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Notas sobre la Teoría del Estado de Karl Marx
Este trabajo ofrece una aproximación a la teoría marxista del Estado.
Para Karl Marx, tanto la esfera política como la esfera jurídica deben
comprenderse en el marco general de las condiciones materiales de vida.
Partiendo de la crítica de la filosofía del derecho y del estado de Friedrich Hegel,
Marx invierte la relación tradicional Estado y sociedad civil y propone una teoría del
Estado vinculada con la teoría general de la sociedad y de la historia a partir del estudio
de la economía política.
Según Norberto Bobbio, pueden señalarse cinco características de la teoría
marxista del Estado: a) la crítica de las teorías precedentes; b) la teoría general del
Estado; c) la teoría del Estado burgués; d) la teoría del estado de transición; y e) la
teoría de la extinción del Estado.
(i)
Crítica de las Teorías Precedentes
Las teorías precedentes a la teoría marxista, de Thomas Hobbes a Friedrich
Hegel, afirman que el Estado es la forma racional de la existencia social del hombre:
a)
El Estado es el garante del orden y la paz social, único interés que todos
los individuos (que, libres y a su arbitrio, se comportarían como “lobos”)
tienen en común en una sociedad (Thomas Hobbes).
b)
El Estado es el árbitro imparcial que dirime las controversias en un
marco pluralista, tolerante y protector de la propiedad privada y la
libertad individual (John Locke).
c)
El Estado es la expresión de la “voluntad general” plasmada en un
“contrato social” en virtud del cual cada individuo renuncia a su libertad
natural (de “buen salvaje”) a favor de los demás, adquiere la libertad civil
o moral y es más libre que antes (Jean-Jaques Rousseau).
d)
El Estado constituye la totalidad organizada en cuyo seno el individuo
encuentra su función y su identidad como ser “racional” y a la que debe
servir (Hegel).
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En oposición a las teorías políticas clásicas precedentes (específicamente, la de
Hegel) que otorgan prioridad al Estado sobre la sociedad civil y las esferas que
históricamente lo preceden, Marx sostiene que dichas teorías no respetan la realidad
histórica (son “ahistóricas”) ni estudian cómo efectivamente se forma el Estado
moderno, sino que parten de una idea abstracta de Estado como totalidad superior.
En tal sentido, el análisis de Marx identifica al verdadero sujeto (el individuo
que vive y actúa en el mundo “material” / “real”) y señala el proceso de su
“objetivación” en las instituciones políticas del Estado. El mundo real no debe deducirse
del ideal; al contrario, debe entenderse como resultado del mundo histórico real.
Según Marx, particularmente el método seguido por Hegel es especulativo.
Para Hegel, la “sociedad civil” (que abarca las relaciones económicas ubicadas
fuera de la estructura jurídica y política del Estado) es un ámbito de egoísmo
desenfrenado donde se incita a cada hombre a competir contra sus semejantes. Se trata
de un ámbito “no-ético”. Sin embargo, los hombres son seres racionales en la medida en
que aceptan el orden del Estado, un ámbito universal opuesto a los intereses egoístas de
las acciones en la “sociedad civil”. Por lo tanto, el Estado está separado de la vida de los
individuos y posee una prioridad lógica sobre los sujetos particulares. El individuo
queda subordinado a los ideales de participación política encarnados en el Estado,
considerado la fuerza motriz del desarrollo social.
Marx rechaza este método especulativo (al que denomina “misticismo lógico”),
invierte la relación entre sociedad civil y Estado y afirma en consecuencia que la
solución del problema de la sociedad civil no radica en su subordinación al Estado sino,
por el contrario, en la absorción del Estado por parte de la sociedad civil.
Por tal motivo, Marx sostiene que en toda constitución política la participación
general en la vida política es el ideal y que la persecución de intereses particulares es la
realidad (invirtiendo el método hegeliano). Afirma al respecto: “Hasta ahora la
constitución política ha sido el ámbito religioso, la religión de la vida del pueblo, el
cielo en su universalidad, en contraste con la existencia mundana concreta de su
realidad actual” (Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, 1844).
