Por ComunidadMujer

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31 de agosto de 2010
Almuerzo anual de ComunidadMujer
Discurso de Esperanza Cueto, presidenta de la organización
Bienvenidos a este encuentro que nos reúne año a año con las máximas autoridades del país, con distintos
actores sociales, con nuestros colaboradores y socias.
Es en este encuentro donde con orgullo premiamos el trabajo permanente y solidario que muchas
organizaciones de mujeres realizan en sus comunidades. Queremos que este encuentro sea un homenaje
para ustedes las premiadas: a su trabajo, a su fuerza y a su empuje.
Esta vez se trata se trata de una ocasión especial: nuestro almuerzo anual nos permite conmemorar el
Bicentenario de la Independencia de Chile y celebrar los logros que las mujeres chilenas hemos alcanzado en
estos 200 años de vida republicana.
Dos siglos que, puestos en perspectiva, nos invitan a reflexionar sobre el aporte que las chilenas hemos
hecho a la cultura, al conocimiento, a la convivencia social, a la política, al desarrollo económico y en
definitiva a la democracia. Ninguno de estos logros ha sido fácil de alcanzar.
Es de todo rigor hoy recordar que nuestra presencia activa se sustenta en la lucha que dieron miles de
mujeres para hacer oír sus voces y sus demandas. Convertidas en lenguaje político, ellas lograron articular
un discurso que ha presionado por derechos, que ha planteado interrogantes y que ha interpelado a los
distintos actores sociales a lo largo del tiempo.
Esas voces comenzaron a fines del siglo XIX, y han continuado hasta hoy, poniendo de manifiesto que en los
diversos períodos históricos han ido variando los obstáculos que han impedido el acceso de la mujer en
plenitud a la vida pública. Si desde las primeras acciones para reivindicar el voto femenino, hasta la
conquista de la ley que consagró definitivamente este derecho, en 1949, ¡debió pasar más de 70 años!
Desde esas primeras acciones, lograron las mujeres que la norma legal les permitiera: obtener títulos
profesionales, se convirtieran en dirigentes de sociedades obreras; lograran acceder a la enseñanza
secundaria, a escuelas normales, a carreras técnicas; se declararan librepensadoras, fundaran periódicos y
revistas, se organizaran, unieron sus voces reivindicativas en sindicales en movimientos cívicos y de
emancipación, organizaron huelgas, reclamaron la patria potestad de sus hijos, la libre administración de sus
bienes, el divorcio; se convirtieron en la primera ministra, la primera embajadora, la primera diputada;
lucharon por el retorno a la democracia, por recuperar espacios de participación, hasta llegar recientemente
a lo más alto, a la presidencia de la República.
Javiera Carrera, Isidora Zegeres,Eloísa Díaz, Clotilde Ibaceta; Carmela Jeria, Belén de Sárraga, Berta
Recabarren, Amanda Labarca, Elena Caffarena, Gabriela Mistral, Inés Enríquez, Michelle Bachelet, son
algunos nombres de esa larga lista de valiosas mujeres que han forjado un mejor futuro para todas.
Este Bicentenario, sin lugar a dudas nos invita a reflexionar y a preguntarnos, ¿Qué significan 200 años de
vida republicana para las mujeres?
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Desde esa perspectiva podemos afirmar que lo que se destaca es el cambio, la permanente evolución hacia
mayores espacios en la posición de las mujeres. Es verdad que esta evolución nos ha permitido avanzar en
equidad, y en la posición que ocupamos en los más diversos ámbitos de la vida nacional. Pero aún hay
rezagos.
Barreras y brechas que permanecen y plantean muchas contradicciones. De qué otro modo se puede
entender que aún hoy en el siglo XXI las voces femeninas no cesen de interpelar a la sociedad exigiendo más
igualdad.
Señor Presidente, las chilenas hoy demandamos avanzar aún más.
Tenemos enormes desafíos por delante y los asumimos con valentía y entusiasmo. Nos inspiran los ideales
más profundos del Estado moderno: aspiramos y reclamamos igualdad real para todos y todas; igualdad de
derechos, de oportunidades, y que esto no sólo esté escrito en el papel y en declaraciones de buenas
intenciones.
Desde la sociedad civil, ComunidadMujer se ha propuesto incidir fuertemente, promoviendo la plena
inserción de la mujer en el mundo del trabajo, en la política y también la urgencia de avanzar hacia una
cultura de corresponsabilidad entre hombres y mujeres, entre Estado, empresas y trabajadores.
Asimismo, nos hemos puesto como objetivo seguir enriqueciendo el debate actual con propuestas y
también con nuevos diagnósticos.
