Augusto Roa Bastos (Paraguay, 1917-):

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Augusto Roa Bastos (Paraguay, 1917-):
Hubiera querido hacer un cine que escapara a los tremendos
condicionamientos de la industria cinematográfica. Y a eso me lleva, no
sólo mi gran admiración por el cine, sino el hecho de que pienso que mi
imaginación es preferentemente visual. Concibo el mundo y los hechos
más nimios a través de la imagen. He pasado horas y hasta días en mi
infancia persiguiendo una hormiga para ver de qué manera corta una hoja,
y ese hecho misterioso ha significado para mí tensiones enormes, [...]
Pienso que el mundo me entra por los ojos. (zit. Vila Barnes: 76)
no podía soportar ya en aquellos tiempos [...] el seudorrealismo naturalista
de las ‘novelas ejemplares’ que infestaron nuestros países y que no podían menos que hacerlo por esa
época, sobre todo en la década del 30 y del 40 [...] Sentía la necesidad de la pulsión mítica de nuestra
realidad. Del mito genuino, que nada tiene que ver con esos rótulos prestigiosos, pero falsos, inventados
por Asturias o Carpentier, entre otros, de ‘lo real maravilloso’ o del ‘realismo mágico’ [...] Gracián,
Fournier, Camus, Barret y Faulkner después, entre los ‘gringos’, me dieron ese aire que necesitaba respirar
(zit. Tovar: 23f.)
Reconvertir la cultura en naturaleza, o al menos convertir lo social, lo cultural y lo ideológico, lo histórico,
en hechos naturales. Lo que el mito restituye, en el contexto de una cultura, es una imagen natural de lo
real. (zit. Tovar: 24)
hacer que la realidad de los mitos y de las formas simbólicas penetrara lo más profundamente posible bajo
la superficie del destino humano; una forma de realizar el conocimiento de lo incierto a través de las
intuiciones y transformaciones de los múltiples aspectos de la realidad. No tanto la presuntuosa ambición
de descubrir los enigmas de la existencia y del mundo, sino la más módica necesidad de intuir los propios
enigmas en esa dirección donde se juntan la subjetividad individual y las energías de la vida social,
dirección que tiene justamente en la lengua su lugar de síntesis y expresión: el espacio de la palabra
portadora de mitos. (zit. Tovar: 37f.)
oír antes de escribir los sonidos del discurso oral, informulado pero presente siempre en los armónicos de
la memoria. Para escribir en castellano hay que entrar antes en la fábula viva de lo oral, en ese nudo
escindido y bifronte de la cultura bilingüe; hay que recoger, en suma, junto con la percepción auditiva, ese
tejido de signos no sólo y no precisamente alfabéticos sino sensoriales y hasta visuales que forman un
texto imaginario. (zit. Tovar: 39)
Hijo de hombre 1960:
Su tema trascendente, al margen de la anécdota, es la crucifixión del hombre común en la búsqueda de la
solidaridad con sus semejantes; es decir, el antiguo drama de la pasión del hombre en lucha por su libertad,
librando a sus solas fuerzas en un mundo y una sociedad inhumanos que son su negación. (zit. Tovar: 76)
El desarrollo del tema se me impuso desde el comienzo con su propia forma: como la progresión de una
sinfonía bárbara a través de sus variaciones fundamentales. De aquí que los capítulos de la novela
mantengan la estructura inicial del cuento que le dio origen, elaborados entre sí no por simple
yuxtaposición, sino por las necesidades del ritmo y de la fluencia interna de la narración. (zit. Tovar: 77)
...He de hacer que la voz vuelva a fluir por los huesos...
Y haré que vuelva a encarnarse el habla...
