Las mujeres del Maule saben que la emergencia no ha... agudiza con las lluvias y el frío. El Observatorio de...

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Mujeres: Todavía con "La Mochila de la Emergencia"
Lunes, 10 de Mayo de 2010 12:43
Las mujeres del Maule saben que la emergencia no ha terminado. Al contrario, se
agudiza con las lluvias y el frío. El Observatorio de Género y Equidad estuvo en la zona
y participó en una exitosa jornada de reflexión organizada por el Centro Social Quidell de
Talca que reunió a más de 40 mujeres.
Recién terminan de masticar las consecuencias que tuvo para sus vidas el terremoto del 27 de
febrero, tratan de lidiar con las intensas y constantes sacudidas de la tierra y, al mismo tiempo,
buscan fórmulas comunes para enfrentar el invierno que, a todas luces se viene duro, muy
duro.
Por eso las mujeres de El Maule no entienden lo que muestra la Televisión, lo que dicen
las radios y las autoridades locales y nacionales. Para ellas, que viven en Talca, Linares,
Curicó, San Clemente, Río Claro, Molina, y las que residen en las localidades de San Rafael,
Aurora y San Antonio, es insólito que incluso hayan organizado la fiesta de la Vendimia,
“c
omo si no hubiera pasado nada”
, dicen.
“Me molesta esta mirada light que escucho a cada rato. Nos dicen que hagamos nuestra vida
normal, que vayamos al gimnasio y compremos en el shopping...
¡Qué gimnasio, qué shopping!
Siento que nos están embolinando la perdiz”
, cuenta Hortensia Leiva, presidenta de la
Casa de la mujer Sol y Esperanza de San Clemente
y hoy también presidenta del Consejo Comunal que está analizando los efectos del terremoto y
su impacto en la vida de las mujeres.
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“Ahora es tiempo de que nosotras hablemos”
, afirma.
“Además, nos dan la responsabilidad a nosotras, a las mujeres, de que levantemos Chile”
, dice con intensidad Betzabé Amaro, tesorera de la junta de vecinos de San Antonio, de Talca.
Y agrega:
“antes éramos bien críticas con el otro gobierno. Y estábamos encima de todo. ¿Por qué ahora
nadie dice nada? Así que estoy por que seamos las fiscalizadoras. Hagámoslo”
.
Por Pilar Pezoa Navarro. Observatorio de Género y Equidad
María Gálvez, presidenta de dos organizaciones vecinales, la Junta de Vecinos y el Consejo
Local de Salud de Talca
, invita a
las mujeres que lo están pasando mal a sumarse para ser escuchadas. La organización es lo
primero, dice, para luego solicitar audiencias, enviar cartas y tratar de iniciar un diálogo;
“y si ellos no nos escuchan y no nos toman en cuenta, entonces lo que hay que hacer es una
movilización”
, afirma.
Betzabé, en tanto, cree que es fundamental que las mujeres afectadas se acerquen a sus
municipios para preguntar qué pasa, por qué se demoran, por qué las mediaguas son de tan
mala calidad si se ha recibido tanta ayuda de afuera. “Si se juntaron tantos millones, ¿dónde
están?
Tener algo más claro. Hemos sido pasivas para la reconstrucción. Muchas estamos todavía en
shock”
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, explica. EN UN CONTRAPUNTO EMOCIONAL
Y es cierto. Las mujeres de la región del Maule parecieran transitar en una suerte de péndulo
emocional. Van de reconocer que “me cambiaron la esquina de la cuadra” y todo el trastorno
que contiene esa afirmación, hasta la rabia y desilusión al comprobar que
“la ayuda que prometieron no ha llegado a mi hogar”.
Es entonces cuando se revela con claridad la importancia de las agrupaciones de mujeres que
hay en la región como son el Centro Social Quidell de Talca, la Casa de la Mujer Sol y
Esperanza, Aquelarre: fuerza de mujer, Caminando Juntas de Curicó y Mujeres en Acción.
También lo son las Juntas de Vecinos/as, los Centros Sociales, las Organizaciones Culturales,
los Centros de Adultos/as Mayores y otras formas de asociación.
Precisamente fue en el encuentro organizado por el Centro Social Quidell en el que, al calor de
un buen mate, las mujeres encontraron abrigo para hacer una catarsis y recuperar fuerza para
superar el shock inicial. Una de las asistentes recordó que tres días antes del terremoto había
terminado de poner muebles nuevos en su cocina. Hoy su casa de adobe ya no existe. Fue
demolida.
