Universidad y nuevas formas de pensar (Art. Publicado en la Revista Mercado Negro Año 3 Nº 10 /Agosto-Septiembre/ 2001 en homenaje póstumo al profesor Francisco Varela fallecido el 28 de mayo de 2001 en la ciudad de Paris, Francia) Profesor Jaime Yanes Guzmán Crítica al racionalismo Varela junto con Flores plantean que tradicionalmente el espacio vital del hombre había sido el espacio cartesiano que fijaba la supremacía de la racionalidad y la concepción del mundo como un lugar externo al que se accedía por representación mental. En efecto, según Varela -y también Maturana-, el racionalismo plantea la idea de que es posible conocer “objetivamente” bajo la forma de una autodescripción consciente basado en interacciones permanentes entre el sujeto y el mundo-objeto. Esta forma de conocer se podría entender como un proceso de “almacenamiento de información” sobre el entorno en que vive el sujeto tratando a éste como independiente a él y en un esfuerzo constante por adaptarse a ese mundo que lo rodea. Esta manera de entender el conocer hace del que conoce u observador poseedor de un dominio único de realidad, de un acceso privilegiado a una realidad que él es capaz de conocer y que existe independientemente del sujeto, que existe aún si la puede o no conocer. Esta forma de explicar la realidad – según los autores que hemos mencionado- es ciego y sordo a la participación del propio observador en la constitución del mundo real a través de una explicación. Varela y Maturana señalan en el “Arbol del Conocimiento” (1980) que el explicar, por el contrario, implica aceptar la existencia de un círculo con el observador en el centro, donde éste es sólo un modo de vivir el mismo campo experiencial que se desea explicar, constituyendo tanto el observador, como el ambiente y el organismo observado un solo e idéntico proceso operacional-experiencial-perceptual en el ser del ser observador. Explicar es entonces dar cuenta de las regularidades y variaciones perceptuales del propio mundo del observador, pero situándose dentro del mismo campo experiencial que se quiere conocer a través de su distinción y explicación. Es decir, se conoce cuando el observador es capaz de separar lo señalado como distinto de un fondo, especificando un criterio de distinción de un dominio físico de existencia a través de la generación de un sistema conceptual como resultado del operar del observador. Dicho en otras palabras, el observador conoce el objeto por medio de un mecanismo generativo que son sus coherencias lógicas (teorías, regularidades, categorías, visiones, ideologías, religiones, etc) producto de su acoplamiento estructural en su vida experiencial con otros observadores. Otro elemento fundamental a tener presente en la epistemología de Varela y Maturana (1970) es que lo que se observa, distingue y explica son individualidades entendidas como unidades de interacciones con organización autopoiética, organización esta que es la que determina todo cambio en ella, subordinando y limitando dichos cambios a su propia conservación como organización. La propiedad autopoiética de una organización es que se trata de unidades organizadas como sistemas que generan sus propios procesos de producción de componentes y relaciones entre ellos a través de sus continuas interacciones y transformaciones, y constituyéndose de esta manera como unidad en un espacio físico determinado. Son unidades que se transforman en sus procesos de entropías internas gatillados –y sólo gatillados- por el entorno con sus anomalías y perturbaciones, pero los cambios dentro de ella son seleccionados por la organización en función de su mantención como tal. El pensar enactivo El pensar analógico sistémico opera captando constantemente configuraciones relacionales, pero lo hace como un acto creativo desde las relaciones que construye el observador, no deteniéndose en las relaciones locales. Por el contrario, el pensamiento sistémico es comprensivo porque va más allá de las 1 particularidades circunstanciales, conectando lo local con el contexto general, viendo lo individual con una mirada universal. El pensar enactivo legitima la inclusión de la vida humana en la naturaleza, y que comprende al ser humano en el marco de las coherencias sistémicas de la biósfera y el cosmos. Al ignorar esta situación, sin embargo, no es el pensamiento sistémico el que prevalece sino el pensar racional causal lineal o ingenieril. Sólo en la perspectiva de que los humanos pertenecemos a una totalidad sistémica en la historia de nuestra existencia (cosmos, biósfera y cultura) es posible comprender que podemos descubrir que los fundamentos del pensamiento lineal son analógicos y no ingenieril o de linealidad causal. El pensar y razonar lineal causal es efectivo, como señalan ambos autores, en la operacionalidad local, pero siempre desde la mirada del pensamiento sistémico. Lo que Varela plantea en su libro “El fenómeno de la Vida” (2000) es que el mundo en que vivimos debe ser traído a primer plano con una concepción de la interpretación como la actividad de la puesta en activación del fenómeno que conocemos o pensamiento enactivo. Esto parte de la constatación de que la acción cognitiva más elemental requiere una gran cantidad de conocimiento o coherencias lógicas que nos permita operar en el conocer. Estas coherencias lógicas que nos permiten operar en el conocer de lo local son los continuos procesos de vivir que va dando forma a nuestro mundo. Es una co-determinación (¿dialéctica?) sin fin de lo general y lo local, de lo