SHOGUN - JAMES CLAVELL

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UnaapasionanteaventuraenelJapónfeudal,enunprodigiofascinantede
recreaciónhistórica.
Blackthorne,unmarinoingléscautivoenelJapóndelosshogúnaprincipios
delsigloXVII,sevaadaptandoalmododevidadesusnuevosamoshasta
acabar convirtiéndose en samurái al servicio de un gran señor. El
enfrentamiento entre dos culturas y dos maneras de ver el mundo tan
alejadas como la occidental y la oriental, en la historia de un hombre que
terminaporreconciliarlas.
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JamesClavell
Shogún
ePUBv1.1
Conde198805.05.11
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Quierodarlasgraciasatodosaquellos-vivosymuertos-quecontribuyeron,enAsia
yenEuropa,ahacerposibleestanovela.
LOOKOUTMOUNTAIN,California
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Prólogo
Elventarrónloazotaba,yélsentíasuferozmordeduraensuinteriorysabíaquesino
tocaban tierra en tres días morirían todos. «Demasiados muertos en este viaje —
pensó—.Soyelcapitándeunaflotamuerta.Sóloquedaunbarcodeloscincoque
eran, veintiocho hombres de una tripulación de ciento siete y sólo diez de ellos se
sostienenhoydepie,ylosdemás,entreellosnuestrocapitángeneral,estánapunto
de morir. No hay comida, apenas hay agua y la poca que queda es salobre y huele
mal.»
SellamabaJohnBlackthorneyestabasoloencubiertaconelvigíadelbauprés—
SalamónelMudo—,queescrutabaelmarasotavento.
ElbarcoeraelErasmus,dedoscientassesentatoneladas.Eraunbuquedeguerra
al servicio del comercio, estaba armado con veinte cañones y era el único
supervivientedelaprimerafuerzaexpedicionariaholandesasalidadeRotterdampara
atacar al enemigo en el Nuevo Mundo. Los primeros barcos holandeses que
descubrían los secretos del estrecho de Magallanes. Cuatrocientos noventa y seis
hombres,todosvoluntarios.Todosholandeses,salvotresingleses:doscapitanesyun
oficial.Consigna:saquearlasposesionesespañolasyportuguesasdelNuevoMundo,
establecerconcesionescomercialespermanentes,descubrirnuevasislasenelocéano
Pacíficoquepudiesenservirdebasesfijas,reclamarelterritorioparalosPaísesBajos
yvolveracasaalcabodetresaños.
HacíamásdecuatrodécadasquelosPaísesBajos,protestantes,estabanenguerra
con la católica España, aunque legalmente todavía formaban parte del Imperio
español.InglaterrahacíatambiénlaguerraaEspañadesdehacíaveinteañosydesde
hacíadiezeraaliadadeclaradadeHolanda.
«Aquí arrecia más el temporal —se dijo Blackthorne—, y hay más arrecifes y
másbajíos.Unmardesconocido.Bien.Todamividaheluchadocontraelmaryhe
vencido.Seguirétriunfando.»
EraelprimeringlésquecruzabaelestrechodeMagallanes.Sí,elprimero,yel
primercapitánquesurcabaaquellasaguasasiáticas,apartedeunospocosbastardos
portugueses o españoles que todavía se imaginaban ser los amos del mundo. El
primeringlésenaquellosmares…
Demasiadosprimeros.Sí,ydemasiadasmuertes.
Escudriñóelocéano,queseguíaalborotadoygris,sinelmenorindiciodetierra.
Nialgasnimanchasdecolorindicadorasdearena.Violapuntadeotroarrecifealo
lejos,aestribor,peroestonoledijonada.
Hacía un mes que estaban bajo la amenaza de los arrecifes, pero sin que nunca
viesentierra.«Estemaresinfinito—pensó—.Bueno.Esteesmioficio:navegarpor
maresdesconocidos,trazarmapasyvolveracasa.»¿Cuántotiempohacíaquehabía
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salidodecasa?Unaño,oncemesesydosdías.
Blackthorneteníahambreyledolíanlabocayelcuerpoacausadelescorbuto.
Afinólamiradaparacomprobarladireccióndelabrújulayseestrujóelcerebropara
calcularaproximadamentelaposición.Unavezanotadaéstaensulibrodenavegar,
podríaconsiderarseasalvoenaquelpuntodelocéano.Ysiélestabaasalvo,también
lo estaría su buque, y juntos podrían encontrar a los japoneses o incluso al rey
cristianoPresteJuanysuImperioDorado,que,segúnlaleyenda,estabaalnortede
Catay,dondequieraqueCatayestuviese.
—Yconmipartedelbotín,meharédenuevoalamar,volveréamipaísporla
rutadeOccidenteyseréelprimerpilotoinglésquehabrádadolavueltaalmundo,y
nuncavolveréasalirdecasa.Nunca.¡Lojuropormihijo!
—Vaya abajo, capitán. Yo le relevaré si me lo permite —dijo el tercer piloto,
Hendrik Specz, subiendo la escalera y apoyándose pesadamente en la bitácora para
mantenerelequilibrio—.¡MalditoseaeldíaenquesalídeHolanda!
—¿Dóndeestáelpiloto,Hendrik?
—Ensulitera.Nopuedelevantarsedesuscbeitvolllitera.Nilohará…antesdel
DíadelJuicio.
—¿Yelcapitángeneral?
—Gimiendo y pidiendo comida y agua —repuso Hendrik escupiendo—. Yo le
digo que le asaré un capón y se lo serviré en bandeja de plata, con una botella de
coñacpararegarlo.Scheit-buis!Coot!
—¡Callalaboca!
—Loharé.Peroesunestúpidoytodosmoriremosporsuculpa—gruñóeljoven
eructandoyescupiendounaflemasanguinolenta—.¡Diosmío,apiádatedemí!
—Vuelveabajo.Ysubealamanecer.
—Abajohueleamuerte.Prefierorelevarlesinoleimporta.¿Cuáleselrumbo?
—Elquenosmarqueelviento.
—¿Dóndeestálatierraquenosprometióusted?¿DóndeestáelJapón?
—Másallá.
¡Siempre más allá! Gottimhimmel, no nos ordenaron navegar hacia lo
desconocido.Yatendríamosqueestardenuevoencasa,sanosysalvos,conlapanza
llena,ynopersiguiendofuegosfatuos.
—Cállate,ovuelveabajo.
Hendrik puso cara hosca y desvió la mirada de aquel hombre alto y barbudo.
«¿Dóndeestamosahora?—habríaqueridopreguntar—¿Porquénopuedoverellibro
secreto?—Perosabíaquenopodíanpreguntarseestascosasauncapitán,ymenosa
éste.
Ojalá —pensó—estuviese tan sano y vigoroso como cuando salí de Holanda.
Entonces,noesperaría.Techafaríaesosojosazulesyborraríaesamediasonrisadetu
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cara,ytemandaríaalinfiernoquetienesmerecido.Entonces,yoseríacapitán,yun
holandés, no un extranjero, mandaría en el barco, y sólo nosotros sabríamos los
secretos.PorqueprontoestaremosenguerraconInglaterra.Queremoslomismo:ser
amos del mar, controlar todas las rutas comerciales, dominar el Nuevo Mundo y
aplastaraEspaña.»
—Tal vez el Japón no existe —murmuró de pronto Hendrik—. Es una
Gottbewondenleyenda.
—Existe. Entre las latitudes treinta y cuarenta Norte. Y ahora, cierra el pico y
vuelveabajo.
—Abajoestálamuerte,capitán.
Blackthornerebullóensusilla.Hoyledolíamáselcuerpo.«Tienesmássuerte
que la mayoría —pensó—. Más suerte que Hendrik. Eres más precavido que ellos.
Ellosloconsumierontodoalegrementecontratusconsejos.Porestotuescorbutoes
levemientrasquelosotrossufrencontinuashemorragiasydiarreas,ytienenlosojos
irritadosylacrimosos,yselescaenlosdientes.»
Sabíaquetodosletemían,inclusoelcapitángeneral,yquelamayoríaloodiaban.
Peroestoeranormal,porqueéleraelcapitánquemandabaenelmar,elquefijabael
rumboygobernabaelbuque.
Enaquellostiempostodoslosviajeseranpeligrosos,porquelaspocascartasde
navegación que había eran tan vagas que podían considerarse inútiles. Y no había
maneradefijarlalongitud.
—Cuando pierdes de vista la tierra estás perdido muchacho —le había dicho
AlabanCardoc,suviejomaestrocuandoélteníatreceaños—.Estásperdidoamenos
que…
—¡A menos que tenga un libro de ruta! —había gritado Blackthorne,
entusiasmado,sabiendoquehabíaaprendidobienlalección.
Ellibroderutaerauncuadernoqueconteníalasobservacionesdetalladasdeun
capitánquehabíaestadoantesallí.Enélseconsignabanlasindicacionesdelabrújula
magnéticaentrelospuertosyloscabos,laspuntasdetierrayloscanales,lossondeos
ylasprofundidades,yelcolordelaguaylanaturalezadelfondodelmar.Expresaba
cómo llegamos allí y cómo volvimos, los días empleados en una singladura
determinada, la clase de viento y cuándo soplaba y desde dónde, las corrientes que
cabía esperar y su dirección, las épocas de tormentas y los períodos de viento
favorable,dóndecarenarelbarcoydóndeabastecersedeagua,dóndehabíaamigosy
dóndehabíaenemigos,losbajíos,losarrecifes,lasmareas,lospuertos,yenelmejor
deloscasostodolonecesarioparaunviajeseguro.
Los ingleses, los holandeses y los franceses tenían libros de ruta de sus propias
aguas,perolasaguasdelrestodelmundosólohabíansidosurcadaspormarinosde
PortugalydeEspañayestosdospaísesconsiderabansecretostodosloslibrosderuta.
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Pero la bondad de estos libros dependía del capitán que los había escrito, del
escribiente que los había copiado, del raro impresor que los había impreso o del
erudito que los había traducido. Por consiguiente, podían contener errores. Incluso
erroresdeliberados.Uncapitánnuncapodíaestarsegurodeelloshastahaberestado
allíélmismo.Almenosunavez.
Enelmar,elcapitáneraeljefe,elúnicoguía,elárbitroinapelabledelbarcoyde
sutripulación.Sóloélmandabaenelalcázar.
«Unvinoembriagador—sedijoBlackthorne—.Unavezcatado,yanoseolvida
nunca,sebuscasiempre,esunanecesidad.Esunadelascosasquelemantieneauno
convidamientraslosdemásmueren.»
Selevantóyorinóenelimbornal.Alcabodeunratoseagotólaarenadelrelojde
labitácorayBlackthornesevolvióytocólacampana.
—¿Podráspermanecerdespierto,Hendrik?
—Sí,sí.Creoquesí.
—Enviaréaalguienquerelevealvigíadeproa.Cuidaqueestédecaraalvientoy
noasotavento.Asísemantendrádespiertoyalerta.
Bajólaescaleraqueconducíaalacámara.Estaocupabatodalaanchuradelbarco
y tenía literas y hamacas para ciento veinte hombres. Ninguno de los veinte y pico
queestabanallísemoviódesulitera.
—Arriba, Maetsukker —dijo, en holandés, lengua que hablaba perfectamente,
ademásdelportugués,elespañolyellatín.
—Me estoy muriendo —dijo el hombrecillo de duras facciones acurrucándose
másenlalitera—.Estoyenfermo.Elescorbutosehallevadotodosmisdientes.Si
Diosnonosayuda,pereceremostodos.Anoserporvos,estaríamostodosencasa,
sanos y salvos. Yo soy un mercader, no un marinero. No formo parte de la
tripulación.Elegidaotro.AJohann,porejemplo…
Blackthorne lo arrancó de la litera y lo lanzó contra la puerta. El hombre gritó,
escupiósangreysequedócomoatontado.Unpuntapiébrutalenelcostadolosacóde
suestupor.
—Subeynotemuevasdeallíhastaquetemuerasohastaquetoquemostierra.
Elhombreabriólapuertayhuyóaterrorizado.
Blackthornesevolvióhacialosotros,ytodoslomiraronfijamente.
—¿Cómoteencuentras,Johann?
—Bastantebien,capitán.Talveznomoriré.
JohannVinckteníacuarentaytresaños,eraeljefedelosartillerosyelmásviejo
de a bordo. Era calvo y desdentado y tenía el color y casi la fortaleza de un viejo
roble.HacíaseisañosquenavegabaconBlackthorneenladesdichadabuscadelPaso
delNordeste,ylosdosseconocíanbien.
—Atuedad,lamayoríadeloshombresestánmuertos.Todoestonosllevasde
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ventaja.
(Blackthorneteníatreintayseisaños.)Vincksonriósinganas.
—Eselcoñac,capitán,ylasantavidaquehellevado.
Nadierió.Entonces,alguienseñalóunalitera.
—Capitán,elbosunhamuerto.
—¡Llevadarribaelcadáver!Lavadloycerradlelosojos.Tú,ytú,ytú.
Esta vez, los hombres saltaron en seguida de sus literas y entre todos sacaron
medioarastrasdelacámaraelcadáver.
—Tomaelrelevodelaaurora,Vinck.Tú,Ginsel,seráselvigiadeproa.
—Sí,señor.
Blackthornevolvióacubierta.
Vio que Hendrik seguía despierto y que el barco estaba en orden. El vigía
relevado, Salamon, pasó por su lado tambaleándose, más muerto que vivo, con los
ojoshinchadosyenrojecidosporelviento.Blackthornesedirigióalaotrapuertay
bajó la escalera que conducía al gran camarote de popa donde estaba el capitán
general.Supropiocamaroteestabaaestriboryeldebaborerageneralmenteocupado
porlostrespilotos.AhoralocompartíanBaccusvanNekk,jefedelosmercaderes,el
tercerpilotoHendrikyelgrumeteCroocq.Todosestabanmuyenfermos.
Entróenelcamarotegrande.Elcapitángeneral,PaulusSpillbergen,yacíamedio
inconscienteensulitera.Erabajito,colorado,normalmentemuygordoyahoramuy
flaco.Blackthornesacóunfrascodeaguadeuncajónsecretoyleayudóabeberun
poco.
—Gracias—dijodébilmenteSpillbergen—.¿Dóndeestálatierra…?¿Dóndeestá
latierra…?
—Delantedenosotros—respondióBlackthorne,ysalió.
Hacía casi exactamente un año que habían llegado a Tierra del Fuego y los
vientos eran favorables para intentar el paso por el desconocido estrecho de
Magallanes.Peroelcapitángeneralhabíaordenadoquedesembarcasenparabuscar
oroytesoros.
—¡PorCristoJesús,miradlatierra,capitángeneral!Nopuedehabertesorosen
eseerial.
—La leyenda dice que es rico en oro y podremos reclamar el terreno para la
gloriosa Holanda. Los españoles estuvieron aquí en gran número durante cincuenta
años.
—Talvez.PeroquizánollegarontantoalSur.
—Precisamente tanto al Sur se invierten las estaciones. En mayo, junio, julio y
agosto es aquí pleno invierno. El libro de ruta dice que hay que calcular bien el
tiempo para cruzar los estrechos… Los vientos cambian en unas semanas y tal vez
tendríamosquequedarnosaquítodoslosmesesdeinvierno.
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—¿Cuántassemanas,capitán?
—Ellibrodiceocho.Perolasestacionesvarían…
—Entonces, exploraremos durante un par de semanas. Esto nos dejará tiempo
sobradoysifuesenecesariopodríamosvolverhaciaelNorteysaquearunascuantas
poblacionesmás,¿eh,caballeros?
—Tenemos que seguir adelante, capitán general. Los españoles tienen pocos
barcos de guerra en el Pacífico. Aquí los hay en abundancia y nos están buscando.
Tenemosqueseguir.
Peroelcapitángeneralsehabíasalidoconlasuyaalponerelasuntoavotación
entrelosmilitares,nolosmarinos.
Losvientoshabíancambiadoprontoaquelaño,yelloshabíantenidoqueinvernar
allí,pueselcapitángeneralhabíatenidomiedodezarparhaciaelNorteacausadelos
buques españoles. Pasaron cuatro meses antes de que pudiesen levar anclas.
Entretanto,cientocincuentayseishombreshabíanmuertodehambreydedisentería
ydefrío.LasterriblestormentasdelEstrechohabíandesperdigadolaflota,ysóloel
ErasmusllegóaChileeneltiempoprevisto.Allíhabíanesperadoalosotrosdurante
unmes,hastaque,acosadosporlosespañoles,habíanzarpadohacialodesconocido.
EllibroderutasecretoterminabaenChile.
Blackthornerecorrióelpasillo,entróensucamaroteycerrólapuertapordentro.
Abrióuncajónydesenvolviólaúltimamanzanaqueguardabacuidadosamentedesde
laisladeSantaMaría,frentealascostasdeChile.Cortóunacuartaparte.Habíaunos
cuantosgusanosensuinterior.Seloscomiótambién,puessegúnunaantigualeyenda
los gusanos de las manzanas eran tan eficaces como éstas contra el escorbuto y
frotandoconelloslasencíasevitabanquesecayeranlosdientes.Despuésbebióun
pocodeaguadeunpellejo.Teníaunsaborsalobre.
Unaratasedeslizóenlasombraproyectadaporlalámparadeaceitequependía
deltecho.Corríancucarachasporelsuelo.
—Estoycansado.Muycansado.
—¡Échateadormirunahora!—dijosumitadmaligna—.Aunquesóloseandiez
minutos… Sólo has dormido unas horas en muchos días, y la mayor parte, en
cubierta.
—No,dormirémañana—dijoenvozalta.
Y abriendo el arca, sacó su libro de ruta, cogió una pluma limpia y empezó a
escribir:
21deabrilde1600.Lascinco.133díasdesdelaisladeSantaMaría,Chile,a32°
delatitudNorte.Elmarsigueencrespadoyconvientofuerteyelbarcosinnovedad.
Elmaresdeuncolorgrisverdosoopacoysinfondo.Seguimosnavegandoafavor
delvientoenuncursode270grados,virandoalnornoroeste,abuenavelocidad,unas
dos leguas, de tres millas cada una. Avistamos unos grandes escollos en forma de
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triángulo,endirecciónnordesteyaunadistanciademedialegua.
Tres hombres murieron esta noche de escorbuto: el marinero Joris, el artillero
ReissyelsegundopilotoHaan.DespuésdeencomendarsusalmasaDios,ycomoel
capitángeneralsigueenfermo,losarrojéalmarsinsudario,puesnohabíanadiepara
confeccionarlos.HoyhamuertoelbosunRijckloff.
Hoynohepodidotomarladeclinacióndelsolalmediodía,debidoalasnubes,
perocalculoqueseguimosnuestrorumboyqueprontollegaremosalJapón…
—Pero, ¿cuándo? —preguntó mirando la linterna que pendía sobre su cabeza y
oscilaba con el vaivén del barco—. ¿Cómo hacer una carta? Debe de haber una
manera.¿Cómoestablecerlalongitud?Debedehaberunamanera.¿Cómoconservar
frescaslasverduras?¿Quéeselescorbuto…?
—Dicen que es un flujo que viene del mar, muchacho —le había dicho Alban
Caradoc,queeraunhombrepanzudo,degrancorazónybarbaenmarañada.
—Pero,¿nosepuedenhervirlasverdurasyconservarelcaldo?
—Seechaaperder,muchacho.Nadiehadescubiertolamaneradeconservarlo.
—DicenqueFrancisDrakesehaceprontoalamar.
—No,nopuedesir,muchacho.
—Tengo casi catorce años. Usted dejó que Tim y Watt se enrolasen con él, y
necesitaaprendices.
—Ellostienendieciséis.Ytú,sólotrece.
—DicenqueintentarápasarporelestrechodeMagallanesyremontarálacosta
hacialaregióninexplorada,lasCalifornias,paraencontrarlosestrechosdeAnianque
unenelPacíficoconelAtlántico.DesdelasCaliforniashastaTerranovaporelPaso
delNoroeste…
—El supuesto Paso del Noroeste, muchacho. Nadie ha demostrado aún que sea
ciertaestaleyenda.
—Ellohará.Ahoraesalmiranteysubuqueserálaprimeraembarcacióninglesa
que cruce el estrecho de Magallanes, la primera en navegar por el Pacífico, la
primera…Nuncavolveréatenerunaoportunidadcomoésta.
—¡Oh,sílatendrás!YélnodescubriráelcaminosecretodeMagallanes,amenos
quepuedarobarunlibroderutaocapturarunpilotoportuguésqueleguíe.¿Cuántas
veces tengo que decirte que un marino ha de tener paciencia? Aprende a tenerla,
muchacho.Tesobratiempopara…
—¡Porfavor!
—No.
—¿Porqué?
—Porque estará ausente dos o tres años, tal vez más. Los jóvenes y los débiles
serán los que tendrán menos comida y beberán menos agua. Y de los cinco barcos
quezarparán,sólovolveráuno.Nuncasobrevivirías,muchacho.
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—Puesyosólomeenrolaréensubarco.Soyfuerte.¡Meaceptará!
—Escucha, muchacho, yo estuve con Drake en el Judith, su barco de cincuenta
toneladas,enSanJuandeUlúa,cuandonosotrosyelalmiranteHawkins,queibaen
el Minian, nos abrimos paso y salimos del puerto entre los malditos españoles.
Habíamos estado llevando esclavos de Guinea a las tierras españolas, pero no
teníamoslicenciaespañolaparaelcomercioyellosengañaronaHawkinsyatraparon
a nuestra flota. Ellos tenían trece grandes barcos y nosotros seis. Hundimos tres de
los suyos y ellos nos hundieron el Swallow, el Ángel, el Caravelle y el Jesús of
Lubeck.¡Oh,sí!Drakenossacódelatrampaynosllevóacasa.Cononcehombresa
bordo para contar la hazaña. A Hawkins le quedaron quince. De un total de
cuatrocientosochogallardosmarinos.Drakeesdespiadado,muchacho.Quieregloria
yoro,perosóloparaél,ysondemasiadoslosquehanmuertoparademostrarlo…
«Pero yo habría sobrevivido —se decía Blackthorne—. Y mi parte en el tesoro
mehabríabastadopara…»
—Rotzvooruiiiiiiit!¡Escolloalfrente!
Sintió más que oyó aquel grito. Después volvió a oír el gemebundo alarido,
mezcladoconelviento.
Salió del camarote y subió la escalera hasta el alcázar, palpitándole el corazón,
seca la garganta. Era noche cerrada y estaba lloviendo a cántaros. Sintió un alivio
momentáneo porque sabía que los depósitos de lona, confeccionados hacía muchas
semanas,sellenaríanprontohastarebosar.Abriólabocaypaladeóladulzuradela
lluviacasihorizontal.Despuésvolviólaespaldaalviento.
VioqueHendrikestabaparalizadodeterror.Maetsukker,elvigía,agazapadoen
laproa,lanzabagritosincoherentesyseñalabaalfrente.Yélmirótambiénmásallá
delbarco.
Los escollos estaban apenas a doscientas yardas delante del buque y eran como
grandesgarrasnegrasdeunmarhambriento.Lalíneadeolasespumosasseestirabaa
babor y a estribor y se rompía de un modo intermitente. El ventarrón levantaba
enormesmasasdeespumaenlanegruradelanoche.Serompióunadriza,elmástil
se estremeció pero aguantó y el mar siguió empujando inexorablemente el barco
hacialamuerte.
—¡Todosacubierta!—gritóBlackthornetocandoviolentamentelacampana.
ElruidosacóaHendrickdesuestupor.
—¡Estamosperdidos!—gritóenholandés—.¡Sálvanos,SeñorJesús!
—¡Haz que toda la tripulación suba a cubierta, bastardo! ¡Estabas durmiendo!
¡Los dos estabais durmiendo! —dijo Blackthorne empujándolo hacia la escalera,
agarrandoeltimónygirandoconfuerzaababor.
Tuvo que emplear toda su energía al morder el gobernalle la corriente. Todo el
barco se estremeció. Entonces, la proa empezó a girar con creciente velocidad al
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impulsodelvientoyprontoestuvierondecostadoaésteyalmar.Latempestadrugía
ytratabadevencerelpesodelbarcoytodaslascuerdasvibraronasuempuje.Elmar
se alzaba amenazador sobre ellos y el barco avanzaba paralelamente a los arrecifes
cuando Blackthorne vio la enorme ola. Dio un grito para avisar a los hombres que
subíanlaescalerayseagarróconfuerzaparasalvarlavida.
La ola cayó sobre el barco y éste escoró, y Blackthorne pensó que se hundían,
perolanaveseenderezóysesacudiócomounperromojadosaliendodelabismo.El
aguafluyóenlosimbornalesyBlackthornejadeó,faltodeaire.Vioqueelcadáver
delbosunhabíadesaparecidodelacubiertadondelohabíadejadoparalanzarloaldía
siguientealagua,yqueveníaotraolaaúnmásimponente.EstapillóaHendrickylo
levantó,jadeanteydebatiéndose,lanzándoloporencimadelaborda.Otraolabarrió
lacubierta.Blackthornesujetóunodesusbrazosenlaruedadeltimón,ylaolapasó.
Hendrickestabaacincuentayardasababor.Laresacaloarrastróydespués,unaola
gigantesca lo levantó sobre el barco, lo sustuvo allí un momento y, por último, lo
lanzócontraunarocayselotragó.
Elbarcocabeceabatratandodeavanzar.Cedióotradrizaylapoleaconaparejo
saltólocamenteyseenredóconelaparejo.
Vinckyotrohombrecorrieronhastaelalcázarysearrojaronsobrelaruedadel
timón para ayudar. Blackthorne vio los terribles escollos a estribor, todavía más
cerca.Habíamásrocasalfrenteyababor,perovioalgunoshuecosentreellas.
Elmarllenódeespumalacubiertaysellevóaotrohombremientrasdevolvíaal
barcoelcadáverdelbosun.Laproasaliódelaguaysehundióunavezmás.
—¡Unescollo!¡Unescolloaproa!—chillóVinck.Blackthorneyelotrohombre
hicierongirarlaruedaaestribor.Elbarcovaciló,giróychirrióalrozarlasrocassu
costado. Pero fue un golpe oblicuo y la punta de la roca se rompió. La madera del
barcoresistióyloshombresdeabordovolvieronarespirar.
Blackthorneviounhuecoentrelosarrecifesaproaydirigiólanavehaciaallá.El
vientohabíaarreciadoyelmarestabaaúnmásfurioso.Elbarcogiróimpulsadopor
una ráfaga y la rueda del timón se escapó de las manos de los hombres. Estos la
agarraron, todos a la vez, y restablecieron el rumbo, pero la nave cabeceó y bailó
comounhombreebrio.Elmarinvadiólacubiertaeirrumpióenelcastillodeproa
aplastandoaunhombrecontraelmamparo.
—¡Accionadlasbombas!—gritóBlackthorne.
La lluvia lo azotaba y volvió a cerrar los ojos a causa del dolor. La luz de la
bitácorayladepopasehabíanapagadohacíarato.Entonces,otraráfagadesvióala
navedesucurso.Elmarineroresbaló,ydenuevolaruedadeltimónseescapódesus
manos.Elhombresederrumbóaldarleunacabilladelaruedaenlacabezayquedó
tendidoenelsueloamerceddelmar.Blackthornelolevantóylosostuvohastaque
hubo pasado la gélida oleada. Entonces vio que estaba muerto y lo dejó caer en la
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silla.Laolasiguienteselollevódelalcázar.
Elhuecoentrelosarrecifesestabatrespuntosabarloventoypormuchoquese
esforzase Blackthorne no podía avanzar hacia allá. Buscó desesperadamente otro
canal,perosabíaquenohabíaninguno.Porellodejóunmomentoelbarcoamerced
del viento para que adquiriese velocidad y entonces viró de nuevo bruscamente a
barlovento.Conestoganóunpocodedistancia.
Despuéshubounaterriblesacudidaalrozarlaquillalasafiladasaristasdeunas
rocassumergidasytodoslosqueestabanabordoseimaginaronqueelcascoseabría
yloinvadíanlasaguas.Lanaveavanzabasinelmenorcontrol.
Blackthorne gritó pidiendo ayuda, pero nadie le oyó y se aferró a la rueda
luchandoélsolocontraelmar.
En la angostura del paso, el mar se convirtió en un torbellino empujado por la
tempestadyceñidoporlasrocas.Enormesolasgolpeabanlosescollos,retrocedíany
caíansobreelreciénllegado,ydespuésluchabanentresí,atacandodesdetodaslas
direccionesdelabrújula.Elbarcosesumióenlavorágine,decostadoeindefenso.
—¡Maldita tormenta! —rugió Blackthorne—. ¡Quita tus puercas garras de mi
barco!
La rueda giró de nuevo y lo despidió y la cubierta giró vertiginosamente. El
bauprés chocó con una roca y se desprendió, arrastrando una parte del aparejo y la
naveseenderezódenuevo.Elpalodetrinquetesedoblócomounarcoysepartió.
Los hombres de cubierta se lanzaron sobre el cordaje para cortarlo con sus hachas
mientraselbarcosedeslizabaporelfuriosocanal.Despuéscortaronelmástilyéste
cayó de lado llevándose a uno de los hombres enredado en las cuerdas. El hombre
gritó al sentirse atrapado, pero nada podían hacer por él. Únicamente pudieron ver
cómo el mástil y él aparecían y desaparecían junto al barco hasta perderse de vista
definitivamente.
Elestrechoseensanchómomentáneamenteyelbarcoredujosuvelocidad,pero
más allá aquél se estrechaba de nuevo, amenazador, y las rocas parecían crecer y
cernerse sobre ellos. La corriente rebotó sobre uno de los lados del estrecho
arrastrandoelbarco,poniéndolodenuevodetravésylanzándoloasudestino.
Blackthorne dejó de maldecir la tempestad, hizo girar la rueda a babor y la
mantuvoconfirmezaconlosmúsculosagarrotadosporelesfuerzo.Peronielbarco
nielmarobedecíanaltimón.
—¡Viradeunavez,rameradelinfierno!—jadeósintiendoagotarserápidamente
susfuerzas—.¡Socorro!
Lacarreradelmarseaceleróaúnmásyélsintióqueibaaestallarleelcorazón,
perosiguióluchandocontralafuriadelmar.Elbarcoestabaahoraenelcuellodel
estrecho,abandonadoasímismo,peroprecisamenteenaquelmomentolaquillarozó
un banco fangoso. El golpe enderezó el rumbo de la nave. El gobernalle mordió el
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agua.Yentonceselvientoyelmarjuntaronsuesfuerzoyempujaronlanavehacia
delante,atravésdelpasoyhaciasusalvación.Hacialabahíaqueestabamásallá.
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PRIMERAPARTE
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CapítuloI
Blackthorne se despertó de pronto. De momento, pensó que estaba soñando porque
estabaentierrayenunahabitacióninverosímil.Erapequeñaymuylimpia,cubierta
de suaves esterillas. Yacía sobre una gruesa colcha y estaba cubierto con otra. El
techoeradecedropulidoylasparedesestabanformadasporunosmarcosdecedro
entrelosqueseextendíaunpapelopacoquetamizabaagradablementelaluz.Asu
lado,habíaunabandejaescarlataconunostazonespequeños.Unodeelloscontenía
verduras cocidas y frías, que él devoró sin advertir apenas su sabor picante. Otro
conteníaunasopadepescado,queengullótambién.Otroestaballenodeunasespesas
gachasdetrigoodecebada,quedespachórápidamente.Elaguadeunacantimplora
de forma antigua estaba tibia y tenía un sabor extraño, ligeramente amargo, pero
deliciosoalpaladar.
Entoncesadvirtióelcrucifijoensuhornacina.
«Estacasaesespañolaoportuguesa—sedijo,alarmado—.¿SeráestoelJapón?
¿SeráCatay?»
Sedeslizóunpaneldelapared.Unamujerdeedadmediana,robustaydecara
redonda,estabaarrodilladajuntoalapuerta.Lehizounareverenciaysonrió.Supiel
era dorada y sus ojos negros y sesgados, y llevaba los largos cabellos negros
recogidospulcramentesobrelacabeza.Vestíaunatúnicadesedagrisyllevabaunos
calcetinescortosyblancos,deplantagruesa,yunanchocinturónpurpúreo.
—Goshujinsama,gokibunwaikagadesuka?—dijo.
Esperómientraséllamirabasincomprender.Despuésrepitiólapregunta.
—¿EsestoelJapón?—preguntóél—.¿EselJapónoCatay?
Ella lo miró, también sin entenderlo, y dijo algo que él tampoco comprendió.
Entonces se dio cuenta de que estaba desnudo. Su ropa no se veía en ningún sitio.
Valiéndose de señas, indicó su deseo de vestirse y después señaló los tazones. Ella
comprendióqueaúnestabahambriento.
Sonrió,saludóycerrólapuerta.
Éltratóderecordar.«Recuerdoqueechéelancla.ConVinck.Estábamosenuna
bahía,yelbarcohabíachocadoconunbajíoysehabíadetenido.Habíalucesenla
costa.Yoestabadenuevoenmicamarote,yallíreinabalaoscuridad.Después,hubo
también luces en la oscuridad, y voces extrañas. Yo hablé en inglés y después en
portugués. Uno de los indígenas hablaba un poco el portugués. No recuerdo si le
preguntédóndeestábamos.Entoncesdebierontraermeaquí.»
Sedurmióotravezycuandosedespertóhabíamáscomidaenlastazasdelozay
su ropa estaba a su lado en un limpio montón. La habían lavado y planchado y
remendadoconmenudasyexquisitaspuntadas.
Perosucuchillohabíadesaparecido,ytambiénsusllaves.
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«Deboconseguiruncuchilloloantesposible—pensó—.Ounapistola.»
Miróelcrucifijo.Apesardesustemores,sesintióexcitado.Todasuvidahabía
oídocontarleyendasalospilotosyalosmarinerossobrelasincreíblesriquezasdel
imperiosecretodePortugalenOriente,dondeeloroeratanbaratocomoelhierro,y
lasesmeraldas,losrubíes,losdiamantesyloszafirostanabundantescomolaarena
deunaplaya.
«Talvezesverdad—sedijo—.PerocuantoantesestéarmadoyenelErasmus,
detrásdesucañón,tantomejor.»
Comió, se vistió y se puso de pie, tambaleándose, sintiéndose fuera de su
elemento,comosiemprequeestabaentierra.Noviosusbotasenningunaparte.Se
dirigió a la puerta, oscilando ligeramente, y alargó una mano para recobrar el
equilibrio, pero los frágiles marcos de madera no pudieron aguantar su peso y se
rompieron, rasgando el papel. Se irguió. La asombrada mujer del pasillo lo miraba
fijamente.
—Lo siento —dijo, extrañamente incomodado por su torpeza—. ¿Dónde están
misbotas?
Lamujerlomiraba,inexpresiva.Armándosedepaciencia,élrepitiósupregunta
conseñasylamujercorrióporelpasillo,searrodilló,abrióotrapuertaylollamócon
unademán.Élcruzólapuertayseencontróenotrahabitación,tambiéncasidesnuda.
Esta daba a una galería, en la que unas escaleras conducían a un pequeño jardín
rodeadodeunaltomuro.Juntoaestaentradaprincipal,habíadosancianas,tresniños
vestidoscontúnicasescarlatayunviejo,sindudaunjardinero,conunrastrilloenla
mano.Todosseinclinarongravementeymantuvieronbajaslascabezas.
—Buenosdías—fuetodoloqueseleocurriódecirles.
Losotrospermanecieroninmóviles,inclinados.
Él los miró, confuso, y correspondió torpemente a su reverencia. Entonces, se
irguierontodosylesonrieron.Elviejosaludóunavezmásyvolvióasutrabajoenel
jardín. Los niños lo miraron fijamente, rieron y echaron a correr. Las viejas
desaparecieron en las profundidades de la casa. Pero él sintió que lo estaban
observando.
Viosusbotasalpiedelaescalera.Peroantesdequepudiesecogerlas,lamujerde
edadmedianasearrodillóenelsueloyleayudóaponérselas.
—Gracias —dijo él. Pensó un momento y después se señaló a sí mismo—.
Blackthorne—dijopausadamente—.Blackthorne.—Despuésleapuntóconeldedo.
—¿Cómotellamas?
Ellafruncióelceñoy,comprendiendodepronto,seseñalóydijo:
—¡Onna!¡Onna!
—Onna—repitióél,sintiéndosetanorgullosocomoella—.Onna.
El jardín era distinto de todos los que había visto hasta entonces: una pequeña
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cascada, un riachuelo, un puente diminuto y unos senderos enarenados y piedras y
floresyarbustos.Ytodomuylimpio,muypulcro…
—¡Increíble!—dijo.
—¿Nkerriber?—repitióella,consolicitud.
—Nada—dijoél.
Ycomonosabíaquéhacer,ladespidióconungesto.
Ella,sumisa,hizounareverenciaysemarchó.
Blackthornesesentóalsol,apoyándoseenunposte.«Mepreguntodóndeestarán
losotros—pensó—.¿Estarávivoelcapitángeneral?¿Cuántosdíashedormido?»
Por encima del muro podía ver los tejados de otras casas y a lo lejos unas
montañas altas. Un viento fresco barría el cielo y empujaba los cúmulos. Volaban
abejas en busca del néctar en el espléndido día primaveral. Su cuerpo le pedía más
sueño,peroélselevantóysedirigióalapuertadeljardín.Eljardinerolesonrió,se
inclinóycorrióaabrirlapuerta,yvolvióainclinarseyacerrarla.
El pueblo se hallaba emplazado alrededor del puerto, mirando hacia el Este.
Habíatalvezdoscientascasas,completamentedistintasdetodaslasquehubieravisto
hastaentonces,acurrucadasalpiedelamontañaquedescendíahastalacosta.Más
arriba,habíaunoscamposformandoterrazasycaminosdetierraendirecciónnortey
sur.Elmuelleestabaempedradoyhabíaunarampadepiedraqueseadentrabaenel
mar. Un puerto bueno y seguro y un malecón de piedra, y hombres y mujeres que
limpiaban pescado y componían redes, y otros que construían una embarcación de
singulardiseño,enelladonorte.Habíavariasislasmaradentro,haciaelEsteyhacia
elSur.Losarrecifesdebíanestarallíodetrásdelhorizonte.
Enelpuertohabíaotrasembarcacionesextrañas,depescaensumayoría,algunas
conunasolavelagrande.YelErasmusestababienanclado,acincuentayardasdela
orilla, en buenas aguas y amarrado con tres cables. ¿Quién lo habría hecho? Había
unosbotesjuntoalbarcoypudoverunosindígenasabordo.Peronovioaninguno
desushombres.¿Dóndepodíanestar?
Miróasualrededoryvioquemuchosloestabanobservando.Cuandosedieron
cuenta de que se fijaba en ellos, se inclinaron respetuosamente, y él, todavía
incómodo, correspondió a su saludo. Después parecieron olvidarse de él, pero al
dirigirse a la orilla sintió que muchos ojos lo observaban desde las ventanas y las
puertas.
«¿Quétienenensuaspectoqueresultatanextraño?—sepreguntó—.Noessólo
por sus trajes o su comportamiento. Es que… no llevan armas. ¡Ni espadas ni
pistolas!¿Porquéserá?.»
Lacallejuelaestabaflanqueadadetiendasabiertas,llenasdeartículosextraños.El
suelo de las tiendas estaba levantado, y los compradores y los vendedores estaban
arrodilladosoencuclillasenelsuelolimpio.Vioquelamayoríallevabanchinelaso
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sandaliasdejunco,peroquelasdejabanfuera,enlacalle.Ylosqueibandescalzos,
selimpiabanlospiesylosintroducíanensandaliaslimpiaspreparadasparaellosen
elinterior.
Entonces vio que se acercaba un tonsurado, y un estremecimiento de miedo le
subió desde los testículos hasta el estómago. El sacerdote era sin duda español o
portugués y, aunque su flotante vestidura era de color naranja, resultaban
inconfundibles el rosario y el crucifijo que pendían de su cinto, así como la fría
hostilidaddesusemblante.Suropaestabamanchadadepolvo,ysusbotasdeestilo
europeo, llenas de barro. Contemplaba el puerto y el Erasmus, y Blackthorne
comprendióquenodejaríadereconocerlocomoholandésoinglés.Elsacerdoteiba
acompañado de diez indígenas de cabellos y ojos negros, uno de los cuales vestía
como él, aunque calzaba unas chinelas de cuero. Los otros llevaban túnicas
variopintasocalzonesanchos,ounossimplestaparrabos.Peroningunodeellosiba
armado.
—¿Quiénesusted?—preguntóenportuguéselcura,queeraunhombrerobusto,
moreno,bienalimentado,deunosveinticincoañosyprovistodeunalargabarba.
—Yusted,¿quiénes?—replicóBlackthornemirándolofijamente.
—Eresuncorsarioholandés.Unholandéshereje.¡Soisunospiratas!¡QueDios
seapiadedevosotros!
—Nosomospiratas.Somospacíficosmercaderes,salvoparanuestrosenemigos.
Yosoyelcapitándeaquelbarco.¿Quiénesusted?
—ElpadreSebastião.¿Cómollegasteisaquí?¿Cómo?
—Nosarrastróeltemporal.¿Dóndeestamos?¿EsestoelJapón?
—Sí,elJapón—dijoelcuraconimpaciencia.
Se volvió a uno de sus hombres, más viejo que los otros, bajito y delgado, de
fuertes brazos y manos callosas, de cabeza rapada, salvo un mechón de cabellos
recogidoenunafinacoletatangriscomosuscejas.Lehablóconvozentrecortada,en
japonés,señalandoaBlackthorne.Todosellosparecieronimpresionadosyunohizo
laseñaldelacruz.
—Losholandesessonrebeldes,herejes,piratas.¿Cómoosllamáis?
—¿Esestounacoloniaportuguesa?
Elsacerdoteteníalosojosdurosyenrojecidos.
—El jefe del pueblo dice que ha informado a las autoridades. Ahora pagaréis
vuestrospecados.¿Dóndeestáelrestodelatripulación?
—Nolosé.Abordo.Supongoqueabordo.
El cura interrogó de nuevo al jefe, el cual respondió y señaló al otro lado del
pueblo.ElcurasevolvióaBlackthorne.
—Aquí, los criminales son crucificados, capitán. El daimío viene ya con sus
samurais.¡QueDiosseapiadedeusted!
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—¿Quéesundaimío?
—Unseñorfeudal.Eldueñodetodaestaprovincia.¿Cómollegasteisaquí?
—Noreconozcovuestroacento—dijoBlackthornetratandodeminarsuaplomo
—,¿Soisespañol?
—Soyportugués—rugióelsacerdotemordiendoelanzuelo—.Yaoslohedicho.
SoyelpadreSebastião,dePortugal.¿Dóndeaprendisteistanbienelportugués?
—Pero Portugal y España son ahora un mismo país —repuso Blackthorne con
ironía—.Tenéiselmismorey.
—Somos países separados. Somos pueblos diferentes. Lo hemos sido siempre.
Nosotros tenemos nuestra bandera. Y nuestras posesiones de ultramar son distintas,
sí,distintas.ElreyFelipeasíloconfesócuandoseapoderódemipaís.
ElpadreSebastiãodominósuirahaciendounesfuerzo.
—Seapoderódemipaísporlafuerzadelasarmashaceveinteaños.Sussoldados
y aquel diabólico tirano español, el duque de Alba, aplastaron a nuestro verdadero
rey. ¡Qué va! Ahora gobierna el hijo de Felipe, pero tampoco es nuestro verdadero
rey.Peroprontovolveremosatenerlo.
Yañadió,conmalignidad:
—Vossabéisqueéstaeslaverdad.EldiabólicoAlbahizoamipaíslomismoque
hizoalvuestro.
—Esto es mentira. Alba fue una plaga para los Países Bajos, pero nunca los
conquistó.Todavíasonlibres.Yloseránsiempre.Encambio,enPortugal,derrotóa
un pequeño ejército y todo el país se rindió. No tenéis valor. Sólo lo tenéis para
quemarainocentesennombredeDios.
—MiDiososharáarderenelinfiernoportodalaeternidad—rugióelsacerdote
—. Satanás será vencido. Los herejes seréis borrados de la faz de la tierra. ¡Estáis
malditosanteDios!
Apesarsuyo,Blackthornesintióqueelterrorreligiosoempezabaaapoderarsede
él.
—LossacerdotesnooyencomoDiosnihablanconSuvoz.¡Noshemosliberado
devuestroyugoyseguiremoslibresdeél!Ahoratenemosnuestraspropiasescuelas,
nuestros propios libros, nuestra propia Biblia, nuestra propia Iglesia. Todos los
españoles sois iguales. ¡Escoria! Y todos los monjes sois iguales. ¡Adoradores de
ídolos!
El sacerdote levantó el crucifijo y lo sostuvo entre él y Blackthorne como un
escudo.
—¡Oh,Dios,protégenosdeestemal!Yonosoyespañol.Soyportugués.Ynosoy
unmonje.SoyunhermanodelaCompañíadeJesús.
—¡Ah,ya!¡Unjesuita!
—Sí.¡QueDiosseapiadedevuestraalma!
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El padre Sebastião dijo algo en inglés y los hombres se arrojaron sobre
Blackthorne.Esteseapoyóenlaparedypropinóunrudogolpeaunodeellos,pero
losotrosseleecharonencimaysintióqueseahogaba.
—¿Nanigotoda?
Eltumultocesódepronto.
El joven estaba a diez pasos de distancia. Llevaba calzones y chinelas y un
quimono ligero, y dos sables envainados atados del cinturón. Uno de éstos tenía la
formadeunadaga.Elotroeraunaespadaparadosmanos,largayligeramentecurva.
Precisamenteapoyabaunamanoenlaempuñaduradeésta.
—¿Nanigotoda?—repitióconvozdura.Yalnorecibirunarespuestainmediata:
—¿NANIGOTODA?
Los japoneses cayeron de rodillas, tocando el suelo con la frente. Sólo el
sacerdotepermaneciódepie.Saludóyempezóaexplicarseentonovacilante,peroel
hombreleinterrumpiódespectivamenteyseñalóaljefe.
—¡Mura!
Mura,eljefeindígena,mantuvoinclinadalacabezayhablórápidamente.Señaló
varias veces a Blackthorne, una al barco y dos al sacerdote. Ahora no se veía
movimiento en la calle. Todas las personas visibles estaban arrodilladas y con la
cabeza baja. Cuando el hombre hubo terminado, el guerrero le interrogó con
arroganciaunosmomentosyrecibióunarápidayrespetuosacontestación.Entonces,
el soldado dijo algo al jefecillo y señaló con despectivo ademán al cura y a
Blackthorneyelhombredecabellosgrisesloexplicómássencillamentealcura,que
enrojeciódepronto.
El soldado, que era un palmo más bajo y mucho más joven que Blackthorne y
teníaelbellosemblanteligeramentepicadodeviruela,mirófijamentealextranjero.
—¿Onushi ittai doko kara kitanoda? ¿Doko no kuni no monada? El sacerdote
dijo,muynervioso:
—KasigiOmi-sanpreguntadedóndevenísycuálesvuestranacionalidad.
—¿Es el señor Omi-san el daimío? —preguntó Blackthorne, temeroso de los
sablesapesarsuyo.
—No.Esunsamurai.Elsamuraiencargadodelpueblo.SeapellidaKasigiysu
nombreesOmi.Aquíponensiempreelapellido.«San»significa«honorable»,yse
añadeatodoslosnombresporcortesía.Osconvienesercortés…yaprendermodales.
Notoleranladescortesía.—Suvozsehizocortante—¡Contestaddeprisa!
—VengodeAmsterdamysoyinglés.
El padre Sebastião inició una explicación, pero Omi lo interrumpió y soltó un
chorrodepalabras.
—Omi-san pregunta si sois el jefe. Sabemos que sólo han sobrevivido unos
cuantosherejesyquelamayoríaestánenfermos.¿Nohayuncapitángeneral?
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—Yosoyeljefe—respondióBlackthorne,aunqueenrealidad,estandoentierra,
quienmandabaeraelcapitángeneral.
Otrochorrodepalabrasporpartedelsamurai.
—Omi-san dice que ya que sois el jefe, podéis andar libremente por el pueblo
hasta que venga su señor. Su señor, el daimio, decidirá vuestro destino. Hasta
entonces,podréisvivircomoinvitadoenlacasadeljefedelpueblo.Peronopodéis
salirfueradeéste.Vuestrostripulantesestánconfinadosensucasa.
—¿Dónde?
ElpadreSebastiãoseñalóvagamenteungrupodecasasjuntoaunembarcadero.
—¿Wakarimasu ka? —dijo Omi directamente a Blackthorne. —Pregunta si lo
habéiscomprendido.
—¿Cómosedice«sí»enjaponés?
ElpadreSebastiãodijoalsamurai:
—Wakarimasu.
Omi les despidió desdeñosamente con un ademán. Todos se inclinaron
profundamente.Salvounhombrequeselevantódespacio,sinhacerlareverencia.
Concegadorarapidez,elsabledescribióunarcosibilante,ylacabezadelhombre
se desprendió de los hombros y un chorro de sangre se esparció en el suelo.
Involuntariamente,elsacerdotediounpasoatrás.Nadiemásmovióunsolomúsculo.
Las cabezas permanecieron bajas e inmóviles. Blackthorne estaba rígido,
impresionado.
Omipusotranquilamenteunpiesobreelcadáver.
—¡Ikinasai!—dijodespidiendoatodosconungesto.
Los hombres que estaban delante de él se inclinaron de nuevo hasta el suelo.
Después, se levantaron y se alejaron, impasibles. La calle empezó a vaciarse. Y
tambiénlastiendas.
ElpadreSebastiãomiróelcadáver.Gravemente,hizolaseñaldelacruzsobreél
y dijo: «In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.» Y miró al samurai, ahora sin
miedo.
—¡Ikinasai!
Después de un largo momento, el sacerdote dio media vuelta y se alejó. Con
dignidad.OmiloobservófijamenteydespuésmiróaBlackthorne.Esteretrocedióy
cuando se encontró a una distancia segura, dobló rápidamente una esquina y
desapareció.
Omiempezóareíracarcajadas.Lacalleestabaahoradesierta.Cuandoacabóde
reír, asió el sable con ambas manos y empezó a despedazar metódicamente el
cadáver,entrozosmenudos.
Blackthorne estaba en una barquichuela cuyo barquero remaba dichoso en
direcciónalErasmus.Nolehabíacostadonadaconseguirelbote,yahorapodíaver
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hombresenelpuente.Todoseransamurais.Algunosllevabancorazasdeacero,pero
la mayoría vestían sencillos quimonos y todos iban armados con los dos sables.
Llevabanrapadalapartealtadelcráneoyrecogidosloscabellosdelanucaydelos
lados en una coleta enroscada y sujetada sobre la coronilla. Un peinado que sólo
estabaautorizado—yeraobligatoria—paralossamurais.
Sumamenteinquieto,Blackthornesubiólaescalerillayseplantóencubierta.Uno
de los samurais, más ricamente vestido que los otros, se acercó a él y le hizo una
reverencia. Blackthorne había aprendido bien la lección y le devolvió el saludo, y
todoslosdemásleimitaron.Sedirigióalaescalerainteriorysedetuvoenseco.Una
anchacintadesedarojahabíasidofijadasobrelapuerta,asícomounpequeñorótulo
llenodecaracteresextraños.Vaciló,sedirigióaotrapuertaylaencontróigualmente
cerradaysellada.
Alargólamanoparaarrancarlacinta.
—¡Hotté oké! —dijo el samurai de guardia moviendo la cabeza y dejando de
sonreír.
—Estebarcoesmío,yquiero…
Blackthorne reprimió su ansiedad mirando los sables. «Tengo que ir abajo —
pensó—.Tengoquerecuperarloslibrosderuta,elmíoyelsecreto.¡Diosmío!Silos
encuentranylosdanaloscurasoalasautoridadesjaponesas,estamosperdidos.Con
estaprueba,cualquiertribunaldelmundo,salvoInglaterrayHolanda,noscondenaría
comopiratas.Enmilibroconstanfechas,lugaresycantidaddebotínconquistado,el
número de muertos causados en tres desembarcos en América y uno en el África
española,elnúmerodeiglesiassaqueadasylaspoblacionesylosbarcosincendiados.
Encuantoallibroderutaportugués,seríanuestrasentenciademuerte,pues,desde
luego,fuerobado.»
—¿Nannoyoda?—dijounodelossamurais.
—¿Habláis portugués? —preguntó Blackthorne en este idioma. El hombre se
encogiódehombros.
—Wakarimasen.
Otroseacercóyhablórespetuosamentealjefe,elcualmoviólacabezaenseñal
deasentimiento.
—Portugeezuamigo—dijoelsamuraiabriendounpocosuquimonoymostrando
un pequeño crucifijo que pendía de su cuello—. ¡Cristan! ¡Cristan! —Señaló a
Blackthorne.—¿Cristanka?
Blackthornevacilóydespuésasintióconlacabeza.
—Cristiano.
—¿Portugeezu?
—Inglés.
Elhombrehablóconeljefeyambosseencogierondehombros.
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—Misamigos.¿Dónde?—preguntóBlackthorne.
Elsamuraiseñalóelextremoorientaldelpuebloydijo:
—Amigos.
—Estebarcoesmíoyquieroirabajo—dijoBlackthornedevariasmanerasycon
unosademanesqueelloscomprendieron.
—¡Ah,sodesu!Kinjiru—dijeronenfáticamenteseñalandoelletrero.
Estaba claro que no podía ir abajo. Pensó, irritado, que Kinjiru debía significar
«prohibido». Bueno, ¡al diablo con ello! Asió el tirador de la puerta y empezó a
abrirla.
—¡KINJIRU!
Loempujaron,haciéndoledarmediavueltayenfrentándoloconlossamurais.Los
dos hombres habían desenvainado a medias sus sables y esperaban inmóviles que
tomaseunadecisión.Losdemásobservabanimpasibles.
Blackthornecomprendióquenoteníamásremedioqueobedeceryseencogióde
hombros.Sedirigióalaescalerillaparasalirdelbarco,perosedetuvoensecoalver
quetodoslemirabanconmalevolencia.Entoncesleshizounacortésreverencia,yal
puntocesólahostilidadytodosseinclinaronasuvezylesonrieron.
—Creoqueestáisenunerror,capitán—dijoVinck—.Sipodéisconesabazofiaa
laquellamancomida,ésteeselmejorlugardondehayaestadojamás.Hetenidodos
mujeresentresdías.
—Esverdad.Peronosepuedehacernadasincomercarneybebercoñac—dijo
Maetsukker—. Esos bastardos amarillos no quieren comprender que necesitamos
carneycervezaypan.Ycoñacovino.
—Estoeslopeor.Diosmío,mireinoporungrog—dijoBaccusvanNekk,lleno
detristeza,acercándoseaBlackthorneymirándolofijamente.
Eramuycortodevistayhabíaperdidolasgafasdurantelatormenta.Erajefede
losmercaderes,tesoreroyrepresentantedela«CompañíaHolandesa»delasIndias
Orientalesquehabíapuestoeldineroparaelviaje.
—Estamosentierrasanosysalvosytodavíanoheechadountrago.Niunagota.
¡Terrible!¿Habéisbebidoalgo,capitán?
—No.
ABlackthorneledisgustabatenergentecerca,peroBaccuseraunamigoyestaba
casiciego.Porconsiguiente,noseapartó.
—Nohebebidomásqueaguacalienteconhierbas.
—Nosabenloqueesungrog.Sólosepuedebeberaguacalienteconhierbas…
¿Ysinohubiesealcoholentodoelpaís?¿Queréishacermeungranfavor,capitán?
Pedidunpocodelicor.
Blackthorne había encontrado la casa que les habían destinado en el extremo
orientaldelpueblo.Losguardiaslohabíandejadopasar,perosushombreslehabían
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confirmado que no podían cruzar la puerta del jardín. La casa tenía muchas
habitaciones,comolasuya,peroeramásgrandeyhabíaenellamuchoscriadosde
todaslasedades,hombresymujeres.
Once de sus hombres seguían con vida. Los japoneses se habían llevado los
muertos. Las abundantes raciones de verduras frescas habían empezado a curar el
escorbutoytodos,menosdos,estabansanandorápidamente.Vinckhabíasangradoa
estos dos, pero sin resultado. Sin duda morirían al anochecer. El capitán general
estabaenotrahabitaciónyseguíamuyenfermo.
Sonk,elcocinero,hombrebajitoyrobusto,dijoriendo:
—ComodiceJohann,aquíseestábien,capitán,salvoporlacomidaylafaltade
licor.Ylosindígenassonamables,contaldequenollevemosbotasdentrodecasa.
—Escuchad—dijoBlackthorne—.Hayuncuraenelpueblo.Unjesuita.
Yelentusiasmodeloshombressedesvaneciócuandolescontósuencuentrocon
elsacerdoteylasubsiguientedecapitación.
—¿Porquélecortólacabeza,capitán?
—Nolosé.
—Serámejorquevolvamosabordo.Silospapistasnospillanentierra…
—Estamos en manos de Dios —dijo Jan Roper, uno de los mercaderes
aventureros,joven,deojospequeños,altafrenteynarizafilada—.Élnoslibraráde
lossiervosdeSatán.
VinckmiróaBlackthorne.
—Pero,¿ylosportugueses,capitán?¿Habéisvistoalgunoporahí?
—No.Nohayrastrosdeellosenelpueblo.
—Pero acudirán como moscas en cuanto sepan que estamos aquí —dijo
Maetsukker,yelgrumeteCroocqlanzóungemido.
—Sí.Ysihayuncura,tienequehaberotros—dijoGinsellamiéndoselossecos
labios—.Ysusmalditosconquistadoresnuncaandanlejos.
—Esverdad—dijoVinck,inquieto—.Soncomolospiojos.
—Pero,¿estamosenelJapón,capitán?—preguntóVanNekk—.¿Oslodijoél?
—Sí.¿Porqué?
VanNekkseacercóaélybajólavoz.
—Siaquíhaycurasyalgunosdelosindígenassoncatólicos,quizásestambién
verdadlootro…lodelasriquezas,eloro,laplataylaspiedraspreciosas.¿Habéis
vistoalgo,capitán?¿Llevanoroojoyaslosindígenas?
—No —repuso Blackthorne pensando un momento—. No recuerdo haber visto
nadadeeso.Nicollares,nipiedras,nibrazaletes.Yahoraescuchad,puestengoque
decirosalgomás.FuiabordodelErasmus,peroelbarcoestásellado.
Lescontóloocurridoyaumentólaansiedadgeneral.
—¡Jesús!Sinopodemosirabordoyhaycurasypapistasentierra…Tenemos
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quesalirdeaquí.—LavozdeMaetsukkerempezóatemblar.—¿Quévamosahacer,
capitán?¡Nosquemaránvivos!
Blackthornedijo:
—EnvistadecómotratóalcuraelsamuraiOmi-san,estoysegurodequeloodia.
Buena cosa, ¿no? Lo que quisiera saber es por qué no llevaba el cura su hábito
acostumbrado.¿Porquéesaropadecolornaranja?Nolohabíavistonunca.
—Escurioso—dijoVanNekk.Blackthornelomiró.
—Talveznotienenmuchafuerzaaquí—dijo—.Estonosayudaríamucho.
—¿Quévamosahacer,capitán?—preguntóGinsel.
—Tenerpacienciayesperarquevengaeljefe,eldaimío.Élnosdejarámarchar.
¿Porquénohabríadehacerlo?Noleshemosperjudicadoennada.Tenemosartículos
paracomerciar.Nosomospiratas.Notenemosnadaquetemer.
—¿Qué ocurrirá si el daimío es papista? —preguntó Jan Roper. Nadie le
respondió.ÚnicamenteGinseldijo:
—Esehombredelsable,capitán,¿dijisteisquehabíadespedazadoalotrodespués
decortarlelacabeza?
—Sí.
—¡Dios mío! ¡Son bárbaros! ¡Lunáticos! —exclamó Ginsel, un joven alto y
guapo,debrazoscortosypiernasmuyarqueadas,yaquienelescorbutohabíadejado
sindientes—.Ycuandolehubocortadolacabeza,¿semarcharonlosotrossindecir
nada?
—Sí.
—¡PorCristoJesús!Unhombredesarmado,asesinadodeestemodo.¿Porquélo
hizo?¿Porquélomató?
—Nolosé,Ginsel.Peronuncahabíavistotantarapidez.Desenvainóelsableyen
elactorodólacabezaporelsuelo.
—¡QueDiosnosproteja!¿Cuántossamuraishabíaabordo,capitán?
—Veintidós.Perohabíamásentierra.
—La ira de Dios caerá sobre los paganos y los pecadores que arderán en el
infiernoportodalaeternidad—dijoJanRoper.
—Quisiera estar seguro de esto —dijo Blackthorne sintiendo que el miedo a la
venganza de Dios flotaba en el ambiente. Estaba muy cansado y tenía ganas de
dormir.
—Podéisestarseguro,capitán,comoloestoyyo.Rezoparaquevuestrosojosse
abranalaverdaddeDios.Paraqueosdeiscuentadequenosotros…loquequedade
nosotros…sóloestamosaquíporvuestraculpa.
—¿Qué?—dijoBlackthorneconuntonoamenazador.
—¿PorquépersuadisteisalcapitángeneraldebuscarelJapón?Estonofiguraba
en nuestras órdenes. Teníamos que saquear el Nuevo Mundo, llevar la guerra a la
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panzadelenemigoydespuésvolveracasa.
—Había barcos españoles al norte y al sur de donde estábamos y no podíamos
huir en otra dirección. ¿Has perdido la memoria además del juicio? Teníamos que
navegarhaciaelOeste.Eranuestraúnicaoportunidad.
—Yonovibarcosenemigos,capitán.Nadielosvio.
—Vamos,Jan—dijoVanNekk,convozcansada—.Elcapitánhizoloquecreyó
mejor.Y,desdeluego,allíhabíaespañoles.
—Sí, es verdad, y estábamos a mil leguas de nuestros amigos y en aguas
enemigas—dijoVinck,yescupió—.EstaeslaverdadcomohayDios.Ytambiénlo
esquepusimoselasuntoavotación.Todosdijimosquesí.
—Yo,no.
—Amí,nadiemelopreguntó—dijoSonk.
—¡Oh,porCristoJesús!
—Cálmate,Johann—dijoVanNekktratandodealiviarlatensión—.¿Recuerdas
la leyenda? Seremos ricos si conservamos la serenidad. Tenemos artículos de
comercio y aquí hay oro…, tiene que haberlo. ¿Dónde podíamos vender nuestro
cargamento?EnelNuevoMundono,porquenosperseguíanlosespañoles.Teníamos
que salir de Chile y sólo podíamos escapar por el Estrecho. Era nuestra única
oportunidad.AhoraestamosenlaIsladelasEspecias.Yahabéisoídohablardelas
riquezasdelJapónydeCatay.¿Porquénosenrolamos?Seremosricos,yaloveréis.
—Somoshombresmuertos,comotodoslosdemás.EstamosenlatierradeSatán.
—¡Cierra el pico, Roper! —dijo Vinck ásperamente—. El capitán no tiene la
culpadequeotrosmuriesen.Siempremueregenteenestosviajes.
LosojosdeJanRoperechabanchispasysuspupilasestabancontraídas.
—Sí,queDioslestengaensuseno.Mihermanoeraunodeellos.
Blackthorne miró los ojos del fanático y odió a Jan Roper. Pero se peguntó en
secretosirealmentehabíanavegadohaciaelOesteparaevitarlosbarcosenemigoso
silohabíahechoparaserelprimercapitáninglésquecruzaraelEstrechoynavegase
enaquelladirecciónparadarlavueltaalmundo.
—¡Cállatedeunavez!—dijocontonosuave,peroautoritario.JanRoperlomiró
fijamente,hoscoyheladoelsemblante,peroguardósilencio.
—¿Quéharemosahora,capitán?
—Esperaryprepararnos.Sujefenotardaráenllegaryentoncessearreglarátodo.
Vinckcontemplabaeljardínyalsamuraiquepermanecíasentadoinmóvilsobre
lostalones,juntoalapuerta.
—Fijaos en ese bastardo. Hace horas que está ahí, sin moverse, sin hablar, sin
rascarsesiquieralanariz.
—Nonoshamolestado,Johann.Enabsoluto—dijoVanNekk.
—Estásolo,capitán.Ynosotrossomosdiez—opinóGinsel,envozbaja.
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—Yahepensadoenesto.Peronoestamospreparados.Elescorbutotardaráuna
semanaendesaparecer—respondióBlackthorne,inquieto—,Yhaydemasiadagente
enelbarco.Noquisieraenfrentarmeconunosolodeellos,sinllevarunaespadao
unapistola.¿Osvigilanporlanoche?
—Sí.Cambianlaguardiatresocuatroveces.¿Havistoalguienaalgúncentinela
dormido?—preguntóVanNekk.
Todosnegaronconlacabeza.
—Podríamosestarabordoestanoche—dijoJanRoper—.ConlaayudadeDios,
venceríamosalospaganosynosapoderaríamosdelbarco.
—¡Destápatelosoídos!¿Nohasescuchadoloqueacabadedecirelcapitán?—
dijoVinckescupiendocondisgusto.
—Biendicho—tercióPieterzoon,unartillero—.¡DejaenpazalviejoVinck!
LoslabiosdeJanRopersefruncieronaúnmás.
—Cuidadetualma,JohannVinck.Ytúdelatuya,HansPieterzoon.ElDíadel
Juicioseacerca—dijosentándoseenlagalería.
VanNekkrompióelsilencio:
—Todoterminarábien,yaloveréis.
—Roper tiene razón. La codicia nos ha empujado hasta aquí —dijo el grumete
Croocq—.EsuncastigodeDios.
—¡Cállate!
Elmuchachodiounrespingo.
—Sí,capitán.Losiento,pero…
MaximilianCroocqeraelmásjovendetodos,sóloteníadieciséisaños,ysehabía
enrolado para este viaje porque su padre era capitán de uno de los barcos y todos
querían hacer fortuna. Pero había visto morir de mala manera a su padre, cuando
habían saqueado la ciudad española de Santa Magdalena, en la Argentina. El botín
había sido bueno. Él había visto lo que era un saqueo y había participado en él,
atraídoporelolordelasangreylamatanza,ysehabíaodiadoporello.Mástarde,
habíavistomoriraotrosamigos,ydeloscincobarcosnoquedabamásqueuno,y
ahorateníalaimpresióndesereltripulantemásviejo.—Perdón.Ospidodisculpas.
—¿Cuántotiempohacequeestamosentierra,Baccus?—preguntóBlackthorne.
—Hoy es el tercer día —dijo Van Nekk—. No recuerdo claramente la llegada,
perocuandomedespertéelbarcoestaballenodesalvajes.Muycortesesybastante
amables.Nosdieroncomidayagua.Sellevaronalosmuertosyecharonlasanclas.
Cuando nos llevaron a tierra, les pedimos que os dejasen con nosotros, pero se
negaron. Uno de ellos hablaba un poco el portugués. Dijo que no debíamos
preocuparnosporvos,puesestaríaisbienatendido.Despuésnostrajoaquíydijoque
tendríamos que esperar a que llegase su capitán. ¿Qué sucederá cuando llegue el
daimío?
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—¿Tienealguienuncuchilloounapistola?
—No—dijoVanNekkrascándosedistraídamentelacabezallenadepiojos—.Se
llevaron nuestra ropa para lavarla y se guardaron las armas. También se guardaron
misllaves.
—Estonodebepreocuparnos.Todoestácerradoabordo.
—Nomegustaquemehayanquitadolasllaves.Meponenervioso.¡Malditasea!
Loquedaríaahoraporunacopadecoñac…oporunacerveza.
—¡Jesús!Elsamirílocortóenpedazos,¿eh?—murmuróSonk,comohablando
consigomismo.
—PorelamordeDios,cierraelpico—replicóGinsel—.Sedicesamurai.
—Confío en que el cura no venga aquí —dijo Vinck. —Estamos a salvo en las
manos del Señor —intervino Van Nekk tratando de mostrarse confiado—. Cuando
llegue el daimío nos soltarán. Recobraremos el barco y los cañones. Ya lo veréis.
VenderemostodalamercancíayregresaremosaHolanda,ricosysanos,despuésde
dar la vuelta al mundo. Los primeros holandeses que habremos dado la vuelta al
mundo.Quesevayanalinfiernoloscatólicos,yseacabólacuestión.
—No, no se acabó —dijo Vinck—. Los papistas me dan escalofríos. No puedo
evitarlo.Ellos,ylosconquistadores.¿Creéisquehabrámuchosporaquí,capitán?
—Nolosé.¡Creoquesí!Ojalátuviésemosaquíatodanuestraflota.
—¡Pobresbastardos!—dijoVinck—.Almenos,nosotrosestamosvivos.
—Con los papistas aquí, y con todos esos paganos iracundos, no daría un
maravedípornuestrasvidas.
—¡MalditoseaeldíaenquepartídeHolanda!—dijoPieterzoon—¡Malditossean
todosloslicores!Sinohubieseestadoborrachocomounacuba,mehabríaquedado
enAmsterdamconmimujer.
—Maldicetodoloquequieras,Pieterzoon,menosellicor.¡Eslasaviadelavida!
Más tarde, los servidores volvieron a traerles comida. Lo de siempre: verduras
cocidas y crudas con un poco de vinagre, sopa de pescado y gachas de trigo o de
cebada. Todos rechazaron los pedacitos de pescado crudo y pidieron carne y licor.
Pero no los comprendieron. Cuando iba a ponerse el sol, Blackthorne se marchó.
Estaba cansado de su miedo, de sus odios y de sus obscenidades. Les dijo que
volveríadespuésdelamanecer.
Habíamuchomovimientoenlastiendasdelascallejas.Encontrósupropiacalley
la puerta de su casa. Habían lavado las manchas del suelo y se habían llevado el
cadáver.«Casipareceunsueño»,pensó.Lapuertadeljardínseabrióantesdequela
tocase.
Elviejojardinero,entaparraboapesardequeelvientohabíarefrescadounpoco,
seinclinó,ceremonioso.
—Konbanwa.
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—Hola—dijoBlackthornesinpensarlo.
Subió la escalera y se detuvo al acordarse de las botas. Se las quitó y entró
descalzo en la galería y en la casa. Llegó a un pasillo, pero no pudo encontrar su
habitación.
—¡Onna!—gritó.Aparecióunaanciana.
—¿Hai?
—¿DóndeestáOnna?
Laviejafruncióelceñoyseseñalóasímisma.
—¡Oh, por el amor de Dios! —dijo Blackthorne, irritado—. ¿Dónde está mi
habitación?¿DóndeestáOnna?
Abrió otra puerta corredera. Cuatro japoneses estaban sentados en el suelo,
alrededordeunamesabaja,comiendo.Reconocióaunodeelloscomoelhombrede
cabellos grises que era el jefe del pueblo y había estado con el cura. Todos se
inclinaron.
—¡Oh,disculpen!—dijo,ycerrólapuerta—.¡Onna!—gritó.
La vieja dudó un momento y le hizo una seña. Él la siguió a otro pasillo. Ella
abrió una puerta. Reconoció su habitación por el crucifijo. Las colchas habían sido
cuidadosamentepreparadas.
—Gracias—dijo,aliviado—.Yahora,busqueaOnna.
Lamujersealejó.Blackthornesesentó.Ledolíaelcuerpoylacabeza.Almenos
podíahaberunasilla.¿Dóndediabloslasguardaban?Volvióaoírseruidodepasosy
entraron tres mujeres: la vieja, una jovencita de cara redonda y la dama de edad
madura.
Laviejaseñalóalaniña,queparecíaunpocoasustada.
—Onna.
—No—dijoBlackthornelevantándoseenojadoyseñalandoalamujer—.Esaes
Orina, ¿no? ¿Acaso te has olvidado de tu nombre? ¡Onna! Tengo hambre. ¿Puedo
comeralgo?
Se frotó la barriga, parodiando el ademán de un hambriento. Ellas se miraron.
Entonces,lamujerdeedadmaduraseencogiódehombros,dijoalgoquehizoreíra
lasotras,seacercóalacamayempezóadesnudarse.
Blackthornesequedópasmado.
—¿Quéestáshaciendo?
—Ishimasho —dijo ella quitándose el cinto y abriendo el quimono. Sus pechos
eranflaccidos,ysuvientre,abultado.
Estaba claro que iba a meterse en la cama. Él movió la cabeza, le dijo que se
vistieseylaasiódeunbrazo,ytodassepusieronahablaryagesticular.Lamujer
empezóaenfadarse.
Perocesóelparloteoytodasseinclinaronalllegareljefesilenciosamenteporel
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pasillo.
—¿Nanda?¿Nanda?—preguntó.
Laviejaleexplicóloquepasaba.
—¿Quieresaesamujer?—preguntóél,conincredulidad,enunportuguésapenas
comprensible.
—No,¡claroqueno!SóloqueríaqueOnnametrajeseunpocodecomida.
—Onnasignifica«mujer».¿TúquererOnna?
Blackthornemoviócansadamentelacabeza.
—No.No,gracias.Meequivoqué.Losiento.¿Cómosellama?
—SunombreesHaku—dijoelhombre.
—PerdonaHaku-san.Creíaquetellamabasonna.
ElhombreseloexplicóaHaku,lacualnopareciónadacomplacida.Peroélle
dijoalgomás,ytodassemarcharon.
—Gracias—dijoBlackthorne,furiosoporsupropiaestupidez.
—Estasermicasa.Minombre,Mura.
—Mura-san.Elmío,Blackthorne.
—¡Ah!Berr-rakk-fon…
Murarepitióvariasveceselnombre,peronoconsiguiópronunciarlobien.Porfin,
lodejócorreryobservóalcolosoqueteníadelante.Eraelprimerbárbaroquehabía
visto,apartedelpadreSebastiãoydelosotroscuras,hacíamuchosaños.«Perolos
curastienenelpeloylosojosnegrosysondeestaturanormal—pensó—.Encambio,
esehombretieneloscabellosylabarbadeoroylosojosazules,ysupielespálida
dondeestácubiertayrojadondeestáexpuesta.¡Asombroso!Yopensabaquetodos
loshombresteníancabellosnegrosyojosnegros.Nosotroslostenemos.Yloschinos
lostienen,y,¿noesChinatodoelmundo,salvolatierrameridionaldelosbárbaros
portugueses? ¡Asombroso! ¿Y por qué odia tanto el padre Sebastião a ese hombre?
¿Porque adora a Satanás? Yo no lo creo, porque el padre Sebastião podría echar al
diablosiquisiera.¡Uf!Nuncavitanenojadoalbuenpadre.Nunca.¡Asombroso!.»
¿SeríanlosojosazulesyloscabellosdeorolamarcadeSatanás?
Mura miró a Blackthorne y recordó que había tratado de interrogarlo a bordo y
que cuando el capitán se había desmayado había decidido traerlo a su propia casa,
porqueeraeljefeymerecíaunaconsideraciónespecial.Lohabíantendidosobrela
colchaylohabíandesnudado,connopocacuriosidad.
Después lo habían lavado y él había continuado inconsciente. El médico
consideróimprudentebañarloantesdequesedespertara.
—Debemos recordar, Mura-san, que no sabemos cuál es el verdadero estado de
esebárbaro—habíadichoprudentemente—.Losiento,peropodríamosmatarlopor
equivocación.Saltaalavistaquehallegadoallímitedesusfuerzas.Debemostener
paciencia.
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—Pero,¿ylasliendresdesuscabellos?—habíapreguntadoMura.
—Demomento,tendránquequedarsedondeestán.Tengoentendidoquetodoslos
bárbaroslastienen.Losiento,peroteaconsejoquetengaspaciencia.
—¿Nocreesquealmenospodríamoslavarlelacabeza?—habíadichosumujer
—. Tendremos mucho cuidado. Estoy segura de que la Señora bendecirá nuestros
pobresesfuerzos.Serábuenoparaelbárbaroyparalalimpiezadenuestracasa.
—De acuerdo, puedes lavarle la cabeza —había dicho su madre zanjando la
cuestión.
Mura miró a Blackthorne y recordó lo que le había dicho el sacerdote de los
piratas adoradores de Satán. «Que Dios Padre nos libre de todo mal —pensó—. Si
hubiese sabido que era un hombre terrible, no lo habría traído a mi casa. Pero no.
Tienesobligacióndetratarlocomoauninvitadoespecial,mientrasOmi-sannodiga
locontrario.Sinembargo,fuistemuyprudentealavisarinmediatamentealcuraya
Omi-san. Muy prudente. Has protegido el pueblo y te has protegido a tí mismo y,
comojefedeaquél,ereselúnicoresponsable.Sí,yOmi-santeharáresponsabledela
muertedeestamañanaydelaimpertinenciadelhombre,yconrazón.»
—Noseasestúpido,Tamazaki.Ponesenentredichoelbuennombredelpueblo,
¡neh?—habíadichodocenasdevecesasuamigoelpecador—.Noseasintolerante.
Omi-san no tiene más remedio que burlarse de los cristianos. Si nuestro daimío
detestaaloscristianos,¿quépuedehacerOmi-san?
—Nada, Mura-san, lo sé —le había respondido siempre Tamazaki—. Pero los
budistasdeberíansermástolerantes,¿neh?¿AcasonosonambosbudistasZen?
El budismo Zen era una secta muy rígida. Predicaba la autodisciplina y la
meditaciónparaencontrarlaLuz.Lamayoríadelossamuraispertenecíanalbudismo
Zenporqueparecíaadecuado,inclusohechoexprofeso,paralosorgullososguerreros
quenotemíanlamuerte.
—Sí,elbudismoenseñalatolerancia.Pero,¿cuántasvecestengoquedecirteque
ellossonsamuraisyqueestamosenIzú,noenKiusiu,yque,aunqueestuviésemos
enKiusiu,túseríassiempreelequivocado?¿Neh?
—Sí.Porfavor,discúlpame.Séquehagomal.Pero,aveces,sientoquenopuedo
vivirconlavergüenzaquemeroepordentro,cuandoOmi-saninsultaalaverdadera
fe.
Yahora,Tamazaki,estásmuertoporqueasíloquisiste,porqueinsultasteaOmisan al no inclinarte ante él, sólo porque dijo «…ese maloliente sacerdote de la
religiónextranjera».Siendoasíqueelsacerdotehuelemalyquelaverdaderafees
extranjera. ¡Mi pobre amigo! Esa fe no alimentará ahora a tu familia ni borrará la
manchademipueblo.
¡Oh,Virgensanta,bendiceamiviejoamigoyconcédelelagloriaentuCielo!
«Omi-san me creará muchas dificultades —se dijo Mura—. Y por si esto fuera
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poco,ahoravendránuestrodaimío.»
Siempre le acometía una terrible angustia cuando pensaba en su señor feudal,
Kasigi Yabú, daimío de Izú, tío de Omi, y en su crueldad y su falta de sentido del
honor,quehacíanquerobaseatodoslospuebloslapartequelescorrespondíaenla
pescayenlascosechas.
—Cuandoestallelaguerra—sepreguntóMura—,¿porquiénseinclinaráYabú,
porelseñorIshidooporelseñorToranaga?Estamosatrapadosentregigantesyen
lasgarrasdelosdos.
Al Norte, Toranaga, el más grande general viviente, señor de Kwanto, de las
OchoProvincias,eldaimíomásimportantedelpaís,generalenjefedelosEjércitos
delEste,alOeste,losdominiosdeIshido,señordelcastillodeOsaka,conquistador
deCorea,ProtectordelHeredero,generalenjefedelosEjércitosdelOeste.Yhacia
el Norte, el Tokaido, la Gran Carretera de la Costa que enlaza Yedo, la capital de
Toranaga,conOsaka,lacapitaldeIshido,trescientasmillasquehabránderecorrer
suslegiones.
¿Quiénganarálaguerra?
Ningunodelosdos.
Porque su guerra envolverá de nuevo a todo el Imperio, y se desharán las
alianzas, y las provincias lucharán contra las provincias y los pueblos contra los
pueblos, igual que siempre. Salvo en los últimos diez años. Pues, increíblemente,
habíahabido,enlosdiezúltimosaños,porprimeravezenlaHistoria,unaausencia
deguerrasalaquellamabanpazentodoelImperio.
«Meempezabaagustarlapaz—pensóMura—.Peroelhombrequehizolapaz
hamuerto.Elcampesinosoldadoquesehabíaconvertidoensamurai,ydespuésen
general, y después en el general más grande, y por último en el Taiko, el absoluto
señorProtectordelJapón,murióhaceunaño,ysuhijodesieteañosesdemasiado
jovenparaheredarelpodersupremo.Lociertoesqueestamostodosatrapadosyque
prontollegarálaguerra.SóloYabúdecidiráporquiéntendremosqueluchar.»
Mura volvió a prestar atención al bárbaro pirata que tenía delante. «Eres un
diablo, enviado para fastidiarnos —pensó—. Desde que llegaste, sólo nos has
causadopreocupaciones.¿Porquénoelegisteotropueblo?.»
—¿Capitán-sanquiereonna?—preguntó,solícito.
Porindicaciónsuya,elconsejodelpueblohabíatomadomedidasparasatisfacer
las necesidades físicas de los otros bárbaros, tanto por cortesía como para tenerlos
ocupadoshastaquellegasenlasautoridades.
—¿Onna?—repitiópresumiendoquesuofrecimientoseríadelagradodelpiratay
habiendohechoyapreparativosalrespecto.
—¡No! —Lo único que quería Blackthorne era dormir. Pero como sabía que
necesitabaatraerseaaquelhombre,señalóelcrucifijo.—¿Erescristiano?
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—Cristiano—dijoMuraasintiendoconlacabeza.
—Yotambiénsoycristiano.
Elpadredecirqueno.Nocristiano.
—Soycristiano.Nocatólico,perosícristiano.
Mura no lo entendió. Y Blackthorne no pudo hacérselo comprender, a pesar de
susesfuerzos.
—¿Quieresonna?
—¿Cuándovendráeldaimío?
—Daimíovienecuandoviene—dijoMuraencogiéndosedehombros—.Duerme.
Peroprimerolavar,porfavor.
—¿Qué?
—Lavar.Baño,porfavor.
—Nocomprendo.
Muraseacercómásaélyfrunciólanarizcondesagrado.
—Olermal.Comotodosportugueses.Baño.Estacasa,limpia.
—Me bañaré cuando quiera, ¡y no huelo mal! —dijo Blackthorne, enojado—.
Todoelmundosabequelosbañossonpeligrosos.¿Quieresquemedéunadiarrea?
¿Teimaginasquesoyestúpido?¡Lárgatedeaquíydéjamedormir!
—¡Baño! —ordenó Mura, sorprendido por la furia del bárbaro y por su mala
educación.
No sólo el bárbaro apestaba, sino que no se había bañado bien desde hacía tres
días,queélsupiera,ylacortesanasenegaríaaacostarseconélpormuyelevadoque
fuese el precio. «¡Esos horribles extranjeros! —pensó—. Sus sucias costumbres
causanasombro.Noimporta.Yorespondodeti.Teenseñarébuenosmodales.»
—¡Baño!—repitió.
—Lárgate de una vez si no quieres que te haga pedazos —gritó Blackthorne
despidiéndoleconungestobrusco.
Hubounapausamomentáneayentoncesentraronlosotrostresjaponesesytres
delasmujeres.MuralesexplicóenpocaspalabrasloquepasabaydijoaBlackthorne
conuntonorotundo:
—Baño.Porfavor.
—¡Fuera!
Muraavanzósoloenlaestancia.Blackthornealargóelbrazo,noconintenciónde
pegaralhombre,sinosólodeempujarlo.Depronto,lanzóungritodedolor.Murale
había golpeado el codo con el canto de la mano y el brazo de Blackthorne pendía
momentáneamenteparalizado.Elcapitáncargó,furioso.Perolahabitaciónempezóa
darvueltasyBlackthorneseencontródebrucesenelsuelo.Sentíaundoloragudoen
laespaldaynopodíamoverse.
—PorDiosque…
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Tratódelevantarse,perolaspiernasnoleobedecieron.Entonces,Muraalargóun
pequeñoperoaceradodedoytocóuncentronerviosodelcuellodeBlackthorne.Otro
doloragudísimo.
—¡Jesús…!
—¿Baño?Porfavor.
—Sí…, sí… —jadeó Blackthorne, en medio de su malestar, pasmado de haber
sidodominadotanfácilmenteporaquelhombrecito.
Hacía años, Mura había aprendido las artes del judo y del karate, así como a
luchar con el sable y la lanza. Esto había sido cuando era guerrero y combatía por
Nakamura, el campesino general, el Taiko —mucho antes de que fuese el Taiko—,
cuandoloscampesinospodíansersamuraisylossamuraispodíansercampesinos,o
artesanos o incluso viles mercaderes, y convertirse de nuevo en guerreros. «Es
extraño—pensóMuramientrascontemplabaalgigantecaído—.Loprimeroquehizo
el Taiko al asumir el poder fue ordenar a todos los campesinos que dejaran de ser
soldados y entregaran todas las armas.» El Taiko había establecido también el
inmutable sistema de castas que hoy regía en todo el Imperio. El primer lugar, los
samurais, debajo de éstos, los campesinos, después, los artesanos, después, los
mercaderes, seguidos de los cómicos, los parias y los bandidos, y por último, en el
peldañomásbajodelaescala,loseta,losinfrahumanos,queeranlosenterradores,
los curtidores y también los verdugos y los mutiladores públicos. Desde luego, los
bárbarosnofigurabansiquieraenestaescala.
—Porfavor,disculpar,Capitán-san—dijoMurainclinándose,peroavergonzado
delafaltadedignidaddelbárbaro,quegemíaenelsuelocomounniño.
«Meprovocastedeunmodoirracional,inclusoparaunbárbaro—pensó—.Sí,lo
siento mucho, pero he tenido que hacerlo. Además, ha sido por tu bien. Y, en
realidad, como los bárbaros no tenéis dignidad, no podéis perderla. Salvo los
sacerdotes…quesondistintos.Ciertoquehuelenhorriblemente,peroestánungidos
por Dios Padre y por esto tienen mucha dignidad. En cambio, tú eres mentiroso
ademásdepirata.¡Ydicesqueerescristiano!Desgraciadamente,estonoteserviráde
nada. Nuestro daimío odia la verdadera fe y odia a los bárbaros, y si los tolera es
porque no tiene más remedio. Pero tú no eres portugués ni cristiano. Por
consiguiente,noestásprotegidoporlaley,¿neh?Pero,aunqueseashombremuerto,o
almenosmutilado,tengoeldeberdeenviartelimpioatudestino.»
—¡Bañomuybueno!—dijo.
AyudóalosotroshombresatransportaraltodavíaaturdidoBlackthorneatravés
delacasa.Después,losacaronaljardín,lollevaronporuncaminitocubiertodelque
estaba Mura muy orgulloso y lo introdujeron en la casa del baño. Las mujeres les
siguieron.
FueunadelasgrandesexperienciasdelavidadeMura,quesabíaquelocontaría
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unayotravezasusincrédulosamigos,frentealasjarrasdesakécaliente,queerael
vinonacionaldelJapón.Ysushijoslocontaríanasushijos,yelnombredeMura,el
pescador, viviría eternamente en el pueblo de Anjiro, que estaba en la provincia de
Izú,enlacostameridionaldelagranisladeHonshú.
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CapítuloII
—El daimío, Kasigi Yabú, señor de Izú, quiere saber quién sois, de dónde venís,
cómo llegasteis aquí y qué actos de piratería habéis cometido —dijo el padre
Sebastião.
—Yaoshedichomilvecesquenosomospiratas.
LamañanaeraclaraytibiayBlackthorneestabaarrodilladodelantedeltablado,
en la plaza del pueblo. «Conserva la calma y haz funcionar el cerebro. Se están
juzgando vuestras vidas. Tú eres el portavoz y debes actuar como tal. El jesuíta es
vuestro enemigo y el único intérprete disponible, y no hay manera de saber lo que
dice,aunquepuedesestarsegurodequenoosayudará…»
—Ante todo, decidle al daimío que estamos en guerra y que somos enemigos
vuestros —dijo—. Decidle que Inglaterra y los Países Bajos están en guerra con
EspañayPortugal.
—Os aconsejo que habléis con sencillez y no alteréis los hechos. Los Países
BajossonunapequeñaprovinciarebeldedelImperioespañol.Vossoisjefedeunos
traidoresquesehanrebeladocontrasulegítimorey.
—InglaterraestáenguerraylosPaísesBajossehansepara…
Blackthorne se interrumpió, porque el sacerdote ya no le escuchaba y estaba
traduciendosuspalabras.
El daimío estaba sobre el tablado. Bajo, rechoncho, dominador, cómodamente
arrodillado y con los pies doblados debajo del cuerpo, y acompañado de cuatro
lugartenientes,entreellosKasigiOmi,susobrinoyvasallo.
Muraestabaarrodilladosobreelpolvodelaplaza.Eraelúnicoaldeanopresente,
y los únicos mirones eran los cincuenta samurais que habían venido con el daimío.
Estabansentadosenhilerasdisciplinadasymudas.Lostripulantesdelbarcoestaban
detrásdeBlackthorne,arrodilladoscomoélyvigiladosdecerca.Habíantenidoque
traer al capitán general cuando habían ido a buscarles, a pesar de que estaba
gravemente enfermo. Le habían permitido tenderse en el suelo, todavía
semiconsciente.Blackthorneytodoslosdemáshabíanhechounareverenciaalllegar
ante el daimío, pero esto no había bastado. Los samurais los habían obligado a
arrodillarseyleshabíanempujadolacabezahastatocarelsuelo,alamaneradelos
campesinos. Blackthorne había tratado de resistir y le había gritado al cura que
explicasequeéleraeljefeyunemisariodesupaísyquedebíasertratadocomotal.
Pero el palo de una lanza le había hecho rodar por el suelo. Sus hombres se
dispusieronaatacarimpulsivamente,peroéllesgritóquesedetuviesenysehincasen
de rodillas. Afortunadamente, le obedecieron. El daimío había pronunciado unas
palabrasguturalesqueelsacerdotetradujocomounainvitaciónadecirlaverdad,y
deprisa.Blackthornehabíapedidounasilla,peroelcuralehabíacontestadoquelos
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japonesesnousabansillasyquenohabíaningunaenelJapón.
Blackthorneconcentrabasuatenciónenelsacerdotemientraséstehablabaconel
daimío,tratandodeencontrarunmododesalirdelatolladero.
«Hayarroganciaycrueldadenlacaradeldaimío—pensó—.Apuestoaqueesun
verdadero bastardo. El japonés del cura no es fluido. El otro está irritado e
impaciente.¿Serácatólicoeldaimío?Apuestoaqueno.¡Cuidado!Entodocaso,no
esperes compasión. ¿Cómo puedes manejar a ese maldito bastardo? ¿Cómo
desacreditaralcura?Vamos,¡piensa!»
—Eldaimíodicequeosdeisprisaencontestar.
—Sí,claro.Losiento.MellamoJohnBlackthorne.Soyinglés,capitándelaflota
holandesa.ProcedemosdelpuertodeAmsterdam.
—¿Flota?¿Quéflota?Estáismintiendo.¿Cómopuedeseruningléscapitándeun
barcoholandés?
—Cadacosaasutiempo.Traducidprimeroloquehedicho.
—¿Porquésoiscapitándeunbuquecorsarioholandés?¡Deprisa!
Blackthorne decidió jugar fuerte. Su voz, bruscamente endurecida, vibró en el
airetibiodelamañana.
—¡Quéva!Primero,traducidloquehedicho.¡Español!¡Ahora!
Elsacerdoteenrojeció.
—Oshedichoquesoyportugués.Contestadlapregunta.
—Estoyaquíparahablarconeldaimío,noconvos.¡Traducidloquehedicho,
escoriadeldiablo!
Blackthornevioqueelcuraenrojecíaaúnmásyqueestonopasabainadvertidoal
daimío. «Ten prudencia —se advirtió él mismo—. No te pases de la raya, o ese
bastardoamarilloteharápedazosmásdeprisaqueunabandadadetiburones.»
ElpadreSebastiãosabíaquedebíamantenerseimperturbableantelosinsultosdel
pirataysuevidenteplandedesacreditarloanteeldaimío.Pero,porprimeravez,se
sentía desorientado. Cuando el mensajero de Mura había llevado a su misión de la
provincia limítrofe la noticia de la llegada del barco, le habían sobresaltado las
implicacionesdelsuceso.Habíapensadoquenopodíaserholandésniinglés.Nunca
habíahabidounbarcodeherejesenelPacífico,salvolosdelarchidiabólicocorsario
Drake, y éstos no habían llegado a Asia. Las rutas eran secretas y estaban bien
guardadas. Inmediatamente, había enviado una nota por paloma mensajera a su
superior de Osaka, aunque éste era joven y casi nuevo en el Japón e incapaz de
solventaruncasocomoéste.Después,habiacorridoaAnjiroesperandoquelanoticia
fuesefalsa.Peroelbarcoeraholandésyelcapitánerainglés,ytodosuodioporlas
satánicasherejíasdeLutero,deCalvino,deEnriqueVIIIydelamalvadaIsabel,su
hijabastarda,sehabíadesatado.Ytodavíanublabasujuicio.
—Sacerdote,traduceloquehadichoelpirata—dijoeldaimío.
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ElpadreSebastiãoseserenóyempezóahablarconmásconfianza.
Blackthorneescuchabaatentamentetratandodecaptarpalabrasysignificaciones.
Elpadredecía«Inglaterra»y«Blackthorne»yseñalabaelbarcoancladoenlabahía.
—¿Cómollegasteisaquí?—dijoelpadreSebastião.
—PorelestrechodeMagallanes.Hacecientotreintayseisdíasquepasamospor
él.Decidlealdaimío…
—Mentís. El estrecho de Magallanes es secreto. Habéis venido por la ruta de
África y la India. Y, en definitiva, tendréis que decir la verdad. Aquí emplean la
tortura.
—Elestrechoerasecreto.Perounportuguésnosvendióunlibroderuta.Unode
los vuestros os vendió como Judas. Ahora, todos los barcos de guerra ingleses y
holandeses conocen el camino del Pacífico. En este mismo instante, veinte grandes
barcos de guerra ingleses y sesenta cañoneras están atacando Manila. Vuestro
Imperiohaterminado.
—¡Estáismintiendo!
BlackthornepensóalmentirquelaúnicamaneradeprobarloerayendoaManila.
—¿Anomonowananiomoshitéoru?—preguntó,impaciente,eldaimío.
Elsacerdotehablómásdeprisaymásfuerte,ydijo«Magallanes»y«Manila»,
peroBlackthornepensóqueeldaimíoysuslugartenientesnoparecíanentendergran
cosa.
Yabú se estaba cansando del juicio. Miró hacia el puerto, al barco que le tenía
obsesionadodesdeelmomentoenquehabíarecibidoelmensajesecretodeOmiyse
preguntódenuevosiseríaelregalodelosdiosesqueesperaba.
—¿Hasinspeccionadoelcargamento,Omi-san?—habíapreguntadoestamisma
mañana,alllegar,llenodebarroymuycansado.
—No, señor. Pensé que era mejor sellar el barco hasta que llegaras, pero las
bodegas están llenas de cestas y de fardos. Creí obrar correctamente. Confisqué las
llaves,yaquíestán.
—Muybien.
YabúhabíavenidodeYedo,capitaldeToranoga,situadaamásdecienmillasde
distancia, quemando etapas, furtivamente y con gran riesgo para su persona, y
deseabavolverloantesposible.Elviajehabíaduradocasidosdías.
—Iréinmediatamentealbarco.
—Deberíasveralosextranjeros,señor—habíadichoOmiconunacarcajada—.
Son algo increíble. La mayoría de ellos tienen los ojos azules como los gatos
siamesesyloscabellosdeoro.Perolomásinteresanteesquesonpiratas…
Omilehabíahabladodelcuraydeloqueéstehabíadichodeloscorsarios,yde
loquehabíadichoelpirataydetodoloquehabíasucedido.Envistadeello,Yabúse
habíabañadoysehabíacambiadoderopaordenandoquellevaranlosbárbarosasu
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presencia.
—Escucha, sacerdote —dijo bruscamente, casi incapaz de comprender el mal
japonésdelcura—.¿Porquéestátanfuriosocontigo?
—Esmalo.Pirata.Adoradordeldiablo.
YabúseinclinóhaciaOmi,queestabaasuizquierda.
—¿Entiendesloqueestádiciendo,sobrino?¿Acasomiente?¿Quéteparece?
—Nolosé,señor.¿Quiénsabeloquecreenrealmentelosbárbaros?Supongoque
elsacerdotepiensaqueelpirataadoraaldiablo.Desdeluego,todosontonterías.
Yabú se volvió al cura. Le habría gustado crucificarlo en seguida y borrar el
cristianismodesusdominiosdeunavezparasiempre.Peronopodíahacerlo.Aunque
élylosotrosdaimíosgozabandetodoelpoderensusdominios,estabansometidosa
la suprema autoridad del Consejo de Regencia y a los decretos promulgados por el
Taiko antes de su muerte y que conservaban plena fuerza legal. Uno de éstos,
promulgadohacíaaños,sereferíaalosbárbarosportuguesesyordenabaqueseles
protegieseyque,dentrodelorazonable,setolerarasureligiónysepermitieseasus
sacerdotespredicaryconvertir.
—Escucha,sacerdote.¿Quémástehadichoelpirata?¡Deprisa!¿Tehascomido
lalengua?
—El pirata dice cosas malas. Malas. Sobre más barcos de guerra piratas…
Muchos.
—«Barcospiratasdeguerra»,notienesentido,¿neh?
—PiratadiceotrosbarcosdeguerraenManila.
—Omi-san,¿entiendesalgodeloqueestádiciendo?
—No,señor.Suacentoeshorrible,escasiunajerigonza.Parecequedicequehay
másbarcospiratasalestedelJapón.
—¡Oye,sacerdote!¿Estánesosbarcospiratasfrenteanuestrascostas?¿AlEste?
¡Habla!
—Sí,señor.Perocreoquemiente.DiceenManila.
—Noteentiendo.¿DóndeestáManila?
—AlEste.Muchosdíasdeviaje.
—Si algún barco pirata llega hasta aquí, le daremos una agradable bienvenida,
dondequieraqueestéManila.
—Perdón,peronoentiendo…
—Lomismoda—dijoYabú,agotadasupaciencia.
Había decidido ya que los extranjeros tenían que morir y le gustaba la
perspectiva.Evidentemente,aquelloshombresnoestabancomprendidoseneldecreto
delTaiko,quesólosereferíaalos«bárbarosportugueses»y,además,eranpiratas.Él
habíaodiadosiemprealosbárbarosysesentíaavergonzado,comotodoslosdaimíos,
porlafuerzaquehabíanadquiridoenelPaísdelosDioses.Comoexistíadesdehacía
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siglos un estado de guerra entre China y el Japón, China no permitía el comercio.
Pero, hacía unos sesenta años, habían llegado los bárbaros. El emperador chino de
PekínleshabíaotorgadounapequeñabasepermanenteenMacaoyellossehabían
avenidoatrocarsedaporplata.ComolaplataabundabaenelJapón,prontofloreció
elcomercioyprosperaronambospaíses.Losmediadores,osealosportugueses,se
hicieron ricos, y sus sacerdotes, jesuítas en su mayoría, fueron muy pronto un
elementovitaldelcomercioporqueaprendieronahablarelchinoyeljaponés.Ahora,
elgirocomercialeraenormeeinteresabaatodoslossamurais,porloqueteníanque
toleraralossacerdotes.Además,habíaunnúmeroimportantededaimíoscristianosy
muchos cientos de miles de conversos, la mayoría de ellos en Kiusiu, la isla
meridional más próxima a China y en la que se hallaba el puerto portugués de
Nagasaki.«Sí—pensóYabú—,debemostoleraralossacerdotesyalosportugueses,
pero no a esos bárbaros, a esos hombres inverosímiles de cabellos de oro y ojos
azules.»Suexcitacióncreció.Porfinpodríasatisfacersucuriosidaddevercómose
enfrentaban los bárbaros con la muerte si se les sometía a tormento. Y tenía once
hombres,oncemanerasdistintasdematar,parahacerelexperimento.Dijo:
—El barco extranjero, no portugués, pirata, queda confiscado con todo su
contenido.Todoslospiratassonsentenciadosa…
Pero se interrumpió y se quedó boquiabierto al ver que el jefe de los piratas se
arrojaba de un salto sobre el sacerdote, le arrancaba el crucifijo del cinto, lo hacía
pedazos y gritaba algo con fuerza. Inmediatamente después, el pirata se arrodilló y
tocó el suelo con la cabeza, rindiendo pleitesía al daimío mientras los guardias
avanzabanconlossablesdesenvainados.
—¡Alto! ¡No lo matéis! —gritó Yabú, pasmado de que alguien pudiese tener la
impertinencia de actuar con tanta brutalidad delante de él—. ¡Esos bárbaros son
incomprensibles!
—Sí —dijo Omi mientras bullían mil preguntas en su mente sobre las
implicacionesdesemejanteacción.
El sacerdote recogió con mano temblorosa la profanada madera y dijo algo al
pirata, en voz baja y casi amable. Después, cerró los ojos, cruzó los dedos, y sus
labiosempezaronamoverselevemente.
—Omi-san—dijoYabú—.Primero,quieroiralbarco.Después,empezaremos.
Suvozsehizomáspastosa,alimaginarseladiversiónqueleesperaba.
—Quiero empezar con aquel pelirrojo del extremo de la fila, con aquel hombre
pequeño.
Omiseinclinóybajólaexcitadavoz.
—Discúlpeme,peronuncahabíaocurridounacosaasí,señor.¿Noeselcrucifijo
susímbolosagrado?¿Nosemuestransiemprerespetuososconsussacerdotes?
—Vealgrano.
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—Todos detestamos a los portugueses, señor. Salvo los que se han hecho
cristianos,¿neh?Talvezesosbárbarosteseránmásútilesvivosquemuertos.
—¿Porqué?
—Porque son únicos. ¡Son anticristianos! Quizás un hombre sabio hallaría la
manera de emplear su odio o su irreligiosidad en provecho nuestro. Son tuyos y
puedes hacer lo que quieras con ellos. Ikawa Jikkyu es cristiano —siguió diciendo,
nombrando al odiado enemigo de su tío, uno de los vasallos y aliados de Ishido,
asentadojuntoalafronteraoccidental—.¿Noviveallíeseasquerososacerdote?Tal
vezesosbárbarospodríandartelallavequeabratodalaprovinciadeIkawa.Talvez
ladeIshido.Talvez,incluso,ladelseñorToranaga.
YabúestudiólacaradeOmitratandodedescubrirloquehabíadetrás.Después,
miróelbarco.Eraindudablequelehabíasidoenviadoporlosdioses.Sí.Pero,¿era
unregaloounaplaga?
—Deacuerdo—dijo—.Pero,primero,enseñabuenosmodalesaesospiratas.En
particular,aél.
—¡PorlamuertedelbuenJesús!—murmuróVinck.
—Deberíamosrezarunaoración—dijoVanNekk.
—Acabamosdehacerlo.
Estaban apretujados en un sótano, uno de los muchos que empleaban los
pescadoresparaguardarpescadosecadoalsol.Unossamuraisloshabíanconducidoa
travésdelaplazayloshabíanhechobajarunaescalera,yahoraestabanencerrados
bajotierra.Aquelagujeroteníacincopasosdelargoporcincodeanchoycuatrode
profundidad y las paredes del suelo eran de tierra. El techo estaba hecho de tablas
cubiertasconunpalmoymediodetierrayconunatrampillaencajadaenellas.
—¡Nomepises,monodeldiablo!
—¡Cierraelpico,estúpido!—dijoPieterzoon—.Ytú,Vinck,encógeteunpoco,
viejodesdentado.Tienesmássitioquelosdemás.
—Eselcapitángeneral.Tienetodoelespacio.Dadleunempujón.Despertadlo—
dijoMaetsukker.
—¿Eh? ¿Qué pasa? Dejadme en paz. Estoy enfermo. Tengo que estar echado.
¿Dóndeestamos?
—Vamos, Maetsukker, levántate, por el amor de Dios —dijo Vinck tirando de
Maetsukkerysujetándolocontralapared.
MaetsukkerperdiólapacienciaydiounpuñetazoenlabarrigaaVinck.
—¡Déjameenpazotemataré,bastardo!
Vinck se arrojó contra él, pero Blackthorne los agarró a los dos y les golpeó la
cabezacontralapared.
—Callaostodos—dijoenvozbajaytodosleobedecieron—.Tenemosquehacer
turnos.Unosechados,otrossentadosyotrosdepie.Spillbergenestaráechadohasta
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queseencuentremejor.Aquelrincónserálaletrina.
Losrepartió,ycuandohubieronformadolosturnoselsitiofuemástolerable.
«Tenemos que salir de aquí antes de un día, o nos debilitaremos demasiado —
pensó Blackthorne—. Cuando pongan la escalera para traernos comida o agua.
Tendráqueserestanocheomañanaporlanoche.¿Porquénoshantraídoaquí?No
somosunpeligroparaellos.Ypodemosayudaraldaimío.¿Locomprenderá?Erala
única manera de demostrarle que somos enemigos del cura. Este sí que lo
comprendió.»
—Tal vez Dios perdonará tu sacrilegio —le había dicho en voz baja el padre
Sebastião—.Peroyonodescansaréhastaquetúytumalignidadhayáissidoborrados
delafazdelatierra.
Gotas de sudor resbalaban por sus mejillas y por su mentón. Las enjugó
distraídamente, aguzando los oídos como cuando estaba a bordo, durmiendo o
vigilando,losuficienteparaoírelpeligroantesdequesemanifestara.
«Tenemosquesalirdeaquíyapoderarnosdelbarco.Mepreguntoloqueestará
haciendo Felicity. Y los niños. Veamos. Tudor tiene ahora siete años, y Lisbeth…
Estamosaunaño,oncemesesyseisdíasdeAmsterdam,alosquehayquesumarlos
treintaysietedíasquetardamosenabastecernoseirdesdeChathamhastaallíy,por
último, los once días que pasaron desde que nació hasta que embarcamos en
Chatham.Estaesexactamentesuedad…,sitodoandabien.Tododebeandarbien,
Felicityestarácocinandoycuidandoalosniñosyhaciendolalimpiezaycharlando,
mientrasloschicoscrecen,tanfuerteseintrépidoscomosumadre.Megustaríaestar
en casa, pasear juntos por la playa y por los bosques y los prados de la bella
Inglaterra.»
Conlosaños,Blackthornesehabíaacostumbradoapensarenelloscomoenlos
personajesdeunacomedia,unagentealaqueseamabayporlaquesesufríasinque
lacomediaacabaranunca.Deotromodo,laausenciapesaríademasiado.Casipodía
contar los días que había estado en casa en once años de matrimonio. Eran pocos,
demasiadopocos.«Esunavidamuyduraparaunamujer»,habíadichoantaño.Yella
le había respondido: «Cualquier vida es dura para una mujer.» Ella tenía entonces
diecisieteaños,yeraaltaysuscabelloseranlargosysedosos…
Susoídosledijeronquedebíaestaralerta.
Los hombres estaban sentados o recostados o tratando de dormir. Van Nekk
estaba mirando al espacio como los demás. Spillbergen estaba medio despierto, y
Blackthornepensóqueaquelhombreeramásvigorosodeloqueparecía.
Se hizo un súbito silencio al oír unos pasos sobre sus cabezas. Los pasos se
detuvieron.Vocessofocadas,enaquellalenguaásperayextraña.Blackthornecreyó
reconocer la voz del samurai… ¿Omi-san? Sí, así se llamaba. Al cabo de un
momento,cesaronlasvocesylospasossealejaron.
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—¿Creéisquenosdarándecomer,capitán?—dijoSonk.
—Sí.
—Nomevendríamaluntrago.¡Cervezafresca,Diosmío!—gimióPieterzoon.
—Cállate—dijoVinck—.Mehacessudar.
Blackthornesintiósucamisamojada.Yelmalolor.Pensóquelevendríabienun
bañoysonriódepronto,recordando.
Mura y los otros lo habían llevado aquel día a la cálida habitación y lo habían
tendido en un banco de piedra cuando aún tenía embotados los miembros. Las tres
mujeres, dirigidas por la arrugada vieja habían empezado a desnudarle. Él había
tratadodeimpedírselo,perocadavezquesemovíaunodeloshombreslegolpeaba
unnervioylodejabaimpotente,yaunquegritabaymaldecía,siguieronquitándolela
ropahastadejarlodesnudo.Noeraqueseavergonzasedeaparecerdesnudodelante
deunasmujeres,sinoqueélsedesnudabasiempreenprivado,segúnlacostumbre.
Nolegustabaquelodesnudaranadie,ymenosaquellassalvajesindígenas.Pero,que
lohiciesenenpúblico,yquelolavarancomoaunreciénnacido,conaguacaliente,
jabonosayperfumada,mientrascharlabanysonreíantranquilamente,erademasiado.
Perodespuéslohabíatomadoabromaysehabíaechadoareírylosotrossehabían
sorprendido de momento, pero habían acabado riéndose con él. Después lo habían
sumergido delicadamente en un agua perfumada y tan caliente que al principio no
pudo aguantarla, y lo habían sacado jadeando y tendido de nuevo en el banco. Las
mujereslohabíansecado,yentonceshabíaentradounciego.Blackthornenosabíalo
que era el masaje. Al principio, había tratado de rechazar aquellos dedos inquietos,
pero después su magia lo había seducido y a punto estuvo de ronronear como los
gatos cuando los dedos descubrieron los nudos e hicieron fluir la sangre o el elixir
quecorríapordebajodelapiel,delosmúsculosydelostendones.
Despuéslohabíanllevadoalacama,extrañamentedébil,medioadormilado,yla
niñaestabaallí.Élnolehabíapreguntadosunombre,yporlamañana,cuandoMura,
inquietoymuyasustado,lohabíadespertado,ellasehabíamarchadoya.
Blackthornesuspiróypensóquelavidaeramaravillosa.
Enelsótano,Spillbergenvolvíaamostrarsebelicoso.Maetsukkerseacariciabala
cabeza y gemía, no de dolor, sino de miedo. El grumete Croocq estaba a punto de
perdereljuicio,yJanRoperdijo:
—¿Hayalgoparasonreír,capitán?
—¡Vetealinfierno!
—Con el debido respeto, capitán —dijo Van Nekk, cuidadosamente, pero
haciéndoseecodeloquepensabantodos—,fuemuyimprudenteatacaralsacerdote
enpresenciadelmalditobastardoamarillo.
Ytodosconvinieronrespetuosamentequehabíasidounaimprudencia.
—Sinolohubieseishecho,nonosencontraríamosmetidosenestelío.
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—Todoloquehayquehacer—dijoVanNekksinacercarseaBlackthorne—es
tocar el suelo con la frente, cuando el señor bastardo anda por ahí. Entonces se
vuelvenmansoscomocorderos.
Blackthornenorespondió.Aumentólatensión.
—Sí, fue peligroso, capitán —dijo Spillbergen—. Pasadme un poco de agua…
Ahora,losjesuítasnonosdejaránenpaz.
—Tendríais que haberle retorcido el cuello, capitán —dijo Jan Roper—. Los
jesuitasnonosdejaránenpazenningúncaso.Sonunospiojososynosotrosestamos
enestesucioagujeroporcastigodeDios.
—Tonterías,Roper—dijoSpillbergen—.Estamosaquípor…
—¡Es un castigo de Dios! Teníamos que haber quemado todas las iglesias de
SantaMagdalenaynosolamentedos.
Spillbergendioundébilmanotazoaunamosca.
—Lastropasespañolasseestabanreagrupandoyestábamosenunaproporciónde
unoaquince…Dadmeunpocodeagua…Saqueamoslaciudad,nosapoderamosdel
botínylospusimosdenaricesenelpolvo.Sinoshubiésemosquedado,noshabrían
matado… Por el amor de Dios, que alguien me dé un poco de agua… Todos
estaríamosmuertos,sinonoshubiésemosretirado.
—¿QuéimportaestocuandosetratadelaobradeDios?—dijoVanNekkconun
tonoapaciguador,puesRopereraunhombrebueno,aunquefanáticoyunmercader
listo,hijodesusocio—.Talvezpodremosdemostraralosindígenasqueestánenun
erroralseguiralospapistas.Talvezpodremosconvertirlosalaverdaderafe.
—Está bien —dijo Spillbergen que aún se sentía débil, pero que estaba
recobrando sus fuerzas—. Creo que habríais debido consultar a Baccus, capitán. Él
sabeparlamentarconlossalvajes.Pasadmeelagua.
—Nohayagua,Paulus—contestóVanNekk,cadavezmásdesolado—.Nonos
handadoaguanicomida.Nisiquieratenemosunorinal.
—¡Pues pedidlo! Y un poco de agua. ¡Qué sed tengo, Dios mío! ¡Pedid agua!
¡Tú!
—¿Yo?—exclamóVinck.
—Sí,tú.
Vinck miró a Blackthorne, pero éste sólo dirigió una mirada distraída a la
trampilla.Envistadeello,Vincksesituódebajodelaaberturaygritó.
—¡Eh,losdearriba!¡Dadnosagua!¡Queremoscomidayagua!
Nohuborespuesta.Volvióagritar.Nada.Gradualmente,sefueronsumandotodos
algriterío.Todos,menosBlackthorne.
Porfinseabriólatrampilla.Omilesmiródesdearriba.Muraestabajuntoaél.Y
elsacerdote.
—¡Agua!¡Ycomida,porelamordeDios!¡Sacadnosdeaquí!
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Ytodossepusieronagritarotravez.
OmihizounaseñaaMura,queasintióconlacabezaysealejó.Alcabodeun
momento, Mura volvió con otro pescador llevando entre los dos un gran barril.
Vaciaronsucontenido,restospodridosdepescadoyaguademar,sobrelascabezas
delosprisioneros.
Loshombresdelahoyaseapartarontratandodelibrarsedeaquellalluvia,pero
no todos lo consiguieron. Spillbergen jadeaba, a punto de ahogarse. Algunos
resbalaron y fueron pisoteados por los otros. Blackthorne no se había movido del
rincón.MirófijamenteaOmi.¡Cómoloodiaba!
Entonces,Omiempezóahablar,yelcuratradujonerviosamentesuspalabras:
—Estas son las órdenes de Kasigi Omi. Os comportaréis correctamente. Si
volvéisaarmarruido,severteráncincobarrilesenesteagujero.Diez,veinte.Seos
darácomidayaguadosvecesaldía.Cuandoaprendáisaportarosbien,volveréisal
mundo de los hombres. El señor Yabú os perdona magnánimamente la vida si le
servísconlealtad.Atodos,menosauno.Unotienequemoriralatardecer.Vosotros
loescogeréis.Perovos—señalandoaBlackthorne—,nopodéisserelelegido.
Dicho esto respiró profundamente, hizo una media reverencia al samurai y se
apartó.
Latrampillasecerródegolpe.
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CapítuloIII
Yabú hallábase en su baño caliente, más satisfecho y confiado de lo que se había
sentidoensuvida.Elbarcohabíareveladosuriquezayestariquezaledabaunpoder
quenuncahabíasoñado.
—Quieroquetodoseadesembarcadomañana—habíadicho—.Volvedaguardar
losmosquetesensuscajas.Disimuladlotodoconredesosacos.
Quinientos mosquetes, pensó entusiasmado. Con más pólvora y proyectiles que
losqueteníaToranagaenlasOchoProvincias.Yveintecañones,cincomilbalasde
cañónyabundanciadepertrechos.Tododelamejorcalidadeuropea.
—Tú, Mura, reclutarás los porteadores. Igurashi-san, quiero que todo ese
armamento, incluidos los cañones, sea transportado en secreto a mi castillo de
Mishima.Túseráselresponsable.
CuandolosportugueseshabíandescubiertoelJapón,en1542,habíanintroducido
allí los mosquetes y la pólvora. Al cabo de dieciocho meses, los japoneses ya los
fabricaban.Sucalidaderamuyinferioraladesusequivalenteseuropeos,peroesto
importabapocoporquelasarmasdefuegoeranconsideradasúnicamentecomouna
novedadydurantemuchotiempofueronutilizadassolamenteparalacaza.También,
y muy importante, la guerra era casi ritual en el Japón. Se combatía mano a mano,
individualmente,yelsableeraelarmamásdigna.Elusodelasarmasdefuegose
considerabadeshonrosoyabsolutamentecontrarioalcódigodelsamurai,elbushido,
el Camino del Guerrero, que obligaba a los samurais a luchar, vivir y morir con
honor.
Desdehacíaaños,Yabúteníaunateoríasecreta.«Alfin—pensóentusiasmado—
podré desarrollarla y ponerla en práctica.» Quinientos samurais armados con
mosquetes,peroformadoscomounaunidad,serviríandepuntadelanzaasusveinte
mil soldados convencionales, apoyados por veinte cañones manejados por hombres
especiales, también adiestrados como una unidad. ¡Una nueva estrategia para una
nuevaera!Enlapróximaguerra,loscañonesseríandecisivos.
¿Yelbushido?—lepreguntabanlassombrasdesusantepasados.
¿Yelbushido?—lesreplicabaél.Ynuncalerespondían.
Jamás, en sus sueños más exaltados, había creído posible que llegase a tener
quinientos mosquetes. Y ahora los tenía de balde y sólo él sabía cómo emplearlos.
Pero,¿porquébandoseinclinaría?¿PorToranagaoporIshido?¿Oleconveníamás
esperar…yserendefinitivaeltriunfador?
—Igurashi-san,viajarásdenocheyconabsolutareserva.
—Sí,señor.
—Estodebepermanecersecreto,Mura,sinoquieresqueelpuebloseaarrasado.
—No diremos nada, señor. Respondo de mi pueblo. Pero no del viaje ni de los
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otrospueblos.¿Cómosaberdóndehayespías?
Después, Yabú había registrado la cámara fuerte. Contenía el presunto botín de
los piratas: bandejas, copas, candelabros y ornamentos de oro y de plata y algunas
pinturas religiosas en ricos marcos. En una arca, había vestidos de mujer
minuciosamentebordadosconhilodeoroypiedrasdecolores.
—Haréfundirlaplatayeloroenlingotesylosdepositaréeneltesoro—había
dichoZukimoto,hombrepulcroypedante,cuarentón,yquenoerasamurai.
Habíasidosacerdotebudista,perosumonasteriohabíasidoarrasadoporelTaiko.
Zukimotosehabíalibradodelamuertegraciasalsobornoysehabíaconvertidoen
buhoneroydespuésenunpequeñomercaderdearroz.Diezañosatrás,habíaentrado
alserviciodeYabúyahoraleeraindispensable.
—Encuantoalasropas,talvezelhilodeoroylasgemastenganvalor—siguió
diciendo—.Contupermiso,loenviaréaNagasakicontodolodemásquesepueda
aprovechar.ElpuertodeNagasaki,enlacostasurdelaislameridionaldeKiusiues
eldepósitolegalycentrocomercialdelosportugueses.Losbárbarospuedenpagar
bienestaschucherías.Yaquíhayalgomásquetegustará,señor.
Zukimotohabíaabiertoelcofrefuerte,queconteníaveintemilmonedasdeplata.
Doblonesespañolesdelamejorcalidad.
Tres días antes Yabú estaba en Yedo, capital de Toranaga. El mensaje de Omi
había llegado al anochecer. Evidentemente, había que registrar inmediatamente el
barco,peroToranagaestabatodavíaenOsakaparaunaconfrontacióndefinitivacon
elseñorgeneralIshidoyhabíadichoaYabúyatodoslosdaimíosvecinosyamigos
queesperasensuregreso.Estaindicaciónnopodíaserrechazadasinexponersealos
peoresresultados.Enrealidad,ellosysusfamiliaseranrehenesquegarantizabanel
regresodeToranaga,sanoysalvo,delainexpugnablefortalezaenemigadeOsaka,
donde se celebraba la reunión. Toranaga era presidente del Consejo de Regencia.
Había cinco regentes, todos eminentes daimíos, pero sólo Toranaga e Ishido tenían
verdaderopoder.
Yabú había sopesado cuidadosamente las razones para ir a Anjiro, los peligros
inherentes y las ventajas de quedarse. Después había llamado a su esposa y a su
consortefavorita.Unaconsorteeraunaamanteoficialylegal.Unhombrepodíatener
todaslasconsortesquequisiera,perosólounaesposa.
—MisobrinoOmiacabadeenviarmeunmensajesecretosegúnelcualunbarco
bárbarohallegadoaAnjiro.
—¿UnodelosBarcosNegros?—habíapreguntadosuesposa,muyexcitada.
Eran éstos unos barcos comerciales enormes e increíblemente ricos que,
anualmente y en la época del monzón, navegaban entre Nagasaki y la colonia
portuguesadeMacao,situadaacasimilmillasalSur,enlaChinacontinental.
—No, pero puede llevar riquezas. Partiré inmediatamente. Diréis que he caído
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enfermo y que no se me puede molestar en absoluto. Estaré de regreso dentro de
cincodías.
—Esto es terriblemente peligroso —le advirtió su esposa—. Alguien puede
sospecharlaverdad,pueshayespíasentodaspartes.SiToranagavuelveyseentera
de que te has marchado, tu ausencia puede ser mal interpretada. Y tus enemigos
influiránparaquesevuelvacontrati.
—Sí—dijolaconsorte—.Tuesposatienerazón.ElseñorToranaganuncacreería
quelohasdesobedecidosólopararegistrarunbarcobárbaro.Porfavor,envíaaotro.
—Peroéstenoesunbuquebárbarocorriente.Noesportugués.Omidicequees
deotropaís.Sushombreshablanotralenguaentreellos,ytienenlosojosazulesylos
cabellosdeoro.
—Omi-sansehavueltoloco.Ohabebidodemasiadosaké—dijosuesposa.
—Esunasuntodemasiadoimportanteparatomarloabroma.
Suesposasehabíainclinadopidiendodisculpasyhabíadichoqueélteníarazón
al reprenderla, pero que no había hablado en broma. Era una mujer menuda y
delgada,diezañosmayorqueélyquelehabíadadoochohijosenochoaños,hasta
que su vientre se había secado. De estos hijos, cinco habían sido varones. Tres se
habían hecho guerreros y habían muerto valientemente en la guerra contra China.
Otro era sacerdote budista, y el último, que tenía diecinueve años, era despreciado
porsupadre.
Laesposa,Yuriko,eralaúnicamujeraquienéltemíayrespetaba.Gobernabala
casaconunlátigodeseda.
—Discúlpameunavezmás—dijo—.¿ExaminóOmi-sanelcargamento?
—No, no lo examinó, Yuriko-san. Dice que lo selló inmediatamente,
precisamenteportratarsedealgotanraro.Tambiéndicequeesunbarcodeguerra.
Conveintecañonesencubierta.
—Entonces,alguientienequeirenseguida.
—Iréyomismo.
—Piénsalobien,porfavor.EnvíaaMizuno.Tuhermanoesastutoyprudente.Te
suplicoquenovayas.
—Mizunoesdébilynomerececonfianza.
—Entonces, ordénale que se haga el harakiri y acaba con él de una vez —dijo
ella,convozdura.
—Másadelante,noahora—replicóYabú.
—PuesenvíaaZukimoto.Enélsípuedesconfiar.
—Si Toranaga no hubiese ordenado que todas las esposas y consortes
permaneciesentambiénaquí,teenviaríaati.Peroseríademasiadoarriesgado.Tengo
queiryo.Nohaymásremedio.
—LasórdenesdeToranagafueronmuyclaras,señor.Sivuelveydescubreque…
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—Sí. Si vuelve, señora. Todavía creo que se metió en una trampa. Ishido tiene
ochenta mil samurais dentro y alrededor del castillo de Osaka. Fue una locura
presentarseallíconsólounoscentenaresdehombres.SiyofueseIshidoylotuviera
enmismanoslomataríainmediatamente.
—Sí—repusoYuriko—.PerolamadredelHerederoestátambiéncomorehénen
YedohastaelregresodeToranaga.ElgeneralIshidonoseatreveráatocaraToranaga
hastaqueellaestésanaysalvaenOsaka.
—Yolomataría.PocoimportaqueOchiba,laseñora,vivaomuera.ElHeredero
está a salvo en Osaka. Con Toranaga muerto, la sucesión es segura. Toranaga es la
única amenaza real para el Heredero, el único que puede valerse del Consejo de
RegenciaparausurparelpoderdeTaikoymataralniño.
—Perdona, señor, pero tal vez el general Ishido pueda atraerse a los otros
regentesyacusaraToranaga,locualsignificaríaelfindeéste,¿neh?
—Sí, señora. Si Ishido pudiera hacerlo lo haría, pero no creo que pueda, como
tampoco puede Toranaga. El Taiko eligió sabiamente los cinco regentes. Se
despreciantantolosunosalosotrosqueescasiimposiblequesepongandeacuerdo
enalgo.NadapuederealmentecambiarhastaqueheredeYaemón.
—Pero un día, señor, cuatro regentes pueden juntarse contra uno, por envidia,
miedooambición,¿neh?LoscuatropuedenretorcerlasórdenesdelTaikolobastante
parairalaguerra,¿neh?
—Sí,peroseráunaguerrapequeña,yelunoserásiemprederrotadoysustierras
repartidasentrelosvencedores,loscualestendránquenombrarelquintoregente,y
coneltiempovolveránasercuatrocontrauno,yelunoseráderrotadoyperderásus
tierras…,talcomoloplaneóelTaiko.Elúnicoproblemaestáensaberquiénseráel
unoestavez:IshidooToranaga.
—SeráToranagaquiensequedesolo.
—¿Porqué?
—Losotroslotemendemasiado,porquetodossabenque,ensecreto,quiereser
Shogún,pormuchoquedigalocontrario.
ShogúneraelrangosupremoquepodíaalcanzarunmortalenelJapón.Shogún
significaba Dictador Militar Supremo. Sólo un daimío podía ser Shogún en un
momentodado,ysóloSuAltezaImperialelEmperadorreinante,elHijoDivinodel
Cielo,quevivíarecluidoconlaFamiliaImperialenKioto,podíaotorgaraqueltítulo.
ElnombramientodeShogúnrepresentabaelpoderabsoluto,elselloyelmandato
del Emperador. El Shogún gobernaba en nombre del Emperador. Por consiguiente,
cualquierdaimíoqueserebelasecontraelShogúnlohacíaautomáticamentecontrael
Trono,erapuestofueradelaleyyseconfiscabansustierras.
ElEmperadorreinanteeraadoradocomounadivinidadporquedescendíaenlínea
directadeladiosaSol,AmaterasuOmikami,hijadelosdiosesEzanagieIzanamique
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habíanformadolasislasdelJapóndelfirmamento.Porderechodivino,elEmperador
reinanteposeíatodaslastierrasygobernabayeraobedecidosindiscusión.Peroenla
práctica,hacemásdeseissiglosqueelpoderrealseejercíadetrásdeltrono.
Tressiglosanteshabíahabidouncismacuandodosdelastresgrandesfamilias
rivalesdesamurais,losMinowara,losFujimotoylosTakashima,habíanapoyadoa
dos pretendientes rivales al trono sumiendo al país en una guerra civil. Después de
sesentaaños,losMinowaratriunfarondelosTakashima,ylosFujimoto,quehabían
permanecidoneutrales,dierontiempoaltiempo.
Apartirdeentonces,losshogunesMinowaradominaronenelreino,decretaron
hereditarioelshogunadoyempezaronacasaralgunasdesushijasconmiembrosde
la familia imperial. El Emperador y toda la Corte imperial permanecían
completamente aislados en palacios y jardines amurallados del pequeño enclave de
Kioto,casisiempreenlapenuria,ylimitandosusactividadesalaobservacióndelos
ritosdelShinto,laantiguareligiónanimistadelJapón,yamenesteresintelectuales
talescomolacaligrafía,lapintura,lafilosofíaylapoesía.
Con el tiempo, los shogunes Minowara perdieron su poder en provecho de los
otros, de los descendientes de los Takashima o de los Fujimoto. Y mientras las
guerrascivilesproseguíanalolargodelossiglos,elEmperadordependíacadavez
másdeldaimíoqueeralobastantefuerteparaconseguireldominiofísicodeKioto.
EncuantoelnuevoconquistadordeKiotohabíaasesinadoalShogúnenelpoderya
sus descendientes, juraba fidelidad al trono y suplicaba humildemente al impotente
Emperador que le otorgase el cargo vacante del Shogún. Después, igual que sus
predecesores,tratabadeextendersurégimenmásalládeKioto,hastaqueera,asu
vez, destruido por otro. Los emperadores se casaban, abdicaban o subían al trono,
segúnlosantojosdelshogunado.PerolaestirpedelEmperadorreinantepermanecía
siempreinvioladaeininterrumpida.
ElShogúneratodopoderoso.Hastaqueeraderribado.
En los últimos cien años, ningún daimío individual había tenido poder bastante
paraconvertirseenShogún.Hacíadoceaños,elcampesinogeneralNakamurahabía
tenidoelpoderyhabíaconseguidoelmandatodelemperadorGo-nijo.Peronohabía
alcanzado el rango de Shogún, por mucho que lo deseara porque había nacido
campesino.Habíatenidoquecontentarseconeltítulocivilmuchomenosimportante
de Kwampaku, Primer Consejero, y más tarde, cuando cedió este título a su hijo
pequeño,Yaemón,aunconservandotodoelpodercomoerahabitual,coneldeTaiko.
Porcostumbrehistórica,sólolosdescendientesdelasantiguasysemidivinasfamilias
delosMinowara,losTakashimaylosFujimototeníanderechoalrangodeShogún.
TaranagaeradescendientedelosMinowara.LaestirpedeYabúseremontabaa
unaramavagaymenordelosTakashima,peroestolebastaríasiundíallegabaal
podersupremo.
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—Bueno,señora—dijoYabú—,esciertoqueToranagaquiereserShogún,pero
nuncaloconseguirá.Losotrosregenteslodesprecianylotemen.¿Creesqueperderá
anteIshido?
—Sequedaráaislado,sí.Peroendefinitivanocreoquepierda,señor.Tesuplico
que no desobedezcas a Toranaga y que no te marches de Yedo para ver el barco
bárbaro por muy raro que lo considere Omi-san. Por favor, envía a Zukimoto a
Anjiro.
—¿Ysihayorooplataenelbarco?¿SeloconfiaríasaZukimotooacualquiera
denuestrosoficiales?
—No—habíadichosuesposa.
Aquella noche había salido en secreto de Yedo con sólo cincuenta hombres, y
ahora era más rico y poderoso de lo que nunca había soñado y tenía unos cautivos
singulares, uno de los cuales moriría aquella misma noche. Y el día siguiente, al
amanecer,partiríahaciaYedo.Yalanochecer,lasarmasylasmonedasemprenderían
suviajesecreto.
