Un grupo de mujeres afrodescendientes colombianas formaron un sindicato, con... defender sus derechos laborales como trabajadoras domésticas.

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Colombia: Mujeres Afrodescendientes Defienden Sus Derechos Laborales
Jueves, 03 de Enero de 2013 12:29
Un grupo de mujeres afrodescendientes colombianas formaron un sindicato, con el fin de
defender sus derechos laborales como trabajadoras domésticas.
Por Laura Ramírez
En el mes de diciembre se reunió por primera vez un colectivo, en este caso, un sindicato de
mujeres, para reivindicar sus derechos laborales como trabajadoras del servicio doméstico,
afro. Aquí empieza el problema: ¿por qué afro? Aunque algunas de las pocas asistentes
trigueñas o mestizas, mencionaban que el racismo es un problema que nace en las personas
“de color
”, la discriminación racial no se la imaginan los negros ni se la inventaron los chocoanos; es un
problema mundial que en Colombia se palpa, y cada vez que se palpa, vuelve a doler.
“Lo que exigían en un trabajo para vender productos de belleza era el bachillerato, y yo
lo tenía, y aceptaron a todas las compañeras que se presentaron, menos a mí, que era la
única con este color de piel”
, dice una de las iniciadas en el sindicalismo, y estira su brazo y lo recorre con el índice de la
otra mano, mostrando que tiene la prueba de su hipótesis: piel negra.
Además del racismo y el maltrato, a muchas de estas mujeres les informa su patrona: “Usted
es como de la familia”. Este concepto que puede partir de un deseo genuino, casi nunca se
aplica en su significado pragmático, sino que por el contrario, se sitúa en el ámbito de lo
abstracto, en el que priman cariño y familia (de la patrona) como valores que pueden
reemplazar el cumplimiento de obligaciones legales contantes:
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Salario mínimo legal. Seguridad social en salud, pensiones y riesgos profesionales. Horario o
jornada máxima legal de 8 horas y de 10 horas para trabajadoras internas. Descanso semanal,
mínimo de 24 horas. Pago de horas extras. Pago de horas nocturnas. Pago por trabajo en días
dominicales y festivos. Dotación de tres uniformes al año. Vacaciones remuneradas.
Consignación de cesantías.
Liquidación a la terminación del contrato. Permanencia en el trabajo cuando queda en
embarazo y licencia de maternidad. Permiso para los casos de calamidad.
El problema del trabajo doméstico en Colombia, primera fuente laboral femenina urbana,
depende de voluntades gubernamentales y civiles. El aspecto legislativo pareciera ser el más
progresista: frente a la ley, las trabajadoras del servicio doméstico gozan del mismo tratamiento
que cualquier trabajador, excepto por la prima y la jornada máxima para las trabajadoras
internas, normativas que se espera cambien a su favor.
En cuanto al Ejecutivo, debe hacer que las empleadoras cumplan la ley, y a las empleadoras
les corresponde cumplirla, por encima de creencias como que el techo y el alimento que dan
las exime frente a las normas laborales. El género femenino es determinante en este problema:
“Nosotras nos entendemos con las patronas; ellas nos dicen cuánto nos van a pagar, lo que
tenemos que hacer; ellas nos regañan y ellas son las que también nos humillan”, dice otra
asistente, en un descanso de “Del dicho al hecho”, nombre de la reunión.
Mientras en sectores laborales como el del comercio, el Ministerio de Trabajo ha hecho 4.000
Inspecciones de Verificación de Condiciones laborales (IVC), y en el de hoteles y restaurantes,
alrededor de 1.000, el año pasado, por primera vez, se hicieron cinco visitas; sí, 5 casas de
familia fueron visitadas en todo el país (según el informe estadístico de IVC, consolidado en
2011). Es importante destacar que el Ministerio de Trabajo, si se le compara con los últimos 10
años, ha propiciado avances en materia sindical y de apoyo a la formalización del trabajo, con
herramientas como Servicio Doméstico, Guía Laboral, una cartilla sobre las normas laborales
legales de las empleadas del servicio doméstico en Colombia, publicado en Internet.
Hemos mejorado, sin duda. Sirvienta o manteca, como se las llamaba despectivamente, son
términos en desuso, gracias a grupos progresistas y al enfoque de derechos humanos de las
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ONG nacionales como Carabantú, la Red de Mujeres Afrocolombianas Kambirí y la Escuela
Nacional Sindical (ENS); esta última entidad ha liderado el proyecto de inclusión laboral de las
empleadas del servicio doméstico.
