AJURIAGUERRA, TODA UNA VIDA DEDICADA AL EAJ/PNV

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AJURIAGUERRA, TODA UNA VIDA DEDICADA AL EAJ/PNV
Con raíces en Otxandiano, pueblo de Bizkaia que cuenta con muchas batallas de
resistencia, Juan Ajuriaguerra Otxandiano nace en Bilbao en 1903. Su padre, dedicado al
oficio de la construcción, es de ideas arraigadamente carlistas, mientras su madre accede
al nacionalismo influenciada por la fuerte personalidad de su hijo Juan. Este estudia
Ingeniería Industrial en Bilbao. En su biografía no puede dejar de anotarse, de alguna
manera, las personalidades de sus hermanos Flavio y Julián, ambos notables en carácter
aunque muy diversos. Flavio fue un hombre dinámico, emprendedor de actos audaces en
plena guerra civil entre los que se pueden contar como relevante y espectacular el que realizó
con documentación falsa y un camión para retirar importante documentación del Gobierno
de Euskadi de manos de los franquistas y que suponían la salvación de muchos hombres y
mujeres. Su otro hermano, Julián, fue un eminente médico psiquiatra, especializado en niños
y reconocido a nivel europeo. Sus hermanas Rosario y Marina han sido a lo largo de la vida
de Juan valioso soporte moral y compañía reseñándose aquí que Rosario se especializó en
Bélgica, en plena guerra, en asistencia social graduándose con brillantes calificaciones pese
a su dificultad en el idioma.
Joven con genio y carácter
De una familia poseedora indudablemente de genio y carácter, Juan accede prontamente a
altos puestos dentro del Partido Nacionalista Vasco. Desde muy joven se inscribió en los
grupos de "Mendigoizales" o montañistas y la afición por este deporte le duraría toda la vida
y afinaría sus sentidos y ampliaría sus conocimientos para los posteriores pases de frontera
clandestinos que habrían de salvar tantas vidas en las duras épocas de la Guerra Mundial y
la represión franquista.
Es en 1934, a los 31 años, cuando es elegido en la Asamblea Regional de Bizkaia para formar
parte del Consejo Ejecutivo del Partido o dicho en euskera, del "Bizkai Buru Batzar" del
cual unánimemente, es aceptado como Presidente. Dentro de una organización
profundamente democrática su elección presenta ya el primer reconocimiento de su valía de
la que tan amplias pruebas fue dando a lo largo de su batalladora e infatigable vida. Para
entonces, en el campo profesional, trabajaba desde hacía años en la Compañía BabcockWilcox que lo contrató incluso antes de finalizar sus estudios.
Organizador hábil y firme
Siguiendo su trayectoria política lo tenemos al poco tiempo desempeñando funciones
dentro del "Euzkadi Buru Batzar”, máximo organismo ejecutivo del Partido Nacionalista
Vasco. Es en ese cargo que lo encuentra el año 1936 y le corresponde por lo tanto parte
de la importante y dramática responsabilidad de enfrentarse a las decisiones políticas
que el Pueblo Vasco y el Partido Nacionalista Vasco asumieron entonces. De toda la rica
y profunda tradición democrática del Pueblo Vasco surgió la responsabilidad de cerrar filas
en defensa de la democracia y de la constitucionalidad que en aquel momento
detentaba la República Española y comenzó el difícil equilibrio que consistió en mantener la
calma y el respeto ciudadanos la conciencia cívica y religiosa intactas, mientras se luchaba
arduamente por el Estatuto de Autonomía y mientras se organizaba -y eso estuvo en sus
manos- la milicia del Partido Nacionalista Vasco que dio 26 batallones para la defensa de
Bizkaia. La provisión de armamento fue una de las mas difíciles tareas y también de las
más dramáticas en aquellos momentos.
Aprobado el Estatuto el 1 de octubre de 1936y dispuesto a la Jura de Gernika el Gobierno
de Euskadi para octubre el 7 de Octubre de 1936, una de las tareas de Juan fue procurar
armamento a su ejército en un plazo no mayor de 48 horas. Esto se realizó gracias a la
minuciosidad, dedicación y cuidados elección de hombres para desempeñar difíciles tareas
en las que tan importante era la confianza como la inteligencia, la prudencia como el valor.
Entre aquellos hombres pueden darse nombres como los del casi legendario Lezo y los de
Andrés Irujo, dispares en profesión y temperamento, pero aptos para tan delicadas tareas. En
esto, como en tantas cosas más a lo largo de su dilatada gestión política, Juan Ajuriaguerra
demostró ser no tan sólo un dirigente apto sino un profundo conocedor de la psicología
humana, un .organizador hábil y firme, y además un hombre totalmente entregado a la causa
nacional y política que marcó su vida y a la que consagró su inteligencia y corazón.