«¡Lasarmas!—pensóentusiasmado—.Estasarmasymiplanmedaránelpoder
necesario para hacer que venza Ishido o Toranaga…, el que yo prefiera. Después,
seréregenteensubstitucióndelperdedor.Ydespués,elregentemáspoderoso.¿Por
quénoShogún?Sí.Ahora,todoesposible.»
Con las veinte mil monedas de plata podía reconstruir el castillo. Y comprar
caballosespecialesparalaartillería.Yextenderlareddeespionaje.¿YquédeIkawa
Jikkyu? ¿Bastarían mil monedas para sobornar a sus cocineros para que lo
envenenasen?
EstabaenlacasadeOmi.Seabriólapuertadelcuartodebañoyentróunciego.
—MeenvíaKasigiOmi-san,señor.SoySuwo,sumasajista.
Eraunhombrealtoymuydelgado,viejoyconelrostrosurcadodearrugas.
—Bien.
Yabúhabíatenidosiempremiedoalaceguera,peroestemiedoparecíaaumentar
elplacerqueleproducíaelmasajedeciego.
Podíaverlacicatrizenlasienderechadelhombreyunaprofundadepresióndel
cráneodebajodeella.Pensóquedebíadeseruncorteproducidoporunsable.¿Era
éstalacausadesuceguera?¿Habíasidosamurai?¿Alserviciodequién?¿Seríaun
espía?
Yabúsabíaqueelhombrehabíasidominuciosamenteregistradoporsusguardias
antesdeentrar.Porconsiguiente,notemíaquellevaseningunaarmaoculta.Ytenía
alalcancedelamanosupreciosoylargosable,obradelmaestroarmeroMuramasa.
Vio cómo el viejo se quitaba el quimono de algodón y lo colgaba en la percha sin
verla. Tenía más cicatrices en el pecho. Su ropa interior estaba muy limpia. Se
arrodillóyesperópacientemente.
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Yabú salió del baño y se tendió sobre el banco de piedra. El viejo secó
cuidadosamentealdaimío,seuntólasmanosconaceiteperfumadoyempezóafrotar
losmúsculosdelcuelloydelaespaldadeYabú.
Latensiónempezóamenguarmientraslosvigorososdedosrecorríanelcuerpode
Yabúconasombrosahabilidad.
—Muybien.Estoestámuybien—dijoYabúalcabodeunrato.
—Gracias,Yabú—sama—dijoSuwo.
Sama significaba «señor» y era un término de obligada cortesía cuando uno se
dirigíaaunsuperior.
—¿HacetiempoquesirvesaOmi-san?
—Tresaños,señor.Élesmuybuenoparaesteviejo.
—¿Yantes?
—Ibadepuebloenpueblo.Unosdíasaquí,medioañoallá,comounamariposa
llevadaporelsoplodelaprimavera.
LavozdeSuwoeratansuavecomosusmanos.Habíacomprendidoqueeldaimío
quería hacerle hablar y esperaba la próxima pregunta. Parte de su arte consistía en
saber lo que querían de él y cuándo. A veces, se lo decían sus oídos, pero casi
siempreeransusdedoslosqueparecíanrevelarelsecretodelamentemasculinao
femenina.Ahorasusdedosledecíanquetuvieracuidadoconaquelhombre,queera
peligrosoyversátil,queteníaunoscuarentaaños,queeraunbuenjineteyexcelente
conelsable.Ytambiénqueteníaelhígadoenfermoyquemoriríaantesdedosaños.
Probablementeporculpadelsakéodelosafrodisíacos.
—EstásmuyfuerteparatuedadYabú—sama.
—Tambiéntú.¿Cuántosañostienes?
—Debodetenermásdeochenta…noloséfijo.ServíalseñorYoshiChikitada,
abuelo del señor Toranaga, cuando el feudo del clan no era más grande que este
pueblo.Estabaenelcampamentoeldíaquefueasesinado.
Yabú se esforzó en mantener el cuerpo laxo, pero su mente se puso alerta y
empezóaescucharconatención.
—Un día triste, Yabú—sama. El asesino fue Obata Hiro, hijo de su aliado más
poderoso.TalvezsabrásqueeljovencortólacabezadelseñorChikitadadeunsolo
sablazo. Era una hoja Muramasa y de aquí nació la superstición de que todos los
sablesMuramasatraenmalasuertealclanYoshi.
«¿LodiráporqueyotengounsableMuramasa?—sepreguntóYabú—.Muchos
sabenquelotengo.»
—¿Cómo era el abuelo de Toranaga? —preguntó con fingida indiferencia para
probaraSuwo.
—Alto, Yabú—sama. Tenía veinticinco años el día que murió y era guerrero
desde los doce. Estaba casado y había engendrado un hijo. Fue una lástima que
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tuviese que morir. Obata Hiro era su amigo y su vasallo. Tenía entonces diecisiete
años, pero alguien había envenenado su mente, diciéndole que Chikitada pensaba
matar a su padre a traición. Desde luego, era mentira. El joven Obata se arrodilló
delantedelcadáveryseinclinótresveces.Dijoquelohabíahechoporrespetoasu
padre y que quería lavar su insulto a nuestro clan haciéndose el harakiri. Le dieron
permiso. Y murió como un hombre. Uno de los nuestros actuó de maestro de
ceremoniasycuandoélestuvomuertolecortólacabezadeunsologolpe.Después,
supadrevinoabuscarsucabezayelsableMuramasa.Lascosassepusieronmalpara
nosotros.ElúnicohijodelseñorChikitadafuecogidocomorehénenalgunapartey
nosotrospasamosmalostiempos.Estofue…
—Estás mintiendo, viejo. Nunca estuviste allí —interrumpió Yabú que se había
vueltoymirabafijamentealhombre,quesequedópetrificado—.Elsablefuerotoy
destruidodespuésdelamuertedeObata.
—No, Yabú—sama. Esto es una leyenda. Yo vi cómo el padre se llevaba la
cabezayelsable.¿Quiénhabríaqueridodestruirsemejanteobradearte?Habríasido
unsacrilegio.Supadreselollevó.
—¿Quéhizoconél?
—Nadielosabe.Algunosdicenqueloarrojóalmar.Otros,queloenterró,yque
sigueenterradoenesperadelnieto,deYoshiToranaga.
—Ytú,¿quécrees?
—Queloarrojóalmar.
—¿Loviste?
—No.
Yabú se tumbó de nuevo y el viejo continuó su trabajo. La idea de que alguien
más sabía que el sable no había sido destruido le producía un escalofrío extraño.
¿Debería matar a Suwo? ¿Por qué? ¿Cómo podría un ciego reconocer la hoja? La
empuñadura y la vaina han sido cambiadas muchas veces en el curso de los años.
Nadiepuedesaberqueeselmismosablequehapasadodemanoenmano,cadavez
con mayor secreto, a medida que aumentaba el poder de Toranaga. Déjalo vivir.
Puedesmatarlocuandoquieras.Conelsable.
—¿Qué pasó después? —preguntó deseando sentirse arrullado por la voz del
viejo.
—Fueronmalostiemposparanosotros.Fueelañodelhambreatroz,ycomomi
amohabíamuerto,meconvertíenronín.
Losronínerancampesinos-soldadososamuraisqueporhabersidodegradadoso
porhaberperdidoasusdueñosseveíanobligadosavagardeunladoaotroenbusca
deotroseñorqueaceptasesusservicios.
—Aquel año y el siguiente fueron muy malos —siguió diciendo Suwo —.
Luchabaporquienfuese.Uncombateaquí,unaescaramuzaallá.Lacomidaerami
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paga.EntoncessupequehabíacomidaenabundanciaenKiusiu,ymedirigíalOeste.
Aquel invierno encontré un santuario. Conseguí que me contratasen como guardián
de un monasterio budista. Estuve allí medio año. El monasterio estaba cerca de
Osaka,yenaquellaépocalosbandidoserantannumerososcomolosmosquitosen
un pantano. Un día nos tendieron una emboscada y me dieron por muerto. Unos
monjesmeencontraronycuraronmisheridas.Peronopudierondevolvermelavista.
Susdedossehundíancadavezmásenlacarne.
—Mepusieronconunmonjeciegoquemeenseñóadarmasajeyaverconlos
dedos.Creoqueahoramisdedosmedicenmásdeloquedecíanmisojos.Loúltimo
querecuerdohabervistoconellosfuelabocaylosdientespodridosdelbandido,el
arcobrillantedesusabley…unperfumedeflores.Viperfumeentodossuscolores,
Yabú—sama.Estofuehacemuchotiempo,muchoantesdequelosbárbarosllegasen
anuestropaís,cincuentaosesentaañosatrás.Peroviloscoloresdelperfume.Creo
quevielnirvanayporunmomentolacaradeBuda.Lacegueraesunpreciomuy
baratodesemejantedon,¿neh?
No obtuvo respuesta, ni la esperaba. Yabú se había dormido, según lo previsto.
«¿Tehagustadomihistoria,Yabú—sama?—preguntóSuwoensilencio—.Escierta
toda ella menos en una cosa. El monasterio no estaba cerca de Osaka, sino al otro
lado de tu frontera occidental. ¿Cómo se llamaba el monje? Su, y era tío de tu
enemigoIkawaJikkyu.Podríacortarteelcuellocontodafacilidad.Leharíaunfavor
aOmi-san.Seríaunbienparaelpueblo.Yconellopagaríaunapequeñapartedelo
quedeboamibienhechor.¿Debohacerloahora,odejarloparamástarde?»
Spillbergenlevantóelpuñadodepajadearroz,tensoelsemblante.
—¿Quiénquiereserelprimero?
Nadie le respondió. Blackthorne parecía dormitar, apoyado en el rincón del que
nosehabíamovido.Estabaapuntodeponerseelsol.
—Alguien tiene que ser el primero —gruñó Spillbergen—. Vamos, no queda
muchotiempo.
Leshabíandadocomidayunlebrillodeagua,yotrolebrillocomoletrina.Pero
nadaparalimpiarse.Yhabíanvenidolasmoscas.Lamayoríadeloshombresestaban
desnudosdecinturaparaarribaysudabandecalor.Ydemiedo.
Spillbergenlosmiróunoaunoy,porfin,aBlackthorne.
—¿Porqué…porquéoshaneliminado?¿Eh?¿Porqué?
Blackthorneabriólosojos,unosojoshelados.
—Porúltimavez,no-lo-sé.
—Noesjusto.Noesjusto.
Blackthornevolvióasuspensamientos.«Hadehaberunamaneradesalirdeaquí.
Hadehaberunamaneradellegaralbarco.Esebastardoacabarámatándonosatodos.
No queda mucho tiempo, y si me han excluido ahora es porque tienen algún plan
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malignorespectoamí.»
Cuando se había cerrado la trampilla, todos lo habían mirado y alguien había
dicho:
—¿Quévamosahacer?
—Nolosé—habíacontestadoél.
—¿Porquéoshanexcluidoavos?
—Nolosé.
—¡Jesúsmío,ayúdanos!—gimióalguien.
—¿Cómoharemoslaelección?—preguntóSpillbergen.
—Deningunamanera.Luchemoscontraellos.
—¿Conqué?
—¿Iréiscomoovejasalmatadero?
—¿Iréisvos?
—No digáis ridiculeces. Yo no les intereso. Y no sería justo que yo fuese el
elegido.
—¿Porqué?—preguntóVinck.
—Soyelcapitángeneral.
—Con todo mi respeto, señor —dijo Vinck con ironía—, creo que deberíais
ofrecerosvoluntario.
Spillbergen quería imponerse, pero vio los ojos implacables de los otros. Por
consiguiente,desistióymiróalsuelo.Despuésdijo:
—Yo… Bueno, echaremos suertes. El que saque la paja más corta… Nos
pondremosenlasmanosdeDios,vos,capitán,sostendréislaspajas.
—No.Noquierosabernadadeesto.Quieroluchar.
—Nosmataríanatodos.Yaoísteisloquedijoelsamurai.Nosperdonanlavida,
salvo a uno —recordó Spillbergen secándose el sudor de la cara, y una nube de
moscasselevantóyvolvióaposarse—.Dadmeagua.Esmejorquemueraunoenvez
detodos.
VanNekksacóaguadellebrilloyseladioaSpillbergen.
—Somosdiez,incluidovos,Paulus—dijo—.Lasprobabilidadessonbuenas.
—Salvoqueseastúelelegido—VinckmiróaBlackthorne—.¿Podríamosluchar
contraesossables?
—¿Podrásirmansamentealquehadetorturartesielelegidoerestú?
—Nolosé.
—Echaremos suertes —dijo Van Nek— Dios decidirá. Lo haremos como ha
dichoPaulus.Poralgoescapitángeneral.¿Estáistodosdeacuerdo?
Todosdijeronquesí,salvoVinck.
—Yoestoyconelcapitán.¡Aldiabloconlassuciasymalditaspajas!
Pero, al fin, se dejó convencer. Jan Roper, el calvinista, dirigió la plegaria.
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Spillbergen cortó diez trozos de paja exactamente iguales. Después, partió una de
ellasporlamitad.
—¿Quiénsacaelprimero?—volvióapreguntar.
—¿Cómo podemos saber que obedecerá el que saque la paja más corta? —
preguntóMaetsukker,convozroncaporelmiedo.
—Estoesfácil—dijoJanRoper—.JuremosqueloharemosennombredeDios.
En Su nombre. Morir por los demás en Su nombre. La oveja ungida de Dios irá
directamentealaGloriaEterna.
Todossemostrarondeacuerdoyprestaroneljuramento.
Sonkeligióelprimero.Después,Pieterzoon.LesiguieronJanRoper,Salamony
Croocq.Spillbergensesintiómorir,porquehabíanconvenidoqueélnoelegiría,sino
quesupajaseríalaúltima,yahoralaprobabilidaderaterrible.
Ginselsesalvó.Quedabancuatro.
Maetsukkerllorabaalágrimaviva,peroapartóaVinck,cogióunapajaycasino
diocréditoasusojosalverquenoeraéllavíctima.
El puño de Spillbergen temblaba violentamente, y Croocq tuvo que sujetarle el
brazo.Hecesfecalesresbalaronporsuspiernas.
—¿Cuáldebocoger?—sepreguntabadesesperadamenteVanNekk—.¡Diosmío,
ayúdame!
Casinopodíaverlaspajasentrelaniebladesumiopía.«Sialmenospudiesever,
talvezsabríalaquetengoqueelegir.¿Cuál?.»
Cogióunapajaylaacercóalosojosparaverclaramentesusentencia.Perono
eralacorta.
LosdedosdeVinckasieronlapenúltimapaja.Lapajacayóalsuelo,perotodos
vieronqueeralamáscorta.Spillbergenabriósunudosamanoytodosvieronquela
últimapajaeralarga.Spillbergensedesmayó.
TodosmirabanfijamenteaVinck.Éllosmiródesalentado,sinverlos.Seencogió
débilmente de hombros y medio sonrió ojeando inconscientemente las moscas.
Después,sederrumbóylosotroslehicieronsitioapartándosedeélcomosifueseun
leproso.
BlackthornesearrodillóenelsuelosuciojuntoaSpillbergen.
—¿Estámuerto?—preguntóVanNekk,convozcasiinaudible.Vincksoltóuna
carcajadaquepusolosnerviosdepuntaatodoslosdemásyquecesóconlamisma
brusquedad.
—Yosoy…elmuerto—dijo—.¡Estoymuerto!
—No temas. Eres el ungido de Dios. Estás en las manos de Dios —dijo Jan
Roper.
—Sí—dijoVanNekk—.Notemas.
—Ahoraesfácil,¿no?
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Vinck los miró uno a uno, y todos desviaron sus miradas. Todos, menos
Blackthorne.
—Dameunpocodeagua,Vinck—dijo,sinlevantarlavoz—.Dameunpocode
aguadellebrillo.Vamos.
Vincklomirófijamente.Despuéscogiólacalabaza,lallenódeaguayseladio.
—QueDiosmeasista,capitán—dijo—.¿Quévoyahacer?
—Primero,ayúdameconPaulus.¡Hazloquetedigo,Vinck!¿Sepondrábien?
Vinck dominó su angustia, ayudado por la calma de Blackthorne. Spillbergen
teníaelpulsodébil.Vinckleauscultóelcorazón,leabriólospárpadosyobservósus
ojosunmomento.
—No lo sé, capitán. ¡Dios mío! No puedo pensar como es debido. Creo que su
corazón está bien. Le convendría una sangría… pero no puedo…, no puedo
concentrarme…Dadme…
Seinterrumpióagotado.Sereclinóenlaparedyempezóatemblarconviolencia.
Seabriólatrampilla.
Omiseerguíacontraelcielo,conelquimonoensangrentadoporelsolponiente.
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CapítuloIV
Vinck trató de mover las piernas, pero no pudo. Se había enfrentado muchas veces
con la muerte, pero nunca sumisamente como ahora. Había sido señalado por las
pajas.«¿Porquéyo?—chillabasucerebro—.Nosoypeorquelosdemás.Diosdel
cielo,¿porquéyo?»
Habían bajado una escalera. Omi hizo un gesto para que subiese el hombre.
¡Isogi!¡Deprisa!
VanNekkyJanRoperrezabanensilencio,conlosojoscerrados.Pieterzoonno
podíamirar.BlackthornecontemplabafijamenteaOmiyasushombres.
—¡Isogi!—volvióagritarOmi.
Unavezmás,Vincktratódeponersedepie.
—¡Ayudadme!¡Ayudadmealevantarme!
Pieterzoon, que era el que estaba más cerca, le ayudó a levantarse, pero
Blackthornesehabíaplantadoalpiedelaescalera.
—¡Kinjiru!—gritó,empleandolapalabraquehabíaoídoenelbarco,torciendola
escaleraydesafiandoaOmiaponerelpieenella.
Omisedetuvo.
—¿Quépasa?—preguntóSpillbergen,asustadocomotodos.
—Lehedichoqueestáprohibido.Ningunodemistripulantesiráalamuertesin
luchar.
—Pero…lohemosjurado.
—Yo,no.
—Bueno,capitán—murmuróVinck—.Lodecidimosasí,yeljuegofuelimpio.
EslavoluntaddeDios.Iré…
—Noirássinluchar.Nadielohará.
Omi retrocedió un paso y gritó una orden a sus hombres. Inmediatamente, un
samurai, seguido de cerca por otros dos, empezó a bajar la escalera con el sable
desenvainado. Blackthorne hizo girar la escala, esquivando el sable y tratando de
estrangularalhombre.
—¡Ayudadme! ¡Vamos! ¡Por vuestra vida! Blackthorne cambió de mano para
hacercaeralhombredelaescalera,mientrasbajabasuprimeracompañante.Vinck
saliódesuestadocatalépticoyselanzósobreelsamurai.Paróelgolpequehabría
cortadolamuñecadeBlackthorneylanzóelotropuñocontralaingledelhombre.El
samurai lanzó un gemido y una tremenda patada. Vinck pareció no sentir el golpe.
Subióunospeldañosytratódeapoderarsedelsableydearañarlosojosdesurival.
Losotrosdossamuraisveíancortadossusmovimientosporlafaltadeespacioyla
presenciadeBlackthorne,perounapatadadeunodeellosalcanzólacaradeVínck
haciéndoleretroceder.Entonces,todalatripulaciónselanzósobrelaescala.
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Croocq dio un puñetazo en el empeine del pie del samurai y sintió que se
quebrabaunhuesecillo.Elhombresacóelsabledelavaina,perocayópesadamente
alsuelo.VinckyPieterzooncayeronsobreél.Blackthorneseapoderódeladagadel
japonéscaídoyempezóasubirlaescalera,seguidodeCroocq,JanRoperySalamon.
Los dos samurais se retiraron y se plantaron en la entrada blandiendo sus sables
asesinos. Blackthorne sabía que la daga era inútil contra los sables. Sin embargo,
atacóapoyadoporlosotros.Enelmomentoenqueasomólacabeza,ledescargaron
unsablazoquenolealcanzóporunafraccióndepulgada.Unaviolentapatadadeun
samuraialquenohabíavistolehizocaerdenuevoenelagujero.
Vinck dio un golpe en la nuca al samurai caído y éste perdió el conocimiento.
Siguiógolpeándolo,peroBlackthornelodetuvo.
—No lo mates. ¡Podemos emplearlo como rehén! —gritó tirando
desesperadamentedelaescaleraytratandodehacerlacaerdentrodelsótano.
Pero era demasiado larga. Arriba, los otros samurais de Omi esperaban,
impávidos,juntoalatrampilla.
Otrostressamurais,provistosdecuchillosyllevandosólountaparrabo,saltaron
dentro de la hoya. Los dos primeros cayeron deliberadamente sobre Blackthorne,
derribándoloyloatacaronferozmente.
Blackthorne quedó aplastado bajo el peso de los hombres. No podía emplear el
cuchillo,sintióflaquearsuvoluntaddeluchaylamentónotenerlahabilidaddeMura
paraelcombatesinarmas.Sabíaquenopodríaresistirmuchotiempo,perohizoun
últimoesfuerzoparaliberarunbrazo.Ungolpecrueldeunamanopétrearetumbóen
sucabezayotrolehizoverlasestrellas,perosiguióluchando.
Vinckforcejeabaconunodelossamuraiscuandoeltercerosedejócaersobreél
desdeloalto,yMaetsukkerchillóalclavarseunadagaensubrazo.
Blackthorneagarróporelcuelloaunodelossamurais,perosusdedosresbalaron
acausadelsudorydelfango,ycuandoseerguíacomountoroenloquecidotratando
de sacudírselos de encima, un último golpe lo sumió en la inconsciencia. Los tres
samuraisvolvieronalaescalera,ylosprisioneros,ahorasinjefe,retrocedieronante
losmolinetesdelossables.Lossamuraisnopretendíanmatarlosnimutilarlos,sino
únicamente acorralarlos contra los muros, lejos de la escalera a cuyo pie yacían
inertesBlackthorneyelprimersamurai.
Omi bajó con arrogancia y agarró al hombre que tenía más cerca que era
Pieterzoon.Loempujóhacialaescala.
PieterzoongritóyluchóporlibrarsedelasgarrasdeOmi,perouncuchillorasgó
sumuñecayotroledesgarróunbrazo.
—¡Que Dios me ayude! No soy yo quien tiene que ir…, no soy yo —tenía los
piesenelprimerpeldañoysiguiósubiendo,huyendodeloscuchillos—.¡Salvadme,
porelamordeDios!—gritóporúltimavez.
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Omilosiguió,sinapresurarse.
Unsamuraisubiódetrásdeél.Después,otro.Eltercerorecogióelcuchilloque
habíaempleadoBlackthorne.
Retiraron la escalera. El aire, el cielo y la luz se desvanecieron. Sólo quedó la
oscuridad, y en ella unos pechos jadeantes y unos corazones palpitantes y sudor y
hedor.Volvieronlasmoscas.
De momento, nadie se movió. Jan Roper tenía un pequeño corte en la mejilla,
Maetsukkersangrabamuchoycasitodoslosdemásestabanconmocionados,excepto
Salamon. Este se acercó a Blackthorne y apartó al samurai inconsciente. Croocq
recogióunpocodeaguayentrelosdoslimpiaronlacaradeBlackthorne.
Sonksepusotrabajosamentedepieyseacercóaellos.Moviódelicadamentela
cabezadeBlackthorneylepalpóloshombros.
—Parecequeestábien.Perohabráqueesperarquevuelvaensí.
—¡Oh,Diosmío!—dijoVinckechándoseatemblar—.¡PobrePieterzoon!Mehe
condenado…Mehecondenado…
—Tú ibas a ir. El capitán te lo impidió —dijo Sonk sacudiéndole—. Yo lo he
visto,Vinck.
—Es cierto —dijo Spillbergen—. No gimas más, Vinck. Ha sido culpa del
capitán.
JanRopercogióunpocodeaguaconlacalabaza,bebióyselavólaheridadela
mejilla.
—Vinckteníaqueir.EraelcorderodeDios.Eraelelegido.Yahorasualmaseha
condenado.Apiádatedeél,Diosmío,paraquenoardaportodalaeternidad.
—Dadmeagua—gimióelcapitángeneral.
VanNekktomólacalabazademanosdeJanRoperylapasóaSpillbergen.
—Vinck no ha tenido la culpa —dijo Van Nekk cansadamente—. Él no podía
levantarse,¿noosacordáis?Hapedidoqueloayudáramos.
—No ha sido culpa suya —dijo Spillbergen—, sino de ése. —Todos miraron a
Blackthorne.—Estáloco.
—Comotodoslosingleses—dijoSonk—.¿Habéisconocidoaalgunoquenolo
estuviera?Rascadlosunpoco,yencontraréisunmaníaco…yunpirata.
—¡Sonunosbastardos!—dijoGinsel.
—No todos lo son —dijo Van Nekk—. El capitán sólo hizo lo que creía justo.
Nosprotegióynostrajoaquí,despuésdediezmilleguasdenavegación.
—¡Al diablo con su protección! Eramos quinientos y teníamos cinco barcos al
zarpar.¡Ahorasóloquedamosnueve!
—No fue culpa suya que se desperdigara la flota. Ni que nos azotasen las
tormentas…
—De no haber sido por él nos habríamos quedado en el Nuevo Mundo. Fue él
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quiendijoquepodríamosllegaralJapón.Yaquíestamos,¡viveDios!
—Todosconvinimosenello—dijoVanNekk—.¡Todoslovotamos!
—Sí,peroélnosconvenció.
—¡Mirad! —dijo Ginsel, señalando al samurai que empezaba a moverse y a
gemir.
Sonksedeslizórápidamentejuntoaélylediounpuñetazoenlamandíbula.El
hombresedesvaneciódenuevo.
—¿Por qué lo han dejado aquí esos bastardos? Podían habérselo llevado
fácilmente.Nopodíamoshacernadaparaimpedírselo.
—¿Pensaríanqueestabamuerto?
—Nolosé.
—No lo mates, Sonk. Es un rehén —dijo Croocq, y miró a Vinck—. ¿Qué le
haránaPieterzoon?¿Quénosharánatodos?
—Laculpaesdelcapitán—dijoJanRoper—.Sólosuya.
VanNekkmirócompasivamenteaBlackthorne.
—Ahorayanoimportadequiénsealaculpa—dijo.
Sonaron unos pasos arriba. La trampilla se abrió. Los aldeanos empezaron a
verterbarrilesdeaguademarydedesperdiciosdepescadoenelpozo.Cuandohubo
seispulgadasdelíquidoenelsuelo,sedetuvieron.
Los gritos empezaron cuando la luna estaba alta en el cielo. Yabú estaba
arrodillado en el jardín interior de la casa de Omi. Inmóvil. Observaba la luz de la
lunasobreelárbolflorido,elhazderamassobreelclarocielo,losapiñadoscapullos
apenascoloreados.Unpétalogiróenelaire,yélpensó:
Labellezanoesmenorporcaerenlabrisa.
Cayóotropétalo.Elvientosuspiróyarrancóotro.Elárbolteníaapenaslaaltura
de un hombre y se levantaba entre unas piedras cubiertas de musgo y que parecían
habernacidodelatierra,tanhábilmentehabíansidocolocadas.
SenecesitabatodalafuerzadevoluntaddeYabúparaconcentrarseenelárboly
los capullos y el cielo y la noche, sentir el roce amable del viento y oler su dulce
fragancia marina y pensar en poesías, y mantener al mismo tiempo aguzados los
oídosparacaptarlosgritosdeagonía.
—Omi-san, ¿cuánto tiempo estará aquí nuestro señor? —preguntó la madre de
Omi,enuntemerosomurmullo,desdeelinteriordelacasa.
—Nolosé.
—Esosgritossonterribles.¿Cuándocesarán?
—Nolosé—respondióOmi.
Estaban sentados detrás de un biombo, en la segunda habitación de la casa. La
principal,queeraladelamadre,habíasidocedidaaYabú,yambasestanciasdaban
aljardínqueélhabíaconstruidocontantoesfuerzo.PodíanveraYabúatravésdela
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celosía.
—Quisiera irme a dormir —dijo, temblando, la mujer—. Pero no podré dormir
contodoeseruido.¿Cuándocesará?
—Nolosé.Tenpaciencia,madre—dijoOmiconvozsuave—.Elruidocesará
pronto.Mañana,elseñorYabúpartiráhaciaYedo.Porfavor,tenpaciencia.
PeroOmisabíaquelatorturaduraríahastaelamanecer.Asíhabíasidoplaneado.
Tratódeconcentrarse,siguiendoelejemplodesuseñorfeudal.Peroelsiguiente
alarido lo volvió a la realidad, y pensó: «No puedo. No tengo su dominio ni su
fuerza.»
—Pero,¿esrealmentefuerza?—sepreguntó.
PodíaverclaramentelacaradeYabú.Ytratódeinterpretarlaextrañaexpresión
delsemblantedesudaimío:elligerofruncimientodeloslabios,unpocodesalivaen
suscomisurasylosojosincrustadosenunasoscurasrendijasquesólosemovíancon
lospétalos.
EralaprimeravezqueOmiestabatancercadesutío,puesélerasólounpequeño
eslabónenlacadenadelclanysufeudodeAnjiroydelazonacircundanteerapobre
ycarecíadeimportancia.Supadre,Mizuno,teníaseishermanos,yOmieraelmenor
de sus tres hijos. Yabú era el mayor de aquellos hermanos y jefe del clan Kasigi,
Mizunoeraelsegundo.Omiteníaveintiúnañosyerapadredeunhijovarón.
—¿Dóndeestátumiserableesposa?—farfullólaviejaconuntonomalhumorado
—.Quieroquemefrotelaespaldayloshombros.
—Hatenidoqueiravisitarasupadre,¿noteacuerdas?Estámuyenfermo.Deja
quelohagayo.
—No.Puedesllamaraunasirvienta.Perotumujeresmuydesconsiderada.Podía
haber esperado unos días. Yo he venido de Yedo para visitaros. Dos semanas de
fatigosoviaje.Yellasehamarchadocuandoapenasllevabaaquíunasemana.¡Podía
haber esperado un poco! Tu padre cometió un grave error al concertar tu boda con
ella. Deberías decirle que no vuelva y divorciarte de ella. O al menos, darle una
buenapaliza.¡Esosterriblesgritos!¿Porquénoacabandeunavez?
—Acabaránpronto.
—Deberíasdarleunabuenapaliza.
—Sí.
Omi pensó en su esposa, Midori, y el corazón saltó en su pecho. Era muy
hermosa y gentil e inteligente. Su voz era clara y su música tan buena como la de
cualquiercortesanadeIzú.
—Midori-san—lehabíadichoél,reservadamente—,debesmarcharteenseguida.
—Mi padre no está tan enfermo, Omi-san, y mi sitio está aquí, para servir a tu
madre,¿neh?Sivienenuestroseñordaimío,habráqueprepararlacasa.¡Oh!Estoes
muy importante, Omi-san, el momento más importante de tu servicio, ¿neh? Si el
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señorYabúrecibeunabuenaimpresión,talveztedaráunfeudomejor,quebientelo
mereces.Siocurrieraalgodurantemiausencia,nuncameloperdonaría.
—A pesar de todo, quiero que te marches en seguida, Midori-san. Sólo por dos
días.Después,vuelvecorriendo.
Ellahabíasuplicado,peroantelainsistenciadeél,habíaacabadopormarcharse.
OmihabíaqueridoquenoestuvieseenAnjirocuandollegaraYabúymientraséste
permanecieseenlacasa.Noeraquetemieraqueeldaimíoseatrevieseatocarlasin
permiso. Esto era inconcebible, pues en tal caso Omi habría tenido el derecho, el
honoryeldeberdeeliminaraldaimío.
Pero había advertido que Yabú la miraba mucho cuando se casaron en Yedo y
ahorahabíaqueridoevitartodaposiblecausadeviolencia.DebíaimpresionaraYabú
—samaconsulealtadfilial,suprevisiónysuconsejo.Yhastaahoratodosehabía
desarrollado a pedir de boca. El barco había sido un descubrimiento precioso, lo
mismoquesutripulación.Todoeraperfecto.
Omiestabatristesinella,perocontentodequesehubieramarchado.Losgritosla
habríanafligidodemasiado.
SumadrepercibíaapenaslaborrosasiluetadeYabúeneljardín.Ensecreto,lo
odiabaydeseabasumuerte.SiYabúmoría,Mizuno,sumarido,seríadaimíodeIzúy
jefedelclan.Seríaalgomagnífico.Entonces,todoslosotroshermanosysusesposas
ysushijos,seríansusservidores,yMizuno-sannombraríaaOmisuheredero.
Eldolordelcuellolahizomoverseunpoco.
—Llamaré a Kikú—san —dijo Omi refiriéndose a la cortesana que esperaba
pacientementeaYabúenlahabitacióncontigua,conelmuchacho—.Esmuyhábil.
—Estoybien.Sólounpococansada,¿neh?Pero,bueno,puededarmeunpocode
masaje.
Omi entró en la habitación contigua. El lecho estaba a punto. Consistía en una
colchainferioryotrasuperior,colocadassobrelaesterilla.Kikúseinclinó,tratóde
sonreír y murmuró que sería para ella un honor poner su modesta habilidad al
serviciodelamadremáshonorabledelacasa.Estabamáspálidaquedecostumbrey
Omi comprendió que los gritos la afectaban también profundamente. El muchacho
procurabadisimularsumiedo.
Cuando habían empezado los gritos, Omi había tenido que emplear toda su
habilidadparahacerquesequedara.
—¡Oh,nopuedosoportarlo,Omi-san!Esterrible.Porfavor,déjamemarchar.Me
tapo los oídos, pero el ruido penetra a través de mis manos. ¡Pobre hombre! Es
terrible—habíadichoella.
—Porfavor,Kikú—san,tenpaciencia.HasidounaordendeYabú—sama,¿neh?
Nopodemoshacernada.Prontoacabará.
—Esdemasiado,Omi-san.Nopuedosoportarlo.
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Porunacostumbreinveterada,eldineronopodíacompraraunajovensiéstaosu
patrona rechazaban al cliente, quienquiera que fuese. Kikú era una cortesana de
primera clase, la más famosa de Izú, y aunque Omi estaba convencido de que no
podíacompararseconlascortesanasdesegundaclasedeYedo,OsakaoKioto,aquí
estabaenlacimayjustamenteorgullosadesímisma.Yaunqueélhabíaconvenido
con su patrona, Mamá—san Gyoko, pagarle el quíntuplo del precio acostumbrado,
todavíanoestabasegurodequeKikúquisieraquedarse.
Ahora observaba sus ágiles dedos sobre el cuello de su madre. Era bonita,
menuda, de piel suave y casi translúcida. En general, sabía gozar de la vida. Pero,
¿cómopodíasentirsefelizbajoelpesodeaquellosgritos?
Depronto,losgritoscesaron.
Omi escuchó, con los labios entreabiertos, esforzándose en captar el menor
sonido,esperando.AdvirtióquelosdedosdeKikúsehabíandetenidoyquesumadre
nosequejabayescuchabaconlamismaatención.MiróaYabú,atravésdelacelosía.
Eldaimíopermanecíainmóvilcomounaestatua.
—¡Omi-san!—llamóYabú,alfin.
Omiselevantó,salióalagaleríayseinclinó.
—Sí,señor.
—Veaverloquehapasado.
Omi se inclinó de nuevo, cruzó el jardín y salió al camino enarenado que
conducíaalpuebloyalaplaya.Alláabajo,pudoverunafogatacercadeunodelos
muellesyvarioshombresasualrededor.Yenlaplazafrentealmar,latrampadel
pozoyloscuatrocentinelas.
Al acercarse al pueblo, vio que los lugareños —hombres, mujeres y niños —
seguíandescargandoelbuqueyqueunascanoasyunasbarcasdepescaibanyvenían
como otras tantas luciérnagas. Fardos y cajas se amontonaban en la orilla. Siete
cañonesestabanyaallí,yotroestabasiendoizadodeunboteaunarampaydeéstaa
laarena.Reinabaelsilencio.Inclusolosperroscallaban.
Nuncahabíaocurridounacosaasí.Omipensóqueeracomosielkami(espíritu
Shinto)delpuebloloshubieraabandonado.
Murallegódelaplayaylesalióalencuentro.
—Buenasnoches,Omi-sama.Elbarcoestarádescargadoalmediodía.
—¿Hamuertoelbárbaro?
—Nolosé,Omi-sama.Iréaverloenseguida.—Puedesvenirconmigo.
Muralesiguió,sumiso,amediopasodedistancia.—¿Hasdichoalmediodía?—
preguntóOmi,preocupadoporaquelsilencio.
—Sí.Todomarchabien.
—¿Yelcamuflaje?
Mura señaló unos grupos de viejas y de niños, cerca de las casas donde se
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guardabanlasredes.Suwoestabaconellos.
—Podemos desmontar los cañones de sus cureñas y envolverlos. Al menos
necesitaremos diez hombres para transportar cada cañón. Igurashi-san ha enviado a
buscarmásporteadoresalpueblovecino.
—Bien.
—Mepreocupaquesemantengaelsecreto,señor.
—Igurashi-sanlesharácomprenderestanecesidad,¿neh?
—Tendremosqueempleartodosnuestrossacosparaarrozytodasnuestrasredes
yesterillas,Omi-sama.
—¿Ybien?
—¿Cómopodremospescaryensacarnuestrascosechas?
—Ya encontraréis la manera —repuso Omi endureciendo la voz—. Esta
temporada los impuestos aumentarán una mitad. Yabú—san lo ha ordenado esta
noche.
—Tenemospagadoslosimpuestosdeesteañoydelpróximo.
—Eselprivilegiodeloscampesinos,Mura.Pescar,cultivar,cosecharypagarlos
impuestos,¿neh?
—Sí,Omi-sama—dijoMurasinperderlacalma.
—Eljefedeunpuebloquenopuededominarloesunobjetoinútil,¿neh?
—Sí,Omi-sama.
—Aquellugareñofuetanestúpidocomoinsolente.¿Sonlosotroscomoél?
—Ninguno,Omi-sama.
—Así lo espero. Los malos modales son imperdonables. Su familia ha sido
multada con el valor de un kokú de arroz a pagar en pescado, arroz, cereales o de
cualquierotramaneraenelplazodetreslunas.
—Sí,Omi-sama.
Tanto Mura como Omi sabían que esta suma estaba fuera del alcance de la
familia.LostreshermanosTamazaki—ahorados—sóloteníanunabarcadepescay
uncampodearrozdemediahectáreaparamantenerasusrespectivasesposas,cuatro
hijosytreshijas,améndelaviudaylostreshijosdelmuerto.Unkokúdearrozeralo
que necesitaba una familia para vivir un año. Equivalía aproximadamente a
trescientascincuentalibras.
Muraestabapensandocómopodríaconseguirelimportedelamulta,puessila
familianopodíapagarlatendríaquehacerloelpueblo.Eljefedelpueblovecinole
debíaunfavor…¡Ah!¿AcasolahijamayordeTamazakinoeraunabellezaalosseis
añosynoeranlosseisañoslamejoredadparavenderunaniña?¿Ynoeraunprimo
lejano de la hermana de su madre el mejor mercader de niños de todo Izú? Mura
suspirósabiendolosfuriososregateosqueleesperaban.Peroquizáconseguiríados
kokúporlaniña.Ciertamente,valíamuchomás.
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—PidoperdónporelmalcomportamientodeTamazaki—dijoMura.
—Elinsolentefueél,notú—respondióOmi,amablemente.
Doblaronlaesquinadelmuelleysedetuvieron.Omivacilóydespuésdespidióa
Muraconunademán.Eljefedelpueblohizounareverenciaysealejó,agradecido.
—¿Hamuerto,Zukimoto?
—No,Omi-san.Sólohavueltoadesmayarse.
Omi se acercó a la gran caldera de hierro que se empleaba en el pueblo para
obtener la esperma de las ballenas que a veces capturaban en alta mar durante los
mesesdeinviernooparahacercoladepescadoqueeraunaindustrialocal.
Elbárbaroestabasumergidohastaloshombrosenelaguahumeante.Teníarojala
caraysuslabiosdejabanaldescubiertoloscariadosdientes.
Al ponerse el sol, Omi había observado a Zukimoto, hinchado de vanidad,
mientrassupervisabalaoperacióndeataralbárbarocomoaunpollo,conlosbrazos
sobrelasrodillasylasmanoscolgandohastalospies,ysumergirloenaguafría.El
bárbaropelirrojoconquienhabíaqueridoempezarYabúnohabíaparadodecharlary
dereírydellorarmientraselsacerdotecristianorezabaagritossusplegarias.
Entonces, habían empezado a atizar el fuego. Yabú no estaba en la playa, pero
había dado órdenes concretas, que se habían seguido al pie de la letra. El bárbaro
había empezado a gritar y a vociferar y había tratado de abrirse la cabeza a golpes
contra el borde de la caldera. Pero se lo habían impedido. Omi había tratado de
presenciaraquellocomoseobservalainmolacióndeunamoscaprocurandonoveral
hombre.Peronolohabíalogradoysehabíamarchadoloantesposible.Acababade
descubrirquenolegustabalatortura.Eraalgoindignotantoparaelquesufríacomo
parasuverdugo.Privabaalamuertedesudignidad.
Zukimoto pinchó las piernas del hombre con un palo, como suele hacerse para
sabersiunpescadoestácocido.
—Pronto volverá a la vida —dijo—. Es extraordinario lo que aguanta. No creo
queesténhechoscomonosotros.Muyinteresante,¿eh?
—No—dijoOmi,detestándole.
Zukimotosepusoinmediatamenteenguardia.
—Meheexpresadomal,Omi-san—dijoinclinándoseprofundamente.
—Desdeluego.ElseñorYabúestámuycomplacidoportubuenaactuación.Debe
necesitarsemuchahabilidadpararegularexactamenteelfuego.
—Eresdemasiadoamable,Omi-san.
—Yabúquieresabercuántoviviráesehombre.
—Sitenemoscuidado,hastaelamanecer.
Omi observó la caldera, pensativo. Después se dirigió a la plaza. Todos los
samuraisselevantaronylehicieronunareverencia.
—Todo está tranquilo ahí abajo, Omi-san —dijo uno de ellos—. Al principio,
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sonaronalgunasvocesirritadasyalgunosgolpes.Perohaceratoquenoseoyenada.
—¿Y Masijiro? —preguntó Omi nombrando al samurai que, por orden suya,
habíasidodejadoabajo.
—No lo sabemos, Omi-san. Desde luego, no ha llamado. Probablemente está
muerto.
«¡Dejarse dominar por unos hombres que estaban desarmados y en su mayoría
enfermos!—pensóOmi—.¡Quéasco!Mejorquehayamuerto.»
—Mañana,nicomidaniagua.Almediodía,sacadloscadáveresquehaya,¿neh?
Ysubidaljefe.Solo.
—Sí,Omi-san.
Omi volvió a la fogata y esperó hasta que el bárbaro abrió los ojos. Después,
volvióaljardínyrefirióloquehabíadichoZukimoto.
—¿Hasmiradolosojosdelbárbaro?
—Sí,Yabú—sama.
Omiestabaahoraarrodilladodetrásdeldaimío,adiezpasosdedistancia.Yabú
permanecíainmóvil.
—¿Qué…quéhasvistoenellos?
—Locura.Laesenciadelalocura.Nuncahabíavistounosojoscomoaquéllos.Y
unterrorinfinito.
Trespétaloscayeronsuavemente.
—Hazunapoesíaacercadeél.
Omiseestrujóelcerebro.Después,lamentandonosermáshábil,dijo:
SusojoseranelfondodelInfierno…Dolortotalarticulado.
Se oyeron unos alaridos, ahora más débiles, pero la distancia parecía nacer su
tonomáscruel.
Yabúdijo,alcabodeunmomento:
Si tú dejas que su escalofrío llegue a lo más hondo, te vuelves uno de ellos,
inarticulado.
Omireflexionósobreestodurantelargorato,envueltoenlabellezadelanoche.
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CapítuloV
Exactamenteantesdelamanecer,cesaronlosgritos.
LamadredeOmidormía.YYabútambién.
El pueblo seguía agitado en aquella hora temprana. Faltaba transportar cuatro
cañones,cincuentabarrilesdepólvoraymilbalasdecañón.
Kikú yacía bajo la colcha observando las sombras en la pared del shoji. No se
habíadormido,aunqueestabamásagotadaquenunca.Lossonorosronquidosdela
viejaenlahabitacióncontiguaahogabanlasuaveyprofundarespiracióndeldaimío,
que yacía a su lado. El muchacho dormía sin ruido en el otro lecho, con los ojos
tapadosconunbrazopararesguardarlosdelaluz.
YabútemblóligeramenteyKikúcontuvoelaliento.Peroélsiguiódurmiendo,y
esto la satisfizo porque sabía que podría marcharse muy pronto sin molestarlo.
Mientras esperaba pacientemente, procuró pensar cosas agradables recordando el
consejodesuprimeramaestra.
Pensóenladeliciasensualdelbañoqueprontotomaríayqueborraríaelrecuerdo
de esta noche, y después la apaciguadora caricia de las manos de Suwo. Pensó en
cómosereiríaconlasotraschicasyconGyoko-san,laMamá—san,contandochistes
yrumoresycuentosyenellimpioquimonoquesepondríaporlanoche:eldorado
confloresamarillasyverdes,yconlascintasdeltocadohaciendojuego.Despuésdel
bañoharíaquelapeinasen,yconeldinerodelanochepodríapagarunabuenaparte
deloquedebíaasupatrona,Gyoko-san,ymandaralgoasupadre,queeragranjero,
pormediodelcambista,yaúnlequedaríaalgoparaella.Prontoveríaasuamantey
laveladaseríaperfecta.
«La vida es bella —pensó—. Sí. Pero es muy difícil olvidar los gritos. Es
imposible. Y las otras muchachas se sentirán también afligidas, y la pobre Gyokosan.Peronoimporta.MañananosmarcharemostodasdeAnjiroyvolveremosacasa,
a nuestra adorable casa de té de Mishima, la ciudad más grande de Izú, asentada
alrededordelcastillomásgrandedeldaimío.SientoquedamaMidorimeenviasea
buscar.»
«Debes ser sensata, Kikú —se dijo vivamente—. No debes lamentarlo. Ha sido
unhonorserviranuestroSeñor.Yahoraquehassidodistinguida,aumentarátuvalor
alosojosdeGyoko-san,¿neh?Hasidotodaunaexperiencia,yahoratellamaránla
Dama de la Noche de los Gritos, y, si tienes suerte, alguien escribirá una balada
acerca de ti, una balada que quizá se cantará incluso en Yedo. ¡Oh, esto sería
estupendo! Entonces, tu amante compraría sin duda tu contrato y estarías segura y
contentaypodríascriarhijos.»
Alcesarlosgritos,Yabúhabíapermanecidocomounaestatuaalaluzdelaluna
duranteloquelehabíaparecidounaeternidad.Despuéssehabíalevantadoyhabía
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corrido a la otra habitación con su quimono de seda suspirando como el mar a
medianoche. El muchacho estaba espantado, aunque trataba de disimularlo y se
enjugaba las lágrimas producidas por el tormento. Ella le había sonreído para
tranquilizarlofingiendounacalmaquenosentía.
Entonces,Yabúseplantóenlapuerta.Estababañadoensudor,tensoelsemblante
ymediocerradoslosojos.Kikúleayudóadesprendersedelossablesyaquitarseel
quimonoempapadoyeltaparrabo.Losecó,leayudóaponerseunquimonolimpioy
le ató el cinto de seda. Había iniciado una salutación, pero él había apoyado
suavementeundedoensuslabios.
Después, él se había acercado a la ventana y había contemplado la luna que se
desvanecía,comosiestuvieseentrance,tambaleándoseunpocosobrelospies.Ella
permanecióexpectante,sintemor,porquenoteníamotivosparasentirmiedo.Élera
un hombre y ella era una mujer, adiestrada como tal, para complacer por todos los
medios.Peronoparacausarnirecibirdolor.Habíaotrascortesanasespecializadasen
estaformadesensualidad.Algúngolpeocasional,talvezunmordisco…Bueno,esto
erapartedelplacer-dolordedaryrecibir,perosiempredentrodelorazonable,pues
esto tenía que ver con el honor y ella era una dama del Mundo de los Sauces, una
dama de primera clase y no se la debía tratar a la ligera. Le habían enseñado a
amansaraloshombres,amantenerlosdentrodeciertoslímites.Aveces,unhombre
se desmandaba, y entonces era horrible. Porque la dama estaba sola. Y no tenía
ningúnderecho.
Su tocado era impecable, salvo por unos mechones de cabello dejados
deliberadamentesueltossobrelasorejasparasugerirsudesordeneróticoyalpropio
tiempo para realzar la pureza del conjunto. Su quimono a cuadros rojos y negros,
ribeteadodelverdemáspuroparaacentuarlablancuradesupiel,estabaceñidoasu
cinturaporunafajaanchayrígida,unobi,deunverdeiridiscente.Ahorapodíaoírla
resacadelaplayayelsusurrodelabrisaeneljardín.
Porúltimo,Yabúsevolvióamirarlaydespuésmiróalmuchacho.
Este tenía quince años, era hijo de un pescador local y discípulo de un monje
budistaqueeraartista,pintoreilustradordelibros.Alchiconoleimportabaganar
dinerodeaquellosquegustabanmásdelosmuchachosquedelasmujeres.
Yabúlehizounaseña.Elchico,obedienteydominadoyasumiedo,soltóelcinto
de su quimono con estudiada elegancia. No llevaba taparrabo, sino una camisola
femenina que llegaba hasta el suelo. Tenía el cuerpo delicado y curvilíneo y casi
lampiño.
Kikúrecordabaelsilenciodelaestancia,envueltoslostresenlaquietud,después
decesarlosgritosyesperandoellayelmuchachoqueYabúhiciesesuelección.
Porfin,éstelahabíaseñaladoaella.Kikúhabíadesatadograciosamentelacinta
de su obi y, al abrirse los pliegues de sus tres quimonos de finísimo hilo, habían
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dejadoaldescubiertolaopacacamisolaquerealzabasufigura.Yabúsehabíatendido
enellechoyaunaindicaciónsuyaelloslohabíanhechotambién,unoacadalado.
Lo demás, había sucedido con gran rapidez. El hombre jadeó un momento, con los
ojos fuertemente cerrados, y después dio media vuelta y se quedó dormido casi
instantáneamente.
Elmuchachoarqueólascejas,sorprendido.
—¿Acaso somos unos ineptos, Kiku-san? Quiero decir que todo ha sido tan
rápido…—murmuró.
—Hemoshecholoqueélquería—dijoella.
—Ciertamente,haalcanzadolasnubesylalluvia—repusoelchiquillo.
CubrieronaYabúconlacolchayelmuchachosetumbólánguidamente,medio
apoyadoenuncodo,yahogóunbostezo.
—¿Porquénoduermestútambién?—dijoella.
El muchacho se ciñó el quimono y cambió de posición para quedar arrodillado
delante de ella. Kikú estaba sentada junto a Yabú y acariciaba el brazo del daimío,
velandosutemblorososueño.
—Nuncahabíaestadoconunhombreyunadamaalmismotiempo,Kikú—san
—murmuróelmuchacho.
—Tampocoyo.
Elmuchachofruncióelceño.
—Tampocoheestadoconunajovenenlacama.
—¿Mequerríasamí?—lehabíapreguntadoella,amablemente—.Siesperasun
poco,estoyseguradequenuestroseñornosedespertará.
Elchicovolvióafruncirelceñoydijo:
—Sí,porfavor.
Ydespués,comentó:
—Hasidomuyextraño,damaKikú.
Ellasonrióparasusadentros.
—¿Quéprefieres?
Elmuchachoreflexionóunbuenratomientrasyacíantranquilosyabrazados.
—Esuntrabajobastantepesado—dijo.
Ellaenterrólacabezaensuespaldaylebesólanucaparadisimularunasonrisa.
—Eresunamantemaravilloso—murmuró—.Yahoradebesdormir,despuésde
untrabajotanpesado.
Loacaricióhastaquesequedódormidoydespuéslodejóysefueasucamastro.
El lecho se había enfriado. Pero ella no quería volver al calor de Yabú para no
molestarlo.Ellechosecalentópronto.
Lassombrasdelshojiseagudizaban.«Loshombressonunoschiquillos—pensó
—.Llenosdeunorgullotonto.Todalaangustiadeestanocheporalgotanfugaz.Por
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unapasiónque,ensímisma,noesmásqueunailusión,¿neh?»
Elmuchachoseagitóensueños.
«¿Porquéteofrecisteaél?—sepreguntóKikú—.Parasuplacer,porélynopor
mí,aunquemedivirtióymeayudóapasareltiempoyledilapazquenecesitaba.
¿Porquénoduermesunpoco?Mástarde.Dormirémástarde.»
Cuandollególahora,sedeslizófueradelcalorsuavedellechoysepusodepie.
Susquimonosseabrieronenunsusurroyelairelahizoestremecerse.Rápidamente,
seajustólasropasyseatóelobi.Undiestroycuidadosotoqueasupeinado.Yasu
maquillaje.
Nohizoelmenorruidoalsalir.
Elcentinelasamuraidelagalenaseinclinó.Ellacorrespondióasusaludoysalió
alsoldelamanecer.Sudoncellalaestabaesperando.
—Buenosdías,Kikú—san.
—Buenosdías.
Elsoleraagradableyborrabalanoche.Kikúpensóquevivirerahermoso.
Introdujo los pies en las sandalias, abrió su sombrilla escarlata y cruzando el
jardínsalióalcaminitoqueconducíaalpuebloyllegóalaplazayalacasadetéque
erasuresidenciatemporal.Sudoncellalasiguió.
—Buenosdías,Kikú—san—legritóMurainclinándose.
Estaba descansando un momento en la galería de su casa, bebiendo cha, el té
verdepálidodelJapón.Sumadreleservía.
—Buenosdías,Kikú—san—dijotambiénella.
—Buenosdías,Mura-san.Buenosdías,Saiko-san…Tienesmuybuenaspecto—
respondióKikú.
—Ytú,¿cómoestás?—preguntólamadretaladrandoconlosojosalajoven—.
¡Terriblenoche!Tomaeltéconnosotros.Estáspálida,chiquilla.
—Gracias,perodebéisdisculparmeporquetengoqueiracasa.Mehacéisungran
honor.Talvezmástarde.
—Desdeluego,Kikú—san.Honrasnuestropueblocontupresencia.Kikúsonrió
yfingiónoadvertirsusmiradasescrutadoras.Despuéssealejóestoicamente.
—¡Oh, pobre niña! Es bonita, ¿neh?. ¡Qué vergüenza! ¡Es terrible! —dijo la
madredeMuraconunsuspiroquepartíaelcorazón.
—¿Quéesesotanterrible,Saiko-san?—preguntólamujerdeMurasaliendoala
galería.
—¿No has visto la angustia de esa pobre criatura y con qué valor trataba de
disimularla?Sólodiecisieteañosytenerquesoportartodoeso.
—Tienedieciocho—dijoMurasecamente.
—Todo,¿qué,miama?—dijounadelascriadasuniéndosealgrupo.
La vieja miró a su alrededor para asegurarse de que todas la escuchaban y
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murmuró:
—Heoídodecir…Heoídodecir…quequedaráinútil…portresmeses.
—¡Oh,no!¡PobreKikú—san!Pero¿porqué?
—Élempleólosdientes.
—Losédebuenatinta.
—¡Oh!
—¡Oh!
—Pero,¿porquétienetambiénalmuchacho,miama?Supongoqueno…
—¡Lárgate!Vuelveatutrabajo,haragana.¡Túnodebesoírestascosas!Marchaos
todas.Elamoyyotenemosquehablar.
Ylasechódelagalería.InclusoalaesposadeMura.Ysorbiósucha,tranquilay
satisfecha.
—¿Dientes?—preguntóMurarompiendoelsilencio.
—Sí. Según rumores, los gritos lo excitan porque un dragón le dio un susto
cuandoerapequeño—contestóelladecorrido—.Siempretieneunmuchachoconél
paraquelerecuerdecómosequedópetrificadoensujuventud,peroenrealidad,lo
tieneparaacostarseconél…Denohacerloasí,destrozaríaalapobremuchacha.
Mura suspiró. Se dirigió a la casilla exterior, junto a la puerta de entrada y se
alivió con un ruido involuntario en el cubo. Se preguntó qué había pasado en
realidad.¿Lahabríamordidorealmenteeldaimío?¡Quécosamásrara!
Salió, se sacudió para asegurarse de no manchar el taparrabo y se dirigió a la
plaza,sumidoenunaprofundareflexión.
—¿Cuánto habrá tenido que pagar Omi-san a Mamá—san? En definitiva, lo
pagaremosnosotros.¿Doskokú?DicenqueMamá—san,Gyoko-san,pidióyobtuvo
eldécuplodelpreciocorriente.¿Cincokokúporunanoche?Ciertamente,Kikú—san
losvale,¿neh?
Se ajustó distraídamente el taparrabo mientras salía de la plaza y subía el
pisoteadosenderoqueconducíaalcampofunerario.
La pira había sido preparada. Una delegación de cinco hombres del pueblo se
encontrabayaallí.
Era el lugar más agradable de la aldea. La brisa del mar soplaba más fresca en
verano, y la vista era deliciosa. Cerca de allí, se hallaba el santuario Shinto, un
pequeñocobertizosobreunpedestal,paraelkami,elespíritu,quevivíaallíopodía
hacerlocuandolevinieseengana.Untejonudoso,másviejoqueelpueblo,aparecía
inclinadoporlafuerzadelviento.
MástardellegóOmi.LoacompañabanZukimotoycuatroguardias.
Seinclinóceremoniosamenteantelapirayelcadáverenvueltoenunsudarioy
casidescoyuntado,ylosotrosloimitaronhonrandoasíalbárbaroquehabíamuerto
paraqueviviesensuscamaradas.
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AunaseñaldeOmi,Zukimotoavanzóparaencenderlapira.Habíapedidoeste
privilegio a Omi y le había sido concedido. Hizo una última reverencia. Cuando el
fuegoestuvobienencendido,semarcharontodos.
Blackthornemetiólatazaenelbarreño,lallenócuidadosamentehastalamitady
laofrecióaSonk.Estebebiódeuntragoeltibiolíquidoylamentóhaberlohechotan
deprisaenelmomentoenqueelaguahubopasadoporsugargantareseca.Después
volvióasusitiojuntoalaparedpasandoporencimadelosqueestabanechados.El
sueloestaballenodecieno,elhedorylasmoscaseranalgohorrible.
Vinck era el siguiente, sentado cerca del barreño. Cogió la taza y la miró
fijamente.
—Dateprisa—ledijoJanRoper,quedebíaserelúltimoenbeberysesentíaaún
mástorturadoporlaproximidaddelagua—.Dateprisa,Vinck,porelamordeDios.
—Perdón.Bueno,tómalatú—murmuróVincktendiéndolelataza.
—¡Bebe,estúpido!Notendrásmáshastaquesepongaelsol.¡Bebe!
Jan Roper puso de nuevo la taza en las manos de Vinck. Este no lo miró, pero
obedeciósumisoysehundióunavezmásensuinfiernointerior.
JanRopertomólatazadeaguaqueleofrecíaBlackthorne.Cerrólosojosydio
lasgraciasensilencio.Eraunodelosqueestabandepieyledolíanlosmúsculosde
laspiernas.Latazanoconteníamásdedostragos.
Y ahora que todos habían tomado su ración, Blackthorne sumergió la taza y
sorbióconalivioelagua.Subocaysulenguaestabanásperasyardían.
Observó al samurai que los otros habían dejado en la hoya. Estaba acurrucado
contralapared,entreSonkyCroocq,ocupandoelmenorespacioposible,yllevaba
horassinmoverse.
Cuando Blackthorne había recobrado el sentido reinaba la más completa
oscuridad.Losgritosllenabanelpozoyseimaginóqueestabamuerto,sumidoenlo
más hondo del infierno, y gritó a su vez, y se agitó presa del pánico, hasta que,
despuésdeloqueleparecióunaeternidad,oyóquealguienledecía:
—Bueno,capitán,noestáismuerto.Estáisbien.Despertad,despertad,porelamor
deDios.Estonoeselinfierno,aunquepodríaserlo.¡Oh,buenJesús,ayúdanos!
Cuandohuborecobradoplenamentelaconciencia,lecontaronlodePieterzoony
lodelosbarrilesdeaguademar.
—¿QuéleestánhaciendoalpobrePieterzoon?¡Ayúdanos,Diosmío!¡Nopuedo
soportaresosgritos!
La noche se había hecho interminable en el pozo. Antes del amanecer habían
cesadolosgritos.Conlasprimeraslucesdelaaurorahabíavistoalolvidadosamurai.
—¿Quéharemosconél?—habíapreguntadoVanNekk.
—Nolosé.Parecetanasustadocomonosotros—habíadichoBlackthornecuyo
corazónlatíadesaforadamente.
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—Serámejorquenointentenada.
—¡Oh, buen Jesús, sácame de aquí! —dijo Croocq, y el tono de su voz se fue
elevando—.¡Socorroooo!
VanNekk,queestabacercadeél,losacudióyloapaciguó:—Bueno,muchacho.
EstamosenlasmanosdeDios.Élcuidarádenosotros.
—¡Miradmibrazo!—gimióMaetsukkercuyaheridayasehabíainfectado.
Blackthornesepusodepietambaleándose.
—Sinonossacandeaquí,todosestaremoslocosderematedentrodeunparde
días—dijo.
—Casinohayagua—advirtióVanNekk.
—Racionaremoslaquequeda.Unpocoahorayunpocoalmediodía.Sitenemos
suerte,habráparatresturnos.¡Malditasmoscas!
Había encontrado la taza y había repartido una ración, y ahora sorbía la suya
haciéndoladurar.
—¿Qué vamos a hacer con el japonés? —dijo Spillbergen que había pasado la
nochemejorquelosotros,porquesehabíatapadolosoídosconunpocodebarroy,
además,comoestabajuntoalbarreñohabíamitigadocuidadosamentesused—.¿Qué
vamosahacerconél?
—Deberíamosdarleunpocodeagua—dijoVanNekk.
—¡Y un cuerno! —dijo Sonk—. Yo digo que no. Lo pusieron a votación y
decidieronnodarleagua.
—Noestoydeacuerdo—dijoBlackthorne.
—Vosnoestáisdeacuerdoconnadadeloquedecimos—dijoJanRoper—.Es
nuestroenemigo.Esundiablopaganoyestuvoapuntodemataros.
—Tú también estuviste a punto de matarme media docena de veces. Si tu
mosquetehubiesefuncionadoenSantaMagdalenamehabríasvoladolacabeza.
—Noosapuntabaavos.ApuntabaalossiervosdeSatán.
—Erancurasdesarmados.Yhabíatiempodesobra.
—Noosapuntabaavos.
—Estuviste doce veces a punto de matarme con tu maldita ira y tu maldito
fanatismoytumalditaestupidez.Peroahoraharéistodosloqueyodiga.
JanRopermiróasualrededorbuscandoapoyoenvano.
—¡Hacedloquequeráis!—dijodemaltalante.
—Loharé.
Elsamuraiestabatansedientocomoellos,peromoviólacabezaalserleofrecida
lataza.Blackthornevacilóydespuésacercólatazaaloslabiosdelsamurai,peroéste
laapartódeungolpederramandoelaguaymurmuróalgoenvozronca.
—Estáloco.Todosestánlocos—dijoSpillbergen.
—¡Habrámásaguaparanosotros!—exclamóJanRoper—.Dejadquesevayaal
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infierno…Bienmerecidolotiene.
—¿Cómotellamas?¿Nombre?—lepreguntóBlackthorne.
Lorepitiódediferentesmaneras,peroelsamuraipareciónooírle.
Le dejaron en paz. Pero lo vigilaron como si fuese un escorpión. El hombre no
devolviósusmiradas.Blackthorneteníalaseguridaddequeseestabaforjandoalgo
ensucabeza,peronoteníalamenorideadeloquepodíaser.
«¡Diosmío,ojalápudieraacostarme!—pensó—.¡Ojalápudieradarmeunbaño!
Hoynotendríanquellevarmearastras.Nuncamehabíadadocuentadeloimportante
que puede ser un baño. ¡Y aquel hombre de los dedos de acero! De buena gana lo
tendría un par de horas conmigo. ¡Qué desastre! ¡Tantos barcos, tantos hombres y
tantos esfuerzos para llegar a esto! Un fracaso total. Bueno, casi total. Algunos de
nosotrosseguimosaúnconvida.»
—¡Capitán! —dijo Van Nekk, sacudiéndolo—. Os habéis quedado dormido. Es
él…Estáinclinadoantevosdesdehacemásdeunminuto.
Yseñalóalsamurai,queestabaarrodilladofrenteaél,conlacabezabaja.
Blackthornesefrotólosojos.Conunesfuerzocorrespondióalsaludo.
—¿Hai? —preguntó secamente recordando la palabra que significaba «sí» en
japonés.
Elsamuraiarrancóelcintodesudestrozadoquimonoyserodeóelcuelloconél.
Sinlevantarse,entregóunextremoaBlackthorneyelotroaSonk,inclinólacabeza
y,conunademán,lesindicóquetirasen.
—Temequeloestrangulemos—dijoSonk.
—No.Esloquequierequehagamos.
Blackthorne soltó el cinto y movió la cabeza. Después, pensando en lo útil que
resultabaestapalabra,dijoenérgicamente:
—¡Kinjiru!
Elsamuraiinsistió,suplicándoleconsusgestos,peroBlackthornevolvióanegar
con la cabeza y a decir: «Kinjiru.» El hombre miró enloquecido a su alrededor. De
pronto,sepusodepieymetiólacabezaenelbarreñodelosexcrementostratandode
ahogarse.JanRoperySonklosacarondeallíinmediatamentemientraséltosíayse
debatía.
—¡Soltadlo! —ordenó Blackthorne señalando la letrina—. Si es eso lo que
quieres,samurai,adelante…
Elhombreestabavomitando,perocomprendió.Miróelapestosocuboysupoque
no tendría fuerzas para tener la cabeza sumergida mucho tiempo. Con un gran
desconsuelo,volvióasusitiojuntoalapared.
Blackthornellenómediatazadeaguaylaofrecióaljaponés.Elsamuraifingióno
verla.
—PorelamordeDios,¿cuántotiemponostendránaquí?—preguntóGinsel.
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—Todoelquequieran.
Spillbergen, Maetsukker y Sonk empezaron a lamentarse, pero Blackthorne los
obligóaponersedepie,ycuandohuboestablecidolosnuevosturnossetumbóenel
sueloconalivio.Elfangoapestabaylasmoscaseranunaplaga,peroelmerohecho
depoderestirarseleprodujounagransatisfacción.
«¿QuélehabránhechoaPieterzoon?—sepreguntó,sintiendoqueleinvadíala
fatiga—.¡Oh,Diosmío,ayúdanosasalirdeaquí!Tengomiedo.»
Sonaron pasos arriba. Se abrió la trampa. El sacerdote estaba allí, entre unos
samurais.
—Capitán,tenéisquesubir—dijo—.Sólovos.
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CapítuloVI
LosojosdetodoslosdelpozosefijaronenBlackthorne.
—¿Quéquierendemí?
—Nolosé—dijogravementeelpadreSebastião—.Perodebéissubirenseguida.
Blackthorne sabía que no tenía opción, pero se mantuvo junto a la pared
protectorahaciendoacopiodefuerzas.
—¿QuélehanhechoaPieterzoon?
Elsacerdoteselodijo,yéllotradujoparalosquenohablabanportugués.
—Losiento,peronopudehacernada—dijoelsacerdoteconprofundatristeza—.
Ledilaabsoluciónyrecéporél.Talvez,porlagraciadeDios…—Hizolaseñalde
la cruz sobre el pozo.—En cuanto a vosotros, os pido que renunciéis a la herejía y
quevolváisalafedeDios.Debéissubir,capitán.
Vincksedirigióalaescalerayempezóasubir.
—Cogedmeamí,noalcapitán.Decidleque…
Sedetuvo,impotente.Unapuntadelanzaestabaaunapulgadadesupecho.Trató
deagarrarelastil,peroelsamuraiestabaalertaysiVincknohubiesedadounsalto
atráshabríasidoatravesadosinremedio.
El samurai apuntó a Blackthorne ordenándole que subiera. Blackthorne no se
movió.Entonces,elsamuraiqueestabaenelsótanolomiró,seencogiódehombros
ydijoalgo.
—¿Quéhadicho?
—Una máxima japonesa —respondió el cura—. «El destino es el destino y la
vidanoesmásqueunailusión.»
Blackthorneasintióconlacabezaysedirigióalaescalerasinmirarhaciaatrás.
Subió,peroalllegararribalasrodillasleflaquearonycayósobreelsueloarenoso.
Omiestabaaunlado.ElsacerdoteyMurapermanecíandepiejuntoaloscuatro
samurais.Nadieleayudóalevantarse.
—¡Diosmío,damefuerza!—rogóBlackthorne—.Tengoqueponermedepiey
fingirvigor.Esloúnicoquerespetan.Lafuerza.
Apretó los dientes y apoyándose en el suelo se levantó tambaleándose
ligeramente.
—¿Qué diablos quieres de mí? —preguntó a Omi y después se dirigió al
sacerdote—:Decidleaesebastardoqueyosoydaimíoenmipaísyquemerezcoeste
tratamiento. Decidle que no tenemos nada contra él. Que nos deje marchar o le
pesará. Decidle que soy un daimío, ¡vive Dios! Soy heredero de sir William de
Micklehaven.Decídselo.
—Elpiratadicequeesdesangrenobleensupaís—explicóelcuraenjaponés,y
escuchólarespuestadeOmi—.Omi-sandicequenoleimportanadaqueseáisreyen
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vuestro país. Aquí, vuestra vida y la de vuestros hombres está en manos del señor
Yabú.
—Decidlequeesuncerdo.
—Nodebéisinsultarlo.
Omiempezóahablardenuevo.
—Omi-san dice que tomaréis un baño. Y os darán de comer y de beber. Si os
portáisbien,novolveréisalpozo.
—¿Ymishombres?
ElsacerdotepreguntóaOmi.
—Permaneceránabajo.
—Entonces,decidlequesevayaalinfierno—ysedirigióalaescaleradispuesto
abajardenuevo.
Dos samurais se lo impidieron y aunque luchó contra ellos lo sujetaron con
facilidad.Omihablóalsacerdoteyasushombres.EstossoltaronaBlackthorneque
casivolvióacaerse.
—Omi-san dice que si no os portáis bien sacarán a otro de vuestros hombres.
Quedamuchaleñaymuchaagua.
«Si acepto —pensó Blackthorne— me tendrán en su poder. Pero, ¡qué importa!
Ya me tienen, de todos modos. Van Nekk tenía razón. He de hacer lo que ellos
quieran.»
—¿Qué quiere que haga? ¿Qué significa «portarse bien»? —Omi-san dice que
significaobedecer.Hacerloqueosdigan.Comerestiércol,siasíoslomandan.
—Decidlequesevayaalinfierno.Quememeoenélyentodosupaís…yensu
daimío.
—Osaconsejoqueaceptéisloque…
—Decidleexactamenteloquehedicho,¡viveDios!
—Estábien,peroconstequeosheadvertido,capitán.
Omi escuchó al sacerdote. Los nudillos de sus manos se pusieron blancos. Sus
hombresrebulleroninquietosatravesandoaBlackthorneconsusmiradas.
Omidiounaordenamediavoz.
Inmediatamente,dossamuraisbajaronalpozoysacaronaCroocq,elgrumete.Lo
arrastraronhastalacalderayloataronmientraslosotrostraíanleñayagua.
BlackthorneobservólosmudosbalbuceosdeCroocqyelterrorquesepintabaen
susemblante.«Lavidanotieneningúnvalorparaesagente—pensó—.¡QueDios
lesmaldiga!HerviránaCroocq,comoyoestoyenestatierraolvidadadeDios.»
—Decidlequesedetenga—dijoenvozalta—.Pedidlequesedetenga.
—Omi-sanpreguntasiprometéisportarosbien.
—Sí.
—¿Yobedecertodaslasórdenes?
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—Sipuedo,sí.
El fuego empezaba a calentar el agua y un gemido de angustia brotó de la
gargantadelgrumete.Lasllamasdelafogatalamíanelmetal.Echaronmásleña.
—Omi-sandicequetetiendasinmediatamenteenelsuelo.
Blackthorneobedeció.
—Omi-san dice que él no os ha insultado personalmente ni teníais vos ningún
motivo para insultarle. No os matará, porque sois un bárbaro y parece que ignoráis
muchascosas.Peroosenseñarábuenosmodales.¿Comprendido?
—Sí.
—Quierequelerespondáisdirectamenteaél.
Elgrumeteprofirióungritoagudoqueseprolongóhastaqueelchicoperdióel
conocimiento.Unsamurailesosteníalacabezafueradelagua.
BlackthornemiróaOmi.Seestremecióalpensarqueaquelchicoestabaensus
manos,quelavidadetodalatripulaciónestabaensusmanos.
—¿Comprendido?
—Hai.
VioqueOmiseabríaelquimonoysacabaelmiembrodeltaparrabo.Esperóque
elhombresemeaseensucara.Peronofueasí.Omilohizosobresuespalda.
«¡PorDiosquemelaspagaráalgúndía!»,sejuróasímismo.
—Omi-san dice que es de mala educación decir que uno se meará en alguien.
Sobretodosiunoestádesarmado.Ypeoraúnsinoestádispuestoavermorirasus
amigos.
—¿Wakarimasuka?—preguntóOmi.
—Dicesihabéiscomprendido.
—Hai.
—Okiro.
—Dicequeoslevantéis.
Blackthorneselevantó.Ledolíaterriblementelacabeza.MirófijamenteaOmiy
éstecorrespondióasumirada.
—IréisconMurayobedeceréissusórdenes.
Blackthornenorespondió.
—¿Wakarimasuka?—volvióapreguntarOmi.
—Hai.
BlackthornemedíaladistanciaqueleseparabadeOmi.Seimaginabasusdedos
en el cuello y la cara del hombre y hubiera querido tener la rapidez y la fuerza
suficienteparaarrancarlelosojosantesdequelosotrosseapoderasendeél.
—¿Yquéhaydelchico?—preguntó.
ElsacerdotehablóaOmiconvozentrecortada.
Omimirólacaldera.Elaguanoestabaaúnmuycaliente.Elmuchachosehabía
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desmayado,peroestabaindemne.
—Sacadlodeahí—ordenó—.Llamadaunmédicosilonecesita.
Sus hombres obedecieron. Blackthorne se acercó al muchacho y le auscultó el
corazón.Omillamóalsacerdote.
—Dile al jefe que el joven se quedará fuera del pozo. Si el jefe y el joven se
portanbien,esposiblequeotrodelosbárbarossalgadelpozomañana.Ydespués,
otro.Talvez.Omásdeuno.Tododependerádecómoseportenlosdearriba.
El cura tradujo sus palabras, y cuando oyó que el bárbaro contestaba
afirmativamente,lafuriadesapareciódelosojosdeOmi.Peroelodiopermaneció.
—Repitesunombre,sacerdote.Dilodespacio.
Elcurapronuncióvariasveceselnombre,peroaOmisiguiósonándolecomoun
galimatías.
—Sacerdote,dilequedeahoraenadelantesellamaráAnjín,oseacapitán,¿neh?
Explícalequenohaysonidosennuestralenguaparaexpresarsuverdaderonombre
—ordenó Omi secamente—. Haz que comprenda bien que no es un insulto. Adiós,
Anjín,porelmomento.
Todos se inclinaron y él correspondió amablemente al saludo y se alejó. Sólo
cuandoestuvolejosdelaplazaysegurodequenadieloobservaba,sepermitióuna
amplia sonrisa. ¡Con qué rapidez había dominado al jefe de los bárbaros! ¡Y qué
prontohabíacomprendidoloquedebíahacerparalograrlo!
«Esos bárbaros son extraordinarios —pensó—. Bueno, cuanto antes aprenda el
Anjín a hablar nuestra lengua, tanto mejor será. Entonces sabremos la manera de
aplastaralosbárbaroscristianosdeunavezparasiempre.»
—¿Porquénoteorinasteensucara?—preguntóYabú.
—Demomento,penséhacerlo,señor.Peroelcapitánestodavíaunanimalsalvaje
y muy peligroso. Hacerlo en su cara… Bueno, entre nosotros, tocar la cara a un
hombreeselpeordelosinsultos,¿neh?Porconsiguiente,penséquesileinsultaba
tangravementeélperderíatalveztododominiosobresímismo.
Estabansentadosenlagaleríadesucasa,sobrecojinesdeseda.LamadredeOmi
les servía el cha —el té—con toda la ceremonia de que era capaz y que había
aprendidoensujuventud.
—Mehascausadoadmiración,Omi-san—dijoYabú—.Tumaneraderazonares
excepcional.Hasplaneadoymanejadotodoesteasuntodeunmodoespléndido.
—Eres demasiado amable, señor. Mis esfuerzos habrían podido ser mucho
mejores,muchomejores.
—¿Dóndeaprendistetantoacercadelamentalidaddelosbárbaros?
—Cuando tenía catorce años tuve por maestro a un monje llamado Jiro. Había
sido sacerdote cristiano, o al menos aprendiz de sacerdote, pero, afortunadamente,
había comprendido los errores de su estupidez. Decía que la religión cristiana era
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vulnerable porque enseñaba que su divinidad, Jesús, decía que los hombres debían
«amarse» los unos a los otros. No decía nada sobre el honor o el deber, sino
únicamentesobreelamor.Ytambiénquelavidaerasagrada:«Nomatarás.»Yotras
estupideces.Estosnuevosbárbarossedicentambiéncristianos,aunqueelsacerdote
loniega.Porestopenséquetalvezpertenecenaunasectadiferenteyqueéstaesla
causadesuenemistad,delamismamaneraquealgunassectasbudistasseodianentre
sí. Pensé que si «se aman los unos a los otros» tal vez podría dominar a su jefe
matandooamenazandoconmataraunodesushombres.
—Pero,Omi-san—dijosumadreterciandoenlaconversación—,talvezdeberías
decirleanuestroseñorsicreesquesusumisiónserátemporalopermanente.
Omivaciló.
—Temporal —dijo—. Pero creo que debería aprender nuestra lengua lo antes
posible.Estoesmuyimportanteparati,señor.Probablementetendrásquedestruira
uno o dos de ellos para tenerlos dominados a él y a los demás, pero en definitiva
aprenderáacomportarsebien.Ycuandopodáishablardirectamenteconél,Yabú—
sama,podréisaprovecharsusconocimientos.Siesverdadloquediceelsacerdote…
quepilotóelbarcoenunarutadediezmilri…Debedeserbastanteinteligente.
—Tú eres más que bastante inteligente —rió Yabú—. Quedas encargado de los
animales,Omi-san,domadordehombres.
—Lointentaré,señor—dijoOmiriéndosetambién.
—Tufeudodequinientoskokúquedaaumentadoatresmil.Dominarásenveinte
ri
[1]. Y en mayor prueba de mi afecto, cuando regrese a Yedo te enviaré dos
caballos,veintequimonosdeseda,unaarmadura,dossablesyarmassuficientespara
equipar a otros cien samurais que habrás de reclutar. Cuando estalle la guerra, te
incorporarásinmediatamenteamiestadomayorencalidaddehatamoto.
Yabúsesentíaespléndido.Elhatamotoeraunayudanteespecialdeldaimío,que
podía presentarse siempre a su señor y llevar sables en su presencia. Estaba
encantadoconOmiysesentíadescansado,comonuevo,despuésdehaberdormido
estupendamente.
—Omi-san,haytambiénunapiedraenmijardíndeMishimaquemegustaríaque
aceptarasparaconmemoraresteacontecimientoylamaravillosanochequehepasado
ynuestrabuenafortuna.Telaenviaréconlasotrascosas.ProcededeKiusiu,yyole
puse el nombre de «La Piedra de la Espera» porque estábamos esperando que el
Taikoordenaraunataquecuandolaencontramos.Estoocurrióhacequinceaños.Yo
formabapartedesuejércitoqueaplastóalosrebeldesysometiólaisla.
—Mehacesungranhonor.
—¿Por qué no ponerla aquí, en tu jardín, y darle un nombre nuevo? Podríamos
llamarla «La Piedra de la Paz del Bárbaro» para conmemorar esta noche y su
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interminableesperadelapaz.
—Quisieraquemepermitiesesllamarla«LaPiedradelaFelicidad»paraquenos
sirviera a mí y a mis descendientes de recordatorio de los honores que me has
prodigado,tío.
—No.Esmejorllamarlasimplemente«ElBárbaroExpectante».Sí,megustaeste
nombre.Nosunemás…aélyamí.Élesperabayyoesperaba.Yoviví,yélmurió.
Yabúmiróeljardínymurmuró:
—Bien,«ElBárbaroExpectante».Megusta.Lapiedratiene,enunodesuslados,
unas curiosas manchas que parecen lágrimas y unas vetas azules mezcladas con un
cuarzorojizoquemerecuerdanlacarne…¡lafugacidaddelacarne!
Suspirógozandoconsumelancolía.Despuésañadió:
—Esbuenoparaunhombreplantarunapiedraydarlenombre.Elbárbarotardó
mucho en morir, ¿neh? Tal vez, cuando vuelva a nacer, será japonés como
recompensaporsusufrimiento.¿Noseríamaravilloso?
Omi le dio las gracias efusivamente y declaró que no era merecedor de tanta
munificencia. Yabú sabía que su generosidad era más que merecida. Fácilmente
habríapodidodarmás,perohabíarecordadounviejoadagiosegúnelcualsiemprese
puedeaumentarunfeudo,perosisereduceescausadeenemistad.Ydetraición.
Sonaroncascosdecaballosenlacuesta.Igurashi,primerayudantedeYabú,cruzó
eljardín.
—Todoestálisto,señor.SiqueréisvolverrápidamenteaYedodeberíamospartir
enseguida.
—Bien.Omi-san,túytushombresiréisconelconvoyyayudaréisaIgurashi-san
paraquetodolleguealcastilloenperfectoestado.
YabúviocruzarunasombraporelrostrodeOmi.
—¿Quétienesquedecir?
—Sóloestabapensandoenlosbárbaros.
—Dejaunoscuantosguardiasconellos.Comparadosconelconvoy,carecende
importancia. Haz con ellos lo que quieras. Si descubres que te sirven para algo,
házmelosaber.
—Sí, señor —respondió Omi—. Dejaré diez samurais y unas instrucciones
concretasaMuradequenolespasenadaencincooseisdías.¿Quéqueréisquese
hagaconelbarco?
—Consérvaloaquí.Túmerespondesdeél.Zukimotohaescritoaunmercaderde
Nagasaki para que lo ofrezca en venta a los portugueses. Puede que vengan a
recogerlo.
Omivaciló.
—Talvezdeberíasconservarelbarco,señor,yhacerquelosbárbarosenseñensu
manejoaalgunosdenuestrosmarineros.
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—¿Paraquénecesitobarcosbárbaros?—repusoYabúriendodespectivamente—.
¿Quieresquemeconviertaenunsuciomercader?
—Claro que no, señor —dijo rápidamente Omi—. Sólo pensaba que tal vez
Zukimotopodríadarleunempleoútil.
—¿Quéquieresquehagaconunbarcomercante?
—Elsacerdotedijoqueeraunbarcodeguerra,señor.Y,cuandoestallelaguerra
podría…
—Nuestra guerra se desarrollará en tierra firme. El mar es para los mercaderes,
quesonunospuercosusureros,opiratas,opescadores.
Yabúselevantóyempezóabajarlaescaleraendirecciónalapuertadeljardín
dondeunsamuraisosteníalabridadesucaballo.Perosedetuvo,mirandoalmar.Las
rodillasleflaquearon.
Omisiguiósumirada.
Unbarcoestabavolviendoelcabo.Eraunagaleragrandeconmuchísimosremos,
la embarcación costera japonesa más veloz porque no dependía del viento ni de la
marea.LabanderadelmástilllevabalaenseñadeToranaga.
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CapítuloVII
TodaHiromatsu,señordelasprovinciasdeSagamiyKozuké,generalyconsejerode
confianza de Toranaga y comandante en jefe de todos sus ejércitos, bajó solo la
pasarelayseplantóenelmuelle.Eraaltocomojaponés,casiseispies,robustoyde
fuertes mandíbulas, y llevaba con gallardía sus sesenta y siete años. Su quimono
militareradesedadecolorcastaño,lisoanoserporlascincopequeñasinsigniasde
Toranaga: tres cañas de bambú entrelazadas. Llevaba una bruñida coraza y unos
protectoresdeaceroenlosbrazos.Sóloelsablecortopendíadesucinto.Ellargolo
llevaba en la mano. Para poder desenvainarlo inmediatamente y matar si había de
protegerasuseñor.
Hacíaunaño,almorirelTaiko,HiromatsusehabíahechovasallodeToranaga.
ToranagalehabíadadoelgobiernodeSagamiyKozuké,dosdesusochoprovincias
yquinientosmilkokúalaño.
La playa estaba ahora llena de lugareños —hombres, mujeres y niños—, todos
ellos arrodillados y con la cabeza baja. Los samurais estaban formados en filas
delantedeellosyalacabezaYabúysuslugartenientes.
Si Yabú hubiese sido una mujer o un hombre más débil, habría estado
golpeándose el pecho, gimiendo y arrancándose los cabellos. Era demasiada
coincidencia.ElhechodequeelfamosoTodaHiro-matsuestuvieraaquíenestedía
significabaqueYabúhabíasidotraicionadoenYedoporunmiembrodesucasaoen
Anjiro por Omi, por uno de los hombres de Omi o por uno de los lugareños. Le
habían atrapado en plena desobediencia. Un enemigo se había aprovechado de su
interésporelbarco.
—Ah,Yabú—sama—oyódeciraHiro-matsuyadvirtióquelareverenciadeéste
eramenosquecorrectayque,porconsiguiente,élestabaengravepeligro.
—Mehonrasviniendoaunademispobresaldeas,Hiro-matsu-sama—dijo.
—Miseñormeordenóvenir.
Hiro-matsu tenía fama por su brusquedad. No era insidioso ni astuto, pero sí
absolutamentefielasuseñorfeudal.
—Mealegroymesientohonrado—dijoYabú—.VinecorriendoaquídesdeYedo
acausadeesebarcobárbaro.
—ElseñorToranagahabíainvitadoatodossusdaimíosamigosaesperarenYedo
hastasuregresodeOsaka.
—¿Cómoestánuestroseñor?Confíoenquesiguebien.
—CuantoantesestéelseñorToranagaasalvoensucastillo,tantomejorserá.Y
cuanto antes choquemos abiertamente con Ishido y nuestro ejército se abra camino
hastaelcastillodeOsakayloreduzcaacenizas,tantomejorserá.
ElTaikohabíaconstruidoelcastillodeOsakaparaquefuerainvulnerable.Había
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espacioparaochomilsoldadosdentrodesurecinto.Yalrededordelasmurallasyde
lagranciudadhabíaotrosejércitos,igualmentedisciplinadosybienarmadosytodos
ellosfanáticosdefensoresdeYaemón,elHeredero.
—Le dije docenas de veces que era una locura ponerse en manos de Ishido —
añadió—.¡Unaverdaderalocura!
—ElSeñorToranagateníaqueir,¿neh?Noteníamásremedio.
El Taiko había ordenado que el Consejo de Regencia se reuniese al menos dos
veces al año en el castillo de Osaka con un séquito de quinientas personas como
máximo.Ytodoslosdaimíosestabanobligadosavisitarelcastilloconsusfamilias,
dos veces al año, para presentar sus respetos al Heredero. De este modo, todos
estabanbajocontroleindefensosdurantepartedelaño.
—Sehabíaconvocadolareunión,¿neh?Sinohubieseido,habríasidotraición,
¿neh?
—Traición, ¿contra quién? —dijo Hiro-matsu, muy sofocado—. Ishido está
tratandodeaislaranuestroseñor.Escucha,siyotuvieseenmipoderaIshido,como
éltieneaToranaga,novacilaríaencortarlelacabeza.¿Dóndeestánloscañones?
—Loshicedesembarcar.Comomedidadeseguridad.¿CelebraráToranaga-sama
otrocompromisoconIshido?
—Cuando salí de Osaka todo estaba tranquilo. El Consejo tenía que reunirse al
cabodetresdías.—Hiro-matsumirófijamenteaYabú.—Toranagaordenóatodoslos
daimíosaliadosqueleesperasenenYedohastasuregreso.EstonoesYedo.
—Sí. Pensé que el barco era lo bastante importante para investigarlo
inmediatamente.
—Nohabíanecesidad,Yabú—san.Debíastenermásconfianza.Nadasucedesin
quelosepanuestroseñor.Élhabríaenviadoaalguienainvestigar.Enrealidad,me
envióamí.¿Cuántotiempollevasaquí?
—Undíayunanoche.
—VinistemuydeprisadeYedo.Tefelicito.
Paraganartiempo,YabúempezóacontaraHiro-matsusumarchaforzada.Pero
él estaba pensando en cuestiones más vitales. ¿Quién era el espía? ¿Cómo había
recibido Toranaga información sobre el barco al mismo tiempo que él? ¿Y quién
habíaenteradoaToranagadesupartida?¿CómopodíamanejaraHiro-matsu?
Hiro-matsuloescuchóydijoconvozacerada:
—ElseñorToranagahaconfiscadoelbarcoytodosucontenido.
Sehizounsilencioimpresionanteenlaplaya.EstabanenIzú,feudodeYabú,y
Toranaganoteníaallíningúnderecho.NipodíaHiro-matsuordenarnada.Lamano
deYabúsecerrósobrelaempuñaduradesusable.Hiro-matsuesperóconunacalma
frutodelapráctica.HabíahechoexactamenteloquelehabíaordenadoToranagay
estabacomprometido.Elterribledilemaeramataromorir.
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Yabúsabíaquetambiénéldebíacomprometerse.Nohabíaespera.Sisenegabaa
entregar el barco, tendría que matar a Hiro-matsu, llamado Puño de Hierro, porque
Hiro-matsunosemarcharíasinelErasmus.Enlagaleraatracadaenelmuelle,había
talvezdoscientossamuraisescogidos.Tambiéntendríanquemorir.Podíainvitarlosa
desembarcar y entretenerlos, y en pocas horas, podía reunir en Anjiro los samurais
suficientes para vencerlos, pues era maestro en emboscadas. Pero esto obligaría a
ToranagaaenviarsusejércitoscontraIzú.
«Meaniquilarían—sedijo—,amenosqueIshidovinieraenmiayuda.Pero,¿por
qué habría de ayudarme, si soy enemigo de Ikawa Jikkyu, que es pariente suyo y
ambiciona adueñarse de Izú? Pero, ¿y mis cañones? Si tengo que entregarlos a
Toranaga,perderélagranoportunidaddemivida.»
Habíadescartadoinmediatamentelaposibilidaddenohablardelosmosquetes.
Sialguienhabíareveladolapresenciadelbarco,sindudahabíareveladotambién
su cargamento. Pero, ¿cómo llegó la noticia con tanta rapidez a Toranaga? ¡Por
paloma mensajera! Era la única respuesta. ¿Desde Yedo o desde allí? ¿Quién tenía
allípalomasmensajeras?¿Porquénoteníaélaquelservicio?Estoeraporculpade
Zukimoto.Debiódepensarenello,¿neh?
Teníaquedecidirsedeunavez:guerraonoguerra.
—El señor Toranaga —dijo— no puede confiscar el barco porque yo se lo he
ofrecidoyacomoregalo.Dictéunacartaenestesentido,¿noescierto,Zukimoto?
—Sí,señor.
—Naturalmente,sielseñorToranagadeseaconsiderarlocomoconfiscado,puede
hacerlo.Peromiintenciónfueregalárselo.Yesperoquelesatisfagaelbotín.
—Gracias,ennombredemiseñor.
Hiro-matsu se maravilló una vez más de la previsión de Toranaga, que había
pronosticado exactamente lo que ocurriría. Hiro-matsu le había dicho: «Ningún
daimíoescapazdetolerarsemejanteusurpacióndesusderechos.Yonolotoleraría.»
«Pero tú habrías obedecido mis órdenes —le había respondido Toranaga— me
habríascontadolodelbarco.PodremosmanejaraYabú,¿neh?Necesitosuviolencia
ysuastuciaparaneutralizaraIkawaJikkyuyguardarmeelflanco.»
Yahora,enlaplayaybajoelamablesol,Hiro-matsuhizounacortésreverencia,
odiandosupropiaduplicidad.
—ElseñorToranagaapreciarátugenerosidad.
Yabúlomiróconatención.
—Noesunbarcoportugués—dijo.
—Asíloteníamosentendido.
—Yespirata.
—¿Eh?—dijoelgeneralfrunciendolascejas.
Mientraslecontabaloquehabíadichoelcura,Yabúpensóquesilanoticiaera
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tannuevaparaelotrocomolohabíasidoparaéleraporquehabíantenidolamisma
fuentedeinformación.Perosiaquélconocíaelcontenidodelbarco,elespíadebíade
serOmi,algunosdesussamuraisoalguiendelpueblo.
—Hayabundanciadetela.Algunasmonedas.Mosquetes,pólvoraymuniciones.
Hiro-matsuvacilóydespuéspreguntó:
—Latela,¿essedadeChina?
—No,Hiro-matsu-san—contestóYabú,empleandoel«san».
Losdoserandaimíos.Perodespuésdehaber«regalado»generosamenteelbarco,
Yabúsesentíalobastanteseguroparaempleareltratamientomenosdeferente.
—Estábien.Tenlabondaddecargarlotodoenmibarco.
—¿Qué?—dijoYabú,sintiendosustripasapuntodeestallar.
—Todo.Yenseguida.
—¿Ahora?
—Sí.Losiento,perocomprenderásquequierovolveraOsakaloantesposible.
—Sí,pero…¿habrásitioparatodo?
—Pon de nuevo los cañones en el barco bárbaro y séllalo. Dentro de tres días
llegaránunasembarcacionespararemolcarlohastaYedo.Encuantoalosmosquetes,
lapólvoraylasmuniciones,hay…
Hiro-matsuseinterrumpióparanocaerenlatrampaquevioqueelotroletendía.
—Enlagalerahay—lehabíadichoToranag—espaciojustoparalosquinientos
mosquetes, la pólvora y los veinte mil doblones de plata. Deja los cañones en la
cubiertadelbarcoylastelasenlabodega.YtencuidadodequeYabúnotetienda
unatrampaparasabersiconocesexactamenteenquéconsisteelcargamento,puesen
estecasopodríadescubrirlaidentidaddenuestroespía.
Hiro-matsumaldijosutorpezaenestosjuegos.
—En cuanto al espacio necesario, tal vez tú puedas indicármelo. Dime
exactamente en qué consiste el cargamento. Número de mosquetes, cantidad de
municionesytodolodemás.Yelmetálico,¿esenmonedasoenlingotes?¿Deplata,
odeoro?
—¡Zukimoto,traelalistadelcontenido!
«Mástardenosveremos»,pensóYabúmientrasZukimotosealejabaatodaprisa.
—Debes de estar cansado, Hiro-matsu-san. ¿Un poco de cha? Te hemos
preparadohabitacionesdentrodeloposible.Losbañossonmuyinadecuados,perosi
quieresrefrescarteunpoco…
—Gracias.Eresmuyprevisor.Unpocodechayunbañomevendránmuybien.
Mástarde.Ahoracuéntameloocurridodesdequellegóelbarco.
Yabúlecontóloshechosomitiendoloreferentealacortesanayelmuchacho,que
carecía de importancia. Por orden de Yabú, Omi contó la historia excepto su
conversaciónprivadaconsutío.YMuracontótambiénloquesabía.
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Hiro-matsucontemplólanubecilladehumoqueaúnsurgíadelapira.
—¿Cuántospiratasquedan?
—Diez,contandoeljefe—dijoOmi.—¿Dóndeestáahoraeljefe?
—EnlacasadeMura.
—¿Quéhahecho?¿Quéfueloprimeroquehizoalllegarallí,despuésdesalirdel
pozo?
—Se fue directamente al baño, señor —respondió rápidamente Mura—. Ahora
estádurmiendo,señor.Comounmuerto.
—Estaveznohastenidoquearrastrarlo,¿eh?
—Noseñor.
—Parece aprender de prisa —repuso Hiro-matsu mirando a Omi—. ¿Crees que
aprenderánacomportarsecomoesdebido?
—No.Noestoyseguro,Hiro-matsu-sama.
—¿Telimpiaríastúlaorinadeunenemigodetuespalda?
—No,señor.
—Yotampoco.Losbárbarossonmuyextraños.—Hiro-matsuvolviósuatención
albarco.—¿Quiénvigilarálacarga?
—MisobrinoOmi-san.
—Bien. Omi-san, quiero zarpar antes del crepúsculo. Mi capitán os ayudará, y
podréishacerloentresvarillas.
(Estaunidaddetiempoeraelratoquetardabaenconsumirseunavarillacorriente
deincienso,oseaaproximadamenteunahora.)
—Sí,señor.
—¿PorquénovienesconmigoaOsaka,Yabú—san?—dijoHiro-matsucomosi
acabara de ocurrírsele esta idea—. El señor Toranaga estará encantado de recibir
todasesascosasdetusmanos.
CuandoYabúempezóaprotestar,lodejóhablarunrato,comolehabíaordenado
Toranaga,ydespuésledijo,tambiéncomolehabíaordenadoToranaga:
—Insisto. En nombre del señor Toranaga. Insisto. Tu generosidad merece esta
recompensa.
«¿Con mi cabeza y con mis tierras?», se preguntó amargamente Yabú sabiendo
quenoteníamásremedioqueaceptaragradecido.
—Gracias.Seráunhonorparamí.
—Bien.Entonces,nadanosretieneaquí—dijoPuñodeHierroconvisiblealivio
—.Veamoslodeltéyelbaño.
YabúlocondujocortésmentealacasadeOmi.Despuésdelavadoyfregado,el
viejosetendióadescansarenelhumeantecalordelaestancia.Después,elmasajede
Suwo lo dejó como nuevo. Un poco de arroz, de pescado crudo y de verduras en
vinagre,catadoenprivado.Elcha,enunalindatazadeporcelana.Yunabrevesiesta.
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Alcabodetresvarillasseabriólapuerta.
—Yabú—samaestáesperandofuera,señor.Dicequeelbarcohasidocargado.
—Muybien.
Hiro-matsusalióalagaleríaehizosusnecesidadesenelcubo.
—Tushombressonmuyeficaces,Yabú—san.
—Los tuyos les ayudaron, Hiro-matsu-san. Son más que eficaces. «Sí, y por el
Solquelesconvieneserlo»,pensóHiro-matsu.—Hazquellevenalpirataamibarco
—dijo.
—¿Qué?
—Tu generosidad te ha impulsado a regalar el barco y su contenido. La
tripulación es parte del contenido. Por consiguiente, me llevo al capitán pirata a
Osaka. El señor Toranaga quiere verlo. Naturalmente, puedes hacer lo que quieras
conlosdemás.Pero,yaquevasaestarausente,tenlabondaddeasegurartedeque
tus servidores comprendan que los bárbaros son propiedad de mi señor y que
convienequeesténaquílosnueve,vivosysanos,cuandoéldecidareclamarlos.
YabúcorrióalmuelledondedebíahallarseOmi.
Antes, cuando había dejado a Hiro-matsu en el baño, se había dirigido a una
pequeñamesetaquedominabaelpueblo.Unpulcrosantuariokamiguardabaellugar.
Unviejoárbolproporcionabasombraytranquilidad.Habíaidoallíacalmarsufuria
yapensar.
«Debes hacer que tus espías descubran al espía. Nada de lo que ha dicho HiromatsuindicasilatraiciónsehaproducidoaquíoenYedo.EnOsaka,tienesamigos
poderosos, entre ellos el propio señor Ishido. Tal vez uno de ellos pueda oler al
enemigo. Pero debes enviar inmediatamente un mensaje secreto a tu esposa para el
casodequeeldelatorestéallí.YOmi,¿qué?¿Deboencargarlequebusqueaquíal
espía?¿Ysielespíaesél?Noesprobable,perotampocoimposible.Esmásprobable
que la traición haya empezado en Yedo. Cuestión de tiempo. Si Toranaga hubiese
recibido la información sobre el barco en cuanto llegó, Hiro-matsu habría llegado
aquí el primero. Luego los informadores están en Yedo. ¿Y qué me dices de los
bárbaros? De momento, son lo único que te ha dado el barco. ¿Cómo puedes
emplearlos? Espera, ¿no te dio Omi la respuesta? Podrías emplear su conocimiento
delmarydelosbarcosparanegociarconToranagasobreloscañones,¿neh?
«OtraposibilidadesconvertirtecompletamenteenvasallodeToranaga.Confiarle
tuplan.PedirlequetepermitamandarelRegimientodeArtillería…parasugloria.
Perounvasallonodebeesperarnuncaquesuseñorrecompensenisiquierareconozca
susservicios:Serviresdeber,deberessamurai,samuraiesinmortalidad.
»No,estonoesimaginable.Aliado,sí,vasallo,no.
«Bueno, los bárbaros son una baza a mi favor, a fin de cuentas. Omi ha tenido
razónunavezmás.»
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Sehabíasentadomássereno,perocuandohabíallegadolahorayunmensajerole
habíallevadolanoticiadequeelbarcoestabayacargado,yhabíaidoenbuscade
Hiro-matsu,habíalasorpresadequetambiénhabíaperdidolosbárbaros.
Estabafueradesuscasillascuandollegóalmuelle.
—¡Omi-san!
—Sí,Yabú—sama.
—Traeaquíaljefebárbaro.MelollevoaOsaka.Encuantoalosotros,hazque
esténbiencuidadosdurantemiausencia.Quieroqueesténenbuenascondicionesy
queseportenbien.Empleaelpozoencasonecesario.
Desdequehabíallegadolagalera,aOmiledabavueltaslacabezayestaballeno
deansiedadporlaseguridaddeYabú.
—Dejaquevayacontigo,señor.Talvezpuedaayudarte.
—No,quieroquecuidesdelosbárbaros.
—Porfavor.Talvezpodrécorresponder,aunqueengradoínfimo,atusbondades
paraconmigo.
—Noesnecesario—dijoYabúconmásamabilidaddeloquepretendía.
RecordabaquehabíaaumentadoelsalariodeOmiatresmilkokúyextendidosu
feudoacausadelasmonedasydeloscañonesqueahorasehabíandesvanecido.Pero
habíapercibidolapreocupacióndeljovenysentidounainvoluntariaemoción.
«Con vasallos como éste, edificaré un imperio —se prometió—. Omi mandará
unadelasunidadescuandorecobremiscañones.»
—Cuandoestallelaguerra…Bueno,teencargaréunatareaimportante,Omi-san.
Ahora,veabuscaralbárbaro.
OmisellevócuatroguardiasyaMuracomointérprete.
Blackthorne estaba durmiendo. Necesitó un minuto para que se le despejara la
cabeza.Cuandosedisipólabruma,Omiloestabamirandofijamente.
Murasearrodillóyseinclinóhastaelsuelo.
—Konnichiwa(Buenosdías).
—Konnichi wa —dijo Blackthorne, y se arrodilló, aunque estaba desnudo, y se
inclinóconigualcortesía.
—Tenlabondaddevestirte,Anjín—dijoMura.
«¿Anjín?¡Ah!Ahoralorecuerdo.Elcuradijoquecomonosabíanpronunciarmi
nombremellamaríanAnjín,quesignificacapitándebarco,yquenodebíatomarlo
comouninsulto.»
«NomiresaOmi—seaconsejó—.Todavía,no.Norecuerdeslaplazadelpueblo,
niaOmi,niaCroocq,niaPieterzoon.Cadacosaasutiempo.Asílojurastedelante
deDios.Cadacosaasutiempo.Yallegaráeldíadelavenganza.»
Blackthorne vio que su ropa había sido lavada otra vez y bendijo a quien lo
hubierahecho.Selahabíaquitadoenlacasadebañocomosihubieseestadollenade
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parásitos.Sehabíahechofrotartresveceslaespaldaconlaesponjamásásperaycon
piedrapómez.Perotodavíasentíalaquemaduradelosorines.
ApartólosojosdeMuraymiróaOmi.Elconocimientodequesuenemigoestaba
vivoycercadeélleproducíaunamorbosasatisfacción.
Seinclinócomohabíavistohaceralosotrosentreigualesymantuvoestaactitud.
—Konnichiwa,Omi-san—dijopensandoquenoerahumillantehablarsulengua,
decir«buenosdías»einclinarsecomoeraallícostumbre.
Omicorrespondióasusaludo.
—Konnichiwa,Anjín—dijo.
Suvozeraamable,peronolosuficiente.
—Anjín-san—dijoBlackthorne,mirándolealosojos.Susvoluntadeschocaron,
yBlackthornepareciódecirle:«¿Acasonotienesmodales?»
—Konnichiwa,Anjín-san—dijoOmialfinconunabrevesonrisa.Blackthorne
sevistiórápidamente.
—¿Hai, Omi-san? —preguntó cuando se hubo vestido, sintiéndose mejor, pero
receloso,ylamentandonoconocermáspalabras.
—Porfavor,lasmanos—dijoMura.
Blackthorne no comprendió y así se lo hizo saber con señas. Mura alargó sus
propiasmanosehizocomosifueraaatárselas.
—Lasmanos,porfavor.
—No—dijoBlackthornedirigiéndoseaOmieninglésysacudiendolacabeza—.
Noesnecesario,enabsoluto.Hedadomipalabra.
Suvozeraamable,peroañadiócondurezaimitandoaOmi:
—Wakarimasuka,Omi-san.¿Comprendes?
Omiseechóareír.Despuésdijo:
—Hai,Anjín-san.Wakarimasu.
Diomediavueltaysalió.Muraylosotroslomiraron,asombrados.
Blackthornelosiguióalexterior.Susbotashabíansidolimpiadas.Antesdeque
pudieseponérselas,ladoncella«Onna»searrodillóyloayudóacalzarse.
—Gracias,Hakú—san—dijorecordandosuverdaderonombreypreguntándose
comosediría«gracias»enjaponés.
Cruzólapuerta,detrásdeOmi.
«Voy detrás de ti, maldito bastardo. ¡Alto! ¿No recuerdas lo que te prometiste?
Además, sólo juran los débiles o los tontos, ¿no? Cada cosa a su tiempo. Ahora,
tienesqueirdetrásdeél.Losabesyéllosabe.Nocometaserrores.»
LoscuatrosamuraissecolocaronalosladosdeBlackthornemientrasbajabanla
cuesta. Mura seguía discretamente a diez pasos de distancia. Omi marchaba el
primero.
«¿Vanaencerrarmedenuevobajotierra?—sepreguntóBlackthorne—.¿Porqué
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querían atarme las manos? ¿No dijo Omi ayer que si me portaba bien me quedaría
fueradelpozo?¿Nomeheportadobien?MepreguntocómoestaráCroocq.Elchico
vivíacuandolollevaronalacasadondehabíaestadolatripulación.»
Elcaminocuestaabajoyatravésdelpuebloempezóafatigarle.
«Estásmásdébildeloquecreías…No,estásmásfuertedeloquepensabas»,se
obligóacreer.
LosmástilesdelErasmussobresalíandelostejadosyestohizolatirmásdeprisa
su corazón. Delante de ellos, la calle describía una curva siguiendo la falda de la
colina,ybajabahastalaplazadondeterminaba.Unpalanquínconcortinasesperaba
bajoelsol.Cuatromozos,consólounosbrevestaparrabos,estabanagachadosjuntoa
él hurgándose distraídamente los dientes. En cuanto vieron a Omi se pusieron de
rodillasytocaronelsueloconsusfrentes.
Omi se limitó a mover ligeramente la cabeza al pasar, pero entonces una joven
saliódeunportalparadirigirsealpalanquínyOmisedetuvo.
Blackthornecontuvoelalientoysedetuvotambién.
Unajovendoncellasalióconunasombrillaverdeparacubriralamuchacha.Omi
seinclinóylajovenhizolomismoylosdoscharlaronanimadamenteolvidandoOmi
todasuarrogancia.
Lajovenllevabaunquimonodecolormelocotónconunanchocinturóndeoroy
unaszapatillastambiéndoradas.Blackthornevioqueellalomiraba.Eraevidenteque
lajovenyOmihablabandeél.Nosabíacómoreaccionarniquéteníaquehacery,
por consiguiente, no hizo nada. Esperó pacientemente gozando con la visión de la
mujeryconlapulcritudyelcalordesupresencia.SepreguntósiellayOmiserían
amantes,osiellaseríalaesposadeOmi,ysieraefectivamentereal.
Omi le preguntó algo y ella le respondió y agitó el abanico verde que aleteó y
brillóalsol,yrióconunarisamusical,delicadayexquisita.Omisonrióydespués
girósobresustalonesysealejó.Volvíaaserelsamurai.
Blackthornelesiguió.Ellalomiróalpasar,yéldijo:
—Konnichiwa.
—Konnichiwa,Anjín-san—respondióellaconunavozqueloconmovió.
Teníaapenascincopiesdealturayeraperfecta.
Elperfumedelajovenloenvolvíaaúncuandodoblólaesquina.Violatrampadel
sueloyelErasmus.Ylagalera.Laniñaseborródesumente.
«¿Por qué están vacías nuestras portañolas? ¿Dónde están nuestros cañones?
¿Quédiabloshaceahíesagaleradeesclavos?¿Quéhapasadoenelpozo?»
Cadacosaasutiempo.
Ante todo, el Erasmus. Lo que quedaba del palo de trinquete arrancado por la
tormenta tenía un aspecto desolador. «Pero no importa —pensó—. Podríamos
hacernos a la mar sin él. Después, medio día para colocar el palo de recambio…
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Aunquetalvezseríamejornoecharelancla,sinohuiraaguasmásseguras.Pero¿y
latripulación?Nopodríassacarlodeaquítúsolo.»
¿Dedóndehabríavenidoaquellagalera?¿Yporquéestabaallí?
Podía ver grupos de samurais y de marineros en el muelle. La embarcación de
sesentaremos—veinteporbanda—parecíalimpiaybiencuidada,cuidadosamente
sujetoslosremos,apuntodehacersealamar.Seestremecióinvoluntariamente.La
últimavezquehabíavistounagalerahabíasidofrentealaCostadeOro,hacíados
años,cuandosuflotadecincobarcossedirigíaaOccidente.Eraunbarcomercante
costero,portugués,quehuyódeélnavegandocontraelviento.ElErasmusnopudo
alcanzarloparacapturarloohundirlo.
Blackthorneconocíabienlacostanorteafricana,apesardequeelMediterráneo
era peligroso para los barcos ingleses y holandeses. Los españoles y portugueses
tenían mucha fuerza en aquella región y más aún los otomanos. Los infieles turcos
merodeabanenaquellasaguascongalerasdeesclavosybarcosdeguerra.
Susviajeshabíansidomuyprovechososparaélyhabíapodidocomprarunbarco
propio, un bergantín de ciento cincuenta toneladas, para comerciar por su cuenta.
Pero había sido hundido y él lo había perdido todo. Una galera turca los había
sorprendido en un día de calma, a sotavento de Cerdeña. La lucha había sido feroz
hasta que poco antes de ponerse el sol el espolón de la embarcación enemiga se
enganchó en su popa y los abordaron. Nunca olvidaría los agudos gritos de
«Alahhhhhhhh»deloscorsariosalsaltarsobrelasbordas.Ibanarmadosconsablesy
mosquetes.Élhabíareunidoasushombresyhabíanrechazadoelprimerataque,pero
se había visto superado en el segundo, por lo cual había ordenado volar la
santabárbara. El barco estaba ardiendo y él decidió que era mejor morir que ser
enviadoagaleras.Siemprehabíasentidounmiedomortaldequelecogiesenvivoy
loconvirtiesenenesclavodegalera,destinocorrienteenlosmarinoscapturados.
Al estallar la santabárbara, la explosión abrió la quilla del bergantín y destruyó
partedelagaleracorsaria,yaprovechandolaconfusiónélconsiguiónadarhastala
lancha y escapar con cuatro de sus hombres. Tuvo que abandonar a los que no
pudieronnadarhastaélytodavíarecordabasusgritosdesocorroennombredeDios.
Pero Dios les había vuelto la espalda aquel día por lo que perecieron o fueron a
galeras.Encambio,habíafavorecidoaBlackthorneyalosotroscuatroquehabían
conseguido llegar a Cagliari, en Cerdeña. Y desde allí, habían vuelto a casa sin un
penique.
De esto hacía ocho años. Había sido el año en que la peste había rebrotado en
Londres. Peste y hambre y algaradas de los sin trabajo. Su hermano menor y sus
padreshabíanmuerto.Inclusosuhijoprimogénitohabíaperecido.Peroenelinvierno
habíacesadolaepidemiayélhabíaconseguidofácilmenteunnuevobarcoysehabía
hecho a la mar para recobrar su fortuna. Primero había estado al servicio de la
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«LondonCompanyofBarbaryMerchants».DespuéshabíahechounviajealasIndias
Occidentalesalacazadebarcosespañoles.Despuésdeesto,yyaunpocomásrico,
había navegado para Kees Veerman, el holandés, en su segundo viaje en busca del
legendario Paso del Noroeste hacia Catai y las Islas de las Especies, paso que se
presumía que existía en los Mares de Hielo, al norte de la Rusia zarista. Habían
buscadodurantedosañosyKeesVeermanhabíamuertoeneldesiertoárticoconel
ochentaporcientodelatripulación,yBlackthornehabíadadomediavueltayhabía
llevadoalossupervivientesasuscasas.Después,hacíatresaños,lareciénformada
«CompañíaHolandesadelaIndiaOriental»lehabíaofrecidoelmandodesuprimera
expedición al Nuevo Mundo. Le confiaron en secreto que habían adquirido por un
precio enorme un libro de ruta portugués, que, según se presumía, contenía los
secretos del estrecho de Magallanes. No habrían podido elegir mejor capitán.
Blackthorne era el mejor piloto protestante que existía a la sazón y hablaba
perfectamenteelholandés,puessumadrehabíasidoholandesa.Aceptóentusiasmado
laproposiciónyelquinceporcientodetodaslasgananciascomohonorariosyjuró
solemnementefidelidadalaCompañíaydevolverlelaflotaqueleeraconfiada.
«Al menos, le devolveré el Erasmus —pensó Blackthorne—. Y con todos los
hombresqueDiosnosehayallevado.»
Ahora estaban cruzando la plaza. Apartó su mirada de la galera y vio que tres
samuraisestabanguardandolatrampadelpozo.
—¡Omi-san! —dijo, y le explicó por señas que deseaba ir hasta la trampa, sólo
parasaludarasusamigos.
Pero Omi sacudió la cabeza y dijo algo que él no comprendió. Blackthorne lo
siguiósumisamente.
«Cadacosaasutiempo—sedijo—.Tenpaciencia.»
Unavezenelmuelle,Omisevolvióygritóalgoalosguardias.Blackthornevio
que abrían la trampilla y miraban hacia abajo. Uno de ellos hizo señas a unos
lugareños,loscualesfueronenbuscadelaescaleraydeunbarreñodeaguapotabley
lobajaronalpozo.Despuéssacaronelbarreñoyelcubodelosexcrementos.
«¡Yaloves!Sitienespacienciaysiguessujuego,podrásayudaratushombres»,
sedijoBlackthorneconsatisfacción.
Habíagruposdesamuraiscercadelagalera.Unhombrealtoyviejosemantenía
apartado.EnvistadelrespetoquelemostrabaeldaimíoYabúylamaneraenquelos
otros se afanaban a su menor observación. Blackthorne dedujo inmediatamente que
debíaserunpersonajemuyimportante,talvezelrey.
Omisearrodillóhumildemente.Elviejolecorrespondióconmediareverenciay
miróaBlackthorne.
Este, con toda la gracia de que fue capaz, se arrodilló y apoyó las manos en el
suelodelmuelle,comohabíavistohaceraOmi,yseinclinócomoél.
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—Konnichiwa,sama—dijo,cortésmente.
Y vio que el hombre volvía a inclinarse a medias. Después, hubo una
conversaciónentreYabú,elviejoyOmi.YabúdijoalgoaMura.YMuraseñalóla
galera.—Anjín-san.Allá,porfavor.
—¿Porqué?
—Ve.Ahora.¡Ve!
Blackthornesintiócrecersupánico.
—¿Porqué?
—¡Isogi!—ordenóOmi,señalandolagalera.
—No,novoya…
OmidiounaordenycuatrosamuraiscayeronsobreBlackthorneylesujetaronlos
brazos.Murasacóunacuerdayempezóaatarlelasmanosalaespalda.
—¡Hijos de perra! —gritó Blackthorne—. ¡No voy a subir a esa maldita
embarcacióndeesclavos!
—¡Virgensanta,dejadleenpaz!Eh,vosotros,monosdeldiablo,¡dejadenpaza
esebastardo!Kinjiru,¿neh?¿Eselcapitándelbarco?¿ElAnjín?Blackthornecasino
podíadarcréditoasusoídos.Lasestentóreasimprecacionesenportuguésprocedían
delacubiertadelagalera.Entoncesvioqueunhombrebajabaporlapasarela.Era
altocomoélyaproximadamentedesumismaedad,peroteníaloscabellosylosojos
negros y vestía descuidadamente ropas de marinero con unas pistolas al cinto y un
espadín pendiente en el costado. Un crucifijo con piedras preciosas colgaba de su
cuello.Setocabaconunairosogorroyllevabaunasonrisapintadaenelsemblante.
—¿Ereselcapitán?¿Elcapitándelbarcoholandés?
—Sí—respondióBlackthorne.
—Bien.Muybien.YosoyVascoRodrigues,capitándeestagalera.
Sevolvióalviejoylehablóenunamezcladejaponésyportugués,llamándole
mono-samayotrascosas.
Hiro-matsudiounasbrevesórdenesyelsamuraisoltóaBlackthorneyMuralo
desató.
—Asíesmejor.Escucha,capitán,esehombreescomounrey.Lehedichoque
mehacíaresponsabledeti,quetesaltaríalatapadelossesosenmenosquecantaun
gallo.
RodrigueshizounareverenciaaHiro-matsuyotraaBlackthorne.
—Inclínateanteelbastardo-sama.
Blackthorneobedeciócomoensueños.
—Lohacescomounnipón—dijoRodriguesconunamueca—.¿Eresrealmente
elcapitán?
—Sí.
—¿CuáleslalatituddelLagarto?
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—Cuarenta y nueve grados cincuenta y seis minutos norte, y cuidado con los
arrecifesdelsur-sudoeste.
—Realmente, ¡eres el capitán! —dijo Rodrigues estrechando calurosamente la
manodeBlackthorne—.Venabordo.Allíhaycomidaycoñacyvinoylicores.¿De
acuerdo?
—Sí—dijocansadamenteBlackthorne—.¿Adóndemelleváis?
—AOsaka.Elgranseñorverdugoquiereverte.
Blackthornesintiórenacersupánico.
—¿Quién?
—¡Toranaga!señordelasOchoProvincias.PrimerdaimíodelJapón.Undaimío
escomounreyounseñorfeudal,peromejor.Todossondéspotas.
—¿Yquéquieredemí?
—Nolosé,peroestaeslarazóndequeestemosaquí.YsiToranagaquiereverte,
capitán,teverá.Dicenquetieneunmillóndeesosfanáticosdeojossesgadoscapaces
demorirporlimpiarleelculo,siéstefuerasudeseo.«Toranagaquierequeletraigas
al piloto, Vasco», me dijo el intérprete. «Trae al piloto y el cargamento del barco.»
¡Oh,sí,capitán!Segúntengoentendido,todohasidoconfiscado,tubarcoytodolo
quehayenél!
—¿Confiscado?
—Talvezesunrumor.Aveces,losjaponesesconfiscancosasconunamanoylas
devuelvenconlaotra,odicenquenuncadieronlaorden.
Blackthornesintiófijosenéllosojosfríosdelosjaponesesytratódedisimularsu
miedo.Rodriguessiguiósumirada.
—Sí, se están poniendo nerviosos. Ya tendremos tiempo de hablar. Subamos a
bordo.
Sevolvió,peroBlackthornelodetuvo.
—¿Ymisamigos…,mitripulación?
—¿Eh?
Blackthorne le habló rápidamente del pozo. Rodrigues interrogó a Omi en un
japonéselemental.
—Dice que estarán bien. Escucha, no podemos hacer nada ahora. Tendrás que
esperar.
Yloguióhastalacubierta.
ParaasombrodeBlackthorne,allínohabíaesclavosnicadenas.
—¿Quétepasa?¿Tesientesmal?—preguntóRodrigues.
—No.Penséqueeraunagaleradeesclavos.
—No hay esclavos en el Japón. Ni siquiera en las minas. Tenemos remeros
samurais.Ynuncavisteremarmejoralosesclavosnisoldadosquecombatanmejor
que ellos. Vinimos de Osaka, que está a trescientas y pico de millas marinas, en
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cuarentahoras.Vamosabajo.Prontozarparemos.¿Seguroqueestásbien?
—Sí,creoquesí.
BlackthornemirabaalErasmusqueestabaancladoaunascienyardasdeallí.
—¿No hay posibilidad de ir a bordo, capitán? No me dejaron volver, no tengo
ropa,ysellaronelbarcoencuantollegamos.Porfavor.
Rodriguesescrutabalanave.
—¿Cuándoperdisteiselpalodetrinquete?
—Antesdellegaraquí.
—¿Hayunoderecambioabordo?
—Sí.
¿Cuálessupuertodeprocedencia?
—Rotterdam.
—¿Fueconstruidoallí?
—Sí.
—Tiene una buena línea. Es nueva. No había visto nada parecido. Debe de ser
veloz,muyveloz.Perodifícildemanejar.¿Podráscogerprontoturopa?—preguntó,
volviéndoseamirarelrelojdearena.
—Sí—dijoBlackthorne,tratandodedisimularunarayadeesperanza.
—Con una condición, capitán. Nada de armas en la manga o en otro sitio. Tu
palabradecapitán.Hedichoalosmonosquerespondodeti.
—Deacuerdo.
—Tevolarélacabeza,seasonocapitán,siintentaselmenortruco.Otecortaréel
gaznate.
—Tedoymipalabra,decapitánacapitán.¡Yaldiablolosespañoles!
Rodriguessonriódándoleunascalurosaspalmadasenlaespalda.
—Meempiezasagustar,inglés.
—¿Cómo sabes que soy inglés? —preguntó Blackthorne, seguro de que su
portugués era perfecto y que nada de lo que había dicho podía diferenciarlo de un
holandés.
—Soyadivino—dijoRodriguesconunacarcajada.
Sedirigióalapasareladebabor,quedominabaelmuelle.
—¡Sapito-sama!¿Ikamashoka?
—Ikamasho,Rodrigu-san.¡Ima!
—Ima significa «ahora», «en seguida» —dijo Rodrigues, mirando
pensativamenteaBlackthorne—.Tenemosquezarparenseguida,inglés.
—Pídeseloaél,porfavor.Necesitoiramibarco.
—No,inglés.Nolepedirénada.
Inmediatamente, Rodrigues tocó seis veces la campana del barco y el piloto
empezó a dar órdenes a los marineros y a los samurais que estaban en tierra o a
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bordo.Losmarinerossubieronacubiertaparaprepararlapartiday,enmediodela
disciplinadaconfusión,RodriguesasiódelbrazoaBlackthorneyloempujóhaciala
escalerilladeestribor.
—Abajohayunbote,inglés.Noteapresures,nomiresatualrededorynoprestes
atenciónanadie,salvoamí.Sitedigoquevuelvas,hazloenseguida.
Blackthorne acabó de cruzar la cubierta y bajó la escalera. Oyó unas voces
irritadas detrás de él y se le erizaron los cabellos de la nuca, pues había muchos
samuraisarmadosabordo.
—No te preocupes por él, piloto-san. Yo, Rodrigu-san, soy el responsable, ichi
ban Anjín-san. ¿Wakarimasu ka? —dijo Rodrigues, imponiendo su voz a las otras,
queparecíancadavezmásirritadas.
Blackthorneestabaapuntodellegaralbotecuandovioquenohabíaescálamos
enél.
—Nopuedoremarconellos—sedijo—.Esebotenomesirve.Yelbarcoestá
demasiadolejosparairanado.¿Otalvezno?
Sonaronpisadasenlaescalerillaytuvoquehacerunesfuerzoparanovolverse.
—Siéntateenlapopa—oyóqueledecíaRodrigues,convozapremiante—.¡De
prisa!
Obedeció,yRodriguessaltóágilmentealbote,agarrólosremosy,sinsentarse,
empezóaremarcongranhabilidad.
Unsamuraiestabaenloaltodelaescalerilla,muyexcitado,yotrosdosestabana
suladoconlosarcospreparados.Elcapitánsamuraigritódiciéndolessindudaque
regresaran.
Aunasyardasdelbarco,Rodriguessevolvióylegritóalsamuraiseñalandoel
Erasmus:
—Vamosalláyvolvemosenseguida.
Volvió la espalda a su nave y siguió remando, empujando los remos al estilo
japonés,depieenmitaddelbote.
—¡Dime si ponen flechas en los arcos, inglés! ¡Obsérvalos con atención! ¿Qué
estánhaciendoahora?
—Nada. Escuchan a su capitán. Este parece indeciso. No. Nadie ha sacado
ninguna flecha. Pero…, espera un momento. Alguien se ha acercado al capitán, un
marinero,segúncreo.Parecequelepreguntaalgoacercadelbarco.Señalaalgosobre
lacubierta.
Rodriguesechóunarápidamiradaysuspiróaliviado.
—Esunodelospilotos.Necesitaráalmenosmediahoraparadisponerdetodos
susremeros.
Blackthorneesperómientrasaumentabaladistancia.
—El capitán vuelve a mirarnos. Pero, no. Ya se ha marchado. Pero uno de los
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samuraisnosestáobservando.
—Que mire cuanto quiera —dijo Rodrigues, más tranquilo, pero sin reducir la
marchanimirarhaciaatrás—.Nomegustadarlaespaldaaunsamurai,sobretodosi
está armado. Aunque, en realidad, nunca los he visto sin armas. ¡Son todos unos
bastardos!
—¿Porqué?
—Lesgustamatar.Tienenporcostumbredormirconsussables.Esteesungran
país,perolossamuraissontanpeligrososcomolasvíborasymuchomásruines.
—¿Porqué?
—Nolosé,inglés,peroloson—respondióRodrigues,satisfechodehablarcon
alguiendesuraza—.Desdeluego,todoslosjaponesessondiferentesanosotros,pero
lossamuraissonlospeores.Notemennada,ymenosaúnlamuerte.¿Porqué?Sólo
Dios lo sabe. Si sus superiores dicen «mata», ellos matan, si les dicen «muere», se
arrojansobreelsableoseabrenlabarriga.Ytambiénhaymujeressamurais,inglés.
Matan para proteger a sus amos, que es como llaman aquí a sus maridos, o se
suicidan si ellos mandan hacerlo. Para esto, se cortan el cuello. Bueno, las mujeres
son distintas, a pesar de todo. No hay nada en el mundo como ellas. Pero los
hombres… Los samurais son unos reptiles, y lo más seguro es tratarlos como
serpientesvenenosas.¿Tesientesbien?
—Sí,gracias.Unpocodébil,perobien.
—¿Cómofuetuviaje?
—Muy duro. Pero, hablando de los samurais, ¿cómo llegan a serlo? ¿Les basta
concogerdossablesycortarseelpelo?
—Losonpornacimiento.Desdeluego,haymuchascategoríasdesamurais,desde
losdaimíos,queestánenlacima,hastalosquenosotrosllamaríamossoldadosdea
pie, que están en el fondo. Casi siempre es cuestión de herencia, como en nuestros
países. Según me han dicho, en los viejos tiempos era como en la Europa de hoy.
Podíahabersoldadoscampesinosycampesinossoldados,juntoacaballerosynobles
por herencia, hasta llegar a los reyes. Algunos campesinos soldados alcanzaron los
másaltosrangos.ElTaikofueunodeellos.
—¿Quiénes?
—El Gran Déspota, el jefe de todo el Japón, el Gran Asesino de todos los
tiempos. Otro día te contaré algo más de él. Murió hace un año y ahora estará
ardiendoenelinfierno—Rodriguesescupiósobrelaborda—.Enrealidad,hayque
nacer samurai. Esta palabra procede de otra que significa «servir». Pero, aunque
todos se inclinan ante el hombre de más categoría, todos son samurais y tienen
privilegiosespeciales.¿Quépasaabordo?
—Elcapitánestáhablandoconotrosamuraiyseñalandohacianosotros.¿Cuáles
sonesosprivilegiosespeciales?
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—Aquí,elsamurailogobiernatodoyloposeetodo.Tienensupropiocódigode
honor y sus normas particulares. El más bajo de ellos puede matar legalmente a
cualquieraquenoseasamurai,acualquierhombre,mujeroniñoconrazónosinella.
Yo les he visto matar sólo para probar el filo de sus sables…, y tienen los mejores
sablesdelmundo.¿Quéestáhaciendoahoraaquelmaldito?
—Sólo nos observa. Se ha colgado el arco a la espalda —repuso Blackthorne
estremeciéndose—.¡Odioaesosbastardosmásquealosespañoles!
Rodriguesvolvióareírysiguióremando.
—Pero si quieres hacerte rico de prisa —dijo—, tienes que trabajar con ellos,
porqueloposeentodo.Elpaísestádivididoencastas,comoenlaIndia.Lossamurais
están en la cima. Los campesinos les siguen en importancia. Sólo los campesinos
pueden poseer tierras. ¿Comprendes? Pero los samurais son dueños de todos los
productos. Son dueños de todo el arroz, que es la única cosecha importante, y
devuelven una parte a los campesinos. Sólo los samurais pueden llevar armas. Si
alguienquenoseasamuraiatacaaunsamurai,seconsiderarebeliónysucastigoes
lamuerteinmediata.Ysialguienpresenciaelataqueynolodenunciaenelacto,es
también reo de muerte, así como su mujer e incluso sus hijos. ¡Los samurais son
engendrosdeSatanás!Yovicómotrinchabanniñosapequeñospedazos.Peroapesar
detodo,siunosabedesenvolverse,estepaísesuncieloenlatierra.
Mirólagaleraparaasegurarse,ysonrió:
—Bueno,inglés,nadacomounpaseoenboteporelpuerto,¿eh?
Blackthorneseechóareírydijo:
—PenséquenomeayudaríasairalErasmus.
