NO + FEMICIDIOS. Pero la verdad es que a diferencia... crimen no corresponde a la figura penal de femicidio, y...

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¿De qué hablamos cuando hablamos de femicidio?
Lunes, 11 de Abril de 2016 15:20
NO + FEMICIDIOS. Pero la verdad es que a diferencia de lo que esas personas piensan, ese
crimen no corresponde a la figura penal de femicidio, y si a cualquier mujer residente en este
país la asesina su pololo o es atacada sexualmente y posteriormente asesinada por
desconocidos, tampoco será tipificado y castigado penalmente como tal.Entonces, ¿A qué
apunta esta figura penal? Por Daniela Cáceres Pérez, Académica Escuela de
Sociología UCSH.
Estamos recién comenzando el cuarto mes del año y ya contamos 12 femicidios a la fecha, una
cifra no sólo alarmante también subrepticia. El Crimen de la joven de 17 años asesinada y
enterrada en el patio del colegio hace algunas semanas atrás fue tipificado penalmente como
homicidio y el Sename presentó una querella contra el principal inculpado por el asesinato de la
adolescente. Cabe preguntarse ¿Por qué no el Sernam?, de hecho, llama la atención que las
personas apostadas a las afueras de la fiscalía protestando por lo que a su ver fueron una serie
de negligencias amparadas en la indolencia del Estado, levantaban consignas como: NO +
FEMICIDIOS. Pero la verdad es que a diferencia de lo que esas personas piensan, ese crimen
no corresponde a la figura penal de femicidio, y si a cualquier mujer residente en este país la
asesina su pololo o es atacada sexualmente y posteriormente asesinada por desconocidos,
tampoco será tipificado y castigado penalmente como tal.
Entonces, ¿A qué apunta esta figura penal? La discusión sobre la tipificación y alcances de
este delito pareciera no ser tema en el debate público -político institucional-, a pesar de
que la cifra de femicidios en los últimos años no ha disminuido y de hecho se ha
estabilizado.
Bien podría señalar el Sernam que
los números que aparecen en su portal web demuestran lo contrario, sin embargo, el conteo
que se lleva a cabo desde el 2008 a la fecha es una sistematización de datos insuficiente y
poco clara, ya que los primeros registros, antes de la promulgación de la ley, contabilizaban
crímenes sin la información exacta sobre la relación vinculante entre víctima y victimario,
incluyendo casos que por sus características no serían incluidos en los años venideros, esto no
sólo puede llevar a la percepción errada de la disminución del femicidio, sino que además
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dificulta su comprensión en términos de los alcances del concepto.
Pero más allá de los números, vamos al concepto en sí, el Femicidio se conoce en Chile a
grandes rasgos como el asesinato de las mujeres en manos de sus parejas, significado más
bien cercano a su connotación penal, sin embargo, el concepto que principalmente utilizan las
organizaciones feministas es Feminicidio. La diferencia entre ambos, más allá de moverse en
el registro del lenguaje, es interesante de ser abordada, ya que la palabra femicidio por
ejemplo, no existe en la Rae y carece de la sustancia política que si tiene el concepto
feminicidio. Este último, incorporado en el 2014 en la Rae, se hace cargo de una historia de
relaciones asimétricas de poder entre los géneros y con ello de la violencia que han sido y son
víctimas las mujeres. Con este sentido, Diane Russell lo utilizó en el primer tribunal de
crímenes contra mujeres en Bélgica en 1976 y en la actualidad es definido por la ONU como “la
mayor causa de muerte y discapacidad de las mujeres, especialmente de aquellas que tienen
entre 16 y 44 años”. El Femicidio en cambio, como una variación del concepto
genericidio, alude al asesinato constante personas del mismo género, en este caso de
mujeres, y como ya sabemos, es el que es utilizado en Chile como figura penal.
Cuando en el 2007 la palabra femicidio comenzó a instalarse en la opinión pública de nuestro
país, fundamentalmente a través del conteo realizado por los noticiarios de las muertes de las
mujeres en manos de sus parejas, dicha práctica no era casualidad, ya que por esos años la
moción que proponía el femicidio como figura penal se gestaba en la cámara de diputados de
la mano de la diputada Adriana Muñoz y otras/os parlamentarias/os. Instalar el concepto
generó resistencias, por ejemplo, una editorial del diario el Mercurio en el 2007 señalaba el
equívoco de generar una figura penal para denominar este tipo de delitos como femicidios
considerando que ya teníamos figuras penales para ello, indicando: “La muerte de un ser
humano causada por otro-sea la víctima hombre, mujer, adulto, niño o anciano-debe siempre
ser castigada, y para ello existe y ha existido el delito de homicidio” (Editorial el mercurio,
agosto 2007). O sin in ir más lejos, la misma diputada Muñoz señalaba en el seminario:
“femicidio en Chile tipificar para erradicar”,
como este proyecto generaba resistencias en la discusión parlamentaria, tanto por “rigidices
académicas y tradiciones jurídico legislativas” o simplemente por no ser considerado necesario,
en los dos ejemplos expuestos podemos ver como se invisibiliza la variable género como un
móvil de la violencia con resultado de muerte.
