APUNTES SOBRE LA LIBERTAD Y LA CORPOREIDAD DEL HOMBRE En la definición del ser humano entra como elemento esencial la cualidad de la libertad. La persona posee una estructura de libertad: "La libertad es una propiedad esencial del hombre. No sólo caracteriza la voluntad o la acción humana sino, porque estas están insertas en la totalidad de una naturaleza real de la que proceden, debe ser libre también la naturaleza en que radica tal libertad. La libertad es un existencial humano1, radicado en la condición permanente del ser humano, un ser dotado de "apertura existencial". Como lo explica Xavier Zubiri (Xavier Zubiri, 1962, El hombre, realidad personal, en Rev. de Occidente 1, pp. 5-29), la libertad nace en el hombre de la peculiaridad de su modo de ser en el mundo; la libertad humana nace de la dimensión relacional del hombre: de su indeterminación fundamental, indeterminación que no es vacio, pero sí apertura (cf. Zubiri, o.c., p. 21). Según lo que ha escrito Ortega y Gasset, el hombre es "forzadamente libre" (cf. el comentario y desarrollo de la idea de Julián Marías, El futuro de la libertad, en Obras VII, Madrid 1966, pp. 447-464), lo que no impide considerar la libertad como un "don" o una "gracia"; hace así él mismo, hablando de la libertad como de "esta terrible libertad del hombre, que es también su privilegio más elevado" (José Ortega y Gasset, 1965, El mito del hombre allende la técnica, en Obras completas IX, p. 622). De las precedentes consideraciones se puede concluir que la libertad es un bien; es una de la razones y de las manifestaciones más evidentes de la dignidad humana. Así lo ha visto el Concilio Vaticano II, incluyendo el tema de la libertad en la exposición de la "dignidad de la persona humana" (GS, 17), de la que se afirma que "si nuestros contemporáneos tanto la tienen y ardientemente la buscan..." (ib.). Como decía Cervantes: "La libertad es uno de los dones más preciosos que los cielos han hecho a los hombres2. La libertad humana es la raíz y el elemento constitutivo del obrar moral. Sin libertad no 1 Esta afirmación es justificada, explicitada y desarrollada por diversas disciplinas antropológicas. Según la comprensión metafísica, la libertad es un existencial humano. "Entre los existencialistas de la existencia humana encontramos la responsabilidad y la libertad del hombre. La esencia de esta libertad siendo radicada en el polo subjetivo de la existencia humana y de su experiencia y no al interior de datos categoriales no consiste en una facultad particular del hombre entre otras, mediante la cual él pueda hacer o no hacer una u otra cosa en una decisión arbitraria. Con mucha facilidad interpretamos así nuestra libertad, moviendo de una su inteligencia seudo-empírica. En realidad la libertad es primero que todo el darse del sujeto a sí mismo, así que en su esencia fundamental la libertad tiende al sujeto como tal y como un todo. En la libertad real el sujeto se refiere a sí mismo, se entiende y se pone a sí mismo, no hace -en último término- cualquier cosa, si bien sí mismo" (Karl Rahner, 1969, Curso fundamental sobre la fe, Barcelona, p. 121). 2 Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, parte segunda, cap. 58. hay vida moral, porque no hay consentimiento. La libertad puede ser entendida como aquel dinamismo, aquella capacidad esencial que tiene el hombre y que le impulsa y orienta para realizar el bien. La capacidad para decidirse por el mal o de permanecer indiferente ante el bien o el mal, de por sí no pertenece a la esencia de la libertad, pero sí a los límites de toda persona en cuanto criatura, y que la puede llevar incluso al fracaso. Joseph Fuchs distingue dos niveles de la libertad humana: * La libertad fundamental o trascendental que se identifica con la persona, "permite y fuerza a la persona a autodeterminarse como tal para así convertirse en persona que se auto decide a ser tal, abierta al bien, al hombre, al Señor, a su mensaje y a su llamado, a la señoría de Dios-amor" (cf. J. Fuchs, Essere del signore, Pug, Roma 1981, p. 116). * La libertad categorial, que es la misma persona libre, que se expresa especialmente en los actos morales particulares. La libertad fundamental de la persona se expresa en sus decisiones con una amplitud tanto mayor cuanto menor sean los límites y los condicionamientos de la persona misma. No se trata, pues, de dos libertades esencialmente diversas entre sí, sino solamente una libertad referida, a la totalidad de la persona y la otra a sus escogencias categoriales o en los actos morales particulares. Entre tanto, es propio de la ambivalencia de la condición humana que nuestra libertad única siga direcciones diversas, por ejemplo, en el nivel fundamental orienta para el bien absoluto de la persona, a los pasos que en el nivel categorial realiza una acción sectorial que contrasta con el verdadero bien del individuo. Por esto la persona será existencialmente libre si en los diversos sectores de su existencia (religioso, moral, jurídico, económico, político, cultural, etc.) se reconoce aquel espacio de libertad, que, sin contrastar con los derechos de otras personas, permite su reconocimiento y madurez. La libertad es una estructura fundamental del cristianismo; san Pablo define la existencia cristiana como un vivir en libertad: "vosotros, en efecto, hermanos, estáis llamados a libertad" (Gál 5,13). Así como el hecho de la persona ser "imagen de Dios" fundamenta su libertad, que es la fuerza para realizar el bien, igualmente el hecho del cristiano ser persona en Cristo, fundamenta su libertad como participación en el señorío de Cristo sobre el mal, sobre el pecado, sobre la muerte, y como