La Tierra es una contradicción:

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La Tierra es una contradicción:
Nuestros días, girando en un tiempo de cambios y nuevos paradigmas,
enfermedades, contradictorios avances, guerras sin fin, lluvias que
ahogan, calor que sofoca. La tierra, nuestra tierra se estremece,
se siente defraudada por nuestras contradicciones. Como simple
humano, me pregunto solamente: ¿qué avances? o ¿qué retrocesos?
Cuántos de mis hermanos están desorientados, cansados y con un
fuerte deseo de cambio, de un giro que nos centre, nos conecte
nuevamente con la Naturaleza y el Universo. Somos de la Naturaleza
y el Universo y cuánto nos hemos alejado de aquello, en esta
corriente turbulenta y cambiante.
Nos alejamos cada día más de aquello a lo que pertenecemos, nos
alejamos de nuestra Madre. Hemos olvidado el bello color de una
flor. Nos hemos olvidado hasta de nosotros mismos, entregándonos
a dioses esquivos y egoístas. Se nos ha olvidado el amor.
Percibo un mundo doliente por la contaminación, el sufrimiento y las
guerras, el hambre y la ceguera, el culto a pseudo dioses del poder
y el dinero, exitismo, egoísmo que nutre al vacío de un
sentimiento de inmortalidad, de materialismo y hedonismo, donde todo
es permitido, menos el espacio para amar de manera generosa e
incondicional. Nos cegamos frente a las miserias más tristes de
todas las miserias humanas, el vacío existencial.
Estamos revueltos en un mundo de contrastes. Niños de occidente y
oriente, de islas y montes, almas puras, niños que sueñan con pechos
llenos de leche, pechos que se secaron de tanto dolor. Y los
ancianos, los ancianos no tienen derechos, ellos partirán, viven en
el olvido. Nosotros, fuimos semilla, somos carne, ésta se secará y
volveremos a la tierra o partiremos a un lugar desconocido, dibujado
y trazado por nosotros, un lugar que puede ser polvo o doquier.
Esparcidos como semillas, estamos los miles, viviendo en naciones
divididas por el poder y el deber, por la codicia de los
imperfectos, revueltos entre cifras, como autómatas. Máquinas
humanas de producción, esclavos del horario y del reloj, madres y
padres ausentes, hijos solos. Cuántos solos se refugian en droga, en
el olvido, se han olvidado de ellos mismos porque carecen de amor;
y así se nos va la vida. Después, una vejez sin pasado, abandono,
cuánto pudimos hacer, la vida se nos fue.
Trato de imaginar el inicio, una entre muchos con mil años de
historia. Me pregunto por nuestro origen, cuántos de mis hermanos
se han hecho la misma pregunta. Pueden haber muchas teorías para el
inicio, hidrógeno, carbono, Adán y Eva, visitantes de otros
planetas, no lo sé, sólo sé que vivo en este terruño y cuestiono sus
contradicciones, quizás hoy necesarias para un despertar futuro, un
mundo de paz, un mundo más sano y amoroso. Somos hijos de una madre
y de la tierra y volveremos a ella cuando dejemos nuestros cuerpos.
Quizás dónde nos encontraremos, en qué capullo, quizás cuál será el
siguiente lugar.
Si bien en nuestra historia de guerras, conquistas y grandes
imperios, civilizaciones maravillosas y cambios anteceden nuestro
hoy, no hay interés, no hay pasado, eso ya no interesa, vivamos el
presente, como si el mañana ya no importara, hay vacío, se siente en
los rostros, caminar unos minutos por las grises y sucias calles,
ver los rostros y no cegarse ante nuestra nebulosa mirada.
En tan corto tiempo hemos avanzamos en la vorágine de la
tecnología, para llegar a ser seres conectados en segundos.
