Radios escolares en Colombia: un camino al mundo de los jóvenes (II) “Soñamos la radio como la queríamos” Gancho. Para imaginar cómo es el funcionamiento de las radios escolares en Colombia, sólo hay que cerrar los ojos entre las 9.00 a.m. y las 10 a.m., o entre las 2.30 p.m. y las 3.30 p.m., cada día hábil y durante el calendario escolar, y oír como los estudiantes de instituciones públicas y privadas se hablan y nos hablan. A esa hora, la del radio-recreo, todas las emisoras que existen están en sus manos. Así de sencillo y de cautivador. “Decidimos hacer radio porque queremos estar comunicados”, anota un estudiante de grado 10° de una institución pública de Popayán, departamento de Cauca, al sur de Colombia, muy cerca de Ecuador. “Hacer radio es atractivo y divertido”, complementa otro de Puerto Inírida, en el fronterizo departamento de Guainía, al lado de Brasil y Venezuela. “En la radio escolar podemos hablar de las cosas que nos gustan y también de las que no nos gustan”. Un miembro del Liceo Alejandro de Humboldt, también de Popayán -colegio reconocido por su tradición en formación comunicativa-, lo sintetiza de esta manera: “Hacemos radio escolar para dar a conocer, frente a toda una sociedad, nuestro género y nuestra cultura”. Lo que, complementado con la declaración de Mauricio Giovanni Chacué, estudiante de 15 años y habitante de una zona al sur del país marcada por la cultura indígena, complementa el panorama: “La radio escolar permite mostrar cómo somos y cómo vamos a construir nuestro futuro”. Con ella, asegura una niña de grado noveno de un colegio de la isla de Barú, en el Caribe, bien al norte del país, “puedo expresar lo que siento y probar que sí es posible hacerlo”. Pero así como la radio escolar -generalmente compuesta por dos bafles, algunos parlantes colgados de paredes cercanas a los salones de clase, un amplificador y un computador de vieja generación, y ubicada en un cuarto incómodo o poco apropiado- les ha dado a muchos jóvenes la oportunidad de hablar de sí mismos, también ha abierto la puerta para tocar temáticas propias de la institución, como lo explica Carlos Andrés, estudiante del colegio Laureano Gómez, de San Agustín, departamento de Huila: “Me interesó entrar a la emisora porque quería investigar a fondo algunos problemas que tiene el colegio y contárselos a los demás; aquí hay conflictos y creo que la radio es un medio para abordarlos y darles solución. Por ejemplo, lo de la basura o la falta de comunicación entre profesores y alumnos” y entre la institución y la comunidad, que, finalmente, fue el argumento esgrimido por el profesor Gabriel Gómez para “convencer a las directivas del Laureano” sobre la necesidad de montar la radio escolar. Participación y comunicación son temas vitales, como se demuestra en la labor que realiza la Red de Emisoras Alternativas Escolares del Territorio Sur (REAT), de Bogotá, que entrelaza a colegios de cinco localidades (Bogotá, con 7 millones de habitantes, está dividida en 20 localidades). Allí, los estudiantes, al ver que sus opiniones no se ven reflejadas en las decisiones que toma el colegio, expresan su desencanto en la radio escolar. “Los jóvenes quieren ser reconocidos y construir un mundo en donde primero quepan ellos”, afirma una profesora de la Red. Para José Gregorio Rodríguez, investigador de la Universidad Nacional de Colombia, “un asunto que nace de los propios intereses de los jóvenes es pensar su lugar en la familia, en el colegio, cómo me estoy relacionando y quién soy yo como joven”. Ahora bien, en la mayoría de las instituciones, al tomar parte en la radio, los muchachos “ganan en estatus”, sostiene la profesora Carolina Rodríguez, “Pertenecer al grupo de la radio es ‘full y fashion’, pero algunos se estrellan porque la radio escolar no es lo mismo que la radio comercial. Por eso, explica, no han funcionado los intentos de alianza