HOMILÍA Con las esperanzas y proyectos que caracterizan nuestra

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HOMILÍA
Con las esperanzas y proyectos que caracterizan nuestra asamblea de oración,
reflexionemos sobre los apartes de la Palabra de Dios que se han proclamado.
La descripción de los cambios que se llevan a cabo en el pueblo hebreo en
Egipto, contenida en la primera lectura (Es 1, 8-14.22) puede ser una
información de carácter histórico; ciertamente es una lectura “teológica” de
un cambio que ocurre en las relaciones entre Egipcios y Hebreos después de la
desaparición de José. El tiempo que pasa lleva a la sucesión de personas y de
condiciones históricas en la vida social. El trozo leído nos describe los
sufrimientos impuestos por el nuevo rey de Egipto al pueblo hebreo, como son
un ritmo de trabajo insoportable y la matanza de los recién nacidos de sexo
masculino. La finalidad es oponerse a la amenaza de la nueva identidad de
los Hebreos que con el tiempo pasó de ser un conjunto de muchos individuos,
de numerosos clanes familiares y de algunas grandes tribus, a ser un pueblo
unido.
La descripción de carácter teológico subraya que, desde un punto de vista
humano, el pueblo hebreo padeciendo estas opresiones, desaparecería de la
tierra. La imposibilidad humana de resolver esta situación hace resaltar el
poder de la intervención de Yavé quien suscitará a Moisés como liberador.
Solamente el poder de Dios está en grado de cambiar el curso de la historia
valorando la colaboración de personas que aceptan una vocación para una
misión, como Moisés. La historia sagrada narrada en la Biblia es un sucederse
de esta creatividad divina para renovar la esperanza y la vida del pueblo
hebreo.
Con las debidas reservas, leemos también nosotros en perspectiva teológica
la historia de nuestra Congregación que se prepara para celebrar los cien años
de existencia. Desde 1914 hasta hoy, los dos primeros jóvenes que se unen al
P. Alberione, con la ayuda de Dios, en etapas sucesivas fueron inicialmente un
grupo pequeño, luego una comunidad y luego Circunscripciones en naciones
de los cinco continentes y ahora los Paulinos, pueblo de toda la Congregación.
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Como para el pueblo hebreo, así también para nuestra Congregación, el paso
del tiempo obra cambios inevitables, como cohermanos que fallecen,
estructuras que se abandonan, iniciativas que se transforman, pero al mismo
tiempo llegan nuevas vocaciones, se inician nuevos proyectos con renovada
creatividad.
Por efecto del tiempo la Congregación está compuesta por generaciones
paulinas de distintas edades; desde personas de avanzada edad, adultos,
jóvenes, hasta adolescentes. Todas las generaciones presentes en nuestra
Congregación quieren ser verdaderos Paulinos, como el Fundador nos ha
querido y debido a los cambios históricos imponen una fidelidad creativa.
Todas las generaciones de Paulinos, con las características de su contexto
histórico, son verdaderos Paulinos;
ninguna generación tiene la
exclusividad de la identidad.
Mirando hacia el futuro, nuestra Congregación se distinguirá siempre por la
convivencia de generaciones diversas por edades y por tanto distintas en
cuanto a mentalidad y estilo de vida. Al fenómeno biológico hay que añadir
otra realidad: debido la crisis de vocaciones en algunas naciones el porcentaje
de jóvenes Paulinos provenientes de América Latina, de Asia y en parte de
Africa, lleva consigo lo específico cultural que los caracteriza respecto al
porcentaje de los Paulinos de más edad.
Ante estas realidades que se pueden documentar con cifras, es necesario que
todas las diversas generaciones de la Congregación colaboren para identificar
juntos los elementos inmutables y los elementos mutables del carisma
paulino. Así como para la vida de la fe, así también para el carisma paulino no
existe uniformidad total, sino unidad de diversidades. Este encuentro es una
pequeña contribución para construir la colaboración entre las generaciones
paulinas. La alternativa podría ser una recíproca intolerancia, que se superaría
solamente por la sucesión biológica de las generaciones. Debemos acompañar
con sabiduría la historia de la Congregación. El tiempo que pasa no es una
fatalidad, sino tiempo para vivir en perspectiva “teológica”, confiando en el
poder de Dios precisamente cuando constatamos nuestra debilidad, como San
Pablo.
En el Evangelio (Mt 10, 34 – 11.1) Mateo pone en labios de Jesús las
consecuencias que en las personas y en la sociedad produce la fe en Él, es
decir, radicalidad en la personalidad, división en las familias, sufrimientos en
la vida pública y distintas formas de aceptación social.
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Cristo propuso con su palabra y con su vida una forma nueva de religión que
ya no consiste en sacrificios ofrecidos en el templo, en largas oraciones, en
observancia escrupulosa de preceptos, en un conjunto bien estructurado de
verdades teológicas o en la plenitud de una ideología. La fe propuesta por
Cristo es la relación total con una persona que fascina hasta el punto que
llega a ser el centro y el motor de la existencia.
Un modelo de esta nueva fe está representado por nuestro Padre San Pablo,
quien escribe: “Para mí vivir es Cristo” (Fil 1,21); “No soy yo quien vivo, es
Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20); “Ay de mí si no predico el Evangelio”
(1Cor 9,16); “Me hice todo para todos para alcanzar a algunos” (1Cor 9,22);
“Quién me separará del amor de Cristo?” (Rm 8,35).
Aplicando el Evangelio como lo ha interpretado y vivido San Pablo y porque
nos llamamos “Paulinos”, tenemos el deber de interrogarnos sobre la calidad
de nuestra fe para constatar si es una relación con Dios en Cristo la que
fascina y da sentido a toda nuestra vida humana, cristiana, religiosa y paulina.
El riesgo de que algunos aspectos de nuestra personalidad estén todavía bajo
el influjo de una experiencia de fe que no es total relación con Cristo total,
explica nuestras contradicciones, nuestras inconstancias, nuestras dudas y
nuestros intereses. San Pablo nos enseña que la vida de fe es una
identificación cristológica y no un escrúpulo moralista.
La contribución que toda generación de paulinos puede aportar para que la
Congregación sea una unidad de diferencias está proporcionado a la calidad
de la fe de cada uno de nosotros. Si Cristo es la razón de ser de lo que somos,
pensamos y hacemos, será mucho más creativa, válida y eficaz nuestra
participación en la obra de todos.
El beato Santiago Alberione, con la luz del Espíritu y la aprobación de la
Iglesia, nos ha confiado un carisma que nos permite permanecer jóvenes ante
los cambios del tiempo y de los contextos: “Hay artículos de las
Constituciones que no permiten a la Familia Paulina envejecer o volverse
inútil para la sociedad; basta que sean bien interpretados y que sean operantes;
siempre existirán nuevas actividades que estarán dirigidas y fundadas sobre el
único apostolado” (AD, n. 130). Estas palabras del Fundador justifican y dan
pleno sentido a cuanto estamos realizando con este histórico encuentro.
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