En esa línea realizamos este año la Encuesta Voz de Mujer Bicentenario, la primera encuesta nacional sobre
Mujer y Trabajo en Chile. Este estudio, desarrollado en conjunto con el Centro de Microdatos de la Escuela
de Economía de la Universidad de Chile, y el Banco Interamericano de Desarrollo ha representado un gran
hito para nuestro país y tiene el propósito de contribuir a una mayor y mejor comprensión sobre la situación
de la mujer en Chile hoy.
Se trata de un estudio inédito, que aborda la dinámica del empleo de las mujeres y su relación con factores
individuales, familiares, sociales y culturales. Es además una encuesta que se construye a través de
entrevistas cara a cara a 3.000 mujeres entre 18 y 65 años, residentes en viviendas particulares urbanas de
las 15 regiones del país.
Las chilenas aquí hablan de su vida laboral y familiar; de sus dificultades para conciliar las tareas domésticas,
de crianza y cuidado, con su legítima aspiración a acceder y desarrollarse en un trabajo remunerado y con
protección.
Este Voz de Mujer Bicentenario ha dado cuenta de la importante alza que en los últimos años experimentó
la participación laboral femenina, llegando a la cifra de 60% para las mujeres entre 18 y 65 años del medio
urbano nacional.
Pero también ha detectado las barreras que aún enfrentan para acceder a la economía formal, que de no ser
abordadas imposibilitarán su inserción en plenitud e igualdad. Porque, si bien las mujeres están accediendo
a más empleos, se insertan en trabajos de escasa calidad, con consecuencias negativas en el nivel de
ingresos y en sus posibilidades de desarrollo. Ellas se concentran precisamente en los sectores considerados
“feminizados”, que son más precarios e informales.
Entre los asalariados, la presencia femenina es menor, pero mayor en los trabajos por cuenta propia y los de
baja productividad, lo que significa que están sobrerrepresentadas en los empleos mal pagados y sin
protección legal. Asimismo, tienen menos posibilidades de acceder a capacitación, a ascensos o incrementos
en remuneraciones en el empleo principal. Y cargan con grandes vacíos previsionales que afectan su futuro.
El estudio no sólo confirma los planteamientos que nuestra organización ha venido haciendo en estos años,
sino que nos impone grandes metas y desafíos.. El primero de ellos es preocuparnos por la calidad de ese
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empleo femenino y brindarles a las mujeres las oportunidades y la seguridad económica que merecen y
necesitan. El segundo es entender que ellas no pueden continuar siendo las únicas responsables del cuidado
de los hijos y de las personas dependientes, en un contexto social en el cual éste trabajo además sigue
considerándose como un asunto privado y por lo tanto invisible.
Estos resultados también nos permiten dimensionar la serie de aspectos que son reflejos de factores
culturales en la forma como las mujeres se insertan en la vida laboral. Lo que nos indica que debemos
avanzar en reformas que ayuden a superar viejos paradigmas, y a reconocer la magnitud de las
transformaciones sociales que estamos viviendo y que han venido de la mano de la masiva incorporación de
la mujer a la educación y al mundo del trabajo remunerado.
En este contexto, debemos hacernos cargo de los cambios que se han producido al interior de la familia
chilena, donde la organización habitual con roles y responsabilidades claramente delimitados, se ha
modificado en esencia. Los hogares pasaron de una estructura arraigada en la jefatura masculina a una con
mayor diversidad, que comprende un número notable de hogares donde ambos aportan ingresos mientras
que otros son mono parentales.
Las mujeres son las más pobres entre los pobres y los hogares que sacan adelante en solitario son los que
con mayor probabilidad enfrentan situaciones de carencia. Recordemos que casi un 45 % de los hogares más
vulnerables de nuestro país tienen como jefa de hogar una mujer. Así queda revelado en la última encuesta
Casen: la pobreza entre las mujeres es mayor, como también lo es el desempleo, y por lo tanto, su
desprotección.
Es por ello que hemos participado del debate y en propuestas que reformulen nuestro sistema de
Protección de la Maternidad. El que actualmente perpetúa la ausencia del padre en la vida familiar y
reproduce la desigualdad, al dejar a muchas de las mujeres más vulnerables del país sin protección.Es hora
entonces de hablar de parentalidad, de corresponsabilidad y reconocerles a todos los chilenos y chilenas el
derecho de criar a sus hijos e hijas. Gran desafío para la política pública.
Cuando ganan las mujeres, gana el país.
Las diferencias son legítimas, la desigualdad no lo es….
Por eso sostenemos que para alcanzar el desarrollo que deseamos, nuestro país debe aspirar a tener niveles
equivalentes de equidad e igualdad a los países más prósperos. Porque hoy, en lo que respecta al mercado
laboral, pero también a la participación en la toma de decisiones y a la representación en la esfera política,
nuestro país exhibe un claro rezago.
