Universalia n 28

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niversalia
U
número 28
diciembre 2008
Revista del Decanato de Estudios Generales de la Universidad Simón Bolívar
Revista 28 – SEPT/DIC 2008
Editorial
Universidad Simón Bolívar
Benjamín Scharifker Rector
Aura López Vicerrectora académica
José Ferrer Vicerrector administrativo
Alejandro Teruel Secretario
Decanato de Estudios Generales
Rafael Escalona
Decano
Gioia Kinzbruner, Daniuska González
Coordinadoras del ciclo profesional
Ingrid Salomón, Rubén Darío Jaimes
Coordinadores del ciclo básico
Enrique Planchart
Coordinadores del ciclo iniciación universitaria CIU
Ingrid Salazar Romero
Asistente al Decanato
Arcelia Sánchez, Neyda Alcalá
Personal de secretaría
Universalia
Revista de Estudios Generales
Año 11 Nº 28 septiembre-diciembre 2008
Depósito legal pp 199002CS8968
ISSN 1317-5343
Rafael Escalona
Director
Ingrid Salazar
Coordinadora editorial
Grisel C. Boada Jiménez
Composición gráfica
Giacometti
Ilustraciones
Dirección de Servicios USB
Impresión
Circula gratuitamente entre los estudiantes
como un instrumento de apoyo
a su formación general
Edificio Mecánica y Materiales, primer piso
Valle de Sartenejas, apartado postal 89000
Teléfono 906 3912. Fax 906 3927
[email protected]
2
www.universalia.usb.ve
Mayo 68 a mayo 2008
Rafael Escalona
Contenido
3
La importancia de la formación de equipos de
trabajo
Orquídea Castilla Ramos 4
El cineforo en la educación universitaria. Una
aproximación
Alfredo Gorrochotegui
5
Concurso “Segundo Serrano Poncela”
Motivar y sentirse motivado a participar
Palabras de Guillermo Kalen
6
El arte como expresión del artista
José Eliel Camargo
8
Concurso de cuento “José Santos Urriola”
Huyendo de Córdoba
Jacob Poliwoda
13
Y entonces le dijimos adiós a San Francisco
Manuel Nazoa
21
El Viaje
David Kenneth Bohl
24
Concurso de poesía “Iraset Páez Urdaneta”
Poemario
Débora Ochoa 27
Revoluciona tiempo
Evelio Gil
30
Estos
Glebys González
33
Alberto Giacometti, escultor y pintor
Contraportada
Editorial
Mayo
del 68 a mayo 2008
Los recordatorios de fechas pasadas desprenden
un cierto olor de tejido apolillado. Aún más cuando
se trata de la nostalgia de ese mayo francés
que sacudió el mundo hace exactamente cuatro
décadas.
Fue un movimiento cultural muy consciente
de que los proyectos de reinvención de la vida en
sociedad suelen acabar en modas comerciales
o votos para nuevas versiones de partidocracia.
Por eso se negó a sí mismo como actor político,
afanado como es lo usual en la toma del poder.
Es por eso que existe cierta incomprensión de su
realidad y su significado.
La resignación ciudadana conlleva el riesgo
de que nos pongamos a pensar y a actuar de
acuerdo al modelo de que la “Política es mala”,
extraña. Así, los políticos se ocuparían de lo suyo
(el poder) y nosotros de lo nuestro (la vida en todas
sus facetas). Esto por supuesto es la negación
del concepto de participación ciudadana. En
las democracias verdaderas, estables y con
adecuados contrapesos de poder, las personas
pueden refrendar a unos políticos y castigar a
otros cada tanto tiempo, según como nos haya
ido o lo peligrosos que nos parezcan algunos.
Slogans como “Seamos realistas: hagamos lo
imposible” o “Prohibido prohibir” son los testigos
de esa otra manera de pensar la acción política, no
como parte de un engranaje partidista, sino como
una participación espontánea de esa juventud
francesa que fue audaz, creativa, innovadora.
Porque a fin de cuentas, de eso se trata:
de reivindicar a los jóvenes como un motor de
cambio, con esa manera fresca y apasionada
que acompañan sus acciones en los movimientos
históricos. En Venezuela la generación del 28,
la participación activa y decisiva de la juventud
en enero del ’58, y más recientemente con
el despertar y la activación de ese “gigante
dormido”, nuestro mayo venezolano, el del 2007,
son nuestros ejemplos locales ¡y que ejemplos!
de cómo los jóvenes desean cambiar el mundo,
porque consideran, acertadamente, que no es el
más adecuado para sus expectativas, esperanzas
y sueños de realización personal.
Prof. Rafael Escalona
Decano
El mayo francés quiso cambiar el mundo en
todas las dimensiones, empezando por la libertad
sexual, indudablemente uno de los motores del
movimiento, por la autogestión de la producción,
por la liquidación de las burocracias políticas de
izquierda y derecha, por la solidaridad con los
inmigrantes y con el tercer mundo, por la crítica
del consumismo y por la fusión con la naturaleza.
El país galo dejó de trabajar durante semanas. No
porque se hubiera declarado la huelga general
por algún comité central sino porque millones
de personas estaban demasiado ocupadas
discutiendo en sus lugares de trabajo cómo
cambiar su trabajo y su vida. Como alguien dijo
acertadamente: “El sistema dejó de funcionar pero
la gente empezó a funcionar”.
Esa es la herencia de aquel mayo de hace 40
años.
El feminismo, el ecologismo, la defensa
mundial de los derechos humanos, la crítica de
la política partidista, la participación ciudadana,
la libertad de crear, el ser uno mismo sin pedir
permiso a nadie son valores normales para los
jóvenes de hoy que el movimiento de mayo del 68
afirmó en la escena mundial y grabó en las mentes
de todos. Son valores de libertad, de tolerancia,
de creatividad que todos los uesebistas debemos
reivindicar como propios, ya que de hecho son
parte de nuestros valores institucionales.
Para apoyar esa libertad y esa creatividad,
este vigésimo octavo número de Universalia
está dedicado a los flamantes ganadores de
los concursos de cuento, poesía y “Segundo
Serrano Poncela” auspiciados por el Decanato de
Estudios Generales como justo reconocimiento a
esa juventud uesebista que se forma, que lucha y
que sueña.
3
Orquidea Castilla Ramos
La importancia
equipos
de la formación de
de trabajo
Curso “Los Grupos en la Organización” CCB-266
Profesora del Dpto. de Ciencia y Tecnología
del Comportamiento, USB
Los equipos de trabajo son grupos de individuos
que se integran y se relacionan de manera
interdependiente y comparten objetivos en común.
Se diferencian de los grupos formales de tarea y
mando que solemos ver en las organizaciones,
en que su sinergia (la combinación de los
conocimientos, capacidades y habilidades de
sus miembros) siempre tiende a ser positiva,
es decir, afecta favorablemente el rendimiento.
Así mismo, las metas que se trazan y las
responsabilidades asumidas son compartidas
por todos los miembros del equipo; son mutuas
y por tanto cualquier integrante puede responder
y hacerse responsable por el equipo. Se valora
el desempeño colectivo más que el individual,
porque se cumple aquello de que el todo es
más que la suma de sus partes; importa que el
equipo logre sus objetivos y no que se destaquen
sus individualidades. Los hay interdisciplinarios,
como por ejemplo una junta médica, un equipo
de proyectos en una consultora y hasta un
consejo asesor académico, o de solución de
problemas como los famosos círculos de calidad.
También pueden ser autodirigidos, es decir, que
no necesitan dirección de un superior para lograr
sus metas; y hasta virtuales dadas las facilidades
que nos ofrece la tecnología de información.
Todo equipo es en sí mismo un grupo de
trabajo, pero no todo grupo de trabajo logra
desempeñarse como equipo; y no siempre
todo equipo alcanza a ser un equipo de alto
rendimiento. Aspectos como el liderazgo
compartido, la comunicación constante entre
sus miembros, la adecuada resolución de sus
conflictos y los que puedan tener con otros
grupos, el reforzamiento de sus valores y normas
4
de convivencia, el no desviarse de sus metas y
concentrar todos sus esfuerzos en la unidad de
acción, permitirá un nivel alto de desempeño.
La recompensa también es colectiva, ya que
todos los miembros contribuyeron a los logros.
Desde afuera un equipo es visto como una sólida
unidad, porque desde adentro se transmite
esfuerzo conjunto.
Aunque el trabajo en equipo presenta algunas
dificultades, puesto que nuestra cultura tiende a
valorar y a reforzar más los logros individuales
que los colectivos, en la actualidad la formación
de equipos de trabajo ha facilitado los procesos
de cambio y transformación que suceden
en la grandes Organizaciones. Por esto, los
empleadores cada vez más requieren personas
con habilidades suficientes para trabajar en
grupo y formar equipos de alto desempeño.
Los equipos de trabajo son un vehículo para
facilitar los logros y los cambios dentro de una
organización. El aprendizaje de destrezas para el
trabajo en equipo, dentro de los mismos grupos
naturales de trabajo, constituye una estrategia del
Desarrollo Organizacional empleada desde hace
muchos años y con resultados favorables, que no
sólo facilita el manejo del cambio organizacional
sino que trasciende las vidas de las personas,
puesto que dicho cambio requiere y conlleva un
cambio en ellas mismas.
Alfredo Gorrochotegui
El cineforo
en la educación universitaria
Una aproximación
Yo no recuerdo cuando comencé a usar películas
con mis alumnos, pero sí recuerdo que tuve un
profesor que de vez en cuando en el bachillerato
nos colocaba partes de películas para
explicarnos con mayor profundidad y ejemplos
prácticos lo que nos ofrecía en sus clases. Y eso
me marcó. Luego conocí a otros profesores que
se dedicaban a dar “cineforos” sobre películas
para hacernos discutir sobre un tema concreto.
Y recuerdo pasmado, unas discusiones largas y
acaloradas…
Luego, cuando me incorporé a la universidad,
decidí utilizar películas. Y el proceso es el
siguiente: se da un tema o una unidad, y en la
siguiente clase se coloca una película cuyo tema
pueda relacionarse con lo visto y lo discutido.
Antes de ver la película, se entrega a los
estudiantes un cuestionario con varias preguntas
que se leen en voz alta, se hacen comentarios
sobre las mismas y se aclaran dudas. Después
de la película, los estudiantes responden
individualmente el cuestionario utilizando como
ayudas los apuntes o los esquemas de la materia
dada. Finalmente se realiza una discusión general
en la que todos van contestando las preguntas y
comparando los resultados de sus respuestas.
Es en esta discusión en la que el profesor
da orientaciones o ayuda a ver perspectivas
relacionadas con la materia desarrollada. En la
siguiente clase los estudiantes deben entregar
en limpio sus respuestas a las preguntas de
la película, quedando esto como informe final.
También en los exámenes se hacen preguntas
sobre las películas vistas y la relación de sus
relatos con los temas desarrollados.
Curso “Productividad, Estrategia
y Éxito Académico” CCP-114
Profesor del Departamento de Ciencia
y Tecnología del Comportamiento, USB
La experiencia ha dado como resultado
discusiones muy enriquecedoras e informes
muy completos; además, en las pruebas se nota
mayor seguridad para explicar o poner en práctica
conceptos o manejar criterios personales. Pero
lo más interesante y llamativo es la motivación
y la disposición positiva de los estudiantes hacia
la materia.
Diversas publicaciones y artículos han
aparecido en los últimos años vinculando al cine
con la educación y no sólo con el entretenimiento.
Algunos autores plantean que la inserción del
cine en el currículo de la educación crea un
ambiente de aprendizaje único y motivador
para propiciar el desarrollo de competencias
complejas relacionadas con disciplinas de corte
humanístico y psicológico.