—Estoeslomalodelosingleses.Notenéispaciencia.Escucha,aquínohayque
pedir nada a los nipones. Sean o no sean samurais, todos son iguales. Si lo haces,
vacilan y consultan al hombre que está por encima de ellos. Aquí hay que actuar.
Claro está que… —añadió soltando una sonora carcajada— puedes equivocarte y
pagarloconlavida.
—Remas muy bien. Cuando tú llegaste, me estaba preguntando cómo se
empleabanesosremos.
—Nopensaríasquetedejaríairsolo,¿eh?¿Cómotellamas?
—Blackthorne.JohnBlackthorne.
—¿EstuvisteenelNorte,inglés?¿EnellejanoNorte?
—EstuveconKeesVeermanenDerLife.Haceochoaños.Erasusegundoviaje
enbuscadelPasodelNordeste.¿Porqué?
—Megustaríaquemecontarasalgodeesoydetodoslossitiosdondehasestado.
¿Creesqueencontraránlaruta?MerefieroalarutadeAsiaporelNorte,alEsteoal
Oeste.
—Sí.VosotrosylosespañolestenéisbloqueadaslasdosrutasdelSur.Portanto,
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tendremosquehacerlo.Nosotros,olosholandeses.¿Porquélopreguntas?
—YhasnavegadoporlacostadeBerbería,¿no?
—Sí.¿Porqué?
—¿ConocesTrípoli?
—Lamayoríadelospilotoshanestadoallí.
—Penséquetehabíavistoantesdeahora.Sí,fueenTrípoli.Alguienteseñaló.El
famosopilotoinglésqueestuvoconelexploradorholandésKeesVeermanenelMar
delosHielos…yquefueunavezcapitánconDrake,¿eh?EnlaArmada.¿Cuántos
añosteníasentonces?
—Veinticuatro.Ytú,¿quéhacíasenTrípoli?
—Pilotabauncorsarioinglés.MibarcohabíasidoapresadoenlasIndiasporel
pirataMorrow,HenryMorrow.Despuésdesaquearyquemarmibarco,meofrecióel
cargodepiloto.Mehizolaofertaacostumbradadesoltaramiscamaradasydarles
comida y botes si me unía a él. Yo le dije: «¿Por qué no? Con tal de que no
apresemos ningún barco portugués, y me desembarquéis cerca de Lisboa y no me
quitéismislibrosderuta.»LosdosjuramossobrelaCruzyquedócerradoeltrato.
Tuvimos un buen viaje y varios mercaderes gordos españoles cayeron en nuestras
manos. Morrow cumplió su palabra, como buen pirata. Me desembarcó con mis
librosderuta…despuésdehaberloshechocopiar,naturalmente,aunquenosabíaleer
niescribir,ymediomiparteenelpreciodelbotín.¿Hasnavegadoalgunavezconél,
inglés?
—No.LaReinalediountítulonobiliariohaceunosaños.Noservíenningunode
susbarcos.Celebroquefueselealcontigo.
SeacercabanalErasmus.Variossamuraislosobservabancuriososdesdearriba.
—Fue la segunda vez que navegué con los herejes. La primera no fui tan
afortunado.
—¡Oh!
Rodriguesdejólosremos.Elbotellegósuavementejuntoalbarco,yelhombre
agarrólascuerdasparasubirabordo.
—Subetúprimero,perodéjamehablaramí.
Blackthorne empezó a trepar, mientras el otro amarraba el bote. Sin embargo,
Rodriguesfueelprimeroenllegarsobrecubierta.Seinclinocomouncortesano.
—Nonnichiwaatodoslossamascomedoresdehierbas.
Habíacuatrosamuraisabordo.Blackthornereconocióaunodeelloscomouno
de los guardianes de la escotilla. Muy asombrados, saludaron rígidamente al
portugués.Blackthorneimitóaéste,conciertatorpezaylamentandonohacerlomás
correctamente.
Rodrigues se dirigió inmediatamente a la escalera de la cámara. Los sellos
estabanensusitio.Unsamurailecerróelpaso.
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—Kinjiru,gomennasai(Prohibido,losiento).
—Kinjiru, ¿eh? —dijo el portugués sin inmutarse—. Yo soy Rodrigu-san, anjín
de Toda Hiro-matsu-sama. Ese sello —dijo, señalando el cartel rojo con la extraña
escritura—esdeTodaHiro-matsu-sama,¿ka?
—Iyé—dijoelsamuraimoviendolacabeza—.¡EsdeKasigiYabú—sama!
—¿Iyé?—dijoRodrigues—.¿KasigiYabú—sama?MeenvíaTodaHiro-matsusama,queesunreymásgrandequevue-a-samayToda-samaestáalasórdenesde
Toranaga-sama,queeselpícaro-samamásgrandedelmundo.¿neh?
Arrancóelsellodelapuertayllevóunamanoaunadesuspistolas.Lossables
estabanmediodesenvainados,yRodriguesdijoaBlackthorne:
—Prepárateparaabandonarelbarco.
Y,rudamente,alossamurais:
—¡Toranaga-sama!—yseñalóconsumanoizquierdalabanderaqueondeabaen
elpalomayordesugalera—.¿Wakarimasuka?
Los samurais vacilaron sin soltar sus sables. Blackthorne se preparó para saltar
porlaborda.
—¡Toranaga-sama!—Rodriguesdiounapatadaalapuerta,queseabrióalsaltar
lacerradura.—¿WAKARIMASUKA?
—Wakarimasu,Anjín-san.
Los samurais envainaron rápidamente sus sables y se inclinaron y pidieron
disculpas, y volvieron a inclinarse, y Rodrigues dijo con voz ronca mientras
empezabaabajarlaescalera:
—Asíestámejor.
—¡Dios mío, Rodrigues! —exclamó Blackthorne cuando estuvieron abajo—.
¿Quéleshasdicho?
—Toda Hiro-matsu es el primer consejero de Toranaga. Es un daimío más
importantequeelsuyo.Porestocedieron.
—¿CómoesToranaga?
—Estoesunalargahistoria,inglés.—Rodriguessesentóenelescalón,sequitó
unabotaysefrotóeltobillo.—Casimeherotoelpieconlapuertacarcomida.
—Noestabacerrada.Tebastabaconempujarla.
—Lo sé. Pero esto no habría sido tan eficaz. ¡Virgen santa, cuánto tienes que
aprender!
—¿Meenseñarás?
Rodriguesvolvióaponerselabota.—Esodependerá—dijo.
—¿Dequé?
—Yaveremos.Hastaahora,yohehechotodoelgastodelaconversación,locual
erajusto,porqueconocíaelterreno,ytúno.Peroprontotellegaráelturno.¿Cuáles
tucamarote?
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Blackthorneloobservóunmomento.Elaire,debajodecubierta,erasofocantey
rancio.
—Graciasporhabermeayudadoasubirabordo—dijo.
Echó a andar hacia popa. La puerta estaba abierta. El camarote había sido
saqueadoysehabíanllevadotodoloquehabíanpodido.Nohabíalibros,niropa,ni
instrumentos,nirecadodeescribir.Suarcaestabatambiénabierta.Yvacía.
Pálidodeira,sedirigióalgrancamarote,mientrasRodrigueslomirabafijamente.
Inclusoelcompartimientosecretohabíasidodescubiertoysaqueado.
—¡Selohanllevadotodolosmuypiojosos!
—¿Quéteimaginabas?
—Nosé.Penséqueconlossellos…
Blackthorne se dirigió a la cámara fuerte. Estaba vacía. Y también la
santabárbara.Enlabodega,sóloestabanlasbalasdeteladelana.
—¡QueDiosconfundaatodoslosjaponeses!
Volvióasucamaroteycerróelarcadegolpe.
—¿Dóndeestán?—preguntóRodrigues.
—¿Qué?
—Tuslibrosderuta.¿Dóndeestán?
Blackthornelomiró.
—Ningúncapitándebarcosepreocupaporlaropa.Hasvenidoabuscarloslibros
deruta,¿no?
—Sí.
—¿Porquétesorprendestanto,inglés?¿Porquéteimaginasquevineabordo?
¿Paraayudarteacogercuatrotrapos?Bueno,¿dóndeestánloslibrosderuta?
—Handesaparecido.Estabanenmiarca.
—Novoyaquitártelos,inglés.Sóloquieroleerlos.Ycopiarlos,siesnecesario.
—Suvozseendureció.—Porfavor,sácalos,inglés.Nosquedapocotiempo.
—Nopuedo.Handesaparecido.Estabanenmiarca.
—No los habrías dejado allí viniendo a un puerto desconocido. No habrías
olvidado la regla principal del marino: esconderlos bien, y dejar sólo los falsos sin
protección.¡Dateprisa!
—¡Loshanrobado!
—No te creo. Pero confieso que los has ocultado muy bien. Estuve dos horas
registrandoynoencontréelmenorindicio.
—¿Habíasestadoyaaquí?
—Naturalmente—dijoRodriguesconimpaciencia—.Hacedosotreshorascon
Hiro-matsu que quería echar un vistazo. Rompió los sellos, pero el daimío local
volvió a ponerlos cuando nos marchamos. ¡Date prisa! —añadió—. Se agota el
tiempo.
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—¡Loshanrobado!¡Todasmiscartas!¡Todosmislibrosderuta!Tengocopiasde
algunosenInglaterra,peroellibroderutadeesteviajeyel…
Seinterrumpió.
—¿Yelportugués?¡Vamos,hombre,teníaqueserportugués!
—Sí.Perotambiénhadesaparecido.«Serenidad—pensó—.Handesaparecido,y
se acabó. ¿Quién los tiene? ¿Los japoneses? ¿O los habrán dado al cura? Sin los
libros de ruta ni las cartas de navegación, no podrás volver a casa. Nunca podrás
volver…¡Oh,Jesús,damefuerza!»
Rodriguesloobservabaconatención.Alfin,dijo:
—Losientoporti,inglés.Séloquesientesporquetambiénmeocurrióunavez.
El ladrón fue un inglés, ¡así se hunda su barco y él arda en el infierno por toda la
eternidad!Bueno,volvamosalagalera.
Omiylosotrosesperaronenelmuellehastaquelagaleradoblólapuntadetierra
y desapareció. En Occidente, unas pinceladas oscuras empezaban a teñir el cielo
carmesí.EnOriente,laoscuridadfundíaelcieloconlatierraborrandoelhorizonte.
—Mura,¿cuántotardaréisenembarcartodosloscañones?
—Sitrabajamosdenoche,habremosterminadomañanaalmediodía,Omi-san.Si
empezamosalamanecer,terminaremosmuchoantesdeponerseelsol.Trabajaríamos
conmásseguridadduranteeldía.
—Trabajaddenoche.Hazqueelsacerdotevengainmediatamentealpozo.
OmimiróaIgurashi,primerlugartenientedeYabú,queseguíamirandohaciala
punta de tierra, tenso el semblante, con la sombra pronunciada de la lívida cicatriz
sobrelacuencavacíadeunodesusojos.
—Te invito a quedarte, Igurashi-san. Mi casa es pobre, pero tal vez podamos
hacerqueteresultecómoda.
—Gracias —dijo el otro volviéndose hacia él—. Pero nuestro señor me ordenó
quevolvieseaYedoinmediatamente,yasíloharé.—Supreocupaciónsehizomás
manifiesta.—¡Ojaláestuvieseenaquellagalera!
—Sí.
—MeafligepensarqueYabú—samaestáabordoconsólodosdesushombres.
—Sí.Pero,¿creesqueelseñorToranaganosesentirácomplacido,enormemente
complacido,conelregalodelseñorYabú?
—Esemonoavariento,saqueadordeprovincias,estátanconvencidodesupropia
importancia que ni siquiera se dará cuenta de la cantidad de plata que ha robado a
nuestroseñor.¿Dóndetenéislacabeza?
—Supongo que sólo vuestra inquietud por el peligro que puede correr nuestro
señoroshadictadoestaobservación.
—Tienes razón, Omi-san. No pretendí insultarte. Has sido muy inteligente y de
mucha ayuda para nuestro señor. Tal vez tienes también razón en lo que respecta a
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Toranaga—dijoIgurashi.
Peroestabapensando:«Disfrutadetureciénganadariqueza,pobreloco.Conozco
amiseñormejorquetú,ytuaumentadofeudonoteharáningúnbien.Loquetúle
diste se ha desvanecido. Y por tu culpa mi señor está en peligro. Tú le enviaste el
mensaje y lo tentaste después:»Mira primero a los bárbaros.» Tendríamos que
habernos marchado ayer. De haberlo hecho, mi señor estaría ahora a salvo, con las
armas y el dinero. ¿Eres un traidor? ¿Actúas por tu cuenta, o por la de tu estúpido
padre,oporladeunenemigo?Noimporta.Puedescreerme,Omi,túyturamadel
clanKasiginoestaréismuchotiempoenestemundo.»
—Gracias por tu hospitalidad, Omi-san —dijo—. ¡Ojalá vuelva a verte pronto,
perodeboponermeenmarcha!
—¿Quiereshacermeunfavor?Presentamisrespetosamipadre.Teloagradeceré
muchísimo.
—Lo haré con mucho gusto. Gracias de nuevo, Omi-san. Levantó la mano en
amistososaludo,diolaordendemarchaasushombresysaliódelpuebloalfrentede
susjinetes.
Omi se dirigió al pozo. El cura estaba ya allí. Omi vio que el hombre estaba
irritadoydeseóquecometieraalgunaindiscreciónenpúblicoparapoderazotarlo.
—Sacerdote,dialosbárbarosquesuban,unoauno.DilesqueelseñorYabúha
dichoquepuedenvivirdenuevoenelmundodeloshombres.Peroquealamenor
infraccióndelasnormas,dosdeellosvolveránalpozo.Tienenqueportarsebieny
obedecertodaslasórdenes.¿Estáclaro?
—Sí.
Los hombres subieron uno a uno. Todos estaban aterrorizados. Algunos
necesitaron ayuda. Uno de ellos sufría agudos dolores y gritaba cuando alguien le
tocabaelbrazo.
—Tendríanquesernueve.
—Hamuertouno—repusoelsacerdote—.Sucadáverestáenelpozo.
—Mura —dijo Omi después de pensar un momento—, quema el cadáver y
guarda sus cenizas con las del otro bárbaro. Lleva a esos hombres a la misma casa
dondeestuvieronantes.Dalesverdurasypescadoenabundancia.Ysopadecenteno
yfruta.Hazqueselaven,puesapestan.—Después,sevolvióalsacerdote.—¿Bien?
—Ahora,yovolveramicasa.DejarAnjiro.
—Vete y no vuelvas nunca. Quizá la próxima vez que tú o uno de los tuyos
volváisamifeudo,seráporquealgunodemiscampesinosovasalloscristianoshabrá
cometidotraición—dijosirviéndosedeestaveladaamenazacontralaindiscriminada
difusióndelafeextranjera,puessiloscurasestabanprotegidos,nopodíadecirselo
mismodelosconversosjaponeses.
—Comprendo,sí.Comprendomuybien.
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El cura hizo una rígida reverencia, pues incluso los sacerdotes bárbaros debían
tenerbuenosmodales,ysealejó.
—Omi-san—dijounsamuraijovenymuyguapo.
—¿Sí?
—Discúlpame,porfavor.Séquenolohasolvidado,peroMasijir-anestáaúnen
elpozo.
Omi se acercó a la trampilla y miró al samurai. Inmediatamente, el hombre se
pusoderodillasyseinclinórespetuosamente.
Omiconsiderósusserviciospasadosysuvalorparaelfuturo.Después,tomóla
dagadeljovensamuraiylaarrojóalpozo.
Masijiro, al pie de la escalera, contempló el cuchillo sin dar crédito a sus ojos.
Corrieronlágrimasporsusmejillas.
—Nomerezcoestehonor,Omi-san—dijodesoladamente.
—Sí.
—Gracias.
EljovensamuraiqueestabajuntoaOmidijo:
—¿Puedopreguntarsidebehacerseelharakiriaquíoenlaplaya?
—Fracasóenelpozo.Sequedaráenelpozo.Ordenaaloslugareñosquelollenen
detierra.Quenoquederastrodelahoya.Losbárbaroslahanprofanado.
Kikúseechóareírymoviólacabeza.
—No,Omi-san,losiento,peronomedesmássakéosemecaeráelcabello.Me
quedarédormida,¿yquépasaráentonces?
—Yodormirécontigoyestaremosenelnirvana,fueradenosotrosmismos—dijo
alegrementeOmi.
—¡Oh, no! Me quedaría roncando, ¿y qué podrías hacer con una horrible
jovencitaborracha?¡Oh,no,Omi-sandelGranFeudoNuevo,túmerecesalgomejor!
Vertióotropocodelicorcalienteenladiminutatazadeporcelanayselaofreció
conambasmanos,coneldedoíndiceizquierdososteniendodelicadamentelatazay
apoyandoelfondodeéstaenelíndicedelamanoderecha.
Ellatomóysorbióellicorpaladeandosutibiezaysusuavearoma.
—Celebromuchohaberpodidoconvencertedequetequedarasundíamás.¡Eres
tanhermosa,Kikú—san!
—Túereselhermoso,yelplaceresmío.
Susojosbailabanalaluzdelavelaencajadaenunaflordepapelydebambúque
pendíadeunavigadecedro.Sehallabanenelmejorcompartimientodelacasadeté
próxima a la plaza. Ella se inclinó para servirle un poco más de arroz del sencillo
tazóndemaderacolocadosobrelamesadelacanegra,peroélmoviólacabeza.
—No,no.Gracias.
—Unhombrevigorosocomotúdeberíacomermás.
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—Estoyharto,deveras.
Ella dio unas leves palmadas e inmediatamente se abrió la puerta y apareció su
sirvienta.
—¿Señora?
—Llévatetodasestascosas,Suisen,ytraemássakéyunanuevajarritadecha.Y
fruta.Elsakéhadeestarmáscalientequelaúltimavez.Dateprisa,haragana—dijo
procurandodarasuvozuntonoimperioso.
Suisen tenía catorce años. Era dulce, complaciente, y aprendiza de cortesana.
HacíadosañosqueestabaconKikú,yéstaeralaencargadadeadiestrarla.
Haciendounesfuerzo,Kikúapartólamiradadelblanquísimoarrozquetantole
apetecía, y procuró olvidarse de su hambre. «¡Ah! Las damas tienen poco apetito,
muy poco apetito —solía decirle su maestra—. Los invitados deben comer y beber
cuantomás,mejor.Peronolasdamas,ymenosconlosinvitados.¿Cómopuedenlas
damas conversar o tocar el samisen o bailar con la boca llena? Ten paciencia. Ya
comerásmástarde.Dedicatodatuatenciónalinvitado.»
MientrasobservabacríticamenteaSuisenjuzgandosuhabilidad,contócuentosa
Omiparahacerlereíryolvidarelmundoexterior.Mientrastanto,laniñasearrodilló
juntoaOmiycolocólastacitasylospalillosenlabandejadelaca,artísticamente,
según le habían enseñado. Después, levantó el frasco vacío de saké, inclinándolo
suavementeparaasegurarsedequenoquedabanadaenél,pueshabríasidodemala
educación sacudirlo. Se levantó con la bandeja, la llevó sin ruido hasta la puerta
corredera,searrodilló,dejólabandejaenelsuelo,abriólapuerta,selevantó,pasóal
otro lado, volvió a arrodillarse, levantó la bandeja, volvió a dejarla en el suelo sin
ruidoycerrólapuertaherméticamente.
—Tendréquebuscarotradoncella—dijoKikú,enalgúnmododisgustada—.Es
unaniñadulceymuygraciosa,perohacedemasiadoruido,unverdaderoalboroto.Lo
siento.
—Nomehefijadoenella—dijoOmiapurandosulicor—.Sóloteveoati.
Kikúagitósuabanicoysucaraseiluminóconunasonrisa.
—Mehacessentirmuydichosa,Omi-san.Yamada.
Suisentrajorápidamenteelsaké.Yelcha.SuamasirvióunpocodelicoraOmi
y se lo ofreció. La niña llenó discretamente las tazas. No derramó una sola gota y
pensó que el ruido que hacía el líquido al caer en la taza tenía la suave sonoridad
adecuada, en vista de lo cual suspiró aliviada para sus adentros, se sentó sobre los
talonesyesperó.
KikúcontabaahoraunahistoriadivertidayOmisereía.Almismotiempo,ella
cogióunapequeñanaranjay,sirviéndosedesuslargasuñas,laabriócomounaflor
enlaquelosgajoseranlospétalosylapieldivididalashojas.
—¿Quieresunanaranja,Omi-san?
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ElprimerimpulsodeOmifuedecirquenopodíadestruirtantabelleza.Peroesto
habríasidounadescortesía.«¿Cómopuedocorresponderalasatisfacciónquemeha
dado —pensó—, dejándome ver cómo creaban sus dedos algo tan precioso y sin
embargotanefímero?»
Sostuvounmomentolaflorensusmanosydespuésextrajodelicadamentecuatro
gajos,equidistantesentresí,yloscomióconfruición.Quedabaotraflor.Sacócuatro
gajosmáscreandounnuevodibujofloral.Despuéscogióotrogajo,yotro,demodo
quelostresrestantesformabanotraflor.
Porúltimo,arrancódosgajosycolocóelúltimoenlacunaformadaporlapielde
lanaranja,comounalunaencuartocrecientedentrodeunsol.
Comió un gajo muy despacio. Cuando hubo terminado, se puso el otro en la
palmadelamanoyseloofrecióaKikú.
—Estetecorrespondeatiporqueeselpenúltimo.Esmiregalo.
Kikútomólafrutaylacomió.Eralomejorquehabíacatadoensuvida.
—Este,elúltimo—dijoOmicolocandogravementetodalaflorenlapalmadesu
mano derecha—, es mi ofrenda a los dioses, sean quienes fueren, dondequiera que
estén.Nuncavolveréacomerestafruta,amenosqueseadetusmanos.
—Esto es demasiado, Omi-sama. ¡Te relevo de tu voto! ¡Lo has dicho bajo la
influenciadelkamiqueviveentodaslasbotellasdesaké!
Sesentíanfeliceslosdosjuntos.
—Suisen —dijo ella—. Déjanos solos. Y por favor, muchacha, procura hacerlo
congracia.
—Sí,señora.
La niña pasó a la habitación contigua para hacer que todo estuviera a la
perfección. Alisó una arruga imperceptible en la finísima colcha. Después, dándose
porsatisfecha,sesentó,suspiróaliviada,espantóelcalordesucaraconelabanicode
colormoradoclaro,yesperócomplacida.
En la otra habitación, que era la más bella de la casa de té, la única que tenía
jardínpropio,Kikútomóelsamisendelargomango.Erauninstrumentoparecidoa
unaguitarradetrescuerdasyelsonidodelprimeracordellenólaestancia.Entonces,
Kikú empezó a cantar. Suavemente al principio, con trémolos después, de nuevo
suavementeydespuésconfuerza,ybajandoluegolavozcomounsuspiro,cantóal
amoryalamornocorrespondido,alaalegríayalatristeza.
—¿Señora?
El susurro no habría despertado a la persona de sueño más ligero, pero Suisen
sabía que su ama prefería no dormir después de las nubes y la lluvia. Prefería
descansar,mediodespierta,contodatranquilidad.
—¿Qué, Sui-chan? —murmuró Kikú con igual suavidad, empleando el «chan»,
comohabríahechoconunahijapredilecta.
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—LaesposadeOmi-sanharegresado.Supalanquínacabadesubirporelsendero
desucasa.
KikúmiróaOmi.Loacariciósuavemente,lojustoparaquesucontactoentrara
en sus sueños, pero sin despertarlo. Después, se deslizó del lecho y se ciñó sus
quimonos.
Kikú necesitó muy poco tiempo para componer su maquillaje mientras Suisen
peinabaycepillabasuscabellosylossujetabasegúnelestiloshimoda.Después,ama
y doncella cruzaron el pasillo sin ruido, pasaron a la galería, bajaron al jardín y
salieronalaplaza.Eraunanochecerradayfaltabamuchoparaelamanecer.
Lasdosmujeresempezaronasubirelsendero.
Los sudorosos y fatigados porteadores recobraban fuerzas junto al palanquín,
delantedelacasadeOmi.Habíavelasencendidasentodalacasa,yloscriadosiban
apresuradamentedeunladoaotro.KikúhizounaseñaaSuisen,lacualsedirigióala
galeríadelaentradaprincipal,llamóyesperó.Alcabodeunmomento,seabrióla
puerta. Una doncella saludó con la cabeza y desapareció. Volvió al cabo de un
momento,hizoungestoaKikúyseinclinóprofundamentecuandoentró.
LamadredeOminosehabíaacostado.Estabasentada,muyerguida,yMidori,la
esposadeOmi,sehallabafrenteaella.
Kikú se arrodilló. Se inclinó, primero ante la madre de Omi y después ante la
esposa,sintiendolatensiónexistenteentrelasdosmujeres,ysepreguntó:
«¿Porquéhaysiempretantaviolenciaentrelasuegraylanuera?¿Acasolanuera
noseconvierteensuegraconeltiempo?¿Esquenuncaaprenderán?»
—Lamentomolestarte,Ama-san.
—Bienvenida,Kikú—san—dijolavieja—.Esperoquenoocurranadamalo.
—¡Oh,no!Peronosabíasidesearíasquedespertaraonoatuhijo—dijoKikú,
aun sabiendo cuál sería la respuesta—. Pensé que debía preguntártelo, al enterarme
dequetú,Midori-san—ysevolvióysonrióaésta,pueslaapreciabamucho—habías
regresado.
Laviejadijo:
—Eresmuyamable,Kikú—san,ymuyprevisora.Déjalodormirenpaz.
—Asíloharé.Perdonaquetehayamolestado,peropenséquedebíaconsultarte.
Confíoquenohabrástenidomalviaje,Midori-san.
—Hasidohorrible—dijoMidori—.Mealegrodeestardenuevoaquí.Ojaláno
mehubieramarchado.¿Estábienmiesposo?
—Sí,muybien.Hareídomuchoestanocheyparecíamuyfeliz.Comióybebió
conmoderaciónyahoraduermetranquilamente.
—El Ama-san empezaba a contarme algo sobre las terribles cosas ocurridas
durantemiausenciay…
—No tenías que haberte marchado. Eras necesaria aquí —le interrumpió la
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anciana con una intención venenosa—. O tal vez, no. Tal vez hubieras debido
quedartefueraparasiempre.Quizáshastraídounkamimaloanuestracasa,juntocon
laropadetulecho.
—Nolotraje,Ama-san—dijoMidori,conpaciencia—.Teruegoquecreasque
antes me mataría que traer la más ligera sombra sobre tu buen nombre. Por favor,
disculpamiausenciaymisfaltas.Losiento.
—Desde que llegó ese maldito barco, sólo hemos tenido disgustos. Esto es mal
kami. Muy malo. ¿Y dónde estabas cuando te necesitábamos? Chismorreando en
Mishima,hartándoteybebiendosaké.
—Mipadremurió,Ama-san.Eldíaantesdemillegada.
—¡Uf! Ni siquiera tuviste la cortesía o la previsión de estar junto al lecho de
muertedetupadre.Cuantoantestemarchesdefinitivamentedeestacasa,mejorserá
paratodos.
Seabriólapuertacorredera.Unadoncellaentrónerviosamenteconelchayunos
dulces.Midorisirvióprimeroalaanciana,quemaldijoaladoncella,mordióundulce
consusencíasdesdentadasysorbióruidosamentesubebida.
—Debes perdonar a la doncella, Kikú—san —dijo la anciana—. El cha es
insípido.¡Insípido!Yquema.Supongoqueesloúnicoquepuedeesperarseenesta
casa.
—Torna el mío, por favor —dijo amablemente Midori, soplando el té para
enfriarlo.
Laviejalotomómalhumoradayguardóunhoscosilencio.
—¿Quépiensasdetodoesto?—preguntóMidoriaKikú—.Merefieroalbarcoy
aYabú—samayaTodaHiro-matsu-sama.
—No sé qué pensar. Es muy curioso que Puño de Hierro llegase casi al mismo
tiempoqueelseñorYabú,¿neh?Yahora,debéisdisculparme.No,porfavor,conozco
elcamino.
—Deningunamanera,Kikú—san.Teacompañaré.
—Ya lo ves, Midori-san —terció la vieja, impaciente—. Nuestra invitada se
sienteincómodayelchaerahorrible.
—¡Oh! El cha estuvo bien para mí, Ama-san, de veras. Lo que ocurre es que
estoy un poco cansada. Tal vez me permitirás que mañana, antes de marcharme,
vengaasaludarte.Hablarcontigoessiempreunplacerparamí.
Laviejaaceptóelcumplido,yKikúsiguióaMidorialagaleríayaljardín.
—Has sido muy considerada, Kikú—san —dijo Midori cogiéndola del brazo,
conmovidaporsubelleza—.Gracias.
Kikúsevolvióamirarlacasaysintióunescalofrío.
—¿Semuestrasiempreasí?
—Estanochehaestadoamablecomparadoconotrasveces.SinofueseporOmiy
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pormihijo,juroquemesacudiríaelpolvodelospies,meafeitaríalacabezayme
haríamonja.—Suspiró,yestabahermosaalaluzdelaluna.—Peroestocarecede
importancia.Dimeloquehapasadodesdequememarché.
Por esto había ido Kikú a la casa con tanta urgencia, pues ya sabía que ni la
madrenilaesposadesearíanturbarelsueñodeOmi.Habíaidoparacontárselotodoa
damaMidoriafindequepudiesevelarporKasigiOmicomoellamismatrataríade
hacerlo. Le dijo todo lo que sabía, salvo lo que había pasado en el dormitorio con
Yabú.Añadiólosrumoresquehabíaoídoyloschismestransmitidosoinventadospor
las otras muchachas. Y todo lo que le había dicho Omi sobre sus esperanzas, sus
temoresysusplanes.
—Tengomiedo,Kikú—san,tengomiedopormiesposo.
—Todos sus consejos fueron prudentes, señora. Creo que todo lo que hizo fue
correcto.ElseñorYabúnootorgarecompensasalaligera,ytresmilkokúsonmuy
valiosos.
—PeroelbarcoesahoradelseñorToranaga.Ytambiéntodoeldinero.
—Sí,perolaideadequeYabúofrecieraelbarcocomoregalofuegenial,yesta
ideaseladioOmi-san.SeguroqueconellapagósobradamentelosfavoresdeYabú
—san,¿neh?Omi-sanmereceserreconocidocomovasalloeminente.
KikúhabíaretorcidosólounapizcalaverdadsabiendoqueOmiestabaengran
peligroy,conél,todasucasa.
—Sí,locomprendo—dijoMidorideseandoquefueraverdad.Ybesóalaniña,
conojoslacrimosos.
—Gracias.Eresmuyamable,Kikú—san,muyamable.
Teníadiecisieteaños.
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CapítuloVIII
—¿Quéteparece,inglés?
—Creoquehabrátormenta.
—¿Cuándo?
—Antesdequesepongaelsol.
Era casi mediodía y estaban en el alcázar de la galera bajo un cielo de nubes
grises.Eraunsegundodíadenavegación.—Sielbarcofuesetuyo,¿quéharías?
—¿Cuándollegamosalpuntodedestino?—preguntóBlackthorne.
—Despuésdeanochecer.
—¿Aquédistanciaestálatierramáspróxima?
—A cuatro o cinco horas de aquí, inglés. Pero, si buscamos un refugio
perderemosmediodía,ynopuedopermitírmelo.¿Quéharíastú?
Blackthorne reflexionó un momento. Durante la primera noche la galera había
navegadojuntoalacostaorientaldelapenínsuladeIzú,ayudadaporlagranveladel
mástildeenmedio.Pero,después,Rodrigueshabíasalidoalmarabierto,conrumbo
alcaboShinto,adoscientasmillasdedistancia.
—Normalmente —le había dicho Rodrigues —, vamos costeando para más
seguridad. Pero ahora el tiempo es importante. Hay una recompensa para mí si
llegamos pronto. —Y cambiando de tema:—El libro de ruta que te robaron, quiero
decirelportugués…¿dequiénera?
—Nolosé.Nohabíaningúnnombreenél,ningunafirma.
—¿Quiéntelodio?
—Eljefemercaderdela«CompañíaHolandesadelaIndiaOriental».
—¿Dóndeloobtuvoél?
BlackthorneseencogiódehombrosyRodriguesseechóareírsinganas.
—Bueno, nunca esperé que me lo dijeras… pero espero que el que lo robó y
vendióardaeternamenteenelinfierno.
—¿EresempleadodeToranaga,Rodrigues?
—No.SóloestabadevisitaenOsaka.EsunfavorquelehagoaToranaga.Yosoy
capitánde…
Rodriguesseinterrumpió.
—Siempremeolvidodequeeresmienemigo,inglés.
—PortugaleInglaterrafueronaliadosdurantesiglos.
—Peronoahora.Veteabajo,inglés.Estáscansado,yyotambiénloestoy,sobre
tododeverloserroresdeloshombres.Cuandohayasreposado,vuelveacubierta.
Blackthornehabíabajadoalcamarotedelcapitánysehabíatumbadoenlalitera.
EllibroderutadeRodriguesestabasobreelpupitreclavadoenelmamparo.Estaba
forradodecueroymuygastado,peroBlackthornenoloabrió.
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—¿Porquélodejasahí?—habíapreguntadoaRodrigues.
—Porque,sinolohubieradejadoaquí,túlobuscarías.Encambio,ahoranolo
tocarásnilomirarássinmipermiso.Erescapitándebarco,nounpanzudomercader
niunsoldadoladrón.
—Loleeré.Túloharías.
—Nosinpermiso,inglés.Ningúncapitánloharía.¡Nisiquierayo!
Blackthorne había observado un momento el libro y después había cerrado los
ojos.Durmióprofundamentetodoeldíaypartedelanocheysedespertóantesdel
amanecercomodecostumbre.Lecostabaacostumbrarsealmovimientodelagaleray
alsonidodeltamborquemarcabaelritmoalosremeros.Permaneciócómodamente
en la oscuridad, con los brazos cruzados debajo de la cabeza. Pensó en su propio
barcoyalejólapreocupacióndeloquepasaríacuandoarribasenaOsaka.«Cadacosa
asutiempo.Piensaenque,sitodoslosportuguesessoncomoRodrigues,tienesuna
buena oportunidad. Los capitanes de barco no son enemigos, ¡y al diablo todo lo
demás!Perotúeresinglés,unhereje,unAnticristo.Loscatólicossondueñosdeeste
mundo.Loeran.Ahora,nosotrosylosholandeseslosaplastaremos.¡Quétonterías!
Yohabríadebidonacercatólico.FuesóloeldestinoquienllevóamipadreaHolanda
yallíconocióaunamujer,AnnekevanDroste,conlaquesecasó.Ellaleabriólos
ojosymealegro.Comomealegrodetenerabiertoslosmíos.»
Entonces, había subido a cubierta. Rodrigues estaba en su silla, con los ojos
enrojecidosporelsueño,ydosmarinerosjaponesesestabanaltimón,igualqueantes.
—¿Cómoteencuentras,inglés?
—Descansado. ¿Puedo relevarte? —dijo Blackthorne mientras Rodrigues lo
sopesabaconlamirada—.Tedespertarésicambiaelvientoopasacualquiercosa.
—Gracias,inglés.Sí,dormiréunpoco.Manténesterumbo.Cuandoseagotela
arenadelreloj,giracuatrogradosalOeste,yalcambiosiguiente,seisgradosmásal
Oeste.Tendrásqueseñalarlosnuevosrumbosalostimoneles.¿Wakarimasuka?
—¡Hai! —rió Blackthorne—. Cuatro puntos al Oeste. Vete abajo, capitán. Tu
literaesmuycómoda.
PeroVascoRodriguesnobajó.Sóloseciñómássutrajedemarinoysehundió
másenlasilla.Enelmomentoenquehabíaquevolverelrelojdearena,sedespertó,
comprobóelcambioderumbosinmoverseysedurmiódenuevo.
Hiro-matsu y Yabú subieron a cubierta durante la mañana. Blackthorne advirtió
susorpresacuandovieronqueélgobernabaelbarcoyRodriguesestabadurmiendo.
No le dijeron nada, sino que continuaron su conversación y, al cabo de un rato,
volvieronabajo.
Cercadelmediodía,RodriguesselevantódelasillaymiróalNoroeste,oliendo
elvientoyaguzandotodossussentidos.Losdoshombresestudiaronelmar,elcielo
ylasnubesqueseestabanacumulando.
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—¿Quéharías,inglés,siestebarcofueratuyo?—repitióRodrigues.
—Correríahacialacosta,sisupiesedóndeestá.Haciaelpuntomáspróximo.Esta
embarcaciónnoadmitemuchaaguayseestápreparandounatormentaparadentrode
unascuatrohoras.
—Nopuedesertai-fun—murmuróRodrigues.
—¿Qué?
tai-fun.Sonvientosmuyfuertes,comojamásloshayasvisto.Peronoestamosen
laestacióndelostai-fun.
—¿Cuándoes?
—No ahora, enemigo —rió Rodrigues—. Pero la tormenta puede ser bastante
fuerte,porloqueseguirétuconsejo.
Blackthorne señaló el nuevo rumbo y el timonel hizo girar limpiamente la
embarcación.Rodriguesdijo:
—Ahora,iréabajoyprepararéunpocodecomida.
—¿Tambiénsabescocinar?
—EnelJapón,todohombrecivilizadotienequesabercocinaroenseñaraesos
monosahacerlosinoquieremorirsedehambre.Ellossólocomenpescadocrudoo
verdurascrudassazonadasconvinagrearomatizado.Perolavidapuedeserbuenasi
unosabecómohayquetomarla.
Rodrigues bajó a su camarote. Cerró la puerta y comprobó minuciosamente la
cerradura de su arca. El cabello que había colocado allí seguía en su sitio. Y otro
cabello,igualmenteinvisibleparacualquieraquenofueseél,continuabasobrelatapa
desulibroderuta.
«Ninguna precaución está de más en este mundo —pensó Rodrigues—. ¿Hay
algúnmalenqueélsepaquesoyelcapitándelaNaodelTrato,queesesteañoel
granBarcoNegrodeMacao?Quizá.Porqueentoncestendríaqueexplicarlequees
unmonstruomarino,unodelosbarcosmásricosymásgrandesdelmundo,demás
deseiscientastoneladas.Podríacaerenlatentacióndehablarledesucargamento,del
comercio y de Macao, y de muchas cosas interesantes que son muy reservadas,
reservadas y secretas. Y nosotros estamos en guerra contra los holandeses y los
ingleses.»
Abrió la bien engrasada cerradura y sacó un libro de ruta particular para
comprobarlaposicióndelpuertomáspróximo,ysusojostropezaronconelpaquete
selladoquelehabíadadoelpadreSebastiãounpocoantesdezarpardeAnjiro.
«¿Contieneacasoloslibrosderutadelinglés?»sepreguntóunavezmás.
Sopesó el paquete y contempló los sellos del jesuita sintiendo la tentación de
romperlos y examinar el contenido. Blackthorne le había dicho que la flotilla
holandesahabíaidoporelestrechodeMagallanesynolehabíaaclaradograncosa
más.«Esosinglesespreguntanmuchoyhablanpoco—pensó—.Yéseesinteligente,
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astutoypeligroso.¿Sonéstossuslibrosderutaonoloson?Siloson,¿dequéles
sirvenalossantospadres?.»
Se estremeció pensando en los jesuítas y los franciscanos y los dominicos y en
todosloscurasyenlaInquisición.Habíacurasbuenosycurasmalos,peroincluso
losmaloseransacerdotes.«LaIglesiahadetenersacerdotesparaqueintercedanpor
nosotros,puessinellosseríamosovejasperdidasenunmundosatánico.¡Oh,Virgen
santa,protégemedetodomalydelosmalossacerdotes!
Rodrigues estaba en su camarote con Blackthorne, en Anjiro, cuando se había
abiertolapuertayhabíaentradoelpadreSebastião,sinpedirpermiso.Habíanestado
comiendo y bebiendo, y las sobras de la comida estaban aún en los tazones de
madera.
—¿Compartís el pan con los herejes? —le había preguntado el sacerdote—. Es
peligrosocomerconellos.Puedencontaminar.¿Osdijoqueesunpirata?
—Es de buen cristiano mostrarse caballeroso con los enemigos, padre. Cuando
estuveensusmanosfueronbuenosconmigo.Nohagomásquedevolversucaridad.
Yahora,¿quédeseáis?
—QuieroiraOsaka.Enestebarco.
—Lopreguntaréenseguida.
La petición había llegado hasta Toda Hiro-matsu el cual había respondido que
ToranaganolehabíadadoordendellevaraunsacerdoteextranjerodesdeAnjiroy
que,portanto,lamentabanopoderaccederasudeseo.
Entonces, el padre Sebastião había querido hablar en privado con Rodrigues y
habíasacadoelpaquetesellado.
—QuisieraqueentregaseisestoalpadreVisitador.
—No sé si su Eminencia estará todavía en Osaka cuando yo llegue —dijo
Rodriguesporquenolegustabaservirderecaderodelossecretosdelosjesuitas.
—Entalcaso,entregadloalpadreAlvito.Perohacedloenpropiamano.
—Muybien—habíadichoél.
Ahora,enelcamarote,dejóelpaqueteresistiendolafuertetentación.¿Porquéel
padreAlvito?ElpadreMartínAlvitoeraungrannegocianteyhabíasidointérprete
personaldelTaikodurantemuchosañosy,porconsiguiente,teníabuenaamistadcon
la mayoría de los daimíos influyentes. El padre Alvito viajaba continuamente entre
Nagasaki y Osaka y era uno de los pocos hombres, y el único europeo, que había
podido acercarse al Taiko en todo momento. Ahora era el mediador portugués más
influyentecercadelConsejodeRegencia,ydeIshidoyToranagaenparticular.
«Suertequelosjesuítashanpuestoaunodesushombresenunaposicióntanvital
—pensóRodrigues—.Ciertamente,sinohubiesesidoporlaCompañíadeJesúsla
invasióndelaherejíanosehabríadetenido.
»¿Porquépiensoconstantementeenloscuras?—sepreguntóluegoenvozalta
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—.Estomeponenervioso.Sí,pero,¿porquéelpadreAlvito?Sielpaquetecontiene
loslibrosderuta,¿vadestinadoaunodelosdaimíoscristianos,IshidooToranaga,o
bienaSuEminenciaelpadreVisitador?¿OseránloslibrosderutaenviadosaRoma
para los españoles? ¿Por qué el padre Alvito? ¿Por qué no me ha dicho el padre
Sebastião que lo entregue a cualquiera de los otros jesuitas? ¿Y para qué quiere
Toranaga al inglés? Sé que debería matarlo. Es un enemigo, es un hereje. Pero hay
algomás.Tengolaimpresióndequeelinglésesunpeligroparatodosnosotros.Pero,
¿por qué? Es un marino, un gran marino. Fuerte. Inteligente. Es un buen hombre.
Entonces,¿dequétengomiedo?Tengomiedodeél.¿Quédebohacer?¿Dejarloen
lasmanosdeDios?Seacercalatormenta,yserámala.¡Malditaseamitorpeza!¿Por
quénosénuncaloquehedehacer?»
Latormentallegóantesdeponerseelsolylospillóenaltamar.Latierraestabaa
diezmillasdedistancia.Labahíaalaquesedirigíanerabastantesegura.Nohabía
quesalvarescollosnibajíos,perodiezmillaserandiezmillasyelmarseencrespaba
deprisa,agitadoporelvientocargadodelluvia.
ElventarrónsoplabadelNordeste,sobrelabandadeestribor.Elloshabíanpuesto
rumboalNoroeste,demodoquelasolaslespillabancasisiempredelado,agitando
fuertementelaembarcación,quetanprontosehallabaenlasimacomoenlacresta.
La galera tenía poco calado y estaba construida para navegar velozmente en aguas
tranquilas, y aunque sus remeros eran buenos y muy disciplinados, les resultaba
difícilsumergirlosremosymantenerelritmo.
—Tendrás que guardar los remos y navegar a favor del viento —gritó
Blackthorne.
—Talvez,perotodavíano.
Ambos se habían sujetado con cuerdas de seguridad atadas a la bitácora y se
alegrabandehaberlohecho,pueslaembarcacióncabeceabayoscilabaterriblemente.
Ytambiénseagarrabanalaborda.
Hasta entonces no había entrado agua en la galera. Pero iba muy cargada y
navegaba más hundida de lo que ellos habrían deseado. Rodrigues había dispuesto
bienlascosasdurantelashorasdeespera.Sehabíancerradobienlasescotillasylos
hombres habían sido avisados. Hiro-matsu y Yabú habían dicho que permanecerían
abajo durante un tiempo y que subirían después a cubierta. Rodrigues se había
encogidodehombrosyleshabíadichoclaramentequeseríamuypeligroso.Estaba
segurodequenolohabíancomprendido.
—¿Quéharán?—lehabíapreguntadoBlackthorne.
—¡Quién sabe! De lo único que puedes estar seguro es de que no llorarán de
miedo.
Los remeros de la línea superior trabajaban de firme. Normalmente, había dos
hombres para cada remo, pero Rodrigues había ordenado que fuesen tres, para dar
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más impulso, seguridad y velocidad a la embarcación. Otros esperaban abajo para
relevarles cuando se diese la orden. El capitán de remeros era un hombre
experimentado y su ritmo era pausado, acompasado con las olas. La galera seguía
avanzando, aunque su oscilación se hacía más pronunciada a cada instante y su
recuperacióneramáslenta.Después,lasráfagasdevientosehicieronerráticasyel
capitánderemerosperdióelcompás.
—¡Cuidadoalfrente!—gritaroncasialmismotiempoBlackthorneyRodrigues.
Lagaleraoscilóviolentamente,veinteremosgolpearonelaireenvezdelaguay
sehizoelcaosabordo.Unaenormeolasaltósobrelabordadebabor.Lanavevaciló.
—¡Adelante! —ordenó Rodrigues—. ¡Haz que retiren la mitad de los remos de
cadalado!¡Deprisa!¡Deprisa!
Blackthornesabíaquesinsucuerdadesegundadpodíaserarrastradofácilmente
porelagua.Perohabíaqueretirarlosremosoestabanperdidos.
Deshizoelnudoysedeslizósobrelacubiertaresbaladizaylacortaescaleraque
conducíaalacámaraprincipaldelosremeros.Depronto,lagaleragiróyélsevio
arrastrado hacia el lado más bajo. La borda estaba sumergida y un hombre cayó al
agua.Blackthornepensóquetambiénibaacaer.
Pudoagarrarsealabordaconunamano,sustendonessufrieronunenormetirón,
peroaguantaron.Asiólabarandillaconlaotramanoyseizósobrecubierta,dando
gracias a Dios y pensando que acababa de gastar su novena vida. Alban Caradoc
decíasiemprequeunbuenpilototeníaquesercomoungatoconladiferenciadeque
debíateneralmenosdiezvidasenvezdesiete.
Miró el alcázar y maldijo a Rodrigues por haber soltado la rueda del timón.
Rodrigues agitó la mano, señalando algo, y gritó, pero su grito fue ahogado por la
borrasca. Blackthorne vio que su rumbo había cambiado. Ahora casi navegaban a
favordelviento,ycomprendióqueelvirajehabíasidodeliberado.«Muybienhecho
—pensó—.Estonosdaráunrespiroparaorganizarnos,peroelmuybastardopodía
habermeavisado.Nomegustaperdervidasinnecesariamente.»
Labahíaestabayamáscerca,peroaúnparecíahallarseaunmillóndemillasde
distancia.ElcieloestabanegrohaciaelNordeste.Lalluvialosazotabaylasráfagas
sehacíanmásfuertes.EnelErasmus,Blackthornenosehabríapreocupado.Habrían
podido llegar a puerto fácilmente o reemprender tranquilamente su ruta hacia el
destinofijado.Subarcoestabaconstruidoypertrechadoparacapeartemporales.Pero
aquellagalera,no.
—¿Quépiensas,inglés?
—Queharásloquequierasconindependenciadeloqueyopuedapensar—gritó
Blackthorne—. Pero la galera no admite mucha agua y nos hundiremos como una
piedra.Ylapróximavezquememandeshacialaproa,procuranovirardepronto,si
quieresquelleguemosapuertolosdos.
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—FuelamanodeDios,inglés.Unaolalahizogirar.
—Casimetiróporlaborda.
—Yalovi.
Blackthornecalculabaladerivacióndelbarco.
—Si mantenemos este rumbo, no llegaremos nunca a la bahía. Pasaremos por
delantedelcaboamásdeunamilla.
—Me dejaré llevar por el viento. Después, en el momento oportuno, viraremos
hacialacosta.¿Sabesnadar?
—Sí.
—Bien. Yo no aprendí. Demasiado peligroso. Vale más ahogarse de prisa que
despacio, ¿no? —dijo Rodrigues estremeciéndose involuntariamente—. ¡Virgen
Santísima, protégeme contra una tumba de agua! Este maldito barco tendrá que
permaneceralabrigodurantelanoche.Nohaymásremedio.Miolfatomedicequesi
cambiamosderumbosehundirá.Llevamosdemasiadacarga.
—¡Aligéralo!Tiraelcargamentoporlaborda.
—ElreyHiro-matsunoloconsentirá.Tienequellegarconlacargaoquedarseen
elcamino.
—Pregúntaselo.
—¡VirgenSanta!¿Eressordo?¡Yatelohedicho!¡Nuncaloaceptaría!
Rodriguesseacercóaltimonelyseaseguródequemantendríaelrumboafavor
delviento.
—¡Vigílales,inglés!Quedanatucargo.
Se desató la cuerda de seguridad y se dirigió a la escalera con paso firme. Los
remeroslomiraronfijamentecuandoseacercóasucapitányleexplicó,conseñasy
conpalabras,elplanquehabíaimaginado.Hiro-matsuyYabúsubieronacubierta.El
capitánderemeroslesexplicóelplan.Losdosestabanpálidos,peropermanecieron
impasiblesynovomitaron.Miraronhacialacostaatravésdelalluvia,seencogieron
dehombrosyvolvieronabajo.
Blackthornecontemplólabahíaababor.Sabíaqueelplanerapeligroso.Tenían
queesperarhastahaberpasadolamáspróximapuntadetierra,virarhaciaelNoroeste
yremarconfuerzaporsusvidas.Lavelanoserviríadenada.Sólopodíanconfiaren
lafuerzadesusbrazos.Elladosurdelabahíaestaballenodeescollosyarrecifes.Si
calculabanmaleltiempo,seríanlanzadoscontraaquellacostaynaufragarían.
—¡Ven,inglés!—lellamóelportugués.Blackthorneobedeció.
—Quédate aquí. Si el capitán de remeros lleva mal el ritmo o lo perdemos,
encárgatedeesto.¿Deacuerdo?
—Nuncagobernéunodeestosbarcos.Perolointentaré.
Rodrigues miró hacia tierra. La punta aparecía y desaparecía en la cortina de
lluvia.Lasolascrecíanyempezabanacubrirsedeespuma.Lacarreraentrelosdos
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cabosparecíafatídica.Seríaalgoendiablado.Escupióytomósudecisión.
—Ve a popa, inglés. Cuando te dé la señal, pon rumbo Oest-oroeste. Hacia
aquellapunta.¿Laves?
—Sí.
—¿Esperarásmisórdenesylasobedecerás?
—Bueno,¿quieresquetomeeltimón,ono?
Rodriguessabíaqueestabaatrapado.
«Tengoqueconfiarenti,inglés,ynomegustanada.Veapopa.»
VioqueBlackthorneleíaensuspensamientosysealejaba.Entonces,cambióde
ideaylegritó:
—¡Eh,pirataarrogante,veconDios!
Llegaronapuerto,perosinRodrigues.Estefuearrastradoporunaolaalromperse
sucuerdadeseguridad.
La embarcación estaba a punto de ponerse a salvo cuando llegó del norte la
enormeola.Habíaperdidoyaalcapitánjaponés.Blackthorneviocómoarrastrabaa
Rodrigues y cómo él se debatía en el mar alborotado. La tormenta y la marea los
había arrastrado hacia el sur de la bahía y estaban casi sobre las rocas presintiendo
todosqueelbarcoibaanaufragar.
Blackthorne arrojó un salvavidas de madera a Rodrigues. El portugués trató de
alcanzarlo, pero el mar lo puso fuera de su alcance. Un remo se rompió y salió
despedido en su dirección y Rodrigues trató de agarrarse a él. La lluvia caía a
raudales y lo último que vio Blackthorne de Rodrigues fue un brazo junto al remo
roto y, frente a ellos, la rompiente de las olas contra la atormentada costa. Habría
podidosaltaralaguaynadarhaciaélyquizásalvarlo.Talvezhabríaestadoaúna
tiempo,perosuprimerdebererasalvarsubarco,ysubarcoestabaenpeligro.
La ola se había llevado también a algunos remeros y otros corrían a llenar los
sitios vacíos. Un piloto soltó valientemente su cuerda de segundad, saltó a proa y
volvióamarcarelritmoconeltambor.
—¡Isogiiii! —gritó Blackthorne recordando la palabra—. ¡Vamos, bastardos,
remad!
Lagaleraestabaenlasrocas,o,almenos,lasrocasestabanapopa,ababorya
estribor. Los remos se hundían en el agua y empujaban con fuerza, pero la
embarcación no avanzaba. El viento y la corriente la empujaban perceptiblemente
haciaatrás.
—Vamos, ¡remad, bastardos! —volvió a gritar Blackthorne marcando el ritmo
conlamano.
Suenergíasecontagióalosremeros.
Primeroresistieronalmar.Despuéslovencieron.
Laembarcaciónsealejódelasrocas.Blackthornemantuvoelrumboasotavento
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yprontosehallaronenaguasmástranquilas.Seguíasoplandoelviento,perolohacía
porencimadeellos.Continuabaeltemporal,perorugíasobreelmar.
—¡Soltadelancladeestribor!
Nadieentendiósuspalabras,perotodossupieronloquequeríadecir.Elanclase
deslizójuntoalcostadodelanave.
—¡Soltadelancladebabor!
Cuandoelbarcoestuvoasegurado,miróhaciapopa.
Lalíneaabruptadelacostaapenaspodíaverseatravésdelalluvia.Contemplóel
maryconsiderólasposibilidades.
«Ellibroderutadelportuguésestáabajo—pensó—.Puedollevarelbarcohasta
Osaka.»YpodríaregresaraAnjiro.
Hizounaseñallamandoalpilotoqueseacercócorriendo.Losdostimonelesse
habían derrumbado, con los brazos y las piernas casi descoyuntados. Los remeros
parecían cadáveres, caídos sobre los remos. Otros subían fatigosamente para
ayudarles.Hiro-matsuyYabú,ambosmuyconmocionados,necesitaronauxiliopara
subiracubierta,perounavezenellaseirguieronconsuarroganciadeda-íos.
—¿Hai,Anjín-san?—preguntóelpiloto.
Era un hombre de edad madura, de dientes fuertes y blancos y cara redonda y
curtidaporlaintemperie.Teníaunamanchalívidaenlamejilla,deunavezqueuna
olalehabíalanzadocontralaborda.
—Lo has hecho muy bien —dijo Blackthorne pensando que aunque el otro no
comprendiese sus palabras entendería su tono y su sonrisa—. Sí, muy bien. Ahora,
serásCapitán-sandelosremeros.¿Wakarimasu?¡Tú,Capitán-san!
Elhombrelomiróboquiabierto,ydespuésseinclinóparadisimularsuasombroy
susatisfacción.
—Wakarimasu,Anjín-san.Hai.Arigatogoziernashita.
—Escucha, Capitán-san —dijo Blackthorne—. Da de comer y de beber a los
hombres.Comidacaliente.Pernoctaremosaquí.
Y con señas hizo que lo comprendiera. Inmediatamente, el hombre se volvió y
gritóconnuevaautoridad.
Y los marineros lo obedecieron presurosos. «Ojalá supiese hablar tu lengua
bárbara—pensó—.Entoncespodríadartelasgracias,Anjín-san,porhabersalvadoel
barcoylavidadenuestroseñorHiro-matsu.Tumagianosdionuevafuerza.Sintu
magia, habríamos naufragado. Puedes ser un pirata, pero eres un gran marino, y
mientrasseascapitánteobedeceréaciegas.»
Blackthorne miraba sobre la borda. El fondo del mar estaba oscuro. Hizo unos
cálculosmentalesycuandoestuvosegurodequelasanclasnosehabíandeslizadoy
dequeelmarerasegurodijo:
—Lanzadelbotealagua.Ydadmeunbuenremero.
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Lasseñasconqueacompañósuspalabrashicieronqueéstasfuesencomprendidas
yobedecidasenelacto.
Apuntoestabadebajarporlaescalacuandounavozroncalodetuvo.Miróasu
alrededor. Hiro-matsu estaba allí, y Yabú estaba a su lado. Ambos permanecían
impasiblescomosinosintieransuscontusionesnilafrialdaddelviento.Blackthorne
hizounareverenciacortés.
—¿Hai,Toda-sama?
Volvieronasonarpalabrasroncasyelviejoseñalóelboteconsusableymovióla
cabeza.
—¡Rodrigu-sanallí!—dijoBlackthorne,señalandohacialacostadelsur—.¡Iréa
ver!
—¡Iyé! —dijo Hiro-matsu moviendo otra vez la cabeza y añadiendo un largo
discurso,queeraostensiblementeunanegativaacausadelpeligro.
—Yo soy el Anjín-san de este cochino barco y si quiero ir a tierra, iré. —
Blackthornehablabaentonocortés,perofirme,yeratambiénevidenteloquequería
decir.—Séqueelbotenoaguantaríaenesemar.¡Hai!Peroiréporaquelpunto.¿Lo
ves,TodaHiro-matsu-sama?Juntoaaquellarocapequeña.Notengoganasdemorir
nipuedoescaparaningunaparte.QuieroelcuerpodeRodrigu-san.
Ypasóunapiernasobrelaborda.Hiro-matsuestabaanteundilema.Comprendía
losdeseosdelpirataderecogerelcuerpodeRodrigu-san,peroerapeligrosoirallí,y
elseñorToranagahabíaordenadoquelellevaseelpiratasanoysalvo.Tambiénera
evidentequeelhombreestabadecididoair.
Lohabíavistodurantelatormenta,plantadoenelpuentecomounkamimaligno
del mar, impertérrito, como si el temporal fuese su elemento, y había pensado con
aprensión que sería mejor tener a aquel hombre y a todos los bárbaros como él en
tierra,dondesepodíahacerlefrente.Enelmarestaríansiempreensupoder.
Podíaverqueelpirataestabaimpaciente.
«Soninsultantes—sedijo—.Peroinclusoasídeboestaragradecido.Todosdicen
quegraciasatihemosllegadoapuerto,queRodrigueshabíaperdidoelcontrolynos
alejabadetierrayquetúconservasteelrumbo.Sí.Dehabernosadentradoenelmar,
habríamosnaufragadocontodaseguridad,yyohabríaincumplidolasórdenesdemi
señor.¡Líbramedeello,ohBuda!.»
—¡Quédatedondeestás,Anjín-san!—dijoenvozaltaseñalandoconlavainade
su sable para mayor claridad, y admirando hasta cierto punto el fuego helado que
brillabaenlosojosdelhombre.
Cuandoestuvosegurodequeelotrolehabíacomprendido,miróasupiloto.
—¿Dóndeestamos?—preguntó—.¿Dequiénesestefeudo?
—No lo sé, señor. Creo que estamos en algún lugar de la provincia de Ise.
Podemos enviar a alguien a tierra, para que vaya a informarse en la aldea más
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próxima.
—¿PodríasllevarnosaOsaka?
—Sólo navegando muy cerca de la costa, señor, y con lentitud y mucha
precaución. No conozco estas aguas y no podría garantizar tu seguridad. Ni yo, ni
nadie de a bordo, tenemos los conocimientos necesarios, salvo ese capitán. En mi
opinión,deberíasirportierra.Podríamosconseguircaballosopalanquines.
Hiro-matsu movió la cabeza, irritado. Ni pensar en ir por tierra. Tardarían
demasiado —el camino era montañoso y había pocas carretera- tendrían que pasar
pormuchosterritoriosdominadosporaliadosdeIshido,elenemigo.Porsiestofuera
poco,habíatambiénnumerososgruposdebandidosqueinfestabanlospasos,locual
significaba que tendría que llevar consigo a todos sus hombres. Cierto que podría
abrirsepasoentrelosbandidos,peronuncapodríaimpedirqueselocerrasenIshidoo
sus aliados. Y él tenía orden de entregar el cargamento, el bárbaro y Yabú
rápidamenteyenbuenestado.
—¿Cuántotardaríamossisiguiésemoslacosta?
—Nolosé,señor.Cuatroocincodías,otalvezmás.Ymesentiríainseguro.Yo
nosoycapitán…Losiento.
«Locualquieredecir—pensóHir-ats-uenecesitolacolaboracióndeesebárbaro.
Si quiero impedir que vaya a tierra, tendré que atarlo. ¿Y quién sabe si entonces
querrácolaborar?.»
—¿Cuántotiempotendremosquepermaneceraquí?
—Elcapitándijoqueestanoche.
—¿Cesarádespuéslatormenta?
—Supongoquesí,señor,peronopuedesabersedefijo.
Hiro-matsuestudiólacostamontañosaymiróalcapitán.Vacilaba.
—¿Puedohacerteunasugerencia,Hiro-matsu-san?—dijoYabú.
—Sí,sí,desdeluego.
—YaqueparecequenecesitamoslacolaboracióndelpirataparairaOsaka,¿por
qué no dejarlo ir a tierra, pero acompañado de hombres que lo protejan y que le
obliguenavolverantesdelanoche?Encuantoahacerelviajeportierra,convengo
contigo en que sería demasiado peligroso. Si te ocurriera algo, nunca me lo
perdonaría. En cuanto cese la tormenta, estarás mucho más seguro en el barco y
podrás llegar a Osaka mucho antes, ¿neh? Seguramente antes de que mañana se
pongaelsol.
Hiro-matsuasintiódemalagana.
—Está bien —repuso llamando a un samurai—. ¡Takatashi-san! —Toma seis
hombresyveconelcapitán.Traedelcadáverdelportugués,sipodéisencontrarlo.
Pero si ese pirata sufre el menor daño, tú y tus hombres tendréis que suicidaros
inmediatamente.
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—Sí,señor.
—Y envía dos hombres a la aldea más próxima y averigua exactamente dónde
estamosydequiénesestefeudo.
—Sí,señor.
—Si me das tu permiso, Hiro-matsu-san, me pondré al frente del grupo —dijo
Yabú—.SillegásemosaOsakasinelpiratamesentiríatanavergonzadoquetambién
yotendríaquematarme.Concédemeelhonordecumplirtusórdenes.
Hiro-matsu asintió con la cabeza, sorprendido de que Yabú quisiera correr un
riesgosemejante.Bajóalacámarainferior.
Cuando Blackthorne se dio cuenta de que Yabú iba a tierra con él, su pulso se
aceleró.«NoheolvidadoaPieterzoonniamistripulantesdelpozo,nilosgritos,nia
Omi,ninadadeloocurrido.¡Velaportuvida,bastardo!»
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CapítuloIX
Llegaronrápidamenteatierra.Blackthornequisoponersealfrentedelaexpedición,
peroYabúlequitóelsitioymarcóunpasorápidoqueresultabadifícildeseguir.Los
otros seis samurais lo vigilaban de cerca. «No tengo ningún sitio adonde huir,
estúpidos», pensó interpretando equivocadamente su actitud, mientras sus ojos
reseguían automáticamente la bahía, buscando bajíos o arrecifes ocultos, midiendo
distancias y tratando de fijar en su memoria todas las cosas importantes para una
futuratrascripción.
Cruzaronprimerounaplayapedregosaysubierondespuésunabrevecuestasobre
unasrocaspulidasporelmaryllegaronaunsenderoquesedeslizabapeligrosamente
alolargodelapuntadetierraendirecciónalsur.Habíadejadodellover,peroseguía
soplandoelvendaval.Lasolaschocabancontralasrocasdeabajollenandoelairede
espuma.Prontoquedarontodosempapados.
Encima de ellos, el acantilado se elevaba a doscientos pies. Y el agua estaba a
cincuenta pies debajo de ellos. El sendero subía y bajaba a lo largo de la cara del
risco.Erapeligrosoypocofirme.Blackthorneavanzabainclinadocontraelvientoy
observóqueYabúteníalaspiernasfuertesymusculosas.«Resbala,hijodeperra—
pensó—. Resbala… y estréllate contra las rocas. ¿Te haría gritar esto? ¿Gritarías al
fin?.»
Haciendo un esfuerzo, dejó de mirar a Yabú y volvió a escrutar la orilla. Las
ráfagasdevientoyespumaarrancabanlágrimasdesusojos.Lasolasibanyvenían,
seencrespabanyrompían.Blackthornesabíaquehabíamuypocasprobabilidadesde
encontrar a Rodrigues porque había demasiadas cuevas y grietas ocultas que nunca
podría registrar. Pero había tenido que saltar a tierra para intentarlo. Debía este
intento a Rodrigues. Todos los pilotos rezaban por morir en tierra y ser enterrados.
Todos habían visto cadáveres hinchados en el mar, medio comidos por los peces o
mutiladosporloscangrejos.
Rodearonlapuntadetierraysedetuvieronaliviadosasotavento.Nohacíafalta
seguir. Si el cadáver no estaba a barlovento, estaría oculto o hundido o habría sido
arrastrado hacia alta mar. A media milla de distancia, había un pueblecito de
pescadores acurrucado en la playa blanca de espuma. Yabú hizo una seña a dos
samurais. Estos se inclinaron y corrieron hacia el pueblo. Yabú se enjugó la cara,
miró a Blackthorne y ordenó el regreso. Blackthorne asintió con la cabeza y
reemprendieronlamarcha,precedidosdeYabúyconlosotrossamuraisvigilandoa
Blackthornecongrancuidado.
Entonces,cuandoestabanamediocaminoderegreso,vieronaRodrigues.
Elcuerpoestabaaprisionadoenunagrietaentredosgrandesrocassobrelasolas,
perolamidoenparteporéstas.Teníaunbrazoestiradohaciadelante,yelotro,asido
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todavíaalpedazoderemo,quesemovíaligeramenteconelflujoyelreflujo.Había
sidoestemovimientoelquehabíallamadolaatenciónaBlackthorne.
Sólo se podía bajar por el acantilado. Su altura era solamente de cincuenta o
sesentapies,peroeramuyescarpadoycasinohabíaningúnsitiodondeapoyarlos
pies.
«¿Ylamarea?—sepreguntóBlackthorne—.Lamareaselollevarámásadentro.
¡Horriblepanorama!¿Quédebohacer?.»
Se acercó más al borde. Yabú se puso inmediatamente a su lado moviendo la
cabezaylosotrossamuraislorodearon.
«No hay nada que hacer —pensó —. Es demasiado peligroso. Volveremos con
cuerdasalamanecer.Siaúnestáaquí,loenterraremos.»Sevolvió,demalagana,y,al
hacerlo,sedesprendióelbordedelsenderoyélempezóaresbalar.Inmediatamente,
Yabúylosotrosloagarraronyloecharonhaciaatrás,yentoncessediocuentadeque
loúnicoquebuscabanerasuseguridad.¡Sólotratabandeprotegerlo!
«¿Porquéquierenquenomepasenada?¿PorToranaga?Sí,peroquizátambién
porque no hay nadie más a bordo que pueda gobernar la nave. Por consiguiente,
tengopodersobreelbarco,sobreelviejodaimíoysobreestebastardo.¿Cómopuedo
emplearlo?.»
Setranquilizó,lesdiolasgraciasymiróhaciaabajo.
—Tenemosquesacarlodeahí,Yabú—san.¡Hai!Ysólopodemoshacerloporel
acantilado.¡Yo,Anjín-san,losubiré!
—¡Iyé,Anjín-san!—dijoYabú.
BlackthorneseirguiósobreYabú.
—Sinoquieresquevayayo,Yabú—san,envíaaunodetushombres.¡Ovetú
mismo!¡Tú!
Elvientorugíaasualrededorbarriendolacaradelaroca.Yabúmiróhaciaabajo
considerando la distancia y la luz, y Blackthorne comprendió que lo había pillado.
«Hascaídoenlatrampa—pensó—.Tuvanidadtehatraicionado.Sibajas,teharás
daño.Pero,porfavor,notemates.Rómpetesólounapiernaountobillo.Ydespués,
ahógate.»
Unsamuraiinicióeldescenso,peroYabúlomandóretroceder.
—Vuelvealbarcoytraeenseguidaalgunascuerdas—ledijo.
ElhombreechóacorreryYabúsequitólaszapatillas.Descolgólossablesdesu
cintoylospusoabuenrecaudo.
—Vigilad al bárbaro. Si algo le sucede, os haré sentar sobre vuestros propios
sables.
—Por favor, deja que baje yo, Yabú—sama —dijo Takatashi—. Si te ocurriese
algo,yo…
—¿Creesquepuedeshacerlomejorqueyo?
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—No,señor,claroqueno.
—Bien.
—Pero al menos espera que lleguen las cuerdas. Si sufrieras algún daño, nunca
me lo perdonaría —dijo Takatashi, que era un hombre bajo y robusto, de barba
poblada.
«¿Porquénoesperarlascuerdas?»,sepreguntóYabú.
Sería lo más sensato, sí, pero no lo más astuto. Miró al bárbaro y asintió
brevementeconlacabeza.Sabíaqueéstelehabíadesafiado.Lohabíaesperado.Ylo
habíadeseado.«Porestomeofrecíparaestamisión,Anjín-san—pensóconsecreta
satisfacción—.Enrealidad,eresmuysimple.Omiteníarazón.»
Yabú se despojó del empapado quimono y, cubierto sólo con su taparrabo, se
acercóalbordedelacantiladoylotanteóconlassuelasdesustabi
[2] de algodón. «Vale más que no me los quite —pensó—, pues así podré fijar
mejorlospies…duranteunrato.Necesitarétodamifuerzaytodamihabilidadpara
llegarvivoalláabajo.¿Valelapena?.»
Durante la tormenta había subido a cubierta y sin que lo advirtiese Blackthorne
habíaocupadounsitioentrelosremeros.Habíadecididoqueeramejormoriralaire
librequeasfixiarsealláabajo.
Mientrasremabaconlosotrosbajoelvientofrío,habíaobservadoaloscapitanes.
Y había comprendido claramente que en el mar el barco y todos los de a bordo
estabanenpoderdeaquellosdoshombresquesehallabanensuelemento.Ninguno
delosjaponesesdelanavepodíancomparárseles.Ypocoapocohabíaconcebidoun
proyecto fantástico: barcos bárbaros modernos, llenos de samurais, pilotados por
samurais,capitaneadosporsamurais,tripuladosporsamurais.Sussamurais.
Si tuviese tres barcos bárbaros para empezar podría dominar fácilmente las
extensionesmarinasentreYedoyOsaka.ConunabaseenIzúpodríaestrangulartodo
elcomercio,oautorizarlo.Casitodoelarrozycasitodalaseda.¿Noseríaentonces
árbitroentreToranagaeIshido?¿Nopodría,almenos,equilibrarsusfuerzas?
«Ningún daimío tiene barcos ni pilotos. Yo tengo un barco… Bueno, lo tenía,
peropuedorecuperarloconastucia.Tengouncapitány,porlotanto,uninstructorde
capitanes…sipuedotenerleapartadodeToranaga.Ysipuedodominarlo.Encuanto
seavengaaconvertirseenmivasallo,adiestraréamishombres.Yconstruirábarcos
paramí…Pero¿cómohacerdeélunverdaderovasallo?»
Elpozonoquebrantósuánimo.
«Antetodo,aislarloymantenerloaislado,¿noesestoloquedijoOmi?Después
podránenseñarlebuenosmodalesyahablarenjaponés.
Sí.Omiesmuylisto.Quizádemasiado…PeropensaréenOmimástarde.Ahora,
¿cómo dominar a un bárbaro, a un puerco cristiano? ¿Qué dijo Omi?»Aprecian la
vida. Su divinidad, Jesucristo, enseñó que deben amarse los unos a los otros.»
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¿Podríayodevolverlelavida?Salvarlaseríabuenacosa.¿Cómodoblegarlo?.»
Llevadodesuentusiasmo,Yabúapenashabíaadvertidoelmovimientodelbarco
ydelmar.Unaolasaltósobreél.Vioqueenvolvíaalcapitán.Peroéstenomostróel
menortemor.Yabúsequedóasombrado.¿Cómopodíaunhombrecapazdepermitir
que un enemigo se orinase en su espalda para salvar la vida a un vasallo
insignificante,tenerlafuerzadevoluntadsuficienteparaolvidartanterribleafrentay
permanecer allí, en el alcázar, desafiando a los dioses del mar como un héroe
legendarioparasalvarasuspropiosenemigos?Nuncalocomprendería.
En el borde del acantilado, Yabú miró hacia atrás por última vez. «¡Ah, Anjínsan, sé que piensas que voy a morir, que me has atrapado! Sé que tú no habrías
bajado. Te observé de cerca. Pero yo me crié en las montañas, y aquí, en el Japón,
trepamospororgulloyporgusto.Poresto,bajaréahorapormipropiavoluntad,no
por la tuya. Realizaré mi intento, y si muero nada se habrá perdido. Pero si triunfo
sabrásquesoymejorquetú,desdetupuntodevista.Ysirecuperoelcadáver,estarás
endeudaconmigo.¡Serásmivasallo,Anjín-san!»
Descendió por el cantil con gran habilidad, pero cuando estaba a mitad de
camino,resbaló.Seagarróaunsalienteconlamanoizquierdaybuscóunagrietacon
elpie.Peroambosapoyoscedieronycayódesdeunaalturadeveintepies.
Sepreparólomejorquepudoycayósobresuspiescomolosgatostratandode
agarrarse a la roca para amortiguar el golpe y se detuvo al fin como una bola
jadeante.Cruzólosbrazossobrelacabeza,paraprotegersedelaluddepiedras.Pero
no cayó ninguna. Movió la cabeza para aclararse la mente y se levantó. Se había
torcido un tobillo. Un dolor agudo subió por su pierna y empezó a sudar. Le
sangrabanlosdedosdelospiesydelasmanos,peroestoeradeesperar.
«Nohaydolor.Nosientesdolor.Levántate.Elbárbaroteestáobservando.»
Unchorrodeespumacayósobreélyelfríocontribuyóamitigarsudolor.Con
mucho cuidado, se deslizó sobre las rocas cubiertas de algas y se introdujo en la
grieta.Allíestabaelcuerpodelportugués.
De pronto, Yabú se dio cuenta de que el hombre estaba vivo. Después de
asegurarsedeesto,sesentóunmomento.¿Meconvienevivoomuerto?¿Quéeslo
mejor?
Alcabodeuninstante,selevantóygritó:
—¡Takatashi-san! ¡El capitán vive todavía! Ve al barco y trae una camilla y un
médico,siesquehayalgunoallí.
LarespuestadeTakatashillegódebilitadaporelviento:
—Sí,señor.
Ydirigiéndoseasushombresañadió:
—¡Vigiladalbárbaro!¡Quenoleocurranada!
Yabú contempló la galera, sonrió y miró de nuevo hacia arriba. Blackthorne se
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habíaacercadoalbordedelcantilylegritabaalgoentonoapremiante.
—¿Quétratarádedecirme?—sepreguntóYabú.
Vio que el capitán señalaba hacia el mar, pero no sacó nada en claro. El mar
estabaencrespado,peronosediferenciabaennadadecomoestabaantes.
Por fin, Yabú renunció a comprender y volvió su atención a Rodrigues. Con
dificultad,izóalhombresobrelasrocas,lejosdelagua.Larespiracióndelportugués
era jadeante, pero su corazón parecía latir bien. Tenía muchas magulladuras. Un
huesorotoasomabaatravésdelapieldelapantorrillaizquierda.Elhombroderecho
parecíadislocado.Yabúmirósisangrabaporalgunaheridayvioqueno.«Sinotiene
algunalesióninterna,aúnesposiblequesalvelavida»,pensó.
Eldaimíohabíasidoheridodemasiadasvecesyhabíavistodemasiadosmuertosy
heridos para no poder formular un diagnóstico con probabilidades de acertar. «Si
abrigamos bien a Rodrigues y le damos saké y hierbas fuertes y baños calientes
vivirá.Sí,quieroqueestehombreviva.Sinopuedeandar,noimporta.Talvezsea
mejor. Tendré un capitán suplente, pues es indudable que este hombre me debe la
vida.Sielpiratanoquierecolaborar,talvezpuedaservirmedeéste.¿Valdríalapena
simularquemeconviertoalcristianismo?¿Meatraeríaconelloaesoshombres?.»
¿QuéharíaOmi?
«Omiesmuylisto,demasiadolisto.Vedemasiadascosasydemasiadoaprisa.No
puededejardeverquesiyofaltara,supadreseconvertiríaeneljefedelclan,pues
mihijoesdemasiadoinexpertoparavalerseporsísolo.Ydespuésdesupadre,viene
el propio Omi, ¿neh?¿Qué hacer con Omi? ¿Debo entregarlo al bárbaro, como un
juguete?»
Oyóunosgritosexcitadosenloalto.Yentoncescomprendióloquehabíaestado
señalandoelbárbaro.¡Lamarea!Lamareasubíarápidamente.Lamíayasuroca.Vio
que la marca de la marea en el acantilado estaba a una altura mayor que la de un
hombre.
Miróhaciaelbote.Ahoraestabamáscercadelbarco.YTakatashicorríabienpor
laorilla.Sedijoquelascuerdasnollegaríanatiempo.
Sus ojos escrutaron la zona con diligencia. No había manera de subir por el
acantilado.Ningunarocaleofrecíaprotección.Ningunacueva.Nosabíanadaryno
habíanadaquepudieseemplearcomounabalsa.
«Nohayescapatoria—pensó—.Tienesquemorir.Prepárate.»
Volvió la espalda a los de arriba y se acomodó sobre la roca disfrutando de la
enormeclaridadquesehabíahechoenél.Elúltimodía,elúltimomar,laúltimaluz,
elúltimogozo,elúltimo…todo.
Empezóapensarenlaúltimapoesíaquecompondríallevadoporlacostumbre.
Sesintióafortunado.Teníatiempodepensarconclaridad.Blackthornegritaba:
—¡Escucha, hijo de perra! ¡Busca una cornisa! Tiene que haber una cornisa en
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algunaparte.
Los samurais le cerraban el paso mirándolo como si estuviera loco. Estaban
convencidos de que no había ninguna posibilidad de salvación y de que Yabú no
hacíamásqueprepararseparaunamuertedigna,comoharíanellossiseencontraran
ensulugar.
—Miradabajo.¡Puedehaberunacornisa!
Uno de ellos se acercó al borde, miró y se encogió de hombros. Habló con sus
camaradas y éstos se encogieron también de hombros. Cada vez que Blackthorne
trataba de acercarse al borde para buscar una salida, se lo impedían. Fácilmente
habría podido empujar a uno de ellos y tentado estuvo de hacerlo. Pero les
comprendíaaellosysusproblemas.«Tienesqueencontrarlamaneradeayudaraese
bastardo.TienesquesalvarloparasalvaraRodrigues.»
—¡Eh,maldito,inútilypuercojaponés!¡Eh,KasigiYabu!¡Noterindas!¡Sólose
rindenloscobardes!¿Eresunhombreouncordero?
PeroYabúnoleprestabaatención.Permanecíataninmóvilcomolarocasobrela
quesehabíasentado.
Blackthorne le tiró una piedra, pero cayó en el agua sin que Yabú la viera. Los
samurais gritaron, irritados. Blackthorne comprendió que podían caer sobre él en
cualquiermomentoyatarlo.Pero¿cómo?Noteníanningunacuerda…
¡Unacuerda!¿Nopodíanhacerunacuerda?
Vio el quimono de Yabú y se puso a desgarrarlo haciendo tiras. Probó la
resistenciayvioquelasedaeramuyfuerte.
—¡Vamos!—ordenóalossamuraisquitándoselacamisa—.Haremosunacuerda.
¿Hai?
Locomprendieron.Rápidamentesedespojarondesuscintosydesusquimonosy
loimitaron.Elempezóaanudarlastirasyloscintos.
Cuandotuvolacuerda,setendiócuidadosamenteenelsueloysedeslizó,pulgada
apulgada,haciaelborde,haciendoquelesujetasenlospiesparamásseguridad.En
realidadestonohacíafalta,peroéllohacíaparatranquilizarlos.
Asomólacabezayempezóaregistrarlapared.Peroéstaaparecíalisa.
Volvióamirar.
Nada.
Otravez.
¿Qué era aquello? ¡Justo encima de la marca de la marea! ¿Una cornisa en el
acantilado?¿Oeraunasombra?
Blackthornecambiódeposiciónadvirtiendoquelarocasobrelaquesesentaba
Yabúestabaapuntodesercubiertaporelmar.Ahorapodíavermejor,yseñalócon
eldedo.
—¡Allí!¿Quéesaquello?
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Uno de los samurais se puso a gatas y siguió la dirección del dedo de
Blackthorne,peronovionada.
—¡Allí!¿Noesunacornisa?
Conlasmanosylosdedos,imitóunacornisaconunhombredepiesobreellay
otrohombresobresuespalda.
—¡Deprisa!¡Isogi!¡ExplicadloaKasigiYabú—sama!¿Wakarimasuka?
Elhombreselevantóyhablórápidamentealosotrosyéstosmiraronasuvezy
vieronlacornisa.Sepusieronagritar.Yabúpermanecióinmóvil,comopetrificado.
Entonces, uno de ellos habló a los otros y todos asintieron y se inclinaron. Él
correspondióasusaludo.Ylanzandodeprontoungritode¡Bansaiiiiii!,searrojóal
precipicioyseestrelló.Yabúsalióviolentamentedesutrance,miróasualrededory
sepusodepie.
Blackthorne sólo veía ahora el cuerpo destrozado que yacía allá abajo. Se
preguntóquéclasedehombreseranaquéllos.Aquelhombresehabíasuicidadopara
llamar la atención a otro hombre que había renunciado a vivir. ¡Aquello no tenía
sentido!
Vio que Yabú, medio a rastras, medio deslizándose, arrastraba al inconsciente
Rodrigueshastaelpiedelacantilado.Encontrólacornisa,queapenasteníaunpiede
anchura.Congrandesesfuerzos,izóaRodriguessobreellayseencaramódespués.
La cuerda era corta. Rápidamente, los samurais le añadieron sus taparrabos.
Ahora,siYabúseponíadepie,podríacogerlaporlapunta.
Blackthorne,apesardesuodio,tuvoqueadmirarelvalordeYabú.Mediadocena
deveces,lasolasestuvieronapuntodearrastrarlo.Endosocasiones,Rodriguescayó
yYabúlosubiódenuevo,manteniendosucabezafueradelagua.Blackthornetuvo
queconfesarsequeéllehabríaabandonadomuchoantes.«¿Dedóndesacastuvalor,
Yabú?¿Eresacasounengendrodeldiablo?»
Durantecasiunahora,Yabúluchócontraelmarycontrasupropioagotamientoy
después,alponerseelsol,llegóTakatashiconlascuerdas.
Rodriguesfueizadorápidamente.Unjaponésdecabezarapadasearrodillójunto
a él. Blackthorne observó al hombre, que era por lo visto médico, mientras
examinabalapiernarota.Después,unsamuraisujetóloshombrosdeRodriguesyel
médico cargó todo su peso sobre el pie del herido, de modo que el hueso volvió a
hundirse bajo la carne. Palpó con los dedos, colocó el hueso en su sitio y ató unas
tablillasalapiernaponiendounapositodehierbasdefeoaspectosobrelaherida.
Entonces,subieronaYabú.
EldaimíorechazótodoauxilioindicandoalmédicoquesiguieseconRodrigues.
Se sentó, y esperó. Blackthorne lo miró. Yabú sintió su mirada y lo miró a su vez
fijamente.
—Gracias —dijo Blackthorne al fin señalando a Rodrigues—. Gracias por
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haberlesalvadolavida,Yabú—san.
Hizounaprofundareverencia.
«Estoesportuvalor,malditohijodeperra.»
Yabúseinclinótambién,conrigidez.Perosonrióparasusadentros.
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SEGUNDAPARTE
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CapítuloX
Rodrigues recobró el conocimiento durante la primera noche. —Te curaron y te
vendaron la pierna —le dijo Blackthorne—. Y también te vendaron el hombro. Lo
teníasdislocado.Noquisieronsangrarte,apesardemiinsistencia.
—LoharánlosjesuitascuandolleguemosaOsaka—repusoRodriguesmirándolo
conojosatormentados—.¿Cómohellegadoaquí,inglés?Sólorecuerdoquemecaí
porlaborda.
Blackthornelecontólosucedido.
—Asípues,tedebolavida,¡malditoseas!
LedolíamucholapiernayBlackthornelediounvasodegrogylovelódurante
lanochemientrasibaamainandolatormenta.Elmédicojaponésentróvariasvecesy
obligóaRodriguesabeberunamedicinacalienteytambiénlepusotoallascalientes
sobrelafrenteyabriólostragaluces.Peroalmarcharseél,Blackthornecerrabalos
tragaluces,puestodoelmundosabíaquelasenfermedadesveníanporelaireyque
cuantomásherméticamentecerradoestuvieseelcamarotemásseguroseríaéstepara
unhombretangravementeenfermocomoRodrigues.
Porfin,elmédicoleriñóycolocóaunsamuraijuntoalostragalucesparaque
permaneciesenabiertos.
Alamanecer,Blackthornesubióacubierta.Hiro-matsuyYabúestabanyaallí.Él
leshizounareverenciacortesana.
—Konnichiwa.¿Osaka?
Elloscorrespondieronasusaludo.
—Osaka.Hai,Anjín-san—dijoHiro-matsu.
—¡Hai!Isogi,Hiro-matsu-sama.¡Capitán-san!¡Levadanclas!
—¡Hai,Anjín-san!
BlackthornecondujofácilmentelanavehastaOsaka.Elviajedurótodoeldíay
toda la noche, y antes del amanecer del día siguiente se acercaron a la bahía de
Osaka. Un piloto japonés subió a bordo para llevar el barco hasta el muelle y,
viéndoserelevadodesuresponsabilidad,Blackthornesefueadormirunrato.
Más tarde, el capitán de remeros lo despertó, le saludó y le dio a entender por
señasquedebíaprepararseparairconHiro-matsucuandoatracaran.
—Wakarimasuka,Anjín-san?
—Hai.
Elmarinerosalió.Blackthorneseestiróparadesentumecerladoloridaespalday
vioqueRodriguesloestabaobservando.
—¿Cómotesientes?
—Bien,inglés.Apartequemeardelapiernaytengolacabezaapuntodeestallar.
Quieroorinarymilenguapareceunbarrildesalmuera.
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Blackthorneledioelorinalydespuéslovacióporeltragaluz.Porúltimo,llenóel
vasodegrog.
—Eres una pésima enfermera, inglés. Por culpa de tu negro corazón —dijo
Rodriguesriendo.
Blackthorne se alegró de oírlo reír de nuevo. El portugués miró el libro de ruta
abiertosobrelamesayelarca.Vioqueéstahabíasidotambiénabierta.
—¿Tedilallave?
—No. Te registré y la cogí. Necesitaba el verdadero libro de ruta. Te lo dije
cuandotedespertastelaprimeranoche.
—Hiciste bien. No lo recuerdo, pero hiciste bien. Escucha, inglés, pregunta a
cualquier jesuita de Osaka dónde está Vasco Rodrigues y ellos te guiarán hasta mí.
Venavermeysilodeseaspodráscopiarmilibroderuta.
—Gracias,peroyalohehecho.Almenos,hecopiadoloquehepodidoyheleído
cuidadosamenteelresto.
—¡Tumadre!—dijoRodriguesenespañol.Yvolviendoalportugués—:Hayun
paqueteenelarca.Dámelo,porfavor.
—¿Elquellevalossellosdeljesuita?
—Sí.
Se lo dio. Rodrigues lo observó, palpó los sellos intactos y metió el paquete
debajodelatoscamantasobrelaqueyacía.
—¡Ay,inglés!Lavidaesmuyextraña.
¿Porqué?
—SivivoesporlagraciadeDios,yporlaayudadeunherejeydeunjaponés.
Envíameaeseherbívoroparaquepuedadarlelasgracias.
—¿Ahora?
—Mástarde.
—Bien.
—¿Decuántosbarcossecomponíatuflota?
—De cinco. Los demás están en alta mar a una semana aproximadamente de
nosotros.Yomeadelantéymepillólatormenta.
—Mientes, inglés. Pero no me importa, pues yo mentí igual que tú cuando me
capturaron.Noexistelaflotanilosbarcos.
—Esperayloverás.
—Deacuerdo—dijoRodriguesbebiendounbuentrago.
Blackthorne se estiró, se acercó al tragaluz para interrumpir la conversación y
contemplólacostaylaciudad.
—Pensaba que Londres era la mayor ciudad del mundo, pero comparado con
Osakanoesmásqueunpueblo.
—Tienen docenas de ciudades como ésa —dijo Rodrigues alegrándose de
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interrumpirunjuegodelgatoyelratónquenoconducíaanada—.Miyako,lacapital,
o Kioto, como a veces la llaman, es la ciudad más grande del imperio, más de dos
vecesOsaka,segúndicen.Después,vieneYedo,lacapitaldeToranaga.Nuncaestuve
allí, como tampoco han estado ningún portugués y ningún sacerdote, pues es una
ciudad prohibida. Sin embargo, esto ocurre en todas partes. Todo el Japón nos está
oficialmente prohibido, salvo los puertos de Nagasaki y de Hirado. Los curas no
hacenmuchocasodelasórdenesyvanadondequieren.Peronoasílosmarinosnilos
mercaderesamenosquetengamosunsalvoconductoespecialdelosregentesodeun
grandaimío,comoToranaga.Cualquierdaimíopuedeapoderarsedenuestrosbarcos,
comoToranagaseapoderódeltuyo,fueradeNagasakiodeHirado.Essuley.
—¿Porquéestáprohibidoiradondeunoquiere?
—¡Oh!FueelTaikoquienarmótodoestejaleo.Desdequellegamosaquíen1592
paraempezarlaobradeDiosytraerleslacivilización,nosotrosynuestrossacerdotes
podíamos movernos libremente, pero cuando el Taiko se hizo con todo el poder
empezaronlasprohibiciones.MuchoscreenqueelTaikofueunengendrodeSatanás.
Hace diez años promulgó decretos contra los santos padres y contra todos los que
querían predicar la palabra de Cristo. Fue antes de que yo viniese a estas aguas…,
hace siete años. Los buenos padres dicen que todo fue por culpa de los sacerdotes
paganos,delosbudistas,quellenarondementiraslacabezadelTaikocuandoestaba
a punto de convertirse. Sí, el Gran Asesino estuvo a punto de salvar su alma. Pero
desdeñó su oportunidad de salvación. Sí. El caso fue que ordenó a todos nuestros
sacerdotesqueabandonasenelJapón…¿Tehedichoqueestofuehacediezaños?
Blackthorneasintióconlacabeza,deseosodeaprender.
—El Taiko hizo que todos los padres se reunieran en Nagasaki para ser
embarcados con destino a Macao y con órdenes escritas de no volver bajo pena de
muerte. Pero, de pronto, los dejó tranquilos y no hizo más. ¿Te he dicho que los
japoneses son contradictorios? Pues sí, los dejó en paz y todo volvió a ser como
antes,salvoquelamayoríadelospadressequedaronenKiusiudondesiempresomos
bienrecibidos.ElJapónesunmundovueltoalrevés.ElpadreAlvitomecontóque
todo siguió como si nada hubiera pasado. El Taiko se mostró tan amistoso como
antes,aunquenoseconvirtió.Apenassicerróunaiglesia,ysólodesterróadosotres
daimíos cristianos para apoderarse de sus tierras… y nunca ejecutó sus decretos de
expulsión. Después, hace tres años, le dio un nuevo ataque de locura y martirizó a
veintiséis padres. Los crucificó en Nagasaki. Sin ningún motivo. Era un lunático.
Pero,despuésdeasesinaraestosveintiséis,nohizonadamás.Muriópocodespués.
FuelamanodeDios,inglés.LamaldicióndeDioscayósobreélysobrelossuyos.
Estoyseguro.
—¿Hayaquímuchosconversos?
Pero Rodrigues pareció no oírle, tan enfrascado estaba en sus propios
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pensamientossemiconscientes.
—Losjaponesessoncomoanimales.¿TehablédelpadreAlvito?Esintérpretey
elloslellamanTsukku-san,señorintérprete.LofuedelTaiko,yahoraesintérprete
oficial del Consejo de Regencia. Habla el japonés mejor que la mayoría de los
japoneses y sabe más de ellos que cualquier otra persona. Me dijo que hay un
montículo de tierra de cincuenta pies de altura en Miyako… Miyako es la capital.
Pues bien, el Taiko hizo enterrar allí las narices y las orejas de todos los coreanos
muertosenlaguerra…Coreaestáenelcontinente,aloestedeKiusiu.
—¿Hay muchos conversos? —volvió a preguntar Blackthorne, empeñado en
sabercuántosenemigosteníaallí.
Paraespantosuyo,Rodriguesrespondió:
—Cientos de miles, y su número aumenta todos los años. Desde que murió el
Taiko,haymásconversionesquenuncaylosqueerancristianosensecretovanala
iglesiasinocultarse.LamayorpartedelaisladeKiusiuescatólicaenlaactualidad.
Y la mayoría de los daimíos de Kiusiu son conversos. Nagasaki es una ciudad
católica.Estábajoeldominiodelosjesuitas,quecontrolantodoelcomercio.Ytodo
elcomerciopasaporNagasaki.Tenemosunacatedralyunadocenadeiglesias,ymás
docenasdesparramadasenKiusiu…
Eldolorhizoqueseinterrumpiera,peroprosiguióalcabodeunmomento:
—SóloenKiusiuhaytresocuatromillonesdehabitantes,todosloscualesserán
prontocatólicos.Yhayotrosveinteypicodemillonesdejaponesesenlasislasque
pronto…
—¡No es posible! —dijo Blackthorne, e inmediatamente se maldijo por
interrumpirelmanantialdeinformación.
—¿Porquéhabríadementir?Hubounempadronamientohacediezaños.Según
elpadreAlvito,loordenóelpropioTaiko,yélpuedesaberloporqueestabaallí.¿Por
quéhabíadementir?
«¡Dios mío! —pensó Blackthorne—. Toda Inglaterra no tiene más de tres
millones de habitantes, incluido el País de Gales. Si hay tantos japoneses, ¿cómo
podemosenfrentarnosconellos?Sisontanferocescomolosqueheconocido(¿ypor
quéhabríandeserdeotramanera?),debendeserinvencibles.Sipartedeellosson
católicosysilosjesuitastienenaquítantafuerza,sunúmeroaumentaráaúnmás,yno
hayfanáticomásgrandequeunfanáticoconverso.Porconsiguiente,¿quépodemos
hacerlosholandesesenAsia?Nadaenabsoluto.»
—Siteparecenmuchos—siguiódiciendoRodrigues—,esperaaconocerChina.
Allí,todossonamarillos,deojosycabellosnegros.Yaveo,inglés,quetienesmucho
que aprender. Yo estuve el año pasado en Cantón, en la feria de la seda. Cantón es
unaciudadamuralladadelsurdeChina,juntoalRíodelasPerlas,alnortedenuestra
CiudaddelNombredeDios,enMacao.Sólodentrodesusmurallas,hayunmillón
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depaganos.Chinatienemáshabitantesquetodoelrestodelmundo.
Lesacudióunespasmodedoloryseapretóelestómagoconlamanosana.
—¿Mehasvistosangrarporalgunaparte?
—No. Me aseguré bien de ello. Sólo tienes lo de la pierna y lo del hombro.
Ningunalesióninterna,Rodrigues…Almenos,asílocreo.
—¿Estámuymallapierna?
—Elaguadelmartelalavó.Laheridaeralimpia,ytambiénloestálapiel,porel
momento.
—¿Rociastelaheridaconaguardienteyleprendistefuego?
—No.Nomedejaron…Meapartarondetulado.Peroelmédicoparecíasaberlo
quehacía.¿Vendránlostuyosenseguida?
—Sí,encuantoatraquemos.Asíloespero.
—Bueno,¿quéestabasdiciendo?AcercadeChinaydeCantón…
—Talvezdemasiado.Yatendremostiempodehablardeello.
Hizounapausayañadió:
—En todo caso, te debo la vida. Cuando me estaba ahogando pensaba en los
cangrejosentrandopormisojos.Lossentíabullirenmiinterior…
Se abrió la puerta del camarote y el capitán de remeros se inclinó e indicó a
Blackthornequedebíasubiracubierta.
—Hai —dijo Blackthorne levantándose—. No me debes nada, Rodrigues. Me
distevidayánimoscuandoestabadesesperado,ytedoygraciasporello.Estamosen
paz.
—Talvez,peroescucha,inglés,ydejaque,enpagoparcial,tedéunconsejo:No
olvides nunca que los japoneses tienen seis caras y tres corazones. Según un dicho
popular,elhombretieneuncorazónfalsoenlabocaparaquetodoslovean,otroen
el pecho para mostrarlo a sus amigos y a sus familiares y el otro, el verdadero, el
secreto, que nadie lo conoce, salvo él, y que está oculto Dios sabe dónde. Son
increíblementetraidores,yviciosossinremedio.
—¿PorquéquierevermeToranaga?
—Nolosé.¡PorlaSantísimaVirgenquenolosé!Venaverme,sipuedes.
—Sí.Quetengassuerte,español.
—¡Quetezurzan!Peroaunasí,veconDios.
Blackthornesonriósinsaberquéresponder.Subióacubiertaysedesconcertóal
contemplarOsaka,suinmensidad,sushormigueroshumanosyelenormecastilloque
dominaba la ciudad. De la gran estructura del castillo surgía el torreón, la fortaleza
central,desieteuochopisosdealturacontejadoscurvosacadanivelytejasdoradas
yparedesazules.
«AllídebedeestarToranaga»,pensósintiendounapunzadadehieloenelpecho.
Unpalanquíncerradolollevóaunacasagrande.Allílobañaronyledieronde
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comer:naturalmente,sopadepescado,pescadocrudoyahumado,unasverdurasen
adoboyaguacalienteconhierbas.Envezdelasgachasdetrigo,lesirvieronuntazón
de arroz. Su estómago le pedía carne y pan, pan recién hecho, de corteza tostada,
untadoconmantequilla,ypiernadecorderoyempanadaypolloyhuevosycerveza.
Eldíasiguientefueabuscarleunadoncella.LaropaquelehabíadadoRodrigues
habíasidolavada.Ellaloobservómientrassevestíayleayudóaponerseunostabi
nuevos. Fuera había un par nuevo de sandalias. Sus botas no estaban. La doncella
movió la cabeza y señaló las sandalias y después el palanquín con cortinas. A su
alrededorhabíaunafalangedesamurai.Eljefeleindicóquesedieseprisaensubir.
Sepusieroninmediatamenteenmarcha.Lascortinasnoledejabanvernada.Al
cabodeunratoqueleparecióunaeternidadelpalanquínsedetuvo.
—Nodebesasustarte—sedijoenvozaltaalapearse.
Seencontrófrentealagigantescapuertadepiedradelcastillo.Estabaemplazada
enunamuralladetreintapiesdealtura,conalmenas,bastionesyobrasexteriores.La
puerta era enorme, revestida de plancha de hierro, y estaba abierta y levantado el
rastrillodehierroforjado.Detrásdeellahabíaunpuentedemadera,deveintepasos
deanchopordoscientosdelargo,tendidosobreelfosoyqueterminabaenunenorme
puentelevadizo.Enlasegundamurallahabíaotrapuertaigualmentegrande.
Veíanseallícientosdesamurais.Todosllevabanelmismouniformegrisoscuro,
quimonosconcinturónycincopequeñasinsigniascirculares,unaencadabrazo,dos
sobreelpechoyunaenmediodelaespalda.Lasinsigniaseranazulesyenformade
florodeflores.
—¡Anjín-san!
Hiro-matsuestabarígidamentesentadoenunpalanquínabierto.Suquimonoera
decolorcastañoysucinturónnegro,igualesquelosdeloscincuentasamuraisquelo
rodeaban.Lasinsigniaseranescarlatas,conelemblemadeToranaga.Lossamurais
estabanarmadosconunaslanzaslargasyresplandecientesconpequeñasbanderolas
enlapunta.
Eloficialdelapuertasalióasuencuentro.Leyóceremoniosamenteelpapelque
le entregó Hiro-matsu y después de muchas reverencias y de mirar varias veces a
Blackthorneinvitóalosdosapasaralpuenteseguidosdeunaescolta.
La superficie del foso estaba a cincuenta pies debajo de ellos, y Blackthorne
pensó: «¡Dios mío! No me gustaría tener que organizar un ataque contra esta
fortaleza.Losdefensorespodríansacrificarlaguarniciónexterioryquemarelpuente
y estarían a salvo en el recinto interior. Estas murallas deben de tener de veinte a
treintapiesdegruesoyestánhechasdeenormesbloquesdepiedradediezpordiez
pies.¡Comomínimo!Debendepesaralmenoscincuentatoneladascadauna.Cierto
que unos cañones de sitio podrían derribar la muralla exterior, pero los de los
defensores responderían adecuadamente. Sería difícil traerlos hasta aquí y no hay
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puntos elevados desde los que se puedan lanzar proyectiles incendiarios dentro del
castillo.
»Y en todo caso, ¿cómo cruzar el foso? Es demasiado grande para los métodos
normales. El castillo debe de ser inexpugnable si cuenta con soldados suficientes.
¿Cuántos soldados debe de haber aquí? ¿Cuántos habitantes de la ciudad podrían
refugiarseensuinterior?AlladodeestolaTorredeLondrespareceunapocilga.¡Y
todoHamptonCourtcabríaenunrincón!.»
En la puerta siguiente hubo otra comprobación oficial de papeles. Después, el
camino torció bruscamente a la izquierda y se convirtió en una amplia avenida
flanqueada de casas fortificadas, detrás de unos muros más o menos altos y todos
ellos fáciles de defender, y se desdobló por último en un laberinto de callejones y
escaleras. A continuación, otra puerta y más comprobaciones, otro rastrillo y otro
foso grande y más vueltas y revueltas hasta que Blackthorne, a pesar de ser un
observador agudo y de tener una memoria y un sentido de orientación
extraordinarios, se sintió perdido en aquel deliberado embrollo. Y continuamente,
innumerables soldados los observaban desde los muros, los contrafuertes, los
parapetosylosbastiones.Yhabíaotrosapie,deguardia,marchando,adiestrandoo
cuidandocaballosenestablosabiertos.Soldadosentodaspartesamillares.Ytodos
bienarmadosymeticulosamentevestidos.
Blackthorne se maldijo por no haber sido capaz de sacarle más información a
Rodrigues.ApartedeloquelehabíadichosobreelTaikoylosconversos,sehabía
mostradoreservadocomoelquemásyeludiósuspreguntas.
«Concéntrate. Busca claves. ¿Qué tiene de especial este castillo? Es inmenso.
Perohayalgomás.¿Qué?¿SonlosGriseshostilesalosPardos?Noloséporquesu
gravedadesimpenetrable.»
Blackthornecentrósuatenciónenlosdetalles.Alaizquierdahabíaunpequeño
jardín multicolor y muy bien cuidado con unos puentes diminutos y un pequeño
arroyo.Lasparedesestabanahoramásjuntasyelcaminoseestrechaba.Seacercaban
altorreón.Nohabíagentedelpueblo,sinocientosdecriados…¡Ynohabíacañones!
¡Heaquíladiferencia!
«No has visto un solo cañón. ¡Ni uno! Si tuvieses armas modernas, y no
teniéndolas los defensores, podrías derribar las murallas y las puertas, lanzar balas
incendiariascontraelcastillo,prenderlefuegoyapoderartedeél.Pero,¿cómocruzar
losfosos?¿Conbarcas?¿Conalmadíasprovistasdetorres?»
Estabatratandodeimaginarunplancuandosedetuvoelpalanquín.Hiro-matsuse
apeó. Estaban en un estrecho callejón sin salida. Una enorme puerta de madera,
reforzada con hierros, hallábase empotrada en el muro de veinte pies, que se
confundía con la obra exterior de bastión superior fortificado. A diferencia de las
otraspuertas,éstaestabaguardadaporsamuraisPardos,losúnicosqueBlackthorne
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habíavistodentrodelcastillo.SusatisfacciónalveraHiro-matsu,fueevidente.
Los Grises dieron media vuelta y se alejaron. Blackthorne observó las miradas
hostilesqueleslanzaronlosPardos.
La puerta se abrió de par en par y Blackthorne siguió al viejo. Los samurais se
quedaronfuera.
El patio interior estaba guardado por otros Pardos, lo mismo que el jardín. Lo
cruzaronyentraronenelfuerte.Hiro-matsusequitólassandaliasyBlackthornelo
imitó.
El pasillo interior estaba revestido de tatamis, esterillas de junco, limpias y
agradablesalospies,quepodíanverseenlossuelosdetodaslascasas,aexcepción
de las más pobres. Blackthorne había advertido con anterioridad que todas estas
esterillas tenían el mismo tamaño, unos seis pies por tres. ¿Quería esto decir que
todaslashabitacionesdebíanconstruirsedemaneraquecoincidiesenconunnúmero
exactodeesterillas?¡Quéraro!
Subieronunaescaleradecaracol,defácildefensa,yrecorrieronotrospasillosy
escaleras. Había allí muchos guardias, todos ellos Pardos. Rayos de sol que se
filtraban por las aspilleras de los muros trazaban unos dibujos intrincados.
Blackthorne advirtió que estaban más altos que las tres murallas circundantes. La
ciudadyelpuertoparecíanunacolchadecoloresalláabajo.
Elcorredordiounbruscogiroyterminócincuentapasosmásallá.
Blackthornesintióamargordebilisenlaboca.
«No te preocupes —se dijo—. Has decidido lo que tienes que hacer. Estás
comprometido.»
Ungrupodesamuraisconsuoficialalfrentecustodiabanlaúltimapuerta,todos
ellosconladiestraenlaempuñaduradelsableylaizquierdasobreladaga,inmóviles
yalerta,observandofijamentealosdoshombresqueseacercaban.
Esto tranquilizó a Hiro-matsu. Había elegido personalmente aquella guardia.
Seguía considerando peligroso que Toranaga se hubiese puesto en manos del
enemigo. El día anterior, inmediatamente después de desembarcar, había corrido
juntoaToranagaparainformarledeloocurridoyenterarsedequenadamalohabía
sucedido durante su ausencia. Pero todo seguía tranquilo a pesar de que sus espías
hablaban de peligrosas maniobras del enemigo en el Norte y el Este y de que sus
principales aliados, los regentes Onoshi y Kiyama, los más grandes daimíos
cristianos,estabanapuntodepasarsealbandodeIshido.Hiro-matsusedetuvoadiez
pasosdeloficial.
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CapítuloXI
Yoshi Naga, el oficial de guardia, era un joven de diecisiete años, maligno y
peligroso.
—Buenosdías,señor.Sébienvenido.
—Gracias.ElseñorToranagameespera.
—Sí.
Aunquenolohubiesenesperado,Nagalohabríadejadopasar.TodaHiro-matsu
eraunadelastresúnicaspersonasdelmundoquepodíavisitaraToranagadedíaode
noche,sinhabersidocitadopreviamente.
—Registradalbárbaro—dijoNaga,queeraelquintohijodeToranagaporunade
susconsortesyqueadorabaasupadre.
Blackthornenoopusoresistencia.Losdossamuraiseranmuyexpertos.Nadase
leshabríaescapado.
Hiro-matsuentróenlainmensasaladeaudiencias.Unavezcruzadoelumbral,se
arrodilló,dejóelsableenelsuelo,bajólacabezayesperóenestahumillanteactitud.
Naga,siemprevigilante,indicóaBlackthornequehicieselomismo.
Blackthorneentró.Laestanciaeradeveintepasoscuadradosdeextensiónydiez
de altura. Las esterillas de tatami eran de la mejor calidad, impecables y de cuatro
dedosdegrueso.Habíadospuertasenlapareddelfondo.Ambasestabanguardadas.
Adiezpasosdelestradoyformandocírculohabíaotrosveintesamurais,sentadoscon
laspiernascruzadasymirandoalfrente.
Toranagaestabasentadoenuncojínsobreelestrado.Estabareparandoelalarota
deunhalcónencapuchadocontodaladelicadezadeuntallistademarfil.
NiélnilosotrosqueseencontrabanallíhabíansaludadoaHiro-matsunihabían
prestado la menor atención a Blackthorne cuando entró y se detuvo junto al viejo.
PeroadiferenciadeHiro-matsu,Blackthornehizounareverencia,talcomolehabía
enseñadoRodrigues,yrespirandoprofundamentesesentóycruzólaspiernas,ymiró
fijamenteaToranaga.
TodoslosojosecharonchispasmirandoaBlackthorne.
Enlapuerta,Nagallevólamanoalaempuñaduradesusable.Hiro-matsuhizolo
mismo,aunquesinlevantarlacabeza.
Blackthorne sólo podía esperar. Rodrigues le había dicho: «Con los japoneses,
tienesqueportartecomounrey.»
Toranagalevantódespaciolacabeza.
Una gota de sudor tembló en la sien de Blackthorne, al ver que todo lo que le
habíadichoRodriguessobrelossamuraisparecíacristalizadoenaquelhombre.Pero
mantuvo la mirada firme, sin pestañear, y su rostro permaneció tranquilo. Contó
despacio hasta seis y entonces inclinó la cabeza, hizo otra leve reverencia y sonrió
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concalma.
Toranaga lo observó brevemente, con el semblante impasible y, bajando la
cabeza,volvióasutrabajo.Latensiónamenguóenlaestancia.
El ave era una hembra de halcón peregrino, y el halconero, un viejo y nudoso
samurai, arrodillado delante de Toranaga, la sostenía como si fuese de porcelana.
Toranagaacabóderepararelala.
YoshiToranaga,señordeKwanto—lasOchoProvincias—,jefedelclanYoshi,
generalenjefedelosEjércitosdelEste,presidentedelConsejodeRegencia,eraun
hombrebajo,panzudoydenarizgrande.Suscejaserannegrasytupidasysubarbay
subigote,ralosysalpicadosdegris.Losojoseransufacciónmásdominante.Tenía
cincuentayochoañosyeravigorosoparasuedad.Llevabaunquimonosencillo,el
uniforme corriente de los Pardos y un cinto de algodón. Pero sus sables eran los
mejoresdelmundo.
Elhalconerohizounareverenciaysalióconelave.
Toranagavolviólamiradaalosdoshombresdelapuerta.
—Bienvenido, Puño de Hierro, me alegro de verte —dijo—. ¿Es ése tu famoso
bárbaro?
—Sí,señor.
Hiro-matsufueadejarsussablesenlapuerta,comoerahabitual,peroToranaga
insistióenquelosconservaraconél.
Hiro-matsu le dio las gracias. Pero en todo caso se sentó a cinco pasos de
distancia. Según la costumbre, ningún hombre armado podía acercarse más a
Toranaga. En la primera fila de guardias estaba Usagi, nieto político predilecto de
Hiro-matsu, y éste le dirigió un breve saludo. El joven se inclinó profundamente,
honradoysatisfechodequeelviejosehubiesefijadoenél.
«Talvezdeberíaadoptarlooficialmente»sedijoHiro-matsu,pensandoensunieta
predilectayenelprimerbisnietoquelehabíanofrecidoelañoanterior.
—¿Cómoestásuespalda?—preguntóamablementeToranaga.
—Muybien.Gracias,señor.Perodeboconfesarquemealegrodehaberdejado
aquelbarcoyestardenuevoentierra.
—Tusaludesimportanteparamí.Procurarérecompensartusesfuerzos.
—Eres muy amable, Toranaga-sama —dijo seriamente Hiro-matsu—. Pero la
mejor recompensa para todos sería que salieras inmediatamente de este avispero y
volvierasatucastillodeYedo,dondetusvasallospuedenprotegerte.Aquíestamos
desnudos.Enelmomentomenospensado,Ishidopodría…
—LoharécuandoconcluyanlasreunionesdelConsejodeRegencia.—Toranaga
sevolvióehizounaseñaaunportuguésdecaraenjuta,pacientementesentadoasu
sombra.—¿Quiereshacerdeintérpreteenmiobsequio,amigomío?
—Ciertamente,señor.
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Eltonsuradosacerdoteavanzóysearrodillójuntoalestradoalestilojaponés,con
unanaturalidadfrutodelapráctica.Sucuerpoeratanmagrocomosucara,susojos
negrosyhúmedosyentodoélhabíaunairedeserenaconcentración.Llevabaunos
calcetines tabi, un holgado quimono y un rosario con una cruz de oro labrado
colgando del cinto. Saludó a Hiro-matsu de igual a igual y después miró
amablementeaBlackthorne.
—MellamoMartínAlvito,delaCompañíadeJesús,capitán.ElseñorToranaga
mehapedidoquelesirvadeintérprete.
—Antetodo,decidlequevosyyosomosenemigosyque…
—Cada cosa a su tiempo —le interrumpió delicadamente el padre Alvito—.
Podemos hablar en portugués, en español o, desde luego, en latín. Lo que vos
prefiráis.
ABlackthornenolegustólafácileleganciayelvigoryelpoderquerespirabael
jesuita. Se había imaginado que éste sería mucho más viejo, dadas su posición
influyente y la manera como Rodrigues había hablado de él. Pero eran
aproximadamentedelamisma,talvezeljesuitateníaunospocosañosmás.
—En portugués —dijo esperando que esto pudiese darle una ligera ventaja—.
¿Soisvosportugués?
—Tengo este privilegio. Y ahora, capitán, podemos empezar. Os ruego que
escuchéistodoloquedigaelseñorToranaga,sininterrumpir—dijoelpadreAlvito
—. Después contestaréis. A partir de ahora, traduciré casi simultáneamente cuanto
digáis.Porconsiguiente,tenedmuchocuidadoenlasrespuestas.
—¿Paraqué?¡Yonoconfíoenvos!
ElpadreAlvitotradujoinmediatamenteestaspalabrasaToranagacuyorostrose
ensombrecióperceptiblemente.
«Séprudente—pensóBlackthorne—,puesjuegacontigocomoconunratón.Te
apuestotresguineasdeorocontraunpeniqueaquetellevarádondequiera.Tantosi
traducecorrectamentecomosino,debesdarunabuenaimpresiónaToranaga.Puede
sertuúnicaoportunidad.»
—Podéisestarsegurodequetraduciréloquedigáisconlamayorexactitudque
pueda —la voz del sacerdote era amable, pero dominante—. Este es el tribunal del
señorToranaga.YosoyintérpreteoficialdelConsejodeRegencia,delseñorgeneral
Toranaga y del señor general Ishido. El señor Toranaga me ha honrado con su
confianzadurantemuchosaños.Osaconsejoquecontestéisverazmente,puespuedo
asegurarosqueesunhombremuyinteligente.Tambiéndeboadvertirosqueyonosoy
elpadreSebastião,quetienetalvezunexcesodeceloyque,desgraciadamente,no
habla muy bien el japonés ni tiene mucha experiencia del Japón. Vuestra súbita
presencia lo trastornó y, lamentablemente, se dejó dominar por su pasado… Sus
padres,sushermanosysushermanasfueronhorriblementeasesinadosenlosPaíses
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Bajos por vuestras… por las fuerzas del Príncipe de Orange. Pido para él vuestra
indulgencia y vuestra compasión —sonrió con benevolencia—. En japonés,
«enemigo»sediceteki.Podéisemplearestapalabra,siasíosplace.Simeseñaláisy
pronunciáis esta palabra, el señor Toranaga comprenderá perfectamente lo que
queréisdecir.Sí,soyenemigovuestro,capitánJohnBlackthorne.Peronosoyvuestro
asesino.
Blackthorne vio que explicaba a Toranaga lo que acababa de decir. Oyó varias
veceslapalabratekiysepreguntósirealmentesignificaba«enemigo».
«Seguroquesí—sedijo—.Esecuranoescomoelotro.»
—Porfavor,olvidadunmomentoqueyoexisto—dijoelpadreAlvito—.Nosoy
másqueuninstrumentoparadaraconoceralseñorToranagavuestrasrespuestas,de
lamismamaneraqueosformularésuspreguntas.
Se volvió a Toranaga y se inclinó cortésmente. Toranaga habló con palabras
breves,yelsacerdoteempezóatraducircasisimultáneamente.
—¿Por qué eres enemigo de Tsukku-san, mi amigo e intérprete, que no es
enemigodenadie?
ElpadreAlvitoañadió,porvíadeexplicación:
—Tsukku-sanesmiapodo,porquelosjaponesestampocopuedenpronunciarmi
nombre. Tsukku es una variante de la palabra japonesa tsuyaku, que significa
interpretar.Porfavorcontestadlapregunta.
—Somosenemigosporquenuestrospaísesestánenguerra.
—¡Oh!¿Cuálestupaís?
—Inglaterra.
—¿Dóndeestá?
—Esunreinoinsular,amilmillasalnortedePortugal.
—¿CuántotiempohacequeestáisenguerraconPortugal?
—DesdequePortugalseconvirtióenEstadovasallodeEspaña.Estofueen1580,
hace veinte años. España conquistó Portugal. En realidad, estamos en guerra con
España.Desdehacecasitreintaaños.
Blackthorne advirtió la sorpresa de Toranaga y la mirada interrogadora que
dirigióalpadreAlvito.
—¿DicesquePortugalespartedeEspaña?
—Sí,señorToranaga.UnEstadovasallo.EspañaconquistóPortugalyahorason
unmismopaísytienenelmismorey.PerolosportuguesesestánsometidosaEspaña
en casi todas las partes del mundo y el Imperio Español da poca importancia a sus
jefes.
Sehizounlargosilencio.Después,Toranagahablódirectamentealjesuita,elcual
sonrióylerespondióprolijamente.
—¿Quéhadicho?—preguntóvivamenteBlackthorne.
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El padre Alvito no le contestó, sino que siguió traduciendo como antes, casi
simultáneamente.ToranagarespondiódirectamenteaBlackthorneconvozaceraday
cruel:
—Loquehedichonoesdetuincumbencia.Cuandoquieraquesepasalgo,telo
diré.Ytenlabocacerradahastaquetepregunte.¿Comprendido?
—Sí.
«Error número uno —se dijo Blackthorne—. Ten cuidado. No puedes cometer
errores.»
—¿PorquéestáisenguerraconEspañayconPortugal?
—Enparte,porqueEspañaquiereconquistarelmundoylosingleses,ynuestros
aliados holandeses, no queremos ser conquistados. En parte, debido a nuestras
religiones.
—¡Ah!¿Unaguerrareligiosa?¿Cuálestureligión?
—Yosoycristiano.NuestraIglesia…
—¡Losportuguesesylosespañolessoncristianos!¡Dijistequevuestrareligiónes
diferente!¿Cuáles,entonces?
—Tambiénescristiana.Esdifícildeexplicarsencillamenteyconpocaspalabras,
señorToranaga.Lasdosson…
—Nodebestenerprisa,señorcapitán.Tenemostiempo.Yosoymuypaciente.Tú
eres hombre culto y, por consiguiente, puedes explicarte de un modo sencillo o
complicado, según prefieras, con tal de que lo hagas con claridad. ¿Qué estabas
diciendo?
—Mi religión es cristiana. Hay dos religiones cristianas importantes: la
protestanteylacatólica.Lamayoríadelosinglesessomosprotestantes.
—¿AdoráisalmismoDios,alaVirgenyalNiño?
—No,señor.Nocomoloscatólicos.
«¿Qué quiere saber? —se preguntaba Blackthorne—. ¿Él es católico? ¿Debo
contestarle lo que él desea que le diga o lo que yo considero verdad? ¿O será
anticristiano?»Sinembargo,llamó«amigomío»aljesuita…
—¿CreesqueJesúsesDios?
—CreoenDios—respondiócautelosamente.
—¡Noeludaslaspreguntasdirectas!¿CreesqueJesúsesDios?¿Síono?
—Las preguntas sobre Dios no pueden contestarse con un simple «sí» o «no».
Hay que matizar el «sí» o el «no». No sabemos nada cierto sobre Dios hasta que
estamosmuertos.Sí,yocreoqueJesúsesDios,peronolosabrédefijohastaqueme
muera.
—¿PorquéprofanastelacruzdelsacerdotecuandollegastealJapón?
Blackthornenohabíaesperadoestapregunta.¿SabíaToranagatodoloquehabía
pasadodesdesullegada?
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—Yo…quisedemostraraldaimíoYabúqueelpadreSebastiãoeramienemigo,
que,almenosenmiopinión,noeradignodeconfianza.Porqueestabasegurodeque
notraduciríamispalabrasconexactitud,comoloestáhaciendoahoraelpadreAlvito.
Porejemplo,nosacusódeserpiratas.Ynosotrosnosomospiratas,sinoquevenimos
ensondepaz.
—¡Ah, sí! Piratas. Después hablaremos de esto. Dijiste que vuestras dos sectas
soncristianas,queambasadoranaJesucristo.¿Noeselprecepto«amaoslosunosa
losotros»laesenciadesuenseñanza?
—Sí.
—Entonces,¿cómopodéisserenemigos?
—Sufe…suversióndelcristianismoesunainterpretaciónfalsadelasEscrituras.
—¡Ah!Porfinllegamosaalgunaparte.Así,estáisenguerraporunadiferencia
deopiniónsobreloqueesDios,¿no?
—Sí.
—Unmotivomuyestúpidoparahacerlaguerra.
—De acuerdo —repuso Blackthorne mirando al sacerdote—. Estoy
completamentedeacuerdoenesto.
—¿Cuántosbarcoshayentuflota?
—Cinco.
—¿Yerastúelprimercapitán?
—Sí.
—¿Dóndeestánlosotros?
—En el mar —respondió cauto Blackthorne presumiendo que Alvito había
indicadoalgunaspreguntasaToranaga—.Nossorprendióunatormentaynosseparó.
Noséexactamentedóndeestán,señor.
—¿Eraninglesestusbarcos?
—No,señor.Holandeses,delosPaísesBajos.
—¿Porquéteníauningléselmandodebarcosholandeses?
—Noesnadaextraño,señor.Somosaliados.
—Pero,¿porquétú?¿Porquéquisieronquetúmandasessusbarcos?
—Probablementeporquemimadreeraholandesayhablosulenguaconfluidezy
tengoexperiencia.
—Ytú,capitán,¿ingresasteensumarinaparadefendertureligiónyparaluchar
contratusenemigos,EspañayPortugal?
—Antetodo,señor,soycapitándebarco.Ningúninglésniholandéshabíaestado
antes en estas aguas. Nuestra flota es mercante, aunque tenemos patentes de corso
para atacar al enemigo en el Nuevo Mundo. En cuanto al Japón, sólo vinimos a
comerciar.
—¿Quésonlaspatentesdecorso?
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—Autorizaciones legales de la Corona o del Gobierno para hacer la guerra al
enemigo.
—¡Ah!Tusenemigosestánaquí.¿Piensaslucharaquícontraellos?
—No lo sabíamos cuando llegamos, señor. Sólo vinimos a comerciar. Vuestro
país es casi desconocido, legendario. Los portugueses y los españoles hablan muy
pocodeestazona.
—Contesta la pregunta: Tus enemigos están aquí. ¿Piensas luchar, aquí, contra
ellos?
—Simeatacan,sí.
Toranagarebulló,irritado.
—Loquehagáisenelmaroenvuestrospaísesesasuntovuestro.Peroaquíhay
unaleyparatodos.Cualquiermalaacciónoquerellasoncastigadosenelactoconla
muerte.Nuestrasleyessonclarasydebenserobedecidas.¿Locomprendes?
—Sí, señor. Pero nosotros vinimos en son de paz. Vinimos a comerciar.
¿Podríamoshablardenegocios,señor?
—Cuando desee hablar de negocios, te avisaré. Ahora, limítate a contestar las
preguntas,porfavor.¿Teenrolastepordinero?
—Sí. Es nuestra costumbre, señor. Cobramos una parte en el bo…, en todo el
comercioyenlosbienescapturadosalenemigo.
—Entonces,¿eresunmercenario?
—Fuicontratadocomoprimercapitánparamandarlaexpedición.Sí.
Blackthorne percibía la hostilidad de Toranaga, pero no comprendía el
motivo.«¿Quéhedichodemalo?.»
—Esunacostumbrenormalentrenosotros,Toranaga-sama—repitió.
Toranaga empezó a hablar con Hiro-matsu y parecían estar de acuerdo en sus
opiniones. Blackthorne creyó ver una expresión de repugnancia en sus semblantes.
«¿Porqué?Sindudatienealgoqueverconlode»mercenario»,pensó.«Pero,¿qué
hay de malo en ello? ¿No se paga a todo el mundo? ¿No hay que ganar el dinero
necesarioparavivir?»
—Antesdijistequevinisteaquíacomerciarenpaz—dijoToranaga—.¿Porqué
llevastantoscañonesytantapólvoraymosquetesymetralla?
—Nuestros enemigos españoles y portugueses son muy fuertes y poderosos,
señorToranaga.Tenemosqueprotegernosy…
—¿Quieresdecirquevuestrasarmassonpuramentedefensivas?
—No. Las empleamos, no sólo para protegernos, sino también para atacar a
nuestrosenemigos.
—¿Quéesunpirata?
—UnhombrefueradelaLey.Unhombrequeroba,mataosaqueaparasulucro
personal.
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—¿Noeslomismoqueunmercenario?¿Noloerestú?
—No. La verdad es que mis barcos tienen patente de corso de las autoridades
legalesdeHolandaparahacerlaguerraentodoslosmaresdominadospornuestros
enemigos. Y para buscar mercados para nuestros artículos. Para los españoles y la
mayoríadelosportugueses,somospiratasyherejes.Pero,repito,laverdadesqueno
losomos.
ElpadreAlvitoterminódetraduciryempezóahablardirectamenteaToranaga
convozsuaveperofirme.
Toranaga miró a Hiro-matsu y el viejo hizo algunas preguntas al jesuita, que
contestólargamente.Después,ToranagasevolvióaBlackthorneysuvozsehizoaún
mássevera.
—Tsukku-san dice que los holandeses, los Países Bajos, eran vasallos del rey
españolhacepocosaños.¿Esestocierto?
—Sí.
—Por consiguiente, vuestros aliados, los holandeses, se hallan en un estado de
rebelióncontrasusoberanolegal,¿no?
—Sí.Perohaycircunstanciasatenuantes…
—No hay «circunstancias atenuantes» cuando se trata de rebelión contra un
soberano.
—Amenosquesesalgatriunfante.
Toranagalomirófijamente.Despuésseechóareíracarcajadas.
—Sí, señor extranjero de nombre impronunciable. Has nombrado la única
circunstanciaatenuante.—Rióotravez,perosuregocijoseextinguióconlamisma
rapidez.—¿Venceréis?
—Hai.
Toranagahablódenuevo,peroelsacerdotenotradujoinmediatamente.Sonreía
deunmodoextraño,fijoslosojosenBlackthorne.Después,suspiróydijo:
—¿Estásseguro?
—Sí.Decidlequesí.Estoyseguro.¿Puedoexplicarporqué?
ElpadreAlvitohablóconToranaga,muchomásdelonecesarioparatraduciresta
sencillapregunta.Toranagahablóasuvezsacándoseunabanicodelamanga.
El padre Alvito empezó a traducir de nuevo, con su delicada animadversión
cargadadeironía:
—Sí,capitán,puedesexplicarporquécreesqueganaréisestaguerra.
Blackthorne trató de aparentar confianza, aunque sabía que el sacerdote lo
dominaba.
—EnlaactualidadsomoslosdueñosdelosmaresdeEuropa…delamayoríade
los mares de Europa —se corrigió diciéndose que debía ceñirse a la verdad.
Retorcerla un poco, como sin duda hacía el jesuita, pero decir la verdad—. Los
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ingleses destruimos dos grandes armadas hispano-portuguesas que pretendían
invadirnosynoesprobablequepuedanorganizarotras.Nuestrapequeñaislaesuna
fortalezayenellaestamosseguros.Nuestramarinadominaelmar.Nuestrosbarcos
sonmásveloces,másmodernosyestánmejorarmados.Nuestrosaliadosholandeses
están haciendo que se desangre el Imperio español. Venceremos porque tenemos el
dominio del mar y porque el rey de España, en su vana arrogancia no quiere dejar
libreaunpuebloextranjero.
—¿Domináislosmares?¿Tambiénlosnuestros,losquerodeannuestrascostas?
—No, claro que no, Toranaga-sama. Me refería, naturalmente, a los mares de
Europa.Aunque…
—Bien.Celebroqueestohayaquedadoaclarado.Decíasqueaunque…
—Aunque en todos los mares apartados de las costas, destruiremos pronto al
enemigo—dijoBlackthorne,lisayllanamente.
—Has dicho «al enemigo». ¿Somos acaso nosotros enemigos vuestros? En tal
caso,¿hundiríaisnuestrosbarcosyasolaríaisnuestrascostas?
—Nopuedoconcebirqueseamosenemigos.
—Yo,sí.¿Quéocurriríaentonces?
—Si vosotros atacaseis mi país, lo defendería y procuraría venceros —dijo
Blackthorne.
—¿Ysitujefeteordenaseatacarnosaquí?
—Leaconsejaríaquerevocaralaorden.Enérgicamente.Ynuestrareinaatendería
amisrazones.Ellaes…
—¿Osgobiernaunareinaynounrey?
—Sí, señor Toranaga. Y nuestra reina es prudente. No daría, no podría dar una
ordentaninsensata.
—¿Ysilohicieraellauotrosoberano?
—Entonces,encomendaríamialmaaDiosporquemoriríaencualquiercaso.
—Ciertoquesí.Túytodastuslegiones.
Toranagahizounabrevepausaydespuésdijo:
—¿Cuántotardasteenllegaraquí?
—Casidosaños.Exactamente,unaño,oncemesesydosdías.
—¿Cómoviniste?¿Porquéruta?
—PorelestrechodeMagallanes.Situvieramismapasymislibrosderutapodría
enseñárselos, pero me los robaron… Alguien se los llevó de mi barco, con mis
patentesdecorsoytodosmispapeles.Sitú,señor…
Blackthorne se interrumpió al ver que Toranaga hablaba vivamente con Hiromatsu,elcualparecíaigualmentetrastornado.
—¿Dicesquetuspapelestefueronsustraídos,robados?
