Stuart Mill y la libertad Estos apuntes se deben complementar con las páginas 285/288 del libro de texto (Todo el entrecomillado está sacado de las páginas de R. Alcoberro) “El ensayo SOBRE LA LIBERTAD fue publicado en 1859 y John Stuart Mill confiaba en que se convertiría en su obra más popular; como él mismo escribió en su AUTOBIOGRAFÍA: ‘sobrevivirá, probablemente, a todas mis obras con la posible excepción de la LÓGICA’. La historia le dio la razón: junto con EL UTILITARISMO es la más divulgada, y no sólo en el mundo anglosajón”. El año de publicación coincide con la publicación del “origen de las especies” de Darwin. La obra es una de las fuentes más importantes de inspiración del pensamiento liberal1. El estado debe reconocer la libertad individual como un derecho fundamental del ser humano: las personas son soberanas sobre sus acciones y su vida. La organización social por parte del estado siempre implica ciertas limitaciones de la libertad de los individuos, pero, por otro lado, le otorga ciertas ventajas. El estado es un mal necesario, por lo que ha de intervenir lo mínimo sobre la vida de los ciudadanos y la economía. S. Mill es un fiel defensor de la democracia representativa, pero piensa, a su vez, que el ni el Estado y ni la mayoría tienen derecho alguno a inmiscuirse en el terreno privado. Expone, S. Mill, la defensa de las libertades y los derechos del individuo frente al Estado, frente a la opinión pública, frente las costumbres y convenciones sociales, frente a la presión de la mayoría. Hay un reducto de la vida del individuo que es privado y en ese espacio él es el único soberano; sólo él tiene derecho a pensar y decidir sobre lo que atañe a su propia vida, mientras respete el principio de daño (o sea, que sus decisiones y actos no perjudiquen a otros). Libertad, dignidad humana y utilitarismo. La libertad es el espacio de la individualidad, el espacio privado. Abarca todas las acciones que no repercutan negativamente sobre los otros. Es una libertad útil, porque produce la diversidad. Esta para Mill es un bien, resulta enriquecedora para el ser humano,le ayuda a crecer y a desarrollarse.2Así relaciona la libertad, o la individualidad, con la finalidad del ser humano. En cuanto se desarrollan las individualidades, cada persona se convierte en más valiosa para sí misma y, en consecuencia, es capaz de ser valiosa para los demás. Mill cree que la situación en la que está permitido a los individuos perseguir una gama amplia de objetivos y estilos de vida es preferible a la situación en que son coaccionados a seguir una pauta de uniformidad social. La conformidad irreflexiva conduce al estancamiento, la miseria y la atrofia del potencial humano; en cambio, los experimentos de la vida permiten mejorar la sociedad. 1 Liberalismo: a) actitud de tolerancia hacia los demás y de respeto a la libertad de cada uno. B) Economía: doctrina económica según la cual la libre competencia en el mercado debe primar sobre la reglamentación e intervención del Estado. C) Política: doctrina que preconiza el derecho a la libertad individual y la necesidad de garantizarla y protegerla limitando los poderes y atribuciones del Estado y asegurando la independencia del poder legislativo respecto del ejecutivo. 2 Metáfora del árbol: la naturaleza humana como un árbol que ha de crecer y desarrollarse en todas direcciones. 1 La libertad del individuo es un bien necesario; ligada a la concepción humanista del ser humano, la libertad no es un fin en sí misma, sino un medio útil para alcanzar el único fin indiscutible y aceptado por todos: la felicidad. De este modo, queda ligado el principio de la libertad con el utilitarismo. El criterio de utilidad encuentra un bien superior en la libertad del individuo. Maximizar la libertad individual es más útil que maximizar la coacción, porque se fundamenta en la necesidad del ser humano de desarrollarse, crecer, progresar y, por lo tanto, favorece al conjunto de la sociedad. De este modo presenta Mill la libertad como un