Después que se pierda este tiempo y un nuevo tiempo amanezca... (11)
Yo era muy chico entonces. Mi testimonio no sirve más que a medias. Ahora mismo, mientras escribo
estos recuerdos, siento que a la inocencia, a los asombros de mi infancia, se mezclan mis traiciones y
olvidos de hombre, las repetidas muertes de mi vida. No estoy reviviendo estos recuerdos; tal vez los estoy
expiando. (15)
El hombre, mis hijos, es como un río. Tiene barranca y orilla. Nace y desemboca en otros ríos. Alguna
utilidad debe prestar. Mal río es el que muere en un estero... (zit. Vila Barnes: 92)
Aún después de muerto Gaspar en el monte, más de una tarde oímos la guitarra. La voz de Macario se
recogía temblona. En el silencio del anochecer en que ondeaban las chispitas azules de los müas,
empezábamos a oír bajito la guitarra que sonaba como enterrada, o como si la memoria del sonido
aflorase en nosotros bajo el influjo del viejo. (zit. Vila Barnes: 94)
Oirían la música como si en realidad brotara de la tierra salvaje y oscura donde fermentaban las
inagotables transformaciones. A través de ella también les hablaría, sobre todo a Macario, la voz de
innúmeros y anónimos martirizados. (24)
2
A los dos años de aquella destrozada noche, Casiano Jara y
su mujer Natividad volvieron del yerbal con el hijo, cerrando
el ciclo de una huida sin tregua. (105)
El ciclo recomenzaba y de nuevo me incluía. (107)
La aguja de la sed marca para ellos la dirección del agua en el
desierto, el más misterioso, sediento e ilimitado de todos: el
corazón humano. La fuerza de su indestructible fraternidad
es su Dios. La aplastan la rompen, la desmenuzan, pero
vuelve a recomponerse de los fragmentos, cada vez más viva
y pujante. Y sus ciclos se expanden en espiral. En todo
Itapé, como en muchos otros pueblos, fermenta
nuevamente la revuelta, en una atmósfera de desasosiego, de
malestares y resentimientos. (215)
Itapé
El Chaco
Sapukai
Asunción
n
Peña Hermosa
-¡El abuelo Cristóbal viene abuscarnos!... –murmuró extrañamente excitado.
Natí reparó entonces en que el viejo realmente era muy parecido al abuelo. (92)
Su voz era ininteligible, más vieja que él. No parecía voz humana, sino un gorgoteo de viento o de agua en
una grieta de la serranía. (92)
Pero el viejo no parecía tener sueño ni hambre, ni cansancio. Tampoco hablaba. Natí no volvió a oír su
voz en todo el viaje. A veces lo miraba encontrándolo de verdad asombrosamente parecido al abuelo
muerto [...] Cada vez estaba más sugestionada por él. [...] Así ese viaje acabó pareciéndole otro sueño [...]
(93)
Era un rito áspero, rebelde, primitivo, fermentado en un reniego de insurgencia colectiva, como si el
espíritu de la gente se encrespara al olor de la sangre del sacrificio y estallase en ese clamor que no se sabía
si era de angustia o de esperanza o de resentimiento, a la hora nona del Viernes de la Pasión. [...] Pero la
gente de aquel tiempo seguía yendo año tras año al cerro a desclavar el Cristo y pasearlo por el pueblo
como a una víctima a quien debían vengar y no como a un Dios que había querido morir por los hombres.
[...] Una creencia que en sí misma significaba una inversión de la fe, un permanente conato de
insurrección. (15)
El cantar bilingüe y anónimo hablaba de esos hombres que trabajaban bajo el látigo todos los días del año
y descansaban no más que el Viernes Santo, como descolgados también ellos un solo día de su cruz, pero
sin resurrección de gloria como el Otro, porque esos cristos descalzos y oscuros morían de verdad
irredentos, olvidados. (67)
Nicht das Spanische nehmen und es mit Guaraní-Ausdrücken besprengen (die in einem Glossar am Ende
des Buches oder in Fußnoten erläutert werden), sondern das Spanische biegen, es so lange bearbeiten, bis
man den Tonfall erhält, den emotionalen Klang der einheimischen Sprache. Eines nämlich ist der
pittoreske äußere Anstrich, ein ganz anderes die Rekonstruktion aus dem Inneren der Sprache. (zit.
Strausfeld 1989: 177)
[Macario] Siempre hablaba en guaraní. El dejo suave de la lengua india tornaba apacible el horror, lo metía
en la sangre. Ecos de otros ecos. Sombras de sombras. Reflejos de reflejos. No la verdad tal vez de los
hechos, pero sí su encantamiento. (16)
No tenía más que sus frases incoherentes, que el guaraní arcaico hacía aún más incomprensibles, y ese
alucinado estribillo del Himno de los Muertos de los guaraníes del Guairá. (19)
Un nombre cambiado a medias, como devorado también a medias por el verdín del olvido, con ese Amoité
en lugar de Jara, que designaba en lengua india lo que era distante, no la lejanía solamente, sino lo que
estaba más allá del límite de la visión y de la voluntad en el espacio y en el tiempo. (106)
-Omanó vaekué ko-ndoyejhe’ai aikovevandie1 (24)
Anivé angana, che compañero,
ore korazö reikyti asy...2
Él decía yvaga-ratá, con lo que la intraducible expresión fuego-del-cielo designaba al cometa y aludía a las
fuerzas cosmogónicas que lo habían desencadenado, y la idea de la destrucción del mundo, según el
Génesis de los guaraníes. (19)
1
Los muertos no se mezclan con los vivos
2
No más, no más, compañero, rompas cruelmente nuestro corazón...
