RESPUESTAS A LAS PREGUNTAS DE AUTOEVALUACIÓN DE LA UNIDAD 1 UNIDAD 1 Contestar las siguientes preguntas extraídas de las preguntas de autoevaluación de la unidad 1 Relacionar las preguntas con los párrafos de la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini de Benedicto XVI copiados a continuación de cada una de esas preguntas. 1 ¿Qué relación hay entre la enseñanza de Jesucristo, la Evangelización y la Teología? VD Nº 98 En esta circularidad entre testimonio y palabra comprendemos las afirmaciones del Papa Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangeli nuntiandi. Nuestra responsabilidad no se limita a sugerir al mundo valores compartidos; hace falta que se llegue al anuncio explícito de la Palabra de Dios. Solo así seremos fieles al mandato de Cristo. … No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios. La evangelización continúa la actividad docente de Jesús, es una respuesta a su mandato, es parte esencial de la misión de la Iglesia. La Teología surge como reflexión en el seno de la Iglesia primitiva para dar respuesta a los interrogantes que plantea la evangelización, cómo explicar ciertas verdades reveladas por Jesucristo, cómo interrelacionar los misterios revelados. O sea que la Teología está al servicio de la Evangelización que como dice VD es el anuncio explícito de la Palabra de Dios en Jesús de Nazareth Hijo de Dios, y de todo lo que ello involucra. 6 ¿Por qué necesitamos la Revelación para acceder a Dios si podemos conocer a Dios por la razón natural? Dar dos razones. VD 8 y 9 …La creación nace del Logos y lleva la marca imborrable de la Razón creadora que ordena y guía. Los salmos cantan esta gozosa certeza: «La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos» (Sal 33,6); y de nuevo: «Él lo dijo, y existió, él lo mandó, y surgió» (Sal 33,9). Toda realidad expresa este misterio: «El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos» (Sal 19,2). Por eso, la misma Sagrada Escritura nos invita a conocer al Creador observando la creación (cf. Sb 13,5; Rm 1,19-20). La tradición del pensamiento cristiano supo profundizar en este elemento clave de la sinfonía de la Palabra cuando, por ejemplo, san Buenaventura, junto con la gran tradición de los Padres griegos, ve en el Logos todas las posibilidades de la creación,[23] y dice que «toda criatura es Palabra de Dios, en cuanto que proclama a Dios».[24] La Constitución dogmática Dei Verbum había sintetizado esto declarando que «Dios, creando y conservando el universo por su Palabra (cf. Jn 1,3), ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo».[25] La creación del hombre 9. La realidad, por tanto, nace de la Palabra como creatura Verbi, y todo está llamado a servir a la Palabra. La creación es el lugar en el que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura; por tanto, la salvación del hombre es el motivo de todo. La contemplación del cosmos desde la perspectiva de la historia de la salvación nos lleva a descubrir la posición única y singular que ocupa el hombre en la creación: «Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). Esto nos permite reconocer plenamente los dones preciosos recibidos del Creador: el valor del propio cuerpo, el don de la razón, la libertad y la conciencia. En todo esto encontramos también lo que la tradición filosófica llama «ley natural».[26] En efecto, «todo ser humano que llega al uso de razón y a la responsabilidad experimenta una llamada interior a hacer el bien»[27] y, por tanto, a evitar el mal. Como recuerda santo Tomás de Aquino, los demás preceptos de la ley natural se fundan sobre este principio.[28] La escucha de la Palabra de Dios nos lleva sobre todo a valorar la exigencia de vivir de acuerdo con esta ley «escrita en el corazón» (cf. Rm 2,15; 7,23).