complemento necesario del utilitarismo y, no como elementos opuestos, como bien pudiera parecer en un principio. “TEORÍA DE LOS DERECHOS DEL INDIVIDUO. En SOBRE LA LIBERTAD, Mill presentó una teoría de los derechos del individuo, acompañada por una serie de reivindicaciones aún válidas, pese a que ha trascurrido un siglo y medio desde entonces. Su planteamiento no sólo es incompatible con cualquier forma de sociedad totalitaria, sino que también resulta irreconciliable con toda sociedad totalmente libre, diríamos salvaje, donde dominen los más fuertes y astutos. La condición necesaria al desarrollo de la libertad, según Mill, es la existencia de una sociedad civil avanzada y organizada por un Estado, aunque mínimo, de derecho. Y todo esto, inevitablemente, implica que los ciudadanos sean no sólo titulares de derechos, sino también de deberes cívicos, porque la bondad –en un sentido éticopolítico de un Estado- está sobretodo determinada por la bondad de sus ciudadanos. No se trata, pues, de una simple apología de la libertad de opinión y expresión. John Stuart Mill nos muestra hasta qué punto la libertad es tan necesaria como el aire que respiramos. Pero también necesitamos que se limite la libertad de los demás, para impedir que interfieran en nuestra vida. Así, pues, el ensayo no fue en absoluto un manifiesto del individualismo, y muchos de los principios aquí enunciados deberían estar incluidos hoy en las constituciones políticas.” Separación entre la esfera privada y la esfera pública El principio de individualidad Hay un espacio de individualidad sobre el cual nadie puede imponer nada al individuo. La libertad es el derecho a la no-interferencia (libertad negativa); frente al ámbito individual el ámbito social. Dos esferas irreductibles: esfera privada y esfera pública). El ser humano interesado en lo público y amo y señor en lo privado. Ninguna interferencia debe darse en este ámbito, ni por parte del estado, ni por parte de las mayorías. Ha quedado claro que para Mill el individuo es un ser adulto y maduro que tiene la capacidad de poder escoger su forma de vida y lo que más le interesa sin la interferencia del Estado. Hay un ámbito que es el privado (como, con quien, dónde quiere vivir, cómo ha de vestir, lo que come, lo que bebe, como se gana la vida, como se divierte y disfruta, qué hace con su vida, sus ideas políticas, sus preferencias religiosas, morales, artísticas, políticas, económicas, sexuales, etc) y otro que es el público (la organización del Estado necesaria para el funcionamiento social) y son ámbitos diferentes. Mill cree que el Estado no tiene derecho a inmiscuirse o restringir libertades que pertenecen al ámbito privado. Nadie sabe mejor que el propio individuo la clase de vida que quiere vivir. Por lo tanto, Mill está en contra de ciertas legislaciones que limitan la libertad en ese sentido, como por ejemplo, el imponer determinadas creencias religiosas, como la prohibición del 2 culto no católico en España o la prohibición de comer carne de cerdo o beber alcohol en los países musulmanes. El individuo es juez supremo de su vida. La función del estado reside en garantizar la práctica de la libertad. Distingue Mill dos tipos de deberes los morales y los legales: primeros son regulados por los sentimientos e inclinaciones, los segundos por las leyes. Los primeros pertenecen al ámbito privado, los segundos al público. Critica Mill a algunas personas que pretender tomar el papel de policía moral, impidiendo a los otros conductas que a ellos les ofenden. Se pueden sentir ofendidos, pero, según Mill, no se ha de considerar que se les haya causado ningún perjuicio o daño y por lo tanto, no tienen derecho a limitar la libertad de los demás. Mill explica que el ofendido no está obligado a tratar con esa persona y, por lo tanto, lo más adecuado es que cada uno siga su vida. Hay cierta tendencia en los humanos a meterse con la vida de los otros, tendencia que, mediante la educación, se debería erradicar. La tolerancia es una gran