Otros autores comentan que el cine puede
considerarse como uno de los factores más
poderosos de creación de actitudes públicas y de
difusión de ideas acerca de temas relacionados
con la ciencia, en general, y con la promoción y
la orientación de la salud mental, en particular.
El cine puede representar una herramienta
fecunda para estimular un interés crítico por
temas de actualidad. Se sabe que el principal
reto de la utilización del cine como estrategia
didáctica radica en ser capaces de posibilitar, a
partir del impacto que las películas generan en
el alumnado, un interés y preguntas pertinentes
al tema de la película en cuestión. Así, el cine
se puede convertir en una experiencia vivida de
aprendizaje significativo. El cine contribuye a
hacer más directo el conocimiento, en el sentido
de que ayuda a incorporar conceptos aprendidos
5
a nuestras propias experiencias vitales. Por
ejemplo, conocer el concepto de la violencia
familiar y poderlo escribir en un examen es una
cosa. Otra bien distinta es conocer “de cerca”
los detalles de las relaciones que se producen
en ambientes familiares donde la violencia es el
modo de relación sobresaliente y en la cual se
puede apreciar el impacto que este fenómeno
tiene en la sociedad, o las resonancias en otras
esferas de la vida cotidiana, como el trabajo y la
salud física.
La utilización del cine en la enseñanza
permite un acercamiento en torno al mundo
de las imágenes. Enseñar a mirar una imagen,
descodificarla, analizarla, hacer hermenéutica,
es tan importante como saber leer y entender un
texto escrito o atender a un caso para orientarlo.
La necesidad de aplicar herramientas teóricas
al análisis de los acontecimientos planteados en
las películas obliga, por un lado, a entrelazar
y a dar cohesión con lo adquirido; a acercar lo
aprendido en los libros a contextos “prácticos” (la
vivencia de la película); y, por el otro, a revisar
posibles identificaciones que hacemos con las
tramas o los personajes de la producción. En
este sentido, el proceso de aprender y conocer
a través del cine adquiere un carácter “real” y
mucho más estimulante.
Estoy convencido de que con el uso del
cineforo en nuestras clases podemos fomentar la
capacidad crítica de los alumnos, al tiempo que
estimulamos la creación de actitudes positivas
hacia los temas de interés de nuestra asignatura
o de áreas de investigación.
El Decanato de Estudios Generales convoca todos los años, durante el
trimestre abril-julio, a los estudiantes de pre-grado de la USB a participar
en los concursos de poesía, cuento y mejor trabajo final de Estudios
Generales, para realizar la premiación en el evento “La escritura hecha en
casa”, durante la celebración de la Semana de EEGG. Asimismo, se invita a
decir unas palabras al ganador del concurso al mejor trabajo final “Segundo
Serrano Poncela” del año precedente.
Guillermo Kalen Machado
Motivar y sentirse
motivado a participar
Buenas tardes estimada mesa del presidio,
jurado, profesores, concursantes, acompañantes,
compañeros y curiosos. Mi nombre es Guillermo
Kalen y vengo a darles unas cortas palabras
de un Ingeniero de Producción (de los que se
dice que tienen un mar de conocimiento de un
metro de profundidad y espero que así sea para
todo el mundo, cada uno con sus desniveles
respectivos).
6
REVISTA OJO: seis comunicadores sociales
de la Universidad Católica Andrés Bello, dos
comunicadores sociales de la Universidad Monte
Ávila, una estudiante de Letras de la Universidad
Central de Venezuela y tres ingenieros de la
Universidad Simón Bolívar conforman el equipo
piloto de esta revista que en este momento se
reparte en más de ocho universidades del área
metropolitana. Este proyecto empezó con doce
personas (y la asesoría de algunas otras) que
tenían el entusiasmo y la ilusión de crear una
revista de alta calidad, gratuita y meramente
universitaria… ¡y lo conseguimos!
Para algunos será un poco extraño ver
que un proyecto TAN humanista, de contenido
literario, crónico, ensayístico y hasta poético,
cuente con un 25% de ingenieros de la USB
pero para mí es un buen indicador de qué tan
integrales podemos ser.
Me he dado cuenta que nuestro pensamiento
“científico” es bien particular, llegando incluso a
aportar (o complementar) en diferentes ámbitos
del desarrollo humano. Y no sólo eso, sino que
muchos de nosotros también sentimos pasión y
locura por la escritura y es por eso que me llena
plenamente poder estar aquí con todos ustedes,
poder compartir en este evento que desarrolla
aspiraciones e impide que queden en el olvido
las habilidades, las diversiones y los sentimientos
que hemos experimentado gracias a la lectura y
a la escritura.
Los Estudios Generales, en conjunto con las
Ciencias Sociales y las “Lenguas” que vemos
en primer año constituyen un respiro para
mí. Con esto no quiero decir que me agobian
las matemáticas, las físicas, las químicas y
demás; ¡me encantan! Pero en un ambiente tan
técnico y cargado de presión como lo tiene esta
Universidad, el aire HUMANISTA hace falta. Es
grandioso poder disfrutar de una UNIVERSALIA
o un PAPEL CEBOLLA por los pasillos de nuestro
campus.
Desde que entré en esta universidad me
captó la UNIVERSALIA. Me pareció que era
el primer indicio de una universidad íntegra y
completa. Pero nunca se cruzó por mi mente
la posibilidad de concursar (y menos de ganar,
en el 2007) en un concurso como el “Segundo
Serrano Poncela”, al mejor trabajo escrito final
de Estudios Generales. Siempre me llamó la
atención, pero nunca lo vi como una realidad.
Sin embargo, creo que a los estudiantes (o por lo
menos a mí) me hace/hacía falta un poco más de
proactividad e impulso: yo no hubiera participado
en este concurso si no fuera por la Profesora
Lourdes Sifontes que me animó a hacerlo. Siento
que profesores que motiven a sus alumnos,
que muchos vienen inseguros por el cambio a
la universidad, es indispensable para nuestra
formación… un empujoncito, no más.
Esto es lo importante: motivar y sentirse
motivado a participar. Entonces a ustedes:
compañeros,
curiosos,
concursante,
acompañantes y -¿por qué no?- profesores
también, los invito a participar en la USB, a
involucrarse más; a armar un carro en SAE o en
BAJA, a construir un avión, a hallar mecanismos
para pelar mandarinas a 3 metros de distancia
en los concursos de creatividad, a organizar
congresos o a liderar su carrera, a prepararse
para un modelo de las Naciones Unidas, a jugar
ajedrez, a pasearse por las canchas, a pasearse
por la piscina, o sencillamente a pasear por la
USB.
La SIMÓN tiene tanto que aportar y es tan
poco el tiempo que tenemos que, en un parpadeo,
nos damos cuenta de las oportunidades y ya
estamos en tesis.
Bueno, sin más tiempo que quitarles de sus
esperados veredictos, me despido.
Muchas gracias.
7
Primer Premio “Segundo Serrano Poncela”
El arte
como expresión del artista
¿Es posible una definición antropológica de arte que permita
evidenciarlo independientemente del contexto de donde surge?
José Eliel Camargo Molina
estudiante de Lic. Física
Para el antropólogo existe una relación
aparentemente inquebrantable entre el arte y el
contexto de donde surge, pues en la definición
del arte como la suma de forma y contenido,
se eleva la importancia del segundo como el
significado que da una sociedad específica a
una obra en particular. Para el antropólogo debe
distinguirse, además, entre arte primitivo y arte
moderno, pues sólo así se hace posible una
definición funcional que permita el estudio de
cada una de estas categorías y establezca una
línea clara entre arte y artefacto (Redfield 1971,
8
46-47). Esto es así, pues antropológicamente se
ha asumido con suficiente aceptación la visión
propuesta por Ortega y Gasset, que habla del
arte como un jardín (contenido) visto a través de
una ventana (forma) (Ortega y Gasset 1956, 10).
Esta visión aunque funcional y especialmente
útil a la hora de determinar qué es arte y que
no lo es, lleva a una necesaria diferenciación
entre arte primitivo y moderno en dos aspectos.
El primero de ellos es el hecho de que muchas
de las obras de arte moderno carecen de
contenido, son “únicamente ventana” (Redfield
1971, 46). El segundo aspecto recae en que
el artista moderno trabaja bajo sus propios
lineamientos, es independiente, puede incluso
crear nuevas técnicas para llevar a cabo sus
propuestas artísticas, en contraste, el trabajo del
artista primitivo no es individual, sus obras están
determinadas por las demandas sociales y están
elaboradas con las precisas técnicas adecuadas,
fraguadas generación tras generación, dejando
poco espacio a la innovación por parte del artista
(Redfield 1971, 46-49).
Es claro que bajo estos lineamientos se
hace difícil, incluso imposible, una apreciación
transcultural del arte, pues una obra de arte de
una sociedad específica puede dejar de serlo
en otra. Es mucho más difícil adentrarse dentro
de una sociedad para tratar de entender e
incluso compartir los significados y simbolismos
atribuidos a los objetos, sin caer de nuevo en una
subjetividad que impida toda clase de estudio
que pretenda definir las expresiones artísticas
de dicha sociedad (Danto 1989, 23-24; ver
también Firth 1992, 20-21). Desde el enfoque
antropológico, no existe una visión transcultural
del arte más allá de una apreciación estética,
un valor dado que escapa a su contexto y se
transforma en algo totalmente subjetivo (Maquet
1986, 70-74).
Considero que en este buen intento de definir
el arte como un jardín visto desde una ventana,
conjugando técnica, estética y simbolismo, se ha
dejado de lado el papel importante del artista como
creador de arte. Es en este aspecto clave que reside
una nueva definición transcultural del arte, que
aunque llega a ser un poco más restrictiva, elimina
la necesidad de división entre arte primitivo y arte
moderno, además de abrir la posibilidad de clasificar
un objeto como arte, independientemente de la
sociedad y la época en la que haya surgido.
I. Ambigüedades que motivan una nueva definición
de arte
Al momento de definir arte utilizando el
enfoque antropológico actual, se presentan varias
limitaciones que impiden globalizar el arte tanto
temporal (arte primitivo y arte moderno) como
espaciotemporalmente (diferencias culturales).
Está claro que al hablar de funcionalidad, dicho
enfoque resulta práctico y permite estudiar el
arte en sociedades primitivas, donde el arte es
un fenómeno social. Allí la conjugación de forma
y contenido permite diferenciar de una manera
clara qué es arte y qué no lo es (Danto 1989,
19-25). No obstante, debido a que existe un
distanciamiento inducido entre arte occidental
moderno y arte primitivo, se difumina la línea
entre arte y artefacto al momento de aplicar esta
definición en un ejemplo moderno.
Imaginemos dos pinturas elaboradas con la
misma técnica y con los mismos materiales sobre
lienzos idénticos, pero por dos pintores distintos.
Está claro que dentro de la sociedad occidental
actual cada uno de estos pintores posee una
condición de artista, es decir, sus obras poseen
Premio “Segundo Serrano Poncela” Concurso Anual
Veredicto 2008
Nosotros, los abajo firmantes, profesora Mariela Rivas, profesora Claudia Giménez y profesor Hugo Groening, designados por
el Decanato de Estudios Generales de la Universidad Simón Bolívar como Jurado calificador para el premio “Segundo Serrano
Poncela” al mejor trabajo escrito final de Estudios Generales correspondiente al año 2008, declaramos que, luego de haber leído
con detenimiento todos los trabajos sometidos a nuestra consideración, hemos decidido otorgar
El Primer Premio al trabajo titulado: “EL ARTE COMO EXPRESIÓN DEL ARTISTA: ¿Es posible una definición antropológica de
arte que permita evidenciarlo independientemente del contexto donde surge?”. Elaborado por el Br. José Eliel Camargo
Molina. Las razones que nos llevaron a la decisión señalada, están fundamentadas en el hecho de que el trabajo cumple con
todos los requisitos establecidos en el numeral 6 de las Bases del Concurso. De hecho, el autor indaga y expone críticamente
acerca de las fortalezas y debilidades de la visión del arte desde el punto de vista antropológico tradicional, empleando
cuestionamientos, ejemplos y contraejemplos, para luego proponer persuasivamente, lo que él observa como un criterio universal
para la definición de arte, basado en la motivación expresiva del artista como creador de arte. Nos pareció como Jurado, que el
grado de profundidad argumentativa y la claridad de los razonamientos, coloca el trabajo señalado en una posición superior al
del resto de los trabajos presentados para nuestra consideración.
