Universidad Pedagógica Experimental Libertador Instituto Pedagógico de Caracas. Departamento de Pedagogía. Cátedra de Filosofía Materia: INTRODUCCION A LA FILOSOFIA Prof. Robert Rodríguez. (Material reproducido con fines didácticos compilado originalmente por Prof. Carlos Rada 2002 revisado y reeditado por Prof. Robert Rodríguez 2006) Unidad 3 Visiones del Mundo Lectura 3 Contenido I.- La Importancia del Saber como Concepción del Mundo II.- EL PENSAMIENTO DE CARÁCTER MÍTICO. 1. ¿Qué es el Mito 2. Función del Pensamiento Mítico en la Actualidad 3. El Saber Religioso como Conciencia Mítica 4. El Saber Popular o Común como Expresión de lo Cultural 5. Rasgos Distintivos del Pensamiento Mítico III.- EL PENSAMIENTO RACIONAL. 1. Características Generales del Pensamiento Racional 2. El Saber Científico 3. El Saber Filosófico IV.- EL PROBLEMA DE LA IDEOLOGÍA 1. Aproximación al Concepto de Ideología 2. Las Ideologías en el Siglo XX BIBLIOGRAFÍA CAPÍTULO I EL SABER Y LA ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD La Importancia del Saber como Concepción del Mundo La palabra SABER tiene muchas significaciones. Ferrater Mora, en su diccionario (1965), señala que la expresión “saber”4 se identifica comúnmente al vocablo “conocimiento”; saber equivale en cierto sentido a “conocer” y a “conocimiento”. Pero, en filosofía, suele emplearse la palabra saber en un sentido más amplio que el término de conocimiento. Mientras el conocimiento tiene su referente en la percepción de lo real sensible, el saber hace alusión “a toda suerte de situaciones, tanto objetivas como subjetivas, tanto teóricas como prácticas” (Ferrater Mora, 1965). El término “saber” se usa a veces para designar un área más amplia de la que cubre la expresión “conocimiento científico” o “ciencia” en sentido riguroso. Las personas conocemos la importancia que tiene el saber. “Entendido en un sentido muy amplio, podemos afirmar que el saber es UN CONTACTO CON LA REALI4 Como raíces de la palabra “saber” conviene mencionar la indogermánica veid (sehen, ver) y la griega ιδειν (videre en latín); el perfecto “he visto” (οιδαƒw tiene el sentido de “yo sé” (Krings et al, 1979). DAD con el fin de discriminarla.” (Ferrater Mora, 1965)5. Cualquier persona, durante su vida, se ha encontrado ante un conjunto de circunstancias que le presenta su mundo, 1 “circunstancias difíciles y comprometidas que ha podido resolver gracias a sus conocimientos” (Arostegui, 1985). Si se estudia atentamente la función que desempeña en la vida, el saber se manifiesta como un instrumento insuperable para que el hombre pueda realizarse, dominar, ser libre. “La sabiduría -dijo SÉNECA- es la única libertad que existe” (Arostegui, 1985). A lo largo de la historia de la filosofía, el término “saber” se ha puesto frecuentemente en relación con “creer” u “opinar”. PLATÓN ya había distinguido entre “saber” e “ignorancia” (agonía), la cual recae sobre el no-ser, que es carencia de saber en tanto entorpece y dificulta la realización de las personas. Por supuesto, las personas nacemos sumidos en la ignorancia total; pero, poco a poco nos vamos liberándonos de ella a través del conocimiento, del saber; “cuando el niño aprende a andar, a hablar, empieza a ejercer su libertad de movimientos y de expresión” (Arostegui, 1985). Y como tantos otros aprendizajes que nos confieren la facultad de hablar en un determinado lenguaje y de desplazarnos, también el saber “necesita tiempo, atención concentrada e incluso entusiasmo”. Por ello, el saber es un proceso lento que requiere de nuestro esfuerzo y de la disciplina impuesta de manera racional y aceptada de forma voluntaria (Arostegui, 1985). El valor que confiere al hombre el saber compensa sobradamente los esfuerzos que realice para adquirirlo. Porque cuando el hombre ha conseguido con profundidad un saber solidamente cimentado, de amplios horizontes, entra en posesión del instrumento más poderoso y eficaz para realizarse, para liberarse 5 El término “saber” está relacionado con “sabor” y este último indica que se trata de “probar” las cosas y ver a lo que “saben” (Ferrater Mora, 1965). de los obstáculos que oponen al ejercicio de su libertad el mundo de la naturaleza, el mundo de la cultura, y la ambición de otros hombres que tratan de dominarlo y explotarlo (Arostegui, 1985). Por eso, la persona ignorante, en vez de ser libre y dominar su mundo, de tomar aquellas cosas que son medios para su utilidad, puede ser fácilmente dominado y sometido, acabando por ser víctima de las circunstancias que conforman su entorno. Las manos expertas del minero saben manejar la dinamita, y se sirven de ella para conquistar las entrañas de la tierra; ese mismo explosivo, manipulado por un ignorante, puede causarle la muerte. Si sabes nadar, dominas el agua y disfrutas de ella; si no sabes, te ahogas (Savater, 1991). Pero este sentido de la palabra saber, por ser amplio, no es suficientemente preciso. Por ello, para no caer en ciertas ambigüedades, reservaremos el término de “saber” a un conjunto de procedimientos más específicos que los que hemos mencionado. 5.a Desarrollo histórico del término “saber” Hay por esto un desarrollo histórico del saber, que parece efectuarse según unos ciertos modelos: • Se propone primero una idea del saber (verdadero), • Se descubre que es insuficiente, • Se sustituye por otra más amplia de la cual la anterior sea un caso posible, • Y así sucesivamente. 5.a.i. El Saber en Parménides. Así, históricamente el término “saber” aparece, primero, en PARMÉNIDES, como un DISCERNIR. La realidad se ofrece como algo que parece ser algo y es otra cosa; el saber discernir distingue entonces entre el parecer y el ser, entre la “apariencia” y la “realidad”. Para él hay dos formas de saber, el camino de la verdad y el camino de 2 la apariencia, que nos conducen respectivamente a la verdadera realidad -el ser- y a la apariencia -el no ser- (Chávez, 1998). En virtud de esa experiencia o sentido del ser que es la inteligencia, nous. Este saber proporciona un juicio sobre el ser verdadero y lo enuncia, mediante el logos, la razón, el pensamiento, como la idea de la cosa sabida, quien sigue el camino de la verdad y nos descubre la auténtica realidad, el verdadero ser, un ser único, eterno e inmutable (Krings et al, 1979). 5.a.ii. El Saber en Platón. En segundo lugar, el saber es, como ha advertido PLATÓN, un DEFINIR; por lo tanto, no sólo consiste en distinguir entre lo que es y lo que parece ser, sino que es una investigación de aquello en que consiste lo que es: la esencia. Para ello, PLATÓN ha establecido una distinción entre “saber” y “opinión” (doxa), notando que ambas cosas no pueden ser iguales, pues esto significaría que se identifican lo infalible con lo no infalible. También, en un pasaje semejante distingue entre “saber” (episteme) y “creencia” (pistis), que en contraposición al saber y puede ser verdadera o falsa (Krings et al, 1979). Así definido, el saber se distingue de la ignorancia, que es ausencia o carencia de conocimiento, y de la opinión, que es un conocimiento al que no se presta asentimiento ni desde el punto de vista objetivo desde el subjetivo, es decir, un conocimiento sobre el cual no tenemos certeza ni abrigamos convicción. La opinión, por tanto, consiste en un conocimiento probable que se expresa en términos corrientes diciendo «creo que», «pienso que», «me parece » (Arostegui, 1985). 5.a.iii. El Saber en Aristóteles. Y, en tercer lugar, el saber es, como lo señaló ARISTÓTELES, un CONOCER por qué la cosa examinada es como es: aquí “saber” es, en tal caso, conocimiento no sólo de la idea, sino la causa formal, es decir, conocimiento de la “esencia no sólo como contenido de la definición, mas como lo que esencialmente constituye la cosa”. “Saber” es, por último, saber sobre la sustancia de la cosa; es entender y demostrar las cosas que conforman nuestro entorno vital. Tal entendimiento o sapiencia del saber se efectúa en varias etapas: • Se demuestra la necesidad de la cosa en el raciocinio y en la argumentación; • Se va más allá del mero discurrir sobre los momentos principales de la cosa para aplicarse a los principios; • Se descubre que el principio es la simplicidad, lo que no ofrece doblez ni apariencia y lo que, al mismo tiempo, permite efectuar una completa demostración de su ser verdadero. Pero “saber” puede ser, también, aspirar principalmente a un limitarse a la realidad misma, un escaparse de la abstracción que diseca perennemente el saber efectivo y total. Así, el saber se desvía de su preocupación por la idea verdadera de la cosa y se dedica a la verdad de lo real; aquí no importa tanto la verdad como la realidad misma (Krings et al, 1979). 5.a.iv. El Saber en Kant y en el Pensamiento Contemporáneo. Siguiendo a Krings (1979), la concepción platónica y aristotélica se mantienen asimismo en la filosofía clásica alemana. KANT distingue entre: • La opinión como aquél pensamiento que se tiene por verdadero, pero siendo consciente de la escasa fundamentación tanto subjetiva como objetiva, y • La fe como un cierto pensamiento que tiene por verdad suficiente aquello que subjetivamente especulamos, pero que es considerando como insuficiente en el plano objetivo. 3 • El saber se contrapone a la opinión y la fe como un cierto pensamiento que se tiene por verdadero y que es suficiente tanto subjetivamente como objetivamente. En la FILOSOFÍA ANALÍTICA del lenguaje a primera vista la imagen no es fundamentalmente diferente, si bien aquí se añade la difundida versión contra preguntas de qué es y contra enunciados esenciales. La posición analítica puede resumirse en los siguientes términos: no siempre que “él cree que p” se aplica rectamente, vale también “él saber que p” se aplica rectamente. Sólo se sabe lo que se cree también, pero no se sabe todo lo que se cree. Una diferencia importante suena igualmente aquí: lo que se sabe debe ser verdadero, mientras que no es verdadero todo lo que se cree. Parece, dice Austin, que nunca preguntamos “¿por qué saber tú (esto)?” o “¿por qué crees tú (esto)?”. En este contexto (y en otros) no sólo palabras como “sospechar”, “suponer”, etc., sino también expresiones como “estar seguro” y “estar cierto” siguen el ejemplo “creer”, no el ejemplo de “saber” (Krings et al, 1979). 5.b Distinción entre Saber Vulgar (opinión) y Saber como Certeza Si analizamos el saber en general, advertimos que está formado, fundamentalmente, de juicios y razonamientos que se refieren a determinados objetos. Más concretamente, KANT define el saber como “el asentimiento suficiente, tanto desde el punto de vista subjetivo como desde el punto de vista objetivo”6. Así, hay entre el saber vulgar u opinión y el saber certero diferencias relevantes, derivadas de la finalidad que persigue y de los métodos que emplean, y a los medios de los que disponen: 6 Crítica de la razón pura, II, II, sec. 3. SABER VULGAR U OPINIÓN SABER COMO CERTEZA SEGÚN SU FINALIDAD Y SUS MÉTODOS • Persigue fines prácticos. • Es individual, subjetivo. • Tiene una finalidad teórica, es decir, que aspira a comprender y explicar los fenómenos. • Es objetivo, universal, vale decir, que trata de descubrir las causas a que obedecen los fenómenos. SEGÚN LOS MÉDIOS • No es metódico, ni crítico. • Se limita a lo superficial, “es decir, a la sugestión de los sentidos, tomando los datos suministrados por la percepción como si fueran la realidad misma”. • Los juicios que formula el saber vulgar expresan meras opiniones, es decir, convicciones • Es una reflexión crítica en que la opinión ha sido remplazada por juicios que aspiran a la máxima certeza y a la universalidad. Así, cuando el hombre presta asentimiento al elemento subjetivo, sin suficiente manifestación objetiva, NO HAY SABER, SINO CONVICCIÓN; es decir, opinión. El saber vulgar nos parece verdadero, estamos convencidos de él, pero no tenemos base 4 real para apoyar nuestra convicción. Cuando este saber vulgar tiene suficiente asentimiento no sólo del elemento subjetivo, sino también del objetivo, dicho saber adquiere certeza, que es la base o fundamento del saber. Y es este elemento objetivo el que le presta al saber certero su objetividad, es decir, la posibilidad de que ese conocimiento sea aceptado por otros sujetos. Se tiene entonces que para el saber vulgar u opinión, lo real es lo que percibimos: el conocimiento que se quiere según el realismo mecanicista o del sentido común. “El mundo de los colores, de las formas, de los sonidos, nos rodea totalmente”. La persona que se deja guiar por su concepción ingenua de la realidad se ve como sumergido en ella, y la acepta tal como se le aparece: el cielo es azul, el sol es un disco que gira alrededor de la tierra, etcétera (Fingermann, 1980). Pero cuando las personas advierten que algunos fenómenos que se les aparecen, “aun aquellos de la vida ordinaria, son apariencias, que no corresponden a la realidad, como acontece con las ilusiones, surge la duda sobre la naturaleza de lo percibido (Fingermann, 1980). Lo que al principio era una duda parcial se transforma en duda metódica. Comienza entonces el examen crítico y sistemático del mundo circundante... Las opiniones más arraigadas sufren entonces una revisión, para dar lugar a una visión “unitaria” de lo que nos rodea, eliminándose las contradicciones que ofrece el mundo de la percepción. Se ve así que los hechos que parecen tan diferentes a los sentidos obedecen a la misma causa. Los colores y los sonidos no son más que apariencias: en realidad se trata de movimientos vibratorios (Fingermann, 1980). El saber vulgar u opinión no es más que la confirmación escueta de los datos que se nos presentan a nuestra sensibilidad como accidentales, particulares y contingentes. Podemos afirmar, entonces, que el término “saber”, en general, tiene un significado que se encuentra relacionado con la opinión, y que designa un conjunto de conocimientos certeros, racionalmente establecidos y lógicamente sistematizados (Arostegui, 1985). Diremos, entonces, que el “saber” es una aprehensión de la realidad por medio de la cual: • Ésta queda FIJADA en el intelecto como sistema simbólico, • Pudiendo ser EXPRESADA y TRANSMITIDA a otras personas, • Y SISTEMATIZADA e INCORPORADA, de alguna manera, a una tradición cultural (que puede ser criticada y revisada). Por ser un cierto “contacto con la realidad”, al mismo tiempo, el saber requiere ciertos elementos: • Se da una tendencia a una OBJETIVACIÓN y UNIVERSALIZACIÓN de lo sabido, • Tendencia a HACER CONSCIENTE lo que se sabe, • ADMIRACIÓN ante lo real, • Actitud de INTERROGACIÓN7, etc. Si bien afirmamos, con frecuencia, que la ciencia es un cierto tipo de saber, no todo saber es científico. Hay, efectivamente, un conjunto de saberes que no son “ciencia”. Se habla, así, de un “saber político” o de un SABER PRÁCTICO. Siguiendo a Fingermann (1980), diremos que se trata de un conocimiento práctico que precede históricamente a cualquier tipo de saber, y que ha servido de base para el desarrollo paulatino del saber. 5 Podemos dividir entonces, como lo hace Arostegui (1985), el saber en PARTICULAR o PRÁCTICO y en UNIVERSAL, conforme a la expansión o extensión de su objeto. Ambas clases de saber aspiran a alcanzar un conocimiento verdadero y certero de la realidad; pero, en el caso del SABER PARTICULAR, este conocimiento queda restringido a un determinado ámbito de la realidad interna o externa de las personas. Tenemos, entonces, las ciencias consideradas por separado como, por ejemplo: 7 Esta última actitud - la interrogación - puede desempeñar en una fenomenología completa del saber un papel más importante del que se sospecha (Krings et al, 1979) La botánica, que sólo estudia los vegetales; o a la lingüística, que sólo estudia el lenguaje. La limitación de su objeto hace que sea también limitado en su aplicación. Lo que sabemos de las plantas no se puede aplicar más que a las plantas; lo que sabemos de lingüística sólo se aplica al lenguaje y no a otros aspectos de la realidad. Esta clase de saber particular es el que corresponde a las llamadas ciencias particulares o simplemente ciencias: matemáticas, biología, medicina, astronomía, etc. Por eso el saber particular se denomina también saber científico (Arostegui, 1985). Mientras que el SABER UNIVERSAL que intenta, también, alcanzar un conocimiento “que pueda ser aplicado universalmente a todos los seres, objetos y elementos que integran el mundo humano. Así, por ejemplo, el conocimiento de lo que es el bien y el mal tiene carácter universal porque puede aplicarse a todo. Mediante dicho conocimiento podemos dictaminar si un deporte es bueno o malo, si es bueno o malo un médico, si es buena o mala una idea” (Arostegui, 1985). Esta presunción de universalidad la podemos hallar en la religión, el saber popular y la filosofía. Procedamos, ahora, a estudiar aquella clasificación que divide el pensamiento en uno de carácter mítico, en el que agruparemos el saber religioso y el popular o “común”, y uno de carácter racional, en el que colocaremos al saber científico y el filosófico; estos dos últimos los estudiaremos en un capítulo aparte. CAPÍTULO II EL PENSAMIENTO DE CARÁCTER MÍTICO as personas, desde que somos arrojados al mundo, nos encontramos en un entorno vital ya dado y anterior a nuestra existencia; nos encontramos en un entorno en el que hay un conjunto de seres naturales y en el que nos pasan cosas: las circunstancias, con su perenne sucesión de posibilidades entre las que nos vemos obligados a elegir. Por eso las personas, constantemente, para poder mantenerse en la existencia precisan solucionar estos enigmas, han requerido asumir una representación sobre sí mismo, sobre el mundo que los rodea y sobre lo que acontece en él. Las personas se han conducido en su entorno fiándose de las interpretaciones que le suministran la fe, la imaginación, la tradición, etcétera; lo que trae como consecuencia una interpretación, del entorno vital y de su propia yoidad, de carácter religioso o tradicional popular, caracterizándose “porque lo que decían podía ser verdad, o no serlo, pero no había forma de demostrar ni una cosa ni la otra” (Baigorri et al, 1998). Las descripciones, que denominaremos pensamiento mítico, no obstante no conseguir demostrar sus aseveraciones, les han servido a las personas, a lo largo de la historia, “para clarificar e introducir un orden en el mundo de su experiencia y para saber cómo comportarse” (Baigorri et al, 1998). 6 Muchas son las teorías que certifican que el mito es una forma y una vía de conocimiento. Pero podemos decir que en ellas se presentan dos directrices primordiales para entender o abordar el problema del mito: 1. Examinándolo como un asunto intelectual y lógico. 