En el último año de la presidencia de Michelle Bachelet... mirar el progreso en el posicionamiento en los temas de...

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Tareas pendientes de la transición democrática
Miércoles, 15 de Abril de 2009 13:10
En el último año de la presidencia de Michelle Bachelet podemos vernos tentados a
mirar el progreso en el posicionamiento en los temas de género de esta administración.
Por Lidia Casas
Integrante Observatorio de Género y Equidad
En el último año de la presidencia de Michelle Bachelet podemos vernos
tentados a mirar el progreso en el posicionamiento en los temas de género de
esta administración: lo que podemos denominar la teoría del vaso lleno. Algunos
dirán que es una mirada autocomplaciente, pues después de todo, la elección de
Bachelet constituyó un hito, su posicionamiento y popularidad en las últimas
encuestas es innegable, de la misma manera que su gobierno fue capaz de
instalar en el debate público la paridad en altos cargos políticos y del servicio
público. Hoy esperamos, que cualquiera sea el candidato electo, éste sea medido
por su capacidad de ser inclusivo de mujeres (y hombres) capaces en los
espacios de dirección y responsabilidad pública.
Estamos conscientes que hay evidencia de un despliegue sistemático, y a veces
silencioso de las políticas públicas sobre protección social que han asegurado
mejores condiciones de vida a cientos de mujeres y sus familias, hay otras áreas
de la agenda pública que no han podido posicionarse. Las primeras y que son
exitosas tal como el incremento y mejora de salas cunas para mujeres de
sectores populares, no se ven ni se valoran en el espacio político. Quizá ello
obedezca a no están dirigidas a aquellos sectores sociales que se movilizan, que
tengan acceso a la forma en que se desarrolla el actual debate político y cuya
realidad no alcanza importancia noticiosa salvo para ensalzar programas
televisivos sensacionalistas que utilizan la pobreza en sus notas sobre
delincuencia e inseguridad ciudadana.
Mi temor es que otras políticas que se emprenden se parecen más a una
escenografía que tiene aspectos de un trabajo sostenido, pero que en la práctica,
es menos consistente de lo que quisiéramos. Ello queda en evidencia en las
medidas en el área de violencia contra las mujeres impulsadas hasta ahora. La
creación de una red de casas de acogida para mujeres agredidas, al menos una
por región, y la creación de centros de orientación es importante,
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pero no da cuenta de los profundos déficit en la atención psicosocial, la
representación y orientación legal de las mujeres víctimas de violencia y la crisis
que se enfrenta la resolución de los casos en sede judicial.
Aquí no me refiero a aquellos casos extremos que hacen noticia y que permite los
emplazamientos públicos entre autoridades, al despliegue de acciones judiciales
como querellantes, sino los millares de casos de mujeres anónimas que no
cuentan con redes de apoyo, servicios especializados para detener el círculo de
la violencia, que les permita decidir si mantenerse o no en esa relación. La sola
intervención judicial, cualquiera que ella sea, suele ser limitada por su naturaleza
y no está llamada a suplir las otras necesidades que tienen las mujeres para salir
del círculo de la violencia.
Cuando indagamos aunque sea superficialmente, nos encontramos con un
escenario de desolación, comunidades sin redes asistenciales capaces de tener
trabajos focalizados y eficaces en violencia para la derivación a las víctimas,
tribunales atochados en los grandes centros urbanos sin tener recursos humanos
especializados y capacitados, y medidas que se decreten que no tienen eco,
pues se encuentran con redes asistenciales copadas o simplemente inexistentes.
El llamado a hacer un nuevo trato entre hombres y mujeres, instar a la denuncia
para detener la violencia requiere de un aparato del Estado que esté a la altura
de las promesas, de otra manera ello sólo provoca una nueva sensación de
impotencia e impunidad. Parafraseando a Copelon, si las mujeres que sufren
violencia se enfrentan a un complejo juego de apaciguamiento, resistencia y
supervivencia, y logran denunciar, al no existir un entramado estatal capaz de
responder a sus necesidades, su cautiverio en libertad no logra ser vencido.