virtd. Sólo pone una objeción a la no interferencia sobre las decisiones privadas. La soberanía del Estado sobre los individuos sólo puede darse en el caso de que la acción de uno o algunos perjudique a otros. Mientras que la soberanía del individuo atañe a todas las decisiones sobre sí mismo. Por ejemplo, un individuo puede beber hasta reventar, sólo él puede decidir sobre estas cuestiones, pero si su afición a la bebida perjudica a otros, por ejemplo, porque es conductor de autobús, en ese caso el Estado debe ejercer castigo o presión sobre ese individuo, pero sólo en ese caso. Recordemos que en el Estado de la República de Platón se da una identidad entre bien individual y bien público. Son los filósofos los que deciden lo que es bueno para todos los ciudadanos sin la intervención ni la participación de estos en las decisiones. Es el Estado el que decide la educación, el que distribuye los trabajos que deberá hacer cada uno y cómo deberá vivir cada uno de los ciudadanos. Recordemos que según la clase social a la que se pertenece implica una forma de vida determinada. Que ni gobernantes, ni guardianes pueden tener ni bienes propios (propiedad privada), ni familia, etc. S. Mill es, al contrario, un defensor de la democracia, de la propiedad privada y de las libertades individuales. El estado liberal tiene claramente delimitadas sus funciones. Defensa de la pluralidad Hemos visto como la libertad es necesaria para que se de la pluralidad. La diversidad enriquece y hace progresar a la sociedad. Si los individuos disponen de espacio donde perseguir lo que les interese, toda la sociedad se beneficia. La dignidad humana implica que cada uno pueda establecer metas y desarrollarse en la dirección que a él le interese; este es uno de los requisitos fundamentales del utilitarismo. Por lo tanto, la libertad es una de las condiciones de la felicidad. Ha de haber un espacio privado, libre de intromisiones en el que cada individuo pueda escoger como realizarse, fijar sus propios objetivos como medios o instrumentos de su felicidad. No puede haber una sola respuesta a la pregunta de cómo hemos de vivir. 3 El único límite a la libertad: El principio del daño. S. Mill pensaba que la vida en sociedad sería imposible sin imponer algunas restricciones a la libertad: la cuestión que se planteaba era dónde trazar la frontera entre lo que se debe tolerar y lo que no. La única limitación de la libertad individual es el principio del daño; puedes hacer lo que quieras mientras no perjudiques a los otros “Si la realización de la acción solo abarca la propia persona, esto es, si solo afecta directamente al individuo ejecutor; la sociedad no tiene derecho alguno a intervenir, incluso si cree que el ejecutor se está perjudicando a sí mismo. Mill excluye a aquellos que son "incapaces de autogobierno" de tal principio, tales como niños en edad temprana o aquellos que viven en "estados socialmente atrasados" El “principio del daño” se aplica porque resulta útil cuando se produce ef ec t i v am ent e –o po drí a pr o duc ir s e c on gr a n s e g uri d a d – a l gú n m al “ a l os i n ter es es d e otr a persona”: es obvio que mis intereses no quedan perturbados si algún individuo va vestido de un horrible color verde o si predica el amor libre, aunque ni lo uno ni lo otro me gusten en absoluto. La sociedad, pues, no puede legislar sobre la vida privada. Crucialmente, sintió que la ofensa no constituía daño y, por tanto, apoyó la casi total libertad de expresión, limitándola solo en c asos donde la libertad de expresión condujera a un daño directo. Por ejemplo, en su sistema, no se defendería el proferir una incitación airada para atacar a alguien. Mill argumentó que la libertad de expresión era vital para asegurar el progreso, que no podríamos estar seguros nunca de que una opinión silenciada no contenía una parte de verdad. Pensaba que incluso las opiniones falsas tienen valor, puesto que refutando las opiniones falsas, los partidarios de las opiniones verdaderas aumentan su