2. Estudiándolo en su significado imaginativo e intuitivo sea como: a. Un modo de percepción diferente de las formas racionales y lógicas de conocimiento, o b. Como una forma del pensamiento que precede a conocimiento racional en la evolución intelectual humana. Ferrater Mora (1965) ha señalado que el pensamiento de carácter mítico se fundamenta en la experiencia vivida. En muchas de sus manifestaciones este saber adopta un realismo mecanicista según el cual las cosas son tal como se nos aparecen. De aquí que muchas personas afirmen que el pensamiento mítico se encuentra fundado en una ilusión psicológica y en una inferencia lógica errada, que tiene su origen en una confusión de la propia realidad subjetiva y de la objetiva, de lo real y lo ideal. Las personas que así piensan no busca dominar el entorno natural de una manera conceptual o tecnológicamente, sino que se adaptan y concilian con los poderes o fuerzas naturales. Esto es lo que constituye una mentalidad prelógica. Por tanto, las personas que así hacen uso de ella experimentan su mundo sin las ventajas de las categorías lógicas, pues alcanzan un cierto saber mediante la participación mística de la realidad. Pero, antes de proseguir, es necesario conocer lo qué es el mito antes de poder dar explicación de cómo opera en el pensamiento. Sólo podremos dar razón de sus efectos específicos cuando se haya despejado a fondo su naturaleza general. 1. ¿Qué es el Mito? Tan pronto como planteamos esta cuestión, nos vemos envueltos en una gran batalla entre opiniones contrapuestas. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de “mito”? Solemos llamar MITO a aquél sistema simbólico que relata aciertos acontecimientos “fabulosos que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso” (Ferrater Mora, 1965). Entonces, ¿cuál es la función del mito en la vida cultural de las personas? ¿Cuáles son las razones por las que las personas han necesitado siempre tener unas creencias míticas? Estos problemas han sido abordados desde todos los ángulos, atrayendo a investigadores de muchos campos del saber, y tanto su desarrollo histórico como sus fundamentos psicológicos han sido cuidadosamente estudiados. Algunos con la ayuda de materiales tomados de la Historia, de la Arqueología, de la Antropología y de otras disciplinas. Otros han encontrado en el pensamiento mítico elementos útiles para sus especialidades, como son los casos de la Lingüística y la Psicología, por ejemplo. Tanto los filósofos, como los etnólogos, antropólogos, psicólogos, sociólogos, teólogos, han participado en estos estudios. Así, el pensamiento mítico es un fenómeno cultural complejo que puede ser abordado desde varios puntos de vista. 1.a El pensamiento mítico y los sistemas simbólicos Como el pensamiento mítico es un sistema simbólico, muchos han intentado comprenderlo desde esta estructura lingüística, buscando su significado en la historia y la estructura del lenguaje mismo. MÜLLER8 opinaba que los textos de las antiguas religiones, como los de la India, 7 no representan seres y hechos reales, sino que es la consecuencia de un desarreglo del lenguaje humano al intentar, a través de imágenes sensuales y visuales, dar expresión a los fenómenos naturales. El modelo de la “Gran Madre” se impone, pero la fuerza generadora de la Tierra aparece repartida entre muchas divinidades. Están ligadas a animales o vegetales; mantienen relaciones de privilegio con las cimas de las montañas o con el mar. Así, aparecieron los dioses simbolizados – como el toro que encarna el principio generador masculino – y numerosos demonios que los acompañan para servirlos (Arnaud, 1993). 8 FRIEDRICH MAX MÜLLER. Estudioso alemán y defensor del mito como ejemplo del desarrollo histórico del lenguaje, y cuyos trabajos más importantes tratan de la religión y los mitos de la India. El más importante estudio del mito como un sistema simbólico estructurado9 lo encontramos en Lévi-Strauss (1979-1983), quién afirma que: El pensamiento mítico constituye un proceso específico en el uso de los sistemas simbólicos, un metalenguaje que va más allá de una simple narración superficial de acontecimientos históricos pasados y de su organización subyacente. Así, el pensamiento mítico puede “referirse a grandes hechos heroicos que con frecuencia son considerados como el fundamento y el comienzo de la historia de una comunidad o del género humano en general” (Ferrater Mora, 1965). Sin duda, estos mitos están ligados a los grandes aventureros cuyas leyendas se formaron en torno a los viajes de exploración característicos de la época: los argonautas, conducidos por Jasón, quieren llegar hasta el fondo del mar Negro, en Cólquide; Heracles destruye a los monstruos del Peloponeso y termina sus trabajos en las tierras desconocidas de Occidente; Perseo va a matar a la Gorgona en los confines de la Tierra... (Arnaud, 1993). De aquí se deduce que el pensamiento mítico, cuando es tenido en un sentido alegórico, se vuelve una narración “que tiene dos aspectos, ambos igualmente necesarios: lo ficticio y lo real. Lo ficticio consiste en que, de hecho, no ha ocurrido lo que dice el relato mítico. Lo real consiste en que de algún modo lo que dice el relato mítico responde a la realidad”. Precisamente, el pensamiento mítico viene a ser un sistema simbólico que relata de lo que podría haber sucedido si lo real concordara con el prototipo mítico de la realidad (Ferrater Mora, 1965). 1.b Significación e Interpretación del Saber Mítico Desde los inicios de la cultura occidental, el pensamiento mítico ha planteado un sin número de problemas acerca de su interpretación, valor e importancia. 9 Corriente lingüística que interpreta el significado total del lenguaje como un sistema lógico interno. Por lo que examina la relación entre dos niveles de lenguaje: 1) las palabras y su contenido; 2) la estructura sistemática subyacente, como lo es la gramática, el sintaxis y otras normas de la lengua. En la discusión de sí el pensamiento mítico expresa mejor el significado de nuestro mundo, se ha insertado en él como un legado de tradiciones culturales de inspiración literaria, filosófica y artística; persistiendo allí como sustrato folclórico. La religión griega concibió a sus dioses bajo forma antropomórfica y sobre ellos creó unos mitos de una riqueza excepcional. Son tan fascinantes que todas nuestras manifestaciones culturales, especialmente la literatura y el arte, en cualquier época histórica, se han inspirado en ellos (Arnaud, 1993). Ahora disponemos de todos los elementos necesarios para entender lo que es el pensamiento mítico. Tenemos una mitología comparada que abarca todas las partes del mundo y nos conduce desde las formas más elementales hasta las concepciones más elaboradas y desarrolladas. 8 Podemos ahora afirmar, en general, que: El pensamiento mítico es una narración que describe y retrata, a través de un sistema simbólico lógico-racional e intuitivo-imaginativo, el origen de los elementos y de los supuestos básicos de una cultura. Igualmente, este tipo de pensamiento de carácter mítico es revelador de una ontología primitiva, entendida como una explicación de la naturaleza del ser. Como es un cierto saber completo y coherente, las personas pueden usarlo en determinados momentos para volver al principio del tiempo y redescubrir o volver a experimentar su propia naturaleza. Así, como primera aproximación, podemos señalar algunos aspectos preliminares que posee el pensamiento mítico: • Un mínimo de elementos UNIVERSALES y de leyes; • Su naturaleza es TOTALIZADORA en tanto puede clarificar muchos aspectos de la vida individual y cultural. • Se ha dicho a veces que este pensamiento carece de MÉTODO Y ORGANIZACIÓN; pero, en todo caso, que se trata de un método y de una organización NO SISTEMÁTICOS. • Y como los mitos se refieren a un tiempo y un lugar extraordinarios y a dioses y procesos sobrenaturales, han sido considerados usualmente como aspectos del saber religioso. Por lo que se refiere a nuestros datos, la cadena parece estar cerrada: no falta ningún anillo esencial. Aun cuando la teoría del pensamiento mítico es todavía objeto de grandes controversias. Cada escuela da una respuesta diferente; y algunas de estas respuestas están en flagrante contradicción con otras. ¿Poseen los mitos actuales el mismo papel que poseían los mitos en el mundo antiguo? Como ha señalado ORTEGA Y GASSET (1972), el pensar de “disciplinas” como la historia de las religiones, la mitología, la poesía, las teologías, consiste en pensar cosas plausibles, que acaso son o que parecían ser; pero no en pensar necesidades, cosas que no dependen de nuestro albedrío reconocer o no, sino que, una vez entendidas, se imponen sin remedio a nuestra mente. Por ello es necesario preguntarse sí existen mitos en la actualidad. 2. Función del Pensamiento Mítico en la Actualidad Actualmente ha predominado el examen del pensamiento mítico como componente posible, y en todo caso explicativo, de la historia y de ciertas formas de sociedad. Pero, nadie puede lograr la comprensión del origen, el carácter y la influencia de nuestros mitos personales o políticos actuales sin dar antes la respuesta a un asunto preliminar. ¿Qué otras formas de actitud mental ante la realidad hay a la vista? 2.a El Pensamiento Mítico y la Psicología: la Conciencia Mítica Para la psicología, el pensamiento mítico es una forma de perfilar la estructura, el orden y los mecanismos tanto de la vida psíquica de las personas como del inconsciente colectivo de la sociedad. FREUD (1984) ya había utilizado temas de las estructuras mitológicas para ejemplificar los conflictos y mecanismos de la vida psíquica inconsciente. Por su parte, JUNG (1964, 1992 y 1994) ha interpretado psicológicamente el 9 extenso campo del pensamiento mítico y considera innegable la existencia de un inconsciente colectivo que todas las sociedades comparten. En el desarrollo de la teoría de los arquetipos, expresadas en las conductas y las imágenes que las personas experimentan mediante el sueño, a través de las cuales se influencian las emociones y las ideas. Y es justamente en el sueño donde encontramos una aproximación al sistema simbólico del pensamiento mítico donde se narra la cultura como expresión totalizadora de la vida. Por ello, el pensamiento mítico no sólo es tema de un simple examen empíricodescriptivo, como tampoco de una manifestación histórica, sino es, además, un MODO DE SER (Cassirer, 1982) o una forma de conciencia que se expresa como CONCIENCIA MÍTICA. Pero, esta conciencia mítica posee un principio que puede no investigarse mediante un tipo de análisis experimental o teórico, sino mediante un examen epistemológico, es decir, a través de una teoría del conocimiento. Si hemos de considerarla como una de las formas de conciencia, la exploración de los diferentes sistemas simbólicos que constituyen los mitos deberá clarificar la estructura de estas formas de pensamiento, en tanto conciencia de algo. Lo que se indaga de este manera es el alcance filosófico y especulativo del pensamiento mítico, como esbozo de la relación del mito en la conciencia y en la cultura, es decir, en la sociedad. Cassirer (1982) ha señalado, a partir de las nociones acerca de los aspectos lógicointelectuales e intuitivo-imaginativos del pensamiento mítico, que en el periodo entre la primera guerra mundial y la segunda, no sólo el mundo ha pasado una grave crisis en la vida política y social, sino que también se ha tenido que enfrentar a nuevos problemas teóricos. Ha experimentado un cambio radical en las formas del pensamiento político y ciudadano. Surgieron nuevas cuestiones y se dieron nuevas respuestas. Problemas que fueron desconocidos para los pensadores políticos del siglo XVIII y del XIX se han presentado súbitamente en primer plano. Tal vez el carácter más importante, y el más alarmante, que ofrece este desarrollo del pensamiento político moderno sea la aparición de un huevo poder: el pensamiento mítico. La preponderancia del pensamiento mítico sobre el racional en algunos de nuestros sistemas políticos modernos es manifiesta. Después de una lucha breve y violenta, el pensamiento mítico pareció que obtenía una victoria clara y definitiva. ¿Cómo fue posible esta victoria? ¿Cómo podemos explicar este nuevo fenómeno que tan súbitamente apareció en nuestro horizonte político y que, en cierto sentido, parecía trastornar nuestras previas ideas sobre el carácter de nuestra vida intelectual y social? (Cassirer, 1982). En el pensamiento mítico, según ha dicho Cassirer (1982), se encuentra un fundamento que hace de ellos algo más que un conjunto accidental de la imaginación. “La formación de mitos obedece a una cierta especie de necesidad: la necesidad de la conciencia cultural” (Ferrater Mora, 1965). Al considerar por un momento el curso presente de nuestra vida cultural, tenemos la impresión inmediata de que hay un abismo profundo entre dos campos diferentes del pensamiento: el tecnológico y el mítico. En el momento de ejercer nuestras acciones: sean políticas o de cualquier otra índole, la persona “parece obedecer a unas 10 reglas enteramente distintas de las reconocidas en todas sus actividades meramente teóricas” (Cassirer, 1982). Nadie pensaría en resolver un problema científico o un problema técnico mediante los métodos que se recomiendan y se ponen en acción para solucionar problemas políticos o meramente personales. En el primer caso, nunca aspiramos al empleo de método alguno que no sea racional. El método racional ocupa este campo firmemente y parece ampliarlo sin cesar. El conocimiento científico y el dominio técnico de la naturaleza obtienen cada día nuevas e inauditas victorias (Cassirer, 1982) Sin embargo, en nuestra vida práctica y social, el fracaso del pensamiento racional parece ser completo e irrevocable. En este dominio, las personas parecen que tuviera que desconocer todo lo que han aprendido en el proceso de su vida intelectual. Se les incita a que regresen a las primeras fases rudimentarias de la cultura humana: la conciencia mítica. “En este punto, el pensamiento racional y el científico confiesan abiertamente su fracaso; se rinden ante su más peligroso enemigo” (Cassirer, 1982). Así, la conciencia mítica se revela como una respuesta humana a las existencias del grupo social, al expresar cómo la sociedad se representa al ser humano, sea de una manera dualista o monista, y al mundo, y llega a constituir a la vez un sistema de NORMAS MORALES, una cosmogonía, así como su historia. El pensamiento mítico y sus ritos o manifestaciones folclóricas derivadas de él sostienen y renuevan nuestras creencias morales, evitando que sean olvidadas, y consolidando a las personas en su naturaleza social. Así, puede ser juzgado como un supuesto cultural. Más aun: Todos los supuestos cognitivos - trátese de pensamiento míticos en su estricto sentido o bien de una forma de conciencia tales como el realismo mecanicista, etcétera - pueden ser considerados “como mitos, los cuales pueden diferir entre sí enormemente en lo que toca a su grado, pero no en lo que toca a su naturaleza” (Ferrater Mora, 1965). Esta aceptación del significado sociológico del pensamiento mítico es común entre los antropólogos. Pero su aprobación no implica, sin embargo, que se suponga al pensamiento mítico como una función de la sociedad. Realmente, el pensamiento mítico y las otras clases de saber coexisten en la sociedad; el orden sociopolítico puede concebirse como un REFLEJO EQUIVOCADO del orden social o universal que se enuncia a través del pensamiento mítico, con el que se dota de legitimidad al orden de la sociedad. “Los mitos son relatos dramáticos que forman una carta constitucional sagrada por la que se autoriza la continuidad de instituciones, costumbres, creencias y ritos antiguos...” (Graves y Patai, 2000). Con el fin de hallar una explicación a este fenómeno que, al principio, parece trastornar todos nuestros pensamientos y contrariar nuestros cánones lógicos, deberíamos empezar por decir cuáles son nuestros mitos contemporáneos, en tanto conciencia mítica. En este sentido, el saber religioso y el saber popular no encuentran diferencias alguna. Todas las culturas son poseedoras de mitos. Consideremos, ahora, el saber religioso y el saber popular por separado para distinguir en que se diferencian o se asemejan. 3. El Saber Religioso como Conciencia Mítica Desde la perspectiva del saber religioso, podemos comenzar diciendo que la mayoría de las personas tienen una conciencia mítica religiosa que podemos llamar ingenua; cuyo rasgo más resaltante consiste, principalmente, en la ausencia de cualquier frontera definida entre un mundo interior o espiritual y el entorno, y por lo tanto 11 entre la mente o “yo” y la materia, entre los estados conscientes y el sueño, o entre la voluntad individual y las emociones espontáneas y los impulsos de la psique. Esta falta de distinción ha llevado a estas personas a experimentar una sensación de fusión entre su ser orgánico y su mundo; es lo que algunos filósofos han llamado: participación mística. Como consecuencia de esta falta de discernimiento, el entorno natural se encuentra saturado de unos poderes que podemos llamar mentales o espirituales. Donde las cosas que conforman nuestro entorno, en tanto exhiben las cualidades de la estabilidad y la claridad, dejan de existir, pues todas ellas parecen comportarse como los sucesos de nuestros sueños. Prestándole al entorno natural una atmósfera de misterio que impresiona por estar llena de sustancias espirituales o dioses. A esta atmósfera los investigadores le han dado el nombre de “NUMINOSA”. Por eso, el hombre que vive inmerso en este pensamiento, cuando pretende vivir bien, lo que trata de hacer es obtener el favor de Dios o los dioses mediante cultos y ofrendas y, cuando se siente angustiado por el futuro, trata de conocer las intenciones de esos seres de los que depende mediante diversas técnicas de carácter adivinatorio (Baigorri et al, 1998). Pero, lo numinoso es más que la simple sensación de temor y misterio ante los fenómenos del entorno que no logramos comprender. Es más bien la ausencia de límites claros entre nuestra mente y nuestro entorno, que crea la impresión de que tanto las cosas que suceden en lo externo como lo que nos pasa internamente, provoca un estado de éxtasis y de miedos. Pero la conciencia mítica religiosa concebida como un saber surge en aquellas culturas donde las agrupaciones sociales han desarrollado un fuerte sentido que establece una distinción entre los fenómenos de la mente y los del entorno, entre una conciencia subjetiva y la realidad objetiva, entre alma y cuerpo. 