"Pero Jesús seguía callado" (Mt - melquisedec

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"Pero Jesús seguía callado" (Mt. 26,63)
Queridos hermanos y amigos:
Cuando Nuestro Señor Jesucristo fue sometido a su Pasión por quienes
ansiaban ya desde hacía tiempo verlo muerto, y muerto de una manera tal que su obra
quedase desacreditada (muerto en Cruz, como morían los subversivos y enemigos
políticos del imperio romano), Él, Palabra Viviente y Todopoderosa del Padre, Él que
dijo y enseñó las cosas más hermosas, grandes y profundas que jamás se hayan
escuchado en el universo, guardó silencio. Un silencio espeso que sorprendió a
amigos y enemigos, sólo interrumpido por unas pocas palabras que compiten en
fuerza y elocuencia con ese silencio...
Como Jesús, y por amor a Él, yo también he guardado silencio durante 20 años
(que es más de la mitad de mi vida), un silencio doloroso, pero lleno de amor y
esperanza en la Justicia y en la Providencia del Maestro, en Su Amor y Su
Misericordia; silencio que interrumpo brevemente para hablar por única vez sobre un
tema que en estos días ha hecho rodar mi nombre en algunos medios.
Me refiero concretamente al "caso Storni".
Lo que diré es muy poco, porque todo, absolutamente todo lo que tenía para
decir lo he dicho ya varias veces y de distintos modos a las autoridades eclesiásticas
competentes en diversos niveles, en cuyas manos está el tomar las decisiones que
correspondan, sabiendo que todos y de todo daremos cuenta al Señor de la historia.
Cuando hablo de "autoridades eclesiásticas competentes" no pienso en una
especie de "inquisición" maquillada para hacerla presentable al tercer milenio, según
la leyenda que los medios se encargan de diariamente alimentar... Pienso en la
Iglesia, mi Santa Madre Iglesia (lo digo con sincero orgullo, y no en tono de sorna
periodística), a la que tan contento y tan indigno me siento de pertenecer... Lo digo
pensando en Juan Pablo II y en la Madre Teresa; en Giacomo, el bebito que bauticé
ayer, y en Chiara, esa viejita sufriente pero feliz, de Misa diaria y devoción
contagiosa; pienso en los mártires de ayer y de hoy, y también en los que se acuerdan
de volver a Misa cuando necesitan un milagro; pienso en tantas religiosas que
inundan la Iglesia de amor maternal y también en la muchachita de sincera fe que
sola y mal aconsejada ha cometido un aborto; pienso en Papá y Mamá, que están
divorciados y que siguen – cada uno de modo diverso – tratando de buscar y
encontrar el Rostro del Señor que ilumina sus vidas, y son para mí un ejemplo; pienso
en tantos sacerdotes santos que me han atraído con su ejemplo, y en otros que, al
perder la fe, han perdido también el amor... Lo digo, en fin, con plena conciencia de
que la Iglesia es depositaria de un misterio de Amor infinito, que resplandece en Ella
con mucho más fuerza que las innumerables miserias que los hombres de todos los
tiempos le agregamos, pero que sólo son capaces de ver los que tiene Fe, los que
tienen limpio el corazón, los de buena voluntad, los pequeños...
Poncio Piltatos cuidaba su puesto: "¿Qué es la verdad?", preguntó con
hipocresía...
Herodes se enojó porque, después de hablarle a Cristo con mucha palabrería, Él
no le respondió nada. Y entonces lo despreció y se burló de Él (Lc. 23, 8 - 12).
En nuestro tiempo sobran periodistas mediocres y fracasados a los que - como
a Poncio Pilatos - no les interesa la verdad, sino cuidar sus puestos, para lo cual el
modo mejor se ha convertido en la mala noticia (¡lo contrario del Evangelio, que es
Buena Noticia!) y el escándalo nuestro de cada día... Y, por supuesto, lavarse las
manos cuando el ejercicio torpe e irresponsable de su profesión lleva - como entonces
- a la condena a personas inocentes...
