No hay peor cuña que la del mismo palo

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No hay peor cuña que la del mismo palo
Santiago Maunez Vizcarrondo
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Así dice un viejo adagio y yo agrego “Ni tiene un colonizado peores enemigos que
otros colonizados”. Eso lo descubrí hace muchos años cuando, luego de graduarme como
ingeniero civil en un colegio de los Estados Unidos de América al regresar a mi patria
puertorriqueña y solicitar mi examen de reválida la Junta Examinadora de Ingenieros
Boricuas me negó el derecho a tomar el examen. Luego de varios años de fútil lucha con
esos miembros de la Familia Estaca, solicité empleo con el Gobierno Federal y tras
presentar mis credenciales, tal como había hecho ante la Junta Examinadora de
Ingenieros Boricuas y negárseme el examen, los norteamericanos me aceptaron
inmediatamente. Así fue como descubrí que “No hay peor cuña que la del mismo palo” y
“ni tiene un hijo de un país colonizado peores enemigos que algunos lideres de ese país
colonizado” el pueblo, maleable, es otra cosa.
Aquellos que han leído mi reciente libro “Las aguas de mi río” habrán notado que
muchas de mis experiencias que he narrado en las divagaciones que publico en este
periódico no aparecen, es que de haberlas incluido no habría terminado el libro. Admito
que he recibido muchas, muchísimas ayudas de mi gente puertorriqueña cuando menos lo
esperaba y sin identificarse para nada. Admiro a mi gente y a mi pueblo, hasta a los de la
Ciudad del Silencio. Es innegable la capacidad, la inteligencia que muchos de los
nuestros han demostrado tener en todos los campos del saber humano aunque se les
ignoren aquí o allá. Esto me hace sentir orgulloso de ser puertorriqueño.
Agradezco la educación que recibí en mi niñez de mis padres, familiares, maestros y
amigos, mi entorno. Aprendí a distinguir entre lo bueno y lo malo, a conocer a los
acomplejados, aún con títulos rimbombantes que tratan de impresionar al humilde
pueblo. De niño correteé por los arrabales de la Vega, la Marina, San Ciriaco y todos
aquellos que tenía mi pueblo. Aprendí que las gallinas ponen sus huevos en estado blando
que se endurecen casi al momento de tocar el nido. Yo se los robaba para venderlos por
un centavo. Mi madre me enseñó a lavar platos y a preparar arroz blanco con habichuelas
y carne guisada lo que me ayudó mucho cuando fui estudiante de ingeniería en Angola,
Indiana en el 1942. También ella me enseñó a ahorrar mi dinero.
Mi padre me enseñó muchas cosas entre otras disciplina desde la punta del fuete de
caballo que usaba como Inspector de Sanidad sin preocuparle la teoría de si yo me
frustraba o no o lo que dijeran jueces o vecinos que nada decían, en esa época gloriosa
boricua. Ya no existen los Inspectores de Sanidad ni los padres que disciplinan como me
hicieron a mí y jamás me frustré ni lo he olvidado.
De política aprendí mucho con un padre presidente del Partido Republicano y un socio
Nacionalista, que ambos se quisieron como buenos amigos hasta la muerte. Tuve una
abuela, madre sortera, que supo educar bien a sus dos hijos mandando al estaca de su
compañero ustedes saben a donde. Con una madre que la política se le importaba un
bledo, por no decir lo que ella decía. En ese grupo familiar y de buenos amigos fue que
me crié. Por eso soy como soy y no como otros quisieran que yo sea.
Aprendí lo que son los “Intereses creados” del español Jacinto Benavente, la “Comedia
Humana” del francés Honorato Balzac, la “Moral Social” de Hostos y conocí a la Familia
Estaca. Por eso sé que “no hay peor cuña que la del mismo palo”.
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