3
[Heiligenstatuen] No se ha atrevido a tocarlas, ni siquiera con la rama de ca’avó que utiliza como escoba.
Teme que si las mueve, puedan echar de pronto sangre de su negra madera, una sangre negra,
empozoñada por el castigo de Dios. (38)
Tres siglos atrás los jesuitas tenían en ellos sus estancias cuyas cabeceras llegaban hasta el cerro de
Paraguarí, donde los Padres habían dejado la leyenda de la aparición de Santo Tomé, superponiéndola
hábilmente, delicadamente, como lo hacían siempre, al mito Zumé de los indios, que también había
aparecido por allí en tiempos en que el sol era todavía una deidad menor que la luna. Los indios hicieron
como que creyeron. (44f.)
Continuaron trabajando hasta más tarde, hasta que la luna se acostó del otro lado del cielo y se escondió,
según sabía Alejo, en el fondo del lago Ypoá, más allá de los montes lejanos. (129)
Este es el hierático Río-de-las-Coronas, que los guaraníes endiosaron y acabó en bestia de carga, dando su
nombre a la patria. (137)
Casiano Jara hacía ya dos años que figuraba como muerto, cuando no por las bombas sino con un rasguño
de pluma de algún distraído y aburrido furriel lo habían borrado del mundo de los vivos, él empezaba
apenas el viaje, resucitado y redivivo, un viaje que duraría años, acompañado por su mujer y su hijo, tres
diminutas hormigas humanas llevando a cuestas esa mole de madera y metal sobre la llanura sedienta y
agrietada. (105)
Creo que en el libro de León Pinelo se afirma y se prueba que el Paraíso Terrenal estuvo situado aquí,
como un lugar “corpóreo, real y verdadero”, y que aquí fue creado el Primer Hombre. Cualesquiera de
estos árboles pudieron ser el Árbol de la Vida y el Árbol del Bien y del Mal, y no sería difícil que en la
laguna de Isla Po’í se hubieran bañado Adán y Eva, con los ojos deslumbrados aún por las maravillas del
primer jardín. Si el cosmógrafo y teólogo de Chiquisaca tuvo razón, estas serían las cenizas del Edén,
incinerado por el Castigo, sobre las cuales los hijos de Caín peregrinan ahora trajeados de kaki y
verdeolivo. (155)
-Los itapeños están orgullosos de él [Cristo leproso]. Dicen que hace milagros.
-Bueno –dijo uno-. Donde hay fe siempre hay milagro.
-Si eso fuera cierto, Núñez –dijo otro como con un poco de rabia en la voz-, Itapé Kaacupé, Tobatí,
Kaazapá, todos los pueblitos con santos milagreros, serían los más adelantados de la república.
-Claro –dijo el interpelado-. La fe estorba al progreso. (55)
María Rosa permaneció en la lluvia, desleída toda ella en una silueta turbia, irreal. (28)
Sigue [el perro] haciendo el mismo camino con una rara puntualidad; pequeño planeta lanudo dando
vueltas en esa órbita misteriosa donde lo vivo y lo muerto se mezclan de tan extraña manera. (37)
Pero este efecto chocaba con otro, no menos inexplicable. (49)
De él solo sabía su nombre y algo de esa extraña historia que me habían contado en el pueblo sobre la
fantástica marcha del vagón destruido a medias por las bombas. (97)
podía tal vez concebir el viaje alucinante del vagón sobre la llanura; un viaje sin rumbo y sin destino, al
menos en apariencia razonables. (99)
Ese vagón fue el que más tarde parecía alejarse misteriosamente por el campo sobre ruedas de fuego.
