SAN AGUSTÍN San Agustín tiene una imperiosa necesidad de hallar la verdad que le lleva a sumergirse en diferentes corrientes que van a conformar su propio pensamiento, pero sólo cuando llega al Cristianismo siente que ha encontrado la Verdad y el reposo que añoraba su alma. Escepticismo académico: rechaza la existencia de una verdad absoluta. Maniqueísmo: fundada por el persa Mani. Defendía la existencia de dos principios: el bien y el mal, en lucha constante. Niega la responsabilidad humana por los males cometidos, al considerar que son el producto del dominio del mal sobre una parte de su alma Platonismo/Neoplatonismo: sostiene que Dios es uno y creador de todo, por lo que el fin del hombre es el retorno a Dios mediante la purificación del alma con ayuda de los tres amores: belleza, filosofía y música. El ser es bueno en tanto que es, el mal no es ser sino privación de ser; esta es la posición que va a aceptar definitivamente San Agustín y tras él toda la filosofía cristiana. Cristianismo: San Agustín lleva a cabo una síntesis entre éste y la filosofía platónica. El objetivo de su filosofía es encontrar la verdad como paso necesario para hallar a Dios. Para recorrer ese camino puede ayudarnos tanto la fe como la razón: “Cree para comprender y comprende para creer”.La razón puede prepararnos para abrazar la fe y comprender la verdad que se encierra en las escrituras y profundizar en ella. Pero sólo por fe podemos abrazar la verdad en su más profundo sentido. Uno de los más importantes temas de reflexión de San Agustín es la REALIDAD HUMANA, en donde recoge principalmente la concepción neoplatónica de Plotino: El hombre es un alma que se sirve de un cuerpo. Pero como cristiano subraya la unidad de alma y cuerpo, mas tiene mayor valor el alma que el cuerpo. El alma entera se halla presente en el cuerpo entero y lo une a él la acción que ejerce sobre él para vivificarlo. Todo lo que hace el cuerpo, lo hace por el alma, pero el alma no puede ser influida directamente por el cuerpo, pues lo inferior no tiene poder para obrar sobre lo superior. “El alma manda al cuerpo y éste obedece inmediatamente; el alma se manda a sí misma” Como realidad, el alma es una realidad intermedia entre lo inmutable, Dios, y lo cambiante, las criaturas, de ahí deriva su superioridad sobre el cuerpo. Pero aunque es cambiante y temporal, por ser creada, es un principio inmaterial que anima al cuerpo, y como tal es inmortal. A pesar de su platonismo en estos temas, no acepta ni la preexistencia del alma con respecto al cuerpo, ni la reencarnación, sino que es creada por Dios: Dios creó todas las almas al crear la de Adán, y el alma de cada uno se transmite a partir del alma de los padres (traducianismo), de este modo puede justificarse que está manchada por el pecado original. En las facultades que posee el alma humana se revela un paralelismo con la Trinidad: Así como Dios que es uno es a la vez trino: Dios Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, así en el alma que es una, se manifiesta la trinidad: Tiene memoria, gracias a la que puede recordar y almacenar todo lo que vive, gracias a ella tenemos conciencia de nosotros mismos y formamos nuestra identidad; Inteligencia, por la que entiende lo que es y conoce el mundo, y voluntad, por la que ama lo que es y lo que quiere. En su Teoría del Conocimiento considera que es posible alcanzar la verdad absoluta. En función del objeto de conocimiento hay tres niveles de conocimiento: Las sensaciones: es el nivel más bajo. Son todas las respuestas o alteraciones que produce el alma ante unos cambios físicos, todas estas acciones se reciben por los sentidos. La autoconciencia: es el estar seguros de nuestra existencia. Por el hecho de poder dudar de nuestra existencia ya sabemos que existimos. Los principios generales verdes universales y eternas: es el nivel más alto. Nos muestran realidades inmutables, los modelos o arquetipos. Gracias a éstos el hombre encuentra las ideas universales. Para hallar estas verdades el hombre ha de volverse hacia el interior de su propia alma pues es allí donde se encuentra la Verdad. Este primer paso del conocimiento de los principios generales se denomina interiorización. Pero el proceso no acaba aquí, en el interior del alma, sino que ha de salir fuera, hacia los superior: pues el hombre toma conciencia de que las verdades que descubre no dependen de él, que es también mutable y temporal y como tal no puede ser el fundamento de verdades inmutables y eternas, han de tener un principio y fundamento con sus mismas características, inmutable y eterno, y este es Dios mismo. En definitiva, para alcanzar la Verdad, el hombre ha de trascenderse a sí mismo y llegar a Dios. (Se puede entender