Un año atrás, reaccionábamos al discurso del 21 de Mayo... de inflexión en la creciente importancia adquirida hasta ese momento...

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El gobierno y las viudas de Bachelet
Lunes, 28 de Mayo de 2012 23:46
Un año atrás, reaccionábamos al discurso del 21 de Mayo advirtiendo que marcaba un punto
de inflexión en la creciente importancia adquirida hasta ese momento por la mujer como sujeto
de política pública, y por la equidad de género como objetivo y valor socia.
Por Pamela Díaz- Romero. Directora Equitas
El discurso 2012 no hace más que profundizar el diagnóstico y, con él, la desazón que
produce el abierto retroceso para la democracia que -ante el descrédito de la clase
política, la falta de legitimidad del sistema y la crisis institucional que enfrentamosparece necesitar más que nunca a las mujeres, ni más ni menos que el 50% más uno de
la ciudadanía.
No se trata sólo de la falta de prioridad simbólica en el discurso, o de la focalización excluyente
en su rol de responsable del cuidado de los hijos y en su inserción en el mercado laboral,
superponiendo ambas funciones como madre trabajadora. Se trata también de la total
desaparición de temas como la paridad, la participación de las mujeres en la toma de
decisiones o la equidad de género como objetivo democrático, y en la efectiva modernización
del Estado y la gestión pública.
En esta cuenta pública, como en una prédica dominical en alguna iglesia del sector oriente de
la capital, el Presidente fue pródigo en sus alusiones a "la familia" -uno de los conceptos más
usados en el discurso- no sólo como "valor esencial" sino como destinataria principal de la
política pública, en cuanto ente intermediador entre el gobierno y los individuos en la anunciada
"sociedad de valores". Una sociedad compuesta por familias idealizadas, "unidas, fuertes y
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sanas", esto es, ajustadas al modelo nuclear, heterosexual, con padre y madre presentes y en
roles complementarios bien delimitados: padre proveedor principal y madre responsable del
cuidado y preservación del bienestar físico y psíquico de los miembros dependientes,
incluyendo para esto el aporte de un ingreso secundario.
El valor intrínseco otorgado a esta familia ideal, "fuente de amor, felicidad y comprensión, y la
mejor defensa frente a los males de la modernidad", aliada estratégica en la consecución de la
sociedad propuesta por el Gobierno, se refleja inequívocamente en bonos, programas y
políticas públicas sociales de la actual administración. En ellos no hay lugar para lo que se
acepta apenas como desviación a la norma: familias monoparentales, homoparentales,
compuestas o simplemente disfuncionales de cualquier composición. Y esto a pesar de la
reciente aprobación de la ley anti discriminación, que por cierto no incluye una línea sobre
medidas directas, acción afirmativa o recursos públicos para avanzar efectivamente hacia una
sociedad más democrática, inclusiva y justa.
Pero no sólo se excluye a quienes se apartan deliberadamente del modelo. Tampoco hay lugar
para las mujeres, pues son las familias las destinatarias declaradas de la extensión del
postnatal, del Ingreso Ético Familiar y su multiplicidad de bonos asociados, del incremento en
la cobertura de las salas cuna. En el imaginario del Gobierno las mujeres no son otra cosa que
"el corazón" de la unidad familiar y por lo mismo no se necesitan políticas de género que las
conciban como sujetos independientes y autónomos, porque "ellas no se equivocan y eligen
siempre lo mejor para sus hijos y familias, aún a costa de su propia postergación".
Postergación en la que parece haberse empeñado el Ejecutivo en su relato, generando un
marco para la acción gubernamental en la cual las perspectivas más progresistas quedan
subordinadas a una visión arcaica y esencialista de "lo femenino", que limita y ordena las
reivindicaciones permisibles para las mujeres.
Afortunadamente, lo avanzado en materia de equidad de género en los últimos 20 años puede
estancarse, pero difícilmente desaparecerá por la ausencia de medidas que promuevan su
consolidación y concreción. La sociedad real ha cambiado más allá de los discursos, y las
propias mujeres no estamos disponibles para volver a definirnos sólo desde la familia y la
maternidad. Si ese es el núcleo de la pretendida sociedad de valores propuesta por el
Presidente, es sólo otra muestra de la profunda falta de sintonía entre representantes y
supuestos representados/as.
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Gastado el bono y devorado el Chocman, seguirá extendiéndose el malestar que hoy nos
produce el trato de minoría que se empeñan en darnos que se empeñan en darnos y que, al
parecer, muchas sólo confían podría revertir Bachelet, formando el piso de su incombustible
popularidad.
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