[Nachsatz des auktorialen Erzählers:] Claro, una leyenda, otro rumor más, de los que viborreaban entre
esa pobre gente a la que el infortunio había echado en brazos de la superstición. (46)
Una omisión que a lo largo de los años borronea la sospecha de una complicidad o al menos un fenómeno
de sugestión colectiva, si no un tácito consentimiento tan disparatado como el viaje. Es cierto que el vagón
ya no servía para nada; no era más que un montón de hierro viejo y madera podrida. Pero el hecho
absurdo estribaba en que todavía podía andar, alejarse, desaparecer, violando todas las leyes de propiedad,
de gravedad, de sentido común. [...] De esas ruedas untadas de fuego fatuo habría salido la leyenda de que
el vagón estaba embrujado. (100)
Meras conjeturas, versiones, ecos deformados. Acaso los hechos fueran más simples. Ya no era posible
saberlo. [...] No quedaban más que vestigios, sombras, testimonios incoherentes. Ese vagón hacia el cual
me encaminaba, tras el único baqueano que podía llevarme hacia él, era uno de esos vestigios irreales de la
historia. No esperaba encontrarlo; más aún, no creía en su existencia, muñón de un mito o leyenda que
alguien había enterrado en la selva. (101)
Yo iba caminando tras el último de los tres. Veía sus espaldas agrietadas por las cicatrices. Pero aun así,
viéndolo moverse como un ser de carne y hueso delante de mis ojos, la historia seguía siendo una historia
de fantasmas, increíble y absurda, solo quizá porque no había concluido todavía. (105)
Lleno de sed, me agaché a beber junto a una de las canillas. En ese momento, boca abajo contra el cielo,
entreví algo inesperado que me hizo atragantar el chorrito. En un rincón, entre plantas, una mujer alta y
4
blanca, de pie sobre una escalinata, comía pájaros sin moverse. Bajaban y se metían ellos mismos chillando
alegremente en la boca rota. Se me antojó sentir el chasquido de los huesitos. (64)
El movimiento peristáltico de nuestras líneas trabaja inútilmente para deglutirlo [el ataque. Hay algo de
magia en ese puñado de invisibles defensores, que resisten con endemoniada obcecación en el reducto
boscoso. Es pelear contra fantasmas saturados de una fuerza agónica, mórbidamente siniestra, que ha
sobrepasado todos los límites de la consunción, del aniquilamiento, de la desesperación. (153)
El cielo verdinegro titilaba arriba con el chisperío de las constelaciones y el campo abajo, con el de los
muäs, como si estrellas y cocuyos fueran una sola cosa. (173)
-¿Cuánto tiempo?
Se miró los dedos de las manos sopesándolas. ¿Quiso indicar cinco o diez meses o años en la manera
indígena de contar el tiempo, o tan solo la incomensurable cantidad de esfuerzo y sacrificio que puede
caber en las manos de un hombre? (97)
En pocos días hemos retrocedido millares de años. Solo un milagro podría salvarnos. Pero en este rincón
del Edén maldito, ningún milagro es posible. (157)
Pudo ser hijo mío. Es solo mi ordenanza. La guerra lo ha puesto a mi cuidado, por casualidad. Las leyes
inflexibles del azar, está visto, eligen las entrañas del caos para cumplirse. (146)
Palpita allí, en el bajo vientre de la loma, en la horqueta de los dos caminos que llevan al campo de batalla.
En la penumbra del alba, semeja una vulva infinitamente suvae, orlada por el vello de la vegetación
acuática, fermentando bajo sus grandes manchas de moho, de un olor casi sexual. Es el único signo de
vida en medio de la planicie reseca. Bandadas de charatas madrugonas revuelan sobre ella, chillando de
sed, como en un presagio. De esa vulva trémula depende la suerte de la lucha... (148)
Pienso en los otros seres como ellos, degradados hasta el último límite de su condición, como si el hombre
sufriente y vejado fuera siempre y en todas partes el único fatalmente inmortal.
Alguna salida debe haber en este monstruoso contrasentido del hombre crucificado por el hombre.
Porque de lo contrario sería el caso de pensar que la raza humana está maldita para siempre, que esto es el
infierno y que no podemos esperar salvación.
Debe haber una salida, porque de lo contrario...
........... (220)
Yo el Supremo 1974
Planta-animal de una especie tan fría, que apaga el fuego al solo tocarlo. [...] Surge en todas partes. Se la
arranca y vuelve a brotar. Crece. Crece. Se convierte en un árbol inmenso. El gigantesco árbol del Poder
Absoluto. (290)
El poder de los gobernantes, me asegura sabiamente su tío, está fundado sobre la ignorancia, en la
domesticada mansedumbre del pueblo. El poder tiene por base la debilidad. (94)
la aún más enigmática personalidad de quien forjó la nación paraguaya con férrea voluntad en el ejercicio
casi místico del Poder Absoluto. (N. del C.) (126)
el Estado que tiene en mí su cuerpo material: Cabeza. Corazón. Vientre. Voluntad. Memoria. Esta es la
magistratura íntegra de mi organismo. (128)
[cuaderno privado] Recuerdan en cierta forma, las notaciones de una partitura polifónica. Sabido es que El
Supremo era buen músico; al menos excelente vihuelista, y que tenía veleidades de compositor (zit. Vila
Barnes: 101)
Lo malo, lo muy grave, es que alguien viole las Arcas, sobre las resmillas de filigrana. Más imposible aún es
que ese alguien cometa la temeraria fechoría de manosear mi Cuaderno Privado. Escribir en los folios,
corregir mis apuntes. Anotar al margen juicios desjuiciados. ¿Es que los pasquinistas han invadido ya mis
dominios más secretos? (72f.)