[29] Como afirma el texto de VD observando a la creación podemos conocer al Creador, porque toda criatura es Palabra de Dios en cuanto que proclama a Dios. Por otro lado se destaca la Creación como el lugar de la historia de salvación y que todo ser humano conoce en su interior el bien que ha de hacer y el mal que ha de evita, lleva escrita en el corazón la ley de Dios. Siendo el hombre capaz de Dios, de conocerle por la vía natural de la razón como Creador y de amarle, no está exento de un conocimiento limitado y a veces interfiere su imaginación, por lo que encontramos aquí la primera de las razones por la que necesitamos la Revelación de Dios: para conocer sin error, con facilidad y con certeza lo que de por sí podemos conocer a través de la razón natural. La segunda razón por la que necesitamos la Revelación de Dios, es que no podríamos conocer el misterio íntimo de Dios, al Dios Trinitario, Uno y Trino, si Dios no nos hubiera revelado su misterio. Dios al revelarse al hombre nos revela también nuestro propio misterio. 10 ¿Qué significa decir "Dios habla como hombre" en relación a la experiencia humana y en relación al lenguaje? VD 18 En este sentido, puede ser útil recordar la analogía desarrollada por los Padres de la Iglesia entre el Verbo de Dios que se hace «carne» y la Palabra que se hace «libro».[60] Esta antigua tradición, según la cual, como dice san Ambrosio, «el cuerpo del Hijo es la Escritura que se nos ha transmitido»,[61] es recogida por la Constitución dogmática Dei Verbum, que afirma: «La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres».[62] Entendida de esta manera, la Sagrada Escritura, aún en la multiplicidad de sus formas y contenidos, se nos presenta como realidad unitaria. En efecto, «a través de todas las palabras de la sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único, en quien él se dice en plenitud (cf. Hb 1,1-3)»,[63] como ya advirtió con claridad san Agustín: «Recordad que es una sola la Palabra de Dios que se desarrolla en toda la Sagrada Escritura y uno solo el Verbo que resuena en la boca de todos los escritores sagrados».[64] Jesucristo, el Verbo de Dios hecho hombre, hizo audible, entendible y explícita la Palabra de Dios expresada en el lenguaje de la creación y en el Antiguo Testamento. Dios se acercó al ser humano de una manera humana, su Hijo es la Plenitud de la Revelación, por lo que no hay que esperar una nueva revelación, aunque a través de la Teología podamos explicitar verdades por Él reveladas y contenidas en el Nuevo Testamento. Jesucristo es el acontecimiento histórico salvífico por excelencia en el que se cumplen todas las promesas de Dios recibidas en el Antiguo Testamento. En Él culmina la historia de salvación, que el ser humano puede comprender por tiene la experiencia de una dimensión histórica esencial. 12 ¿Por qué podemos decir que Cristo es la plena revelación de Dios Uno y Trino? VD 7. De todas estas consideraciones, que brotan de la meditación sobre el misterio cristiano expresado en el Prólogo de Juan, hay que destacar ahora lo que los Padres sinodales han afirmado sobre las distintas maneras en que se usa la expresión «Palabra de Dios». Se ha hablado justamente de una sinfonía de la Palabra, de una única Palabra que se expresa de diversos modos: «un canto a varias voces».[17] A este propósito, los Padres sinodales han hablado de un uso analógico del lenguaje humano en relación a la Palabra de Dios. … De modo semejante, confesamos que Dios ha comunicado su Palabra en la historia de la salvación, ha dejado oír su voz; con la potencia de su Espíritu, «habló por los profetas».[18] La Palabra divina, por tanto, se expresa a lo largo de toda la historia de la salvación, y llega a su plenitud en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Además, la palabra predicada por los apóstoles, obedeciendo al mandato de Jesús resucitado: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15), es Palabra de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en la Tradición viva de la Iglesia. La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada. Todo esto nos ayuda a entender por qué en la Iglesia se venera tanto la Sagrada Escritura, aunque la fe cristiana no es una «religión del Libro»: el cristianismo es la «religión de la Palabra de Dios», no de «una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo». VD 13. … Teniendo presente estos elementos esenciales de nuestra fe, podemos contemplar así la profunda unidad en Cristo entre creación y nueva creación, y de toda la historia de la salvación. Por recurrir a una imagen, podemos comparar el cosmos a un «libro» –así decía Galileo Galilei– y considerarlo «como la obra de un Autor que se expresa mediante la “sinfonía” de la creación. Dentro de esta sinfonía se encuentra, en cierto momento, lo que en lenguaje musical se llamaría un “solo”, un tema encomendado a un solo instrumento o a una sola voz, y es tan importante que de él depende el significado de toda la ópera. Este “solo” es Jesús... El Hijo del hombre resume en sí la tierra y el cielo, la creación y el Creador, la carne y el Espíritu. Es el centro del cosmos y de la historia, porque en él se unen sin confundirse el Autor y su obra».