con las comerciales, así los estudiantes anden muy pegados a La Mega o a Radiactiva y sueñen con el protagonismo de sus locutores”. Una interpretación de ese intento por alcanzar estatus lo formula de esta manera Juan Carlos Zuluaga Vega, rector de la Institución Educativa Santa Isabel, de la zona rural de Tierralta, departamento de Córdoba: Quieren manifestar expresiones cotidianas y darse a conocer, y es lo que más les interesa. Traducido en palabras de algunos estudiantes: “Lo que me gusta es que me conozcan y sepan quién soy; por mi lado, la radio me ha permitido integrarme con las personas”. Así se construyen El proceso de construcción de una emisora escolar es sencillo más no por eso fácil de emprender. Un asunto central es la aceptación del rector. Y, como afirma Sandra Garzón, experta de la Secretaría de Educación de Bogotá, ellos usualmente asocian radio escolar con equipos y entonces se complica el asunto, pues inmediatamente piensan en presupuesto. Nuestros equipos, subraya José David Puentes Ávila, docente de la Institución Educativa La Risalda, en el municipio de Chaparral, corregimiento de Calarma, “son de empanadas, de tamales, lechona, bazares, de las familias que nos regalaron una libra de café para vender y poder funcionar”. Y aunque esta no es la regla, pues algunas secretarías de Educación han trabajado en la consecución de equipos adecuados, apoyadas por el Ministerio, con eventos de este tipo se financian varias radios escolares. La emisora comenzó en 2007, dice orgulloso el rector Zuluaga Vega. “Los equipos estaban subutilizados y se nos ocurrió que debíamos impulsar la cultura y las relaciones sociales, como un medio de interacción con los estudiantes y la comunidad”. Carolina Rodríguez, de Bogotá, lo plantea así: “Mi radio surgió de un proceso de capacitación con Paulinas -un grupo de religiosas promotoras de la comunicación alternativa-, llamado ‘Súbete a la Onda’. En el San Agustín, donde enseñaba, existían dos equipos que un profesor de música había donado, con unos parlantitos pequeños que, a juicio de los estudiantes, podían servir. Los chicos buscaron un profesor que les ayudara y nos sentamos durante dos semanas, todas las tardes, extraescolarmente, a soñar la radio como la queríamos”. Lo que empezó como una goma estudiantil, hoy es el Colectivo de Comunicaciones Audio-arte en el que, además, los alumnos de últimos grados decidieron formar un semillero con los más pequeños. “También fuimos los jóvenes y un profesor quienes montamos Clase 102.3 FM, explica el estudiante de Tuluá, en el departamento del Valle del Cauca, Roger Manzano. Y hoy se reconoce a la emisora bajo el eslogan: A clase con clase”. Ahora bien, así como ocurre que el profesor -usualmente de Sociales- ayuda a sacar adelante el proyecto, cuando el docente cambia de institución, “el proyecto muere”. El profesor Jesús Antonio Pareja, que trabaja en Roncesvalles, departamento de Tolima, cuenta que su radio escolar -que ha logrado jugársela en alianza con una radio comunitaria-, “ha ayudado a resolver tareas y hasta exámenes: a través de la emisora, un estudiante más avanzado soluciona los problemas para aquellos que no lo logran”. En el Juan José Nieto, de Cartagena, algunos profesores han promovido reflexiones en la radio cuando se ha dado la necesidad de corregir las relaciones interpersonales: “así se fomenta el buen trato y el pensamiento positivo”, afirma la rectora. O también ayudan a guiar y explicar los debates, como se hizo con la Yidis-política y con la Farc-política, anota una estudiante. En síntesis y en palabras de la profesora del colegio Santa Ana de Barú, Aleida Bonet, con la radio todo el mundo puede saber por donde vamos a caminar y cual es el horizonte que vamos a seguir. Temas identificados y temas ideales Cuando empezamos a funcionar, explica Bernardo Rincón -hoy instructor en el Parque Informático