El Yo sólo se manifiesta a través de El. Yo no me hablo a mí. Me escucho a través de El. Estoy encerrado
en un árbol. El árbol grita a su manera. ¿Quién puede saber que yo grito dentro de él? Te exijo pues el más
absoluto silencio, el más absoluto secreto. Por lo mismo que no es posible comunicar nada a quien está
fuera del árbol. Oirá el grito del árbol. No escuchará el otro grito. El mío. ¿Entiendes? ¿No? Mejor. (65)
Yo no soy siempre YO. El único que no cambia es EL. Se sostiene en lo invariable. Está ahí en el estado
de los seres superlunares. (52)
El único Doble es El Supremo. (57)
Me encontré en el caso de quien ya no puede decir Yo porque no está solo, sintiéndose más solo que
nunca en esas dos mitades, sin saber a cuál de ellas pertenece. (62)
5
Yo aquí, hecho un espectro. Entre lo negro y lo blanco. Entre el gris y la nada, viéndome doble en el
embudo del espejo. (102)
YO es ÉL, definitivamente. YO-ÉL-SUPREMO. Inmemorial. Imperecedero. A mí no me queda sino
tragarme mi vieja piel. (450)
¿Podría inventar un lenguaje en el que el signo sea idéntico al objeto? Inclusive los más abstractos e
indeterminados. El infinito. Un perfume. Un sueño. Lo Absoluto. (66).
Ninguna historia puede ser contada. Ninguna historia que valga la pensa ser contada. Mas el verdadero
lenguaje no nació todavía. (15)
Tu estilo es además abominable. Laberíntico callejón empedrado de aliteraciones, anagramas, idiotismos,
barbarismos, paronomasias de la especie pároli/párulis; imbéciles anástrofes para deslumbrar a invertidos
imbéciles que experimentan erecciones bajo el efecto de las violentas inversiones de la oración, por el
estilo de: Al suelo del árbol cáigome; o esta otra más violenta aún: Clavada la Revolución en mi cabeza la
pica guíñame su ojo cómplice desde la Plaza. Viejos trucos de la retórica que ahora vuelven a usarse como
si fueran nuevos. [...] No has arruinado todavía la tradición oral sólo porque es el único lenguaje que no se
puede saquear, robar, repetir, plagiar, copiar. (64)
En esta perfecta cámara de espejos no se sabría cuál es el objeto real. Por lo tanto no existiría lo real sino
solamente su imagen. [...] Fabriqué un prisma que podía descomponer un pensamiento en los siete colores
del espectro. Luego cada uno en otros siete, hasta hacer surgir una luz blanca y negra al mismo tiempo, allí
donde los que únicamente conciben lo doble-opuesto en todas las cosas, no ven más que una mezcla
confusa de colores. (440)
Y levantaron un nuevo Paraíso de Mahoma en el maizal neolítico. Tacha esta palabra que todavía no se
usa. (39)
Por momentos el carruaje en que acompaño a Belgrano y el carruaje en que va Correia se aparean.
Avanzan a contramarcha, ruedan juntos un tramo. Se juntan. Forman un solo carruaje. (212)
Nos vamos deslizando en un tiempo que rueda también sobre una llanta rota. Los dos carruajes ruedan
juntos a la inversa. La mitad hacia adelante, la mitad hacia atrás. Se separan. Se rozan. Rechinan los ejes. Se
alejan. El tiempo está lleno de grietas. Hace agua por todas partes. Escena sin pausa. Por momentos tengo
la sensación de estar viendo todo esto desde siempre. (214)
¿De qué fecha es el oficio? Del 21 de octubre de 1840, Excelencia. Aprende, Patiño: He aquí un paraguayo
que se adelanta a los acontecimientos. Mete su oficio por el ojo de la cerradura de un mes aún no llegado.
Salta por encima de los embarullamientos del tiempo. Lo bueno es encontrar un tiempo para cada cosa.