[40] VD 39. En la escuela de la gran tradición de la Iglesia aprendemos a captar también la unidad de toda la Escritura en el paso de la letra al espíritu, ya que la Palabra de Dios que interpela nuestra vida y la llama constantemente a la conversión es una sola.[128] Sigue siendo para nosotros una guía segura lo que decía Hugo de San Víctor: «Toda la divina Escritura es un solo libro y este libro es Cristo, porque toda la Escritura habla de Cristo y se cumple en Cristo».[129] Cristo es la revelación plena de Dios, Uno y Trino, porque en la gran sinfonía de la Palabra de Dios a través de la Creación y de la Historia de Salvación, resuena un “Solo”, una sola voz que da sentido a toda la revelación natural y por la Escritura, en Jesucristo se umple toda la Escritura. Cristo es el Revelador del Padre y de sí mismo, es el rostro humano de Dios, es nuestro Redentor por el Misterio Pascual y es el Dador conjuntamente con el Padre del Espíritu Santo que continúa en la Iglesia la obra salvífica de Cristo. 13 Y 15 ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la Trinidad imanente o Theologia? y ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la Trinidad económica o Oikononia? VD 23. Qué importante es descubrir en la actualidad que sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo ser humano. En nuestra época se ha difundido lamentablemente, sobre todo en Occidente, la idea de que Dios es extraño a la vida y a los problemas del hombre y, más aún, de que su presencia puede ser incluso una amenaza para su autonomía. En realidad, toda la economía de la salvación nos muestra que Dios habla e interviene en la historia en favor del hombre y de su salvación integral. Por tanto, es decisivo desde el punto de vista pastoral mostrar la capacidad que tiene la Palabra de Dios para dialogar con los problemas que el hombre ha de afrontar en la vida cotidiana. Jesús se presenta precisamente como Aquel que ha venido para que tengamos vida en abundancia (cf. Jn 10,10). Por eso, debemos hacer cualquier esfuerzo para mostrar la Palabra de Dios como una apertura a los propios problemas, una respuesta a nuestros interrogantes, un ensanchamiento de los propios valores y, a la vez, como una satisfacción de las propias aspiraciones. VD 91. En efecto, lo que la Iglesia anuncia al mundo es el Logos de la esperanza (cf. 1 P 3,15); el hombre necesita la «gran esperanza» para poder vivir el propio presente, la gran esperanza que es «el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo (Jn13,1)».[311] Por eso la Iglesia es misionera en su esencia. No podemos guardar para nosotros las palabras de vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo: son para todos, para cada hombre. Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio Cuando hablamos de Trinidad imanente, nos estamos refiriendo a las relaciones interpersonales entre las Personas Divinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, al misterio de su unidad en la distinción de las personas, a las cuatro relaciones que expresan y constituyen las Personas: la paternidad de Dios Padre a Dios Hijo, la filiación de Dios Hijo a Dios Padre, y la donación del amor muto en el Espíritu Santo del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. Cuando hablamos de Trinidad “económica”, nos estamos refiriendo a la “economía de salvación”, a todo lo que hicieron las Personas Divinas por los seres humanos, destinatarios de la creación y de la Salvación. Dios interviene en la historia a favor del ser humano. Nos referimos a todas las acciones de las Personas Divinas hacia nosotros, al Padre adjudicamos la creación, al Hijo la redención y al Espíritu Santo la santificación.