3.a El Saber Religioso como Legitimador de la Sociedad Un sistema simbólico es tanto más eficaz cuanto más amplio es su vocabulario. Lo que se traduce como a mayor número de palabras, mayor será el grado de conciencia para distinguir entre las cosas y fenómenos que se nos presente en nuestro entorno. Cada palabra será un signo distintivo de un tipo específico de experiencia, pues con su uso podemos clasificar las cosas que conforman nuestro entorno. Así, podemos distinguir entre las cosas como medios y las personas y, a su vez, entre los diferentes roles que desempeñan cada persona en la comunidad; como por ejemplo: panadero, abogado, docente, artista, deportista, etcétera. Y es que nuestra propia vida en comunidad depende de la observación de esta distinción a través de la comunicación. En este sentido, la religión es una forma que legitimar lo social, en tanto garantiza el sistema completo de reglas de pensamiento y de lenguaje, de conductas y de roles que deben ser observados en una comunidad. Así, por ejemplo, para ciertas religiones, como el cristianismo y el judaísmo, la salvación es inseparable de la idea de pertenecer a una comunidad, pues se le considera como el conjunto de sus miembros. A la doctrina religiosa se asigna un origen humano (como sucede al budismo) o un origen divino (como sucede al judaísmo, al cristianismo y al islamismo). En este último caso, el cuerpo doctrinal se halla integrado por la “revelación”, es decir, por un conjunto de conocimientos transmitidos por Dios a los 12 hombres, que se contienen en los “libros santos”: la Biblia, los Evangelios, el Corán (Arostegui, 1985). Pero, además de las relaciones entre la conciencia religiosa como legitimadora de lo social y la religión como sistema de creencias numinosa, es necesario una explicación adicional. La religión, entendida como sistema simbólico, es capaz de determinar la opinión de una persona sobre la estructura del entorno natural. Si el mundo de una persona es explicado, dominado y descrito por su pensamiento, parece natural (entendido como lo normal) que haya sido creado por el pensamiento, y que las leyes naturales que ordenan el entorno son la palabra o la ley de Dios. El saber religioso se adquiere mediante la fe, o sea, por la aceptación del cuerpo doctrinal de la religión. Esta aceptación es total -de toda la doctrina- e incondicional: no admite las reservas de la crítica ni las vacilaciones de la duda (Arostegui, 1985). Lo religioso es un saber que se encuentra compuesto por aquellos elementos e ideas que forman la colección DOGMÁTICA de una religión, en la cual intervienen todas las personas que la practican. “Por eso, todos los miembros de una religión pueden servirse de esos conocimientos doctrinales y aplicarlos universalmente” (Arostegui, 1985). Hincando sus raíces en el lejano pasado de las gentes que poblaron la Grecia del Neolítico, mucho antes de que se instalara el pueblo griego (hacia 1950 a. C.), la religión tuvo su origen en los cultos y en las creencias ligadas a la vida cotidiana y a la agricultura (Arnaud, 1993). 4. El Saber Popular o Común como Expresión de lo Cultural Desde el enfoque del saber popular o “común”, podemos afirmar que el pensamiento mítico “siempre ha servido para validar, de modo claro y conciso, leyes enigmáticas, ritos y costumbres sociales” (Graves y Patai, 2000). Así, el saber popular o común, también llamado cultural, es un conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social en un período determinado. En este sentido, el saber popular y el religioso parecen ser iguales; pero, en el caso del saber popular, entendido comúnmente como “cultura”, engloba, también, modos de vida, arte, invenciones, tecnología, derechos fundamentales de las personas, tradiciones y creencias; y comparte con el saber religioso rasgos como el de ser ejecutores de ceremonias y de constituir un sistema de valores morales. A través del saber popular las personas encuentran un medio para expresarse, para tomar conciencia de sí mismas, además de cuestionar sus realizaciones, de buscar nuevos significados y de crear obras que le trascienden. Precisamente, podemos afirmar que el “saber popular es fruto de la conciencia colectiva, y se ha ido formando a lo largo de los tiempos mediante una serie de experiencias existenciales del pueblo, que han sido transmitidas de una generación a otra en forma de dichos o refranes” (Arostegui, 1985). La función histórica y social de estas formar de saber popular, que solemos llamar “tradicionales”, han evolucionado desde lo mágico-religioso que sin duda tuvieron contacto con el realismo mecanicista. Los elementos del saber popular, por 13 consiguiente, deben tener raíces históricas conocidas o no por nosotros como costumbres muy antiguas; muchas de estas costumbres adquirieron, con el tiempo, forma de ritual, sobre todo en torno a las ceremonias principales de los pueblos o regiones (Rodríguez Almodóvar, 1983). “Por eso, el saber popular se halla contenido en los refraneros o colecciones paremiológicas” (Arostegui, 1985). Así, todos los elementos del saber popular, suponen una predisposición antropológica, pueden ser expresados como formas más o menos simbólica de ciertas prácticas culturales. A menudo lo simbólico del saber popular provoca fuertes discusiones, en las que se piensa que estas manifestaciones culturales recogen los símbolos del inconsciente colectivo (Rodríguez Almodóvar, 1983). Justamente, Jung (1964, 1992 y 1994) sugirió que el saber popular se fundamenta, como manifestación del pensamiento mítico, en sueños y fantasías que dan expresión concreta a los procesos psicológicos inconscientes. Según Jung el inconsciente psicológico, como el cuerpo humano, tiene más o menos la misma estructura en todos los pueblos. Esta uniformidad justifica los extraordinarios parecidos entre los fundamentos míticos de las costumbres culturales de todo los pueblos que no se encuentran relacionados entre sí. Generalmente, los refranes se presentan con una formulación concreta que, sin embargo, tiene sentido universal. Así, por ejemplo, cuando el pueblo dice “no es oro todo lo que reluce”, no se refiere concretamente a ese metal precioso, si no que está enunciando el principio que distingue la realidad de la apariencia o ficción. Y este principio es universal porque no sólo es aplicable a un ámbito o sector de la realidad humana, sino a toda ella. Hay que distinguir la apariencia de la realidad no sólo en los metales, sino también en las personas, en los comportamientos sociales y políticos, en las ideologías e instituciones, etc. (Arostegui, 1985). La simbolización universal de tales elementos, con el paso del tiempo, no se compone de un conjunto organizado de doctrinas como en el saber religioso o de conceptos abstractos sobre la naturaleza de lo numinoso, sino que establece una diferencia con cualquier otro tipo de saber. Aquí lo espiritual es más un sentimiento que una idea; su sistema simbólico más adecuado no reside en conceptos sino en imágenes. Así pues, en lugar de un saber religioso hay un saber popular, o un conjunto asistemático de manifestaciones culturales que son transmitidas de generación en generación, puesto que este saber se representa de forma indefinida el significado del orden social o comunitario. La experiencia existencial que ha originado este saber popular no puede confundirse con los experimentos científicos porque el hombre de ciencia no los sufre, sino que los realiza o provoca. En cambio, la experiencia existencial del pueblo es una experiencia vivida y sufrida por el pueblo mismo. Concretamente, ese mismo refrán -“no es oro todo lo que reluce”- ha sido forjado, con toda seguridad, a través de las dolorosas experiencias seculares en que el pueblo ha sido engañado y desengañado, una y otra vez, por las numerosas manipulaciones a que ha sido sometido con la falaz apariencia de servirle o ayudarle (Arostegui, 1985). Estos procesos inconscientes, afirma Jung (1964, 1992 y 1994), determinan el desarrollo mental y espiritual de las personas, y por esta razón la imaginería del pensamiento mítico y su representación en un ritual religioso o popular, es un tipo de saber destinado a consagrar el orden de la vida social o comunitaria. 14 Sea como fuere, parece claro que, a lo largo de la historia de una comunidad o pueblo, la función del saber popular es guardar memoria de sus orígenes, en forma más o menos figurada; tal vez con ese recordatorio, consciente o inconsciente, quiere impedir un retorno o conservar los vínculos con formas de vida anteriores. En una semiología más cercana, el pueblo se da a sí mismo esas visiones fantásticas del mundo, para no perder, por contraste, la conciencia del mundo real. 5. Rasgos Distintivos del Pensamiento Mítico El pensamiento mítico proporciona el primer ejemplo de ideas generales y, por lo tanto, de pensamiento metafísico. Aquí los sistemas simbólicos están más capacitados para expresar ideas nuevas por medios metafóricos que por cualquier otro medio. Y, como lo hemos podido apreciar en el ejemplo del refrán -“no es oro todo lo que reluce”-, quizás tengamos que abandonar la suposición de que el pensamiento mítico, en sus expresiones como saber religioso y popular, sea un intento de rudimentario para explicar las fuerzas naturales, como las explica la ciencia. Podemos resumir ahora los rasgos más sobresalientes que caracterizan el pensamiento mítico y que, de alguna manera u otra, es compartido por el saber religioso y popular. Estos rasgos los hemos tomado de Baigorri et al (1998): 1. El pensamiento mítico es “un pensamiento INFUNDADO, ya que se limita a hacer afirmaciones pero sin demostrarlas de manera alguna. Lo que afirma puede ser verdad o no serlo, pero no hay forma de demostrar ni su verdad ni su falsedad”. En los mitos griegos, por ejemplo, se afirmaba que los rayos que caían sobre la tierra tenían su origen en la cólera de Zeus, pero no se podía demostrar ni que esto fuera así ni que no lo fuera (Baigorri et al, 1998). 2. “Es, también, un pensamiento ACRÍTICO, ya que no da razones de sí mismo; ni explicita ni analiza su propia metodología”. No se plantea si el camino que sigue para llegar a realizar sus propias afirmaciones es un camino adecuado o no. Los mitos griegos nunca se plantearon el investigar cómo se había llegado a afirmar que Zeus era el origen de los rayos (Baigorri et al, 1998). 3. “Es, además, un pensamiento de carácter ANTROPOMÓRFICO, ya que, para explicar el mundo, los hombres proyectan sobre él sus motivaciones y vivencias propias”. Como consecuencia de ello, el mundo y todo lo que ocurre en él se convierte en el resultado de la acción de unos seres, Dios o los dioses, que son “como los hombres” pero que poseen mucho más poder que ellos. Zeus, el padre de todos los dioses, poseía un poder casi ilimitado, pero su forma de comportarse era como la de los humanos, y como ellos, tenía afecciones y se enamoraba, y como ellos, tenia celos y se enfadaba (Baigorri et al, 1998). 4. Y, por ultimo, el pensamiento mítico “es un pensamiento EMOCIONALMENTE COMPROMETIDO”. Todos los hechos, al ser producidos por Dios o los dioses, mantienen con los hombres una relación directa y, por lo mismo, son incapaces de objetivarlos, de distanciarse de ellos para explicarlos, puesto que les afectan, les comprometen. La lluvia, por ejemplo, no es un fenómeno atmosférico que se pueda investigar por estar sometido a leyes, sino el producto gratuito de Dios o los dioses que la envían cuando quieren y porque quieren (Baigorri et al, 1998). Como resultado de estos rasgos distintivos, el pensamiento mítico no indaga 15 los acontecimientos que suceden entorno de las personas como concepciones susceptibles de ser determinadas y conectadas unas con otras a través de una teoría, sino que los tipifica, “los ve como producidos por Dios, dioses o espíritus” naturales, “que son como hombres, y que, como ellos, están provistos de personalidad y voluntad propia, aunque poseen mucho más poder” (Baigorri et al, 1998). Durante siglos, las personas hemos utilizado el pensamiento mítico, el saber religioso, las tradiciones y el saber popular para explicar los misterios de la vida y hacerlos soportables. Esto incluye desde el cambio de las estaciones, pasando por los asuntos que involucran relaciones complejas, hasta el enigma de la muerte (Greene y Sharman-Burke, 2000). El pensamiento mítico es como un manual de nuestra vida, capaz de ofrecernos una guía ante los apuros que van desde la familia y la niñez: “aprendemos que la rivalidad entre hermanos es tan antigua como el tiempo; que Edipo está vivo y sano, y no se queda en el sofá del psicólogo; que el eterno triángulo es, por supuesto, eterno y que se ha escrito sobre él” desde que las personas han desarrollado sus sistemas simbólicos (Greene y Sharman-Burke, 2000); pasando por las dificultades de amor, íntimos y de ambición, o de nuestra propia mortalidad. A través del pensamiento mítico expresamos un autoconocimiento de los propios retos vitales que hemos enfrentado con valor y fortaleza; que “la belleza, el talento, el poder y la riqueza acarrean sus propias formas de sufrimiento; y que en la oscuridad de la soledad, el fracaso y la pérdida hemos descubierto siempre la luz y una nueva esperanza” (Greene y Sharman-Burke, 2000). De aquí que, puesto que el pensamiento mítico puede, y suele, estar mezclado con pre-juicios de todas clases, es frecuente que el saber más riguroso esté fundado parcialmente en dicho saber (Baigorri et al, 1998). CAPÍTULO III EL PENSAMIENTO RACIONAL e han propuesto diversas clasificaciones del saber. En términos generales, que “saber” consiste en conocer las cosas con certeza. También, se llama en ocasiones saber a cierta reflexión que no alcanza, según ciertas opiniones, un nivel “científico”. Se dice, por ejemplo, que el “conocimiento histórico” es más un saber que una “ciencia”. Ya desde la antigüedad griega, el pensamiento mítico siempre ha estado en conflicto con el pensamiento racional o lógico (de logos), en tanto es un modo analítico y metódico de llegar a un enfoque serio de la realidad del entorno natural. Los filósofos griegos JENÓFANES, PLATÓN y ARISTÓTELES, por citar algunos ejemplos, enaltecieron el pensamiento racional e hicieron críticas incisivas al pensamiento mítico como un supuesto modo de legitimar aquella interpretación de lo real. Sin embargo, la distinción entre el pensamiento racional y el pensamiento mítico, aunque se han mostrado como las principales, nunca han sido absolutas. Contiguo al saber popular, o a veces considerado de manera adicional a él, se encuentra el pensamiento racional. Entonces, ¿en qué consiste el pensamiento racional? ¿Cuáles son sus características generales con respecto al pensamiento mítico? 1. Características Generales del Pensamiento Racional Históricamente se ha dado un avance en el término “pensamiento” que se ha manifestado de una manera original en la ciencia y en la filosofía. Precisamente el pensamiento racional se manifiesta históricamente: 16 1. Como un DISCERNIR. Según lo sugiere PARMÉNIDES, el entorno real se despliega “como algo que parece ser algo y es otra cosa”; el pensamiento racional – entendido como un discernir – diferencia pues “entre el parecer y el ser, en virtud de esa experiencia o sentido del ser que es la inteligencia, nous. Este pensamiento racional proporciona un juicio sobre el ser verdadero y lo enuncia, mediante el logos, como la idea de la cosa” pensada racionalmente (Ferrater Mora, 1965). 2. Como un DEFINIR. Para PLATÓN el pensamiento racional, “no sólo consiste en distinguir entre lo que es y lo que parece ser, sino que es averiguación de aquello en que consiste lo que es: la esencia” (Ferrater Mora, 1965). 3. Como un CONOCER. Ya que el examen de los seres que conforman el entorno real por el pensamiento racional, como ya indicó ARISTÓTELES, es como es: “pensar racionalmente es, en tal caso, conocer no sólo la idea, sino la causa formal, es decir, pensar racionalmente la «esencia no sólo como contenido de la definición, mas como lo que esencialmente constituye la cosa»” (Ferrater Mora, 1965). 4. Como ENTENDER y DEMOSTRAR, en tanto es pensamiento sobre lo que subyace en las cosas reales. Comparativamente, el entendimiento o la erudición del pensamiento racional se efectúa en varias etapas: a) Se DEMUESTRA la necesidad de la cosa en el raciocinio y en la argumentación; b) Se VA MÁS ALLÁ del mero discurrir sobre los momentos principales de la cosa para aplicarse a los principios; c) Se DESCUBRE que el principio es la simplicidad, lo que no ofrece doblez ni apariencia y lo que, al mismo tiempo, permite efectuar una completa demostración de su ser verdadero. No obstante el pensamiento racional puede, de la misma manera, ser y aspirar principalmente a ser un ajustarse a la realidad misma, “una huida de aquella abstracción que diseca continuamente” el pensamiento racional seguro y totalizador, “una marcha hacia lo concreto” (Ferrater Mora, 1965). El saber que suministra el pensamiento racional es un saber fundamentado y, si se aceptan sus características generales, “no hay ninguna posibilidad de negarse a admitir la conclusión a la que se llega en el razonamiento puesto que ésta se impone necesariamente” (Baigorri et al, 1998). Consecuentemente, las diferencias entre el conocimiento que proporciona la razón y el que proporciona la fe, la imaginación, la tradición, etc., son muy acentuadas. Mientras que estas últimas proporcionaban un conocimiento sin fundamentar y que, por lo mismo, podía ser verdadero o falso, pero no se podía demostrar ni una cosa ni otra, el conocimiento racional se caracteriza por demostrar sus afirmaciones – es, pues, un conocimiento FUNDADO – y por ser capaz de dar cuenta de sí mismo – por lo que es también un conocimiento CRÍTICO – (Baigorri et al, 1998). En este sentido, la ciencia y la filosofía han estado inseparablemente vinculadas para legitimar el orden social vigente. “Sin embargo, la progresiva separación de ciencia y filosofía iniciada” durante el Renacimiento europeo “y la posterior hostilidad y desprecio de la ciencia hacia la filosofía”, como el sostenido por el Positivismo Lógico y el Neopositivismo, han distanciado decisivamente sus correspondientes sistemas simbólicos (Baigorri et al, 1998). 