Algo que no se detenga. (18)
La Fiesta de la Opinión, que coincidía con mi muerte o tal vez la provocaba el 20 de septiembre, me
incorporaba el 21, para la Fiesta de las Recompensas. (82)
Mucho sufrí, Excelencia, antes y después del 9 termidor, que corresponde a vuestro 27 de julio; peut-être,
a vuestro inconsolable 20 de septiembre, en que todo queda detenido alrededor de Vuecencia. Sin
embargo, hay Francia para rato. La Historia no acaba el 20 de septiembre de 1840. Podría decirse que
comienza. (81)
Un decir, ellos desde un tiempo de antes; nosotros desde el tiempo de ahora sin saber si nos veían. (25)
Tikú Alarcón, el comisionado Francisco Alarcón, hombre joven entró y salió hombre viejo de unos
ochenta años por los menos. (26)
Cien años en un día. (43)
En mi tiempo sin tiempo, el Calendario Republicano de Francia ya no servía. (82)
Nebulosa fuera del tiempo, del espacio, propagándose a una fantástica velocidad a la vez en varios tiempos
y espacios simultáneos, paralelos. (198)
Decididamente, lo peor de lo malo en cuanto a pretextos, las fechas. Esta del 12 de octubre, Día de la
Raza, una de ellas. En la tabla de los calendarios parecen inmortales. Rigen la ilusión de realidad. Menos
mal que, por lo menos en el papel, el tiempo puede ser comprimido, ahorrado, anulado. (261)
Peor aún si se considera que usted vendrá a ser el antepasado de uno de los más grandes generales de
nuestro país. (124)
Veo lo que va a pasar en el instante siguiente o un siglo después. (198)
Menos mal que será un buen alférez en la guerra contra la Triple Alianza. (200)
En cuanto a mí veo ya el pasado confundido con el futuro. (278)
6
Cuando al comienzo de la Dictadura Perpetua vi caer el aerolito a cien leguas de Asunción, lo mandé
cautivar. Nadie comprendió entonces, nadie comprenderá jamás el sentido de esta captura del bólido
migrante. Desertor-fugitivo del cosmos. (109)
...yo no estaba dispuesto a que el piedrón se saliera con la suya, vencedor por sus caprichos. [...] Está ahí.
Meteoro-azar engrillado, amarrado a mi silla. (111)
La fuerza del poder consiste entonces, pensé, en cazar el azar, re-tenerlo atrapado (107)
Me preocupa dominar el azar. Poner el dedo en el dado, el dado en el dédalo. Sacar al país de su laberinto.
(109)
El azar está desovando en el fuego. Empolla los huevos de su inmortalidad no pareada a ninguna otra. De
la temblorosa llama surge intacto el azar. En vano he tratado de reducirlo y ponerlo al servicio del Poder
Absoluto, más débil que el huevo de esa mosca. (zit. Vila Barnes: 111)
Alguno de esos escritorzuelos emigrados se animará sin embargo, en la impunidad de la distancia, a
estampar cínicamente su firma al pie de tales truhanerías. (42)
Nada de cierto he llegado a saber más de este migrante aventurero. Vagos informes me anoticiaron que se
estrelló en la Bajada; otros, que enseña el idioma guaraní en una Universidad de Francia. (82)
Tiempos después reapareció en una de esas innobles noveletas que publican en el extranjero los escribas
migrantes. Raptaron a Macario de la realidad, lo despojaron de su buen natural para convertirlo en la
irrealidad de lo escrito en un nuevo traidor. (102)
Yo no llamo ni reputo paisanos a estos migrantes que se expatrian ellos mismos renunciando a sus lares,
abandonando su tierra. Se convierten en parásitos de otros Estados. Pierden su lengua en el extranjero.
Alquilan su palabra. Ya en apátridas deslenguados, calumnian, difaman, escriben novelerías contra su país.
(318)
Para que descanse tu menguada memoria mientras te instruyo con el mágico poder de los aparecidos
guiaré tu mano como si escribiera yo. Cierra los ojos. Tienes en la mano la pluma. Cierra tu mente a todo
otro pensamiento. ¿Sientes el peso? ¡Sí, Excelencia! ¡Pesa terriblemente! No es solamente la pluma,
Excelencia; es también su mano... un bloque de hierro. No pienses en la mano. Piensa únicamente en la
pluma. La pluma es metal puntiagudo-frío. El papel, una superficie pasiva-caliente. Aprieta. Aprieta más.
Yo aprieto tu mano. Empujo. Prenso. Oprimo. Comprimo. Presiono. La presión funde nuestras manos.