Sobran también los que - como Herodes - vomitan verborragia agresiva con la
esperanza de obtener, en la respuesta a sus burlas y desprecios, algo para publicar que
alimente la morbosidad y los instintos más bajos de las personas y pueblos...
Pero esta clase de personas, a las que no les interesa ni la verdad ni el bien,
sino buscar nuevos motivos en su odio ancestral contra le Fe simple, sincera y
profunda de los creyentes nunca han obtenido ni obtendrán de mi nada que sirva de
argumento contra la Iglesia, mi Iglesia, Cristo con sus hermanos, la familia de Dios, a
la que no se pertenece porque se es bueno, sino porqué Él es Bueno...
Iglesia de santos y de pecadores, desde su fundación y hasta su plena
consumación...
Iglesia de la que se escandalizan los mismos que se escandalizaron de Jesús, y
por la cual se alegran los que esperan su Retorno glorioso...
Iglesia en la cual y de la cual he recibido tanto, tanto amor, y tantos, tantos
buenos ejemplos de muchos; y algunos ejemplos muy malos de algunos pocos...
Iglesia que no formamos sólo los curas y las monjas,
ni sólo los que estamos vivos en este mundo,
ni sólo los que podemos (por gracia de Dios) confesar y comulgar,
ni sólo los que nos "portamos bien"...
No les dice esto un ""jerarca" cómodamente sentado en su sede, cuidando que
todo siga como hasta ahora, sino alguien que ha padecido, de parte de algunos de sus
hermanos con mayor responsabilidad en la conducción de la Iglesia, persecución,
malos tratos y desprecio...
Allí donde otros encuentran motivo para justificar su odio, yo he encontrado
motivos para crecer y para aprender a amar como ama el Señor: no a quien lo merece,
sino a quien lo necesita.
Allí donde otros se sienten con derecho a levantar su dedo inquisitivo y
acusador, yo he aprendido a pedir perdón de todo corazón por mis incesantes faltas
contra el Señor y los hermanos.
Allí donde otros se han marchado escandalizados, yo - ¡Bendito sea el Señor,
todo es gracia suya - he encontrado más fuerza para creer y descubrir cómo la Fuerza
de Dios se manifiesta en la debilidad de los hombres; y cómo Él elige lo débil y necio
para confundir lo sabio y lo fuerte a los ojos de la mirada simplemente humana (I Cor
1, 26-31)
Soy santafesino de nacimiento, discípulo de Mons. Zazpe, pastor intrépido y
profético al que quiero y admiro profundamente, y cuyo ejemplo fue clave a la hora
de decidir mi vocación.
Ingresé al Seminario de mi ciudad natal, venciendo los prejuicios y reticencias
que se respiraban contra el mismo en algunos ambientes incluso eclesiales, y mis
propios "peros", basados en algunas impresiones negativas que tenía del mismo y de
su por entonces rector, el obispo (auxiliar) Storni.
Nunca he sido abusado físicamente por nadie.
En cambio, fui herido - y seriamente - en mi ánimo, en mi entusiasmo, en mis
afectos, en mis convicciones, en mi corazón...
He visto a otros compañeros de seminario perder la vocación, perder la fe,
perder las ganas de vivir...
He sentido el sabor del infierno, y el del purgatorio...
Cuando la situación se hizo absolutamente insostenible para mí, con inmensa
pena y por prescripción médica me vi obligado a dejar el Seminario de Santa Fe, para
tratar de recuperarme de mis heridas psicológicas y espirituales.
Monseñor Zazpe había muerto, y su sucesor estaba ya nombrado.
Pero ni siquiera aquí terminó este "calvario eclesial": yo era consciente de que
la llamada del Señor seguía intacta, y quería serle fiel.