Las carencias son múltiples, y el discurso de un trabajo concertado entre los
distintos organismos del Estado, ha sido tratar de desdibujar cada uno de ellos su
cuota de responsabilidad o competencia.
Si en violencia constatamos una red activa de organizaciones en búsqueda de
cambios, también existe una activa participación de la sociedad civil. En otros
temas, pese a los esfuerzos, han permanecido en el letargo cuyo eje común es
que están relacionados con la autonomía de los individuos, los roles de género y
libertades en el ámbito de la sexualidad y reproducción, los que se ha dado por
mal denominar los temas valóricos. He sostenido que la Concertación de los
Partidos de la Democracia evidencia algunos de sus problemas, más o menos
estructurales, al evitar enfrentarlos no queriendo asumir los cambios y
transformaciones culturales del Chile actual. Desde ese punto de vista, la política
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y cómo se gestan los programas políticos de gobierno es que tienen múltiples
promesas, que como todas sabemos no siempre se materializan. Pero el
problema aquí es otro, que hemos sembrado para mayores espacios de libertad,
del respecto y el reconocimiento del otro, y que esperamos que al igual que las
semillas broten, crezcan y den fruto. Aquí no han podido crecer, aparecen los
brotes y luego se pasman por falta de agua y abono. El estancamiento en las
propuestas de la Concertación se debe en muchos casos, a sus propios temores
de no desear avanzar una agenda política que encienda las alarmas al interior de
su conglomerado.
La ausencia de una mirada relativamente común frente a estas cuestiones ha
significado por largo tiempo que las grandes discusiones, y que peor aún, la
adopción de políticas públicas quede expuesta al vaivén de la política coyuntural
(en su peor expresión), y que en la práctica la situación sobre el quehacer público
sea errático, mostrando una fragilidad que no permita dar con soluciones pese a
los innumerables diagnósticos sobre las carencias, entre otros, en educación
sexual en los establecimientos escolares . Compartimos la opinión de que no se
requieren más diagnósticos, y por lo mismo, ello exige de parte de un gobierno
asumir tareas, posturas y propuestas que puedan resultar incómodas para
algunos sectores.
Lo que ha sucedido en materia de educación sexual es una muestra de ello.
Vale recordar los escasos recursos que se han asignado a esta área (pese a los
indicadores sobre la urgencia de las intervenciones para disminuir la tasa de
embarazos en adolescentes) y cómo cada una de las iniciativas que se han
emprendido se transforma al corto tiempo en planes pilotos con el fin de validar la
necesidad de intervención. Desde las JOCAS -Jornadas de Conversación sobre
Afectividad y Sexualidad- la adopción de políticas públicas ha estado en
constante proceso de legitimización política - y no necesariamente de validación
técnica.
Hoy veo con mayor esperanza, lo que ha sucedido con la discusión sobre el
aborto terapéutico. Hasta hace un par de años, incluso los más progresistas
dentro de la Concertación aplicaron la ley de la mordaza, cuando un par de
diputados osó romper con esta autocensura presentado propuestas de reposición
del aborto terapéutico, las que fueron declaradas inadmisibles por el Presidente
de la Cámara de Diputados. En este caso, la inadmisibilidad fue declarada desde
la testera de la Cámara refrendada por 61 diputados quienes se declararon en
contra del proyecto, 21 a favor y 3 se abstuvieron .
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Las idas y venidas para que los Diputados Enríquez-Ominami y Alinco
denominados díscolos se desistieran de un nuevo intento por reponer el aborto
terapéutico terminó en un primer momento con declaraciones de que no lo harían
por el bien la Concertación.
Espero que una golondrina no haga verano, y veo con esperanza que mujeres
al interior de algunos partidos de la Concertación comenzaran a dar una abierta
discusión que ha posibilitado que hablemos sobre el aborto, uno de los temas
más tabú, de 19 años de deuda desde la recuperación democrática.
Claramente algunas de estas cosas no son problemas o preocupaciones de las
elites, pues estas siempre han encontrado formas de resolverlos y la gente –y las
mujeres- siempre pueden esperar, como dijera un ex personero del gobierno
anterior, casi como si fuera una calamidad de la cual no se puede escapar.
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