“Lo que las mujeres más necesitan es que no tengamos miedo. Debemos acostumbrarnos a
vivir en este país que es Chile y que es sísmico. Muchas andaban como si trajeran un saco en
la espalda: no se peinaban, no les daban ganas de comer, nada, como si el mundo –su mundocon el terremoto se hubiera acabado. Pero no es así. Nosotras les decimos: tú vales, tienes
que salir adelante, quiérete primero, y después ves a tu familia”, dice Hortensia Leiva, de Sol y
Esperanza.
Pero el proceso ha sido lento. “Muchas siguen con miedo y sienten que no son parte de la
reconstrucción”
, dice María Gálvez. En esa misma línea, Nareth
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Terán, presidenta de la organización
Caminando
Juntas de Curicó
quisiera que todas las mujeres recibieran ayuda psicológica. Sabe que algunas están de pie,
“pero por más que estemos de pie, tenemos miedos, y pienso que éste es un trabajo muy
largo. Reconstruir el país es una cosa, pero deberíamos empezar por reconstruirnos nosotras.
El autocuidado es primera prioridad”
, relata. Para ella, cuando las mujeres estén con
“su mente tranquila y claridad en lo que desean”
, podrán llamar al resto de las mujeres para que juntas sigan adelante luchando por sus
derechos.
Pero, ¿de qué derechos estamos hablando? Varias mujeres se sienten en desventaja
después del terremoto.
“Al ser las
contenedoras del hogar, sentimos que perdemos nuestros derechos, porque no tienes derecho
ni a llorar. No hay tiempo para decir: puchas, qué me está pasando. Debemos ser las fuertes
de la casa y con eso ya has perdido tu derecho de sentir, de llorar, que es tan natural en el ser
humano”
, espeta
Herminda Ramírez Hernández, del
Colectivo Aquelarre Fuerza de Mujer.
REDES Y TRUEQUE, BIEN. LAS MEDIAGUAS, MAL
Pero también hubo varias mujeres que de inmediato se activaron, apenas terminó de sentirse
el 8.8 que marcó la escala de Richter, ese 27 de febrero. Con sus vecinas y también en las
organizaciones de las cuales eran parte, formaron redes e iniciaron el “trueque” como mejor
sistema para colaborar mutuamente.
"Nosotras nos movilizamos inmediatamente, porque a varias compañeras de nuestra
organización se les cayó su casa; así es que empezamos a hacer redes inmediatamente”
, recuerda Herminda Ramírez, que vive en el sector de San Rafael, en Talca.
Volvieron al trueque: necesito harina, tú azúcar, yo tengo fideos. No sólo hicieron ollas
comunes. También compartieron pañales, ropa, toallas higiénicas y otros enseres
fundamentales en la primera etapa de emergencia.
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Después comenzó el trabajo para el abrigo y la protección. Hoy reina la preocupación porque el
porcentaje de mediaguas instaladas no guarda relación con la cobertura general que dio a
conocer el gobierno. Se ha dicho que hay un 60% de viviendas de emergencia operativas. Las
mujeres aseguran que “en nuestras comunas aún faltan muchas casas y muchas manos para
seguir levantando mediaguas. Estamos preocupadas”
, dicen,
recalcando que la calidad de las viviendas entregadas es
“cada día peor”.
Describen las viviendas provisorias como mediocres, donde las maderas están mojadas y eso
impide que se puedan unir las tablas, ni siquiera tienen zinc sino que un material parecido a la “
fonola”
. La mayoría no está forrada, y algunas ni siquiera tienen ventanas. Todas se filtran y son
incapaces de resistir las lluvias como corresponde. Y el tema del espacio es otro aspecto difícil
de congeniar. Muchas han pasado de disfrutar espacios amplios y privados, a sufrir el encierro
y la fragilidad en un ambiente.
“Dicen que es algo provisorio, pero dime tú
¿quién va a tener los recursos para construirse una casa?
”
, explica Herminda Ramírez.
MÁS POBRES, MÁS VIOLENCIA Y SIN PÍLDORA
“Creo que el terremoto y todo lo que ha pasado después, a nosotras nos empobrece. Nos
empobrece como sociedad, pero en especial a las mujeres. Es como que quieres ir adelante y
no puedes. Debes dar un paso atrás, es nadar contra la corriente. Lo único que podemos hacer
es dar gracias a dios porque estamos vivas”, dice Elizabeth Carrasco, que trabaja en el Centro
Social Quidell
.
