¿QUÉ ESTUDIAS

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¿QUÉ ESTUDIAS? IGUALDAD
Josep Maria Espinàs
Los nombres de los ministerios son a veces inexactos y chocantes. En España
existió, durante mucho tiempo, el Ministerio de la Guerra, que seguía funcionando
cuando ya no había guerra. Quizá cuando los ciudadanos se arruinen se mantendrá
perfectamente en pie el Ministerio de Economía.
Pero lo que más me sorprende es que en el Gobierno exista un Ministerio de
Igualdad. Teniendo en cuenta que su función debe ser trabajar para la igualdad entre
hombres y mujeres, ¿es coherente que este ministerio esté regido por una mujer? Si no
hay un ministro y una ministra en el Ministerio de Igualdad, mal empezamos.
La ministra Bibiana Aído ha tenido una idea innovadora, lo que no puede
decirse de algunos ministros. Lo que ocurre es que me parece una idea equivocada.
Propone que en la “formación troncal” de todos los universitarios se incluyan “la
igualdad, los estudios de género y la tradición intelectual e histórica del feminismo”.
Estos “estudios de género” deben incluirse, según el criterio de Aído, de “forma
transversal” en varias asignaturas de las carreras universitarias.
Creo que lo interpreto bien: los “estudios de género” deberán incorporarse a los
programas de educación de médicos, ingenieros industriales, químicos, geólogos… En
este último caso, por ejemplo, no bastaría para obtener el título académico con conocer
al detalle la constitución de las rocas: se debería estudiar también la constitución
femenina. Ya se han inventado tantas carreras y licenciaturas, que un día se inaugurará
la facultad de Ciencias de la Feminidad.
Tengo que dar la razón al político que dijo a la ministra que la universidad “está
para otras cosas”. No corresponde a la universidad enseñar civismo, honradez, respeto a
los niños y niñas, a hombres y mujeres. Ni a los discapacitados. Una universidad es un
centro especializado en formación para adultos en unas determinadas materias que les
permitirán, en muchos casos, el ejercicio de una profesión.
La educación es otra cosa. Los derechos de ambos sexos; el trato de igualdad –
que, en ciertos aspectos, por cierto, puede ser una crueldad y una injusticia-, no puede
ser una enseñanza universitaria. Es una educación que debe hacerse en el ámbito
familiar y durante el comienzo de la etapa escolar. Tanto el respeto por la igualdad
como por las diferencias no pueden ser asignaturas. Son experiencias que hay que saber
asimilar y vivir.
El Periódico de Cataluña, 7/4/2010
1) Tema, resumen y estructura.
2) Valoración del texto y opinión personal.
3) Analiza morfológicamente: “inexactos” (línea 1), “ciudadanos” (línea 3),
“arruinen” (línea 3). Explica el significado de “transversal” (línea 14) y
“civismo” (línea 22) en el contexto en que aparecen.
4) Comenta los aspectos más relevantes de la modalización en el texto.
5) El compromiso social y político en la poesía de Miguel Hernández.
El tema es la crítica a la decisión de incluir en la universidad la enseñanza de
la igualdad de géneros.
El tema o tesis del texto es que la igualdad de géneros ha de formar parte de
la educación del niño y no del currículo universitario de los jóvenes.
El tema o idea principal del texto es que la igualdad entre sexos se aprende
con el ejemplo de los padres y no teóricamente.
El tema es la igualdad de género como materia que la universidad no debería
impartir.
Un resumen del contenido del texto podría ser el siguiente:
La designación de los ministerios no suele ser la más apropiada, como en el
caso del Ministerio de Igualdad, cuya dirección ocupa sólo una mujer. Ésta ha
propuesto introducir en la enseñanza universitaria estudios de género que
fomenten la igualdad entre hombres y mujeres, independientemente de la carrera
que estén cursando los estudiantes. Sin embargo, no incumbe a la universidad
educar en valores éticos sino preparar académicamente a sus alumnos. Y es que
realmente el trato igualatorio entre personas se ha de experimentar, más que
aprender, desde la infancia.
O:
No parece acertado que se haya de esperar hasta la universidad para que a un
joven se le impartan estudios de género encaminados a promover la igualdad
entre personas de distinto sexo. Sería más efectivo educar a los niños en el
respeto al diferente y no de forma teórica sino a través de ejemplos cercanos
(sobre todo, el de sus padres y maestros). Por consiguiente, la ministra Aído
debería rectificar su propósito de incluir transversalmente contenidos sobre
igualdad de género en la universidad, ya que ésta tiene como función primordial
formar profesionales y no educar en valores a personas ya adultas.