—Sí.
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—Siesverdad,esoesterrible.EnelJapónaborrecemoselrobo.Lapenadelrobo
es la muerte. Este asunto será investigado inmediatamente. Parece increíble que un
japonés haya hecho una cosa así, aunque, de vez en cuando, aparecen malvados
bandidosypiratas.
—Tal vez los guardaron en alguna parte —dijo Blackthorne—. Pero son muy
valiosos,señorToranaga.Sinmiscartasmarinasseríacomounciegoenunlaberinto.
¿Quieresqueteexpliquemiruta?
—Sí,peromástarde.Primerodimeporquévinistedetanlejos.
—Vinimos para comerciar en paz —repitió Blackthorne dominando su
impaciencia—.Paracomerciaryvolveracasa.Paraenriquecerosyenriquecernos.Y
tratarde…
—¿Enriquecerosyenriquecernos?¿Quéesmásimportante?
—Ambas partes deben beneficiarse, naturalmente, y los tratos deben ser justos.
Buscamosuncomercioduradero…
Blackthorneseinterrumpióaloírsefuertesvocesfueradelaestancia.Hiro-matsu
ylamitaddelosguardiassedirigieroninmediatamentealapuerta,mientraslosotros
formabanunabarreraanteelestrado.
Toranaganosehabíamovido.DijoalgoalpadreAlvito.
—Venidconmigo,capitánBlackthorne,lejosdelapuerta—dijoelpadreAlvito
disimulando un tono apremiante—. Si apreciáis en algo vuestra vida, no hagáis
ningúnmovimientobrusconidigáisnada.
Ysedirigiódespacioalapuertaizquierdadelfondo,sentándosejuntoaella.
Blackthorne hizo una reverencia a Toranaga y se situó cautelosamente junto al
sacerdote.Este,condeliberadalentitud,sesacóunpañuelodelamangaysesecóel
sudordelasmanos.Habíanecesitadotodasuprácticaysufortalezaparapermanecer
tranquilo durante el interrogatorio del hereje, que había sido peor de lo que él y el
padreVisitadorhabíanesperado.
—¿Tenéisqueestarpresente?—lehabíapreguntadoelpadreVisitadorlanoche
pasada.
—Toranagamehallamadoespecialmente.
—Creoqueesmuypeligrosoparavosyparatodosnosotros.Podríaisexcusaros
porenfermedad.Siestáisallítendréisquetraducirloquedigaelpiratay,ajuzgarpor
loqueescribeelpadreSebastião,esundiabloenlatierra,astutocomounjudío.
—Serámejorqueestéallí,Eminencia.Almenos,podréinterceptarlasmentiras
menosevidentesdeBlackthorne.
—¿Porquéhavenido?¿Porquéprecisamenteahora,cuandotodovolvíaaandar
por buen camino? ¿Tienen realmente barcos en el Pacífico? Esto podría tener muy
malas consecuencias para nosotros en Asia. Y si consigue hacerse escuchar por
Toranaga,oporIshido,oporcualquieradelosmáspoderososdaimíos…bueno,la
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cosasepondríamuydifícil.
—Blackthorne es una realidad. Afortunadamente, estamos en condiciones de
hacerlefrente.
—Casicreeríaquelosespañoles,omásprobablementesusdescarnadoslacayos,
los franciscanos y los benedictinos, lo guiaron deliberadamente hasta aquí para
fastidiarnos.
—Tal vez lo hicieron, Eminencia. Los monjes harían cualquier cosa Por
destruirnos.Peroestonoesmásqueenvidia,porquenosotrostriunfamosdondeellos
fracasan.¡SeguroqueDioslesharáverelcaminoequivocadoquesiguen!Talvezel
inglésse«eliminará»élmismoantesdecausardaños.Suslibrosderutademuestran
loquees.¡Unpiratayjefedepiratas!
—Leédselos a Toranaga, Martín. Las partes en que describe el saqueo de las
indefensascoloniasdesdeÁfricahastaChileylaslistasdelbotínydelosmuertos.
—Tal vez deberíamos esperar, Eminencia. Siempre podemos sacar a relucir los
librosderuta.Esperemosquesecondeneélmismosinnecesidaddemostrarlos.
ElpadreAlvitoseenjugódenuevolaspalmasdelasmanos.Sentíalosojosde
Blackthornefijosenél.«¡QueDiosseapiadedeti!—pensó—.Tevanacrucificar,
inclusosinlaspruebascontenidasentuslibrosderuta.¿Deberíamosdevolverlosal
padreSebastiãoparaquelosdevolvieraasuvezaMura?¿QuéharíaToranagasilos
papeles no fuesen nunca descubiertos? No, esto sería demasiado peligroso para
Mura.»
Seabriólapuertadelotroextremodelsalón.
—ElseñorIshidodeseaverteseñor,—anuncióNaga—.Inmediatamente,dice.
—Vosotros,volvedavuestrossitios—dijoToranagaasushombres—.Naga-san,
dialseñorIshidoquesiempreesbienvenido.Hazlepasar.
El hombre alto entró en el salón. Diez samurais grises lo seguían, pero se
quedaronenlapuertay,aunaseñalsuya,sesentaronycruzaronlaspiernas.
El padre Alvito bendijo su buena suerte por hallarse presente. El choque
inminenteentrelosdosjefesrivalesinfluiríamuchoenelcursodelImperioyenel
futuro de la Madre Iglesia en el Japón. Por consiguiente, cualquier indicio o
información directa que pudiese ayudar a los jesuitas a decidir por quién debían
inclinarse tenía una importancia inconmensurable. Ishido era budista Zen y
anticristiano fanático. Toranaga era budista Zen y simpatizaba abiertamente con el
cristianismo.PerolamayoríadelosdaimíoscristianosapoyabanaIshidotemiendoel
poderdeToranaga.Pensabanquesiconseguíaelpoderabsolutoaplicaríalosdecretos
de expulsión del Taiko y aplastaría la verdadera fe. En cambio, si Toranaga era
eliminado quedaría asegurada la sucesión, una sucesión débil, y la Madre Iglesia
prosperaría.
Lociertoeraque,dadaslasvacilacionesdelosdaimíoscristianos—ydelosno
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cristianos—, nadie sabía de cierto cuál de los dos bandos era el más poderoso. Ni
siquiera el padre Alvito, que era el europeo más informado del Imperio, sabía de
ciertoporquébandoseinclinaríanlosdaimíoscristianoscuandoestallaraelconflicto
abierto.
Toranagabajódesuestrado.
—Bien venido, señor Ishido. Por favor, siéntate ahí —dijo señalando el único
cojíndelestrado—.Quieroqueestéscómodo.
—No,gracias,señorToranaga.
IshidoKazunarieradelgado,morenoymuyvigoroso,yteníaunañomenosque
Toranaga.Teníaasusórdenesochentamilsamurais,dentroyalrededordelcastillode
Osaka,pueseracomandantedelaguarnicióny,porlotanto,comandantedelcuerpo
deguardiadelHeredero,generalenjefedelosEjércitosdelOeste,conquistadorde
Corea,miembrodelConsejodeRegenciay,oficialmente,InspectorGeneraldetodas
lastropasdeldifuntoTaikoconstituidaslegalmenteportodoslosejércitosdetodos
losdaimíosdelreino.
—No, gracias —repitió—. No podría sentirme cómodo si tú no lo estás, ¿neh?
Algúndíaaceptarétucojín,peronoahora.
ApesardelaimplícitaamenazadeIshido,Toranagarespondióamablemente:
—Nopodíasllegarenmomentomásoportuno.Estabaacabandodeinterrogaral
nuevobárbaro.Tsukku-san,tenlabondaddedecirlequesepongadepie.
Elsacerdoteobedeció.Sintió,desdelejos,lahostilidaddeIshido.Ademásdeser
anticristiano, Ishido se había mostrado siempre acérrimo partidario de cerrar el
Imperioatodosloseuropeos.
IshidomiróaBlackthorneconmarcadodisgusto.
—Me habían dicho que era feo, pero no creía que lo fuese tanto. También se
rumoreaqueesunpirata.¿Esestocierto?
—¿Puedesdudarlo?Ytambiénesunembustero.
—Entonces, préstamelo un par de días antes de crucificarlo. Al Heredero le
divertiráverlocuandoaúnconservelacabeza.—Ishidorióestruendosamente.—Otal
vez podríamos enseñarle a bailar como un oso y podrías exhibirlo en todo el
Imperio…«ElFenómenodelEste.»
AunqueeraverdadqueBlackthorneeraelúnicoquehabíavenidodelosmares
orientales,IshidoaludíaevidentementeaToranaga,quedominabalasprovinciasdel
Este.
PeroToranagaselimitóasonreírcomosinolohubiesecomprendido.
—Eres un humorista formidable, señor Ishido —dijo—. Pero creo que cuanto
antesseaeliminadoelbárbarotantomejorserá.Esunhombreatrevido,arrogantee
insolente.Esunfenómeno,sí,perodeescasovalor,yqueentodocasodesconocelos
buenos modales. Naga-san, destaca algunos hombres y que lo encierren con los
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delincuentescomunes.Tsukku-san,dilequelessiga.
—Capitán,tenéisqueseguiraesoshombres.
—¿Adóndemellevan?
ElpadreAlvitovaciló.Sealegrabadehabertriunfado,perosurivaleravalientey
teníaunalmainmortalqueaúnpodíasersalvada.—Vanaencerrarte—dijo.
—¿Porcuántotiempo?
—Nolosé,hijomío.HastaquequieraelseñorToranaga.
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CapítuloXII
Toranaga observó la salida del bárbaro del salón lamentando la interrupción del
interesante interrogatorio y disponiéndose a enfrentarse con el más inmediato
problemadeIshido.
Estefueinmediatamentealgrano:
—Unavezdebopreguntarte:¿QuécontestasalConsejodeRegencia?
—YyodeborepetirunavezmásquecomopresidentedelConsejodeRegencia
nocreoqueseanecesarianingunarespuesta.
—CasasteatuhijoNaga-sanconlahijadelseñorMasamune,casasteaunadetus
nietas con el hijo y heredero del señor Zataki, y otro nieto con la hija del señor
Kiyama. Todos estos matrimonios fueron con señores feudales o descendientes
directossuyosy,porconsiguiente,absolutamenteencontradelasórdenesdenuestro
señor.
—Desgraciadamente,nuestroseñor,elTaiko,murióhaceunaño.Sí,lamentola
muertedemicuñadoyquenovivaaúnparaguiarlosdestinosdelImperio—añadió
Toranagarevolviendounpuñalenlaviejaherida—.Simicuñadoviviera,sinduda
aprobaríaestasrelacionesfamiliares.Susinstruccionessereferíanamatrimoniosque
amenazasenlasucesióndesucasa.YonoamenazosucasaniamisobrinoYaemón,
el Heredero. Me contento con ser señor de Kwanto. No quiero más territorios. No
seréelprimeroenromperlapaz.
Duranteseissiglos,elreinohabíasufridolaplagadeunaconstanteguerracivil.
Treinta años antes, un daimío poco importante llamado Goroda había tomado
posesión de Kioto, instigado principalmente por Toranaga. En los dos decenios
siguientes,aquelguerrerohabíasojuzgadomilagrosamentelamitaddelJapón,había
levantadounamontañadecráneosysehabíaerigidoendictador,aunquenosehabía
consideradolobastantepoderosoparapediralEmperadorreinantequeleotorgaseel
título de Shogún, a pesar de que descendía vagamente de una de las ramas de los
Fujimoto.Después,hacíadeellodieciséisaños,Gorodafueasesinadoporunodesus
generalesysupoderpasóalasmanosdesugranvasalloybrillantísimogeneral,el
campesinoNakamura.
Ensólocuatroaños,elgeneralNakamura,ayudadoporToranaga,Ishidoyotros,
aniquilóalosdescendientesdeGorodaysometiótodoelJapónasuabsolutoyúnico
dominio.FuelaprimeravezenlaHistoriaqueunhombresometióatodoelreino.Y
sedirigiótriunfalmenteaKiotoparapostrarsealospiesdeGo-nijo,elHijodelCielo.
Allí,ydebidoaquehabíanacidocampesino,Nakamuratuvoquecontentarseconel
títulomenordeKwampaku,PrimerConsejero,quemástarderenuncióenfavordesu
hijo, tomando para sí el título de Taiko. Aunque parezca increíble, reinó la paz
duranteveinteaños.Hastaque,elañoanterior,habíamuertoelTaiko.
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—PornuestroseñorelBuda—repitióToranaga—,noseréelprimeroenromper
lapaz.
—Pero,¿irásalaguerra?
—El hombre prudente debe apercibirse contra la traición, ¿neh? —contestó
Toranagaendureciendosutono—.Túyyoconocemoselinfinitopoderdelatraición
en los corazones de los hombres. El Taiko dejó un territorio unido que ahora está
dividido entre tu Oeste y mi Este. El Consejo de Regencia no se entiende. Los
daimíos andan a la greña. Cuanto antes sea mayor de edad el hijo del Taiko, tanto
mejor.¡OjalátengamosprontootroKwampaku!
—¿OtalvezunShogún?—replicóIshidoconvozinsinuante.
—Kwampaku,ShogúnoTaiko,elpodereselmismo.GorodanuncafueShogún.
Nakamura se contentó con ser Kwampaku y, después, Taiko. Gobernó, y esto es lo
importante. ¿Qué importa que mi cuñado hubiese nacido campesino? ¿Qué importa
quemifamiliaseaantigua?¿Quéimportaquetúseasdehumildecuna?
«Importamucho»,pensóIshido.
—Yaemón tiene siete años —dijo—. Dentro de otros siete, será Kwampaku.
Mientrastanto…
—Dentrodeochoaños,generalIshido.Estaesnuestraleyhistórica.Cuandomi
sobrinocumplaquinceaños,serámayordeedadyheredará.Mientrastanto,nosotros,
loscincoregentes,gobernamosensunombre.Asíloquisonuestrodifuntoseñor.
—Sí. Y también ordenó que los regentes no tomasen rehenes para luchar entre
ellos.TúguardascomorehénentucastilloadamaOchiba,lamadredelHeredero,
comogarantíadetuseguridadaquí,yestoviolatambiénlavoluntaddelTaiko.
Toranagasuspiró.
—DamaOchibaestádevisitaenYedo,dondemiúnicahermanavaadaraluz.
Suhermanaestácasadaconmihijoyheredero.¿Quémásnaturalquevisitarauna
hermanaentalescircunstancias?
—La madre del Heredero es la dama más importante del Imperio. Por
consiguiente,nodeberíaestar…—Ibaadecir«enmanosenemigas»,perolopensó
mejor.—…enunaciudadextraña.
Hizounapausa,yañadió,lisayllanamente:
—ElConsejodesearíaquelaenviarashoymismoasucasa.
Toranagaeludiólatrampa.
—Repito que dama Ochiba no es un rehén y, por consiguiente, no está ni ha
estadonuncabajomisórdenes.
—Entonces,lodirédeotramanera.ElConsejoexigesuinmediatapresenciaen
Osaka.
¿Quiénloexige?
—Yo, el señor Sugiyama, el señor Onoshi y el señor Kiyama. Aquí están sus
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firmas.
Toranagasepusolívido.Cuatroaunosignificabalasoledadyeldesastre.¿Por
quéhabíadesertadoOnoshi?¿YKiyama?Amboseranenemigosimplacables,incluso
antes de convertirse a la religión extranjera. ¿Qué poder tenía ahora Ishido sobre
ellos?
Ishido comprendió que su enemigo estaba derrotado. Pero aún le quedaba algo
másparahacercompletasuvictoria.
—Losregenteshemosconvenidoenquehallegadoelmomentodeterminarcon
los que pretenden usurpar el poder de mi señor y matar al Heredero. Los traidores
morirán,seanquienesfueren.¡AunqueseanMinowara!
Un rugido de furor brotó de las gargantas de todos los samurais de Toranaga,
Usagi,elyernodeHiro-matsu,desenvainósusableyselanzósobreIshido.
Esteestabapreparadopararecibirelgolpemortalynotratódedefenderse.Asílo
había planeado. Si lo mataba un samurai de Toranaga, toda la guarnición de Osaka
podría caer sobre éste justificadamente y matarlo. Dama Ochiba sería eliminada en
represaliaporloshijosdeToranagaylosdemásregentesseveríanobligadosaunirse
contra el clan Yoshi, que, al encontrarse solo, sería aniquilado. Sólo entonces sería
seguralasucesióndelHeredero,yél,Ishido,habríacumplidosudeberconelTaiko.
Pero el golpe no cayó. En el último momento, Usagi recobró su buen juicio y
envainóelsableconmanotemblorosa.
—Perdón, señor Toranaga —dijo arrodillándose humildemente—. No pude
soportaresosinsultos…Pidopermisoparahacermeelharakiri.
Toranaga había permanecido inmóvil, pero dispuesto a impedir el golpe y sabía
que Hiro-matsu habría hecho lo mismo. Comprendía también el motivo de los
insultosdeIshido.
—Tepagaréconcrecidosintereses,Ishido—sedijoparasusadentros.
Despuéssevolvióaljovenarrodillado.
—¿CómoteatrevesasuponerqueloquehadichoelseñorIshidopretendíaserun
insultocontramí?Desdeluego,esincapazdeunadescortesíasemejante.¿Ycómote
atrevesaescucharconversacionesquenoteincumben?No,notepermitohacerteel
harakiri.Estoesunhonor.Ytúnotieneshonornidisciplina.Seráscrucificadohoy
mismocomounvulgarcriminal.Tussablesseránrotosyenterradosenelpuebloeta.
Tu hijo será enterrado en el pueblo eta. Tu cabeza será clavada en una pica para
escarniodetodosyconunletreroquedirá:
«Estehombrenaciósamuraiporequivocación.¡Sunombrehadejadodeexistir!»
Usagi,conunsupremoesfuerzo,consiguiódominarsurespiración,peroempezó
a sudar, y esto fue para él una vergüenza intolerable. Se inclinó ante Toranaga
aceptandosudestinoconfingidaserenidad.
Hiro-matsuavanzóyarrancólosdossablesdelcintodesunietopolítico.
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—Señor Toranaga —dijo gravemente—, con tu permiso, cuidaré personalmente
dequetuordenseacumplida.
Toranagaasintióconlacabeza.
El joven se inclinó por última vez, y cuando iba a levantarse Hiro-matsu lo
empujóalsuelo.
—Lossamuraiscaminan—dijo—.Ytambiénloshombres.Perotúnoereslouno
nilootro.Irásarastrasalamuerte.
Usagiobedecióensilencio.
Y todos los que estaban en el salón se sintieron conmovidos por el sentido de
disciplinadeljovenyporsuvalor.
«Cuandovuelvasanacerserássamurai»,sedijeron,satisfechos.
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CapítuloXIII
Aquella noche, Toranaga no podía dormir. Cosa rara en él, pues normalmente era
capaz de dejar para el día siguiente la consideración de los problemas más
apremiantes.
Pero aquella vez eran demasiadas las preguntas complicadas que requerían
contestación.
¿QuédebíahacerconrespectoaIshido?
¿PorquésehabíapasadoOnoshialenemigo?
¿CómodebíaenfrentarseconelConsejo?
¿Habíanintrigadodenuevoloscurascristianos?
¿Dedóndevendríalapróximatentativadeasesinato?
¿QuédebíahacerconYabú?
¿Yquédebíahacerconelbárbaro?
¿Decíaéstelaverdad?
Era curioso que el bárbaro hubiera llegado de los mares del Este precisamente
ahora. ¿Era un presagio? ¿Sería su karma la chispa que haría estallar el barril de
pólvora?
Karmaeraunapalabraindiaadoptadaporlosjaponesesdelafilosofíabudistay
quesignificabaeldestinodeunapersonaenestavida,destinoinexorablementefijado
por sus actos en una vida anterior. Toda persona renacía en este valle de lágrimas
hasta que, después de sufrir y aprender durante muchas vidas, alcanzaba al fin la
perfeccióneibaalnirvana,ellugardelapazperfecta.
EraextrañoqueBudaoalgúnotrodios,otalvezsimplementeelkarma,hubiese
traído a Anjín-san al feudo de Yabú. Era extraño que hubiese desembarcado
precisamenteenelpueblodondeMura,eljefesecretodelaorganizacióndeespionaje
de Izú, actuaba desde hacía tantos años ante las narices del Taiko y del padre de
Yabú. Era extraño que Tsukku-san estuviese en Osaka y no en Nagasaki. Y que
también estuviesen en Osaka el sacerdote principal de los cristianos y el capitán
general de los portugueses. Era extraño que el capitán Rodrigues hubiera estado
disponibleparallevaraHiro-matsuaAnjiroconeltiempojustoparacapturarvivoal
bárbaro y apoderarse de los cañones. Además, estaba también Kasigi Omi, hijo del
hombrequeletraeríalacabezadeYabúsiToranagamovíaeldedomeñique.
Toranaga suspiró. Una cosa era segura. El bárbaro no se marcharía nunca. Ni
vivo,nimuerto.Sehabíaincorporadoalreinoparasiempre.
Oyó unos pasos casi imperceptibles que se acercaban y preparó su sable. Cada
nochecambiabadedormitorioydeguardianesycambiabatambiénelsantoyseña
para burlar a los asesinos que lo acechaban. Los pasos se detuvieron frente a la
puerta.EntoncesoyólavozdeHiro-matsuylaprimerafrasedelsantoyseña:
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«Silaverdadestáyaclara,¿dequésirvelameditación?.»
«¿Ysilaverdadestáoculta?»—dijoToranaga.
«También está clara» —respondió correctamente Hiro-matsu. La cita era de
Saraha,antiguomaestrobudistatántrico.—Entraysiéntate.
—Heoídoquenodormías.Hepensadoquepodíasnecesitaralgo.
—No,gracias—repusoToranagaobservandolasprofundasarrugasalrededorde
losojosdelviejo—.Gracias,buenamigo.
—Entonces,mevoy.Sientohabertemolestado,señor.
—No,pasa,porfavor.Mealegrodequehayasvenido.Siéntate.
Elviejosesentójuntoalapuerta,erguidalaespalda,yalcabodeunratodijo:
—Sobreaquelloco,todosehahechosegúnordenaste.Todo.
—Gracias.
—Mi nieta, cuando se enteró de la sentencia, me pidió permiso para matarse y
acompañar a su marido y a su hijo al Gran Vacío. Se lo negué y le dije que debía
esperartuaprobación.
Hiro-matsusangrabainteriormente.¡Quéterribleeralavida!
—Hasobradocorrectamente.
—Ahoratepidopermisoparaponerfinamivida.Éltepusoenmortalpeligro,
perofuepormiculpa.Debíprevenirsuarrebato.Soyindignodetuconfianza.
—No.Tenecesitovivo.
—Teobedeceré.Perodígnateaceptarmisdisculpas.
—Aceptadas.
Alcabodeunrato,Toranagadijo:
—¿Quéhaydelbárbaro?
—Muchas cosas, señor. Primera, si hoy no hubieras estado esperándolo habrías
salido de caza con tu halcón al amanecer y no se habría producido la desagradable
entrevista con Ishido. Ahora, no tendrás más remedio que declararle la guerra… si
puedessalirdeestecastilloyvolveraYedo.
—¿Segunda?
—Nosoytaninteligentecomotúnimuchomenos,señorToranaga,peroincluso
yomedoycuentadequenadadeloquenosdijeronlosbárbarosdelSurescierto.
Hiro-matsusealegrabadepoderhablar,puesconellomitigabasudolor.
—Bueno,sihaydosreligionescristianasqueseodian,silosportuguesesforman
partedelagrannaciónespañola,sielnuevopaísbárbaro,sellamecomosellame,les
hacelaguerraylosvence,siesepaísesunanaciónisleñacomolanuestra,ysi,y
éste es el «si» más importante, el bárbaro ha dicho la verdad y el sacerdote ha
traducidofielmenteloquehadicho…Bueno,puedesponerjuntostodosestos«síes»
ydeduciralgoytrazarunplan.Sientonopoderhacerloyo,puessóloséloquevien
Anjiro y a bordo del barco. Que Anjín-san es un hombre de cabeza muy firme y
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dominadorenelmar,aunquenoleentiendoenabsoluto.¿Cómo,teniendotanbuenas
cualidades, dejó que un hombre orinase en su espalda? ¿Por qué salvó la vida de
Yabú,despuésdeloqueéstelehizo,yladelportuguésRodrigues,queessuenemigo
declarado? —Hiro-matsu hizo una pausa. Estaba muy cansado.—Pero creo que
debemos retenerlo en tierra, así como a los que vengan detrás de él, y matarlos
rápidamenteatodos.
—¿YquémedicesdeYabú?
—Ordénalequesehagaelharakiriestanoche.
—¿Porqué?
—Iba a robar tu propiedad. Y es un embustero. Deja que le transmita la orden
ahora mismo. Más pronto o más tarde tendrás que matarlo. Y ahora será más fácil,
puesnotieneningúnvasalloasualrededor.Teaconsejoquenolodemores.
Sonóunadelicadallamadaenlapuertainterior.
—¿Tora-chan?
Toranaga sonrió como siempre al oír aquella voz especial que pronunciaba el
especialdiminutivo.
—¿Sí,Kiri-san?
—Mehetomadolalibertad,señor,detraerchaparatiyparatuinvitado.¿Puedo
pasar?
—Sí.
Losdoshombrescorrespondieronasureverencia.Kiricerrólapuertayempezóa
servir el cha. De cincuenta y tres años, vigorosa, jefe de las azafatas de Toranaga,
Kintsubu-noh-Toshiko,apodadaKiri,eraladamamásviejadelacorte.
—No deberías estar despierto a estas horas de la noche, Tora-chan. Pronto
amanecerá y supongo que saldrás al monte con tus halcones, ¿neh? ¡Necesitas
dormir!
—Yaloves,Hiro-matsu—dijoToranaga—.Despuésdeveinteaños,todavíatrata
dedominarme.
—Losiento,perohacemásdetreintaaños,Tora-sama—dijoellaconorgullo—.
¡Ytúerastanmanejableentoncescomoahora!
CuandoToranagateníaveinteypicodeañoshabíasidocogidocomorehénporel
despóticoIkawaTadazaki,señordeSurugayTotomi,padredelactualIkawaJikkyu,
el enemigo de Yabú. El samurai responsable de la buena conducta de Toranaga
acababa de tomar como segunda esposa a Kiritsubu. Esta tenía entonces diecisiete
años.TantoelsamuraicomosuesposaKirihabíantratadodignamenteaToranaga,le
habíanaconsejadoycuandoéstesehabíarebeladocontraTadazakiyunidoaGoroda
lo había seguido con sus guerreros y había luchado valientemente a su lado. Más
tarde,elmaridodeKirihabíacaídomuertodurantelaluchaporlacapital.Toranaga
había preguntado a Kiri si quería ser una de sus consortes y ella había aceptado de
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buengrado.Entoncesteníaelladiecinueveañosyélveinticuatroydesdeelprimer
momento ella había dirigido todo el servicio doméstico. Era muy astuta y muy
competente.
—Estás engordando mucho —dijo él dándole una afectuosa palmada en el
trasero.
—¡Señor Toranaga! ¡Delante del señor Toda…! Tendré que suicidarme o, al
menos, raparme la cabeza y hacerme monja. ¡Yo creía que seguía siendo joven y
esbelta!—dijoriendoyacabandodeservirelté—.Bueno,esciertoquetengogordo
eltrasero,pero,¿quépuedohacer?Megustacomer.Bueno,mevoy.¿Quieresquete
envíeadamaSazuko?
—No,misiempreprecavidaKiri-san.No,gracias.Charlaremosunratoydespués
meecharéadormir.
—Buenasnoches,Tora-sama.Queduermasbien—dijoellainclinándose.
—SiemprehelamentadonohabertenidounhijoconKiri-san—dijoToranaga—.
Ellaconcibióunavez,peroabortó.FueenlostiemposdelabatalladeNagakudé.
Después del asesinato del dictador Goroda, el general Nakamura —el futuro
Taiko— trató de consolidar todo el poder en sus manos. En aquellos tiempos, el
desenlace era dudoso y Toranaga apoyaba a uno de los hijos de Goroda, heredero
legal de éste. Nakamura atacó a Toranaga cerca del pequeño pueblo de Nagakudé,
perosusfuerzasfuerondiezmadasyderrotadasyperdiólabatalla.Toranagaseretiró
prudentemente,perseguidoporunnuevoejércitodeNakamura,mandadoporHiromatsu.Toranaganocayóenlatrampa,sinoqueescapóasusprovinciasdelNortecon
suejércitointacto.NagakudéfuelaúnicabatallaperdidaporelTaikoyToranagael
únicogeneralquelogróvencerle.
—Me alegro de que no nos enfrentásemos en el campo de batalla, señor —dijo
Hiro-matsu.
—Tambiényo.
—Túhabríasvencido.
—No.ElTaikofueelgeneralmásgrandeymásprudenteyelhombremáslisto
quejamáshayaexistido.
—Exceptotú—sonrióHiro-matsu.
—No.Teequivocas.Porestomehicevasallosuyo.
—Tendrías que levantarte contra Ishido. Esto obligaría a todos los daimíos a
tomarpartidodeunavezparasiempre.Entodocaso,ganaríamoslaguerra.Entonces
podríasdisolverelConsejoyerigirteenShogún.
—Nobuscoestehonor—dijovivamenteToranaga—.¿Cuántasvecestengoque
decírtelo?
—Discúlpame,señor.Losé.PerocreoqueseríalomejorparaelJapón.
—Seríaaltatraición.
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—¿Contraquién,señor?¿ContraelTaiko?Estámuerto.¿Contrasutestamento?
Es un pedazo de papel. ¿Contra el pequeño Yaemón? Yaemón es el hijo de un
campesinoqueusurpóelpoderylaherenciadeungeneral.
—¿AconsejaríaslomismosifuerasunodelosRegentes?
—No. Pero se da el caso de que no lo soy, y lo celebro. Sólo soy vasallo tuyo.
Elegímibandohaceunaño.Ylohicelibremente.
—¿Porqué?—lepreguntóToranagaporprimeravez.
—Porque eres un hombre, porque eres un Moniwara y porque siempre harás lo
mejor que pueda hacerse. No somos un pueblo al que pueda gobernar un comité.
Necesitamosuncaudillo.¿Acuáldeloscincoregentespodíayoelegirparaponerme
a su servicio? ¿A Onoshi? Sí, es un hombre prudente y un buen general. Pero es
cristiano, está inválido y tan roído por la lepra que apesta a cincuenta pasos de
distancia. ¿A Sugiyama? Es el daimío más rico del país y su familia es tan antigua
como la tuya. Pero es un tránsfuga sin agallas y los dos lo conocemos bien. ¿A
Kiyama?Esinteligente,valiente,buengeneralyantiguocamarada.Perotambiénes
cristiano,ycreoqueyatenemosbastantesdiosespropiosenestaTierradelosDioses
paranotenerlaarroganciadeadoraraunosolo.¿AIshido?Siemprehedetestadoa
ese traidor engendro de campesino. Como ves, Yoshi Toranaga-noh-Mi-nowara, no
teníaotraelección.
—¿Y si desoigo tu consejo? ¿Y si me entiendo con el Consejo de Regencia y
pongoaYaemónenelpoder?
—Lo que hagas estará bien hecho. Pero todos los Regentes quisieran verte
muerto. Te aconsejo la guerra inmediata. Antes de que te aíslen, o lo que es más
probable,teasesinen.
Toranagapensóensusenemigos.Eranmuchosypoderosos.
Despuésvolvióapensarenelplanquehabíaconcebido.Noveíaenélelmenor
defecto.
—Ayer me enteré secretamente de que la madre de Ishido está en Nagoya
visitandoasunieto—dijo.
Nagoyaeraunagranciudad-estadoquenosehabíapronunciadoaúnporninguno
delosbandos.Ladamapodríaser«invitada»porelsuperioravisitarelTemploJohji,
averloscerezosenflor.
—Seharáenseguida—dijoHiro-matsu—.Porpalomamensajera.
ElTemploJohjierafamosoportrescosas:suavenidadecerezos,labelicosidad
de sus monjes budistas Zen y su absoluta fidelidad a Toranaga, que había pagado
añosatráslaconstruccióndeltemploylohabíamantenidodesdeentonces.
—Las flores de los cerezos estarán ya un poco mustias, pero ella estará allí
mañana.Debeirtambiénsunieto,¿neh?
—No, sólo ella, pues hay que evitar que el objeto de la «invitación» sea
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demasiadoevidente.Otracosa.EnvíaunmensajecifradoamihijoSudara:«Saldré
de Osaka cuando el Consejo termine sus sesiones, dentro de cuatro días.» Mándalo
poruncorreoyconfírmalomañanaporpalomamensajera.Yahoracreoquedormiré
unrato.
Hiro-matsuselevantóyestiróloshombros.Alllegaralapuerta,sevolvióydijo:
—¿PuedoautorizaraminietaFujikoparaquitarselavida?
—No.
—Fujiko es samurai, señor, y ya sabes lo que sienten las madres por sus hijos.
Esteerasuprimogénito.
—Fujiko puede tener muchos hijos. ¿Qué edad tiene? ¿Dieciocho años?
¿Diecinueve?Lebuscaréotromarido.
Hiro-matsumoviólacabeza.
—Noloaceptaría.Laconozcobien.Sumayordeseoesponerfinasuvida.Por
favor.
—Dileatunietaquenoquieromuertesinútiles.Permisodenegado.
Hiro-matsuhizounareverenciaysedispusoasalir.
—¿Cuántotiempopuedevivirelbárbaroenlacárcel?—preguntóToranaga.
—Dependerádesuvigor—dijoHiro-matsusinvolverse.
—Gracias.Buenasnoches,Hiro-matsu.
Cuandoestuvosegurodehabersequedadosolo,llamóenvozbaja:
—¡Kiri-san!
Seabriólapuertainterior,ylamujerentróysearrodilló.
—Envía inmediatamente este mensaje a Sudara: «Todo va bien.» Envíalo por
palomasmensajeras.Sueltatresdeellasalamanecer.Yotrastresalmediodía.
—Sí,señor—dijoella,ysalió.
Era una clave muy secreta. Sólo la conocían, además de él, su hijo mayor,
Noburo, su hijo segundo y heredero, Sudara, y Kiri. El mensaje quería decir: «No
hagas caso de otros mensajes. Activa el Plan Cinco.» El Plan Cinco consistía en
reunir inmediatamente a todos los jefes del clan Yoshi y a los consejeros de más
confianzaenYedo,lacapital,ymovilizarlosparalaguerra.Laclaveparalaguerra
era«CieloCarmesí».Supropioasesinatoosucapturadesencadenaríanlaguerra:un
furioso ataque contra Kioto dirigido por su heredero Sudara con todas las legiones
para apoderarse de la ciudad y del Emperador títere. Esto se completaría con unas
insurreccionessecretasymeticulosamentepreparadasencincuentaprovincias.
«Esunbuenplan—pensóToranaga—.Perofracasarásinolopongoenpráctica
yomismo.Sudarafracasaría.Noporfaltadeempeño,devalorydeinteligencia,ni
por alguna traición. Sólo porque Sudara no tiene aún bastantes conocimientos ni
suficiente experiencia, y no podría arrastrar a un número suficiente de daimíos no
comprometidos. Y también porque el castillo de Osaka y el heredero, Yaemón, se
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yerguen inviolados en mi camino, y son el punto donde se concentran todas las
enemistades y envidias que me he ganado en cincuenta y dos años de guerra.
¡Muchas batallas, y ninguna perdida! Pero, ¡cuántos enemigos! Y ahora se han
coaligado todos contra mí. Sudara fracasaría. Yo soy el único que, tal vez, podría
ganarconCieloCarmesí.Peroseríamejornotenerquellegaraesteextremo.»
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CapítuloXIV
ParaBlackthornefueunamanecerinfernal.Estabaenzarzadoenunaluchaamuerte
conotropreso.Elpremioeraunatazadegachas.Losdoshombresestabandesnudos.
Cuando un reo era introducido en la vasta celda de madera y de un solo piso lo
despojaban de sus vestiduras. Un hombre vestido ocupaba más espacio, y la ropa
podíaocultararmas.Lasuciaysofocanteestanciateníacincuentapasosdelongitud
por diez de anchura y estaba atestada de japoneses sudorosos. Poca luz se filtraba
entrelastablasylasvigasqueconstituíanlasparedesyeltechobajo.
Porfin,Blackthorneconsiguiógolpearconlacabezalacaradelhombre,cogerlo
por el cuello, y sacudirle la cabeza contra las tablas hasta dejarlo inconsciente.
Después,volvióasusitioenunrincónapercibiéndosecontraotroataque.
Al amanecer, los guardias habían empezado a introducir las tazas de gachas y
agua por una estrecha abertura. Era el primer alimento que recibía desde que lo
habíanencerradoalanochecerdeldíaanterior.Eldesfilepararecibirlacomidayel
agua se había desarrollado con desacostumbrada tranquilidad. Pero entonces aquel
hombre que parecía un mono, sin afeitar, sucio y lleno de piojos, le había dado un
golpeenlosríñonesysehabíaapoderadodesuraciónmientraslosotrosesperabana
ver lo que pasaba. Blackthorne se había visto enzarzado en demasiadas riñas de
marinerosparadejarsevencerporungolpedadoatraición.Porconsiguiente,fingió
queseibaadesmayarylanzóunaterriblepatadaalhombreiniciándoseasílapelea.
Ahora,yparasorpresasuya,vioqueunodeloshombresleofrecíalatazadegachasy
elaguaquecreíaperdidas.Lastomóylediolasgracias.
Losrinconeseranlaszonaspreferidas.Unavigatendidaalolargodelsuelode
tierra dividía la celda en dos mitades. En cada una de éstas, había tres hileras de
hombres.Sólolosdébilesylosenfermosformabanlahileradelcentro.
Blackthorne vio dos cadáveres, hinchados y cubiertos de moscas, en una de las
hilerasdeenmedio.Perosusdébilesymoribundosvecinosnoparecíandarsecuenta.
De vez en cuando, los guardias abrían la puerta de hierro y gritaban unos
nombres. Los llamados saludaban a sus camaradas y salían, pero pronto llegaban
otrosqueocupabansusitio.
Uno de los que estaban contra la pared empezó a vomitar y fue trasladado
rápidamente a la hilera de en medio, donde se derrumbó, medio asfixiado, bajo el
pesodelaspiernasdeotros.
Blackthorne tuvo que cerrar los ojos y esforzarse en dominar su terror y su
claustrofobia.
—¡MalditoToranaga!—nocesabadedecirse—.¡Ojalápuedameterteaquíalgún
día!
Habíacuatrodeestosbloquescelulares.Estabanenunextremodelaciudad,en
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unrecintopavimentadoyamurallado.Fueradelasmurallashabíaunazonadetierra
batida marcada con cuerdas, cerca del río. Allí se levantaban cinco cruces. Cuatro
hombres desnudos y una mujer estaban atados por las muñecas y los tobillos a las
cruces. Al entrar Blackthorne en el perímetro, siguiendo a sus guardias samurais,
habíavistocómolosverdugosclavabansuslargaslanzasenelpechodelasvíctimas
entrelasaclamacionesdelamultitud.Despuéshabíandescolgadoaloscincoreosy
habíanatadoaotroscinco,yhabíanllegadounossamuraisquehabíandespedazado
loscadáveresconsuslargossables,entregrandescarcajadas.
Sin que Blackthorne lo advirtiera, el hombre con quien había reñido estaba
recobrando el conocimiento. Yacía en la hilera de en medio. De pronto saltó y se
lanzósobreBlackthorne.
Este le vio llegar en el último momento, esquivó hábilmente la embestida y lo
derribó. El hombre cayó sobre otros presos, que lo maldijeron, y uno de ellos,
vigorosoyconaspectodebulldog,lediounterriblegolpeenelcuelloconelborde
delamano.Seoyóunchasquidosecoylacabezadelhombresedobló.
—Gracias —dijo Blackthorne recobrando el aliento—. Me llamo Anjín-san. ¿Y
tú?
—¡Ah,sodesu!¡Anjín-san!—repusoseñalándoseasímismo—.Minikui.
—¿Minikui-san?
—Hai—añadióalgoenjaponés.
—Wakarimasen(Nocomprendo)—dijoBlackthorneencogiéndosedehombros.
—¡Ah,sodesu!
Bulldog charló brevemente con sus vecinos. Después, se encogió también de
hombrosyentreélyBlackthornelevantaronalhombremuertoylopusieronjuntoa
losotroscadáveres.Cuandovolvieronalrincón,nadiehabíaocupadosusitio.
Lamayoríadelospresosdormíanotratabandedormir.
Blackthornesintiólaproximidaddelamuerte.
«Notepreocupes—sedijo—.Todavíatequedamuchocaminopordelanteantes
demorir…No,nopuedovivirmuchotiempoenesteagujerodelinfierno.¡Oh,Dios,
sácamedeaquí!¿Porquéoscilaestacueva?¿YnoesaquélRodrigues,quesurgede
lo profundo con dos cangrejos por ojos? ¿Y qué estás haciendo aquí, Croocq,
muchacho?Penséquetehabíansoltado.Yahoraestamoslosdosenelpuebloynosé
cómolleguéaél,yallíestáaquellachicatanbonitajuntoalmuelle…Pero,¿porqué
laarrastranalaplayaesossamuraisdesnudos,yquéhaceOmiahí,riendo?Yahíestá
lacaldera,ynosotrosestamosenlacaldera,y…no,¡nomásleña,nomásleña!Me
estoy ahogando en un líquido apestoso… ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! Me
muero…,memuero…InnominePatrisetFiliietSpiritusSancti.Esteeselúltimo
Sacramento…»
Salió de su pesadilla sintiendo que le estallaban los oídos con la estremecedora
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rotundidaddelúltimoSacramento.Duranteunmomentonosuposidormíaoestaba
despiertoporquesusincrédulosoídosvolvieronaescucharlabendiciónlatinaysus
incrédulos ojos vieron un europeo flaco y arrugado, inclinado sobre la fila de en
medio, a quince pasos de él. Aquel viejo desdentado tenía largos y sucios los
cabellos, revuelta la barba y rotas las uñas y se cubría con una bata sucia y raída.
Levantóunamanocomounagarradebuitreysostuvounacruzdemaderasobreel
cadávermediooculto.EntoncesvioaBlackthornequeloestabamirando.
—¡Madre de Dios! ¿Sois un ser real? —masculló en el tosco español de los
campesinosysantiguándose.
—Si—dijoBlackthorneenespañol—.¿Quiénsoisvos?
El viejo se acercó murmurando y los otros presos lo dejaron pasar o se dejaron
pisarsindecirpalabra.
—¡Oh,VirgenSantísima!Elseñoresreal.¿Quiénsois?YosoyfrayDomingo…
Domingo…delaSagradaOrdendeSanFrancisco…Pero,¿esrealelseñor?
—Sí,soyreal—dijoBlackthornelevantándose.
Corríanlágrimasporlasmejillasdelsacerdote.Estebesórepetidamentelacruzy
sehabríaarrodilladosihubiesehabidositio.Bulldogdespertóasuvecino.Ambosse
apretaronparadejarunsitiodondepudiesesentarseelsacerdote.
—MisprecesalbenditoSanFranciscohansidoescuchadas.Alveros,penséque
estabaviendootraaparición,unfantasma.Sí,unespíritumaligno.Hevistotantos…
¿Cuántotiempohacequeestáisaquí?
—Lleguéayer.¿Yvos?
—Nolosé,señor.Hacemuchotiempo.Meencerraronaquíenseptiembre…del
añodegraciademilquinientosnoventayocho.
—Ahoraestamosenmayodelmilseiscientos.
—¿Delmilseiscientos?
Ungemidodistrajoalmonje.Selevantóyseabriópasoentreloscuerpos,pero
comonopudodescubriralmoribundomurmurólosúltimosritosaaquellapartedela
celdaybendijoatodos.
—Venidconmigo,hijomío.
Blackthorne vaciló resistiéndose a dejar su sitio. Después se levantó y siguió al
monje. A los diez pasos, volvió la cabeza. Su sitio ya no existía. Parecía imposible
quehubieseestadoallí.
En el rincón más alejado había, increíblemente, un espacio libre. El sitio
suficienteparaunhombredebajaestatura.Habíaallíunoscuantosbotes,unastazas
yunaviejaesterilladepaja.
El padre Domingo se abrió paso hasta aquel sitio e invitó a Blackthorne a
seguirlo.LosjaponesesloobservaronensilencioydejaronpasaraBlackthorne.
—Sonmirebaño,señor.SonmishijosenelBuenJesús.Heconvertidoamuchos
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aquí.EsteesJuan,aquélMarcosyaquélMatusalén…
Elsacerdoteseinterrumpiópararecobrarelaliento.
—Estoycansado.Muycansado.Debo…debo…
Suvozseextinguióysequedódormido.
Alanochecerllevaronmáscomida.CuandoBlackthorneibaalevantarse,unode
los japoneses le indicó que no se moviera y le dio un tazón bien repleto. Otro
despertódelicadamentealreligiosoyleofreciólacomida.
—Iyé—dijoelviejomoviendolacabeza,sonriendoyvolviendoadejarlatazaen
lasmanosdelhombre.
—Iyé,Farddah-sama.
Elmonjesedejóconvencerycomióunpoco,despuésselevantóhaciendocrujir
susarticulaciones,yofrecióeltazónaunodelosdelahileradeenmedio.Esteasió
lamanodelsacerdoteyselallevóalafrenteparaquebendijese.
—Mealegrodeveraalguiendemiraza—dijoelsacerdotesentándoseotravez
al lado de Blackthorne—. Una de mis ovejas me ha dicho que os llaman «Anjín».
¿Soiscapitándebarco?
—Sí.
—¿VenísdeManila?
—No. Nunca había estado en Asia —dijo precavidamente Blackthorne en
correctoespañol—.¿Porquéestáisvosaquí?
—Porculpadelosjesuitas,hijomío.Perovosnosoisespañol…niportugués…
¿Eraportuguéselbarco?¡Decidlaverdad,ennombredeDios!
—No,padre.Noeraportugués.¡LojuroporDios!
—¡Oh, demos gracias a la Santísima Virgen! Perdonadme, señor. Temía que…
¿Dedóndeprocedéis,señor?¿DelFlandesespañol?¿DelDucadodeBrandenburgo?
¿De alguno de nuestros dominios alemanes? Pero, ¿dijisteis que no habíais estado
nuncaenAsia?
—No.
—SielseñornoestuvonuncaenAsia,debeencontrarsecomounniñoperdidoen
laselva.¡Haytantascosasquecontar!¿Sabeelseñorquelosjesuitasnosonmásque
mercaderes,traficantesdearmasyusureros?¿Quedominanaquítodoelcomerciode
laseda,todoelcomercioconChina?¿QueelBarcoNegroanualvaleunmillónen
oro?¿QueobligaronaSuSantidadelPapaaotorgarlesunpoderabsolutosobreAsia,
a ellos y sus perros portugueses? ¿Que todas las demás religiones están prohibidas
aquí? ¿Que los jesuitas trafican en oro, comprándolo y vendiéndolo en provecho
propioydelospaganos,contralasórdenesexpresasdeSuSantidadelPapaClemente
y del rey Felipe, y contra las leyes de este país? ¿Que introdujeron secretamente
armas en el Japón para los caudillos cristianos incitándolos a la rebelión? ¿Que su
SuperiorenvióunmensajesecretoanuestroVirreyespañolenLuzónpidiéndoleque
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enviaseconquistadoresaestatierraconelfindeencubrirloserroresportuguesescon
unainvasiónespañola?Porsuculpaestoyaquí.¡Yporsuculpafueronmartirizados
veintiséissantospadres!Ellospiensanqueyonocomprendonadaporquevengode
cunacampesina…Peroyoséleeryescribir,señor…FuiunodelossecretariosdeSu
ExcelenciaelVirrey…
LosánimosylacuriosidaddeBlackthornesehabíanreanimadoconloquehabía
dicho el sacerdote. ¿Qué cañones? ¿Qué oro? ¿Qué comercio? ¿Qué Barco Negro?
¿Quéinvasión?¿Quécaudilloscristianos?«¿Noestásabusandodeesteenfermo?—
sepreguntó—.Élseimaginaqueeresamigo,noenemigo.Yonuncalehementido.
Pero,¿nolehasdadoaentenderqueeresamigo?Lehecontestadolisayllanamente.
Pero, ¿le has informado de algo? No. ¿Es esto justo? Es la primera regla de
supervivenciaenaguasenemigas:nodecirnada.»
Losjaponesespróximoshabíanempezadoarebullir,inquietos.ElpadreDomingo
sefuecalmandogradualmenteysusojosseaclararon.MiróaBlackthorneycalmóa
losjaponeses.
—Losiento,señor—dijojadeando—.Seimaginaronqueestabaenojadoconvos.
¡QueDiosperdonemiestúpidaira!
Seenjugóunpocodesalivadelabarbayseapretóelpechoparamitigareldolor
quesentía.
—¿Quéestabaisdiciendo,señor?Vuestrobarco…¿fuearrojadocontralacosta?
—Sí.Enciertomodo.Elcasoesquellegamosatierra—respondióBlackthorne.
Estiró con cuidado las piernas. Los hombres, que observaban y escuchaban, le
hicieron más sitio. Uno de ellos se levantó y le hizo una seña de que se pusiera
cómodo.
—Gracias—dijoélalpunto—.¡Oh!¿Cómosedice«gracias»,padre?
—Domo. A veces, se dice arigato. Y las mujeres, que deben ser muy corteses,
dicenarigatogoziemashita.
—Gracias.¿Cómosellamaél?—preguntóBlackthorneseñalandoalhombreque
sehabíalevantado.
—EseesGonzález.
—Pero,¿cuálessunombrejaponés?
—¡Oh,sí!Akabo.Peroestosólosignifica«porteador».Ellosnotienenapellido.
Sólolotienenlossamurais.
—¿Cómo?
—Es su ley, señor. Cada uno se llama según lo que es: mandadero, pescador,
cocinero, verdugo, granjero, etcétera. Los hijos y las hijas suelen denominarse
Primera Hija, Segunda Hija, Primer Hijo, etcétera. A veces, llaman a un hombre
«pescador que vive cerca del olmo» o «pescador de mala mirada». —El monje se
encogió de hombros y ahogó un bostezo.—Los japoneses corrientes no tienen
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nombre. Las prostitutas se ponen nombres como Carpa, Luna, Pétalo, Anguila o
Estrella. Es extraño, señor, pero es su ley. Sólo nosotros les ponemos nombres
cristianos,verdaderosnombres,cuandolosbautizamostrayéndoleslasalvaciónyla
palabradeDios…
Yconunbostezoinclinólacabezaycerrólosojos.
—Domo,Akabo-san—dijoBlackthornealmandadero.
Elhombresonriótímidamente,seinclinóyrespiróhondo.Elmonjesedespertóal
cabodeunrato,dijounabreveoraciónyserascó.
—¿Dijoelseñorquellegóaquíayer?—preguntó—.¿Quéosocurrió?
—Cuandollegamosatierra,habíaallíunjesuita—dijoBlackthorne—.Perovos,
padre,¿decísqueosacusaron?¿Quéossucedióavosyavuestrobarco?
—¿Nuestrobarco?¿Mepreguntáispornuestrobarco?¿VeníaisdeManilacomo
nosotros?¡Oh,tontodemí!Ahorarecuerdoquevolvíaisavuestropaísynohabíais
estado nunca en Asia… Me duele la cabeza, señor, ¡cómo me duele…! ¿Nuestro
barco? Tenía que llevarnos a casa. De Manila a Acapulco, en México, la tierra de
Cortés,ydespuésdebíamosseguirportierrahastaVeracruzytomarotrobarcopara
cruzarelAtlánticoyllegaramipaís.MipuebloestácercadeMadrid,señor,enla
montaña… Mi barco era el gran galeón San Felipe. Llevábamos un cargamento de
especias, oro y plata y monedas por valor de un millón y medio de pesos de plata.
PeronospillóunagrantormentaquenosarrojósobrelacostadeShikoku.Serompió
laquillaenelbancodearenaenquehabíamosembarrancado.Estofueeltercerdía
cuandoyahabíamosdesembarcadoeldineroylamayorpartedelacarga.Entonces
nos dijeron que todo había sido confiscado, confiscado por el propio Taiko, que
éramospiratasy…
Se interrumpió al advertir un súbito silencio. Se había abierto la puerta de la
prisión.
Los guardias empezaron a leer nombres de una lista. Bulldog, el hombre que
había defendido a Blackthorne, fue uno de los nombrados. Salió sin mirar atrás.
TambiénnombraronaAkabo.Estesearrodillódelantedelmonje,elcuallobendijo,
hizolaseñaldelacruzyleadministróelúltimoSacramento.Elhombrebesólacruz
ysealejó.Lapuertasecerródenuevo.
—¿Vanaejecutarlo?—preguntóBlackthorne.
—Sí, su Calvario está al otro lado de esa puerta. Que la Santa Virgen acoja su
almaylaconduzcaalavidaeterna.
—¿Quéhizoesehombre?
—Quebrantó la ley…, su ley, señor. Los japoneses son gente sencilla. Y muy
severa. En realidad, sólo tienen una pena: la muerte. Por crucifixión, por
estrangulaciónopordecapitación.Paraeldelitodeincendioprovocado,lamuertees
en la hoguera. Casi no tienen más castigos, el destierro, algunas veces y cortar el
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cabelloalasmujeres.Perocasisiempreeslamuerte.
—Olvidáislaprisión.
Elmonjesearañódistraídamentelasescarasdesubrazo.
—Estonoesunadesuspenas,hijomío.Paraellos,laprisiónnoesmásqueun
lugar para guardar temporalmente al reo mientras deciden su sentencia. Sólo los
condenadosvienenaquí.Porunacortatemporada.
—¡Tonterías!¿Quémedecísdevos?Lleváisaquícasidosaños.
—Undíavendránpormícomovienenporlosotros.Estonoesmásqueunlugar
dedescansoentreelinfiernodelmundoylagloriadelaVidaEterna.
—Nooscreo.
—No temáis, hijo mío. Es la voluntad de Dios. Yo estoy aquí y puedo oíros en
confesiónyabsolverosyhacerosperfecto.¿Queréisconfesarahora?
—No, no, gracias, ahora no —dijo Blackthorne mirando la puerta de hierro—.
¿Haintentadoalguiensalirdeaquíalgunavez?
—¿Por qué habían de hacerlo? No hay ningún sitio adonde huir, ningún sitio
dondeesconderse.Lasautoridadessonmuyseveras.Cualquieraqueayudeaescapar
aunpresooinclusoaunsimpledelincuente…—Señalóvagamentelapuertadela
cárcel.—González…Akabo…elhombrequeacabade…dedejarnos,esunhombrekaga.Medijoque…
—¿Quéesunhombre-kaga?
—¡Oh!Sonporteadores,señor,loshombresquellevanlospalanquinesolosmás
pequeños kaga de dos plazas, que son como hamacas suspendidas de una pértiga.
Pues bien, nos dijo que su compañero había hurtado un pañuelo de seda a un
parroquiano. ¡Pobre muchacho! Como él no lo delató, también le habrá costado la
vida.
«No te enfurezcas ni te espantes —se dijo Blackthorne—. Ten paciencia. Ya
encontrarásunasalida.Ynotodoloquediceelcuraesverdad.Estátrastornado.¿Y
quiénnoloestaríadespuésdetantotiempo?.»
—Estascárcelessonnuevasparaellos,señor—seguíadiciendoelmonje—.Hace
unosaños,cuandounhombreeradetenido,confesabasudelitoyeraejecutadoenel
acto.
—¿Ysinoconfesaba?
—Todoelmundoconfiesa,ycuantoantesmejor.Estoocurretambiénennuestro
mundo.
Alcabodeunrato,Blackthornedijo:
—Decidme,padre,¿cómopudieronlosjesuítasmeteraunsiervodeDioseneste
apestosolugar?
—Hay muy poco, y mucho, que decir. Cuando los hombres del Taiko se
apoderaron de todo nuestro dinero y de todo lo demás, nuestro capitán general
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insistióeniralacapitalaprotestar.Nohabíamotivoparalaconfiscación.¿Acasono
éramossiervosdeSuMajestadCatólicaImperial,elreyFelipedeEspaña?¿Acasono
éramos amigos? ¿Acaso no pretendía el Taiko que la Manila española comerciase
directamenteconelJapón,paradestruirelrepugnantemonopoliodelosportugueses?
Laconfiscacióneraunerror.Teníaqueserlo.
»Yoacompañéanuestrocapitángeneralporquehablabaunpocoeljaponés,no
muchoenaquellostiempos.ElSanFelipehabíaembarrancadoenelmesdeoctubre
de1597.Losjesuítas,unodeloscualessellamabapadreMartínAlvito,seatrevieron
a ofrecernos su mediación, aunque el Superior de los franciscanos, fray Braganza,
estabaenlacapitalyeraembajador,elverdaderoembajadordeEspañaenlacortedel
Taiko,yllevabacincoañosenKioto.ElpropioTaikohabíapedidopersonalmentea
nuestrovirreyenManilaqueenviasemonjesfranciscanosyunembajadoralJapón.
«Despuésdemuchosdíasdeespera,celebramosunaentrevistaconelTaiko,un
hombrecillo menudo y feo, y le pedimos que nos devolviera nuestros bienes y nos
facilitaseotrobarco,opasajeenotrobarco,quenuestrocapitángeneralofreciópagar
espléndidamente.Nosparecióquelaentrevistahabíaidobienyvolvimosanuestro
monasterio de Kioto a esperar, y mientras tanto seguimos predicando la palabra de
Diosalospaganosduranteunosmeses.Nuestracongregaciónaumentó.Teníamosun
hospital para leprosos y nuestra propia iglesia, señor, y nuestra grey prosperó.
Muchísimo. Pero un día, cuando estábamos a punto de convertir a muchos de sus
reyes,fuimostraicionados.
»Un día de enero, los franciscanos fuimos llevados ante el magistrado por una
acusacióndelpropioTaiko,unaacusacióndeviolarsusleyesydeperturbarlapaz,y
sentenciados a muerte por crucifixión. Eramos cuarenta y tres. Tenían que ser
destruidas nuestras iglesias en todo el país y disgregadas nuestras congregaciones.
Sólolasnuestras,señor,lasdelosfranciscanos,nolasdelosjesuitas.Habíamossido
acusadosenfalsodeserconquistadores,dequererinvadirestascostas,apesardeque
eranlosjesuitasquieneshabíanpedidoaSuExcelencia,nuestroVirrey,queenviase
unejércitodeManila.EldaimíodeHizen,DomFrancisco…sunombrejaponéses
HarimaTadao,perolepusieronDomFranciscoalbautizarlo,intercediópornosotros.
Escomounrey,puestodoslosdaimíossoncomoreyes,yesfranciscanoeintercedió
pornosotros.Peronosirviódenada.
»En definitiva, fueron martirizados veintiséis: seis españoles, diecisiete neófitos
japoneses,ytrespersonasmás.ElbienaventuradoBragazafueunodeellos,yhabía
tresmuchachosentrelosneófitos.¡Oh,señor!Aqueldíaacudieronmillaresdefieles.
Según me contaron, cincuenta o quizá cien mil personas presenciaron el santo
martirioenNagasaki.Fueuntristemesdefebrerodeunañomuytriste.Unañode
terremotos, tifones, inundaciones, tempestades e incendios en que la mano de Dios
cayó pesadamente sobre el Gran Asesino e incluso destruyó su gran castillo de
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Fushimi al sacudir la tierra. Fue algo terrible, pero también maravilloso de ver: el
DedodeDioscastigandoalospaganosyalospecadores.
»Sí,señor…Fueronmartirizadosseisbuenosespañoles,destruidanuestraiglesia
ytambiénnuestrorebañoycerradoelhospital.—Lacaradelancianoadquirióuna
expresiónafligida.—Yo…yofuiunodeloselegidosparaelmartirio,peronodebía
merecerestehonor.NosllevaronapiedesdeKiotoy,cuandollegamosaOsaka,nos
dejaronaalgunosennuestrasmisionesdeaquí,yalosotros…alosotroslescortaron
unaorejayloshicierondesfilarporlascallescomovulgaresdelincuentes.Después,
los bienaventurados hermanos fueron conducidos a pie hacia el Oeste. Su marcha
duróunmes.SusantoviajeterminóenelmontellamadoNishizaki,quedominael
granpuertodeNagasaki.Yosupliquéalsamuraiquemedejarairconellos,peroél
me obligó a quedarme en la misión de Osaka. Sin razón alguna. Al cabo de unos
meses,nosmetieronenestacelda.Eramostres…creoqueéramostres,peroyoerael
único español. Los otros eran neófitos, hermanos legos japoneses. Pocos días
después, los guardias los llamaron. Pero no pronunciaron mi nombre. Tal vez es
voluntaddeDios…Peroesdifícilsufrirconpaciencia.Muydifícil…
Elviejomonjecerrólosojos,rezóyvolvióaquedarsedormido.
Blackthorne no pudo dormir aquella noche. Comprendía, con terrible claridad,
que no había manera de escapar de allí y que se hallaba al borde de la muerte. En
mediodelanegranoche,leinvadióelterrory,porprimeravezensuvida,lloró.
—Hijomío—murmuróelmonje—,¿quétenéis?
—Nada,nada—dijoBlackthorne,palpitándoleconfuerzaelcorazón—.Dormid.
—Nohayquetenermiedo.TodosestamosenmanosdeDios—dijoelmonje,y
sedurmiódenuevo.
Alamanecer,lesentraroncomidayagua.Blackthornesesentíaahoramásfuerte.
«No te abandones —se dijo—. Es estúpido, indigno y peligroso. No vuelvas a
hacerlo, o te volverás loco y morirás. Te pondrán en la tercera fila y morirás. Ten
cuidado,tenpacienciayestáalerta.»
—¿Cómoossentíshoy,señor?
—Bien,gracias,padre.¿Yvos?
—Muybien,gracias.
—¿Cómosediceestoenjaponés?
—Domo,genkidesu.
—Domo, genki desu. Ayer me hablasteis, padre, de los Buques Negros
portugueses.¿Cómoson?¿Habéisvistoalguno?
—¡Oh,sí,señor!Sonlosbarcosmásgrandesdelmundo.Casidosmiltoneladas.
Senecesitandoscientoshombresymuchachosparamanejarlos,y,entretripulantesy
pasajeros,puedentransportarcasimilalmas.
—¿Cuántoscañonesllevan?
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—Avecesveinteotreintaentrespuentes.
ElpadreDomingosealegrabadecontestarpreguntasydehablarydeenseñar,y
Blackthorne se alegraba de escuchar y de aprender. Los conocimientos del monje
eranmuyvaliosos.
—¿Cuántotiempohacequeestánaquílosportugueses?—preguntóBlackthorne.
—Estepaísfuedescubiertoen1542,elañoenqueyonací.Fuerontreshombres:
DaMota,Peixoto,ynorecuerdoelnombredeltercero.Todoselloseranmercaderes
portuguesesquecomerciabanenlascostasdeChina,conunjuncoprocedentedeun
puertodeSiam.¿HabéisestadoenSiam?
—No.
—¡Oh,haymuchoqueverenAsia!Esostreshombressededicabanalcomercio,
perofueronsorprendidosporuntemporal,poruntifónquelosdesviódesurutapara
desembarcarsanosysalvosenTanegashima,enKiusiu.Fuelaprimeravezqueunos
europeospusieronpieenelJapónyenseguidaempezóelcomercio.Unosañosmás
tarde, Francisco Javier, uno de los miembros fundadores de los jesuitas, llegó aquí.
Esto fue en 1549… Francisco Javier murió tres años después en China, solo y
abandonado… ¿Le dije al señor que actualmente hay un jesuíta en la corte del
EmperadordeChina,enunaciudadllamadaPekín?
Blackthorne iba almacenando en su memoria los hechos que le contaba el otro,
asícomopalabrasyfrasesjaponesas.PreguntabasobrelavidaenelJapón,sobrelos
daimíosylossamurais,elcomercioyNagasaki,lapazylaguerra,losjesuítasylos
franciscanosylosportuguesesenAsia,ysobrelaManilaespañola,yunayotravez
sobre el Buque Negro que llegaba anualmente de Macao. Durante tres días y tres
noches, Blackthorne conversó con el padre Domingo y lo interrogó, y escuchó y
aprendió, y durmió y tuvo pesadillas, y se despertó para seguir preguntando y
aprendiendo.
Elcuartodíagritaronsunombre:
—¡Anjín-san!
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CapítuloXV
Blackthornesepusodepie,enmediodeunsilenciototal.
—Laconfesión,hijomío.Decidladeprisa.
—Yo…yonocreoque…
Blackthorne advirtió, a pesar de su mente embotada, que estaba hablando en
inglés. Por consiguiente, cerró los labios y se echó a andar. El monje se levantó
presumiendo que aquellas palabras eran holandesas o alemanas y lo siguió
agarrándolodelamuñeca.
—De prisa, señor. Os daré la absolución. Hacedlo por vuestra alma inmortal.
BastaconqueosarrepintáisanteDiosdetodasvuestrasfaltaspasadasypresentes…
SeacercabanalapuertadehierroyelmonjeseguíaagarradoaBlackthornecon
sorprendentefuerza.
—¡Decidloahora!¡LaSantaVirgencuidarádevos!
Blackthornedesprendiósubrazoydijoroncamenteenespañol:
—QuedadconDios,padre.
Lapuertasecerródegolpedetrásdeél.
Eldíaeraincreíblementefrescoytranquilo.Lasnubessedeslizabanempujadas
porunfinovientodelSudeste.
Aspiróprofundamenteelairelimpioydeliciosoylasangrecorrióraudaporsus
venas.Sintiólaalegríadevivir.
Vanos prisioneros desnudos estaban en el patio, con un oficial, carceleros con
lanzas,etasyungrupodesamurais.Eloficialvestíaunquimonooscuroyunacapa
derígidashombrerasqueparecíanalasyllevabaunsombreritonegro.Aquelhombre
se plantaba delante de cada prisionero y leía algo en un delicado rollo y cuando
terminabacadahombreseguíaasugrupitodecarcelerosendirecciónalasgrandes
puertas del patio. Blackthorne fue el último. A diferencia de los otros, le dieron un
taparrabo,unquimonodealgodónyunassandalias.Ysusguardiaseransamurais.
Habíadecididoecharacorrerenelmomentoenquecruzasenlapuerta,peroal
acercarselossamuraislorodearonmásdecerca,impidiéndolehuir.Llegaronjuntos
al portal. Fuera, había una enorme multitud, pulcra y elegante, con quitasoles
carmesíes,amarillosydorados.Unhombreestabaatadoyaasucruz,yéstaseelevó
contra el cielo. Y al lado de cada cruz, esperaban dos etas con sus largas lanzas
brillandobajoelsol.
Blackthorne retrasó su paso. Los samurais se apretaron más a él dándole prisa.
Pensóconfusamentequeseríamejormorirrápidamenteysedispusoaestirarlamano
paraagarrarelsablemáspróximo.Peronotuvooportunidaddehacerlo,porquelos
samurais dieron media vuelta y echaron a andar hacia el campo, en dirección a las
callesqueconducíanalaciudadyalcastillo.
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Blackthorne esperó, sin atreverse a respirar, queriendo estar seguro. Cruzaron
entre la multitud que retrocedía y saludaba y se metieron por una calle. No había
errorposible.
Blackthornesesintiórenacer.
Cuando se puso a hablar preguntó en inglés y sin preocuparse de que no le
comprendiesen:
—¿Adóndevamos?
Estabacompletamenteatolondrado.Andabaconpasosligeros.Lascorreasdelas
sandaliasnoeranincómodas,eltoscocontactodelquimononoeradesagradable.En
realidad,legustaba.Talvezeraunpocoáspero,peroenundíacomoaquéleraloque
legustaríallevarenelpuentedemando.
—¡Dios mío, es maravilloso volver a hablar inglés! —dijo al samurai—. ¡Por
Cristoquepenséqueerahombremuerto!Acabodegastarmioctavavida.¿Sabíais
esto, amigos? Ahora sólo me queda una. Pero, ¡no importa! Alban Coradoc solía
decirquelosmarinostenemosdiezvidas.
Lossamuraisparecíanenojarseporsucharlaincomprensible.«¡Paraelcarro!—
sedijo—.Nolosirritesmásdeloqueyaestán.»Advirtióquetodoslossamuraiseran
Grises,hombresdeIshido.HabíapreguntadoalpadreAlvitoelnombredelrivalde
Toranaga.YAlvitolehabíadicho:«Ishido.»Estohabíasidomomentosantesdeque
le ordenaran levantarse y se lo llevasen preso. ¿Eran todos los Grises hombres de
Ishido,comoerandeToranagatodoslosPardos?
—¿Adóndevamos?¿Allí?—preguntóseñalandoelcastilloqueseerguíasobrela
ciudad—.Allí,¿hai?
—Hai —respondió el jefe, que tenía barba gris y una cabeza como una bala de
cañón.
«¿QuéquerráIshidodemí?»,sepreguntóBlackthorne.
El jefe se metió por otra calle, siempre alejándose del puerto, y entonces
Blackthorne vio un pequeño bergantín portugués con su bandera azul y blanca
ondeandoenlabrisa.Diezcañonesenelpuenteprincipalyunodeaveinteaproaya
popa. El Erasmus podría reducirlo fácilmente. «¿Qué habrá sido de mi tripulación?
¿Quéestaránhaciendoenelpueblo?¡PorDiosquemegustaríaverles!Ypensarque
mealegrédedejarlosaqueldíaydevolveramicasa,dondeestabaOnna…Hakú…
lacasade…¿cómosellamaba?…¡Ah,sí!Mura-san.¿Yquehabrásidodelaniña
queestabaenmilechoydeaquellaotra,labellezaangelicalquehablóaqueldíacon
Omi-san?Ladelsueño,queestabatambiénenlacaldera…Pero,¿porquérecuerdo
estastonterías?Debilitanlamente.
»Paravivirenelmar,hayquetenerlacabezafirme»,solíadecirAlbanCaradoc.»
Blackthorneylossamuraisandabanahoraporunacalleanchayserpenteante.No
habíatiendas,sinosólocasas,todasellasconsujardínysusaltasvallas,ytodo—las
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casasylasvallasylamismacalle—extraordinariamentelimpio.
Esta pulcritud resultaba inverosímil para Blackthorne, porque en Londres y las
ciudadesypueblosdeInglaterra,ydetodaEuropa,labasuraylosdesperdicioseran
arrojados a la calle, donde, si no los recogían los basureros, se amontonaban hasta
impedirelpasoalospeatones,loscarruajesyloscaballos.LosbasurerosdeLondres
erangrandesrebañosdecerdos,queeranllevadosdenocheporlascallesprincipales.
Pero,sobretodo,eranlasratas,lasmanadasdeperrossalvajesylosgatosquienes,
ademásdelfuego—¡ydelasmoscas!—hacíanlalimpiezadeLondres.
EnOsakaeramuydistinto.
«¿Cómoloharán?»,sepreguntó.Nibaches,nimontonesdeestiércoldecaballo,
nirodadas,nibasura,nidesperdiciosdeningunaclase.Sólolatierrabienapisonada,
barridaylimpia.Paredesdemaderaycasasdemaderaresplandecientesyclaras.¿Y
dóndeestánlosatajosdepordioseroseinválidosqueemponzoñantodaslasciudades
de la cristiandad? ¿Y las pandillas de salteadores y de jóvenes salvajes que
indefectiblementeacechanenlasombra?
Las personas con las que se cruzaban se inclinaban cortésmente y algunas se
arrodillaban. Porteadores corrían llevando palanquines o kagas de una sola plaza.
Grupos de samurais —Grises, nunca Pardos— caminaban tranquilamente por las
calles.
Pasaban por una calle llena de tiendas cuando a Blackthorne le flaquearon las
piernas.Setambaleópesadamenteycayósobrelasmanosylasrodillas.
Lossamuraisleayudaronaincorporarse,perodemomentolohabíanabandonado
susfuerzasynopodíaseguirandando.
—Gomen nasai, dozo ga matsu (Lo siento, esperad, por favor) —dijo sintiendo
quesuspiernassehabíanagarrotado.
SefrotólosmúsculoscontraídosdelaspantorrillasybendijoafraiDomingopor
las inestimables cosas que le había enseñado. El jefe samurai lo miró y habló
prolijamente.
—Gomen nasai, nihon go ga hanase-masen (Lo siento, no hablo japonés) —
respondióBlackthorne,lentaperoclaramente—.Dozo,gamatsu.
—¡Ah!Sodesu,Anjín-san.Wakarima.su—dijoelhombrecomprendiéndolo.
Diounabreveordenyunodelossamuraissealejórápidamente.Alcabodeun
rato, Blackthorne se levantó y trató de reanudar la marcha, pero el jefe de los
samuraislehizounaseñaindicándolequeesperase.
Pronto volvió el samurai con cuatro porteadores semidesnudos y su kaga. El
samurai mostró a Blackthorne cómo debía acomodarse allí y sujetar la correa que
colgabadelpalocentral.
El grupo reemprendió la marcha. Blackthorne se recobró muy pronto y prefirió
seguirandando,peroestabaaúnmuydébil.«Necesitounpocodedescanso—pensó
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—.Notengoreservas.Tendríaquetomarunbañoycomer.Comidadeverdad.»
Ahorasubíanunosanchosescalonesqueenlazabandoscalles.Penetraronenun
distritoresidencial,muynuevo,flanqueadoporuntupidobosquedealtosárbolesy
cruzadoporunossenderos.Blackthornepensóqueeramuyagradableversefuerade
lascalles,porelblandocéspeddelsenderoqueserpenteabaentrelosárboles.
Cuando se hubieron adentrado mucho en el bosque, apareció otro grupo de una
treintena de Grises en un recodo del camino. Al encontrarse ambos grupos, se
detuvierony,despuésdelosacostumbradossaludosceremonialesentreloscapitanes,
todoslosojossefijaronenBlackthorne.Siguióunaluddepreguntasyrespuestas,y
cuandoaquelloshombresempezabanaagruparseparamarcharse,sujefedesenvainó
tranquilamente el sable y ensartó al capitán de los samurais de Blackthorne. La
emboscada fue tan súbita y tan bien planeada que los diez Grises cayeron muertos
casienelacto.Nisiquierahabíantenidotiempodedesenvainarsussables.
Loshombres-kaga,horrorizados,sehabíanpuestoderodillasyhabíanbajadola
cabeza hasta el suelo. Blackthorne permaneció de pie al lado de ellos. El capitán
samurai,hombrerobustoypanzudo,enviócentinelasaambosextremosdelcamino.
Otroshombressededicaronarecogerlossablesdelosmuertos.Durantetodoesto,
nadie prestó la menor atención a Blackthorne hasta que éste empezó a retroceder.
Inmediatamente,seoyóunaordensibilantedelcapitán,quesindudaqueríadecirque
nosemoviesedesusitio.
A otra voz de mando, los nuevos Grises se despojaron de sus quimonos de
uniforme. Debajo de ellos, apareció una gran variedad de harapos y de quimonos
viejos. Y todos se pusieron máscaras, que llevaban ya atadas al cuello. Un hombre
recogiólosuniformesgrisesydesaparecióconellosenelbosque.
«Deben de ser bandidos —pensó Blackthorne—. ¿Por qué, si no, las máscaras?
¿Yquépensaránhacerconmigo?.»
Losbandidoshablaronentreellosenvozbajaobservándolomientraslimpiaban
sussablesenlasropasdelossamuraismuertos.
—¿Anjín-san?¿Hai?
Losojosdelcapitánbrillabanredondosypenetrantesatravésdelantifaz.
—Hai—respondióBlackthornesintiendoqueseleponíalapieldegallina.
Elhombreseñalóelsueloindicándoleclaramentequenosemoviera.
—¿Wakarimasuka?
—Hai.
Lomirarondearribaaabajo.Entonces,unodeloscentinelas,yasinsuuniforme
gris y enmascarado como los otros, salió un momento de entre los arbustos, a cien
pasosdedistancia.Hizounaseñaconlamanoydesapareciódenuevo.
InmediatamenteloshombresrodearonaBlackthornedisponiéndoseamarchar.El
capitándelosbandidosmiróaloshombres-kaga,quetemblaroncomoperrosanteun
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amocruelyhundieronmássuscabezasenlahierba.
Entonces, el jefe de los bandoleros gritó una orden. Los cuatro porteadores
levantaron la cabeza con incredulidad. Al repetirse la orden, se inclinaron, se
arrastraronyseincorporarondenuevo.Después,giraronalunísonosobresustalones
yecharonacorrerentrelosmatorrales.
ElbandidosonriódespectivamenteehizounaseñaaBlackthorneparaqueechase
aandar,devueltaalaciudad.
Élobedeció,resignado.Nohabíaescapatoriaposible.
Estabanapuntodellegaralaorilladelbosquecuandosedetuvieron.Seoyeron
ruidosalfrente,yotrogrupodetreintasamuraisdoblóelrecodo.PardosyGrises,los
Pardosenvanguardiay,ensupalanquín,sujefeseguidodeunascuantasacémilas.
Ambos grupos se colocaron en posición de combate, mirándose con hostilidad, a
setenta pasos los unos de los otros. El jefe de los bandidos se plantó en el espacio
intermedio,conbruscosmovimientos,ylegritóconfuriaalotrosamurai,señalando
aBlackthorneyhaciaellugardondesehabíadesarrolladolaemboscada.Desenvainó
susableylolevantó,amenazador,sindudadiciendoalotrogrupoqueseapartasede
sucamino.
Todoslossuyosdesenvainarontambiénsussables.Aunaordensuya,unodelos
bandidossecolocódetrásdeBlackthorneylevantóelsable,mientraseljefeseguía
gritandoasusoponentes.
Entonces,Blackthornevioqueseapeabaelhombredelpalanquínyloreconoció
inmediatamente.EraKasigiYabú.Yabúgritó,asuvez,aljefedelosbandidos,pero
éste movió furiosamente la cabeza. Entonces, Yabú dio una orden breve y atacó
lanzando un grito de guerra, cojeando ligeramente y con el sable desenvainado,
seguidodesushombresyapocadistanciadelosGrises.
Blackthornesedejócaeralsueloparalibrarsedelsablequelehabríapartidopor
lamitad,peroelgolpeestuvomalcalculadoyeljefediomediavueltayhuyóentre
losmatorrales,seguidodesushombres.
Variossamuraispersiguieronalosbandidosenelbosque,otroscorrieronporel
camino, y los demás se desparramaron en posición defensiva. Yabú se acercó
despacioaBlackthorne.—Sodesu,Anjín-san—dijo,jadeandoporelesfuerzo.
—So desu, Kasigi Yabú—san —respondió Blackthorne, empleando la misma
frase,quesignificabaalgoasícomo«bien»o«cierto»o«asíestamos».Señalóenla
direcciónenquehabíanhuidolosbandidos.
—Domo—dijoinclinándosecortésmente,deigualaigual,yrepitióotrafrasede
frai Domingo—: Gomen nasai, nihon go ga hanasemasen (Lo siento. No sé hablar
japonés.)
—Hai —dijo Yabú, bastante impresionado, y añadió algo que Blackthorne no
comprendió.
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—¿Tsyukugaimasuka?(¿Tienesunintérprete?)—preguntóBlackthorne.
—Iyé,Anjín-san.Gomennasai.
Blackthorne se sintió un poco más tranquilo. Ahora podía comunicar
directamente.Suvocabularioeramuyreducido,peroeraalgoparaempezar.
«¡Ojalátuvieseunintérprete!—pensabafebrilmenteYabú—.Megustaríasaber
loqueteocurrióconToranaga,loquetepreguntóyloqueledijistesobreelpuebloy
los cañones y el cargamento y la galera y Rodrigues. Entonces podría saber lo que
voyadecirlehoy.
»¿PorquéquisoverteToranagaenelmomentoenquellegamos,ynomellamóa
mí? ¿Por qué me ha mandado llamar hoy? ¿Por qué aplazó dos veces nuestra
entrevista? ¿Fue por algo que tú o Hiro-matsu le dijisteis? ¿O ha sido una demora
normal,debidaasusotrasocupaciones?
»Sí, Toranaga, tienes un problema casi insoluble. La influencia de Ishido se
extiendecomounincendio.¿YtehasenteradoyadelatraicióndeOnoshi?¿Sabes
queIshidomehaofrecidolacabezaylaprovinciadeIkawaJikkiusimeunoconél
ensecreto?
»¿Qué buen kami me trajo aquí para salvar la vida de Anjín-san? ¿Por qué lo
encarcelaste para ejecutarlo? ¿Por qué quiso Ishido sacarlo de la prisión? ¿Por qué
trataron los bandidos de capturarlo para obtener un rescate? Un rescate, ¿de quién?
¿YporquéviveaúnAnjín-san?Elbandidohabríapodidomatarlefácilmente.
»¡Oh, sí, capitán! En este momento, daría mil kokú por un intérprete de
confianza.
»Seré tu amo. Tú vas a construir mis barcos y adiestrar a mis hombres. Tendré
que manejar a Toranaga de algún modo. Y si no lo consigo, ¿qué más da? En mi
próximavidaestarémáspreparado.»
—¡Buenperro!—dijoYabúenvozalta,dirigiéndoseaBlackthorneysonriendo
ligeramente—.Loúnicoquetehacefaltaesunamanofirme,unoscuantoshuesosy
unospocoslatigazos.
El daimío se volvió y miró en la dirección en que habían huido los bandidos.
Haciendo bocina con las manos, gritó algo. Inmediatamente, los Pardos volvieron
junto a él. El jefe samurai de los Grises estaba plantado en el centro del camino y
ordenó también que cesara la persecución. Ninguno de los bandidos había sido
apresado.
CuandoelcapitándelosGrisesseacercóaYabúempezaronadiscutircongran
empeño señalando la ciudad y el castillo. Saltaba a la vista que no estaban de
acuerdo.
Por fin, Yabú hizo callar al otro sin soltar la empuñadura de su sable, y con un
gestoordenóaBlackthornequesubiesealpalanquín.
—Iyé—dijoelcapitán.
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Los dos hombres empezaron a ponerse violentos y los Grises y los Pardos se
agitaronnerviosos.
—Anjín-sandesushunjinToranaga-sama…
Blackthorne pillaba alguna palabra suelta. Watakushi significaba «yo»: si se le
añadía hitachi, quería decir «nosotros», shunjin significaba «prisionero». Entonces
recordó lo que le había dicho Rodrigues, y sacudió la cabeza y los interrumpió
vivamente:
—Shunjin,¡iyé!WatakushiwaAnjín-san.
Losdoshombreslomiraronfijamente.
Blackthornerompióelsilencioyañadió,enunjaponésentrecortado,convencido
de que sus palabras no serían gramaticales y sí como el lenguaje de un niño, pero
esperandoquelosotroslascomprenderían:
—Yoamigo.Noprisionero.Comprendedlo,porfavor.Amigo.Losiento,amigo
necesitabaño.Baño,¿comprendéis?Cansado.Hambre.Baño.—Señalóeltorreóndel
castillo.—¡Irallá!Ahora,porfavor.SeñorToranagauno,señorIshidodos.Irahora.
Y cargando el acento sobre la última ima, subió torpemente al palanquín y se
tumbósobrelosalmohadones,sacandolospies.
Entonces,Yabúseechóareírytodoslehicieroncoro.
—¡Ahso,Anjín-sama!—dijoYabú,conunareverenciaburlona.
—Iyé, Yabú—sama. Anjín-san —le corrigió Blackthorne, satisfecho. «Sí,
bastardo. Ahora sé un par de cosas más. Pero no me he olvidado de ti. Pronto me
pasearésobretutumba.»
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CapítuloXVI
—Talvezhabríasidomejorconsultarmeantesdellevarosamiprisionerodemi
jurisdicción,señorIshido—dijoToranaga.
—El bárbaro estaba en la prisión común con los delincuentes comunes. Por
consiguiente, supuse que ya no te interesaba. Desde luego, nunca pretendí
entrometermeentusasuntosprivados.
Ishidoestabaaparentementetranquiloycortés,perohervíapordentro.Sabíaque
le habían atrapado en una indiscreción. Era verdad que hubiese debido consultar
primeroaToranaga.Asíloexigíalamáselementaleducación.
—Pidodenuevodisculpas—dijo.
Toranaga miró a Hiro-matsu. La disculpa sonaba como música celestial en sus
oídos.Losdossabíanqueelotrosangrabainteriormente.Estabanenelgransalónde
audiencias. Por acuerdo previo entre los dos antagonistas, sólo cinco guardias,
hombresdignosdetodaconfianza,estabanpresentes.Elrestoesperabafuera.Yabú
también esperaba en el exterior. Y estaban aseando al bárbaro. «Muy bien», pensó
Toranaga, satisfecho de sí mismo. Pensó un momento en Yabú y decidió no verle
aquelmismodía.Porconsiguiente,pidióaHiro-matsuquelodespidieseysevolvióa
Ishido.
—Desdeluego,aceptotusdisculpas.Afortunadamente,nosehacausadoningún
daño.
—Entonces,¿puedollevaralbárbaroalHerederocuandoestépresentable?
—Yoseloenviarécuandohayaterminadoconél.
—¿Puedopreguntartecuándoseráeso?ElHerederoloesperabaestamañana.
—Estonodebepreocuparnosaningunodelosdos,¿neh?Yaemónsólotienesiete
años.Estoysegurodequeunniñodesieteañosdebeejercitarlapaciencia.¿Neh?La
pacienciaesunaformadedisciplinayrequierepráctica,¿noescierto?Yomismole
explicarélaconfusión.Estamañanavoyadarleotraleccióndenatación.
—¿Sí?
—Sí. Tú también deberías aprender a nadar, señor Ishido. Es un ejercicio
excelenteypuedesermuyútildurantelaguerra.Todosmissamuraissabennadar.
—Losmíospracticanelarco,laesgrima,laequitaciónyeltiro.
—Losmíosañadenaellolapoesía,laescritura,laconfecciónderamosdeflores
ylaceremoniacha-no-yu.Lossamuraisdeberíanserversadosenlasartesdelapaz,
paraserfuertesenlasartesdelaguerra.
—Lamayoríademishombressonmásqueversadosenestasartes—dijoIshido,
conscientedequesupropiaescrituraeradefectuosaysusconocimientoslimitados—.
Lossamuraisnacieronparalaguerra.Yoentiendolaguerramuybien.Estobasta,de
momento.Estoylaobedienciaalavoluntaddenuestroseñor.
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—LaleccióndenatacióndeYaemónseráalaHoradelCaballo.
Tantoeldíacomolanochesedividíanenseispartesiguales.Eldíaempezabacon
laHoradelaLiebre,desdelas5hastalas7delamañana,despuésveníalaHoradel
Dragón,delas7alas9.SeguíanlashorasdelaSerpiente,delCaballo,delaCabra,
delMono,delGallo,delPerro,delOso,delaRataydelBuey,yelcicloterminaba
conlaHoradelTigre,delas3alas5delamañana.
—¿Tegustaríatomarparteenlalección?—preguntó.
—No,gracias.Soydemasiadoviejoparacambiarloshábitos—dijodébilmente
Ishido.
—Heoídodecirqueelcapitándetushombresharecibidolaordendehacerseel
harakiri.
—Naturalmente. Habría tenido que coger a los bandidos. Al menos, a uno de
ellos.Estonoshabríapermitidodescubriralosdemás.
—Measombraqueesacarroñapuedaoperartancercadelcastillo.
—Estoydeacuerdocontigo.Talvezelbárbaropodríadescribirlos.
—¿Qué puede saber un bárbaro? —rió Toranaga—. En cuanto a los bandidos,
eran ronín, ¿no? Los ronín abundan entre tus hombres. Una investigación en este
sentidopodríasereficaz,¿neh?
—Se está investigando a fondo, en muchas direcciones —dijo Ishido,
prescindiendodelaalusiónalosronín,lossamuraismercenarios,sindueño,quese
habían incorporado a millares bajo la bandera del Heredero cuando Ishido había
difundidoelrumordequeél,ennombredelHerederoydelamadredelHeredero,
aceptaríasufidelidad,perdonaríayolvidaríasuspasadasculpas,ylesrecompensaría
conlargueza.
Ishido sabía que había sido una brillante maniobra, pues le proporcionaba una
enormereservadesamuraisadiestrados.
—Haymuchascosasquenocomprendoenesaemboscada—dijoIshido,conuna
vozllenadeveneno—.Porejemplo,silosbandidospretendíanunrescate,¿porqué
habían de capturar al bárbaro? ¿A quién hubiesen pedido el rescate? El bárbaro no
tieneningúnvalor.¿Ycómosabíandóndeestaría?Hastaayernodilaordendequelo
llevasenalHeredero,pensandoqueestodivertiríaalchico.Esmuycurioso.
—¡Mucho!—dijoToranaga.
—Además,sedalacoincidenciadequeelseñorYabúestabaporallíconalgunos
detushombresyalgunosdelosmíos,enelmomentoexacto.Muycurioso.
—¡Mucho! Pero Yabú estaba allí porque yo lo había enviado a buscar y tus
hombresestabanallíporquehabíamosconvenido,aindicacióntuya,queeradebuena
políticaquetushombresacompañasenalosmíosmientrasyoestuvieseenunavisita
oficial.
—También es extraño que los bandidos, que fueron lo bastante bravos para
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liquidar a los diez primeros sin oposición, se comportasen como coreanos al llegar
nuestros hombres. Había igualdad de fuerzas entre los dos bandos. ¿Por qué no
lucharonlosbandidososellevaroninmediatamentealbárbaroalosmontes,envez
dequedarseestúpidamenteenelcaminoprincipaldelcastillo?Muycurioso.
—¡Mucho!Desdeluego,mañanadoblarémiguardiacuandosalgaacazar.Porsi
acaso. ¿Mantendrás a tus hombres lejos de mi zona de caza? No quisiera que me
espantasenlaspiezas—dijo,taimadamente.
—Desdeluego.¿Yelbárbaro?
—Siguesiendodemipropiedad.Ytambiénsubarco.Peroteloentregarécuando
hayaacabadoconél,ypodrásenviarloalcampodeejecución,silodeseas.
—Gracias.Sí,loharé.—Ishidocerróelabanicoyselometióenlamanga.—Ese
hombrenotieneimportancia.Loimportante,ylarazóndequehayavenidoaverte,
es… A propósito, he oído decir que mi señora madre está visitando el monasterio
Johji.
—¡Ah!Yodiríaqueesunpocotardeparaverloscerezosenflor.
—Cierto. Pero las ancianas tienen una mentalidad propia y ven las cosas de un
mododiferente,¿neh?Loquernepreocupaesqueestádelicadadesalud.Tieneque
tenermuchocuidado.Seenfríaconfacilidad.
—Lomismolepasaamimadre.Hayquecuidardelasaluddelosviejos.
Toranaga tomó mentalmente nota de que debía enviar un mensaje urgente al
superiorrecordándolequedebíaextremarsuscuidadosconlaanciana.Siéstamoría
en el monasterio, las repercusiones serían terribles. Todos los daimíos se darían
cuentadeque,eneljuegodeajedrezporelpoder,habíaempleadocomopeónauna
ancianaindefensa,madredesuenemigo,ynohabíasabidovelarporella.Tomarun
rehénerasiempreunajugadapeligrosa.
Ishidosehabíavueltocasiciegodefuroralenterarsedequesuveneradamadre
estaba en la plaza fuerte de Toranaga en Nagoya. Habían rodado cabezas.
Inmediatamente, Ishido había trazado planes para la destrucción de Toranaga y
tomado la solemne resolución de sitiar Nagoya y eliminar el daimío Kazamaki —a
cuyo cargo estaba ostensiblemente ella— en cuanto se rompiesen las hostilidades.
Porúltimo,habíaenviadounmensajeparticularalsuperiordelmonasterio,através
deintermediarios,haciéndolesaberquesiellanosalíasanaysalvadeallíantesde
veinticuatrohoras,Naga,únicohijodeToranagaqueestabaasualcance,ytodaslas
mujeresdeésteaquienespudieseapresarsedespertaríanenelpueblodelosleprosos.
IshidosabíaquemientrassumadreestuvieseenpoderdeToranagateníaqueactuar
con cautela. Pero había dejado bien claro que si no la soltaban prendería fuego al
Imperio.
—¿Cómoestátuseñoramadre,señorToranaga?—preguntócortésmente.
—Muy bien, gracias —dijo Toranaga dejando traslucir su satisfacción—. Lleva
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perfectamentesussetentaycuatroaños.¡Ojaláestéyotanfuertecomoellacuando
tengasuedad!
«Tienescincuentayocho,Toranaga,peronollegarásaloscincuentaynueve—
seprometióIshidoparasusadentros.»
—Porfavor,transmítelemismejoresdeseosdeunavidasiemprefeliz.Graciasde
nuevo,yperdonaquetehayamolestado.
Seinclinóconexquisitacortesíay,conteniendodifícilmentesuregocijo,añadió:
—¡Ah,sí!Elasuntoimportantequequeríacomunicarteesquesehaaplazadola
últimareuniónoficialdelConsejodeRegencia.Nosecelebraráhoyalponerseelsol.
Toranagaconservólasonrisaensusemblante,perotemblóinteriormente.
—¡Ah!¿Sí?¿Porqué?
—El señor Kiyama está enfermo. El señor Sugiyama y el señor Onoshi han
convenido en el aplazamiento. Y yo también. Unos pocos días carecen de
importancia,tratándosedeasuntosdetantaenjundia,¿nocrees?
—PodemoscelebrarlareuniónsinelseñorKiyama.
—Hemos resuelto no hacerlo —dijo Ishido con un destello provocador en los
ojos.
—¿Oficialmente?
—Aquíestánnuestroscuatrosellos.
Toranagaestabarabioso.Cualquierdemorasuponíaparaélunriesgoinmenso.
—¿Cuándoserálareunión?
—CreoqueelseñorKiyamapuedehaberserepuestomañanaopasadomañana.
—Bien.Enviarémi.médicopersonalavisitarle.
—Estoy seguro de que os lo agradecería. Pero su propio médico ha prohibido
todaslasvisitas.Laenfermedadpodríasercontagiosa,¿neh?
—¿Quéenfermedad?
—Nolosé,miseñor.Digoloquemehandicho.
—¿Esbárbaroelmédico?
—Sí. Tengo entendido que es el mejor médico de los cristianos. Un médicosacerdotecristiano,paraundaimíocristiano.Losnuestrosnosonlobastantebuenos
para…undaimíotanimportante—dijoIshido,riendoentredientes.
La inquietud de Toranaga fue en aumento. Si el médico hubiese sido japonés,
habría podido hacer muchas cosas. Pero, con un médico cristiano —sin duda un
sacerdotejesuíta—,bueno…Nopodíaircontraél,nisiquieraentrometerseenloque
hacía,sincorrerelriesgodeenemistarsecontodoslosdaimíoscristianos,riesgoque
no podía permitirse. Sabía que su amistad con Tsukku-san no le serviría de nada
contra los daimíos cristianos Onoshi o Kiyama. Los cristianos tenían interés en
presentar un frente unido. Pronto tendría que acercarse a ellos, a los sacerdotes
bárbaros,parallegaraunarreglo,parafijarelpreciodesucolaboración.«SiIshido
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tienerealmenteaOnoshiyaKiyamaconél,ydadoquetodoslosdaimíoscristianos
seguiríanaestosdossiactuasenconjuntamente,estoyaislado—pensó—.Yelúnico
caminoquemequedaesCieloCarmesí.»
—VisitaréalseñorKiyamapasadomañana—dijofijandoelplazo.
—Pero, ¿y el contagio? Si te ocurriese algo mientras estás en Osaka, mi señor,
nuncameloperdonaría.Eresnuestroinvitado,estásamicuidado.Deboinsistiren
quenolohagas.
—Descuida, mi señor Ishido, ningún contagio puede conmigo. Olvidas la
prediccióndelastrólogo.
Seis años antes, el Taiko había recibido una embajada china que trataba de
arreglarlaguerrachino-coreana-japonesa,delaqueformabaparteunastrólogo.Este
habíaprofetizadomuchascosasquedespuéshabíanresultadoverdad.Yestemismo
astrólogo había predicho que Toranaga moriría por el sable en su edad madura.
Ishido, el famoso conquistador de Corea, moriría de viejo, firme sobre sus pies y
siendoelhombremásfamosodesuépoca.YencuantoalTaiko,moriríaenlacama,
respetado,venerado,aunaedadprovectaydejandounhijofuerteysanoparaasumir
susucesión.
—No, señor Toranaga, no la he olvidado —dijo Ishido, que la recordaba muy
bien—.Peroelcontagiopuedesermuymolesto.Podríascontraerlaviruela,comotu
hijoNoboru,olalepra,comoelseñorOnoshi.Todavíaesjoven,perosufre.¡Oh,sí!
Sufre.
Toranaga se quedó momentáneamente desconcertado. Conocía demasiado bien
los estragos de ambas enfermedades. Noboru, el mayor de sus hijos vivos, había
contraídolaviruelachinacuandoteníasieteaños—ahorahacíadiez—,ytodoslos
médicos, japoneses, chinos, coreanos y cristianos habían fracasado ante una
enfermedadquelohabíadesfiguradocompletamente,perosinmatarlo.
—PorelseñorBuda,quenoquisieracontraerningunadelasdosniningunaotra
—dijo.
—Lo creo —dijo Ishido, que se inclinó de nuevo y salió. Toranaga rompió el
silencio.
—¿Ybien?
—Lo mismo da que te quedes o que te marches —dijo Hiro-matsu—. Será un
desastre, porque te han traicionado y te han aislado, señor. Si te quedas para la
reunión,quenosecelebraráenunasemana,Ishidomovilizarásuslegionesalrededor
de Osaka y no podrás escapar sin que importe lo que le ocurra a dama Oshiba en
Yedo, pues está claro que Ishido está dispuesto a ponerla en peligro con tal de
pillarte.Esevidentequetehantraicionadoyqueloscuatroregentessepronunciarán
contra ti. Y si te marchas, dictarán también todas las órdenes que quiera Ishido. Y
tendrásquesometerteaunvotodecuatrocontrauno.Jurastehacerlo.Ynopuedes
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renegardetupalabradehonorcomoregente.
—Losé.
Hiro-matsuesperó,concrecienteansiedad.
—¿Quévasahacer?
—Antetodo,voyadarmeunbaño—dijoToranagaconsorprendentejovialidad
—.Despuésveréaesebárbaro.
La mujer cruzó sin hacer ruido el jardín privado de Toranaga en el castillo, en
dirección a la pequeña choza cubierta de ramaje y lindamente instalada en un
bosquecillo de meples. Su quimono de seda y su obi eran de lo más sencillo y, sin
embargo, los más famosos artesanos de China no habrían podido hacerlos más
elegantes.LlevabaelcabelloalaúltimamodadeKioto,peinadohaciaarribaysujeto
con largos alfileres de plata. Una sombrilla de colores protegía su blanca piel. Era
menuda—nomásdecincopies—peroperfectamenteproporcionada.Alrededordel
cuello, llevaba una fina cadena de oro y, colgando de ésta, un pequeño crucifijo
tambiéndeoro.
Kiri esperaba en la galería de la choza, sentada pesadamente a la sombra y
reposandosusnalgassobreelcojín.
—Estásmáshermosaquenunca,másjovenquenunca,TodaMariko-san—dijo
Kiri,sinenvidia,devolviéndolesusaludo.
—¡Ojalá fuese verdad, Kiritsubo-san! —respondió Mariko sonriendo y
arrodillándosesobreunalmohadón.
—Lo es. ¿Cuándo nos vimos por última vez? ¿Hace dos años? ¿Tres? No has
cambiadonadaenveinteaños.Puesdebehacercasiveinteañosquenosconocimos.
¿Te acuerdas? Fue en una fiesta que dio el señor Goroda. Tú tenías catorce años y
acababasdecasarte.
—Yestabaasustada.
—No.Noloestabas.
—Hacedieciséisaños,Kiritsubo-san,noveinte.Sí,lorecuerdomuybien.
«Demasiadobien—pensó,afligida—.Fueeldíaenquemihermanomedijoal
oído que creía que nuestro venerado padre iba a vengarse de su señor feudal, el
dictador Goroda. Iba a asesinarlo. Y yo no avisé a mi esposo o a Hiro-matsu, su
padre,ambosfielesvasallosdelDictador,dequeunodesusmásgrandesgenerales
estabatramandounatraición.Faltéamideberconmiseñor,conmimaridoyconsu
familiaque,debidoalmatrimonio,esmiúnicafamilia.Guardésilencioparaproteger
amiamadopadre,quemancillómilañosdehonor.¡Oh,Diosmío!¡Oh,señorJesús
deNazaret,salvaaestapecadoradelacondenacióneterna…!»
—Hacedieciséisaños—dijoserenamenteMariko.
—Aquelaño,yoestabaencintadelseñorToranaga—dijoKiri.
Y pensó: «Si el señor Goroda no hubiese sido vilmente traicionado y asesinado
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por tu padre, mi señor Toranaga no habría tenido que luchar en la batalla de
Nagakudéyyonomehabríaenfriadoynohabríaperdidoamihijo.Talvezfuesólo
mikarma.»
—¡Ah,Mariko-san!—exclamó,sinmalicia—.¿Porquénopuedotenertufigura
y tus hermosos cabellos y andar con tanta distinción? —Kiri se echó a reír.—La
respuestaessencilla:porquecomodemasiado.
—¿Quéimportaesto?TúgozasdelfavordelseñorToranaga,¿neh?Eresfeliz.
—¿Acasotúnoloeres?
—YonosoymásqueuninstrumentodemiseñorBuntaro.Simimaridoesfeliz,
yosoyfeliz.Suplaceresmiplacer.Mepasalomismoqueati—dijoMariko.
—Sí.Peronoeslomismo.
Kiriseabanicóypensó:«Mealegrodenoserigualquetú,Mariko,contodatu
bellezaytuvalorytusconocimientos.¡No!Nopodríaestarcasadaunsolodíacon
esehombreodioso,feo,orgullosoyviolento.Tandistintodesupadre,elseñorHiromatsu…¿Cómohaspodidosoportartutragedia?Pareceimposiblequenoseperciba
unasolasombradeellaentucaranientualma.»
—Eresunamujeradmirable,TodaBuntaroMariko-san.
—Gracias,KiritsuboToshiko-san.¡Cuántomealegrodeverte,Kiri-san!
—Yyodeverteati.¿Cómoestátuhijo?
—Estupendo,estupendo,estupendo.Sarujitieneahoraquinceaños,¿teimaginas?
AltoyfuertecomosupadreyelseñorHiro-matsuhadadoaSarujiunfeudopropio,
yahora…¿sabesquevaacasarse?
—No.¿Conquién?
—Ella es nieta del señor Kiyama. El señor Toranaga lo dispuso perfectamente.
Unabodamagníficaparanuestrafamilia.Sóloquisieraquelachicafuesemás…más
atentaconmihijo,mássolícita.—Marikorió,conciertatimidez.—Bueno,parezco
unasuegracomotodas.Perocreoqueconvendrásconmigoenquetieneaúnmuchas
cosasqueaprender.
—Tendrástiempodeenseñarla.
—Así lo espero. —Las manos de Mariko reposaban quietas en su falda.—Mi
maridomehahechoveniraquí.¿QuierevermeelseñorToranaga?
—Sí.Quierequelehagasdeintérprete.
—¿Conquién?—preguntóMariko,sorprendida.
—Conelnuevobárbaro.
—¡Oh!¿YelpadreTsukku-san?¿Estáenfermo?
—No —dijo Kiri jugando con su abanico—. Supongo que sólo podemos hacer
conjeturas sobre por qué quiere el señor Toranaga que vengas tú, en vez del
sacerdote. Pero yo diría que debe tratarse de un asunto muy privado. En tal caso,
tendrásquejurarportuDioscristianonodivulgarnadaacercadeestareunión.No
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decirnadaanadie.
—Desdeluego—dijoMariko,intranquila.
ComprendíaclaramentequeloqueKirihabíaqueridodecireraquenodebíadecir
nadaasumaridoniasupadre,niasuconfesor.Comoerasumaridoquienlehabía
ordenadovenir,sindudaarequerimientodelseñorToranaga,sudeberparaconéste
era superior al que le ligaba a su marido. Por consiguiente, podía no darle
información. Pero, ¿y a su confesor? ¿Podía no decirle nada? ¿Y por qué había de
hacerelladeintérprete,envezdelpadreTsukku-san?Sabíaqueunavezmásycontra
suvoluntadseveíametidaenlaclasedeintrigapolíticaquehabíadestrozadosuvida
y lamentó de nuevo que su familia fuese antigua y derivada de los Fujimoto y que
ellahubiesenacidoconeldondelaslenguasquelehabíapermitidoaprenderelcasi
incomprensibleportuguésyellatín,einclusolamentóhabernacido.«Peroentonces
—pensó—no habría visto a mi hijo, ni habría sabido nada de Cristo Niño ni de Su
Verdad,nidelaVidaEterna.»
—Muy bien, Kiri-san —dijo con temor—. Juro por el señor mi Dios que no
divulgarénadadeloquesedigahoyaquí,ninadadeloqueinterpreteencualquier
momentoparamiseñor.
—Tambiénsupongoquedebesprescindirdetuspropiossentimientosytraducir
exactamente lo que se diga. Este nuevo bárbaro es muy extraño y dice cosas muy
particulares. Estoy segura de que mi señor te ha elegido entre todos por razones
especiales.
—EstoyaquíparacumplirlosdeseosdelseñorToranaga.Nodebetemerpormi
lealtad.
—Nadielahapuestonuncaenduda,señora.Nohequeridoofenderte.
Unalluviadeprimaverasalpicólospétalosyelmusgoylashojas,ycesópoco
despuésdejándolotodomásbellodespuésdesupaso.
—Quisierapedirteunfavor,Mariko-san.¿Quieresponertucrucifijodebajodetu
quimono?
LosdedosdeMarikoasieronelcrucifijoenademándefensivo.
—¿Por qué? Mi señor Toranaga jamás se opuso a mi conversión y tampoco el
señor Hiro-matsu, jefe de mi clan. En cuanto a mi esposo, me permite tenerlo y
llevarlo.
—Sí. Pero los crucifijos enloquecen a ese bárbaro, y mi señor Toranaga quiere
queestétranquilo.
Blackthornenohabíavistonuncaunamujertanmenuda.
—Konnichiwa—dijo—.Konnichi,Toranaga-sama.
Se inclinó como un cortesano y saludó al niño que estaba arrodillado junto a
Toranaga,conlosojosmuyabiertos,yalamujergordaqueestabadetrásdeéste.Se
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hallabantodosenlagaleríaquecircundabalapequeñachoza.Estasecomponíade
unasolaypequeñahabitaciónyunacocinaenelfondo.Estabamontadasobreunas
pilastrasdemaderadeunpiedealtura,sobreunaalfombradepurayblancaarena.
Eraunacasadetéceremonialparaelritodelcha-no-yu,construidaparaestesolofin
conmaterialescarosyraros,aunque,aveces,debidoasuaislamiento,eratambién
empleadaparacitasyconversacionesprivadas.
Blackthorneseciñóelquimonoysesentóenelalmohadónquehabíancolocado
sobrelaarena,delantedeellosyanivelmásbajo.
—Gomennasai,Toranaga-sama,nihongogahanase-masen.¿Tsu-yakugoimasu
ka?
—Yo soy tu intérprete, señor —dijo Mariko en un portugués casi perfecto—.
Pero,¿hablasjaponés?
—No, señorita, sólo unas pocas palabras o frases —respondió Blackthorne,
sorprendido.
Había esperado que el padre Alvito fuese el intérprete y que Toranaga hubiese
estadoacompañadodealgunossamuraisytalvezdeldaimíoYabú.Peroallínohabía
ningúnsamurai,aunquemuchosestabanapostadosalrededordeljardín.
—MiseñorToranagapreguntadónde…Perotalvezdeberíapreguntarteprimero
siprefiereshablarenlatín.
—Loquetúprefieras,señorita.
«¿Quiénseráesamujer?—pensó—.¿Dóndeaprendióunportuguéstanperfecto?
¿Yellatín?Sindudadelosjesuitas.Enunadesusescuelas.»
—Entonces, hablaremos portugués —dijo ella—.Mi señor desea saber dónde
aprendistetus«pocaspalabrasyfrases».
—Había un monje en la prisión, señorita, un monje franciscano que me enseñó
palabrastalescomo«comida,amigo,baño,ir,venir,verdadero,falso,aquí,allí,yo,
tú, por favor, gracias, quiero, no quiero, prisionero, sí, no», etcétera.
Desgraciadamente, sólo cosas rudimentarias. Ten la bondad de decirle al señor
Toranaga que ahora podré responder mejor a sus preguntas, que procuraré
complacerleyqueledoylasgraciasporhabermesacadodelaprisión.
Sabíaqueteníaquehablarconsencillez,confrasescortasyconmuchocuidado,
porque,adiferenciadelsacerdote,estamujeresperabaquehubieseterminadoydaba
después una sinopsis o una versión de lo que había dicho. El baño, el masaje, la
comida y dos horas de sueño, le habían refrescado de un modo extraordinario. Las
servidoras del baño, mujeres hábiles y vigorosas, le habían restregado y lavado el
cabellotrenzándoloenunabonitacoletayelbarberolehabíarecortadolabarba.Le
habían dado un taparrabo limpio, un quimono y un cinto, un tabi y unas sandalias
paralospies.
HabíaesperadoconimpacienciaquelollevaranotravezapresenciadeToranaga
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planeando lo que le diría y le revelaría y la manera de burlar al padre Alvito y de
ganarascendientesobreél.YsobreToranaga.Puesahorasabía,porloquelehabía
dicho el padre Domingo sobre los japoneses, los portugueses, la política y el
comercio,quepodíaayudaraToranagayqueéstepodíarecompensarleasuvezcon
lasriquezasquedeseaba.
Yahora,alnotenerquelucharconelcura,sesentíaaúnmásconfiado.
Toranagaescuchabaatentamentealamuñeca-intérprete.
«¿Estarácasada?—pensóBlackthorne—.Nollevaanillodeboda.Esinteresante.
No lleva joyas de ninguna clase, excepto los alfileres de plata en el cabello. Y
tampocolasllevalaotramujer,lagorda.»
Rebuscóensumemoria.Aquellasdosmujeresdelaaldeatampocollevabanjoyas
ytampocolasdelacasadeMura.¿Porqué?
¿Yquiéneralagorda?¿LaesposadeToranaga?¿Olaniñeradelchico?¿Sería
ésteelhijodeToranaga?¿Onietosuyo?
El chico era bajito, pero estirado. Tenía los ojos redondos y el cabello negro,
atadoenunacoletayllevabalacabezasinafeitar.Dabamuestrasdeunacuriosidad
enorme.
Sinpensarlo,Blackthorneleguiñóunojo.Elchicodiounsalto,seechóareíre
interrumpió a Mariko, y señaló y habló, y todos le escucharon con indulgencia y
nadielemandócallar.Cuandohuboterminado,Toranagadirigióunasbrevespalabras
aBlackthorne.
—ElseñorToranagapreguntaporquéhashechoesto,señor.
—¡Oh!,sóloparadivertiralpequeño.Esunniñocomolosdemásylosniñosde
mi país suelen reírse cuando se les hace esto. Mi hijo debe ser de su misma edad.
Ahoratienesieteaños.
—ElHerederotienesiete—dijoMarikotrasunapausa,ydespuéstradujoloque
élhabíadicho.
—¿ElHeredero?¿Quiereestodecirqueesemuchachoeselúnicohijodelseñor
Toranaga?
—El señor Toranaga me pide que te diga que hagas el favor de limitarte a
contestar sus preguntas, por ahora. —Después añadió: —Estoy segura de que, si
tienes paciencia, piloto-capitán Blackthorne, podrás preguntar más tarde lo que
desees.
—Muybien.
—Comotunombreesmuydifícildepronunciar,porquenotenemoslossonidos
adecuados para ello, ¿puedo emplear, en interés del señor Toranaga, tu nombre
japonésdeAnjín-san?
—Desdeluego.
—Gracias.Miseñorpreguntasitienesotroshijos.
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—Una hija. Nació poco antes de salir yo de Inglaterra. Por consiguiente, ahora
tienedosaños.
—¿Tienesunaomuchasmujeres?
—Una.Esnuestracostumbre.Comolosportuguesesylosespañoles.Nosotrosno
tenemosconsortesoficiales.
—¿Eséstatuprimeraesposa,señor?
—Sí.
—Porfavor,¿cuántosañostienes?
—Treintayseis.
—¿DóndevivesenInglaterra?
—EnlasafuerasdeChathan.EsunpequeñopuertocercadeLondres.
—¿Londresesvuestracapital?
—Sí.
—Élpreguntaquéidiomashablas.
—Inglés,portugués,español,holandésy,naturalmente,latín.
—¿Quéeselholandés?
—Una lengua que se habla en Europa, en los Países Bajos. Muy parecida al
alemán.
Ellafruncióelceño.
—¿Eselholandésunalenguapagana?¿Yelalemán?
—Ambossonpaísesnocatólicos—dijoél,cautelosamente.
—Perdón,¿noesestolomismoqueserpagano?
—No, señorita. El cristianismo se divide en dos religiones muy distintas:
catolicismo y protestantismo. La secta del Japón es católica. Ahora, hay mucha
hostilidadentreambassectas.
NotóqueToranagaseimpacientaba.
«Tencuidado—sedijo—.Sindudaellaescatólica.»
—Tal vez el señor Toranaga no quiere hablar de religión, señorita —repuso en
vozalta—,puesyatratamosunpocodeestoennuestroprimerencuentro.
—¿Erescristianoprotestante?
—Sí.
—Yloscristianoscatólicos,¿sonenemigostuyos?
—Lamayoríameconsideraríanherejeyenemigosuyo.
Habíamuchosguardiasalrededordeljardín.Todossemanteníanmuyapartadosy
eranPardos.Entonces,BlackthorneadvirtióquehabíadiezGrises,sentadosengrupo
aparte,alasombra,ymirandoalchico.
«¿Quésignificaesto?»sepreguntó.
—Miseñordeseasaberdetiydetufamilia—dijoMariko—.Detupaís,detu
reina y de los anteriores gobernantes, de sus hábitos, de sus costumbres y de su
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historia. Y también de otros países, como España y Portugal. Quiere saberlo todo
sobreelmundoenquevives.Sobrevuestrosbarcos,armas,comestibles,comercio…
Cómosonvuestrasguerrasycómogobernáislosbarcos,cómogobernastetúeltuyo
yquéteocurrióduranteelviaje…Sí,miseñordeseasaberlaverdadacercadetodo.
—Selodirégustoso.Perorequerirábastantetiempo.
—Miseñordicequetienetiempodesobra.Apropósito,yosoylaseñoraMariko
Buntaro,noseñorita.
—Sí,señora—BlackthornemiróaToranaga—.¿Pordóndequierequeempiece?
EllaselopreguntóyunadébilsonrisacruzóporelsemblantedeToranaga.
—Dicequeempiecesporelprincipio.
Blackthornesabíaqueestoeraotraprueba.Entretantasposibilidades,¿pordónde
debía empezar? ¿Y a quién debía dirigirse? ¿A Toranaga, al chico o a la mujer?
Evidentemente, si sólo hubiese habido hombres presentes, a Toranaga. Pero, ¿y
ahora? ¿Por qué estaban aquí las mujeres y el chico? Esto debía tener una
significación.
—Pues, bien… —Entonces tuvo un destello de inspiración.—Tal vez sería lo
mejor que dibujase un mapa del mundo, señora, tal como lo conocemos —dijo
atropelladamente—.¿Quéosparece?
EllalotradujoyBlackthornevioundestellodeinterésenlosojosdeToranaga,
peronoenlosdelniñonidelamujer.¿Cómointeresarlestambién?
—Miseñordicequesí.Enviaréabuscarpapel.
—Gracias. Pero de momento no hará falta. Después, si me das materiales de
escribir,podrétrazarunmapamásexacto.
Blackthorneselevantódesualmohadónysearrodillóenelsuelo.Coneldedo
índice, empezó a trazar un tosco mapa sobre la arena, invertido para que ellos
pudiesenverlomejor.
—La Tierra es redonda como una naranja, pero este mapa es como su piel,
cortado en óvalos, de norte a sur, aplanada y estirada un poco por las puntas. Un
holandésllamadoMercatorinventólamaneradehacerestoexactamente,haceveinte
años.Eselprimermapabienhechodelmundo.Inclusopodemosnavegarconesto,o
consusglobosterráqueos—habíaesbozadoaudazmenteloscontinentes—.Estoesel
NorteyestoelSur,elEsteyelOeste.ElJapónestáaquí.Mipaísestáallá,alotro
ladodelmundo.Todoesoesdesconocidoeinexplorado…
EliminóconlamanotodaNorteamérica,alnortedeunalíneaqueibadeMéxico
hasta Terranova, toda la América del Sur, a excepción del Perú y de una estrecha
franjadecostaalrededordelcontinente,ydespuéstodolosituadoalnorteyalestede
NoruegayalestedeMoscovia,todaAsia,todaslastierrasinterioresdeÁfrica,todo
loquehabíaalsurdeJava,ylapuntadeAméricadelSur.
—Conocemoslaslíneascosteras,peropocomás.LosinterioresdeÁfrica,delas
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AméricasydeAsia,soncasiotrostantosmisterios.
Hizo una pausa para que lo captasen bien. Mariko traducía ahora con más
facilidad,yéladvirtióquecrecíaelinterésdetodos.Elchicosemovióyseacercóun
poco.
—ElHerederodeseasaberdóndeestamosnosotrosenelmapa.
—Aquí. Esto es Catay, China, según creo. No sé a qué distancia estamos de la
costa.Yotardédosañosenirdesdeaquíhastaaquí.
Toranagaylamujergordaseestiraronparavermejor.
—ElHerederopreguntaporquésomostanpequeñosentumapa.
—Sóloescuestióndeescala,señora.Enestecontinente,haycasimilleguas,de
tresmillascadauna,desdeTerranova,aquí,hastaMéxico,aquí.Desdeellugardonde
estamoshastaYedo,hayunascienleguas.
Hubounsilencioydespuésunaconversaciónentreellos.
—ElseñorToranagadeseasabersobreelmapacómollegastealJapón.
—Porestaruta.Estoeselpaso,oelestrechodeMagallanes,aquí,enlapuntade
América del Sur. Se llama así por el nombre del navegante portugués que lo
descubrió hace ochenta años. Desde entonces, los portugueses y los españoles han
mantenido en secreto esta ruta, para su empleo exclusivo. Nosotros fuimos los
primeros extranjeros en cruzar el paso. Yo tenía uno de sus libros de ruta secretos,
una especie de mapa, pero, incluso así, tuvimos que esperar seis meses para pasar,
pueslosvientosnoserancontrarios.
Ella tradujo sus palabras. Toranaga levantó la cabeza dando muestras de
incredulidad.
—Mi señor dice que estás equivocado. Todos los bar…, todos los portugueses
vienendelSur.Essuruta,laúnicaruta.
—Sí.Esverdadquelosportuguesesprefierenestecamino,nosotroslollamamos
cabo de Buena Esperanza, porque tienen docenas de fuertes a lo largo de aquellas
costas, de África, la India y las Islas de las Especias, donde pueden abastecerse e
invernar.Ysusgaleonesdeguerrapatrullanporaquellosmaresylosmonopolizan.
En cambio, los españoles emplean el paso de Magallanes para ir a sus colonias
americanasdelPacíficoyalasFilipinas,obiencruzanelestrechoistmodePanamá
portierraparaahorrarsemesesdeviaje.Paranosotroseramásseguroseguirlaruta
delestrechodeMagallanes,puesenotrocasohabríamostenidoquedesafiaratodos
los fuertes portugueses enemigos. Por favor, dile al señor Toranaga que ahora
conozcolasituacióndemuchosdeellos.Ydirédepasoque,enlamayoríadeellos,
haysoldadosjaponeses.Elfrailequemediolainformaciónenlaprisióneraespañol
yhostilalosportuguesesytambiénalosjesuítas.
Blackthorne vio una reacción inmediata en la cara de ella y en la de Toranaga
cuandohubotraducidosuspalabras.
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—¿Soldadosjaponeses?¿Quieresdecirsamurais?
—Supongoquemásbiensonronín.
—Hablastedeunacarta«secreta».Miseñordeseasabercómolaobtuviste.
—UnhombrellamadoPieterSuyderhof,deHolanda,erasecretarioparticulardel
PrimadodeGoa.Esteeseltítulodesumosacerdotecatólico,yGoaeslacapitaldela
Indiaportuguesa.Sabréis,desdeluego,quelosportuguesestratandeapoderarsede
aquelcontinenteporlafuerza.Comosecretarioparticulardeestearzobispo,queera
también virrey portugués a la sazón, pasaban toda clase de documentos por sus
manos.Despuésdemuchosaños,obtuvoalgunosdesuslibrosderutaocartasylas
copió. En ellos figuraban los secretos para cruzar el paso de Magallanes y también
paradoblarelcabodeBuenaEsperanza,asícomolosbajíosyarrecifesdesdeGoa
hastaelJapón,víaMacao.MilibroderutaeraeldelestrechodeMagallanes.Estaba
entrelospapelesqueperdíconmibarco.Sonvitalesparamíypodríantenerunvalor
inmensoparaelseñorToranaga.
—Miseñordicequehadadoordendebuscarlos.Continúa,porfavor.
—Cuando Suyderhof regresó a Holanda, los vendió a la «Compañía de
Mercaderes de la India Oriental», que tenía el monopolio de la exploración en el
LejanoOriente.
Ellalomirabafríamente.
—¿Eraunespíapagadoesehombre?
—Lepagaronsusmapas,sí.
—Miseñorpreguntaporquéesearzobispoempleabaaunenemigo.
—Según contó Pieter Suyderhof, a ese arzobispo, que era jesuita, sólo le
interesaba el comercio. Suyderhof dobló sus ingresos y por esto era su «niño
mimado».Eraunmercadersumamentelisto(losholandesessuelensermejoresque
los portugueses en esto) y por ello no comprobaron muy a fondo sus credenciales.
Además, muchos hombres de ojos azules y cabellos rubios, alemanes o de otros
paísesdeEuropa,soncatólicos.
Blackthorne esperó que ella hubiese traducido esto y después añadió
cautelosamente:
—ErajefedelosespíasdeHolandaenAsiaycolocóalgunosdesushombresen
barcos portugueses. Por favor, dile al señor Toranaga que sin el comercio con el
JapónlaIndiaportuguesanoviviríamuchotiempo.
ToranagamantuvolosojosfijosenelmapamientrasMarikohablaba.Nomostró
ningunareacciónaloquedecíaella.Blackthornesepreguntósilohabríatraducido
todo.
—Miseñorquisieraunmapadetalladodelmundosobrepapelyloantesposible,
contodaslasbasesportuguesasmarcadasenélyconelnúmeroderoníndecadauna.
Dicequetengaslabondaddeproseguir.
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Blackthornecomprendióquehabíadadounpasogigantesco.Peroelniñobostezó
yenvistadeellodecidiócambiarderumbo,peroendirecciónalmismopuerto.
—Nuestromundonoessiemprecomoparece.Porejemplo,alsurdeestalínea,a
laquellamamosecuador,lasestacionesestáninvertidas.Cuandoaquíesverano,allí
esinvierno,ycuandoaquíhacecalor,allísehielandefrío.
—¿Cómoeseso?
—Nolosé,peroesverdad.Bueno,larutahaciaelJapónpasaporunodeesosdos
estrechosmeridionales.LosinglesesestamosbuscandounarutaporelNorte,yasea
haciaelNordeste,porencimadelasSiberias,ohaciaelNoroeste,porencimadelas
Américas. Yo he llegado hasta aquí. Todo el suelo es perpetuamente de nieve y de
hieloyhacetantofríoquesinosellevasenguantesdepiellosdedossehelaríanen
unosmomentos.Lasgentesquevivenallísellamanlapones.Vanvestidosdepieles.
Loshombrescazanylasmujereshacentodoeltrabajo.
—¿Sorewahontodesuka?—preguntóToranagaconimpaciencia.(¿Quéhayde
verdadenesto?)
—Yovivíconelloscasiunaño.Nosatraparonloshielosytuvimosqueesperaral
deshielo.Sealimentandepescado,defocas,yavecesdeosospolaresydeballenas,
ycomenlacarnecruda.Sumayorgolosinaeslagrasacrudadeballena.
—¡Oh,vamos,Anjín-san!
—Esverdad.Yvivenencasitasredondashechasenteramentedenieve,ynunca
sebañan.
—¡Cómo!¿Nunca?—exclamóella.
Él movió la cabeza y resolvió no decirle que el baño era raro en Inglaterra,
inclusomásraroqueenPortugalyenEspañaqueeranpaísescálidos.
EllatradujoyToranagasacudiólacabezaconincredulidad.
—Miseñordicequeestoesunagranexageración.Nadiepuedevivirsinbañarse.
Nisiquieralossalvajes.
—Esverdad:honto—dijoélserenamenteylevantandolamano—.Lojuropor
JesúsdeNazaretypormialma.
Ellaloobservóensilencio.
—¿Todo?
—Sí. El señor Toranaga quería la verdad. ¿Por qué había de mentirle? Mi vida
estáensusmanos.Esfácilprobarlaverdad…Perono,seríadifícilprobarloquehe
dicho porque tendríais que ir allí a verlo con vuestros ojos. Desde luego, los
portuguesesylosespañoles,quesonmisenemigos,nomeapoyarían.Peroelseñor
Toranagamepidiólaverdadypuedeestarsegurodequeseladigo.
—El señor Toranaga dice que es increíble que un ser humano pueda vivir sin
bañarse.
—Algunasdevuestrascostumbressontambiéndifícilesdecreer.Peroesverdad
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que en el poco tiempo que llevo en vuestro país me he bañado más veces que en
muchosañosanteriores.Yconfiesofrancamentequemehasentadobien.
—¿Quépiensasdeél,Mariko-san?—preguntóToranaga.
—Estoy convencida de que dice la verdad o de que cree decirla. Al parecer,
podría serte muy valioso, mi señor. ¡Tenemos tan pocos conocimientos del mundo
exterior!¿Teinteresaesto?Yonolosé.Peroescasicomosihubiesebajadodelas
estrellas o subido del fondo del mar. Si es enemigo de los portugueses y de los
españoles,suinformación,enelcasodequeseaverídica,talvezpodríaservitalpara
tusintereses,¿neh?
—Soydelamismaopinión—dijoKiri.
—¿Ytúquéopinas,Yaemón-sama?
—¿Yo,tío?¡Oh!Creoqueesfeoynomegustansuscabellosdeoroysusojosde
gato,ynisiquieraparecehumano—dijoelniñodeuntirón—.Mealegrodenohaber
nacidobárbarocomoél,sinosamuraicomomipadre.¿Podemosnadarotrorato?
—Mañana, Yaemón —dijo Toranaga lamentando no poder hablar directamente
conelmarino.
Mientras hablaban entre ellos, Blackthorne decidió que había llegado el
momento.Entonces,Marikosevolviódenuevoaél.
—MiseñorpreguntaporquéestuvisteenelNorte.
—Eracapitándeunbarco.BuscábamosunpasoenelNordeste,señora.Séque
muchas cosas que puedo deciros os parecerán risibles —empezó—. Por ejemplo,
hace setenta años, los reyes de España y de Portugal firmaron un tratado solemne
repartiéndose la propiedad del Nuevo Mundo, del mundo por descubrir. Como
vuestro país cae dentro de la mitad portuguesa, pertenece oficialmente a Portugal,
señorToranaga.Tú,todoslostuyos,estecastilloytodolodemásfuedadoaPortugal.
—Porfavor,Anjín-san.Perdóname,peroesridículo.
—Convengoenquesuarroganciaesincreíble.Peroesverdad.
Toranagaseechóareír,burlonamente.
—Mi señor Toranaga dice que igual podrían repartirse el cielo entre él y el
EmperadordeChina,¿neh?
—Por favor, dile al señor Toranaga que no es lo mismo —dijo Blackthorne,
consciente de que pisaba un terreno peligroso—. Esto está escrito en documentos
legales que otorgan a cada rey el derecho a reclamar como propio todo país no
católicodescubiertoporsussúbditos—trazóunarayaconeldedosobreelmapa,que
cortabaelBrasildeNorteaSur—.Todoloqueestáalestedeestalíneapertenecea
Portugal,ytodoloqueestáaloeste,aEspaña.PedroCabraldescubrióelBrasilen
1500y,porconsiguiente,PortugalposeeahoraelBrasil,sehaenriquecidoconeloro
ylaplataextraídadesusminasyhasaqueadolostemplosindígenas.Todoelrestode
AméricadescubiertohastaahoraesdeEspaña:México,Perú,casitodoelcontinente
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del Sur. Exterminaron las naciones incas. Ahora, España es la nación más rica del
mundo gracias al oro y la plata que los conquistadores robaron a los incas y a los
mejicanosyqueenviaronasupaís.
Mariko estaba ahora muy seria. Había captado en seguida el significado de la
leccióndeBlackthorne.YtambiénlohabíacaptadoToranaga.
—Mi señor dice que esta conversación es vana. ¿Cómo pueden arrogarse tales
derechos?
—No lo hicieron —dijo gravemente Blackthorne—. Se los otorgó el Papa a
cambiodedifundirlapalabradeDios.
—Nolocreo—exclamóella.
—Porfavor,traduceloquehedicho,señora.Eshonto.
Ellaobedecióyhablólargamente,visiblementeturbada.Después:
—Miseñor…miseñordicequeestás…queestástratandodeempozoñarlecontra
tusenemigos.Dilaverdad.Portupropiavida,señor.
—ElpapaAlejandroVItrazólaprimeralíneadedemarcaciónen1493.En1506,
el papa Julio II aprobó algunos cambios en el Tratado de Tordesillas firmado por
España y Portugal en 1494 y alteró un poco la línea. Y el papa Clemente VII
sancionóelTratadodeZaragozade1529,quetrazabaunalíneaaquí—trazósobrela
arenaunalíneadelongitudquepasabaporlapuntameridionaldelJapón—.Estodio
a Portugal un derecho exclusivo sobre tu país, sobre todos estos países, desde el
JapónaChinahastaÁfrica,acambiodedifundirelcatolicismo.
Mariko, haciendo un esfuerzo, repitió lo que había dicho él. Después, volvió a
escucharaBlackthorne,detestandotodoloqueoía.
