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De la licitud moral del aborto a la inmoralidad de la criminalización de las mujeres
Martes, 11 de Enero de 2011 10:52
¿Es admisible en una democracia liberal que se imponga una determinada concepción ética
del aborto a través de los mandatos y prohibiciones del derecho penal?
Por Eduardo A. Chia, Profesor de Derecho U. Andrés Bello
A propósito de la discusión surgida con motivo de la presentación de dos proyectos de
ley que proponen despenalizar el aborto en algunos supuestos, hemos podido apreciar
en nuestra discusión, por parte de determinados sectores políticos y sociales,
contundentes defensas de la inmoralidad del aborto a partir de premisas propias de lo
que viene a denominarse naturalismo ético. Muchas veces estas posturas, en algunas de
sus variedades, responden en último término a principios metafísicos de la religión
católica. En efecto, es esa la posición oficial del Vaticano.
Si bien es una postura, en principio legítima en la discusión, es de amplio conocimiento que, ya
desde Moore, estas posiciones adolecen de lo que se ha denominado la “falacia naturalista” (G
.E. Moore, Principia Ethica, 1903). Del mismo modo, es sabido también que aquellas no son
las únicas doctrinas éticas existentes en filosofía moral.
De esta manera, si observamos el problema de la licitud moral del aborto desde otras
perspectivas éticas, llegaremos a soluciones completamente diversas a las pregonadas por
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parte de las doctrinas éticas fundadas en el naturalismo.
En este sentido, una propuesta ampliamente aceptada en la discusión ética angloparlante —y
que no ha sido para nada considerada en nuestro país salvo por contados académicos—, es la
que distingue entre el estatus moral de las personas nacidas y el estatus moral del feto. En
efecto, para filósofos morales contemporáneos tales como Singer, Feinberg, Warren y Tooley,
la eliminación de un feto jamás sería moralmente idéntica al homicidio de una persona
nacida
.
¿Qué quiere decir esto?
Pues bien, estos filósofos estiman que la eliminación de un feto es moralmente lícita ya que no
es posible atribuir a éste determinadas propiedades psicobiológicas constitutivas del estatus
moral que solamente es posible distinguir en personas nacidas tales como reciprocidad social,
racionalidad y autoconsciencia, capacidad de autodeterminación, posibilidad de percibir dolor y
placer y la aptitud para materializar planes e ideales de vida.
Según estos autores, estas características vienen a constituir la personalidad moral y permiten
otorgar a las personas nacidas un estatus moral diverso al del feto a partir del cual es posible
justificar el rechazo universal y sin vacilación del asesinato de un ser humano adulto; y en
cambio, aceptar como plenamente licito las variantes de abortos no punibles existentes hoy en
día en la mayoría de los países de Europa y Norteamérica.
Ahora bien, probablemente más de alguien objetará el postulado anterior sosteniendo que ello
no es obstáculo para negar la personalidad moral del feto puesto que éste posee potencialme
nte
todas las
características que acabo de describir.
Sin embargo, tal observación sólo demuestra eso: que el feto es una persona potencial, y que
en ningún caso ello implica que sea una persona nacida beneficiaria de derechos y con
intereses racionales.
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Por ejemplo, es verdad que todos los niños nacidos en Chile son votantes en potencia, pero
también es cierto que ningún menor de 18 años tiene derecho a voto sino hasta que los cumple
y se inscribe en los registros electorales. Del mismo modo, una mujer embarazada está
imposibilitada de sufragar dos veces aduciendo que uno de esos votos corresponde al de su
hijo en gestación.
Por otra parte, el argumento de la potencialidad parecer sugerir demasiado. Si un feto es una
persona en
potencia, también lo es un ovulo
sin fecundar junto al número suficiente de espermatozoides viables para conseguir la
fecundación.
Desde luego que lo anterior únicamente sugiere una toma de postura respecto a una ética
concreta. Pero no nos quita motivaciones para preguntarnos si acaso ¿Es posible seguir
sosteniendo en el discurso público, de forma categórica y vehemente, la ilicitud de todo
aborto?
De otra suerte, todo lo que acabo de enunciar, si bien relevante, no dice nada acerca de la
inmoralidad de la pena asignada al delito de aborto. En este sentido ¿Es admisible en una
democracia liberal que se imponga una determinada concepción ética del aborto —que
responde en última instancia a dogmas religiosos— a través de los mandatos y
prohibiciones del derecho penal?
En definitiva, aceptar la inmoralidad del aborto y su consecuente criminalización sin excepción
sería un presupuesto válido si cada uno de nosotros respondiese a los principios que se
derivan del naturalismo ético. No obstante, ello no da razones suficientes para la licitud moral
de su imposición a todo el resto de ciudadanos que no profesa ni comulga con tal doctrina
ética, y menos aún, para sostener la licitud moral de la criminalización de mujeres por ejercer
libremente su sexualidad.
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