Viajamos, soñamos, conocemos y amamos, fantaseamos, nos informamos,
compramos, vendemos, gracias a nuestros inteligentes avances. ¿Pero,
cuánto hemos avanzado? ¡Cuánto hemos avanzado!!! Sigue el
hambriento, el indigente y la pobreza, siguen las guerras y seguimos
destruyendo nuestro planeta. Mueren miles y miles ¡hemos
avanzado!, en el discurso, en la palabra y en una ilusión, la
realidad que veo me muestra el opuesto.
Más, la tecnología y el avance son sólo para mí una porción de una
realidad que asombra, una bella y atractiva ilusión que enceguece,
ensombrece el horizonte y no nos deja ve más allá. Nos hemos
encerrado en nuestra propia nube, sombría, gris, con colores bellos
que sólo podemos percibir en un segundo y luego vemos los colores
reales y nos entristece su gama de gris. Hemos perdido la capacidad
de asombrarnos con la siembra, la cópula y la danza. Nos olvidamos
de los bellos colores de mágicos atardeceres, se nos ha olvidado la
belleza de un arcoiris y de lo maravilloso que es hacer el amor,
hacer el amor.
El exitismo y el poder nos han convertido en ciegos, sordos y mudos.
Nuestra tierra y nuestra humanidad. No concibo asignarle un
concepto o el nombre de tierra globalizada; es sólo una pieza de
este gigantesco puzzle, es un concepto más bien comercial y de
acuerdos. Hay globalización, pero no educación o "culturización".
Preguntarle a un joven por sus raíces o por la historia es dejarlo
en blanco, porque vive en una cultura vacía. ¿Qué interés tendrá en
conocer y explorar el pasado si el presente está cargado de noticias
que impactan y secan, dejan sin asombro? Vorágine que cansa,
agotamiento existencial. Entonces el joven se mueve como sus
padres, en un ir y venir sin sentido, en la línea del deber, de lo
que es y de lo que hay, en el escaso tiempo para el abrazo o la
guía. Para qué me dan el pecho y la leche, si después estaré solo,
seco y ansioso, fabricando amor, porque todo hoy es así,
reemplazable; con dinero puedo ser feliz
El pecho tiene un precio, la soledad también.
Tribus aisladas por el hambre y las guerras, niños famélicos,
mujeres desesperadas, secas, se las lleva la vida y la
globalización, las golpea, las apedrea, las deja inertes con sus
huérfanos dolientes, eso somos los humanos, los hermanos. Los
occidentales y los orientales, pero todos hermanos y girando al son
de un mismo eje terreno, desconocidos los miles, hermanos de tierra,
lejanos los miles, aislados en este mundo de las comunicaciones, el
avance y tecnología. De qué nos sirve si seguimos aislados!!!
Más, aún creo que hay hermanos que danzan con cuerpos pintados en
tributo al padre sol, agradecen la lluvia, beben agua fresca aún no
contaminada. Creo que aún quedan rincones en nuestra tierra,
salvajes, puros y silvestres.
Desde mi computador conectado a Internet, viajo sin pasaje en mano,
veo rostros felices y otros dolientes, puedo viajar a lujosos
hoteles, palacios bañados en oro, estudiar historia, llegar a Roma,
Grecia o Machu Pichu, tener un romance virtual, saber que ocurre en
cualquier país, llorar, soñar, impresionarme, mis ojos se cansan.
Me siento mejor mirando a mi hermano a la cara, abrazándolo y
comunicándome, mirando sus ojos. Viajar en un bus, aunque mi
cuerpo se resienta, volver al pasado, a la tinta y la pluma, al
esfuerzo, a la enciclopedia y a la investigación, a lo simple y
cotidiano. Me gustaba armar castillos de arena, jugar a las bolitas
y pintar con lápices de cera.
Lugares bellos, océanos color turquesa, frutos jugosos, bosques
milenarios mutilados por el hombre inmediato, sediento de poder y de
conquista, como si nuestros recursos fueran eternos, no es así,
pocos hombres visionarios. El recurso se agota y se enferma, se
resiente, quizás nos quedaremos secos, por avaros. Nada es inmortal
ni perenne, creo que sólo el alma, para aquellos que la sienten.