—Dice el capitán, señor —tradujo—, que en… en los días en que se tomaron
estas decisiones por Su Santidad el Papa, todo su mundo, incluso el país de Anjínsan, era cristiano católico. Todavía no… no se había producido el cisma. Por
consiguiente, estas decisiones papales obligarían a todas las naciones. Pero añade
que, aunque se dio a los portugueses el derecho a explotar en exclusiva el Japón,
España y Portugal luchan continuamente por esta propiedad debido a la riqueza de
nuestrocomercioconChina.
—¿Qué opinas, Kiri-san? —preguntó Toranaga, tan impresionado como los
demás,menoselniño,quejugabaconsuabanico.
—Él cree que dice la verdad —respondió Kiri—. Sí, estoy convencida. Pero,
¿cómoprobarla…entodooenparte?
—¿Cómolaprobaríastú,Mariko-san?—preguntóToranaga,másturbadoporla
reaccióndeMarikoqueporloquesehabíadicho,peroalegrándosedehaberlatenido
comointérprete.
—Yo preguntaría al padre Tsukku-san —dijo ella—. Y también enviaría a
alguien,aunvasallodeconfianza,averelmundo.TalvezconAnjín-san.
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—Si el sacerdote no confirma estas declaraciones —dijo Kiri— esto no querrá
decir necesariamente que Anjín-san esté mintiendo, ¿neh? ¿Por qué no enviar a
buscar al más destacado sacerdote cristiano y preguntarle acerca de estos hechos?
Veamosloquedice.Susrostrossoncasisiempreabiertosycarecendetodasutileza.
ToranagaasintióconlacabezaymiróaMariko.
—PorloquesabesdelosbárbarosdelSur,Mariko-san,¿creesquelasórdenesdel
Papaseríanobedecidas?
—Sindudaalguna.
—¿SeríanconsideradassusórdenescomosihablaseelDioscristiano?
—Sí.
—¿Obedeceríansusórdenestodosloscristianoscatólicos?
—Sí.
—¿Inclusonuestroscristianos?
—Yodiríaquesí.
—¿Inclusotú?
—Sí,señor.SifueseunaordendirectadeSuSantidaddirigidapersonalmentea
mí.Loharíaparasalvarmialma.Pero,mientrasestonoseproduzca,sóloobedeceré
amiseñor,aljefedemifamiliayamiesposo.Soyjaponesa,cristiana,sí,pero,ante
todo,soysamurai.
—Entonces, creo que convendría que esa Santidad se mantuviese alejado de
nuestras costas —Toranaga reflexionó un momento. Después, decidió lo que tenía
quehacerconelbárbaroAnjín-san—.Dile…
Pero se interrumpió de pronto. Todas las miradas se dirigieron al camino y a la
ancianaqueseacercaba.Llevabaelhábitoencapuchadodelasmonjasbudistas.La
acompañabancuatroGrises.LosGrisessedetuvieronyellaavanzósola.
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CapítuloXVII
Todos se inclinaron profundamente. Toranaga advirtió que el bárbaro copiaba sus
movimientos.«Elcapitánaprendedeprisa»,pensó,bullendotodavíaensumentelo
queacababadeoír.Queríahacerlemilpreguntas,perolasdejóparamástardeyse
concentróenelpeligroactual.Kiricorrióaofrecersucojínalaanciana,laayudóa
sentarseysearrodillóasulado.
—Gracias,Kiritsubo-san—dijolamujerdevolviendoatodoselsaludo.
Se llamaba Yodoko. Era la viuda del Taiko, y después de la muerte de éste se
habíahechomonjabudista.
—Lamentohabervenidoainterrumpirteysinserinvitada,señorToranaga.
—Nonecesitasinvitación,ysiempreeresbienvenida,Yodoko-sama.
—Gracias,muchasgracias—repusoellamirandoaBlackthorneyentornandolos
párpadosparavermejor—.Detodosmodos,teheinterrumpido.Noveobien…¿Es
unbárbaro?Misojosempeorancadadía.NoesTsukku-san,¿verdad?
—No,eselnuevobárbaro—dijoToranaga.
—¡Oh, él! —exclamó Yodoko mirándolo fijamente—. Por favor, dile que no
puedoverlebien.Deahímidescortesía.
Mariko obedeció. Después, Yodoko se volvió al niño y lo miró fingiendo no
haberlovistoantes.
—¡Oh, hijo mío! Estás aquí. Te estaba buscando. ¡Cuánto me alegro de verte,
Kwampaku!
—Gracias,PrimeraMadre—dijoYaemóncorrespondiendoalareverenciadeella
—.¡Oh!Tendríasquehaberoídoalbárbaro.Noshadibujadounmapadelmundoy
noshacontadocosasmuyrarassobregentesquenosebañannuncayvivenencasas
denieveyllevanpielescomokamimalignos.
Laviejagruñó:
—Creoquecuantomenosvengasporaquímejorserá,hijomío.Nuncahepodido
entenderlos. Huelen que apestan. No sé cómo el señor Taiko, tu padre, podía
aguantarlos. Pero él es un hombre y tú eres un hombre, y los hombres tenéis más
pacienciaqueestainfelizmujer.
—La paciencia es importante para el hombre y vital para el caudillo —dijo
Toranaga—.Yelafándesaberestambiénunabuenacualidad,¿noesciertoYaemónsama?Yelsabervienedeloslugaresmásextraños.
—Sí,tío.¡Oh,sí!—dijoYaemón—.¿Verdadquetienerazón,PrimeraMadre?
—Sí,sí.Deacuerdo.Peromealegrodesermujerydenotenerquepreocuparme
de estas cosas, ¿neh? —Yodoko abrazó al niño que se había sentado a su lado.—
Bueno,hijomío.¿Porquéhevenidoaquí?AbuscaralKwampaku.¿Porqué?Porque
elKwampakullegarátardealacomidayasuleccióndeescritura.
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—¡Odiolasleccionesdeescritura!Prefieronadar.
—Uncaudillotienequeescribirbien—dijoToranaga—,yelKwampaku,mejor
que todos los demás. Si no, ¿cómo podría escribir a Su Alteza Imperial y a los
grandesdaimíos?Uncaudillotienequehacermuchascosasdifíciles.
—Sí, tío. Es muy difícil ser Kwampaku —dijo Yaemón dándose importancia.
Despuéspreguntó—:¿Cuándovendrámadreacasa?
YodokomiróaToranaga.
—Pronto.
—Esperoquemuypronto—dijoToranaga.
SabíaqueYodokohabíasidoenviadaporIshidoabuscaralniño.Toranagahabía
traídoalchicoyalosguardiasdirectamentealjardínparairritarmásasuenemigo.Y
tambiénparamostrarelextrañopilotoalniñoyprivaraIshidodelplacerdehacerlo
él.
—Serresponsabledemihijoesunatareamuypesadaparamí—dijoYodoko—.
SeríabuenacosateneradamaOchibaaquí,enOsaka.Entonces,yopodríaregresaral
templo,¿neh?¿CómoestáellaycómoestádamaGenjiko?
—Lasdosgozandeexcelentesalud—contestóToranaga.
Hacíanueveañosque,enunadesacostumbradamuestradeamistad,elTaikolo
había invitado privadamente a casarse con dama Genjiko, hermana menor de dama
Ochiba,suconsortefavorita.
—Así, nuestras casas estarán unidas para siempre, ¿neh? —le había dicho el
Taiko.
—Sí, señor. Obedeceré, aunque no merezco tanto honor —había respondido
Toranaga,respetuosamente,deseandoestablecerestelazoconelTaiko.
PerosabíaquesibienYodoko,esposadelTaiko,aprobaríasindudaelproyecto,
su consorte Ochiba, que lo odiaba, emplearía su influencia para impedir el
matrimonio.TambiéneramásprudentenoteneralahermanadeOchibaporesposa,
pues esto le daría un poder enorme sobre él. En cambio si se casaba con su hijo
Sudara, Toranaga, como jefe supremo de la familia, dominaría completamente la
situación.HabíanecesitadotodasuhabilidadparaurdirelmatrimonioentreSudaray
Genjiko, pero lo había conseguido y ahora Genjiko tenía un valor enorme para él
comodefensacontraOchiba,porqueéstaadorabaasuhermana.
—Minueranohaempezadoaúnadaraluz,aunqueesperábamosquefueseayer.
Entodocaso,supongoquedamaOchibaladejaráencuantohayapasadoelpeligro.
—Despuésdetresniñas,yaeshoradequeGenjikotedéunnietovarón,¿neh?
Rezaréparaqueseaasí.
—Gracias—dijoToranaga,convencidodesusinceridad,apesardequeélsólo
representabaunpeligroparasucasa.
—HeoídodecirquetudamaSazukoestáencinta.
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—Sí.Soymuyafortunado—dijoToranaga,regocijándosealpensarensuúltima
consorte,ensujuventud,suvigorysuternura.
—Budatehabendecido.
Yodokosintióunpocodeenvidia.LeparecíainjustoqueToranagatuviesecinco
hijosycuatrohijasycinconietas,alosquehabríaqueañadirelhijodeSazukoque
estaba a punto de llegar y tal vez otros muchos más, pues aún era vigoroso y tenía
muchasconsortesensucasa.Encambio,todaslasesperanzasdeellasecentrabanen
esteúniconiñodesieteaños,queeratanhijosuyocomodeOchiba.«Sí,tambiénes
hijomío—pensó—.¡YcuántoodiéaOchibaalprincipio!»
Sesobresaltóalverquetodoslamirabanfijamente.
—¿Qué?
Yaemónfruncióelceño.
—He preguntado dos veces si podíamos marcharnos y dar yo mis lecciones,
PrimeraMadre.
—Losiento,hijomío.Estabadistraída.
Kirilaayudóalevantarse.Yaemónechóacorrer.LosGrisessehabíanpuestoya
depie,yunodeellosloagarróylocargódelicadamentesobresushombros.
—¿Quieresacompañarmeuntrecho,señorToranaga?Necesitounbrazofuerteen
elqueapoyarme.
Toranaga se puso de pie con sorprendente agilidad. Ella se apoyó en su brazo,
peronoconfuerza.
—Sí,necesitounbrazofirme.Yaemóntambiénlonecesita.Ytambiénelreino.
Ycuandosehubieronalejadodelosotros,añadió:
—Conviérteteenelúnicoregente.Asumeelpoderygobiernatúsolo.Hastaque
Yaemónseamayordeedad.
—EltestamentodelTaikoloprohíbe,aunqueyolodeseara,yconstequenoes
así.
—Tora-chan —dijo ella empleando el apodo que le había dado el Taiko hacía
mucho tiempo—, tú y yo tenemos pocos secretos. Si quieres, puedes hacerlo. Yo
respondodedamaOchiba.Asumeelpoderportodoeltiempoquevivas.Conviértete
enShogúnynombraaYaemóntuúnicoheredero.AsípodráserShogúndespuésde
ti.¿AcasonollevasangredelosFujimoto?
Toranagalamirófijamente.
—¿PiensasquelosdaimíosseavendríanaestoyqueSuAltezaelHijodelCielo
loaprobaría?
—No.NoporloquerespectasóloaYaemón.Pero,sitúfuesesprimeroShogúny
loadoptaras,podríaspersuadirlosatodos.DamaOshibayyoteapoyaríamos.
—¿Haconvenidoellaenesto?—preguntóToranaga,pasmado.
—No. Nunca lo hemos discutido. Es una idea mía. Pero estará de acuerdo.
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Respondodeella.
—Estaconversaciónesimposible,señora.
—Tú puedes con Ishido y con todos los demás. Siempre has podido. Y me
espanta lo que oigo, Tora-chan. Rumores de guerra. Y si la guerra empieza, durará
eternamenteyconsumiráaYaemón.
—Sí.Siempieza,duraráeternamente.
—Entonces,¡tomaelpoder!Yaemónesunniñoexcelente.Séquetúlequieres.
Tienelainteligenciadesupadre,y,sitúloguías,todossaldremosbeneficiados.Él
tendríasuherencia.
—Yonomeopongoaélniasusucesión.¿Cuántasvecestengoquedecirlo?
—ElHerederoserádestruidositúnoloapoyasactivamente.
—¡Yoloapoyo!—dijoToranaga—.AsíloprometíalTaiko,tudifuntomarido.
Yodokosuspiróysearrebujóensuhábito.
—Misviejoshuesosestánhelados.Demasiadossecretosyluchas,Tora-chan.Y
traicionesymuertesyvictorias.Sólosoyunamujer,yestoymuysola.Mealegrode
habermeconsagradoaBuda,ypiensosobretodoenélyenmividafutura.Peroen
ésta tengo que proteger a mi hijo y decirte estas cosas. Espero que perdones mi
impertinencia.
—Siemprebuscoyapreciotusconsejos.
—Gracias. —Irguió un poco la espalda.—Escucha… Mientras yo viva, ni el
HerederonidamaOchibairáncontrati.¿Pensarásenmiproposición?
—El testamento de mi difunto señor me lo prohíbe. No puedo ir contra su
voluntadnicontramipromesaformalcomoregente.Anduvieronunratoensilencio.
Después,Yodokosuspiró.
—¿Porquénolatomasporesposa?
Toranagasedetuvoenseco.
—¿AOchiba?
—¿Por qué no? Sería perfecta para ti. Es hermosa, joven y vigorosa, y lleva
sangre de los Fujimoto y de los Minowara. Tú no tienes ahora esposa oficial.
Entonces, ¿por qué no? Esto resolvería el problema de la sucesión e impediría la
divisióndelreino.Seguramentetendríasotroshijosconella.Yaemóntesucederíay
después sus hijos o los otros hijos de ella. Podrías ser Shogún. Adoptarías
oficialmenteaYaemónyésteseríatanhijotuyocomolosotros.¿Porquénocasarte
condamaOchiba?
«Porque es un gato salvaje, una tigresa traidora con la cara y el cuerpo de una
diosa,quesecreeemperatrizyactúacomotal—pensóToranaga—.Nopodríafiarme
deellaenlacama.Seríacapazdesaltarmelosojosconunalfilerdurantemisueño.
¡Oh, no! Es imposible. Por muchas razones, entre ellas la de que me odia y ha
tramadomicaídaylademicasadesdequeparióporvezprimera,haceonceaños.
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»Ya entonces, cuando ella tenía diecisiete, se empeñó en destruirme.
Exteriormente,esdulcecomoelprimermelocotónmadurodelveranoytanfragante
comoéste.Pero,interiormente,esduracomounahojadeacero.HizoqueelTaiko
enloquecieseporella,conexclusióndetodaslasdemás.Yaalosquinceaños,Ochiba
sabíaloquequeríaycómoconseguirlo.Después,seprodujoelmilagroydioalTaiko
un hijo varón, el único que tuvo de sus muchísimas mujeres. ¿Cuántas? Al menos
cien,detodaslasedadesycastas,desdeunaprincesaFujimotohastaunacortesanade
cuartacategoría.
»Le dio su primer hijo cuando tenía él cincuenta y tres años, un chiquillo
enclenqueyenfermizoquemuriómuypronto,provocandoqueelTaikoserasgaselas
vestiduras,casilocodedolor,culpándoseasímismoynoaella.Alcabodecuatro
años,ellavolvióaparirmilagrosamente,yfuemilagrosamenteotrovarón,estavez
milagrosamentellenodesalud.
»¿Fue el Taiko el verdadero padre de Yaemón? ¡Oh, cuánto daría por saber la
verdad!Pero,¿llegaremosasaberlaalgúndía?Probablemente,no.
»¿Habría tenido ella la astucia de acostarse con otro hombre eliminándolo
despuésparasupropiaseguridad,ynouna,sinodosveces?
«¿Podíasertantraidora?¡Oh,sí!
«¿CasarseconOchiba?¡Nunca!»
—Es para mí un honor que me hayas hecho esta sugerencia —dijo Toranaga
despuésdeestameditación.
—Túeresunhombre,Tora-chan.Podríasmanejarfácilmenteaunamujercomo
ella. Eres el único hombre del Imperio capaz de ello, ¿neh? Ella sería una pareja
maravillosa para ti. Mira cómo lucha ahora por proteger los intereses de su hijo, a
pesardequenoesmásqueunamujerindefensa.Seríaunaesposadignadeti.
—Nocreoqueseavinierasiquieraapensarlo.
—¿Ysilohiciese?
—Megustaríasaberlo.Confidencialmente.Estoseríaunhonorinestimable.
—MuchaspersonascreenquesólotúteinterponesentreYaemónylasucesión.
—Muchaspersonasestánlocas.
—Sí,peronotú,Toranaga-sama.YtampocodamaOchiba.
«Ytampocotú,señora»,pensóél.
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CapítuloXVIII
En lo más oscuro de la noche, el asesino saltó el muro del jardín. Llevaba ropas
negrasyajustadasalcuerpoytabinegro,ysecubríalacabezaconunacapuchayuna
máscaratambiénnegras.Eramenudoycorriósinhacerruidohastaelpiedelaalta
muralla. A cincuenta yardas de allí, dos Pardos guardaban la puerta principal. Con
granhabilidad,elhombrearrojóungarfioforradodetelaydelquependíaunafina
cuerda de seda. El garfio se enganchó en el borde de piedra de una aspillera. El
hombresubió,sedeslizóporlaaberturaydesaparecióenelinterior.
Con otro hábil lanzamiento y una breve ascensión se halló en el corredor de
arriba. Los centinelas apostados en las esquinas de las murallas almenadas no lo
oyeron,apesardequeestabanalerta.
Al llegar a un ángulo del pasillo, se detuvo y miró a su alrededor. Un samurai
guardabalapuertadelfondo.Laluzdeunasvelasoscilabaenelsilencio.Elguardián
estabasentadoconlaspiernascruzadas.Bostezó,sereclinóenlaparedyseestiró,
cerrando un momento los ojos. Inmediatamente, el asesino dio un salto, formó un
lazo corredizo con la cuerda de seda, lo dejó caer sobre el cuello del guardián y
apretó con fuerza. Una breve cuchillada entre las vértebras, con la precisión de un
cirujano,acabóconelguerrero.
El hombre abrió la puerta. La sala de audiencias estaba desierta y no había
guardias en las puertas interiores. Arrastró el cadáver al interior y cerró la puerta.
Cruzó el salón sin vacilar y escogió la puerta interior izquierda. Empuñó el curvo
cuchilloconladiestra.Llamósuavemente.
—«En tiempos del emperador Shirakawa… —dijo, dando la primera parte del
santoyseña.
Desdeelotroladodelapuerta,alguienrespondió:
…vivíaunsabiollamadoEnraku-ji…
…que escribió la trigésima primera sutra.» Traigo un mensaje urgente para el
señorToranaga.
La puerta se abrió y el asesino saltó hacia delante. El cuchillo se hundió en el
cuellodelsamurai,exactamentedebajodelmentón,yconlamismarapidezseclavó
enlagargantadelsegundoguardián.Losdosestabanmuertosantesdecaeralsuelo.
Elhombreechóacorrerporelpasillointeriorqueestabadébilmenteiluminado.
Entonces, se abrió un shoji. El hombre se detuvo en seco y volvió lentamente la
cabeza.
Kirilomirófijamentedesdeunadistanciadediezpasos.Llevabaunabandejaen
lamano.
Dejó caer la bandeja al suelo y sacó una daga de su obi moviendo la boca sin
hacerruidoalguno.Elhombrecorrióhaciaelextremodelpasillodondeseabrióuna
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puertayaparecióunsamuraimediodormido.
El asesino corrió en su dirección y abrió un shoji que había a la derecha. Kiri
chillaba y había sonado ya la alarma, pero el hombre siguió corriendo con pasos
segurosycruzólaantecámara,saltandosobrelasmujeresysusdoncellasysaliendo
alpasillointeriordelotrolado.
Allí,laoscuridaderatotal,peroelhombreavanzóresueltamente,abriólapuerta
que buscaba y se arrojó sobre la figura que yacía en el lecho. Pero el brazo que
empuñaba el cuchillo fue sujetado por una mano de hierro. El hombre luchó con
astucia, consiguió desprenderse y se lanzó de nuevo sobre la figura, dispuesta a
descargarelgolpemortal.Peroelotroleesquivóconsorprendenteagilidadylelargó
unapatadaenelbajovientre.Eldolorleinmovilizó,mientrassuvíctimaseponíaa
salvo.
Entonces llegaron varios samurais, algunos con linternas, y Naga, que sólo se
cubríaconuntaparrabo,seplantóentreelasesinoyBlackthorneconelsableenalto.
—¡Ríndete!
ElasesinohizounafintaygritóNamuAmidaButsu—«enelnombredelBuda
Amida» —y con ambas manos, se hundió el cuchillo debajo del mentón. Naga
describióunarcoconsusable,ylacabezadeaquelhombrerodóporelsuelo.
Enmediodelsilencio,Nagalacogióylearrancólamáscara.
—¿Leconocealguien?
Nadierespondió.Nagaescupióalacara,arrojólacabezaaunodesushombres,
desgarró la negra vestidura, levantó el brazo derecho del muerto y encontró lo que
buscaba.Unpequeñotatuajeenelsobaco:elsignochinodelBudaAmida.
—¿Quiéneseloficialdeguardia?
—Yo,señor—dijounhombre,pálidoporlaemoción.
Naga saltó hacia él y los demás se apartaron. El oficial no intentó siquiera
esquivarelterriblesablazoquelearrancólacabezaypartedeunhombroyelbrazo.
—Hayabusa-san,ordenaatodoslossamuraisdeestaguardiaquesereúnanenel
patio—dijoNagaaunoficial—.Doblalapróximaguardia.Sacaelcadáverdeaquí.
Encuantoalosdemás…
Se interrumpió al ver llegar a Kiri, todavía con su daga en la mano. Miró el
cadáverydespuésaBlackthorne.
—¿NoestáheridoAnjín-san?—preguntó.
Naga se acercó al capitán y le abrió el quimono de dormir, para ver si estaba
herido.
—Bien—dijo—.Pareceileso,Kiritsubo-san.
VioqueAnjín-sanseñalabaelcadáverydecíaalgo.
—Notecomprendo—dijoNaga—.Quédateaquí,Anjín-san.
Y,dirigiéndoseaunodesushombres:
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—Traedledecomerydebeber,silodesea.
—ElasesinollevabaeltatuajeAmida,¿neh?—preguntóKiri.
—Sí,damaKiritsubo.
—Sondiablos…
—Sí.
Nagalasaludóymiróaunodelosaterradossamurais.
—Sigúeme.¡Ytraelacabeza!
Ysalió,preguntándosecómoselodiríaasupadre.
—¡Oh,Buda,graciasporhabersalvadoamipadre!
—Era un ronín —dijo brevemente Toranaga—. Nunca descubrirás su identidad,
Hiro-matsu-san.
—Sí. Pero Ishido es el responsable. Te pido, por favor, que me dejes llamar a
nuestraslegiones.Pondréfinaestodeunavezparasiempre.
—No—dijoToranaga—.¿EstássegurodequeAnjín-sannohasufridodaño?
—Estáileso,señor.
—Hiro-matsu-san. Degradarás a todos los que estaban de guardia por haber
descuidadosudeber.Selesprohíbehacerseelharakiri.Vivirán,paravergüenzasuya,
comosoldadosdeúltimacategoría.
Miró a su hijo Naga. Aquella misma noche, más temprano, había llegado un
mensaje urgente del monasterio Johji, de Nagoya, informando de la amenaza de
IshidocontraNaga.Enélseañadíaqueelsuperiorhabíaconsideradoprudentesoltar
alpuntoalamadredeIshidoydevolverlaalaciudadconsusdoncellas.
Nomeatrevoaponertontamenteenpeligrolavidadeunodetusilustreshijos.
Además,lasaluddeellanoesbuena.Tieneunenfriamiento.Sitienequemorir,es
mejorquemueraensucasa.
—Naga-san, tú también eres responsable de que haya podido llegar el asesino
hasta aquí. Te impongo una multa de la mitad de tu renta anual. Ahora, saldrás
inmediatamente para Yedo. Llevarás veinte hombres contigo y te presentarás a tu
hermano.¡Nopierdasuninstante!¡Vete!SevolvióhaciaHiro-matsuyledijoconla
mismabrusquedad:—Cuadruplicamiguardia.Cancelamicazadehoyydemañana.
EldíasiguientealareunióndelConsejodeRegencia,saldrédeOsaka.
Haz todos los preparativos. Mientras tanto, permaneceré aquí y no recibiré a
nadiequenohayasidoinvitado.Anadie.
Hizounirritadoademándedespedida.
—Podéismarcharostodos.Tú,Hiro-matsu,quédate.
Lahabitaciónsevació.Toranagasesumióenprofundospensamientos.Nohabía
rastrodeirritaciónensusemblante.
—SiquisierascontratarlosserviciosdelasociedadsecretaAmidaTong,¿dónde
losbuscarías?¿Cómotepondríasencontactoconellos?
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—Nolosé,señor.
—¿Quiénpodríasaberlo?
—KasigiYabú.
Toranaga miró a través de una aspillera. Las primeras luces de la aurora se
mezclabanconlaoscuridadenoriente.—Tráeloaquícuandohayaamanecido.
—¿Locreesresponsable?
Toranaganolecontestó,sinoquevolvióasumeditación.Alcabodeunrato,el
viejosoldadonopudosoportarelsilencio.
—Debo decirte algo más, señor, pues yo soy responsable de tu seguridad hasta
queestésderegresoenYedo.Habrámásatentadoscontrati,ytodosnuestrosespías
informansobremovimientosdetropas.Ishidoestámovilizando.
—Sí —dijo Toranaga, como sin darle importancia—. Después de Yabú, quiero
veraTsukku-sanydespuésaMariko-san.DoblalaguardiadeAnjín-san.
—EstanochehanllegadomensajesinformandodequeelseñorOnoshitienecien
milhombresreforzandosusdefensasdeKiusiu—dijoHiro-matsu,llenodeinquietud
porlaseguridaddeToranaga.
—Lepreguntaréacercadeestocuandonosreunamos.
Hiro-matsuestalló:
—No te comprendo en absoluto. Debo decirte que te pones estúpidamente en
peligro. Sí, estúpidamente. Puedes cortarme la cabeza por decirte esto, pero es la
verdad. Si Kiyama y Onoshi votan con Ishido, serás inculpado. Puedes darte por
muerto…Lohasarriesgadotodo,viniendoaquí,yhasperdido.Huyemientrasestésa
tiempo.
—Todavíanocorropeligro.
—El ataque de esta noche, ¿no significa nada para ti? Si no hubieras cambiado
otravezdehabitación,estaríasmuerto.
—Es posible, pero no lo creo —dijo Toranaga—. El asesino estaba muy bien
informado.Conocíaelcaminoeinclusoelsantoyseña,¿neh?Kiri-sanoyócómolo
pronunciaba.Noerayosuvíctima.EraAnjín-san.
Toranaga había previsto el peligro que acechaba al bárbaro después de las
extraordinariasrevelacionesdelamañana.EstabaclaroqueAnjín-sanerademasiado
peligrosoparaalguien,peroToranaganohabíapresumidoqueelataqueseprodujese
con tanta rapidez y dentro de sus propios departamentos. «¿Quién me está
traicionando?» Estaba seguro de que ni Kiri ni Mariko se habían ido de la lengua.
Pero los castillos y los jardines tienen siempre lugares secretos desde los que
escuchar.«Estoyenelcentrodelafortalezaenemiga—pensó—.Ydondeyotengo
unespía,Ishidoylosotrosdebendetenerveinte.»
—DoblalaguardiadeAnjín-san.Paramí,valetantocomodiezmilhombres.
AlmarcharsedamaYodokoporlamañana,élhabíavueltoaljardíndelacasade
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té y había observado la visible fatiga de Anjín-san. Por consiguiente, lo había
despedido, diciéndole que continuarían el día siguiente. Y lo había confiado al
cuidado de Kiri, con instrucciones de que le hiciera ver por un médico para
fortalecerlo,dequelediesecomidabárbarasiasílodeseaba,einclusolecedierael
dormitorioqueusabaToranagalamayoríadelasnoches.
Entonces, Anjín-san le había pedido que soltara al monje de la cárcel, pues era
viejoyestabaenfermo.Éllehabíacontestadoquelopensaría,peronolehabíadicho
que había ordenado ya a unos samurais que fuesen a buscarle a la prisión
inmediatamente,puestalvezeratambiénvaliosotantoparaélcomoparaIshido.
Toranaga conocía desde hacía tiempo la existencia de este sacerdote. Sabía que
eraespañolyquenoqueríaalosportugueses.Peroelhombrehabíasidoencerrado
allíporelTaiko,eraprisionerodeésteyToranaganoteníajurisdicciónsobrenadie
enOsaka.HabíaenviadodeliberadamenteaAnjín-sanaaquellaprisión,nosólopara
hacer ver a Ishido que no daba valor alguno al extranjero, sino también con la
esperanzadequeelimponentecapitánpudieseobtenerinformacióndelmonje.
El primer y torpe atentado contra la vida de Anjín-san había sido preparado e
inmediatamentehabíalevantadoasualrededorunmuroprotector.Minikui,espíade
Toranaga, había sido sacado el día siguiente de Osaka y recompensado
espléndidamente.Después,otrosespíaslehabíaninformadodequelosdoshombres
sehabíanhechoamigosydequeelmonjehablabayAnjín-sanlehacíapreguntasy
escuchaba. Entonces, inesperadamente, Ishido había tratado de apoderarse de él,
influidoporalguien.
ToranagaeHiro-matsuhabíanplaneadola«emboscada»—los«bandidosronín»
eran uno de los pequeños grupos de samurais distinguidos que tenían secretamente
repartidos dentro y fuera de Osaka—, así como el encuentro con Yabú, que, sin
sospecharlo,habíaefectuadoel«rescate».
Todohabíasalidoalasmilmaravillas.Hastaentonces.
Los samurais que habían ido en busca del monje habían vuelto con las manos
vacías.
—Elsacerdotehamuerto—lehabíadicho—.Losdelincuentesqueestabanasu
alrededor dijeron que se había derrumbado al llamarlo los carceleros. Yo mismo
comprobéqueestabamuerto.Hetraídoelcadáver.Algunosdeloscriminalesdijeron
que eran conversos suyos. Querían conservar su cuerpo y se resistieron. Por
consiguiente,tuvequemataraalgunos,perotrajeelcadáver.Estáenelpatio,señor.
—¿Porquémurióelmonje?—sepreguntódenuevoToranaga.
DespuésvioqueHiro-matsulomirabainterrogador.
—¿Qué?
—Tehepreguntadoquiénpuedequererlamuertedelcapitán.
—Loscristianos.
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KasigiYabúsiguióaHiro-matsuporelpasillo,sintiéndoseimportantebajolaluz
del amanecer. La brisa tenía un agradable olor a sal que le recordaba Mishima, su
ciudad natal. Se alegraba de ver por fin a Toranaga y de que acabase su espera. Se
había bañado y se había vestido con cuidado. Había escrito sus últimas cartas a su
esposayasumadreyhabíaselladosutestamentodefinitivoparaelcasodequela
entrevistaterminaramalparaél.LlevabaelsableMurasama,dentrodesuvainade
combate.
DoblaronotraesquinaeHiro-matsuabrióinesperadamenteunapuertareforzada
con hierro y lo precedió por una escalera de piedra que conducía a la parte central
interiordelafortaleza.Habíamuchosguardias,yYabúpresintióelpeligro.
La escalera de caracol subía hacia lo alto y terminaba en un reducto fácilmente
defendible.Unosguardiasabrieronlapuertadehierro.Salieronalasmurallas.
ParasorpresadeYabú,Toranagaestabaallíyselevantóparasaludarleconuna
deferenciaqueélnoteníaderechoaesperar.Afindecuentas,Toranagaeraseñorde
lasOchoProvincias,mientrasqueélerasolamenteseñordeIzú.Unosalmohadones
habían sido dispuestos cuidadosamente. Había una tetera envuelta en una funda de
seda. Una joven ricamente vestida, de cara cuadrada y no muy bonita, hizo una
profundareverencia.SellamabaSazuko,eralaséptimaymásjovenconsorteoficial
deToranagayestabaembarazada.
—¡Cuántomealegrodeverte,KasigiYabú—san!Lamentohabertehechoesperar
tanto.
YabúestuvosegurodequeToranagahabíadecididocortarlelacabeza,pues,por
costumbre universal, el enemigo se mostraba más cortés cuando planeaba o había
planeado la destrucción de uno. Se despojó de ambos sables y los dejó
cuidadosamentesobrelaslosaspermitiendoquelealejarandeellosylocondujesen
alsitiodehonor.
—Esta es mi señora Sazuko. Sazuko, éste es mi aliado, el famoso señor Kasigi
YabúdeIzú,eldaimíoquenostrajoalbárbaroyelbarcodeltesoro.
Ella se inclinó, cortés, y él le devolvió el saludo y ella se inclinó de nuevo.
Después,ofrecióaYabúlaprimeratazadeté,peroél,siguiendoelritual,declinóel
honorylepidióquelaofrecieseaToranaga,elcuallarechazóeinsistióenquela
aceptase él. Por fin, y también de acuerdo con el ritual, se dejó convencer, como
invitado de honor que era. Hiro-matsu aceptó la segunda taza, sosteniendo
difícilmente la porcelana con sus nudosos dedos y sujetando con la otra mano la
empuñaduradelsablesobresusrodillas.Toranagaaceptólaterceratazaysorbiósu
cha,ydespuéslostresobservaronlaNaturalezaylasubidadelsolenelsilenciodel
cielo.
Chillaronlasgaviotas.Comenzaronlosruidosdelaciudad.Habíanacidoeldía.
DamaSazukosuspiró,llenoslosojosdelágrimas.
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—Mesientocomounadiosaenestaaltura,contemplandotantabelleza,¿neh?Es
tristequesehayaidoparasiempre,señor.Muytriste,¿neh?
—Sí—dijoToranaga.
Cuandoelsolsehubolevantadoamediassobreelhorizonte,ellasaludóysefue.
ParasorpresadeYabú,losguardiassemarcharontambién.Quedaronsoloslostres.
—Me alegró recibir tu obsequio, Yabú—san. Fue magnífico: el barco y todo lo
quehabíaenél.
—Todoloquetengoestuyo—dijoYabú,todavíaprofundamenteconmovidopor
el amanecer y pensando que era un detalle muy elegante por parte de Toranaga
ofrecerlelaúltimavisióndeaquellainmensidad—.¡Graciasporestaaurora!
—Sí—dijoToranaga—.Esmiregalo.Ymealegrodequetehayagustado,como
amímegustóeltuyo.
Hubounsilencio.
—Yabú—san.¿QuésabesdelaAmidaTong?
—Sóloloquesabecasitodoelmundo:queesunasociedadsecretacompuestade
unidadesdediezhombres,unjefeynuncamásdediezacólitos,hombresymujeres,
por cada zona. Hacen voto secreto de obediencia, de castidad y de muerte y de
dedicarlavidaaconvertirseenunarmaperfectaymortal.Handematarsolamente
por orden del jefe, y si fracasan en su intento de matar a la persona señalada, sea
hombre,mujeroniño,tienenquequitarseinmediatamentelavida.Ningunodeellos
hasidonuncacazadovivo.—YabúconocíayaelatentadocontraToranaga.—Nohay
maneradevengarsedeellos,porquenadiesabequiénesson,dóndeviven,nidóndese
instruyen.
—Siquisierasemplearlos,¿quéharías?
—Daríaelsoploentreslugares:enelMonasterioHernán,enelsantuarioAmida
y en el Monasterio Johji. Si uno es aceptado como patrono, unos intermediarios
establecencontactoconélenelplazodediezdías.Todoestansecretoycomplicado
que aunque uno quisiera traicionarles o sorprenderles no lo conseguiría. El décimo
día piden una cantidad de dinero, en plata, cuyo importe depende de la persona a
quien haya que asesinar. No admiten regateos y cobran por anticipado. Sólo
garantizanqueunodesusmiembrosintentaráelasesinatodentrodediezdías.
—Entonces,¿creesquenuncapodrédescubrirquiénpagólaagresióndehoy?
—No.
—¿Creesqueserepetirá?
—Talvezsí.Otalvezno.
—¿Loshasempleadotúalgunavez?
—No.
Yabú sintió algo detrás de él y presumió que serían los guardias que habrían
vueltoensecreto.Midióladistanciaqueleseparabadesussables.Sepreguntóuna
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vez más si intentaría matar a Toranaga. Había decidido hacerlo y ahora vacilaba.
Habíacambiado.¿Porqué?
—¿Quéhabríaspagadotúpormicabeza?—lepreguntóToranaga.
—NohaybastanteplataentodaAsiaparatentarmeahacerunacosaparecida.
—¿Quétendríanquepagarotros?
—Veintemilkokú,cincuentamil,cienmil,talvezmás.Nolosé.
—¿PagaríastúcienmilkokúparallegaraserShogún?Tuestirpeseremontaa
losTakashima,¿neh?
—Nopagaríanada—dijosoberbiamenteYabú—.Eldineroesbasura,unjuguete
paralasmujeresoparalossuciosmercaderes.Perosiestofueseposible,quenoloes,
daríamividaylavidademiesposa,demimadreydetodoslosmíos,exceptomi
únicohijovarón,yladetodosmissamuraisdeIzúydetodossushijosymujeres,
paraserundíaShogún.
—¿YquédaríasporlasOchoProvincias?
—Tambiéntodo,menoslavidademiesposa,demimadreydemihijo.
—¿YporlaprovinciadeSuruga?
—Nada —dijo Yabú, despectivamente—. Ikawa Jikkyu no vale nada. Si no les
cortolacabezaaélyatodoslossuyosenestavida,loharéenlaotra.
—¿Ysiyoteloentregase?ContodaSuruga…yquizátambiénconlaprovincia
deTotomi.
Yabúsecansósúbitamentedeaqueljuegodelgatoyelratónydelacharlasobre
losAmida.
—Séquequieresmicabeza,señorToranaga,yestoydispuesto.Acabemosdeuna
vez.
—Noquierotucabeza,Yabú—san—dijoToranaga—.¿Cómopuedespensaruna
cosaasí?¿Quéenemigohavertidovenenoentusoídos?¿TalvezIshido?
Yabúsevolviódespacio.Habíaesperadoversamuraisdetrásdeél,conlossables
desenvainados.Peronohabíanadie.VolvióamiraraToranaga.
—Nolocomprendo—dijo.
—Tehehechoveniraquíparaquepudiésemoshablarenprivado.Ycontemplarla
aurora.¿TegustaríagobernarlasprovinciasdeIzú,SurugayTotomi…sinopierdo
estaguerra?
—Sí.Mucho—dijoYabúsintiendorenacersusesperanzas.
—¿Teconvertiríasenmivasallo?¿Meaceptaríascomoseñorfeudal?
Yabúnovaciló.
—¡Nunca!—dijo—.Comoaliado,sí.Comomicaudillo,sí.Siempreserémenos
quetú.Pondrémividaytodoloquetengoatuservicio.PeroIzúesmía.Soydaimío
deIzúynuncacederéanadieestepoder.
Toranagaserascóunaingle.
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—¿QuétehaofrecidoIshido?
—La cabeza de Jikkyu… en el momento en que hayas perdido la tuya. Y su
provincia.
—¿Acambiodequé?
—Demiapoyocuandoempiecelaguerra.Deberíaatacarteporelflancosur.
—¿Aceptaste?
—Meconocesdemasiadoparasaberqueno.
Los espías de Toranaga en la casa de Ishido habían murmurado que se había
cerrado el trato y que éste incluía el asesinato de sus tres hijos: Noburu, Sudara y
Naga.
—¿Nadamás?¿Sólotuapoyo?
—Contodoslosmediosamidisposición—dijodelicadamenteYabú.
—¿Incluidoelasesinato?
—Cuando empiece la guerra, lucharé con todas mis fuerzas. Por mi aliado.
NecesitamosunsoloregentedurantelaminoríadeedaddeYaemón.Laguerraentre
túeIshidoesinevitable.Eselúnicocamino.
YabútratabadeleerlospensamientosdeToranaga.Sabíaqueéstenecesitabasu
apoyo y que, en definitiva, acabaría venciéndole. Pero, de momento, ¿qué debía
hacer?Decidiójugarfuerte.
—Puedosermuyvaliosoparati.Puedoayudarteaserelúnicoregente—dijo.
—¿Porquéhededesearserúnicoregente?
—CuandoIshidoataque,puedoayudarteavencerle.
—¿Cómo?
Lecontósuplandeloscañonesymosquetes.
—¿Un regimiento de quinientos samurais con armas de fuego? —saltó Hiromatsu—.Seríahorrible.Nopodríamantenersesecreto.Siempezáramosnosotros,el
enemigonosimitaría.Unhorrorquenoterminaríanunca.Seríaunaluchasinhonory
sinfuturo.
—¿Acaso no es la guerra que se avecina la única que nos interesa, señor Hiromatsu? —replicó Yabú—. ¿No nos preocupa la seguridad del señor Toranaga? Lo
único que necesita el señor Toranaga es ganar esta única y grande batalla. En ella
caerán las cabezas de todos sus enemigos. Y obtendrá el poder. Afirmo que esta
estrategialedarálavictoria.
—Yyodigoqueno.Esunplanrepugnanteydeshonroso.
YabúsevolvióaToranaga.
—Unanuevaerarequiereunaideaclaradelsignificadodelhonor.
—¿QuédijoIshidodetuplan?—preguntóToranaga.
—Nolodiscutíconél.
—¿Porqué?Sipiensasqueesvaliosoparamí,tambiénloseríaparaél.Otalvez
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más.
—Tú no eres un campesino como Ishido. Eres el caudillo más sabio y más
experimentadodelImperio.
«¿Cuáleslaverdaderarazón?¿OselohasdichotambiénaIshido?»,sepreguntó
Toranaga.
—Si pusiéramos en práctica este plan, ¿serían los hombres la mitad tuyos y la
mitadmíos?
—Deacuerdo.Yotendríaelmando.
—¿Secundadopormidelegado?
—De acuerdo. Pero necesitaré a Anjín-san para adiestrar a nuestros fusileros y
nuestrosartilleros.
—Pero él seguiría siendo de mi exclusiva propiedad y le protegerías como al
Heredero.Seríasresponsabledeélyharíasconéltodoloqueyoordenase.
Toranagaobservóunmomentolasnubescarmesíes.«Esteplanesunalocura—
pensó—. Tendré que desatar mi Cielo Carmesí y atacar Kioto al frente de mis
legiones.Cienmilcontradiezvecesestenúmero.»
—¿Quiénseráelintérprete?NopuedoutilizareternamenteaTodaMariko-san.
—Sólounassemanas,señor.Haréqueelbárbaroaprendanuestralengua.
—Estorequeriríaaños.Losúnicosbárbarosquehanllegadoadominarlasonlos
sacerdotescristianos,¿neh?Perohantardadoaños.
—TeprometoqueAnjín-sanaprenderárápidamente—dijoYabú,yleexplicóel
plandeOmicomosifueseideasuya.
—Podríaserdemasiadopeligroso.
—Aprenderíarápidamente,¿neh?Además,estáamansado.
Despuésdeunapausa,Toranagadijo:
—¿Cómomantendríaselsecretodurantelainstrucción?
—Izúesunapenínsulamuysegura.EstablecerélabaseenAnjiro,muyalsury
lejosdeMishimaydelafronteraparamayorseguridad.
—Bien. Enviaremos palomas mensajeras de Anjiro a Osaka y Yedo al mismo
tiempo.
—Magnífico.Sólonecesitocincooseismesesy…
—Tendremossuertesidisponemosdeseisdías—gruñóHiro-matsu—.¿Quéha
sidodetufamosareddeespionaje,Yabú—san?¿NohastenidonoticiasdequeIshido
yOnoshiestánmovilizando?¿Noestamosencerradosaquí?
Yabúnorespondió.
—¿Ybien?—dijoToranaga.
—Losinformes—repusoYabú—indicanquesucedetodoestoyalgomás.Sison
seisdías,seránseisdías.Perocreoqueeresdemasiadolistoparadejarteatraparaquí
oprovocarunaguerraprematura.
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—Siconvengoentuplan,¿meaceptaráscomocaudillo?
—Sí. Y cuando triunfes, será para mí un honor aceptar Suruga y Totomi como
partedemifeudoperpetuo.
—Totomidependerádeléxitodetuplan.
—Conforme.
—¿Meobedecerás?¿Portuhonor?
—Sí.Porbushido,porelseñorBuda,porlavidademimadre,demiesposayde
miposteridadfutura.
—Bien—dijoToranaga—.Orinemosparacerrareltrato.
Sedirigióalbordedelamurallayseplantósobreelmismoparapeto.Setentapies
másabajoestabaeljardíninterior.Hiro-matsucontuvolarespiración,aterradoporla
bravatadesudueño.ViocómoéstesevolvíaeinvitabaaYabúaacompañarle.Yabú
obedeció.Elmenorcontactohabríapodidoenviarlosaambosalamuerte.
Toranagaseabrióelquimonoyapartóeltaparrabo,ylopropiohizoYabú.Los
dosorinaron,ysusorinessemezclaronycayeronsobreeljardín.
—LaúltimavezqueselléuntratodeestamanerafueconelpropioTaiko—dijo
Toranaga, muy aliviado después de haber vaciado su vejiga—. Fue cuando decidió
darmeelKwanto,lasOchoProvincias,comofeudo.DerrotamosaHojoycortamos
cincomilcabezasenunaño.Loarrojamosdeallícontodasutribu.Talveztengas
razón,KasigiYabú—san.TalvezpuedasayudarmecomoyoayudéalTaiko.Sinmí,
elTaikonuncahabríasidoTaiko.
—Puedo ayudarte a convertirte en el único regente, Toranaga-sama. Pero no en
Shogún.
—Desdeluego.Noambicionoestehonorpormásquediganmisenemigos.
Toranaga saltó sobre las losas y miró a Yabú, que seguía sobre el estrecho
parapeto ciñéndose el cinto. Sintió la cruel tentación de darle un empujón por su
insolencia.Perosesentóylanzóunruidosocuesco.
—Asíesmejor.¿Cómoestátuvejiga,PuñodeHierro?
—Cansada,señor,muycansada.
Elviejoseapartóyorinótambiénporencimadelparapeto,perosinencaramarse
sobreél.
—Yabú—san. Esto debe mantenerse en secreto. Creo que deberías marcharte
dentrodedosotresdías—dijoToranaga.
—Sí.¿Conloscañonesyelbárbaro,Toranaga-sama?
—Sí.Iréisenbarco.—ToranagamiróaHiro-matsu.—Preparalagalera.
—Elbarcoestáapunto.Lasarmasylapólvorasiguenenlabodega—respondió
Hiro-matsucuyosemblantereflejabasudisgusto.
—Bien.
«Lo he conseguido —habría querido gritar Yabú—. Tengo las armas, tengo a
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Anjín-san, lo tengo todo. Y tengo seis meses. Toranaga no desencadenará la guerra
tandeprisa.YaunqueIshidoloasesinaraenlospróximosdías,seguiríateniéndolo
todo.¡Oh,Buda,protegeaToranagahastaquemehayahechoalamar!.»
—Gracias—dijoconsinceridad—.Nuncahastenidounaliadomásfiel.
CuandoYabúsehubomarchado,Hiro-matsusevolvióaToranaga.
—Ha sido una mala cosa. Este trato es vergonzoso. Me avergüenzo de que mi
consejo valga tan poco. Te ha manejado como un muñeco. Incluso ha tenido la
desfachatezdellevarsusableMuramasaentupresencia.
—Yamehedadocuenta—dijoToranaga.
—Creo que los dioses te han hechizado, señor. Cierras los ojos ante semejante
insultoypermitesqueélseregocijedelantedeti.PermitesqueIshidoteavergüence
delantedetodos.Impidesqueyoylosmíosteprotejamos.Niegasaminieta,quees
unadamasamurai,elhonorylapazdelamuerte.Tuenemigosehaburladodetiy
ahora cierras el trato más descabellado con un hombre tan traidor como lo fue su
padre.¡Tehanembrujado!Yotepregunto,tegritoyteinsultoytúnohacesmásque
mirarme.Unodelosdossehavueltoloco.Tepidopermisoparahacermeelharakiri,
ysinoquieresconcedermeestapazmeafeitarélacabezaymeharémonje.Cualquier
cosa,perodejaquemevayadeaquí.
—No harás nada de esto. En cambio, enviarás a buscar al sacerdote bárbaro, a
Tsukku-san.YToranagaseechóareír.
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CapítuloXIX
El padre Alvito descendió a caballo la cuesta del castillo, al frente de su
acostumbradoséquitodejesuitas,vestidostodoselloscomolossacerdotesbudistas,
exceptoporelrosarioyelcrucifijoquellevabancolgadosdelcinto.Loacompañaban
tambiéncuarentajaponeses,todoselloshijosdesamuráiscristianos,estudiantesdel
seminariodeNagasakiquelehabíanacompañadoaOsaka.
Despuésdecruzaraltrotevivolosbosquesylascallesdelaciudad,endirección
a la Misión de los Jesuitas, gran edificio de piedra de estilo europeo, el cortejo
penetró en el patio central y se detuvo frente a la puerta principal. Unos servidores
estaban ya esperando para ayudar a desmontar al padre Alvito. Sus espuelas
resonaron en las piedras al dirigirse al patio interior que contenía una fuente y un
apaciblejardín.Lapuertadelaantecámaraestabaabierta.
—¿Estásolo?—preguntó.
—No,noestásolo,Martín—dijoelpadreSoldi,unnapolitanobajito,bonachón
y picado de viruelas, que era secretario del padre Visitador hacía casi treinta años,
veinticincodeloscualesloshabíapasadoenAsia—.ElcapitángeneralFerrieraestá
conSuEminencia.Sí,elpavorealestáconél.PeroSuEminenciadijoqueoshiciese
entrarinmediatamente.¿Pasaalgomalo,Martín?
—No.Nada.
Soldigruñóyvolvióasutareadeafilarlapluma.
—Nada—sedijoelsabiopadre—.Bueno,prontolosabré.
Alvito se dirigió a la puerta del fondo. Un fuego de leña crepitaba en una
chimenea iluminando los ricos y pesados muebles, ennegrecidos por los años y
pulidos cuidadosamente. Un pequeño cuadro de la Virgen y el Niño, de Tintoretto,
traídodeRomaporelpadreVisitadoryquegustabamuchoaAlvito,pendíasobrela
chimenea.
—¿Visteisdenuevoalinglés?—legritóelpadreSoldi.
Alvitonolecontestó.Llamóalapuerta.
—¡Adelante!
Cario Dell'Aqua, padre Visitador de Asia, representante personal del general de
losjesuitas,eljesuitamáseminentey,portanto,elhombremáspoderosodeAsia,era
tambiénelmásalto.Medíaseispiesytrespulgadas,ysufísicohacíajuegoconsu
estatura.Vestíaunasotanacolornaranjayllevabaunacruzpreciosa.Llevabatonsura,
teníaelpeloblancoysesentayunañosdeedad,yeranapolitanopornacimiento.
—¡Ah!Pasad,pasad,Martín.¿Unpocodevino?—dijohablandoportuguéscon
unamaravillosafluidezitaliana—.¿Visteisalinglés?
—No,EminentísimoSeñor.SóloaToranaga.
—¿Mal?
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—Sí.
—¿Unpocodevino?
—Gracias.
—Mal, ¿hasta qué punto? —preguntó Ferriera, que era el fidaglio, el capitán
generaldelaNaodelTrato,BuqueNegrodeesteaño.Elhombreteníaunostreintay
cincoaños,yeradelgado,esbeltoyformidable.
—Creoquemuymal,capitángeneral.Porejemplo,Toranagadijoqueesteañoel
comerciopodíaesperar.
—El comercio no puede esperar ni yo tampoco —dijo Ferriera—. Me haré a la
marcuandosubalamarea.
—Notenéislaslicenciasdelpuerto.Temoquetendréisqueesperar.
—Creía que todo había quedado arreglado hace meses. No deberíamos estar
sujetos a los estúpidos reglamentos del país. Dijisteis que se trataba de una simple
formalidad,derecogerlosdocumentos.
—Asídebíaser,peromeequivoqué.Talvezserámejorqueosexplique…
—DebovolverinmediatamenteaMacaoaprepararelBuqueNegro.Tenemosya
compradaslasmejoressedasdelaferiadefebrerodeCantónporvalordeunmillón
deducadosyllevaremosalmenoscienmilonzasdeorochino.Creíahaberdejado
bienclaroquetodoeldineroenefectivodeMacao,MalacayGoa,ytodoloquehan
podido tomar prestado los mercaderes de Macao y los padres de la ciudad, ha sido
invertidoenlaempresadeesteaño.Yhastavuestroúltimomaravedí.
—Losiento,capitángeneral,peroToranaganohaqueridohablardelcomerciode
esteañonidevuestraslicencias.Paraempezar,dijoquenoapruebaelasesinato.
—¿Asesinato?—dijoDell'Aqua—.¿Quétenemosquevernosotrosconesto?
—Dijo:«¿Porquéqueréisloscristianosasesinaramiprisionero,elcapitán?»
—¿Qué?
—Toranagacreequeelatentadodelanochepasadaibadirigidocontraelinglés,
nocontraél—dijoAlvitomirandofijamentealsoldado.
—¿De qué me acusáis, padre? —dijo Ferriera—. ¿De un intento de asesinato?
¿Yo?¿EnelcastillodeOsaka?EstaeslaprimeravezqueestoyenelJapón.
—¿Negáistodoconocimientodeesto?
—Noniegoquecuantoantesmueraeseherejetantomejorserá—dijofríamente
Ferriera—.SilosholandesesylosinglesesempiezanainfestarelAsia,nosveremos
enapuros.Todosnosotros.
—Ya lo estamos —dijo Alvito—. Toranaga empezó diciendo que sabe por el
inglés que el monopolio portugués del comercio chino rinde unos beneficios
increíbles, que los portugueses cargan de un modo inverosímil el precio de la seda
quesóloellospuedencomprarenChinapagándolaconelúnicoartículoqueaceptan
loschinosacambio:laplatadelJapónquelosportuguesesmenospreciantambiénde
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un modo ridículo. Después dijo que os «invitaba», a vos, Eminentísimo Señor, a
presentaruninformealosregentessobrelostiposdecambio:plataporseda,sedapor
plata,oroporplata.Yañadióque,desdeluego,noseoponeaquerealicemosgrandes
gananciascontaldequeseaaexpensasdeloschinos.
—Desdeluego,noosdoblegaréisaunaexigenciataninsolente—dijoFerriera.
—Esmuydifícilnegarse.
—Entoncesdadleuninformefalso.
—Esto pondría en peligro toda nuestra posición que se basa en la confianza —
dijoDell’Aqua.
—¿Podéis fiaros de un japonés? ¡Claro que no! Nuestros beneficios deben
permanecersecretos.
—LamentodecirosqueBlackthornepareceparticularmentebieninformado.
—¿Qué más dijo el japonés? —preguntó Ferriera fingiendo no haber visto la
miradaquesecruzaronlosdossacerdotes.
—Toranaga me ha pedido que le proporcione mañana al mediodía un mapa del
mundoconlasdemarcacionesentrePortugalyEspaña,losnombresdelosPapasque
aprobaronlostratadosylafechadeéstos.También«pide»,paradentrodetresdías,
una relación escrita de nuestras «conquistas» en el Nuevo Mundo, y «sólo para mi
curiosidad»segúnsuspalabrastextuales,lacantidaddeoroydeplataqueEspañay
Portugal se llevaron —en realidad empleó la palabra «saquearon», tomada de
Blackthorne—elNuevoMundo.Ytambiénpideotromapaquemuestrelaextensión
de los Imperios español y portugués hace cien años, hace cincuenta, y en la
actualidad,asícomolasposicionesexactasdenuestrasbasesdesdeMalacahastaGoa
(y las nombró sin equivocarse, pues las tenía escritas en un papel) y el número de
mercenariosjaponesesqueempleamosentalesbases.
Dell'AquayFerrierasequedaronpasmados.
—Debéisnegarosrotundamente—bramóelsoldado.
—NoselepuedenegarnadaaToranaga—dijoDell'Aqua.
—Creo que Vuestra Eminencia exagera su importancia —dijo Ferriera—.
Negaos.SinnuestroBuqueNegro,todasueconomíasevendríaabajo.¡Quesevaya
aldiabloToranaga!Podemoscomerciarconlosreyescristianos…OnoshiyKiyama,
yconotroscaudilloscristianosdeKiusiu.
—No podemos, capitán —dijo Dell'Aqua—. Esta es vuestra primera visita al
Japónynotenéisideadenuestrosproblemas.Sí,ellosnosnecesitan,peronosotros
los necesitamos más. Sin el favor de Toranaga y de Ishido perderíamos nuestra
influencia sobre los reyes cristianos. Perderíamos Nagasaki y todo lo que hemos
construidoencincuentaaños.¿Provocasteiselatentadocontraesemarinohereje?
—Desde el primer momento dije a Rodrigues y a todos los que quisieron
escucharme que el inglés era un pirata peligroso y que debía ser eliminado. Vos
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dijisteislomismoenotraspalabras,EminentísimoSeñor.Yvoshicisteislopropio,
padreAlvito.¿NosehablódelasuntoennuestraconferenciaconOnoshiyKiyama,
hacedosdías?¿Nodijisteisqueelpirataerapeligroso?
—Sí,pero…
—Encuantoalatentadodelcastillo,debióserordenadoporunindígena.Esuna
jugada típicamente japonesa. No lamento que lo intentasen y sólo me disgusta su
fracaso. Cuando yo prepare su eliminación, podéis estar seguros de que será
eliminado.
Alvitosorbiósuvino.
—ToranagadijoqueenviabaaBlackthorneaIzú.
—¿Portierraopormar?
—Pormar.
—Bien. Entonces, lamento deciros que todos pueden perderse en el mar en un
desgraciadotemporal.
—Y yo lamento deciros, capitán general —replicó fríamente Alvito—, que
Toranaga dijo estas palabras textuales: «Pondré una guardia personal alrededor del
capitán,Tsukku-san,y,sisufrealgúnaccidente,ésteseráinvestigadohastaellímite
demipoderydelpoderdelosregentes,ysiresultaqueelresponsableesuncristiano
oalguienqueguardeciertarelaciónconloscristianos,esmuyposiblequevuelvana
considerarselosEdictosdeExpulsiónyquetodaslasiglesias,escuelasylugaresde
descansocristianos,seanclausuradosinmediatamente.»
—¡Bah!—seburlóFerriera.
—No,capitángeneral.ToranagaesastutocomoMaquiaveloeimplacablecomo
Atíla.—AlvitomiróaDell'Aqua.—Seríafácilecharnoslaculpasileocurrieraalgo
alinglés.
—Tal vez deberíais atacar la raíz del problema —dijo audazmente Ferriera—.
EliminadaToranaga.
—Noesmomentoparabromas—dijoelpadreVisitador.
—Lo que dio tan buenos resultados en la India y en Malaya, en Brasil, Perú,
México y en tantos otros sitios, también lo daría aquí. Empleemos los reyes
cristianos.SielproblemaesToranaga,ayudemosaunodeellosaeliminarlo.Unos
cientosdeconquistadoresseríansuficientes.
—Divideyvencerás.YohablaréconKiyama.Sivosqueréishacerdeintérprete,
padreAlvito…
—Nopodéiscompararalosjaponesesconlosindiosniconsalvajesignorantes
comolosincas—dijoDell’Aquaconvozcansada—.Aquínorigelanormadedivide
yvencerás.ElJapónnosepareceaningunaotranación.Enabsoluto.Debopediros
formalmente, capitán general, que no os entrometáis en la política interna de este
país.
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—De acuerdo. Os pido que olvidéis mis palabras. Mi franqueza ha sido
impertinente e ingenua. Afortunadamente, las tormentas abundan en esta época del
año.
—SiseproduceunatormentaseráporvoluntaddeDios.Perovosnoatacaréisal
capitánniordenaréisanadiequelohaga.
—Yoheprestadojuramentoamireydedestruirasusenemigos.Elinglésesun
enemigo nacional. Un parásito, un pirata, un hereje. Si decido eliminarlo es asunto
mío.SoycapitángeneraldelBuqueNegroesteañoy,porconsiguiente,gobernador
de Macao con poderes de virrey sobre estas aguas, y si quiero eliminarlo a él, o a
Toranagaoaquiensea,loharé.
—Entalcaso,loharéiscontrariandomisórdenesdirectasyosexpondréisaser
inmediatamenteexcomulgado.
—Estoescapaavuestrajurisdicción.Esunasuntotemporal,noespiritual.
—Desgraciadamente,laposicióndelaIglesiaestáaquítanentremezcladaconla
política y con el comercio de la seda, que todo afecta a la seguridad de aquélla. Si
aquísetoleraelcristianismoesporquetodoslosdaimíosestánconvencidosdequesi
nos expulsan y destruyen la fe los Buques Negros no volverán. Desgraciadamente
para la fe, lo que ellos creen no es verdad. Estoy seguro de que el comercio
continuaría con independencia de nuestra posición y de la posición de la Iglesia,
porque los mercaderes portugueses se preocupan más de sus propios intereses
egoístasquedelserviciodeNuestroSeñor.
—Talvezelinterésegoístadelosclérigosquequierenobligarnos,hastaelpunto
depedirlaautorizaciónlegaldeSuSantidad,atocarentodoslospuertosqueellos
decidanyacomerciarconlosdaimíosqueelijan,esigualmenteevidente.
—Olvidáisvuestropropiorespeto,señorcapitángeneral.
—Pero no olvido que el Buque Negro se perdió el año pasado desde aquí a
Malacacontodossustripulantes,conmásdedosmiltoneladasdeoroyconmonedas
deplataporvalordequinientosmilcruzados,despuésderetrasarseinnecesariamente
lasalidahastaqueempezóelmaltiempo,porinstigaciónvuestra.Estacatástrofecasi
arruinóatodoelmundo,desdeaquíhastaGoa.
—NosobligóaellolamuertedelTaikoylapolíticainternadelasucesión.
—Tampocoolvidoque,hacetresaños,pedisteisalvirreydeGoaquecancelarael
viaje del Buque Negro y que enviase solamente lo que vos dijerais y al puerto que
decidierais.
—EstofueparadoblegaralTaiko,paraprovocarunacrisiseconómicaenmedio
de aquella estúpida guerra contra China y Corea, debido a los martirios que había
ordenado en Nagasaki, a su furioso ataque contra la Iglesia y a los Edictos de
Expulsión que acababa de publicar. ¿Qué es más importante, el comercio o la
salvacióndelasalmas?
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—Mi respuesta es que son más importantes las almas. Pero ya que me ilustráis
sobre los asuntos japoneses, dejad que ponga los asuntos japoneses en su correcta
perspectiva.SólolaplatadelJapónliberalasedachinayelorochino.Lasinmensas
ganancias que hacemos y exportamos a Malaca y a Goa, y de allí a Lisboa, sirven
para mantener todo nuestro imperio asiático con sus fuertes, sus misiones, sus
expediciones y sus descubrimientos, y para evitar que los herejes nos dominen al
mantenerlos lejos de Asia y de las riquezas que necesitan para destruirnos y para
destruir la fe. ¿Qué es más importante, padre, la cristiandad española, portuguesa e
italianaolacristiandadjaponesa?
Dell'Aquafulminóalsoldadoconlamirada.
—Porúltimavez,noosentrometáisenlosasuntosinternosdelJapón.
Unabrasasaltódelachimeneaychisporroteósobrelaalfombra.Ferriera,queera
elqueestabamáscerca,lediounapatadaparaalejarelpeligro.
—Suponiendoquetengaquedoblegarme,¿quépensáishacerconelhereje?
Dell'Aquasesentócreyendoquehabíaganadolapartida.
—De momento, no lo sé. Pero incluso la idea de eliminar a Toranaga es una
ridiculez. Se muestra muy complaciente con nosotros y muy bien dispuesto para
aumentarelcomercioy,porlotanto,vuestrosbeneficios.
—Ylosvuestros—dijoFerrieracontraatacandodenuevo.
—NuestrasgananciassededicanalaobradeNuestroSeñor.Peronodiscutamos.
Necesitamos vuestro consejo, vuestra inteligencia y vuestra fuerza. Pero podéis
creerme,Toranagaesvitalparanosotros.Sinél,todoelpaísvolveríaasumirseenla
anarquía.
—Esverdad,capitángeneral—dijoAlvito—.Loquenocomprendoesporqué
sigueenelcastilloyhaaccedidoalaplazamientodelareunión.
—Siestanvital—dijoFerriera—,¿porquéapoyaraOnoshiyaKiyama?¿Acaso
nosehanconfabuladoconIshidocontraToranaga?¿Porquénolesaconsejáisqueno
lohagan?¿Porquénolesamenazáisconlaexcomunión?
Dell'Aquasuspiró.
—¡Ojaláfuesetansencillo!EnelJapónnosehacenestascosas.Ellosaborrecen
toda injerencia en sus asuntos internos. Incluso cuando queremos brindar una
sugerencia,tenemosquehacerloconsumadelicadeza.
Ferrieraapurósuvasodeplata,sesirvióunpocomásdevinoyprocurócalmarse
sabiendo que necesitaba tener a los jesuítas de su parte, y que sin ellos como
intérpretesnopodíahacernada.
«Este viaje tiene que ser un éxito —se dijo—. Has prestado servicio y has
trabajadodefirmeonceañosporelrey,paraganarteconjusticialarecompensamás
preciada que podía darte, el título de capitán general del Buque Negro por un año,
másladécimapartedetodalaseda,detodoeloro,detodalaplataydetodoslos
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beneficios de cada transacción. Serás rico para toda la vida, para treinta vidas que
tuvieras,graciasaestesoloviaje.Contaldequelorealices.»
LamanodeFerrierasecerrósobrelaempuñaduradesuespada,sobrelacruzde
plataqueerapartedelafiligrana,yexclamó:
—¡Por la Sangre de Cristo que mi Buque Negro zarpará a su debido tiempo de
MacaoconrumboaNagasakiyquedespuéselbarcomásricodelaHistorianavegará
haciaelSurennoviembre,conelmonzón,hastaGoay,porfin,hastalapatria!Así
ocurrirá,comoCristoesmijuez.
Yañadióparasusadentros:
«¡AunquetengaquequemartodoelJapón,ytodoMacao,ytodaChina!»
—Nuestras oraciones os acompañarán —respondió sinceramente Dell'Aqua—.
Sabemoslaimportanciadevuestroviaje.
—Entonces,¿quémeaconsejáis?Sinlaslicenciasdelpuertoylossalvoconductos
paracomerciar,estoyindefenso.¿Nopodemoshacercasoomisodelosregentes?¿No
hayotrocamino?
Dell'Aquamoviólacabeza.
—Martín—dijo—,vossoisnuestroexpertocomercial.
—Lo siento, pero es imposible —dijo Alvito, que había escuchado la acalorada
discusiónconindignacióncreciente.
«¡Grosero, arrogante y mal nacido cretino! —pensó—. ¡Dios mío, dame
paciencia,puessinesehombreyotroscomoél,laIglesiamoriríaenestepaís!.»
—Capitán general, estoy seguro de que dentro de un par de días todo estará
arreglado. Una semana, como máximo. Toranaga tiene grandes problemas en este
momento.Perotodoirábien,estoyseguro.
—Esperaréunasemana.Nomás.—LaamenazalatenteeneltonodeFerrieraera
tremenda.—Me gustaría ponerle la mano encima a ese hereje. Le arrancaría la
verdad.¿DijoalgoToranagasobrelasupuestaflota?¿Sobreunaflotaenemiga?
—No.
—Quisiera saber la verdad porque, en el viaje de ida, mi barco irá lleno a
reventar,conmáscantidaddesedaensusbodegasquejamássehayavisto.Tenemos
uno de los barcos más grandes del mundo, pero no llevaré escolta, y si una sola
fragataenemiga,oesecerdoholandés,elErasmus,nospillaraenaltamar,estaríamos
asumerced.
—Evero,ésolamentevero—murmuróDell'Aqua.
Ferrieraterminósuvino.
—¿CuándoenviaránaBlackthorneaIzú?
—No lo sé. Los regentes se reúnen dentro de cuatro días. Supongo que será
despuésdeesto.
Ferrieraselevantó.
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—Vuelvoamibarco.¿Queréiscenarconmigoestanoche?¿Losdos?Alponerse
el sol. Tenemos un magnífico capón, un cuarto de buey, vino de Madeira e incluso
pantierno.
—Gracias, sois muy amable —dijo Dell'Aqua, un poco más animado—. Sí, un
pocodebuenacomidaserámaravilloso.
Cuando Ferriera se hubo marchado y el Visitador se hubo asegurado de que no
podíanoírles,dijoconansiedad:—Martín,¿quémáshadichoToranaga?
—Quiereunaexplicación,porescrito,delincidentedelasarmasdefuegoydela
peticióndeconquistadores.
—¡Mammamía…!¿Quédijoexactamente?
—Dijo:«Tengoentendido,Tsukku-san,queelanteriorsuperiordevuestraOrden,
el padre Da Cunha, escribió a los gobernadores de Macao y de Goa y al virrey de
España en Manila, Don Siseo Vivera, en julio de 1588 de vuestro calendario,
pidiendo una invasión de cientos de soldados españoles con armas de fuego para
apoyaraalgunosdaimíoscristianosenunarebeliónqueelsumosacerdotecristiano
trataba de provocar contra su legítimo señor, el Taiko. ¿Quiénes fueron estos
daimíos?¿Esverdadquenoseenviaronsoldados,peroqueseintrodujerongrandes
cantidadesdearmasdecontrabandoenNagasaki?¿Esverdadqueelpadre-gigantese
apoderóensecretodeestasarmasalvenirporsegundavezalJapóndesdeGoa,como
embajador,enmarzooabrilde1590,segúnvuestrocalendario,yensecretolassacó
deNagasakiylasembarcóenunbarcoportugués,elSantaCruz,rumboaMacao?.»
Alvitosesecóelsudordelasmanos.
—¿Dijoalgomás?
—Nada importante, Eminentísimo Señor. No tuvo ocasión de explicarme, pues
medespidiódepronto.Unadespedidacortés,perodespedidaafindecuentas.
—¿Dedóndesacasuinformaciónesemalditoinglés?
—¡Ojalálosupiera!
—Esos datos y fechas… ¿No estaréis equivocado? ¿Los pronunció
correctamente?
—No,señor.Losnombresestabanescritosenunpedazodepapel.Melomostró.
—¿EradeBlackthornelaescritura?
—No.Losnombresestabanescritosfonéticamenteenjaponés,enhiragana.
—Tenemos que saber de qué intérprete se sirve Toranaga. Debe ser
asombrosamentebueno.Peronounodelosnuestros,¿verdad?
—ElintérpretefuedamaMaría—dijoAlvito,dandoaTodaMarikosunombrede
bautismo.
—¿OslodijoToranaga?
—No,EminentísimoSeñor.Peroséquehaestadovisitandoelcastilloyquefue
vistaconelinglés.
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—¿Estáisseguro?
—Nuestrainformaciónesabsolutamenteexacta.
—Bien —dijo Dell’Aqua—. Tal vez Dios nos ayuda con sus medios
inescrutables.Enviadlaabuscarenseguida.
—Lahevistoya.Metropecéconella,comoporcasualidad.Semostróamable,
cortés y respetuosa como siempre, pero antes de que tuviese oportunidad de
interrogarla me dijo intencionadamente: «Desde luego, el Imperio es un país muy
secreto, padre, y algunas cosas, por costumbre, tienen que permanecer secretas. Lo
mismo ocurre en Portugal y dentro de la Compañía de Jesús.» Está claro que le
prohibieronhablardeloquepasóydeloquesedijo.Losconozcobienatodos.En
esto,lainfluenciadeToranagaserámayorquelanuestra.
—¿Tandébilessufe?¿Acasolainstruimosmal?Seguroqueno.Eslamujermás
devotaymásbuenacristianaqueheconocido.Undíaseharámonja…Talvezserála
primeraabadesajaponesa.
—Sí.Peroahoranodiránada.
—LaIglesiaestáenpeligro.Estoesimportante,talvezdemasiadoimportante—
dijoDell’Aqua—.Elladeberíacomprenderlo.Esdemasiadointeligenteparanodarse
cuenta.
—Os suplico que no pongáis a prueba su fe en esta ocasión. Podríamos perder.
Meloadvirtió.Tanclaramentecomosilohubieseescrito.
—Apesardetodo,talvezdeberíamoshacerlaprueba.Porsupropiasalvación.
—A vos corresponde ordenarlo o no ordenarlo. Pero temo que obedecería a
Toranagaynoanosotros.
—PensaréenlodeMaría,sí—dijoDell’Aqua.
Dejóquesumiradaseposaraenelfuegoyparecióqueelpesodesudespacholo
aplastara. «¡Pobre María! ¡Y aquel maldito hereje! ¿Cómo podemos librarnos de la
trampa?¿Cómopodemosocultarlaverdadsobrelasarmasdefuego?¿Ycómopudo
unPadreSuperioryviceprovincialcomoDaCunha,taninstruidoyexperimentado,
consieteañosdeconocimientoprácticodeMacaoydelJapón,cometerunerrortan
monstruoso?.»
—¿Cómo?—preguntóalasllamas.
«Yomismopuedocontestar—sedijo—.Esmuyfácil.Unotienepánico,olvidala
gloriadeDiososellenadeorgullo,oquedapetrificado.¿Quiénnohabríahecholo
mismo en iguales circunstancias? Ser recibido al anochecer por el Taiko lleno de
benevolencia, una reunión triunfal con pompa y ceremonia, casi como un acto de
contricióndelTaiko,queparecíaestarapuntodeconvertirse.Ydespués,despertaren
mitad de la misma noche y encontrarse con los Decretos de Expulsión, según los
cuales,todaslasOrdenesreligiosasdebíanabandonarelJapónenelplazodeveinte
días, bajo pena de muerte, para no volver jamás. Y peor aún, todos los japoneses
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conversos debían retractarse inmediatamente si no querían sufrir el destierro o la
muerte.»
Desesperado, el Superior había aconsejado imprudentemente a los daimíos
cristianosdeKiusiu—entreellos,Onoshi,Misaki,KiyamayHarimadeNagasaki—
que se rebelaran para salvar la Iglesia y había escrito pidiendo el envío de
conquistadoresparaapoyarlarebelión.
«Sí,todoeraverdad—pensóDell'Aqua—.Siyolohubiesesabido,siDaCunha
me hubiese consultado…» Pero la carta que le había remitido a Goa había tardado
seismesesenllegar,yaunqueDell'Aquasehizoalamarenelmomentoderecibirla
ydeobtenerunascredencialesdeembajadordelvirreydeGoa,habíatardadounos
mesesenllegaraMacao,dondesehabíaenteradodequeDaCunhahabíamuertoy
dequetodoslospadresteníanprohibidalaentradaenelJapónbajopenademuerte.
Perolasarmasdefuegohabíansalidoya.
Después,alcabodediezsemanas,llegaronnoticiasdequeelTaikonoaplicaba
lasnuevasleyes.Sólohabíanardidounascincuentaiglesias.YsóloTakayamahabía
sido aplastada. Aunque los Decretos conservaban su vigor oficial, el Taiko estaba
dispuestoadejarlascosascomoestabancontaldequelospadresysusconversosse
comportaran más discretamente y se abstuviesen de manifestaciones públicas del
cultoyquelosfanáticosnoquemasenmássantuariosbudistas.
Entonces,cuandoparecióquelaordalíahabíaterminado,Dell'Aquarecordóque
loscañoneshabíansalidosemanasantesconelsellodelpadresuperiorDaCunhay
quetodavíaestabanenlosalmacenesdelosjesuítasenNagasaki.
Siguieronmássemanasdeangustia,hastaquelasarmasfueronreembarcadasen
secretohaciaMacao…
—Sí,estavezbajomisello—sedijoDell'Aqua—.¿Cuántosabeelhereje?
Durantemásdeunahora,SuEminenciapermaneciósentadoensusillóndecuero
de alto respaldo contemplando fijamente el fuego. Alvito esperaba pacientemente
juntoalalibrería.Enunadelasparedeslaterales,habíaunpequeñoóleodelpintor
venecianoTiziano,quehabíacompradoeljovenDell'AquaenPaduacuandosupadre
lo envió allí a estudiar leyes. La otra pared desaparecía detrás de sus Biblias y sus
librosenlatín,portugués,italianoyespañol,améndedosestantesdelibrosyfolletos
japonesescondevocionariosycatecismosdetodasclases,trabajosamentetraducidos
aljaponésporlosjesuítas,yporúltimodoslibrosdeunvalorinestimable:laprimera
Gramática portuguesa-japonesa, obra impresa seis años antes y en la que el padre
Sancho Alvarez trabajó toda la vida, y el increíble Diccionario portugués-latinjaponés, impreso el año anterior en caracteres romanos así como en escritura
hiragana. Había sido empezado, por orden suya, hacía veinte años y era el primer
diccionariodepalabrasjaponesasquesehabíacompilado.
ElpadreAlvitocogióellibroyloacaricióamorosamente.Sabíaqueeraunaobra
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de arte única. El mismo había estado trabajando en ella dieciocho años y todavía
estaba lejos de terminarla. Pero sería una obra maestra comparada con la del padre
Alvarez.Sisunombrehabíadeserrecordadoalgúndía,seríagraciasasulibroyal
padreVisitador,quehabíasidoelúnicopadrequehabíaconocido.
—¿Quieres salir de Portugal, hijo mío, e ingresar en el servicio de Dios? —le
habíapreguntadoelgigantescojesuitaeldíaquelohabíaconocido.
—Sí,padre,oslosuplico—habíacontestadoél.
—¿Cuántosañostienes,hijomío?
—Nolosé,padre.Talvezdiez,talvezonce.Peroséleeryescribir.Meenseñóel
cura.Yestoysolo,notengoanadie…
Dell’AqualohabíallevadoaGoaydespuésaNagasakidondehabíaingresadoen
elSeminariodelaCompañíadeJesús.Entoncessemanifestaronsusdotesmilagrosas
para las lenguas y fue intérprete de confianza y consejero comercial, primero de
HarimaTadao,daimíodelfeudodeHizen,y,coneltiempo,delpropioTaiko.Recibió
lasórdenessagradasymástardealcanzóinclusoelprivilegiodelcuartovoto,queera
elvotodeobedienciapersonalalPapa.
«Hesidomuyafortunado—pensóAlvito—.¡Oh,Diosmío,ayúdame,paraque
puedaayudaralosdemás!»
Alfin,Dell'Aquaselevantó,seestiróyseacercóalaventana.Elsolarrancaba
destellosdelastejasdoradasdelaltotorreóncentraldelcastillocuyafuerzamaciza
quedabadisimuladaporlasingulareleganciadesuestructura.«Latorredelmal—
pensó—.¿Cuántotiempopermaneceráenpie,comounrecordatorioparacadaunode
nosotros?Sólohacequince…no,diecisieteaños,queelTaikoempleócuatrocientos
milhombresenlaexcavaciónyenlaconstruccióndeestemonumento,sangrandoal
paísparapagarlo,yendosañoselcastillodeOsakaquedóterminado.¡Unhombre
inverosímil! ¡Un pueblo inverosímil! Sí. Y ahí está, indestructible, excepto para el
dedo de Dios, que puede derruirlo en un instante, si Él lo desea. ¡Oh, Dios mío,
ayúdameacumplirTuvoluntad!.»
—Bueno,Martín,parecequetenemostrabajo.—Dell'Aquaempezóaandardeun
lado para otro y su voz era tan firme como sus pisadas.—Hablemos del capitán
inglés.Sinoleprotegemos,lomataránypodremosincurrirenlasirasdeToranaga.
Si podemos protegerle, no tardará en ahorcarse él mismo. Pero, ¿podemos esperar?
Supresenciaesunaamenazaparanosotros,yquiénsabeeldañoquepuedehacernos
antesdequellegueesedíafeliz.TambiénpodemosayudaraToranagaaeliminarlo.
O,porfin,podemosconvertirlo.
—¿Qué?—dijoAlvito,pestañeando.
—Esinteligenteyconocebienelcatolicismo.¿Nocreéisquelamayoríadelos
inglesessoncatólicosenelfondodesucorazón?Larespuestaesafirmativacuando
su rey o su reina son católicos y negativa cuando son protestantes. Los ingleses se
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preocupan poco de la religión. Tal vez Blackthorne pueda ser convertido. Sería la
soluciónperfectaparamayorgloriadeDiosyparasalvarelalmadeunherejedela
condenacióneterna.
«Pasemos a Toranaga. Le daremos los mapas que pide. Explicadle lo de las
«esferasdeinfluencia».¿Acasonosetrazaronlaslíneasdedemarcaciónparaseparar
la influencia de los portugueses de la de nuestros amigos españoles? Si, é vero!
Decidle que, en lo que respecta a las otras materias importantes, será para mí un
honorprepararlaspersonalmenteyentregárselasloantesposible.Decidlequetengo
que comprobar los datos en Macao y que le ruego que me conceda un plazo
razonable. Y hacedle saber de una vez que el Buque Negro se hará a la mar tres
semanas antes con un cargamento de seda y de oro mayor que nunca, y que toda
nuestra parte del cargamento y al menos el treinta por ciento de toda la carga será
vendidapormediodelagentequenombreToranaga.
—Pero Onoshi, Kiyama y Harima suelen repartirse el corretaje del cargamento.
Nosésiestarándeacuerdo.
—Tendréis que resolver el problema. Toranaga concederá el aplazamiento a
cambiodeunaconcesión.Lasúnicasconcesionesquenecesitasonpoder,influencia
y dinero. ¿Qué podemos darle nosotros? No podemos entregarle los daimíos
cristianos.
—Sinembargo…—dijoAlvito.
—Aunque pudiésemos, creo que no deberíamos hacerlo. Onoshi y Kiyama son
enemigosencarnizados,perosehanunidocontraToranagaporqueestánsegurosde
queéstedestruiríalaIglesia,yaellossillegaseadominarelConsejo.
—ToranagaapoyaráalaIglesia.NuestroverdaderoenemigoesIshido.
—No comparto vuestra confianza, Martín. No debemos olvidar que por ser
cristianos Onoshi y Kiyama lo son también todos sus seguidores. No podemos
atacarles. La única concesión que podemos hacer a Toranaga es la relativa al
comercio. Es un entusiasta del comercio, aunque nunca ha conseguido participar
directamente en él. El ofrecimiento que sugiero puede tentarle a concedernos un
aplazamiento…quetalvezseprorrogueindefinidamente.
—Enmiopinión,OnoshiyKiyamacometenunaimprudenciapolíticaalvolverse
contraToranagaenestemomento.Deberíanseguirelantiguoproverbioqueaconseja
dejarabiertaunalíneaderetirada,¿no?Yopodríasugerirlesqueunofrecimientodel
veinticincoporcientoaToranaga,demodoqueOnoshi,KiyamayToranagatuviesen
una participación igual, amortiguaría el mal efecto de su alianza «temporal» con
Ishidocontraél.
—Entonces, Ishido desconfiaría de ellos y nos odiaría aún más cuando se
enterase.
—Ishidonosodiayaamásnopoder.SiOnoshiyKiyamaaccedieran,podríamos
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presentar nuestra proposición como si fuese una idea puramente nuestra para
mantener una posición de imparcialidad entre Ishido y Toranaga. Y podríamos
informarenprivadoaToranagadesugenerosidad.
Dell'Aquaconsiderólasventajasylosdefectosdelplan.
—Excelente—dijoalfin—.Ponedloenpráctica.Yahora,porloquerespectaal
hereje, entregad sus libros de ruta a Toranaga hoy mismo. Decidle que nos fueron
enviadosensecreto.
—¿Cómoexplicaréelretrasoendárselos?
—No tenéis que explicar nada. Decidle sólo la verdad: que los trajo Rodrigues,
peroquenosabíamosqueelpaqueteselladoconteníaloslibrosderutarobados.En
realidad,tardamosdosdíasenabrirlo.LoslibrosderutademuestranqueBlackthorne
esunpirata,unladrónyuntraidor.DecidleaToranagaqueMuralosentregóalpadre
Sebastião, el cual nos los envió pensando que nosotros sabríamos lo que teníamos
que hacer con ellos. Esto justificará a Mura, al padre Sebastião y a todos. Estoy
segurodequeToranagacomprenderáquehemospuestosusinteresesporencimade
losdeYabú.¿SabequeYabúhahechounpactoconIshido?
—Estoy seguro de ello, Eminentísimo Señor. Pero corren rumores de que
ToranagayYabúsehanhechoamigos.
—YonomefiaríadeeseengendrodeSatanás.
—EstoysegurodequetampocosefíaToranaga.
Súbitamente,lesinterrumpióunaltercadoenelexterior.Seabriólapuertayentró
unmonjeencapuchadoydescalzosacudiéndosealpadreSoldi.
—QuelabendicióndeJesucristodesciendasobrevosotros—dijo,convozronca
yhostil—.YqueÉlperdonevuestrospecados.
—¡FrayPérez!¿Quéhacéisaquí?—exclamóDell'Aqua.
—He venido a este estercolero a predicar de nuevo la palabra de Dios a los
paganos.
—Peroseosprohibiólaentradaenelpaísbajopenademuerteporincitarala
rebelión.EscapasteispormilagroalmartirioenNagasakiyseosordenó…
—FuevoluntaddeDiosyunsuciodecretodeunlocoqueyahamuertonotiene
nada que ver conmigo —dijo el fraile, un español bajito y flaco, de larga y
descuidadabarba—.EstoyaquíparacontinuarlaobradeDios.
—Muy laudable —dijo vivamente Dell'Aqua— pero deberíais hacerlo donde
ordenó el Papa, fuera del Japón. Esta provincia es exclusivamente nuestra. Y es
territorioportugués,noespañol.AsíloordenarontresPapasytambiénelreyFelipe.
—No os canséis, Eminentísimo Señor. La obra de Dios vale más que todas las
órdenes del mundo. He vuelto y abriré las puertas de las iglesias e incitaré a las
multitudesalevantarsecontralosenemigosdeDios.
—¡NodebéisprovocaralasautoridadesoreduciréisacenizaslaMadreIglesia!
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—Y yo os digo que volvemos al Japón y que nos quedaremos en el Japón.
Predicaremos la Palabra a pesar vuestro, a pesar de lo que digan los prelados, los
obisposylosreyes,einclusolospropiosPapas.¡TodoseaparagloriadeDios!
Yelmonjesaliócerrandolapuertadegolpe.
Dell'Aqua,irritadísimo,sesirvióunvasodeMadeira.Unasgotasdevinocayeron
sobrelapulidasuperficiedelamesa.
—Esos españoles nos destruirán a todos —dijo Dell'Aqua tratando de calmarse
—. Hacedlo vigilar por algunos de los nuestros, Martín. Y será mejor que aviséis
inmediatamenteaKiyamayaOnoshi.Sieselocosemuestraenpúblico,esimposible
saberloquepuedepasar.
—Sí, Eminentísimo Señor. —Alvito se detuvo al llegar a la puerta.—Primero
Blackthorne y ahora Pérez. Es demasiada coincidencia. Tal vez los españoles de
Manila se enteraron de lo de Blackthorne y lo dejaron venir aquí sólo para
fastidiarnos.
—Talvez,peronoesprobable—repusoDell'Aquaapurandosuvasoydejándolo
cuidadosamentesobrelamesa—.Entodocaso,conlaayudadeDiosyconladebida
diligencia,ningunodelosdospodrádañaralaSantaMadreIglesia,noscuesteloque
noscueste.
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CapítuloXX
—¡Quemeaspensiestonoesvida!
Blackthorne yacía beatíficamente de bruces sobre las gruesas esterillas,
parcialmente envuelto en un quimono de algodón y con la cabeza apoyada en los
brazos. La niña pasaba las manos sobre su espalda, apretando ocasionalmente sus
músculos, suavizando su piel y calmando su espíritu y casi provocando en él un
ronroneo de placer. Otra niña vertía saké en una tacita de porcelana. Y una tercera
esperaba con una bandeja de laca, en la que había una cesta de bambú llena de
pescadofritoalestiloportugués,otrajarradesakéyunospalillos.
—¿Nandesuka,Anjín-san?(¿Quéhasdicho,honorablecapitán?)
—NosédecirloenNihon-go,Rako-san—dijoélsonriendoalaniñaqueleservía
elsakéyseñalandolataza—.¿Cómosellamaeso?¿Namaeka?
—Sabazuki—dijoella,entrestiempos.
Entonces,laotramuchacha,Asa,leofrecióelpescadoyélmoviólacabeza.
—Iyé domo. —No sabía decir «estoy satisfecho», y por ello trató de decir «no
hambreahora».
—¡Ah!Imahará,hetteivaoranu—leexplicóAsacorrigiéndole.
Élrepitiólafrasevariasveces,yellasserierondesupronunciación,peroalfin,
consiguiódecirlobien.
«Nuncaaprenderéestalengua—pensó—.Sussonidosnoseparecenennadaal
inglés,nisiquieraallatínoalportugués.»
Las tres muchachas, Asa, Sonó y Rako, habían llegado con la aurora, trayendo
cha,queeralabebidanacionaldeChinaydelJapón,aunquefrayDomingolehabía
dichoqueloschinoslallamabanavecesté.Habíatenidounsueñoagitado,después
de su encuentro con el asesino, pero la bebida caliente y picante había empezado a
restaurarle.
Después lo habían acompañado, junto con sus cuatro guardias samurais, a los
humeantes baños situados al otro lado de esta sección del castillo, y lo habían
confiado a los servidores del baño. Los cuatro guardias sudaron estoicamente
mientraslobañaban,lerecortabanlabarbaylelavabanyfrotabanelcabello.
Despuésdeesto,sesintiómilagrosamentecomonuevo.Ledieronotroquimono
de algodón, limpio y que le llegaba a las rodillas, y un tabí nuevo, y las chicas le
estabanyaesperando.Entonceslocondujeronaotrahabitación,dondeestabanKiriy
Mariko. Mariko dijo que el señor Toranaga había resuelto enviarle a una de sus
provincias,dentrodeunosdías,paraqueserecobrase.AñadióqueelseñorToranaga
estaba muy contento de él y que no tenía que temer nada, porque estaba bajo la
protecciónpersonaldelseñorToranaga.Despuéslerogóqueempezaraaprepararlos
mapasconelmaterialqueellaleproporcionaría.ElseñorToranagaestabadeseosode
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queBlackthorneaprendiesetodoloposiblesobrelosjaponeses,delamismamanera
que él ansiaba aprender sobre el mundo exterior y la navegación y las rutas de los
mares.Porúltimo,Blackthornefuellevadoalmédico.Adiferenciadelossamurais,
losmédicosllevabanelpelocortoysincoleta.
Blackthorneodiabaytemíaalosmédicos.Peroésteeradiferente.Eraamablee
increíblementeaseado.Lamayoríadelosmédicoseuropeoseranbarberos,toscosy
tanllenosdepiojoscomotodoelmundo.Estelotocabayloexaminabaconcuidado,
le cogió la muñeca para tomarle el pulso y le golpeó suavemente la espalda, las
rodillasylasplantasdelospies.Sutactoysusmodaleseranapaciguadores.Loúnico
que sabían hacer los médicos europeos era mirarle a uno la lengua y preguntarle
«¿Dóndeteduele?»ysangrarloparaextraerlosmaloshumoresdelasangreydarle
unafuertelavativaparalimpiarleelvientre.
Los dedos del médico tocaron interrogadoramente las cicatrices del muslo.
Blackthorne imitó el ruido de un disparo, porque una bala de mosquete le había
perforadolacarnehacíamuchosaños.
—Ahsodesu—dijoelmédico,yasintióconlacabeza.
Porúltimo,elmédicohablóaRakoyellahizounareverenciaylediolasgracias.
—¿Ichiban?—preguntóBlackthorne.(¿Estoybien?)
—Hai,Anjín-san.
—¿Hontoka?
—Honto.
Hontoqueríadecir«verdad».«¡Quépalabratanútil!»,pensóBlackthorne.
—Domo,Médico-san.
El médico se inclinó y Blackthorne le devolvió el saludo. Sólo cuando las
muchachasselohubieronllevadodeallíyseencontrótumbadoenlasesterillas,flojo
suquimonodealgodónymientraslaniñaSonóledabamasajeenlaespalda,recordó
quehabíaestadodesnudodelantedelmédico,delasjóvenesydelossamurais,sin
haberloadvertidonihabersentidovergüenza.
—¿Nan desu ka, Anjín-san? —preguntó Rako, queriendo decir: «¿Qué pasa,
honorablecapitán?¿Dequéteríes?.»
Susblancosdientesbrillaban,yteníadepiladaslascejasypintadasenformade
medialuna.Llevabapeinadosaltoslosnegroscabellosyvestíaunquimonofloreado
decolorrosayunobiverde-gris.
—Río porque soy feliz, Rako-san. Pero, ¿cómo podría explicarte todo lo que
siento?
Entonces,selevantódeunsalto,seciñóelquimonoyempezóabailarunadanza
marinerayacantarunacanciónparamarcarelritmo.
Rakoylasotraschicassequedaronpasmadas.Inmediatamenteseabrióelshoji,y
los guardias samurais se quedaron igualmente boquiabiertos. Blackthorne cantó y
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bailó furiosamente hasta que no pudo más. Entonces, soltó una carcajada y se
derrumbó en el suelo. Las niñas aplaudieron y Rako trató de imitarle, pero fracasó
estrepitosamente porque se lo impedía el largo quimono. Las otras se levantaron e
insistieronenqueéllesdieselecciones,yéllointentó,marcandolospasosmientras
ellas trataban de imitarle, levantándose los quimonos. Pero no lo consiguieron y
prontoempezaronacharlaryareíryabanicarse.
De pronto, los guardias se pusieron serios y se inclinaron profundamente.
Toranagaestabaenelumbral,flanqueadoporKiriyMarikoysussiemprepresentes
guardias samurais. Las niñas se arrodillaron, pusieron las manos en el suelo y se
inclinaronreverentes,perosinmiedo.
—Konnichi wa, Toranaga-sama —dijo Blackthorne inclinándose también, pero
notantocomolasmujeres.
—Konnichiwa,Anjín-san—respondióToranaga,ypreguntóalgo.
—Miseñorpreguntaquéestabashaciendo,señor—dijoMariko.
—Sólo bailaba un baile, Mariko-san —dijo Blackthorne sintiéndose como un
tonto—.Sellamahornpipe.Esunbailemarineroqueacompañamosconshanties,con
canciones.Mesentíacontento…,talvezacausadelsaké.Losiento.Esperonohaber
molestadoaToranaga-sama.
Ellatradujo.
—Miseñordicequequisieraverelbaileyoírlacanción.
—¿Ahora?
—Naturalmente.
Toranaga se sentó inmediatamente, cruzando las piernas, y todos los demás se
acomodaronenlaestanciaymiraron,expectantes,aBlackthorne.
«Eres un tonto —se dijo Blackthorne —. Esto te ocurre por descuidarte. Ahora
tendrásquehacerunaexhibición,ytieneslavozcascadaybailascomounpato.»
Pero, como no tenía más remedio, se ciñó el quimono y empezó a bailar
furiosamente,girando,pateando,retorciéndose,saltandoycantandoagritopelado.
—Mi señor dice que nunca vio nada parecido en su vida —dijo Mariko—. El
señorToranagaquierebailartubaile.
—¿Eh?
—Teruegaqueleenseñes.
Blackthorne empezó la lección. Mostró el paso fundamental y lo repitió varias
veces. Toranaga lo aprendió en seguida. Blackthorne se sintió impresionado por la
agilidaddeaquelhombregordoydeedadavanzada.
Después,Blackthorneempezóacantaryabailar,yToranagaleimitó,indecisoal
principio, entre las aclamaciones de los espectadores. Pero pronto se despojó
Toranagadelquimonoycruzólosbrazosyempezóabailarconigualentusiasmoque
Blackthorne. Hasta que éste lanzó un grito, dio un salto y se detuvo. Después,
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aplaudió y se inclinó ante Toranaga, y todos aplaudieron a su señor, que se sintió
feliz.
Toranaga se sentó en el centro de la estancia respirando con facilidad. Rako se
apresuró a abanicarle y las otras jóvenes corrieron en busca de su quimono. Pero
ToranagaempujósupropioquimonoendirecciónaBlackthorneycogióelsencillo
deéste.Marikodijo:
—Miseñordicequequerríaqueaceptaraséstecomoregalo—yañadió—:Aquí
seconsideraungranhonorrecibircomoobsequioelquimono,aunqueseamuyviejo,
delseñorfeudal.
—Arigatogoziemashita,Toranaga-sama.
BlackthornehizounareverenciaydespuésdijoaMariko:
—Por favor, dile al señor Toranaga, con las frases más correctas que por
desgraciaaúnnoconozco,queloconservarécomountesoroyqueaprecioaúnmás
elhonorquemehahechoalbailarestadanzaconmigo.
—El señor Toranaga dice que le ha gustado tu baile y que tal vez algún día te
enseñaráalgunosdelosnuestros.Tambiénquisieraqueaprendieraseljaponéslomás
rápidamenteposible.
—También a mí me gustaría. Y ahora, ¿quieres preguntar al señor Toranaga
cuándomedevolveránmibarco?
—¿Qué?
—Mibarco,señora.Porfavor,pregúntalecuándomedevolveránmibarco.Ymi
tripulación. Todo el cargamento fue desembarcado y había veinte mil piezas de a
ocho en la caja fuerte. Estoy seguro de que comprenderá que somos mercaderes, y
aunqueapreciosuhospitalidad,nosgustaríatrocarlosbienesquetrajimosyvolvera
nuestropaís.Tardaremosalmenosdieciochomesesenllegaracasa.
—Miseñordicequenodebespreocuparte.Todoseharáloantesposible.Pero,
primero,debesrecobrartuvigorytusalud.Saldrásalanochecer.
—Pero…hacecosadeunahoramedijistequesaldríadentrodeunosdías.
—Miseñordicequeesmejorymásconvenienteparatisalirestanoche.Envíaa
damaKiritsuboaYedoaprepararsuregreso.Irásconella.
—Teruegoqueledeslasgracias.¿Seríaposible,puedopreguntarsiseríaposible
ponerenlibertadafrayDomingo?Esunhombrequesabemuchascosas.
—Miseñordicequelosiente,peroqueelhombrehamuerto.Envióabuscarlo
cuandotúselopedisteayer,peroyahabíamuerto.
—¿Cómomurió?—preguntóBlackthorne,muyafligido.
—Miseñordicequemuriócuandolollamaronporsunombre.
—¡Oh!
En aquel momento, entró precipitadamente un joven samurai, se inclinó ante
Toranagayesperó.
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—¿Nanja?—preguntóToranaga.
Blackthorne no comprendió nada de lo que decían, salvo que creyó captar el
seudónimodelpadreAlvito:Tsukku.VioqueToranagalomirabadereojoyadvirtió
enéllasombradeunasonrisa,ysepreguntósiToranagahabríaenviadoabuscaral
sacerdoteacausadeloqueéllehabíadicho.
—Karenimatsuyoni—dijosecamenteToranaga.
—Gyoi.
El samurai hizo una reverencia y se marchó rápidamente. Toranaga se volvió a
Blackthorne:—¿Nanja,Anjín-san?
—¿Algomás,capitán?—dijoMariko.
—Sí.¿PodríaToranagacuidartambiéndemistripulantesyhacerquelostraten
bien?¿LosenviarátambiénaYedo?
—Miseñordicequehatomadolasmedidasnecesarias.Notienesquepreocuparte
porellos.Niportubarco.
—¿Estábienmibarco?¿Cuidandeél?
—Sí.DicequeelbarcoestáyaenYedo.
Toranaga se levantó. Y todos empezaban a inclinarse cuando Blackthorne dijo,
inesperadamente:
—Unaúltimacosa…
Seinterrumpióysemaldijodándosecuentadequeeraunadescortesía.Toranaga
habíapuestoclaramentefinalaentrevistayahoralospresentesnosabíansiterminar
sureverencia,esperaroempezardenuevo.
—¿Nanja,Anjín-san?—dijoToranaga,ahoraconvozagriayviva,puestambién
sehabíasentidomomentáneamentedesconcertado.
—Gomen nasai, lo siento, Toranaga-sama. No quise ser descortés. Sólo quería
preguntarsipuedohablarunosmomentoscondamaMarikoantesdemarcharme.Me
complaceríamucho.
Ellalopreguntó.
Toranagaselimitóalanzarunimperiosogruñidoafirmativoysalió,seguidode
Kiriydesuguardiapersonal.
«¡Quisquillosos bastardos! —dijo Blackthorne para sus adentros—. ¡Dios mío,
aquíhayqueandarseconmuchocuidado!»
Seenjugólafrenteconlamangayviounaexpresióndedisgustoenelsemblante
de Mariko. Rako sacó apresuradamente un pañuelo de los que parecía tener una
reservainagotableysecretaenalgúnlugardelapartedeatrásdesuobi.Entoncesél
sediocuentadequellevabaelquimono«delseñor»ydequeunonodebíasecarseel
sudor de la frente con la manga «del señor», y de que había cometido otra falta.
«¡Nuncaaprenderé,Diosmío,nuncaaprenderé!»
—¿Anjín-san?—dijoRakoofreciéndolesaké.
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Él le dio las gracias y lo bebió de un trago. Ella volvió a llenar la taza.
Blackthornevioquelasfrentesdetodosestabansudorosas.
—Gomennasai—dijodisculpándose,ytomólacopaylaofreciógalantementea
Mariko—. No sé si esto es correcto o no, pero, ¿quieres un poco de saké? ¿Está
permitido?¿Otengoquegolpearelsueloconlacabeza?
Ellaseechóareír.
—¡Oh,sí!Esabsolutamentecorrecto,ynodebesexcusarteconmigo,capitán.Los
hombresnoseexcusanconlasmujeres.Todoloquehacenescorrecto.Almenos,así
locreenlasdamas.
Explicóalaschicasloquehabíadicho,yéstasasintierongravemente,perocon
ojosreidores.
—Túnopodíassaberlo,Anjín-san—siguiódiciendo,ydespuésbebióunsorboy
ledevolviólataza—.Gracias,peroelsakésemesubealacabezaymebajaalas
rodillas.Elcasoesqueaprendesmuydeprisa,aunquedebecostartemucho.Note
preocupes, el señor Toranaga me dijo que tienes aptitudes excepcionales. Nunca te
habríadadosuquimonosinosehubiesesentidoplenamentesatisfecho.
—¿EnvióabuscaraTsukku-san?
—¿AlpadreAlvito?
—Sí.
—Tendrías que habérselo preguntado a él, capitán. A mí no me lo dijo. E hizo
bien,pueslasmujeresnoentendemosdecuestionespolíticas.Yahora,yaquequieres
preguntarmealgo,¿puedopreguntarteyoprimero?
—Desdeluego.
—¿Cómoestuseñora,tuesposa?
—Tiene veintinueve años. Es alta, comparada contigo. Yo mido seis pies y dos
pulgadas,yella,unoscincopiesyochopulgadas.Portanto,tepasalacabeza,aunque
es…proporcionadacomotú.Sucabelloesdecolorde…—señalólasvigasdecedro
pulimentado,ytodoslasmiraronyvolvieronamirarleaél—.Sí,aproximadamente
deesecolor.Deunrubioligeramenterojizo.Susojossonazules,muchomásazules
quelosmíos,deunazulverdoso.Casisiemprellevaelcabellolargoysuelto.
Marikotradujotodoestoalosotros,ytodoscontuvieronelalientoymiraronlas
vigas de cedro y de nuevo a él, e incluso los guardias samurais prestaron atención.
Rakopreguntóalgo.
—Rako-sanpreguntasitieneelcuerpocomonosotras.
—Sí. Pero tiene las caderas más anchas y más redondas y la cintura más
pronunciaday…bueno,generalmentenuestrasmujeressonmásredondeadasytienen
lossenosmásgrandes.
—¿Son todas vuestras mujeres y vuestros hombres mucho más altos que
nosotros?
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—Generalmente,sí.Perotambiéntenemosbajitas.Vuestrapequeñaestaturame
parecedeliciosa.Muyagradable.
Asapreguntóalgoyelinterésgeneralaumentó.
—Asa pregunta si en cuestiones de almohada pueden compararse vuestras
mujeresconlasnuestras.
—Perdón,nocomprendo.
—¡Oh, discúlpame, por favor! Nosotros decimos asuntos de almohada para
indicarlauniónfísicadelhombreylamujer.Esmásdelicadoquefornicación,¿neh?
—Yo… bueno… sólo he tenido una experiencia de almohada en este país…
Fue…,enelpueblo…,ynolorecuerdomuybien,puesestabaagotadoporelviajey
mediodormido.
Marikofruncióelceño.
—¿Sólounavezdesdequellegaste?
—Sí.
—Debessentirtemuyincómodo,¿neh?Unadeesasdamasestaríaencantadade
compartirlaalmohadacontigo,Anjín-san.Olastres,silodeseas.
—¿Eh?
—¡Claro!Perosinoquieresaningunadeellas,nodebespreocuparte,porqueno
seofenderán.Dimesolamentelaclasededamaqueprefieresylabuscaremos.
—Gracias—dijoBlackthorne—.Ahora,no.
—¿Estásseguro?Discúlpame,peroKiritsubo-sandejóinstruccionesconcretasen
elsentidodequehayqueprotegerymejorartusalud.¿Cómopuedesestarsanosin
esto?Esmuyimportanteparaelhombre,¿neh?Sí,muchísimo.
—Gracias,peronoahora—dijoBlackthorne,contrariadoporeldescaroylafalta
detactodelasugerencia.
—Te aseguro que quedarías satisfecho, Anjín-san. ¡Oh! Tal vez… ¿Prefieres tal
vezunmuchacho?
—¿Eh?
—Unmuchacho.Esmuysencillo,silodeseas—dijoella,coningenuasonrisay
contodanaturalidad.
—¿Meofrecesenseriounchico?
—Puesclaro,Anjín-san.¿Quétepasa?Sólodijequeteenviaríamosunmuchacho
sitúlodeseas.
—¡Nolodeseo!—dijoBlackthorne,sofocado—.¿Tengocaradeserunmaldito
sodomita?
Suspalabrasrestallaronenlaestancia.Todoslomiraronasombrados.Marikose
inclinó,desconsolada,tocandoelsueloconlafrente.
—Porfavor,discúlpame.Hecometidounterribleerror.Teheofendido,cuando
sólotratabadecomplacerte.Nuncahabíahabladoconunextranjeroantesdeahora,
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aparte los santos padres, y nada sé de vuestras costumbres íntimas. Los padres no
hablandeestascosas.
Eljefedelossamurais,KazuOan,losobservabaconirritación.Élrespondíadela
seguridad y de la salud del bárbaro y había visto con sus propios ojos la increíble
merced que había hecho el señor Toranaga a Anjín-san, y ahora, Anjín-san estaba
furioso.
—¿Quélepasa?—preguntóconuntonoamenazador,puessindudalaestúpida
mujerhabíadichoalgoquehabíaofendidoalimportantísimoprisionero.
MarikoleexplicóloquehabíadichoyloquelehabíarespondidoAnjín-san.
Oanserascólacabezaconincredulidad.
—¿Sehapuestocomounbueyfuriososóloporquelehasofrecidounmuchacho?
—Sí.
—Perdona, pero ¿lo has hecho cortésmente? ¿No habrás empleado una palabra
grosera?
—¡Oh,no,Oan-san!Estoysegura.
—Nunca comprenderé a esos bárbaros —dijo Oan, desesperado—. Por lo que
másquieras,cálmalo,Mariko-san.Debedeseracausadesulargaabstinencia.Tú—
ordenóaSonó—,traemássaké,sakécaliente,ytoallascalientes.Tú,Rako,frotael
cuellodeesediablo.
Cuandosalieroncorriendolasmuchachas,seleocurrióunaidea:
—Me pregunto si será impotente. Su relato de aquella vez en el pueblo fue
bastantevago,¿neh?Quizáselpobrehombreestáfuriosoporquenopuedehacerloy
túsacastearelucireltema.
—Perdona,peronolocreo.Elmédicodijoqueeranormal.
—Sifueseimpotente,estoloexplicaríatodo,¿neh?Cualquierasehabríapuesto
comoél.Pregúntaselo.
MarikohizoinmediatamenteloqueleordenabanyOansehorrorizóalvercómo
secongestionabalacaradelbárbaroycómosellenabalahabitacióndeunossonidos
bárbaroshorribles.
—Hadicho«no»—murmuróMariko.
—Ytodoeso,¿sóloquieredecir«no»?
—Esque,cuandoseexcitan,empleanmuchasmaldicioneselocuentes.
Oanempezabaasudardeangustiapensandoensuresponsabilidad.
—¡Hazquesecalme!—empezóadecir,peroseinterrumpiódeprontoporquevio
llegaraHiro-matsu.
Este, que en circunstancias ordinarias era un ordenancista, se había mostrado
comountigreirritadodurantelasúltimassemanas,yaqueldíahabíasidoaúnpeor.
Había degradado a diez hombres por falta de pulcritud, había ordenado a dos
samurais que se hicieran el harakiri por haber llegado tarde a su ronda, y cuatro
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encargadosdelalimpiezanocturnahabíansidoarrojadosdesdeloaltodelamuralla
pordejarcaerpartedeuncontenedoreneljardíndelcastillo.
—¿Se ha portado bien, Mariko-san? —dijo Puño de Hierro, con irritación—, y
Oan temió que la estúpida mujer que había armado todo el jaleo dijese la verdad
haciendoquerodasensuscabezas.
Pero,parasugranalivio,ellacontestó:
—Sí,señor.Todovabien.Gracias.
—SeteordenapartirconKiritsubo-san.
—Sí,señor.
MientrasHiro-matsusealejabaparacontinuarsuronda,Marikoreflexionósobre
la causa de que la enviasen fuera. ¿Era simplemente para actuar de intérprete para
Kiri y el bárbaro durante el viaje? ¿Era la cosa tan importante? ¿Se marchaban
tambiénlasotrasmujeresdeToranaga?¿YdamaSazuko?¿Noerapeligrosoparaésta
elviajepormar?
«¿IréyosolaconKiri—sepreguntó—,ovendrátambiénmiesposo?Ysiélse
queda,¿quiéncuidarádesucasa?¿Yporquétenemosqueirenbarco?¿Acasonoes
seguralacarreteradeTokaido?¿AcasonosatacaríaIshido?Talvez.DamaSazuko,
Kiritsuboylasotraspodríanserbuenosrehenes.¿Seráporestoquenosenvíanpor
mar?.»
AMarikonuncalehabíagustadoelmar.Susolavisiónleproducíamareo.«Pero
si tengo que ir, iré, y se acabó la cuestión.» Karma. Dejó de pensar en ello para
centrar su atención en el problema más inmediato de aquel bárbaro extranjero que
sólolecausabapreocupaciones.
Cuando Puño de Hierro hubo desaparecido, Oan levantó la cabeza y todos
suspiraron.Asallegócorriendoconelsaké,seguidadecercaporSonóquetraíalas
toallascalientes.
Observaroncómoservíanalbárbaro.Vieronelrostrotensodeéste,queaceptóel
sakésinlamenorsatisfacciónyrecibiólastoallascalientescontodafrialdad.
MarikoofreciómássakéaBlackthorne.
—No,gracias.
—Pidodenuevodisculpaspormiestupidez.¿Queríashacermealgunapregunta?
Blackthorne había visto que hablaban entre ellos, fastidiado por no poder
entenderlesyfuriosopornopodermaldecirlesdebidamenteporsuinsulto.
—Sí.¿Dijistequelasodomíaesaquíunacosanormal?
—¡Oh!Perdóname,pero,¿nopodemoshablardeotracosa?
—Desdeluego,señora.Pero,antetodo,paraquepuedacomprenderte,dimesila
sodomíaesunacosanormalenestepaís.
—Todo lo que tiene que ver con la almohada es normal —dijo ella, en tono
desafiador,irritadaporlafaltadebuenosmodalesyporlaevidenteimbecilidaddel
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hombre.
Recordaba que Toranaga le había dicho que podía informarle ampliamente de
cuestiones no políticas, pero que debía contarle después a él las preguntas que le
habíahechoAnjín-san.Además,noestabadispuestaaaguantarsustonterías,porque
elAnjínseguíasiendounbárbaroyprobablementeunpirata,ypendíasobreéluna
sentenciademuertequehabíaquedadoensuspensodemomentoporqueasílohabía
queridoToranaga.
—Elhechodequeunhombrevayaconotrohombreoconunmuchacho,sóloles
afectaaellos.¿Quéperjuiciocausanalosdemás,atioamí?¡Ninguno!
«¿Acaso soy una estúpida analfabeta —pensó—o soy uno de esos mercaderes
idiotasquesedejanintimidarporlosbárbaros?No.Yosoyunasamurai.Sí,loeres,
Mariko.Peroerestambiénbastantetonta.Eresunamujer,ydebestratarlocomoaun
hombrecualquiera,sihasdedominarlo.Halágalo,sigúelelacorrienteyháblalecon
dulzura.Olvidastetusarmas.¿Porquétehaceactuarcomounaniñadedoceaños?.»
Deliberadamente,suavizóeltonodesuvoz.
—Perositúcrees…
—Lasodomíaesunpecadohorrible,algomaligno,unaabominacióncondenada
porDios,ylosbastardosquelapracticansonlaescoriadelmundo—lainterrumpió
Blackthorne,todavíafuriosoporqueellalehabíacreídocapazdeserunodeéstos.
«¡Señor! ¿Cómo es posible? Pero domínate —se dijo—, ¡Cualquiera diría que
eresunpuritanofanáticoouncalvinista!¿Yporquéteponestanfuriosocontralos
sodomitas?¿Seráporquesiempreseencuentraalgunoenelmar,porquesonmuchos
losmarinerosquelohanprobadoalnopodersoportartantosmesesdeaislamiento?
¿Seráporquetúmismotesentistetentadoyteodiasteporsentirlatentación?¿Oserá
porquecuandoeraspequeñotuvistequelucharparaprotegerte,hastaelpuntodeque
enunaocasiónestuvieronapuntodeabusardeti,peropudisteescaparymatarauno
delosbastardosdeunacuchilladaenelcuello,yestocuandosóloteníasdoceaños,y
quefuelaprimeramuertedetulargalista?»
—EsunpecadocondenadoporDios,¡unpecadocontralasleyesdeDiosydelos
hombres!—gritó.
—Seguramente,estosonpalabrascristianasqueseaplicanaotrascosas—replicó
ella agriamente, sin pensarlo, irritada por la rudeza del hombre—. ¿Un pecado?
¿Dóndeestáelpecadoenesto?
—Túdeberíassaberlo.Erescatólica,¿no?Fuisteeducadaporlosjesuítas,¿no?
—Unsantopadremeenseñóahablarlatínyportuguésyaescribirenlatínyen
portugués.Noséquésignificadodastúasercatólico,perosoycristianadesdehace
casi diez años, y ellos nunca me hablaron de esto. Nunca leí libros eróticos. Sólo
libros religiosos. ¿El erotismo, un pecado? ¿Cómo es posible? ¿Cómo puede ser
pecaminosoalgoqueproporcionaplacer?
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—¡PregúntaloalpadreAlvito!
«¡Ojalá pudiese hacerlo! —pensó ella, confusa—. Pero me ordenaron que sólo
comentaseconKiriyconmiseñorToranagaloquesedijeseaquí.PedíaDiosyala
Virgen que me ayudasen, pero han permanecido mudos. Sólo sé que, desde que
llegasteaquí,todohasidounembrollo.Sólomehascausadopreocupaciones…»
—Siesunpecadocomotúdices,¿porquétantossacerdotesbudistaslohaceny
siempre lo han hecho? Incluso hay sectas que lo recomiendan como una forma de
adoración.¿Sonmalosporello?¡Claroqueno!¿Porquéhandeprivarsedeunplacer
normalsinopuedentenertratoconlasmujeres?
—La sodomía es una abominación, contraria a todas las leyes. ¡Pregúntalo a tu
confesor!
«Túereslaúnicaabominación,tú,capitán—habríaqueridogritarleMariko—.
¿Cómo te atreves a ser tan rudo y cómo puedes ser tan estúpido? ¿Dijiste contra
Dios?¡Quéabsurdo!Talvezcontratudiosmalvado.Dicesqueerescristiano,pero
evidentemente no lo eres, eres un embustero y un falsario. Quizá conoces cosas
extraordinarias y has estado en lugares extraños, pero no eres cristiano y sí un
blasfemo.¿TehaenviadoSatanás?¿Unpecadoeso?¡Quéridiculez!
»Te enfureces por cosas normales y actúas como un loco. Irritas a los santos
padres, irritas al señor Toranaga, produces tensiones entre nosotros, atacas nuestras
creenciasynosatormentasconinsinuacionessobreloqueesverdadyloquenoloes,
sabiendoquenopodemosprobarinmediatamentelaverdad.
»Tedesprecio,comodesprecioatodoslosbárbaros.Sí,losbárbarosdestrozaron
mi vida. ¿Acaso no odiaron a mi padre porque desconfiaba de ellos y pidió
abiertamente al Dictador Goroda que los expulsara de nuestro país? ¿Acaso no
envenenaronlosbárbaroslamentedelDictador,haciendoqueempezaraaodiarami
padre, su general más fiel, un hombre que lo había ayudado incluso más que el
generalNakamuraoqueelseñorToranaga?¿Nofueronlosbárbarosquieneshicieron
que el Dictador insultara a mi padre, le volviera loco y le obligase a hacer lo
indecible,siendoporellocausadetodasmisangustias?
»Sí,hicierontodoestoyaúnmás.PerotambiéntrajeronlaincomparablePalabra
de Dios, y en las horas negras de mi aflicción, cuando me trajeron del odioso
destierroaunavidaaúnmásodiosa,elpadreVisitadormemostróelCamino,abrió
misojosymialmaymebautizó.YelCaminomediofuerzapararesistir,llenómi
corazón de una paz infinita, me liberó del tormento perpetuo y me bendijo con la
promesadelaSalvaciónEterna.
»Pase lo que pase, estoy en manos de Dios. ¡Oh, Virgen Santa! Dale tu paz y
ayudaaestapobrepecadoraparavenceratuenemigo.»
—Pidoperdónpormirudeza—dijo—.Tienesmotivoparahaberteenojado.Soy
unamujertonta.Porfavor,tenpacienciaydisculpamiestupidez,Anjín-san.
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InmediatamenteseaplacólairadeBlackthorne.
—Yo también pido disculpas, Mariko-san —dijo ablandándose un poco—, pero
entrenosotrossugerirqueunhombreessodomitaeselpeordelosinsultos.
«Entonces,soistantontoseinfantilescomoviles,toscosymaleducados»,pensó.
Perodijo,aparentementecompungida:
—Tienesrazón.Nopretendíofenderte,Anjín-sama.Aceptamisdisculpas.Toda
laculpafuemía.Losiento.
El sol había tocado el horizonte, y el padre Alvito seguía esperando en la sala de
audiencias,conloslibrosderutaenlasmanos.
EralaprimeravezqueToranagalehacíaesperar,laprimeravez,enmuchosaños,
queesperabaparaverasudaimíoeinclusoalpropioTaiko.Durantelosúltimosocho
años de gobierno del Taiko, había gozado del increíble privilegio de ser recibido
inmediatamente. Pero este privilegio se lo había ganado gracias a su fluidez en la
lengua japonesa y a su inteligencia para los negocios. Su conocimiento de las
maniobras internas del comercio internacional había contribuido activamente a
aumentar la inverosímil fortuna del Taiko, y Alvito se había convertido en el
confidentedeaquél,enunadelascuatroúnicaspersonas—yenelúnicoextranjero
—quehabíavistotodosloscuartosdeltesoropersonaldelTaiko.
Aunoscienpasosdeallí,seelevabaeltorreóndelcastillo.Teníasietepisosde
alturayestabaprotegidoporgrancantidaddemuros,puertasyfortificaciones.Enel
pisocuartohabíasietehabitacionesconpuertasdehierro.Todasellasestabanllenas
de lingotes de oro y de cofres de monedas de oro. En el piso de encima, estaba la
plata,tambiénenlingotesyencofresllenosdemonedas.Yeneldeencimadeéste,
seguardabanlassedasraras,lasporcelanas,lossablesylasarmaduras,eltesorodel
Imperio.
«En las condiciones actuales —pensó Alvito—, aquello debía valer al menos
cincuentamillonesdeducados,másquelarentaanualdetodoelImperioespañol,del
Imperio portugués y de Europa en su conjunto. La más grande fortuna personal en
efectivo de la Tierra. Con una centésima parte de ella podríamos construir una
catedralencadaciudad,unaiglesiaencadapuebloyunamisiónencadaaldeadel
país.¡Quiénlotuviese,paraGloriadeDios!»
ElTaikohabíaambicionadoelpoder.Yhabíacodiciadoeloroporelpoderque
daba sobre los hombres. El tesoro era el producto de dieciséis años de poder
indiscutido, de los inmensos dones obligatorios que todos los daimíos tenían que
ofreceranualmente,porcostumbre,ydelosingresosdesuspropiosfeudos.ElTaiko
poseía personalmente, por derecho de conquista, la cuarta parte de todo el país. Su
rentaanualpasabadeloscincomillonesdekokú.YcomoeraseñordetodoelJapón,
pormandatodelEmperador,poseíaenteoríatodaslasrentasdetodoslosfeudos.No
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imponíacontribucionesanadie.Perotodoslosdaimíos,todoslossamurais,todoslos
campesinos,artesanos,mercaderes,ladronesybandidos,todoslosbárbaros,eincluso
loseta,contribuíanvoluntariamenteyconesplendidez.Porsupropiaseguridad.
Alvito recordó la noche en que había muerto el Taiko. Este lo había invitado a
acompañarleensusúltimosmomentos,juntoconYodoko-sama,esposadelTaiko,y
damaOchiba,suconsorteymadredelHeredero.Lostreshabíanveladoyesperado
enelembalsamadoambientedeaquellainterminablenochedeverano.
Despuésempezólaagoníayseprodujolamuerte.
—Sualmasehaido.AhoraestáenmanosdeDios—habíadichoél,haciendola
señaldelacruzybendiciendoelcadáver.
—Que Buda reciba a mi señor y le haga renacer muy pronto para que pueda
empuñar de nuevo las riendas del Imperio —había dicho Yodoko, llorando en
silencio.
Lehabíacerradolosojosyhabíaaseadoelcadáver,talcomolecorrespondíapor
privilegio.Después,tristemente,habíahechotresreverenciasyhabíasalidodejando
aAlvitocondamaOchiba.
LamuertedelTaikohabíasidodulce.Hacíamesesqueestabaenfermo,yaquella
nocheseprevióelfin.Pocashorasantesdemorir,habíaabiertolosojosysonreídoa
OchibayaYodoko,yhabíamurmuradoconunhilodevoz:
—Escuchadmiepitafio:
Comoelrocíonací,comoelrocíomeextingo.
El castillo de Osaka y todo cuanto hice no es más que un sueño dentro de un
sueño.
Ydespuésdeunaúltimasonrisacariñosaaellasyaél,habíaañadido:
—Veladpormihijotodosvosotros.
Ysusojossehabíannubladoparasiempre.
El padre Alvito recordaba cuánto le había conmovido esta última poesía, tan
típica del Taiko. La invitación de éste le había hecho esperar que en el último
momentoelseñordelJapónaceptaríalaverdaderafe.Nohabíasidoasí.
—¡HasperdidoparasiempreelReinodeDios,pobremortal!—habíamurmurado
tristemente.
—¿YsituReinodeDiosestáenuncallejónsinsalidadelosbárbaros?—lehabía
dichodamaOchiba.
—¿Qué?—habíapreguntadoélpensandoquenohabíaoídobien,puesconocíaa
dama Ochiba desde hacía casi doce años y siempre la había visto dócil y sumisa,
callada,dulce,sonrienteyfeliz.
—Hedicho:¿YsituReinodeDiosestáenuncallejónsinsalidadelosbárbaros?
—QueDiosteperdone.Tuseñoracabademoriry…
—Elseñormidueñohamuerto,yconélhamuertolainfluenciaqueteníassobre
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él. ¿Neh? El quiso que estuvieras aquí, y bien está, pues tenía derecho a quererlo.
Pero ahora está en el Gran Vacío y ya no tiene autoridad. Ahora mando yo. Tú,
sacerdote, apestas, siempre has apestado, y tu hedor contamina el aire. ¡Sal de mi
castilloydéjanosconnuestrodolor!
Latristeluzdelasvelashabíapuestountemblorensusemblante.Eraunadelas
mujeresmásbellasdelmundo.Involuntariamente,élhabíahecholaseñaldelacruz
contrasumaldad.
—¿Nanja,Tsukku-san?
Demomento,laspalabrasjaponesasnotuvieronningúnsignificadoparaél.
Toranagaestabadepieenelumbral,rodeadodesusguardias.
ElpadreAlvitohizounareverenciaponiéndosesobresíysintiendoqueelsudor
corríaporsuespaldayporsucara.
—Pido perdón por haber venido sin ser invitado. Estaba… estaba soñando
despierto. Recordaba muchas cosas que tuve la dicha de presenciar en el Japón.
Parececomositodamividahubieratranscurridoaquí.
—Parafortunanuestra,Tsukku-san.
Toranaga se dirigió con paso cansino al estrado y se sentó sobre el sencillo
almohadón. Los guardias formaron, en silencio, una valla de protección a su
alrededor.
—LlegasteaquíeltercerañodeTensho,¿no?
—No, señor. Fue el cuarto, el Año de la Rata —respondió empleando su
calendario,quelehabíacostadomesescomprender.
Todos los años se contaban partiendo de un año particular, elegido por el
Emperadorreinante.Unacatástrofeounsucesofelizpodíanterminaroempezaruna
era,alantojodeaquél.Seordenabaaloseruditosqueescogiesenunnombredebuen
augurio,tomadodelosantiguoslibrosdeChina,paralanuevaeraquepodíadurarun
añoocincuentaaños.Tenshosignificaba«JusticiadelCielo».Elañoanteriorhabía
estadomarcadoporunmaremotoquehabíacausadodoscientosmilmuertos.Ycada
año recibía un número además de un nombre siguiendo este último la misma serie
queservíaparadesignarlashoras:Liebre,Dragón,Serpiente,Caballo,Cabra,Mono,
Gallo,Perro,Oso,Rata,BueyyTigre.ElprimerañodeTenshohabíacoincididocon
elAñodelGallo.Deaquíqueelaño1576fueseelAñodelaRata,enelcuartoaño
deTensho.
—Muchohaocurridoenestosveinticuatroaños,¿neh,amigomío?
—Sí,señor.
—Sí.ElaugedeGorodaysumuerte.ElaugedelTaikoysumuerte.¿Yahora?
—EstoestáenmanosdelInfinito—dijoAlvitoempleandountérminoquepodía
significarDiosytambiénBuda.
—NielseñorGorodanielseñorTaikocreíanenningúndiosnienelInfinito.
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—¿NodijoelseñorBudaquemuchoscaminosconducenalnirvana,señor?
—¡Ah!Eresunhombreprudente,Tsukku-san.¿Cómo,siendotanjoven,puedes
sertanprudente?
—Sinceramentedesearíaserlo,señor.Asíospodríaserdemásayuda.
—¿Queríasverme?
—Sí. Pensé que el asunto era lo bastante importante para venir sin previa
invitación.
AlvitosacóloslibrosderutadeBlackthorneylosdepositóenelsuelo,delantede
Toranaga,ylediolasexplicacionessugeridasporDell’Aqua.Vioquelasfacciones
deToranagaseendurecían,ysealegródeello.
—¿Pruebadesupiratería?
—Sí, señor. Los libros de ruta contienen incluso el texto exacto de las órdenes,
entrelascualesfiguraésta:«…encasonecesario,desembarcarcontodaslasfuerzas
y apoderarse de cualquier territorio alcanzado o descubierto». Si lo deseas, puedo
hacerunatraducciónliteraldetodoslospasajespertinentes.
—Tradúcelotodo.Rápidamente—dijoToranaga.
—Hayalgomás,queelpadreVisitadorcreequedebessaber.
AlvitocontóaToranagatodoloreferentealosmapasylosinformesyalBuque
Negrotalcomohabíanconvenido,ysealegróalverlacomplacidareaccióndelotro.
—¡Excelente! —dijo Toranaga—. ¿Estás seguro de que el Buque Negro
anticiparásusalida?
—Sí—respondióAlvitoconfirmeza.
—Bien.Diatuseñorqueesperosusinformesconimpaciencia,aunquesupongo
quetardaráalgunosmesesencomprobarcorrectamenteloshechos.
—Dijo que preparará los informes lo antes posible. Y te enviaremos los mapas
que deseas. ¿Es posible que el capitán general tenga pronto sus licencias? Esto
facilitaríamuchísimolasalidaanticipadadelBuqueNegro,señorToranaga.
—¿Garantizasqueelbarcollegarápronto?
—Nadiepuedegarantizarelvientoylastormentasenelmar.Peroelbarcosaldrá
anticipadamentedeMacao.
—Tendrás las licencias antes de anochecer —dijo Toranaga y despidió a sus
guardias.
EralaprimeravezqueAlvitoveíaaundaimíosinescolta.
—Venysiéntateaquí,Tsukku-san.
Toranaga señaló un sitio a su lado en el estrado. Alvito nunca había recibido
semejanteinvitación.¿Eraunvotodeconfianza…ounasentencia?
—Laguerraestáapuntodeestallar—dijoToranaga.
—Sí.
Los señores cristianos Onoshi y Kiyama se oponen extrañamente a mis deseos.
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Circulanmalosrumores,¿neh?Sobreellosysobreotrosdaimíoscristianos.
—Los hombres prudentes deben llevar siempre en su corazón los intereses del
Imperio.
—Sí.Peromientrastanto,ycontramivoluntad,elImperiosehadivididoendos
bandos.ElmíoyeldeIshido.Porconsiguiente,todoslosinteresesdelImperioestán
enunbandooenelotro.¿Dóndeestánlosinteresesdeloscristianos?
—Tenemosprohibidointervenirenpolítica,señor.
—¿Creéis que Ishido os favorecerá? —La voz de Toranaga se endureció.—Es
absolutamentecontrarioavuestrareligión.IshidoquiereponerenvigorlosDecretos
deExpulsióndelTaikoycerrartodoelpaísalosbárbaros.Yoquierolaexpansióndel
comercio.
—Nosotrosnotenemosinfluenciasobreningunodelosdaimíoscristianos.
—Entonces,¿cómopuedoyoinfluirenellos?
—Nosélobastanteparaatrevermeaaconsejarte.
—Sabes lo bastante, viejo amigo para comprender que, si Kiyama y Onoshi se
coaligancontramíponiéndosealladodeIshidoydetodasuralea,losotrosdaimíos
cristianos no tardarán en seguirles, y la proporción será de veinte hombres de los
suyoscontraunodelosmíos.