(ii)
Teoría General del Estado
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Tal como señala Bobbio, la inversión de la relación entre Estado y sociedad civil
realizada por Marx “marca una verdadera ruptura con toda la tradición de la filosofía
política moderna”.
Mientras esta filosofía resuelve los conflictos de la sociedad “preestatal” (el
estado de naturaleza -Hobbes, la sociedad natural -Locke, el estado primitivo Rousseau, o la familia y la sociedad civil -Hegel) en la estructura del Estado, como
única estructura en la que el hombre puede conducir una vida racional, Marx considera
al Estado como un conjunto de instituciones políticas dotado de la máxima fuerza
imponible y disponible en una sociedad determinada. El Estado, para Marx, es una
superestructura respecto de la sociedad “preestatal” (que es el lugar donde se forman y
desarrollan las relaciones materiales de existencia) destinada a desaparecer en una
futura sociedad sin clases sociales.
La filosofía política anterior a Marx procede siempre hacia un mayor
perfeccionamiento del Estado; Marx, inversamente, hacia la extinción del mismo. Si
dicha filosofía política considera a la sociedad “preestatal” como el reino de la fuerza
ilegítima e irregular (signada por el estado de guerra permanente, el derecho del más
fuerte sobre el más débil o la falta de garantías jurídicas), para Marx el Estado es el
reino de la fuerza en el que impera la “violencia organizada y concentrada de la
sociedad” (El Capital, 1864).
Para Marx, el Estado no implica la abolición del “estado de naturaleza”, sino su
prolongación: “La vida material de los individuos, que en modo alguno depende de su
simple voluntad, su modo de producción y la forma de intercambio, que se condicionan
mutuamente, constituyen la base real del Estado y se mantienen como tales en todas las
fases en que siguen siendo necesarias la división del trabajo y la propiedad privada,
con absoluta independencia de la voluntad de los individuos. Y estas relaciones reales,
lejos de ser creadas por el poder del Estado son, por el contrario, su poder creador”
(La Ideología Alemana, 1845).
La distinción planteada por Marx entre las “relaciones reales” y el “poder del
Estado” se vincula a la distinción entre “infraestructura” y “superestructura”.
La “infraestructura” comprende las fuerzas, medios y relaciones de producción
(las clases sociales), es decir, todo lo que condiciona directamente la producción de
bienes. La “superestructura” comprende todas las producciones simbólicas de la
sociedad: colectivas y netamente definidas, como las instituciones políticas, el derecho,
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la religión o la educación; colectivas e indefinidas, como las mentalidades, las
costumbres o la moral; e individuales, como la filosofía y el arte.
No obstante, la distinción antes mencionada sólo es conceptual, pues
empíricamente la infraestructura y la superestructura se encuentran íntimamente
vinculadas, al punto de que la primera determina la existencia de la segunda. Afirma al
respecto: “La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio jurídico y
político y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo
de producción de la vida material determina el proceso social, político e intelectual de
la vida en general” (“Prólogo”, Contribución a la crítica de la economía política).
El rechazo del “misticismo lógico” de las teorías políticas precedentes, que
ubican idealmente en el Estado el desarrollo del hombre racional sin considerar sus
condiciones materiales de existencia, tiene además claras consecuencias políticas para
Marx.
En efecto, a partir de su distinción entre “infraestructura” y “superestructura”
sostiene que la Revolución Francesa no es una revolución completa, al constituir
eminentemente una revolución política. Sin embargo, la emancipación política no es
aún la emancipación humana, pues esta última debería incluir el fin del dominio clasista
determinado por la estructura económica de la sociedad, Afirma al respecto: “Sólo
cuando el hombre real individual absorba en sí al ciudadano abstracto… cuando
reconozca y organice sus propias fuerzas como fuerzas sociales y, en consecuencia, ya
no tenga que separar de sí la fuerza social como fuerza política, sólo entonces se habrá
consumado la emancipación humana”(Sobre la Cuestión Judía, 1843).
(iii)
Teoría del Estado Burgués
El condicionamiento de la superestructura política por parte de la estructura
económica se manifiesta en el hecho de que esta última es el lugar donde se forman las
clases sociales y se revelan sus antagonismos.
Conforme el “materialismo” de Marx, el hombre modela activamente el mundo
en el que vive y es modelado por este último.