plena expansión, dentro de los límites de nuestra condición de criatura, del dinamismo de la caridad y de la comunión con Dios y con el prójimo. "La grandeza de la libertad humana se manifiesta de modo más sublime cuando se abandona plenamente a la dirección de la gracia, adquiriendo así la fuerza para decir a Dios en Cristo o sin de la obediencia filial en el amor. El escarpado cumbre de la libertad, que deja entrever el abismo, se revela de modo espantoso en la terrible posibilidad de decidirse contra Cristo, de expulsar de sí aquel Espíritu divino del cual recibió el don amoroso" (B. Häring, A lei de Cristo I, Herder, Sao Paulo 1981, pp. 141-147). CORPOREIDAD Y LIBERTAD El cuerpo y el alma cooperan recíprocamente en la constitución del ser humano. Así como el hombre en cuanto totalidad es corpóreo desde sus pensamientos y motivaciones más elevadas, así también en cuanto totalidad la realidad espiritual se expande por doquier en el hombre, desde sus más recónditas regiones hasta las más periféricas y carnales. El alma humana se extiende, en cierto modo, en el ambiente espacio-temporal y se crea en él la propia forma y realidad: el cuerpo. El cuerpo es entonces, como afirma J. B. Metz, "el alma misma en su plasticidad espacio-temporal, su visión externa, ella misma casi en estado de prolongación" (J. B. METZ, Arzt und Christ, Salzburg II, 1958, p. 79; citado por Franz Böckle, 1981, I concetti fondamentali della morale, Queriniana, Brescia, p. 45). El cuerpo es medium constitutivo del alma. Con el cuerpo, como ya se afirmó, el hombre está unido al cosmos entero. La corporeidad no es sólo el medium constitutivo de la persona, es también el medium de otros influjos extraños. En su cuerpo el hombre no está solamente en la propia realidad, de la cual puede disponer, sino que está al mismo tiempo interiormente abierto y expuesto a lo que hay en el `mundo' de extraño, de invencible y de utilizable. Como afirma Metz: "al ingreso en mi propio ser yo estoy ya en medio de alguna cosa extraña. No solo yo mismo en mi ser estoy inmerso en la corporeidad, sino también el mundo para mí extraño está inmerso en lo profundo de mi ser. Y ya que el medium, en el que yo estoy presente, es también resultado y campo de expresión de energías para mí hostiles, mi manifestación corpórea es el llegar a ser visible para mí mismo; pero esta manifestación tiene el carácter de ambigüedad" (J. B. METZ, Arzt und Christ, Salzburg II, 1958, p. 79;Cfr. J.B. METZ, Caro cardo salutis, Queriniana 1968. Citado por Franz Böckle, 1981, I concetti fondamentali della morale, Queriniana, Brescia, p. 45). En estas consideraciones J. B. Metz sigue enteramente a su maestro Karl Rahner. Rahner distingue el hombre en cuanto `persona' y en cuanto `naturaleza'. Con persona se entiende al hombre en cuanto puede disponer y dispone de la libertad sobre sí mismo. Rahner llama `persona originaria', la posibilidad de disponer en oposición a la `persona definitiva' que es casi el resultado de su decisión. La persona originaria conlleva el auténtico centro personal en cuanto espíritu trascendente en su dinámica orientación hacia Dios. Es este el principio de la libertad y de sus decisiones. Rahner llama naturaleza la corporalidad vivificada junto a las relaciones y a las conexiones con el mundo circundante. En correspondencia a la distinción entre persona y naturaleza, Rahner distingue en la decisión humana un doble estrato: ante todo el acto originario e inteligible de libertad del hombre en cuanto tal y después su necesario encarnarse en los actos humanos mediante la naturaleza. Es necesario observar bien que tal distinción entre acto originario de libertad en cuanto tal y su encarnación, no coincide con la citada distinción escolástica entre acto interno y acción externa. Es una distinción más originaria, ya que el acto interno debe ya ser considerado encarnación del querer. Entre ambos estratos del acto libre, por una parte no deben jamás ser separados, por otra tampoco pueden ser identificados. De aquí que debe ser establecida una verdadera y propia dialéctica entre lo que es querido libremente en cuanto tal y lo que es hecho libremente. Lo que la persona realiza en la dimensión de expresión y revelación de la decisión de la libertad en la materialidad espacio-temporal del hombre, en su `visibilidad', y siendo distinto de la libertad, está junto al origen de esta libertad originaria en cuanto tal. Esto se basa ante todo sobre el hecho que esta encarnación no puede manifestar la plenitud de la originaria decisión existencial. A esto se agrega un segundo aspecto: la naturaleza en cuanto lugar en el que se encarnan la persona y sus decisiones está junto al lugar en el que lo que es extraño al hombre hace sentir de diversa forma su influjo sobre la persona. En el idéntico espacio de la naturaleza en que obra o acta la persona originaria y lo que es a ella extraño, surge una interferencia entre acción y pasión, entre realizado e impuesto, entre propio y extraño (Karl Rahner, Schriften zur Theologie, II. Einsiedeln 1962, pp. 279ss. Trad. it. Saggi sulla Chiesa, Ed. Paoline, Roma 1966. Cit. por Franz Böckle, I concetti fondamentali della morale, Queriniana, Brescia 1981, p. 46). Aquello que es propio está escondido de lo que es extraño, y esto que es extraño se presenta como propiedad de la persona. En la propia acción perceptible el hombre es "sí mismo" y unido no es "sí mismo". De aquí que el acto conserva en la propia estructura "una fundamental e ineliminable equivocidad", Lo que corresponde "a la oscura situación que es dada para soportar la creatura" (K. Rahner, La penitenza della Chiesa, Ed. Paoline, Roma 1964, p. 129).