Uno de los mayores problemas que crea la ideología... distorsión que ella ejerce sobre la realidad

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Familias que sí cuentan, familias que no
Viernes, 27 de Mayo de 2011 13:21
Uno de los mayores problemas que crea la ideología de "la familia" en singular es la
distorsión que ella ejerce sobre la realidad
Por Iñigo Adriasola, Blog Curvas Políticas
Hace algunas semanas atrás fui hospitalizado después de un accidente de tránsito. Al
llegar a la sala de emergencias, un auxiliar me pidió un número de teléfono para
contactar a mi familia. Sin pensarlo dos veces, les di el de mi pareja, quien vive en otra
ciudad. Desperté después de cirugía y lo encontré a mi lado, tomando mi mano. Los
próximos días iban a ser difíciles, pero él estaba junto a mi.
Durante mi estadía en el hospital se nos trató con el máximo de respeto. Los doctores
discutían con mi pareja mi progreso. Los enfermeros lo trataron a él con la misma deferencia
con la que trataron a mi madre una vez que ella llegó. Para el hospital, él y ella
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eran--igualmente--mi familia.
En los días que pasé hospitalizado, comenzó a acecharme una duda. ¿Cómo hubiera sido
nuestra experiencia si el accidente hubiera ocurrido en vez en mi país--donde no hay ley
o directiva alguna que proteja a parejas del mismo sexo, ni se da reconocimiento a
nuestras familias?
En
Chile, hubiéramos quedado a merced de la buena voluntad del doctor o enfermero de turno.
Pero nadie asegura que en un momento en el que pude haber perdido mi vida, el hombre a
quien amo y con quien comparto mi vida hubiera sido tratado como mi compañero, ni que
nuestra dignidad como personas sería respetada. Esto, porque el estado chileno simplemente
no reconoce nuestro vínculo, ni nos reconoce como familia.
Hoy gobierna nuestro país una corriente política que dice defender a "la familia."
Monopolizando a
"la familia"
como su objeto, esta ideología homogeneiza a miles de familias chilenas muy distintas entre
sí, tratándolas como si todas hubieran sido sacadas del mismo molde.
Paradójicamente, los ideólogos de "la familia" satanizan a esas otras familias que se alejan
del estándar que ellos arbitrariamente han construido. El contorsionismo lógico que realizan
estos paladines de "la familia" para excluir a muchos e incluir a algunos pocos es notable. Su
objetivo parece siempre ser el volver al orden antiguo de las cosas: con familias que cuentan y
otras que no. Así repiten gestos sin sentido, como propuestas autoabortivas lanzadas ante el
Senado para enmarcar la discriminación contra ciertos chilenos y chilenas dentro de la misma
Constitución que asegura la igualdad de todos quienes viven en Chile.
Uno de los mayores problemas que crea la ideología de "la familia" en singular es la
distorsión que ella ejerce sobre la realidad. En el actual gobierno esto se refleja en una
persistente incapacidad de reconocer que la mayoría de las familias chilenas no son esa
"familia" de la que hablan en sus discursos: que no todo Chile cuenta con un papá-jefe de
hogar, mamá-dueña de casa abnegada, hijo e hija estudiantes. Que en realidad, las familias
de Chile no son esa rubia familia nuclear. Ignoran que son muchas más las familias lideradas
por una mujer. Que tradicionalmente los hogares chilenos han sido multigeneracionales y
laterales. Que incluso antes de la invención del divorcio, nuestras familias se desarmaban y
reconfiguraban con una gran velocidad. Que los bordes y contornos de lo que es y ha sido
considerado "familia" son porosos y cambian a través del tiempo. Por esta razón, para los
ideólogos del reaccionarismo criollo la realidad se convierte en un problema--y sus presiones
llevan al Gobierno a dejar de gobernar para la realidad.
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Para estos ideólogos, las otras familias son un problema, puesto que desmienten el que "la
familia" exista de una sola manera, o que haya una sola forma legítima de amar. Es así como
durante su campaña electoral, el actual presidente se comprometió a buscar una "solución" al
"problema" de las parejas de hecho--que también es la única forma de vida en pareja que
existe para gays y lesbianas.
Un (ex-)senador de derecha propuso el bullido Acuerdo de Vida en Común, a través del cual
relaciones como las nuestras serían reguladas en cuanto al patrimonio común y la herencia.
La presidencia prepara su propia versión del proyecto, que parece ser, en esencia, idéntica
pero con más eufemismos. Aun si como iniciativa es generosa--si consideramos la inacción de
gobiernos anteriores al respecto--esta
"solución"
no reconoce nuestras uniones como tal. Al final de cuentas, el AVC y los sucedáneos previstos
por el gobierno reducen nuestro amor a una cuestión de propiedad privada. La verdadera
función del AVC es la de un señuelo--les daremos algunos derechos, pero ustedes no son
familia.
El mensaje de Piñera durante la ceremonia por el inicio del discriminatorio bono "bodas de
oro" fue bastante claro al respecto, cuando renegó de su promesa, contraída con bombos y
platillos durante la franja electoral, de dar dignidad y reconocimiento a nuestro amor y a
nuestras familias.
Los duros entre quienes dicen defender a "la familia" nos denigran y tratan como si fuéramos
una amenaza. Se equivocan. Son en realidad las mismas políticas que ellos impulsan las que
ponen en peligro a las familias chilenas en su gran complejidad y diversidad. La flexibilidad
laboral y la liberalización del postnatal que busca el gobierno castigan a la mujer que con su
trabajo mantiene un hogar. La erosión de políticas sociales en pos de la mal llamada
responsabilidad fiscal dificulta la reinserción laboral de trabajadoras con hijos. Las políticas
centradas en una imaginaria "familia tradicional" invisibilizan a las familias monoparentales,
que hoy surgen como nueva mayoría.
La fetichización política de la mujer-madre borra el importante rol que le cabe al hombre dentro
del hogar. Incluso políticas "liberales" como el AVC--bien intencionadas, aun cuando reducen
la orientación sexual a orientación de consumo--nos hacen invisibles a nosotros que
formamos esas otras familias, las familias homoparentales. Y esa es la misma invisibilidad por
la que seguimos siendo hoy, bisexuales, lesbianas, gays, gente trans e intersexual,
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vulnerables al odio, la discriminación y la violencia.
¿Qué hacer entonces? A final de cuentas, estos son problemas reales. La desprotección y la
precariedad existen y castigan a miles de familias e individuos cuyos derechos hoy no son
reconocidos por el Estado. Las familias de Chile necesitan reconocimiento y apoyo, como bien
indica el Presidente. Por eso mismo, me sorprendió escuchar en estos días rumores sobre la
posible formación de un
Ministerio de la Mujer y la Familia. Cabe
preguntarse,
¿cuáles familias contarían para un tal Ministerio?
Ciertamente no la de una mujer como Karen Atala, a quien el Estado quitó la custodia de sus
hijas simplemente por atreverse a vivir y amar otramente.
El discurso presidencial ante el Congreso del 21 de mayo se encuentra a la vuelta de la
esquina. ¿Nos ofrecerá el Gobierno finalmente políticas reales de ayuda a las familias
chilenas, o ganarán nuevamente esta batalla los ideólogos conservadores con su vacua
retórica de la defensa de una "familia" imaginaria?
Por desgracia, hoy, con la
mezquina política del Gobierno parece que ganan el odio y la intolerancia.
Iñigo Adriasola @theoriesofmambo
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