Para Marx, la historia es un proceso de creación, satisfacción y nueva creación
de necesidades y por ello el trabajo (como intercambio creativo entre el hombre y su
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ambiente) es el fundamento de la sociedad. Las características concretas de la sociedad
se interponen en la relación del individuo con su medio natural.
Al estudiar el desarrollo de la sociedad (o “modos de producción”: antiguo,
feudal y capitalista), no debemos partir de una idea abstracta preestablecida, sino del
examen empírico de los procesos concretos de vida social que son la condición de la
existencia humana. Dice al respecto: “La historia no es sino la sucesión de las
diferentes generaciones, cada una de las cuales explota los materiales, capitales y
fuerzas productivas transmitidas por cuantas la han precedido; es decir, que por una
parte, prosigue en condiciones completamente distintas la actividad precedente,
mientras que, por otra, modifica las circunstancias anteriores mediante una actividad
totalmente diversa” (La Ideología Alemana).
Según Marx, las relaciones de producción son la forma de funcionamiento del
conjunto de una sociedad dada y la organización del trabajo productivo en el plano
social, político y jurídico. Bajo el modo de producción capitalista, el obrero no es
propietario de los medios de producción (fábrica, máquinas y materiales) y vende su
fuerza de trabajo a cambio de un salario, sin derecho a información sobre el conjunto
del proceso de producción, sus finalidades ni la colocación de los bienes en el mercado.
Marx sostiene que burgueses y proletarios se encuentran en un conflicto
endémico respecto de los frutos de la producción industrial. Los salarios del obrero y las
ganancias del empresario capitalista son el resultado de una lucha desigual, en la cual
los propietarios del capital predominan fácilmente.
Para Marx, las clases surgen allí donde las relaciones de producción entrañan
una división diferenciada del trabajo que permite una acumulación de producción
excedente: ésta puede pasar a manos de un grupo minoritario, que de este modo se
coloca en una relación de explotación respecto de la masa de productores.
Marx afirma que las relaciones capitalistas de producción implican la alienación
del trabajo y el trabajador. El trabajador no se encuentra a sí mismo en su trabajo ni en
los productos de su trabajo. El “valor añadido” (o “plusvalía”) que el trabajo del
proletariado incorpora al material bruto es arrebatado casi íntegramente por el burguéspatrón-capitalista bajo la forma de ganancia. El salario se reduce al mínimo
indispensable exigido por la supervivencia y la reproducción y el trabajo es a la vez
alienante y alienado, porque el obrero es sólo un eslabón puramente instrumental e
intercambiable de la cadena productiva.
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En este marco, el Estado es el aparato o conjunto de aparatos (entre los cuales el
determinante es el aparato represivo titular del monopolio de la fuerza) cuya función
principal es impedir que el antagonismo de clases degenere en lucha perpetua, no
mediando entre los intereses en conflicto (según las teorías políticas clásicas) sino
reforzando y contribuyendo a mantener el dominio de una clase sobre otra.
En idéntico sentido, Marx sostiene en La Ideología Alemana que el Estado “no
es más que la forma de organización que los burgueses se dan por necesidad… a fin de
garantizar recíprocamente su propiedad y sus propios intereses”. Y concluye: “El
Estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus
intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época”.
(iv)
Teoría del Estado de Transición
Para Marx, la dependencia del poder estatal respecto del poder de clase es tan
estrecha que el pasaje de la dictadura de la burguesía a la dictadura del proletariado no
puede ocurrir simplemente a través de la conquista del poder estatal, sino que exige la
destrucción de sus instituciones y su sustitución por instituciones completamente
nuevas.
La clase dominante dispone de medios para difundir las ideas que legitiman su
posición de dominio. Las ideas de libertad e igualdad constituyen la fachada de la
sociedad burguesa y poseen un valor aparente y no real. Las supuestas libertades
jurídicas existentes en la sociedad burguesa sirven en realidad para legitimar la
explotación del asalariado por parte de los dueños del capital.
Por tal motivo, la clave de la “superestructura” no es que contenga ideas, sino
que dichas ideas sean funcionales a un sistema de relaciones sociales (especialmente en
forma de política, derecho y religión) de naturaleza clasista.