Este Jurado decidió otorgar el Segundo Premio, al trabajo titulado: “CABALLERÍA Y EL MUNDO DE BATALLA”. Presentado por
la Br. Legna Youlin Herrera Hernández. En este trabajo, la autora pretende analizar la “concordancia del código de
ética del caballero con su modo de actuar en la batalla”. La autora realiza un recuento de dicho código para luego aplicarlo a la
leyenda del Rey Arturo y a algunos de los personajes en su entorno, basándose en la obra de Steinbeck: Los hechos del Rey
Arturo y sus nobles caballeros. La autora ofrece un análisis de los comportamientos de estos personajes, para luego proponer
convincentemente, que es a través de las batallas que “el caballero descubre quien es en realidad”. Finalmente, sugiere que la
“plenitud”, en el caso de los hombres comunes, sólo se logra a través del enfrentamiento, sea éste externo o bien interno y que
es la “batalla” lo que permite al hombre “darse cuenta de que está vivo” Al igual que en el caso del trabajo seleccionado para el
Primer Premio, el Jurado tomó muy en cuenta la calidad analítica y el cumplimiento de los aspectos asociados con el numeral
6 establecido en las Bases del Concurso. Creemos que este es un intento interesante de profundizar en la naturaleza del ser
humano, a través de elementos arquetípicos presentes en leyendas famosas.
Deseamos agregar a este Veredicto, que no fue fácil para el Jurado la selección de dos trabajos ganadores. Pensamos que todos
los trabajos presentados para nuestra consideración, contienen méritos indiscutibles. En ese sentido, deseamos también extender
nuestras felicitaciones a los demás estudiantes autores, por su esfuerzo y calidad expresiva, al igual que a sus profesores.
Sartenejas a los 20 días del mes de mayo de 2008
9
un valor artístico intrínseco y por ello estos dos
cuadros, iguales en forma, tienen un significado más
allá del valor del lienzo y la pintura utilizada, es decir,
que en la cultura occidental moderna se reconoce la
importancia de un cuadro más allá de su condición de
artefacto. Entonces bajo la definición antropológica
de arte, y sin dar mayor importancia a la calidad
artística, estos cuadros son representaciones
artísticas de la sociedad actual.
Pero estamos olvidando aquí el papel del
pintor como artista, del origen de la motivación
a realizar su obra de arte. Esto es lo que Lopez
Chuhurra (1975, 15) llama la necesidad interior del
artista. Supongamos que uno de los pintores utilizó
magistralmente una técnica de pintura para transmitir
a través de su cuadro emociones suyas a los demás,
es decir, usó la pintura como medio de expresión,
pero logrando ir más allá de las capacidades de la
imagen. El otro pintor realizó su cuadro para venderlo
cuanto antes, tomando en cuenta los gustos de sus
posibles compradores y eligiendo motivaciones a
través de la apreciación estética de estos mismos.
Es entonces cuando nos invade la pregunta: ¿son
estos dos cuadros obras de arte?
Si definimos el arte a través de la unión forma
y contenido, a través del significado que da una
sociedad a un objeto (y si éste va más allá de la utilidad
que posee), debemos clasificar irremediablemente a
estos dos cuadros como obras de arte. Responder
que sí a esta pregunta nos lleva a una definición de
arte que se contradice a sí misma, pues la diferencia
entre cada uno de estos cuadros es la misma que
entre un objeto cualquiera y una obra de arte.
II. Una definición transcultural del arte
En la pretensión de encontrar una definición
transcultural del arte debemos tomar en cuenta la
dependencia ineludible entre arte y forma, arte y
contenido.
Para hacer factible una apreciación del arte
fuera de su contexto, es decir para encontrar una
definición de arte que permita evaluarlo desde un
contexto social y temporal ajeno, debemos encontrar
características afines, que sean identificables fuera
del marco referencial de la obra en cuestión. Pero la
dificultad de esto recae en el hecho de que se debe
procurar una abstracción del contexto para definir
algo que nace a través de su dependencia con el
10
tiempo y espacio al que pertenece. Veamos por
qué esto es posible si tomamos en cuenta el
papel del artista como creador de arte.
La definición transcultural del arte propuesta
en este ensayo plantea definirlo a través del rol
que juega el artista en la creación de la obra, a
través de la motivación esencial que lo llevó a
realizarla, y evidenciar esta motivación como
deseo máximo de expresión, llevada a cabo de
tal manera que propone una trascendencia de la
técnica, superándola y logrando una modalidad
expresiva que supera sus capacidades
conocidas.
Una definición basada en este concepto
permite la independencia de la clasificación del
objeto con el contexto donde surge, pero hace
falta entender de qué manera. Al igual que con la
definición antropológica del arte, se debe realizar
una investigación profunda del contexto histórico
y social del objeto que se pretende clasificar y
conocer el papel que juega dicho objeto en el
entorno social. Sin embargo, y aquí radica la
diferencia en el proceso de clasificación, es
necesario estudiar específicamente el entorno
del creador del objeto y tratar de definir el por
qué de su obra.
Hasta ahora parece que sigue existiendo una
dependencia entre la clasificación y el entorno
cultural del objeto que se quiere estudiar, pero
como dijimos antes, hay que tener en cuenta
que no se puede eludir la relación entre arte y
sociedad. La independencia que tanto buscamos
radica en el hecho de que una vez entendido el
contexto del individuo que realizó la obra y su
motivación principal, es posible desprendernos
totalmente de todo lo relacionado con la sociedad
en particular, el tiempo y el espacio, para poder
clasificar el objeto como arte o artefacto a través
de la información conseguida. La clave de
tal desprendimiento reside en el hecho de que la
definición propuesta juega tan sólo con la motivación
del artista, que no depende de los elementos sociales
ni culturales en el sentido de que es un elemento
común a toda expresión artística y aunque para
evidenciarla es necesario conocer el entorno, una
vez reconocida una motivación expresiva que logra
trascender la posibilidades de la técnica, el objeto
producto de dicha motivación se convierte en arte,
pues es el hecho de provenir de tal motivación y no
el papel que juega en la sociedad lo que lo distancia
de ser un artefacto.
Sin embargo, hay que entender que al decir que
la motivación permite una clasificación independiente
de la sociedad y el papel que juega el objeto en
ella, no estamos diciendo que la motivación en sí
misma es independiente de tales factores, es más,
en muchos casos el papel que juega el objeto en la
sociedad induce la motivación que incita al artista.
Es importante comprender que una motivación
con las características mencionadas es común a
toda expresión artística, no obstante la manera de
evidenciarla a la hora de clasificar un objeto depende
claramente de las condiciones sociales y temporales
del artista en cuestión, pues requiere conocer primero
el contexto sociocultural para poder entender si
existe o no tal motivación. Una manera de decirlo es
que la motivación expresiva es el vehículo que lleva
hacia el destino final, la obra de arte, pero el camino
a recorrer es distinto en cada sociedad.
cestas y vasijas, con las mismas técnicas y
con apariencia estética idéntica, sin embargo
la gente cesta “mantiene una relación especial
con sus cestas, que son para ellos objetos con
un gran significado y poseedoras de grandes
poderes” (Danto 1989, 23; traducción del autor).
Para la tribu de la gente vasija, en cambio, “las
vasijas están llenas de significados (...), los
sabios de la gente vasija dicen que dios es un
alfarero que moldeó el universo a partir de arcilla
deforme” (Danto 1989, 23; traducción del autor).
Conocido esto, es fácil entender que las vasijas
de la gente cesta, al igual que las cestas de la
gente vasija, son artefactos útiles, elaborados
III. Dos ejemplos de aplicación de la nueva definición
de arte
Ahora bien, vimos que la definición antropológica
del arte funciona muy bien en el caso específico
del arte primitivo, sin embargo deja algunas
ambigüedades en el caso de tratar con una situación
moderna. El ejemplo más claro de aplicación de
la vieja definición lo plantea Arthur C. Danto en su
ensayo titulado “Artifact and art”; vamos a estudiar
este mismo ejemplo pero aplicando la nueva
definición propuesta de arte. En su ensayo, Danto
habla de dos tribus imaginarias que viven en África
en dos lugares distintos, distanciadas lo suficiente
como para haber evolucionado diferente en
muchos aspectos, pero no tanto como para perder
características en común. A una la llama “gente cesta”
y a la otra “gente vasija”. Ambas tribus producen
11
para un fin último de uso diario. En contraste las
cestas de la gente cesta y las vasijas de la gente
vasija, poseen un valor social importante que
las eleva a una condición más allá de su utilidad
aparente, las convierte en objetos artísticos. Esto
es perfectamente compatible con la definición
antropológica del arte, pues en el primer caso nos
encontramos con “ventanas sin jardines”, y, en el
segundo, con la conjunción perfecta de forma y
contenido. Sin embargo, este mismo ejemplo se
puede estudiar a partir de la definición de arte
propuesta en este ensayo.
Situémonos primero en una familia imaginaria
en la tribu imaginaria de la gente cesta. Es una
familia de cuatro personas, la madre, el padre (que
se dedica a hacer vasijas) y dos gemelos jóvenes.
A estos gemelos les llega la hora de decidirse por
una profesión. Uno de ellos opta por convertirse
en alfarero, pues quería seguir los pasos de su
padre y continuar con el oficio familiar. El otro,
quien siempre estuvo más en contacto con los
rituales de la tribu, pues tenía cierta sensibilidad
con las tradiciones, decidió convertirse en un
tejedor de cestas. Años más tarde el hermano
alfarero trabajaba en satisfacer sus pedidos de
vasijas, fabricaba tan rápido y bien como podía
el máximo número de vasijas posibles. Todo el
proceso de fabricación se convirtió en una rutina
de elaboración, ya que no piensa demasiado
mientras fabrica sus vasijas. El hermano tejedor
de cestas hace cada cesta con una motivación
extra, las hace pensándolas como objetos llenos
de poder y significado, trata de plasmar eso
mientras las fabrica, pensando cada cesta como
un objeto individual y atribuyéndole a su manera,
durante la fabricación, todas las cualidades que
socialmente deben tener. La sociedad indujo en
el hermano tejedor de cestas una motivación que
lo impulsa a trascender la técnica de la cestería y
a construir dicho valor añadido a las cestas, más
allá del valor de artefacto. Entonces encontramos
en el tejedor de cestas la motivación clave en
esta nueva definición y podemos ahora clasificar
las cestas -producto de ella- como arte, y las
12
vasijas, que carecen de tal motivación, como
artefactos.
Análogamente sucedería si en el ejemplo
partiésemos de la tribu de la gente vasija,
llegaríamos a la conclusión de que las vasijas son
expresiones artísticas, productos del simbolismo
expresivo del artista y las cestas, simples
artefactos. Queda claro ahora que aunque se
debe conocer el entorno social que envuelve el
objeto, el factor que permite clasificarlo como arte
es la motivación que lleva al artista a atribuirle un
significado al objeto, trascendiendo la técnica de
la que se valió en su elaboración.
Así, esta nueva definición ha servido para
determinar a través de la motivación del artista
y de su necesidad expresiva, qué es arte en dos
culturas distintas, reconociendo en cada caso
la motivación más que el valor social de cada
objeto en particular.