2. El Saber Científico 17 Se ha dicho que el saber científico es una práctica obtenida por un método a partir de COPÉRNICO y NEWTON: “se comienza a utilizar para estudiar la realidad el método experimental que, aunque se sirve de la deducción en algún momento, supone, en líneas generales, un modo de razonar inductivo” (Baigorri et al, 1998). Pero consideramos que ello no agota la importancia de este saber (Ferrater Mora, 1965). ¿Qué clase de saber es la ciencia? Una primera aproximación para una definición del saber científico nos la suministran las notas del saber riguroso, teórico y desinteresado; y aunque estas características, comúnmente aceptadas, resulten insuficiente, por lo menos nos desvelan la clave de la confusión habida entre ciencia y filosofía en los orígenes del pensamiento racional. A medida que, a lo largo de la historia, se delineaban las regiones de este fondo racional, se fueron delimitando y definiendo las llamadas “ciencias particulares”, con lo que aparecieron como válidas las cuestiones sobre lo que es el saber científico y sus relaciones con el saber filosófico. Por lo que, el saber científico es un sistema simbólico que, en su sentido más amplio, se emplea para referirse al conocimiento sistematizado en cualquier campo, pero que suele aplicarse sobre todo a la organización de la experiencia sensorial objetivamente verificable. De aquí que sea característico de este tipo de saber el uso de métodos, hipótesis, reglas, etcétera; y su interés por las leyes, las hipótesis, las causas, las estructuras y las relaciones que permiten una verificación objetiva del orden natural. Por supuesto, los datos suministrados por los sentidos no son más que signos que carecen de valor propio. El carbón que se quema en la chimenea, y la persona que vive y respira, sufren el mismo proceso químico de la combustión. Si se le dice a una persona que carece de la menor noción científica de que se está quemando, como el carbón de la chimenea, inmediatamente se podrá observar una expresión de incredulidad en su rostro. El saber científico trata de reducir la variedad cambiante de los fenómenos a algo permanente, a algo simple, que escapa a nuestra observación directa: átomos, moléculas, movimiento, etc. Por ejemplo: la piedra que cae, el aeroplano que remonta, el corcho que flota sobre el agua; son hechos aparentemente heterogéneos y, sin embargo, todos ellos obedecen a la misma ley de gravedad. El saber científico trata de explicar los fenómenos. Cuando un cambio se produce tenemos de él cierto conocimiento. Pero si no sabemos cuál es la condición necesaria que lo produce, no obtenemos un saber científico de dicho fenómeno. Sólo cuando se ha descubierto la condición que lo determina, es decir, su causa, el hecho queda explicado. 2.a La Concepción Científica del Mundo Podemos aseverar que el saber científico es la fundamento del sistema simbólico que legitiman nuestra vida contemporánea. Los científicos se han apoderado de las explicaciones consideradas como correctas del entorno natural y del mundo social. Sin embargo, la visión del mundo propia del saber científico no corresponde constantemente a la cosmovisión o concepción del mundo que comprende la vida interior de las personas; es más bien una cierta representación general de la organización del universo material de acuerdo con los descubrimientos científicos. Aunque muchos autores de historia, sociología y filosofía de la ciencia han demostrado la falibilidad y la vulnerabilidad metodológica y conceptual de 18 los sistemas científicos, sin embargo, el estamento científico sigue teniendo el privilegio de explicar a la opinión pública en todos los países qué es la realidad y cómo se debe actuar. La ciencia es sinónimo hoy en día de poder tecnocrático, de asesoramiento de expertos que conocen el mundo y la sociedad (Baigorri et al, 1998). En términos generales, el saber científico aspira a formular matemáticamente las leyes del comportamiento fenoménico, que tienen como características comunes: • La PREDICCIÓN, sea completa o estadística, • La DESCRIPCIÓN de series fenoménicas • Y la COMPROBACIÓN, sea mediante la observación o la experimentación. • Además, el ideal a que aspira todo saber científico es la FORMALIZACIÓN. 2.b Rasgos Distintivos del Saber Científico Precisamente, por esto, podemos decir que el saber científico tiene los siguientes rasgos generales señalados, principalmente, por Baigorri et al (1998): 1. Es un saber REGIONAL, SECTORIAL. Pues, intervienen sobre ciertas partes o áreas del comportamiento fenoménico; delimitan la realidad, restringiendo precisamente “sus problemas y haciendo de ellos un estudio exhaustivo. Se ocupan, por ejemplo, de los astros -la astronomía-, de los seres orgánicos -la biología-, del movimiento -la física-, etc.” (Baigorri et al, 1998). 2. Por lo que CARECE DE UNIVERSALIDAD. En el sentido de que su solución no afecta a la totalidad de los campos sino exclusivamente a uno, por ejemplo, a lo físico, a lo biológico, etc., no así de la universalidad de ser aceptados por la mayoría de las personas (Baigorri et al, 1998). 3. Es un saber CRÍTICO. Ya que realizan un proceso de análisis, de reducción de ese sector de la realidad que han acotado, hasta llegar a uno determinados elementos, los menores posible, para, a partir de ellos, sintetizar o reconstruir la realidad que les ha servido de punto de partida. El físico, por ejemplo, para estudiar la materia trata de descomponerla y descubrir cuales son sus componentes menores, átomos, neutrones, protones... y el químico reduce toda la realidad a poco mas de cien elementos (Baigorri et al, 1998). No obstante, el ejercicio de la crítica en el saber científico es restringido, pues para poder desarrollarse una ciencia deberá dar por supuestas un conjunto de principios que asumirá de manera axiomática. “El científico, por ejemplo, no se cuestiona si existe o no la realidad, ni si el hombre es capaz de conocerla tal como es. Para poder hacer ciencia se necesita dar por supuestas estas y otras muchas hipótesis” (Baigorri et al, 1998). 4. Es un saber que ostenta el rigor de los RAZONAMIENTOS DEDUCTIVOS. Podemos decir que el saber científico es aquella forma de pensamiento que se encuentra más pegado a los hechos empíricos, aquel sistema simbólico cuyos enunciados esta más cerca de los acontecimientos experimentales y, por tanto: 5. Es un saber VERIFICABLE. Las afirmaciones científicas se relacionan, pues, unas con otras sistemáticamente y, además, muchas de ellas son susceptibles de ser verificadas, de ser contrastadas con la realidad mediante el experimento. Por lo que, en caso de pertenecer a las ciencias experimentales y, si se formulan dentro de una ciencia deductiva, son demostrables mediante una derivación lógica rigurosa partiendo de axiomas, teoremas y reglas de inferencia. La verificación se realiza a través de la OBSERVACIÓN SENSIBLE y la experimentación; por tanto, cuanto más analítico, más especializado y más pegado a los hechos, es decir, más científico. 19 6. Es un saber que es ÍNTERSUBJETIVO y TRANSMISIBLE. Cualquier persona “que posea los medios necesarios puede realizar los experimentos que confirman las teorías científicas y éstas se pueden dar a conocer y se pueden también aprender” (Baigorri et al, 1998). 7. Es un saber que puede ser APROVECHABLE. Es decir, utilizable “para las conveniencias vitales del ser humano y, partiendo de ellos, el hombre puede intervenir en la naturaleza y manejarla en beneficio propio” (Baigorri et al, 1998). Sin embargo, hay que establecer aquí una distinción, el saber científico en el contexto en que lo hemos afrontado aquí es el que se conoce como “ciencia pura”, para distinguirlo de la “ciencia aplicada” – entendida como la búsqueda de los usos prácticos del saber científico – y de la tecnología, mediante la cual se llevan a cabo estas aplicaciones. Ahora bien, tanto la posibilidad de confirmar las conclusiones científicas por la observación sensible, como la de utilizarlas al servicio del hombre, no se deben a que la racionalidad científica sea una racionalidad superior a cualquier otra, a que los métodos de conocimiento que la ciencia utiliza sean los más adecuados; se deben a la perspectiva en la que se sitúa a la hora de conocer, a la hora de dar cuenta de la realidad (Baigorri et al, 1998). El objeto que intenta conocer el saber científico es el funcionamiento del comportamiento fenoménico de la realidad, con el propósito de predecir los acontecimientos futuros y su posible prevención; no se trata de saber “cuál es la naturaleza de lo real, ni saber si tiene un sentido o si carece de él” (Baigorri et al, 1998). En algunos de los descubrimientos científicos de los últimos tiempos podemos ver una muestra clara de lo que estamos afirmando, los científicos están experimentado, por ejemplo, en el campo de la genética y realizando descubrimientos asombrosos. Ahora bien, ¿se deben llevar a la práctica los resultados de esos descubrimientos? ¿Tendría sentido y se podría moralmente construir en los laboratorios hombres clónicos o de cualquier otra característica? La contestación a estas preguntas no puede venir de la ciencia, que ni siquiera se plantea esas preguntas como tal ciencia (Baigorri et al, 1998). “Las teorías científicas son como los mapas de un territorio y, como ellos, describen la realidad simplemente para que ésta pueda ser manipulada, utilizada” (Baigorri et al, 1998). Las personas que ejercen este tipo de saber únicamente se relacionan con el comportamiento fenoménico de la realidad a través de las experimentaciones, y éstos no son sino manipulaciones de las personas por los cuales se ocupa del entorno, obligándolo a revelarse de una forma estipulada. “No son, pues, la realidad, sino una interpretación de la misma” (Baigorri et al, 1998). En cierta forma, el científico encuentra porque sabe lo que busca: es su mirada la que hace que el suceso arraigue como prueba de una teoría, esa mirada que recuerda, espera e interpreta, Esta contemplación interpretativa en la realidad supone un saber previo, que dice que es lo que ha ocurrido exactamente, para quien nada sabe, nada ocurre o, mejor, todo ocurre sin que pueda llevarse a efecto la selección de material y la memoria de éste en regularidades estudiables. La ciencia es posible para el que se pone frente a las cosas (no es un ponerse pasivo, sino generalmente activo) en actitud de espera de que vuelva a ocurrir lo que, por haber ocurrido ya, debe volver a pasar de nuevo (Savater, 1972). En realidad, la separación del saber científico del filosófico no ha sido tan absoluta, ya que siempre ha permanecido un parentesco entre ellos. Dicho parentesco no 20 se refiere al contenido del saber científico, a su objeto de estudio, sino solamente a sus formas. 3. El Saber Filosófico Es difícil caracterizar el saber filosófico. Algunas personas lo han considerado como un saber superior a cualquier otro saber, incluso el científico; otros han considerado que no existe relación entre filosofía y ciencia. Algunos han destacado que el saber filosófico está privado de supuestos y es, pues, absoluto; mientras otros han afirmado que se apoya precisamente en poseer supuestos y de proporcionarlos a los demás tipos de saber. “En algunos casos el saber filosófico ofrece características muy similares a las del saber científico; en otros casos, se parece a lo que hemos llamado saber vulgar o común” (Ferrater Mora, 1965). Ante todas estas disyuntivas que hacen aparecer al saber filosófico como un cierto tipo de saber camaleónico, tan sólo nos cabe preguntarnos: ¿En qué consiste el saber filosófico? O, de una manera más precisa: ¿Qué es filosofía? 3.a Concepto de la Filosofía Ya varios pensadores, como Ajdukiewicz (1994) y Warburton (2000), que han destacado la dificultad de dar respuesta a una pregunta tan sencilla como esta. El término “filosofía” ha designado aspectos diversos a lo largo de toda la historia del pensamiento. “De hecho, jamás se le atribuyó un significado suficientemente preciso como para que fuese empleado inequívocamente y con el que estuvieran de acuerdo la mayoría de las personas” (Ajdukiewicz, 1994). Otra de las “respuestas más fáciles consistiría en decir que filosofía es lo que hacen los filósofos, para luego remitirnos a los escritos” que cada uno de ellos nos ha legado. “Pero, aun en el caso de que el lector los conociera, no sería fácil decir lo que tienen en común, si es que todos comparten algunas características importantes” (Warburton, 2000). Una posibilidad de dar contestación a la pregunta sería recurrir a la definición etimológica de la palabra. De acuerdo con esta definición, el término “filosofía” deriva del griego y es una voz doble, compuesta de otras dos voces de origen griego: PHILEIN = amar, aspirar y SOPHIA = sabiduría, saber, conocimiento. Precisamente, para los griegos “filosofía” significa “amor por la sabiduría”, “amor al saber”, o para ser más exactos: Filosofía es aspiración a la obtención de la sabiduría o del saber. Cuenta la tradición que PITÁGORAS interpelado por el tirano Leonte con respecto a su ocupación, le expresó que era filósofo, es decir, “amante del saber”, y no un sabio (sofo). “Si es cierta esta anécdota, PITÁGORAS quería significar con esto que no poseía la verdad hecha, sino que su amor a ella le llevaba a consagrar la vida a su búsqueda” (Fingermann, 1980). Pero, y siguiendo en este punto a Fingermann (1980), considerar la filosofía como un mero amor al saber “es darle un significado muy vago, porque sería filósofo el cultor de cualquier” saber específico “o de un grupo, grande o pequeño, de disciplinas especiales”. Así, esta definición clásica convierte a la filosofía en una tensión que nunca concluye, en una búsqueda sin término del verdadero conocimiento de la realidad. Como lo ha señalado Arostegui (1985), ARISTÓTELES dio, también, una definición de “la filosofía como un saber racional y universal”, que pretende aprender todas las cosas por sus primeros principios y por sus primeras causas. 21 Esta definición viene a coincidir con una leyenda, atribuida a PITÁGORAS, que compara la vida humana a los juegos olímpicos. Lo mismo que a éstos, unos hombres llegan a la vida para actuar, otros para comprar y vender y, por último, otros (los espectadores) sólo para ver. Los filósofos, a juicio de PITÁGORAS, se identifican con estos últimos: son meros espectadores de la realidad (Arostegui, 1985). Si bien debemos anotar que esta aclaración restringe a la filosofía a un simple saber contemplativo, a un “saber por el saber”, en la cual no se involucra ningún tipo de acción (Aristóteles, Metafísica, I, 2); y es esta definición la que ha contribuido a forjar la concepción que la mayoría de las personas, desde el saber vulgar, han considerado como un saber que sólo es simple perdida de tiempo. Si preguntamos a un matemático, a un historiador o a cualquier otro hombre de ciencia que conjunto de verdades concretas ha sido establecido por su ciencia, su respuesta durara tanto tiempo como estemos dispuestos a escuchar. Pero si hacemos la misma pregunta a un filósofo y este es sincero, tendrá que confesar que su estudio no ha llegado a resultados positivos comparables a los de las otras ciencias (Russell, 1970). Por ello, para ser exacta esta definición se debe acentuar el segundo término. No se trata simplemente de un “amor a”, sino de una cierta sabiduría, un cierto saber; esto es, UN CONOCIMIENTO PROFUNDO DE TODAS LAS COSAS (aunque muchos lo han asociado a un conocimiento inspirado de las cosas divinas o humanas: la sabiduría aquí sería un don emanado de Dios mismo y, por tanto, muy cercano al saber religioso), es decir, un “saber” de un cierto objeto y de una cierta manera que pretende solucionar problemas filosóficos. ¿Qué otras disposiciones de saber ante el entorno real había en la Grecia clásica a la vista? El saber religioso (las teologías órficas) y el saber popular (la mitología, la poesía). “El pensar de todas estas “disciplinas” consiste en pensar cosas plausibles, que acaso son, que parecían ser; pero no en pensar necesidades, cosas que no dependen de nuestro albedrío reconocer o no, sino que, una vez entendidas, se imponen sin remedio a nuestra mente” (Ortega y Gasset, 1972). En este sentido podría decirse que el saber científico es una modalidad de “saber” o “sabiduría” moderna. “Sin embargo, hoy día no es este el sentido de los términos “filósofo” y “filosofía” (Fingermann, 1980). 3.a.i. Origen del concepto de la filosofía en el Pensamiento Griego. En Grecia es la filosofía la que inventa el Conocimiento como modo de pensar riguroso, el cual se impone al hombre haciéndole ver que las cosas tienen que ser como son y no de otra manera. Descubre el pensamiento necesario o necesitativo. Al hacerlo se da perfecta cuenta de la diferencia radical entre su modo de pensar y los otros que en torno de ella existían (Ortega y Gasset, 1972). En sus orígenes la ciencia y la filosofía constituían una sola cosa. “La filosofía como pensar necesario era “el” Conocimiento, era “el” saber. Propiamente no había otro que ella, y en su propósito se encontraba sola frente a la realidad” (Ortega y Gasset, 1972). Sólo la filosofía abarcaba todo el saber y todo el contenido de lo que hoy llamamos “ciencia”. Lo que movía a las personas a estudiar era el deseo de saber, de saber cómo son las cosas. Ya se ha dicho que la primera manera de saber es a través de la experiencia, pero el deseo de saber no se detiene allí, ya que las personas pretenden saber y conocer la esencia de las cosas, de por qué se desenvuelven de una manera y no de 22 otra. La filosofía nació a raíz de un querer saber de este tipo, para conocer al mundo según la necesidad, su totalidad, su esencia; y las ciencias nacieron como particularizaciones de ésta: “pero su método era el mismo de la filosofía, modificado mediante un ajuste a su asunto particular” (Ortega y Gasset, 1972). Así, para la escuela jónica, la filosofía incluye la física, que merced a un progreso natural se independiza de las doctrinas generales que la había nutrido al principio. Con la escuela pitagórica la filosofía encierra las matemáticas, que en esa misma escuela progresan bastante como para ser cultivadas coma ciencia aparte. Para PLATÓN, filosofía y ciencia se confunden todavía. ARISTÓTELES es el primero en comprender la necesidad de organizar el saber y la indagación científica, y de distinguir los diferentes campos de la investigación consagrando a cada objeto un tratado aparte. Pero todos esos tratados de que se compone la enciclopedia aristotélica son la obra de un mismo espíritu y todas las doctrinas científicas conservan en él su carácter filosófico y metafísico. La historia natural, únicamente, llega a ser casi una ciencia especial. “Dentro de su ámbito, como particularización de su “modo de pensar”, comenzaban a condensarse las ciencias” (Ortega y Gasset, 1972), que poco a poco se desprenden de la filosofía las demás ciencias, una a una, hasta adquirir diferentes nombres y su independencia a medida que logran definir, adquirir, circunscribir y alejarse en el saber sobre el ser en sí, sobre el objeto propio de su estudio, y en los géneros particulares del ser hasta no confundirse con la palabra “filosofía” y conseguir formular algunos principios propios aplicando métodos especiales de investigación. “Se ocupaban estas de partes del Ser; de temas regionales: las figuras espaciales, los números, los astros, los cuerpos orgánicos, etc.; pero el modo de pensar sobre estos asuntos era el filosófico” (Ortega y Gasset, 1972)10. 