"A la hora en que los demás huían, él retornaba"
Su intervención fue pues determinante en el esfuerzo de organización del Ejército Vasco
("Euzko Gudarostea", y también en la evacuación de Bizkaia en su última hora. Dijo de él
Manuel Irujo: “A la hora en que los demás huían, él retornaba". Y con esta simple frase casi
puede resumirse su gesto —que él hizo sin importancia ninguna, como un acto natural de
deber y solidaridad con su pueblo— de dejar el cómodo asilo de Donibane Lohitzun para
marchar a Santoña. Dicen que su madre le preguntó, en euskera, único idioma en que
hablaba la familia- "¿A dónde vas, hijo?". Y que él sólo contestó: "A Santoña".
En Santoña estaba el ejército vasco después de su heroica y brava resistencia, en manos de
los italianos. Con Juan Ajuriaguerra volvió a ellos parte de la moral perdida. Fue Juan el que
dirigió las conversaciones de Capitulación del Ejército Vasco con el Cuerpo Expedicionario
italiano en el Frente del Norte. En estas Capitulaciones, llamadas Pacto de Santoña, los
vascos se entregaban sin armas a los italianos pero se les respetaba la vida y se les
garantizaba un trato digno como soldados. Pero esto es bien sabido que no se cumplió y
pronto comenzaron las represalias lamentables que llevaron a tantos hombres al paredón de
fusilamiento. Juan Ajuriaguerra inicia entonces una huelga en protesta contra los italianos
por no haber cumplido su parte en el Pacto y haber entregado a los gudaris en manos
implacables y enemigas que los juzgaron no como soldados vencidos sino como traidores.
Esta huelga sólo es rota por orden del Máximo Consejo del Partido.
El dirigente de las sombras
Durante 800 días pesa sobre él una condena de muerte y esperando la ejecución de ella a
cada momento organiza, sin embargo, diversas actividades en la cárcel para animar el
espíritu de sus hombres. Es indultado en 1943 y posteriormente confinado a Pamplona
donde inmediatamente enlaza con gentes del Partido, y comienza la larga serie de trabajos en
la clandestinidad: servicios y actos de resistencia, ayuda a encarcelados, pase clandestino de
aliados, etc. Durante más de treinta años domina la escena de la clandestinidad vasca. Es el
dirigente de las sombras que continuamente tiene que cambiar de domicilio y de ciudad y
que jamás se deja fotografiar Sin embargo, profundo conocedor del alma humana, sabe bien
que la clandestinidad tiene graves inconvenientes para la formación de los nuevos
patriotas vascos porque formaba un clima irregular y morboso.
Dice Gerardo Bujanda de aquella época: “…en el año 1951 en que hubo una huelga que
ocasionó algunas bajas y exilios, me dijo: "Atrévete a pensar y obrar, no en contra, sino por
encima y por delante de lo que hasta ahora has visto". Quizás con esto pueda resumirse
muchas de sus actuaciones, del vigoroso impulso que lo hacía marchar y que le obligaba a
hacer marchar a otros.
Más allá del hombre de acción
Fue un hombre de acción, pero también y esto no deja de ser curioso, fue un hombre
hondamente preocupado en la recuperación y mantenimiento y conservación de papeles para
que la historia no se perdiese. Durante tres años largos estuvo trabajando en su refugio en
Laburdi, concretamente en la Sede del Partido en Anglet (Beyris), en la microfilmación de
documentos importantes para rescatarlos a la posterioridad cuando pudiera escribirse la
historia de Euzkadi. Cuenta quien con él trabajó en aquella época, Ander Barrutia, que estaba
largas horas de pie hasta casi el amanecer, fotografiando los documentos, clasificándolos,
ordenándolos. También estuvo comprometido en la distribución de la Propaganda
clandestina para Euskadi Sur que era el alimento espiritual de la Euskadi resistente y
combatiente en los largos años de franquismo. Y fue además y también el máximo dirigente
de Resistencia Clandestina Vasca cuyos mayores y más importantes logros fueron las
huelgas de 1947, 1951, y los Aberri Eguna de 1964 al 68 que marcaron hitos de
afirmación nacional en la larga lucha de la represión del Pueblo Vasco.
