"Hay un sentimiento hostil hacia la Iglesia" Aguer cuestionó la nueva ley educativa LA PLATA.– El arzobispo platense, monseñor Héctor Aguer, una de las voces más duras de la Iglesia, cuestionó la nueva ley de educación nacional y denunció que un “laicismo ancestral” impidió incluir la dimensión religiosa y una visión trascendente en los contenidos de la educación integral que se enseñarán en las aulas. En una entrevista con LA NACION, insistió en que existe un “sentimiento hostil” hacia el cristianismo en algunos sectores del Estado, y respecto de la última dictadura militar, cuyo estudio en las escuelas propone la nueva norma impulsada por el ministro de Educación, Daniel Filmus, consideró que la memoria “debe ser completa”. “Temo que la historia sea reemplazada por una visión ideológica de los acontecimientos, algo que ha ocurrido otras veces en la educación argentina”, expresó el arzobispo, de 63 años, que no se ha privado de polemizar con ministros, legisladores y jueces sobre temas como el aborto, el uso del preservativo o la unión civil. Ahora expresa su preocupación por la “decadencia cultural” que se extiende en la Argentina. Al frente del Arzobispado de La Plata desde hace siete años, monseñor Aguer tiene a su cargo la gestión directa de más de 120 colegios católicos, muchos de ellos en zonas castigadas por la pobreza, en la jurisdicción educativa más poblada del país. -¿A qué atribuye la decadencia cultural que, a su juicio, sufre el país? -Un elemento fundamental ha sido la decadencia de la educación. Hace 50 años no existían analfabetos en la Argentina, y no se podía hablar de analfabetismo funcional, como sucede hoy. Algo ha pasado y ha impedido no sólo la transmisión de conocimientos, sino también de valores. Esto tiene que ver con la caída del sistema educativo y con transformaciones en la vida de las familias. Si una familia no acompaña la tarea educativa, difícilmente el maestro pueda lograr que la instrucción que transmite se inserte en una formación integral de la persona. -¿Hay desinterés de los padres por participar en ese proceso? -Sí, hay un hiato entre la situación escolar y la familia. Los padres muchas veces se acercan a la escuela para quejarse, para protestar, para reclamar, pero no con un ánimo de auténtico acompañamiento. Y a veces es porque no pueden, porque está en crisis la misma unidad familiar. -¿Dónde surge el temor por la ausencia de una dimensión religiosa en la educación integral? -Probablemente esté relacionado con el predominio de una filosofía de la educación de corte constructivista, que maneja una concepción reductiva de la persona. Se introduce el concepto de formación integral, pero no se mencionan las dimensiones que la integran, como la espiritual. ¿Cómo ejercerán los padres que envíen a sus hijos a una escuela estatal el derecho, que la ley les reconoce, de elegir una educación que responda a sus convicciones? No se reconoce la dimensión religiosa del ser humano: ésa es una de las carencias de la ley. -¿Hay otras? -Sí, hay otras, tanto en la propia ley como en los contenidos que se anticiparon en los llamados núcleos de aprendizajes prioritarios. Allí se propone enseñarles a niños de siete años que no hay un modelo de familia, sino muchos modelos, todos válidos. Se está preparando a la población escolar para la aceptación de la ideología de género y la superación del "estereotipo" (como lo llaman despectivamente) de la familia basada en el matrimonio entre un varón y una mujer. Me llama la atención que en el propio texto de la ley se ponga como un contenido fundamental la construcción de la memoria histórica sobre el pasado reciente. Yo espero que no se trate de la imposición de una historia oficial, o del reemplazo de la historia por la ideología. - ¿Lo preocupa que en los últimos años el gobierno nacional haya impulsado con marcado interés el rescate de la memoria? -La memoria debe ser completa y, como lo ha expresado el Episcopado argentino en noviembre de 2005, no debe transmitirse una visión sesgada de nuestra historia reciente. Yo temo que la historia sea reemplazada por una visión ideológica de los acontecimientos, algo que ha ocurrido otras veces en la educación argentina. En 1956, por ejemplo, la Revolución Libertadora impuso en los libros de texto una interpretación del período inmediatamente anterior, que no perduró. Temo que ahora se haga lo mismo. La historia requiere una elaboración científica y tiempo para que la memoria vaya decantando y se puedan acoger armoniosamente todos los elementos de ese pasado, del cual nos tenemos que hacer cargo. -Frecuentemente se le reprocha a la Iglesia la falta de autocrítica sobre su actuación en ese período. -La palabra "autocrítica" no me parece del todo exacta. No estoy seguro de que todos los sectores implicados en la vida nacional hayan hecho una revisión de su actuación y sus posiciones, como lo ha hecho en su momento la Iglesia. Por otra parte, un país no puede vivir continuamente autocriticándose: mirar permanentemente al pasado, promoviendo actitudes de discordia, es un defecto. La superación de los hechos negativos del pasado debe hacerse con mucha generosidad y lucidez, y sobre todo esperanza de un futuro mejor. -¿Hay una ofensiva del Estado contra el espíritu religioso? -El Estado es una realidad muy compleja, con estamentos diversos, y en muchos de esos estamentos hay un sentimiento hostil hacia el cristianismo y hacia la Iglesia. Se reconoce el papel de la Iglesia en el momento de emergencia social, pero no se quiere reconocer su concepción de la dignidad y trascendencia de la persona. Cuando la Iglesia defiende la vida desde la concepción, o el matrimonio como una realidad basada en el orden natural, se la considera oscurantista o desubicada. -¿Lo preocupan algunas de las leyes aprobadas en los últimos años, como la unión civil y la de salud reproductiva? -Hay un avance en la profundización de propuestas contrarias al orden natural de las cosas. Hay un cambio cultural marcado por un fuerte secularismo, en el que se selecciona lo que agrada y conviene de la enseñanza de la Iglesia y se descartan aquellas posiciones que contrastan con este modo de organizar las cosas como si Dios no existiese. -¿Hay un descenso de la popularidad del catolicismo? - En la Argentina nunca han sido sobreabundantes las vocaciones, y es verdad que ahora se nota un retroceso. Esto tiene que ver con la dirección que va tomando la cultura juvenil, porque las vocaciones surgen en un clima de conocimiento de la fe, compromiso con la obra evangelizadora y la caridad eclesial. Por otra parte, vemos mucho interés de los jóvenes por dar testimonio en los grupos misioneros, propuestas de peregrinaje y demás. También hay gente que va a algún grupo evangélico y luego retorna decepcionada a la fe de su infancia, así que no todo lo que reluce es oro. -¿Está fallando la Iglesia Católica en la forma de comunicar su mensaje? -No en la forma de comunicar, sino en el hecho de que no contamos con una red importante de comunicación. Es probable que nos hayamos quedado dormidos en este punto, pensando que bastaba la homilía del domingo. Aunque, si se hace bien, la homilía puede ser un medio fabuloso de comunicación. Pensemos en todas las iglesias y capillas que hay en el país. Por Sebastián Lalaurette De la Redacción de LA NACION