No hay nada más violento que ser mujer o ser... paredes y techo.

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Argentina: Mujeres en situación de calle
Lunes, 15 de Diciembre de 2014 11:32
No hay nada más violento que ser mujer o ser menor de edad y no estar al resguardo de
paredes y techo.
Fuente SEMlac
Hay una mujer que duerme en la vereda de la estación de trenes ubicada en Pacífico. Ella pasa
los días con la espalda pegada a la pared de esa estación y, al parecer, su edad no supera los
22. Muchos días, antes del atardecer, sale del lugar para intentar conseguir un techo donde
pernoctar.
Nadie se imagina el trayecto que debe caminar para llegar a uno de los lugares que administra
el Estado y que ofrece albergue nocturno para quienes no tienen un lugar. Que llegue a destino
no es garantía de mucho; deberá hacer cola y esperar con suerte una cama disponible.
A veces, el agotamiento y el esfuerzo en vano logran vencerla y lo mejor es dormir a la
intemperie. En la calle ningún día es bueno; mucho menos las noches. Las personas que viven
en las calles de la Ciudad de Buenos Aires ya son propias del paisaje y se podría decir que la
proporción de compasión que despiertan es directamente igual a la proporción de prejuicios
acerca de ellas: que son anormales o delincuentes.
Sin embargo, las personas que viven en la calle son resultado de distintos procesos de
desigualdad y exclusión social que se profundizaron a partir de la pasada década del noventa,
cuando el Estado argentino adoptó el modelo neoliberal.
"A partir de ello, la vida en las calles se manifiesta principalmente, pero no de forma exclusiva,
en las grandes ciudades, y resulta ser la confluencia de diversos problemas sociales (…)
rupturas o conflictos familiares, problemas con el empleo y de salud, ausencia de recursos
económicos, etc.", así lo señala un párrafo del libro La Calle no es un lugar para vivir, de
Horacio Ávila y Griselda Palleres.
Hacer de la calle un lugar para vivir implica un proceso que obliga a las personas en esa
situación "a adaptarse a condiciones que nunca imaginaron", refieren los autores.
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Según el ministerio de Desarrollo Social porteño, en la ciudad de Buenos Aires se reportaron,
en 2010, 1.287 personas adultas, solas o con niños y niñas a cargo, que deambulaban y
dormían en las calles. Sin embargo, estas cifras fueron discutidas por las ONGs Proyecto 7,
Médicos del Mundo y el Centro de Estudios Legales y Sociales que estimaron ese total entre
10.000 a 15.000 personas.
Las variaciones entre esta cifra y la oficial obedecen a que, en este último caso, están
contempladas las personas en riesgo de situación de calle, que son los desalojados o con
posibilidades de desalojo, los que viven en los hoteles o en asentamientos. Aquel fue el último
censo que se realizó en Ciudad de Buenos Aires.
Florencia Montes Paez, presidenta de No tan distintas (Ong que desde 2008 trabaja con
mujeres en situación de calle), comentó a SEMlac que en los últimos cuatro años se percibe un
ascenso en las cifras de personas que viven en la calle. Y si bien hay más varones en esa
situación, se podría suponer que hubo un aumento en la población femenina.
Esta hipótesis radica en que el único parador (albergue) para mujeres que suministra el Estado
en la actualidad no resulta suficiente para el nivel de demanda.
Vivir en la calle no se limita a estadísticas, sino que hay un entramado de causas en las
historias que llevan a esa situación.
Montes Paez refiere que la mayoría de las mujeres se escapa de situaciones de abusos y
violencias, "por eso es difícil el recorrido de recomposición o fortalecimiento de la subjetividad
de las chicas. Además, el tema del abuso sale recién cuando se crea una relación de
confianza. En la calle hay de todo; una mujer que vive en la calle no significa, necesariamente,
que su pasado haya sido la pobreza. Muchas tuvieron un pasado confortable y, por
circunstancias de abusos o violencias, se fueron de sus casas".
Montes Paez señala a SEMlac que hay dos generaciones que conviven en situación de calle:
hay una camada de "personas de entre 40 a 50 años que, por lo general, son historia de la falta
de ascenso de clases y que, frente a una crisis, se quedaron en la calle".
Luego, están todas las mujeres que nacen en los años noventa y ya crecieron en la calle
Mientras el primer grupo generacional "puede referirse a su pasado y aspirar a volver a vivir en
un hogar y tener un trabajo -continuó Montes Paez-, a las más jóvenes estos aspectos les
resultan ajenos y distantes, porque nunca los tuvieron".
Años atrás, en un reportaje otorgado a SEMlac, la antropóloga Griselda Palleres se refería a
las madres adolescentes en situación de calle y advertía "se están conformando familias (…)
muchos de sus miembros nunca han tenido un hogar constituido. Estamos hablando de una
generación conformada por personas muy jóvenes que crecieron y se formaron en la calle y
que ahora están teniendo sus hijos en iguales o peores condiciones".
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Vivir en la calle es como nadie lo podría imaginar. No hay nada más violento que ser mujer o
ser menor de edad y no estar al resguardo de paredes y techo. De noche y de día la intemperie
se conjuga con los temores y el cuerpo de cada persona es el "todo"; no hay nada más.
