EL EMBOTELLADOR DE ALMAS Eraclio Zepeda

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EL EMBOTELLADOR DE ALMAS
Eraclio Zepeda
-¿Y usted no es milpero?
-No -me dijo- fui. Pase usted.
Y me senté. Me dio café, me dio pan. Pero yo con la angustia aquella de querer
saber cuál era el oficio. Y le dije:
-Mire, este, ¿se dedica usted a otras cosas?
-Sí, a otras -dijo.
-¿Distintas?
-¿Distintísimas? – me dijo.
-Mire –le dije-, ¿y hay otras gentes que trabajen?
-No, somos pocos.
-Y mire, ¿tiene nombre su oficio?
-Tiene, pos seguro, ¿quién va a trabajar en un oficio que no tenga nombre?
-¿Y cómo qué será? –le dije.
-Mire –me dijo-, todos los oficios son dignos, lo único indigno es no tener oficio.
Con lo cual yo estaba de acuerdo. Por ai del tercer café y el segundo pan, se me
quedó mirando profundamente a los ojos y me dijo:
-No está usted para saberlo ni yo para decirlo, pero soy enfrascador de almas.
-Ah, carajo –dije.
Y le dije:
-Mire, ¿y es un oficio difícil?
-Bastantito –me dijo.
-¿Y se aprende o se nace?
-Se aprende –dijo.
-¿Y hay maistros?
-Ya no hay, había.
Y yo quería que me dijera más y más, pero él calladito calladito. Y así nos
tomamos otro café más y cuando ya estaba apagando el quinqué como para
dormirse y yo con aquella angustia de no saber lo que quieres saber que casi
pues te desparpaja el párpado. Me dijo:
-Para que usted duerma tranquilo le voy a explicar en qué consiste mi oficio.
Y se dio la primera sonrisa de la noche y asimismo fue descorchando la primera
botella de comiteco y me dije “el cuento es largo” y nos sentamos.
Me dijo:
-Mire usted, para enfrascar almas lo más importante en este oficio es el frasco
porque si no tiene usted frasco, ¿cómo enfrasca? Y este frasco el más adecuado es
el de penicilina, el ya usado, que venden en la trasbotica. Ai se compra usted unos
15-16 frasquitos de esta penicilina y se los lleva usted, pero sin la tapita esa de
plástico, que esa no sirve, de hule. Se lleva usted el frasquito a su casa y ai tiene
usted ya la primera aportación importante a su futuro oficio. Ora, esas botellitas
lo primero que hay que hacer es lavarlas para que estén limpias limpias. Así que
tiene usted que localizar un manantial donde el agua saliendo de la tierra no
corra más que un geme para que no se eche a perder su pureza y en ese geme
usted lava las botellitas bien lavadas y luego sin que ninguna mano lo toque más
que la de usted que ya tiene agua buena, lo pone usted sobre una compañera
piedra para que el compañero sol la seque completamente. Y ya seca la botellita
se va a unir con el trabajo de otro oficio que usted está haciendo que es sembrar
una milpita, pero milpita que tiene que ser hecha por un niño que sea
absolutamente casto, que nunca haya tenido ningún mal pensamiento... bueno, ni
con gallinas. Y ese muchachito debe sembrar maíz. Cuando empiecen a nacer las
mazorquitas que están apenitas apenitas como si fueran dedito chico, usted las
corta porque la mazorquita va a ser el tapón de la botella. Entonces ya tiene
usted tapón y botella, entonces ya puede usted enfrascar. Lo único que le falta
del equipo, que es muy importante, es un pañuelo de estos rojos bonitos que se
llama paliacate. Y también un despertador es muy importante. Un despertador
que tenga campanilla, eso es muy importante. Claro que si usted tiene un
sobrante de dinero también le recomiendo que se compre usted un maletín de
cuero negro, que eso influye mucho y presta mucha confianza al futuro difunto...
porque futuro difunto es el que usted atiende. Ya que tiene usted todo eso listo,
está usted tranquilo. Cuando una noche, de pronto... le tocan a la puerta y usted
que conoce a toda la gente, va y abre, y ve usted a Martín el chico. ¡Y! ¡¿Quién?!
