A pesar de la gran felicidad de saber a los mineros... causado por ciertas declaraciones reconociendo presiones sobre el accionar fiscalizador

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Lo que sí debiese sorprendernos e indignarnos
Martes, 24 de Agosto de 2010 09:21
A pesar de la gran felicidad de saber a los mineros con vida, sigue generando escozor el efecto
causado por ciertas declaraciones reconociendo presiones sobre el accionar fiscalizador
Por María Ester Feres. directora del Centro de Relaciones Laborales de la
Facultad de Economía de la Universidad Central
A pesar de la gran felicidad de saber a los mineros con vida, sigue generando escozor
el efecto causado por ciertas declaraciones reconociendo presiones sobre el accionar
fiscalizador: molestia en algunos y gran sorpresa en otros, si bien lo dicho es
absolutamente veraz y de amplio conocimiento público.
Todo ente regulatorio o fiscalizador recibe presiones y toma conocimiento de intereses,
muchas veces en pugna, desde los diferentes sectores afectados. Lo importante, es que ellas
no lo desvíen nunca de las responsabilidades que le asigna la ley ni a perder de vista la
importancia de los bienes jurídicos que se deben proteger. Al menos, la Dirección del Trabajo
durante varios años se caracterizó por ese sello, lo que es totalmente comprobable y bastante
conocido.
Mayor es la extrañeza, cuando hoy se habla con gran soltura de la necesidad de regular el
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lobby político, como parte del quehacer de un Estado democrático; si bien, antes de legislar
sobre este tema sería de máximo interés conocer la opinión de la ciudadanía.
Lo anterior sorprende aún más, cuando lo que sí debiera preocuparnos son otros temas
ineludibles, de ser cierto aquello que queremos construir una sociedad más justa, igualitaria y
buena para todos. He aquí sólo algunas de muchas interrogantes.
¿Cómo es posible que un país con los grados de crecimiento económico alcanzados
no protejamos mejor la vida en el trabajo? Los avances logrados en los últimos años,
varios de ellos relevantes, no impiden que las cifras oficiales, sin capturar totalmente la realidad
debido a un lamentable subregistro, sigan siendo escalofriantes. Durante el 2009 se registraron
443 accidentes fatales en los lugares de trabajo; en igual período, los registros -sólo de las
mutualidades de empleadores- arrojaron 191.685 accidentes de trabajo, incluyendo los de
trayecto. En el período de enero a marzo del 2010, las vidas perdidas en iguales circunstancias
ya ascendían a 155 personas. Los homicidios durante el 2009, producto de los logros en
seguridad pública, alcanzaron la siempre triste cifra de 285 personas; sólo las víctimas fatales
con ocasión del terremoto y tsunami de febrero pasado, son similares a las laborales en sólo un
año.
¿Qué nos pasa como sociedad si
hechos tan lamentables, salvo cuando se nos presentan en forma tan impactante, nos
dejan impávidos?
Pareciera ser que sólo
las grandes catástrofes logran conmovernos.
Aunque no guste, los problemas en seguridad e higiene en el trabajo son constatables en
todos los sectores productivos, cualesquiera sea su dinamismo o el tamaño de la empresa. E
studios muestran que la gran Minería
, a pesar de la alta tecnologización de sus procesos, con sus explotaciones en altura, jornadas
excepcionales (por la ubicación de los yacimientos), ambientes contaminantes, colaciones en
máquina, externalización de riesgos a través de la subcontratación y del suministro de trabajo
en iguales o similares actividades que los trabajadores propios, doblajes de turnos, etc.,
también genera riesgos evitables a la salud y vida de los trabajadores.
El crecimiento y expansión de la salmonicultura, con o sin virus ISA, se sustenta en la vida
de los buzos mariscadores que laboran en los centros de cultivo, con altísima cantidad de
trabajadores muertos (58, en menos de tres años)
y en condiciones de trabajo lamentables
en la industria: funciones repetitivas, en permanente humedad, sin contar la gran precariedad
contractual, los bajísimos sueldos y las extenuantes jornadas. Ello, con sus particularidades,
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se reproduce en la agro-industria, con el agravante del conocido fenómeno de los plaguicidas y
pesticidas, el trabajo infantil, etc.; así como, en otros sectores de actividad.
La pérdida de vidas, todas valiosas y evitables, sí debieran indignarnos; al igual que la
poca valoración que se le otorga a las condiciones de trabajo, la discriminación laboral, la
libertad sindical y los derechos laborales en general; a lo menos, saquemos lecciones
provechosas de experiencias tan lamentables como la de los mineros de Atacama. 3/3
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