Así lo muestran los datos de Naciones Unidas: El último Informe de Desarrollo Humano del PNUD indica que
Chile está en el lugar 75 de 109 países en lo que se refiere al índice de potenciación de género, que mide el
acceso igualitario de mujeres y hombres a la toma de decisiones en el ámbito político, económico y el acceso
a recursos. Es increíble que en el 2010 las mujeres ocupen sólo el 13,7% de los escaños parlamentarios,
cuando en el mundo ese porcentaje es de 19,2 y en América Latina del 22,5%.
¿Cómo puede ser posible que Chile tenga menos mujeres en el poder legislativo que todos los países
vecinos?
Sabemos que la ciudadanía y los electores no son quiénes discriminan en contra de las mujeres. Las
candidatas que compiten en elecciones han demostrado que pueden ser tanto o más efectivas que sus pares
hombres. Las mujeres que han ejercido cargos en el poder ejecutivo han demostrado que pueden
desempeñarse exitosamente en todas las áreas de la vida pública. No hay duda de ello.
Las mujeres tienen las competencias técnicas, las capacidades políticas y la vocación de servicio público para
aportar al desarrollo del país. El problema de la sub representación femenina en la esfera política radica en
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los procesos de selección y nominación de candidatas. Las últimas elecciones parlamentarias son testimonio
de ello. Nuevamente los partidos políticos nominaron más de un 80% de candidatos hombres.
Sin un número suficiente de mujeres que puedan competir por las preferencias de los electores: ¿cómo
podemos aspirar a tener más parlamentarias, más concejalas, más alcaldesas?
Lo hemos planteado muchas veces, y lo seguiremos haciendo. Nuestra democracia necesita de las mujeres.
Sin la visión y presencia de la mitad de la población no es posible construir un país desarrollado y menos
desigual.
No queremos dádivas ni concesiones, aspiramos sólo a una competencia justa. Luego serán los electores
quiénes decidan. Creemos firmemente que sin una intervención explícita para que los partidos nominen un
número equivalente de mujeres y hombres no podremos avanzar. Necesitamos normas que hagan posible
que esto ocurra. Es por eso que hemos apoyado activamente la posibilidad que en Chile, al igual que en más
de 10 países de América Latina se legisle para aplicar cuotas de género a las listas electorales.
Los cambios tangibles en la posición de las mujeres en la vida social chilena requieren ser profundizados,
analizados y debatidos; pero, sobre todo deben ser comprendidos como avances sin posibilidad de
retrocesos.
La reforma previsional, la expansión de la red de salas cunas y jardines infantiles, la legislación que tipifica
penalmente la violencia de género y el femicidio, la ley contra las brechas salariales, entre muchas otras; han
sido saltos sustantivos que ha permito dar un paso enorme y decidido hacia mayores cuotas de igualdad, Sin
embargo, necesitamos focalizar y profundizar de mejor manera estas normativas para que esa igualdad sea
verdaderamente efectiva y arroje resultados.
Debemos impulsar una política institucional que incida en que la dimensión de género se incorpore en toda
la política pública. Los programas de mejoramiento de género deben ser profundizados. Y requerimos de
indicadores transversales como mecanismo para no seguir reproduciendo y perpetuando inequidades.
Sabemos que hombres y mujeres nos insertamos desigualmente en la sociedad. Ahora cabe proponer
soluciones que pasan necesariamente por la corresponsabilidad y la promoción de la integración entre la
vida familiar, personal y laboral. Requerimos la voluntad de todos y todas y los invitamos a asumir
compromisos: a suscribir un pacto por la igualdad de género. Esa es nuestra invitación, sobre ello
trabajaremos en ComunidadMujer. Esa será nuestra meta.
¿Qué será de las mujeres chilenas en 100 años más? Depende de nosotros. Esta celebración que nos
transporta a los albores de la patria republicana plantea muchos desafíos e interrogantes y, en particular,
para nosotros plantea esta pregunta de cara al Tricentenario. La respuesta es clarísima.
En 100 años más la mujer chilena seguirá aportando a su patria. La duda es si sabremos como sociedad estar
a la altura de ellas, de esas voces y rostros que nos interpelan y que se han hecho visibles en este encuentro:
en las aquí presentes, en la obrera, en la mujer del minero que espera a su hombre, en la que reconstruye,
en la profesional, en la madre soltera, en la que impulsa el liderazgo de otras mujeres, de la jefa de hogar, la
dueña de casa, la activista, la emprendedora…
Estos rostros de hoy dan cuenta de manera prístina de las importantes transformaciones sociales que
estamos viviendo y de la deuda pendiente que Chile tiene con sus mujeres en el Bicentenario.
El discurso de igualdad entre hombres y mujeres se ha inscrito ya en la cultura: va más allá de las políticas
públicas, se ha encarnado y cruza a las diversas mujeres que componen nuestro país, quienes hoy, nos dicen
fuerte y claro que sus demandas no tiene marcha atrás y que sueñan con un país de iguales.
Muchas gracias.
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