El pensamiento de Kant: el «giro copernicano» en filosofía

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El pensamiento de Kant: el «giro copernicano» en filosofía
El sistema filosófico de Kant recibe el nombre general de «criticismo» o «filosofía crítica» y
se halla expuesto, sobre todo, en las tres obras fundamentales de la Crítica de la razón pura,
Crítica de la razón práctica y Critica del juicio. Los elementos introductorios de este sistema los
denomina propiamente filosofía trascendental y los expone Kant, principalmente, en los
Prolegómenos y en la primera de las tres Críticas mencionadas. Por «filosofía trascendental»
entiende el examen a que hay que someter a la razón humana para indagar las condiciones que
hacen posible el conocimiento a priori, o bien el mero intentar responder a la pregunta de «¿cómo
son posibles los juicios sintéticos a priori1?», o a la de «¿cómo es posible la experiencia?», o bien
a la de «¿cómo es posible la naturaleza?». Kant dice también que la filosofía trascendental2
pretende saber «sólo si es en principio posible alguna cosa parecida a lo que se llama
metafísica».
A fin de entender cualquiera de estas preguntas, planteémonos las cosas como hace Kant
en la introducción a sus Prolegómenos y en las primeras páginas de la Crítica de la razón pura.
Hume sostuvo que, en lo tocante al conocimiento de las cosas, no era posible ir más allá de lo que
1
Juicios sintéticos a priori
Expresión que aplica Kant al conjunto de conocimientos que, por un lado, son a priori, esto es, independientes
de la experiencia y, por otro, se refieren a la experiencia, no siendo meramente explicativos (de las palabras),
sino extensivos (del conocimiento). Kant adopta, en principio la división de los juicios, o enunciados, según las
dos clases establecidas por aquella época: relaciones de ideas y cuestiones de hecho (Hume), y verdades de
razón y verdades de hecho (Leibniz). Llama a unas juicios analíticos y a las otras, juicios sintéticos. Las juicios
analíticos son aquellos en los que el predicado pertenece al sujeto, o está incluido en él, y cuya verdad puede
establecerse con independencia de la experiencia, por simple análisis de sus términos (a priori ); comunican
por lo mismo un conocimiento
universal y necesario. Su fundamento es el principio de identidad; por esto se dice que su negación es
imposible. Los juicios sintéticos son enunciados cuyo predicado no pertenece al sujeto, y por lo mismo no está
incluido en él, y cuya verdad, o el hecho de que el predicado se relacione con el sujeto, depende de lo que
sucede en la realidad (a posteriori), no del significado de los términos; por lo mismo, constituyen enunciados
llamados contingentes, que no son ni universales ni necesariamente verdaderos y su negación es
conceptualmente posible. Los analíticos, por ser a priori, son universales y necesarios, pero no amplían
nuestro conocimiento, son meramente explicativos; los sintéticos, por ser a posteriori, son extensivos, amplían
el conocimiento, pero no son ni universales ni necesarios. De aquí deduce Kant que la ciencia debe fundarse en
una clase intermedia de juicios: los «juicios sintéticos a priori», que son necesarios y universales y a la vez
amplían el conocimiento, por ser enunciados sobre la experiencia. No haber supuesto esta tercera clase de
juicios llevó a Hume -según Kant- a su escepticismo respecto de la ciencia newtoniana. Las leyes de la física,
según Hume, no podían ser más que enunciados sintéticos (cuestiones de hechos), basados en el principio de
causalidad, de tan precaria fundamentación racional, a su entender. Para Kant, enunciados como «Todo suceso
tiene su causa», verdadero fundamento de toda la ciencia natural, no es ni un enunciado meramente de razón,
como puede ser, por ejemplo «Todo efecto tiene su causa», fundado en la noción de «efecto», ni es meramente
una generalización inductiva hecha por la costumbre, como puede ser, por ejemplo, «Todos los metales se
dilatan por el calor»; en la noción de «suceso» no está incluida la noción de «causa», y si resulta extraño
referirse a un suceso que no esté causado, la razón es que necesitamos entender los sucesos como referibles a
una causa, del mismo modo que necesitamos referirlos a una sustancia, o a un tiempo y un espacio
determinados. La explicación es que tales juicios sólo son posibles porque se componen de intuiciones a
priori, o de conceptos a priori. Lo que mediante ellos sabemos de la experiencia es, justamente, qué hace
posible a priori la experiencia.