—¿Nohaymaneradeevitarlaguerra?Siestalla,nuncaacabará.
—Tambiényolocreo.Ytodoelmundosaldráperdiendo:nosotrosylosbárbaros
y la Iglesia Cristiana. En cambio, si todos los daimíos cristianos se pusieran de mi
parte abiertamente, no habría guerra. Aunque Ishido levantara la bandera y se
rebelase,losregentespodíanaplastarlocomoaungusano.
Alvitosintióqueelnudoseapretabaalrededordesucuello.
—NosotrossóloestamosaquíparapredicarlaPalabradeDios.Noparameternos
enpolítica,señor.
—VuestrojefeanteriorofrecióalTaikolosserviciosdelosdaimíoscristianosde
KiusiuantesdequehubiesesometidoaquellapartedelImperio.
—Se equivocó al hacerlo. No tenía autoridad de la Iglesia ni de los propios
daimíos.
—Prontotendrácadaunoquetomarpartido,Tsukku-san,Sí.Muypronto.
Alvitosintiófísicamentelaamenaza.
—Siempreestoydispuestoaservirte.
—Sipierdo,¿morirásconmigo?
—MividaymimuerteestánenmanosdeDios.
—¡Oh,sí!¡TuDioscristiano!—Toranagamovióunpocosusableyseinclinó.—
SiOnoshiyKiyamaseponendemiparteeneltérminodecuarentadías,elConsejo
deRegentesrevocarálosDecretosdelTaiko.
«¿Hasta dónde puedo llegar? —se preguntó Alvito, desesperado—. ¿Hasta
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dónde?»
—Nopodemosinfluirenelloscomotúcrees—dijoenvozalta.
—Tal vez tu jefe podría ordenárselo. ¡Ordenárselo! Ishido os traicionará, a
vosotrosyaellos.Leconozcobien.YtambiéndamaOchiba.¿Acasonoinfluyeya
cercadelHerederocontravosotros?
«Sí —habría querido gritar Alvito—. Pero Onoshi y Kiyama han obtenido en
secretouncompromisojuradoyescritodeIshidoconfiándoleselnombramientode
todoslostutoresdelHeredero,unodeloscualesserácristiano.YOnoshiyKiyama
hanjuradosolemnementequeestánconvencidosdequetútraicionarásalaIglesia,en
cuantohayaseliminadoaIshido.»
—El padre Visitador no puede darles órdenes, señor. Sería una injerencia
imperdonableenvuestrapolítica.
—Onoshi y Kiyama, dentro de cuarenta días, y se derogarán los Decretos del
Taiko…yseacabarántambiénlosmalossacerdotes.Losregenteslesprohibiránla
entradaenelJapón.
—¿Qué?
—Sóloquedaréistúylostuyos.Ningunodelosotros…losapestososmendigos
desotana,lospeludosdescalzos.Losquesólolanzanestúpidasamenazasynohacen
másquecrearconflictos.Siqueréis,tendréislascabezasdetodoslosqueestánaquí.
Todo el ser de Alvito se puso alerta. Nunca había sido tan franco Toranaga. El
menorresbalónpodíaofenderleyconvertirloparasiempreenenemigodelaIglesia.
«¡PiensaenloqueofreceToranaga!¡LaexclusivaentodoelImperio!Loúnico
quegarantizaríalapurezaylaseguridaddelaIglesiaensuperíododecrecimiento.
Algo que sólo Toranaga puede darnos. Con Kiyama y Onoshi apoyándole
abiertamente,ToranagapodríaaplastaraIshidoydominarelConsejo.»
—No estoy autorizado para responderte, señor, ni para hablar de estos asuntos,
¿neh?Sólotedigoquenuestrofinessalvaralmas—dijo.
—TengoentendidoquemihijoNagaseinteresaporvuestrafecristiana.
«¿Esunaamenazaounaoferta?—sepreguntóAlvito—.¿Meestáofreciendosu
permisoparaqueNagaabracelafe—¡quégolpemagníficosería!—omedicequesi
nocooperamosnosloprohibirá?.»
Depronto,Alvitosediocuentadelaenormidaddeldilemaconqueseenfrentaba
Toranaga. «Está atrapado, tiene que hacer un convenio con nosotros —pensó
entusiasmado—. Tiene que darnos lo que queramos, si accedemos a hacer un trato
conél.¡Alfinconfiesafrancamentequelosdaimioscristianostienenlabalanzadel
poder!¿Quémáspodemospedir?Nada.Excepto…»
Miró deliberadamente los libros de ruta que había dejado delante de Toranaga.
Estealargólamanoylosguardóenlamangadesuquimono.
—¡Ah, sí, Tsukku-san —dijo con voz misteriosa y cansada—. También está el
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nuevo bárbaro, el pirata. El enemigo de tu país. Pronto vendrán en gran número,
¿neh?Selespuededisuadir…oanimar.Comoaesepirata,¿neh?
El padre Alvito comprendió que podían tenerlo todo. «¡Pero sólo queremos lo
ofrecido!Sisólodependiesedemí,mearriesgaría.ConozcoaToranagayapostaría
por él. Sí, amenazaría a Onoshi y a Kiyama con la excomunión si se negaran a
apoyarle con tal de ganar estas concesiones para la Madre Iglesia. Dos almas a
cambiodedecenasdemillares,decentenasdemillares,demillones.Peronopuedo
decidirnada.Sólosoyunmensajero.»
—Necesitoayuda,Tsukku-san—dijo—.Ylanecesitoahora.
—Yoharétodoloquepueda,Toranaga-sama.Teloprometo.
Entonces,Toranagadijorotundamente:
—Esperarécuarentadías.Sí.Cuarentadías.
Alvito hizo una reverencia. Toranaga le devolvió el saludo inclinándose más
ceremoniosamente que nunca, casi como si lo hiciese ante el propio Taiko. El
sacerdoteselevantó,emocionado.Saliódelaestanciayechóaandarporelpasillo.
Aceleróelpaso.Empezóacorrer.
Toranagaobservóaljesuitadesdeunaaspillera,alcruzarésteeljardín.Elshojise
entreabriódenuevo,peroéldespidióalosguardiasconunamaldiciónylesordenó
bajopenademuertequelodejasensolo.ConlamiradasiguióatentamenteaAlvitoa
través de la puerta fortificada y del patio hasta que el sacerdote se perdió en el
laberintodelasfortificacionesinteriores.
Y después, en la soledad y en el silencio, Toranaga sonrió. Se arremangó el
quimonoysepusoabailarunbailemarinero.
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CapítuloXXI
Pocodespuésdeanochecer,Kiribajónerviosamentelaescalera,acompañadapordos
doncellas.Suliteraconcortinasestabajuntoalacabañadeljardín.Unavoluminosa
capa envolvía su quimono de viaje y llevaba un gran sombrero de ala ancha sujeto
conunacintaatadadebajodelmentón.
Dama Sazuko la esperaba pacientemente en la galería, en avanzado estado de
embarazo,yMarikoestabacercadeella.Blackthorneseapoyabaenlapared,cerca
delapuertafortificada.LlevabaelquimonoconcintodelosPardos,calcetinestabiy
sandaliasmilitares.Enelpatio,másalládelapuerta,laescoltadesesentasamurais
fuertemente armados aparecía en correcta formación. Uno de cada tres hombres
llevabaunaantorcha.Alfrentedelossoldados,YabúhablabaconBuntaro,elesposo
deMariko,unhombrebajo,robustoycasisincuello.
La promesa del verano flotaba en la tenue brisa, pero nadie lo advertía, salvo
Blackthorne,quepercibíatambiénlatensiónquelosenvolvíaatodos.Éleraelúnico
queibadesarmado.
Kirisedirigióalagalería.
—Nodeberíasestaraquíesperando,Sazuko-san.¡Tevasaenfriar!Estasnoches
deprimaverasonmuyhúmedas.
—Notengofrío,Kiri-san.Haceunanochedeliciosa.
—¿Todovabien?
—¡Oh,sí!Todoesperfecto.
Yabú, que era mayor que Buntaro, era nominalmente el jefe de la expedición.
HabíavistollegaraKiriycruzólapuertaparasaludarla.Buntarolesiguió.
—¡Oh, señor Yabú! ¡Señor Buntaro! —dijo Kiri inclinándose con dificultad—.
Siento haberos hecho esperar. El señor Toranaga iba a bajar, pero al fin decidió no
hacerlo.Márchateahoramismo,medijo.Porfavor,aceptadmisdisculpas.
—Nosonnecesarias—dijoYabú,quequeríaalejarsedelcastilloloantesposible,
y salir de Osaka y volver a Izú. Casi no podía creer que conservaba la cabeza, el
bárbaro, las armas y todo lo demás. Había enviado mensajes urgentes por palomas
mensajeras a su esposa, que estaba en Yedo, para asegurarse de que todo estuviera
preparadoenMishima,yaOmi,enlaaldeadeAnjiro.
—¿Estáslista?
BrillaronunaslágrimasenlosojosdeKiri.
—Déjame recobrar el aliento y subiré a la litera. ¡Oh, no quisiera tener que
marcharme!
MiróasualrededorbuscandoaBlackthorne,yporfinlovioentrelassombras.
—¿QuiénesresponsabledeAnjín-sanhastaquelleguemosalbarco?
—He ordenado que camine al lado de la litera de mi esposa —dijo secamente
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Buntaro—.Siellanopuededominarle,loharéyo.
—Talvez,señorYabú,podríasescoltaradamaSazuko…
—¡Guardias!
Elgritodealertaprocedíadelpatio.BuntaroyYabúcruzaroncorriendolapuerta
fortificada y todos los hombres les siguieron, y otros salieron de las fortificaciones
interiores.
Ishidobajabaporelpaseo,entrelasmurallasdelcastillo,alfrentededoscientos
Grises.Sedetuvoenelpatio,frentealapuerta,ehizounaceremoniosareverencia.
—Espléndidanoche,señorYabú.
—Sí,ciertamente.
IshidosaludódescuidadamenteaBuntaro,elcuallecorrespondióconelmínimo
decortesíapermisible.LosdoshabíansidogeneralespredilectosdelTaiko.Buntaro
había mandado uno de los regimientos en Corea, cuando Ishido tenía el mando
supremo.Losdossehabíanacusadorecíprocamentedetraición.Sólolaintervención
personal y una orden directa del Taiko habían evitado la efusión de sangre y una
venganza.
IshidoobservóalosPardos.Después,sumiradatropezóconBlackthorne.Viola
mediareverenciadeésteycorrespondióconunmovimientodecabeza.Atravésdela
puerta,pudoverlastresmujeresylaotralitera.VolvióamiraraYabú.
—Cualquieradiríaquevaistodosalaguerra,Yabú—san,envezdeformaruna
escoltaceremonialparadamaKiritsubo.
—Hiro-matsu-sanloordenóacausadelasesinoAmida…
Yabú se interrumpió al ver que Buntaro avanzaba con talante agresivo y se
plantabaenelcentrodelapuerta.
—Siempreestamosdispuestosparaelcombateconosinarmadura.Cadaunode
losnuestrospuedelucharcontradiezhombresycontraciencomedoresdeajos.
LasonrisadeIshidoestaballenadedesprecioyeltonodesuvozeraburlónal
decir:
—¡Oh!Talvezprontotendréisoportunidaddelucharcontrahombresdeverdad,
nocontracomedoresdeajos.
—¿Cuándo?¿Porquénoestanoche?¿Porquénoaquí?
Yabú se interpuso cautelosamente entre los dos. También él había estado en
Corea,ysabíaquelosdoshabíandicholaverdadyqueningunoeradefiar,Buntaro
menosqueIshido.
—Estanocheno,porqueestamosentreamigos,Buntaro-san—dijo,apaciguador,
queriendodesesperadamenteevitarunchoquequelosencerraríaparasiempreenel
castillo.
—¿Qué amigos? ¡Conozco a los amigos y a los enemigos! —gritó Buntaro
volviéndose hacia Ishido —. ¿Quién es ese hombre o esos hombres de verdad de
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quienes hablabas, Ishido-san? ¡Que salga, que salgan de sus agujeros y se planten
delantedemí,deTodaBuntaro,señordeSakura,siesquetienenagallas!
Ishidoledirigióunamiradamaligna.
—Noeselmomento,Buntaro-san—dijoYabú—.Amigosoene…
—¿Amigos? ¿Dónde? ¿En ese montón de basura? —Y Buntaro escupió en el
polvo.
Uno de los Grises llevó la mano a la empuñadura del sable y diez Pardos lo
imitaron. Cincuenta Grises hicieron lo propio una fracción de segundo después, y
todosesperaronqueIshidodesenvainaseelsablecomoseñaldeataque.
EntoncessalióHiro-matsudelassombrasdeljardín,cruzólapuertayseplantó
enelpatiohaciendooscilarentresusmanoselsablecasifueradelavaina.
—Avecesseencuentranamigosentrelabasura,hijomío—dijotranquilamente.
Lasmanosaflojaronsupresiónsobrelasempuñadurasdelossablesyaflojaronla
tensióndelosarcosarmadosconflechas.
—Tenemosamigosentodoelcastillo—prosiguió—.YentodaOsaka.Nuestro
señorToranagalodicesiempre.¿Noescierto,hijomío?
Haciendo un enorme esfuerzo, Buntaro asintió con una inclinación de cabeza y
retrocedióunpaso.Peroseguíaimpidiendolaentradadeljardín.
Hiro-matsuvolviósuatenciónaIshido.
—Noteesperábamosestanoche,Ishido-san.
—He venido a presentar mis respetos a dama Kiritsubo. Sólo hace unos
momentosquemehaninformadodequealguiensemarchaba.
—¿Esposiblequemihijotengarazón?¿Debemospensarquenoestamosentre
amigos?¿Acasosomosrehenes?
—No.PeroelseñorToranagayyoconvinimoselprotocoloaobservardurantesu
visita. Hay que avisar con un día de antelación la llegada y la salida de los altos
personajesafindequeyopuedapresentarlesmisrespetos.
—EstahasidounadecisiónsúbitadelseñorToranaga.Noconsideróqueelhecho
de enviar a una de sus damas a Yedo fuese lo bastante importante para tener que
molestarte—dijoHiro-matsu—.ElseñorToranagaestápreparandosupartida.
—¿Hadecididoyacuándoserá?
—Sí.Eldíaenqueterminenlassesionesdelosregentes.Serásinformadoenel
momentooportunodeacuerdoconelprotocolo.
—Bien.Lociertoesquelareuniónpuedeaplazarseotravez.ElseñorKiyamaha
empeoradoensudolencia.
—¿Sehaacordadoelaplazamientoono?
—Sólohedichoquepodríaaplazarse.SeríaunplacerteneralseñorToranagacon
nosotrosdurantemuchotiempo,¿neh?¿Cazaráconmigomañana?
—Yolehepedidoquecanceletodaslascaceríashastaquesecelebrelareunión.
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Siunpuercoasesinopuedefiltrarsecontantafacilidadentreloscentinelas,¿nosería
aúnmásfácillatraiciónfueradelrecintodelcastillo?
Ishidonorecogióelinsulto.Sabíaqueésteenardeceríaaúnmásasushombres,
perotodavíanoleinteresabaprenderfuegoalamecha.
—Comosabesmuybien—dijo—,todoslosjefesdelaguardiadeaquellanoche
hansidoenviadosalGranVacío.Desgraciadamente,losAmidassonpoderosos.Pero
serán aplastados muy pronto. Y ahora, tal vez podré presentar mis respetos a
Kiritsubo-san.
Ishido avanzó, seguido de su guardia personal de Grises. De pronto, se
detuvieron. Buntaro tenía una flecha en su arco y aunque apuntaba al suelo el arco
estabacompletamentetenso.
—LosGrisesnopuedencruzarestapuerta.¡Asílodisponeelprotocolo!
—¡Soy gobernador del castillo de Osaka y jefe de la guardia personal del
Heredero!¡Puedoiradondemeplazca!
Unavezmás,Hiro-matsucontrolólasituación.
—Cierto que eres jefe de la guardia personal del Heredero y que puedes ir a
donde quieras. Pero solamente pueden acompañarte cinco hombres al cruzar esta
puerta.¿Noloconvinisteasíconmiseñordurantesuestanciaaquí?
—¡Cincoocincuenta,quémásda!Esteinsultoesintolerable.
—¿Insulto? Mi hijo no ha pretendido insultarte. Sólo sigue órdenes acordadas
contigo por su señor. Cinco hombres. ¡Cinco! —dijo autoritariamente volviéndose
haciasuhijo—.ElseñorIshidonoshaceelhonordequerersaludaradamaKiritsubo.
Elviejohabíasacadodospulgadasdesabledelavaina,ynadiesabíasilohabía
hechoparaatacaraIshidosiempezabalalucha,opararebanarlacabezadesuhijosi
ésteapuntabalaflecha.Todossabíanquenohabíaelmenorcariñoentrepadreehijo,
sinosólounmutuorespetoporlamalignidaddelotro.
—Bueno,hijomío,¿quédicesaljefedelaguardiadelHeredero?
El sudor corría por la cara de Buntaro. Al cabo de un momento, se apartó a un
ladoyaflojólatensióndelarco.Peronoquitólaflecha.
IshidohabíavistomuchasvecesaBuntarodisparandoflechasenlosconcursosa
doscientospasosylanzandoseisdeellasantesdequelaprimeradieseenelblanco,
conunaasombrosapuntería.Debuengradohabríaordenadoelataqueparaacabarde
unavezconelpadre,elhijoytodoslosdemás.Perosabíaqueseríaunaestupidez
empezarconellosynoconToranaga.Además,Ochibahabíaprometidoinfluircerca
del viejo Puño de Hierro para atraerlo a su bando, cuando llegase el momento. Se
preguntó una vez más qué poder secreto tendría sobre él. Había ordenado a dama
OchibaquesalieradeYedo,aserposible,antesdelareunióndelosregentes.Suvida
novaldríaungranodearrozdespuésdelainculpacióndeToranaga,convenidacon
los otros regentes y que iría seguida del harakiri impuesto por la fuerza en caso
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necesario.
Ishidopenetróeneljardín,acompañadodeHiro-matsuydeYabú.Lessiguieron
cincoguardias.IshidoseinclinóceremoniosamenteydeseóbuenviajeaKiritsubo.
Después,satisfechoporquetodoestabaenorden,diomediavueltaysemarchó.
—Mejorqueospongáisenmarchaahoramismo,Yabú—san—dijoHiro-matsu.
—Sí.Enseguida.
Kiriapartóelgruesoveloquependíadelaladesuanchosombrero.
—¡Oh,Yabú—sama!¿QuieresacompañaradamaSazukoalinterior?Teloruego.
—Desdeluego.
Sazuko saludó y se alejó apresuradamente, seguida de Yabú. La joven subió
corriendolaescalera.Cuandoestabacasiarriba,resbalóycayó.
—¡Elniño!—chillóKiri—.¿Sehahechodaño?
Todoslosojossefijaronenlajovencaída.Marikocorrióhaciaella,peroYabú
llegóprimero.Laayudóalevantarse.Sazukoestabamásasustadaquelesionada.
—Estoybien—dijojadeandounpoco—.Noospreocupéis,estoyperfectamente.
¡Quétontahesido!
Cuando se hubo asegurado de que todo estaba bien, Yabú volvió al patio y se
dispusoapartirinmediatamente.
Marikovolvióalapuerta,visiblementealiviada.Blackthorneestabaeneljardíny
parecíasorprendido.
Kiriestabayaenlalitera,detrásdelastraslúcidascortinas,conelvelocubriendo
sucara.«¡Pobremujer—pensóMariko—.Estátratandodeocultarsuslágrimas.Yo
tambiénestaríaaterrorizadasituviesequeabandonarcomoellaamiseñor.»
—¿QuéqueríaIshido?—lepreguntóBlackthorne.
—Estaba… No sé la palabra correcta. Investigando… haciendo una visita de
inspecciónsinprevioaviso.
—¿Porqué?
—Eseljefedelcastillo—dijoellanoqueriendorevelarlaverdaderarazón.
Yabúgritóunaordenylacolumnasepusoenmarcha.Marikosubióasulitera
dejandolascortinasentreabiertas.BuntarohizounaseñaaBlackthorneparaquese
apartara.Esteobedeció.
EsperaronaquepasaralaliteradeKiri.Blackthornemirófijamentelaconfusay
veladafigurayoyóunossollozosapagados.Lasdosasustadasdoncellas,AsaySonó,
caminaban a su lado. Después miró hacia atrás por última vez. Hiro-matsu estaba
solo, delante de la pequeña cabaña, apoyado en su sable. Los samurais cerraron la
enorme puerta fortificada. No había guardias en el patio. Todos estaban en la
fortaleza.
—¿Quépasa?—preguntóBlackthorne.
—¿Quédices,Anjín-san?
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—Parecequeesténsitiados.PardoscontraGrises.¿Esperanjaleo?¿Másjaleo?
—Perdona,peroesnormalquesecierrenlaspuertasporlanoche—dijoMariko.
Élechóaandarasulado,alponerseenmarchalalitera.Buntaroyelrestodela
retaguardia siguieron detrás de él. Blackthorne observaba la primera litera, el paso
bamboleantedelosportadoresylaconfusafiguradelinterior.Estabamuyexcitado,
aunquetratabadedisimularlo.CuandoKiritsubohabíagritado,todoshabíanmiradoa
la joven caída en la escalera, pero él vio que Kiritsubo se metía con sorprendente
rapidez en la cabaña y volvía a salir al cabo de un momento para subir
inmediatamentealaliteraycorrerlascortinas.Perosusmiradassehabíancruzado
unbreveinstante.EraToranaga.
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CapítuloXXII
Elpequeñocortejoquerodeabalasdosliterasavanzólentamenteporellaberintodel
castilloyentreloscontinuospuestosdevigilancia.Encadaunodeéstos,despuésde
lasreverenciasderitual,seexaminabanminuciosamentelosdocumentosyuncapitán
y un grupo de Grises los escoltaban hasta el puesto siguiente. Y cada vez,
Blackthorneobservabaconcrecientealarmaalcapitándelaguardiaacercarsealas
corridas cortinas de la litera de Kiritsubo. Pero el hombre se inclinaba cortésmente
ante la figura entrevista, que seguía ahogando sus sollozos, y les mandaba seguir
adelante.
«¿Quién más lo sabe? —se preguntaba desesperadamente Blackthorne—. Las
doncellasdebendesaberlo.Poresoestántanasustadas.Hiro-matsulosabetambién,
y dama Suzuko, la muy comediante. ¿Y Mariko? No lo creo. ¿Y Yabú? ¿Se fiaría
Toranaga de él? ¿Y ese loco sin cuello de Buntaro? Probablemente, no.
Evidentemente,esunintentodefugabiensecreto.Pero,¿porquéarriesgaToranaga
suvidafueradelcastillo?¿Noestabamássegurodentrodeél?¿Porquéelsecreto?
¿Dequiénestátratandodeescapar?¿DeIshido?¿Delosasesinos?¿Dealgunaotra
personadelcastillo?Probablemente,detodos.»
Blackthornedeseabahallarseasalvoenlagalerayenaltamar.
—¿Te cansas, Anjín-san? —preguntó delicadamente Mariko—. Si quieres,
puedessubiryyoiréandando.
—Gracias—respondióélsecamenteechandoenfaltasusbotas,puesaúnnose
había acostumbrado a las sandalias—. Mis piernas están bien. Sólo deseo estar a
salvoenelmar.
—¿Essiempreseguroelmar?
—Aveces,señora.Peronosiempre.
Enelpuestosiguientedeguardia,elnuevocapitándelosGrisesseacercómás
quelosotrosmientraslasdoncellaslehacíanprofundasreverenciasylecerrabanel
pasosindarlaimpresióndequelohacíanadrede.ElcapitánmiróaBlackthorneyse
acercó a él. Después de un incrédulo escrutinio, habló a Mariko, la cual sacudió la
cabeza y le respondió. El hombre gruñó y volvió junto a Yabú. Le devolvió los
documentosy,conunademán,indicóqueelcortejopodíaseguirsucamino.
—¿Quéhadicho?—preguntóBlackthorne.
—Mehapreguntadodedóndeeresycuálestupaís.
—Perotúhasmovidolacabeza.¿Eraestounarespuesta?
—¡Oh! Perdona —dijo ella—. Quería saber si los remotos antepasados de tu
puebloestabanrelacionadosconelkami,elespíritu,queviveenelNorte,enelborde
de China. Hasta hace poco pensábamos que China era el único lugar civilizado del
mundo,ademásdelJapón,¿neh?
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En realidad, el capitán le había preguntado si creía que el bárbaro era
descendiente de Harinwakairi, el kami protector de los gatos, añadiendo que aquel
tipoapestabacomoungatoencelo,comosesuponíaqueapestabaelkami.
Otropuestodevigilancia.Blackthornenopodíacomprendercómosemostraban
todos tan corteses y pacientes, siempre haciendo reverencias, entregando y
recogiendo los documentos, sonriendo y sin que nadie diese muestras de irritación.
«¡Quédiferentessondenosotros!»
MirólacaradeMariko,parcialmenteocultaporelveloyporelanchosombrero.
Pensó que era muy bonita y se alegró de haber puesto en claro lo referente a la
equivocación cometida por ella. «Al menos —pensó—no volverá a venirme con
aquellassandeces.Sonunosmaricasbastardos.¡Esoesloqueson!»
Después de aceptar las excusas de ella, la había interrogado sobre Yedo y las
costumbresjaponesasysobreIshidoyelcastilloevitandosiempreeltópicodelsexo.
Ella le había respondido prolijamente, pero eludiendo toda clase de explicación
política. Sus respuestas habían sido informativas, pero innocuas. Sin embargo, se
habíamarchadoprontoconlasdoncellas,dejándolosoloconlosguardiassamurais.
Elhechodeversevigiladotandecercaleponíanervioso.«Siemprehayalguien
rondandoamialrededor—pensó—.Sondemasiados.Soncomohormigas.Megusta,
devezencuando,lapazdeunapuertacerrada,perocerradapordentro,noporfuera.
Ansió estar de nuevo a bordo, a pleno aire, en alta mar. Aunque sea en esa galera
panzudacomounamarrana.»
AlcruzarelcastillodeOsakasediocuentadequecuandoestuviesenenelmar
donde él era el rey, tendría a Toranaga en su elemento. «Nos sobrará tiempo para
hablar. Mariko traducirá y podré solucionarlo todo. Tratos comerciales, el barco, la
devolución de nuestra plata y el precio de los mosquetes y de la pólvora, si quiere
comprarlos.Convendréconélenvolverelpróximoañocontodouncargamentode
seda. Siento lo de fray Domingo, pero aprovecharé su información. Cogeré el
ErasmusyremontaréconélelRíodelasPerlashastaCantónyromperéelbloqueo
portuguésychino.Devolvedmemibarcoyserérico.¡MásricoqueDrake!Cuando
vuelva a casa, contrataré a todos los lobos de mar, desde Plymouth hasta el
Zuiderzee,ynosapoderaremosdetodoelcomerciodeAsia.DondeDrakeletiróde
labarbaaFelipe,yolecortarélostestículos.Sinlaseda,Macaoestámuerta,ysin
MacaoestámuertaMalaca.Ydespués,Goa.PodremosenrollarelImperioportugués
comounaalfombra.«¿QueréiselcomerciodelaIndia,Majestad?¿DeÁfrica?¿De
Asia?¿DelJapón?¡Podéistenerlotodoencincoaños!
«¡Levántate,SirJohn!
»Sí.Conunpocodetiempo,eltítulodecaballeroestaráalalcancedemimano.Y
tal vez más. Los capitanes y los navegantes pueden convertirse en almirantes,
caballeros,loreseinclusocondes.
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»En tres años, podré hacer tres viajes. Conozco los monzones y los grandes
temporales,peroelErasmusnavegabiendebolinaynolocargaremosdemasiado…
¡Unmomento!¿Porquénohacerlascosasbienyolvidarlaspequeñascantidades?
¿Por qué no apoderarme este año del Buque Negro? ¡Entonces lo tendría todo!
¿Cómo? Fácilmente, si va sin escolta y lo pillamos por sorpresa. Pero no tengo
bastanteshombres.Sinembargo,loshayenNagasaki.¿Noesdondeestántodoslos
portugueses?¿NodijoDomingoqueeracasicomounpuertoportugués?YRodrigues
dijolomismo.Yensusbarcossiemprehaymarinerosquefueronembarcadosporla
fuerzaoqueestándispuestosacambiardeembarcacióncontaldeganardinero,sin
quelesimporteunbledoelcapitánoelpabellón.¿Hedichotresaños?Bastarácon
dosparahacermericoyfamoso.Ydespués,medespedirédelmar.¡Parasiempre!»
Toranagaeralaclave.¿Cómoibaamanejarlo?
Pasaronotropuestodeguardiaydoblaronunaesquina.Delantedeellosestaban
el último rastrillo y la última puerta del castillo propiamente dicho, y más allá, el
últimopuentelevadizoyelúltimofoso.
Entonces,Ishidosaliódeentrelassombras.
Los Pardos lo vieron casi todos en el mismo instante. Un estremecimiento de
hostilidad recorrió sus filas. Buntaro casi saltó para acercarse a la cabeza de la
columna.
—¡Ese bastardo lo echará todo a perder, con su afán de lucha! —dijo
Blackthorne.
—¿Señor?¿Quéhasdicho,señor?
—Sólo he dicho que tu marido…, que Ishido saca en seguida de quicio a tu
marido.
Ellanorespondió.
Yabú se detuvo. Despreocupadamente, tendió el salvoconducto al capitán del
puestoyseacercóaIshido.
—Noesperabavolveravertetanpronto.Tusguardiassonmuyeficaces.
—Gracias—dijoIshidoobservandoaBuntaroylaliteracerrada.
—Debería bastar con una comprobación de nuestro salvoconducto —repuso
Buntaro haciendo resonar amenazadoramente sus armas—. Dos, como máximo.
¿Somosacasounabandadeguerra?¡Esuninsulto!
—Nohequeridoinsultaranadie,Buntaro-san.Sólohetomadomayoresmedidas
deseguridadacausadelasesino—dijoIshidomirandorápidamenteaBlackthorney
preguntándosesidebíadejarlomarcharoretenerlocomoqueríanOnoshiyKiyama.
Elcapitánobservabaminuciosamenteacadacualparaasegurarsedequeestaba
enlalista.
—Todoestáenorden,Yabú—sama—dijovolviendojuntoaljefedelacolumna
—.Yanonecesitaselsalvoconducto.Loguardaremosaquí.
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—Bien—murmuróYabúvolviéndosehaciaIshido—.Hastapronto.
Ishidosacóunrollodepergaminodesumanga.
—QuisierapediradamaKiritsuboquellevaseestoaYedo.Esparamisobrina.
Probablemente,tardaréalgúntiempoenirallá.
—Desdeluego—dijoYabúalargandolamano.
—Notemolestes,Yabú—san.Yolocogeré.
Ishidosedirigióalalitera.Lasdoncellas,obsequiosas,lecerraronelpaso.
—¿Puedocogeryoelmensaje,señor?Mise…
—No.
ParasorpresadeIshidoydetodoslospresentes,lasdoncellasnosemovieron.
—Esquemise…
—¡Fuera!—gruñóBuntaro.
Lasdosdoncellasretrocedieronhumildemente,muyespantadas.Ishidoseinclinó
antelacortina.
—Kiritsubo-san, ¿serías tan amable de llevar este mensaje a Yedo? Es para mi
sobrina.
Hubo una pequeña vacilación entre sollozos y la figura asintió con una
inclinacióndecabeza.
—Gracias—dijoIshidoacercandoelfinorollodepergaminohastaunapulgada
delascortinas.
Cesaronlossollozos.BlackthornecomprendióqueToranagaestabaatrapado.La
cortesíaexigíaqueToranagatomaraelrollo,ysumanoledelataría.
—¿Kiritsubo-san?
Nada. Entonces, Ishido avanzó un paso y apartó las cortinas, y en el mismo
instante,Blackthorneprofirióungritoysepusoabailarcomounloco.Ishidoylos
demás,sevolvieron,pasmados.
Poruninstante,ToranagafueplenamentevisibledetrásdeIshido,apesardelvelo
que cubría su cara. Y en el interminable segundo que transcurrió antes de que
Toranagacorrieradenuevolascortinas,BlackthornetuvolaseguridaddequeYabú
lo había reconocido y también Mariko, y probablemente Buntaro y alguno de los
samurais.Entonces,saltóhaciadelante,agarróelrollo,loarrojóatravésdelarendija
delascortinasyfarfulló:
—En mi país, trae mala suerte que un príncipe entregue personalmente un
mensajecomosifueseunvillano…Malasuerte…
TodoocurriótaninesperadamenteycontantarapidezqueIshidonodesenvainó
susablehastaqueBlackthornelehubodichodesesperadamenteaMariko:
—¡PorelamordeDios,ayúdame!Malasuerte…Malasuerte.
EllagritóalgoyelsablesedetuvomuycercadelcuellodeBlackthorne.Mariko
dio una explicación de lo que Blackthorne había dicho. Ishido bajó el sable, gritó
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enfurecidoygolpeólacaradeBlackthorneconeldorsodelamano.
Blackthorne,ciegodeira,selanzósobreIshido.
Si Yabú no hubiese sujetado con tanta rapidez el brazo de Ishido, la cabeza de
Blackthorne habría rodado por el polvo. Medio segundo después, Buntaro agarró a
Blackthorne y entre él y cuatro Pardos lo apartaron de Ishido. Después, Buntaro le
dio un golpe en la nuca dejándolo atontado. Los Grises saltaron en defensa de su
amo, pero los Pardos rodearon a Blackthorne y las literas y hubo una tregua
momentánea.
Yabú empezó a calmar a Ishido. Mariko lloraba y no cesaba de repetir, casi
histéricamente,queelbárbarosólohabíatratadodesalvaraIshido,elgranjefe,deun
kamimaligno.
—Paraellos,comoparanosotros,unabofetadaeselpeordelosinsultos,yestole
produjounalocuramomentánea.Esunbárbaroinsensato,peroesdaimíoensupaís,
ysólohatratadodeservirte,señor.
Ishido vociferó y pateó a Blackthorne, que estaba volviendo en sí. Este oyó el
tumulto con gran tranquilidad. Los Grises los rodeaban en proporción de veinte a
uno,perohastaentoncesnadiehabíamuertoytodosestabanalaexpectativa.
Ishidosevolviódenuevohaciaélyseacercóvociferando.Notóqueseapretaban
losdedosdelosPardosycomprendióqueseacercabaelgolpefinal,peroestavez,
lejos de tratar de rebelarse, empezó a derrumbarse y, de pronto dio un salto, se
desprendió y, riendo como un loco, inició un furioso baile marinero. El padre
Domingolehabíadichoquelosjaponesescreíanquelalocuraeraproducidaporun
kami y que por esto los locos, lo mismo que los niños y los muy viejos, no eran
responsablesdesusactos.
—¡Está loco! ¡Está poseído! —gritó Mariko comprendiendo la treta de
Blackthorne.
—Sí —dijo Yabú tratando aún de recobrarse de la impresión recibida al ver a
ToranagaysinsabersiAnjín-sanestabahaciendocomediaosehabíavueltolocode
verdad.
Blackthorneseguíabailandofrenéticamenteesperandounaayudaquenollegaba.
Después,maldiciendoensilencioaYabúyaBuntaroporsucobardíayaMarikopor
suestupidez,saludóaIshidocomounamarionetay,medioandando,mediobailando,
sedirigióalapuerta.
—¡Seguidme!¡Seguidme!—gritó,convozahogadatratandodedirigirlamarcha
comoungaitero.
Los Grises le cerraron el camino. Él rugió con fingida rabia y les ordenó
imperiosamentequeseapartaranylanzóunacarcajadahistérica.
Ishidocogióunarcoyunaflecha.LosGrisesseapartaron.Blackthorneestabaa
puntodecruzarlapuerta.Sevolvióysedetuvosabiendoquedenadaleservíaechar
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acorreryreanudósulocadanza.
—Estáloco.Esunperrorabioso.¡Hayquematarlo!—dijoIshido,convozronca
armandoelarcoyapuntando.
MarikosaltódesdesuposicióndefensivajuntoalaliteradeToranagayavanzó
endirecciónaBlackthorne.
—Notepreocupes,señorIshido—exclamó—.Novalelapena…Noesmásque
unalocurapasajera.Simepermites…
AlacercarseaBlackthorne,pudoversuagotamiento,susonrisaenloqueciday,a
pesarsuyo,seespantó.
—Ahora puedo ayudarte, Anjín-san —dijo, precipitadamente—. Tenemos que
seguirandando.Yoteseguiré.Notemas,nodispararácontranosotros.Porfavor,deja
debailar.
Blackthorne se detuvo inmediatamente, dio media vuelta y anduvo rápidamente
por el puente. Ella le siguió a un paso de distancia, como era la costumbre, pero
esperandolasflechas,casioyéndolassilbar.
Yabúreaccionóalfin:
—Si quieres matarlo, deja que lo haga yo, Ishido-sama. No sería digno de ti
quitarlelavida.Ungeneralnomataconsuspropiasmanos.Otrosdebenhacerlopor
él.
Seacercómuchoyledijoenvozbaja:
—¡Déjalovivir!Sulocurasehadebidoatubofetada.Confíaenmí.Nosinteresa
másqueviva.
—¿Qué?
—Vivonosinteresamás.Confíaenmí.Puedesmatarlocuandoquieras.Ahoralo
necesitamosvivo.
Ishidoleyódesesperación,ysinceridad,enlacaradeYabú.Bajóelarco.
—Muybien.Peroundíaloquerrévivo.Ylocolgarédelospiessobreelpozo.
Yabútragósalivaehizounamediareverencia.Nerviosamente,hizounademán
paraqueelcortejosepusieseenmarchatemiendoqueIshidoseacordaradelalitera
ydeKiritsubo.
Lacolumnaseacercabayaalapuerta.Yabúsesituóenlaretaguardia.Temíaque
elcortejofuesedetenidoencualquiermomento.«Seguramente,algunodelosGrises
habrávistoaToranaga—pensó—.¿CuántotardaránendecírseloaIshido?¿Pensará
éstequeheparticipadoenelintentodefuga?¿Seráestomiruina?»
Enmitaddelpuente,Marikosedetuvoparamirarhaciaatrás.
—Nos siguen, Anjín-san. Las dos literas han cruzado la puerta y están ya en el
puente.
Blackthornenocontestónisevolvió.Necesitabatodasufuerzadevoluntadpara
mantenerseenpie.Habíaperdidolassandalias,lacaraleardíaacausadelabofetada
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y le dolía la cabeza. Los últimos guardias le dejaron cruzar el rastrillo y seguir
adelante.TambiéndejaronpasaraMarikosindetenerla.Después,pasaronlasliteras.
Blackthornedescendióenvanguardialasuavecuestaycruzóelcampoabiertoy
elúltimopuente.Sólocuandoestuvoenlazonaboscosa,fueradelcampovisualdel
castillo,sederrumbó.
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CapítuloXXIII
—¡Anjín-san!¡Anjín-san!
Semiconsciente,dejóqueMarikoloayudaraabeberunpocodesaké.Lacolumna
sehabíadetenido.LosPardosrodeabanapresuradamentelaliteracerrada,precedidos
yseguidosporlosgrisesquelosescoltaban.Buntarohabíagritadoalgoaunadelas
doncellas, que inmediatamente sacó un frasco de una de las cajas del equipaje.
Después,corrióhaciaMariko.
—¿EstábienAnjín-san?
—Sí,creoquesí—respondióMariko.
Yabú se unió a ellos y, tratando de alejar al capitán de los Grises, dijo con
naturalidad:
—Podemos seguir, capitán. Dejaremos aquí unos cuantos hombres. Cuando el
bárbarosehayarecobrado,nosseguirán.
—Con tu permiso, Yabú—san, esperaremos. Tengo que depositaros sanos y
salvosenlagalera.
TodosmiraronaBlackthorne,queseatragantabaunpococonellicor.
—Gracias—dijo—.¿Estamosasalvo?¿Quiénmássabeque…?
—¡Estás a salvo! —le interrumpió ella, deliberadamente—. Tuviste una especie
deataque.Miraatualrededor…Yteconvencerásdequeestásasalvo.
Blackthorne hizo lo que ella le mandaba. Vio al capitán y a los Grises y
comprendió.Conlaayudadelvino,recobrórápidamentelasfuerzas.
—Losiento,señora.Creoquefueunataquedepánico.Sindudamehagoviejo.
Hablarenportuguésesmuycansado,¿no?—pasóallatín—.¿Puedesentenderme?
—Claroquesí.
—¿Es«másfácil»estalengua?
—Tal vez —dijo ella, aliviada al ver que había comprendido la necesidad de
obrar con cautela, pues eran muy pocos los japoneses que entendían el latín—.
Aunquelasdoslenguassondifícilesytienensuspeligros.
—¿Quiénmásconocíalos«peligros»?—Mimaridoyelquenosdirige.
—¿Estássegura?
—Asíparecieronindicarlolosdos.
ElcapitándelosGrisesrebullóinquietoydijoalgoaMariko.
—Mehapreguntadositodavíaerespeligrosoysitienequeatartelasmanosylos
pies.Lehedichoqueno.Yaestáscuradodetuataque.
—Sí—dijoélvolviendoahablarenportugués—.Lostengoamenudo.Ysime
golpeanlacara,mepongofurioso.Losiento.
Vioqueelcapitánmirabafijamentesuslabios,ypensó:«Tehepillado,bastardo.
Apuestoaqueentiendeselportugués.»
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LadoncellaSonóarrimólacabezaalacortina,escuchóyseacercóaMariko.
—Perdona,Mariko-sama,peromiseñorapreguntasiellocoestáencondiciones
decontinuar.Ytepidequelecedastulitera,puesdebemosapresurarnosacausadela
marea.
MarikoselotradujoaBlackthorne.
—Sí,estoybien—dijoél,yselevantótambaleándose.Yabúdiounaorden.
—Yabú—sandicequedebesirenlalitera.—Marikosonrióalprotestarél.—En
realidad, soy muy fuerte y no debes preocuparte. Caminaré a tu lado, para que
podamoshablarsilodeseas.
Loayudaronasubiralaliteraysepusieronenmarchainmediatamente.Élesperó
queelcapitándelosGrisessehubiesealejado,ymurmuróenlatín:
—Esecenturióncomprendelaotralengua.
—Sí,ycreoquetambiénentiendeunpocoellatín—susurróella.Caminóunos
momentosyañadió—:Eresvaliente.Tedoylasgraciasporhaberlesalvado.
—Tuvalentíaesaúnmayor.
—No.ElSeñorDiosmepusoenelsenderoparaquepudieseserunpocoútil.De
nuevotedoylasgracias.
Denoche,laciudaderaunpaísdehadas.Lascasasricasteníanmuchosfarolillos
de colores en las puertas y en los jardines, y los hijos aparecían deliciosamente
traslúcidos.Inclusolascasaspobresparecíanlindasacausadelosshijos.Yestaban
iluminadaslascallespordondetransitabanlospeatones,laskagasylossamuraisa
caballo.
—Lascasassealumbranconlámparasdeaceiteoconvelas—leexplicóMariko
—,peroalllegarlanochecasitodoelmundosevaadormir.
—Lomismoqueenmipaís.¿Cómococináisvosotros?¿Enunfogóndeleña?
—Empleamos un brasero de carbón. Pero no hacemos guisos como vosotros, y
porestonuestracocinaesmássencilla.Sóloarrozyunpocodepescadocasisiempre
crudo,otostadosobrecarbón,conunasalsapicanteyverdurasenadobo.Aveces,
tomamosunpocodesopa.Peronadadecarne.Somosunpueblofrugal.Tenemosque
serlo, porque sólo una pequeña parte de nuestro suelo, tal vez una quinta parte, es
cultivable…,ysomosmuchos.
—Eres valiente. Gracias. Si no volaron las flechas fue gracias al escudo de tu
espalda.
—No,capitándebarco.FueporvoluntaddeDios.
—Eresvalienteyereshermosa.
«Nadiemehabíallamadohermosaantesdeahora»,pensó.
—No soy valiente ni soy hermosa —replicó—. Los sables son hermosos. El
honoreshermoso.
—Yelvaloreshermosoytúlotienesenabundancia.
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Mariko no respondió. Recordaba aquella mañana y todas las malas palabras y
todoslosmalospensamientos.¿Cómopodíaserunhombretanbravoytanestúpido,
tanamableytancruel,tanatractivoytandetestable,todoalmismotiempo?
«Pero sé prudente, Mariko —se dijo—. Piensa en Toranaga y no en ese
extranjero.»
—Sí —repuso—. El valor es hermoso, y a ti te sobra. —Después, volvió al
portugués.—Ellatínmefatiga.
—¿Loaprendisteenlaescuela?
—No, Anjín-san. Fue más tarde. Después de casarme, viví mucho tiempo en el
lejanoNorte.Estabasola.Nohabíamásquecriadosylugareños,ylosúnicoslibros
queteníaeranenportuguésyenlatín.Algunasgramáticas,algunoslibrosreligiososy
unaBiblia.Aprendiendolenguaspasababienelratoyteníalamenteocupada.Tuve
muchasuerte.
—¿Dóndeestabatumarido?
—Enlaguerra.
—¿Cuántotiempoestuvistesola?
—Tenemosundichosegúnelcualnotieneeltiempounasolamedida,sinoque
puedesercomolaescarchaocomoelrelámpago,comounalágrima,unasedio,una
tormentaounapuestadesol,oinclusocomounaroca.
—Es un sabio proverbio. Tu portugués es muy bueno, señora. Y tu latín, mejor
queelmío.
—¡Tieneslalenguademiel,Anjín-san!
—¡Eshonto!
—Hontoesunabellapalabra.Lahontoesque,undía,unpadrecristianollegóal
pueblo.Éramoscomodosalmasperdidas.Élpermaneciócuatroañosallíymeayudó
muchísimo. Me alegro de poder hablar bien —dijo sin vanidad—. Mi padre quería
queaprendieselenguas.
—¿Porqué?
—Pensabaquedebíamosconoceraldiabloconquienteníamosquetratar.
—Eraunhombreprudente.
—No.Noloera.
—¿Porqué?
—Undíatecontarélahistoria.Esmuytriste.
—¿Porquéestuvistesoladuranteuntiempoquefuecomounaroca?
—Mi marido me despidió. Mi presencia lo había ofendido. Tenía perfecto
derechoahacerlo.Ymehonróalnodivorciarsedemí.Despuésmehonróaúnmásal
aceptarmedenuevoconmihijo…Mihijotieneahoraquinceaños.Enrealidad,soy
vieja.
—Notecreo,señora.
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—Eshonto.
—¿Quéedadteníascuandotecasaste?
—Soyvieja,Anjín-san.Muyvieja.
—Nosotrostambiéntenemosundicho.Laedadescomolaescarchaounasedioo
unapuestadesol,eincluso,aveces,comounaroca.
Ella se echó a reír, y él se sintió hechizado y pensó que todo era gracioso en
aquellamujer.
—Ati,venerableseñora,tesientamagníficamentelavejez.
—Paraunamujer,lavejeznuncaesbella,Anjín-san.
—Túerestaninteligentecomohermosa.
«Nadiemehabíallamadohermosaantesdeahora—volvióapensarella—.¡Ojalá
fueraverdad!»
—Aquí no es prudente fijarse en la mujer de otro hombre —dijo—. Nuestras
costumbressonmuyseveras.Porejemplo,siunamujercasadaesencontradaasolas
conunhombreenunahabitaciónquetengalapuertacerrada,aunquenohaganmás
quehablar,laleyautorizaasumarido,asuhermanooasupadreamatarlaenelacto.
Silajovenessoltera,supadrepuedehacerdeellaloquequiera.
—Esto no es justo ni civilizado —dijo él, e inmediatamente lamentó haberlo
dicho.
—Nosotros creemos que somos muy civilizados, Anjín-san —Mariko se alegró
ahora del nuevo insulto, pues había roto el encanto y deshecho la intimidad—.
Nuestras leyes son muy sabias. Hay demasiadas mujeres libres y sin compromiso
para que un hombre tenga que coger la que pertenece a otro. Hay un sitio para el
hombre y un sitio para la mujer. El hombre puede tener una esposa oficial, aunque
puede, desde luego, tener muchas consortes. Pero, por lo que me han contado, la
mujer tiene aquí mucha más libertad que en Portugal o en España. Podemos ir
libremente adonde nos plazca y cuando nos plazca. Si queremos, podemos
divorciarnos de nuestros maridos. En primer lugar, podemos negarnos a casarnos.
Somosdueñasdenuestrocaudalydenuestrosbienes,denuestrocuerpoydenuestra
alma.Silodeseamos,podemostenerunpoderenorme.Entucasa,¿quiénadministra
elcaudal,eldinero?
—Yo,naturalmente.
—Aquí,laesposacuidadetodo.Eldineronosignificanadaparaunsamurai.Yo
administrolosnegociosdemimarido.Éltomalasdecisiones.Yocumplosusdeseos
ypagolasfacturas.Estoledejaenlibertadparadedicarseúnicamenteacumplirsu
deberconsuseñor.No,Anjín-san,nodebeshacercríticasprematuras.
—No he pretendido criticar, señora. Pero nosotros creemos en la santidad de la
vida,creemosquesóloeltribunaldelareinapuedecondenaramuerte.
—Pero,¿nohasdichoqueestonoesjustonicivilizado?
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—Sí.
—¿Y no es esto una crítica? Debes recordar que nuestra civilización y nuestra
culturatienenmilesdeañosdeantigüedad.¿Cuántostienelavuestra?
—Pocos,señora.
—Nuestro Emperador, Go-nijo, hace el número ciento siete de una dinastía
ininterrumpida que se remonta a Jimmu-tenno, el primer mortal, descendiente de
cinco generaciones de espíritus terrestres, precedidas de las siete generaciones de
espírituscelestes,procedentesdeKino-toko-tachi-noh-Mikoto,elprimerespíritu,que
apareciócuandolaTierrafueseparadadeloscielos.¿Cuántasgeneracionesdereyes
hangobernadotupaís?
—NuestrareinaeslaterceradelalíneaTudor.Peroyaesviejaynotienehijos,y
serálaúltimadesuestirpe.
—Son ciento siete generaciones, Anjín-san, que se remontan a la divinidad —
repitióellaconorgullo.
—Sicreesesto,señora,¿cómopuedessertambiéncatólica?
Ellafruncióelceñoydespuésseencogiódehombros.
—Sólohacediezañosquesoycristiana,yaunquecreoenelDioscristiano,enel
DiosPadre,HijoyEspírituSanto,contodomicorazón,nuestroEmperadordesciende
directamente de los dioses o de Dios. Es divino. Hay muchas cosas que no puedo
explicar ni comprender. Pero la divinidad de mi Emperador es indiscutible. Sí, soy
cristiana,peroantetodosoyjaponesa.
Él la había observado, pasmado por lo que decía. ¿Ciento siete generaciones?
¡Imposible!¿Lamuerteenelactosóloporestarinocentementeconunhombreenuna
habitación cerrada? ¡Esto era barbarie, una descarada invitación al asesinato!
¡Fomentabanyadmirabanelasesinato!¿NolohabíadichoasíRodrigues?¿Nohabía
sidounasesinatoloquehizoOmi-sanconaquellugareño?
«¡Diosmío!,hacedíasquenopiensoenOmi-san—sedijo—.Olvídalo,escucha,
tenpaciencia,hazlepreguntas,puesellatedarálosmediosparaobligaraToranagaa
aceptartuplan.Ahora,Toranagaestáendeudacontigo.Lehassalvadolavidayéllo
sabeytodoslosaben.»
La columna cruzaba la ciudad en dirección al mar. Vio a Yabú, que marcaba el
pasoy,porunmomento,losgritosdePieterzoonresonaronensucabeza.
—Cadacosaasutiempo—sedijo.
—Sí—siguiódiciendoMariko—.Debedesermuydifícilparati.
—Nuestro mundo es muy distinto del tuyo. —¿Cómo explicarle al bárbaro
nuestromododeser?¿Cómoencomiarleporsubravura?Toranagalehabíaordenado
quelohiciese.Pero,¿cómo?—Permitequetecuenteunahistoria,Anjín-san.Cuando
yo era joven, mi padre era general de un daimío llamado Goroda. En aquellos
tiempos,elseñorGorodanoeraaúnelgranDictador.MipadreinvitóaGorodaya
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sus principales vasallos a un banquete. Ni se le ocurrió pensar que no había dinero
para comprar la comida y el saké y la vajilla y las demás cosas requeridas por tan
importante visita. Y no es que mi madre fuese mala administradora, sino todo lo
contrario.Graciasasusentidodelahorro,mipadrepudollevarcincomiltrescientos
guerrerosalcombateenvezdeloscuatromilqueoficialmentelecorrespondían.Pero
lafamiliateníamosapenaslonecesarioparacomer.
»No había dinero para la fiesta. En vista de ello, mi madre se dirigió a los
peluqueros de Kyoto y les vendió su cabellera. Recuerdo que era negra como la
nocheyquelellegabamásabajodelacintura.Perolavendió.Lospeluquerossela
cortaron aquel mismo día y le dieron una peluca barata, y ella compró todo lo
necesarioysalvóelhonordemipadre.Debíapagarlasfacturasylaspagó.Cumplió
sudeber.Paranosotros,eldebereslomásimportante.
—¿Yquédijotupadre,alenterarse?
—¿Qué podía decir, sino darle las gracias? Ella tenía el deber de encontrar el
dinero,desalvarsuhonor.
—Debíaamarlomucho.
—Elamoresunapalabracristiana,Anjín-san.Nosotrosnotenemosunapalabra
parael«amor»talcomovosotrosloentendéis.Deber,lealtad,honor,respeto,deseo:
tenemosesaspalabras,ynosbastan.
Lomiróapesarsuyo,yrecordóelmomentoenquehabíasalvadoaToranaga,a
sumarido.«Noolvidesqueambosestabanperdidos,queestaríaahoramuertodeno
habersidoporestehombre.»Seaseguródequenohubiesenadiecercadeellos.
—¿Porquéhashecholoquehashecho?
—Nolosé.Talvezporque…
Seinterrumpió.¡Habríapodidodecirtantascosas…!Peroselimitóaresponder,
enlatín:
—PorqueÉldijo:DadalCésarloqueesdelCésar.
—Sí—repusoellaenlamismalengua—.Sí,estoesloqueyoqueríadecir.Al
César lo suyo, y a Dios lo suyo. Así pensamos nosotros. Dios es Dios, y nuestro
EmperadoresdeDios.YelCésareselCésar,ydebeserhonradocomoCésar.
Después,conmovidaporsucomprensiónyporlaternuradesuvozagregó:
—Eresinteligente.Avecescreoqueentiendesmásdeloquedices.
«¿No estás haciendo lo que juraste que no harías nunca? —se preguntó
Blackthorne—.¿Noteportascomounhipócrita?Síyno.Yonolesdebonada.Soy
su prisionero. Han robado mi barco y mis bienes y han asesinado a uno de mis
hombres.Sonpaganos…Bueno,algunossonpaganosylosotrossoncatólicos.Yono
debonadaalospaganosnialoscatólicos.»
Elmarestabayamáscerca,acosademediamilla.Pudovermuchosbarcosyla
fragata portuguesa, con sus luces de posición. Sería una buena presa. Con veinte
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muchachos resueltos, podría apoderarse de ella. Se volvió a Mariko. Una mujer
extrañadeunaextrañafamilia.¿EnquéhabríaofendidoaBuntaro…aaquelmono?
¿Cómopodíaacostarseconélohabersecasadoconél?
—Señora —dijo con la misma delicadeza en la voz—. Tu madre debió ser una
mujerexcepcionalparahaceraquello.
—Sí, pero precisamente por lo que hizo vivirá eternamente. Ahora es una
leyenda.Erasamurai…comomipadre.
—¿Estáahoraentucasa?
—No.Niella,nimipadre,niningunodemishermanos,hermanasofamiliares.
Soylaúltimademiestirpe.
—¿Hubounacatástrofe?
Depronto,Marikosesintiócansada.«Estoycansadadehablarlatínydehablarel
malsonanteportugués,ydehacerdemaestra.Yonosoymaestra.Sólosoyunamujer
que conoce su deber y quiere hacerlo en paz. No quiero saber nada de
sentimentalismosnideesehombrequemeinquieta.Noquierosabernadadeél.»
—Enciertomodo,Anjín-san,fueunacatástrofe.Undíatelocontaré.
Apretó ligeramente el paso y se adelantó acercándose a la otra litera. Las dos
doncellassonrieronnerviosamente.
—¿Tenemosqueirmuylejos,Mariko-san?—preguntóSonó.
—Creoqueno—dijoellaconvoztranquilizadora.
El capitán de los Grises surgió bruscamente de la oscuridad al otro lado de la
litera.EllasepreguntósihabríaoídoalgodeloquelehabíadichoaAnjín-san.
—¿Seportabienelbárbaro?¿Notemolesta?—preguntó.
—¡Oh,no!Parecehabersecalmadodeltodo.
—¿Dequéhablabais?
—De muchas cosas. Trataba de explicarle algunas de nuestras leyes y
costumbres. El señor Toranaga me pidió que procurase infundirle un poco de
sensatez.
—¡Ah,sí!ElseñorToranaga.¿Porquéseinteresatantoenél,señora?
—Nolosé.Supongoqueporloextrañoquees.
Doblaron una esquina y salieron a una calle flanqueada por casas con jardines
vallados.Másalláestabanlosmuellesyelmar.
—Segúnrumores,escristianoodiceserlo.¿Loes?
—Nodelosnuestros,capitán.¿Erestúcristiano?
—Miseñorloesy,portanto,yotambiénlosoy.MiamoeselseñorKiyama.
—Tengo el honor de conocerlo. Honró a mi marido desposando a una de sus
nietasconmihijo.
—Sí,losé,damaToda.
—¿SeencuentramejoradoelseñorKiyama?Tengoentendidoquelosmédicosno
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permitenquenadielovisite.
—Nolohevistodesdehaceunasemana.Ningunodenosotroslehavisto.Talvez
eslaviruelachina.¡QueDiosleprotejadeellaymaldigaatodosloschinos!—Miró
con ira a Blackthorne.—Los médicos dicen que esos bárbaros trajeron la peste a
China,aMacaoy,deallí,anuestrascostas.
—SumusomnesinmanuDei—dijoella.
—Ita,amen—respondióelcapitánsinpensarlo,cayendoenlatrampa.
Blackthorne había captado también la treta. Vio pasar un destello de ira por el
rostro del capitán y oyó que decía algo entre dientes a Mariko que enrojeció y se
detuvo.Blackthornesaltódelaliterayseacercóaellos.
—Si sabes latín, centurión, tal vez tendrás la amabilidad de hablar un poco
conmigo.Estoyansiosoporsabercosasdetugranpaís.
—Sí,hablotulengua,extranjero.
—Noesmilengua,centurión,sinoladelaIglesiaydetodaslaspersonascultas
demimundo.Túlahablasmuybien.¿Cómoydóndelaaprendiste?
El cortejo los adelantaba y todos los samurais, los Grises y los Pardos, los
observaban. Buntaro, que caminaba junto a la litera de Toranaga, se detuvo y se
volvió.Elcapitánvacilóunmomentoyseechóaandar,yMarikosealegródeque
Blackthornesehubierareunidoconellos.Caminaronunbreveratoensilencio.
Elcapitánnorespondió,puesodiabaelrecuerdodelseminariodeMacaodonde
Kiyamalohabíaenviadodepequeñoparaqueaprendieselenguasydijofríamente:
—Yaquepodemoshablardirectamente,dimeconsencillezporquépreguntastea
estadama:«¿Quiénmáslosabe…?»Quiénmássabe,¿qué?
—Nolorecuerdo.Mimenteestabatrastornada.
—Trastornada, ¿eh? Entonces, ¿por qué dijiste: «Dad al César lo que es del
César»?
—No fue más que una broma. Estaba discutiendo con esa dama que cuenta
historiasmuyinteresantes,peroavecesdifícilesdecomprender.
—Sí,haymuchascosasdifícilesdecomprender.¿Porquétevolvistelocoenla
puerta?¿Ycómoterecobrastetanrápidamentedetuataque?
—HasidoporlabondaddeDios.
Volvíanacaminarjuntoalalitera,yelcapitánestabafuriosoporhabersedejado
atraparcontantafacilidad.ElseñorKiyamalehabíaadvertidoqueaquellamujerera
sumamente astuta: «No olvides que lleva la traición en todo su ser. Y que el pirata
llevalamarcadeldemonioSatanás.Vigila,escuchayrecuerda.Ymataalpirataen
cuantoempiecelaemboscada.»
Las flechas saltaron en la noche y la primera de ellas se clavó en el cuello del
capitán, cuyo último pensamiento fue de asombro porque la emboscada no debía
producirseenaquellacalle,sinocercadelosmuelles,yelataquenodebíadirigirse
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contraellos,sinocontraelpirata.
Otraflechasehabíaclavadoenunpostedelalitera,aunapulgadadelacabeza
de Blackthorne. Otras dos habían perforado las cortinas de la litera de Kiritsubo, y
otra había herido a la joven Asa en la cintura. Al empezar ésta a chillar, los
portadores soltaron las literas y echaron a correr en la oscuridad. Blackthorne rodó
para ponerse a cubierto arrastrando a Mariko detrás de la litera volcada. Buntaro
cubríalaliteradeToranagaconsucuerpolomejorquepodía,ycuandocesólalluvia
de saetas avanzó y descorrió las cortinas. Las dos flechas se habían clavado en el
pechoyenelcostadodeToranaga,peroélestabaileso.Searrancólosdardosdela
armadura protectora que llevaba debajo del quimono. Después, se arrancó el
sombreroanchoylapelucay,sacandosusablededebajodelmanto,saltódelalitera.
MarikoempezóaarrastrarseparaacudirenayudadeToranaga,peroBlackthornela
detuvoconungrito,alacribillarotrasflechaslasliteras,matandoadosPardosyaun
Gris.OtrapasótancercaquearañólamejilladeBlackthorneyotraclavólafaldade
suquimonoenelsuelo.Entonces,Yabúdiolaordendeataque.Unasfigurasvagasse
dibujaronsobreunodelostejados.Unaúltimaráfagadeflechasrasgólaoscuridad
también en dirección a las literas. Buntaro y otros Pardos servían de escudo a
Toranaga.Unhombrecayómuerto.UnasaetaseclavóenloshombrosdeBuntaro,a
través de una juntura de su armadura, y él lanzó un gruñido de dolor. Yabú, los
PardosylosGrisesllegaroncercadelmuropersiguiendoalosatacantes,peroéstos
se desvanecieron en la oscuridad. Blackthorne se puso de pie y ayudó a Mariko a
levantarse.Ellaestabaimpresionada,peroilesa.
—Gracias—dijo,yechóacorrerhaciaToranagaparaayudaraocultarlodelos
Grises.
Pero uno de éstos dijo: «¡Toranaga!», y aunque lo dijo en voz baja, todos lo
oyeron.
Uno de los oficiales Grises hizo una precipitada reverencia. Aunque pareciese
increíble, aquí estaba el enemigo de su señor, en libertad, fuera de las murallas del
castillo.
—Esperaaquí,señorToranaga—dijo.Y,volviéndoseaunodesushombres:
—Tú,informainmediatamentealseñorIshido.Elhombreechóacorrer.
—¡Detenadlo!—ordenóToranagaamediavoz.
Buntaro lanzó dos flechas. El hombre cayó, herido de muerte. El oficial
desenvainóelenormesableysaltósobreToranagalanzandoungritodeguerra,pero
Buntaro estaba apercibido y paró el mandoble. Simultáneamente, los Pardos y los
Grises,todosmezclados,desenvainaronsussablesysaltaronbuscandoespaciolibre.
Todalacalleseconvirtióenunconfusocampodebatalla.Buntaroyeloficial,dignos
rivales el uno del otro, hacían fintas y descargaban golpes. De pronto, un Gris se
separódelosdemásparaatacaraToranaga,peroMarikoagarróunaantorcha,corrió
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ylaplantóenlacaradeloficial.Buntaropartióasuenemigoporlamitad,destripóa
otro y le dio un tajo de arriba a abajo a un tercero que trataba de acercarse a
Toranaga, mientras Mariko se echaba hacia atrás con un sable entre las manos, sin
perderdevistaaToranaganiaBuntaro,sumonstruosoguardaespaldas.
CuatroGrisesseagruparonyselanzaroncontraBlackthorne,queseguíainmóvil
junto a su litera. Yabú y un Pardo saltaron para cortarles el paso luchando como
demonios. Blackthorne consiguió apartarse, agarró una antorcha y, empleándola
comounamaza,logródesconcertardemomentoasusatacantes.Yabúmatóaunode
ellosymutilóaotro,ycuatroPardosllegaroncorriendoparaacabarconlosotrosdos
Grises. Sin vacilar, Yabú y el Pardo, que estaba herido, se lanzaron de nuevo al
ataqueparaprotegeraToranaga.Blackthornecorrió,recogióunarmaqueeramedio
sableymediolanzayseacercóaToranaga.SóloToranagapermanecíainmóvil,con
elsableenvainado,enmediodeaquelestruendo.
Los Grises luchaban valerosamente. Cuatro de ellos se unieron en una carga
suicida contra Toranaga. Los Pardos hicieron fracasar su intento y aprovecharon su
ventaja.LosGrisessereagruparonyatacarondenuevo.Entonces,unoficialordenó
que tres hombres se retirasen para pedir ayuda y que los demás protegiesen su
retirada. Los tres Grises echaron a correr, y, aunque fueron perseguidos y Buntaro
matóaunodeellos,losotrosdoslograronescapar.
Todoslosdemásmurieron.
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CapítuloXXIV
Caminabanapresuradamenteporunoscallejonesdesiertosdandounrodeoparallegar
al puerto y a la galera. Eran diez: Toranaga, que iba en cabeza, Yabú, Mariko,
Blackthorneyseissamurais.Losdemás,almandodeBuntaro,seguíanelitinerario
previsto, con las literas y el equipaje. El cadáver de Asa iba en una de las literas.
BlackthornelehabíaarrancadolasaetayToranagahabíavisto,conasombro,cómo
Anjín-sanlaacunabaenvezdedejarlamorirasolasydignamente,ycómo,alcesar
la lucha, la colocaba delicadamente en la litera. Después le había sobrevenido la
muerte,yToranagalahabíadejadoallícomoseñueloyhabíahechocolocaraunode
losheridosenlasegundaliteratambiéncomoseñuelo.
De los cincuenta Pardos que componían su escolta, quince habían resultado
muertosyoncemortalmenteheridos.Losoncehabíansidorápidayhonorablemente
enviadosalGranVacío,tresporpropiamanoylosotrosochoconayudadeBuntaroa
peticiónsuya.CuarentayochoGrisesyacíanenelpolvo.
Toranagasabíaqueestabapeligrosamenteindefenso,peroestabacontento.«Todo
haidobien—pensó—,dadaslasvicisitudesdelasuerte.¡Quécuriosaeslavida!De
momento, pensé que era de mal augurio que el capitán hubiese visto el cambio de
papelesentreKiriyyo.Perodespués,elcapitánmesalvó,sehizoperfectamenteel
locoy,graciasaél,pudeescapardeIshido.»
Habíasidounbuenplan,pueseraevidentequeIshidohabíatratadoderetenerlo
en el castillo, aun a costa de sacrificar a dama Ochiba, su rehén en Yedo, y habría
empleadocualquiermedioparatenerlobajovigilanciahastalareunióndefinitivadel
ConsejodeRegenciadondelohabríanacorralado,inculpadoyeliminado.
—¡Pero no por esto dejarán de inculparte! —le había dicho Hiro-matsu —.
Aunquelogresescapar,losregentesteinculparánaespaldastuyasconmásfacilidad
quesitienenquehacerlocaraacara.Ytendrásquehacerteelharakiricuandoelloslo
ordenen,comoloordenaránsinduda.
—Sí—habíadichoToranaga—.ComopresidentedelConsejodeRegencia,tengo
quehacerlosiloscuatrovotancontramí.Peroaquíestá—ysehabíasacadounrollo
depergaminodelamanga—mirenunciaformalalcargoderegente.Seloentregarás
aIshidocuandoseenteredemifuga.
—¿Qué?
—Sidimitonoestaréatadopormijuramentocomoregente.¿Neh?ElTaikono
meprohibiódimitir,¿neh?DaletambiénestoaIshido—habíaañadido,entregandoa
Hiro-matsuelsellooficialdesucargodepresidente.
—Peroteencontraráscompletamenteaislado.¡Seráturuina!
—Te equivocas. El Taiko estableció en su testamento un consejo de cinco
regentes del reino. Ahora son cuatro. Legalmente, para ejercer el mandato del
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emperador, tienen que elegir un nuevo miembro, el quinto, ¿neh? Para ello, Ishido,
Kiyama,OnoshiySugiyamatienenqueponersedeacuerdo,¿neh?Ahorabien,viejo
camarada, ¿con quién aceptarían estos enemigos compartir el poder supremo?
Mientrasdiscutan,nohabrádecisionesy…
—Comonosestamospreparandoparalaguerrayyanoteataráningúnjuramento
podrás arrojar unas gotas de miel aquí y unas gotas de hiél allá, y esos infectos
escarabajos peloteros se devorarán entre ellos —dijo Hiro-matsu de una tirada—.
¡Ah,YoshiToranaga-noh-Mono-wara,ereselmásgrandedeloshombres!
«Sí, es un buen plan —pensó Toranaga—. Todos han representado bien sus
papeles: Hiro-matsu, Kiri y mi adorable Sazuko. Pero temo que no les dejarán
marcharysentiréperderlos.»
Cruzaronotracalledesiertaybajaronporunpasaje.Sabíaquelavozdealarma
llegaríaprontoaIshidoyempezaríalacaza.Perosedijoquehabíatiempodesobra.
«Sí, es un buen plan. Pero no preví la emboscada. Esto me cuesta tres días de
tranquilidad.Kiriestabaseguradequepodríamantenerelengañodurantetresdías.
Peroahorasehadescubiertoelsecretoynopodrésubirabordoyhacermealamar.
¿Contraquiénibadirigidalaemboscada?¿Contramíocontraelcapitán?Contraél,
sin duda alguna. Pero, ¿no dirigieron las flechas contra las dos literas? Sí, pero los
arquerosestabanmuylejosynopodíanverbienylomásseguroeramataralosdos
pasajeros, por si acaso, ¿Quién ordenó el ataque? ¿Kiyama u Onoshi? ¿O los
portugueses?¿Olospadrescristianos?.»
Toranaga se volvió a mirar al capitán. Vio que no flaqueaba, como tampoco la
mujerquecaminabaasulado,aunqueambosestabancansados.«Estanochehasido
lasegundavezqueheestadoapuntodemorir—pensó—.ElTaikomedijomuchas
veces:»Mientras viva el castillo de Osaka, mi estirpe no morirá, y tu epitafio,
ToranagaMinowara,seráescritoensusmurallas.¡Osakaserácausadetumuerte,mi
fielvasallo!».
Conunesfuerzo,Toranagaapartólamiradadelcastillo,doblóotraesquinayse
metió en un laberinto de callejas. Por fin se detuvo ante una puerta destartalada.
Habíaunpezdibujadoenlamadera.Llamó,deacuerdoconunaseñalconvenida.La
puertaseabrióinmediatamente,yuntoscosamuraiseinclinó.
—¿Señor?
—Llamaatushombresysigúeme.
Elsamurainollevabaelquimonopardodeordenanza,sinolosharapospropios
de un ronín, pero era uno de los soldados secretos especiales que Toranaga había
introducidoenOsakaparauncasodeemergencia.Quincehombres,vestidosdeuna
maneraparecidaeigualmentebienarmados,losiguieron,mientrasotrosibanadarla
alarmaaotroscuadrossecretos.MuyprontoestuvoToranagarodeadodecincuenta
soldados. Otro centenar le cubrían los flancos, y otro millar estaría a punto al
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amanecersilosnecesitaba.Tranquilizado,aflojóelpaso,adviniendoqueelcapitány
lamujersefatigabandemasiado.Losnecesitabafuertes.
Toranagasedetuvoalasombradelalmacényobservólagalera,elespigónyel
muelle. Yabú y un samurai estaban a su lado. Los otros se habían agrupado a unos
cienpasosatrás,enelcallejón.
UndestacamentodecienGrisesesperabacercadelapasareladelagalera,aunos
cientos de pasos de distancia, en una amplia extensión de tierra batida que hacía
imposibletodasorpresa.Lagaleraestabaatracadadeladoenelespigóndepiedraque
se adentraba cien yardas en el mar. Los remos estaban perfectamente armados, y
Toranagapudoverclaramenteamuchosmarinerosyguerrerossobrelacubierta.
—¿Sonnuestrosodeellos?—preguntóenvozbaja.
—Demasiadolejosparaestarseguros—respondióYabú.
Lamareaestabaalta.Másalládelagalera,ibanyveníanlasbarcasdepesca,con
linternasamododelucesdeposiciónyparapescar.AlNorte,yalolargodelaplaya,
había hileras de embarcaciones de pesca varadas, de diferentes tamaños. Y a unos
quinientos pasos al Sur, atracada en otro espigón de piedra, estaba la fragata
portuguesa, la Santa Teresa. Alumbrados por antorchas, grupos de cargadores
embarcabanfardosybarriles.OtranumerosacompañíadeGrisespatrullabacercade
ellos.
—Contupermiso,señor,yoatacaríaenseguida—murmuróelsamurai.
—No lo creo aconsejable —dijo Yabú—. No sabemos si los nuestros están a
bordo. Y puede que haya mil hombres ocultos en los alrededores. Esos tipos —y
señalóalosGrisesqueestabancercadelbarcoportugués—daríanlavozdealarma.
No podríamos subir al barco y hacernos a la mar antes de que nos copasen.
Necesitaríamoseldécuplodeloshombresquetenemos.
—ElgeneralseñorIshidosabráprontoloocurrido—dijoelsamurai—.Entonces,
toda Osaka bullirá de enemigos, más numerosos que las moscas en un campo de
batalla. Tengo quinientos cincuenta hombres, contando los de los flancos. Serán
bastantes.
—No, si queremos asegurarnos. No, si nuestros marineros no empuñan ya los
remos.EsmejorhacerunamaniobradediversiónqueatraigaalosGrisesyatodos
losqueestánocultos.Ytambiénaésos—añadióYabú,señalandoalosqueestaban
juntoalafragata.
—¿Quéclasedediversión?—preguntóToranaga.
—Incendiarlacalle.
—¡Esimposible!—protestóelsamurai,aterrado.
Elincendioprovocadoeraundelitoquesecastigabaconlamuerteenlahoguera
del culpable y de toda su familia. Esta pena era la más severa de la Ley porque el
fuegoeralamayorcalamidadparacualquierciudad,pueblooaldeadelImperio.A
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excepción de las tejas de algunas cubiertas, la madera y el papel eran los únicos
materialesdeconstrucción.
—¡Nopodemosincendiarlacalle!—dijo.
—¿Quéesmásimportante?—lepreguntóYabú—.¿Ladestruccióndeunaspocas
callesolavidadenuestroseñor?
—Elfuegoseextenderá,Yabú—san.PodemosincendiarOsaka.Hayunmillónde
personasenlaciudad…otalvezmás.
—¿Respondesconestoamipregunta?
ElsamuraipalidecióysevolvióaToranaga.
—Haréloquetúdigas,señor.¿Esestoloquequieres?
Toranaga había observado el viento. Era suave y no propagaría el incendio. Tal
vez. Pero una hoguera podía convertirse fácilmente en un monstruo que devorase
todalaciudad.Menoselcastillo.¡Ah!¡Sihubiesedearderelcastillo,novacilaríaun
soloinstante!
Girósobresustalonesyvolviójuntoalosotros.
—Mariko-san, ve a la galera con el capitán y nuestros seis samurais. Finge un
estadocasidepánico.DilesalosGrisesquehahabidounaemboscada,porbandidos
oronín,noestássegura.DilesdóndeocurrióyqueelcapitándelosGrisesdenuestra
escoltateenvióapedirayuda,quelabatallaestáencursoycreesqueKiritsuboestá
muerta o herida…, y que se den prisa por lo que más quieran. Si te muestras
convincente,estosacarádeaquíalamayoríadeellos.
—Comprendoperfectamente,señor.
—Entonces, hagan lo que hagan, sube a bordo con el capitán. Si nuestros
marineros están allí y hay seguridad en el barco, vuelve a la pasarela y finge
desmayarte.—ToranagamiróaBlackthorne.—Dileloquevasahacer,peronoque
vasadesmayarte.
Sevolvióadarórdenesasusotroshombreseinstruccionesespecialesalosseis
samurais.Cuandohuboterminado,Yabúlollevóaparte.
—¿Por qué enviar al bárbaro? ¿No sería más seguro dejarlo aquí? Quiero decir
másseguroparati.
—Másseguroparaél,Yabú—san,noparamí.Esunseñueloútil.
—¿Señor?
—Di,Mariko-san.
—Losiento,peroAnjín-sanpreguntaquépasarásielbarcohasidoocupadopor
elenemigo.
—Dilequesinosesienteconfuerzaspuedequedarse.
BlackthornedominósugenioaltraducirleellaloquehabíadichoToranaga.
—DilealseñorToranagaquesuplanesmaloparati,quedeberíasquedarteaquí.
Sitodoestábien,puedohacerleunaseñal.
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—Nopuedohacerlo,Anjín-san,porquenoesloquehaordenadomiseñor—dijo
Mariko,confirmeza—.Cualquierplansuyotienequeserporfuerzabueno.
Blackthornecomprendióquedenadaleserviríadiscutir.Lahabíavisto,durante
laemboscada,conunsablequeeracasitanlargocomoella,resueltaalucharhasta
morirporToranaga.
—¿Dónde aprendiste a manejar el sable? —Le había preguntado mientras se
dirigíanalmuelle.
—Debes saber que todas las damas samurais aprenden, desde pequeñas, a
manejaruncuchilloparadefendersuhonoryeldesusseñores—lehabíadichoella
connaturalidadmostrándoleelestiletequellevabaocultoenelobi—.Peroalgunas,
nomuchas,aprendimostambiénausarelsableylalanza,Anjín-san.Desdeluego,
haymujeresmásaguerridasqueotras,quegustandeiralaguerraconsusmaridoso
suspadres.Mimadreeraunadeéstas.
—DenohabersidoporqueelcapitándelosGrisesseinterpuso,laprimeraflecha
tehabríaatravesado—habíadichoél.
—Te habría atravesado a ti, Anjín-san —le había corregido ella con gran
seguridad—.Peromesalvastelavidaalarrastrarmeaunlugarseguro.
Ahora,almirarla,comprendióquesentiríamuchoqueleocurriesealgo.
—Dejaquevayayoconelsamurai,Mariko-san.Túquédate,porfavor.
—Noesposible,Anjín-san.
—Entonces,quierouncuchillo.Ymejorsisondos.
Ella transmitió la petición a Toranaga, el cual asintió. Blackthorne introdujo un
cuchillo debajo del cinto, dentro del quimono. El otro lo sujetó, con el puño hacia
abajo, en la cara interna de su antebrazo, con una tira de seda que arrancó del
dobladillodelquimono.
—Miseñorpreguntasitodoslosingleseslleváiscuchillosocultosenlamanga.
—No.Perosílamayoríadelosmarineros.
—Nosotrosnosolemoshacerlo,ytampocolosportugueses—dijoella.
—El mejor sitio para un cuchillo de repuesto es la bota. Con él se puede hacer
muchodaño,ydeprisa.Encasonecesario.
Ella tradujo esto y Blackthorne advirtió las miradas atentas de Toranaga y de
Yabú,ycomprendióquenolesgustabaverloarmado.«Bueno—pensó—.Talvezno
melosquiten.»
Volvió a interrogarse sobre Toranaga. Liquidada la emboscada y muertos los
Grises,Toranaga,pormediodeMariko,lehabíadadolasgraciasdelantedetodoslos
Pardos por su «lealtad». Nada más: ni promesas, ni pactos, ni recompensas. Pero
Blackthornepensóquetodoestovendríamástarde.Elviejomonjelehabíadichoque
lalealtaderaloúnicoqueellosrecompensaban.
—Debemosconvenirunaseñalparaindicarsielbarcoesonoeslugarseguro—
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dijoaMariko.
Ellatradujodenuevo,estavezcándidamente.
—ElseñorToranagadicequeunodenuestrossoldadosseencargarádeesto.
—Noconsiderodignoenviaraunamujerahacereltrabajodeunhombre.
—Tenpacienciaconnosotros,Anjín-san.Nohaydiferenciaentreloshombresy
lasmujeres.Lasmujeressomosigualesquelossamurais.Yparaesteplan,unamujer
puedeservirmásqueunhombre.
Toranagaledijounasbrevespalabras.
—¿Listo,Anjín-san?
—Elplanespésimoypeligroso,yyaestoyhartodehacerelpapeldeanimalpara
elsacrificio.Perovamosallá.
Ella rió, hizo una reverencia a Toranaga y echó a correr. Blackthorne y los seis
samuraiscorrierondetrásdeella.
LosGriseslosvieronaparecer,avanzaronasuencuentroylosrodearon.Mariko
habló febrilmente con los samurais y los Grises. Blackthorne contribuyó con una
jadeantemezcladeportugués,inglésyholandés,haciéndolesseñasparaquesedieran
prisa, y después se dirigió tambaleándose a la pasarela y se apoyó en ella. Procuró
miraralinteriordelbarco,peronopudosacarnadaenclaroporqueseasomabanala
bordademasiadascabezas.
Mariko apremiaba frenéticamente al jefe de los Grises. El oficial se acercó al
barco y gritó una orden. Inmediatamente, más de cien samurais, todos Grises,
empezaronabajardelbarco.Envióavarioshaciaelnorte,pararecibiralosheridosy
auxiliarlesencasonecesario.DespachóotroapedirayudaalosGrisesqueestaban
cerca de la galera portuguesa y, dejando a otros diez de guardia en la pasarela, se
dirigióalfrentedelosrestantesaunacallequeconducíadirectamentealaciudad.
Haciendoungranesfuerzo,Blackthorneseagarróalascuerdasdelapasarelay
subióabordo.Marikolosiguió.DosPardossubierondetrásdeella.
Losmarinerosqueseapretujabanenlabordadebaborlesabrieronpaso.Cuatro
Grisesmontabanguardiaenelalcázar,yhabíaotrosdosenelcastillodepopa.Todos
ibanarmadosconarcosyflechas.
Marikopreguntóaunodelosmarineros.Elhombrelerespondióamablemente.
—TodossonmarinerosenroladosparallevaraKiritsubo-sanaYedo—dijoellaa
Blackthorne.
—Pregúntale…
Blackthorneseinterrumpióalreconoceralpequeñoyrobustopilotoalquehabía
nombradocapitánderemerosdelagaleradespuésdeltemporal.
—Konbanwa(buenasnoches),Capitán-san.
—Konbanwa, Anjín-san. Watashi iyé Capitán-san ima —respondió el piloto
moviendolacabeza.Señalóaunmarinerobajitoydetiesacoletagris,plantadoenel
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alcázar—.ImasuCapitán-san.
—¡Ah! ¿So desu? ¡Halloa, Capitán-san! —gritó Blackthorne, haciendo una
reverencia.Y,bajandolavoz—:Mariko-san,averiguasihayGrisesabajo.
Antesdequeellapudieracontestar,elcapitándevolvióelsaludoaBlackthorney
legritóalgoalpiloto.Esteasintióconlacabezaylerespondióprolijamente.Algunos
delosmarinerosconfirmaronloquedecía.Elcapitánytodoslosdeabordoestaban
muyimpresionados.
—¡Ah, so desu, Anjín-san! —Y el capitán gritó:—¡Keirei! (¡Saludad!) Y todos
losqueestabanabordo,salvolossamurais,seinclinaron,saludandoaBlackthorne.
—Esepiloto—dijoMariko—hadichoalcapitánquetúsalvasteelbarcodurante
latormenta,Anjín-san.Nonoshabíasdichonadasobreestatormenta.
—Habíamuypocoquecontar.Fueunatormentacomootracualquiera.Porfavor,
dale las gracias al capitán y dile que me siento feliz de estar de nuevo a bordo.
Pregúntalesiestánlistosparazarparencuantolleguenlosotros.—Yañadióenvoz
baja:—AveriguasihaymásGrisesabajo.
Ellahizoloqueéllepedía.
—Tedalasgracias,Anjín-san,porlavidadesubarco,ydicequeestánlistos.—
Y,bajandolavoz:—Encuantoalootro,nolosabe.
Blackthornemiróatierra.NohabíaseñalesdeBuntaro,nidelacolumnaenviada
haciaelnorte.ElsamuraiquecorríaendirecciónalSantaTeresaestabaaunascien
yardasdesupuntodedestino,yaúnnolohabíanvisto.
—Esehombrellegarádeunmomentoaotro—dijomirandolafragata.
—¿Quéhombre?
Élselodijoyañadió,enlatín:
—Está a unos cincuenta pasos de distancia. Ahora lo han visto. Necesitamos
ayudainmediata.¿Quiénvaadarlaseñal?Hayquehacerlorápidamente.
—¿Hayseñalesdemimarido?—preguntóella,enportugués.
Élmoviólacabeza.
«Sesenta Grises se interponen entre mi señor y su salvación —se dijo ella—
¡VirgenSanta,protégelo!»
Después,encomendándoseaDios,temerosadetomarladecisiónequivocada,se
acercótambaleándosealapasarelayfingióqueledabaundesmayo.
Esto pilló desprevenido a Blackthorne. Vio que la cabeza de ella golpeaba
fuertemente una tabla. Los marineros se agruparon a su alrededor y también
acudieronlosGrisesqueestabanencubiertayenelmuelle,mientrasélcorríahacia
Mariko.Lalevantóy,pasandoentreloshombres,lallevóalalcázar.
—Traedunpocodeagua…Agua,¿hai?
Los marineros le miraron sin comprender. Buscó desesperadamente en su
memorialapalabrajaponesa.Elviejofraileselahabíadichocincuentaveces.¡Dios
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mío!¿Cuáles?
—¡Oh…!Miza,mizu,¿bai?
—¡Ah,mizu!Hai,Anjín-san.
Unhombreechóacorrer.Depronto,sonóungritodealarma.
Entierra,treintasamuraisdeToranaga,disfrazadosderonín,salíandelcallejón.
LosGrisesdelmuellesevolvieronenlapasarela.Losdelalcázaryelcastillodepopa
se abalanzaron para ver mejor. De pronto, sonó una voz de mando. Los arqueros
armaronarcos.Todoslossamuraisdesenvainaronsussables.
—¡Bandidos!—gritóunodelosPardos,segúnloconvenido.Inmediatamente,los
dosPardosqueestabanencubiertasesepararon,yendounoaproayelotroapopa.
Loscuatrodelmuellesedispersaron,mezclándoseconlosGrisesqueesperaban.
—¡Alto!
Lossamurais-roníndeToranagaatacaron.Unaflechaseclavóenelpechodeun
hombre,quecayópesadamentealsuelo.Inmediatamente,elPardodelaproamatóal
arquero Gris y atacó al otro, pero éste fue más rápido y sus sables se cruzaron
mientras el Gris gritaba: «¡Traición!» a los demás. El Pardo de la popa había
mutiladoaunodelosGrises,perolosotrostresloliquidaronrápidamenteycorrieron
alapasarelamientrassedispersabanlosmarineros.Enelmuellesehabíaempeñado
unaluchaamuerteentrelossamurais.EljefedelosGrisesdeabordo,unhombre
corpulentoydebarbahirsuta,seplantódelantedeBlackthorneyMariko.
—¡Muertealostraidores!—rugió,yconungritodeguerraselanzóalataque.
Blackthorne sacó su cuchillo y lo lanzó. Se clavó en el cuello del samurai. Los
otros dos Grises le atacaron, enarbolando los sables. Él había sacado su segundo
cuchilloysemanteníafirmejuntoaMarikosinatreverseaabandonarla.Porelrabillo
delojovioquelaluchaenlapasarelaestabaapuntodeterminarconéxito.Sólotres
Grisesimpedíanqueelbarcofueseinvadido.Sipodíaaguantarmenosdeunminuto,
élyMarikosehabríansalvado.
—¡Matadalosbastardos!
Sintió, más que vio, el sable que buscaba su cuello y dio un salto atrás para
evitarlo.UnodelosGrisesloatacómientraselotrosedeteníajuntoaMarikoconel
sable en alto. En el mismo instante, vio que Mariko volvía en sí. Se arrojó a las
piernasdeldescuidadosamurai,haciéndolecaersobrelacubierta.Después,pasando
sobre el cuerpo del Gris muerto, le arrancó el sable y se arrojó contra el otro
profiriendoungrito.ElGrissehabíapuestoenpieyaullandoderabialaatacó.Ella
retrocedió y luchó con bravura, pero Blackthorne comprendió que estaba perdida,
pues aquel hombre era demasiado vigoroso. Blackthorne esquivó otro golpe mortal
desuenemigo,loderribódeunapatadaylanzósucuchillocontraelrivaldeMariko.
Se clavó en la espalda de éste haciéndole errar el golpe, y Blackthorne se encontró
desarmado en el alcázar, con un Gris subiendo la escalera detrás de él. Saltó para
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arrojarseporlaborda,peroresbalósobrelacubiertamojadadesangre.
Mariko, pálida como la cera, contemplaba fijamente al samurai que todavía la
tenía acorralada, tambaleándose sobre los pies y resistiéndose a morir. En aquel
momento, los ronin-samurais llegaron a lo alto de la pasarela, saltando sobre los
Grises muertos, y uno de ellos derribó al atacante de Mariko mientras otro lanzaba
unaflechacontraelalcázar.
LaflechaseclavóenlaespaldadelGrishaciéndoleperderelequilibrioysusable
pasójuntoaBlackthorneysehundióenlaborda.Blackthornetratódeescabullirse,
peroelhombreloagarró,loderribóytratódearañarlelosojos.Otraflechahirióal
segundoGrisenunhombroyunaterceralehizogirarsobresuspies.Brotósangrede
subocay,ahogándoseydesorbitado,cayósobreBlackthorneenelmomentoenque
llegabaotroGris,dispuestoamatarloconuncuchillocorto.Fueadescargarelgolpe
contraelindefensoBlackthorne,perounamanoamigalesujetóelbrazoysucabeza
se separó inmediatamente del cuello y surgió un surtidor de sangre. Los dos
cadáveresfueronapartadosaunladoyalguienayudóaBlackthorneaponersedepie.
Mientras se enjugaba la sangre de la cara, vio confusamente que Mariko estaba
tumbada sobre la cubierta, rodeada de varios ronin-samurais. Se desprendió de sus
salvadoresyavanzótambaleándosehaciaella,perosusrodillasflaquearonycayóal
suelo.
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CapítuloXXV
Blackthorne necesitó más de diez minutos para recobrar la fuerza necesaria para
mantenersedepie.Mientrastanto,losronin-samuraishabíanrematadoalosheridos
gravesyarrojadotodosloscadáveresalmar.HabíanperecidolosseisPardosytodos
los Grises. La embarcación estaba dispuesta para zarpar inmediatamente. Todas las
lucessehabíanapagado.Unoscuantossamuraishabíansidoenviadoshaciaelnorte
paraestablecercontactoconBuntaro.ElgruesodelafuerzadeToranagacorrióhacia
elSur,haciaunrompeolassituadoaunosdoscientospasosdondesehicieronfuertes
contra los cien Grises de la fragata, que al darse cuenta del ataque volvían a toda
prisa.
Eljefedeabordo,despuésdecomprobarquetodoestabaenorden,hizobocina
con las manos y gritó en dirección a tierra. Inmediatamente, más samurais
disfrazados de ronín y mandados por Yabú, salieron de la sombra y se desplegaron
haciaelNorteyhaciaelSurformandounosescudosprotectores.Yentoncesapareció
Toranagayavanzódespaciohacialapasarela.Yanollevabasuquimonodemujerni
laoscuracapadeviaje.
«¡Bastardo! —pensó Blackthorne—. Eres frío, cruel y despiadado, pero
indudablementetienesmajestad.»
Antes, había visto que llevaban a Mariko abajo, asistida por una joven, y había
presumido que estaba herida, pero no de gravedad, puesto que todos los heridos
graveseranmuertosenelacto,sinosematabanellosmismos.
Hubo un súbito resplandor en el torreón y se oyó el débil eco de las campanas
tocando a rebato. Después, empezaron a elevarse cohetes desde las murallas del
castillo.Cohetesdeseñales.
En el profundo silencio, Toranaga se volvió a mirar hacia atrás y hacia arriba.
Empezaronaencenderselucesentodalaciudad.Sinapresurarse,Toranagadiomedia
vueltaysubióabordo.
ElvientotrajounosgritoslejanosprocedentesdelNorte.¡Buntaro!Debíadeser
él con el resto de la columna. Blackthorne escrutó la oscuridad, pero no pudo ver
nada. Hacia el Sur, la distancia entre los Grises que atacaban y los Pardos que se
defendían menguaba rápidamente. Calculó su número. De momento, estaban
igualados.Pero¿porcuántotiempo?
—¡Keirei!
TodossearrodillaronabordoeinclinaronlacabezaalaparecerToranagasobre
cubierta.ToranagahizounaseñaaYabú,queloseguía.Inmediatamente,Yabútomó
elmandoydiolaordendezarpar.Cincuentasamuraisdelafalangesubieronporla
pasarelaysecolocaronenposicióndedefensa,mirandoatierrayarmandosusarcos.
Blackthornesintióqueletirabandelamanga.
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—¡Anjín-san!
—¿Hai?—dijo,mirandofijamentealpiloto.
El hombre soltó un chorro de palabras señalando el timón. Blackthorne
comprendióqueelhombrepresumíaqueélteníaelmandoylepedíapermisopara
hacersealamar.
—Hai,Capitán-san—lerespondió—.¡Adelante!¡hogi!
La galera se separó del muelle, ayudada por el viento y por la habilidad de los
remeros. En el mismo instante, tres hombres y una joven salieron de la oscuridad,
detrás de una hilera de barcas varadas, enzarzados en una lucha feroz con nueve
Grises.BlackthornereconocióaBuntaroyalajovenSonó.
Buntarodirigíalaretiradahaciaelmuelle,conelsableensangrentadoyerizados
deflechaselpetoylaespaldadesuarmadura.Lamuchachaesgrimíaunalanza,pero
se tambaleaba y respiraba fatigosamente. Uno de los Pardos se detuvo para cubrir
valerosamente su retirada. Los Grises lo aplastaron. Buntaro subió corriendo los
peldaños del rompeolas, seguido de la muchacha y del último Pardo, y entonces se
volvióyarremetiócontralosGrisescomountorofurioso.Losdosprimeroscayeron
desdeloaltodelmalecón,unoserompiólaespaldacontralaspiedrasdeabajoyel
otro rodó aullando, con el brazo derecho cercenado. Los Grises vacilaron un
momento. El último Pardo se adelantó a su señor y se lanzó de cabeza contra el
enemigo.LosGrisesledestrozaronydespuésatacaronenmasa.
Losarquerosdelbarcodispararonnubesdeflechasmatandoodejandoinútilesa
todos los Grises atacantes, menos a dos de ellos. Un sable rebotó en el casco de
Buntaroycayósobresuhombrera.BuntarogolpeóalGrisdebajodelabarbillacon
elantebrazoarmadoylerompióelcuello.Después,selanzócontraelotroytambién
lomató.
La joven estaba arrodillada tratando de recobrar aliento. Buntaro no perdió
tiempoenasegurarsedequelosGrisesestabanmuertosylesrebanólacabezadedos
tajosperfectos.
La embarcación estaba a veinte yardas del malecón y la distancia seguía
aumentando.
—¡Capitán-san! —gritó Blackthorne haciendo furiosos ademanes—. ¡Vuelve al
muelle!¡Isogi!
PeroYabúseplantóinmediatamenteenelalcázaryhablóacaloradamenteconel
capitán.Nodebíanregresar.
La distancia era ahora de treinta yardas y Blackthorne sentía que su tríentele
gritaba:«¡Quéteimporta!¡EsBuntaro,elesposodeMariko!»
—No podéis dejarlo morir. Es uno de los nuestros —gritó a Yabú y a los del
barco—.¡EsBuntaro!¡Volvamos!¡Isogi!
Peroestavezelpilotomoviólacabeza,enungestodeimpotencia,yeljefedelos
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remerossiguiómarcandoelritmoconeltambor.
Blackthorne corrió hacia Toranaga, que estaba de espaldas a él y observaba el
muelle.Inmediatamente,cuatroguardiaslecerraronelpasoconlossablesenalto.
—¡Toranaga-sama! —gritó—. ¡Dozo! ¡Ordena que regrese la galera! ¡Allí!
Dozo…porfavor.¡Volvamosatrás!
—Iyé,Anjín-san—dijoToranagaseñalandoloscohetesdeseñalesdelcastilloy
despuéselrompeolas,yvolviéndoledefinitivamentelaespalda.
—¡Oh, maldito cobarde! —clamó Blackthorne, pero se interrumpió de pronto,
corrióalabordayseabalanzósobrelabarandilla—.¡Nadad!—aulló,braceando—.
¡Nadad,porelamordeDios!
Buntarolocomprendió.Levantóalamuchacha,lehablóycasilaarrastróhastael
borde del muelle, pero ella se lamentó y se hincó de rodillas delante de él. Era
evidentequenosabíanadar.
Blackthorne buscó desesperadamente sobre la cubierta. No había tiempo para
lanzar un bote. Estaban demasiado lejos para echar una cuerda. Él no tenía fuerzas
parairyvolveranado.Nohabíachaquetassalvavidas.Comoúltimorecurso,corrió
hastalosremerosmáspróximosydetuvosuboga.
Dossamuraistratarondeimpedírselo,peroToranagalesordenóqueseapartasen.
Blackthorneycuatromarineroslanzaronelremocomoundardoyelimpulsolo
arrastróhastaelmuelle.
En el mismo instante, se oyó un grito de victoria en el rompeolas. Llegaban
refuerzos Grises desde la ciudad, y aunque los ronin-samurais contenían a los
atacantesactuales,suderrotasóloeracuestióndetiempo.
—¡Vamos!—gritóBlackthorne—.¡Isogiii!
Buntaroempujóalajovenyseñalóelremoyelbarco.Ellalehizounapequeña
reverencia y se lanzó de cabeza al agua. Levantó un brazo y consiguió agarrar el
remo.Sesosteníabienymoviólaspiernasparaacercarsealbarco.Después,elmiedo
lehizoaflojarsupresayelremoseescurriódeentresusbrazos.Lajovengolpeóel
aguaduranteunmomentointerminableyfinalmentesehundió.
Novolvióaaparecer.
Buntaro se había quedado solo en el muelle y observaba las alternativas del
combate.LlegabannuevosrefuerzosparalosGrisesdesdeelSur,incluidosalgunos
caballeros,ycomprendióqueprontoelrompeolasseveríainundadoporunaoleada
de hombres. Entonces volvió la espalda a la batalla y se dirigió al extremo del
malecón.Lagaleraestabaasetentayardas,asalvoyesperando.Cuandollegóalfinal
delespigón,Buntarosedespojódelcasco,delarcoydelcarcaj,asícomodelaparte
superiordesuarmadura,ylosdejóalladodelasvainasdesussables.Dejólosdos,
el largo y el corto, en el suelo, en un lugar aparte. Después se desnudó hasta la
cintura,recogiósuequipoyloarrojóalmar.Observódevotamenteelsablelargoylo
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arrojótambiéncontodasufuerza.
Hizounaprofundareverenciaendirecciónalagalera,aToranaga,quesedirigió
inmediatamentealalcázarparavermejor.Correspondióalsaludo.
Buntaro se arrodilló, colocó delicadamente el sable corto delante de él (la luna
arrancódestellosdelahoja)ypermanecióinmóvil,casicomoenoración,decaraala
galera.
—¿Quédiablosestáesperando?—murmuróBlackthorneenelsilenciosepulcral
delagalera—.¿Porquénosaltaynadahastanosotros?
—Seestápreparandoparaelharakiri.
Marikoestabajuntoaél,sostenidaporunajoven.
—¡Jesús!¿Estásbien,Mariko?
—Muybien—dijoella,casisinescucharle,hoscoelsemblante,peronoporello
menoshermoso.
—Me alegro… —Y entonces comprendió de pronto lo que ella había dicho.—
¿Harakiri?¿Sevaamatar?¿Porqué?Tienetiemposobradoparallegaraquí.Sino
sabenadar,allí,juntoalmuelle,hayunremoquelosostendríafácilmente.
—Mi marido sabe nadar, Anjín-san —dijo ella—. Todos los oficiales del señor
Toranagadebenaprenderanadar,esunaorden.Peroélhadecididonohacerlo.
—¡Diosmío!¿Porqué?
—Quieremorir,Anjín-san.
—Pero, por el amor de Dios, si quiere morir, ¿por qué no va allí? —dijo
Blackthorne,señalandoellugardelcombate?—.¿Porquénoayudaasushombres?
Siquieremorir,¿porquénomuerematando,comounhombre?
Mariko,apoyadaenlajoven,noapartabalosojosdelmuelle.
—Porquepodríancapturarlo,ysinadase,podríancapturarlotambién,yentonces
el enemigo lo exhibiría al populacho, lo cubriría de vergüenza, le haría cosas
terribles.Unsamurainopuedesercapturadoyseguirsiendosamurai.Sercapturado
porunenemigoeslapeordeshonra.Porestomimaridohaceloquedebehacerun
hombre,unsamurai.Elsamuraimuerecondignidad.Porque,¿quéeslavidaparaun
samurai? Nada en absoluto. La vida es sufrimiento, ¿neh? Él tiene el derecho y el
deberdemorirconhonorantetestigos.
—Unsacrificioestúpido—dijoBlackthorneentredientes.
—Tenpacienciaconnosotros,Anjín-san.
—¿Paraqué?¿Paraescucharmásmentiras?¿Porquénoconfíasenmí?Fingiste
quetedesmayabas,yéstaeralaseñal,¿no?Tepreguntéymementiste.
—Meloordenaron…paraprotegerte.Claroqueconfíoenti.
—Mentiste —dijo él sabiendo que no tenía razón, pero indignado por aquel
estúpidodespreciodelavidayañorandosuspropioshábitos—.Soiscomobestias—
añadióeninglés,sabiendoquenoeraverdad.Luegosealejódeallí.
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—¿Qué ha dicho, Mariko-san? —preguntó la joven, que le pasaba la cabeza a
Marikoyerarobustaydecaracuadrada.
EraUsagiFujiko,sobrinadeMariko,yteníadiecinueveaños.
Marikoselodijo.
—¡Quéhombremáshorrible!¿Cómopuedessoportarsucompañía?
—Porquesalvóelhonordenuestroseñor.Denoserporsubravura,estoysegura
dequeelseñorToranagahabríasidocapturado.Todoshabríamossidocapturados.
Lasdosmujeresseestremecieron.
—¡Quelosdiosesnosprotejandeestavergüenza!—FujikomiróaBlackthorne,
elcualestabaapoyadoenlaborda,aciertadistanciaymirandoatierra.—Pareceun
monodoradoydeojosazules,unacriaturaparaespantaralosniños,¿neh?
FujikoseestremecióyvolvióamiraraBuntaro.Alcabodeunmomento,dijo:
—Envidioatumarido,Mariko-san.
—Sí—dijotristementeMariko—.Perolamentoquenotengaunayudante.
Lacostumbrequeríaqueotrosamuraiasistierasiemprealharakiriparadecapitar
al suicida de un solo tajo cuando la agonía se hacía insoportable e imposible de
dominar, avergonzando al hombre en el momento supremo de su vida. Sin un
ayudante,pocoshombrespodíanmorirsinvergüenza.
—Karma—dijoFujiko.
—Sí,locompadezco.Eraloúnicoquetemía,notenerunayudante.
Los atacantes habían llegado al rompeolas. Cincuenta ronin-samurais de
Toranaga,entreellosvariosacaballo,vinierondelnorteenauxiliodelosdefensores.
Elataquefuecontenidoyseganóunpocodetiempo.
«¿Tiempoparaqué?—sepreguntóBlackthorneamargamente—.Toranagaestáa
salvoenelmar.Noshatraicionadoatodos.»
Volvióasonareltambor.
Los remos mordieron el agua. La proa se hundió y empezó a cortar las olas, y
aparecióunaestelaapopa.
Blackthornesedirigióaproaparaobservarlosarrecifes.SóloFujikoyeljefede
losremeroslevieronabandonarelalcázar.Entoncesdescubriólasembarcacionesque
cerraban la entrada del puerto, a media legua de ellos. Eran barcas de pesca, pero
estabanllenasdesamurais.
—Estamosatrapados—dijoenvozaltacomprendiendoqueeranenemigos.
Un estremecimiento recorrió el barco. Todos los que contemplaban el combate
habíandesviadolamiradaenotradirección.
Blackthorne miró hacia atrás. Los Grises invadían poco a poco el rompeolas,
mientras otros avanzaban de prisa por el espigón en busca de Buntaro. Pero cuatro
jinetes Pardos venían del Norte galopando sobre la tierra batida con un quinto
caballo,éstesinjinete,aremolquedelprimero.Elprimercaballeroylamonturade
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reservasubieronlasanchasgradasdelespigónyreemprendieronelgalope,mientras
losotrostressevolvíancontralosGrisesqueavanzaban.Buntaromirótambiénasu
alrededor,peropermanecióarrodillado,ycuandoelhombresedetuvodetrásdeél,lo
despidióconunademány,levantandoelcuchilloconambasmanos,apuntólahoja
contrasucuerpo.Inmediatamente,Toranagahizobocinaconlasmanosygritó:
—¡Buntaro-san!¡Veconellos!¡Tratadeescapar!
Buntarolooyóclaramente.Vaciló,confuso,sinsoltarelcuchillo.Volvióasonar
laorden,insistente,imperiosa.
Haciendo un esfuerzo, Buntaro renunció a la muerte y contempló fríamente la
vidaylahuidaqueleeranimpuestas.Elriesgoeragrande.
«Lomejoresmoriraquí—sedijo—.¿AcasonolosabeToranaga?Aquíhayuna
muertehonrosa.Allí,unacapturacasisegura.¿Adóndehuir?Haytrescientosrihasta
Yedo.¡Seguroqueseremoscapturados!.»
Deseabalamuertequelolibraríadetodasuvergüenza,lavergüenzadesupadre
arrodillándose ante el estandarte de Toranaga cuando todos hubieran debido
permanecerfielesaYaemón,elherederodelTaiko,comohabíanjurado,lavergüenza
demataratantoshombresqueservíanhonorablementelacausadelTaikocontrael
usurpador Toranaga, la vergüenza de su mujer, Mariko, y de su único hijo,
mancilladosparasiempre,elhijoacausadelamadreylamadreacausadesupadre,
elmonstruosoasesino,AkechiJinsai.Ylavergüenzadesaberqueacausadeellossu
nombreestabadeshonradoparasiempre.
Apesardetodo,dejóelcuchilloyobedeciósumiéndosedenuevoenelabismode
la vida. Su señor feudal le había impuesto el último sufrimiento y había decidido
impedirsuintentodelograrlapaz.¿Quépodíahacerunsamuraisinoobedecer?
Saltósobrelasilla,golpeóconlostaloneslosijaresdelcaballoyemprendióel
galope con el otro samurai. Otros ronín de caballería salieron galopando de la
oscuridad para proteger su huida y detener a los primeros Grises. Después,
desaparecieronyunospocosjinetesGrisescontinuaronlapersecución.
Estallarongrandescarcajadasentodoelbarco.
Toranaga golpeaba la borda con el puño, satisfecho. Yabú y los samurais reían
desaforadamente.InclusoMarikosereía.
—Un hombre ha escapado, pero, ¿qué me decís de todos los muertos? —gritó
Blackthorne, furioso—. Mirad al muelle. Debe de haber trescientos o cuatrocientos
cadáveres.¡Miradlos,porelamordeDios!
Perosuvozseperdióentrelascarcajadas.
Entonces,elvigíadeproalanzóungritodealarma.Ylasrisasseextinguieron.
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CapítuloXXVI
Toranagapreguntósininmutarse:
—¿Podemospasarentreellos,capitán?
Observabalasbarcasdepescaagrupadasaquinientasyardasalfrenteyelpaso
tentadorquehabíandejadoentreellas.
—No,señor.
—Notenemosotraalternativa—dijoYabú—.Esloúnicoquepodemoshacer.
MiróhaciapopaalasmasasdeGrisesqueesperabanenelmuelleyenelespigón
mientraselvientotraía,debilitados,susburlonesinsultos.
ToranagayYabúestabanenelcastillodeproa.Eltamborhabíaenmudecidoyla
galera se balanceaba en un mar poco agitado. Todos los de a bordo esperaban la
decisión. Sabían que estaban copados. En tierra les esperaba un desastre y allá, al
frente,otrodesastre.Laredsecerraríamásymás,yalfinseríancapturados.Ishido
podíaesperarunosdíassinoteníamásremedio.
Yabúhervíapordentro.
«Sinoshubiéramosdirigidoenseguidaalabocadelpuerto,envezdeperderun
tiempoinútilconBuntaro,estaríamosahoraasalvoenaltamar—sedijo—.Toranaga
estáperdiendoeljuicio.Ishidocreeráquelohetraicionado.Nopuedohacernada,a
menosquepodamosabrirnospaso,einclusotendréquelucharporToranagacontra
Ishido. No puedo hacer nada, excepto ofrecerle a Ishido la cabeza de Toranaga.
¿Neh? Esto me convertiría en regente y me valdría el Kwanto, ¿neh? Y con seis
meses de tiempo y los fusileros samurais tal vez la Presidencia del Consejo de
Regencia. ¿Y por qué no el premio mayor? Elimina a Ishido y podrás ser primer
generaldelHeredero,protectorygobernadordelcastillodeOsaka,administradorde
la riqueza legendaria del torreón, con poder absoluto sobre el Imperio durante la
minoríadeedaddeYaemóny,después,conunpodersóloinferioraldeéste.¿Porqué
no? O incluso al premio mayor de todos. El shogunato. Elimina a Yaemón, y serás
Shogún…Todoesto,consólounacabezaylabenevolenciadelosdioses.»
Yabúsintióqueleflaqueabanlasrodillasalaumentarsuafán.
«Muy fácil —pensó—pero no hay manera de cortar la cabeza y escapar…
Todavía…»
—¡Ordenalaposicióndeataque!—dijoalfinToranaga.
MientrasYabúdabalasórdenesylossamuraisempezabanaprepararse,Toranaga
volvió su atención al bárbaro, que permanecía inmóvil cerca del castillo de proa,
dondesehabíadetenidoaldarselaalarma,apoyándoseenelbrevepalomayor.
«¡Ojalá pudiese comprenderlo! —pensó Toranaga—. Valioso en un momento
dado,esinútiluninstantedespués.Ahorahomicida,ydespuéscobarde.Ahoradócil,
y después peligroso. Es hombre y mujer al mismo tiempo. Yang y Yin. Dos polos
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opuestos.Eimprevisible.»
—Pregúntale,Yabú—san—dijoToranaga.
—¿Señor?
—Pregúntalequéhayquehacer.Alcapitán.¿Noesestounabatallanaval?¿No
me dijiste que el capitán es un genio en el mar? Veamos si tienes razón. Que lo
demuestre.
LabocadeYabúeraunafinalíneacruel.Toranagapercibióelmiedodelhombre,
yestolegustó.
—Mariko-san—gritóYabú—.Preguntaalcapitáncómopodemossalir…cómo
podemospasarentreesasbarcas.
Mariko,obedienteysostenidaporlamuchacha,seapartódelaborda.
—No,ahoraestoybien,Fujiko-san—dijo—,Gracias.
FujikolasoltóyobservócondisgustoaBlackthorne.
LarespuestadeBlackthornefuemuybreve.
—Diceque«concañones»,Yabú—san—dijoMariko.
—¡Dilequetendráqueinventaralgomejorsiquiereconservarsucabeza!
—Debemostenerpacienciaconél,Yabú—san—tercióToranaga—.Mariko-san,
dile amablemente que no tenemos cañones y si no hay otra manera de romper el
bloqueo.Portierraesimposible.Traduceexactamentesurespuesta.Exactamente.
Marikoobedeció.
—Losiento,señor,perodicequeno.Sóloqueno.Ynoconmuchacortesía.
Toranagaseaflojóelcintoyserascópordebajodelaarmadura.
—Bueno—dijoanimadamenteyseñalandolafragataportuguesa—.Sielexperto
Anjín-san dice cañones, tendrá cañones. ¡Vamos allá, piloto! Que los hombres se
preparen, Yabú—san. Si los bárbaros del Sur no quieren prestarme sus cañones,
tendrásquetomarlos.¿Loharás?
—Conmuchogusto—dijoYabúsuavemente.—Teníasrazón.Esungenio.
—Perotúhasdadoconlasolución,Toranaga-sama.
—Esfácilencontrarsolucionescuandoseconocelarespuesta,¿neh?¿Cuálesla
solucióndelcastillodeOsaka,aliado?
—Nolahay.Enesto,elTaikoestuvoperfecto.
—Sí.¿Ycuáleslasolucióndelatraición?
—Una muerte ignominiosa, naturalmente. Pero no comprendo por qué me
preguntasesto.
—Unaideapasajera,aliado.—ToranagamiróaBlackthorne.—Sí,esunhombre
listo.Yyonecesitohombreslistos.Mariko-san,¿medaránlosbárbarossuscañones?
—Desdeluego.¿Porquénohabíandehacerlo?
No se le había ocurrido pensar que podían negarse. Todavía estaba llena de
ansiedad por Buntaro. ¿Por qué le había ordenado Toranaga huir en el último
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momento?¿Nohabríasidoigualmentefácilymásseguroordenarlequenadasehasta
la galera? Había tiempo de sobra. ¿Y por qué había esperado tanto? Algo en su
interior secreto le respondió que su señor debió tener muy buenas razones para
esperaryparadaraquellaorden.
—¿Ysinolohacen?¿Seríascapazdematarcristianos,Mariko-san?—preguntó
Toranaga—.¿Noesel«¡Nomatarás!»suleyfundamental?
—Sí, lo es. Pero por ti, señor, yo, mi marido y mi hijo iríamos gustosos al
infierno.
—Eres una verdadera samurai, y no olvidaré que has empuñado un sable para
defenderme.
—Nomedeslasgracias.Hecumplidomideber.Sihayquerecordaraalguien,
recuerdaamimaridoyamihijo.Seránmuchomásvaliososparati.
—Demomento,túereslamásvaliosaparamí.Ytodavíapuedesserlomás.
—Dimecómo,señor,yloharé.
—ApártatedeeseDiosextranjero.
—¡Señor!—gimióMariko,ysurostroseensombreció.
—PrescindedetuDios.Tienesdemasiadasobligaciones.
—¿Quieresquecometaapostasía,querenieguedelcristianismo?
—Sí,amenosquepuedasponeratuDiosenSusitio,enlomásrecónditodetu
mente,nodelantedetodo.
—Discúlpame,señor—dijoella,impresionada—,peromireligiónnuncameha
impedidoquetefuesefiel.
—Loscristianospuedenconvertirseenmisenemigos,¿neh?
—Tusenemigoslosonmíos,señor.
—Ahoraloscurasmesoncontrarios.Puedenordenaratodosloscristianosque
mehaganlaguerra.
—Nopuedenhacerlo,señor.Sonhombresdepaz.
—¿Ysisiguenenlaoposición?¿Ysimehacenlaguerra?
—Nuncadeberástemerpormilealtad.Nunca.
—Está bien, Mariko-san —dijo Toranaga—. Lo acepto. Te ordeno que hagas
amistadconesebárbaro,queteenteresdetodoloquesabe,quemeinformesdetodo
loquediga,quetratesatodoslossacerdotesconrecelo,quemeinformesdetodolo
quetepreguntenotedigan.
Marikoapartóunmechóndecabellodesusojos.
—Puedohacertodoesto,señor,sindejardesercristiana.Lojuro.
—Bien.JúraloportuDioscristiano.
—LojuroanteDios.
—Bien.—Toranagasevolvióyllamó:—¡Fujiko-san!
—¿Señor?
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—¿Hastraídoalgunadoncellacontigo?
—Sí,señor.Dos.
—Entrega una de ellas a Mariko-san. Y di a la otra que nos traiga cha. Y que
traigasaképaraAnjín-san.
La luz hizo brillar el pequeño crucifijo de oro que llevaba Mariko colgado del
cuello.VioqueToranagalomirabafijamente.
—¿Quieresquenololleve,señor?¿Quieresquelotire?
—No—dijoél—.Llévalocomorecordatoriodetujuramento.
Todosobservaronlafragata.Toranagatuvolaimpresióndequealguienlomiraba
yechóunvistazoasualrededor.Viounasdurasfaccionesyunosojosazulesyfríos.
«¿Cómoseatreveelbárbaroasospechardemí?»,pensó.
—PregúntaleaAnjín-sanporquénodijoantesquehabíamuchoscañonesenel
barcobárbaro.¿Conseguiremosquenosdenescoltaparasalirdelatrampa?
MarikotradujoyBlackthornerespondió.
—Dice… —explicó Mariko vacilando—. Discúlpame, señor, pero ha dicho que
teconvieneemplearlacabeza.
Toranagaseechóareír.
—Ledoylasgraciasporlasuya.Mehasidomuyútil.Esperoquelaconservará
sobreloshombros.Dilequeahoraestamosiguales.
—Éldice:«No,noestamosiguales,Toranaga-sama.Perodamemibarcoyuna
tripulaciónylimpiaréelocéanodeenemigos.»
—Mariko-san,¿creesquemeapreciatantocomolosotros,comolosespañolesy
losbárbarosdelSur?
Toranaga había formulado esta pregunta ligeramente. La brisa empujaba
mechones de cabello sobre los ojos de Mariko-san. Ella los apartó con un gesto
cansado.
—No lo sé, lo siento. Tal vez sí y tal vez no. ¿Quieres que se lo pregunte? Lo
siento,peroes…esmuyraro.Nolecomprendo.Enabsoluto.
—Yahabrátiempoparaello.Sí.Coneltiempo,élmismosenosmanifestará.
Blackthornehabíavistoquelafragatasoltabalasamarrasenelmomentoenque
sus vigilantes Grises se habían alejado y que lanzaban su lancha y que la lancha
remolcaba rápidamente la embarcación desde su amarradero hasta aguas más
profundas.Ahoraestabaavarioscablesdelaorilla,segura,sujetadaligeramentepor
un ancla de proa, paralelamente al muelle. Era la maniobra normal de todos los
barcoseuropeosenpuertoshostilesodesconocidos,dondepodíaamenazarlesalgún
peligro.
—YdebenestarenteradosdelodeToranaga—sedijocondesconsuelo—,pues
sonastutosyhabránpreguntadoasuscargadoresoalosGriseslacausadetodoeste
jaleo.
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Sintió que se le erizaban los cortos cabellos. «Uno cualquiera de sus cañones
puede mandarnos al infierno. Sí, pero no corremos peligro, porque Toranaga está a
bordo.¡LoadoseaDios!.»
Marikoledijo:
—Mi señor pregunta qué soléis hacer cuando queréis acercaros a un barco de
guerra.
—Sisetieneuncañón,sedisparaunasalva.Sino,sehacenseñalesconbanderas
pidiendopermisoparaacercarse.
—Miseñorpregunta:¿ysinohaybanderas?
Blackthorne vio que la fragata tenía ocho cañones por banda en el puente
principal,dosapopaydosaproa.SindudaelErasmuspodríaapoderarsedeellasi
tuvieselatripulaciónadecuada.«Megustaría.Perodespierta,soñador.Noestamosa
bordodelErasmus,yestapanzudagaleraylafragataportuguesasonnuestraúnica
esperanza.Protegidosporsuscañones,estaremosseguros.SuertequeToranagaestá
connosotros.»
—Dile al piloto que ice la bandera de Toranaga en el mástil. Con esto bastará,
señora.Seráunactooficialylesdiráquiénestáabordo.Aunquepresumoqueyalo
saben.
Asísehizo,ylosdelagaleraparecieronmásconfiados.Blackthorneadvirtióel
cambio,einclusoélsesintiómástranquilobajolabandera.
—Miseñorpreguntacómolesdiremosquequeremosacercarnos.
—Dile que sin banderas de señales puede hacer dos cosas: esperar fuera del
alcancedesuscañonesyenviarunadelegaciónenunbote,oavanzardirectamente
hastallegaraunadistanciadesdelaquepodamoshacernosoír.
—Miseñorpreguntaquéaconsejas.
—Avanzar directamente. Huelgan las precauciones. El señor Toranaga está a
bordo.EseldaimíomásimportantedelImperio.Desdeluego,nosayudarány…¡Oh,
Diosmío!
—¿Señor?
—DeprontomehedadocuentadequeélestáahoraenguerraconIshido,¿no?
Porconsiguiente,lafragatapuedenoestardispuestaaayudarle.
—Claroqueloayudarán.
—No.¿Québandoconvienemásalosportugueses,eldelseñorToranagaoelde
Ishido?SicreenquelesconvienemásIshido,nosmandaránalinfierno.
—Esinconcebiblequelosportuguesesdisparencontraunbarcojaponés—opinó
Mariko.
—Loharán,señora,puedescreerme.Yapuestoaquelafragatanodejaráquenos
acerquemos. Al menos, es lo que yo haría si fuese su capitán. ¡Dios mío! —dijo
Blackthornemirandoatierra.
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Los Grises habían abandonado el espigón y se desplegaban paralelamente a la
orilla. Nada que hacer por aquella parte. Las barcas de pesca seguían cerrando la
salidadelpuerto.Tampocoporallípodíahacersenada.
—DilealseñorToranagaquesólohayunamaneradesalirdelpuerto.Queestalle
una tormenta. Tal vez podríamos capearla, cosa que no podrían hacer las barcas de
pesca.
—Miseñorpreguntasicreesquehabrátormenta.
—Mi olfato me dice que sí. Pero tardará unos días. Dos o tres. ¿Podremos
aguantarhastaentonces?
Toranagareflexionó.Despuésdiounaorden.
—Vamosaacercarnoshastaquepuedanoírnos,Anjín-san.
—Entonces,dilequedebemoshacerloporsupopa.Deestemodo,elblancoserá
menor.Dilequesontraidores,queséquesonmuytraidorescuandovenamenazados
susintereses.¡Sonpeoresquelosholandeses!
—Miseñordicequeprontosabremoslarespuesta.
—Estamos desnudos, señora. No podemos nada contra sus cañones. Si el barco
noseshostiloinclusoneutral,estamosperdidos.
—Miseñordicequeesverdad,peroquetúteencargarásdepersuadirlesdeque
debenmostrarsecomplacientes.
—¿Cómopuedohacereso?Soysuenemigo.
—Mi señor dice que, en la guerra como en la paz, un buen enemigo puede ser
másvaliosoqueunbuenaliado.Dicequetúconocessumentalidadyencontrarásla
maneradepersuadirles.
—Laúnicamaneraseguraeslafuerza.
—Mi señor dice que está de acuerdo y que me digas cómo piensas abordar el
barco.
—¿Qué?
—Ha dicho: «Bien. De acuerdo. ¿Cómo te apoderarías del barco? ¿Cómo lo
conquistarías?Necesitosuscañones.¿Estáclaro,Anjín-san?.»
—¡AhdelSantaTeresa!¡Hola,inglés!
—¿EresRodrigues?
—Sí.
—¿Ytupierna?
—¿Ytumadre?
A Rodrigues le gustó la estruendosa carcajada que flotó sobre el mar que los
separaba.
Durante media hora, las dos embarcaciones habían maniobrado buscando una
buena posición, acercándose, virando, alejándose, tratando la galera de situarse a
barlovento para empujar a la fragata hacia la costa a sotavento, y procurando la
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fragatatenerespaciolibreparasalirdelpuertosileconvenía.Peroningunadelasdos
había conseguido una ventaja decisiva, y fue durante la caza que los que estaban a
bordodelafragatavieronlasbarcasdepescaapretujadasenlabocanadelpuertoy
comprendieronsusignificado.
—¡Porestovieneanosotros!¡Enbuscadeprotección!
—Mayorrazónparaquelohundamosahoraqueestáatrapado.
—Ishidonosloagradeceráeternamente—habíadichoFerriera.
PeroDell’Aquasehabíamantenidoensustrece.
—Toranaga es demasiado importante. Insisto en que debemos hablar con él. Y
siemprepodéishundirlo.Notienecañones.Yhastayoséquesólopuedelucharsecon
cañonescontraloscañones.
Yasíhabíaquedadolapartidaentablasdándolesuntiempoderespiro.Losdos
barcosestabanenelcentrodelpuerto,asalvodelasbarcasdepescayasalvoeluno
delotro,lafragatatemblandobajoelviento,dispuestaacambiarinmediatamentede
posición,ylagalera,conlosremoslevantados,deslizándosedeladohastacolocarse
a la distancia necesaria para que pudiesen hacerse oír sus hombres. Cuando
Rodrigues vio que los de la galera izaban los remos y se ponían de flanco a sus
cañones,viróabarloventoyladejóacercarsehastaponerseatiroysepreparóparala
próxima serie de maniobras. «Gracias a Dios, a la Santísima Virgen y a San José,
nosotrostenemoscañonesyesebastardonolostiene.Elinglésesdemasiadoastuto.»
«Pero es mejor enfrentarse con un profesional —se dijo—. Mucho más seguro.
Entonces,nadiehacetonteríasynoseproducendañosinútiles.»
—¿Permisoparasubirabordo?
—¿Quiénes,inglés?
—ElseñorToranaga,suintérpreteyunosguardias.
—Nadadeguardias—dijoFerrieraenvozbaja.
—Hadetraeralgunos—dijoAlvito—.Escuestióndeprestigio.
—¡Aldiablosuprestigio!Nadadeguardias.
—Noquierosamuraisabordo—convinoRodrigues.
—¿Aceptaríais cinco? —preguntó Alvito—. Sólo su guardia personal. Vos
comprendéiselproblema,Rodrigues.
Rodriguesreflexionóunmomentoyasintió.
—Cinco es un buen número, capitán general. Nosotros destacaremos cinco
hombrescomovuestros«guardiaspersonales»conunpuñadodepistolascadauno.
Encargaosdelosdetalles,padre.Esmejorqueelpadreconvengalosdetalles,capitán
general,puessabecómohadehacerlo.Adelante,padre,peroinformadnosdetodolo
queellosdigan.
Alvitoseacercóalabordaygritó:
—¡No ganaréis nada con vuestros embustes! ¡Preparad vuestras almas para el
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infierno, vos y vuestros bandidos! Os damos diez minutos. Después, el capitán
generaldispararáyosmandaráaltormentoeterno.
—NosamparaelpabellóndeToranaga.
—¡Unpabellónfalso,pirata!
Ferrieradiounpasoadelante.
—¿Aquéestáisjugando,padre?
—Porfavor,tenedpaciencia—dijoAlvito—.Essólounacuestiónformal.Deno
hacerloasí,Toranaganosguardaríarencoreternoporhaberinsultadoasubandera,
cosa que hemos hecho en realidad. Toranaga no es un daimío cualquiera. Tal vez
deberíaisrecordarqueélsolotienemástropasarmadasqueelreydeEspaña.
El viento silbaba en el aparejo, y los palos crujían nerviosamente. Entonces se
encendieronlucesenelalcázarypudieronverclaramenteaToranaga.Lavozdeéste
llegósobrelasolas.
—Tsukku-san, ¿cómo te atreves a rehuir mi galera? Aquí no hay piratas. Los
únicos piratas están en la entrada del puerto, en aquellas barcas de pesca. Quiero
subirinmediatamente.
Alvitogritóenjaponés,fingiendoasombro:
—Lo siento, señor Toranaga. No teníamos la menor idea de que fueses tú.
Pensábamos que era un ardid. Los Grises nos dijeron que unos bandidos-ronin se
habían apoderado de la galera por la fuerza. Por esto creíamos que unos bandidos
navegabanalmandodelpiratainglésbajounfalsopabellón.Iréinmediatamente.
—No.Seréyoquienvayaatubarco.
—Teruego,señorToranaga,quemepermitasacompañarte.Misuperior,elPadre
Visitador está aquí, y también el capitán general. Insisten en ofrecerte sus excusas.
Sírveteaceptarnuestrasdisculpas.
Alvitohablóenportuguésygritó:
—¡Soltadlalancha!—YdenuevoaToranaga,enjaponés:—Inmediatamenteserá
lanzadoelbote,miseñor.
RodriguesobservólaalmibaradahumildaddelavozdeAlvitoysedijoqueera
mucho más difícil tratar con los japoneses que con los chinos. Los chinos
comprendían el arte de la negociación, del compromiso, de la transacción y de las
compensaciones. En cambio, los japoneses eran muy orgullosos y la muerte era un
precio muy bajo para pagar una ofensa a su orgullo. «¡Vamos, acabemos de una
vez!»,tuvoganasdegritar.
—Iré inmediatamente, capitán general —dijo el padre Alvito—. Y si vos,
Eminentísimoseñor,meacompañaseis,seríauncumplidoquecontribuiríamuchoa
calmaraToranaga.
—Deacuerdo.
—¿No será peligroso? —apuntó Ferriera—. Podrían emplearos a los dos como
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rehenes.
—A la menor señal de traición —dijo Dell’Aqua —, deberéis destruir la galera
contodossusocupantes,aunquenosotrosestemosabordo.
Bajódelalcázaralpuenteprincipalypasópordetrásdeloscañones,ondeandoal
vientolosfaldonesdesutúnica.Alllegaralaescalerilla,sevolvióehizolaseñalde
lacruz.Despuésbajóyentróenelbote.
Ferrieraseinclinósobrelabordaydijosinlevantarlavoz:
—Eminencia,traedalhereje.
—¿Qué?¿Quédecís?
ADell'Aqualedivertíajugarconelcapitángeneral,cuyacontinuainsolencialo
ofendíagravemente.LociertoeraquehabíadecididohacerseconBlackthorneyque
podíaoírperfectamenteaFerriera.«¡Quéestúpido!»,pensó.
—Traeréisalhereje,¿eh?—repitióFerriera.
Rodriguesoyódesdeelalcázarelapagado:«Sí,capitángeneral»,ypensó:«¿Qué
traiciónestásmaquinando,Ferriera?»