Visión europeista de Euskadi
Pero Juan Ajuriaguerra era un hombre que veía lejos para su país porque su amor no era —por
todo cuanto hemos ido diciendo— ni pequeño ni cerrado. Su visión era una Euskadi en
Europa. Una Europa de pueblos como había proclamado en 1932 el propio Partido
Nacionalista Vasco en un grito de imaginación política casi profético. Por esto y para esto dio
numerosas conferencias en Organismos europeos y se preocupó de la situación que en ellos
habría de ocupar el Pueblo Vasco, con sus derechos históricos y su personalidad entera en
un marco respetuoso a las personalidades de todos los pueblos de Europa.
Quizás esto lo percibía con mayor intensidad siendo, como era, un hombre
profundamente pacifista, profundamente preocupado por cuanto de terrible y degradante
tiene la violencia en la sociedad humana, y por comprender que la violencia sólo se genera
en situaciones de represión e injusticia, de avasallamiento irrespetuoso de los derechos
humanos, de violación de cuanto el hombre aporta desde lo más íntimo de su ser a la
sociedad de la cual forma parte.
A la muerte de Franco, cumplidos ya los 72 años, pero con el vigor intacto y con la
ilusión agrandada por cuanto había luchado y parecía al final realizable, comienza una
serie de contactos con fuerzas democráticas del Estado español, reorganiza su Partido para
una acción política eficaz en los nuevos tiempos y 42 años después del gran conflicto de la
guerra de Euskadi, es reelegido presidente del "Bizkai Buru Batzar" y emprende la
campaña de elecciones para las cuales selecciona un lema sobre el que parece forjarse su
propia vida: "Fuerza, Eficacia y Honradez".
No jugar al todo o nada
Es elegido diputado de Bizkaia y comienza su lucha en Madrid por los derechos del Pueblo
Vasco. Se ha dicho de él que era partidario de negociar, “ a tomar del lobo un pelo, sin jugar a
todo nada" como afirmó Manuel de Irujo. Pero en enero de 1978 comenzó la
manifestación de su enfermedad. La tos seca y fuerte, constante y brutal. Su propio médico,
una vez sospechado el diagnóstico de la enfermedad mortal, se lo debe explicar ante la
insistencia de Juan Ajuriaguerra. "¿Cuánto tiempo?", pregunta. Y el médico, familiar y
amigo suyo, contesta "Quizás un año". Entonces Ajuriaguerra contesta: "¡Qué poco tiempo
para todo lo que hay que hacer!". No pensaba en "su tiempo". Pensaba en el tiempo de
Euskadi. En lo que tenía que aportarle hasta la última hora. Hasta el último extremo de su
energía. Su último año fue en realidad algo distinto. Había sido un hombre de trabajo y de
lucha, de clandestinidad y de silencios. Sin embargo, en su último año de vida, se dejó
retratar, dio mítines, y sonrió abiertamente aunque estaba muy preocupado por Euskadi.
Quizás, por primera vez en toda su vida, dejó que mucha gente conociera esa fina veta de
humor vasco que había en lo más profundo de su ser y también dejó abrir un poco, un poco
nada más, las puertas de su corazón para que todos supiéramos que si había sido duro,
exigente, terco y obstinado fue por amor. Por obtener una Euskadi libre y en paz como la
hemos soñado a lo largo y ancho de nuestro devenir histórico.
Simbólica muerte
Su muerte en Iratxe tuvo también algo de providencial. Volvió a la Nabarra de su exilio en
busca de sol y de reposo. Para él Nabarra era la clave del progreso y de la unidad vasca. El
crisol seguro donde podía forjarse la Euskadi del futuro. Hombre hondamente preocupado
por la Historia, traía en su bagaje libros de historia de Nabarra y escritos en francés. Porque
además de profundo conocedor del euskera y del castellano, conocía ampliamente el alemán
y el francés. En sus últimos días sus ojos parecieron agrandarse y volverse más inquisitivos,
más audaces, más certeros. Y dejó a un lado la combativa exigencia, para tornarse amable,
tranquilo y afectuoso. Y también se pudo percibir el hondo sentimiento religioso que marcaba
los pasos de su existencia y alentaba su sentimiento humano. No fue extraño que muriera
bajo un Cristo y junto a una ikurriña, en tierra de Nabarra. Era todo un símbolo del hombre
del patriota que había sido a lo largo de toda su vida.
Para terminar vale reproducir las palabras con que su presidente y amigo, Jesús María de
Leizaola, lo recordó en el funeral de Donibane Lohitzun: "Al ocurrir la muerte de un hombre
como él cabe que a cualquiera le ocurra en su mente, lo nuestro se hizo ya". Pero quienes
sabemos cómo era él, sabemos también cuál sería exactamente su respuesta: "No, no, sigamos
adelante. Lo nuestro sigue en pie todavía".
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