Los «juicios sintéticos a priori» son, según Kant, necesarios en las ciencias, pero imposibles en la metafísica.
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Filosofía trascendental
La filosofía de Kant en cuanto constituye un examen crítico, no de los objetos de conocimiento, sino de las
capacidades de conocer a priori del sujeto, o de su modo de conocer. Es coextensiva a toda la Crítica de la
razón pura, cuyo objetivo fundamental es responder a la pregunta de «¿Cómo son posibles los juicios
sintéticos a priori?». Por esta razón, Kant la llama también «sistema de todos los principios de la razón pura», o
sistematización y explicación de todos los elementos a priori que hacen posible el conocimiento humano, tanto
en lo tocante a la sensibilidad como al entendimiento.
1
nos dan a conocer los sentidos y la memoria. Kant supuso que esta manera de argumentar
desproveía de todo fundamento, no sólo a las teorías físicas de Newton, sino a cualquier
conocimiento de la experiencia. Hume centró su crítica en torno a la cuestión -metafísica por
excelencia- de si podemos pensar alguna relación necesaria y universal entre los sucesos de la
naturaleza, esto es, en torno a la noción de «causa». No podemos fundamentar su noción argumenta- ni en la sola razón ni tampoco en la experiencia; se debe sólo a una especie de fe
irracional basada en la costumbre. No es posible, en consecuencia, la metafísica. Pero es que
tampoco habrá verdadera física -comenta Kant-, es decir, no podrá haber ninguna ciencia de la
naturaleza o de la experiencia en general, si no es posible fundarla en un conocimiento causal. A
la afirmación de Hume de que no es posible un conocimiento universal y necesario de las cosas,
porque tal necesidad y universalidad no se hallan en la experiencia, Kant opone la suposición de
que, no pudiendo venir de la experiencia esta necesidad y universalidad y siendo por lo demás
condiciones necesarias de un verdadero conocimiento, han de ser un elemento a priori del mismo.
Pero amplía el alcance de la afirmación de Hume: no sólo la idea de causalidad no proviene de la
experiencia, sino que de ella no proviene ninguna de las nociones fundamentales de la metafísica,
de igual forma que ninguna de las nociones fundamentales para entender la experiencia puede
provenir de la misma experiencia; provienen del entendimiento sin más, de la misma estructura
del conocer. Por esto dice Kant que debe a Hume «el haber salido ya hace muchos años del
sueño dogmático»3.
Kant determina que, para entender la experiencia (conocimiento a posteriori), es necesario
tener conocimientos que no provengan de la experiencia (conocimiento a priori): «aunque todo
nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso procede todo él de la experiencia»
“No hay duda de que todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia.
Pues ¿cómo podría ser despertada a actuar la facultad de conocer sino mediante objetos
que afectan a nuestros sentidos y que ora producen por sí mismos representaciones, ora
ponen en movimiento la capacidad del entendimiento para comparar estas
representaciones para enlazarlas y separarlas y para elaborar de este modo la materia
bruta de las impresiones sensibles con vistas a un conocimiento de los objetos
denominado experiencia? Por consiguiente, en el orden temporal, ningún conocimiento
precede a la experiencia y todo conocimiento comienza con ella.
Pero aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no por eso
procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que nuestro mismo
conocimiento empírico fuera una composición de lo que recibimos mediante las
impresiones y de lo que nuestra propia facultad de conocer produce (simplemente
motivada por las impresiones) a partir de sí misma”.