3.a.ii. La Separación entre la filosofía y la Ciencia. Así, ya en la Grecia clásica, comenzaron a estructurase las ciencias naturales, entendidas como un saber rigurosamente clasificado y verificado. Pero, considerar a la ciencia como un saber no filosófico fue un resultado de mucho tiempo, la ciencia moderna que hoy conocemos terminó por separarse de la filosofía entre los s. XVI y s. XVII. “Verdad es que esto se explica, en parte, por el hecho de que, desde el momento en que se hace posible el conocimiento preciso sobre una materia cualquiera, esta materia deja de ser denominada filosofía y se convierte en una ciencia separada” (Russell, 1970). Un rasgo del pensamiento moderno fue la intención de aproximar la filosofía y la ciencia; precisamente, el pensamiento moderno acabó convirtiendo a la filosofía en colaboradora de la ciencia. A partir de aquí fue frecuente que una misma persona reuniera la doble condición de científico y filósofo. GALILEO y NEWTON son grandes ejemplos de este cambio, que alcanzó hasta la época contemporánea, como lo demuestra RUSSELL. Así se tiene que los dos factores más importantes de la ciencia moderna, fueron también dos de los temas filosóficos, dando lugar inclusive a dos escuelas filosóficas de la Edad Moderna: el raciona10 La última ciencia en desprenderse de la filosofía fue la psicología, cuando ésta se hizo experimental y se crearon laboratorios para la investigación de los fenómenos psicológicos. Por esta razón muchos pensadores consideran hoy a la psicología como una ciencia independiente de la filosofía. Lo mismo aconteció con la estética, que es hoy una ciencia autónoma. lismo, que se fundó en los aspectos lógico-racionales del conocimiento, y el empirismo, que afirmó la validez absoluta de la experiencia en el ámbito del conocimiento científico-filosófico. La filosofía ha dado, pues, origen a todas las ciencias nutriéndolas con su propia 23 sustancia hasta su emancipación total. “Así, la incertidumbre de la filosofía es, en gran medida, mas aparente que real: los problemas que son susceptibles de una respuesta precisa se han colocado en las ciencias, mientras que los que no la consienten actualmente, quedan formando el residuo que denominamos filosofía” (Russell, 1970). Ella misma no es ahora más que un residuo, una parte del conocimiento humano cuyo carácter es necesario precisar y determinar. Es preciso saber, pues, ¿qué ha quedado como residuo de este gradual desprendimiento, residuo que pueda considerarse como típicamente filosófico? Necesitamos saber, también, ¿cuáles son los caracteres que distinguen ahora a la filosofía, de las ciencias particulares? 3.b El Objeto de Estudio de la Filosofía Ante todo debemos decir que la filosofía es un “saber”, cosa que concuerda asimismo con la definición etimológica. Falta considerar ahora qué clase de saber es, y cuál es su objeto, puesto que los demás tipos de saber se distinguen por sus objetos. Si acaso, en el curso de la historia, se han producido ciertas variaciones al establecer cuál debe ser el objeto preferentemente contemplado por los filósofos. La Antigüedad griega se preocupo sobre todo por conocer la naturaleza, el pensamiento medieval estudio principalmente el problema de Dios, la edad moderna se atuvo preferentemente al problema del conocimiento, y en la actualidad la especulación filosófica ha centrado su atención en el ser humano. A este respecto debemos declarar que es muy difícil determinar el objeto de la filosofía, porque cualquier objeto puede servir para la reflexión filosófica. Así, al lado de la historia, como ciencia particular, tenemos la Filosofía de la Historia; al lado de las ciencias naturales está la Filosofía de la Ciencia Naturales; al lado de la matemática tenemos la Filosofía de la Matemática, etc. Para encontrar las señales características, las señales esenciales que distinguen la filosofía de cualquier ciencia particular, debemos buscar lo que hay de común en todas las definiciones que se han dado de filosofía, los puntos de contacto en los distintos sistemas que se elaboraron en el curso de la historia. Por tanto, en todos los sistemas propuestos por los filósofos el rasgo sobresaliente y común es la tendencia a abarcar la “totalidad”de los objetos. “Filosofía es conocimiento del Universo o de todo cuanto hay” (Ortega y Gasset, 1972). Tenemos entonces que el objeto de la filosofía es de una enorme extensión: El objeto de la filosofía es TODO LO PENSABLE. Pero, ¿qué es todo lo pensable? ¿Podríamos pensar en quimeras también? Este problema no está resuelto. Cada filósofo inicia sus deliberaciones asignando a la filosofía un nuevo campo. 3.c Rasgos del Saber Filosófico Durante largo tiempo la filosofía fue concebida como la teoría del pensamiento, la ciencia del pensar. Sin embargo, su rasgo básico fue la especulación. No obstante la discordancia entre los filósofos acerca del objeto y el campo de estudio de su materia, es posible, sin embargo, ofrecer una descripción de la filosofía como “saber racional totalizante, crítico de segundo grado” en la que son manifiestas algunas coincidencias. En efecto, los filósofos están de acuerdo en que la filosofía es una forma de conocimiento que pretende ofrecer explicaciones de los temas que analiza empleando la razón y los argumentos racionales (a diferencia del pensamiento 24 mítico o del saber científico). 1. Por ello, llamamos filosofía a un saber TEÓRICO que no se nutre sólo de información, sino también de contemplación y explicación. La teoría es un conjunto de conceptos -en el sentido estricto del termino concepto-. Y este sentido estricto consiste en ser el concepto un contenido mental enunciable. Lo que no se puede decir, lo indecible o inefable no es concepto, y un conocimiento que consista en visión inefable del objeto será todo lo que ustedes quieran, inclusive será, si ustedes lo quieren, la forma suprema de conocimiento, pero no es lo que intentamos bajo el nombre de filosofía (Ortega y Gasset, 1972). La filosofía, como hemos indicado más arriba en su definición etimológica, “más que un saber es un amor al saber, una tensión, un Eros -en sentido platónicohacia el conocimiento. Por eso parece ser más apropiado hablar de reflexión filosófica que de saber filosófico” (Baigorri et al, 1998). Eros, el Amor se encuentra en el término medio entre la sabiduría y la ignorancia. Pues he aquí lo que sucede: ninguno de los dioses filosofa ni desea hacerse sabio porque ya lo es, ni filosofa todo aquel que sea sabio. Pero, a su vez, los ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el mal de la ignorancia: en no ser ni noble, ni bueno, ni sabio, ni tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así, el que no cree estar falto de nada no siente deseo de lo que no cree necesitar (Platón, El Banquete). Sin embargo, para algunos pensadores, como Fingermann (1980) por ejemplo, el saber filosófico no ofrece diferencia esencial respecto del saber científico. En primer lugar, porque no hay una fuente especial para el conocimiento científico y otra para el conocimiento filosófico. En segundo lugar, porque tampoco son diferentes los resultados obtenidos por la filosofía y por la ciencia. Pero sí en esencia la filosofía no difiere de la ciencia, hay, sin embargo, un carácter por el cual se distinguen ambas esferas de saber. La racionalidad filosófica es más amplia y profunda que la de la ciencia y asume, racionalmente claro esta, las funciones cumplidas anteriormente por el pensamiento mítico. De aquí que sea un saber de tipo GENERAL y TOTALIZANTE, pues pretende ofrecer respuesta a cuestiones de tipo general y mantiene siempre una perspectiva totalizante sobre las mismas. 2. Es decir, es un saber que tiende a la UNIVERSALIDAD. Mientras que las ciencias particulares sólo se ocupan de un sector limitado de los objetos, puesto que estudian sólo una parte de ellos y trata de reducir los datos múltiples de los sentidos a cierto número limitado de principios con los cuales explica los fenómenos; la filosofía circunscribe su objeto, “no parcela la realidad acotando unos determinados problemas como hacen las ciencias, sino que se preocupa por “todo cuanto hay” (Baigorri et al, 1998). Esto no significa que la filosofía sea como una enciclopedia que tiene que ocuparse primero de una cosa y luego de otra hasta agotarlas todas, sino, más bien, que no hay ningún problema que sea ajeno a la filosofía; lo único que puede ser ajeno a ella es el nivel de reflexión en el que se coloque el hombre al pensar (Baigorri et al, 1998). La filosofía es un saber que ENFOCA LO PRINCIPAL DE LA REALIDAD. Esto es, aquel aspecto a partir del cual será más fácil entender la realidad total. Naturalmente, hay diferencias acerca de cuál aspecto es el que debe considerarse como el principal o fundamental. La filosofía se distingue además de las otras ciencias por su punto de vista. Cuando considera un objeto, lo mira siempre y exclusivamente desde el punto de vista del límite, de los aspectos fundamentales. En este sentido, la filosofía 25 es una ciencia de los fundamentos. Donde las otras ciencias se paran, donde ellas no preguntan y dan mil cosas por supuestas, allí empieza a preguntar el filósofo. Las ciencias conocen; él pregunta qué es conocer. Los otros sientan leyes; él se pregunta qué es la ley. El hombre ordinario habla de sentido y finalidad. El filósofo estudia qué hay que entender propiamente por sentido y finalidad. Así, la filosofía, es también una ciencia RADICAL, pues va a la raíz de manera más profunda que ninguna otra ciencia. Donde las otras se dan por satisfechas, la filosofía sigue preguntando e investigando (Bochenski, 1975). 3. El saber filosófico es una reflexión RADICAL. Es decir, un estudio “que se coloca en una perspectiva de problemas últimos, de sentido. No le preocupa como funcionan las cosas, sino si poseen o no un sentido y cual es este, ya que de la contestación a estas preguntas depende lo que ha de hacer el hombre con su libertad, y este es el problema fundamental del ser humano” (Baigorri et al, 1998). Esto conlleva a que el filósofo tenga la obligación de plantearse problemas absolutos, “es decir, de no partir tranquilamente de creencias previas, de no dar nada por sabido anticipadamente. Lo sabido es lo que ya no es problema.” (Ortega y Gasset, 1972). Por lo que, “lo sabido fuera, aparte o antes de la filosofía es sabido desde un punto de vista parcial y no universal, es un saber de nivel inferior”, que adquiere caracteres “de ingenuidad y de relativa falsedad, es decir, que se vuelve otra vez problemático” (Ortega y Gasset, 1972). Pero, ¿qué aspecto de la realidad queda al margen de la ciencia? Por deformadas que puedan aparecer las grandes ideas de la civilización justicia, igualdad, libertad-, no son sino protestas de la naturaleza contra su situación de sojuzgada: los únicos testimonios formulados que poseemos. Frente a ellas la filosofía debería adoptar una actitud doble. Primero: debería negar su pretensión a ser consideradas como verdad suprema e infinita. Cada vez que un sistema metafísico presenta aquellos testimonios como principios absolutos o eternos, revela su relatividad histórica. La filosofía rechaza la veneración de lo finito: no sólo de ídolos políticos o económicos burdos como nación, líder, triunfo o dinero, sino también los valores éticos o estéticos como la felicidad, la belleza y hasta la libertad, en cuanto pretenden ser hechos establecidos, supremos e independientes (Horkheimer, 1973). Mientras que la ciencia no es, ni pretende ser, un saber que proporcione un conocimiento que se corresponda de forma adecuada, que recoja de manera exacta lo que es la realidad. Proporciona simplemente un conocimiento simbólico de la misma, y prueba de ello es que en muchos momentos históricos existen teorías diferentes acerca de partes de la naturaleza – como, por ejemplo, las teorías sobre la luz –, todas ellas igualmente adecuadas, igualmente científicas y se sigue, normalmente, aquella que, por motivos prácticos, resulta más eficaz, más útil. La filosofía, por su parte, aspira a llegar a una última unidad, a una esencia, a algo irreductible, a lo que es en sí, es decir, al ser. Esta situación del filósofo, que va aneja a su extremo heroísmo intelectual y que sería tan incómoda si no le llevase a ella su inevitable vocación, impone a su pensamiento lo que llamo imperativo de autonomía. Significa este principio metódico la renuncia a apoyarse en nada anterior a la filosofía misma que se vaya haciendo, el compromiso de no partir de verdades supuestas (Ortega y Gasset, 1972). 4. La filosofía es un saber SIN SUPOSICIONES. Entendiendo por tal un sistema de verdades que se han construido sin admitir como fundamento de él ninguna verdad que se da por probada fuera de ese 26 sistema. No hay, pues, una admisión filosófica que el filósofo no tenga que forjar con sus propios medios (Ortega y Gasset, 1972). De acuerdo con esta particularidad podemos decir que la filosofía tiende a llegar, después de la pluralidad y diversidad de los “fenómenos”, a darnos una concepción unitaria y CIERTA del mundo, de la vida y del espíritu. No basta con no errar: es preciso acertar, es forzoso atacar sin descanso nuestro problema, y como éste consiste en definir el todo o Universo, cada concepto filosófico habrá de ser fabricado en función del todo, a diferencia de los conceptos en las disciplinas particulares, que se atienen a lo que la parte es como parte aislada o falso todo. Así, la física nos dice solamente lo que es la materia como si sólo ella hubiese en el Universo, como si fuese el Universo... El filósofo, en cambio, buscará de la materia su valor como pieza del Universo y dirá la verdad ultima de cada cosa, lo que esta cosa es en función de todas (Ortega y Gasset, 1972). Pero, decir que el saber filosófico es un esfuerzo por adquirir CERTEZA sobre lo que es fundamental, no es filosofar (Garagorri, 1970). 5. La filosofía es un saber REFLEXIVO y CRÍTICO. Es REFLEXIVO, porque supone datos y hechos que le sirven de base para la reflexión. Detengámonos un momento en esta última forma de saber. La manera de considerar su objeto es distinta a la de cualquier otro tipo de saber, ya que no se limita a tener información objetiva de él, sino que REFLEXIONA sobre sí mismo; es decir: el acto o proceso mediante el cual la mente obtiene conocimiento de sí misma y de sus propias operaciones. La reflexión puede ser así una mera “noticia” que la mente recibe de sus operaciones (LOCKE) o un acto mediante el cual el “yo” se hace objeto de sí mismo (FICHTE), y de esta reflexión surge toda una problemática con la que la filosofía, hecha actividad, se enfrenta. Pero es, sobre todo, CRITICA, como también lo son las ciencias, pero éstas admiten siempre unos supuestos, unas hipótesis que no discuten nunca. ...debería admitirse que las ideas culturales fundamentales llevan en sí un contenido de verdad, y la filosofía debería medirla en relación con el fondo social del que proceden. La filosofía combate la escisión entre las ideas y la realidad. Confronta lo existente dentro de sus nexos históricos con la pretensión de sus principios conceptuales, a fin de criticar la relación entre ambos y así transcenderlos (Horkheimer, 1973). El nivel critico de la filosofía es más profundo y, además, renuncia a apoyarse en ningún supuesto, en ninguna verdad que no haya probado previamente, se enfrenta críticamente con las hipótesis y supuestos que las ciencias han aceptado sin explorar, pues analiza los fundamentos de todo lo que considera y nunca se limita a aceptarlos de forma ingenua, lo que la lleva a criticar ideas, instituciones, comportamientos, es un estudio CRÍTICO de estos mismos principios en que se apoya la ciencia. Hay que tener en cuenta que criticar no es rechazar, sino discernir, distinguir, valorar, seleccionar. La crítica es, por lo tanto, uno de los rasgos más característicos por el cual el saber filosófico se distingue del saber científico. La filosofía, en efecto, indaga en la naturaleza de dichos principios, busca sus contradicciones, sus fundamentos, su origen, y los acepta cuando después de ese análisis crítico no encuentra razones para rechazarlos. El filósofo aborda con valor los problemas que el hombre de ciencia contempla tímidamente. El filósofo plantea y discute las soluciones más o menos aventuradas de las cuales es el primero en desconfiar, y que, aunque frágiles y precarias, no dejan de tener influencia sobre el progreso de la ciencia tímida y paciente (Ortega y Gasset, 1972). La filosofía es crítica, no porque su función sea siempre militar en la oposición, 27 sino porque, además de su tarea explicativa, tiene que ser factor de cambio y de progreso. La perspectiva radical y el nivel critico en los que se sitúa la reflexión filosófica impiden, entre otros cosas, que sus conclusiones se puedan confirmar por medio de la experiencia y dan origen a esta situación de diversidad. 6. La filosofía es un saber de SEGUNDO GRADO. Ya que emplea los datos y contribuciones de los demás tipos de saber, que son siempre un conocimiento de primer grado sobre la realidad. “Totalizador, porque se esfuerza por superar la razón especialista de cada ciencia, y de segundo grado, porque su esfuerzo supone el trabajo previo de las ciencias” (Baigorri et al, 1998). 3.c.i. El Saber Filosófico y las Otras Clases de Saber. Es preciso abandonar las atropelladas generalizaciones del pensamiento mítico y del saber científico, cuando se salta más allá de los estrechos límites en que está confinada cada una de estas clases de saber. Para ello podemos establecerse, como lo ha señalado Arostegui (1985), algunas diferencias entre el saber filosófico y las otras clases de saber. SABER FILOSÓFICO SABER CIENTÍFICO 1. “El saber filosófico intenta conocer su objeto por sus primeros principios y sus primeras causas; en cambio, el saber científico no se interesa por causas y principios, sino por constatar hechos, determinar propiedades y formular leyes”. 2. “El asentimiento del saber filosófico recae principalmente sobre el elemento subjetivo del saber, de ahí que las teorías filosóficas tengan un carácter marcadamente personal porque, a través de ellas, se manifiesta el modo de ser del filósofo. “Que clase de filosofía se elige -ha dicho FICHTE-, depende de que clase de hombre se es”. 1. “El objeto que estudia el saber científico es particular, en cuanto se limita a un sector determinado de la realidad; en cambio, el objeto del saber filosófico es universal. Pretende conocer la realidad toda”. 