confianza en las mismas De la defensa del pluralismo y la separación entre la esfera privada y la pública se deriva el principio de individualidad o autopreferencia. El principio mantiene que el que mejor sabe valorar lo que le conviene, sobre aquellas acciones que no comprometen a otros, es uno mismo “Tras estas consideraciones, destaca el principio del liberalismo milliano, la convicción de que, sin individualidades fuertes, desarrolladas, autónomas y originales, el progreso social se verá abocado a su desaparición. La formación de personalidades plurales es para Mill el bien más preciado y la condición esencial para el enriquecimiento intelectual y moral de la humanidad entera. Bajo esta perspectiva, el ensayo SOBRE LA LIBERTAD se convierte en una especie de manual filosófico acerca de una misma verdad: la importancia para el hombre y la sociedad de una amplia variedad de caracteres y una completa libertad de la naturaleza humana (p.108)” En la introducción a la obra aclara que el tema del ensayo no es una reflexión sobre el libre albedrío (recordar Descartes), o sea sobre la capacidad interior de decidir hacer o no algo, sino sobre la libertad civil y social entendida como libertad negativa o ausencia de coacción3. Entendiendo que hay coacción cuando alguien se 3 Libertad negativa/libertad positiva: Posteriormente, se ha dicho que Mill defiende la libertad negativa y, en este sentido, se entiende la libertad como ausencia de impedimentos para que las personas sean libres. Quienes defienden la libertad positiva creen que es necesaria la intervención del estado para garantizar la libertad. En este sentido, el estado interviene para eliminar obstáculos e impedimentos, como la falta de recursos materiales o educativos, para que las personas realicen su libertad (por ejemplo, hoy en día, sería el caso de la aplicación de la discriminación positiva a las mujeres; se exige un tanto % mujeres en cargos 4 ve impedido, externamente por otro, o se ve obligado por otro a hacer o dejar de hacer alguna cosa. En la democracia esa coacción puede darse por parte del Estado, cuando abusa del poder, o por parte del pueblo, cuando las mayorías ejercen una tiranía sobre las minorías. Es, por lo tanto, una reflexión sobre la naturaleza y los límites del poder que puede ejercer legítimamente el Estado y la sociedad. “Sobre la libertad” es una reflexión sobre el equilibrio entre los derechos del individuo y las exigencias comunitarias que implica la vida social. No hay vinculación a ningún tipo de contrato4, sino sólo una sociabilidad originaria, natural, reforzada por la utilidad social. Distingue tres posibles restricciones a la libertad: Paternalismo: La que quiere limitar la libertad de una persona por su propio bien y sin su consentimiento.5 Moralidad: Se restringe la libertad de un individuo para evitar que actúe de manera inmoral u ofensiva. No hay que olvidar que lo que resulta ofensivo a algunas personas, no tiene porque ser perjudicial para ellas. Por ejemplo, puede ofender a algunas personas que sus vecinos se paseen desnudos por su jardín, pero, de ningún modo les perjudica. En cambio, si perjudica el volumen de la música excesivamente alto a las dos de la mañana. Daño o perjuicio: se restringe la libertad de un individuo para evitar que lesione los derechos de otro. Sólo en este último caso, se puede admitir la interferencia de la sociedad en la libertad personal. En cambio, apelar al bien del individuo o a la moralidad privada, no es una buena razón para restringir la libertad personal. Propone el autor un principio simple que para regular el tema: el principio del daño “El único propósito por el cual se puede ejercer legítimamente el poder sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada, contra su voluntad, es impedir el daño a los otros. Su propio bien, ya sea físico o moral, no es una justificación suficiente”. La libertad del individuo es absoluta mientras no se lesionen los derechos de los otros. Las restricciones de la libertad