Cambió de posición en su silla con dificultad, pálido el semblante. Le dolía
terriblementelapiernaylecostabasostenerse.Loshuesosseestabansoldandobieny
gracias a la Santísima Virgen la herida estaba limpia. Pero una fractura era una
fracturaylamenoroscilacióndelbarcoleresultabasumamentemolesta.Setomóun
grog.Ferrieraloobservaba.
—¿Quétalvuestrapierna?
—Bien—respondió,mitigadosudolorporelalcohol.
—¿PodréisviajardesdeaquíhastaMacao?
—Sí. Y participar en un combate naval durante todo el trayecto. Y regresar en
verano,siesestoloquequeréisdecir.
—Sí.Estoquierodecir,capitán—repusoFerrieraconloslabiosapretadosenuna
burlonasonrisa—.Necesitouncapitánenbuenascondiciones.
—Loestoy.Mipiernavamejorando.—Rodriguestratódeolvidareldolor.—El
inglésnovendrádebuengrado.Yonoloharía.
—Cienguineasaqueosequivocáis.
—Esmásdeloqueganoenunaño.
—PagaderasenLisboa,deloqueganemosconelBuqueNegro.
—Vanjugadas.Nadaleharávenirabordo,almenosporsupropiavoluntad.¡He
ganadocincuentaguineas!
—Lashabéisperdido.Olvidáisquelosjesuitasdeseansupresenciaaquí,incluso
másqueyo.
—¿Porqué?
Ferrieralomirótranquilamenteynolerespondió.Suslabiosvolvieronatorcerse
enunaaviesasonrisa.Después,dijo:
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—AyudaráaToranagaasalirdeaquíparaapoderarsedelhereje.
—MealegrodeservuestrocamaradaydeserosnecesarioavosyalBuqueNegro
—dijoRodrigues—.Noquisieratenerosporenemigo.
—Celebroquenosentendamos,capitán.Porfin.
—Ospidoquemeescoltéishastafueradelpuerto.Yquelohagáisrápidamente
—dijoToranagaaDell'AquapormediodelintérpreteAlvito.
Marikoestabatambiénallí,escuchando,asícomoYabú.Toranagaestabadepie
en el castillo de proa, y Dell'Aqua y Alvito en cubierta. Pero, incluso así, sus ojos
estabancasialmismonivel.
—Osilopreferís,vuestrobarcodeguerrapuedeapartarlasbarcasdepescademi
camino.
—Perdóname, pero esto sería un acto hostil injustificado que tú no debes… no
puedes aconsejar a la fragata, señor Toranaga —dijo Dell'Aqua, hablándole
directamente,mientrasAlvitotraducíasimultáneamenteyconfluidez,comosiempre
—.Seríaimposible,seríaunactobélicomanifiesto.
—Entonces,¿quésugieres?
—Tenlabondaddeveniralafragata.Preguntaremosalcapitángeneral.Élnos
darálasolución,ahoraqueconocemostuproblema.Élesmilitar,ynosotrosno.
—Tráeloaquí.
—Perderíamosmenostiemposivinierastú,señor.Aparte,naturalmente,deque
seríaunhonorparanosotros.
Toranaga comprendió que tenía razón. Hacía unos momentos habían visto que
otrasbarcasdepescacargadasdearqueroseranlanzadasalamarenlaplayaSur,y
aunquedemomentoestabanasalvosaltabaalavistaqueunahoradespuéslaboca
delpuertoestaríaatestadadeenemigos.
Noteníaelección.
—Losiento,señor—lehabíadichoantesAnjín-sandurantelafracasadacaza—.
Nopuedoacercarmealafragata.Rodriguesesdemasiadolisto.Puedoimpedirque
escapesielvientosemantiene,peronopuedoatraparloamenosquecometaunerror.
—¿Cometerá un error y se mantendrá el viento? —había preguntado por medio
deMariko.
Ellalehabíarespondido:
—Anjín-san dice que el hombre prudente no debe confiar nunca en el viento,
salvo que sea el alisio y se esté en alta mar. Aquí estamos en un puerto donde las
montañasproducenoscilacionesenelviento.ElcapitánRodriguesnoseequivocará.
Toranagahabíaobservadolaluchadehabilidadentrelosdoscapitanesysehabía
convencidodequeamboseranmaestrosensuoficio.Ytambiénhabíacomprendido
queniélnisustierrasnitodoelImperioestaríanasalvo,mientrasnotuvieranbarcos
bárbarosmodernosygraciasaelloseldominiosobresuspropiosmares.Estaideale
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habíatrastornado.
—Pero¿cómopuedonegociarconellos?¿Quéexcusapuedenalegardeunacto
detanflagrantehostilidadcontramí?MideberesdestruirlosPorsusofensascontra
mihonor.
Anjín-sanlehabíaexplicadoeltrucodelasbanderasfalsas.Ledijoquetodoslos
barcosempleabanesteardidparaacercarseaunenemigooparaburlarlo,yToranaga
se había sentido muy aliviado de que pudiera haber una explicación aceptable que
dejaseasalvosudignidad.
Alvitodecíaahora:
—Creoquedeberíamosirenseguida,señor.
—Está bien —convino Toranaga—. Toma el mando de la galera, Yabú—san.
Mariko-san,dileaAnjín-sanquenoabandoneeltimón.Después,venconmigo.
—Sí,señor.
Toranagasehabíadadoperfectacuenta,poreltamañodelbote,dequesólopodía
llevar cinco guardias. Pero también esto había sido previsto, y el plan final era
sencillo.Sinopodíanconvenceralosdelafragataparaquelesayudaran,élysus
guardias matarían al capitán general, al capitán del barco y a los curas y se harían
fuertesenunadelascámaras.Simultáneamente,lagaleraseacercaríaalafragatapor
laproa,talcomohabíasugeridoAnjín-san,ytodosjuntostrataríandeapoderarsede
la fragata. Lo conseguirían o fracasarían, pero en todo caso sería la solución más
rápida.
—Esunbuenplan,Yabú—san—habíadichoél.
—Permítemequevayaentulugaranegociar.
—Ellosnoloaceptarían.
—Bien está, pero cuando hayamos salido de esta trampa, expulsa a todos los
bárbarosdelreino.Silohaces,ganarásmásdaimíosdelosquepierdas.
—Lo pensaré —dijo Toranaga, convencido de que era una tontería, que debía
tener a su lado a los daimíos cristianos, Onoshi y Kiyama y a los otros daimíos
cristianos,queenotrocasoloaplastarían.
¿PorquéqueríairYabúalafragata?¿Quéotratraiciónestabamaquinandoporsi
nolesayudaban?
—Señor—decíaAlvito,traduciendoaDell'Aqua—,¿puedoinvitaraAnjín-sana
acompañarnos?
—¿Porqué?
—Hepensadoquetalvezlegustaríasaludarasucolega,elanjínRodrigues.Este
tieneunapiernarotaynohapodidovenir.ARodriguestambiénlegustaríaverlopara
darlelasgraciasporhaberlesalvadolavida,siatinoteimporta.
Toranaga no vio ningún inconveniente en ello. Anjín-san estaba bajo su
proteccióny,portanto,erainviolable.
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—Siélquiere,puedeir.Mariko-san,acompañaaTsukku-san.
Mariko hizo una reverencia. Sabía que su tarea era escuchar, informar y
asegurarsedequetodoloquesedijeraseríatransmitidosinlamenoromisión.Yase
sentía mejor. Su peinado y su cara volvían a ser perfectos. Llevaba un quimono
limpioquelehabíaprestadodamaFujikoyuncabestrillonuevoparaapoyarelbrazo
herido.Unodelospilotos,aprendizdemédico,lehabíavendadolaherida.Elcorte
recibido en el brazo no había tocado ningún tendón y la herida estaba limpia. Un
bañohabríaacabadodereponerla,peronohabíaestoslujosenlagalera.
SedirigióconAlvitoalalcázar.AlvitovioelcuchilloenelcintodeBlackthorne
y pensó que el manchado quimono parecía hecho a su medida. ¿Hasta qué punto
habríapodidoganarselaconfianzadeToranaga?
—Bienhallado,capitánBlackthorne.
—¡Caramba,padre!—repusoafablementeBlackthorne.
—Toranagahadichoquepodéisveniralafragata.
—¿Lohaordenado?
—Hadicho«siqueréis».
—Noquiero.
—ARodrigueslegustaríadarosdenuevolasgraciasysaludaros.
—Presentadlemisrespetosydecidlequenosveremosenelinfierno.Oaquí.
—Supiernaseloimpide.
—¿Cómoestásupierna?
—Sanando.MercedavuestraayudayalagraciadeDiospodráandardentrode
unassemanas,aunquequedarácojo.
—Decidlequeledeseosuerte.Yahoramarchaos,padre,puesnopodemosperder
tiempo.
—ARodrigueslegustaríaveros.Haygrogenlamesayunbuencapónasadocon
legumbresfrescas,panreciéncocidoymantecacaliente.Seríaunapenadesperdiciar
estacomida,capitán.
—¿Qué?
—Haypantiernoydorado,capitán,galletademunición,mantequillayunbuen
trozodebuey.NaranjasfrescasdeGoaeinclusoungalóndevinodeMadeirapara
regarlo todo, o coñac si lo preferís. También tenemos cerveza. Y capón de Macao,
calienteyjugoso.Elcapitángeneralesunepicúreo.
—¡QueDiososmandealinfierno!
—Lohará,siasíleplace.Sóloosdigoloquehay.
—¿Quésignifica«epicúreo»?—preguntóMariko.
—Sedicedelapersonaaquienlegustalabuenamesa,doñaMaría—dijoAlvito
dándolesunombredepila.
Había notado un cambio repentino en la cara de Blackthorne. Casi podía ver la
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secreción de sus glándulas salivales y la angustia de su estómago. Aquella noche,
cuando había visto el banquete preparado en el gran camarote, con los
resplandecientescubiertosdeplata,elblancomantel,lassillasdeverdaderocueroy
con cojines, y había olido el pan tierno y la mantequilla y los ricos manjares, se le
habíadespertadoelapetitoapesardenoestarhambrientoydehaberseacostumbrado
alacocinajaponesa.
«¡Quésencilloespillaraunhombre!—sedijo—.Loúnicoquehacefaltaesusar
elceboadecuado.»
—Adiós,capitán—dijoAlvitodandomediavueltaydirigiéndosealaescalera.
Blackthornelosiguió.
—¿Quétepasa,inglés?—preguntóRodrigues.
—¿Dónde está la comida? Después, podremos hablar. Ante todo, quiero la
comidaquemeprometiste—dijoBlackthorne,muyagitado.
—Seguidme,porfavor—dijoAlvito.
—¿Adóndelolleváis,padre?
—Alcamarotegrande,naturalmente.Blackthornepodrácomer,mientraselseñor
Toranagahablaconelcapitángeneral.
—No.Puedecomerenmicamarote.
—Esmásfáciliralsitiodondeestálacomida.
—Contramaestre, cuida de que el capitán coma todo lo que quiera, en mi
camarote,detodoloquehayenlamesa.Inglés,¿quieresgrog,vinoocerveza?
—Primero,cerveza,después,grog.
—Cuida de ello, contramaestre. Llévalo abajo. Y escucha, Pesaro, dale alguna
ropademiarmario,botasytodolodemás.Yquédateconélhastaquetellame.
Blackthorne siguió en silencio a Pesaro, que era un hombre muy corpulento.
Alvito volvió junto a Dell'Aqua y Toranaga, que estaba hablando por medio de
Marikojuntoalaescalera.PeroRodrigueslodetuvo.
—¡Unmomento,padre!¿Quéledijisteis?
—Sóloquequeríaisverloyqueteníamoscomidaabordo.
—¿Ledijisteisqueyoleofrecíalacomida?
—No, Rodrigues, no se lo dije. Pero, ¿os habríais negado a dar comida a un
camaradaconbuenapetito?
—Ese pobre bastardo no es apetito lo que tiene, sino hambre. Si come en este
estado,devorarácomounlobofuriosoydespuéslovomitarátodocomounaramera
borracha.Ynoqueremosqueunodelosnuestros,aunqueseaunhereje,vomitecomo
unanimalenpresenciadeToranaga,¿noescierto,padre?
Feirrerallamódesdelaescalera.
—¿Vaisabajar,Rodrigues?
—Permaneceréencubiertamientrasestéahíesapuercagalera,capitángeneral.Si
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menecesitáis,estoyaquí.
Alvito empezó a alejarse. Rodrigues vio a. Mariko. —Un momento, padre.
¿Quiénesesamujer?
—DoñaMaríaToda.IntérpretedeToranaga.
Rodriguessilbóentredientes.
—¿Esbuena?
—Muybuena.
—Hasidounaestupideztraerlaabordo.¿EsunadelasconsortesdelviejoToda
Hiro-matsu?
—No.Eslaesposadesuhijo.
Rodriguesllamóaunodelosmarineros.
—Difundelanoticiadequeesamujerhablaportugués.
—Sí,señor.
ElhombresealejócorriendoyRodriguessevolviódenuevoalpadreAlvito.El
curanosedejóintimidarporlaevidenteindignacióndelotro.
—Esa dama, María, habla también latín y con igual perfección. ¿Algo más,
capitán?
—No,gracias.
El cura hizo la señal de la cruz y se alejó. Rodrigues escupió en el imbornal, y
unodelostimonelesseestremecióysesantiguóasuvez.
—¡Andayquetezurzan!—lesilbóRodrigues.
—Sí,capitán.Losiento,peromepongonerviosocuandoestácercaelbuenpadre.
Nolohehechoconmalaintención.
El joven vio que los últimos granos de arena caían por el cuello del reloj y lo
volvió.
—Cuando esté por la mitad, ve abajo, coge un cubo de agua y una escoba y
limpiatodalaporqueríademicamarote.Dilealcontramaestrequesubaalinglésa
cubierta y procura que mi camarote quede bien limpio, si no quieres que me haga
unasligascontustripas.
Rodrigues era un fanático de la limpieza. Todo debía estar inmaculado en su
camarote,conbuentiempooconmaltiempo.
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CapítuloXXVII
—Tienequehaberunasolución,capitángeneral—dijopacientementeDell’Aqua.
—¿Queréisquerealiceunaclaraaccióndeguerracontraunanaciónamiga?
—¡Claroqueno!
Todoslosqueestabanenelgrancamarotesabíanquesehallabancogidosenla
mismatrampa.CualquieracciónabiertalespondríadellenojuntoaToranagacontra
Ishido, cosa que debían evitar a toda costa para el caso de que Ishido acabase
triunfando. En aquellos momentos, Ishido controlaba Osaka y la capital, Kioto, así
como a la mayoría de los regentes. Y a través de los daimíos Onoshi y Kiyama,
dominaba la mayor parte de la isla meridional de Kiusiu y el puerto de Nagasaki,
centro principal de todo el comercio y, por lo tanto, todo el comercio y el Buque
Negrodeaquelaño.
ToranagadijopormediodelpadreAlvito:
—¿Porquéesestotandifícil?Sóloquieroquearrojéisalospiratasdelabocadel
puerto.
Toranagaestabaincómodamentesentadoenelsitiodehonor,enelsillóndealto
respaldo, a la cabecera de la mesa. Alvito se sentaba a su lado, el capitán general,
enfrente, y junto a éste, Dell'Aqua. Mariko estaba en pie detrás de Toranaga, y los
guardiassamuraisesperabanenlapuerta,decaraalosmarinerosarmados.Todoslos
europeoscomprendíanque,aunqueAlvitotraducíaaToranagatodoloquesedecía
allí,Marikoestabapresenteparaasegurarsedequenosedijeranadaenperjuiciode
losinteresesdesuseñorydequelatraducciónfueseexacta.
Dell'Aquaseinclinó.
—Tal vez, señor, podrías enviar mensajeros al señor Ishido. Tal vez la solución
esté en la negociación. Podríamos ofrecer este barco como terreno neutral para las
negociaciones.Quizádeestamanerapodríaisterminarlaguerra.
Toranagariódesdeñosamente.
—¿Quéguerra?Ishidoyyonoestamosenguerra.
—Acabamosdeverelcombateentierra,señor.
—¡Noseáisingenuos!¿Quiéneshanmuerto?Unoscuantosroníndespreciables.
¿Quiénatacóaquién?Sólounosronín,unosbandidosounosfanáticosequivocados.
—¿Y la emboscada? Tenemos entendido que hubo una lucha entre Pardos y
Grises.
—UnosbandidosatacaronalosPardosyalosGrises.Mishombressólolucharon
paraprotegerme.Denoche,suelenproducirseescaramuzasporequivocación.Silos
Pardos mataron a unos cuantos Grises o los Grises mataron a unos cuantos Pardos,
fue por un lamentable error. ¿Qué son unos pocos hombres para cualquiera de
nosotros?Nada.Noestamosenguerra.
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Toranagaadvirtiósuincredulidadyañadió:
—Diles, Tsukku-san, que en el Japón son los ejércitos los que hacen la guerra.
Esasridiculasescaramuzasytentativasdeasesinatosonsimplesensayosquehayque
olvidarcuandofracasan.Laguerranoempezóestanoche.Empezócuandomurióel
Taiko. Incluso antes, al no tener un hijo para sucederle. O tal vez incluso antes,
cuando Goroda, el señor protector, fue asesinado. Lo de esta noche no tiene una
significaciónperdurable.Perovosotrosnoentendéisnuestroreinoninuestrapolítica.
¿Cómopodríaisentenderlo?¡ClaroqueIshidoestátratandodematarme!Lomismo
hacen otros daimíos. Lo han hecho en el pasado y lo harán en el futuro. Kiyama y
Onoshihansidoamigosyenemigosmíos.Simematan,estosimplificarálascosas
paraIshido,elverdaderoenemigo,perosólomomentáneamente.Yoestoyahoraen
una trampa, y si esta encerrona tiene éxito él sólo conseguirá una ventaja
momentánea. Si logro escapar, no habrá habido tal encerrona. Pero debéis
comprender todos vosotros que mi muerte no eliminará la causa de la guerra ni
evitará ulteriores conflictos. Sólo si Ishido muere, no habrá conflicto. Por
consiguiente,ahoranohayningunaguerraformalmentedeclarada.
Removióse en el sillón, molesto por el olor a comida aceitosa y a cuerpos sin
lavarquellenabaelcamarote.
—Pero tenemos un problema inmediato —prosiguió—. Necesito vuestros
cañones. Y los necesito ahora. Los piratas me asedian desde la entrada del puerto.
Como dije antes, pronto llegará el momento en que cada cual tenga que tomar
partido. Pues bien, ¿cuál es tu posición, y la de tu jefe, y la de toda la Iglesia
Cristiana?¿Estánmisamigosportuguesesconmigoocontramí?
—Podéis estar seguro, señor Toranaga —dijo Dell'Aqua—, de que todos
apoyamosvuestrosintereses.
—Bien.Entalcaso,expulsadinmediatamentealospiratas.
—Estoseríaunactodeguerraynobeneficiaríaanadie.Talvezpodríamoshacer
untrato—dijoFerriera.
Alvitonotradujoesto,sinoquedijo:
—Elcapitángeneraldicequesólotratamosdenomezclarnosenvuestrapolítica,
señorToranaga.Somoscomerciantes.
MarikodijoenjaponésaToranaga:
—Perdón,señor,peroestonoescorrecto.Noesloqueélhadicho.
Alvitosuspiró.
—Me he limitado a cambiar algunas de sus palabras, señor. El capitán general,
comoextranjeroquees,ignoraciertassutilezas.NocomprendebienelJapón.
—¿Ytú,Tsukku-san?
—Loprocuro,señor.
—¿Quéhadichoexactamente?
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Alvitoselodijo.
Despuésdeunapausa,dijoToranaga:
—Anjín-sanmedijoquelosportuguesesestabanmuyinteresadosenelcomercio
yquetratándosedecomerciocarecendebuenosmodalesydehumor.Comprendoy
admitotuexplicación,Tsukku-san.Peroenlosucesivosírvetetraducirexactamente
loquesediga.
—Sí,señor.
—Dileestoalcapitángeneral:Cuandosehayasolucionadoelconflictofomentaré
elcomercio.Yosoypartidariodelcomercio.Ishidonoloes.
Dell'AquahabíaobservadoelintercambiodefrasesyesperóqueAlvitohubiese
disimuladolaestupidezdeFerriera.
—Nosotrosnosomospolíticos,señor.Somosreligiososyrepresentantesdelafe
ydelosfieles.Apoyamostusintereses.
—Deacuerdo.Estabapensando…—Alvitointerrumpiósutraducción.Surostro
se iluminó, y por un instante dejó fluir el japonés de Toranaga—. Perdón,
eminentísimo señor, pero el señor Toranaga ha dicho: «Estaba pensando en pediros
que construyáis un templo, un templo muy grande, en Yedo, como prueba de mi
confianzaenvuestrosintereses.»
Durante años, desde que Toranaga se había erigido en señor de las Ocho
Provincias, Dell'Aqua había maniobrado para obtener esta concesión. Y obtenerla
ahora de él, en la tercera ciudad en importancia del Imperio, era algo que no tenía
precio. El Visitador comprendió que había llegado el momento de resolver el
problemadeloscañones.
—Dadle las gracias, Martín Tsukku-san —dijo empleando la frase en clave
convenidapreviamenteconAlvito—decidlequesiempreprocuraremosservirle.¡Ah,
sí! —añadió, a causa del capitán general—. Preguntadle qué piensa acerca de la
catedral.
—Osruegoquemepermitáishablardirectamenteporunosmomentos,señor—
dijoAlvitoaToranaga—.Misuperiortedalasgraciasydicequetalvezseráposible
hacerloquepediste.Élprocurarásiempreayudarte.
—Procuraresunapalabraabstractaynadasatisfactoria.
—Sí, señor —Alvito lanzó una mirada a los guardias, que desde luego,
escuchabandisimuladamente—.Perorecuerdoquetúmismodijisteantesqueaveces
esprudenteserabstracto.
Toranagacomprendióalmomento.Hizoungestodedespedidaasushombres.
—Esperadfuera.Todos.
Ellosobedecierondemalagana.AlvitosevolvióaFerriera.
—Yanonecesitamosvuestrosguardias,capitángeneral.
Cuando los samurais se hubieron marchado, Ferriera despidió a sus hombres y
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miróaMariko.Élllevabaunaspistolasenelcintoyotraenlabota.
AlvitodijoaToranaga:
—¿Deseáis,señor,queestépresentedamaMariko?
Toranaga comprendió de nuevo. Reflexionó un momento, hizo un breve
movimientodecabezaydijosinvolverse:
—Mariko-san, dile a uno de los guardias que te acompañe hasta donde está
Anjín-san.Quédateconélhastaqueyoteavise.
—Sí,señor.
Lapuertasecerrótrasella.
Sequedaronsolosloscuatro.Ferrieradijo:
—¿Cuáleslaoferta?¿Quénosofrece?
—Tenedpaciencia,capitángeneral—lerespondióDell'Aqua,tamborileandocon
losdedossobresucruzyrogandoporeléxito.
—Señor—dijoAlvitoaToranaga—,misuperiordicequetratarádehacercuanto
le pediste. Dentro de cuarenta días. Te comunicará privadamente la marcha del
asunto.Silopermites,yoserésucorreo.
—¿Ysifracasa?
—Noseráporfaltadeempeño,depersuasiónydereflexión.Tedasupalabra.
—¿AnteelDioscristiano?
—Sí.AnteDios.
—Bien.Quelopongaporescrito.Consusello.
—Avecesnoconvieneponerporescritolosacuerdosimportantes,losacuerdos
delicados,señor.
—¿Quieres decir con ello que no lo haréis si yo no hago constar también mi
conformidadporescrito?
—Nohehechomásquerecordartuafirmacióndequelapalabradehonordeun
samuraiesmásimportantequeunpedazodepapel.ElVisitadortedasupalabraante
Dios, su palabra de honor, lo mismo que lo haría un samurai. Y tu palabra es
suficiente para él. Por esto pensé que le entristecería tu desconfianza. Y ahora,
¿quieresquelepidasufirma?
Toranagadijo,despuésdeunapausa:
—Estábien.MedasupalabraanteelDiosJesús,¿neh?
—Yo te la doy en su nombre. He jurado por la Santa Cruz que hará todo lo
posible.
—¿Ytambiéntú,Tsukku-san?
—TambiénempeñomipalabraanteDiosyjuroporlaSantaCruzqueharécuanto
pueda para ayudar a persuadir a los señores Onoshi y Kiyama de convertirse en
aliadostuyos.
—Acambiodeesto,yoosconcederéloprometido.Eldíacuarentayunopodréis
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empezaracolocarloscimientosdelmásgrandetemplocristianodelImperio.
—¿Podéisreservarnosenseguidaelterreno,señor?
—EncuantollegueaYedo.Yahora,¿quémedecíssobrelospiratasdelasbarcas
depesca?¿Losecharéisenseguida?
—Situvierascañones,¿loharíastúmismo?
—Desdeluego,Tsukku-san.
—Os pido disculpas si os parezco tortuoso, señor, pero tenemos que hacer un
plan. Los cañones no nos pertenecen. Espera un momento, por favor —Alvito se
volvió a Dell’Aqua—. Lo de la catedral está arreglado, eminentísimo señor. —
Después se dirigió a Ferriera iniciando el plan convenido.—Os alegraréis de no
haberlo hundido, capitán general. El señor Toranaga pregunta si llevaríais diez mil
ducados de oro por su cuenta cuando vayáis a Goa con el Buque Negro, para
invertirlos en el mercado de oro de la India. Nosotros estaríamos dispuestos a
colaborarenlatransacción,valiéndonosdenuestrasrelacionesallíycolocandoeloro
envuestrointerés.ElseñorToranagaosofrecelamitaddelasganancias.
Alvito y Dell'Aqua pensaban que al cabo de seis meses, cuando regresara el
Buque Negro, Toranaga habría recuperado su puesto de presidente del Consejo de
Regenciayestaríaencantadodeautorizarlaprovechosatransacción,ohabríamuerto.
—Podríaisganarfácilmentecuatromilducados,sinelmenorriesgo—concluyó
Alvito.
—¿Acambiodequé?EstoesmásqueelsubsidioanualdelreydeEspañaatoda
laCompañíadeJesúsenAsia.¿Acambiodequé?
—El señor Toranaga dice que los piratas le impiden salir del puerto. Y él sabe
mejorquevossisonpiratas.
Ferrierarespondióconvozindiferente,ylosdoscomprendieronquelohacíapor
Toranaga:
—Esunaimprudenciaconfiarenesehombre.Suenemigotienetodoslostriunfos
enlamano.Todoslosreyescristianosestáncontraél.Yomismoloheoídodeciralos
dosprincipales.Dicenqueesejaponésessuverdaderoenemigo.Yloscreo,másque
aesebastardocretino.
—Estoy seguro de que el señor Toranaga sabe mejor que nosotros quiénes son
piratasyquiénesnoloson—dijoDell'Aqua,imperturbable,puesconocíalasolución
igualqueAlvito—.SupongoquenoosopondréisaqueelseñorToranagaselibreél
mismodelospiratas.
—Claroqueno.
—Tenéismuchoscañonesdereservaabordo—dijoelVisitador—.¿Porquéno
darlealgunos?Quierodecir,vendérselos.Vosvendéisarmascontinuamente.Yéllas
compra.Cuatrocañonesseríanmásquesuficientes.Yseríafáciltransportarlosenla
lanchaconlapólvoraylasmunicionesnecesarias.Yasítodoestaríaarreglado.
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Ferrierasuspiró.
—Los cañones, eminentísimo señor, son inútiles a bordo de la galera. No hay
portañolas ni cuerdas, ni montantes. No podrían emplear los cañones, aunque
tuviesenartilleros,ynolostienen.
Losdossacerdotessequedaronpasmados.
—¿Amenosque…?
—Enabsoluto.
—Perosindudapodríanadaptar…
—Esagaleranopuedeemplearcañones,sinosehacenunasreformasenella.Y
éstasrequeriríanalmenosunasemana.
—¿Nan ja? —dijo Toranaga, receloso, comprendiendo que algo andaba mal,
aunquelosotrostratasendedisimularlo.
—Toranagapreguntaquésucede—dijoAlvito.
Dell’Aquacomprendióqueelasuntoseescapabadesusmanos.
—Tenéis que ayudarnos, capitán general. Por favor. Os lo pido francamente.
Hemos conseguido enormes concesiones para la fe. Debéis creerme y confiar en
nosotros.DebéisayudaraToranagaasalirdelpuerto,seacomosea.Oslosuplicopor
elbiendelaIglesia.Lacatedral,porsísola,esunaconcesiónenorme.Porfavor.
Ferrieranodejótraslucirsutriunfalentusiasmo.Inclusodiountonodegravedad
asuvoz.
—YaquepedísayudaennombredelaIglesia,eminentísimoseñor,haréloqueos
interesa.Losacarédeestatrampa.Pero,acambiodeello,quierolacapitaníageneral
delBuqueNegrodelpróximoaño,seacualfuereelresultadodelañoactual.
—Esto es una concesión personal del rey de España. No depende de mí su
otorgación.
—ítemmás:aceptoelofrecimientodesuoro,peroquieroquemegaranticéisque
nohabráinconvenientesporpartedelvirreydeGoaniaquísobreeloroylosBuques
Negros.
—¿Osatrevéisatomarnoscomorehenes,alaIglesiayamí?
—Essimplementeunatransacciónmercantilentrevos,yoyesemono.
—Noesningúnmono,capitángeneral.Recordadlo.
—ítemmás.Elquinceporcientodelcargamentodeesteaño,envezdeldiez.
—¡Imposible!
—ítem más. Para dejar las cosas claras, eminentísimo señor, me daréis vuestra
palabra, ante Dios y ahora mismo, de que ni vos ni ninguno de los sacerdotes bajo
vuestrajurisdicciónmeamenazaréisconlaexcomunión,amenosquecometaalgún
sacrilegio en el futuro. Y además, que vos y los santos padres me ayudaréis
activamente,asícomoalosdosBuquesNegros.
—¿Yquémás,capitángeneral?Porquesupongoqueestonoestodo.¿Quémás
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queréis?
—Porúltimo,quieroaesehereje.
MarikomiróaBlackthornedesdelapuertadelcamarote.Elinglésyacíamedio
inconscienteenelsuelovomitandosuprimerapapilla.
—¿Es efecto de un veneno, o está borracho? —preguntó a Totomi Kana, el
samurai,tratandoinútilmentedenoolerelhedordelacomidaydelvómito,elhedor
del asqueroso marino que estaba ante ella y el permanente olor de la sentina que
invadíatodalaembarcación—.Cualquieradiríaquelohanenvenenado,¿neh?
—Talvezsí,Mariko-san.¡Miracuántaporquería!
El samurai señaló la mesa, con un ademán de asco. Estaba llena de fuentes de
madera con los restos de una mutilada pata de buey asada y sanguinolenta, medio
esqueleto de un pollo asado, pedazos de pan y de queso, cerveza derramada,
mantequilla, salsa a base de manteca de cerdo y una botella de aguardiente medio
vacía.
Eralaprimeravezqueveíancarneenunamesa.
—¿Qué queréis? —preguntó el contramaestre—. Aquí no hay monos,
¿yakarimasu?Nomonos-sanenestahabitación.—Miróalsamuraiylehizoungesto
de despedida.—¡Fuera! ¡Lárgate! —Miró de nuevo a Mariko.—¿Cómo te llamas?
Namu,¿eh?
—¿Quéestádiciendo,Mariko-san?—preguntóelsamurai.
ElcontramaestremiróunmomentoalsamuraiysevolviódenuevohaciaMariko.
Ellaapartódelamesasushipnotizadosojosymiróalcontramaestre.
—Disculpa,señor.Noteheentendido.¿Quéhasdicho?
El contramaestre se quedó boquiabierto. Era un hombre gordo, de ojos muy
juntos y grandes orejas, y con los cabellos recogidos en una coleta que parecía de
pelosderataembreados.Uncrucifijopendíadesucuellograsiento,yllevabapistolas
alcinto.
—¿Eh? ¿Sabes hablar portugués? ¿Una japonesa que habla bien el portugués?
¿Dóndeaprendistelalenguadelacivilización?
—Elpadrecristianomeenseñó.
—¡Que me zurzan! ¡Virgen Santa! ¡Una flor-san que habla como la gente
civilizada!
Blackthornevomitódenuevoytratódeponersedepie.
—¿Puedes…, por favor, puedes poner al capitán allí? —dijo ella señalando la
litera.
—Sí.Simeayudaesemono.
—¿Quién?Perdón,¿quiénhasdicho?
—¡Él!Eljaponés…
Las palabras restallaron en los oídos de Mariko, que necesitó toda su fuerza de
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voluntadparanoperderlacalma.Hizounaseñaalsamurai.
—Kana-san,¿quieresayudaraesebárbaro?HayqueponeraAnjín-sanallí.
—Conmuchogusto,señora.
LosdoshombreslevantaronaBlackthorneyloecharonsobrelalitera.Teníala
cabezapesadayboqueabaestúpidamente.
—Habríaquelavarlo—dijoMarikoenjaponés,todavíaaturdidaporelnombre
queelcontramaestrehabíadadoaKana.
—Sí,Mariko-san.Ordenaalbárbaroquetraigaservidores.
—Sí—repusocontemplandolamesaconojosincrédulos—.¿Comenrealmente
eso?
Elcontramaestresiguiósumirada.Despuésseinclinósobrelamesa,arrancóun
muslodepolloyseloofreció.
—¿Tieneshambre?Estoestámuybueno,Flor-san.Esfresco.Verdaderocapónde
Macao.
—No, gracias. Comer carne está prohibido. Es contrario a la ley, y contrario al
budismoyalshintoísmo.
—¡No en Nagasaki! —replicó el contramaestre echándose a reír—. Muchos
japoneses comen carne siempre. Es decir, siempre que pueden, y también beben
nuestrogrog.Túerescristiana,¿eh?Pruébalo.¿Cómopuedessaber,sinolopruebas?
—Nogracias.
—El hombre no puede vivir sin carne. Esto es comida de verdad. Da vigor y
alegría.
OfrecióelmusloaKana:
—¿Quieres?
Kanamoviólacabezaconrepugnancia.
—¡Iyé!
Elcontramaestreseencogiódehombrosyarrojóelmuslosobrelamesa.
—Comoquieras.
YvolviéndoseaMarikolepreguntó:
—¿Quétienesenelbrazo?¿Tehirieronenlapelea?
—Sí, pero no es de gravedad —dijo Mariko moviendo un poco el brazo para
demostrárseloytragándoseeldolor.
—¡Pobrecilla!Dime,¿québuscasaquí,señorita?
—Quería ver a An…, al capitán. El señor Toranaga me ha enviado. ¿Está
borrachoelcapitán?
—Sí.Yademás,lacomida.Elpobrediablohacomidoyhabebidodemasiadode
prisa.Sehabebidomediabotelladeuntrago.Todoslosinglesessoniguales.
MiróaMarikodearribaabajo.
—Nuncahabíavistounaflortanpequeñacomotú.Ynuncahabíahabladoconun
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japoqueconocieralalenguacivilizada.
—¿Llamassiemprejaposymonosalasdamasjaponesasyalossamurais?
Elmarinerolanzóunabrevecarcajada.
—Bueno,señorita,semehaescapado.Solemosllamarasíalosproxenetasyalas
rameras de Nagasaki. No quise ofenderte. Nunca había hablado con una señorita
civilizada,nisabíaqueexistiera.
—Lo mismo me ocurre a mí, señor. Nunca había hablado con un portugués
civilizado,aparteunsantopadre.Nosotrossomosjaponeses,nojapos.Ylosmonos
sonanimales,¿no?
—Claro—dijoelcontramaestre,mostrandolosdientesrotos—.Hablascomouna
dama.Nohequeridoofenderte,señorita.
Blackthorne empezó a murmurar. Ella se acercó a la litera y lo sacudió
delicadamente.
—¡Anjín-san!¡Anjín-san!
—Sí…¿Sí?—farfullóBlackthorneabriendolosojos—.¡Ah!Hola…Losiento…
Yo…
Eldolordecabezaylasvueltasquedabaelcamaroteleobligaronatumbarsede
nuevo.
—Porfavor,llamaauncriado.Hayquelavarlo.
—Aquíhayesclavos,peronoparaesto,señorita.Dejaenpazalinglés.¿Quées
unpocodevómitoparaunhereje?
—¿Nohaycriados?—preguntóella,asombrada.
—Tenemos esclavos, negros, bastardos, pero son perezosos. Yo no me dejaría
lavarporunodeellos—añadió,conunamueca.
Mariko comprendió que no tenía otra alternativa. El señor Toranaga podía
necesitaraAnjín-saninmediatamente.Erasudeber.
—Entonces,necesitoagua—dijo—.Paralavarlo.
—Hayunbarrildebajodelaescalera.Enlacubiertainferior.
—Porfavor,diquemetraiganunpoco.
—Envíaloaél—dijoelcontramaestreseñalandoaKana.
—No.Sírvetetraerlatú.Enseguida.
—¿Eressubarragana?—dijoélmirandoaBlackthorne.
—¿Qué?
—Labarraganadelinglés.
—¿Quéesunabarragana,señor?
—Sumujer.Suamiga,sunovia,suquerida.
—No.No,señor.Nosoysubarragana.
—Entonces, ¿lo eres de ese mo… de ese samurai? ¿O tal vez del rey, del que
acabadesubirabordo,Tor-om--lame?¿Eresunadesusmancebas?
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—No.
—¿Nidenadiedeabordo?
Ellanegóconlacabeza.
—Porfavor,unpocodeagua.
Elcontramaestreasintióconlacabezaysalió.
—Eselhombremásfeoymásapestosoquejamáshayavisto—dijoelsamurai
—.¿Quétedecía?
—Pues…mehapreguntadosiyoeraunadelasconsortesdelcapitán.
Elsamuraisedirigióalapuerta.
—¡Kana-san!
—Exijo el derecho a vengar este insulto en nombre de tu mando.
¡Inmediatamente!¡Suponerquetúerescapazdecohabitarconunbárbaro…!
—¡Kana-san!Porfavor,cierralapuerta.
—¡TúeresTodaMariko-san!¿Cómosehaatrevidoainsultarte?¡Laofensadebe
serlavada!
—Lo será, Kana-san, y te doy las gracias. Te confiero el derecho. Pero aquí
estamosalasórdenesdelseñorToranaga.Mientrasélnodésuaprobación,nodebes
hacernada.
Kanacerrólapuertademalagana.
—De acuerdo. Pero te pido formalmente que solicites la autorización del señor
Toranagaantesdemarcharnos.
—Sí.Graciasporpreocupartetantopormihonor.
«¿QuéharíaKanasisupiesetodoloquesehadicho?—sepreguntóhorrorizada
—.¿YquéharíaelseñorToranaga?¿OHiro-matsu?¿Omimarido?»Paracalmarla
iradeKana,cambiórápidamentedetema:
—Anjín-san parece un hombre desvalido. Como un niño. Por lo visto, los
bárbarosnopuedendigerirelvino.Lomismoquealgunosdenuestroshombres.
—Sí.Peronohasidoelvino.Nopuedeser.Esloquehacomido.
Blackthorneseremovióinquietopugnandoporrecobrarlaconciencia.
—No tienen servidores en este barco, Kana-san. Por consiguiente, tendré que
hacerdedoncelladeAnjín-san—dijoMariko,yempezóadesnudaraBlackthorne,
torpementeacausadesubrazo.
—Dejaqueteayude.Solíahacerestoconmipadre,cuandoelsakéselesubíaa
lacabeza.
—Esbuenoparaelhombreemborracharsedevezencuando.Asíseexpulsanlos
malosespíritus.
—Sí,peromipadresufríamuchoeldíasiguiente.
—Mimaridopadecemuchodurantevariosdías.
Despuésdeunabrevepausa,Kanadijo:
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—PermitaBudaqueelseñorBuntarologreescapar.
Se abrió la puerta, y el contramaestre dejó un balde de agua en el suelo. Le
disgustó la desnudez de Blackthorne y sacando una manta de debajo de la litera lo
cubrióconella.
—Pillaráunresfriadomortal.Aparteesto,esvergonzosohacerunacosaasíaun
hombre,aunqueseaése.
—¿Qué?
—Nada.¿Cómotellamas,señorita?—dijoconojosbrillantes.
Ellanocontestó.ApartólamantaylavóaBlackthorne,contentadepoderhacer
algo.Cuandohuboterminado,envolvióelquimonoyelsuciotaparrabo.
—¿Harásquelavenesto,señor?
—¿Eh?
—Hayquelavarloenseguida.¿Puedesllamaraunesclavo?
—Yatehedichoquesonunpuñadodeperezososnegrosbastardos.Tardaríanuna
semanaomás.Tíralo,señorita,puesnovalelapena.NuestrocapitánRodriguesme
dijoqueledieseropaadecuada.Mira—dijoabriendounarmario—.Ropadeésta.
—Yonosévestiraunhombreconesasprendas.
Sin embargo, entre ella y el samurai, y bajo la dirección del contramaestre,
consiguieronvestirle.Marikoseapartóunmechóndecabellosqueletapabalosojos.
—Señor,¿estácorrectamentevestidoAnjín-san?
—Sí.Sólofaltanlasbotas.Aquíestán.Peroestopuedeesperar.
Elcontramaestreseacercóaellatemblándolelasaletasdelanariz.Bajólavoz,
manteniéndosedeespaldasalsamurai.
—¿Quieresquejuguemosunpoco?
—¿Qué?
—Megustas,señorita.¿Quédices?Hayuncatreenelcamarotecontiguo.Envíaa
tuamigoacubierta.Elingléstardaráunahoraenreponerse.Pagarélodecostumbre.
—¿Qué?
—Teganarásunamonedadecobre…Inclusotressiteportasbien.¿Quédices?
Elsamuraivioelhorrorpintadoenlacaradeella.
—¿Quépasa,Mariko-san?
—Él…hadicho…
Kanadesenvainóinmediatamenteelsable,peroelotroleapuntócondospistolas
conelgatillolevantado.Apesardetodo,sedispusoaatacar.
—¡Alto, Kana-san! —jadeó Mariko—. El señor Toranaga prohibió cualquier
ataquesiélnoloordenaba.
—¡Vamos, acércate si te atreves, mono del diablo! Y tú, dile a ese mono que
envaineelsablesinoquierequelevuelelacabezaenunsantiamén.
Marikoestabaaunpiededistanciadelcontramaestre.Teníaladiestraintroducida
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ensuobitocandoelpuñodesuestileteconlapalma.Perorecordósudeberysacóla
mano.
—Envaina tu sable, Kana-san, por favor. Debemos obedecer al señor Toranaga.
Debemosobedecerle.
Haciendounsupremoesfuerzo,Kanaobedeció.
—¡Meentranganasdemandartealinfierno,japo!
—Disculpadle,señor,ytambiénamí—dijoMarikotratandodeparecercortés—.
Hasidounaequivocación…
—Disculpadle,señor.Losiento.
Elhombresehumedecióloslabios.
—Loolvidarésieresamable,Florecilla.Entraenelcamarotecontiguo,dileaese
mono…quesequedeaquí,yloolvidaré.
—¿Cómo…cómoosllamáis,señor?
—Pesaro.ManuelPesaro.¿Porqué?
—Pornada.Disculpadelerror,señorPesaro.
—Méteteenelotrocamarote.Enseguida.
—¿Quésucede?¿Qué…?
Blackthornenosabíasiestabadespiertoositodoeraunapesadilla,peropresintió
elpeligro.¿Quépasa?
—¡Eseapestosojapomehaatacado!
—Ha sido una equivocación, Anjín-san —dijo Mariko—. Ya… ya le he pedido
excusasalseñorPesaro.
—¿Mariko?¿Erestú,Mariko-san?
—Hai,Anjín-san.Honto.Honto.
Ella se acercó. El contramaestre seguía apuntando a Kana. Ella tuvo que pasar
rozándolo y le costó un esfuerzo aún mayor no sacar el cuchillo y clavárselo en el
pecho. En el mismo momento, se abrió la puerta. El joven timonel entró en el
camaroteconuncubodeagua.Alverlaspistolasabrióunosojoscomonaranjasy
echóacorrer.
—¿Dónde está Rodrigues? —preguntó Blackthorne tratando de poner orden en
susideas.
—Arriba, donde debe estar un buen capitán —dijo el contramaestre con voz
áspera—.Esejapomehaatacado.
—Ayudadmeasubiracubierta—dijoBlackthorneagarrándosealosladosdela
litera.
Marikolocogiódelbrazo,peronopudolevantarlo.
ElcontramaestreseñalóaKanaconunadesuspistolas.
—Dilequeloayude.YdilequesihayunDiosenelcielo,estarácolgandodeuna
vergaantesdeunahora.
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El primer piloto, Santiago, separó el oído del agujero secreto de la pared del
camarotegrandeenelmomentoenqueDell'Aquahubodicho:«Todoestáarreglado.»
Sinhacerruidocruzóeloscurocamarote,salióalpasilloycerrócuidadosamentela
puerta. Era un hombre alto y enjuto, de cara avispada y con el cabello recogido en
unacoleta.Suropaestabalimpia,y,comolamayoríadelosmarineros,ibadescalzo.
Subió rápidamente la escalera, cruzó corriendo la cubierta principal y subió al
alcázar, donde estaba Rodrigues hablando con Mariko. Se excusó y se inclinó para
acercarlabocaaloídodeRodriguesyempezóacontarletodoloquehabíaoído—y
quelehabíanenviadoaescuchar—,demaneraquenopudiesenenterarselosotros
queestabanenelalcázar.
Blackthornehallábasesentadoenlapopa,apoyadoenlabordaydescansandola
cabeza sobre las rodillas encogidas. Mariko estaba sentada muy tiesa frente a
Rodrigues, al estilo japonés, y Kana, el samurai, se mantenía a su lado. Unos
marinerosarmadosbullíanencubiertayenlascofas,yotrosdosestabanaltimón.El
barco permanecía de cara al viento, bajo un aire suave y en una noche límpida,
aunquehabíanaumentadolosnimbosanunciadoresdelluvia.Aunascienyardasde
élestabalagalera,decostadoyamerceddeloscañones,conlosremosrecogidos,a
excepción de dos por banda para contrarrestar el impulso de la ligera marea. Las
barcas de pesca llenas de samurais hostiles estaban más cerca una de otra, pero
todavíanosetocaban.
Mariko observaba a Rodrigues y al piloto. No podía oír lo que decían, pero,
aunquehubiesepodidooírlo,sueducaciónlaabríaobligadoacerrarlosoídos.Enlas
casas de papel, la intimidad era imposible sin cortesía y consideración, y como la
vidacivilizadanopodíaexistirsinintimidad,todoslosjaponeseseraneducadospara
haceroídossordos.Parabiendetodos.
CuandoellahabíasubidoacubiertaconBlackthorne,Rodrigueshabíaescuchado
la explicación del contramaestre y las balbucientes aclaraciones de Mariko en el
sentidodequelaculpahabíasidosuya,dequehabíainterpretadomalloquehabía
dichoaquél,ydequeellahabíasidolacausadequeKanadesenvainaraelsablepara
protegersuhonor.Elcontramaestrehabíaescuchadoconsonrisaburlonaysindejar
deapuntarconlaspistolasalaespaldadelsamurai.
—Yo sólo le he preguntado si era la barragana del inglés, al ver la tranquilidad
conquelolavabaylovestía.
—Guardatuspistolas,contramaestre.
—Espeligroso.¡Hayqueatarlo!
—Yolovigilaré.Yahora,vete.
—Ese mono me habría matado si yo no hubiese sido más rápido. Hay que
colgarlodeunaverga.¡EsloquehacemosenNagasaki!
—AquínoestamosenNagasaki.¡Veteenseguida!
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Cuandoelcontramaestresehubomarchado,Rodriguespreguntó:
—¿Quéosdijo,señora?Deverdad.
—Nada,señor.Osloruego.
—Pidodisculpasporlainsolenciadeesehombreconvosyconelsamurai.Por
favor,decidlealsamuraiquelepidoperdón.Yavosospidoqueolvidéislasofensas
delcontramaestre.Situviésemosjaleoabordo,seríaenperjuiciodevuestroseñory
delmío.Osprometoqueleajustarélascuentasamimaneraenelmomentooportuno.
EllahabíahabladoconKanayéstehabíaacabadopordejarsepersuadir.
—Kana-sandicequeestábien,peroquesiundíasetropiezaconelcontramaestre
Pesaroentierra,lecortarálacabeza.
—¡Biendicho!Sí.Domo-arigato,Kana-san—dijoRodriguesconunasonrisa—,
ydomoarigatogoziemashita,Mariko-san.
—¿Habláisjaponés?
—¡Oh,no!Sólounaspocaspalabras.TengounaesposaenNagasaki.
—¿LleváismuchotiempoenelJapón?
—Salí en dos ocasiones de Lisboa. En conjunto, he pasado siete años en estas
aguas, aquí y en viajes de ida y vuelta a Macao y a Goa… No hagáis caso de ese
hombre,eseta.PeroBudadijoqueinclusolosetatienenderechoalavida.¿neh?
—Desde luego —dijo Mariko, aunque había grabado para siempre la cara y el
nombredelcontramaestreensumemoria.
—Miesposahablaunpocoelportugués,peronotanperfectamentecomovosni
muchomenos.¿Soiscristiana?
—Sí.
—Mi esposa es conversa. Su padre es samurai, pero poco importante. Su señor
feudaleselseñorKiyama.
—Esmuyafortunadadetenerunmaridocomovos—dijoMarikocortésmente,
pero preguntándose cómo había podido ella casarse y vivir con un bárbaro—. La
señora,vuestraesposa,¿comecarnecomolaquehayenelcamarote?
—No—respondióRodrigues,echándoseareírymostrandounosdientesblancos
yfinosyfirmes—.YenmicasadeNagasaki,yotampococomocarne.Lohagoenel
maryenEuropa.Esnuestracostumbre.Ytambiénloeravuestra,milañosantesde
Buda, ¿neh? Antes de que viniese Buda para mostrar al Tao, el Camino, todo el
mundo comía carne. Incluso aquí, señora. Incluso aquí. Pero ahora algunos de
nosotroshemosaprendidoalgo,¿neh?
Marikoreflexionósobreesto.Despuésdijo:
—¿Acasotodoslosportuguesesnosllamanmonosyjaposaespaldasnuestras?
Rodriguestiródeunaretequellevaba.
—¿Y acaso vosotros no nos llamáis bárbaros? Incluso a la cara. Y somos
civilizados,oalmenosnosimaginamosserlo,señora.EnlaIndia,latierradeBuda,
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llaman «Diablos del Este» a los japoneses, y no dejan desembarcar a ninguno que
vaya armado. Vosotros llamáis «negros» a los indios y decís que no son humanos.
¿Cómollamanloschinosalosjaponeses?¿Cómollamáisvosotrosaloschinos?¿Y
tambiénaloscoreanos?Comedoresdeajos,¿neh?
—CreoqueestonogustaríaalseñorToranaga.NialseñorHiro-matsu,nisiquiera
alpadredevuestraesposa.
—El buen Jesús dijo: «Veis la paja en el ojo del vecino y no veis la viga en el
vuestro.»
Ellavolvióapensarenestoobservandocómoelprimerpilotomurmurabaaloído
delcapitánportugués.«Esverdad.Nosotrosnosburlamosdelosdemás,perosomos
ciudadanosdelPaísdelosDiosesy,portanto,especialmenteelegidosporlosdioses.
Sólo nuestro pueblo está protegido por un emperador divino. Por tanto, ¿no somos
absolutamenteúnicosysuperioresalosdemás?¿Ysiseesjaponésycristiano?Nolo
sé.VirgenSanta,damecomprensión.EsecapitánRodriguesestanextrañocomoel
capitáninglés.¿Porquésontanespeciales?¿Seráporsuadiestramiento?Hacencosas
increíbles,¿neh?¿Cómopuedennavegaralrededordelmundoysurcarlosmarescon
la misma facilidad con que nosotros andamos por la tierra? ¿Podría la esposa de
Rodriguesdarmelarespuesta?Megustaríaconocerlayhablarconella.
Elpilotobajóaúnmáslavoz.
—¿Quéhadicho?—exclamóRodrigueslanzandounainvoluntariaimprecación.
Marikotratódeescucharapesarsuyo.Peronopudooírloquerepitióelpiloto.
EntoncesvioquelosdosmirabanaBlackthorneysiguiósumirada,turbadaporsu
preocupación.
—¿Qué más ha ocurrido, Santiago? —preguntó Rodrigues cautelosamente
recordandolapresenciadeMariko.
Elpilotoselodijoenunmurmullocasiinaudible.
—¿Cuántotiempoestaránabajo?
—Estabanbrindando.Porsutrato.
—¡Bastardos! —Rodrigues agarró al piloto por la camisa.—¡Ni una palabra de
esto!¡Júraloportuvida!
—Nohacefaltadecirlo,capitán.
—Siemprehacefalta—repusoRodriguesmirandoaBlackthorne—.¡Despiértalo!
Elpilotoseacercóaélylosacudióbruscamente.
—¿Quéeseso?¿Eh?
—¡Pégale!
Santiagolediounabofetada.
—¡PorJesucristoque…!
Blackthornesepusodepie,congestionadoelsemblante,perosetambaleóycayó
alsuelo.
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—¡Malditoinglés!¡Despierta!—Rodriguesllamó,furioso,alosdostimoneles—.
¡Arrojadloporlaborda!
—¿Eh?
—¡Ahoramismo!
Mientraslosdoshombreslocogíanapresuradamente,Marikodijo:
—CapitánRodrigues,nodebéis…
Pero antes de que ella o Kana pudiesen intervenir, Blackthorne había sido
arrojadoporlaborda.Cayódesdeunaalturadeveintepies,levantandounanubede
espuma,ydesapareció.Perosurgióalcabodeunmomento,tosiendoyboqueando,
golpeandoelaguaydespejadalacabezaporelfrío.
AyudadoporMariko,Rodriguesselevantódelasillayseasomóalabarandilla.
Blackthorne seguía tosiendo, pero braceaba en dirección al costado del barco,
maldiciendoalosquelohabíanarrojadoalagua.Rodrigueslegritó:
—¡Noteacerquesamibarco!
Despuésordenóalprimerpiloto:
—Tomaelbote,recogealinglésyllévaloalagalera.Deprisa.Dile…—Ybajó
lavoz.
—¡Capitán! —dijo Mariko—. Anjín-san está bajo la protección del señor
Toranaga.Pidoqueseasubidoabordoenseguida.
—Unmomento,Mariko-san.—RodriguessiguiómurmurandoaSantiago,elcual
asintióconlacabezaysealejócorriendo.—Losiento,Mariko-san,gomenkudasai,
peroeraurgente.Habíaquedespertaralinglés.Yosabíaqueélsabenadar.¡Tieneque
estaralertaynopuedeperdertiempo!
—¿Porqué?
—Soysuamigo.¿Oslodijoél?
—Sí.PeroInglaterrayPortugalestánenguerra.
—Losmarinosdebemosestarporencimadelaguerra.
—Entonces,¿aquiéndebéisfidelidad?
—Alabandera.
—¿Queréisdeciravuestrorey?
—Síyno,señora.Yoledebíalavidaalinglés.—Rodriguesobservabalalancha.
—Manténladirección.Ahora,ponteafavordelviento—ordenóaltimonel.
—Sí,señor.
Rodrigues y Mariko observaban la lancha. Los hombres sacaron a Blackthorne
delaguayempezaronaremardefirmeendirecciónalagalera.
—¿Quélehabéisdicho,señor?—preguntóMariko.
—¿Aquién?
—AlhombrealquehabéisenviadoenbuscadeAnjín-san.
—Sólo que le diera recuerdos al inglés —respondió él con un tono de
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despreocupación.
EllalotradujoaKana.
Cuando Rodrigues vio la lancha junto a la galera empezó a respirar de nuevo.
«SantaMaría,MadredeDios…»
Elcapitángeneralylosjesuítassubieronacubierta.Toranagaysusguardiaslos
seguían.
—¡Rodrigues,lanzadelbote!Lospadressedirigenatierra—dijoFerriera.
—¿Ydespués?
—Zarparemos.RumboaYedo.
—¿Por qué a Yedo? ¿No íbamos a Macao? —replicó Rodrigues fingiendo una
absolutainocencia.
—PrimerollevaremosaToranagaasuciudad.
—¿Qué?¿Ylagalera?
—Sequedaráaquíoseabrirápasoluchando.
Rodriguespareciómássorprendidoaún.MirólagaleraydespuésaMariko.Yvio
susojosacusadores.
—Matsu—ledijoelcapitánenvozbaja.
—¿Qué? —preguntó el padre Alvito —. ¿Paciencia? ¿Por qué tiene que tener
paciencia,Rodrigues?
—Estabarezandounaavemaria,padre.Yledecíaalaseñoraqueesbuenacosa
paraaprenderatenerpaciencia.
Ferrieramirabalagalera.
—¿Quéhaceallínuestrobote?
—Heenviadoalinglésalagalera.
—¿Qué?
—Heenviadoelinglésalagalera.¿Quéocurre,capitángeneral?Elinglésmeha
insultadoyloheechadoporlaborda.Habríadejadoqueseahogase,perosabenadar.
Por consiguiente, he enviado el piloto a recogerlo y le he dicho que lo llevara a su
barco,yaqueparecegozardelfavordelseñorToranaga.¿Hayalgomaloenello?
—Traedlodenuevoaquí.
—Tendría que enviar hombres armados para el abordaje. Gritaba y maldecía
comoundiablodelinfierno.Estaveznovendrádebuengrado.
—Quieroquevuelvaaquí.
—¿Cuáleselproblema?¿Nodijisteisquelagaleraibaaquedarseotendríaque
luchar? En todo caso, el inglés está con el agua al cuello. ¡Buena cosa! ¿Qué
necesidadtenemosdeesaescoria?Seguroquelospadresprefierentenerlolejosdesu
vista.¿Noesasí,padre?
Dell'Aquanorespondió.EstoalterabaelplanqueFerrierahabíapropuestoyque
habíasidoaceptadoporellosyporToranaga.Lossacerdotesiríanenseguidaatierra
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paraaplacaraIshido,aKiyamayaOnoshiafirmandoquehabíancreídolahistoriade
Toranaga sobre los piratas y que no sabían que éste se hubiese «escapado» del
castillo. Mientras tanto, la fragata se dirigía a la boca del puerto dejando la galera
comoceboalasbarcasdepesca.Siseproducíaunataqueabiertocontralafragata,
éstalorechazaríaacañonazos.
ElVisitadorapoyóamablementeunamanoenelhombrodeFerrierayvolvióla
espaldaalagalera.
—Talvezesmejorqueelherejeestéallí—dijo,ypensó:«¡Quéextrañossonlos
caminosdeDios!.»
Ferrierahubieraqueridooponerse.Élqueríaverloahogarse.Unhombrealagua
cuandoempiezaaamanecer…Nodejarastro,nohaytestigos,esfácil.Toranagano
se habría enterado de nada. Un trágico accidente, y nada más. Era la suerte que se
merecíaBlackthorne.
—¿Nanja?—preguntóToranaga.
El padre Alvito le dijo que el capitán estaba en la galera y le explicó la razón.
Toranaga se volvió a Mariko, la cual asintió con la cabeza y añadió lo que había
dichoRodriguesconanterioridad.
Toranagaseacercóalabordayatisbóenlaoscuridad.Másbarcasdepescaeran
lanzadas en la playa norte, y las otras estarían muy pronto en su sitio. Sabía que
Anjín-saneraunengorropolíticoyaquelloeraunamanerafácildedesprendersede
él.Pero,¿loqueríarealmente?
«Eskarma—pensó—queAnjín-sanestéenlagaleraynoaquí,dondeestaríaa
salvo. ¿Neh? Anjín-san se hundirá con el barco, junto con Yabú y los otros y las
armas y esto también es karma. Puedo perder los mosquetes. Puedo perder a Yabú.
Pero,¿aAnjín-san?
»Sí.
«Porque tengo en reserva otros ocho extraños bárbaros, y tal vez sus
conocimientos colectivos sean iguales o superiores a los de ese hombre. Lo
importanteesvolveraYedolomásrápidamenteposibleparaprepararlaguerra,que
esyainevitable.»
—Eskarma,Tsukku-san.¿Neh?
—Sí, señor. —Alvito contempló, satisfecho, al capitán general.—El señor
Toranagasugierequenosehaganada.EslavoluntaddeDios.
—¿Deveras?
De pronto empezó a sonar el tambor de la galera. Los remos mordieron
furiosamenteelagua.
—PorelamordeDios,¿quéestánhaciendo?—gritóFerriera.
Yentonces,mientrasveíanalejarselagalera,elpabellóndeToranagafuearriado
lentamentedelaverga.
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—Parece como si quisieran anunciar a todas las malditas barcas de pesca del
puertoqueelseñorToranaganoestáyaabordo—dijoRodrigues.
—¿Quévaahacerél?
—Nolosé.
—¿Nolosabéis?—preguntóFerriera.
—No.Perosiyoestuvieraensulugarpondríarumboalmarabiertoydejaríaala
fragataenelatolladero…oalmenoslointentaría.Escomosielinglésnosapuntase
coneldedo.¿Quéhacemosahora?
—PonedrumboaYedo.
Elcapitángeneralhabríaqueridoañadir:«Ysiabordáislagalera,tantomejor.»
PeronolohizoporqueMarikoestabaescuchando.
Loscurassedirigieronatierraenlalancha,muyaliviados.
—¡Izadlasvelas!—gritóRodrigues—.¡RumboSur-sudoeste!
—Señora, tened la bondad de decirle al señor Toranaga que estaría más seguro
abajo—dijoFerriera.
—Élosdalasgracias,perodicequesequedaráaquí.
Feirreraseencogiódehombrosyseacercóalbordedelalcázar.
—¡Cargadloscañones!¡Conmetralla!¡Posicióndecombate!
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CapítuloXXVIII
—¡Isogi!—gritóBlackthorneapremiandoaltamborparaqueaceleraseelritmo.
Se volvió a mirar la fragata que se les venía encima con todas las velas
desplegadas y calculó la próxima virada que debería hacer. Debido al viento, la
fragatateníaquedarvariasbordadasparallegaralabocadelpuerto,mientrasquela
galerapodíamaniobraravoluntad.Encambio,lagaleralesaventajabaenvelocidad.
Yabúvolvíaahablarle,peroélnoleprestóatención.
—Nocomprendo,wakarimasen,Yabú—san.Escucha.Toranagamedijo:Anjínsan,¡ichi-banima!¡AhorasoyprimerCapitán-san!¿Wakarimasuka,Yabú—san?
Señalóelrumboenlabrújulaalcapitánjaponés,elcualgesticulóalverquela
fragata,ahoraamenosdecincuentayardasdeellos,losalcanzabarápidamente.
—¡Manténelrumbo,porDios!—dijo.
La brisa enfriaba su ropa mojada dándole escalofríos, pero contribuyendo a
aclararsusideas.Miróelcielo.NohabíanubescercadelaLunabrillante,yelviento
era favorable. «Por ahí no hay peligro —pensó—. ¡Quiera Dios que la Luna siga
brillandohastaquehayamospasado!.»
—¡Eh,capitán!—gritóeninglés,sabiendoquelomismodabaquehablaseinglés
o portugués, holandés o latín—. Manda que me traigan saké. ¡Saké! ¿Wakarimasu
ka?
—Hein,Anjín-san.
Un marinero salió corriendo y, al mirar por encima del hombro, se quedó
aterrorizado al ver el tamaño de la fragata y la velocidad con que se acercaba.
Blackthornemantuvoelrumbotratandodeobligaralafragataavirarantesdeganar
todoelespacioabarlovento.Peroéstanosedesvióyavanzódirectamentesobreél.
Enelúltimosegundo,Blackthorneseapartódesucaminoyelbauprésdelafragata
casirozósucastillodepopa.
Entonces, la fragata viró en dirección a la costa más lejana, donde tendría que
virardenuevoparacorrervientoenpopa,antesdedarunaúltimabordadaydirigirse
alabocadelpuerto.
Poruninstante,lasdosembarcacionesestuvierontancercalaunadelaotraque
casisetocaron.Después,lafragatasealejó,haciendobailaralagaleraeneloleaje.
—¡Isogi,isogi,porDios!
Los remeros redoblaron su esfuerzo y Blackthorne ordenó por señas que se
pusieranmáshombresalosremoshastaagotartodaslasreservas.Teníanquellegara
labocadelpuertoantesquelafragata,oestaríanperdidos.
Lagaleradevorabaladistancia.Perolopropiohacíalafragata.
Entoncesllegóelsaké,perolajovenquehabíaauxiliadoaMarikolotomódelas
manosdelmarineroyloofrecióaBlackthorneconunosademanesinseguros.Había
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permanecidovalientementesobrecubierta,aunquesaltabaalavistaqueaquélnoera
su elemento. Sus manos eran fuertes, iba muy bien peinada y llevaba un rico
quimono,pulcroyelegante.Lagaleracabeceóylamuchachasetambaleóydejócaer
lataza.Sucaranocambió,peroenrojeciódevergüenza.
—Nohasidonada—dijoélalagacharseellapararecogerlataza—.Noimporta.
¿Namaeka?
—UsagiFujiko,Anjín-san.
—Bien,Fujiko-san.Dámelo.Dozo.
Alargó la mano, asió el frasco y bebió directamente de él, a grandes tragos,
ansioso de sentir su calor dentro del cuerpo. Después concentró la atención en el
nuevo rumbo, sorteando los bajíos de que le había hablado Santiago por orden de
Rodrigues.
Ahorateníalacabezamásclaraysesentíabastantefuertesiteníacuidado.Pero
sabíaque,asemejanzadelbarco,carecíadereservas.
La fragata navegaba bien a barlovento y se adelantó un centenar de yardas en
direcciónatierra.
—¡Isogi,porDios!¡Ovamosaperder!
Laemocióndelacarreraydeencontrarsedenuevosoloenelpuestodemando
—másporsufuerzadevoluntadqueporsuscondiciones—,unidaalraroprivilegio
deteneraYabúensupoder,lellenabademalignasatisfacción.«Sinofueseporque
laembarcaciónsehundiría,yyoconella,lalanzaríacontralasrocasparavercómo
te ahogas, Yabú, cara de cerdo. ¡Lo haría por el viejo Pieterzoon! Pero, ¿no salvó
YabúaRodriguescuandoyonopudehacerlo?¿Noatacóalosbandidoscuandome
tendieron una emboscada? Y esta noche se ha portado como un valiente. Sí, es un
cerdo,perouncerdovaliente.Estaeslapuraverdad.»
Lajovenleofrecióelfrascodesaké.
—Domo—dijoél.
VioqueYabúyelpilotojaponéslomirabanfijamente.
—¿Níircdesuka,Anjín-san?¿Nanja?
—¡Ichi-ban! ¡Número uno! —respondió señalando la fragata y apurando el
frasco,quefuerecogidoporFujiko.
—¿Saké,Anjín-san?
—Domo,¡iyé!
Los dos barcos estaban ahora muy cerca de las apretujadas barcas de pesca. La
galeraavanzabaenderechurahaciaelpasoquehabíandejadodeliberadamenteentre
ellas,ylafragatadabalaúltimaviradaparadirigirsealaentradadelpuerto.Aquíel
vientoeramásfresco,almenguarlaproteccióndelaspuntasdetierra,yaunamilla
estabaelmarabierto.Lasráfagashinchabanlasvelasdelafragata,lascuerdasdaban
chasquidoscomopistoletazosyhervíalaespumaenlaproayenlaestela.
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Losremerosestabansudorososyempezabanaflaquear.Unhombresederrumbó.
Yotro.Loscincuentaypicoronin-samuraisocupabanyasusposiciones.Alfrente,
los arqueros de las barcas de pesca, a ambos lados del estrecho canal, armaban sus
arcos.Blackthorneviopequeñosbraserosenmuchasdelasbarcasycomprendióque
ibanalanzarlesflechasincendiarias.
Se había preparado para el combate lo mejor que había podido. Yabú había
comprendidoquetendríanquelucharytambiénhabíapensadoinmediatamenteenlas
flechasdefuego.Blackthornehabíalevantadounosmamparosprotectoresdemadera
alrededordeltimón.Habíaabiertoalgunascajasdemosquetesyhabíaordenadoalos
que sabían hacerlo que las cargaran con pólvora y proyectiles. Y había subido
algunosbarrilitosdepólvoraalalcázaryleshabíapuestomecha.
CuandoSantiago,elprimerpiloto,lohabíaayudadoasubiralalancha,lehabía
dichoqueRodriguesibaaayudarle,conlagraciadeDios.
—¿Porqué?—habíapreguntadoél.
—Micapitánmehadichoqueosdigaquetuvoquearrojarosporlabordapara
despejaroslacabeza,señor.
—¿Porqué?
—Porque,segúndijoqueosdijera,señorcapitán,habíapeligroabordodelSanta
Teresa,peligroparavos.
—¿Quépeligro?
—Tendréis que salir de aquí por vuestros propios medios si podéis. Pero él os
ayudará.
—¿Porqué?
—¡Por el amor de Dios! Tened vuestra lengua de hereje y escuchad. Tenemos
pocotiempo.
Entonces,elpilotolohabíainformadodelosescollosylosrumbosyelpasodel
canal,ytambiéndelplan.Ylehabíadadodospistolas.
—Micapitánpreguntasisoisbuentirador.
—No—mintió.
—PorúltimodijoquevayáisconDios.
—Lomismoosdigoaélyavos.
—Pormípodéisirosalinfierno.
Blackthornehabíapuestomechaalosbarrilitosparaelcasodequeempezarael
bombardeoonohubiesetalplanoqueresultarafalso.Inclusounbarriltanpequeño
conlamechaencendidayempujadohastaelcostadodelafragata,lahundiríaconla
mismaseguridadquesetentacañonazos.
La entrada del puerto tenía una anchura de cuatrocientas yardas. El agua era
profundaencasitodasuextensión,pueslaspuntasdetierrasurgíanverticalmentedel
mar.
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El pasillo entre las barcas de pesca que acechaban era de cien yardas. El Santa
Teresa estaba ganando distancia rápidamente. Blackthorne se mantuvo en el centro
delcanalehizounaseñaaYabúparaqueestuviesealerta.Todoslosronin-samurais
estabanagazapadosdetrásdelaborda,invisibles,esperandoqueBlackthornediesela
señal.Yabúmandaríalatropa.YAnjín-sanseríaelúnicoquegobernaríaelbarco.
La fragata estaba a cincuenta yardas a popa, avanzando en la dirección de la
galeraydandopruebasdequequeríapasarporelcentrodelcanal.
Abordodelafragata,FerrieramurmuróaRodrigues:
—Abordadlagalera.
—NopodemoshacerlomientrasToranagaylajovenesténaquí.
—¡Señora! —gritó Ferriera—. Señora, sería mejor que vos y vuestro señor
fueseisabajo.Estaríaismássegurosenlacubiertadeloscañones.
MarikotradujosuspalabrasaToranaga,elcualreflexionóunmomentoydespués
empezóabajarlaescalera.Enelalcázar,Ferrierarepitió:
—¡Abordadlagalera,Rodrigues!
—¿Porquémataravuestroenemigosiotrosseencargandehacerlo?
—¿Vaisaabordarlaono?—preguntóFeirrera,poseídodelafándematar.
—Sipermanecedondeestá,sí.
—Entonces,¡ojalásigadondeestá!
—¿Quépensabaishacerconelinglés?¿Porquéosenojasteistantoalverqueno
estabaabordo?
—No confío en vos, Rodrigues. Dos veces os habéis puesto, o pareció que os
poníais,afavordelherejeycontramí.SihubieseotrocapitánaceptableentodaAsia,
osdejaríaentierra,Rodrigues.
—Yosahogaríais.Oléisamuertoysóloyopuedoprotegeros.
Ferrierasesantiguó,pueserasupersticioso.
—¡Túytusucialengua!¿Cómoteatrevesadeciresto?
—Mimadreeragitanayeralaséptimahijadeunséptimohijo,comoyo.
—¡Embustero!
Rodriguessonrióylegritóaltimonel:
—Mantenelrumboy,siesazorrapanzudanoseaparta,¡húndela!
Blackthornesujetabaconfirmezalaruedadeltimón,aunqueledolíanlosbrazos
y las piernas. El capitán de remeros golpeaba el tambor y los remeros hacían un
esfuerzofinal.
La fragata estaba ya a veinte yardas a popa, a quince, a diez. Entonces,
Blackthorneviróconfuerzaababor.Lafragatacasiserozóconellos.Blackthorne
viró después a estribor y mantuvo la galera paralela a la fragata, a diez yardas de
distancia.Yjuntas,unaalladodelaotra,sedispusieronapasarentresusenemigos.
—¡Hala, hala, bastardos! —gritó Blackthorne queriendo mantener la posición,
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puessuúnicaproteccióneraelcascoylasvelasdelafragata.
Sonaronalgunosdisparosdemosqueteyvolaronflechasincendiariassincausar
grandes daños. Sólo algunas, por error, se clavaron en las velas bajas de la fragata
prendiéndolesfuego.
Todos los jefes samurais de los botes detuvieron, horrorizados, a sus arqueros.
Nadie,hastaentonces,sehabíaatrevidoaatacaraunbarcodelosbárbarosdelSur.
¿Acaso no eran éstos los únicos que traían la seda que hacía soportable el húmedo
calor del verano y el frío del invierno y alegraba la primavera y el otoño? ¿No
estabanlosbárbarosdelSurprotegidospordecretosimperiales?
Por esto los jefes samurais contuvieron a sus hombres mientras permaneció la
galerabajolasalasprotectorasdelafragata.Ysólocuandolosmarineroshubieron
apagadolasllamasempezaronarespirar.
Cuando cesaron las flechas, Blackthorne se sintió también más tranquilo. Y
Rodrigues.Elplanfuncionaba.«Peromicapitándicequedebéisestarpreparadopara
loimprevisto»,lehabíadichoSantiago.
—¡Empuja a ese bastardo a un lado! —dijo Ferriera—. ¡Maldición! Os ordené
quelolanzaraiscontralosmonos.
—¡Cincopuntosababor!—mandóRodrigues,complaciente.Blackthorneoyóla
orden.InmediatamentegirótambiéncincogradosababoryseencomendóaDios.Si
Rodriguesmanteníademasiadotiempoelrumbo,chocaríanconlasbarcasdepescay
podía darse por perdido. Si él aflojaba el ritmo y se ponía detrás de la fragata, el
enemigoseleecharíaencima,tantosicreíaqueToranagaestabaabordocomosino.
Teníaquemantenersealladodelaotraembarcación.
—¡Cincopuntosaestribor!—gritóRodriguesenelúltimomomento.Denuevo
giróBlackthornecincogradosaestriborparamantenersuposiciónconrespectoala
fragata. El piloto comprendió así como los remeros y el jefe de éstos remaron con
todaslasfuerzasquelesquedaban.Yabúordenóalosronin-samuraisquedejasenlos
arcosyayudaranaaquéllos,yélmismocogióunremo.Sólolesfaltabancienyardas
querecorrer.Codoacodo.
Entonces,algunosGrisesdelasbarcasdepesca,másintrépidosquelosotros,se
cruzaronensurutaylanzarongarfiossobrelagalera.Laproadeéstachocóconlas
barcas. Los garfios fueron arrojados por la borda antes de que se clavaran. Los
samuraisquelossosteníanseahogaron.
—¡Másababor!
—Nomeatrevo,capitángeneral.Toranaganoestonto,ymirad,¡hayunescollo
alfrente!
Ferrieravioelescollocercadelaúltimabarcadepesca.
—¡Cielos!¡Arrójalocontraél!
—¡Dospuntosababor!
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Denuevosedesviólafragata,ylopropiohizoBlackthorne.Estetambiénhabía
visto las rocas. Embistió a otra barca y varias flechas cayeron sobre la galera.
MantuvoelrumbotodoloquepudoydespuésgritóparaavisaraRodrigues:
—¡Cincopuntosaestribor!
Rodriguesseapartó,peromanteniéndoseunpocoenlalíneadecolisión,cosano
previstaenelplan.
—¡Adelante,bastardo!—gritó,excitadoporlacazayporeltemor.
Blackthorneteníaqueelegirinmediatamenteentrelasrocasylafragata.Yeligió.
Girómásaestribor,sacólapistolayapuntó.
—¡Apártate,porDios!—gritó,yapretóelgatillo.
Labalasilbósobreelalcázardelafragata,exactamenteentreelcapitángeneraly
Rodrigues.
Elprimeroseagachó,yelsegundoseestremeció.
—¡Ingléshijodeperra!¿Hasidoporsuerte?¿Lohashechoadredeohastiradoa
matar?
Vio la segunda pistola en la mano de Blackthorne y que Toranaga lo estaba
mirando.
«¡Santa Madre de Dios! ¿Qué debo hacer? ¿Seguir el plan o cambiarlo? ¿Debo
mataralinglésenbiendetodos?¿Síono?Túdebesdecidir,Rodrigues.»
—¡Timónaestribor!—gritócediendoelpasoalagalera.
—Miseñorpreguntaporquéestuvisteisapuntodeabordarlagalera.
—No ha sido más que un juego, señora, un juego de marinos. Para probar sus
nervios.
—¿Yeldisparo?
—Otrojuego…paraprobarlosmíos.
—Miseñordicequeestosjuegossonunatontería.
—Por favor, presentadle mis excusas. Lo importante es que él está a salvo y
tambiénlagalera,ymealegro.Honto.
—¿Convinisteisestaescapada,esteardid,conAnjín-san?
—Ocurrióqueélesmuylistoycalculóbieneltiempo.Lalunailuminósuruta,el
marlefavorecióynadiecometióelmenorerror.
—Pero,¿porquénolohanechadoapiquelosenemigos?
—Nolosé.SindudahasidoporvoluntaddeDios.
—¿Deveras?—preguntóFerrierasinvolverse,mirandolagaleraquelesseguíaa
popa.
Estaban a salvo y habían dejado muy atrás la boca del puerto. Navegaban sin
prisa.Lamayorpartedelosremosdelagalerahabíansidoretiradostemporalmente,
dejando sólo los necesarios para avanzar tranquilamente mientras se recuperaba la
mayoríadelosremeros.
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Rodrigues no prestó atención a Ferriera y sí a Toranaga. Durante la carrera lo
había observado minuciosamente. El hombre se había fijado en todo y no había
dejadodehacerpreguntas,pormediodeMariko,alpilotooalosmarineros.¿Para
qué servía esto? ¿Cómo se cargaba un cañón? ¿Cuánta pólvora? ¿Cómo se
disparaban?¿Quéobjetoteníanlascuerdas?
—Mi señor os da las gracias por haberle dejado utilizar vuestro barco. Ahora
quierevolveralsuyo.
—¿Qué? —dijo Ferriera volviéndose en redondo—. Llegaremos a Yedo mucho
antes que la galera. Será un placer para nosotros que el señor Toranaga continúe a
bordo.
—ElseñorToranagaosdalasgracias,perodeseavolverenseguidaasubarco.
—Muybien.Hacedloqueéldice,Rodrigues.Avisadalagaleraybajadelbote.
—Ferrieraestabacontrariado.TeníaganasdevisitarYedoyqueríaconocermejora
Toranaga,yaquebuenapartedesufuturodependíadeél.Nocreíaloquehabíadicho
Toranaga sobre los medios de evitar la guerra. «Estamos en guerra, al lado de ese
mono y contra Ishido, nos guste o no nos guste.» Y a él no le gustaba.—Sentiré
vermeprivadodelacompañíadelseñorToranaga.
—Mi señor os da las gracias —dijo Mariko. Y, volviéndose hacia Rodrigues,
añadió—: Mi señor dice que os recompensará por la galera cuando volváis con el
BuqueNegro.
—Novalelapena.Sólohecumplidomideber.Perdonadquenomelevantedela
silla…Mipierna,¿neh?IdconDios.
—Gracias,capitán.Quedadconél.
Al bajar cansadamente la escalerilla, detrás de Toranaga, Mariko advirtió que
Pesaro mandaba el bote. Se le puso la piel de gallina y casi tembló. Pero logró
dominarseyagradecióaToranagaqueloshubierasacadodelapestosobarco.
Enelalcázar,FerrierasedetuvoanteRodriguesyseñalólagalera.
—Osarrepentiréisdehaberleperdonadolavida.
—Su vida está en manos de Dios. El inglés es un capitán «aceptable» si se
prescindedesureligión,capitángeneral.
—Yalohepensado.
—¿Ybien?
—CuantoanteslleguemosaMacao,tantomejor.Procuradqueseaasí,Rodrigues
—dijoFeirrera,ysemarchó.
LapiernaledolíamuchoaRodrigues.Tomóuntragoderon.
—¡QueFerrierasevayaalinfierno!—gruñó—.Pero,porfavor,noantesdeque
lleguemosaLisboa.
El viento cambió ligeramente y una nube se acercó a la aureola de la Luna. La
lluvianoestabalejosylaauroraempezabaateñirelcielo.Rodriguespusotodasu
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atención en el barco, en sus velas y en su posición. Cuando quedó enteramente
satisfecho,observóelbotey,porúltimo,lagalera.
Bebiómásron,contentodequesuplanhubiesefuncionadotanbien.Incluidoel
pistoletazoquehabíapuestofinalacuestión.Ysealegrabadeladecisiónquehabía
tomado.
—Pero,apesardetodo,inglés—dijo,conprofundatristeza—,elcapitángeneral
tienerazón.Contigo,laherejíahallegadoalEdén.
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CapítuloXXIX
—¿Anjín-san?
—¿Hai?—dijoBlackthornesaliendodesuprofundosueño.
—Tetraemoscomida.Ycha.
Vio a una doncella con una bandeja y a Mariko, que ya no llevaba el brazo en
cabestrillo,asulado.Ysediocuentadequeyacíaenlaliteradelcapitán,lamisma
que había empleado durante el viaje de Rodrigues desde Anjiro a Osaka y que, en
cierto modo, le resultaba casi tan familiar como la suya a bordo del Erasmus. ¡El
Erasmus!Seríaestupendovolveraestarenélyverdenuevoalosmuchachos.
Seestiró,satisfecho,ytomólatazaqueMarikoleofrecía.
—Gracias.Estoesdelicioso.¿Cómovaelbrazo?
—Muchomejor,gracias—dijoMarikomoviéndoloparademostrarlo—.Sólofue
unaheridasuperficial.
Blackthorne se estiró de nuevo y abrió un tragaluz. Se veía una costa rocosa a
unasdoscientasyardasdedistancia.
—¿Dóndeestamos?
—FrentealacostadelaprovinciadeTotomi,Anjín-san.ElseñorToranagaquiso
nadar un poco y dejar descansar unas horas a los remeros. Mañana estaremos en
Anjiro.
—¿Laaldeadepescadores?Esimposible.Ahoraescasimediodía,yalamanecer
estábamosfrenteaOsaka.¡Esimposible!
—¡Ah!Estofueayer,Anjín-san.Hasestadodurmiendoundíayunanocheyla
mitad de otro día —respondió ella—. El señor Toranaga dijo que te dejásemos
dormir. Ahora piensa que nadar un poco te ayudaría a despabilarte. Después de
comer.
La comida consistía en dos tazones de arroz y pescado asado, con una salsa
oscura, salada y avinagrada que, según le había dicho ella, se hacía con alubias
fermentadas.
—Gracias…Sí,megustaránadarunpoco.¿Hedormidocasitreintayseishoras?
Noesextrañoquemesientaperfectamente.
Tomólabandejademanosdeladoncella.Estabahambriento,peronocomióen
seguida.
—¿Porquétienemiedoesamuchacha?—preguntó.
—No lo tiene, Anjín-san. Sólo está un poco nerviosa. Nunca había visto tan de
cercaaunextranjero.
—Dile que cuando hay Luna llena, los bárbaros echan llamas por la boca y les
salencuernos.
—¡LíbrameDiosdehacerlo!—rióMariko,yseñalólamesita—.Allíhaypolvo
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paralosdientes,uncepillo,aguaytoallaslimpias.Mealegrodequeestésbien.Yes
ciertoloquedecían.Tienesmuchovalor.
Susmiradassecruzaronunmomento.Después,ellahizounacortésreverenciay
ladoncellalaimitó.Lapuertasecerródetrásdeambas.
«No pienses en ella —se dijo—. Piensa en Toranaga o en Anjiro. ¿Por qué nos
detenemos mañana en Anjiro? ¿Para desembarcar a Yabú? ¡Buena carga nos
quitaríamosdeencima!OmiestaráenAnjiro.¿Ybien?¿PorquénopidoaToranaga
la cabeza de Omi? Me debe algunos favores. ¿O por qué no le pido que me deje
desafiaraOmi-san?Pero,¿cómo?¿Asableoapistola?Asablenotengolamenor
probabilidadamifavor,yconpistolaseríaunasesinato.Esmejornohacernaday
esperar.»
Blackthorneempleabalospalilloscomohabíavistomanejarlosaloshombresde
la cárcel, levantando el tazón de arroz hasta los labios y empujando los granos del
borde de la taza a la boca con los palitos. Los trozos de pescado resultaban más
difíciles. Todavía no era lo bastante diestro Por consiguiente, empleó los dedos
alegrándose de estar solo, porque sabía que comer con los dedos habría sido una
descortesíaenpresenciadeMariko,deToranagaydecualquierjaponés.
Cuandolohubodespachadotodo,notóqueseguíateniendohambre.
«Veabuscarmáscomida—sedijoenvozalta—.¡Diosmío!¡Cuántodaríapor
unpocodepantiernoyunoshuevosfritosconmantequillayuntrozodequeso…!.»
Subió a cubierta. Casi todos estaban desnudos. Algunos de los hombres se
secaban,otrostomabanunbañodesolyunoscuantosselanzabanalaguadesdela
borda.Enelmar,juntoalbarco,samuraisymarinerosnadabanoserociabancomo
niños.
—Konnichiwa,Anjín-san.
—Konnichiwa,Toranaga-sama—dijoél.
Toranaga,completamentedesnudo,subíalaescalaquehabíasidobajadahastael
mar.
—¿Sonata wa oyogitamo ka? —dijo, señalando el mar y sacudiéndose el agua
bajoelsolbrillante.
—Hai, Toranaga-sama, domo —replicó Blackthorne, suponiendo que le
preguntabasiqueríanadar.
Toranagaseñalódenuevoelmar,dijounaspalabrasyllamóaMarikoparaque
hicieradeintérprete.
—Toranaga-sama dice que pareces muy descansado, Anjín-san. El agua es
vigorosa.
—Vigorizadora—lacorrigióél,amablemente—.Sí.
—¡Oh,gracias!Vigorizadora.Élteinvitaanadar.
Toranaga estaba tranquilamente apoyado en la borda secándose el agua de las
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orejasconunatoallapequeña.Alnodestapárseleeloídoizquierdo,doblólacabezay
golpeó el suelo con el talón izquierdo, hasta que aquél se hubo destapado.
Blackthorne vio que Toranaga era muy musculoso, aparte la barriga. Bastante
violento,debidoalapresenciadeMariko,sedesnudóyanduvohastalapuntadela
pasarela, consciente de que ella y la joven Fujiko, arrodillada en la popa bajo una
sombrillaamarillayacompañadadeunadoncella,loestabanobservando.Entonces,
incapazdeseguirbajandodesnudohastaelagua,sezambullóenelpálidomarazul.
Fue un buen salto, y el frío del agua le causó una impresión deliciosa. El fondo
arenoso estaba a tres brazas de profundidad, y en él había unas algas ondulantes y
multituddepecesalosquenoasustabanlosnadadores.Cercadelfondoseamortiguó
suimpulso,yélseretorció,jugóconlospeces,salióalasuperficieyempezóadar
unas brazadas aparentemente perezosas, fáciles, pero muy rápidas, que le había
enseñadoAlbanCaradoc,ysedirigióalaorilla.
Lapequeñabahíaestabadesierta.Muchasrocas,unadiminutaplayadepequeños
guijarrosyningunaseñaldevida.Lasmontañasseelevabanamilpiesenuncielo
azuleinmenso.
Setumbósobreunarocaatomarelsol.Cuatrosamuraishabíannadadoconély
noestabanlejos.Sonreíanyagitabanlasmanos.Después,volviónadandoalagoleta
yelloslosiguieron.Toranagaaúnleestabaesperando.
Subióacubierta.Susropashabíandesaparecido.Fujiko,Marikoydosdoncellas
todavíaestabanallí.Unadelasdoncellassaludóyleofrecióunatoallaridiculamente
pequeña,yéllatomóyempezóasecarsevolviéndosedecaraalaborda.
«No tienes que preocuparte —se dijo—. Si estás desnudo en una habitación
cerradaconFelicity,tesientestranquilo,¿no?Encambio,teinquietascuandoestás
enpúblicoyenpresenciademujeres,deella.¿Porqué?Ellasnodanimportanciaala
desnudez.EstásenelJapón.Tienesqueactuarcomoellos.Sercomoellosyportarte
comounrey.»
—ElseñorToranagadicequenadasmuybien.¿Quieresenseñarleesabrazada?
—ledijoMariko.
—Loharéconmuchogusto.
—Ytumaneradezambullirte…Nosotrosnohabíamosvistonuncaunacosaasí.
Noslimitamosadejarnoscaer.Élquieretambiénaprenderahacerlo.
—¿Ahora?
—Sí,porfavor.
—Puedoenseñarle…Almenos,lointentaré.
Una doncella le ofreció un quimono de algodón, y él se lo puso, aliviado, y se
ciñóelcinturón.Yatranquilo,explicólamaneradehacerlazambullida,estirandolos
brazosalladodelacabezaysaltando,peroteniendocuidadodenocaerdeplano.
—Paraempezar,lomejorescolocarsealfinaldelaescalerillaydejarsecaerde
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cabeza,sinsaltarnicorrer.Asíescomonosotrosenseñamosalosniños.
Toranagaloescuchó,lehizoalgunaspreguntasy,cuandoquedósatisfecho,dijo
pormediodeMariko:
—Bien.Creoquelohecomprendido.
Se dirigió a la plataforma de la escalera y antes de que Blackthorne pudiera
detenerlo,selanzóalaguadesdeunaalturadequincepies.Lapanzadafueterrible.
Nadieserió.Toranagasubióacubiertayprobódenuevo.Volvióacaerplano.Otros
samuraisfracasaronigualmente.
—No es fácil —dijo Blackthorne—. Yo tardé mucho tiempo en aprender.
Descansaymañanaprobaremosotravez.
—El señor Toranaga dice: «Mañana será mañana. Yo quiero aprender hoy a
zambullirme.»
Blackthorne se quitó el quimono y les hizo una demostración. Los samurais lo
imitaron.Yfracasarondenuevo.TambiénToranaga.Seisveces.
Despuésdeotrademostración,Blackthorneseencaramóalpiedelaescalayvioa
Mariko entre los hombres, desnuda, dispuesta también a lanzarse al espacio. Su
cuerpoeraexquisito.Llevabaunvendajelimpioenelbrazo.
—Espera,Mariko-san.Esmejorquelaprimeravezpruebesdesdeaquí.
Ellabajóhastadondeestabaélconelpequeñocrucifijosubrayandosudesnudez.
Él le enseñó cómo debía doblar el cuerpo y saltar sujetándola por la cintura y
haciéndolagirarparaquecayesedecabeza.
Después lo intentó Toranaga desde poca altura y alcanzó un éxito relativo. A
continuación,Blackthornesubióacubierta,seplantóenlaplataformaylesmostróla
maneradedejarsecaercomounmuerto.Pensóqueasíeramásfácil,convencidode
queeraimportantequeToranagatriunfaseensuempeño.
—Tienes que mantenerte rígido. Como una espada. De esta manera, no puedes
fallar.
Sedejócaer.Penetrólimpiamenteenelagua,braceóunpocoyesperó.
Toranagapusorígidoslosbrazosytiesalacolumnavertebral.Teníaelpechoyla
barriga colorados a causa de las panzadas. Se dejó caer hacia delante, tal como le
habíaenseñadoBlackthorne.Aunquedoblólaspiernasalcaer,entródecabezaenel
agua y recibió una gran ovación cuando salió a la superficie. Lo repitió y le salió
mejor.DespuéslointentóMariko.Unamuecadedolorsepintóensucaraallevantar
losbrazos.Perosemantuvotiesacomounaflechaysedejócaer.Entrólimpiamente
enelagua.
—Ha sido una zambullida muy buena. Francamente buena —dijo él dándole la
mano y ayudándola a subir a la plataforma—. Y ahora, descansa. Podría abrirse la
heridadelbrazo.«¡Diosmío,quémujer!»,murmuró.
Al ponerse el sol, Toranaga envió a buscar a Blackthorne. Estaba sentado en el
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puente de popa, sobre una esterilla limpia, junto a un pequeño brasero de carbón
dondehumeabanunostacosdemaderaaromática.Estoservíatantoparaperfumarel
airecomoparaalejarlasmariposasnocturnasyalosmosquitos.Suquimonoaparecía
limpio y planchado, y las grandes hombreras, como alas del almidonado manto, le
dabanunaaparienciaformidable.TambiénYabúyMarikosehabíanvestidodegala.
Fujiko estaba también presente. Veinte samurais, sentados, montaban guardia en
silencio. Se habían encendido antorchas y la galera seguía meciéndose suavemente
ancladaenlabahía.
—¿Saké,Anjín-san?
—Domo,Toranaga-sama.
Blackthornehizounareverencia,aceptólatacitaqueleofrecíaFujiko,brindópor
Toranagayselabebiódeuntrago.
—El señor Toranaga dice que pasaremos la noche aquí. Mañana llegaremos a
Anjiro.Quisierasabermásdetupaísydelmundoexterior.
—Desde luego. ¿Qué quiere saber? Inglaterra es un país templado. Tal vez
tenemos un invierno malo de cada siete y lo mismo puede decirse del verano. Hay
hambrecadaseisaños,aunqueaveceslasufrimosdosañosseguidos.
—Tambiénaquíhayhambre.Elhambreescosamala.¿Cuáleslasituaciónactual
detupaísaesterespecto?
—Hemos tenido tres años de malas cosechas en el último decenio, sin sol que
madurase el trigo. Esto está en manos del Todopoderoso. Pero Inglaterra es muy
fuerte.Tenemosprosperidad.Fabricamostodanuestraropaytodasnuestrasarmasy
lamayorpartedelospañosdelanadeEuropa.
Blackthorne decidió no contarle nada de las epidemias, ni de las algaradas o
insurreccionesprovocadasporelvalladodelastierrascomunales,nidelaemigración
deloscampesinosalospueblosyalasciudades.Encambio,lehablódelosbuenos
reyesydelasbuenasreinas,delossabiosgobernantes,delosprudentesparlamentos
ydelasguerrastriunfales.
—El señor Toranaga quiere que contestes claramente. ¿Sostienes que sólo el
dominiodelmarosprotegedeEspañayPortugal?
—Sí.Sóloesto.Eldominiodenuestrosmaresaseguranuestralibertad.Vosotros
sois una nación isleña como nosotros. Sin el dominio de los mares, ¿no estaríais
indefensoscontraunenemigoexterior?
—Miseñorestádeacuerdocontigo.
—¡Ah!¿Tambiénvosotroshabéissidoinvadidos?
Al volverse a Toranaga, Blackthorne advirtió un ligero fruncimiento de cejas y
recordó que debía limitarse a contestar sin hacer preguntas. Cuando ella volvió a
hablar,suvozeramásgrave:
—El señor Toranaga me dice que conteste tu pregunta, Anjín-san. Sí, fuimos
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invadidosdosveces.Hacemásdetrescientosaños.Debiódeserenelaño1274de
vuestro calendario. Nos atacaron los mogoles de Kublai Jan, que acababa de
conquistar China y Corea, cuando nos negamos a someternos a su autoridad. Unos
cuantosmilesdehombresdesembarcaronenKiusiu,peronuestrossamuraislograron
contenerlosyalcabodepocotiempoelenemigoseretiró.Perovolvieronsieteaños
después.Estavez,lafuerzainvasoraconsistíaencasimilbarcoschinosycoreanos,
que transportaban doscientos mil guerreros mogoles, chinos y coreanos, casi todos,
de caballería. Nada podíamos hacer contra una superioridad tan abrumadora. Y
empezaron a desembarcar en la bahía de Hakata, en Kiusiu, pero, antes de que
pudiesen desplegar todos sus ejércitos, un gran viento, un tai-fun, vino del Sur y
destruyó la flota y todo lo que ésta contenía. Fue un kamikazi, un Viento Divino,
Anjín-san —dijo ella, muy convencida—, un kamikazi enviado por los dioses para
proteger a este País de los Dioses contra el invasor extranjero. Los mogoles ya no
volvieronmás,yalcabodeunosochoaños,sudinastía,losChin,fueexpulsadade
China. Los dioses nos protegieron contra ellos. Y siempre nos protegerán de las
invasiones.Despuésdetodo,ésteessupaís,¿neh?
Blackthornepensóqueestenúmeroenormedebarcosydehombreshacíaquela
ArmadaespañolaenviadacontraInglaterraparecieseinsignificante.
—Tambiénanosotrosnosayudóunatempestad,señora—dijoconigualseriedad
—.Entodocaso,nosconsideramosafortunadosdevivirenunaisla.Damosgraciasa
Dios por ello y por el canal. Y por nuestra flota. Teniendo vosotros tan cerca la
poderosa China, y estando en guerra con ella, me sorprende que no tengáis una
Marinafuerte.¿Noteméisotroataque?
Mariko no le respondió, sino que tradujo a Toranaga lo que él había dicho.
Cuandohuboterminado,ToranagahablóconYabú,elcualasintióconlacabezayle
respondióconlamismaseriedad.Después,MarikosevolviódenuevoaBlackthorne.
—Anjín-san,¿cuántosbarcosnecesitáisparadominarvuestrosmares?
—Noloséexactamente,peroahoralareinatieneunoscientocincuentabarcos,
todosellosconstruidosúnicamenteparalaguerra.
—Miseñorpreguntacuántosbarcosalañoconstruyetureina.
—Veinte o treinta barcos de guerra, que son los mejores y más veloces del
mundo. Pero, generalmente, los barcos son construidos por grupos particulares de
mercaderes,quelosvendenalaCorona.
—¿Yobtienenunbeneficio?
Blackthornerecordólaopinióndelossamuraissobrelosbeneficiosyeldinero.
—Lareinalespagagenerosamentealgomásdeloquehancostado,parafomentar
elestudiodenuevossistemasdeconstrucción.Sinelfavorreal,estoseríaimposible.
Porejemplo,mibarco,elErasmus,esdeunaclasenueva,construidoenHolandacon
licenciainglesaysobreundiseñoinglés.
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—¿Podríasconstruiraquíunbarcocomoése?
—Desde luego si tuviese carpinteros, intérpretes y los materiales y el tiempo
necesarios. Ante todo, tendría que construir un barco más pequeño. Nunca he
construido enteramente uno yo solo, y por esto, tendría que experimentar… —Y
tratandodedisimularsuexcitaciónantelaidea,agregó:—SielseñorToranagaquiere
un barco, o unos barcos, podría concertarse un trato. Tal vez podría encargar la
construccióndeciertonúmerodebarcosdeguerraaInglaterra.Podríamostraérselos
aquí,aparejadosyarmadossegúnsusdeseos.
Marikotradujo.ElinterésdeToranagafueenaumento.YtambiéneldeYabú.
—Mi señor pregunta si nuestros marineros podrían aprender a manejar estos
barcos.
—Seguro, pero a base de algún tiempo. Podríamos convenir en que uno de
nuestrosmaestrosdenavegaciónpermanecieraunañoconvosotros.Élpodríatrazar
unprogramadeaprendizaje.Yenpocosañostendríaisvuestrapropiaflota,unaflota
sinrival.
Marikohablóunrato.Toranagalainterrogóconinterés,ylomismohizoYabú.
—Yabú—sanpreguntasiseríaunaflotasinrival.
—Sí,mejorquetodoloquepuedantenerlosespañoles.Olosportugueses.
Sehizounsilencio.SaltabaalavistaqueToranagaestabaentusiasmadoconla
idea,aunquetratabadedisimularlo.
—Miseñorpreguntasiestássegurodequepodríaarreglarse.
—Sí.
—¿Cuántotiemposenecesitaría?
—Dosañosparavolveryoacasa.Dosañosparaconstruirunoovariosbarcos.
Dosañosparavolver.Habríaquepagarlamitaddelprecioporadelantadoylaotra
mitadalefectuarlaentrega.
Toranagareflexionómientrasañadíaalbraserounostacosdemaderaaromática.
Todosloobservabanyesperaban.DespuéshablólargoratoconYabú.
—Anjín-san,¿cuántosbarcospodríastraer?
—Lo mejor sería una flotilla de cinco barcos de una vez. Hay que prever la
pérdidadeunbarcoalmenosporlastormentas,lastempestadesolosencuentroscon
losespañolesylosportugueses,loscuales,sinduda,tratarándeimpedirquetengáis
barcosdeguerra.Endiezaños,elseñorToranagapodríatenerunaflotadequinceo
veintebarcos.
Esperóqueellatradujeraesto,ydespuéssiguióhablandodespacio:
—La primera flotilla podría traeros maestros carpinteros, artilleros, marineros y
pilotos. En diez o quince años, Inglaterra podría proporcionar al señor Toranaga
treintabarcosdeguerramodernos,másquesuficientesparadominarvuestrosmares.
Nosotros… —iba a decir «venderíamos», pero cambió la expresión— mi reina se
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sentiríahonradadeayudarteaformartupropiamarinadeguerra,ysiéstefuesetu
deseo,cuidaríamosdelainstrucciónydelaprovisionamiento.
«¡Oh,sí!—pensó,entusiasmado—.Podríamosproporcionartelaoficialidadyel
almirante,ylareinateofreceríaunaalianzaenfirmequeseríabuenaparavosotrosy
paranosotrosyqueincluiríaelcomercio.Yentonces,amigoToranaga,nuestrasdos
naciones expulsarían a los españoles y a los portugueses de estos mares y los
dominaríanparasiempre.Siloconsigo,harécambiarelrumbodelaHistoria.Tendré
riquezasyhonoresquenuncapudesoñar.»
—Miseñordicequeesunalástimaquenohablesnuestralengua.
—Sí,peroestoysegurodequetútraducesperfectamente.
—Éldicequenoesunacríticademilabor,Anjín-san,sinounaobservación.Yes
verdad.Seríamejorparamiseñorpoderhablardirectamentecontigocomolohago
yo.
—¿Notenéisningúndiccionario,Mariko-san?Ogramáticasdeportugués-japones
o de latín-japones. Si el señor Toranaga pudiese proporcionarme libros y maestros,
trataríadeaprendervuestralengua.
—Notenemoslibrosdeésos.
—Perolostienenlosjesuítas.Túmismalodijiste.
EllahablóconToranaga,yBlackthornevioquelosojosdeToranagaydeYabú
seanimabanyquelosdossonreían.
—Miseñordicequeteayudará,Anjín-san.
PorordendeToranaga,FujikosirviómássakéaBlackthorneyaYabú.Toranaga
bebiócha,lomismoqueMariko.Incapazdecontenerse,Blackthornepreguntó:
—¿Quédiceéldemisugerencia?¿Quéresponde?
—Debestenerpaciencia,Anjín-san.Yatecontestaráasudebidotiempo.
—Tenlabondaddepreguntárseloahora.
Demalagana,MarikosevolvióaToranaga.
—Discúlpame,señor,peroAnjín-sanpreguntaconlamayorcortesíaquépiensas
desuplan.Tesuplicahumildementeunarespuesta.
—Leresponderéasudebidotiempo.
MarikodijoaBlackthorne:
—Miseñordicequeestudiarátuplanyreflexionarácuidadosamentesobreloque
hasdicho.Tepidequetengaspaciencia.
—Domo,Toranaga-sama.
—Ahoravoyaacostarme.Zarparemosalamanecer.
Toranagaselevantó.TodoslesiguieronmenosBlackthorne,quesequedósoloen
lanoche.
Cuandoapuntabalaaurora,Toranagasoltócuatrodelaspalomasmensajerasque
habían sido llevadas al barco con el equipaje. Las aves trazaron dos círculos en el
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cieloydespuéssesepararon,volandodosdeellasaOsaka,ydos,aYedo.Elmensaje
cifrado a Kiritsubo era una orden que debía transmitir a Hiro-matsu, según la cual
tenían que tratar de salir inmediatamente y en paz. Si se lo impedían, debían
encerrarse en su recinto, y si forzaban la puerta, prender fuego a aquella parte del
castilloysuicidarse.
El mensaje a su hijo Sudara, en Yedo, le informaba de que había escapado y
estabaasalvoyleordenabaquecontinuaselospreparativossecretosparalaguerra.
Al mediodía habían cruzado el golfo entre las provincias de Totomi y de Izú y
estabanfrentealcaboIto,lapuntamásmeridionaldelapenínsuladeIzú.Elviento
erasuave,eloleaje,discreto,ylaúnicavelalesayudabaensuavance.
Después, al virar ellos hacia el Norte, desde un profundo canal entre la tierra
firmeyunoscuantosislotesrocosos,oyeronunfuerteestruendoporelladodetierra.
Todoslosremosseinmovilizaron.
Deprontoseabrióunaenormefisuraenelacantiladoyunaluddeunmillónde
toneladasderocacayóalmar.Elaguaparecióhervirunosmomentos.Unapequeña
olallegóhastalagaleraypasó.Cesóelalud.Unnuevoestruendo,ahoramásgravey
retumbante,peromáslejano.Algunasrocassedesprendierondeloscantiles.Todos
escuchabanyesperaban,observandolapareddelacantilado.Sonidodegaviotas,de
resaca y de viento. Toranaga hizo una señal al hombre del tambor, que volvió a
marcarelritmo.Losremosgolpearonelagua.Volviólanormalidadabordo.
—¿Quéhasido?—preguntóBlackthorne.
—Sólounterremoto—dijoMariko,perpleja—.¿Notenéisterremotosentupaís?
—No.Nunca.Eselprimeroquehevisto.
—Nosotros los tenemos con frecuencia, Anjín-san. Este no ha sido nada. El
centro debió de estar en otra parte, tal vez mar adentro. Has tenido suerte de
presenciarunterremotopequeño.
—Puesamímeparecióqueseestremecíatodalatierra.Habríajuradoqueveía…
Había oído hablar de temblores de tierra. En Tierra Santa y en el país de los
otomanos,avecesloshay.¡Jesús!—Respiróhondo,pueselcorazónlepalpitabacon
fuerza.—Habríajuradoquetodoelacantiladotemblaba.
—Y así ha sido, Anjín-san. Si estás en tierra, es la impresión más terrible del
mundo. No avisa. El peor que presencié fue una noche, cerca de Osaka, hace seis
años.Lassacudidas,algunasmuyfuertes,duraronunasemanaomás.Elgrancastillo
nuevodelTaiko,enFujimi,quedótotalmentedestruido.Cientosdemilesdepersonas
perecieronenaquelterremotoyenlosincendiosquesiguieron.Aveces,seproducen
fuertes terremotos en el mar y, según la leyenda, son los que producen las grandes
olas. Estas tienen diez o veinte pies de altura y pueden destruir ciudades enteras.
Yedofuemediodestruidahaceunosañosporunadeestasolas.
—¿Yestoesnormalparavosotros?
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—¡Oh, sí! Todos los años tenemos terremotos en este País de los Dioses. Y
también incendios, inundaciones, grandes olas y temporales monstruosos, los taifuns.LaNaturalezaesmuyduraconnosotros.—Brillaronlágrimasenlascomisuras
desuspárpados.—Talvezporestoamamostantolavida,Anjín-san.Notenemosmás
remedio.EnestePaísdelosDioses,lamuerteesnuestraherencia.
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TERCERAPARTE
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CapítuloXXX
—¿Seguroquetodoestáapunto,Mura?
—Sí, Omi-san, así lo creo. Hemos cumplido exactamente tus órdenes y las de
Igurashi-san.
—Mejorquenofallenada,olaaldeatendráotrojefeantesdequesepongaelsol
—ledijoásperamenteIgurashi,primerlugartenientedeYabú,guiñandosuúnicoojo,
enrojecidoporlafaltadesueño.
HabíallegadoeldíaanteriordeYedoconelprimercontingentedesamuraisycon
instruccionesconcretas.
Muranolecontestó.Asintiórespetuosamenteconlacabezaymantuvolosojos
clavadosenelsuelo.
Estabandepieenlaplaya,cercadelmalecón,delantedelashilerasdelugareños
arrodillados, silenciosos, pasmados y exhaustos, que esperaban la llegada de la
galera. Todos llevaban sus mejores vestidos. Las barcas de pesca habían sido
limpiadas, bien dispuestas las redes y enrolladas las cuerdas. Incluso habían
rastrilladolaplayaalolargodelabahía.
—Nadafallará,Igurashi-san—dijoOmi.
Habíadormidopocoenlaúltimasemana,desdequellegaronlasórdenesdeYabú
desde Osaka por medio de una de las palomas mensajeras de Toranaga. Había
movilizado toda la aldea y todos los hombres aptos en veinte ri a la redonda, para
preparar Anjiro para la llegada de los samurais y de Yabú. Y ahora que Igurashi le
habíaconfiadoelgransecretodequeelgrandaimíoToranagaacompañabaasutío,
despuésdehaberselibradodelatrampadeIshido,todavíasealegrabamásdehaber
gastadotantodinero.
Aquellamañana,lasprimerascompañíasdesamuraishabíanllegadodeMishima,
lacapitaldeYabú,enelNorte.Tambiénellosestabanformadosmilitarmente,como
los otros, en la playa, en la plaza y en la colina con sus estandartes ondeando a la
ligera brisa y con sus lanzas brillando bajo el sol. Tres mil samurais, la élite del
ejércitodeYabú.Quinientosjinetes.
Omi no tenía miedo. Había hecho todo lo que se podía hacer y lo había
comprobadotodopersonalmente.Sialgosalíamal,seríasimplementekarma.«Pero
nada saldrá mal», pensó entusiasmado. Había gastado quinientos kokú en los
preparativos,másdetodasurentaanualantesdequeYabúaumentasesufeudo.De
momento, le había espantado esta cifra, pero Midori, su esposa, le había dicho que
debíangastarconprodigalidad,queelcosteeraminúsculo,comparadoconelhonor
queleshacíaelseñorYabú.
—YsivieneelseñorToranaga—lehabíamurmurado—,¿quiénsabelasgrandes
oportunidadesqueteesperan?
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«Ellatienerazón»,pensóOmiconorgullo.
Volvióaexaminarlaplayaylaplazadelaaldea.Todoparecíaperfecto.Sumadre
yMidoriesperabanbajoeldoselquehabíasidopreparadopararecibiraYabúyasu
invitadoToranaga.
—Escucha,Mura-san—murmurócautelosamenteUo,elpescador,queeraunode
loscincoancianosdelpuebloarrodilladosconMuraalfrentedelosdemás—.Estoy
asustado,¿sabes?Simease,mearíapolvo.
—Entonces,nolohagas,viejoamigo—dijoMurareprimiendounasonrisa.
Uoeraunhombredeanchoshombrosyfuertecomplexión,degrandesmanosy
narizrota,yteníaunaexpresiónlastimera.
—Noloharé.Perocreoquevoyapeerme.
Uoerafamosoporsuhumor,suvalorylacantidaddeventosidadesqueeracapaz
deexpulsar.Elañoanterior,araízdeunacompeticióndepedosconlavecinaaldea
delNorte,habíaquedadocampeóndecampeonesparahonraygloriadeAnjiro.
Mura contempló la falda del monte y la empalizada de bambú que rodeaba la
fortaleza temporal que habían construido a toda velocidad y con grandes sudores.
Trescientos hombres, cavando, transportando materiales y construyendo. La casa
nuevahabíasidomásfácil.Estabaenlaloma,inmediatamentedebajodelacasade
Omiymáspequeñaqueésta,peroteníauntejadodeazulejos,unjardínprovisionaly
unacasitadebaño.«SupongoqueOmisetrasladaráaellayofrecerálasuyaalseñor
Yabú»,pensóMura.
Mura se alegraba mucho de ser cristiano. Podía pedir la intercesión del Único
Dioscomomedidaadicionalparalaproteccióndesualdea.Sehabíahechocristiano
ensujuventudporquesuseñorsehabíaconvertidoyhabíaordenadoinmediatamente
a sus vasallos que abrazasen el cristianismo. Y cuando, hacía veinte años, su señor
había muerto luchando en favor de Toranaga contra el Taiko, Mura había seguido
siendocristianoparahonrarsumemoria.«Elbuensoldadosólosirveaunseñor—
pensó—,aunseñorverdadero.»
Ninjín, un hombre de cara redonda y dientes de macho cabrío, se sentía
particularmenteagitadoporlapresenciadetantossamurais.
—Losiento,Mura-san,peroloquehashechoespeligroso,esterrible,¿neh?El
pequeñoterremotodeestamañanahasidounaseñaldelosdioses,unmalpresagio.
Hascometidounterribleerror,Mura-san.
—Lohecho,hechoestá,Ninjín.Olvídalo.
—¿Cómopuedoolvidarlo?Estáenmibodega,y…
—Unaparteestáentubodega.Yotengomuchoenlamía—dijoUo,queyano
sonreía.
—No hay nada en ninguna parte, amigos míos. Nada —dijo Mura,
cautelosamente—.Nohayabsolutamentenada.
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Porordensuyasehabíansustraído,enlosúltimosdías,treintakokúdearrozdela
comisaríadelossamuraisyloshabíanocultadoendiversoslugaresdelaaldea,junto
conotrasprovisionesyequiposy…armas.
—Nadadearmas—habíaprotestadoUo—.Elarroz,sí,peronoquieroarmas.
—Prontoestallarálaguerra.
—Laleyprohíbetenerarmas—habíagemidoNinjín.
—Es una ley nueva, que apenas si tiene doce años —se había burlado Mura—.
Antes, podíamos tener las armas que quisiéramos y ser lo que quisiéramos. Pero
prontovolveráasertodocomoantes.Ynosotrosvolveremosasersoldados.
—Entonces,esperemos—habíasuplicadoNinjín—.Porfavor.Ahora,escontra
laley.Silaleycambia,serákarma.ElTaikodictólaley:nadadearmas.Ninguna.
Bajopenademuerte.
—¡Abridlosojosdeunavez!¡ElTaikomurió!YoosdigoquemuyprontoOmisannecesitaráhombresadiestrados.Ylamayoríadenosotroshemoshecholaguerra,
¿neh?Hemospescadoyhemosguerreado,cadacosaasutiempo,¿noescierto?
—Pero nos cogerán, tendrán que hacerlo —había lloriqueado Ninjín—. Y no
tendránpiedad.Noscoceráncomococieronalbárbaro.
—Escuchad, amigos —había dicho Mura—. Nunca volveremos a tener una
oportunidad igual. Nos la ha enviado Dios. O los dioses. Debemos apoderarnos de
todos los cuchillos, flechas, lanzas, espadas, mosquetes, escudos y arcos que se
ponganalalcancedenuestrasmanos.Lossamuraiscreeránqueloshanrobadootros
samurais,puesnosefíanlosunosdelosotros.Debemosrecuperarnuestroderechoa
la guerra, ¿neh? Mi padre murió en combate, y también mi abuelo y mi bisabuelo.
¿Encuántasbatallashasestadotú,Ninjín?Endocenas,¿neh?¿Ytú,Uo?¿Enveinte?
¿Entreinta?
—Más. ¿Acaso no serví al Taiko, maldita sea su memoria? No olvides, Ninjín,
queMura-sanesjefedelaaldea.Ysieljefedelaaldeadicearmas,hemosdetener
armas.
Arrodillado bajo el sol, Mura estaba convencido de que había actuado
correctamente.Lanuevaguerranoduraríaeternamenteysumundovolveríaaserlo
quesiemprehabíasido.
—¡Mirad!—dijoUo,señalandoinvoluntariamenteconeldedo.
Sehizounsúbitosilencio.Lagaleraestabadoblandolapuntadetierra.
Fujiko estaba humildemente arrodillada delante de Toranaga, en el camarote
principalutilizadoporélduranteelviaje.Estabansolos.
—Teloruego,señor—suplicóella—.Apartademíestasentencia.
—Noesunasentencia.Esunaorden.
—Teobedeceré,naturalmente.Peronopuedohacer…
—¿Nopuedes?—dijo,furioso,Toranaga—.¿Cómoteatrevesadiscutir?Tedigo
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quetienesqueserconsortedelpiloto,¿ytieneslaimpertinenciadediscutirlo?
—Tepidodisculpas,señor,contodomicorazón—dijoFujiko,atropelladamente
—.Nopretendodiscutir.Sóloquierodecirquenopuedohacerestoenlaformaque
tú deseas. Te suplico que lo comprendas. Perdóname, señor, pero no es posible ser
feliz…osimularqueseesfeliz—tocólaesterillaconlafrente—.Humildementete
suplicoquemepermitasquitarmelavida.
—Yatedijeenotraocasiónqueaborrezcolasmuertesinútiles.Tengounamisión
parati.
—Porfavor,señor,deseomorir.Telosuplicohumildemente.Deseoreunirmecon
miesposoyconmihijo.
LavozdeToranagarestalló,ahogandolosruidosdelagalera.
—Yateneguéestehonor.Nolomereces.Ysóloporquetuabuelo,elseñorHiromatsu,esunviejoamigomío,heescuchadopacientementetusimpertinencias.¡Basta
detonterías,mujer!¡Dejadeportartecomountercocampesino!
—Te pido humildemente permiso para cortarme la cabellera y hacerme monja.
Budaquerrá…
—No.Tehedadounaorden.¡Obedece!
—¿Obedecer? —dijo ella, sin mirarlo, rígido el semblante. Y después, como
hablandoconsigomisma—.PensabaquemehabíasordenadoiraYedo.
—¡Teordenéquevinierasaestebarco!Olvidastuposición,olvidastuherencia,
olvidastudeber.Estoydisgustadocontigo.Veteyprepárate.
Peroellanosemovió.
—Talvezseríamejorqueteenviaseconloseta.Aunadesuscasas.Talvezallí
recordaríastusbuenosmodalesytudeber.
Ellaseestremeció.Peromurmuró,retadora:
—¡Almenosseríanjaponeses!
—Soytuseñor,yharásloqueteordeno.
Fujikovaciló.Después,seencogiódehombros.
—Señor,pidosinceramenteperdónporhabertemolestado,pordestruirtuwa,tu
armonía,ypormismalosmodales.Teníasrazón.Yoestabaequivocada.
Selevantóysedirigióalapuertadelcamarote,sinhacerelmenorruido.
—Si te concedo lo que deseas —dijo Toranaga—, ¿harás, en justa
correspondencia,loqueyoquiero,ypondrásenellotodotucorazón?
Ellasevolvió,despacio.
—¿Puedopreguntarteporcuántotiempodeberéserconsortedelbárbaro?
—Unaño.
Ellasevolvióyagarróeltiradordelapuerta.
—Medioaño—dijoToranaga.
Fujikosedetuvoyseapoyóenlapuerta,temblando.
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—Sí.Gracias,señor.Gracias.
Toranagasepusodepieyseencaminóhacialapuerta.Ellalaabrióyseinclinóal
pasarél,ylacerródespués.Entonces,unaslágrimassilenciosasacudieronasusojos.
Eraunasamurai.
Toranaga subió a cubierta, muy satisfecho. Había conseguido lo que quería, sin
grandescontratiempos.Eraimportantequelajovenseconvirtieseenlaconsortedel
capitán,felizalmenosenapariencia,yseismesesseríanmásquesuficientes.
Entonces vio a los samurais de Yabú apretujados alrededor de la bahía, y se
desvaneciósuimpresióndebienestar.
—Bien venido a Izú, señor Toranaga —dijo Yabú—. Ordené que viniesen unos
cuantoshombresparadarteescolta.
—Muybien.
—TodosehahechosegúnloquehablamosenOsaka—dijoYabú—.Pero,¿por
quénotequedasunosdíasconmigo?Seríaunhonorparamí,ypodríaresultarmuy
provechoso.
—Nada me complacería más, pero debo llegar a Yedo lo antes posible, Yabú—
san.
—Dosotresdías.Porfavor.Unospocosdíassinpreocupacionesseríabuenacosa
parati,¿neh?Tusaludesimportanteparamí…yparatodostusaliados.Unpocode
descanso,buenacomidayalgodecaza.
Toranaga buscaba desesperadamente una solución. Quedarse allí, con sólo
cincuenta guardias, era absurdo. Estaría completamente en poder de Yabú y su
situación sería peor que en Osaka. Al menos, Ishido era previsible y se regía por
ciertasnormas.
«Encambio,Yabúestraidorcomountiburón—sedijo—nosepuedebromear
conlostiburones.»
¿Matarloodesembarcar?Heaquíeldilema.
—Eresmuyamable—dijo—,perodeboiraYedo.
«JamáshubieracreídoqueYabútuviesetiempodereunirtantoshombresaquí»,
murmuróparasusadentros.
—Permítemequeinsista,Toranaga-sama.Lacazaesmuyricaenestaregión.Y
tengo halcones. Un poco de caza después del confinamiento en Osaka sería muy
agradable,¿neh?
—Sí,megustaríacazarhoy.Lástimaqueperdieseallímishalcones.
—Noloshasperdido.SeguroqueHiro-matsutelosllevaráaYedo.
—Le ordené que los soltase en cuanto nosotros estuviésemos a salvo. Cuando
hubieranllegadoaYedo,habríanolvidadomisenseñanzasyhabríanadquiridomalos
hábitos.Esunademisnormas:utilizasóloloshalconesadiestradosportimismoyno
permitas que tengan otro dueño. De este modo, sólo yo seré responsable de sus
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errores.
«Necesito a ese tiburón —pensó amargamente Toranaga—. Matarlo ahora sería
prematuro.»
Doscuerdasfueronlanzadasatierra,atadasyaseguradas.Setensaronycrujieron
y la galera quedó atracada de costado. Bajaron la pasarela y Yabú se situó en la
plataforma.
Inmediatamente,losnumerosossamuraislanzaronalunísonosugritodecombate
¡Kasigi!¡Kasigi!,yesterugidohizoquelasgaviotaschillaranylevantasenelvuelo.
Lossamuraisseinclinaroncomounsolohombre.
Yabú correspondió a su saludo, se volvió a Toranaga y le invitó con un gesto
cordial.
—Bajemosatierra.
Toranagacontemplóalosapretujadossamuraisyaloslugareñospostradosenel
polvo,ysepreguntó:
«¿Será aquí donde he de morir por el sable, según predijo el astrólogo? La
primerapartedesuprofecíasehacumplidoya.Minombreestáahoraescritoenlos
murosdeOsaka.»
Peroalejóestepensamiento.Enloaltodelapasarela,gritóimperiosamenteasus
cincuentasamurais,queahorallevabanuniformePardocomoél:
—¡Todos vosotros os quedaréis aquí! Tú, capitán, prepara la partida inmediata.
Mariko-san,tequedarástresdíasenAnjiro.DesembarcaenseguidaconAnjín-sany
Fujiko-sanyesperadmeenlaplaza.
Despuéssevolvióhaciaelmuelley,congransorpresadeYabú,dijo,aumentando
elvolumendesuvoz:
—Ahora,Yabú—san,pasarérevistaatusregimientos.
Y, sin perder momento, se adelantó a Yabú y empezó a bajar la pasarela con la
naturalyconfiadaarroganciadeungeneralcurtidoenelcombate.
Un murmullo de asombro corrió por el muelle al reconocerlo los allí reunidos.
Aquellarevistaeraabsolutamenteinesperada.Sunombrepasódebocaenboca,yel
fuerte murmullo y el pasmo producido por su presencia le llenaron de satisfacción.
SintióqueYabúleseguía,peronosevolvió.
—¡Ah, Igurashi-san! —dijo con una cordialidad que no sentía—. ¡Cuánto me
alegrodeverte!Venconmigoyrevistaremosjuntosatushombres.
—Sí,señor.
—YtúdebesserKasigíOmi-san.Tupadreesunviejocamaradadearmasmío.
Ventútambién.
—Sí,señor—respondióOmi—.Gracias,señor.
Toranaga marcó un paso vivo. Se había llevado a aquellos dos hombres para
impedirquehablaranenprivadoconYabúyconvencidodequesuvidadependíade
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queconservaselainiciativa.
—¿No luchaste con nosotros en Odawara, Igurashi-san? —preguntó, sabiendo
queeraallídondeelsamuraihabíaperdidounojo.
—Sí, señor. Tuve este honor. Estuve con el señor Yabú y combatimos en el ala
derechadelTaiko.
Habíanllegadodelantedelprimerregimiento.LavozdeToranagaseelevó.
—Sí.VosotrosyloshombresdeIzúnosayudasteismucho.Talvezsinohubiese
sido por vosotros no habría ganado yo el Kwanto. ¿Eh, Yabú—sama? —añadió,
deteniéndosedeprontoydandoaYabú,públicamente,aqueltítulohonorífico.
ElhalagodesconcertóaYabú.Estabaconvencidodequelomerecía,peronolo
habíaesperadodeToranaga.
—Talvez,perolodudo.ElTaikoordenóelaniquilamientodelclanBeppu.Por
consiguiente,fueaniquilado.
Esto había sido diez años antes, cuando sólo el poderosísimo y antiguo clan
Beppu, que tenía por jefe a Beppu Genzaemón, se enfrentó con las fuerzas
combinadasdelgeneralNakamura—elfuturoTaiko—deToranaga.Durantesiglos,
los Beppu habían poseído las Ocho Provincias, el Kwanto. Ciento cincuenta mil
hombres habían puesto sitio a su castillo-ciudad de Odawara, que guardaba el paso
que conducía, a través de las montañas, a las increíblemente ricas llanuras situadas
más allá. El asedio había durado once meses. La nueva consorte de Nakamura, la
patricia dama Ochiba, radiante de hermosura y que apenas tenía dieciocho años,
había ido a reunirse con él en el campamento, llevando en brazos a su hijo, el
primogénitoenquienteníaNakamurapuestatodasuilusión.YdamaOchibasehabía
presentado acompañada de su hermana menor, Genjiko, a quien se proponía
NakamuradarenmatrimonioaToranaga.
—Señor—habíadichoToranaga—,ciertamenteseráunhonorparamíestrechar
los lazos entre nuestras casas, pero en vez de que dama Genjiko se case conmigo,
comosugieres,permitequesecaseconSudara,mihijoyheredero.
LehabíacostadoalgunosdíaspersuadiraNakamura,peroéstehabíaacabadopor
aceptar. Cuando se anunció la decisión a dama Ochiba, esta había respondido al
punto:
—Humildemente,señor,meopongoaestematrimonio.
Nakamurasehabíaechadoareír.
—¡Tambiényo!—habíadicho—.Sudarasólotienediezaños,yGenji-ko,trece.
Peroaúnasíestánprometidosysecasaráncuandoélcumplaquinceaños.
—Desdeluego,señor—habíadichoinmediatamenteToranaga.
—Bien.Pero,escucha.Primero,túySudarajuraréiseternalealtadamihijo.
Yasílohabíanhecho.Después,duranteeldécimomesdeasedio,habíamuerto
aquel primer hijo de Nakamura a causa de las fiebres, de una intoxicación de la
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sangreodeunmalévolokami.
—¡Que todos los dioses maldigan a Odawara y a Toranaga! —había rugido
Ochiba—. Toranaga tiene la culpa de que estemos aquí. Él ambiciona el Kwanto y
tienelaculpadequenuestrohijohayamuerto.Estuverdaderoenemigo.¡Quiereque
túmuerasyqueyomuera!Mátalo,oponlóalfrentedelosatacantes.¡Quepaguecon
suvidalavidadenuestrohijo!Pidovenganza…
Enconsecuencia,Toranagahabíadirigidoelataque.Habíatomadoelcastillode
Odawara, minando las murallas y efectuando un ataque frontal. Después, el
encolerizado Nakamura había arrasado la ciudad. Con la caída de ésta y la
persecucióndetodoslosBeppu,elimperioquedósometidoyNakamuraseconvirtió
enprimerKwampakuydespuésenTaiko.PeromuchoshabíanmuertoenOdawara.
«Demasiados»,pensóahoraToranagaenlaplayadeAnjiromientrasobservabaa
Yabú.
—EsunalástimaqueelTaikoestémuerto,¿neh?
—Sí.
—Mi cuñado era un gran caudillo. Y también un gran maestro. Yo, como él,
nuncaolvidoaunamigo.Niaunenemigo.
—El señor Yaemón será pronto mayor de edad. Y tiene el espíritu del Taiko.
SeñorToranaga…
Pero antes de que Yabú pudiese impedir la revista, Toranaga echó a andar de
nuevoyélnotuvomásremedioqueseguirle.
Toranaga recorrió las filas rezumando afabilidad, deteniéndose ante uno de los
hombres aquí y allá, reconociendo a algunos, rebuscando caras y nombres en su
memoria.Teníalararahabilidaddeciertosgeneralesque,alpasarrevistaalatropa,
danacadaunolaimpresiónmomentáneadequesehanfijadosóloenéloinclusode
quehanhabladosóloconélentretodossuscamaradas.Toranagahacíaloquedebía
hacer,loquehabíahechomilveces:dominaraloshombresconsuvoluntad.
Cuando hubo pasado revista al último samurai, Yabú, Igurashi y Omi estaban
exhaustos.NoasíToranaga,elcual,tambiénantesdequeYabúpudieseimpedírselo,
sesituórápidamenteenunpuntoventajoso,dondepermanecióerguidoysolo.
—¡SamuraisdeIzú,vasallosdemiamigoyaliadoKasigiYabú—sama!—gritó
convozsonora—.¡Mesientohonradoalestaraquí!Esparamíunhonorverpartede
lasfuerzasdeIzú,partedelasfuerzasdemigranaliado.Escuchad,samurais.Negros
nubarronesseciernensobreelImperioyamenazanlapazdelTaiko.¡Quetodoslos
samuraisesténalerta!¡Afiladvuestrasarmas!¡Juntosdefenderemossuvoluntad!¡Y
triunfaremos! ¡Que los dioses aplasten sin piedad a todos los que desobedecen las
órdenes del Taiko! —Después, levantó ambos brazos y lanzó su grito de guerra:
¡Kasigi!,eincreíblemente,seinclinóantelaslegionesenunaprolongadareverencia.
Todos lo miraron fijamente. Después, los regimientos gritaron una y otra vez:
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¡Toranaga!Ylossamuraiscorrespondieronasusaludo.
InclusoYabúseinclinó,cediendoalafuerzadelmomento.
Antesdequepudieseerguirsedenuevo,Toranagareemprendiólamarchaapaso
rápido.
—Veconél,Omi-san—ordenóYabú,pueshabríasidoincorrectocorrerélmismo
detrásdeél.