2. “En el saber científico, el sentimiento recae principalmente sobre el elemento objetivo del saber de ahí que las ciencias se distingan por su mayor rigor y objetividad, por su impersonalidad también. El modo de ser del hombre de ciencia difícilmente se refleja en sus teorías científicas...” El saber filosófico y el saber científico no sólo no se oponen, sino que se encuentran como dos extremos, como en dos polos entre los que se desarrolla todo el 28 pensamiento racional de la humanidad. Mientras que en la línea opuesta a lo empírico, en la línea de una mayor teoría o de una teoría de mayor alcance, más universal o menos particular, conforme va hacia interpretaciones más globales, hacia cuestionamientos teóricos de mayor alcance de los principios que regulan un mismo conocimiento; en esa línea se camina hacia planteamientos más filosóficos. Pues el conjunto de problemas (ser, sentido del conocimiento, de la vida, etc.) se encuentra siempre en una consideración filosófica, aunque a veces sea sólo para reducirlos a seudo problemas. Pero, también con respecto a los otros tipos de saber, podemos señalar ciertas diferencias: SABER FILOSÓFICO SABER RELIGIOSO Y POPULAR 1. La fuente del conocimiento es mediante la razón y de la conciencia individual. 1. La fuente del conocimiento del saber religioso es mediante la fe. 2. La fuente del conocimiento del saber popular procede de la conciencia colectiva y es fruto de la experiencia existencial. 3.c.ii. Carácter Interdisciplinario e Interrogativo. Pero, también, la filosofía es un saber eminentemente interdisciplinario, ya que emplea las aportaciones de diferentes disciplinas científicas y de distintos tipos de saber, sin limitarse a ninguno de ellos; en este sentido, la filosofía va más allá de las habituales especializaciones del saber científico. Este rasgo es una derivación de su carácter GENERAL y CRÍTICO. Debe señalarse que en la filosofía la ACTITUD INTERROGATIVA posee un gran valor, y se ha dicho que en ella son más importantes las preguntas que plantea que aquellas respuestas que pueda ofrecer: tal consideración es consecuencia del carácter CRÍTICO que caracteriza a la filosofía. Por todo esto, a la pregunta ¿qué es filosofía? Muchos se dan por satisfechos con la respuesta etimológico-psicológica: es el amor al saber. Como si el amor o el deseo de saber tuviera que ser, por sí mismo, filosófico, siendo así que casi siempre el deseo de saber es de índole práctica, tecnológica o científica, y muchas veces frívola curiosidad o curiosidad infantil; y como si la filosofía no fuese también algo más que un mero amor al saber, es decir, como si la filosofía no comportase por sí misma un saber, por modesto que sea. La respuesta a la pregunta ¿qué es filosofía?, sólo puede llevarse a efecto impugnando otras respuestas que, junto con la propuesta, constituya un sistema de respuestas posibles; porque: El saber filosófico es siempre (y en esto se parece al saber político) un saber contra alguien, un saber dibujado frente a otras pretendidas clases de saber. Lo que quiere decir que prácticamente es imposible responder a la pregunta ¿qué es filosofía? Si no es en función de otras clases de saber que constituyen las coordenadas de una educación de la persona y del ciudadano. 3.d La “Praxis” Filosófica Este conjunto de rasgos no ha sido suficientemente reconocido por algunas personas, que han pensado más en la filosofía como una ciencia, como una construcción de ideas, que como un hacer humano; y, como afirma Marías (1971), no se puede 29 olvidar que “la filosofía es algo que el hombre hace, aunque luego resulte que eso que hace es una ciencia”. La filosofía es un hacer que es PRAXIS, es decir, que ha de encauzar el acontecimiento del hacer, comprender cómo se hace el acontecimiento. La palabra griega “praxis”, tan admitida en los sistemas simbólicos actuales, expresa “acción reflexiva”. “La praxis filosófica, por tanto, designa un modo de hacer filosofía distinta del puramente especulativo o contemplativo. Ahora la filosofía no consiste principalmente en saber, si no en hacer; o a lo sumo consiste en un saber dirigido a la acción, concebido como un instrumento de la misma” (Arostegui, 1985). Y como las personas hacen siempre lo que hacen por algo y para algo, esas motivaciones son componentes básicos del hacer, “la filosofía viene calificada intrínsecamente por ellos” (Marías, 1971); es decir, no sólo es circunstancial, porque las personas que filosofan se hallan en una circunstancia determinada y su punto de vista actúa como un componente de lo real, “sino que la filosofía, en cuanto hacer humano, se nutre de la circunstancialidad” (Marías, 1971). Esto nos conduce de nuevo al asunto del origen de la filosofía. Pero, como a anotado Marías (1971), “bajo este rótulo, un tanto equívoco, se esconden dos problemas diferentes”: a) El origen de la filosofía en la persona que tiene que filosofar. Esto es, en cada una de las personas a quienes acontece esto y que se encuentran definidos por una situación concreta, en una circunstancia determinada. b) El origen de la filosofía en el mundo, es decir, en las personas. Con esto último no se quiere afirmar que es un asunto abstracto, ausente de cualquier circunstancia concreta, sino más bien que ello expresa un retroceder a otra situación, más remota, “que es aquella en que algunos hombres se sintieron forzados a filosofar por primera vez” (Marías, 1971). Como siempre nos encontramos dotados de ciertas creencias que recibimos desde nuestro entorno, es por lo que confiamos en algunos modos por los cuales orientamos nuestra vida. “Pues bien, la filosofía surgió en el ánimo de algunos hombres cuando se sintieron en desvío respecto a las creencias entonces vigentes, y tuvieron la audacia incomparable de atreverse a sustituirlas por otras nuevas” (Garagorri, 1970). ¿Cuál es la explicación del hecho de que, un buen día, las personas se pusieran a filosofar? Por esto las personas hemos seguido filosofando, “ello quiere decir que en cada una de las situaciones que han pasado desde TALES DE MILETO perdura el componente que excitó la necesidad de la filosofía” (Marías, 1971), el asombro ante las circunstancias, “el asombro ante el aspecto acostumbrado de la naturaleza, con su girar de día y noche, de estaciones, de lluvias – el asombro según el dicho platónico” en el Teeteto (Valverde, 1983): “Muy propio del filósofo es el estado de tu alma: la admiración. Porque la filosofía no conoce otro origen que éste, y bien dijo – pues era un entendido en genealogía – el que habló de Iris como hija de Taumate” (Platón, Teeteto), es decir, que es hija del asombro, “de la capacidad de admirarse ante la realidad, de la capacidad de ver” nuestro mundo “cada día con ojos nuevos” (Valverde, 1983). Esto envuelve dos cuestiones, señaladas por Marías (1971): a) Que después de haberla realizado los primeros filósofos no quedó hecha, 30 sino que persistió como quehacer, como praxis; b) Que todas las personas que posteriormente han filosofado lo han hecho desde una circunstancia muy distinta. Así, el saber filosófico de los presocráticos se encontraba definido por el hecho de que no había filosofía, el de sus continuadores por haberla – esto no quiere decir que es la misma, sino que es algo distinto en cada caso –, es decir, toda la que le antecede. Pero, ¿en qué consiste este quehacer? 3.d.i. Los Problemas y las Disciplinas de la Filosofía. Es evidente que muchos de los análisis que se realizan en filosofía mantienen una cierta conexión con la sociedad y la época en la que esos análisis se han realizado. Sin embargo, muchos de los problemas filosóficos poseen un carácter general que sobrepasa el marco histórico y social en el que han surgido. Esto es lo que explica, en cierto modo, el carácter intemporal de algunas de las cuestiones filosóficas más relevantes, como es la pregunta por el ser, el sentido del cambio, el concepto de sujeto, la estructura de la trascendencia o el alcance del conocimiento. Para un acercamiento a los problemas clásicos de la filosofía, se podría obtener una caracterización intentando señalar cuáles son los temas centrales de su investigación: 1. El SER. Ser es un término que expresa lo más general que puede decirse de una cosa, sea ésta real, posible o simplemente concebible. El problema del ser presenta siempre una doble vertiente: a. EL SER COMO ALGO REAL, es aquello que todas las cosas tienen en común al margen de sus características individuales. Este ser puede concebirse como algo único, inmutable y verdadero frente a la engañosa diversidad física (PARMÉNIDES), o como algo que posibilita los demás seres, ya sea por participación (PLATÓN), ya sea por analogía (ARISTÓTELES, ESCOLÁSTICA), o como lo único existente que se presenta de diversas maneras (SPINOZA), y b. EL SER COMO ALGO PENSADO, teniendo el valor de categoría del pensar y coincidirá con el ser real si se tiene un concepto realista del conocimiento, o será meramente la forma de nuestro conocimiento si no se admite la posibilidad de que éste refleje adecuadamente la realidad. El problema del ser conduce al problema de Dios, al que siempre se considera el ser por excelencia. 2. El COSMOS. Es el mundo físico en su totalidad. Este problema se entronca siempre con todo lo que la ciencia puede suscitar. 3. El HOMBRE. Es el ser que por su composición material forma parte del cosmos, pero que, por otra parte, es capaz de pensar, reflexionar, sentir, preguntarse por el sentido de las cosas y de la vida. 4. El CONOCIMIENTO. Es problema de la filosofía especialmente desde dos puntos de vista: (a) desde él mismo y de su estructura y (b) desde su relación con lo conocido. Estos problemas en toda filosofía se encuentran en dependencia unos de otros. Por ello en todo filósofo existe la convicción de que el saber filosófico tiene este doble objetivo: • Es un INTENTO DE CLARIFICACIÓN DE LA REALIDAD, explicando seres y acontecimientos; • Es una FUERZA ORIENTADORA DE LA CONDUCTA. De estos cuatro problemas se desprenden un conjunto de disciplinas, entre las 31 que podemos mencionar: la HISTORIA DE LA FILOSOFÍA, en cuanto ésta no se limita a una exposición de las distintas doctrinas filosóficas, sino que pretende reconstruir críticamente determinadas argumentaciones o sistemas filosóficos. Cabe señalar, asimismo, la existencia de una variedad de análisis filosóficos de determinadas ramas de la ciencia o de la actividad humana, que constituyen áreas especializadas o disciplinas como son la FILOSOFÍA DE LA HISTORIA, la FILOSOFÍA DE LA CIENCIA, la FILOSOFÍA DEL DERECHO o la FILOSOFÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES, entre otras. Precisamente, de acuerdo con el tipo de problema que abordan, la filosofía se han dividido en disciplinas teóricas y disciplinas prácticas. Las DISCIPLINAS TEÓRICAS giran en torno de los problemas cognoscitivos. Aquí podemos ubicar: la TEORÍA DEL CONOCIMIENTO o GNOSEOLOGÍA, cuyo planteamiento se refiere a los modos, clases, esencias, posibilidad, validez y origen del conocimiento humano. La LÓGICA que se propone investigar los elementos y estructuras formales de los sistemas de enunciados. La FILOSOFÍA DE LA CIENCIA (llamada en ocasiones: EPISTEMOLOGÍA) que investiga la estructura, fundamento y métodos desarrollados por los sistemas científicos. Además de preocuparse por temas eminentemente teóricos denominados “abstractos”, la filosofía centra su atención en los principios, formas y sentido de la praxis humana, son las DISCIPLINAS PRÁCTICAS, que se refieren a la acción humana. Dentro del conjunto de disciplinas prácticas de la filosofía podemos mencionar: La ÉTICA, la cual estudia la conducta moral de las personas en la vida social. La AXIOLOGÍA o TEORÍA DE LOS VALORES que estudia tanto la experiencia estimativa de los principios axiológicos universales, sus formas, fundamentos y alcances. La ESTÉTICA cuyas reflexiones se centran en las formas y principios de la contemplación y la creación artística. Otras disciplinas de carácter práctico, muy ligadas con las anteriormente citadas, son: la FILOSOFÍA DEL DERECHO, la FILOSOFÍA POLÍTICA, la FILOSOFÍA SOCIAL, además, están: la FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN, la FILOSOFÍA DE LA CULTURA y la FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN. La cumbre de estas disciplinas está representada por una rama filosófica muy importante que engloba todas las filosofías: la ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA, cuyo objeto de investigación ha sido del ser humano como sujeto de la cultura, como creador y sustentador de valores morales, religiosos, estéticos, económicos, etc. 3.d.ii. Tres Actitudes ante los Problemas de la Filosofía. Ahora bien, la filosofía no consiste sólo en detectar todos estos problemas, sino en considerarlos y resolverlos. Pero, ¿qué actitud se debe adoptar para resolver y afrontar estos problemas? Frente a ellos caben tres actitudes: 1. O PROCURARSE UN SISTEMA TEÓRICO que explique el mundo en el más amplio sentido de la palabra (seres físicos, hombre, cultura, etc.) 2. O ENCONTRAR UNA EXPLICACIÓN a todo que justifique al hombre como tal y le lleve a cierto tipo de actitud. 3. O en ciertos filósofos el interés radica en OBTENER UNA SABIDURÍA ABSOLUTA, inaccesible por la razón (aunque a menudo ésta es una 32 propedéutica de aquélla) y sólo alcanzable por una experiencia inexpresable (mística) Todo esto nos conduce a tratar otro problema capital, el problema del método. ¿Cuál es el método de estudio del saber filosófico? 3.d.iii. El Método de la Filosofía. Pero para abordar los problemas que plantea el saber filosófico es indispensable una doble disposición de ánimo para filosofar. 1. Es decididamente imprescindible ADMIRARSE DE TODO. Esto es, percibir y sentir, tanto en el mundo de lo real como en el mundo de los conceptos, que todo es un problema, “plantearse ante el universo y el propio ser humano con un sentimiento de estupefacción, de admiración, de curiosidad insaciable...” (García Morente, s. f.). Ya PLATÓN había dicho que la primera virtud del filósofo es admirarse, sentir esa inquietud que hace que donde otros pasen tranquilos frente o al lado de las cosas que lo rodean, sin sospechar siquiera que hay un problema; por el contrario, el que tiene una disposición filosófica está siempre inquieto, intranquilo. Como ha afirmado García Morente (s.f.): “Aquel para quien todo resulta muy natural, para quien todo resulta muy fácil de entender, para quien todo resulta muy obvio, ése no podrá nunca ser filósofo”. 2. En el quehacer filosófico conviene tener una disposición que bien pudiéramos llamar: RIGOR EN EL PENSAMIENTO, de exactitud. Este requerimiento de rigor debe tener dos aspectos primordiales: (a) conducir a la eliminación, en todo lo posible, de aquellas consideraciones cómodas pero inútiles que emanan del saber popular. La filosofía debe emplear un rigor metódico para el esclarecimiento de sus problemas, lo que es incompatible con la excesiva facilidad con que las concepciones del saber popular pasan de persona a persona. Además, (b) tampoco se debe pensar que el quehacer filosófico es como las ciencias; “que la filosofía no puede ser sino la síntesis de los resultados obtenidos por las ciencias positivas” (García Morente, s. f.). Frecuentemente sucede que grandes científicos, que poseen toda nuestra admiración, hacen muchas veces el ridículo, porque se ponen a filosofar de una manera totalmente ingenua. Asimismo, hemos distinguido que el saber filosófico no es una ciencia, aún cuando puede llegar a ser tan riguroso como el saber científico. No sólo se da una clara discrepancia en cuento a su propósito, sino también en cuanto a su método. Y si bien es frecuente aseverar que toda persona es filósofa, el saber filosófico ha desplegado a lo largo de su historia un conjunto de conceptos y métodos que conforman una técnica y una sensibilidad conceptual muy determinada; de ahí que sea necesario destacar el carácter técnico que posee gran parte del trabajo filosófico. Aunque se discute la cuestión de los métodos de la filosofía, podemos comenzar preguntando con Fingermann (1980): ¿Existe un método propio de la filosofía? Según el sentido filosófico que se adopte para enfrentar este problema, esta pregunta puede ser respondida en forma negativa y en forma afirmativa. Los que niegan la existencia de un método propiamente filosófico se basan en el hecho de que otras disciplinas aplican otros tantos diversos métodos, propios de las ciencias del espíritu (Fingermann, 1980). 33 Y los que afirman la existencia de un método filosófico específico. A partir de SÓCRATES la filosofía empezó a tomar conciencia de sí misma y conocedora de los métodos que emplea. SÓCRATES es el primer filósofo que nos habla de su método que ha denominado MAYÉUTICA (o arte de “alumbrar” los espíritus) por el que lograba que sus interlocutores descubrieran la verdad a partir de ellos mismos. Así, el método de la filosofía consiste: 1. En preguntar, en interrogar a las personas y a las cosas, el INTERROGATORIO SISTEMÁTICO. Precisamente, el método de la MAYÉUTICA no es más que un interrogatorio sistemático, es decir, preguntas adecuadas realizadas en tiempos oportunos. Este método socrático del interrogatorio sistemático es el que PLATÓN perfecciona al aceptar su filosofía y su forma de debate: la obtención de la verdad mediante preguntas, respuestas y más preguntas, para finalmente convertirla en lo que él llama: 2. La DIALÉCTICA, que es un método que investiga la naturaleza de la verdad mediante el análisis crítico de conceptos e hipótesis y a través de la discusión en forma de preguntas y respuestas. Más tarde, el más famoso alumno de PLATÓN, ARISTÓTELES, entendió la dialéctica como la búsqueda de la base filosófica de la ciencia, y la utilizó frecuentemente como sinónimo de ciencia de la lógica. 3. Se trata de un proceso DISCURSIVO, de una encadenación de razonamientos en que intervienen el ANÁLISIS y la SÍNTESIS. El ANÁLISIS, para encontrar las notas esenciales de un concepto, y la SÍNTESIS para unificar esas notas, gracias a las relaciones descubiertas entre ellas. 