individual por parte del poder del Estado o social es uno de los peligros de la democracias, según afirma S. Mill. La coacción puede provenir del Estado, se negaría, entonces, la libertad política, o de la sociedad, como negación de las libertades sociales. La libertad negativa implica las libertades políticas y sociales (que quedan expresadas en los derechos fundamentales de las personas), como la libertad de conciencia, de pensamiento, de opinión, de expresión, de gustos y aspiraciones, de asociación y de forjar el plan de nuestra vida. S. Mill centra su interés en tres tipos de libertad: políticos). Desde esta perspectiva, se critica a Mill (¿de ingenuidad?) que, puesto que la sociedad es imperfecta, no poner impedimentos no basta para la realización de la libertad de muchas personas. 4 Las teorías del contrato social que mantienen que los seres humanos están socialmente ligados por un pacto originario. Hobbes, Locke y Rousseau 5 Así se justificaba en la época que las mujeres no tuvieran derecho a voto. 5 Libertad de conciencia: relacionada con la libertad de expresión, es la libertad de pensar y de sentir. La libertad de acción sin más impedimento que el daño que podamos provocar a los otros La libertad de asociación sin manipulación ni engaños. LOS PELIGROS DE LAS DEMOCRACIAS/TIRANÍA DE LA MAYORIA. El objetivo del ensayo SOBRE LA LIBERTAD es precisamente el de formular un principio muy sencillo, ‘encaminado a regir de modo absoluto la conducta de la sociedad en relación con el individuo, en todo aquello que se a obligación o control, bien se aplique la fuerza física, en forma de penas legales, o la coacción moral de la opinión pública’. En el siglo XIX, con la proliferación de los sistemas constitucionales y las primeras formas de democracia, el problema de la libertad ya no se presentaba únicamente como exigencia de limitar el poder del Estado en la sociedad, sino también como exigencia de salvaguardar la soberanía del individuo con respeto al poder de penetración de la sociedad misma, y más precisamente con respeto a aquella forma peligrosa de dominación que se expresa en la ‘tiranía de la mayoría’.” Para Mill no existen criterios universales que prueben la superioridad de una opinión sobre otra. El hecho de que una mayoría apruebe una opinión no quiere decir que sea verdadera, ni la mejor. Mill nos alerta contra la tiranía de la mayoría, de cómo las presiones sociales impuestas por las opiniones mayoritarias pueden impedir que algunas personas vean limitada su libertad; la uniformizadora presión social puede menoscabar el ejercicio de la libertad que otorga la ley. Se ha de tener, por parte del Estado, sensibilidad puesto que existe cierta tendencia en el ser humano a inmiscuirse en la vida de los otros. La tolerancia es la otra cara de la moneda de la libertad. Para Mill defender la tolerancia no quiere decir que apruebe cualquier tipo de conducta o forma de vida; uno tiene derecho a sentir desagrado por la vida de los demás, pero este desagrado no es razón suficiente para intervenir y obligar cambiar la conducta de los demás. Ahora sí, uno puede intentar dialogar, razonar, enseñar ha hacer mejores elecciones y, en este sentido, está justificado que el estado imponga a los niños un sistema educativo que haga menos probable que elijan llevar de adultos una existencia autodestructiva. EXCEPCIONES A LA DOCTRINA DE LA NO INTERVENCIÓN DEL ESTADO Hemos visto, que estado sólo debe intervenir cuando la conducta de un ciudadano perjudique la de otro, pero nunca cuando la conducta perjudica a uno mismo. Todo individuo es soberano y sólo él debe decidir sobre su propia vida (por ejemplo, el estado no puede obligar a nadie a no matarse, o a no fumar o a no emborracharse. Por el mismo motivo fue un defensor del voto de las mujeres). La defensa del “laissez faire”. Pero, “Sobre la libertad” se convirtió en una de las fuentes del liberalismo, pero, por otro lado, Mill defiende un liberalismo un tanto peculiar. Con el paso del tiempo fue introduciendo una