¿Tu papá o tu mamá? No, pues mi papá. ¡Pobre Martín el viejo! Ai voy. Y agarra y
hace usted su petaquita, que la tiene lista, y se va corriendo donde vive Martín el
viejo y le abren la puerta y efectivamente ve usted que el pobre Martín el viejo es
futuro difunto. Y usted se le queda viendo a los ojos y él como que se quiere
hacer guaje; no lo quiere mirar para decirle “no, si no es conmigo el asunto”, pero
sí, es con él. Y lo queda usted viendo y él preocupado porque como sabe cuál es el
oficio de usted, no le gusta aquella visita a deshoras de la noche y ai viene el
aspecto científico del asunto: usted lo agarra y le empieza a palpar todas las
venas, de donde caigan, vena que va, vena que viene, la va usted captando,
captando y entonces es eso donde está la importancia del oficio, calcula usted y
le da un manotazo de alegría y le dice “hermano, te quedan dos horas, jajajai” y
pone usted el despertador claclaclacla y pasa usted al otro cuarto, donde están
los futuros deudos... pues alegres como son estas cosas, planchando los vestidos
negros las señoras, matando las gallinas, matando los guajolotes, preparando los
tamales; los señores comprando galleta de animalito que se reparte mucho,
sobre todo si el muerto es viejo... porque cuando el muerto es viejo llega mucho
muchachito, entonces hay que repartir galleta de animalito, también hay que
comprar botella cerrada, todo esa pues cosa alegre... y van empezando a comer
los primeros moles y las primeras gallinas y jajajai y cuento va y cuento viene,
alegre pues, como son estas cosas, ¿no? Y también uno se permite, porque no
está fuera de la legalidad, tomarse unos riendacitos de comiteco para irse
serenando para el trabajo que viene. A las dos horas de pronto rrrrui el
despertador y se levanta ya uno así con seriedad y les dice a los futuros deudos
“futuros deudos, con permiso, voy a ver al futuro difunto, que le queda muy
poquito para seguir siendo futuro”. Y entra uno al otro cuarto y para esto Martín
el viejo ya está absolutamente espantado, parpadeando, y le dice “ten valor,
Martín” y entonces lo primero que uno hace es sacar el pañuelito rojo, eso es
muy importante, saca usted el pañuelillo rojo y le amarra usted la cabeza, bien
amarradita, lo que se trata es que no vaya a salir nada de aire por la boca, sino
que nada más por la naricita. Ora, la nariz tiene dos agujeros, la derecha no le
preocupe a usted nada porque la derecha no conduce a nada, nada más la
izquierda, la izquierda va para el corazón. Entonces usted está pendiente con el
hoyito del corazón y cuando Martín ya amarrado de la boca, se llena del planeta
por última vez... usted le mete la botellita en la izquierda... y la tapa y nada más la
entrega usted a los deudos que ya son deudos en tiempo presente y
pluscuamperfecto. Le entrega usted el frasquito y ya queda usted.
Y yo me le quedé viendo y le dije:
-Bueno, ¿y eso?
Y él me quedó viendo más fríamente. Apagó su cigarro y me dijo:
-Se ve que no es usted creyente.
-¿Por qué?
-Porque sólo una persona que no sea creyente ignora que cuando el alma
abandona esta despreciable cárcel que es el cuerpo que fenece se eleva volando
portentosamente y nomás tiene tres caminos: el infierno, el purgatorio y el cielo.
Pero con esta situación de la crisis y la deuda externa y todos esos asuntos pues
qué cielo va a haber, nada más queda purgatorio e infierno. Entonces, ¿qué
corazón tiene usted, como deudo que es, de permitir que el alma de esa gente tan
querida, tan amorosamente consentida tenga nada más infierno o purgatorio?
Pero la escritura dice que el alma tiene que volar libremente hacia su destino y si
usted la enfrascó, ai se friega, compañero, se friega, quedó enfrascada, no tiene
vuelo, ai quedó detenida, esperando tiempos mejores en que usted la suelte y
pueda llegar al cielo, si no siempre vamos a estar amolados, cambie el asunto.
Pero mire usted, compañero, yo no soy como otros enfrascadores de almas. Yo
conocí un hombre, yo que he sido siempre enemigo de la explotación del hombre
por el hombre, cómo no voy a ser enemigo de la explotación del alma por el
hombre... y conocí a un hombre que explotaba el alma... porque en lugar de hacer
como yo que cuando enfrasco un alma, le pone tela adhesiva, le pone el nombre
del muerto y se lo entrega. Ah, aquel hombre que yo conocí, que por desgracia
fue mi maistro, pero después yo rompí toda relación con él... Este hombre hacía
lo mismo, pero en lugar de hacer el ademán para entregar el alma después de
que estaba la clasificación, daba la vuelta la mano de regreso y se metía el alma
en el bolsillo y se la llevaba a su casa y la guardaba en un enooorme, pero enorme
mueble de madera que se llama almario y en ese almario tenía todas las almas de
30 años para acá guardadas y las alquilaba a las familias el cabo de año, Día de
muertos, Santos Inocentes, fecha de nacimiento y hasta dijo que era patriótico
también hacer honores a las almas el 20 de noviembre y el 16 de septiembre y
así él vivía explotando las almas hasta que un día, compañero, estábamos todos
tranquilitos escuchando cuando ronglonglonglon empieza el temblor y
glanglanglan y dijimos ay ay y de pronto prom-bom-bom-bom-BOM la caída y
clinclinclin-clin los vidrios, dijimos, todos quisimos decir las almas, pero sólo
dijimos “las al” y ahí nos quedamos porque en ese momento se empieza a llenar
el pueblo de unos ruidos y unos enfrenones y las sirenas y los disparos y era que
la policía judicial de los diablos que tenía ya orden de aprehensión contra las
almas, por 30 años estaban pendientes para que apareciera el cuerpo del delito,
bueno, no el cuerpo, el alma del delito, y apenas salen las almas del delito y
empiezan y mire usted que si la policía judicial de nosotros es bastante
amoladita, cómo será la de los diablos, empezaron a meter manita china, a
agarrar por los pelos, los que tenían trenza por la trenza y los que no, no... y los
agarraban y los llevaban, mire usted a puro chicote al infierno. Y el autor de todo
aquel desaguisado se quiso ir a esconder donde pudo y ai lo agarraron los
diablos y se lo llevaron y es el único hombre que se sabe por los diablos, que
llegó en cuerpo y alma al infierno. Por eso yo alma que enfrasco, alma que
devuelvo y así estamos bien.
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