Cómo pensar la siguiente catástrofe Lunes, 13 de Agosto de 2012 14:35 La participación ciudadana sigue siendo el punto negro de la reconstrucción. Pasará este gobierno, cortará muchas cintas, inaugurará muchas nuevas viviendas, pero no hubo ningún cambio en la institucionalidad. Por Carolina Cares, Periodista Observatorio Reconstrucción Han pasado casi dos años y medio desde el terremoto y maremoto de 2010. Desde entonces hemos sido testigos de una serie de aciertos y desaciertos, discusiones, investigaciones, acusaciones y un largo etcétera que nos enseña y nos repite que esta es una tierra acostumbrada a las catástrofes, pero un país sin capacidad para enfrentarlas. No es un misterio nuestra compleja sismicidad, sin embargo se hace inexplicable que, conociendo los riesgos de nuestra ubicación geográfica, recién en 2012 –y paranoia mediática mediante– los vecinos del sector oriente de Santiago se cuestionen la peligrosidad de la mezcla de la falla de San Ramón, el reactor nuclear de La Reina y cientos de familias emplazadas a lo largo de esta fractura. Fue por casi 40 años un vecino invisible, una anécdota o un recuerdo de los años en que no había casas alrededor, salvo extensos kilómetros de tierra y árboles. Más allá de no estar preparados y de que los organismos encargados de la gestión de la emergencia tienen muy poca credibilidad en la población, es tremendamente peligroso creer que la reconstrucción es únicamente entregar subsidios y levantar casas en los terrenos donde sea posible, sin considerar la calidad de vida de las familias antes de las catástrofes. Los damnificados tienen plena consciencia de lo que necesitan para reconstruir sus propias 1/2 Cómo pensar la siguiente catástrofe Lunes, 13 de Agosto de 2012 14:35 vidas y comunidades: apoyo para recuperar sus fuentes de trabajo, redes sociales que soporten el cuidado de niños, ancianos y familiares enfermos (que se agudizó con la pérdida de viviendas), barrios y entornos seguros que ofrezcan las condiciones para que hombres y – sobre todo- mujeres, niñas y niños se desarrollen sin violencia y sin miedo, siendo escuchados y considerados en la adopción de medidas y soluciones. La participación ciudadana sigue siendo el punto negro de la reconstrucción. Pasará este gobierno, cortará muchas cintas, inaugurará muchas nuevas viviendas, pero no hubo ningún cambio en la institucionalidad. No nos heredará nada que nos sirva como país cuando nos debamos enfrentar a un nuevo terremoto y comenzaremos desde cero: superar la emergencia, improvisar planes, desoír a los damnificados y –en el mejor de los casos– preguntarles simplemente qué tipo de casa prefieren. Esa no es participación. Gracias al trabajo de casi dos años del Observatorio de la Reconstrucción hemos podido constatar que la clave para una reconstrucción exitosa es que sea participativa. Pero en serio. Que haya más mesas de trabajo y menos consultas, que se busque mantener las redes sociales y no separar a las comunidades; y sobre todo, que los organismos de Estado (intendencias, ministerios) deben trabajar unidos y no cada uno velando por lo que pareciera ser ámbito de su pura incumbencia. Asimismo, son vitales los procesos de educación a la comunidad, y ese es un rol que el Estado debe tomar en serio. Educar sobre riesgo y prevención; sobre cómo se accede al Estado y cómo debe ser el diálogo entre los distintos actores. Una ciudadanía informada es capaz de exigir pero también es capaz de transmitir el conocimiento de generación en generación que nos permita estar preparados y convivir mejor con nuestra tierra. 2/2