"Las mujeres que viven en la calle lo único que portan es su cuerpo y lo convierten en bien de
uso y en bien de cambio. Hemos observado que uno de los grandes problemas de las mujeres
es el consumo problemático de droga. A veces, para conseguir una sustancia, se terminan
prostituyendo", refiere la referente de No tan Distintas.
Las mujeres que hicieron de la calle un lugar para vivir no emergieron del soplo de un viento.
Tienen una historia y una realidad que pareciera que las demandas del feminismo ignoran.
"Son mujeres que están atravesadas por todos los problemas de cualquier otra mujer, precisó
Montes Paez. Sufren violencias, están expuestas todo el tiempo con sus cuerpos, que son su
único bien. Cada vez que nosotras les hablamos de derechos sobre sus cuerpos, uso de los
placeres y que el sexo no es solo con fines reproductivos; sus miradas dejan traslucir una
respuesta: "Todo bien, pero yo no elijo cuándo tener sexo. Lo debo hacer cuando me lo piden,
si no, me dejan el ojo morado de un golpe".
Esta experiencia invita a interpelar al feminismo y sus discursos, ya que la realidad de las
mujeres que viven en las calles no fue aún analizada. La referente de No tan Distintas observa
que en el "feminismo prima un matiz elitista que comprende solo a quienes pueden hablar con
el juego retórico del feminismo y, de esta manera, estas mujeres que realmente son víctimas
de niveles graves de violencia quedan boyando".
"Entonces, el desafío que tenemos desde No tan Distintas, es poder traducir el patriarcado en
ejemplos que ellas puedan evidenciar. Son mujeres que están muy ensimismadas en sus
propias historias. En el feminismo hay una especie de gesto o diálogo que contempla solo a las
emancipadas. Es necesario bajar los niveles de abstracción", añade.
La experta toma como ejemplo la justa lucha por el derecho al aborto y la transporta a las
mujeres en situación de calle: "están en contra del aborto. Si tienen nueve hijas o hijos, ellas
consideran que 'por algo' les toca. Es esa la estructura que poseen, sensible a la cultura
hegemónica que les enseñó que en la vida no se debe andar diciendo que se puede sentir un
orgasmo".
Si no hay nada más violento que vivir en la calle, también es violencia volver a una estructura
expulsora. Acaso, ¿cuál es el modo de volver a un sistema que las excluyó?¨ Desde No tan
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distintas, logran abordar una reinserción basada en una actitud crítica.
"Se supone que deben volver al sistema que las arrojó. Nosotras las acompañamos para que
puedan enfrentar de una manera resistente. Ellas no puedan dejar de lado sus opresiones,
tampoco pueden desconocer el lugar donde las ubicaron socialmente.
"Se reintegran a una sociedad para que tengan acceso a los derechos que todos tenemos. Sin
embargo, nuestro objetivo es que ellas se puedan alejar de esos lugares comunes donde nos
ubicamos todas las personas. No les haremos creer que serán las madres típicas, porque ya
no lo son, porque sus cuerpos no son los mismos que eran. Hay que lograr que, con sus
singularidades, se integren", refirió Montes Paez.
Una de las múltiples singularidades de las mujeres en situación de calle son las marcas físicas.
Marcas indelebles. Sus cuerpos registran el maltrato de la calle, así como les sucede a los
cimientos y a las paredes de una casa con el paso del tiempo, a ellas las inclemencias de las
vidas sin techos les dejan sus rúbricas.
Montes Paez afirma que son marcas físicas imposibles de ocultar, por ejemplo "cicatrices, falta
de dientes, tatuajes realizados con tinta china como se acostumbra en las cárceles, manos
hinchadas, bocas quemadas".
Desde la ONG Proyecto se impulsa el Proyecto Frida para abrir un espacio a Mujeres en un
edificio provisto por el Gobierno de la Ciudad. El futuro centro pretende un formato similar al
que la organización tiene para hombres: Centro de Integración Monteagudo, donde las
personas tienen la alternativa de fusionar vivienda y trabajo.
Legislación
En la ciudad de Buenos Aires, tras un largo derrotero, se consiguió que en 2013 se
reglamentara la ley 3.706 sobre Protección y Garantía Integral de los Derechos de las
Personas en situación de calle y en riesgo a la situación de calle. Se trata de una ley de
avanzada, con propuestas superadoras, que define a estas personas como sujetos de
derechos.
Si bien la normativa propone un censo anual, casilla de correo para que lleguen sus
documentos, paradores abiertos 24 horas y prioridad de servicios socio asistenciales, entre
otros derechos, lo cierto es que nada de esto se aplica porque "no hay voluntad política. No
hay disposición de recursos .El enfoque de esta ley pone a la gente en situación de calle como
sujetos de derecho y los saca de la situación de personas pasivas a las que se las puede
mover de un lado a otro", subraya Florencia Montes Paez.
El pasado jueves 28 de noviembre se presentó un proyecto en el Senado de la Nación referido
a la problemática de las personas en situación de calle y en riesgo a la situación de calle y se
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fundamenta en que constituye una realidad en las grandes ciudades argentinas.
El proyecto de ley manifiesta que quienes están en situación de calle viven en "estado de
vulnerabilidad social extrema, que implica una grave restricción para el ejercicio de los
derechos consagrados en la Constitución Nacional y los tratados internacionales de Derechos
Humanos de jerarquía constitucional."
La iniciativa fue impulsada por la senadora Silvina M. García Larraburu, quien representa la
línea oficialista Frente para la Victoria.
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