Razones biológicas de la objeción de conciencia en el ámbito

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Razones biológicas de la objeción de conciencia en el ámbito
sanitario
La objeción de conciencia es un derecho fundamental de todos los
ciudadanos amparado por el artículo 30.2 de la Constitución Española. Aunque
en dicho artículo la ley se refiere concretamente a las obligaciones militares,
por extensión se puede aplicar a todas aquellas circunstancias en las que el
contenido o los deberes que impone una norma legal se oponga a las normas
éticas o convicciones morales de una persona. En ese sentido, los sanitarios,
como cualquier otro ciudadano de nuestro país, pueden acogerse a este
derecho constitucional. Sin embargo, no siempre esta posibilidad teórica es una
realidad de hecho.
La objeción de conciencia en el ámbito sanitario puede ejercerse ante
muy diversas prácticas, pero sin duda, las más significativas son el aborto, los
fármacos contraceptivos, la contracepción de emergencia, la reproducción
asistida y el diagnóstico genético preimplantatorio.
Indudablemente es imposible aquí realizar, ni siquiera sucintamente, un
comentario sobre cada uno de estos temas, por lo que me referiré
exclusivamente a la razón biológica que puede dar fundamento a la objeción de
conciencia en cada uno de estos casos.
Con respecto al aborto, la fundamentación para objetar es la realidad
biológica del feto de 14 semanas, pero además, si se tiene en cuenta que en el
texto de la nueva ley se especifica que se podrá abortar libremente hasta la 14
semana de gestación, y que para los propios legisladores la gestación se inicia
con la consolidación de la implantación, es decir, a los 14 días de vida de ese
individuo humano, en realidad, por tanto, se podría abortar hasta la semana 16
de vida de un individuo humano, lo cual parece éticamente no aceptable para
muchos sanitarios.
Pero ya en un orden jurídico, lo fundamental con relación a la objeción
de conciencia, es que en la nueva ley española se exige a los sanitarios que
quieran ejercer dicho derecho a que lo manifiesten por escrito, lo cual va en
contra del derecho constitucional a la intimidad que cada uno de ellos tiene. En
opinión de Eliseo Collado, vocal de la Comisión Deontológica de la
Organización Médica Colegial, “toda regulación que exige una forma de registro
conlleva discriminación” (DM 20-IV-2010). Si la administración, por razones de
organización, necesita conocer que personas rechazan colaborar en una
práctica médica que va en contra de sus convicciones morales, debería abrir un
registro de los que están dispuestos a colaborar en esta acción y no del que no
lo están.
En relación con los contraceptivos, la posible objeción de conciencia se
basaría en que estos puedan ejercer su acción por un mecanismo de acción
antiimplantatorio, y por tanto abortivo. Los anticonceptivos actualmente
disponibles en el mercado, tienen fundamentalmente un mecanismo
anticonceptivo, yo diría que al menos en el 90% de las veces, por lo que
difícilmente se puede esgrimir u argumento legal para oponerse en conciencia
a recetarlos.
Sin embargo, entre los contraceptivos, uno de los más utilizados es el
DIU, que como se sabe tiene un mecanismo de acción antiimplantatorio al
menos en el 50% de las veces en que se utilice. Por ello, en este caso los
sanitarios podrían oponerse en conciencia a implantarlo.
En relación con el DIU, según datos de 2008 (D-4), en ese año,
alrededor de 150 millones de mujeres lo utilizaron.
Como anteriormente se ha comentado, si al menos en el 50% de las veces el
DIU, impide el embarazo por un mecanismo antiimplantatorio, objetivamente se
deduce que por el uso de este pequeño instrumento, se perdieron ese año,
más de 100 millones de vidas humanas, por lo que sin duda es el DIU la
principal causa de mortalidad en este momento en el mundo.
