EL CUARTO CAMINO

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EL CUARTO CAMINO
Enseñanzas de G. I. Gurdieff
Por la propia naturaleza del conocimiento le esta prohibido llegar a ser jamás propiedad
común. El conocimiento es mucho más accesible de lo que generalmente se cree y todo el
problema estriba en que la gente no lo quiere o no lo puede recibir.
La adquisición o la transmisión del verdadero conocimiento exige una gran labor y grandes
esfuerzos, tanto de parte del que recibe como del que da. Aquellos que poseen este
conocimiento hacen todo lo posible por transmitirlo y comunicarlo al mayor número posible
de hombres. Pero el conocimiento no puede ser impuesto por la fuerza a aquellos que no lo
quieren.
Quien desee el conocimiento debe hacer por sí mismo los primeros esfuerzos para encontrar
la fuente, para aproximarse a ella, ayudándose por las indicaciones dadas a todos, pero que la
gente, por regla general, no desea ver ni reconocer. El conocimiento no puede llegar
gratuitamente a los hombres sin esfuerzos de su parte.
Un hombre no puede alcanzar el conocimiento sino con la ayuda de aquellos que lo poseen.
Hay que aprender de los que saben.
Según una antigua enseñanza el hombre se compone de cuatro cuerpos, constituidos por
sustancias que se hacen cada vez más y más finas, interpenetrándose y formando cuatro
organismos que tiene entre si una relación bien definida sin dejar de ser independientes y que
son capaces de actuar independientemente.
Según la terminología cristiana el primero es el cuerpo físico, el segundo es el cuerpo
"natural", el tercero es el cuerpo "espiritual" y el cuarto el cuerpo "divino". En la terminología
teosófica son: físico, astral, mental y causal (de la voluntad).
En el lenguaje lleno de imágenes de ciertas enseñanzas orientales, el primero es el carruaje
(cuerpo), el segundo es el caballo (sentimientos, deseos, emociones), el tercero es el cochero
(pensamiento, razón) y el cuarto es el amo (Yo Superior, conciencia, voluntad, Ser, Espíritu).
Y en verdad ningún hombre tiene derecho a ser llamado un Hombre, en el pleno sentido de la
palabra, hasta que sus cuatro cuerpos se han desarrollado, unificado, alineado y armonizado
totalmente. Por eso el hombre verdadero posee numerosas propiedades que el hombre
ordinario no tiene. Una de estas propiedades es la inmortalidad.
Algunas enseñanzas comparan al hombre con una casa de 4 habitaciones. El hombre vive en
la más pequeña y miserable de todas y hasta que le sea dicho no tiene la menor sospecha de la
existencia de las otras tres, llenas de tesoros. Cuando oye hablar de ellas, comienza a buscar
las llaves de estas habitaciones, especialmente de la cuarta, la más importante de todas. Y
cuando un hombre ha encontrado el medio de penetrar en ella se convierte realmente en el
amo de la casa, porque es solamente entonces que la casa le pertenece plenamente y para
siempre.
La cuarta habitación le da la hombre la inmortalidad hacia la cual todas las enseñanzas
religiosas se esfuerzan en mostrarle el camino. Todos los caminos que conducen a la
inmortalidad pueden dividirse en tres categorías:
1.- El camino del faquir. 2.- El camino del monje. 3.- El camino del yogui.
El camino del faquir es el de la lucha con el cuerpo físico, la primera habitación, es largo,
difícil y dudoso. El faquir se esfuerza en desarrollar la voluntad física, el poder sobre el
cuerpo. Su camino está hecho de ejercicios físicos increíblemente penosos. Cuando conquista
la voluntad está le ayuda a continuar su camino donde tratará de desarrollar las funciones
emocionales e intelectuales. Es el primer camino.
El segundo es el del monje. Es el camino de la fe, del sentimiento religioso y de los
sacrificios. El monje concentra su trabajo en la segunda habitación, en el segundo cuerpo, es
decir sobre los sentimientos. Somete todas sus emociones a una sola, que es la fe, desarrolla
en si mismo la unidad, la voluntad sobre las emociones. Pero su cuerpo físico y sus
capacidades intelectuales han quedado sin desarrollo y para cultivarlos tendrá que hacerlo
mediante nuevos sacrificios, nuevas austeridades, nuevos renunciamientos.
El tercer camino es el del yogui, es el camino del conocimiento, el camino del intelecto, el
yogui trabaja sobre la tercera habitación. Desarrolla su intelecto pero su cuerpo y emociones
han quedado sin desarrollo. Lo sabe todo pero no puede hacer nada. Ahora debe conquistar el
dominio sobre su cuerpo y emociones y ello requiere esfuerzos prolongados. Sin embargo el
tiene la ventaja de comprender su situación, de conocer lo que le falta, lo que debe hacer y la
dirección que debe seguir.
Los caminos difieren respecto de la relación con el maestro o guía espiritual. El faquir solo
imita a su maestro; el monje debe tener fe absoluta en su maestro, someterse a él, servir y
obedecer. El yogui al comienzo imita a su maestro como el faquir y cree en el como el monje.
Pero después llega a ser su propio maestro, aprende los métodos de su maestro y se los aplica
a si mismo.