No obstante, la ley 20.480 que tipifica el femicidio como figura penal, sin duda, marca un
precedente para Chile y tiene impacto en la semántica pública y política, existiendo un
antes y un después respecto a la visibilización de la muerte de las mujeres en manos de
sus parejas, muy a pesar de que el concepto va mucho más allá, y la ley cual paradoja
no le hace justicia. Cuando en el 2007 se diseñó el proyecto de ley que tipifica el
femicidio como figura penal, en primera instancia, lo que se propuso a grandes rasgos
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fueron dos mociones refundidas que apuntaban a modificar el artículo 391 del código
penal y el decreto de ley sobre libertad condicional de 1925, en síntesis: sancionar el
femicidio y aumentar las penas aplicables a este delito. En ese momento, el proyecto de
ley tenía una marcada posición pro–mujer, es decir, pretendía visibilizar la violencia de género
más allá de la ley de violencia intrafamiliar, problemática para la que ya existía legislación
vigente. En términos generales, lo que el proyecto proponía era modificar la norma del
parricidio; incorporando conceptualmente el tipo femicidio, como todo asesinato en que la
víctima sea cónyuge, conviviente o cualquier mujer con la que el agresor está o haya estado
ligado por alguna relación afectiva, asumiendo la perspectiva de género como el marco de
estas situaciones de violencia, cabe destacar que además disminuía las posibilidades de
aplicar atenuantes, y eliminaba la posibilidad de acceder a la libertad condicional a quienes
hayan sido sancionados previamente por violencia intrafamiliar (BCN, historia de ley N°
20.480).
Si bien no era una legislación integral y especializada en el femicidio propiamente tal, y en
consecuencia no cubría la problemática en su totalidad, dado que los asesinatos de mujeres
por causa de género no sólo tienen como contexto la relación de pareja (tenemos el claro
ejemplo de los asesinatos de Ciudad Juárez en México o Alto Hospicio en Chile) al menos si la
visibilizaba. Situación que con el paso del tiempo, tras la discusión parlamentaria y las diversas
modificaciones que se fueron introduciendo en el clásico tira y afloja de los proyectos de ley, en
el 2010 bajo el gobierno de Piñera, cuando la ley se promulgó cambió. De esta manera, el
femicidio se convirtió en una ley que pasó de tener un enfoque pro-mujer a tener un enfoque
pro-familia, desintegrando el sentido político inicial para terminar reproduciendo la estructura
social machista que en un principio se pretendía denunciar. Uno de los cambios desde mi
punto de vista más notorios y gravitantes en el contenido de la ley, es el abordaje de la relación
vinculante entre víctima y victimario, ya que se agregan a las expresiones vinculantes
contenidas en el parricidio “ quien es o haya sido cónyuge o conviviente” y no se incluyen
relaciones de pololeo o de vinculación no formal, lo que acerca la ley al campo simbólico de la
familia y al resguardo de la mujer en tanto madre-esposa, de hecho, por motivo de economía
de palabras no profundizaré más acá sobre esto, pero invito a leer el proyecto de ley y repasar
los argumentos presentes en el debate legislativo del diputado Sabag o de María Angélica
Christi, entre otros. Es más, cuando la ley estaba ad portas de su promulgación, Carolina
Schmidt, la ministra del Sernam de la época señalaba:
“El Sernam se abocará especialmente a todos los temas relativos a la prevención de la
violencia intrafamiliar y a asegurar que las víctimas sean defendidas, sobre todo se enfocará
con mucha fuerza en la problemática de las mujeres y los niños, que son las mayores víctimas
de este flagelo que, como un cáncer, destruye a la familia y a nuestra sociedad”
Este es el enfoque que ha primado en el tratamiento político institucional hacia el femicidio, y
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razón por la cual pareciera que el concepto resulta mucho más pertinente que feminicidio.
Cabe preguntarse entonces, para qué generar una ley sobre la base de modificaciones
sobre otras leyes vigentes y que además no dista una gran diferencia del parricidio. Y la
verdad es que en el escenario global actual, después de que la conferencia de derechos
humanos celebrada en Viena, tematizó la violencia de género como una grave una violación a
los derechos humanos y en consecuencia diversos organismos supranacionales instaron a los
Estados a trabajar en materia de prevención y erradicación de esta, el femicidio por supuesto,
se convirtió en uno de los tópicos sobre los cuales trabajar y rendir cuentas al mundo. Pese a
esto, damos cuenta que una ley de estas características no basta.
Por eso, no es coincidencia que hoy las organizaciones feministas sigan denominando
feminicidio los asesinatos de mujeres, independiente de si el asesino fue su “pareja formal”,
tampoco es extraño que los noticiarios aborden los femicidios desde el morbo y la
superficialidad, investigando el perfil femicida para llegar generalmente a un caso de rasgos
psicopáticos y víctima de la obcecación pasional, invisibilizando una vez más la problemática
de la violencia de género, ambas prácticas en absoluta coherencia con el uso la ley del
femicidio. En este contexto, la conservadora discusión parlamentaria sobre el aborto, el
maltrato a las mujeres de la red chilena contra la violencia hacia las mujeres por parte de
fuerzas especiales cuando paradójicamente estas denunciaban el femicidio frente a la moneda
en la misma semana de la conmemoración del día de la mujer y el patético enfoque que tienen
los medios para cubrir estas noticias, todo esto, tiene una relación.
Hoy tenemos una la ley que impacta en la sociedad chilena visibilizando el asesinato de
mujeres y cuestiona livianamente las estructuras patriarcales que sostienen la violencia
presente cotidianamente en nuestras vidas, en la casa, en la calle o en el parlamento. La ley
del femicidio pareciera ser más bien una adaptación del parricidio a los tiempos
actuales, en una escenario en que la familia nuclear ha ido paulatinamente dejando de
ser la unidad familiar básica y lo que es peor, los homicidios de mujeres por causa de
género, siguen en la cifra negra, porque de estos no tenemos listas.
Actualmente, cuando los gobiernos sienten haber cumplido la tarea, al promulgar una ley y
“hacerse cargo del problema”, las mujeres siguen muriendo por ser vulneradas.
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