3.e Utilidad de la Filosofía La filosofía es el descubrimiento de una nueva forma de vida intelectual que, por lo demás, no puede separarse de la vida social. La afirmación de que “resulta a todas luces evidente que no estudiamos la filosofía por otro motivo que ella misma” (Aristóteles, Metafísica), ha ayudado a establecer la opinión de que la filosofía es un saber que carece de utilidad. ¿Por qué, entonces, debemos estudiar filosofía? Asiduamente oímos decir que el saber filosófico tiene poco sentido; por lo que, cuando se oye preguntar para qué sirve la filosofía, la respuesta es, como lo ha afirmado Deleuze (1971): “La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido”. Depende, claro está, de cómo manejemos el concepto de utilidad. Si entendemos lo útil como aquello que puede producir un beneficio, un provecho, como aquello que puede satisfacer una necesidad humana, y pensamos que el ser humano sólo posee necesidades materiales, entonces la filosofa no es útil. Sólo son útiles las ciencias o, más en concreto, las técnicas que de ellas se derivan (Baigorri et al, 1998). Pero las necesidades que tenemos las persona no son sólo de índole materiales. “En nuestra vida actual nos sentimos impulsados a buscar una unidad integradora de todos nuestros conocimientos que, a la vez, fundamente y ponga un orden en nuestras valoraciones sentimentales y en las finalidades de nuestra conciencia viviente. Y para nosotros eso es, por lo pronto, filosofía” (Ortega y Gasset, 1973). Por esto el saber filosófico es de gran utilidad para las personas. Siguiendo a Baigorri et al (1998), podemos afirmar que si la razón es la única herramienta que poseen las personas para dar respuesta razonada y crítica a sus problemas, entonces: 34 1. El saber filosófico “es una actividad imprescindible para la supervivencia de unos seres, como los humanos, que no poseemos un lote de respuestas programadas de antemano y que necesitamos continuamente decidir cómo vamos a realizar nuestra libertad, cómo vamos a vivir nuestra vida”. El saber filosófico es el único capaz de poner racionalmente los principales criterios que habrán de guiar la condición misma del ser humano; por lo que sería un disparate imaginar que lo más significativo de ser persona, como lo es su libertad, ha de emplearse sin mediación de la razón. 2. El saber filosófico, “al no dar nada por supuesto, se convierte en imprescindible para realizar la crítica de los supuestos de las ciencias”. Se diferencia de los demás conocimientos en que se levanta sobre todos los particularismos científicos y aspira no sólo a la unidad integral de ellos, sino a la unidad de todo nuestro saber con todo nuestro sentir y nuestro querer. Por eso su procedimiento consiste en recurrir del hombre desparramado en esta o la otra actividad científica -ciencias naturales o del arte, del derecho y del Estado- a la unidad viva que ese hombre es y de la cual se ha separado diversificándose, esto es, perdiendo la unidad originaria que tiene en la conciencia que las crea (Ortega y Gasset, 1973). De aquí que la definición formal de filosofía sea, en su sentido figurado y más familiar: Filosofía es el conjunto de ideas y principios con que una persona define teórica o prácticamente su actitud ante la vida. Si bien, en nuestra época, el saber filosófico ha perdido parcelas de conocimiento a medida que la ciencia ha tomado cuerpo y se ha desarrollado en numerosas especialidades; aún así, siempre queda, y quizás quedará, un margen para especular y razonar sobre el sentido de la vida y del universo; y es en ese margen en que el pensamiento filosófico seguirá vigente. Son frecuentes, en nuestro entorno cultural, ciertos juicios negativos y descalificadores respecto de la filosofía. Oímos decir que el saber filosófico es algo incomprensible, algo alejado de la vida real, y dedicarse a ella es perder el tiempo en divagaciones inútiles. Esta forma severa de enjuiciar la filosofía depende, en gran medida, de cierta mentalidad positivista que parece caracterizar a una época, la nuestra, principalmente volcada hacia la tecnología. Ya en tiempo de SÓCRATES la filosofía fue considerada como una tarea inútil. Sin embargo, la historia y los contenidos fundamentales del pensamiento humano son difícilmente comprensibles sin la existencia de la filosofía. Pero tampoco hay que olvidar que los enemigos de la filosofía son frecuentemente quienes temen al pensamiento crítico por hallarse muy a gusto con la desorientación de la humanidad contemporánea. El saber filosófico tiene que reclamar sus dominios justamente mostrando su necesidad y su capacidad para enfrentar adecuadamente los graves problemas que afronta la praxis humana en el mundo. 3.e.i. La Dimensión Social de la Filosofía. Como lo ha señalado Arostegui (1985), cuando se trata de determinar qué es el saber filosófico es preciso tener en cuenta el entorno social de todo saber. “La consideración social de la filosofía puede aportar nuevas informaciones sobre el saber filosófico, sobre todo atendiendo a estas cuestiones: qué personas hacen filosofía y 35 qué función desempeña la filosofía en la sociedad”. Para algunas personas, el saber filosófico es sólo accesible a un cierto tipo de persona dotadas de una alta capacidad intelectual: el filósofo. Otros han alegado que: 1. Todas las personas poseen la capacidad de filosofar. En la práctica, SÓCRATES también habría aceptado la concepción democrática de la filosofía, pues actuó filosóficamente con todas las clases sociales, incluidos los obreros manuales, tan despreciados por la intelectualidad griega. Respecto al puesto del saber filosófico en la sociedad, igualmente se han dispuesto dos modos distintos y opuestos: 2. Corrientemente, el saber filosófico ha desempeñado en la sociedad una función libertaria. Tanto la especulación como la praxis filosófica contribuyeron considerablemente a liberar a la humanidad del mito, de la superstición, del error e incluso de muchas trabas sociales y políticas que impedían al hombre el ejercicio de su libertad. Así se explica el frecuente hecho histórico de las medidas represivas adoptadas en este sentido por las fuerzas dominantes. A lo largo de la historia, muchos filósofos fueron desterrados, encarcelados, ejecutados, prohibidos y destruidos sus libros (Arostegui, 1985). 3. Pero también el saber filosófico ha sido esgrimida en ocasiones como un instrumento opresivo. En ambos casos, el saber filosófico es un saber que anhela a darnos una visión del mundo y de la vida; entonces, es necesario dar una explicación un poco más detallada de este problema. 3.e.ii. La Concepción del Mundo de la Filosofía. Podemos decir que, la concepción del mundo que proporciona tanto el saber científico y como el filosófico se logra a través “de una generalización de los datos parciales” de la ciencia y la filosofía, “y es susceptible de modificación y desarrollo, en tanto que la cosmovisión o concepción del mundo es dada de una vez en su totalidad, es inalterable y depende en gran medida del carácter individual, del pueblo o conjunto de pueblos, del momento histórico, etc.” (Ferrater Mora, 1965). La concepción del mundo se manifiesta de este modo como un conjunto de intuiciones que dominan no sólo las particularizaciones teóricas de una forma de ser persona o de cultura y que determinan todo saber científico, “sino que abarcan también y en particular las formas normativas, haciendo de la concepción del mundo una norma para la acción” (Ferrater Mora, 1965). De esto se deduce que todas las personas son filósofas; “o, permítasenos decir, si ellos no son conscientes de tener problemas filosóficos, tienen en cualquier caso, prejuicios filosóficos. La mayor parte de estos prejuicios son teorías que inconscientemente dan por sentadas, o que han absorbido de su ambiente intelectual o de la tradición” (Popper, 1979). La filosofía, en tanto posee los rasgos de ser un sistema simbólico “totalizador de la experiencia humana, radical en cuanto a sus planteamientos, y crítico en todo preconcepto, prejuicio y precomprensión; es, además, un METALENGUAJE respecto a los lenguajes de la ciencia” (Baigorri et al, 1998). A partir este punto de vista se muestran como concepciones del mundo extensos sistemas simbólicos, que usualmente se presentan como filosofías o como simples perspectivas metafísicas. “Los caracteres comunes a todas ellas –afán de saber integral, referencia a la totalidad, solución a los problemas del sentido del mundo y de la 36 vida – son insuficientes para una dilucidación completa del problema de las cosmovisiones en todo lo que son” (Ferrater Mora, 1965). Por ello, de acuerdo con los propósitos que se plantee la praxis filosófica, podemos diferenciar, junto con Arostegui (1985), dos tipos de praxis filosófica: 1. Una praxis PERSONAL que concierne a una noción de la filosofía como “saber de salvación”, o sea, como un medio para alcanzar la vida feliz. El saber filosófico griego, en general, trata de dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿qué debo hacer para ser feliz?, como único propósito que algunos pensadores le han dado a la filosofía. Así, EPICURO reconoce la felicidad como el fin o bien supremo de las personas. Pero, como estas son mortales, entonces la felicidad únicamente se da en esta vida. EPICURO destaca la importancia del cuerpo como cimiento de la existencia y afirma que la felicidad de las personas consiste en ir gozando moderadamente de todos los placeres, postura que ha sido llamada HEDONISMO. O, como sostienen los ESTOICOS, cuya preocupación principal es, también, “conseguir la felicidad, que se basa en vivir en armonía con el mundo adaptando las necesidades individuales a las de la naturaleza a través del vínculo universal que constituye el logos, principio racional del que participan todos los seres” (Sánchez C., 1999). Aceptando esta premisa, el estoicismo propone que para ser feliz basta con aceptar sin alegrías y sin tristezas todo lo que nos ocurra, es decir, dominando las pasiones, basta con pensar que somos parte del mundo, que estamos sujetos a la ley cósmica y que no podemos rebelarnos contra ella. 2. Una praxis que intenta transformar o modificar lo SOCIAL, y que surge también en el pensamiento griego. En última instancia, puede decirse que esta fue la finalidad que se propuso SÓCRATES al hacer filosofía: mejorar la ciudad mejorando a los ciudadanos, e incluso modificando las leyes que son discutibles e incluso recusables cuando no están de acuerdo con la justicia natural. En un sentido más radical se habían pronunciado los sofistas contra la estructura política ateniense (Arostegui, 1985). Desde aquí, el saber filosófico es, en cierto modo, una manera de hacer filosofía práctica cuya praxis tiene una especial proyección social y política: la de legitimar el orden establecido de una forma determinada de gobierno como un instrumento de opresión o de liberación, según sea el caso. Aquí entra asimismo el campo todo de la vida social, económica y política, las formas todas de la convivencia y colaboración humanas. No solamente configura las circunstancias externas de los hombres que pertenecen a un determinado marco cultural histórico, sino que influyen en sus formas de pensar, en su ideología y modos de representación, con sus convicciones y valorizaciones; con otras palabras, influye en la totalidad de la imagen que el hombre tiene de sí mismo en el mundo histórico concreto (Coreth, 1965). En esto, la praxis filosófica se encuentra referida de una manera directa con aquellas formas de pensamiento que se denomina “ideología”; que ha conducido, desde el siglo XIX hasta nuestra época, a plantear la relación existente entre la IDEOLOGÍA y sus conflictivas relaciones con la sociedad. 37 CAPÍTULO IV EL PROBLEMA DE LA IDEOLOGÍA ubsiguientemente, podemos afirmar que en todas las sociedades los relatos mitológicos, populares, religiosos, científicos y filosóficos han adquirido un cierto valor como intentos de concebir o visualizar el mundo y de legitimar el orden institucional existente, indistintamente de que se trate de un saber de carácter mitológico, religioso, popular, científico o filosófico. Pero, como con los sistemas simbólicos nos apropiamos de una determinada forma de visualizar el mundo. Ellos no sólo son medios de comunicación, sino que, además, por medio de ellos nos pensamos y entendemos a nosotros mismos, por el que podemos comunicar determinadas formas de pensamiento, ideas y concepciones, y en el que encuentra eco una tradición ideológica y cultural. El lenguaje penetra en nuestro propio mundo intelectivo en el que la realidad ya ha experimentado una determinada interpretación (Coreth, 1965). El término de “ideología” es uno de los vocablos filosóficos más usados actualmente en los más diversos sentidos, por lo que es uno de los términos cuyo significado es más variable e impreciso. Con él se ha intentado exponer un amplio sistema de conceptos y creencias, muchas veces de naturaleza política, que defienden un grupo o una persona. Los diferentes sentidos que se le han dado al término de “ideología” “pueden variar desde una acepción tan amplia y vaga como “un conjunto de creencias generales sobre el mundo y la sociedad”, hasta otra más estrecha pero igualmente vaga como “falsa conciencia”. Entre estos dos extremos podemos encontrar todos los sentidos intermedios, según los propósitos” de cada persona (Villoro, 1985). Y, sin embargo, para una sociedad dominada por el campo senmántico economicista y pragmatista, el tema de la ideología ha llegado a cobrar en nuestros días especial interés porque en se ha proclamado ya el fin de todas las ideologías. Además, quienes han afirmado el cese de toda forma ideológica aspiran a hacerlo desde una posición de total imparcialidad ético-política y desde una neutralidad axiológica absoluta. Desde ahora lo aseveramos de una vez, dicha pretensión es imposible, ya que los métodos y los presupuestos de los que se puedan partir están impregnados de valoraciones sobre el mismo asunto y sobre el sujeto humano que la realiza, y si no se es consciente de que se está también sometido al cuestionamiento de sí mismo, se puede hacer la peor IDEOLOGIZACIÓN, la peor MITIFICACIÓN, de la realidad social y política y de sus logros. Por ello, para intentar reflexionar sobre las ideologías y su papel legitimador en la sociedad actual, vamos a comenzar por dar una definición descriptiva de lo que se entiende por este término, para pasar con posterioridad a analizar sus características más importantes. 1. Aproximación al Concepto de Ideología Podemos decir, como una primera aproximación por lo que debemos entender por el término de “ideología”, que es un conjunto de ideas, conceptos, MITOS, etc., que: Es un conjunto ordenados más o menos sistemáticamente y coherente de percepciones y representaciones de una cierta interpretación de la realidad histórico-social, cuyo fin es explicar y legitimar el orden social, político y económico existente, y constituyen una orientación para 38 la acción práctica en el seno de ella; por lo que está orientada “a justificar la situación social y política de un grupo o colectividad...” (Baigorri et al, 1998). Sin embargo, no todos los que emplean el término de “ideología” tienen una idea clara de lo que deben entender por él, y muchos de los que sí la tienen lo usan con sentidos diferentes. 1.a Orígenes del Concepto de Ideología Esta palabra es ya antigua. El término fue acuñado por primera vez por el filósofo DESTUTT DE TRACY, uno de los llamados ideólogos que intentó reformar la sociedad posrevolucionaria mediante una “ciencia de las ideas” pragmática. Pero el concepto moderno nació con los escritos de MARX y ENGELS, quienes le dieron sus connotaciones actuales, al pensar que las ideologías eran sistemas teóricos erróneos formados por conceptos políticos, sociales y morales desarrollados y protegidos por las clases dirigentes en su propio beneficio. 1.a.i. Características de las Ideologías. Siguiendo a Baigorri et al (1998), podemos señalar algunas de las principales particularidades que presenta las ideologías. 1. Pretenden ser un producto del pensamiento crítico, es decir, RACIONALES. Al ser un sistema simbólico de ideas, juicios y representaciones de lo real, se muestran como RACIONALES y frecuentemente como un saber científico. “Por eso suelen tener una lógica y una coherencia interna satisfactorias”. Al mismo tiempo, esclarecen y explican las circunstancias en que les toca vivir las personas en “sociedad y les infunden seguridad y confianza” (Baigorri et al, 1998). 2. Se encuentran al servicio de unos intereses y de unos valores morales particulares o de grupos. “Toda ideología defiende siempre unos intereses de grupo, o unas situaciones de hecho para justificarlas o criticarlas”. Su justificación y crítica continuamente se fundamenta en un conjunto de valores morales, “sean tradicionales o nuevos. Por ejemplo, el “ecologismo" se justifica como valedor de la defensa del medio ambiente y de la calidad de vida de las futuras generaciones” (Baigorri et al, 1998). 3. “Sirven para identificar a un conjunto de personas y para unirlas en una acción colectiva”. La ideología intenta dotar a sus seguidores de una fuerte conciencia de pertenencia a un colectivo (clase social, nación, partido, movimiento social, etc.) y les propone una acción común, unos objetivos a realizar en la sociedad y en la historia (Baigorri et al, 1998). 4. “Suponen un complejo fenómeno psicosocial” En las ideologías, los individuos canalizan sus energías, sus ideas, sus valoraciones y se organizan para actuar de un modo determinado y a veces agresivo en contra de otros grupos ideológicos. Existe un fuerte movimiento de identificación con un “nosotros” que vehicula estas aspiraciones individuales (Baigorri et al, 1998). Podemos adelantar ahora una primera conclusión: La ideología hace que las personas en sociedad se vean como criaturas “de sus propias ideas, fantasía y creencias”, como productos de su pensamiento mítico; en ambos tipos de saber, “se oculta la condición real del hombre bajo una idea abstracta” (Villoro, 1985). Por lo que, la ideología no sólo es un tipo de creencia INJUSTIFICADA, sino que también es una CONCIENCIA INVERTIDA de la realidad, es decir, una CREENCIA FALSA. 39 Pero, ¿son las ideologías una FALSA CONCIENCIA o una CONCIENCIA VERDADERA? 