MIS IDEAS FILOSÓFICAS VIVIMOS EN UN MUNDO donde se concede exagerada importancia a la inteligencia humana, creyendo que en la medida en que las personas sean más inteligentes el mundo será cada vez mejor. El estado actual de la humanidad no parece confirmar esta teoría, ya que el hambre, la guerra, la pobreza, la depresión, la angustia económica, el estrés, la corrupción, las enfermedades catastróficas, crecen a pesar del incremento del nivel intelectual de las personas. Nos hemos convertido en maquinas pensantes con notables desventajas lo que se refiere a los computadores, ya que éstos, por el hecho de carecer pasiones, son capaces de analizar objetivamente, dentro de las limitaciones sus programas. Es un hecho innegable que la inteligencia está al servicio nuestras pasiones y que mientras esto sea así no tenemos mucha esperanza construir un mundo mejor. en de de de de Los valores espirituales han sido relegados a un segundo plano ante la presión de la búsqueda de prosperidad material, creyendo que mientras mayor bienestar material logremos más ordenado se volverá el mundo. No obstante, ha ocurrido lo contrario ya que el mundo es cada vez más desordenado en su conjunto, ya que nuestra arrogancia nos impide asumir lo que sostiene la segunda ley de termodinámica: «en el mundo, la entropía, o cantidad de energía no disponible tiende siempre al máximo». Debemos recordar que contamos solamente con dos fuentes de energía: los recursos naturales y el sol, y ambas son limitadas. ¿Qué es aquello que nos impide darnos cuenta de nuestra real situación? ¿Por qué entre tantas personas inteligentes no pueden hacer que el mundo sea más pacífico, justo, cálido y humano? ¿Por qué la ciencia y la tecnología han progresado tan aceleradamente mientras que el hombre mantiene su primitivismo interior?. Creo que el ser humano de hoy día no posee más vida interior que hace diez mil años atrás y que sus pasiones no se han reducido ni sublimado, sino al revés, son más peligrosas que en la época de las cavernas, ya que hoy día, una explosión pasional descontrolada puede destruir el planeta, y este es un peligro cierto. El sujeto educado de hoy día no es más evolucionado interiormente que los antiguos pobladores de la tierra, ya que nuestro cerebro reptil se remonta a 250 millones de años y permanece intacto en su estructura intrínseca. Me parece que aquello que falta es un elemento desconocido cuya ausencia impide la «visión total» de la vida. Todo el conocimiento al que tenemos acceso es fragmentario, nuestra mente es fragmentaria, nuestro yo está compuesto por infinidad de fragmentos; y nuestra visión de la realidad está circunscrita a una pulgada cuadrada de conocimiento. Manejamos bien nuestro pequeño espacio, pero se nos escapa todo aquello que lo excede. Las personas no se entienden entre ellas porque cada una defiende su propio e ínfimo territorio, que permanece desvinculado de aquella realidad total a la que no tenemos acceso. ¿Es que acaso esa «realidad total» estará reservada sólo para los dioses o seres extraterrestres de privilegiada evolución? La verdad es que «la totalidad» está siempre a nuestro alcance porque formamos parte de ella, pero no logramos verla porque nos lo impide la imperfección de nuestro instrumento de conocimiento. Nuestra capacidad cognitiva se encuentra afectada de trastornos funcionales que podrían convertirse en terminales, por lo que contemplamos sólo un minúsculo espacio de la realidad. Las dolencias que nos afectan son: 1. Un estado de vigilia carencial que nos obliga a vivir en estado de «duermevela», condición crepuscular en la cual fallamos en el proceso de armar la realidad en nuestros cerebros. 2. Un sistema educacional erróneo de tipo memorista, en el cual «somos enseñados» desde afuera pero no aprendemos desde adentro, debido a que nuestro yo permanece pasivo. 3. El estado de percepción subliminal que nos afecta permanentemente, ya que lo excepcional es la percepción en estado de vigilia superior. 4. El implante informático que llevamos en nuestros cerebros, que es el caudal de información recibida indiscriminadamente. 5. El caudal de información «insubordinada» que llevamos en nuestros cerebros. Esto se refiere a que dicha información no está subordinada al yo, sino a la fuente de la cual ha emanado. A través de la extremada simplificación de esta exposición podemos darnos cuenta de que, en rigor de la verdad, «no pensamos», ya que «somos pensados». En efecto, ¿cómo podríamos pensar si no somos capaces de dejar de hacerlo? De este modo, nos convertimos en expositores obligados de la información que ha colonizado nuestras mentes a través del tiempo, sin que nos sea posible cambiar esto por medios comunes. Diciéndolo de otro modo: «Carecemos de la conciencia superior porque ésta no es una capacidad innata, sino que debe ser desarrollada». Quien afirma estar en la plenitud de su conciencia pero no puede dejar de pensar a voluntad está equivocado. Existen muchos niveles de conciencia a los que no logramos acceder porque no poseemos las herramientas para hacerlo. Hay quienes creen, erróneamente, que algunas drogas pueden incrementar la conciencia, pero esto es falso porque ninguna droga puede hacer que una persona logre de improviso más conciencia de la que ya posee. Sostengo que la obtención de un estado de conciencia superior es la tarea más importante a que debe abocarse el ser humano para solucionar sus problemas contingentes y trascendentes. Sólo mediante esta capacidad podemos aspirar a un desarrollo con justicia y equidad, administrar correctamente los recursos naturales del planeta, unir a todos los países y culturas en un lazo de amistad y colaboración mutua, y declarar la paz en todo el mundo. Creo que necesitamos líderes sabios en el sentido de la conciencia más que doctos en el saber enciclopédico, que posean valores espirituales y morales superiores, integridad interior, amplia visión de la realidad, e impersonalidad. Los países deben invertir en moral y en conciencia para que la moral deje de ser aburrida para la gente al comprender que representa un conjunto de leyes naturales que deben ser respetadas para llevar una vida plena y exitosa en lo espiritual y material. Actuar moralmente significa hacerlo en armonía con las leyes de la naturaleza y no pretender negarla para conseguir la felicidad, como lo aconsejaba equivocadamente John Locke. Hay quienes argumentan que no hay diferencia entre «ser bueno o malo» y que esto es asunto de preferencia. Creo que la nueva moral debe basarse en postulados científicos que demuestren que ser malo es, a la larga, pésimo “negocio» y que , por el contrario, actuar de acuerdo a los principios del bien es rentable. En lo personal, he tenido el privilegio de comprobar científicamente cómo algunas violaciones morales provocan de inmediato una caída de las energías vitales, lo que explico y fundamento en mi libro «Moral Para El Siglo XXI». Estoy convencido de que las violaciones morales graves provocan un estado de caos y disgregación orgánica, energías que al entrar en disonancia con el orden y la armonía natural provocan a la larga un daño cerebral y orgánico mucho más serio. Años de observación y experiencia me han convencido de que el individuo sin conciencia superior es como un robot que marcha ciegamente por la vida, limitándose a ejecutar el programa que reside en su cerebro. Estoy cierto de que aparte del hecho de existir no puede haber nada más importante en orden de prioridades que el desarrollo de una conciencia superior. Lamentablemente, este tema ha sido manoseado por teóricos que no comprenden qué cosa es esta conciencia superior ni lo que representa verdaderamente: la puerta de entrada al uso total de la mente. Darío Salas Sommer Septiembre de 2003