No hay argumentos razonables que legitimen una baja participación de... mundo del trabajo remunerado, sólo la persistencia de una ...

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Equidad de género, estratégico para fortalecer la acción sindical
Viernes, 29 de Abril de 2011 12:25
No hay argumentos razonables que legitimen una baja participación de las mujeres en el
mundo del trabajo remunerado, sólo la persistencia de una cultura machista que las discrimina
Por Tatiana Hernández Comandini, Buenas Prácticas Laborales y Equidad de Género
Corporación. DOMOS
La reorganización del mundo del trabajo ha estado acompañada de la incorporación de
nuevas tecnologías, lo que ha significado que la “fuerza” deja de ser un factor
facilitador u obstaculizador respecto de la participación laboral. No hay argumentos
razonables que legitimen una baja participación de las mujeres en el mundo del trabajo
remunerado, sólo la persistencia de una cultura machista que las discrimina. En este
sentido, uno de los grandes desafíos es la reivindicación del derecho al trabajo y la
generación de las condiciones que permita a las mujeres experimentar este derecho en
plenitud.
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Lamentablemente el acceso de las mujeres al mundo de la producción no ha estado
acompañado de una reorganización de las responsabilidades de la crianza y cuidado de
personas dependientes y del hogar. Persiste el estereotipo de que las mujeres son a
reproducción como los hombres a la producción. En lo concreto, las mujeres difícilmente
pueden participar plenamente del mundo del trabajo, tampoco en aquellas instancias
reivindicativas del goce pleno de este espacio.
Las cifras hablan por sí solas. El 13.9% de los-as trabajadores-as asalariados participa en
organizaciones sindicales. Sólo 10,1% es la participación en el caso de las mujeres. Al incluir
el sector público, el dato para 2008 era 15.1% hombres y 13.5% mujeres.
La OIT destaca que las mujeres están subrepresentadas a nivel de dirigencia sindical -las
mujeres en Chile representan solo 19,9% en cargos de poder en estas estructuras (SIRELA,
2010)- y que las cláusulas de género incluidas en los convenios de negociación colectiva son
escasas.
No es una sorpresa que el sindicalismo, por diversas razones – económico-estructurales y
culturales entre otras – se constituye históricamente como un bastión del poder masculino. Ha
sido y en términos generales sigue siendo un “espacio masculino”. Sus costumbres, modismos
y acción giran alrededor del universo masculino.
La creciente presencia de la mujer en el mercado laboral y la lucha por mejorar sus
condiciones laborales, ha sido el fundamento concreto sobre el cual articular la necesidad de
una presencia femenina en los sindicatos. En general, el sindicalismo no ha sido muy
favorable a incorporar una mirada femenina al mundo del trabajo y los asuntos gremiales.
A decir de la OIT (Abramo y Rangels eds., OIT, 2005) lo que ocurre es que, en general, esos
son temas muy poco negociados para el conjunto de los trabajadores de ambos sexos. Tema
altamente preocupante si pensamos que la incorporación de los temas de género a la
negociación colectiva no sólo contribuye a promover el principio de la igualdad de
oportunidades y la no discriminación. Es también una forma de fortalecer los procesos mismos
de negociación y organización sindical. La consideración de las necesidades y los mal
llamados “temas de mujeres” (cómo por ejemplo cómo conciliar de la mejor manera la vida
laboral, familiar y personal) son un tema de interés de un gran sector de la fuerza de trabajo
que se encuentra en una situación de desventaja, como son las mujeres. Esto contribuye
claramente en el aumento de la representatividad y la legitimidad de los procesos de
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negociación colectiva (OIT, 2005).
En su congreso fundador (Marzo 2008), la Confederación Sindical de Trabajadores y
Trabajadoras de Las Américas aprobó un Programa de Acción que incluía “el irrestricto
respeto por la libertad de sindicalización/organización y negociación colectiva, como
elementos indispensables de una democracia real y de la vigencia de los derechos básicos de
los trabajadores”
. Este párrafo implicaba, también, la apertura a un lineamiento específico denominado
“Autoreforma Sindical”
.
Uno de los objetivos principales de la Autoreforma (1) es precisamente, democratizar la
representación por género en el sindicalismo. El objetivo es trasformar la estructura sindical y
permitir la participación de la mujer en todos los espacios de poder y decisión: órganos
representativos, de dirección, capacitación y negociación colectiva.
La pregunta es clara ¿Cómo establecer mecanismos de inclusión y participación efectiva
en las estructuras de poder sindical si el objetivo es pensar un sindicalismo donde
varones y mujeres participen en igualdad?
Para el diseño e instalación de estos mecanismos se requiere de organizaciones dispuestas a
experimentar un proceso de democratización creciente en sus estructuras e instituciones;
promover la participación de las mujeres en sindicatos y de los hombres en el cuidado de lo
doméstico y personas dependientes.
El Rol de los Mecanismos de Igualdad es tremendamente importante para todos estos
desafíos. Desde el mensaje que se emite: Las mujeres tienen el derecho a tener distintos
proyectos de vida (trabajadora, hija, madre, compañera, política, etc.) y el Estado debe
garantizar el ejercicio en plenitud de estos; hasta políticas públicas que promuevan y
garanticen la participación social y política de las mujeres.
Los mecanismos gubernamentales a cargo de impulsar políticas de promoción de la
participación de las mujeres en todas las esferas y de avanzar en la eliminación de barreras
discriminatorias, tienen un rol crucial en estos desafíos; sin embargo en una sociedad como la
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chilena no basta con ostentar un discurso que valora la participación de las mujeres en los
espacios de decisión en la vida pública y política si en la práctica se carece de mecanismo y
programas que lo promuevan sistemáticamente, toda vez, que en el orden de prioridades
parece regir una visión esencialista de las mujeres madres, idealmente en hogares nucleares y
heterosexuales, y, secundariamente su participación en el mundo del trabajo.
El reto por tanto es feroz, por ende el trabajo aliado entre las mujeres trabajadoras,
movimiento feminista y de mujeres y sectores sensibilizados del mundo sindical es
fundamental para el desafío inicialmente planteado: la reivindicación del derecho al trabajo y
la generación de las condiciones que permita a las mujeres experimentar este derecho en
plenitud.
—————————-
(1) El Congreso encomendó a la CSA y a sus afiliadas a que se “comprometan a una profunda
reestructuración y reforma del movimiento sindical (para lo que) se requiere una revisión de
las estructuras para que se adecuen a los principios y a los objetivos de la lucha, permitiendo
una mayor cobertura, expresión de la diversidad (…) Toda exclusión y discriminación deben
ser eliminadas (…) los problemas e intereses de los nuevos sectores deben ser temas de
interés sindical (…) en especial, la autoreforma debe posibilitar la inclusión de los nuevos
sujetos en la organización sindical (…) la organización entera debe estructurarse y dar
facilidades reales para su incorporación y participación activas”. En este marco, se destacaba
como un elemento clave el componente referido a los jóvenes y mujeres trabajadoras.
Asimismo, se consideraba a la formación sindical “la piedra angular sobre la que descansan
los principios, objetivos y militancia sindical” y, por lo tanto, instrumento central en este
proceso organizativo.
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