En un segundo ejemplo, analicemos la
situación anteriormente mencionada de los
pintores en la sociedad moderna. Ya vimos que
la definición antropológica del arte falla en este
caso a la hora de determinar qué es arte y qué
artefacto. Sin embargo, esta nueva definición
propuesta puede reconocer el cuadro pintado
con fines meramente económicos y por satisfacer
los gustos de los clientes como artefacto, y al
otro, pintado con una motivación añadida, por
una necesidad expresiva latente y que permitió
la atribución de significado a través de la
trascendencia de la técnica como arte. Esto es
debido a que el primero carece de todo impulso
expresivo, su fin máximo no es expresarse,
mientras que en el segundo la intención artística
es en su totalidad expresión.
IV. Diferencias entre la nueva y la vieja definición
de arte
Aunque esta nueva definición se divisa como
potencialmente más poderosa, pues no sólo
permite englobar arte primitivo y arte moderno,
sino que además hace factible la interpretación
transcultural de objetos como expresión artística,
no existe una correspondencia exacta entre lo
que es arte bajo esta definición y lo que es arte
bajo la definición antropológica arte/contenido.
Bajo esta nueva definición se clasificarían
como arte ciertos objetos, que aunque en la
sociedad donde se crearon eran artefactos,
el artista que los creó pudo haberle atribuido
un valor artístico a través de una motivación
expresiva determinada. Por ejemplo, en nuestro
ejemplo de la gente cesta, supongamos que el
hermano alfarero decide hacerle una vasija a
su esposa para expresarle su amor, y la hace
especialmente para ella, plasmando durante su
elaboración todos sus sentimientos y logrando
finalmente una vasija que se consideraría arte
bajo la definición propuesta, pero artefacto bajo la
definición antropológica. Este caso, en el que un
artefacto resulta convertirse en arte únicamente
por la motivación expresiva del artista, es
reconocido en la sociedad occidental moderna,
pues artistas como Marcel Duchamp y Andy
Warhol convirtieron artefactos en expresiones
reconocidas como arte a través de un proceso de
expresión, una motivación (en este caso provino
de querer cuestionar el modo de definir arte,
desde su posición de artistas) (Danto 1989, 19).
Así, estas mismas expresiones que pretendían
cuestionar la definición de arte, son expresiones
artísticas bajo la definición de arte propuesta en
este ensayo.
Nos encontramos ante una nueva definición
de arte que permite el estudio de objetos desde
una visión externa, permite reconocer qué
es arte y qué no lo es, siendo un observador
ajeno a la cultura en cuestión, pero lo hace
sin tener que condenar la apreciación a ser
meramente estética. Es en este sentido que
esta nueva definición permite ver el arte como
un fenómeno transcultural, pues utiliza esta
motivación expresiva como característica afín
a toda expresión artística. Además, al tomar en
cuenta el papel del artista como creador de arte,
es posible, como vimos, evitar el alejamiento
entre el arte moderno y el arte primitivo a la hora
de diferenciar qué es arte o qué es artefacto.
Aunque sigue siendo cierto que el arte primitivo,
en general, es un fenómeno en el que la
innovación del artista tiene poco o ningún papel,
pues el arte está fuertemente ligado a la cultura,
las costumbres y las tradiciones, es posible usar
la misma definición para estudiar una expresión
artística en una sociedad primitiva y otra en una
sociedad moderna, donde el papel del artista
toma el protagonismo y el arte comienza a ser
individual. En ambos casos obtendremos una
determinación aceptable de qué es arte. Sin
embargo, se abre la posibilidad de expresiones
de arte individual en sociedades primitivas,
pues en algunos casos es posible, bajo esta
definición, la expresión artística a través de
objetos considerados artefactos en su sociedad.
Hemos propuesto una nueva definición de
arte que permite el estudio del fenómeno artístico
como resultado de una condición humana, la
necesidad de expresión, que hace factible una
determinación de qué es arte entre culturas.
Además, hemos comprendido la expresión
artística como fenómeno no sólo transcultural
sino atemporal, pudiendo establecer qué es arte
en sociedades tanto primitivas como modernas.
Podemos concluir, entonces, que es posible, bajo
las condiciones expuestas en este ensayo, una
definición transcultural del arte que permite el
estudio de expresiones artísticas desde visiones
ajenas a la sociedad en cuestión, tanto en tiempo
como en espacio.
Trabajo final presentado en el curso DAP-426
Arte o Artefacto: Aproximaciones a la antropología del arte
Prof. Magdalena Antczak
La bibliografía de este trabajo, por razones de falta de espacio,
la encontrará en la versión digital www.unversalia.usb.ve
13
Primer Premio “José Santos Urriola”
Huyendo
de Córdoba
Jacob Poliwoda
estudiante de Ing. Producción
diría que la locura ha subido a mi cabeza, pero
aquí, en medio de la nada, hasta el viento parece
burlarse de nosotros los marineros, pues su
agraciado vaivén parece haber escogido bañar,
única y celosamente, las velas de la agrandada
bestia. Mientras, nosotros sobre la cubierta,
despojados, inexplicablemente, de la rica brisa
atlántica, sólo nos queda envidiar la refrescante
suerte de los mástiles y confortarnos con el
repentino salpicar de una que otra ola enfurecida;
vestigio de aquel bravo océano que anoche azotó
nuestro pequeño trozo de tierra sobre el mar.
14
I. El sol azota con fuerza nuestras espaldas, como
agujas punzantes y afiladas; la mezcla del agua
salada y el sudor que cubren nuestros cuerpos
sólo sirven de abrasantes sobre nuestras carnes
expuestas. La tormenta de anoche aún retumba
en mis oídos y el golpe constante del mar sobre
el casco de nuestra embarcación, sólo empeora
el despiadado martillar de mis tímpanos. Los
hombres están cansados y más de uno me ha
confesado el deseo de abandonar su puesto para
descansar, aunque sea unos momentos, en las
profundidades de la bestia que parece oponerse
a todos nuestros esfuerzos por domarla.
La barca, que ahora ondea sus velas
blancas como símbolo triunfal bajo el firmamento
despejado, parece atribuirse a sí misma, toda la
audacia y fortaleza que le valió la victoria y de la
cual se jacta ante el mar traicionero. Cualquiera
II. De la proa de la embarcación, ha surgido el
Capitán. Sus ojos claros parpadean y luego se
cierran mezquinamente, alternándose entre una
acción y la otra, traicionando la corta siesta que
ahora contrasta con el brillar del sol. Visiblemente,
está enojado por haberse permitido unos
minutos de sueño. De tez rojiza y curada por
los varios años de navegación, el Capitán, Don
Manuel, nunca había acostumbrado a dejarse
llevar por el sueño ocioso; aquél tipo de lujos y
suntuosidades que en el mar, no tienen cabida.
“Dormir es para reyes y siervos, por igual, sobre
la tierra,” nos suele decir, “mas en el mar, ni
peces ni marineros lo pueden conciliar”. “No hay
día más perdido, que el que se pasa dormido”.
En realidad, somos pocos los que compartimos
este parecer, pero no deja de ser cierto que este
viaje ha sido particularmente violento, y pocas
han sido las horas que el mar nos ha concedido
para la desocupación o el sueño.
Hoy, la sospechosa calma del océano ha
traído al Capitán la oportunidad de dirigirse a toda
la tripulación. Según se dirige, con paso ligero pero
decidido, hacia el balcón del puente, Don Manuel
vocifera la orden: “¡Todos al balcón!”.
Subiendo las escaleras hacia la popa, Don
Manuel se ve recibido por los sacerdotes que
acompañan la expedición, en nombre de la Iglesia
y la Santa Inquisición. Vestidos en su usual túnica
marrón, ajustada a nivel de la cintura por un cordón
blanco, los monjes inclinan ligeramente sus rostros
ante la presencia del Capitán del navío, en señal
de respeto y saludo.
III. Aún los árboles perfumaban las calles de
Córdoba, mientras los últimos días de primavera
se retiraban. La abrumadora fragancia de los
montes al norte, hacía juego con el revoloteo
incesante de las alondras en las copas de los
árboles florecidos. En la plaza central de la ciudad
se oían las voces tumultuosas del conglomerado
populacho; las campanas de la iglesia marcaban
el mediodía y la, ahora diáfana locución, se perdía
entre la muchedumbre agitada. En el centro de la
plaza, imponente y temeraria como siempre, se
erigía la columna de acacia plácidamente rodeada
por paja, ramas secas y madera.
Cada día, para mí sorpresa, los cordobeses
recorrían la plaza, embobados por la mercancía
dispuesta bajo toldos destartalados, acostumbrados
e inmutados, ante la presencia de la columna
inflamable: la hoguera. Aquél día de primavera,
sin embargo, la mercancía pareció haber perdido
su atractivo, pues todos los ojos se centraban en
la gran fogata y especialmente, en el hombre de
negro que acompañaba al arreglo mortuorio.
Pocos conocían el rostro del temible sujeto,
pues éste siempre trabajaba cubierto por el
apéndice encapuchado de su negra túnica
harapienta. El llamado verdugo se aseguraba
siempre de que la hoguera estuviese preparada
para su víctima; minuciosa y celosamente, la
armaba todas las noches que sucedían a una
ejecución. Habían quienes rumoraban que su
rostro permanecía enmascarado mientras armaba
la fogata, aún bajo la protección de la lúgubre
penumbra de las estrellas y la luna.
Mi madre siempre se burlaba de tal
charlatanería; aseguraba, entre carcajadas, que
nadie se aventuraría a la plaza a tales horas de
la noche, y menos aún para husmear en los
quehaceres del verdugo que acechaba entre los
escombros de la recién usada hoguera; tan sólo
para corroborar si cubría su rostro o no. Quizás
tenga razón, eso no lo sé yo; pero hay algo que
sé, como todos en esta ciudad: nunca se supo
quién encendía la hoguera durante las ejecuciones
de la Santa Inquisición en Córdoba y menos
quién la reconstruía o quién retiraba los restos del
desgraciado condenado.
La presencia del pavoroso varón indicaba
muchas cosas para la multitud. En principio,
indicaba la obvia cercanía de una ejecución, pero
ante todo, indicaba que alguien de entre los nuevos
cristianos, quizás alguno de nuestros vecinos,
andaba judaizando.
En mi juventud poco entendía el,
aparentemente, intrínseco interés que llenaba a
los españoles de curiosidad y fijación; tan macabro
escenario sólo podía ser atractivo al morboso y
depravado. Sin embargo, aunque nadie que yo
conociera podía caer bajo tal calificación, todos, sin
excepción, parecían aglutinarse frente a los límites
15
imaginarios que trazaban las llamas vivas, para ver
el inefable espectáculo.
Sin hallar palabras que puedan justificar tal
actitud, he conciliado, a beneficio de mi salud
mental, que el interés de las gentes se limitaba a
la curiosidad y al temor; a la curiosidad de saber
quién judaizó, y al temor de que mostrar desinterés
o ausentarse de los ‘Autos de Fe’, pudiesen
levantar sospechas, o iniciar investigaciones, de su
proceder religioso.
Sobre el altar, dos tronos se acomodaban y
vigilaban, aún sin sus ocupantes, la conglomerada
multitud. Un sitial estaba destinado al obispo local
y el otro, a algún funcionario público que venía en
nombre de los Reyes Católicos. Su obligación:
redimir a la Iglesia de la penosa faena de matar a
los condenados. La Religión nunca mancharía sus
manos de sangre.
Como de costumbre, el inaudito silencio de
la multitud anunciaba la llegada del obispo de la
ciudad. Al frente de la columna, el abanderado
alzaba la insigne frase “Justitia et Misericordia”,
seguido del resto de las autoridades locales y
religiosas y finalmente, los inculpados.