Estos caminos tienen un punto en común. Todos comienzan por lo que es más difícil, un
cambio total de vida, un renunciamiento a todo lo que es de este mundo. Desde el primer día,
debe morir para el mundo.
Es indispensable darse cuenta cabal de que los caminos son los únicos métodos capaces de
asegurar el desarrollo de las posibilidades ocultas del hombre. Este desarrollo no es de
ninguna manera necesario a la naturaleza. Esto explica las dificultades y el carácter exclusivo
de los caminos. Son estrictos y estrechos. Los caminos se oponen a la vida de todos los días,
ese es el secreto de su poder y significación.
En una vida ordinaria llena de intereses filosóficos, religiosos, científicos, artísticos o sociales
no hay nada que ofrezca las posibilidades de desarrollo contenidas en los caminos. Porque
éstos llevan al hombre o pueden llevarlo a la inmortalidad. La vida mundana aún la más
exitosa lleva a la muerte.
Si una persona no puede ser faquir, monje o yogui, podemos afirmar con certeza absoluta que
sus posibilidades no pueden ser desarrolladas y que no se desarrollarán jamás. En las
condiciones ordinarias de la vida civilizada, un hombre aún inteligente, su búsqueda del
conocimiento, es sin esperanza. La situación seria desesperada si no existiese otra posibilidad,
la del cuarto camino.
El cuarto camino no exige que uno se retire del mundo, no exige que uno abandone todo
aquello por lo que se ha vivido hasta el momento. La preparación para el cuarto camino se
adquiere en la vida ordinaria. Quien quiera seguirlo tiene que reunir en su vida condiciones
favorables al trabajo o por lo menos aquellas que no lo hagan imposible. Pues tanto en lo
interior como en lo exterior ciertas condiciones pueden constituir barreras infranqueables para
el cuarto camino.
Este camino contrariamente al del faquir, al del monje y al del yogui, no tiene forma definida.
Ante todo tiene que ser hallado. Es la primera prueba.
Su comienzo es más fácil que los otros tres, es posible recorrerlo mientras uno continua
atendiendo sus ocupaciones ordinarias, sin abandonar nada. Este camino no exige el
renunciamiento. Por el contrario las condiciones en las que el trabajo lo sorprende son las
mejores posibles para él, por lo menos al comienzo, porque le son naturales y porque la vida
de un hombre y sus condiciones corresponden a lo que él es.
El cuarto camino alcanza simultáneamente todos los lados del ser humano. Es un trabajo
inmediato sobre las tres habitaciones a la vez. El faquir es amo de su cuerpo, pero no de sus
emociones, ni de sus pensamientos; el monje es amo de sus emociones, pero no de su cuerpo,
ni de su pensamiento; el yogui es amo de su pensamiento, pero no de su cuerpo, ni de sus
emociones.
El cuarto camino difiere de los otros, en que exige ante todo la comprensión. Tanto más
comprenda lo que hace, tanto más valor tendrán los resultados de sus esfuerzos. Los
resultados obtenidos son proporcionales a la conciencia que uno tiene de este trabajo. No se
requiere de "fe" en este camino, por el contrario es aquí un obstáculo.
El método del cuarto camino es el siguiente: mientras uno trabaja sobre el cuerpo físico, hay
que trabajar simultáneamente sobre el pensamiento y sobre las emociones; mientras uno
trabaja sobre el pensamiento hay que trabajar sobre el cuerpo físico y la emociones; mientras
se trabaja sobre las emociones, hay que trabajar sobre el pensamiento y sobre el cuerpo físico.
Toda una serie de ejercicios paralelos sobre los tres planos, físico, emocional y mental sirven
a esta meta. Aún más es posible individualizar y cada uno hace solo lo que le es necesario y
nada de lo que no tiene utilidad para él.
A veces al cuarto camino se le llama el camino del hombre ladino. El hombre ladino conoce
un secreto que no conocen el faquir, el monje y el yogui.
El camino del faquir es el más tosco, después de un mes de torturas intensivas, llega a
desarrollar cierta energía, cierta sustancia que produce en él cambios definidos. El monje es
guiado por su sentimiento religioso, su tradición, su deseo de salvación, su fe en su maestro y
en una semana de ayuno, de oraciones, de privaciones y penitencias, llega a alcanzar lo que el
faquir, desarrollo en un mes. El yogui sabe mucho más, sabe lo que quiere, por qué lo quiere y
sabe como lo puede alcanzar. Sabe que para arribar a sus fines debe desarrollar en él cierta
sustancia. Sabe que se puede producir en un día a través de cierta clase de ejercicio mental o
concentración. Fija su atención sin permitirse otra idea durante un día y así obtiene lo que
necesita. Así en un día el yogui logra lo mismo que el monje en una semana y el faquir en un
mes.
En el cuarto camino, el conocimiento es aún más exacto y más perfecto. El hombre que lo
sigue conoce con precisión que sustancias necesita para alcanzar sus fines y sabe que estas
sustancias pueden ser introducidas desde afuera en el organismo, si se sabe como
arreglárselas. De esa manera prepara y toma una pequeña píldora que contiene todas las
sustancias requeridas y así sin perdida de tiempo obtiene los resultados deseados.
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