En la contracepción de emergencia fundamentalmente se utilizan dos
fármacos, el levonorgestrel y el ulipristal acetato. Ambos actúan, tanto por un
mecanismo anticonceptivo como antiimplantatorio, dependiendo ello
fundamentalmente del día del ciclo sexual en que la mujer ingiera la píldora. En
el caso de la píldora del día siguiente, su acción será fundamentalmente
antiimplantatoria si la toma en los días -5 a -3 del ciclo sexual, considerando el
día 14 como el día 0, pero si la toma entre el día -1 a +2, su mecanismo de
acción será prácticamente siempre antiimplantatorio. En el caso del ulipristal
acetato, la píldora de los cinco días después, si se toma entre las 72 y 120
horas después de la relación sexual, su mecanismo de acción será
fundamentalmente antiimplantatorio. Consecuentemente, tanto la píldora del
día después, como la de los cinco días después pueden actuar por un
mecanismo abortivo, por lo que el médico podrá oponerse a emitir la receta y el
farmacéutico a expedir el producto.
En la reproducción asistida, la más objetiva dificultad ética está en
relación con el elevado número de embriones que se pierden, pues no hay que
olvidar que la eficiencia de la técnica oscila alrededor del 20%. Por ello, para
mejorarla los facultativos responsables del proceso técnico fecundan un
número elevado de embriones, para implantar en el primer intento alguno de
ellos, probablemente los de mayor calidad, práctica que puede rayar en la
eugenesia, por congelar los restantes. Si este intento no fructifica, se van
descongelando e implantando embriones, hasta conseguir que se desarrolle un
embarazo.
Esta pérdida de embriones, inherentemente unida a la fecundación in
vitro es, a mi juicio, lo que podría dar pie a la objeción de conciencia de los
ginecólogos para no practicarla.
Finalmente, con relación al diagnóstico genético preimplantacional, con
independencia que la misma supone una clara manipulación del embrión, pues
no hay que olvidar que sustraer a un embrión de 8 células una de ellas tiene
para él consecuencias físicas negativas innegables, además, hay que tener
también en cuenta que con ella se cosifica al ser humano, lo que es
absolutamente contrario a su propia dignidad. Pero adicionalmente, no hay que
olvidar que con esta práctica se pierde un elevado número de embriones, pues
de los que se producen solamente se salvan de ser congelados o eliminados
uno o dos. Por otra parte, es esta una técnica de trasfondo claramente
eugenésico, por lo que pienso que sin duda los facultativos que deban
practicarla podrían en conciencia oponerse a participar en ella.
Como antes se ha comentado, el derecho a la objeción de conciencia en
España es una práctica amparada constitucionalmente, sin embargo, en
Europa su situación legal no está tan definida. Por ello, la Asamblea
Parlamentaria del Consejo de Europa, en un documento elaborado por la
británica Christine McCafferty, ha pedido al Parlamento europeo que se
establezca un “marco legal y procedimental completo y claro que regule la
objeción de conciencia de los proveedores de servicios de salud”, a la vez que
“un mecanismo eficaz de supervisión y reclamación”.
Sin embargo, en este documento se especifica que “en casos de
urgencia o cuando no sea posible enviar a la mujer a servicios de salud”, el
médico objetor de conciencia tendría la obligación de “proporcionar el
tratamiento solicitado”, es decir de practicar el aborto, aunque esto vaya en
contra de su conciencia moral.
Además de lo anteriormente referido, la Asamblea Parlamentaria del
Consejo de Europa expresa su preocupación por el elevado número de casos
de objeción de conciencia que se podrían dar, lo que podría repercutir
negativamente en el derecho de los ciudadanos, en este caso de las mujeres, a
la salud.
Finalmente, el documento invita a los 47 estados miembros del Consejo
de Europa a “desarrollar regulaciones completas y claras de la objeción de
conciencia”. El documento que comentamos será debatido en el pleno de la
Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en el próximo otoño.
Como se ve, es este un problema que preocupa grandemente a los
responsables de la sanidad europea, pero con la indefinición ética de defender
por un lado el derecho a la objeción de conciencia de los sanitarios, pero por
otro obligarles a practicar el aborto en determinadas circunstancias, aunque
fueran objetores.
Justo Aznar
Director del Instituto de Ciencias de la Vida
Universidad Católica de Valencia
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