Ya podía comenzar a escuchar los murmullos
de la población, señal inequívoca de que los
16
condenados se acercaban. Después de varios
días encarcelados, interrogados y torturados,
los penitentes salían para escuchar su veredicto
y cumplir su sentencia. Inexplicablemente, los
muertos durante las torturas también salieron a la
procesión, en ataúd. Por alguna razón, la Iglesia
insiste que aún ellos deben ser enjuiciados y sus
veredictos ejecutados.
Con paso lento y debilitado, los condenados
avanzaban descalzos, haciendo mano de varas
de cera amarilla. Mi madre siempre decía: “no son
los reos los que cargan las varas, son las varas
las que aguantan toda esa masa desvanecida de
humanidad desalmada”.
Frente a la hoguera, ya se acomodaban las
autoridades más cercanas al Obispo por orden de
importancia. Éll sentado y el resto de pie, los monjes
engalanaban el altar con un aire de solemnidad y
temor. Vestidos en su usual túnica marrón, ajustada
a nivel de la cintura por un cordón blanco, los
monjes inclinaban ligeramente sus rostros ante la
presencia del Obispo Inquisidor General; en señal
de respeto y saludo.
IV. Regresando el mismo saludo, el Capitán Don
Manuel retribuyó la cordialidad a los monjes del
navío y luego dirigió su mirada hacia la tripulación.
Por algún momento, juraría haber visto yo, en su
rostro, el destello de disgusto y desconfianza;
como si sólo fuera aquello lo que los sacerdotes
le inspiraran. Sin embargo, jurar sería un grave
pecado, pues nada puede asegurar lo que vi, ahora
que su expresión sólo refleja desafío y confianza.
“Al atardecer”, - comenzó el Capitán, dejando
que sus primeras palabras recorrieran los confines
de la barca y aplacaran los últimos murmullos, - “la
cubierta del navío se dispondrá a los servicios de
los inefables marineros que forman parte de esta
tripulación”.
Sin poder acabar, Don Manuel, de decir su
última palabra, los murmullos de los marineros
cortaban el silencio con una mezcla de alegría y
disgusto.
“¡Insólito!” – se escuchó a lo lejos.
“¡Viva el Capitán!” – vociferaron a mi alrededor.
“Debo recordaros”, insistió Don Manuel hasta
que el viento recuperó el protagonismo acústico,
“que todos vosotros salisteis de España por mi
intervención, que todos vosotros fuisteis reos de
la Santa Inquisición y que todos vosotros estabais
condenados a morir en la hoguera”.
Hasta el océano parecía tomarse la
acusación a pecho, pues ni el salpicar de su
oleaje entonaba el monótono concierto de alta
mar.
Era cierto, todos en la nave huían de la Iglesia;
huían de España. Todos fueron sacados de las
cárceles con el pretexto de que conformarían una
tripulación que se dirigía a tierras inexploradas,
salvajes y rara vez visitadas. No había marinero
serio que se aventurara a emprender semejante
viaje perturbado. Los únicos seres capaces y
disponibles, eran los millares de inculpados
encarcelados por la Inquisición, en espera
de ser torturados y luego quemados. Para la
Corona, esto ya era un proceso tedioso, pesado
y costoso; resultaba cómodo deshacerse de la
escoria social mandándola a la alta mar. Y es
que al fin y al cabo, España sólo podía ganar
o ganar: o los reos tomaban más tierras en el
Nuevo Mundo a nombre de la Corona, o morían
en el intento.
Los monjes por su parte, no podían
esconder su desagrado; pero poco se podía
hacer. Ciertamente la mayoría de la embarcación
estaba con el Capitán, de tal suerte que en este
trozo de España, la Iglesia había perdido su
poder con tan solo un discurso.
Esa noche el colectivo inefable se reunía
sobre la cubierta de la barca. La ceremonia
daba comienzo, el sol se ocultaba, los asistentes
vestían de blanco. El ayuno comenzaba y los
primeros vientos de otoño ya soplaban entre la
muchedumbre. El Capitán había decretado un día
de descanso: la nave permanecería en su lugar
hasta el anochecer siguiente y nadie alzaría una
vela, fregaría un tablón de la cubierta o rotaría
un grado el timón. Un aire de solemnidad se
posaba sobre la congregación mientras el cielo
despejado, rayado por nubes dispersas como
tinta sobre lienzo, prometía una velada tranquila.
El espectro de colores: rojizos y naranjas, fucsias
y azulejos, típicos de un atardecer sobre el mar,
nos envolvían con especial ternura, evocación
de las costas españolas; desterrado hogar.
La congregación ya entonaba las primeras
palabras:
“Kal nidré…”
Las olas se unían al ritmo solemne:
“…veesaré…”
La barca marcaba los tiempos con su vaivén:
“…Ushbué vajaramé.”
En un arameo perfecto, los inefables
se despojaban de sus promesas falsas, se
disculpaban por juramentos vanos y rituales
profanos, abrían la ceremonia expiando su
identidad doble; no ante la Iglesia, no ante la
Inquisición. Nadie excepto los congregados
sabían de su significado. Los inefables se burlaban
de sus sentenciadores: los monjes escuchaban
sin entender palabra alguna. La grave rogativa
fue compuesta por antepasados españoles
igualmente discriminados e igualmente obligados
a la conversión; los padres de los congregados,
los antiguos que pasaron la tradición hebraica en
secreto: generación tras generación. La plegaria
ya se regaba por todo el mundo judío. Millares
de desterrados y conversos forzosos negaban la
nueva fe que habían tomado, una vez cada año
en el día más sagrado. El Nuevo Mundo no sería
la excepción: también conocería esta oración.
V. El aire de la plaza adquiría tensión progresiva
a medida que los reos se detenían frente a la
muchedumbre; como si ovinos esperaran su
turno al matarife. Mientras contemplaba la
escena, imágenes repetidas del ayer jugaban
en mi mente, cual cicatriz reabierta: ¿esto es
realidad?, ¿esto es un recuerdo? Ahí están papá
y mamá. Sólo hacen diez años. La brisa soplaba
en la misma dirección, las aves entonaban
el mismo canto de suspenso, la fragancia
primaveral ya parecía mezclarse con el hedor
de carne humana quemada (aunque en realidad,
nadie había sido sentenciado); hasta dejé de
distinguir entre el eco de las campanas y el eco
de ellas en mi memoria.
Pero la misión debía cumplirse; el Obispo
debía ser detenido. Salí de mi letargo y me dirigí,
sin mirar atrás, directamente hacia él.
17
VI. Bien había entrado la noche cuando todos
los marineros se hallaban confinados en sus
literas. Mientras cruzaba la cubierta vacía, aún
sentía bajo mis pies descalzos, los tablones
impregnados de amargas lágrimas derramadas
por aquéllos que al fin podían entonar a viva
voz el “Kal Nidre”; sin temor a que nadie los
escuchara y delatara. Es cierto, la cubierta de
una nave siempre está húmeda, pero ésta no
era la primera noche que me tocaba cruzarla y
cualquiera en mí lugar creería lo que digo: esta
noche no se sentía igual.
Encubierto por las nubes que revestían
los rayos de la luna, me dirigí sigilosamente a
18
la alcoba principal del Capitán, Don Manuel. En
estas visitas secretas no podía dejar de verme
como aquél temible verdugo: cauteloso y rápido,
encapuchado y harapiento, diligentemente
enrumbado hacia una tarea que nadie debía
conocer. Eso sí, me recordaba a cada paso,
hay una diferencia entre él y yo: mis causas son
justas, las de él son cuestionables.
Es cierto, huir de marineros dormidos puede
parecer que mis causas tampoco son de buen
proceder; pero la realidad es otra. Nadie debe
saber de los lazos existentes entre el Capitán
y yo. Además de ser su sobrino, siempre he
sido el informante de confianza en todos sus
viajes: siempre le hago saber de las tramas de
marineros disgustados, sus planes de rebelión,
los rumores de cubierta, los comentarios entre los
monjes emisarios y sus prédicas ante marineros
devotos. Numerosos motines han sido evitados y
aplacados gracias a mis reportes.
Una tenue luz se deslizaba bajo la puerta de
la alcoba. Debe estar despierto esperando que
aparezca, dije hacia adentro. Suavemente toqué
la puerta y entré bajo su orden: “Entrad”.
Absorto en sus pensamientos y sentado en
la sencilla cama que hacía juego con el macizo
mesón de madera, el Capitán miraba fijamente
un punto en el suelo de la alcoba. Ahora hablar
no parecía ser lo más adecuado.
Acercándome a Don Manuel, noté el
objeto causante del silencio y la fijación. Hacia
la cabecera de la cama, sobre la desinflada
almohada, estaba la carta que había causado
tanta aventura; la carta que había iniciado toda
aquélla misión de salvar vidas. Decenas de
lágrimas empañaban el desgastado manuscrito
y las palabras ya comenzaban a confundirse por
la tinta corrida. Yo sabía que el capitán la leía
todas las noches. La letra era inconfundible: era
la de Don Alberto, su padre, mi abuelo. Tomé
cuidadosamente las hojas entre mis manos:
¿cómo olvidarlo?, eran dos.
El capitán seguía absorto en sus
pensamientos y como el silencio ya amenazaba
con hacer de mi visita algo inútil, remedié que
había tiempo suficiente como para leer la hoja de
la carta que estaba frente a mí. Habían síntomas
de apuro en el manuscrito, pero a juzgar por la
belleza de la escritura, era evidente la importancia
que Don Alberto le había dado al único rastro de
conexión entre él y su hijo.
es porque así lo ha querido el Señor.
Recuerda, el Todopoderoso provee y
responde, pero cuando dicta juicio, así es Su
voluntad y a nosotros sólo nos queda callar,
aceptar y agradecer.
Sigue la fe que le dio gloria a España y no
apagues la llama de tu herencia.
Respeta a tus protectores y sé humilde
en todos tus caminos. Nunca olvides de dónde
vienes y a dónde vas; del polvo de la tierra al
polvo de la tierra.
Hazte un gran hombre para que lideres
pueblos, salves oprimidos y traigas luz a nuestra
España querida.
Que el Todopoderoso te colme de
bendiciones y que propicie nuestra reunión en
paz,
Tu padre,
Don Alberto Berenguer.
“¿A qué viniste José?” demandó el Capitán.
De un sobresalto, Don Manuel me sorprendió
mientras me disponía a leer la otra hoja de la
carta.
“Señor, he venido a reportarle los ánimos
entre los marineros, después de los recientes
eventos.”
VII. Vestido a la usanza de la orden religiosa,
mi disfraz encubría mi identidad y la guardia
inquisitoria dispuesta en toda la plaza, jamás
sospechó de mis intenciones. Pasé frente a la
fila de monjes, como si algo me urgiera; a paso
rápido y ligero. Lo que llevaba en mano sólo
perpetuaba la idea de que venía a informarle
algo al Obispo; un documento nada más. Ahí
estaba: plácidamente sentado, con aire seguro
y resoluto. Si tan solo supiera lo que acaecería
sobre su vida en ese momento.
19
Al llegar a su presencia, me incliné
respetuosamente, tomé su mano y la besé.
Aprovechando la posición, me acerqué a su oído
y con voz clara susurré sobre el silencio que ya
detectaba mi presencia: “Don Manuel, os entrego
la parte que faltaba”.
Nadie lo había llamado por su primer nombre
desde que tomó la ordenanza religiosa. Sus ojos
eran un destellar de sorpresa y enojo, cual dijera:
¿cómo te atreves?
Pero el tiempo no le bastó para reprenderme
y el documento ya estaba en sus manos. Su
mirada reconocía la cursiva y las lágrimas ya se
reflejaban en su semblante transformado.