este camino hacia la verdad como una prueba a favor de la existencia de Dios) Pero al ser la verdad “superior y más excelente” que nuestra mente es necesaria la iluminación divina: sólo podemos percibir la verdad inmutable de las cosas si éstas están iluminadas como por un sol. Esa luz que ilumina la mente procede de Dios que es la luz inteligible. A esta teoría se la conoce como Teoría de la Iluminación 1 Por lo que se refiere a Dios, San Agustín trata varios aspectos: 1) La naturaleza o esencia divina: La Naturaleza de Dios es inefable, está más allá de lo que podemos comprender y expresar con palabras, sólo podemos decir de Dios lo que no es ( posteriormente a esta se le llamará vía negativa para llegar a la esencia de Dios) “Si lo comprendes, dice S. Agustín, no es Dios”, por lo que considera que la mejor definición que cabe de su esencia es la que Él mismo ofrece en la Biblia: “Yo soy El que Soy”, Dios es el Ser, el Verdadero Ser, y en cuanto tal, es eterno, inmutable, infinito, incomprensible, causa de sí mismo, pues no puede haber sido causado por otro y causa de todas las cosas. Su bondad y poder son su propia esencia, que es en sí, sin accidentes. Dios trasciende el espacio en virtud de su espiritualidad, infinitud y simplicidad, y del mismo modo trasciende el tiempo en virtud de su eternidad. 2) Las pruebas para probar su existencia: Hay varias pruebas que San Agustín usa para probar la existencia de Dios: La prueba principal parte del pensamiento, de las verdades inmutables y eternas: nosotros tenemos ciertas verdades inmutables y eternas por lo que alguien ha debido de dárnoslas, es porque hemos sido creados por Dios y el nos las ha dado. Argumento del consentimiento Universal: todos los hombres conocen a Dios como creador del mundo y como lo más perfecto que hay. - Prueba a partir del mundo corpóreo: se llega a él a partir de sus efectos, si miramos las bondades e imperfecciones de las criaturas son las mismas que tiene Dios, aunque en él se hallan en su grado máximo de perfección. La Creación, su orden y belleza nos habla del Creador. En La ciudad de Dios, subraya un tipo de razonamiento más cercano al platonismo, las cosas creadas nos llevan a su creador porque participan de sus perfecciones: “el mismo orden, disposición, belleza, cambio y movimiento del mundo y de todas las cosas visibles, proclaman silenciosamente que sólo pueden haber sido hechos por Dios, el inefable e invisiblemente grande, el inefable e invisiblemente bello”. Las características que de manera imperfecta poseen las criaturas, nos hablan de las que posee Dios de manera perfecta y absoluta: Las criaturas tienden al no-ser, pero mientras son, poseen una cierta forma, y ésta es un reflejo de la forma que no puede ni decaer ni perecer. Así, el orden y la unidad de la naturaleza proclaman la unidad del Creador, lo mismo que la bondad de las criaturas, su realidad positiva, revela la bondad de Dios y el orden y estabilidad del universo manifiestan la sabiduría de Dios. 3) Dios como Creador Creación “ex nihilo” Dios crea el mundo a partir de la nada por un acto de libre voluntad. Al mantener esta posición se desmarca del Neoplatonismo de Plotino que mantiene que Dios no crea voluntariamente sino que todo emana necesariamente de él. Y además rechaza el Panteísmo que esta postura supone. Toda la doctrina Agustiniana apunta a la idea de Creación: Todos las cosas, al existir atestiguan la existencia del que es la Esencia, el Ser en sí mismo; “Por su mutabilidad, las cosas no cesan de proclamar: no nos hemos hecho a nosotras mismas, es Él quien nos ha hecho… de Dios les viene todo el ser que poseen, de sí mismas sólo tienen incapacidad de existir por sí …en suma, han sido hechas por Dios de la nada, y eso es lo que se llama crear” (Gilson, La filosofía de la Edad Media) Ejemplarismo Dios crea el mundo según un plan y unos modelos que contiene en sí y los conoce desde toda la eternidad. En Él se hallan los arquetipos de todos los seres posibles, sus formas inteligibles, sus leyes... Estos modelos son Ideas de la misma naturaleza de las que hablaba Platón, pero no están en un mundo inteligible separado, sino que son consustanciales a Dios. Desde toda la eternidad Dios conocía todas las cosas que iba a hacer, como ejemplares, Ideas, arquetipos inteligibles, pero las hizo tal y como existen, es decir, como reflejos externos y finitos de su divina esencia. La Creación y el tiempo: razones seminales ( para solucionar la contradicción de la Biblia según la cual en El Eclesiastés dice “ Creó todas las cosas juntas”, en El Génesis crea en 6 días) El acto de creación es único, Dios no crea en el tiempo. Para crear el mundo, no ha tenido más que decirlo, al decirlo, lo ha querido y lo ha hecho. De una sola vez, sin sucesión de tiempo, ha hecho existir la totalidad de lo que fue, lo que es y lo que será. Todos los seres futuros han sido producidos desde el origen, junto con la materia, en forma de gérmenes, rationes seminales que se van desarrollando en el decurso del tiempo, según el orden y las leyes que Dios mismo ha previsto. La cumbre de la creación material es el hombre. 