Una sola son en este momento. Apretamos con fuerza. Vaivén. Ritmo sin pausa. Cada vez más fuerte.
Cada vez más hondo. No hay nada más que ese movimiento. Nada fuera de él. El fierro de la punta rasga
la hora. Derecha/izquierda. Arriba/abajo. Estás escribiendo empezando a escribir hace cinco mil años.
Los primeros signos. Dibujos. Cretinográficos palotes. Islas con árboles altos envueltos en humareda, en
llovizna. El cuerno de un toro embistiendo en una caverna. Aprieta. Sigue. Descarga todo el peso de tu ser
en la punta de la pluma. Toda tu fuerza en cada movimiento en cada rasgo. Móntala a horcajadillas, a la
bastarda, a la estradiota. ¡No, no! No hagas pie a tierra todavía. Siento, Señor, no veo pero siento que están
saliendo letras muy extrañas. Lo más extraño es lo que más naturalmente sucede. Escribes. Escribir es
despegar la palabra de uno mismo. Cargar esa palabra que se va despegando de uno con todo lo de uno
hasta ser lo de otro. Lo totalmente ajeno. Acabas de escribir soñoliento YO EL SUPREMO. ¡Señor...
usted maneja mi mano! Te he ordenado que no pienses en nada [...] Escribir no significa convertir lo real
en palabras sino hacer que la palabra sea real. [...] El vaivén de la pluma es cada vez más rápido. Penetra
hasta el fondo. [...] voluptuosamente el papel se deja penetrar en las menores hendiduras. Absorbe, chupa
la tinta de cada rasgo que lo rasga. Proceso pasional. Conduce a una fusión completa de la tinta con el
papel. La mulatez de la tinta se funde con la blancura de la hoja. Mutuamente se lubrican los lúbricos.
Macho/hembra. Forman ambos la bestia de dos espaldas. He aquí el principio de mezcla. Eh ah no gimas
tú, no jadees. No, Señor... no jodo. Sí jodes. Esto es representación. Esto es literatura. (66ff.)
El delirio, amigo íntimo de la letra nocturna. Las curvas cimbran menos. El esperma de la tinta seca con
mayor lentitud. [...] Por el contrario la letra de día es firme. Rápida. Se ahorra poluciones inútiles. (70)
Quiero oírla haciendo gemir el papel [...] (73)
Los viejos de las tribus también saben aquí, sin haber leído el Symposio de Platón, que cada uno era
originariamente dual. Tipos completos de hombres duales. [...] Los mellizos no nacieron de una madre; la
llamada Madre-de-las-Madres, afirman los payés indígenas conocedores de sus cosmogonías, fue devorada
por el Tigre-azul que duerme bajo la hamaca de Ñanderuvusú, el Gran-Padre-Primero. Los mellizos
nacieron de sí y engendraron a su madre. Invirtieron la idea de la maternidad considerada erróneamente
como don exclusivo de la mujer. Anularon la distinción de los sexos, tan cara e indispensable al
pensamiento occidental, que únicamente sabe manejarse por pares. Concibieron o recobraron la
posibilidad, no sólo de dos, sino de muchos, de innumerables sexos. (144)
¡Yo no tuve madre!, dije, pero el aya había volado por la ventana dejando sólo el retumbo de su risa de
pájaro de mal agüero. (157)
7
Un autor de nuestros días ha tejido una leyenda sobre esta condena del destinado que va bogando sin
término y encuentra al fin la tercera orilla del río. (132)
¿Qué es de él? Continúa bogando en la canoa, Señor. Los últimos partes de las guarniciones costeras
informan que ya no es más que piel y huesos. Otros, que es una sola entera mata de pelos cuya cola de
más de tres metros se arrastra en la corriente mientras boga. Los ribereños del Guarnipitán han hecho
correr extraños rumores. Dicen algunos que el que va sentado en la popa no es ya el condenado vivo sino
el difunto. Otro díceres <sic> dicen que la muerte misma es la que va bogando en la negra y podrida
embarcación. (393)
„Hay la substancia que los indios xexueños sacan del cedro, la resina del Árbol-sagrado-de-la-palabra.“
(88)
El cacique Avaporú, según el jesuita Montoya, mascaba la yerba mágica del Yayeupá-Guasú; estornudaba
tres veces y se volvía invisible. (183)
Háblame de esto, ordeno al jefe nivaklé. Cuéntame todo lo que sepas acerca de esto. El rostro del
hechicero indígena se torna más sombrío aún. Los carbones de sus ojos reflotan un instante entre las
embijadas arrugas. Habla pues. Gato Salvaje se apoya en la vara-insignia y a través de la boca cerrada
comienza el murmullo que a través de su cuerpo parece venir de muy lejos. Chasejk, el lenguaraz, traduce:
Todos los seres tienen dobles. Las ropas, los utensilios, las armas. Las plantas, los animales, los hombres.