Córdoba, 1536
Hijo mío,
¿Dónde quedarán mis enseñanzas cuando ya no
esté?
¿Seguirán impregnadas en tu corazón?
¿Las borrará el tiempo?
No sé cuándo leerás esto y lo más probable,
ya no viva para volverte a ver. Hoy te dejo con el
corazón hecho pedazos y el alma sin aliento; pero
las circunstancias me obligan a abandonarte, a
dejarte.
Son circunstancias difíciles de narrar en
tan poco tiempo, pero no te lo puedo ocultar: la
Iglesia nos descubrió, nos persigue y por eso
huimos de España. Sí hijo mío, somos judíos.
Generaciones atrás vinieron nuestros
antepasados a ésta tierra de gracia: fundamos
Córdoba, fundamos Toledo. La Jerusalén de
España, de los exiliados. ¿Quién recuerda la
España de Oro, la de filósofos ilustres?
Acurrucada nuestra ciudad junto a las
ricas aguas del Guadalquivir, Córdoba era una
joya entre alhajas. Las calles perfumadas se
mezclaban con el alegre pasear de las gentes;
moros, judíos y cristianos viviendo juntos en una
misma ciudad.
Ésa era la España de mis abuelos; yo a
penas la conocí. Desde que aquello desapareció,
hemos vivido como judíos ocultos y moros
declarados; como judíos ocultos y cristianos
declarados. Pero el juego no podía durar
demasiado y finalmente nos descubrieron.
Hemos luchado cada día para mantener
la llama de nuestros ancestros encendida.
Hemos arriesgado nuestras vidas en repetidas
ocasiones. Hemos cambiado nuestros nombres,
mudado nuestros oficios, trasladado nuestros
hogares. Hemos guardado el judaísmo en secreto
mientras profesamos en alto el cristianismo;
proclamamos a escondidas la unicidad de D-os,
20
mientras vociferamos nuestro apego a la Trinidad;
comemos panes ácimos en los sótanos, mientras
digerimos la “carne de Jesús” en la catedral;
cuidamos el Sábado escondidos bajo la mesa,
mientras asistimos a misa todos los Domingos.
Hoy me enrumbo a las Tierras Bajas del
norte para “judaizar” sin miedo; aunque no me
deja de temblar la mano cuando pienso que no
llegaremos. Si has abierto esta carta, es porque
no hemos podido lograrlo.
He arreglado para que estéis en el convento,
pues es el lugar más seguro en estos días. Nadie
sospechará de ti. Pero nunca olvides Manuel,
nuestra simiente y nuestro nombre están ahora
en tus manos.
Como ya te he dicho, lucero de mis días, si
esta carta ha llegado a tus manos,
VIII. Rápidamente coloqué la carta sobre la
almohada mientras me erguía frente al Capitán.
“Prosigue Juan, pero rápido que no me queda
paciencia esta noche”, repuso.
“Señor, hay muchos marineros ésta vez que no
comparten sus decisiones. Durante otros viajes
no hemos tenido la necesidad de establecer días
de descanso ni oraciones extrañas, de tal suerte
que las creencias de los reos no entraban en
conflicto. Pero esta vez Capitán, los cristianos
están disgustados y aunque muchos detestan la
Inquisición, son pocos los que desean despojarse
de sus ‘Santas Enseñanzas’.”
“Siempre tan alarmista José, pareciese como si
la barca se hunde al mismísimo infierno”, aseveró
Don Manuel.
“La pura verdad le digo, señor.”
Con aire calmado, el Capitán miró al techo
unos minutos, como si pensara, pero no muy
profundamente.
“Capitán”, me apresuré a decir, “si me permite
decirlo, señor, su actitud general me ha
sorprendido en sobremanera.”
“¿A qué te refieres?”, respondió con paciencia.
“Señor, no comprendo cómo piensa usted
regresar a España con semejante calumnia
sobre su espalda. Podría jurar sin contemplación,
por la barba de mi santo padre, que la Inquisición
estará asando las brasas de la hoguera en
vuestro honor, para recibirlo a penas pise la
Madre Patria. Otros viajes a la América han
resultado en el ‘escape incontrolado’ de los
tripulantes y eso se ha podido cubrir. Pero ¿algo
de semejante calaña?, ¿rezos heréticos bajo los
colores reales y la absoluta autorización, si no
imposición del Capitán? Don Manuel, ¡usted no
puede regresar a España!”
“¡José!”, bramó el Capitán, “¿quién os dijo que
pienso regresar a España?”, continuó con un
tono de obviedad absoluta.
Con la mirada perpleja plasmada sobre mi
rostro, el Capitán continuó de inmediato.
“José, las aventuras de ‘extraviar tripulantes’ en
el Nuevo Mundo han acabado para mi; viajes tan
largos han cobrado su justo precio. Es hora de
sentar cabeza. El rey nos envió explícitamente
para establecernos en las colonias de América,
después de proponérselo yo mismo; por
su puesto. Esta vez nosotros seremos los
‘extraviados’, pero oficialmente. He contactado
a las comunidades marranas del Nuevo Mundo.
Haremos escala en Curaçao y continuaremos
nuestro rumbo según dictó el rey.”
Impresionado por la noticia y sin pensarlo
demasiado, la nostalgia me invadió de un golpe.
“¿Quiere decir, tío, que no volveré a ver la Costa
Ibérica?”, repuse casi susurrando.
“¿Y eso acaso os incomoda?”, preguntó el
Capitán.
“Sigue siendo la tierra que nos vio nacer, Don
Manuel; la tierra del sol resplandeciente, de
antiguas fortalezas morunas, la danza y la
guitarra”. Tomé un respiro y continué, “la tierra de
nuestros padres; la de las primaveras más…”
“¡La tierra que mató a nuestros padres, José!,
¡la tierra que nos persigue, que nos odia, que
nos quema!” tronó el capitán, mientras daba
un manotazo sobre la mesa y se levantaba,
temblando de rabia.
El candelabro que estaba sobre la mesa
sacudía los velones mientras las llamas bailaban,
amenazando con apagarse o caerse.
Luego, silencio.
La calma que siguió a la tormenta fue peor
que la misma tempestad y por un instante, nadie
hablaba; cada uno reflexionaba sobre lo que dijo
el otro.
Ambos decíamos la verdad.
Al menos me podía haber dicho que no
volveríamos, pensé hacia mis adentros. Hubiese
tenido la oportunidad de tomar una honda
bocanada de aire, despedirme, aunque fuese en
silencio, de todo lo que tanto quería. Entiendo
que no deseaba que toda España supiese de
su partida definitiva, por seguridad o lo que
fuere; pero privarme de saberlo, no lo puedo
comprender.
“Está bien José, está bien,” rompió el silencio
Don Manuel; y como si leyera mis pensamientos,
dijo calmadamente, “debí habértelo dicho, pero
ya es muy tarde para lamentarnos. Además, tú
me escondiste la verdad de mi procedencia por
más tiempo del requerido por abuelo Alberto. Ya
estamos a mano.”
Regresando de mis memorias y recuerdos
de España, resolví retomar el asunto que me
había traído a la alcoba del Capitán: alertarle
sobre los rumores entre barracas. Pero Don
Manuel no me dejó sacar palabra y con voz firme
aseguró:
“Bien José”, se sentó Don Manuel mientras
21
resolvía la frase, “oíd bien lo que os digo. Ya
que os preocupa tanto el disgusto de los monjes
y algunos marineros, así haremos: mañana, al
anochecer, abriremos las bodegas de ron”, dijo
con tono optimista. “Los que están de ayunas, se
darán un banquete, mientras que el resto de los
‘incorformes’, celebrarán la buena vida de alta
mar. Tan borrachos estarán que olvidarán sus
quejas y temores. Ni los monjes podrán contra
el ron.”
“Como usted diga Capitán, así se hará”, repliqué
perplejo.
“Y en cuanto al pasado, deja de preocuparte.
Tanto tú como yo sabemos que es peligroso
seguir en este juego, fingiendo de Capitán y
tratando tan de cerca con el rey. En nuestro
destino hay menos control y poca Inquisición”,
dijo el capitán con especial tranquilidad.
“Entiendo tío, no se preocupe usted. Estoy aquí
para cumplir sus órdenes y hacerlas cumplir; sé
que todo lo ha hecho por nuestro bien. Confío
en sus decisiones y no espero que me informe
de ellas”, concluí con cierta incredulidad ante mis
propias palabras.
“De acuerdo”, me sonrió el Capitán, “espero,
entonces, que ya estéis al tanto de lo más
relevante de nuestro viaje. Gracias por el último
reporte, José.”
“Capitán”, agaché la cabeza para despedirme,
“buenas noches.”
IX. Con mano temblorosa, el Inquisidor buscó
bajo la sotana la parte de la carta que siempre
estuvo con él; su trozo del rompecabezas. Sin
duda, era la letra de su padre, era lo que faltaba,
era lo que sospechaba todo el tiempo… Él, el
Inquisidor de Córdoba, ¡judío!
Como si no hubiese hoguera, como si no
hubiese muchedumbre ni séquito eclesiástico,
Don Manuel se perdió en el vacío y por varios
segundos, que ya me parecían horas, permaneció
inmóvil. Luego, como si de la nada, me tomó por
el brazo, me miró fijamente a los ojos y juntos
huimos en carrera; lejos del gentío, lejos de la
plaza, la hoguera y el verdugo, lejos del pasado
oscuro, de la Inquisición… de Córdoba.
Premio “José Santos Urriola” Concurso Anual
Veredicto 2008
El jurado calificador del Concurso de Cuentos “José Santos Urriola”, del Decanato de Estudios
Generales, profesores Jeffrey Cedeño (Presidente), Dan Bailey y Rafael Martínez, luego de leer
y evaluar los trabajos consignados por los estudiantes, acuerda:
Otorgar el Primer Premio al cuento titulado “Huyendo de Córdoba”, de Jacob Poliwoda, estudiante de Ing. Producción, debido al logro literario del lenguaje tras una acertada recuperación
histórica capaz de acentuar no sólo escenarios vívidos, sino también la vida amenazada por la
intolerancia y la injusticia.
Otorgar el Segundo Premio al cuento titulado “Y entonces le dijimos adiós a San Francisco”, de
Manuel Nazoa estudiante de Ing. Electrónica, debido a su sutil tratamiento del transcurso del
tiempo en franca sintonía con la reevaluación de la identidad, una identidad que se debate entre
la recuperación del pasado y enfrentar el futuro, sin olvidar un presente ineludible.
Otorgar el Tercer Premio al cuento titulado “La gaya scienza”, de Carlos Suárez estudiante de
Lic. Física, debido a su creatividad en el logro de una visión satírica, paródica y humorística del
mundo, siempre tras una crítica de la naturaleza humana en sus inalterables dimensiones. Surge al punto, entonces, una acertada reflexión sobre la noción de aparente cambio y verdadera
permanencia en la historia de la humanidad.
Otorgar una Mención Especial al cuento titulado “El viaje”, de David Kenneth Bohl estudiante
de intercambio, puesto que se trata de un viaje –tanto interior como exterior- ocupado en demostrar que la vida siempre otorga la posibilidad de transformación e iluminación.
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Segundo Premio “José Santos Urriola”
Y entonces le dijimos
adiós a San Francisco
Manuel Nazoa
estudiante de Ing. Electrónica
Y entonces le dijimos adiós a San Francisco
-¿Has estado alguna vez en San Francisco?
-No, ¿y tú?
-Ni al de Yare
Reímos y alguien más rió con nosotros.
-¿Y tú?
-Tampoco.
-¿Te gustaría?
-Alguna vez me hubiese gustado, ahora creo que
preferiría Chicago.