La búsqueda de una nueva diócesis que me recibiera estuvo sistemáticamente
signada por la persecución con informes negativos y calumnias que disuadiesen a
quien estuviese dispuesto a recibirme y ayudarme, y neutralizaran a priori cualquier
motivo que yo pudiese citar acerca del porqué salí de mi diócesis de origen...
Hubiera sido siempre para mí no sólo fácil, sino incluso honroso indicar con
claridad los motivos por los que me fui del Seminario de Santa Fe. Nunca lo hice, aún
cuando ese silencio hacía caer sobre mi propia persona la sombra de la duda...
Aprendí que se puede callar por amor, y también se puede hablar por amor.
Callar lo que no edifica, no ayuda, no sirve para nada, y escandaliza a los más
pequeños; y hablar lo que se debe hablar, con quien se debe hablar y cuando se debe
hablar...
He aprendido - en este sentido - mucho del P. José Güntern y del P. Jorge
Montini, a quienes renuevo mi gratitud.
A pesar de haber sido yo el agraviado, no dudé en escribir una carta
manifestando sentimientos de perdón y buena voluntad poco antes de mi ordenación;
carta que fue respondida con una soberbia y altanería rayanas en la grosería.
Mi familia ha vivido y soportado todo esto con una paciencia y una
comprensión digna de admiración, y ahora sobrelleva el acoso periodístico de los
buitres de turno con noble serenidad.
Y esto a pesar de las heridas y condicionamientos que todos estos
desagradables acontecimientos han provocado en mis padres y hermanos.
He sido enviado a Roma para obtener mi doctorado en Teología.
No estoy aquí ni castigado, ni exiliado, ni refugiado.
Y ya ven, aquí estoy:
"Tantas veces me mataron, tantas veces me morí
sin embargo estoy aquí, resucitando..."
No he dado un portazo, no me he ido furioso,
no he acusado ni condenado, ni conminado, ni anatematizado...
Creo tener más motivos que muchos que se han escandalizado para siempre.
Pero no lo he hecho.
Le he dado tiempo a mi Señor y a mi Iglesia, a la cual le debo todo lo que soy:
hijo de Dios por la gracia inmensa del Bautismo, cristiano, sacerdote, predicador,
pastor, confesor, profesor... He tenido la dicha inmensa de servir al Pueblo de Dios en
diversas partes y de muy diversos modos; atesoro, esculpidos en mi corazón, cientos
y cientos de rostros de hermanos míos cristianos, de los cuales me siento servidor y
deudor, y que sin embargo me tratan como a un guía, un maestro, un consejero, y
sobre todo – y es lo más hermoso – como a un PADRE... Y ahora me encuentro
profundizando mi formación rodeado del amor de un pueblo que aún sin conocerme,
me ama...
¿Cómo podría yo devolver tanto bien y tanto amor con odio o resentimiento???
Yo sigo y seguiré siempre esperando en el Señor.
No espero venganza, ni castigo, ni nada que provenga del mal.
Espero para la Iglesia del Señor que peregrina en Santa Fe la llegada de un
pastor según el Corazón de Jesús, que recoja el manto que quedó tirado en el suelo el
día que Mons. Zazpe (cfr. II Reyes 2,13) fue llevado al Cielo, que confirme la Fe de
sus hermanos, que les muestre la alegría de pertenecer a la familia de Jesús, y de
caminar juntos los caminos del Espíritu.
Con el amor de siempre, por mi familia, mis amigos, mi Iglesia, mi Santa Fe, y
sobre todo por mi Dios y Señor Jesucristo.
Atri (Téramo, Italia), 30 de agosto de 2002
Santa Rosa de Lima, Patrona de América Latina... (y famosa por las tormentas!!!...;)
P. Juan Pablo Esquivel
La Madre Teresa le pidió al Papa Juan Pablo II en una audiencia:
- Santo Padre, rece para que no arruine mi obra.
El Papa rápidamente le respondió:
- Y Usted rece para que yo no arruine la Iglesia!
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