Crítica de la razón pura (Ed., Alfaguara, Madrid 1988 6ª ed., p.41-42)
Sólo así puede tener el conocimiento empírico aquellas condiciones que exige el
verdadero conocimiento (universalidad y necesidad) y que la sola experiencia no puede otorgar.
Esto equivale a un cambio de método y a afirmar que no es el entendimiento el que se deja
gobernar por los objetos, sino que son éstos los que se someten a las leyes del conocimiento
impuestas por el entendimiento humano: un «giro copernicano», según suele decirse, un cambio
de 180 grados, una perspectiva radicalmente nueva. Según Kant, este planteamiento sólo es
3
El sueño dogmático
“Confieso con toda el alma que a la advertencia dada por David Hume es a lo que debo haber salido
hace ya muchos años del sueño dogmático y el haber dado a mis investigaciones filosóficas en el campo de la
especulación una dirección completamente nueva. [...]
Me aseguré, pues, antes que todo, de si podía generalizarse la objeción de Hume, y no tardé en darme cuenta
de que el concepto de enlace y de efecto no era ni con mucho el único de que se sirve el entendimiento en sus
enlaces a priori de las cosas, y que de tal modo es así que la metafísica entera depende de nociones de este
género. Traté de asegurarme de su número, y cuando lo conseguí, partiendo de un principio único, pasé a la
deducción de estas nociones, cuando entonces me hube asegurado que éstas no son la experiencia, como
había temido Hume, sino que provenían del entendimiento puro”.
Prolegómenos a toda metafísica futura, Prefacio (El Ateneo, Buenos Aires, 1950, p. 581-582).
2
parcialmente nuevo en la historia, porque un planteamiento similar se hizo en la matemática, en
tiempos de Euclides, y en las ciencias de la naturaleza, en tiempos de Galileo.
Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los
objetos. Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a
establecer a priori, mediante conceptos, algo sobre dichos objetos -algo que ampliara
nuestro conocimiento- desembocaba en el fracaso. Intentemos, pues, por una vez, si no
adelantaremos más en las tareas de la metafísica suponiendo que los objetos deben
conformarse a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la deseada
posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende
establecer algo sobre éstos antes de que nos sean dados. Ocurre aquí como con los
primeros pensamientos de Copérnico. Éste, viendo que no conseguía explicar los
movimientos celestes alrededor del espectador, probó si no obtendría mejores resultados
haciendo girar el espectador y dejando las estrellas en reposo.
Crítica de la razón pura, Prólogo de la segunda edición (Alfaguara, Madrid 1988, 6ª ed., p. 20).
Las matemáticas griegas fundaban su certeza en la construcción de la figura que el
geómetra concebía en su mente; la ciencia moderna funda su innovación en el hecho de que es
ella la que interpela a la naturaleza mediante sus hipótesis. En uno y otro caso, «la razón sólo
reconoce lo que ella misma produce según su proyecto». Igual ha de hacer la filosofía si ha de
progresar como ciencia, y ha de hacerlo en un doble plano: en el de la sensibilidad y en el del
entendimiento.
Si llamamos sensibilidad a la receptividad que nuestro psiquismo posee, siempre
que sea afectado de alguna manera, en orden a recibir representaciones, llamaremos
entendimiento a la capacidad de producirlas por sí mismo, es decir, a la espontaneidad
del conocimiento. Nuestra naturaleza conlleva el que la intuición sólo pueda ser sensible,
es decir, que no contenga sino el modo según el cual somos afectados por objetos. La
capacidad de pensar el objeto de la intuición es, en cambio, el entendimiento. Ninguna
de estas propiedades es preferible a la otra: sin sensibilidad ningún objeto nos sería
dado y, sin entendimiento, ninguno sería pensado. Los pensamientos sin contenido, son
vacíos; las intuiciones sin concepto, son ciegas. Por ello es tan necesario hacer
sensibles los conceptos (es decir, añadirles el objeto en la intuición), como hacer
inteligibles las intuiciones (es decir, someterlas a conceptos). Las dos facultades o
capacidades no pueden intercambiar sus funciones. Ni el entendimiento puede intuir
nada, ni los sentidos pueden pensar nada. El conocimiento solamente puede surgir de la
unión de ambos. Mas no por ello hay que confundir su contribución respectiva. Al
contrario, son muchas las razones para separar y distinguir cuidadosamente una de otra.