Alguien rió, nadie sabe por qué. Tomé la boquilla y
aspiré fuerte; balanceando la copa entre los dedos
vi las luces reflejarse en la superficie del vino y
llené el resto de la copa con el denso humo.
-Chicago: boobs, booze, baseball and blues.
-Bueno, el chocolate ha comenzado a afectarte.
-Yo me voy a Amsterdam.
-Amsterdam está sobrevaluado.
-¿Qué me dices de Barcelona?
Ríes mientras trato de que el chocolate no se me
deshaga en las manos, aunque ya es demasiado
tarde.
-Barcelona, sí… Gaudí, Miró, Dalí…
-El maricón de Lorca.
Verde que te quiero verde gritamos algunos y
reímos todos.
-Coño, que Lorca no es ni catalán
-Bueno, pero venía al caso, por su cosa con Salvador.
-Ajá, tú como que tienes cosa también con Salva.
Pocos ríen, el humo se aleja del comentario. Tu
cabeza cae sobre mi hombro mientras sostengo tu
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copa de vino porque tienes las manos ocupadas.
-Ya suéltala y pásala.
-Barcelona es un sueño.
-Nueva York, creo que Nueva York.
-Nueva York mató a los sesenta, no me jodas.
-Los sesenta se murieron solos porque llegaron los
setenta.
Alguien tose y derrama vino. Con la distracción
nadie nota tus labios en mi cuello. Sólo nosotros
reímos. Alguien más se ríe porque nos reímos.
-Bueno, a los setenta los mataron los noventa.
-Te comes los ochenta con chocolate.
-No, esos se murieron solos, estaban defectuosos
de fábrica.
-Algunas cosas se salvan de los ochenta.
-Nosotros y de vaina.
Suena un descorche de botella. La copa derramada fue el anuncio de que necesitábamos más.
-Yo me quedo con Caracas.
-A mí me robaron Caracas hace tiempo.
-A mí no me la robaron, la vivo demasiado día a
día.
-Esgraciaos, quiero que me devuelvan las noches
de Caracas.
-Ya ni siquiera Mérida tiene noches.
-Pásame el oscuro.
-Tú pásame el blanco.
-Alguien que me sirva vino.
-Hay que cambiar el agua.
-Y hay que poner aunque sea una toalla sobre la
alfombra porque se me van a mojar las nalgas.
En sincronía nos levantamos y hacemos diversas
tareas. Algunos baño, otros cocina, uno simplemente se quedó donde estaba mirando la vela con
el chocolate blanco derretido entre los dedos.
-Ese ya está que se apaga.
-Bueno, al ritmo que vamos, pronto estaremos
todos dormidos.
-Bienaventurados los que tienen sueño pues no
tardarán en quedarse dormidos.
-¡Coño, no está apagado!
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Risa general, copas llenas, humo blancoazulado.
-Sí, sabe mejor ahora.
-Tú crees que te salvaste de los ochenta pero no
te das cuenta de que realmente somos hijos de
ellos. Sin el conformismo de los ochenta nunca
habríamos tenido los noventa.
-Alguien, por favor, que le pase la boquilla porque
la sabiduría etílica habla por su boca.
Veo la luz de las velas a través de la copa. Las
distorsiones son hermosas. Nadie interrumpe la
conversación.
-En serio, fíjate que todo va en línea recta. No
hay saltos. El Mayo Francés es hijo ilegítimo
de la Comuna de París junto con el movimiento
hippie. Los noventa son hijos y hermanos de los
ochenta, hijos del caos de los setenta, del punk y
de la tecnocracia.
-Ya se vino este con la dialéctica.
-Filósofo de botella y humo. Come chocolate.
El chocolate se me quedó en los dedos.
-Las cosas fluyen, es todo lo que digo. Algunas
van y vienen. Ya nosotros nos montamos en
los treinta y aún queremos hacer las cosas que
hacíamos hace cinco o diez años. Este narguile
sólo tiene una mezcla de tabaco y aromatizantes,
nuestros vasos no tienen ron, a lo sumo sólo tres
de nosotros terminará en la cama de alguien esta
noche. Esta reunión es una triste imitación de lo
que hubiese sido en ese tiempo, ya no somos lo
que fuimos y sin embargo seguimos juntos.
Las risas se apagan lentamente. Tu mano toma
la mía y siento tu miedo. Mi miedo. Todos los ojos
reflejan el mismo miedo. A la vejez, a la muerte,
en convertirnos en nuestros padres, en nuestros
abuelos.
-Vamos, será mejor que acabemos esta botella
pronto porque mañana tengo trabajo.
-Yo también.
-Yo debo llevar a la niña al colegio.
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Mención Especial “José Santos Urriola”
El viaje
David Kenneth
estudiante de intercambio
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Mi vecina por las tres próximas horas sería muy guapa, supongo, si se callaba
por un instante. Es difícil clasificar las curvas tranquillas y líneas interesantes
del cuerpo de una persona con la belleza moderna cuando tienes que enfocarte
en los sonidos que vienen de su boca, pero estoy acostumbrado a no tener
esta libertad y no me molesta mucho. Desde que mis compañeros de la
escuela primaria empezaron a tener “sentimientos extraños” he escuchado los
problemas de otra gente. Mi vaso simpatiza conmigo; trato de tomar su última
gota de whisky que sigue pegada al fondo mientras que llamo la atención
de la azafata para llenarlo. La mujer habla de las injusticias de la vida. Ayer
estaba en Cartagena para su luna de miel cuando se murió su hermano en un
accidente muy grotesco. Tuvo que dejar a su esposo allá para ir al funeral en
Chicago. Los sentimientos, me dice ella, son las herramientas del Karma.
Sé que su historia es bien triste pero sólo siento una vibración en el
vientre, nada en la cabeza ni en el corazón donde las películas me dicen que
me debe doler. Pongo apariencia de lástima y le digo lo que quiere escuchar.
Limpia sus lágrimas saladas con la manga y casi sonríe. La verdad es que el
agujero ofrece más consuelo sincero que yo. El letrero decepcionante de “no
fumar” me regaña por mi expresión forzada, pero sé que si el consuelo que le
di era vacío, ella lo llenó con algo de su propia alma y no sabía la diferencia.
Conozco muy bien el espectro de lo malo y lo bueno e intento quedarme por
el segundo. La luz se apaga para recompensarme con la libertad de moverme
libremente por la cabina. Elijo ir al baño.
Cierro la puerta y miro en el espejo que dobla el espacio del baño. Me
gustan los espejos por la manera en que reflejan, fielmente inalterado, el mundo
como es. También me gustan las ventanas, pero no mucho las vidrieras de
colores. Todavía tiemblo, pero es sólo una reacción física a la historia de la
mujer. No me molesta. Abro la llave y cierro los ojos. Pienso en la selva
donde los ríos y árboles viven tranquilamente, donde vivía yo hace dos días.
Me siento tranquilo. Huelo el aire dulce. Toco el agua fría. Oigo, “habla el
capitán, estamos pasando por un poco de turbulencia, por favor permanezcan
en sus asientos y mantengan sus cinturones de seguridad ajustados”. Estiro
mi cuerpo entero y salgo a la cabina claustrofóbica.
Vuelvo a unirme con el asiento. La mujer está dormida. También trato de
descansar. Me pongo los audiófonos compasivo y me envuelvo con una cobija
de música. Despierto cuando aterrizamos. Ella está mirando por la ventana,
otra vez con lágrimas. Un bebé también está llorando. No sé por dónde viene
el llanto, pero creo que tampoco lo sabe el bebé.
Cuando el avión aterriza y llegamos a una parada completa a la puerta
A-7 en Houston, Texas, todos juntos se levantan inmediatamente de una
manera impaciente. Los pasajeros empiezan a desembarcar y trato de sacar
mi equipaje para introducirme a la cadena humana pero no puedo porque si
lo saco, la maleta de la mujer (que es dos o tres veces más grande que el
tamaño permitido) se caería. Espero pacientemente hasta que saca su
maleta, después saco la mía y nos despedimos.
Estoy afuera por un momento. Entrecierro los ojos en el sol y extraño
la compañía de un árbol. Entro en el aeropuerto y corro por la aduana
porque cuarenta minutos para coger mi vuelo a Cincinnati no es mucho.
Obviamente soy el único de mi vuelo que lleva una sola maleta porque no
hay nadie en las filas de aduana. Le muestro mi pasaporte al oficial. Antes
de sellarlo, mira por mucho tiempo a la foto y a mí. Me lo devuelve y veo el
hombre extraño de la foto. Sigo al avión.
Subo a bordo, el último pasajero. Pongo fácilmente mi maleta en el
compartimento superior y tomo mi asiento al lado de una vieja que tejía
con muchos colores apasionados una larga bufanda. Son amigas, la vieja
y la bufanda, tal vez hermanas, no sé exactamente pero hay mucho amor
entre ellas. Nos saludamos y hablamos sobre las cosas acostumbradas;
de dónde vinimos, a dónde vamos y por qué. Su voz confidente me pone
tranquilo y su alegría natural me pone los músculos totalmente relajados
(algo que normalmente es bien difícil, especialmente en un avión). Me
explica que la razón de su viaje a Houston fue para enterrar a quien fuera
su esposo por sesenta años. Vuelve a vibrar mi vientre pero la vieja lo alivia
con la felicidad que cuenta los momentos que recuerda a su esposo. Siento
otro temblor en el pecho y trato de conectar con el sentimiento que alguien
sentiría. Una azafata que está repartiendo bebidas deja caer una gaseosa.
Pido la lata caída y la abro lentamente para aliviar la presión horrible.
Normalmente sé reaccionar muy bien, es fácil imitar los sentimientos
comunes, pero no sé cómo actuar ahora y me frustra mucho. Me siento
impulsado a entender a esta vieja. Ella siente mi confusión y me pide que
le diga el problema. Todavía no sé la respuesta correcta, entonces le digo
la verdad; le digo todo. Le digo que era psicólogo, pero porque me parece
sin sentido ocuparme de algo que no conozco, me fui hace dos años a la
selva de Colombia. Le digo que no tengo sentimientos como los demás.
Le digo que algunas situaciones evocan en mí reacciones físicas, vacías,
que no tienen sentido. Le digo que normalmente no me importa no tener
sentimientos pero a veces creo que sería interesante. Le digo que nací sin
un dedo de un pie y tal vez es por aquí que vienen los sentimientos. Ella
sonríe afectuosamente y sigue haciendo los detalles finales de la bufanda.
Son las siete de la noche y ya ha bajado el sol, pero todavía las dos están
iluminadas. Yo me siento bien cansado.
¿Cuánto tiempo he estado dormido? Soñé con la vieja que está sentada
a mi lado. Ojalá que no sepa. Yo estaba solo, en el fondo de un hueco
profundo y oscuro. Tenía frío y ganas bien fuertes de salir. Eran tan fuertes
que tembló todo mi cuerpo. Pero había una luz brillante arriba. Por la luz
bajó una cuerda de oro. La luz me calentó y me dio paciencia y cuando
llegó la cuerda la toqué y se fue todo mi peso. Subí fácilmente y al tope vi a
la vieja. Estábamos conectados por la bufanda y aquí me desperté. Tengo
un extremo de la bufanda agarrado con la mano. Lo suelto rápido. Quiero
esconderme. Siento… ¿cómo se dice? Vergüenza.
¿Ves a ese tipo allí?”, pregunta ella e indica a un chico comiéndose las
uñas. “¿Por qué crees que tiene miedo de volar?” No sé, pienso yo. “Mira a
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ésa”, una chica pegada a la ventana y obviamente
fascinada con los edificios pequeñitos. “¿Por qué
crees que la hace feliz volar?” Otra vez no sé.
“¿Crees que estar a miles de metros arriba de la
tierra evoca algún sentimiento en el bebé?” No sé.