local y lo general. Es el dimensionamiento creativo del significado sobre la base de la historia. Saber, en definitiva, es evaluar a través de nuestro vivir, en una circularidad creativa. La universidad y la nueva realidad Según Varela y Flores (2000), los tiempos nuevos son de diseño corto, de flexibilización en los productos, ineficacia de la planificación a largo plazo. Vivemos un mundo donde nos enfrentamos a la fluidez y la fragmentación. En esta perspectiva, según los autores, no nos podemos seguir manteniendo en el ámbito del cartesianismo, negando que vivimos el fin de una época. Ambos autores plantean que es necesario agudizar la comprensión sobre las estructuras que están en la base del ser humano. Es urgente, agregan, hacerse cargo sin simplificarla, de la complejidad de los problemas del trabajo y la ética; encontrar una espiritualidad más libre de miedo y resignación. Ambos autores proponen el reemplazo de la tríada cartesiana “burócrata-experto-planificado” y la tríada de la hiperflexibilidad neoliberal “mercenario-especialista en know-how- nómade electrónico” que asume el conocimiento como un dominio para hacer artefactos útiles; por una tríada de una sociedad de la flexibilidad auténtica con espacio adecuado a lo humano del emprendedor-democrático-solidario, que crea futuro como una persona transformadora. Esta persona transformadora es poseedora de una sensibilidad histórica de lo social y sus prácticas donde se construyen y reformulan permanentemente la identidad de las personas y las cosas. Es la actuación en un mundo en movimiento donde constantemente se desplaza lo viejo y se propone lo nuevo. En este nuevo mundo de la flexibilidad auténtica, según Varela y Flores, es necesaria la construcción de una nueva ontología del ser humano. Con esta nueva postulación se comprende al ser humano emergiendo en un punto de una historia de acciones que fluye constantemente y que le da su identidad en un mundo determinado, es la auto-comprensión del ser humano haciéndose y rehaciéndose sin cesar. Para entender esta nueva situación, según ambos autores, es necesario construir mapas que se centren en nuevas maneras de saber cómo aparecerán las futuras realidades más que en saber lo que ya se conoce del mundo. El primer mapa señala la necesidad de pasar a un nuevo entendimiento de nuestro cuerpo. Este debe ser entendido como inseparable de “una actividad de configuración del mundo que lo rodea”, lo interpreta y lo gesta constantemente a través de diferentes procesos generativos. Este modo de ver el cuerpo plantea un nuevo mapa también del lenguaje, que permita que se le entienda como una coordinación de acciones “que trae mundos a la mano, que genera las realidades que habitamos”, que hace aparecer la temporalidad a través del pasado y el futuro y que va construyendo la identidad de un “Yo” que es siempre cambiante. 2 El tercer mapa según ambos autores, es una nueva forma de entender la historia como prácticas sociales recurrentes en donde aparecen distinciones como familias, empresas, ciudades y otros. Esta manera de ver la historia coloca a los seres humanos insertos en un devenir histórico que no elegimos a voluntad y está lleno de nuevas posibilidades. Entender las cosas de esta manera, plantea Varela en su paper con Flores exige asumir lo que está ocurriendo en el mundo actual, provocando al mismo tiempo los cambios que se necesitan en la educación superior para realizar una nueva lectura de las realidades del presente. Frente a la incertidumbre y la deriva, la educación superior debe introducir formas reflexivas del saber como el “aprender a aprender, conocer cómo se conoce y cambiar en el cambio”. Los nuevos mapas planteados anteriormente puede separar a los jóvenes de la fragmentación social, del desempleo, la absolescencia, la incertidumbre y la perplejidad que provoca el suceder del mundo actual. Hay que crear una nueva situación para que los estudiantes y los jóvenes profesionales asuman un nuevo estilo de existencia y una vida más significativa con un sesgo prominente en lo social. Esto apunta a cimentar el aprendizaje en un aprendizaje activo y disciplinado no centrado en las “cosas que se saben”, sino en un “algo que se es” y en “lo que viene”. En definitiva, plantean en el paper que se deben promover los cambios necesarios en la enseñanza superior que introduzca prácticas de saberes reflejos, que asuma dimensiones como entender el lenguaje como acciones coordinadas para traer “mundos a la mano”; para ser capaces de comprender en nuestra vida presente las perturbaciones y anomalías que se producen y abren las posibilidades de cambio, con inflexiones significativas en todas las esferas de nuestra vida, y; fortalecer nuestra corporalidad y nuestra identidad con emociones e ideas que potencien nuestra autenticidad. Ser exitoso en este cambio profundo en la educación nos daría, de acuerdo a ambos autores, una nueva manera de ser que generaría un nuevo hombre con capacidad para asumir las nuevas posibilidades de un mundo cambiante y lleno de anomalías que gatillan constantemente transformaciones en las personas; chilenos democráticos abierto siempre a un mundo en acción y de conversaciones donde todos los problemas sociales son aludidos, donde se crean espacios de convivencia a través de un pluralismo activo, y; por último, chilenos solidarios que busquen comunidades sanas que terminen con las injusticias y las falsedades, raíces profundas de los conflictos sociales desestructurantes que actualmente vive nuestro país. 3