Por ello distinguimos la ciencia de las reglas de la sensibilidad en general, es decir, la
estética, respecto de la ciencia de las reglas del entendimiento en general, es decir, de la
lógica.
Crítica de la razón pura, A51-B75. (Alfaguara, Madrid 1978, p. 93).
Por la primera son dados los objetos a la experiencia humana, por la segunda son
pensados. En uno y otro nivel ha de haber conocimiento a priori, de modo que «sólo conocemos a
priori de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas». En esto consiste el giro
copernicano del pensamiento, que debe hacerse en filosofía a ejemplo de la intuición de
Copérnico: si éste, para explicar los movimientos celestes, entendió que era mejor suponer que
era el hombre espectador quien giraba, de manera parecida Kant cree que, en el supuesto de que
sean los objetos los que se regulan por la manera como los conocemos y no al contrario, se
explica mejor que lleguemos a conocerlos de un modo necesario y universal. A la filosofía le
incumbe, pues, como primer objetivo averiguar si, antes de toda experiencia, es capaz de conocer
algo aplicable a todo objeto de la experiencia. El tipo de conocimientos a priori a que se refiere
Kant es el que ponen de manifiesto los juicios sintéticos a priori.
La hipótesis que plantea Kant es, pues, si existen juicios sintéticos a priori.
1. Los juicios matemáticos son todos sintéticos. Este principio parece no haber
sido notado por las observaciones de quienes han analizado la razón hasta hoy. Es más,
parece oponerse precisamente a todas sus conjeturas, a pesar de ser irrefutablemente
cierto y a pesar de tener consecuencias muy importantes. Al advertirse que todas las
3
conclusiones de los matemáticos se desarrollaban de acuerdo con el principio de
contradicción (cosa exigida por el carácter de toda certeza apodíctica), se supuso que
las proposiciones básicas se conocían igualmente a partir de dicho principio. Pero se
equivocaron, ya que una proposición sintética puede ser entendida, efectivamente, de
acuerdo con el principio de contradicción, pero no por sí misma, sino sólo en la medida
en que se presupone otra proposición sintética de la cual pueda derivarse. [...]
Se podría pensar, de entrada, que la proposición 7 + 5 = 12 es una simple proposición
analítica, que se sigue, de acuerdo con el principio de contradicción, del concepto de
suma de siete y cinco. Pero, si se observa más de cerca, se advierte que el concepto de
suma de siete y cinco no contiene otra cosa que la unión de ambos números en uno
solo, con lo cual no se piensa en absoluto cuál sea ese número único que sintetiza los
dos. El concepto de doce no está todavía pensado en modo alguno al pensar yo
simplemente dicha unión de siete y cinco. Puedo analizar mi concepto de esa posible
suma el tiempo que quiera, pero no encontraré en tal concepto el doce. Hay que ir más
allá de esos conceptos y acudir a la intuición correspondiente a uno de los dos, los cinco
dedos de nuestra mano, por ejemplo, o bien (como hace Segner en su Aritmética) cinco
puntos, e ir añadiendo sucesivamente al concepto de siete las unidades del cinco dado
en la intuición. En efecto, tomo primero el número 7 y, acudiendo a la intuición de los
dedos de la mano para el concepto de 5, añado al número 7, una a una (según la
imagen de la mano), las unidades que previamente he reunido para formar el número 5,
y de esta forma veo surgir el número 12. Que 5 tenía que ser añadido a 71 lo he
pensado ciertamente en el concepto de suma =7+ 5, pero no que tal suma fuera igual a
12. Por consiguiente, la proposición aritmética es siempre sintética, cosa de la que nos
percatamos con mayor claridad cuando tomamos números algo mayores, ya que
entonces se pone claramente de manifiesto que, por muchas vueltas que demos a
nuestros conceptos, jamás podríamos encontrar la suma mediante un simple análisis de
los mismos, sin acudir a la intuición.