En La Guerra Civil en Francia (1870-1871), Marx señala algunas características
del nuevo Estado sin base clasista: a) supresión del ejército permanente y de la policía
remunerada y sustitución de ambos por el pueblo armado; b) funcionarios electos y
controlados por el pueblo; c) sufragio universal; d) abolición de la “ficticia” separación
de poderes; y e) descentralización política y reducción de las funciones del gobierno
central.
Marx denominó a esta nueva forma de Estado “gobierno de la clase obrera”.
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(v)
Teoría de la Extinción del Estado
Según Marx, todos los Estados que han existido han sido siempre la dictadura de
una clase.
Afirma en el Manifiesto del Partido Comunista: “La historia de toda la
sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y
esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra:
opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, unas
veces velada y otras veces franca y abierta; lucha que terminó siempre con la
transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en
pugna”.
El Estado donde el proletariado deviene clase gobernante no constituye una
excepción a esta regla. Pero a diferencia de la dictadura de otras clases, que han
constituido siempre la dictadura de una minoría de opresores sobre una mayoría de
oprimidos, la dictadura del proletariado tiende a la eliminación del antagonismo de clase
y, por ende, a la extinción de ese instrumento de dominio de clase que es justamente el
Estado. Marx afirma al respecto: “En el transcurso de su desarrollo, la clase obrera
sustituirá a la antigua sociedad civil por una asociación que excluya a las clases y su
antagonismo y no existirá ya un poder político propiamente dicho” (Miseria de la
Filosofía, 1847).
La lucha de clases es para Marx el “motor de la historia”. La lucha entre la
burguesía y el proletariado, que desemboca en la Revolución Socialista, será la lucha
final. Instituirá la sociedad sin clases: la sociedad reconciliada en la que desaparecerá lo
“político”, como voluntad de una parte de la sociedad de tomar y preservar el poder en
detrimento del resto. Afirma Marx: “Cuando los antagonismos de clase hayan
desaparecido y toda la producción se concentre en manos de los individuos asociados,
el poder público perderá su carácter político. El poder político, en el sentido estricto
del término, es el poder organizado de una clase para la opresión de otra” (Manifiesto
del Partido Comunista, 1848).
Para Marx, el capitalismo sucumbirá debido a sus contradicciones, por lo que la
Revolución Socialista es inexorable. La tensión creciente del capitalismo lo conducirá a
su autodestrucción.
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Si la lucha de clases es el motor de la historia, la extinción de esa lucha significa
el “fin de la historia”, en el doble sentido de culminación y de finalidad, con las
siguientes características:
a)
Emancipación: La humanidad se liberará de todas las compulsiones
naturales y sociales (económicas y políticas) y cada individuo se
encontrará consigo mismo en sus obras, fruto de un trabajo libre y
creativo.
b)
Universalidad: En una sociedad sin clases, la oposición entre los
intereses individuales particulares y el interés de todos habrá
desaparecido y cada individuo realizará en sí mismo la esencia universal
de la humanidad (el “ser genérico”).
c)
Totalidad: Cada individuo podrá ejercitar plenamente sus
potencialidades, de goce y de creación, tanto en la vida natural como en
la vida cultural; los individuos ya no serán artificialmente especializados
en el sistema de división del trabajo capitalista.
A propósito de la sociedad comunista, Marx asevera que en ella “cada individuo
no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus
aptitudes en la rama que mejor le parezca; la sociedad se encarga de regular la
producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo me dedique hoy a esto y
mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche
apacentar el ganado y después de comer, si me place, dedicarme a la crítica, sin
necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico” (La Ideología
Alemana).
Para Marx, el comunismo no negará la individualidad. Al contrario, el
significado que otorga a la sociedad comunista permitirá la expansión de las
capacidades y potencialidades de los sujetos.
Hernán Marturet
Fuentes: Bobbio, Norberto, Diccionario de Política, México, S. XXI, 1991; Giddens, Anthony, El
Capitalismo y La Moderna Teoría Social, Barcelona, Labor, 1994; Habermas, Jürgen, El Discurso
Filosófico de la Modernidad, Madrid, Katz, 2008.
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