1.b Distintos Sentidos de Ideología La breve reseña histórica que hemos citado y las características que presenta el término de ideología, bastan para mostrar que la divulgación del concepto, en lugar de precisarlo, ha servido para confundirlo. Villoro (1985) afirma que esta confusión tiene su fuente en la diversidad de usos que tiene el término en las obras de MARX y de ENGELS. Una manera indispensable para poder caracterizar el término, es ordenando y distinguiendo con precisión los distintos sentidos en que se ha usado hasta ahora, así como la conexión que puede haber entre ellos. Podemos agruparlos en cuatro clases, que se encuentran en MARX y en ENGELS, y que corresponden a otras tantas caracterizaciones del término. Decimos, entonces, que se entiende por ideología: 1. Cuando se hace referencia a doctrinas o maneras de pensar que COSIFICAN IDEAS y que pretenden explicar por esas ideas a su productor o al proceso histórico de su producción. Es decir, como un conjunto de enunciados que tienen estas dos características: c) Como ESTILO DE PENSAR. Se trata, también, de una disposición mental de ver el mundo y a la persona de determinada manera; disposición que suele inducir a adoptar una manera o “estilo de pensar” que puede expresarse en esferas muy variadas de la actividad human. Para MARX, a partir de su obra Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, asume una posición ante HEGEL, al criticarle que su “idealismo expresa el intento de explicar la realidad, tanto natural como humana, por el desenvolvimiento de las ideas”. Con esto, lo que hace es una COSIFICACIÓN las ideas, por lo que “el desarrollo histórico y social se explica por el desarrollo de las ideas así COSIFICADAS” y oculta al ser humano concreto, a la persona, bajo una ABSTRACCIÓN (Villoro, 1985). MARX volverá del derecho el mundo hegeliano al revés, poniéndole los pies en el suelo, al explicar el proceso de producción por los mismos productos COSIFICADOS. Este nuevo giro copernicano es la base del llamado materialismo marxista, cuya expresión más famosa y concisa aparecerá en una frase de la Crítica a la Economía Plítica: “No es la conciencia de los seres humanos lo que determina su ser, sino el ser social lo que determina su conciencia... Ese Estado, esa sociedad produce la religión, una CONCIENCIA INVERTIDA del mundo, porque ellos son un mundo invertido”. En el lenguaje común, tiene ese sentido cuando tildamos de “DEFORMACIÓN IDEOLÓGICA” el intento de explicar una actuación política por las ideas que declaran tener sus actores y no por la función objetiva que realmente cumple. Por ejemplo: al juzgar la tendencia política de un partido o de un gobernante por sus declaraciones y discursos y no por las medidas o por las acciones que toma. La crítica a la ideología consiste fundamentalmente en mostrar que las concepciones religiosas, filosóficas, jurídicas, económicas, educativas, etc., se levantan sobre una creencia básica de la que depende su validez, pero que no está, ella misma, justificada; esa creencia, base de todas las demás, es un modo o estilo de pensar que no puede aducir ningún fundamento racional de su verdad. d) Como APARIENCIA. La visión marxista de la ideología tenía, además, “implicaciones epistemológicas, 40 sociológicas y culturales negativas, ya que estaba muy relacionada con otro concepto típico del marxismo: la “ALIENACION (Baigorri et al, 1998). El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general (Marx, Manuscritos Económico-filosóficos de 1844). El punto de partida de la reflexión de Marx es el hombre histórico que él encuentra negado en su ser-hombre, como EXTRAÑAMIENTO DE SÍ MISMO frente a otros individuos, a la sociedad o al trabajo. Por ejemplo, para MARX las jerarquías religiosas intentan perpetuar sistemas de fe que en el fondo protegen el bienestar económico de los que están en el poder. Este hecho, por lo demás, expresa: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él cómo un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto de la objetividad del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la economía política como desrealización del trabajador, la objetivación como perdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como ENAJENACIÓN (Marx, Manuscritos Económico-filosóficos de 1844). Al presentan los productos de un trabajo como cosas o cualidades de cosas independientes de ese trabajo. La ideología toma el valor como una propiedad material de la mercancía; para concluir luego, que el carácter social del trabajo sea visto como si fuera una propiedad de sus productos, cuando en realidad es una relación entre personas. Se trata, entonces, “de una FALSA VISIÓN DEL MUNDO, porque no percibe lo que la mercancía es, sino sólo cómo se manifiesta exteriormente. Ve la mercancía como lo que aparece (el valor de cambio), pero no como lo que es (el producto de un trabajo social.)” (Villoro, 1985). Según el marxismo, los trabajadores en el sistema capitalista sufren al menos un doble proceso de ENAJENACIÓN de sí mismos, de su subjetividad consciente. Por un lado, están ALIENADOS, cosificados en la actividad productiva, y, por otro, están también ALIENADOS por el producto de su trabajo, las mercancías. Hasta tal punto aparece la realización del trabajo como desrealización del trabajador, que éste es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición. La objetivación aparece hasta tal punto como perdida del objeto, que el trabajador es despojado de los objetos más necesarios no sólo para su vida sino para su trabajo. (El trabajo mismo se convierte en un objeto del que sólo puede apoderarse con los mayores esfuerzos y con interrupciones muy irregulares.) La apropiación del objeto aparece como enajenación que mientras más objetos produce el obrero, menos puede poseer y más cae bajo el dominio de lo que produce: del capital (Marx, Manuscritos Económico-filosóficos de 1844) Su “conciencia de clase” era el medio opuesto a la de la clase social antagónica, a la ideología burguesa. La “ideología burguesa” era el instrumento de la clase dominante para “falsear la conciencia” sobre la realidad, para engañar y explotar al obrero en su trabajo, en la educación y en la cultura. A partir de aquí MARX ofreció un giro cardinal en la concepción del ser humano. Las personas ya no pueden ser concebidas ni como un ser dotado por 41 los dioses, ni como metafísico o religioso, sino como un producto histórico, es decir, como el conjunto de sus relaciones sociales de producción. La crítica al saber religioso y popular no consiste en destruir sus argumentos o sus doctrinas, sino en destacar el estilo de ver el mundo y de pensar que se encuentra como supuesto en ellos; y el cual consiste en una disposición mental que MARX llama CONCIENCIA INVERTIDA de la realidad. 2. Como FALSA CONCIENCIA. La ideología es un tipo especial de FALSA CONCIENCIA de la realidad determinada por las relaciones sociales que oculta siempre los intereses de la clase dominante. MARX no lo aplicó nunca al conocimiento verdadero, sino sólo a una forma de error socialmente condicionada. Consiste en una FORMA DE OCULTAMIENTO en que los intereses y preferencias propios de un grupo social se disfrazan, al hacerse pasar por INTERESES y VALORES UNIVERSALES, y se vuelven así aceptables por todos. Esto es, un conjunto de enunciados que presentan como un hecho o cualidad objetiva lo que es cualidad subjetiva. Esta característica puede formularse de varias maneras: a) Enunciados que presentan INTERESES PARTICULARES, de un grupo social, como intereses universales y generales. b) Enunciados de VALOR (de preferencia personal) que se presentan como enunciados de hechos. c) Enunciados que expresan DESEOS o EMOCIONES PERSONALES y subjetivos, y se presentan como descriptivos de cualidades objetivas. Para juzgar que una creencia es INJUSTIFICADA, basta comprobar que no se acompaña de una fundamentación suficiente, pero para afirmar que es FALSA, necesita algo más: mostrar que no corresponde a la realidad. Y es que la “ideología designa una manera peculiar de ver el mundo y lo describe de manera INVERTIDA, por lo tanto, como FALSA” (Villoro, 1985). Todas estas caracterizaciones describen a la ideología como una FORMA DE FALSEDAD, y pertenecen a la teoría del conocimiento. Pero no toda creencia injustificada es necesariamente falsa. La falsedad de ese estilo de pensar sólo puede demostrarse desde una teoría que sí esté debidamente fundada. Esa teoría se levanta sobre el supuesto de la abolición del modo de pensar ideológico y la adopción del punto de vista contrario (Villoro, 1985). Así, el término “ideología” no se refiere a cualquier conjunto de creencias, connota un modo de pensar (una “conciencia”) FALSO, si bien no cualquier concepción falsa es ideológica, sino un tipo peculiar de falsedad caracterizada como “inversión”; por lo que la crítica a la ideología no puede ser ella misma ideológica. 3. Como SUPERESTRUCTURA. También entendemos por ideología un conjunto de enunciados que expresan creencias condicionadas, en último término, por las relaciones sociales de producción. Sobre las diversas formas de propiedad, sobre las condiciones sociales de existencia, se levanta toda una superestructura de sensibilidades, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida diversos y configurados de un modo particular. La clase entera los crea y los configura a partir de sus bases materiales y de las correspondientes relaciones sociales (Marx, El Dieciocho Brumario). Sobre la infraestructura económica se levantan una serie de estructuras que configuran la conciencia de las personas; por ejemplo: las religiosas, las políticas, las jurídicas, las artísticas, las educativas, etc. 42 El conjunto de estas ideas constituye formas de pensar ideológicas. “La SUPERESTRUCTURA configurada por la clase se refiere claramente a esos modos de generales de pensamiento en los que participa un amplio grupo, se convierten en convenciones socialmente compartidas, constituyen el bagaje de la tradición y son trasmitidos por la educación social” (Villoro, 1985), es decir, constituye parte del saber popular. Este sentido corresponde al concepto de ideología como parte de la SUPERESTRUCTURA social, la cual está constituida por las FORMAS DE CONCIENCIA SOCIAL. 4. Por último, como INSTRUMENTO DE DOMINIO. La ideología forma también parte de un sistema organizado de creencias irracionales, destinado a dirigir a los individuos con vista a una acción de dominio. Así tenemos aquellos conjuntos de enunciados que expresan creencias que cumplen una FUNCIÓN SOCIAL: a) DE COHESIÓN entre los miembros de un grupo; De aquí que, ideológico resulta todo conjunto de creencias que MANIPULAN a las personas para impulsarlos a acciones que promuevan el poder político de un grupo o una clase política determinadas. La IDEOLOGIZACIÓN se refiere a intereses objetivos de un amplio grupo de personas y cumple una función social a favor de ese grupo, favoreciendo el dominio de las ideas, el dominio de una clase política. b) DE DOMINIO de un grupo o una clase sobre otros. En efecto, no se entienden por ideología cualquier clase de creencias injustificadas sino sólo aquellas creencias que tienen una función de dominio si son aceptadas por otros como justificadas. La ideología se expresaría, pues, en una falsa generalización, por la que se presentan como universalmente válidos ciertos conceptos sobre la realidad y ciertos valores que rigen en una formación social dada, cuya vigencia corresponde al interés de dominio de una clase. Éste no es un proceso consciente, semejante al engaño deliberado o a la mentira, sino una operación espontánea de la que rara vez se percata la persona ideologizada (Villoro, 1985). Pero el término de “ideología” ha rebasado los límites del marxismo. Corregida por pensadores sociales posteriores, esta definición peyorativa de la ideología acabó por dominar el uso moderno del término. Siguiendo a MARX, los defensores de un sistema sociopolítico concreto se sentían libres para rechazar los argumentos de sus oponentes por estar fundamentados en alguna ideología, es decir, por ser falsos al basarse en preferencias ideológicas del oponente más que en la situación real. Ideología llegó ha significar, así, cualquier conjunto de conocimientos o de creencias, verdaderas o falsas, que estuvieran condicionadas socialmente. Y, dado que esta táctica puede orientarse contra cualquier ideología, la lucha de los sistemas doctrinales modernos se convirtió en un asunto estridente y apasionado dominado más por la propaganda que por argumentos racionales. En cambio, en la sociología actual, la CONCIENCIA DE CLASE está también basada en una ideología y, por tanto, la ideología no es de suyo ni falsa ni verdadera, ni alienante ni esclarecedora; todo depende del contexto en el que opera (Baigorri et al, 1998). 1.c Clasificación de las Ideologías Pero, para que la CREENCIA INJUSTIFICADA pueda cumplir una función de DOMINIO, es necesario, pues, que en la ideología el dominio real se disfrace y aparezca como si fuera exclusivamente un dominio de las ideas sobre las conciencias. Un proceso de OCULTAMIENTO o ENGAÑO, que podríamos llamar MISTIFICACIÓN. 43 De aquí que se puedan clasificar las ideologías, como lo sugiere Baigorri et al (1998), conforme a cuatro criterios: 1. Por el GRUPO AL QUE SE DIRIGEN. Las ideologías pueden tener su destinatario en uno o en varios grupos particulares dentro de una sociedad; por ejemplo, la ideología sindical tiene su grupo en los trabajadores por cuenta ajena, en los empleados públicos, etc. En otros casos puede dirigirse a toda la sociedad; por ejemplo, el nacionalismo. También puede dirigirse a la comunidad internacional, como lo fue en sus orígenes el comunismo (Baigorri et al, 1998). 2. Por la RELACIÓN ENTRE LA IDEOLOGÍA Y EL PODER. La ideología puede expresar los puntos de vista del grupo que tiene el poder político, del grupo que aspira a conseguir el poder o puede representar a grupos que influyen sobre él sin apoderarse del mismo (Baigorri et al, 1998). 3. Por los MEDIOS QUE UTILIZA. La ideología puede ser: a. REFORMISTA, si defiende el cambio progresivo de la sociedad, su transformación pacifica, b. O bien puede ser REVOLUCIONARIA, si preconiza el recurso a métodos ilegales y violentos para cambiar la sociedad. 4. Por su CONTENIDO. Las ideologías suelen clasificarse en: a. REACCIONARIAS, al pretenden el retorno al pasado. b. CONSERVADORAS, sí buscan el mantenimiento de la situación social existente. c. PROGRESISTAS, sí defienden ciertos cambios sociales en beneficio de los más desfavorecidos. d. Y RADICALES, sí proponen una ruptura casi completa con la situación presente. El concepto de ideología abre, así, un nuevo campo de investigación. El de las operaciones mediante las cuales ciertas creencias cumplen dicha función. Orienta, de este modo, el descubrimiento de procedimientos de ENGAÑO que hacen posible una función social. 2. Las Ideologías en el Siglo XX Tal vez la más importante particularidad determinante de las ideologías del siglo XX sea la devoción casi religiosa de sus partidarios hacia unas nociones políticas que suponen definitivamente incompatibles con las de otros sistemas. Esta característica ha sido evidente sobre todo en dos poderosas ideologías que tienen una gran capacidad de captación: el comunismo y el fascismo. Otras ideas políticas como el socialismo, la democracia y el conservadurismo, aunque defendidos con pasión, han sido más vagas y menos precisas: sus defensores debaten algunas cuestiones y coinciden en otras. La idea de ideología ha ejercido un efecto profundo sobre la civilización del siglo XX. La mayor parte de los conflictos modernos, desde la “cruzada contra el fascismo”en la II Guerra Mundial hasta las variadas “acciones políticas” de la posguerra, han tenido sus efectos políticos. Un ejemplo que suele citarse como forma de conflicto ideológico fue la llamada “Guerra fría”, en la que los dos oponentes principales(Estados Unidos y la extinta Unión Soviética) mantuvieron una pugna política,económica y psicológica por imponer su dominación en todas las zonas del planeta. La idea marxista de la concebir a la ideología como CONCIENCIA FALSA, no 44 parece ser de mucha utilidad para nuestras nuevas formas de sociedad, cuyas características más resaltantes son la exhibir una industria altamente desarrollada. “Esta sociedad se ha enseñoreado de su ideología, en cuanto la ha transpuesto a sus instituciones políticas, sus edificios, sus dispositivos atómicos, sus supermercados, sus grandes almacenes y sus gabinetes de tratamiento psiquiátrico...” (Lenk, 1982), es decir, a su superestructura. En “años recientes se ha hablado mucho de la llamada “cuestión de la DESMITIFICACIÓN. Esta cuestión se ha relacionado con el desenmascaramiento en varios sentidos (por ejemplo, en los de NIETZSCHE y MARX; por tanto, en sentido personal y también social)” (Ferrater Mora, 1965). 2.a.i. La Relación entre Filosofía e Ideología. La crítica a la ideología que realizó MARX ha permitido a la sociología del conocimiento actual incluir ciertos aspectos de su misma crítica como parte de su propia concepción de la ideología y entender, de un modo histórico y dialéctico, que los límites de las cosmovisiones de todas las personas están marcadas por su ser social, por su pertenencia a un grupo social y cultural determinado, lo cual no significa que no sea una aproximación a la verdad. Sin embargo, Arostegui (1965) ha señalado una distinción entre ideología y el saber filosófico. La ideología es la transformación de las ideas en ímpetus sociales, cuya pasión es lo que da a la ideología su poder. La pregunta clave sigue siendo de qué modo cada ser humano puede y debe acercarse a la verdad y tratar de ser crítico con su propia visión parcial e interesada de la sociedad. El problema filosófico sigue siendo el del conocimiento objetivo de la realidad, el de la búsqueda honesta y objetiva de la verdad (Baigorri et al, 1998). La investigación filosófica “abstracta ha tratado siempre de eliminar la pasión, y el filósofo de racionalizar todas las ideas” (Arostegui, 1965). Ello no significa el final o la muerte de las ideologías. “Al contrario: en cierto sentido, la civilización industrial altamente desarrollada es más ideológica que su predecesora, en la medida en que la ideología se encuentra hoy dentro del propio proceso productivo” (Lenk, 1982). Para el ideólogo, la verdad surge en la acción, y la experiencia recibe su significación en el “momento transformante”. Los medios de transporte y la comunicación, los bienes destinados a la alimentación, la vivienda y el vestido, los seductores productos de la industria del esparcimiento y de la información traen consigo actitudes y hábitos prescritos, determinadas reacciones emocionales y mentales, que atan más o menos placenteramente los consumidores a los productores y, a través de éstos, al todo. Los productos influyen, manipulan; promueven una conciencia falsa que es inmune a la falsedad. Y cuanto más asequibles se vuelven estos deliciosos productos para los individuos de todos los estratos sociales, tanto menos la influencia que ellos ejercen es percibida como “publicidad”: se trueca en modo de vida (Lenk, 1982). Valdría decir, consiguientemente, que el desempeño más significativo y ENMASCARADO de la ideología es desencadenar la exaltación de las pasiones. Atendiendo a este sentido es como la ideología se relaciona con los fenómenos sociales denominados “movimientos de masas” y “luchas ideológicas”. Podría decirse, pues, que la ideología es la filosofía desatando en la sociedad una emoción y la acción consiguiente a ésta. He ahí una dimensión social de la filosofía que no puede ser ignorada o despreciada, como ha sucedido tan 45 frecuentemente (Arostegui, 1965). Desde una perspectiva crítica, la ideología aparece como expresión de la FALSA CONCIENCIA, de un idealismo interpretativo, de una forma de percepción e interpretación ALIENADA y MISTIFICADA por intereses y afectos particularistas. En ese sentido, la ideología evoca la UTOPÍA y se opone a la ciencia, al conocimiento objetivo del mundo real y del proceso histórico-social. BIBLIOGRAFÍA Ajdukiewicz, K. (1994): Introducción a la Filosofía. Epistemología y Metafísica. Madrid: Ediciones Cátedra. Althusser, L. (1975): Lenin y la Filosofía. 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