De la misma forma, ningún principio de la geometría pura es analítico. «La línea
recta es la más corta entre dos puntos» es una proposición sintética. En efecto, mi
concepto de recto no contiene ninguna magnitud, sino sólo cualidad. El concepto «la
más corta» es, pues, añadido enteramente desde fuera. Ningún análisis puede extraerlo
del concepto de línea recta. Hay que acudir, pues, a la intuición, único factor por medio
del cual es posible la síntesis.
2. La ciencia natural (fisica) contiene juicios sintéticos a priori como principios.
Sólo voy a presentar un par de proposiciones como ejemplo. Sea ésta: «En todas las
modificaciones del mundo corpóreo permanece invariable la cantidad de materia», o
bien: «En toda transmisión de movimiento, acción y reacción serán siempre iguales».
Queda claro en ambas proposiciones no sólo que su necesidad es a priori y, por
consiguiente, su origen, sino también que son sintéticas. En efecto, en el concepto de
materia no pienso la permanencia, sino sólo su presencia en el espacio que llena.[...]
3. En la metafísica -aunque no se la considere hasta ahora más que como una
tentativa de ciencia, si bien indispensable teniendo en cuenta la naturaleza de la razón
humana- deben contenerse conocimientos sintéticos a priori. Su tarea no consiste
simplemente en analizar conceptos que nos hacemos a priori de algunas cosas y en
explicarlos analíticamente por este medio, sino que pretendemos ampliar nuestro
conocimiento a priori. Para ello tenemos que servirnos de principios que añadan al
concepto dado algo que no estaba en él y alejarnos tanto del mismo, mediante juicios
sintéticos a priori, que ni la propia experiencia puede seguirnos, como ocurre en la
proposición «El mundo ha de tener un primer comienzo» y otras semejantes. La
metafísica no se compone, pues, al menos según su fin, más que de proposiciones
sintéticas a priori.
Crítica de la razón pura, Introducción, V-VII, A9/B14-A16/B30. (Ed., Alfaguara, Madrid 1988, p.51-61).
Pero puesto que las matemáticas y la física se consideran verdadero conocimiento, la
pregunta se transforma en cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en estas dos ciencias.
Por otro lado, el verdadero conocimiento en general se logra a través de la sensibilidad y del
entendimiento, por lo que, coordinando estos diversos pero coincidentes objetivos, el plan de
trabajo de la Crítica de la razón pura se dispone en los siguiente niveles:
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1) a: ¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento sensible?
b: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la matemática?
2) a: ¿Qué condiciones a priori supone el conocimiento intelectual?
b: ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física?
Demostrando, tanto para el primer punto como para el segundo, que hay elementos a priori
(A: exposición metafísica) y que tales elementos son condiciones de posibilidad de todo juicio
sintético a priori (B: exposición trascendental), Kant se plantea si también para la metafísica, y
para la razón pura, existen elementos a priori con los que puedan formarse juicios sintéticos a
priori. Debe añadir, por tanto, una tercera pregunta:
3) a: ¿Hay elementos a priori de la razón pura?
b: ¿son posibles los juicios sintéticos a priori en metafísica?
Las respuestas son afirmativas para la primera y la segunda parte, y negativa para la
tercera. La filosofía trascendental no tiene más remedio que reconocer los límites de la razón
humana; ignorarlos es caer en las redes engañosas de la metafísica «natural».
Crítica de la razón pura, Doctrina trascendental del método, A 805 / B 833 (Alfaguara, Madrid 1988, 6ª ed., p. 630)
Armado y selección de textos: Prof.: Jair Orique.
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