Todas constatan una vez más que nada es como aparece en los medios. Se suponía que los
bancos las esperarían con los créditos, pero “no perdonan y siguen cobrando las cuotas y los
intereses, y eso nos tiene mal. Ni siquiera descontaron los días que no tenían habilitadas las
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oficinas para atender. El Presidente dice una cosa por televisión, pero la realidad es otra”
, reconoce Elizabeth.
La mayoría de las mujeres está segura que después del terremoto va a aumentar la violencia
intrafamiliar. Es un círculo vicioso que algunas conocen y hasta han vivido: la pareja despedida,
no hay trabajo, aumenta el consumo de alcohol, en algunos casos el consumo de marihuana,
escasea el dinero, acumulan rabia y se desquitan con las mujeres y los/as niños/as.
“Primero pierden el trabajo y ligerito llega la violencia. Y las mujeres no saben reaccionar. Aún
no asumen que son personas y que tiene derecho a patalear y gritar si quieren”, dice Jeanette
Vicencio del Maule donde es dirigente de la Junta de Vecinos, pertenece a un Centro Cultural y
a la comunidad civil de seguridad de Carabineros.
La violencia es una cosa, cuentan las mujeres. La salud reproductiva es otra que no tiene buen
pronóstico. “Estoy segura que todos esos métodos van a fallar ahora. En el consultorio no hay
nada.
¿Qué van a hacer las mujeres que tomaban anticonceptivos, que pasará
con sus tratamientos que quedaron inconclusos?
Y para qué hablar de
los preservativos porque son muy pocos los hombres que los usan en esta zona”
, describe Herminda Ramírez.
EL FUTURO
Elizabeth Carrasco de Quidell, junto a un grupo de mujeres, están postulando a un
mejoramiento de vivienda y reparación de fisuras de casas para un sector donde viven
principalmente temporeras. Hortensia Leiva y más mujeres de San Clemente llevan varios
bingos en el cuerpo para ayudar a las mujeres que lo necesitan. Todas buscan ampliar las
redes de contacto y mantenerse unidas. Varias están organizando un “puerta a puerta” para
hablar con las mujeres sobre cómo enfrentar la violencia que algunas ya experimentan.
Muchas asisten a reuniones periódicas en sus organizaciones para prepararse con el invierno.
La política del trueque sigue activa.
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Jeanette Vicencio sabe que las mujeres tienen harto que hacer en el proceso de
reconstrucción. Pero también –dice- “necesitamos amor, comprensión, cariño y que
autoridades nos pudieran escuchar. Ojo, que oír no es lo mismo que escuchar el grito, ese
sentimiento de corazón que tenemos guardado dentro”
,
afirma.
En esa misma línea, todas saben lo que falta: empleos para las mujeres. Es cierto, ellas
siempre han necesitado trabajar y generar su propio dinero, pero hoy la falta de recursos sí que
se siente con mayor intensidad y sus consecuencias son poco auspiciosas.
Sin embargo, Nareth Terán aclara: “por favor, no nos manden a bordar ni a cocinar, porque
esas son labores diarias. Queremos que nos valoricen. Las mujeres somos muy empeñosas y
podemos lograr buenos resultados, incluso mejores que los hombres”
.
También echan de menos más espacios. Sí, las mujeres del Maule quieren más lugares en el
mundo comunal y regional. “Creo que los partidos políticos todavía no ven el peso que
tenemos como mujeres, ni que podemos hacerlo mejor y en igualdad. Ser parte del gobierno
comunal y regional ha sido una lucha de nosotras, pero ahora con el terremoto, eso está peor.
No hay sensibilidad para resolver esta solicitud ahora”,
dice María
Gálvez.
También desean más encuentros, talleres y sesiones para trabajar el estrés post terremoto. “E
sto ha sido lento, como todo, en realidad. Sólo hay promesas y a la espera, se enfrían las
cosas. Estoy segura que, si todo sigue así, muy pronto vamos a decir: qué quiere que le diga,
ya se me pasó todo”
, concluyen.
Lea lo que piensan y sienten estas protagonistas y vea el video de sus presentaciones.
Si quiere conocer lo que dijo cada una, revise sus testimonios.
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