[...] Todos los seres tienen dobles. Pero el doble del humano es uno y triple al mismo tiempo. A veces
más. Cada una de estas almas es distinta a las demás, pero a pesar de sus diferencias forman una sola. [...]
El alma primera se llama huevo. Luego está el alma-chica, situada en el centro. Rodeando totalmente el
huevo está la cáscara o cuero: el vatjeche. Dura corteza que protege el alma-blanda o médula. [...] La tercer
alma es vatajpikl: la sombra. Alma de la cáscara que “tiene algo”. Son muchos los que ven la sombra de una
persona recientemente muerta en los alrededores de su tumba. [...] Este es el pensamiento de los Viejos.
No hay palabras para explicar esto, pero ellos, los Viejos, saben que hay varias almas en una sola: El almahuevo, hijo-del-alma, o alma-chica; la sombra producida por el sol [...]. Si faltara alguna de las tres, por
ejemplo, el alma-huevo, el hombre incompleto seguiría caminando, cumpliendo con sus obligaciones, pero
con permanentes dolores de cabeza y de cuerpo. Señal de que alma-chica ya no está. Se ha ido. El enfermo
puede seguir viviendo. Si no se hace curar a tiempo, la parte del ser que le falta, hace más fácil el robo de
las otras dos por los espíritus malignos. Son los chivosis o seres enanos que viven bajo tierra; almas
deformes de los recién nacidos y criaturas muertas. Allí abajo éstos torturan a las sombras robadas. Toman
chicha de maíz y se divierten torturándolas, iguales y esos indios desnaturalizados que torturan en los
sótanos del Gran-Señor-Blanco. (183ff.)
Queriendo seguir enfermo el enfermo se ha sanado sin querer, por el poder opilativo de Santa Librada y el
Gran Abuelo La’ó-Xe que ata-y-desata-lo-que-mata. En la puerta le arrojé una moneda. Quedó suspendida
en el aire. La’ó-Ximó agarró con las uñas el colibrí de plata del carlos-cuarto y lo metió en su guayaka:
¡Tenga cuidado, Señor! ¡Las manos de ese extranjero están llenas de lenguas! (240)
El Primer-Abuelo de los indios monteses, según el sueño hablado y cantado de sus tradiciones, salió de las
entrañas de la tierra comedora de hombres en busca de la Tierra-sin-Mal. Salieron a comer miel. Unos se
transformaron en osos mieleros. Otros en jaguares blancos. (281)
En medio del revuelo de plumas, de adornos, de escamas, de insignias, semeja una especie de Cristo-Adán
silvestre. Casi albino de puro blanco. Alba la tez. Albos los ojos. Barba nazarena la del Cristo-tigre. ¡El
misterioso jefe de las tribus monteses más guerreras y feroces del Alto Paraná está allí! Cacique-hechiceroprofeta de los kaaiguá-gualachí. Ni los conquistadore ni los misioneros los habían logrado dominar. Bajo él
también su cabalgadura se ha acabado de transformar en un tigre completamente azul. Lengua, fauces
rojas y húmedas, colmillos de marfil. Las manchas de la piel centellean metálicamente al sol. Esa crecida
leyenda está ahí en medio de la plaza, ante el podio del gobernador. Su hija contempla en éxtasis lo que
para ella es algo menos que un Arcángel. Aparición real y verdadera. (265)
Spätere Werke: Vigilia del Almirante 1992
El fiscal 1993
Contravida 1995
Metaforismos 1996
Madame Sui 1996
Benutzte Literatur: Roa Bastos, Augusto (1969): Hijo de hombre. Madrid: Ed. de la Revista de Occidente
(Cimas de América) (GR-HAT/11/ROA/3)
Roa Bastos, Augusto (198211): Yo el Supremo. México usw.: Siglo Veintiuno ed. (GR-HAT/11/ROA/6)
Vila Barnes, Gladys (1984): Significado y coherencia del universo narrativo de Augusto Roa Bastos. Madrid: Orígenes
(Colección Tratados de Crítica Literaria) (GR-HAL/11/ROA/4).
Tovar, Paco (1993): Augusto Roa Bastos. Lleida: Pagès editors. (GR-HAL/11/ROA/7).
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