La estructura o esquema organizativo del texto responde a una disposición de
secuencias expositiva y argumentativa por este orden. En efecto, en los tres
primeros párrafos predomina la información sobre la decisión ministerial de
incluir en el ámbito universitario la enseñanza de la igualdad de género. En el
primer párrafo, el autor critica la nomenclatura asignada a ciertos ministerios
españoles y en el segundo concreta su rechazo al Ministerio de Igualdad. Esto
último le da pie, en el tercer párrafo, a transcribir la idea de la ministra (cita
ajena directa entrecomillada) para posteriormente rebatirla a través de
contraargumentos.
Es precisamente a partir del cuarto párrafo cuando Espinàs inicia su
argumentación propiamente dicha, aunque su postura contraria ya se había
manifestado anteriormente. Para ello, acogiéndose a la idea de Aído aduce
ejemplos de estudios alejados de cualquier consideración feminista y se centra
en la geología extrayendo una consecuencia falsa (análisis de la constitución de
las mujeres), posible falacia, y otra inferencia improbable (creación de Ciencias
de la Feminidad). Digamos que en cierta forma el autor manipula o interpreta a
su manera las declaraciones de la ministra.
En el quinto párrafo, el emisor refuerza su contraargumentación apoyándose
en el testimonio de un político (cita de autoridad) y delimitando la verdadera
función de la universidad: formar profesionales (argumento de generalización
indiscutible). Finalmente, en el sexto párrafo el autor propone que sea a edades
tempranas y en el seno familiar y escolar donde haya que educar en la igualdad
(argumento ético), pero nunca de forma académica o abstracta sino práctica
(tesis). Por esta razón, cabría hablar de un tipo de estructura sintetizante o
inductiva.
Un esquema jerárquico de las ideas presentes en el texto podría ser el
siguiente:
1. Nombres de ministerios inadecuados.
1.1. Ministerio de la Guerra.
1.2. Ministerio de Economía.
1.3. Ministerio de Igualdad.
1.3.1. Una mujer lo rige.
2. Propuesta de inclusión en la universidad de estudios de género.
2.1. Idea original pero errónea.
2.1.1. Se llegaría a situaciones absurdas.
2.2. El objetivo de la universidad debe ser formar profesionales.
2.2.1. No educar en igualdad.
3. La educación en igualdad debe conseguirse.
3.1. En etapas iniciales de la vida.
3.2. Desde una perspectiva práctica y no teórica.
4) Respecto a los aspectos más importantes de modalización en el texto, dado el
considerable grado de subjetividad que lo caracteriza, encontramos los siguientes:
-
-
-
deícticos personales referentes al emisor: “me sorprende”, “me parece”, “Creo”,
“interpreto”, “Tengo”; y un ejemplo de deixis inclusiva pues engloba tanto a
emisor como a receptores: “empezamos”.
A pesar de que la modalidad oracional predominante es la enunciativa –lógico si
pensamos en la veracidad que el autor pretende dar a sus palabras-, surge una
interrogativa directa en la línea 7 para hacer reflexionar al lector, y una
dubitativa en la 3 para mostrar incertidumbre. También podríamos considerar
exhortativas las oraciones cuyo núcleo verbal es una perífrasis de obligación,
como por ejemplo la última, para influir en la conducta de los destinatarios.
El léxico valorativo está formado tanto por adjetivos valorativos (“inexactos,
chocantes, innovadora, equivocada”) como por sustantivos valorativos
(“igualdad, feminismo, civismo, honradez, respeto, educación, derechos,
crueldad, injusticia, experiencias”). A éstos hemos de añadir verbos modales o
valorativos: “Creo, interpreto, tengo que dar la razón, bastaría, corresponde” y
las perífrasis modales de obligación (“hay que saber, debe ser, se debería
-
estudiar, deben incluirse, debe hacerse deberán incorporarse”) y de posibilidad
(“puede decirse, puede ser, no pueden ser”).
En cuanto a las figuras retóricas que mejor recogen la subjetividad del autor
encontramos en primer lugar la ironía (líneas 7-8 y al final del párrafo cuarto),
que el lector debe captar. En segundo lugar, la hipérbole para resaltar efectos
negativos (“cuando los ciudadanos se arruinen…”). Tanto la ironía como la
hipérbole provocan el humor en los lectores y delatan el talante desenfadado del
autor.
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