Animales sobreviviendo en su ciclo natural. Cuántos han
desaparecido, asesinados por los racionales, gozosos en el poder de
destruir a seres tan indefensos ante una bayoneta, escopeta o
fusil. No basta asesinar a sub humanos. El poder, a ejercerlo
entre sus pares, imponiendo su cultura, el imperio de sus ideas
únicas y mejores, colonizando y arrasando bosques para sembrar lo
que para el hombre es lo correcto. El poder.
Hombre que diseña cómo vestir culturas que viven y gozan desnudas;
embutir enlatados a quienes tienen su propio alimento y beben del
manantial.
Cuantos contrastes. En este vasto terruño, el primitivismo aún es
parte de él, así como los avances, son trozos de tierra milenaria y
de historia aún presente. Entonces, cómo definir el concepto de
tiempo y presente, sin en el ahora están miles de años que nos
anteceden y no nos interesa, no nos interesa ni nuestra propia
historia.
Es el tiempo de las comunicaciones, de Internet, es el tiempo de los
globalizados, de cifras, de índices, inversiones y multinacionales.
Todos soñamos con un mundo mejor, pero ¿qué es un mundo mejor?.
Edificios inteligentes, centros comerciales, clínicas para
rejuvenecer, gimnasios para rendir culto al cuerpo, oficinas con
seres máquinas, que sueñan con un automóvil mejor, pagan
mensualmente el seguro de vida y en la mañana sacan sus cuentas
para no endeudarse de más. Me pregunto por sus noches ¿harán el
amor? Estoy cansado, estresado, endeudado, tus carnes están
fláccidas. Imágenes tridimensionales de un erotismo perfecto, de un
busto de porcelana. Te cambiaré mujer, deseo lo perfecto, lo
opulento, no me satisfacen tus ciclos normales, tu vejez, quiero ser
eterno, joven, tengo el poder y el dinero para tenerlo todo, tú eres
imperfecta, tú no sabes amar, quiero el control. Yo, sólo deseo
amor.
Relaciones contradictorias, palabras, todo se va, así como se va la
vida, y no lo percibimos, ni si quiera percibimos el trinar de un
pájaro, estamos en el metro, en la micro, en un Mall, en una reunión
o en el banco, qué es un zorzal jugueteando con una simple lombriz,
esa maravilla no existe en mi mundo, vivo para trabajar y dormir.
La naturaleza es sabia, es maestra, nos enseña, pero nos hacemos los
sordos y ciegos. No hay distinción de razas y sexo, de riqueza o
pobreza, de estatus, de poder. Ante ella somos iguales. No hay
pasado ni futuro, la naturaleza exige respeto. En un segundo miles
de seres son uno y la naturaleza se los lleva con un tornado,
terremoto o maremoto, nos devasta y convierte en segundos a miles de
nuestros humanos en lodo. No hay distinción, hemos venido a la
tierra desde un mismo lugar y volvemos a ella, nos guste o no.
Es tiempo de cambios, es tiempo de pensar, de no olvidar y de
crear. Es tiempo de educar y de amar, de no olvidarnos de que no
somos eternos y que otros quedarán en este terruño, del que formamos
parte, igual que una flor. ¿Y qué son las flores?, se nos han
olvidado sus bellas formas y colores.
Estaba en el último piso de un edificio inteligente, en el barrio El
Golf, pensando en los miles que calculaban metas y progreso, me
sentí tan pequeña y pensé en lo ínfima que soy, imaginé que cada
edificio era un árbol de mi bosque amado. Prefiero cosechar
frambuesas y grosellas, sentir la tierra, mis uñas negras y mis
jeans rasgados, así me siento viva, me siento humana y no hay
contradicción, hay estrellas en el firmamento, un Volcán que se
impone con su manto, hay vida y estoy viva, para sentir y siento, y
no tengo el reloj despertador que me recuerde el tiempo, porque el
tiempo lo vivo sin saberlo, porque he dejado la razón para sentir.
Patricia Ríos Scott®
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