serie de excepciones a su doctrina de la no intervención del estado. Una de las excepciones más famosas es la de la reduccion de las horas de trabajo (en la época las jornadas duraban muchas veces más de 16 hrs. Diarias); según MIll es tan difícil que los trabajadores se organicen que es el estado el que debe acotar las horas de la jornada laboral por ley. 6 ¿Qué diria J.S. MIll? Els límits de les prohibicions. en http://pitxaunlio.blogspot.com/search/label/Mill Si una mujer es obligada a desnudarse por un proxeneta o a cubrirse de pies a cabeza por un imán, debe haber instancias legales que la protejan eficazmente de tales atropellos. Pero si lo hacen de acuerdo a su voluntad, por mal orientada que esté según opinión de algunos, el atropello vendrá de quien se lo prohíba decidiendo que su criterio es mejor que el suyo, como si ellas no tuvieran raciocinio propio en materia ética. O aún peor, de quienes supongan según su prejuicio que cuando se desnudan lo hacen por gozo liberador y cuando se tapan son prisioneras de negras supersticiones. Según la ministra Bibiana Aído, que no es partidaria de la prohibición, las mujeres veladas son "víctimas" con las que no hay que ensañarse, aunque el objetivo gubernamental sea acabar con el burka "en público y en privado". ¿Víctimas? Entonces ¿por qué no las salva? ¿No es humillante considerarlas a todas así, quieran o no? ¿No es una ofensa a su dignidad y a su libertad? ¿Por qué la ministra Aído no se decide ya a declararlas "enfermas" y tratarlas como a los homosexuales en esa clínica catalana que se ofrece a curarlos? La ciudadanía democrática es un marco abstracto e igualitario para que cada cual intente su concreta realización personal, de acuerdo con su cultura, sus creencias, sus pasiones y manías. Como bien analiza Carlo Galli en su jugoso librito La humanidad multicultural (ed. Katz) no es fácil "mantener juntos, sin síntesis definitivas, los diferentes niveles de las culturas (de los grupos dotados de sentido, de lo común), de lo universal (de todos) y de las individualidades (de los particulares)". Un empeño urgente en nuestras complejas y mestizas sociedades europeas, donde la humanidad concreta "solo puede ser imaginada y producida como crítica universal de los universalismos no críticos y, por igual razón, de los particularismos tribales". Aquí es imprescindible la educación en valores cívicos y una paciente labor social con los inmigrantes, mientras que la actitud prohibicionista es un atajo que ni comprende ni asume ni remedia las irremediables diferencias. Yo no sé si los diversos velos islámicos representan (sobre todo para quienes los llevan) la "opresión" de lo femenino: el día que me dé por averiguarlo procuraré acudir a fuentes antropológicas más fiables que la señora Sánchez Camacho, CiU y demás criaturas electorales. Tampoco sé si es ofensivo para la dignidad cívica pintarse la cara con los colores nacionales -y aún peor, la de los niños- para ir al fútbol o airear los trapos sucios familiares en programas del corazón. En cambio creo saber en qué consiste la libertad democrática: en aprender a convivir con lo que no nos gusta. Conviene recordarlo ahora que hay tantos paladines dispuestos a todo por defender "nuestros valores", porque hay amores que matan... Personalmente, a mí me desagrada profundamente ver mujeres con burka o niqab, pero procuro recordar que también las señoras que los llevan desaprobarán muchas de mis aficiones que no quisiera ver prohibidas (aunque hay quien lo intenta, desde luego). "Prohibido prohibir" fue uno de los lemas del ahora denostado -por carcas y arrepentidos, a cual más bobo- Mayo del 68 y acepto desde luego que, tomado literalmente, se trata de una peligrosa exageración. Pero entiendo que su verdadero significado era: "prohibidos los inquisidores que quieren salvarnos de lo que somos, por nuestro bien". Y esta prohibición es de las pocas que siguen en mi devocionario plenamente vigente. Fernando Savater, ¿Prohibido permitir?, El País, 30/06/2010 7 8