaron sobre la clase media.
Si bien nadie dejó de hablar de superar la pobreza, era importante también hacerse
cargo de ese porcentaje de chilenos que ya no es pobre pero que, sin embargo, vive en
una gran inseguridad y vulnerabilidad. Los investigadores Elacqua y Aninat hablaban de
Andrea, la vendedora de Isapres, como ejemplo de esta nueva clase media trabajadora
que surgió durante los gobiernos de la Concertación pero que en la última elección le
dio la espalda.
Para reconectarse con este nuevo Chile representado por esta clase media aspiracional, es
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fundamental conocerla y respetar sus opciones y gustos. Son personas que han salido a
punta de mucho esfuerzo de la pobreza, pero que hoy observan con frustración que su
nueva condición las excluye de la mayoría los beneficios sociales
. Como si fuera un verdadero Dicom social, la ficha de protección se ha transformado en un
dique de exclusión para muchos que no alcanzan los 11.700 puntos, sin los cuales no se
puede optar a nada. Por eso en vivienda se hizo una escala de puntaje especial. Así y todo,
sienten que, por haber superado la pobreza, la sociedad los abandona y los deja a su suerte.
Tres son los ámbitos en que esta inseguridad se expresa de peor manera. La primera
es el endeudamiento
. Si bien han logrado acceder a niveles crecientes de consumo, el menor accidente,
enfermedad o pérdida de trabajo (temporal o definitivo) los hace retroceder, con la secuela de
estigma que representa el Dicom para muchos de ellos. La campaña por su eliminación o
regulación impulsada por el diputado
Felipe Harboe
ha recibido el más entusiasta apoyo de los cientos de miles de chilenos que alguna vez han
quedado vetados de muchas oportunidades por una morosidad en sus deudas.
Lo segundo es el limitado acceso a la educación superior. Esta es una generación de
chilenos que sabe muy bien que la educación es un tremendo vehículo de ascenso social,
especialmente la superior. Por eso es capaz de hacer los esfuerzos y sacrificios más
impresionantes por lograr que sus hijos accedan a ella. Ahora bien, la falta de créditos y
becas, especialmente para los que sólo acceden a carreras técnicas o universidades no
tradicionales, golpea a la clase media trabajadora de manera brutal e inmisericorde. Muchos
son los que quedan en el camino, suspenden o simplemente deben alternar estudios y trabajo
para poder salir adelante. Cómo no sentirse frustrados y abandonados, si luego de años de
esfuerzo por salir de la pobreza y de aspirar a una mejor educación para los suyos, esos
sueños se ven truncados por falta de recursos.
Finalmente está la salud. Si bien Chile tiene una salud primaria de excelentes resultados
epidemiológicos a nivel internacional, hoy existen prestaciones de mayor complejidad
(cirugías, atención dental, especialidades, etc) a las que la población no accede si no puede
pagarlas
“particular”. Puede que hace 20 años la prioridad haya
sido bajar la mortalidad infantil. Hoy, sin embargo, luego de todo lo avanzado, no debería
sorprendernos que alguien se indigne y sufra por ver cómo los suyos pierden la dentadura
simplemente por no tener dinero para una atención privada (salvo que tengan 6, 12 o más de
65 años, o sean madres por primera vez, que es lo que cubre el sistema público).
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Chile tiene una deuda con esta clase media emergente. Si a elementos como los
señalados agregamos la desigual distribución urbana de servicios como farmacias, bancos,
carabineros o áreas verdes, no es raro reconocer crecientes grado de frustración y rabia en
sectores de la población. Hubo un tiempo en que el compromiso social consistía principal o
exclusivamente en que Chile no tuviera familias sin casa o niños sin comer.
Hoy, sin embargo, existe un desafío de mayor igualdad para todos.
Son esos ex pobres los que hoy nos reclaman un lugar digno en la mesa del desarrollo. Son
ellos los que nos recuerdan que el desafío de justicia no se agota en el pan y la vivienda, sino
también en la educación, la salud y en un sistema que no deje a nadie atrás. Construir un
proyecto de país donde este nuevo sector de ciudadanos se sienta también convocado es el
desafío político de esta hora.
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