de Ciencia, Arte y Tecnología Carlos Albán y alumno gomoso de la radio escolar a finales de los años 90-, “manejamos el eslogan ‘movimiento joven para un mundo mejor’: creíamos que a partir de la radio podríamos influenciar, construir e impulsar algo que realmente motivara a la gente a hacer cosas nuevas; un espacio en el que confluyeran una visión juvenil y universal. Como tratábamos de romper con esquemas, hicimos algo súper-novedoso para esa época: abrir un correo electrónico para una construcción más colectiva”. Roger Manzano, de Tuluá, pone lo de romper esquemas en estas palabras: “se trata de imponer un nuevo estilo de emisión; que sea el estudiante el que informe, transmita y se vuelva responsable”. En un salón del Parque informático, muy cerca del lugar en donde se desarrolla el Tercer Encuentro de Radio Escolar del Cauca, trabaja Angie Liliana Rodríguez, una niña “del Manuela Beltrán”, que apenas llega a los 13 años. Sentada frente a una pantalla de computador, está montando un programa radial para que sus “compañeras sepan los sucesos que pasan, no sólo dentro sino fuera de nuestra institución, en la comunidad y en la sociedad, y tengan otra forma (de verlos) a como los presentan en nuestras casas la radio y la televisión”. Es lo que en palabras de Kevin Adrián Moreno, de 13 años, de la Institución Educativa Metropolitano María de Occidente, significa hacer radio “para que el colegio esté más informado”. O lo que, según Shirley Sánchez y Julio Moche, alumnos de últimos grados “del Santa Ana de Barú” se traduce en una “radio escolar que les dice a los niños lo que sucede en Colombia”. Carlos Meneses, estudiante de grado décimo en la IE San Agustín, de Bogotá, asegura que “el tema es la clave para la emisora, porque es lo que nosotros informamos, lo que queremos brindar para que sea mejor”. Y en ese sentido, un brochazo a los temas que se tratan -bien por iniciativa del docente, del rector o de los muchachos- permite descubrir un mundo de inquietudes e intereses: sexo, homosexualismo y embarazo –“no tener relaciones sexuales de forma desordenada”-; relaciones de pareja y de convivencia -“que trabajan muy bien en las Normales de María la Baja y de Cartagena”-; relaciones afectivas, aborto, “noviazgo, vacilón, goce”; prostitución; peleas y pandillas -“que venían de otro lado a enfrentarse con los estudiantes de aquí”-; violencia intrafamiliar y barrial; derechos; integración; salud, afecto, cariño, comprensión, respeto, tolerancia, solidaridad; prevención y drogadicción; “los nerds y los que capan clase”; satanismo; barras bravas; disturbios en conciertos -“como lo de hip-hop al Parque”-; la vinculación a algún grupo armado; calentamiento global y contaminación, entre otros. Sin embargo, si bien hay temáticas comunes -como mandar por la radio mensajes de amor y amistad “a un amigobio (a)”-, o informar acerca de actividades institucionales -“esta semana hay jornada de vacunación”-, también se perciben diferencias en las temáticas que ponen a oír a los radioescuchas las instituciones de las áreas rural o urbana. Liverman Rengifo, de la emisora comunitaria Ocaína Estéreo 93.3 FM, de Puerto Caicedo -departamento de Putumayo y frontera con Ecuador-, en red con dos colectivos de las instituciones educativas José Antonio Galán (urbana) y Divino Niño (rural), asegura que lo de “las basuras y la contaminación de la quebrada El Achiote, que surte el acueducto del municipio y sirve para lavar la ropa y para el baño de los niños” fue muy escuchado. En Roncesvalles, “reserva hídrica del departamento de Tolima, los estudiantes han trabajado la conservación del páramo y, específicamente, han explicado el fenómeno de las esponjas de agua que regulan los cauces”, explica el profesor Jesús Antonio Pareja. Pero también, por la situación de la zona, han mandado mensajes subliminales de ‘No a las minas quiebrapatas’, después de que