Los avances también hay que abonárselos a entidades internacionales como la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). A la fecha, espera sanción presidencial el histórico Convenio
189, suscrito por representantes de los gobiernos, empleadores y trabajadores de esta entidad,
por los derechos de los trabajadores y trabajadoras del servicio doméstico. Suena casi a
equívoco hablar en Colombia de trabajadores (masculino) del servicio doméstico; sin embargo,
aunque los varones son una ínfima minoría, también forman parte de las 742.000 personas que
calcula el DANE, pues se desempeñaron en el trimestre julio-septiembre de 2012 en la
categoría de empleado doméstico, aunque se cree que hay mucho subregistro. Una vez el
presidente ponga su firma, el Convenio regirá como ley, y servirá como catapulta para
continuar el proceso de reivindicación.
A las 11:15, luego de la bienvenida a las 40 mujeres que asistieron a la reunión y de la
exposición de las experiencias significativas, a cargo de Ramón Emilio Perea, de Carabantú,
llegó el turno de Sandra Milena Muñoz C., responsable de inclusión laboral del área de defensa
de derechos de la Escuela Nacional Sindical y líder del proyecto de estas mujeres:
“Muchas de las aquí reunidas estuvieron conmigo capacitándose, pero pueden tener
dudas de lo que vinieron a hacer. Aquí estamos creando conciencia de que hay una
forma de defender derechos laborales, pararnos y hablar con los empleadores de la
triple discriminación que sufren ustedes: mujer, afro y trabajadora del servicio
doméstico. Sabemos que es difícil, porque ustedes trabajan hasta 15 horas diarias, y
algunas sólo descansan el domingo. Además, nosotros no podemos hablar por ustedes.
Podemos apoyarlas y darles herramientas, pero ustedes tienen que hablar por ustedes…
hago una pregunta: ¿si una persona trabaja un día a la semana, el empleador está
obligado a pagarle seguridad social?”. Sí, respondió ella misma, y dio pie a otros
testimonios:
“Por días nos va mejor, pero gastamos más en pasajes y nos acumulan el trabajo de
manera inhumana”. “Aunque a uno no lo metan al seguro por días, al menos puede uno
sacar tiempo para las reuniones del colegio de los hijos, porque una vez, cuando yo era
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interna, le mostré a la patrona la citación que me enviaron del colegio, y me dijo: “¡Ay!,
en esos colegios si joden”, y no me dejó ir, y entonces cogí mi pago y me largué”.
“Yo en cambio tuve la experiencia de que se unieron los cuatro patrones míos y me
afiliaron. Al principio me dijeron que me pagaban 60.000 pesos, y que yo con eso me
pagara, y yo les dije que no, que me hicieran un contrato, y que se juntaran. Incluso
pude estudiar y ya me gradué de pedagogía infantil”.
En 1989, el 60% de las empleadas del servicio en Colombia eran internas, el 32%
externas y el 8% tenían varios empleadores. Hoy la proporción de los dos primeros
rubros es inversa. La mayoría trabaja por días.
Luego, Sandra Milena hizo una síntesis de la historia sindical reciente: “derecho que no se
conoce, no se reclama”
. La mayoría no quiere ser trabajadora doméstica toda su vida; la mayoría es desplazada; son
víctimas de acoso y abuso sexual; les niegan y esconden la comida; les toca abandonar a sus
hijos; no les permiten los tiempos de descanso diario, y los días de duelo generan malestar con
los empleadores; las acusan de “brutas” o ignorantes, y de no tener aspiraciones educativas;
se da el trabajo infantil y juvenil con la consecuente vulnerabilidad de las niñas que lo ejercen.
Por último, Sandra destacó que la aspiración de las trabajadoras domésticas era conseguir
puesto en una empresa.
A las 12:30 se anunció una dinámica, a manera de acción afirmativa, orientada por María Edith
Morales, investigadora de las condiciones laborales de las trabajadoras del servicio doméstico,
trabajo que se hace en convenio entre Carabantú y la ENS. Las 40 mujeres se dividieron en
grupos, para responder un cuestionario que permitió recoger sus expectativas y temores,
además de proponer eslóganes para motivar al grupo.
En el salón León Zuleta de la Escuela, se oyeron las primeras arengas: “Sí podemos, sí
podemos”, “Unidas por los derechos de las mujeres”, “La unión hace la fuerza”, “Con
voluntad y esperanza lograremos nuestros más imposibles anhelos”. Los relatores de la
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reunión, los organizadores y las sindicalistas primíparas expresaban en sus caras el
clímax del evento.
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