2 Se ve también San Agustín, por su pasado maniqueo, obligado a dar una respuesta al PROBLEMA DEL MAL: Él admite que Dios es la plenitud del ser y, como tal, el bien absoluto e inmutable. Todo lo que ha sido creado y es, recibe el ser de Dios y en esa medida es bueno. El bien es proporcional al ser, de donde se sigue que el mal, al ser lo contrario del bien, no puede considerarse como ser, ha de entenderse como una ausencia o privación de un bien en una naturaleza que debería poseerlo. El mal es una privación, no un ser positivo, una realidad.. En lo que se refiere al mal moral, consiste en apartarse de Dios, en no seguir la ley que Dios ha establecido para los hombres y lo conducen hasta El. Pero esto sólo lo pueden hacer los hombres, los seres racionales con voluntad libre y constituye su vida moral. La existencia del mal moral es responsabilidad de la voluntad creada y no de Dios. El mal moral es, pues, una privación del recto orden en la voluntad creada En lo que se refiere a la MORAL san Agustín entiende que eL FIN DEL HOMBRE ES LA FELICIDAD QUE CONSISTE EN LA BEATITUD: como las éticas clásicas griegas, la ética de San Agustín es eudemonista, propone un fin supremo a la conducta humana, la felicidad. Pero este fin, al contrario que en las éticas paganas, no se encuentra en la esfera natural, sino en Dios.. La posesión de este bien eterno no es una mera contemplación teórica de la esencia divina, sino una unión amorosa con el Creador: unión sobrenatural con Dios ofrecida a los cristianos como término de su esfuerzo ayudado por la gracia. Por esto la ética agustiniana es primordialmente una ética del amor EL LIBRE ALBEDRÍO La voluntad humana es libre, esto es, el hombre posee libre albedrío por lo que es sujeto de obligaciones morales: ha de dirigirse al Supremo bien, que es su fin propio y alejarse de los bienes mutables. Las normas y leyes que ha de cumplir son dadas por Dios y, por así decirlo, impresas en su corazón, por lo que todo hombre, incluso el injusto puede juzgar lo que está bien y lo que está mal. El hombre puede actuar bien orientándose hacia su bien que está en Dios, pero puede también volverse de espaldas a Dios para gozar de sí y de las cosas pasajeras y mutables, que le son inferiores. En esto consiste el pecado, cuya responsabilidad incumbe exclusivamente al hombre. Encontramos en la ética de San Agustín la recomendación platónica de que hay que apartarse del cuerpo y morir a lo sensible, para que el alma se purifique y vuelva a su estado originario de limpieza para poder vislumbrar lo que de suyo le conviene: el bien. LA NECESIDAD DE LA GRACIA Entre el hombre y Dios hay un abismo que el hombre solo no puede cruzar. Además en el estado de caída que el alma se encuentra tras el pecado original y los que se derivan de sus elecciones erróneas, el alma no puede salvarse por sus propias fuerzas. Necesita de la gracia divina, la merced gratuita del Creador. La gracia es necesaria al libre albedrío para luchar contra los apetitos desordenados y no caer en el pecado, y para poder conducirse según las leyes establecidas por Dios que le dirijan hacia él Sin la gracia se puede conocer la Ley, con ella podemos, además, cumplirla. Por tanto, para hacer el bien se requieren dos condiciones: la gracia y el libre albedrío. Sin la gracia el libre albedrío no querría el bien o, en caso de quererlo, no podría realizarlo. ( Se opone San Agustín de manera apasionada a aquellos que como Pelagio mantenían que el hombre por sí mismo puede hacer el bien y, por tanto la salvación está en nuestra mano y es nuestra responsabilidad) El poder de usar bien el libre albedrío, ayudado por la gracia, es la libertad. Poder obrar mal es inseparable del libre albedrío, poder no hacerlo es una señal de libertad. Por tanto, el hombre más libre es aquel en que domina la gracia y se ha apartado del pecado de tal modo que no puede ya obrar el mal. LAS DOS CIUDADES Como para San Agustín considera que el fin de todo cristiano es hallar a Dios distingue dos ciudades temporales que buscan la paz. - Cuidad terrenal: se basa en el amor a sí mismo y a todos los bienes materiales. En ésta ciudad reinarán las pasiones egoístas y la ley del más fuerte. - Cuidad celestial: se basa en el amor a Dios sobre sí mismo. En ésta reinará la claridad, la justicia y en la piedad. 3