Pensar nuestros medios con perspectiva de género implica ver la... que nos presentan. La diferencia de un personaje objeto o...

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Opinión: Mujeres en pantalla, de objeto a sujeto
Jueves, 07 de Julio de 2016 09:50
Pensar nuestros medios con perspectiva de género implica ver la arquitectura de los relatos
que nos presentan. La diferencia de un personaje objeto o sujeto.Cómo se modelan sus vidas
dentro de los universos imaginarios que pueblan. Ver si el género en estos universos se
ajustan sus posibilidades.
Por Patricia Rivera de la Cuadra, realizadora en Cine y TV y Académica Universidad
Alberto Hurtado
La televisión abierta tiene un rol gravitante en la construcción de imaginarios colectivos.
A diferencia del cable, el VOD o contenidos online, los canales abiertos nacionales son agentes
de preservación de la cultura nacional, el lenguaje y la identidad. Tengan responsabilidad y
sean consciente de esta misión o no, la interacción de estos contenidos con la audiencia
produce efectos en la sociedad en todos los estratos y de manera transversal.
Nuestro modelo de televisión abierta es generalista, es decir, basa su orientación
programática en los grandes públicos, desarrollando líneas según franjas horarias.
Tomando en cuenta los argumentos anteriores y señalando que un 89 % de la población
chilena se informa de lo que pasa en el país a través de la televisión abierta
(8va encuesta nacional de televisión del CNTV) podemos acordar que en algún momento de la
semana los chilenos y las chilenas vemos televisión abierta. Estamos todos en un mismo
horario consumiendo los mismos contenidos. Por esto,
los temas planteados en la pantalla abierta generan cohesión social y cultural, nos
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integran y marcan agenda a en nuestras conversaciones.
Dicho esto, quisiera invitarles a recordar las protagonistas femeninas que han poblado las
ficciones de nuestras pantallas. Series, sitcom, teleseries. Revisemos en la memoria cómo
guionistas y productores han escrito (y por ende descrito) a las mujeres. ¿Recuerda a La
Hechizada, cuyo marido no la dejaba ejercer la brujería? ¿Romané? ¿Infieles?¿Los
Archivos del Cardenal?
¿Alguna teleserie turca?
Detrás de cada una de estas mujeres imaginarias hay productores y guionistas tratando de
generar una historia verosímil, en un universo coherente que pueda contactarse y emocionar a
las grandes audiencias. Y también hay un discurso de género, una ideología y visión de
mundo como en toda obra cultural.
Quisiera por lo mismo
compartir una herramienta para mirar los modelos de mujer que nos entrega la pantalla abierta
con cierta perspicacia. El
Test
de Bechdel
fue creado por una dibujante de cómics norteamericana basado en una de sus viñetas. Años
después se ha masificado como una sistema de evaluación de la brecha de género en los
filmes de ficción. El test es muy simple y supone hacerse tres preguntas básicas antes una
obra:
1) ¿La película tiene al menos dos personajes femeninos?
2) ¿Estos personajes femeninos hablan entre ellas?
3) ¿Hablan de otra cosa que no sea un hombre?
Se trata de decodificar parte de la estructura de relato que vemos. El argumento de una ficción
está construido por las distintas peripecias que viven los personajes, pero no es sólo el modo
en que una acción mecánicamente se engrana con otra acción. El argumento es por sobre todo
las motivaciones y voluntad de los personajes implicados en dichos acontecimientos. Desde el
punto de vista del guión clásico, cuando se crea un personaje se “le encomienda” una misión.
Usualmente bastante fuera de sus posibilidades para que podamos ver al héroe o heroína
evolucionar durante el relato (herencia directa de la Teoría del Monomito de Joseph
Campbell). Esto es lo que genera el interés dramático y nosotros, la audiencia, nos extasiamos
viendo y acompañando esa transformación y compadeciendo en el sentido aristotélico de la
palabra al protagonista.
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Hace un par de décadas, las posibilidades para los personajes femeninos eran pocas y muy
pocas películas pasaban el test de Bechdel. Por una parte, las mujeres encarnaban toda
serie de roles secundarios o heroínas románticas cuyo único objetivo era el amor de
pareja. Atrapadas en un arco dramático sin pendiente, de pocas opciones para
evolucionar en sí mismas, salvo el amor bajo las reglas de la heteronormatividad
.
Luego estaban las mujeres autónomas y fuertemente sexualizadas, que encarnaban
algún tipo de fuerza antagónica dentro del guión
(Femme Fatale : mujer, sexualidad y mal). Y finalmente,
las grandiosas pero solitarias guerreras en un mundo de hombres, personajes
femeninos como la Princesa Leia que en toda la primera entrega de la trilogía de Star
Wars no encuentra en ningún lugar de la galaxia otra mujer con quien hablar.
Por suerte el tiempo pasa, los paradigmas cambian y las representaciones de las mujeres en
nuestras primeras y segundas pantallas son más diversas. Hemos evolucionado y nuestras
ficciones contienen mayor representatividad y riqueza de personajes.
Pensar nuestros medios con perspectiva de género implica ver la arquitectura de los
relatos que nos presentan. La diferencia de un personaje objeto o sujeto. Cómo se
modelan sus vidas dentro de los universos imaginarios que pueblan. Ver si el género en estos
universos se ajustan sus posibilidades. Estar atentas a lo que nos emociona de ellos y en
definitiva hacernos conscientes y someter a nuestro propio escrutinio los estereotipos que
consumimos en nuestras narrativas. Sobre todo aquellas que por estar en pantallas abiertas
sirven de referentes.
La antropóloga Ruth Benedict señalaba que la antropología tiene la misión de hacer el mundo
más seguro para las diferencias humanas. Nosotros que trabajamos en medios de
comunicación también y para esto la ficción es una de las herramientas más eficaces.
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