una de ellas mató a un personaje muy conocido de la región. Mauricio Romero, cabeza del sistema de medios del colegio privado de Bogotá Gimnasio del Norte, afirma que el tema de “las culturas urbanas y la identidad llama la atención de los muchachos”. Algo que confirma una docente de la red REATS, de la misma ciudad: “Para ellos es fundamental como se identifican los estudiantes entre sí y con sus pares; las subculturas: raperos, neo, emos y punk, y sus búsquedas por hacerse sentir y por tener un grupo de interacción”. También lo de “la violencia intrafamiliar y todas esas categorías que han ido construyendo en sus relaciones afectivas y de choque”. Entre tanto, en otro colegio, “los viernes radiales están dedicados al relax”. En general, asegura Jacqueline García, investigadora de la Universidad Surcolombiana, muchos “apuntan más a generar espacios de reflexión y socialización de la problemática juvenil”. Pero hay temas como el de las prepago o el desempleo, en los que “reclaman que no se tiene en cuenta su voz”, afirma un miembro del equipo de medios del Ministerio de Cultura. “Son temas acerca del significado de ser joven en este país. Lo que los jóvenes hacen es darles una perspectiva juvenil”, explica. Cuando los estudiantes tienen la oportunidad de proponer lo que les gustaría oír y que todavía no ha sido presentado en las radios escolares de sus zonas, no dudan en referirse a: “conflictos culturales como el de las etnias y el paro regional indígena”; separación de padres y comprensión de ellos con sus hijos (as); maltrato infantil y de pareja; violencia y agresión física en el colegio; valores; la moda; por qué no se lee; y “sobre la sinfónica de Neiva”. O sencillamente, “que cuiden las sillas del colegio y las flores de atrás del jardín…; una campaña para tener un espacio limpio; sobre la amistad y los logros artísticos y deportivos de los educandos”. “A mí, sostiene un alumno del municipio de San Agustín, me podrían dar un espacio para resaltar las virtudes de la comunidad. En la vereda Estrella, en los alrededores del parque antropológico, “todo es limpio; además, está lo de las mingas, que le ha dado progreso a Obando: los sábados, desde las 7 a.m., durante todo el día y una vez al mes, entre todos limpian las alcantarillas y las carreteras; esos serían buenos temas para una radio escolar”, sostiene. “A los jóvenes les interesa que los sorprendan, que les propongan, les gusta la exploración y conocer”, sintetiza Bernardo Garzón. Identidades radiales Según Sandra Garzón, comunicadora de la Secretaría de Educación de Bogotá, en las emisoras de los colegios se muestran más los asuntos internos que aquellos que relacionan a la institución con el resto de la sociedad. “En Risaralda y en Quindío, dos departamentos de la zona cafetera del centro del país, los pelados se han sentado a discutir el tema de la Institución”, anota un miembro del Ministerio de Tecnologías de Información y las Comunicaciones. “Como personero, la emisora me ha permitido transmitirles los mensajes a los estudiantes; están al día sobre lo que ocurre y en cuanto a las anomalías, se dicen y nos ayudamos entre todos para solucionarlas”. Lo que es muy interesante en nuestro caso, explica Mauricio Romero del Gimnasio del Norte, es que desde primaria los niños adquieren una identificación con la radio. “Lo que le pasa a la emisora, me pasa a mí y cuando digo me pasa a mí, lo llevo a los mismos estudiantes y a la misma comunidad”, afirma el profesor tolimense Jesús Antonio Pareja. “La radio de la institución da sentido de pertenencia a las estudiantes, las compromete e involucra más con su colegio”, asegura el profesor Elmer Gallego, del Mater Dei de Piendamó, departamento de Cauca. La identificación genera responsabilidad, tanto en lo que ellas hacen en su vida personal como en lo público. En ese proceso de identificación también juegan su