“¿Cómo es que tres personas pueden tener tres
sentimientos diferentes por la misma situación?
Tal vez es por la manera en que fueron criados
por los padres, tal vez por una experiencia buena
o mala. Creo que tienes un don.” No pensé que
ella iba decir eso. Creía que estaba mal visto no
tener sentimientos. Ella sigue, “Los sentimientos
son los significados que les damos a las cosas y
circunstancias de nuestro mundo. Es bien difícil
cambiarlos después que ya han definido algo.
Si lo que tú dices es verdad, los elementos de
tu mundo todavía están vacíos. Pero has visto
muy bien cómo funcionan los sentimientos en las
vidas de otros y puedes elegir cómo funcionarán
en la tuya. Te doy solamente un consejo. Tengo
noventa y dos años y existo como todos existen,
lo sepamos o no, existimos para la felicidad – el
estado natural del ser.” Siento la vibración del
pecho e intento conectarla con la alegría. Las
paredes del avión amplían los horizontes y todo
vibra con la frecuencia de mi cuerpo. Tengo el
brazo extendido y la mano abierta para coger
algo. Me meto en la conexión. Puedo sentir algo
importante tratando de escapar de mi cuerpo,
algo como yo mismo. Soy la conexión. Hago
la conexión. Una fuente de colores sale de mi
mano, da una vuelta grande por el avión y choca
con mi pecho. Me alegro. Conozco la alegría.
“Aquí,” ella me da la bufanda brillante, “la hice
para ti.” Me quedo callado pero con la mirada le
agradezco sinceramente.
Tengo tantas ganas de verlo todo. Llega el
avión. Nos despedimos. Saco fácilmente mi
maleta y me voy. Llevo mi paleta tejida para
pintar con sentido el mundo.
Premio “Iraset Páez Urdaneta” Concurso Anual
Veredicto 2008
El Jurado del Concurso “Iraset Páez Urdaneta” integrado por Erik del Búfalo, Carolina Ramírez
Álvarez y Gina Saraceni, reunido en Caracas el día 19 de mayo del 2008, decidió otorgar por
unanimidad el Primer Lugar al poemario de Debora Ochoa, estudiante de la Licenciatura en
Matemáticas.
Según el juicio del jurado los poemas presentados por Debora Ochoa sostienen su voz de
principio a fin a través de un lenguaje equilibrado y despojado que explora la temática de la
subjetividad y de la experiencia en los tiempos actuales desde una mirada crítica y reflexiva.
Además se observa un meticuloso uso de la palabra y la metáfora como también ingenio en la
solución definitiva.
El Segundo Lugar corresponde al poemario Revoluciona tiempo, de Evelio Gil, estudiante de Ingeniería Mecánica. De este conjunto se destaca el poema “I” que revela una bien lograda concatenación de reflexiones que permite inquietar al lector. La muestra entera dejar ver compromiso
con la palabra escrita y con una subjetividad poética.
El Tercer Lugar le fue otorgado a Glebys González, estudiante de Ingeniería en Computación.
El poema “Estos”, según el jurado, demuestra una destacada conciencia del uso de la palabra
que aquí alcanza sonoridad y ritmo.
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Primer Premio
“Iraset Páez Urdaneta”
Poemario
Débora Ochoa
estudiante de Lic. Matemáticas
Globalización
Ayuda.
Palabra hecha de despojos
mentira y ansiedad diversa.
Justicia.
Franquicia que se distribuye
en los sitios menos sucios
y se vende a precios bajos
con descuentos de autenticidad.
Dinero
Clamor que impregna nuestras vidas
De cosas materiales
Salidas seriales.
Matemáticas puras
El tiempo político
no es más
que una modificación
de los momentos
reales,
adaptada
a la desfachatez de argumentos
de entes radicalizados que habitan,
gobiernan,
manejan
la información y mentalidades
de pueblos fraccionados
y enteros.
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Son ríos
Cada frase convertida en respiro,
cada latido tornado en pasión,
cada mal pensamiento
ensañado contra mí,
todas las miradas,
las intenciones y las batallas,
todo ello me revuelve
mientras atajo el aire otoñal
que sobrevive al análisis
mientras te atajo un poco también
y hacemos caer las hojas
en la época incorrecta
del año.
Velos y raptores
Soñé y no necesariamente
aprendí a vivir más
o mejor
o más intensamente.
Quise y no obligatoriamente
conocí a profundidad
o aprecié
o tomé con cuidado lo que tuve.
Viví como una muy grande palabra,
dije
sin criterio
lo que era respirar,
valorar y experimentar
gustosamente.
Amé como hice cualquier otra cosa,
y no
repito
y no
lo sobrevaloré,
sólo que lo hice
completa de mente
demente
completamente.
Un velo cubre mis ojos
y no siento
y mis sentidos.
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Viaje gripal
A las tres cuartas partes
de una enfermedad mundana, te hallé
entre el delirio y la fiebre
borrosa tú, borrosa ella.
El sol.
Su intensidad me oprimía;
Los seres que preferían
la avena al chocolate
vinieron
mientras el suelo, que no podía verse
se tragaba tus rayos del demonio.
Drogas que en mi fuerza
mermaron control y añadieron lucidez,
narcos que
eran tus iguales,
me condujeron entre llanuras
y asfalto
hacia parientes de poca visión.
Generosas intenciones.
En cierto momento
mi fe se alongó y comprimió.
Los cables de electricidad en los postes
hacían lo mismo.
Me reí con ellos
de ellos.
Aunque luché
me quedó una idea
pegada a otro rostro.
Adherida a mi regreso.
Y
recuerdo nubes amoratadas
más que moradas,
y naranjas,
mucho más que anaranjadas.
No recuerdo, ni pude luego
trozos largos del Sábado.
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Segundo Premio
Evelio Gil
“Iraset Páez Urdaneta”
Revoluciona
tiempo
estudiante de Ing. Mecánica
I
Desapareces
ante miles de rostros
sólo uno a la vez.
Apareces
entre cuadros infinitos
te reconozco.
Señor de dos rosas
una melodía
tus anteojos
la ausencia de motivo
en tu mirada.
Tu caminar nubla mi mente
nubla mi alma tu descuido
encorvado deambulas
resignado me señalas.
Al tanto de todo ensordeces
exento al tiempo te ajustas.
Revolucionas mi existencia con tu
paso
ajeno a mi atención te acicalas
observas el mierdero
te resignas.
Invencible
sin atención nos observas.
Palpita señor
descansa inmóvil.
Víctima de tu negligencia
de tu desidia.
De la vida en la calle
entre suciedad y harapos
en los cerros
donde el tiempo no pasa
donde los cañones hablan
matan.
Acompaña mi camino señor
se víctima junto a mí
en el espacio donde existes
en el espacio que pretendes dividir.
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II
Marchitas
sin vida
sin amor
sin compasión.
Duras como la verdad
mi verdad.
Las rosas reposan en su cabeza
su olor enrarecido
de anteayer
las define.
De relato europeo son las rosas
de lugar romántico y solitario
de plaza bizantina y campanarios
de posarse sobre las orejas del señor que
me acosa sin palabras.
Rosas brillantes y espinosas
de labios rojos terciopelo
fieles al señor en sus aventuras inmortales.
Desgraciadas
despiadadas
insanas
despiadadas sin más.
Sin compasión alguna me delatan
carentes de emoción murmullan
Mi vida
la de todos.
Escudadas en la cien de nuestro señor
hacen caso omiso
ensordecen.
Analiza señor
esa melodía de hace mil años,
los murmullos de hace mil años,
esos labios agraciados de los que parecen
miles de años.
Monstruos escarlata
de cegadas intenciones
coqueteen entre sí
palpiten
desaten la tormenta.
Solo sin sentido
en la tormenta repentina
en la miseria
como el señor que no habla
ríe.
Revoluciona.
33
III
En el intermedio nada actúa
tu señor sólo observas
flotas esperando el destino
otro viejo impuntual y déspota.
En el intermedio todos pueden vivir para
siempre
el sol no transita
la noche nunca llega
y por ese mínimo instante
los años nunca pasan.
En el intermedio nadie tiene respuestas
las personas simplemente ansiosas
lagunizan sus emociones
dejan de ser humanos.
Puedo morir aquí
victorioso tomarás mi vida
pero no ahora viejo
marchitarán las rosas antes de que mi vida
arrebates.
IV
Misterioso sobrepasas
todo límite conocido.
Incógnito en la penumbra
poderoso en tus designios
víctima al tiempo de nuestro olvido
Señor no lo hagas inevitable
da la vuelta y márchate
la vida aún es muy larga para mí.
Tranquilo tiempo
no encontraras al mismo muchacho que
pretende ser incomprendido
o al mismo psicoanalista jubilado
ya muerto.
Sin tu piedad
mucho menos casado y con hijos
desaparece viejo de dos rosas en la cabeza
desaparece beso.
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Tercer Premio
“Iraset Páez Urdaneta”
Estos
Glebys González
estudiante de Ing. Computación
Con suaves o violentos arcos
con puntas y raíces
no es negro, es color y ardor
verde grita y danza
verde llora y ama
verde se mezcla
verde en lo no verde que es verde
el retrato mira y toca
Yo aprendo y sano.
35
Alberto
Giacometti
escultor y pintor
Las ilustraciones de nuestra Universalia
corresponden, en esta oportunidad,
a la obra de Alberto Giacometti,
escultor y pintor nacido en Suiza en 1901,
cerca de la frontera italiana,
donde creció en un ambiente de artistas.
Su padre Giovanni y su tío Augusto
habían sido reconocidos pintores suizos.
Tras terminar la enseñanza secundaria,
el joven Alberto se traslada a Ginebra para cursar
estudios de pintura, dibujo y escultura en la
Escuela de Bellas Artes. En 1922 va a París para
estudiar en la Académie de la Grande Chaumière en
Montparnasse bajo la tutela de un asociado de Rodin,
el escultor Antoine Bourdelle. Es allí donde experimenta
con el cubismo. Sin embargo, le atrajo más el movimiento
surrealista y hacia 1927, después de que su hermano Diego se
convirtiera en su ayudante, Alberto empieza a mostrar sus primeras
esculturas en el Salón de las Tullerías. Poco tiempo después, ya era
considerado uno de los escultores surrealistas más importantes de la
época. La Bola suspendida (1931) (pág. 21) inaugura la incursión de
Alberto Giacometti en el universo del objeto surrealista. Entre 1935
y 1940, concentró su escultura en la cabeza humana, centrándose
principalmente en la mirada. Esto fue seguido por una nueva y
exclusiva fase artística en la que sus estatuas comenzaron a estirarse,
alargando sus extremidades.
Giacometti insiste en el hecho de que la escultura que realizaba
no tenía las huellas de su manipulación, ni de su impronta física ni de
sus cálculos estéticos y formales. “Desde
hace años”, escribe en 1933, “realizo solamente aquellas
esculturas que se ofrecen a mi espíritu ya perfectamente terminadas”.
A principios de los años 50, el uso del bronce se había hecho
económicamente accesible, por lo que empezó a realizar sus trabajos
en ese metal. Perfeccionista, Giacometti estaba obsesionado con
crear sus esculturas exactamente
como las veía a través de su exclusivo punto de vista de la
realidad. En 1962 recibió el gran premio de escultura
en la Bienal de Venecia, lo que le llevó a convertirse
en una celebridad internacional. Giacometti muere
de cáncer en 1966 en Coire (Suiza).
Imágenes tomadas del catálogo de la exposición
“El Atelier de Alberto Giacometti”
Centro Georges Pompidou (Beaubourg),
Paris, del 17 octubre 2007 al 11 febrero 2008
Biografía:
http://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Giacometti
http://www.pompidou-center.net/education/
ressources/ENS-giacometti/ENS-giacometti.html
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