papel esfuerzos como el del Colectivo Zona Alterna, de Neiva, que ha buscado a los egresados de las instituciones e intentado vincularlos -con cierto éxito- en la radio escolar; o el de varias emisoras que al socializar y compartir sus experiencias en seminarios, enlaces y talleres refuerzan la identidad institucional. Por otra parte, argumenta Liverman Rengifo, de Putumayo, cuando están compenetrados con la radio, “se dan discusiones como la de la utilización del teléfono celular en la clase, pues hay colegios que les permiten a los docentes responder pero no a los estudiantes. O lo del restaurante escolar, ya que ha ocurrido que en alguna institución no caben las mesas y a veces no alcanza la comida”. Para ellos, concluye José Gutiérrez, del Isidro Parra, de Líbano, Tolima, “la emisora no es un compromiso pedagógico sino de identidad”. Crecimiento personal A mí la radio me ha dado más aspiraciones para tener trato con las personas, comenta una estudiante, he aprendido a mejorar mi expresión y a dejar el miedo y la pena. “Les quita el pánico escénico”, asegura Maritza Rodríguez, docente de la Escuela Normal del municipio de Junín, departamento de Cundinamarca. Con la radio sé pensar en lo que les gusta a los demás, argumenta otra alumna. Y valor humano es tener en cuenta que el otro existe: valorarse como personas, y al ser humano y al otro, complementa el profesor Gallego de Piendamó. “Me siento conmigo mismo”, agrega un compañero. “A los estudiantes les desarrolla el sentido de participación y amplía sus competencias comunicativas”, afirma uno de los comunicadores de la Universidad Surcolombiana, que realiza su práctica en un colegio de Huila. A lo que se suma Daniela Sherry, estudiante de 16 años, para quien -como ha ocurrido con muchos alumnos- la radio le ha abierto un plan de vida y le ha dado formación “de lo que quiero hacer en un futuro”. En otro sentido es lo que le ha pasado a Dani Daniel, un estudiante del Juan José Nieto, de Cartagena, que ha iniciado su carrera artística en Tu Voz en Sintonía y está seguro de que triunfará por su “canto de salsa romántica”; además, no es el único caso de personas de esa institución que probaron en la radio y terminaron en el campo artístico. Están Los Jota (por esa letra empiezan todos los nombres de los miembros de la agrupación), compositores e intérpretes reconocidos en su ámbito. Igualmente se encuentran varios muchachos del San Agustín, en Bogotá, que laboran con la emisora del Minuto de Dios y con Misión Bogotá. Asimismo, explica Camilo de Irisarri, encargado hace más de diez años de la exitosa radio escolar del colegio privado Gimnasio Moderno, de Bogotá, “tuvimos el caso de un muchacho de integración curricular y con parálisis corporal al que nuestra emisora le abrió las puertas y le ayudó a seguir adelante; produjo una serie ejemplar, Reportajes con la Historia”. En fin, “la radio escolar da salidas, en vez de estar en una pandilla”, sostiene Eder López, miembro de Custodia Estéreo de Puerto Inírida, departamento de Guainía, y alumno del Instituto Integrado Custodio García Rovira. Por su parte María Ilse Andrade, quien ha trabajado con radios escolares en la Comuna 10 de Neiva, adonde ha llegado una población importante de desplazados por la violencia, asegura sentirse orgullosa por hacer algo útil y haber creado con sus compañeros espacios para decir “lo que nos preocupa de nuestra ciudad, del barrio, del país. Pensamos asuntos a favor de los jóvenes, y para mí eso es importante”. Los estudiantes se pegan a causas que llaman “perdidas”, a lo distinto, y proponen que las cosas sean de otra manera. Poder nombrarlo y hablar de eso les llama muchísimo la atención, sostiene una integrante de la red REATS, citando al investigador educativo Marco Raúl Mejía. Próxima entrega: Radios escolares en Colombia: un camino al mundo de los jóvenes (III) Esto se dice con música