CuandoOmisehubomarchado,YabúdijoaIgurashi:
—¿QuénoticiashaydeYedo?
—Dama Yuriko, tu esposa, dijo que te informase de que se está realizando una
tremendamovilizacióndetodoKwanto.CreequeToranagaseestápreparandopara
laguerra,paraunsúbitoataque,talvezcontralapropiaOsaka.
—¿QuéhaydeIshido?
—Nada, antes de que saliésemos. Esto fue hace cinco días. No supe lo de la
escapada de Toranaga hasta ayer, por una paloma mensajera enviada por tu dama
desde Yedo. Su mensaje decía: «Toranaga consiguió escapar de Osaka con nuestro
señor en una galera. Prepara su recibimiento en Anjiro.» Pensé que era mejor
mantenerlosecreto,salvoparaOmi-san,perotodosestamospreparados.
—¿Cómo?
—He ordenado unas «maniobras» de guerra en toda Izú. Dentro de tres días
quedaránbloqueadostodoslospasosycarreterasdeIzú.EnelNorte,hayunaflota
presuntamente pirata que puede abordar cualquier barco sin escolta, de día o de
noche.Yaquíhaysitioparatiyparauninvitado,porimportantequesea.
—Bien.¿Algomás?¿Algunaotranoticia?
—EstamañanahallegadounmensajecifradodeOsaka:«Toranagahadimitido
delConsejodeRegencia.»
—¡Imposible!¿Porquéhabíadedimitir?
—Nolosé.Noloentiendo.Perodebedeserverdad,señor.Nuncanoshafallado
estafuentedeinformación.
—¿Dama Sazuko? —preguntó cautelosamente Yabú, nombrando ala consorte
másjovendeToranaga,cuyadoncellaeraespíasuya.
Igurashiasintióconlacabeza.
—Sí. Pero no lo entiendo en absoluto. Ahora, los regentes lo acusarán, ¿no?
Ordenaránsumuerte.
—Tal vez Ishido le obligó a hacerlo. Pero, ¿cómo? No hubo ningún rumor al
respecto.Ysilohahecho,estáperdido.Debedeserunanoticiafalsa.
YabúbajóprecipitadamentedelmontículoyvioqueToranagacruzabalaplazaen
dirección a Mariko y al bárbaro, cerca de los cuales estaba Fujiko. Mariko echó a
andaralladodeToranagaylosotrosesperaronenlaplaza.Entonces,Yabúvioqueél
entregabaalajovenunpequeñorollodepergamino.
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«¿QuénuevoardidestáplaneandoToranaga?»,sepreguntó.
Toranagasedetuvoenelmuelle.Nosubióalbarcobuscandolaproteccióndesus
hombres. Sabía que el asunto tenía que resolverse en tierra. No podía escapar.
ObservóaYabúyaIgurashiqueseacercaban.LaaparenteimpasibilidaddeYabúle
dijomuchascosas.
Yabúordenóalosdemásquesealejasenylosdoshombressequedaronsolos.
—He recibido noticias inquietantes de Osaka. ¿Has dimitido del Consejo de
Regencia?
—Sí.Hedimitido.
—Entonces, te has suicidado, has destruido tu casa, has destruido a todos tus
vasallos,aliadosyamigos.HasenterradoaIzú,ymehasmatadoamí.
—Desdeluego,elConsejodeRegenciapuedeapoderarsedetufeudoyquitartela
vidasileplace.
—¡Por todos los dioses vivos y muertos y por nacer! Disculpa mis malos
modales,perotu…tuincreíbleactitud…¡Oh!Perdonaunavezmás…Entodocaso,
serámejorquetequedesaquí,señorToranaga.
—Preferiríamarcharmeenseguida.
—Aquí o en Yedo, ¿qué más da? La orden de los regentes llegará
inmediatamente.Supongoquequerráshacerteelharakiri.Condignidad.Enpaz.Será
paramíunhonoractuardeayudante.
—Gracias.Sí,comprendoquequierasmicabeza.
—Lamíatambiénestáenpeligro.
—Sí,Ishidonovacilaráenpedirla.PeroprimeroseapoderarádeIzú.¡Oh,sí,Izú
estáperdidaconélenelpoder!
—Nomeatormentes.¡Séloquevaaocurrir!
—No trato de atormentarte, amigo mío —dijo Toranaga disfrutando con la
pérdida de dignidad de Yabú—. Sólo digo que, con Ishido en el poder, tú estás
perdido e Izú está perdida, porque su pariente Ikawa Jikkyu ambiciona Izú, ¿neh?
PeroIshidonotieneelpoder,Yabú—san.Todavíanolotiene.
Yleexplicó,deamigoaamigo,porquéhabíadimitido.
—¡ElConsejo,anulado!—dijoYabú,sinpodercreerlo.
—No hay tal Consejo. No lo habrá, hasta que sus miembros vuelvan a ser en
número de cinco. —Toranaga sonrió.—Piénsalo, Yabú—san. Ahora soy más fuerte
quenunca,¿neh?IshidohasidoneutralizadoyJikkyutambién.Ahoratienestodoel
tiemponecesarioparainstruiratusfusileros.SurugayTotomisontuyas.Ytuyaesla
cabeza de Jikkyu. Dentro de unos meses verás su cabeza y las de todos los suyos
clavadasenunapicaypodráspasearteacaballoportusnuevosdominios.
Depronto,diomediavueltaygritó:
—¡Igurashi-san!
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Quinientoshombresoyeronsuvozdemando.Igurashiibaaacercarsecorriendo,
peroantesdequehubieradadotrespasos,Toranagaleordenó:
—Traecontigounaguardiadehonor.¡Cincuentahombres!¡Enseguida!
NoqueríadarunmomentoderespiroaYabúparaqueéstenoadvirtieraunpunto
terriblementedébilensuargumentación:que,siIshidoestabaahoraenunatascoyno
tenía poder, la cabeza de Toranaga servida en bandeja de plata tendría un valor
enorme para él y, por consiguiente, para Yabú. O, mejor aún. Si Toranaga era
apresadocomounvulgardelincuenteyentregadoenlaspuertasdelcastillodeOsaka,
estosupondríaparaYabúlainmortalidadylasllavesdeKwanto.
Mientraslaguardiadehonorformabaanteél,Toranagadijoconvozfuerte:
—Paracelebrarestaocasión,Yabú—sama,ruegoquetedignesaceptarestocomo
pruebadeamistad.
Cogiósusablelargo,losostuvoconambasmanosyseloofreció.
Yabú lo tomó como en sueños. Era de un valor incalculable, herencia de los
Minowara y famoso en todo el país. Toranaga lo poseía hacía quince años. Se lo
habíaregaladoNakamuraenpresenciadetodoslosdaimíosimportantesdelImperio,
exceptoBeppuGenzaemón,comopagoparcialdeunacuerdosecreto.
EstohabíaocurridopocodespuésdelabatalladeNagakudé.Toranagaacababade
derrotar al general Nakamura, el futuro Taiko, cuando éste no era más que un
advenedizo, sin mandato, ni poder, ni título formales, y cuando sus ambiciones de
poderabsolutoestabanaúnenlabalanza.Envezdereunirunafuerzaabrumadoray
sepultar a Toranaga, según su política acostumbrada, Nakamura había decidido
mostrarseconciliador.HabíaofrecidoaToranagauntratadodeamistadydealianza,
y,paracimentarlo,asumediahermanaporesposa.Toranagasehabíacasadoconella
contodalapompaylaceremoniaasualcance,yelmismodíahabíaconcluidoun
pactosecretodeamistadconelinmensamentepoderosoclandelosBeppu,enemigos
declarados de Nakamura, que en aquella época seguían imperando orgullosos en el
Kwanto.
Entonces,ToranagahabíaesperadoelinevitableataquedeNakamura.Peronose
había producido. En vez de esto, y aunque pareciese imposible, Nakamura había
enviadoasuamadayveneradamadrealcampamentodeToranagaconelpretextode
visitarasuhijastra,laesposadeToranaga,peroenrealidadcomorehén,yacambio
de ello había invitado a Toranaga a una importante reunión de todos los daimíos
convocada en Osaka. Toranaga lo había pensado mucho, pero había acabado por
aceptarlainvitación,diciendoasualiadoBeppuGenzaemónqueeraimprudenteque
asistieranlosdos.Despuéshabíamovilizadosecretamenteaseismilsamuraiscontra
unaprevisibletraicióndeNakamurayhabíadejadoasunuevaesposayasumadrea
cargo de su hijo mayor, Noboru. Inmediatamente, Noboru había amontonado leña
secaeneltejadodesuresidenciayleshabíadichoqueleprenderíafuegosialgole
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ocurríaasupadre.
Toranaga sonrió al recordarlo. La noche antes de su prevista llegada a Osaka,
Nakamura,desdeñandocomosiemprelosconvencionalismos,lohabíavisitado,solo
ydesarmado.
—Escucha —le había dicho—. Estoy a punto de ganar el reino. Pero para
conseguir el poder total necesito que me respeten los antiguos clanes, los señores
feudaleshereditarios,losactualesherederosdelosFujimoto,delosTakashimayde
losMinowara.
—Tienesmirespeto.Siemprelohastenido.
Elhombrecillodecarademonosehabíareídodebuenagana.
—TúvencistelimpiamenteenNagakudé.Ereselmejorgeneralqueheconocido,
el mayor daimío del reino. Pero vamos a dejar de jugar entre nosotros. Quiero que
mañanateinclinesantemícomovasalloenpresenciadetodoslosdaimíos.Sitúme
rindes vasallaje, todos los demás se apresurarán a tocar el suelo con la frente y a
moverelrabo.Ylospocosquenolohagan…Bueno,queseandenconcuidado.
—YteconvertirásenseñordetodoelJapón,¿neh?
—Sí. El primero en la Historia. Y gracias a ti. Confieso que tu ayuda me es
imprescindible.Peroescucha,sihacesestopormí,tendráselprimerlugardetrásde
mí.Todosloshonoresquedesees.Todo.Habrádesobrasparalosdos.
—¿Deveras?
—Sí.PrimerotendréelJapón.DespuésCorea.DespuésChina.DijeaGorodaque
queríaesto,ylotendré.EntoncespodrédarteelJapón…¡unaprovinciademiChina!
—¿Y ahora, señor Nakamura? Ahora tengo que someterme, ¿neh? Estoy en tu
poder, ¿neh? Tu poder es abrumador en relación con el mío… y los Beppu me
amenazanporlaespalda.
—Pronto les ajustaré las cuentas —había dicho el guerrero campesino—. Esa
insolentecarroñarehusómiinvitaciónapresentarseaquímañana…Medevolvieron
mimensajecubiertodepalomina.¿Quieressustierras?¿QuierestodoelKwanto?
—Noquieronadadeellosnidenadie—habíadichoél.
—Mentiroso —había dicho afablemente Nakamura—. Escucha, Tora-san: tengo
casicincuentaaños,peroningunademismujeresmehadadounhijo.Lotengotodo,
peronotengohijosynuncalostendré.Esmikarma.Tútienescuatrohijosvivosy
quiénsabecuántashijas.Tútienescuarentaytresañosypuedesengendrardocehijos
más.Esteestukarma.YtambiéneresMinowara,yestoeskarma.¿Ysiyoadoptase
aunodetushijosylonombrasemiheredero?
—¿Ahora?
—Pronto.Digamosdentrodetresaños.Antesnomeimportabatenerunheredero,
pero ahora las cosas han cambiado. Nuestro difunto señor Goroda cometió la
estupidezdedejarseasesinar.Ahoraelpaísesmío,puedesermío.¿Quédices?
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—¿Formalizaríaselacuerdopúblicamentedentrodedosaños?
—Sí. Dentro de dos años. Puedes confiar en mí, tenemos intereses comunes.
Dentrodedosañospúblicamente.Ytúyyodecidiremoscuáldetushijosdebeserel
heredero. De este modo, lo compartiremos todo, ¿eh? Nuestra dinastía conjunta
quedaráimplantadaparaelfuturoynohabráproblemas,locualesbuenoparamíy
parati.Losfrutosseráncopiosos.Primero,elKwanto,¿eh?
—TalvezBeppuGenzaemónsesometasiyomesometo.
—Nopuedopermitírselo,Tora-san.Túambicionassustierras.
—Yonoambiciononada.
Nakamurahabíalanzadounaalegrecarcajada.
—Ya. Pero deberías ambicionarlas. El Kwanto es digno de ti. Rodeado de
montañas, es fácil de defender. Con el delta dominarás los más ricos arrozales del
Imperio.Estarásdeespaldasalmarytendrásunarentadeunmillóndekokú.Perono
hagasdeKamakuratucapital.No,deOdawara.
—KamakurahasidosiemprelacapitaldelKwanto.
—Pero no te la aconsejo como capital. Hay siete pasos que conducen a ella.
Demasiadosparaunabuenadefensa.Ynoestájuntoalmar.Seríamásseguroirmás
lejos.Necesitasunpuertodemar.Yunavezviuno:Yedo,unpueblodepescadores,
peroquetúpodríasconvertirenunagranciudad.Fácildedefenderyperfectoparael
comercio.Túerespartidariodelcomercio.Yotambién.Bueno,debestenerunpuerto
demar.EncuantoaOdawara,vamosaarrasarlaparaquesirvadelección.
—Serámuydifícil.
—Sí,perotambiénseráunabuenalecciónparatodoslosotrosdaimíos,¿neh?
—Tomarestaciudadalasaltoseríamuycostoso.
Denuevoaquellarisa.
—Loseríaparatisinoteunierasconmigo.Yotendríaquepasarportustierras
actualesparallegarallí…¿SabesqueestásenprimeralíneadelosBeppu,queeresel
peóndelosBeppu?Juntos,podríaistenermearayaunañoodos,inclusotres.Pero,
endefinitiva,pasaría.¡Oh,sí!
—Entonces, ¿por qué perder el tiempo con ellos? Dalos a todos por muertos
menosatuyerno,siasíloquieres…¡Ah!Séquetienesunaalianzaconellos,pero
esonovaleuntazóndeestiércol.Bueno,¿quécontestas?Losfrutosseráncopiosos.
Primero, el Kwanto… que será tuyo. Después, tendré todo el Japón. Después
Corea… Esto será fácil. Y después, China. Difícil, pero no imposible. Sé que un
campesino no puede ser shogún, pero «nuestro» hijo lo será y podrá sentarse en el
Trono del Dragón de China. Y si no él, su hijo. Y ahora, no hablemos más. ¿Qué
contestas?
—Orinemosparacerrareltrato—habíadichoToranaga,quehabíaganadotodo
loquequeríayteníaplaneado.
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Y al día siguiente, ante la majestuosa y pasmada asamblea de los truculentos
daimíos,habíaofrecidohumildementesusableysustierrasysuhonorysuherencia
alencumbradocampesinoyseñordelaguerra.Habíasuplicadoqueselepermitiese
servir a Nakamura y a su estirpe para siempre. Y él, Yoshi Toranaga-Minowara, se
había inclinado y había tocado el polvo con la frente. El futuro Taiko se había
mostrado magnánimo, había tomado sus tierras y le había dado el Kwanto como
feudo para cuando fuese conquistado, y había ordenado la guerra total contra los
BeppuporsusinsultosalEmperador.TambiénhabíaregaladoaToranagaelsableque
había adquirido recientemente de una de las tesorerías imperiales. Este sable había
sido confeccionado por el maestro armero Miyoshi-Go, hacía siglos, y había
pertenecido antaño al más famoso guerrero de la Historia, Minowara Yoshimoto,
primershogúnMinowara.
Toranagarecordóaqueldía.Yrecordóotros,cuando,unosañosmástarde,dama
Ochiba parió un hijo varón, y cuando, increíblemente, después de morir
convenientemente el primer hijo del Taiko, había nacido el segundo, Yaemón,
arruinandotodosuplan.Karma.
VioqueYabúsostenía,reverente,elsabledesuantepasado.
—¿Estanafiladocomodicen?—preguntóYabú.
—Sí.
—Me haces un gran honor. Guardaré tu obsequio como un tesoro —dijo Yabú,
inclinándose,conscientedeque,graciasaesteobsequio,seríaelprimeroenelpaís,
despuésdeToranaga.
Toranagaledevolvióelsaludoy,desarmado,sedirigióalapasarela,pidiendoal
cieloquelaavariciadeYabúlomantuvierahechizadounosmomentosmás.
—¡Partamos! —ordenó al subir a bordo, y, volviéndose hacia la orilla, agitó la
manoalegremente.
Alguienrompióelsilencioygritósunombre,otroslehicieroncoro.Ysonóun
rumor general de aprobación, por el honor dispensado a su señor. Unas manos
complacientes empujaron la galera apartándola del muelle. Los remeros tiraron con
fuerzadelosremosylaembarcaciónemprendiósusingladura.
Blackthorneanduvotristementehastaelmalecón.
—¿Cuándovolverá,Mariko-san?
—Nolosé,Anjín-san.
—¿CómoiremosaYedo?
—Nosquedaremosaquí.Almenos,yomequedarétresdías.Despuéspartirépara
Yedo.
—¿Yyo?
—Tútequedarásaquí.
—¿Porqué?
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—Manifestaste interés por aprender nuestra lengua. Y además, tienes trabajo
aquí.
—¿Quétrabajo?
—Lo siento, pero no lo sé. El señor Yabú te lo dirá. Mi señor me dejó como
intérpreteportresdías.
Blackthornetuvounmalpensamiento.Llevabasuspistolasalcinto,peronotenía
máspólvoranimuniciones,ytampococuchillos.Todoestabaenelcamarote,abordo
delagalera.
—¿Porquénomedijistequenosquedábamosaquí?—preguntó—.Sólodijiste
quedebíamosdesembarcar.
—Yonosabíaquetequedarías—respondióella—.ElseñorToranagameloha
dichohaceunmomento,enlaplaza.
—¿Porquénomelohadichoélmismo?
—Nolosé.
—SesuponíaqueyoiríaaYedo.Allíestámitripulación.Allíestámibarco.¿Qué
hasidodeellos?
—Sólohadichoqueteníasquequedarteaquí.
—¿Porcuántotiempo?
—Nomelohadicho,Anjín-san.TalvezelseñorYabúlosabe.Tenpaciencia,por
favor.
BlackthornepodíaveraToranagadepieenelalcázarmirandohaciatierra.
—Creoqueélsabíaqueyoibaaquedarmeaquí,¿no?
Ellanolerespondió.¡QuéinfantileraAnjín-sanalexpresartodoloquepensaba!
¡YquélistohabíasidoToranagaallibrarsedeaquellatrampa!
Fujiko y las dos doncellas estaban cerca de ella, esperando pacientemente en la
sombraconlamadreylaesposadeOmi.Lagaleraadquiríavelocidad,peroestaba
todavía al alcance de las flechas. Mariko, que observaba atentamente a Yabú, sabía
quetendríaqueintervenirencualquiermomento.
—¿Noesverdad?¿Noesverdad?—insistióBlackthorne.
—¿Qué? ¡Oh, lo siento! No lo sé, Anjín-san. Sólo puedo decirte que el señor
Toranaga es muy inteligente, el hombre más inteligente —dijo sabiendo que
Blackthornenocomprendíanadadeloocurridoallí—.Tenpaciencia,Anjín-san.No
tienesnadaquetemer.
—No temo nada, Mariko-san. Pero estoy cansado de que me muevan sobre el
tablerocomounpeóndeajedrez.
Entonces,ellavioqueelrostrodeYabúsecongestionaba.
—¡Las armas! —gritó Yabú—. ¡Los mosquetes están en la galera! Mariko
comprendióquehabíallegadoelmomento.Corrióhaciaélenelmomentoenquese
volvíaparadarórdenesaIgurashi.
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—Perdona, señor Yabú —le dijo—, pero no tienes que preocuparte por tus
mosquetes. El señor Toranaga me dijo que te pidiera disculpas por su apresurada
partida,peroquetienecosasurgentesquehacerenYedoenbeneficiodelosdos.Dijo
quetedevolverálagalerainmediatamente.Conlasarmas.Yconunsuplementode
pólvora.Ytambiénconlosdoscientoscincuentahombresquelepediste.Estaránaquí
dentrodecincooseisdías.
Después,cuandoYabúlohubocomprendidobien,sesacóunrollodepergamino
delamanga.
—Miseñortesuplicaqueleasesto.SerefiereaAnjín-san.
YabútomóelrolloymiróaAnjín-san.
Blackthorne, que observaba desde una distancia de treinta pasos, sintió
escalofríosbajolapenetrantemiradadeYabú.OyóqueMarikolehablabaconsuvoz
cantarína, pero esto no lo tranquilizó. Su mano se cerró disimuladamente sobre la
culatadelapistola.
—¡Anjín-san!—lellamóMariko—.¡Tenlabondaddevenir!
AlacercarseBlackthorne,Yabúlevantólosojosdelpergaminoylosaludóconun
amistoso movimiento de cabeza. Cuando hubo terminado la lectura, devolvió el
documentoaMarikoydijounaspalabras,enparteaellayenparteaél.
Mariko ofreció respetuosamente el documento a Blackthorne. Este lo tomó y
examinólosincomprensiblescaracteres.
—ElseñorYabúdicequeeresbienvenidoaestaaldea.Estedocumentollevael
sello del señor Toranaga, Anjín-san. Consérvalo, pues te confiere un raro honor. El
señorToranagatehanombradohatamoto.Eseltítulodeunmiembroespecialdesu
servicio personal. Cuentas con su absoluta protección, Anjín-san. Más tarde te
explicarélosprivilegios,peroelseñorToranagatehaseñaladotambiénunsalariode
veintekokúsalmes.Estoequivale…
Yabúlainterrumpióyhablólargamente.Marikotradujo:
—ElseñorYabúesperaquetesentiráscontentoydicequeseharátodoloposible
paraqueencuentrescómodatuestancia.Teproporcionaránunacasa.Ymaestros.Te
pidequeaprendaseljaponéslomásrápidamenteposible.Estanocheteharáalgunas
preguntasytehablarádeuntrabajoespecial.
—Porfavor,pregúntalequétrabajo.
—Me permito aconsejarte un poco más de paciencia, Anjín-san. No es el
momentooportuno,telodigodeveras
—Estábien.
—¿Wakarimasuka,Anjín-san?—dijoYabú.
—Hai,Yabú—san.Domo.
YabúordenóaIgurashiquedespidiesealregimientoysevolvióalosaldeanos,
queestabanaúnpostradosenlaarena.
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Permaneció plantado ante ellos, en la hermosa y tibia tarde de primavera,
sosteniendotodavíaelsabledeToranaga.Suspalabrasrestallaronsobreellos.Señaló
a Blackthorne con el sable y les arengó durante unos momentos más y terminó
bruscamente.
—¿Wakarimasuka?—preguntóentoncesMuraaloslugareños,todosloscuales
contestaronhai,mezclandosusvocesconelsusurrodelasolasenlaplaya.
—¿Quépasa?—preguntóBlackthorneaMariko.
Pero Mura gritó ¡Keirei! y los lugareños volvieron a inclinarse profundamente,
primeroanteYabúydespuésanteBlackthorne.Yabúsealejósinmiraratrás.
—¿Quépasa,Mariko-san?
—El…, el señor Yabú les ha dicho que tú eres un huésped distinguido. Que
también eres un honorable servidor del señor Toranaga. Que estás aquí,
principalmente,paraaprendernuestralengua.Quehaotorgadoalaaldeaelhonory
laresponsabilidaddeenseñarte.Laaldeaesresponsable,Anjín-san.Todosestánaquí
para ayudarte. Les ha dicho que si dentro de seis meses no has aprendido
satisfactoriamente,seráincendiadalaaldea,peroqueantesharácrucificaratodossus
moradores,hombres,mujeresyniños.
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CapítuloXXXI
El día iba muriendo, las sombras se alargaban, el mar estaba rojo, y soplaba un
vientecilloagradable.
Blackthorne subía por el sendero que conducía desde la aldea a la casa que
Marikolehabíaindicadoantes,diciéndolequeseríalasuya.Ellasehabíaofrecidoa
acompañarle,peroéllahabíarehusadodándolelasgracias,puesdeseabaestarsolo
parapensar.
Más arriba, dominando la vertiente opuesta, había otra gran mansión, en parte
cubiertacontejas,cercadaporunaaltaempalizadayconmuchosguardiasjuntoala
puertafortificada.
Blackthorne se detuvo frente a la puerta de la valla de su casa. Había extraños
caracterespintadoseneldintel,ylapuertapropiamentedichaaparecíarecortadaen
unos ingeniosos dibujos destinados a ocultar y dejar entrever, al mismo tiempo, el
jardínquehabíadetrásdeella.
Antesdequepudieseempujarlapuerta,éstaseabrióhaciaelinterior,yunviejo,
asustado,seinclinóprofundamente:
—Konbanwa,Anjín-san(Buenastardes)—dijoconvoztemblorosa.
—Konbanwa—respondióél—.Escuchaviejo…,¿onamaeka?
—¿Namae watashi wa, Anjín-sama? Ah, watashi Ueki-ya… Ueki-ya —dijo el
viejo,convisiblealivio.
Blackthorne repitió el nombre varias veces, para grabarlo en su memoria, y le
añadió«san».Peroelviejosacudióviolentamentelacabeza.
—Iyé,gomennasai.Iyé«san»,Anjín-san.Ueki-ya.¡Ueki-ya!
—Estábien,Ueki-ya—dijoBlackthorne,peropensó:«¿Porquéno"san"como
todoelmundo?.»
Blackthorne lo despidió con un ademán, y el viejo se alejó rápidamente.
Entonces,unadoncella,recelosa,salióalagaleríaporunshojiabiertoylehizouna
profundareverencia.
—Konbanwa,Anjín-san.
—Konbanwa—respondióél,recordandovagamentehaberlavistoenelbarco,y
tambiénladespidió.
Rumordesedas.Fujikosaliódelacasa.Marikoestabaconella.
—¿Hasidoagradabletupaseo,Anjín-san?
—Sí,muyagradable,Mariko-san.
—¿Quieres tomar cha? ¿O saké? ¿Tal vez un baño? El agua está caliente. —
Mariko rió nerviosamente, turbada por la mirada de él. —La casa de baño no está
completamenteterminada,peroesperoqueseasuficiente.
—Saké,porfavor.Sí,unpocodesakéantetodo,Mariko-san.
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MarikodijounaspalabrasaFujiko,yéstasemetióenlacasa.Unadoncellatrajo
trescojinesysemarchó.Marikosesentógraciosamenteenunodeellos.
—Siéntate,Anjín-san.Debesestarcansado.
Él se sentó en los peldaños de la galería, sin quitarse las sandalias. Fujiko trajo
dosfrascosdesakéyunatazagrande,talcomolehabíadichoMariko.
Blackthorneapurólatazadevinocalientesinpaladearlo.Después,otra.Yotra.
Ellaslehabíanobservadocuandosubíalacuesta,atravésdelarendijadeunos
shojisentreabiertos.
—¿Quélepasa?—habíapreguntadoFujiko,alarmada.
—Está desolado por lo que ha dicho el señor Yabú, por su amenaza a los del
pueblo.
—¿Yestolepreocupa?Élnocorrepeligro.Suvidanoestáamenazada.
—Los bárbaros no son como nosotros, Fujiko-san. Por ejemplo, Anjín cree que
loslugareñossonpersonascomolasdemás,comolossamurais,otalvezmejores.
Fujikohabíareídonerviosamente.
—Unatontería,¿neh?¿Cómopuedenserloscampesinosigualesalossamurais?
Marikonorespondió,ysiguióobservandoaAnjín-san.
—¡Pobrehombre!—exclamó.
—¡Pobrealdea!—dijoFujiko,frunciendodesdeñosamenteelbrevelabiosuperior
—. Una estúpida destrucción de campesinos y pescadores. ¡Kasigi Yabú—san está
loco!¿Cómopuedeunbárbaroaprendernuestralenguaenmedioaño?¿Cuántotardó
elbárbaroTsukku-san?Másdeveinteaños,¿neh?
—Sí, es difícil para ellos. Pero Anjín-san es un hombre inteligente, y el señor
Toranagadijoque,enmedioaño,podríasercomounodenosotros,siestabaaislado
delosbárbaros.
Fujikohabíapuestocarahosca.
—Mírale,Mariko-san…¡Quéfeoes!Esmonstruosoyextraño.Escuriosopensar
que, con lo mucho que detesto a los bárbaros, en cuanto él cruce esa puerta, se
convertiráenmíamoyseñor.
—Esvaliente,Fujiko,muyvaliente.SalvólavidadelseñorToranagayesmuy
valiosoparaéste.
—Sí, lo sé, y esto debería hacer que me disgustase menos. Pero no puedo
remediarlo. Sin embargo, trataré con todas mis fuerzas de hacer que se parezca a
nosotros.
Marikohabríaqueridopreguntarasusobrinalacausadesusúbitocambio.«Esta
mañana te negaste a obedecer y juraste suicidarte sin permiso o matar al bárbaro
mientras durmiese. ¿Qué te ha dicho el señor Toranaga para hacerte cambiar,
Fujiko?.»
PeroMarikosabíaquenodebíapreguntar.Toranaganolehabíahechoninguna
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confidenciaalrespecto.YFujikonoselodiría.Lamuchachahabíasidobieneducada
porsumadre,lahermanadeBuntaro,lacualhabíasidoeducadaporsupadre,Hiromatsu.
«Me pregunto si el señor Hiro-matsu escapará del castillo de Osaka —se dijo,
puesapreciabamuchoasusuegro,elviejogeneral—.¿YKiri-sanydamaSazuko?
¿DóndeestaráBuntaro,mimarido?¿Lehabráncapturado?¿Ohabrátenidotiempo
dematarse?»
MarikoobservócómoFujikoservíaaBlackthorneelsakéquequedaba.Élapuró
latazacomolasanteriores,inexpresivamente.
—Dozo.Saké—dijoBlackthorne.Trajeronmás,ylodespachóenseguida.
—Dozo.Saké.Consumióotrosdosfrascos.
—Porfavor,discúlpameconAnjín-san—dijoFujiko—.Losiento,peronohay
mássakéencasa.Heenviadoaladoncellaalpueblo,abuscarmás.
—Bien.Yahabebidodemasiado,aunqueparecenohaberleafectadoenabsoluto.
¿Por qué no nos dejas solos, Fujiko? Será un buen momento para hacerle tu
ofrecimiento.
Fujiko se inclinó ante Blackthorne y se marchó, contenta de que la costumbre
exigiese que los asuntos importantes fuesen tratados en privado por una tercera
persona.
MarikoexplicóaBlackthornelodelvino.
—¿Cuántotardaránentraermás?
—No mucho. Tal vez ahora te gustaría bañarte. Yo cuidaré de que te sirvan el
sakéencuantollegue.
—¿DijoToranagaalgoacercademiplan,antesdemarcharse?¿Dijoalgoacerca
delaflota?
—No.Losiento,peronomehablódeesto.—Marikolehabíaestadoobservando,
esperando advertir alguna señal de embriaguez. Mas, para sorpresa suya, no había
descubierto ninguna. Con tal cantidad de vino, y consumido tan de prisa, cualquier
japonéssehabríaemborrachado.
—¿Noesdetugustoelvino,Anjín-san?
—Enrealidad,no.Demasiadoflojo.Nomeproduceefecto.
—¿Buscas…olvidar?
—No.Buscounasolución.
—Haremoscuantopodamosporayudarte.
—Necesitolibros,papelyplumas.
—Mañanaempezaréabuscarlosparati.
—No.Estanoche,Mariko-san.Deboempezarahora.
—ElseñorToranagadijoqueteenviaríaunlibro…¿Cómolollamaste?Creoque
librosdegramáticaodepalabras,delosSantosPadres.
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—¿Cuántotardarán?
—Nolosé.Peroyoestaréaquítresdías.Talvezestotesirvadeayuda.yFujikosantambiénestáaquíparaayudarte.—Sonrió,alegrándoseporél.—Tengoelhonor
decomunicartequetehasidodestinadacomoconsortey…
—¿Qué?
—ElseñorToranagalepreguntósiqueríasertuconsorte,yellalecontestóque
seríaunhonor,yaccedió.Ella…
—Peroyonoheaccedido.
—¿Cómo?Losiento,nocomprendo.
—Quenolaquiero.Nicomoconsorte,nicomoacompañante.Laencuentrofea.
Marikosequedóboquiabierta.
—Pero, Anjín-san, ¡no puedes negarte! Sería un terrible insulto al señor
Toranaga,aella,atodos.¿Tehahechoalgomalo?¡Nadaenabsoluto!UsagoFujiko
consien…
—¡Escucha!—LaspalabrasdeBlackthornerestallaronenlagaleríayenlacasa.
—¡Dilequesevaya!
—Perdona, Anjín-san —dijo inmediatamente Mariko—. Tienes motivos para
enfadarte.Pero…
—No estoy enfadado —dijo Blackthorne, con voz helada—. ¿No puedes…, no
podéismeterosenlacabezaqueestoyhartodeserunmuñeco?Noquieroveraesa
mujer, quiero que me devuelvan mi barco y mi tripulación, ¡y se acabó! No quiero
estar seis meses aquí, aborrezco vuestras costumbres. Es una maldición que un
hombrepuedaamenazarconarrasartodounpuebloparaqueyoaprendaeljaponés.
En cuanto a las consortes, esto es peor que la esclavitud, y es un terrible insulto
ofrecermeunasinconsultarme.
«¿Quélepasaahora?—sepreguntóMariko,desalentada—.¿Quétienequeverla
fealdad con una consorte? Y, además, Fujiko no es fea. ¿Cómo puede ser tan
incomprensivo?»EntoncesrecordólaadmonicióndeToranaga:«Mariko-san,tehago
personalmenteresponsable,primero,dequeYabú—sannoimpidamipartidacuando
le haya entregado mi sable, y segundo, de que Anjín-san se instale dócilmente en
Anjiro.»
DesviósumiradadeBlackthorneyaguzóelingenio.
—Estoy de acuerdo. Tienes toda la razón —dijo, en tono apaciguador—. Sí, el
señorToranagahabríatenidoquepreguntarte,peroélnoconocevuestrascostumbres.
Sólotratódehonrarte,comohabríahonradoaunsamuraipredilecto.Laconcesiónde
damaUsagíFujikocomoconsorteseríaconsiderada…,entrenosotros,comoungran
honor.
—¿Porqué?
—Porque es de antiguo linaje y muy distinguida. Su padre y su abuelo son
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daimíos. Ella es samurai, y tú —añadió delicadamente Mariko— le harías un gran
honoraceptándola.Además,necesitaunhogaryunanuevavida.
—¿Porqué?
—Enviudórecientemente.Sólotienediecinueveaños,Anjín-san.¡Pobreniña!Ha
perdido a su marido y a su hijo, y está llena de remordimientos. Ser tu consorte
formalledaríaunavidanueva.
—¿Quélesocurrióasumaridoyasuhijo?
—Fueron condenados a muerte, Anjín-san —dijo ella, después de una breve
vacilación—. Mientras estés aquí, necesitarás alguien que cuide de tu casa. Dama
Fujikoserá…
—¿Porquéloscondenaronamuerte?
—SumaridocasicausólamuertealseñorToranaga.Debes…
—¿OrdenóToranagaquelesmataran?
—Sí.Perohizobien.Pregúntaleaella,ytediráqueloaprueba,Anjín-san.
—¿Quéedadteníaelhijo?
—Pocosmeses,Anjín-san.
—¿MandóToranagamataraunniñoporalgoquehizosupadre?
—Sí. Es nuestra costumbre. Según la ley, el padre es dueño de la vida de sus
hijos,desuesposa,desusconsortesydesuscriados.Y,segúnlaley,elseñorfeudal
esdueñodetodoloqueéltiene.Esnuestracostumbre.
—Entonces,soisunanacióndeasesinos.
—No.
—Perovuestracostumbreapruebaelasesinato.Creíquetúerascristiana.
—Ylosoy,Anjín-san.
—¿QuémedicesdelosMandamientos?
—En realidad, no puedo explicarlo. Pero soy cristiana, y samurai y japonesa, y
estascosasnosecontradicen.Almenos,paramí.
—PidoaDiosqueteperdone.Queosperdoneatodos.
—Dios comprende, Anjín-san. Y tal vez Él querrá abrir tu mente para que
tambiéncomprendas.Losiento,peronopuedoexplicarmemuybien,¿neh?Tepido
disculpaspormiincapacidad.—Leobservóensilencio,turbadaporsuactitud.—Yo
tampocotecomprendo,Anjín-san.Medesorientas.Porejemplo,enelcasodedama
Fujiko.Comoconsorte,cuidarádetucasaydetuscriados.Ydetusnecesidades…,
de todas tus necesidades. Debes tener alguien que lo haga. Si no te gusta, si no la
encuentrasagradable,notienesnecesidaddeacostarteconella.Nisiquieratienesque
ser cortés con ella, aunque merece que lo seas. Te servirá, cuando quieras y como
quieras.
—¿Puedoacostarmeonoacostarmeconella?
—Naturalmente. Si quieres, te buscará alguien que te guste, que satisfaga tus
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necesidadescorporales,onoseentremeterásiloprefieres.
—¿Puedotratarlacomoaunacriada,comoaunaesclava?
—Sí.Perosemerecealgomejor.
—¿Puedoecharladecasa?
—Siteofende,sí.
—¿Yquéseríadeella?
—Normalmente, volvería, llena de oprobio, a la casa de sus padres, los cuales
podríanaceptarlaorepudiarla.CualquieracomodamaFujikopreferiríamatarseantes
quepasarporestavergüenza.Peroella…Debessaberquelosverdaderossamurais
no pueden suicidarse sin permiso de su señor. Algunos lo hacen, desde luego, pero
faltan a su deber y no merecen ser considerados samurais. Yo no me mataría, por
muchaquefuesemivergüenza,sinelpermisodelseñorToranagaodemimarido.El
señorToranagaleprohibióaellaquitarselavida.Sitúlaechasesdeaquí,seríaun
despojohumano.TesuplicoqueconsideresaFujikocomounapersona,Anjín-san.Te
suplicoquetengascaridadcristiana.Esunabuenamujer.Perdónalesufealdad.Será
unaconsortevaliosa.
—¿Notienehogar?
—Sí, éste es su hogar. —Mariko recobró su aplomo.—Te pido que la aceptes
formalmente. Puede ayudarte mucho, enseñarte, si quieres aprender. Si lo prefieres,
piensa que no es nada, que es como este poste de madera, o como una pantalla, o
comounapiedradeljardín,perodejaquesequede.Y,sinolaquierescomoconsorte,
tenpiedaddeella.Acéptalay,después,comojefedelacasaydeacuerdoconnuestra
ley,mátala.
—Estaesvuestraúnicarespuesta,¿no?¡Matar!
—No,Anjín-san.Perolavidaylamuertesonlamismacosa.¿Quiénsabe?Tal
vez si le quitases la vida, prestarías a Fujiko un gran servicio. Tienes derecho a
hacerloantelaley.Estuderecho.Ysiprefieresconvertirlaenunapiltrafahumana,
estástambiénentuderecho.
—Yaveoqueestoyatrapadootravez—dijoBlackthorne—.Segúnloquehaga,
ellamorirá.Sinoaprendotulengua,todounpuebloseráejecutado.Sinohagotodo
loquevosotrosqueréis,siempremoriráalgúninocente.Nohayescapatoria.
—Hayunasoluciónmuyfácil,Anjín-san.Muere.Notienesporquésoportarlo
insoportable.
—Elsuicidioesunalocura…yunpecadomortal.Creíqueerascristiana.
—Yatehedichoquelosoy.Perotú,Anjín-san,tienesmuchasmanerasdemorir
con dignidad, sin suicidarte. Te burlaste de mi esposo porque no quiso morir
luchando,¿neh?Estanoesnuestracostumbre,pero,porlovisto,sílavuestra.¿Por
quénolohaces?Tienesunapistola.MataalseñorYabú.Creesqueesunmonstruo,
¿neh?Trataalmenosdematarle,yhoyestarásenelcielooenelinfierno.
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Él la miró, odiando sus serenas facciones, pero pensando que era adorable, a
pesardesuodio.
Morirsinunarazónesmuestradedebilidad.Mejordicho,unaestupidez.
—Dicesqueerescristiano.Porconsiguiente,creesenJesúsniño,enDios,enel
cielo.Lamuertenodeberíaasustarte.Encuantoala«sinrazón»,debesjuzgarloque
valeyloquenovale.Debestenerrazonessuficientesparamorir.
—Estoyentupoder.Túlosabes.Yyotambién.Marikoseinclinóyletocó,con
ademáncompasivo.
—Olvídatedelaaldea,Anjín-san.Puedenocurrirmilmillonesdecosasantesde
que terminen los seis meses. Un maremoto o un terremoto, o que te devuelvan tu
barcoytemarchesdeaquí,oqueYabúmuera,oquemuramostodos,¿quiénsabe?
DejaaDioslosproblemasdeDios,yelkarma,alkarma.Hoyestásaquí,ynadadelo
quehagaspuedecambiarestehecho.Hoyestásvivoytesonríelafortuna.Contempla
esapuestadesol.Eshermosa,¿eh?Estapuestadesolexiste.Elmañananoexiste.
Sólohayelpresente.Mira,porfavor.Estapuestadesolesbella,ynuncavolveráa
ser,nuncaentodalaeternidad.Fúndeteconella,identifícateconlaNaturalezayno
piensesenelkarma,eneltuyo,enelmíooeneldelaaldea.
Se sintió subyugado por su serenidad y por sus palabras. Miró hacia Poniente.
Grandes manchas purpúreas y negras se extendían en el cielo. Observó el sol hasta
quehubodesaparecido.
—Ojaláfuesestúmiconsorte—dijo.
—YopertenezcoalseñorBuntaro,y,hastaqueélhayamuerto,nopuedopensar
nidecirloque,enotrocaso,pensaríaodiría.
«Karma—pensóBlackthorne—.¿Deboaceptarelkarma!¿Elmío?¿Eldeella?
¿Eldeellos?Lanocheesbella.Ytambiénloesella,yperteneceaotro.¿Cuálesla
respuesta? La respuesta vendrá. Porque hay un Dios en el cielo, un Dios en alguna
parte.»
Oyópisadas.Variasantorchasseacercaban,subiendolacuesta.Veintesamurais,
conOmiasucabeza.
—Losiento,Anjín-san,peroOmi-sanordenaqueleentreguestuspistolas.
—¡Dilequesevayaalinfierno!
—Nopuedo,Anjín-san.Nomeatrevo.
Blackthornesellevólamanoalaculatadesupistola,mirandofijamenteaOmi.
Permanecía deliberadamente sentado en los peldaños de la galería. Diez samurais
habíanentradoeneljardín,detrásdeOmi,ylosotrosesperabanjuntoalpalanquín.
EncuantoOmihuboentradosinpreviainvitación,Fujikosaliódelinteriordelacasa
yseplantóenlagalería,pálidoelsemblante,detrásdeBlackthorne.
—El señor Toranaga nunca me prohibió llevarlas, y he estado armado en su
presenciayenladeYabú—san.
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—Sí, Anjín-san —dijo Mariko, nerviosamente—, pero debes comprender que
Omi-santienerazón.Segúnnuestracostumbre,nopuedesirarmadoenpresenciade
un daimío. No hay nada que te… nada que pueda preocuparte. Yabú—san es tu
amigo.Eressuinvitado.
—Dile a Omi-san que no entregaré mis pistolas. —Y, al ver que ella guardaba
silencio,Blackthorneseenfurecióymoviólacabeza.—Iyé,Omi-san.¿Wakarimasu
ka?¡Iyé!
La cara de Omi se crispó. Sonó una orden, y dos samurais avanzaron.
Blackthornesacólaspistolas.Lossamuraissedetuvieron.Ambaspistolasapuntaban
alacabezadeOmi.
—Por favor, Anjín-san —dijo Mariko—. Esto es muy peligroso. Debes ver al
señorYabú.Nopuedesirconpistolas.Ereshatamoto,estásprotegido,y,además,eres
invitadodelseñorYabú.
—DileaOmi-sanquesiéloalgunodesushombresseacercanadiezpiesdemí,
lesaltarélatapadelossesos.
—¿Por qué no las dejas aquí, Anjín-san? No hay nada que temer. Nadie te
tocará…
—¿Creesqueestoyloco?
—Entonces,¡dalasaFujiko-san!
—¿Qué puede hacer ella? Se las quitarán, cualquiera se las quitará, y yo estaré
indefenso.
LavozdeMarikoseendureció.
—¿Por qué no escuchas, Anjín-san? Fujiko-san es tu consorte. Si tú le ordenas
queguardelaspistolas,lasdefenderáconsuvida.Essudeber.Novolveréadecírtelo,
peroToda-noh-UsagiFujikoessamurai.
BlackthorneteníaconcentradasuatenciónenOmiyapenaslaescuchaba.Sentía
oprimidoelpecho.Sabíaqueibanaatacarleyleenfurecíasupropiaestupidez.Pero
haymomentosenqueunonopuedeaguantarmás,sacaunapistolaouncuchilloyse
viertesangreporunestúpidoorgullo.Lamayorpartedelasveces,estúpido.«Perosi
voyamorir,Omimoriráprimero,¡viveDios!»
Sesentíamuyfuerte,aunqueunpocoatolondrado.Entoncesresonóensusoídos
lo que había dicho Mariko: «Fujiko es samurai, y es tu consorte.» Y su cerebro
empezóafuncionardenuevo.
—¡Un momento! Por favor, Mariko-san, dile esto a Fujiko-san. Textualmente:
«Voyaentregartemispistolas.Túlasguardarás.Nadie,salvoyo,debetocarlas.»
Marikolohizoasí,yéloyóqueFujikodecía:Hai.
—Mariko-san,tenlabondaddedeciraOmi-sanqueahorairéconél.Sientoque
hayahabidounmalentendido.Sí,lamentolaconfusión.
Diounpasoatrásysevolvió.Fujikoaceptólaspistolas,mientrasgotasdesudor
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temblabanensufrente.ÉlseenfrentóconOmi,esperandonohaberseequivocado.
—¿Nosvamos?
OmihablóaFujikoyalargólamano.Ellanegóconlacabeza.Éldiounabreve
orden. Los dos samurais avanzaron hacia la joven. Inmediatamente, ésta introdujo
unadelaspistolasensucintoy,levantandolaotraconlasdosmanos,apuntóaOmi.
Elpercutorselevantóligeramente.
—¡Ugokuna!—exclamó—.¡Dozo!
Omi habló rápidamente, muy irritado, y ella le escuchó y le respondió en tono
suaveycortés,sindejardeapuntarle,yterminódiciendo:
—Iyé,gomennasai,Omi-san(No.Losiento,Omi-san).
Blackthorneesperó.
Un samurai se movió una fracción. El percutor se elevó peligrosamente, casi
hastalacimadesuarco.Peroelbrazodeellapermaneciófirme.
—¡Ugokuna!—ordenó.
Nadiedudódequeapretaríaelgatillo.NisiquieraBlackthorne.Omidijoalgo,a
ella y a sus hombres. Estos retrocedieron. Ella bajó la pistola, pero teniéndola a
punto.
—¿Quéhadicho?—preguntóBlackthorne.
—QueinformaráaYabú—sandeesteincidente.
—Bien.Dilequeyotambiénloharé.—Blackthornesevolvió.
—Domo, Fujiko-san. —Y después:—Vamos, Mariko-san… ¡ikama-sho! —Y
echóaandarhacialapuertadelaverja.
—¡Anjín-san!—llamóMariko.
—¿Hai?
Blackthorne se detuvo. Fujiko le hizo una reverencia y habló rápidamente con
Mariko.
Estaabriómucholosojos,despuésasintióconlacabeza,respondióylehablóa
Omi,elcualasintióasuvez,visiblementefurioso,peroconteniéndose.
Fujikogritóalgo,ydesdedentrodelacasalerespondieron.Unadoncellasalióa
lagalería.Llevabadossablesenlasmanos.Sablesdesamurai.
Fujiko los tomó, respetuosamente, y los ofreció a Blackthorne, inclinándose y
hablandodulcemente.
—Tu consorte —explicó Mariko— ha dicho, con razón, que un hatamoto está
obligadoallevarlosdossablesdelsamurai.Piensaqueseríaincorrectoquefuesesa
veralseñorYabúsinllevarlos.Preguntasiteimportausaréstos,quenovalennada,
hastaquepuedascomprarlostuyos.
Blackthornelamirófijamente.
—¿Quiere decir eso que soy samurai, que el señor Toranaga me ha hecho
samurai?
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—No lo sé, Anjín-san. Pero nunca hubo un hatamoto que no fuese samurai.
Nunca. —Mariko se volvió y preguntó a Omi. Este movió la cabeza, con
impaciencia, y respondió:—Omi-san tampoco lo sabe. Pero un hatamoto goza del
privilegio especial de llevar siempre sus sables, incluso en presencia del señor
Toranaga.Yesundeber,porqueformapartedesuguardiafielypersonal.
Blackthornecogióelsablecortoylointrodujoensucinto,ydespuésellargo,tal
comolollevabaOmi.Armado,sesentíamejor.
—Arigatogoziemashita,Fujiko-san—dijo,amediavoz.
Ellabajólosojosyrespondióenvozbaja.Marikotradujo.
—Fujiko-san dice que, ya que debes aprender correcta y rápidamente nuestra
lengua, señor, se permite observar humildemente que decir domo es más que
suficiente para un hombre. Arigato, con o sin goziemashita, es una cortesía
innecesaria,unaexpresiónquesóloempleanlasmujeres.
—Hai. Domo. Wakarimasu, Fujiko-san. —Blackthorne la miró francamente por
primeravez,comosilaconocieseahora.Vioelsudordesufrenteyelbrillodesus
manos,susojossesgados,sucaracuadradaysusdientesdehurón.—Porfavor,dilea
miconsorteque,enestecaso,noconsideroquearigatogoziemashitaseaunacortesía
innecesaria.
Yabúvolvióamirarlossables.Blackthorneestabasentado,conlaspiernascruzadas,
sobreuncojín,delantedeél,enlugardehonor,conMarikoaunladoeIgurashial
otro.Estabanenelsalónprincipaldelafortaleza.
Omiacabódehablar.
Yabúseencogiódehombros.
—Hashechomal,sobrino.LaconsorteteníaeldeberdeprotegeraAnjín-sanysu
propiedad.Yéltieneahoraderechoallevarlossables.Pídeledisculpas.
Omiselevantóinmediatamente,searrodillódelantedeBlackthorneyseinclinó.
—Pidodisculpaspormierror,Anjín-san.
Mariko le dijo que el bárbaro aceptaba las disculpas. Omi se inclinó de nuevo,
volvióasusitioysesentó.Perosucalmaerasóloaparente.Ahoraleconsumíauna
idea:mataraYabú.
Habíadecididohacerloinconcebible:mataralseñorfeudalyjefedesuclan.
Perosudecisiónnoteníanadaqueverconestahumillaciónenpúblico,aunquela
injusticiadeYabú,quelehabíaordenadoapoderarsedelaspistolas,aumentabamás
elodioqueleobsesionaba.Larazónprincipaleraque,hoy,Yabúhabíainsultadoasu
madreyasuesposapúblicamente,enpresenciadeloslugareños,haciéndolasesperar
durantehorasbajoelsol,comounascampesinas,ydespuéslashabíadespedidolisay
llanamente,comoaunascampesinas.
—Noimporta,hijomío—lehabíadichosumadre—.Estabaensuderecho.
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—Esnuestroseñorfeudal—habíadichoMidori,suesposa,mientraslágrimasde
vergüenzasurcabansusmejillas—.Porfavor,perdónale.
—Y no os invitó a ninguna de las dos a saludar a él y a sus oficiales, en la
fortaleza —había dicho Omi —. ¿Y la comida que habíais preparado? ¡Sólo los
manjaresyelsakécostaronunkokú!
—Esnuestrodeber,hijomío.DebemoshacercuantoquieraelseñorYabú.
—¿Ylaordenacercademipadre?
—Todavíanoesunaorden.Esunrumor.
—ElmensajedemipadredecíaquehabíaoídodecirqueYabúleordenaráquese
afeitelacabezaysehagamonje,obienqueserajeelvientre.¡LaesposadeYabúse
jactadeelloenprivado!
—Estolomurmuróunespíaatupadre.Ylosespíasnosonsiempredefiar.Lo
siento,hijomío,perotupadrenoessiempreprudente.
—¿Yquéharástú,madre,sinoesunrumor?
—Todoloqueocurreeskarma.Debesaceptarelkarma.
—No,estosinsultossonintolerables.
—Porfavor,hijomío,aguántalos.
—DiaYabúlallavedelbarco,lallavedeAnjín-sanydelosnuevosbárbaros,y
la manera de librarse de la trampa de Toranaga. Gracias a mí, se ha ganado un
prestigio inmenso. Con el simbólico regalo del sable, ahora es el segundo de
ToranagaenlosejércitosdelEste.¿Yquéreciboacambio?Suciosinsultos.
—Aceptatukarma.
—Telosuplico,marido,escuchaatuseñoramadre.
—MikarmaesdestruiraYabú.
Laancianahabíasuspirado.
—Muybien.Túeresvarón.Tienesderechoadecidir.Loquedebaser,será.Pero
lamuertedeYabúnoesnadaporsísola.Debemostrazarunplan.Suhijodebeser
también eliminado, lo mismo que Igurashi. Sobre todo Igurashi. Entonces, tu padre
gobernaráelclan,comoesdejusticia.
—¿Cómoloharemos,madre?
—Túyyotrazaremosunplan.Ytenpaciencia,¿neh?Despuésloconsultaremos
con tu padre. Y también tú, Midori, podrás dar tu opinión, pero procurando que no
seavana,¿neh?
—¿YquépiensasdelseñorToranaga?
DiosusableaYabú.
—CreoqueelseñorToranagasóloquierequeIzúseaEstadovasallofuerte.No
un aliado. Él no quiere aliados, como tampoco los quería el Taiko. Nuestro clan
prosperarácomovasallodeToranaga.¡OcomovasallodeIshido!Delqueelijamos,
¿neh?
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Omirecordabaahoraelentusiasmoquehabíasentidounaveztomadaladecisión
final. Pero nada de ello se traslucía en su semblante, mientras unas doncellas,
cuidadosamenteencogidaseimportadasdeMishima,paraYabú,servíanelchayel
vino. Observó a Anjín-san, a Mariko y a Igurashi. Todos esperaban que Yabú
empezase.
La estancia era grande y aireada, suficiente para que treinta oficiales pudiesen
comer, beber y charlar en ella. Miró a través del shijo abierto. Había muchos
centinelas en el patio. Había una caballeriza. La fortaleza estaba protegida por un
foso. La empalizada había sido construida con bambúes gigantescos, fuertemente
entrelazados.Grandescolumnascentralessosteníaneltejado.
Por orden de Yabú, Omi había saqueado cuatro pueblos para obtener los
materiales con los que construir esta casa y la otra, e Igurashi había traído muchos
tatamisyesterillasdecalidadyotrascosasquenopodíanadquirirseenelpueblo.
Omiestabaorgullosodesutrabajo.Uncampamentoparatresmilsamuráishabía
sidopreparadoenlallanacimadelamesetaquedominabalascarreterasconducentes
a la aldea y el mar. Ahora, el pueblo estaba perfectamente guardado por tierra. En
cuantoalmar,habíamúltiplesmanerasdeavisaralseñorfeudalquequisieseescapar.
«Peroahoranotengoseñor.¿Aquiénserviré?—sepreguntabaOmi—.¿AIkawa
Jikkyu?¿OdirectamenteaToranaga?¿MedaríaToranaga,acambio,loquedeseo?
¿O a Ishido? Pero es muy difícil acercarse a Ishido, ¿neh? Aunque podría decirle
muchascosas…»
Aquellatarde,YabúhabíaconvocadoaIgurashi,aOmiyaloscuatrocapitanes
principales,yhabíapuestoenmarchasuplanclandestinoparaeladiestramientode
losquinientosfusilerossamurais.Igurashiseríaelcomandante,yOmimandaríauna
de las centurias. Habían convenido la manera de incorporar a estas unidades los
hombresdeToranaga,cuandollegasen,ydeneutralizarlossiresultabantraidores.
Omi había sugerido que se formase otro cuadro, absolutamente secreto, de tres
unidadesdeciensamuraiscadauna,elcualseríaadiestradodisimuladamentealotro
lado de la península, como reserva y como medida de precaución, contra cualquier
maniobratraidoraporpartedeToranaga.
—¿Quién mandará los hombres de Toranaga? ¿A quién enviará como
lugarteniente?—habíapreguntadoIgurashi.
—Lomismoda—habíadichoYabú—.Yodesignarésuscincoayudantes,conla
misión de cortarle el cuello en caso necesario. La palabra clave para ordenar su
muerteyladetodoslosforasterosserá«Ciruelo».Mañana,Igurashi-san,escogerás
loshombres.Yoconfirmaréelnombramientodecadauno,yningunodeellosdebe
conocer,demomento,miestrategiatotaldelregimientodefusileros.
Omi, al observar ahora a Yabú, saboreaba el recién descubierto éxtasis de la
venganza.MataraYabúseríafácil,perodebíahacersedelamanerayenelmomento
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oportunos.Sóloentoncespodríansupadreosuhermanomayoradquirireldominio
delclanydeIzú.
Yabúfuealgrano:
—Mariko-san, sírvete decir a Anjín-san que quiero que mañana empiece a
enseñar a mis hombres a disparar como los bárbaros, y que quiero saber todo lo
relativoalamaneradeguerreardelosbárbaros.
—Losiento,Yabú—san—lerecordóMariko—,perolasarmasnollegaránhasta
dentrodeunosseisdías.
—Mis hombres tienen las suficientes para empezar —replicó Yabú—. Y quiero
queempiecemañana.
MarikohablóaBlackthorne.
—¿Quéquieresabersobrelaguerra?—preguntóéste.
Hadichoquetodo.
—¿Qué,enparticular?
MarikopreguntóaYabú.
—Yabú—sandicesihasluchadoenalgúncombateentierra.
—Sí.EnlosPaísesBajos.YunavezenFrancia.
—Yabú—san dice: excelente. Quiere conocer la estrategia europea. Y quiere
sabercómosecombateenvuestrospaíses.Detalladamente.
Blackthornepensóunmomento.Después,dijo:
—Dile a Yabú—san que puedo adiestrar a cualquier número de hombres y que
conozcoperfectamenteloqueélquieresaber.
Lociertoeraquetambiénhabíaaprendidomucho,graciasafrayDomingo,sobre
la manera de luchar de los japoneses. «Escucha —le había dicho—, mis ovejas de
estacárcelhansidomismaestrosenloconcernientealartebélicodelJapón.Ahora
sécómocombatensusejércitosycómoselespuedederrotar.Recuerdaestesecreto,
porloquemásquieras:nopongasalserviciodelaferocidadjaponesalasarmasylos
métodosmodernos,sinoquieresquenosdestruyanentierra.»
BlackthorneseencomendóaDiosyempezó:
—DilealseñorYabúquepuedoayudarlemuchísimo.AélyalseñorToranaga.
Puedohacerinvenciblesasusejércitos.
—ElseñorYabúdiceque,situinformaciónresultaútil,Anjín-san,aumentaráel
salario de doscientos cuarenta kokú que te ha asignado el señor Toranaga, a
quinientos,cuandohayatranscurridounmes.
—Dalelasgracias.Perodileque,sihagoestoporél,lepidoacambiounfavor:
quederoguesudecretosobrelaaldea,yquemedevuelvamibarcoymitripulación
dentrodecincomeses.
—Nopuedesregatearconélcomounmercader,Anjín-san—dijoMariko.
—Teloruego.Pídeselohumildemente,comounfavor.
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—Yabú—sandicequelaaldeacarecedeimportanciaynodebepreocuparte.En
cuanto al barco, está bajo el cuidado del señor Toranaga. Está seguro de que te lo
devolverápronto.MehadichoquelopidaalseñorToranagaencuantollegueaYedo.
Yloharé,Anjín-san.
—Por favor, presenta mis disculpas al señor Yabú, pero debo insistir en que
derogueeldecreto.Estanoche.
—Yahadichoqueno,Anjín-san.Seríaunaimpertinencia.
—Sí,locomprendo.Peropídeselodenuevo.Comounruego.
—Dicequedebestenerpaciencia.Quenotepreocupesdelosaldeanos.
Blackthorneasintióconlacabezaytomóunadecisión.
—Por favor, da las gracias a Yabú—san, pero dile que no puedo vivir con la
vergüenza de tener la aldea sobre mi conciencia. Me siento deshonrado. No puedo
soportarlo. Va contra mis creencias cristianas. Tendré que suicidarme
inmediatamente.
—¿Suicidarte?
—Sí,estoyresuelto.
—¿Nanja,Mariko-san?—interrumpióYabú.
Ellatradujo,tartamudeando,loquehabíadichoBlackthorne.Yabúlainterrogóy
ellarespondió.Después,Yabúdijo:
—Sinofueseportureacción,pensaríaqueesunabroma,Mariko-san.¿Porqué
estástanpreocupada?¿Creesquehahabladoenserio?
—Nolosé,señor.Parece…Nolosé…
—¿Quépiensastú,Omi-san?
—El suicidio es contra la fe cristiana, señor. Nunca se suicidan como nosotros,
comolohaceunsamurai.
Yabúsorbióunpocodesaké.
—Dile, Mariko-san, que el suicidio no es una costumbre bárbara. Es un acto
contrasuDioscristiano.¿Cómopuedesuicidarse?
Marikotradujo.YabúobservóatentamentemientrasBlackthornerespondía:
—Anjín-sansedisculpacongranhumildad,perodiceque,seaonocostumbre,lo
quieraonoloquieraDios,estavergüenzadelaaldealeesinsoportable.Diceque…
que está en el Japón, que es hatamoto y que tiene derecho a vivir según nuestras
leyes.—Susmanostemblaban.—Asílohadicho,Yabú—san.Derechoavivirsegún
nuestrascostumbres…,segúnnuestraley.
—Losbárbarosnotienenderechos.
—ElseñorToranagalohahechohatamoto.Estoledaderechos,¿neh?
Labrisarepicósobrelosshojis.
—¿Cómosesuicidaría?¿Eh?Pregúntaselo.
Blackthorne desenvainó el sable corto y afilado, y lo dejó suavemente sobre el
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tatami,conlapuntahaciaél.
—¡Esunafanfarronada!—exclamósimplementeIgurashi—.¿Cuándosehavisto
aunbárbaroactuarcomounapersonacivilizada?
Yabúfruncióelceño.
—Esunhombrevaliente,Igurashi-san.Yextraño.Pero,¿eso…?—Yabúdeseaba
contemplar el acto, presenciar la acción del bárbaro, ver cómo iba a la muerte,
experimentar con él el éxtasis de la partida. Pero, haciendo un esfuerzo, frenó el
impulsodesupropioplacer.—¿Quéaconsejas,Omi-san?—preguntó,convozronca.
—Tú,señor,dijistealpueblo:«SiAnjín-sannoaprendesatisfactoriamente..»Yo
teaconsejoquehagasunaligeraconcesión.Dilequeloqueaprendadentrodecinco
mesesserá«satisfactorio»,peroque,acambio,debejurarporsuDiosquenorevelará
estoalpueblo.
—Peroélnoescristiano.¿Dequévaldráestejuramento?
—Yo creo que es una especie de cristiano, señor. Es enemigo de las Sotanas, y
esto es importante. Creo que se sentirá obligado por un juramento por su Dios. Y
tambiénjurará,ennombredeDios,quepondrátodasuinteligenciaenaprenderyen
serviros. Como es listo, habrá aprendido mucho dentro de cinco meses. De este
modo, tu honor quedará a salvo, y también el suyo, si es que lo tiene. No pierdes
nada,yloganastodo.Además,yestoesimportante,teserálealporsulibrevoluntad.
—¿Creesquesemataría?
—Sí.
—¿Ytú,Mariko-san?
—Nolosé,Yabú—san.Losiento,peronopuedoaconsejarte.Haceunashoras,
habríadichoqueno,quenosesuicidaría.Ahora,nolosé.Es…,desdequeOmi-san
vinoabuscarloestanoche…,es…diferente.
—¿Igurashi-san?
—Si cedes ahora, y es una baladronada, empleará este truco continuamente. Es
astutocomounkami-zorro,todoslohemosvisto,¿neh?Algúndíatendrásquedecir
«no».Yoteaconsejoquelodigasahora.
Omiseinclinóhaciadelanteymoviólacabeza.
—Discúlpame, señor, pero debo repetir que, si dices que no, te expones a una
granpérdida.Siesunabaladronada,ypuedequelosea,sesentirállenodeodiopor
esta nueva humillación, pues no hay que olvidar que es orgulloso, y no te ayudará
hastaellímitedesusposibilidades,queesloqueteinteresa.
»Ha pedido algo que, como hatamoto, tiene derecho a pedir, y dice que quiere
vivirsegúnnuestrascostumbres,porsulibrevoluntad.¿Noesestounenormepaso
adelante, señor? Es maravilloso para ti y para él. Te aconsejo prudencia. Utilízalo
paratubien.
—Esloquepretendo—dijoYabú,convozronca.
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—Es valioso, sí —dijo Igurashi—, y necesitamos sus conocimientos. Pero hay
quedominarlo,túmismolohasdichomuchasveces,Omi-san.Esbárbaro.¡Oh!Ya
séquehoyeshatamotoyquepuedellevardossablesdesdeahora.Peroestonohace
deélunsamurai.Noessamurai,ynuncaloserá.
Blackthorne,ensimismado,mirabaalolejos.Perohabíagotasdesudorsobresu
frente. «¿Son de miedo? —pensó Yabú —. ¿Miedo de que se descubra su
fanfarronada?.»
—Mariko-san.
—¿Sí,señor?
—Dile…—Yabúsintiódeprontolabocasecayundolorenelpecho.—Dilea
Anjín-sanqueeldecretosigueenpie.
—Perdonadme,señor,peroospidoencarecidamentequeescuchéiselconsejode
Omi-san.
Yabúnolamiró.MirabasóloaBlackthorne.Latíaunavenadesufrente.
—Anjín-sandicequeestáresuelto.Sea.Veamossiesbárbaro…ohatamoto.
LavozdeMarikosehizocasiimperceptible.
—Anjín-san,Yabú—sandicequeeldecretosigueenpie.Losiento.
Blackthorneoyólaspalabras,peronoleturbaron.Mientrasesperaba,noleshabía
escuchadoniobservado.Habíaadquiridouncompromiso.Elrestoestabaenmanos
de Dios. Se había encerrado dentro de su propia cabeza y oído una y otra vez las
mismaspalabras,laspalabrasquelehabíandadolaclavedelavidaaquí,laspalabras
que seguramente le había enviado Dios, por medio de Mariko: «Hay una solución
muy fácil: morir. Para sobrevivir aquí, tendrías que vivir según nuestras
costumbres…»
«Así,pues,tengoquemorir.
«Deberíaestarespantado,peronoloestoy.
»¿Porqué?
»Nolosé.Sóloséque,desdeelmomentoenquedecidíquelaúnicamanerade
viviraquícomounhombreeraseguirsuscostumbres,desafiaralamuerte,morir—
tal vez morir—, se extinguió de pronto mi miedo a la muerte.»La vida y la muerte
sonlamismacosa…Dejaelkarmaalkarma.»
»Notengomiedoamorir.
»Mividahasidobuena»—pensó.
—Wakarimasu—dijoclaramente,mirandoaYabú.
Nadiesemovió.
Observó cómo su mano derecha agarraba el cuchillo. Después, la izquierda se
cerrótambiénsobrelaempuñadura,ylahojaapuntósintemblarasucorazón.Ahora
sólooíaelsonidodesuvida,quecrecíaycrecía,ysehacíamásymásfuerte,hasta
quenopudoseguirescuchando.Sualmaclamóporeleternosilencio.
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Esteclamordesatósusreflejos.Susmanosempujaronelcuchilloendirecciónal
blanco.
Omi estaba preparado para detenerlo, pero no había esperado un impulso tan
súbitoytanferozporpartedeBlackthorne,y,alagarrarelpuñoconladiestrayla
hojaconlaizquierda,sintióundoloragudoybrotósangredesumano.Pusotodasu
fuerzaencontrarrestarladeBlackthorne.Entonces,Igurashiloayudó.Juntospararon
el golpe. Le arrancaron el cuchillo. Una gota de sangre brotó de la piel, sobre el
corazón de Blackthorne, en el sitio donde había empezado a penetrar la punta del
arma.
MarikoyYabúnosehabíanmovido.
—Dile —dijo Yabú—que lo que aprenda será suficiente, Mariko-san.
Ordénale…,no,pídeleaAnjín-sanquejuresegúndijoOmi.TodotalcomodijoOmi.
Blackthorne volvió despacio de la muerte. Los miró a ellos y al cuchillo desde
unadistanciaenorme,sincomprender.Volvióafluirsutorrentevital,peroélnocaptó
susignificación,porquesecreíamuerto.
—¡Anjín-san!¡Anjín-san!
Vioqueloslabiosdeellasemovíanyoyósuspalabras.
«Estoyvivo—sedijo,maravillado—.Noestoymuerto.¡Estoyvivo!.»
Losotrospermanecíansentadosensilencio,esperandopacientemente,honrando
subravura.NadiehabíavistoenelJapónloqueellosacababandever.
Un servidor trajo una venda y vendó con ella la mano de Omi, cortando la
hemorragia del profundo corte. Todo estaba callado. De vez en cuando, Mariko
pronunciabasunombreenvozqueda,mientraslosotrossorbíanchaosaké.
Para Blackthorne aquella «no vida» parecía prolongarse eternamente. Pero, de
pronto,susojosvieronysusoídosoyeron.
—¿Anjín-san?
—Hai.
Mariko repitió lo que Omi había dicho, como si procediese de Yabú. Tuvo que
repetirlovariasvecesparaasegurarsedequeéllocomprendíaclaramente.
Blackthornereuniósusúltimasfuerzas,gozandolasmielesdelavictoria.
—Mipalabraesbastante,comoesbastantelasuya.Sinembargo,jurarépormi
Dioscomoéldesea.Sí.YYabú—sanjuraráigualmenteporsudioscumplirsuparte
deltrato.
—ElseñorYabúdicequesí,quelojuraporelseñorBuda.
Por consiguiente, Blackthorne juró como quería Yabú. Aceptó un poco de cha.
Nunca le había sabido tan bien. La taza parecía muy pesada y no pudo sostenerla
muchorato.
—¿Porquénodescansasahora,Anjín-san?ElseñorYabútedalasgraciasydice
queseguiráhablandocontigomañana.Ahoradebesdescansar.
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—Sí,gracias.Mesentarábien.
—¿Creesquepuedesponerteenpie?
—Sí.Creoquesí.
—Yabú—san pregunta si deseas un palanquín. Blackthorne lo pensó. Por fin,
decidióqueunsamuraiteníaqueandar…,quetratardeandar.
—No,gracias—dijo,aunquelehabríagustadotumbarse,dejarsellevar,cerrarlos
ojosydormirseinmediatamente.
Lentamente,cogióelcuchilloyloobservó.Después,lointrodujoenlavaina,y
tardóenellomuchotiempo.
—Sientosertanlento—murmuró.
—No debes sentirlo, Anjín-san. Hoy has vuelto a nacer. Esta es otra vida, una
vida nueva —dijo Mariko, llena de orgullo por él—. Son pocos los que pueden
volver.Nololamentes.Sabemosqueestorequieregranfortaleza.¿Puedoayudarte?
—No.No,gracias.
Peronopudolevantarseenseguida.Tuvoqueemplearlasmanosparaponersede
rodillas y, después, tuvo que hacer una pausa para recobrar fuerzas. Por último, se
irguióysetambaleó,peronollegóacaerse.
Yabúhizounareverencia.YMarikoyOmieIgurashi.
Blackthornediolosprimerospasoscomounborracho.Seagarróaunacolumnay
sesostuvounmomento.Después,reanudólamarcha.Setambaleaba,perocaminaba,
solo. Apoyaba una mano en la empuñadura del sable largo y llevaba erguida la
cabeza.
Yabú respiró hondo y bebió un largo trago de saké. Cuando pudo hablar, dijo a
Mariko:
—Sigúelo,porfavor.Cuidadequelleguesanoysalvoacasa.
Cuandoellahubosalido,YabúsevolvióaIgurashi.
—¡Eresuntontorepugnante!
Inmediatamente,Igurashitocólaesteraconlafrente.
—Era una baladronada, ¿neh? Tu estupidez ha estado a punto de costarme un
tesoroinapreciable.
—Sí, señor, tienes razón, señor. Te pido permiso para quitarme la vida
inmediatamente.
—¡Sería demasiado bueno para ti! ¡Vete, y vive en la caballeriza hasta que te
envíeabuscar!Duermeconlosestúpidoscaballos.
—Sí,señor.Tepidodisculpas,señor.
—¡Lárgate!Omi-sanmandarálosfusileros.¡Vete!
Las velas oscilaron y chisporrotearon. Una de las doncellas dejó caer una
diminutagotadesakésobrelamesitabarnizada,yYabúlamaldijofuriosamente.Las
otrasseexcusaronalpunto.Elsedejóapaciguaryaceptómásvino.
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—¿Unabaladronada?Asílodijo.¡Estúpido!¿Porquéestoysiemprerodeadode
tontos?
Ominodijonada,perorióparasusadentros.
—Perotúnoerestonto,Omi-san.Tuconsejoesvalioso.Tufeudoquedadoblado
desde hoy. Seis mil kokú. A partir del año próximo, toma treinta ri alrededor de
Anjirocomofeudo.
Omi se inclinó sobre la estera. «Yabú merece morir, pensó, burlón, por lo fácil
queesdemanejar.»
—Nomerezconada,señor.Sólocumplímideber.
—Sí. Pero el señor feudal debe recompensar la fidelidad y el cumplimiento del
deber.Suzu—dijoaunadelasdoncellas—.DiaZukimotoquevenga.
—¿Cuándoempezarálaguerra?—preguntóOmi.
—Esteaño.Talveztardeseismeses,talvezno.¿Porqué?
—TalvezdamaMarikodeberíaquedarsemásdetresdías.Paraprotegerte.
—¿Eh?¿Porqué?
—EllaeslabocadeAnjín-san.Este,consuayuda,puedeadiestrarenmediomes
aveintehombres,loscualespodránadiestraracien,yestoscien,atodoslosdemás.
Después,pocoimportaquevivaoquemuera.
—¿Porquéhabríademorir?
—Puede repetirse el desafío y ser diferente el resultado. Y, cuando tengas la
informaciónquedeseas,¿dequéteservirá?
—Denada.
—Necesitasaprenderlaestrategiadeguerradelosbárbaros,perohasdehacerlo
rápidamente. El señor Toranaga puede enviarlo a buscar, por consiguiente, debes
teneralamujeraquíelmayortiempoposible.Mediomesdeberíabastarparasacarle
todoloquesabe.Aunquetendrásquehacerpruebasyadaptarsusmétodosanuestro
estilo.
—¿YToraNaga-san?
—Estará de acuerdo, si lo planteamos correctamente, señor. Tiene que estarlo.
Las armas son tan suyas como tuyas. Y la presencia de Mariko aquí es también
valiosaenotrossentidos.
—Sí—dijoYabú,consatisfacción,pueslaideadetenerlacomorehénselehabía
ocurridoyaenelbarco,cuandoplaneabaofreceraIshidoelsacrificiodeToranaga—.
Ciertamente,hayqueprotegeraTodaMariko,paraquenocaigaenmalasmanos.
—Sí.YtalvezpodríaserelmediodedominaraHiro-matsu,aBuntaroyatodo
suclan.InclusoaToranaga.
—Redactaelmensajeacercadeella.
—Mi madre tuvo hoy noticias de Yedo, señor —dijo Omi, como sin darle
importancia—.MepidióquetedijesequedamaGenjikohadadoelprimernietoa
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Toranaga.
Yabú se puso inmediatamente alerta. ¡El nieto de Toranaga! Podría dominar a
Toranaga,¿neh?¿Cómopodríatomarlocomorehén?
—¿YdamaOchiba?—preguntó.
Salió de Yedo con todo su séquito. Hace tres días. Pero ahora está a salvo en
territoriodelseñorIshido.
YabúpensóenOchibayensuhermanaGenjiko.¡Quédiferenteseranlaunadela
otra! Ochiba, llena de vida, hermosa, astuta, incansable, la mujer más deseable del
Imperio, y madre del Heredero. Genjiko, su hermana menor, callada, reflexiva, de
rostro vulgar, dotada de una crueldad que se había hecho legendaria y que había
heredadodesumadre,unadelashermanasdeGoroda.Lasdoshermanassequerían,
peroOchibaodiabaaToranagayalossuyos,comoGenjikodetestabaalTaikoyasu
hijo Yaemón. Yabú se preguntó si el hijo de Ochiba sería realmente hijo del Taiko.
¡Cuántodaríaporsaberlarespuesta!¡Cuántodaríaporposeeraesamujer!
La doncella Suzu llamó discretamente y abrió la puerta. Zukimoto entró en la
estancia.
—¿Señor?
—¿DóndeestántodoslosregalosquemandétraerdeMishimaparaOmi-san?
—Están todos en el almacén, señor. Aquí está la lista. Los dos caballos pueden
escogerseenlacaballeriza.¿Quieresquelohagaahora?
—No.Omi-sanlosescogerámañana.
Yabú repasó la lista, cuidadosamente escrita: «Veinte quimonos (de segunda
calidad), dos sables, una armadura (reparada, pero en buenas condiciones), dos
caballos, armas (de la mejor calidad) para cien samurais. Valor total: cuatrocientos
veintiséis kokús. Además, el pedrusco llamado»La Piedra Expectante». Valor:
inestimable.»
Yabúpensóenaquellapiedra,enloslejanosdíaspasadosconsuveneradoseñor,
elTaiko,y,porúltimo,enlaNochedelosGritos.Leinvadiólamelancolía.Lavida
estristeycruel,pensó.MiróaSuzu.Ladoncellasonrióasuvez,vacilante,esbeltay
delicadísimacomolasotrasdos.Lastreshabíansidotraídasenpalanquíndesucasa
deMishima.Estanocheibandescalzas,vestíanquimonosdelamejorsedaysupiel
parecíamuyblanca.YabúadvirtiólapresenciadeZukimoto.
—¿Aquéesperas?¿Eh?¡Lárgate!
—Sí, señor. Pero me dijiste que te recordase lo de los impuestos, señor —y se
marchóapresuradamente.
—Doblarásinmediatamentetodoslosimpuestos,Omi-san—dijoYabú.
—Sí,señor.
—¡Cerdos campesinos! No trabajan como debieran. ¡Son todos ellos unos
perezosos!¡Yaeshoradequeasumansusresponsabilidades!
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Después,Yabúvolvióaltemaqueloobsesionaba:
—Anjín-sanmeasombróestanoche.¿Atino?
—¡Oh, sí, señor! Más que a ti. Pero estuviste acertado al ponerlo en un
compromiso.
—¿QuieresdecirqueIgurashiteníarazón?
—Simplemente admiro tu sabiduría, señor. Alguna vez tenías que decirle «no».
Creoquehicistebienendecírseloestanoche.
—Penséquesemataría.Sí.Mealegrodequeestuviesesapuntoparaimpedirlo.
Había pensado que lo estarías. Anjín-san es un hombre extraordinario, por ser
bárbaro,¿neh?Lástimaqueseataningenuo.
Yabúbostezó.AceptóelsakéqueleofrecíaSuzu.
—¿Hasdichomediomes?Mariko-sanestaráaquíduranteestetiempo,Omi-san.
Despuésdecidiréloquehayquehacerconella,yconél.Prontotendremosquedarle
otra lección. —Se echó a reír, mostrando sus mellados dientes.—Si Anjín-san nos
enseña cosas, ¿por qué no hemos de enseñárselas nosotros? Habría que enseñarle a
hacersecorrectamenteelharakiri.Seríadignodeverse,¿neh?¡Cuidadeello!Sí,creo
quelosdíasdelbárbaroestáncontados.
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CapítuloXXXII
Doce días más tarde llegó el correo de Osaka, acompañado de una escolta de diez
samurais.EnlaspuntasdelaslanzasondeabalaenseñadelomnipotenteConsejode
Regencia.
Elcorreoeraunsamuraienjutoymusculoso,dealtorango,unodelosprimeros
lugartenientesdeIshido.SellamabaNebaraJozenyteníafamaporsucrueldad.Su
quimonogrisestabahechotrizasymanchadodebarro.
—Disculpamiaspecto,Yabú—san,perometraeunasuntourgente—dijo—.Mi
señor pregunta primero: ¿por qué adiestras a soldados de Toranaga junto con los
tuyos?Segundo:¿porquéhacenlainstruccióncontantosmosquetes?
Yabúenrojecióporlarudezadelotro,y,almismotiempo,sesintiótrastornadoal
comprobarquesehabíaproducidounafiltraciónensusistemadesegundad.
—Sébienvenido,Jozen-san.Puedesaseguraratuseñorquesusinteresessonlo
quemáspesaenmicorazón—dijo,conunacortesíaquenoengañóanadie.
Estabanenlagaleríadelafortaleza.OmiestabasentadojuntoaYabú.Igurashi,
que había sido perdonado hacía unos días, se hallaba más cerca de Jozen, y había
variosguardiasparticularesasualrededor.
—¿Quémásdicetuseñor?
—Miseñorsealegrarádetuinterésporél.Yahora,volviendoalasarmasyala
instrucción,miseñorquisierasaberporquéNaga,elhijodeToranaga,eselsegundo
enelmando.Segundoenelmando,¿dequé?¿Yporquéeselbárbaroquien,según
parece, dirige la instrucción? La instrucción, ¿para qué? Sí, Yabú—sama, esto es
también muy interesante. —Jozen movió sus sables, para estar más cómodo,
alegrándosedetenerprotegidalaespaldaporsushombres.—Otracosa:ElConsejo
de Regencia se reunirá el primer día de la luna nueva. Dentro de veinte días. Se te
invitaoficialmenteairaOsaka,pararenovartujuramentodefidelidad.
AYabúlediounvuelcoelestómago.
»TengoentendidoqueelseñorToranagadimitió.
—Sí,Yabú—san,escierto.PeroelseñorItoTeruzumiocuparásusitio.Miseñor
seráelnuevoPresidentedelConsejo.
Yabúsintiópánico.Toranagahabíadichoqueloscuatroregentesnosepondrían
de acuerdo para designar el quinto. Ito Teruzumi era un pequeño daimío de la
provinciadeNegato,enHonshuoccidental,perosufamiliaeraantiguaydescendía
de la estirpe Fujimoto, y por esto era aceptable como regente, aunque fuese un
hombreinútilyafeminado.
—Será para mí un honor recibir su invitación —dijo Yabú, a la defensiva,
tratandodeganartiempoparapensar.
—Mi señor pensó que querrías ponerte en camino en seguida. De este modo,
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estaríasenOsakacuandosecelebrelareuniónoficial.Meordenóquetedijeseque
todoslosdaimíosrecibiránlamismainvitación.Inmediatamente.
Jozenlealargóundocumentooficial.
—Ciertamente, será para mí un privilegio presenciar la reunión oficial —dijo
Yabú,luchandopordominarsusemblante.
—Bien—dijoJozen.Sacóotrodocumento,lodesenrollóylomostró—.Estoes
una copia del nombramiento del señor Ito, firmado y autorizado por los demás
regentes.
Yabútomóeldocumento.Letemblabanlosdedos.Suautenticidaderaindudable.
Había sido avalado por dama Yodoko, viuda del Taiko, la cual afirmaba que el
documentoeralegítimoyhabíasidofirmadoensupresencia.
—LosseñoresdeIwari,Mikawa,SurugayTotomi,hanaceptadoya—dijoJozen
—. Aquí están sus sellos. Tú eres el penúltimo de mi lista. El último es el señor
Toranaga.
—Sírvetedarlasgraciasatuseñorydecirlequeesperoconilusiónelmomento
desaludarloyfelicitarlo—dijoYabú.
—Bien.Perodebesescribirlo.Ahoraseríaunbuenmomento.
—Estanoche,Jozen-san.Despuésdecenar.
—Muybien.Ahorapodríamosiraverlainstruccióndelastropas.
—Hoy no hay instrucción. Todos mis hombres están realizando una marcha
forzada—dijoYabú,que,enelmomentodeentrarJozenysushombresenIzú,había
ordenado que cesaran los disparos y que continuase el ejercicio, con armas
silenciosas, lo más lejos posible de Anjiro—. Mañana podrás acompañarme, si lo
deseas,almediodía.
—Bien. Ahora no me vendrá mal dormir un poco. Pero volveré al ponerse el
sol…, si me lo permites. Entonces, tú y tu comandante Omi-san, y el segundo
comandante,Naga-san,podréisexplicarme,eninterésdemiseñor,todoloreferentea
lainstrucción,lasarmas,etcétera.Ylodelbárbaro.
—El…Sí,desdeluego.—YabúsevolvióaIgurashi.—Preparahabitacionespara
nuestrohonorablehuéspedysushombres.
—Gracias, pero no es necesario —dijo rápidamente Jozen—. Una estera en el
sueloyunasillademontarcomoalmohada,sonsuficientesparaunsamurai.Tomaré
unbaño,sierestanamable…Acamparéenlacimadelacolina,naturalmente,silo
permites.
—Comoquieras.
Jozensaludóconrigidezysealejó,rodeadodesushombres.
Cuandosehubieronmarchado,lacaradeYabúsecontrajodefuror.
—¿Quiénmehatraicionado?¿Quién?¿Dóndeestáelespía?
—En Yedo, señor —dijo Igurashi—. Debe de estar allí. Aquí, la seguridad es
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perfecta.
—¡Oh,ko!—dijoYabú,apuntoderasgarselasvestiduras—.Mehantraicionado.
Estamosaislados.IzúyelKwantoestánaislados.Ishidohavencido.Havencido.
—Todavíafaltanveintedías,señor—dijorápidamenteOmi—.Envíaunmensaje
alseñorToranaga.Dileque…
—¡Tonto!—exclamóYabú—.Toranagayalosabe.Dondeyotengounespía,él
tienecincuenta.Mehadejadoenlatrampa.
—Nolocreo,señor—dijoOmi,impertérrito—.Iwari,Mikawa,TotomiySuruga
lesoncontrarios,¿neh?Nolehabránavisado.Porconsiguiente,esposiblequeaún
nolosepa.Infórmaleysugiérele…
—¿No lo has oído? —gritó Yabú—. Los cuatro regentes han aceptado el
nombramiento de Ito. Por tanto, el Consejo es legal, ¡y se reunirá dentro de veinte
días!
—La respuesta es sencilla, señor. Sugiere a Toranaga que haga asesinar
inmediatamenteaTeruzumioaotrodelosregentes.
Yabúsequedóboquiabierto.
—¿Qué?¿Tehasvueltoloco?
—Te ruego que tengas paciencia conmigo, señor. Anjín-san te ha dado unos
conocimientos preciosos, ¿neh? Más de lo que nunca pudimos imaginarnos. Ahora,
Toranaga lo sabe también, gracias a tus informes y, probablemente, a los de Nagasan.Sipodemosganareltiemponecesario,nuestrosquinientosmosquetesylosotros
trescientos te darán una fuerza irresistible. Ellos perderán la primera batalla. Y una
batalla,enelmomentoadecuado,puededarlavictoriatotalaToranaga.
—Ishidonotienequepresentarbatalla.Dentrodeveintedías,tendráelmandato
delEmperador.
—Ishidoesuncampesino,hijodeuncampesino.Esunembustero,yhuyedela
lucha,abandonandoasuscamaradas.
—¡Nosabesloqueestásdiciendo!
—EsloquehizoenCorea.Yoestabaallíylovi.Ymipadrelovio.Encambio,
ToranagaesunMinowara.Puedesfiartedeél.Teaconsejoquecuideslosinteresesde
Toranaga.
Yabúmoviólacabeza,conincredulidad.
—¿Estás sordo? ¿No has oído a Nebara Jozen? Ishido ha ganado. El Consejo
tendráelpoderdentrodeveintedías.
—Puedequelotenga.
—AunqueIto…¿Cómopodrías?No,esimposible.
—Toranaga podría hacerlo —dijo Omi, sabiendo que se había puesto en las
faucesdeldragón—.Teruegoquelopienses.
Yabúseenjugólacara.Sudabaportodossusporos.
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—Después de esta convocatoria, si se reúne el Consejo y yo no estoy presente,
puedodarmepormuertocontodomiclan,incluidotúmismo.Necesitoalmenosdos
meses para instruir al regimiento. Toranaga y yo no podríamos vencer a todos los
demás.No,estásequivocado.TengoqueapoyaraIshido.
—No tienes que salir para Osaka hasta dentro de diez días —dijo Omi— de
catorce,siquemasetapas.InformaenseguidaaToranagadeloquehadichoNebara
Jozen. Salvarás Izú y la casa de los Kasigi. Te lo suplico. Ishido te traicionará y
destruirá.IkawaJikkyuesparientesuyo,¿neh?
—Pero,¿yJozen?—exclamóIgurashi—.¿Eh?¡Quieresaberlotodoestanoche!
—Díselo.Contododetalle.Élnoesmásqueunlacayo—dijoOmi.Sabíaquese
jugabaeltodoporeltodo,peroteníaqueevitarqueYabúsepusiesealladodeIshido
yechaseaperdertodassusoportunidades—.Descúbreletusplanes.
Igurashiseopusoacaloradamente.
—EnelmomentoenqueJozenseenteredeloqueestamoshaciendo,enviaráun
mensajealseñorIshido.
—Seguiremosalmensajeroylemataremos.
—¡Silencio!—ordenóYabú—.Tuconsejoesunalocura.
Omi se inclinó ante el reproche, pero irguió de nuevo la cabeza y dijo
tranquilamente:
—Entonces, permite que ponga fin a mi vida, señor. Pero, primero, déjame
terminar. Faltaría a mi deber si no tratase de protegerte. Te pido este último favor,
comovasallofiel.
—¡Termina!
—AhoranohayConsejodeRegencia,portanto,elimpertinenteygroseroJozen
ysushombresnoestánprotegidoslegalmente,amenosquedesvaloraundocumento
ilegal, dejándote engañar como los otros, señor. No hay Consejo. No pueden
«ordenarte» nada, ni a ti, ni a nadie. ¿Y cuántos daimíos obedecerán antes de que
puedan darse órdenes legales? Sólo los aliados de Ishido, ¿neh? Este documento
significalaguerra,sí,perotepidoquelahagasatumanera,nocomoquiereIshido.
¡Recibesuamenazaconeldesprecioquemerece!Toranaganohasidovencidojamás
enelcombate.Ishido,sí.Toranagaestáenfavordelosbarcosydelcomercio.Ishido,
no.Toranagaquierelaflotadelbárbaro…,¿ynoseloaconsejastetúmismo?Ishido,
no.IshidocerraráelImperio.Toranagalomantendráabierto.Ishido,sigana,daráa
Ikawa Jikkyu tu feudo hereditario de Izú. Toranaga te dará todas las provincias de
Jikkyu.EreselprincipalaliadodeToranaga.¿Acasonoteregalósusable?¿Noha
puestolosmosquetesatudisposición?¿Nogarantizanlosmosqueteslavictoria,en
un ataque por sorpresa? Yo digo que Toranaga Minowara es tu única esperanza.
Debesirconél.
Seinclinóyesperóensilencio.YabúmiróaIgurashi.
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—¿Quédicestú?
—CoincidoconOmi-san,señor.—LacaradeIgurashireflejabasupreocupación.
—Encuantoamataralmensajero,seríapeligroso,señor.Tozenpodríaenviarotros
y…—Seinterrumpióamediafrase.—¡Palomasmensajeras!LasacémilasdeJozen
traíandoscestasdeellas.
—Tendremosqueenvenenarlasestanoche—dijoOmi.
—¿Cómo?Estaránguardadas.
—Nolosé,perodebemoseliminarlasoinutilizarlasantesdelaaurora.
—Igurashi —dijo Yabú—. Envía inmediatamente algunos hombres a vigilar a
Jozen.Entératedesisueltaalgunadesuspalomasmensajeras…hoy,ahora.
—Sugiero que enviemos también rápidamente nuestros halcones y halconeros
haciaelEste—añadióOmi.
—Sea—dijoYabú,entonoresignado.
CuandovolvióIgurashi,dijo:
—Semeacabadeocurrirunacosa,Omi-san.Muchodeloquehasdichosobre
JikkyuyelseñorIshidoesverdad.Perosiaconsejasquehagamos«desaparecer»a
losmensajeros,¿porquétenemosquejugarconJozen?¿Porquédecirlealgo?¿Por
quénolosmatamosatodosenseguida?
—¿Yporquéno?—afirmóOmi—.Admitoquetuplanesmejor,Igurashi-san.
AmbosmiraronaYabú.
—¿Nohayotramanera?—dijoéste.
Omisacudiólacabeza.Igurashihizolomismo.
—TalvezpodríanegociarconIshido—dijoYabú,impresionado,buscandouna
manera de salir de la trampa—. Tenéis razón en lo del tiempo. Tengo diez días,
catorcecomomáximo.¿CómomanejaraJozenytenertiempodemaniobrar?
—SeríaprudentesimularquevasairaOsaka—dijoOmi—.Peronadaperdemos
con informar a Toranaga en seguida, ¿neh? Una de nuestras palomas mensajeras
podríaestarenYedoantesdeponerseelsol.Quizá.Peronadaseperdería.
—PodríasinformaralseñorToranagadelallegadadeJozenydelareunióndel
Consejodentrodeveintedías—dijoIgurashi—.EncuantoalasesinatodelseñorIto,
seríademasiadopeligrosoponerloporescrito,¿neh?
—Deacuerdo.NadasobreIto.SindudaToranagapensaráenesto.Esevidente,
¿neh?
—Sí,señor.Inconcebible,peroevidente.
Omiesperóensilencio,buscandofrenéticamenteunasolución.Elhechodeque
hubiese decidido eliminar a Yabú y cambiar la jefatura del clan, no impedía que le
aconsejaseconsagacidad.
Yabúseinclinóhaciadelante,todavíaindeciso.
—¿HayalgunamaneradeeliminaraJozenyasushombressinpeligroparamí,y
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denocomprometermeendiezdías?
—Naga—dijosencillamenteOmi—.Utilízalocomoceboenunatrampa.
Al anochecer, Blackthorne y Mariko cabalgaron hasta la puerta de la casa de él,
seguidosporotrosjinetes.Ambosestabancansados.Ellacabalgabacomounhombre,
llevabapantalónanchoyunmantoceñidoporuncinturón,sombrerodealaanchay
guantes.
Unoscriadossujetaronlasbridasysellevaronloscaballos.Blackthornedespidió
a sus acompañantes en un japonés tolerable y saludó a Fujiko, que, orgullosa,
esperabaenlagalería,comodecostumbre.
—¿Puedo servirte, cha, Anjín-san? —preguntó ceremoniosamente, como de
costumbre.
—No—respondióél,comodecostumbre—.Primero,tomaréunbaño.Después,
sakéyunpocodecomida.
Enlacasadebaño,unservidorledespojódesuropa,yotroloenjabonó,lofrotó,
lelavóelcabelloyvertióaguasobreél,paraquitarlelaespumayelpolvo.Entonces,
completamentelimpio,semetiógradualmenteenlagranbañeradehierro—puesel
aguaestabamuycaliente—setumbóenella.
«¡Dios mío, qué delicia!», se dijo, dejando que el calor penetrase en sus
músculos.
OyóqueseabríalapuertaylavozdeSuwoqueledecía:
—Buenas tardes, mi amo —seguido de muchas palabras japonesas que no
entendió.
PerohoyestabademasiadocansadoparatratardeconversarconSuwo.
—Noconversación,Suwo—dijo—.Estanochequererpensar.
—Sí,miamo.Perdona,perodebesdecir:«Estanochequieropensar.»
—Estanochequieropensar—repitióBlackthorne,encorrectojaponés,tratando
de meterse en la cabeza los casi incomprensibles sonidos, contento de que lo
corrigiesen,perocansadodeello.
—¿Dóndeestáeldiccionariogramatical?—fueloprimeroquepreguntóaMariko
porlamañana—.¿LohapedidodenuevoYabú—sama?
—Sí.Tenpaciencia,Anjín-san.Llegarápronto.
—Me prometieron que llegaría con la galera y los soldados. Y no llegó. Suerte
quetúestásaquí.Sinti,seríaimposible.Esmuydifícil,Mariko-san.
—¡Oh, no, Anjín-san! El japonés es muy fácil de hablar, comparado con otras
lenguas. No hay artículos, ni conjugaciones de los verbos, ni infinitivos. Todos los
verbossonregularesyterminanenmasu,ypuededecirsecasitodoempleandosóloel
tiempopresente,sisedesea.Parainterrogar,bastaconañadirkaalverbo.Parauna
negación,secambiamasupormasen.¿Hayalgomásfácil?Yukimasusignificavoy,
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pero también, tú, él, ella va, o ellos van, o irán, e incluso podrían haber ido. Los
nombressonigualesensingularyenplural.Tsumasignificaesposaoesposas.Muy
sencillo.
—Bueno,¿ycómosemarcaladiferenciaentreyovoy,yakimasu,yellosfueron,
yukimasu?
—Porinflexión,Anjín-san,yporeltono.Escucha:yukimasu-yukimasu.
—Ambaspalabrassuenanexactamenteigual.
—Porquepiensasentulengua,Anjín-san.Paracomprendereljaponés,tienesque
pensarenjaponés.Noolvidesquenuestralenguaeslalenguadelinfinito.Tienesque
cambiar tu concepto del mundo. Aprender japonés es aprender un arte nuevo,
desligadodelmundo…Yesmuysencillo.
«Esunamierda»,murmuróél,eninglés,ysesintiómejor.
—Debesaprenderloscaracteresescritos—lehabíadichoMariko.
—Nopuedo.Tardaríademasiado.Nosignificannadaparamí.
—Enrealidad,sondibujossencillos,Anjín-san.Lostomamosdeloschinoshace
milaños.Fíjateenestesigno,osímbolo,deuncerdo.
—Nopareceuncerdo.
—Pero un día lo pareció, Anjín-san. Deja que te enseñe. Pon el símbolo de un
«tejado»sobreelsímbolodeun«cerdo».¿Quénosda?
—Uncerdoyuntejado.
—Pero,¿quésignificaesto,elnuevosigno?
—Nolosé.
—«Hogar». En los viejos tiempos, los chinos pensaban que un cerdo bajo un
tejadoeraelhogar.Noeranbudistas,comíancarne,y,poresto,uncerdorepresentaba
riqueza para los campesinos, y, por ende, un buen hogar. De aquí viene el signo.
Veamosesteotro.Unsímbolode«tejado»,unsímbolode«cerdo»yunsímbolode
«mujer».Un«tejado»sobredoscerdossignifica«contento».Un«tejado»sobredos
«mujeres»significa«discordia».¿Neh?
—¡Deacuerdo!
—Desdeluego,loschinossonmuyestúpidosenmuchascosas,ysusmujeresno
seeducancomotales.Entucasanohaydiscordia,¿verdad?
Ahora,enelduodécimodíadesurenacimiento,Blackthornepensabaenesto.No.
Aquínohabíadiscordia.Perotampocoeraunhogar.Fujikonoeramásqueunama
dellavesdeconfianza,yestanoche,cuandoélsefueseadormir,lehabríapreparado
ellechoyestaríaarrodilladajuntoaéste,pacienteeinexpresiva.
—Gracias,señora—lediríaél—.Buenasnoches.
Yellasaludaríaysemarcharíaensilencioalahabitacióndelotroladodelpasillo,
contiguaaaquellaenquedormíaMariko.Ysiélselevantabaporlanoche,pronto
apareceríaFujikoysesentaríacalladamenteasulado,porqueeracostumbrequela
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esposaolaconsortenodurmiesecuandosuseñorestabadespierto.
Fujiko estaba siempre levantada y esperando cuando él llegaba a casa. Algunas
noches,Blackthornebajabasoloalaplaya.Y,aunqueinsistíaenquelodejasensolo,
sabíaqueloseguíanylovigilaban.Noporquetemiesenquetratasedeescapar,sino
porque era costumbre atender continuamente a las personas importantes. Y él era
importanteenAnjiro.
ConeltiempoaceptólapresenciadeFujiko.EraloquelehabíadichoMariko:
«Piensaenellacomoenunapiedra,ounshoji,ounapared.Sudeberesservirte.»
ConMarikoeradistinto.
Se alegraba de que ella se hubiese quedado. Sin su presencia no habría podido
empezarlainstruccióny,muchomenos,explicarlascomplicacionesdelaestrategia.
YbendijoaMariko,yafrayDomingo,yaAlbanCaradoc,yasusotrosmaestros.
Nuncacreíaquepudiesesacaralgoútildelasbatallas,pensóunavezmás.Una
vez, cuando su barco llevó un cargamento de lana inglesa a Amberes, un ejército
españolatacólaciudad,ytodosloshombresacudieronalasbarricadasyalosdiques.
Elimprevistoataquefuerechazado.FuelaprimeravezquevioaGuillermo,duque
de Orange, empleando los regimientos como piezas de ajedrez. Avanzando,
retrocediendo con simulado pánico, contraatacando, rompiendo las filas de los
Invencibles,entreolorasangre,apólvora,aorines,acaballosyaestiércol,sintiendo
lafrenéticaalegríadematarylafuerzadeveintehombresenlosbrazos.
«¡Diosmío,quéespléndidoestriunfar!»,dijoenvozalta,desdesubañera.
—¿Señor?—dijoSuwo.
—Nada—respondióenjaponés—.Pensaba.Sólopensaba…,enaltavoz.
—Comprendo,miamo.Sí.Perdona.
Blackthorne volvió a sus pensamientos. «Mariko. Sí, tenía para él un valor
incalculable.»
Despuésdeaquellaprimeranochedesusuicidiofrustrado,nosehabíavueltoa
hablardeello.¿Quéhabíaquedecir?
«Me alegro de que haya tanto que hacer —pensó —. Así no tengo tiempo para
pensar, salvo durante estos minutos en el baño. Falta tiempo para todo. Tengo que
concentrarme en la instrucción y en la enseñanza, pero deseo aprender, trato de
aprender,necesitoaprender,paracumplirlapromesaquelehiceaYabú.Mefaltan
horas. Llego agotado a la cama, me duermo instantáneamente, para levantarme al
amanecer y galopar a la meseta, donde enseño la instrucción toda la mañana y
despachounacomidafrugal,nuncasatisfactoria,siempresincarne.Después,todala
tarde, y a veces hasta bien entrada la noche, con Yabú, Omi, Igurashi, Naga,
Zukimotoyotroscuantosoficiales,hablandodeguerra,respondiendoasuspreguntas
sobrelaguerra,mientraslosescribastomannotas.Muchas,muchísimasnotas.
»Aveces,sóloconYabú.
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»PeroMarikoestásiemprepresente.Mariko,queseportaconmigodeunmodo
diferente,queyanoesunaextraña.
«Otros días, los escribas releen sus notas, comprobándolas meticulosamente,
revisándolasunayotravez,hastaquehoy,despuésdedocedíasydeunascienhoras
dedetalladasexplicaciones,empiezaatomarformaunmanualdeguerra.Exacto.Y
letal.
«Letal,¿paraquién?Noparanosotros,inglesesuholandeses,quevendremosaquí
ensondepazysólocomocomerciantes.LetalparalosenemigosdeYabúyparalos
enemigos de Toranaga, y para nuestros enemigos portugueses y españoles, cuando
traten de conquistar el Japón. Como lo han hecho en todas partes, en todos los
territoriosreciéndescubiertos.Primero,lleganloscuras.Después,losconquistadores.
Peronoaquí—pensó,muysatisfecho—.Noaquí…,ahora.»
—¿Anjín-san?
—¿Hai,Mariko-san?
—Yabúwakidennogoshussekiokon-yaivahitsuyotosenutooserareru,Anjínsan.
Las palabras se formaron lentamente en su cabeza: «El señor Yabú no tiene
necesidaddeverteestanoche.»
—Ichi-ban—dijoél,encantado—.Domo.
—Gomennasai,Anjín-san.Anatawa…
—Sí,Mariko-san—lainterrumpióél,pueselcalordelaguaminabasuenergía—.
Séquehabríatenidoquedecirlodeotromodo,peroahoranoquierohablarmásen
japonés.Noestanoche.Ahoramesientocomouncolegialalempezarlasvacaciones
deNavidad.¿Tedascuentadequesonlasprimerashoraslibresquetengodesdemi
llegada?
—Sí, lo sé. —Sonrió cansadamente.—Pero, ¿te das cuenta, señor capitán-piloto
Blackthorne,dequesontambiénmisprimerashoraslibresdesdequellegué?
Élseechóareír.Ellallevabaungruesoalbornozdealgodón,flojamentesujeto,y
unatoallaenrolladaenlacabezaparaprotegerseelcabello.Todaslasnoches,cuando
empezabanadarmasajeaBlackthorne,ellatomabaunbaño,yasola,yaconFujiko.
—Báñateahora—dijoél,incorporándose.
—No,porfavor.Noquieromolestarte.
—Entonces,comparteelbañoconmigo.Esmaravilloso.
—Gracias. Esperaba el momento de poder limpiarme del sudor y del polvo —
dijo,quitándoselaropaysentándoseenelpequeñoasiento.Unasirvientaempezóa
enjabonarla.
LaprimeravezqueBlackthornelahabíavistodesnuda,aqueldíaenquelehabía
enseñadoazambullirse,sehabíasentidomuyimpresionado.Ahora,sudesnudezno
leafectabafísicamente.Lahabíavistomuchasvecesdesvestidaosóloparcialmente
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cubierta.Inclusolahabíavistohacersusnecesidades.
—¿Hayalgomásnormal,Anjín-san?Loscuerpossonnormales,ylasdiferencias
entreloshombresylasmujeressonnormales,¿neh?
—Sí,pero…nuestraeducaciónesdiferente.
—Sinembargo,ahoraestásaquíynuestrascostumbressonlastuyas,yloquees
normalparanosotros,loestambiénparati,¿neh?
Eranormalorinarydefecaralairelibre,sinohabíacubosoletrinas,mientraslos
otrosesperabancortésmente,sinmirar.Anotardar,uncampesinorecogeríalasheces
ylasmezclaríaconagua,paraabonarlasplantaciones.Lashecesylaorinahumana
eranlosúnicosabonosimportantesdelImperio.
—¿Nolocreestúasí,Anjín-san?
—Sí.
—Bien —había dicho ella, muy satisfecha—. Pronto comerás pescado crudo y
algasfrescas,yserásunverdaderohatamoto.
Elaguacalientelesadormeció,yestuvierontumbadosduranteunrato,sindecir
nada.Mástarde,elladijo:
—¿Quétegustaríahacerestanoche,Anjín-san?
—Si estuviéramos en Londres… —Blackthorne se interrumpió. «No quiero
pensarenellos—sedijo—.NienLondres.Todoestopertenecealpasado.Noexiste.
Sólo existe lo de aquí.» —Iríamos al teatro y veríamos una comedia —dijo,
dominándose—.Aquí,¿notenéisteatro?
—¡Oh,sí,Anjín-san!Lascomediassonmuypopularesentrenosotros.AlTaikole
gustaba actuar para distraer a sus invitados, y el señor Toranaga también es
aficionadoaellas.Haymuchascompañíasambulantes,paraelvulgo.Perocreoque
nuestras comedias no son como las vuestras. Aquí, los actores y las actrices llevan
máscaras.Llamamos«Noh»alasobras.Sonenpartemúsicayenpartedanza,yla
mayorpartedeellassonmuytristes,muytrágicas,detemahistórico.Perotambién
lashaycómicas.Entupaís,¿iríamosaverunacomedia,otalvezunaobrareligiosa?
—No. Iríamos al «Globe Theater» y veríamos algo de un autor llamado
Shakespeare.AmímegustamásqueBenJonsonoMarlowe.TalvezveríamosLa
fierecilladomada,oElsueñodeunanochedeverano,oRomeoyJulieta.Unavez
llevéamiesposaaverRomeoyJulieta,ylegustómucho.
Le explicó los argumentos, pero Mariko los consideró incomprensibles en su
mayorparte.
—Aquíseríaabsurdoqueunaniñadesobedecieseasupadredeestamanera.Pero
esmuytriste,¿neh?Tristeparalaniñaytristeparaelmuchacho.¿Ysóloteníaella
treceaños?¿Secasantanjóvenestodasvuestrasmujeres?
—No. Quince o dieciséis años es lo corriente. Mi mujer tenía diecisiete cuando
noscasamos.¿Cuántosteníastú?
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—Quince,Anjín-san.—Pasóunasombraporsufrente,yélnolaadvirtió.—¿Y
quéharíamosdespuésdelacomedia?
—Te llevaría a cenar. Iríamos a la «Stone's Chop House», de Fetter Lañe, o a
«CheshireCheese»,deFleetStreet.Hayposadasquesirvencomidasespeciales.
—¿Quécomeríastú?
—Prefieronorecordarlo—dijoél,conperezosasonrisa,volviendoapensarenel
presente—.Estamosaquíyaquítenemosquecomer,ymegustaelpescadocrudo,y
karmaeskarma.—Sehundiómásenlabañera.—Karmaesunabonitapalabra.Yuna
granidea.Mehasayudadoenormemente,Mariko-san.
—Me alegra haber podido prestarte algún pequeño servicio. —Mariko se relajó
en el calor de la bañera.—Fujiko te ha preparado una comida especial para esta
noche.
—¿Sí?
—Compróun…creoquevosotroslollamáisfaisán.Unpájarogrande.Locazó
paraellaunodeloshalconeros.
—¿Unfaisán?¿Lodicesenserio?¿Honto?
—Honto—respondióella—.Fujikolespidióquelocazasenparati.Ymepidió
quetelodijese.
—¿Cómovanacocinarlo?
—Un soldado vio cómo los preparaban los portugueses y lo dijo a Fujiko-san.
Ellatepidequetengaspacienciasinolococinacomoesdebido.
—Pero, ¿cómo va a hacerlo…? ¿Cómo van a hacerlo los cocineros? —se
corrigió,recordandoquesóloloscriadoscuidabandelacocinaydelalimpieza.
—Ledijeronque,primero,hayquedesplumarlo,ydespués,quitarlelasentrañas.
—Marikodisimulósuasco.—Después,elavesecortaenpedacitosysefríeenaceite
osehierveconsalyespecias.—Frunciólanariz.—Avecesloscubrenconbarroylo
ponensobreascuasparacocerlo.Aquínotenemoshornos,Anjín-san.
—Estoysegurodequeseráperfecto—dijo,pensandoquenosepodríacomer.
Ellaseechóareír.
—Aveceserestransparente,Anjín-san.
—Esquetúnocomprendesloimportantequeeslacomida.—Sonrió,asupesar.
—Tienes razón. No debería interesarme la comida. Pero no puedo dominar el
hambre.
—Prontoseráscapazdehacerlo.
Él salió del agua, con un poco de ayuda de Suwo, y se tendió sobre la gruesa
toalla.Elviejoempezóadarlemasaje.
—Hascambiadomuchoenlosúltimosdías,Anjín-san.
—¿Deveras?
—¡Oh,sí!Desdeturenacimiento…Mucho,muchísimo.
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Él trató de recordar la primera noche, pero con poco éxito. De alguna manera,
habíavueltoacasaandandosobresuspies.Fujikoyloscriadoslehabíanayudadoa
acostarse.Despuésdeunprofundosueño,sehabíalevantadoalamaneceryhabíaido
a nadar. Más tarde, al volver a casa, había saludado a los lugareños, sabiendo, en
secreto,queleshabíalibrado,ysehabíalibradoélmismo,delamaldicióndeYabú.
AlllegarMariko,ordenóquebuscasenaMura.
—Mariko-san, di esto a Mura, por favor: «Quiero ingresar en la escuela del
pueblo.Aprenderahablarconlosniños.»
—Aquínohayescuela,Anjín-san.
—¿No?
—No.Muradicequehayunmonasterioaunospocosri,haciaelOeste,yque,si
quieres,losmonjespodríanenseñartealeeryescribir.Peroestoesunaaldea,Anjínsan.Yaquí,loquenecesitanlospequeñosesaprenderapescar,aremendarlasredes,
aplantarycosecharelarrozyotrascosas.
—Entonces,¿cómoaprenderécuandotútemarches?
—ElseñorToranagateenviaráloslibros.
—Necesitoalgomásquelibros.
—Todosaldrábien,Anjín-san.
—Quizá. Pero dile a Mura que, siempre que diga algo equivocadamente,
cualquierpersonadelaaldea,inclusolosniños,tienenquecorregirme.Desdeahora.
Esunaorden.
—Éltedalasgracias,Anjín-san.
—¿Hayalguienaquíquehableportugués?
—Dicequeno.
—Necesitoteneralguiencuandotútevayas,Mariko-san.
—SelodiréaYabú—san.
Fujikohabíatocadotambiénelsueloconlafrenteaquelprimerdía.
—Fujiko-santedalabienvenidaacasa,Anjín-san.Dicequelehashechoungran
honoryquetepideperdónporsurudezaenelbarco.Preguntasiquieresconservar
los sables, pues con ello le darías una gran satisfacción. Pertenecieron a su difunto
padre.
—Dalelasgraciasydilequemesientohonradodequeseamiconsorte—había
dichoél.
Aqueldíasehabíasentidomuyencumbrado.Perosusuicidiofrustradolehabía
cambiado más de lo que creía y le había hecho más mella que todas las veces que
estuvocercadelamuerteanteriormente.
«¿ConfiabaenOmi?—sepreguntó—.¿Creíaquepararíaelgolpe?¿Acasonole
advertísobradamente?Nolosé.Loúnicoqueséesquemealegrodequeestuviese
apercibido—seconfesófrancamente—.¡Otravidaquesefue!»
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—Es mi novena vida. ¡La última! —dijo en voz alta, y los dedos de Suwo se
inmovilizaronalpunto.
—¿Qué?—preguntóMariko—.¿Quéhasdicho,Anjín-san?
—Nada.Noeranada—respondió,inquieto.
—¿Tehehechodaño,miAmo?—preguntóSuwo.
—No.
Suwodijoalgomás,queélnoentendió.
—¿Dozo?
—Quieredartemasajeenlaespalda—dijoMariko,distraídamente.
Blackthornesevolvióbocaabajoyrepitiólaspalabrasjaponesas,perolasolvidó
enseguida.PodíaveraMarikoatravésdelvapor.Ellarespirabaprofundamente,con
lacabezaligeramenteechadaatrás,sonrosadalapiel.
«¿Cómo puede aguantar el calor? —se preguntó—. Supongo que a base de
entrenamiento,desdesuinfancia.»
LosdedosdeSuwoledabanunasensaciónagradable,yseadormilóunmomento.
«¿En qué estaba pensando? Estabas pensando en tu novena vida, en tu última
vida, y estabas asustado, recordando la superstición. Pero es una tontería ser
supersticioso en este País de los Dioses. Aquí, las cosas son diferentes. El hoy es
eterno.Mañanapuedenocurrirmuchascosas.Hoymeatendréasusnormas.»
La doncella trajo la fuente tapada. La sostenía sobre la cabeza, como de
costumbre,paranocontaminarlacomidaconelaliento.Searrodillócuidadosamente
ydepositólafuentesobrelamesita,delantedeBlackthorne.Sobrecadamesitahabía
tazonesypalillos,tazasdesakéyservilletasyunramitodeflores.FujikoyMariko
estabansentadasfrenteaél.Llevabanfloresypeinetasdeplataenelcabello.Eiban
perfumadas, como siempre. Ardía incienso en un pebetero, para alejar los insectos
nocturnos.
Fujikoseinclinóylevantólatapadelafuente.Lostrocitosdecarnefritaestaban
doradosyparecíanperfectos.
Blackthornecogiódespaciounpedazodecarneconlospalillos,procurandoque
nolecayesealsuelo,ylomasticó.Estabaduroyseco,perohacíatantotiempoque
nocomíacarne,queéstalepareciódeliciosa.
—Ichi-ban,Ichi-ban,¡viveDios!
Fujikoseruborizóylesirviósaké,paraocultarsurostro.Marikosedioairecon
un abanico carmesí que era como una libélula. Las dos mujeres apenas tocaron sus
racionesdeverduraydepescado.Blackthornesecomiótodoelfaisánytrestazones
dearroz,ysorbióruidosamenteelsaké,cosaqueeradebuenaeducación.Sesentía
repletoporprimeravezenmuchosmeses.Durantelacomidahabíadespachadoseis
frascosdevinocaliente,mientrasqueMarikoyFujikohabíanbebidounocadauna.
Ahora,estabancoloradas,sonrientesyalegres.Marikorióentredientesysetapóla
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bocaconlamano.
—¡Ojalápudiesebebersakécomotú,Anjín-san!Ereselmejorbebedordesaké
quejamáshevisto.ApuestoaqueereselmejordeIzú.¡Podríaganarmuchodinero
apostandoporti!
—Teníaentendidoquelossamuraisdesaprobabaneljuego.
—¡Oh, sí! Desde luego. No son mercaderes ni campesinos. Pero no todos los
samuraissonigualmentevoluntariosos,ymuchossontanaficionadosalasapuestas
comolosbar…,comolosportugueses.
—¿Apuestanlasmujeres?
—¡Oh, sí! Muchísimo. Pero sólo con otras damas, en pequeñas cantidades y a
escondidasdesusmaridos.
—Tu consorte pregunta si los ingleses apuestan y si a ti te gusta apostar —dijo
Mariko,traduciendoaFujiko,queestabamáscoloradaqueella.
—Esnuestropasatiemponacional.
Yleshablódelascarrerasdecaballos,delosbolos,delosgalgos,delacetrería,
delascompañíasporacciones,deltirodelarco,delasrifas,delboxeo,delosnaipes,
delalucha,delosdados,delasdamas,deldominóydelasferias,dondeseapostaba
cuartosdepeniquealosnúmerosdelasruedasdelafortuna.
Mariko le pidió que cantase la canción de bornpipe para Fujiko, y él lo hizo, y
ellaslefelicitaron,diciendoqueeralomejorquejamáshabíanescuchado.
—¡Bebamosmássaké!
—¡Oh!Túnodebesservirlo,Anjín-san,estoescosademujeres.¿Notelohabía
dicho?
—Sí.Tomemosunpocomás,dozo.
—Yo no debo hacerlo. Creo que me caería —dijo Mariko, abanicándose
furiosamente y agitando unos mechones de cabello que se habían soltado de su
pulquérrimopeinado.
—Tieneslindasorejas—dijoél.
—Tútambién.Fujiko-sanyyocreemosquetunariztambiénesperfecta,dignade
undaimío.
Élsonrióylesdedicóunaafectadareverencia,alaquecorrespondieronellas.
—¿Saké,Anjín-san?
Éllevantólatazacondedosfirmes,yellaescancióellicor.Fujikoaceptótambién
un poco más, haciendo remilgos y diciendo que ya no sentía sus piernas. Su dulce
melancolía se había desvanecido aquella noche, devolviéndole su aspecto juvenil.
Blackthorneadvirtióquenoeratanfeacomosehabíaimaginado.
AJozenlezumbabalacabeza.Noacausadelsaké,sinodelaincreíbleestrategiade
guerradescritaabiertamenteporYabú,OmieIgurashi.SóloNagahabíapermanecido
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todalanochesilencioso,frío,arrogante,estirado.
—Asombroso, Yabú—sama —dijo Jozen—. Ahora comprendo la razón del
secreto.Miseñorlacomprenderátambién.Perotú,Naga-san,nohasdichonadaen
todalanoche.Quisierasabertuopinión.¿Quétepareceestanuevamovilidad,esta
nuevaestrategia?
—Mi padre cree que se han de considerar todas las posibilidades de guerra,
Jozen-san—respondióeljoven.
—Pero,¿quéopinastú?
—Yofuienviadoaquíparaobedecer,observar,escuchar,aprenderyprobar.No
paradaropiniones.
—Desde luego. Pero, como segundo en el mando, ¿consideras que este
experimentotendráéxito?
—Yabú—samauOmi-sanpuedencontestarteaesto.Omipadre.
—Yabú—san dijo que todos podíamos hablar esta noche con entera libertad.
¿Hayalgoqueocultar?Todossomosamigos,¿neh?Elhijotanfamosodeunhombre
tanfamosodebetenerunaopinión.¿Neh?
Nagafrunciólospárpados,peronorespondió.
—Sí, todo el mundo puede hablar libremente, Naga-san —dijo Yabú—. ¿Qué
piensasdeesto?
—Creo que, contando con el factor sorpresa, podría servir para ganar una
escaramuzay,talvez,unabatalla.Pero,¿ydespués?—dijoNaga,convozhelada—.
Después,todoslosbandosadoptaránelmismoplan,ymuchísimoshombresmorirán
innecesariamente,destruidossinhonorporunatacantequenisiquierasabráaquién
hamatado.Dudodequemipadreautorizasesuempleoenunabatalladeverdad.
—¿Hadichoéleso?—preguntóincisivamenteYabú,sinpreocuparsedeJozen.
—No,Yabú—sama.Essólomiopinión.
—Pero, ¿no apruebas el Regimiento de Mosqueteros? —preguntó Yabú
torvamente—.¿Acasotedisgusta?
Nagalomiróconojosfríos.
—Con todo respeto, y ya que pides mi opinión, te diré que sí, lo encuentro
repugnante. Nuestros abuelos supieron siempre a quién mataban o quién los
derrotaba. Es bushido, nuestro estilo, el Camino del Guerrero, el camino del
verdaderosamurai.Lasarmasdefuegosoncontrariasanuestrocódigo.Losbárbaros
luchandeestamanera,eigualpuedenlucharlossuciosmercaderes,loscampesinose
inclusoloseta.
Jozenseechóareír,yNagaprosiguió,entonoaúnmásamenazador:
—Unoscuantoscampesinosfanáticospodríanmatarainnumerablessamuraiscon
esasarmas.Sí,loscampesinospodríanmatarnosatodos,inclusoalseñorIshido,que
deseaocuparelsitiodemipadre.
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Jozenseengalló.
—El señor Ishido no ambiciona las tierras de tu padre. Sólo quiere proteger el
ImperioparaelHerederolegítimo.
—MipadrenoesunaamenazaparaelseñorYaemónniparaelReino.
—Desde luego, pero tú hablaste de los campesinos. El señor Taiko había sido
campesino.MiseñorIshidofueundíacampesino.Yfuicampesino.¡Yronín!
Naga no quería provocar una pelea. Sabía que no era rival para Jozen, cuyas
proezasconelsableyelhachaeranfamosas.
—Noquiseinsultaratuseñor,niati,nianadie,Jozen-san.Sóloqueríadecirque
lossamuraisdebemosasegurarnosdequeloscampesinosnotenganarmasdefuego,
otodosestaremosenpeligro.
—Losmercaderesyloscampesinosnodebenpreocuparnos—dijoJozen.
—Estoy de acuerdo —terció Yabú —, aunque convengo en que hay algo de
verdad en lo que tú dices, Naga-san. Sí. Pero las armas de fuego son modernas.
Prontotodaslasguerrasseharánconestasarmas.Perovolveráaserloquesiempre
hasido:lossamuraismásbravosseránlosvencedores.
—Perdona, pero estás equivocado, Yabú—sama. ¿Cuál es, según ese maldito
bárbaro, la esencia de su estrategia de guerra? Él mismo confesó francamente que
todossusejércitosestánformadosporreclutasymercenarios.¿Neh?¡Mercenarios!
Soldadosquesóloluchanporlapagayelbotín,parasaquearyatracarse.Esofuelo
que las armas de fuego llevaron a su mundo, y lo que traerán al nuestro. Si
dependiese de mí, decapitaría al bárbaro esta noche y prohibiría para siempre las
armasdefuego.
—¿Esesoloquepiensatupadre?—preguntóJozen,conexcesivaprecipitación.
—Mi padre no me dice lo que piensa, ni lo dice a nadie, según debes saber —
respondióNaga,furiosoporhabersedejadoinducirahablar.
—Pero,tú,¿prohibiríaslasarmasdefuego?
—Sí. Y creo que sería prudente tener un control absoluto sobre todos los
mosquetesentupoder.
—Todosloscampesinostienenprohibidousararmasdecualquierclase.Ytengo
biencontroladosamiscampesinosyamigente.
Jozensonriódesdeñosamentealjoven.
—TienesideasinteresantesNaga-san.Peroteequivocasenlodeloscampesinos.
Paralossamurais,nosonmásqueproveedores.Ynomáspeligrososqueunmontón
deestiércol.
—¿HasexpuestotuopiniónalseñorToranaga?—preguntóYabú.
—ElseñorToranaganomelahapedido.Confíoenqueundíamehagaelhonor
de preguntarme, como has hecho tú —respondió inmediatamente Naga,
preguntándosesialgunodeellosadvertíaelembuste.
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—Ya que esto es una discusión libre, señor —dijo Omi —, yo digo que ese
bárbaroesuntesoroyquedebemosaprenderdeél.Debemossabertodoloquesaben
ellosdearmasdefuegoybarcosdeguerra.Debemosaprenderinmediatamentetodos
sus conocimientos, e incluso, algunos de nosotros, a pensar como ellos, a fin de
superarlosmuypronto.
—¿Quépuedensaberellos,Omi-san?—dijoconfiadamenteNaga—.Algosobre
armasdefuegoybarcos,sí.Pero,¿quémás?¿Cómopodríandestruirnos?Nohayun
solo samurai entre ellos. ¿No confesó francamente ese Anjín que incluso los reyes
sonasesinosyfanáticosreligiosos?Nosotrossomosmillones,yellossonunpuñado.
Podríamosdestruirlosconsólonuestrasmanos.
—Ese Anjín-san abrió mis ojos, Naga-san. He descubierto que nuestro país y
Chinanosontodoelmundo,sinosólounapequeñapartedeél.Alprincipio,pensé
queelbárbaronoeramásqueunacuriosidad.Ahora,nolocreoasí.Doygraciasalos
diosesporhabérnosloenviado.Creoquenoshasalvadoyquepodemosaprenderde
él.YanoshadadopodersobrelosbárbarosdelSur…ysobreChina.
—¿Qué?
—El Taiko fracasó porque los chinos eran demasiado numerosos para luchar
contra ellos hombre a hombre y con flechas, ¿neh? Con armas de fuego y la
instruccióndelosbárbaros,podríamostomarPekín.
—¡Conlatraicióndelosbárbaros,Omi-san!
—Conlosconocimientosdelosbárbaros,Naga-san,podríamosconquistarPekín.
YquienseapoderedePekíndominaráChina.YquiendomineChinapuededominar
elmundo.Debemosaprenderanoavergonzarnosdeadquirirconocimientos,vengan
dedondevengan.
—Yodigoquenonecesitamosnadadelexterior.
—Nolotomesamal,Naga-san,peroyoafirmoquedebemosprotegerelPaísde
losDiosesportodoslosmedios.Nuestroprimerdeberesconservarlaposiciónúnica
y divina que tenemos en el mundo. Sólo esta tierra es el País de los Dioses, ¿neh?
Sólo nuestro Emperador es divino. Convengo en que hay que amordazar a ese
bárbaro. Pero no matándolo, sino teniéndolo siempre aislado aquí, en Anjiro, hasta
quenoshayaenseñadotodoloquesabe.
Jozenserascólacabeza,pensativo.
—Informaréamiseñordevuestrasopiniones.Convengoenqueelbárbarotiene
queestaraislado.Encuantoalainstrucción,deberíacesarinmediatamente.
Yabúsacóunrollodesumanga.
—Aquí está un informe completo sobre el experimento, para el señor Ishido.
Desdeluego,cuandoelseñorIshidoquieraqueceselainstrucción,sepondráfina
ésta.
Jozentomóelrollo.
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—¿YelseñorToranaga?¿Quémedicesdeél?
PosólamiradaenNaga.Naganodijonada,peromirófijamenteelrollo.
—Podráspreguntarledirectamentesuopinión.Harecibidouninformeigualque
éste. Supongo que partes mañana para Yedo, ¿no? ¿O prefieres presenciar la
intrucción?Inútildecirtequeloshombresnoestánaúnmuyadiestrados.
—Megustaríaverun«ataque».
—Encárgatedeello,Omi-san.Túlodirigirás.
—Sí,señor.
Jozensevolvióasulugartenienteyleentregóelrollo.
—LlevaestoalseñorIshido,Masumoto.Partirásenseguida.
—Sí,Jozen-san.
—Proporciónale guías hasta la frontera y caballos de refresco —dijo Yabú a
Igurashi.
Igurashisalióinmediatamenteconelsamurai.
Jozenseestiróybostezó.
—Disculpadme, por favor —dijo—, pero esto es debido a lo mucho que he
cabalgadoenlosúltimosdías.Debodartelasgraciasporestaveladaextraordinaria,
Yabú—san.Tusideassonmuyenjundiosas.Ylastuyas,Omi-san.Ylastuyas,Nagasan.AsílodiréalseñorToranagayamiseñor.Ahora,simeperdonáis,estoymuy
cansadoyOsakaestámuylejos.
—Desdeluego—dijoYabú—.¿QuétalporOsaka?
—Muybien.¿Recuerdasaquellosbandidos,losqueosatacaronportierraypor
mar?
—Naturalmente.
—Cortamos cuatrocientas cincuenta cabezas aquella noche. Muchos llevaban el
uniformedeToranaga.
—Losroníncarecendehonor.
—Algunos ronín lo tienen —dijo Jozen, acusando el insulto, pues vivía con la
vergüenzadehaberlosidoantaño—.OtrosllevabaneluniformedelosGrises.Nadie
escapó.Todosmurieron.
—¿YBuntaro-san?
—No.Él…—Jozenseinterrumpió.Selehabíaescapadoel«no»,pero,ahoraque
lohabíadicho,yanoleimportaba—.No.Nadasabemosdecierto,puesnadierecogió
sucabeza.¿Sabéisvosotrosalgodeél?
—No—dijoNaga.
—Talvezfuecapturado.Talvezlocortaronenpedazosydesparramaronéstos.Si
tenéisalgunanoticia,miseñorquisieraconocerla.Ahora,todomarchabienenOsaka.
SeestánacelerandolospreparativosparalareunióndelConsejo.Habrámagníficas
fiestasparacelebrarlanuevaEray,naturalmente,parahonraratodoslosdaimíos.
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—¿YelseñorTodaHiro-matsu?—preguntócortésmenteNaga.
—ElviejoPuñodeHierroestátanfuerteyceñudocomosiempre.
—¿Sigueallí?
—No.Saliócontodosloshombresdetupadreunosdíasantesqueyo.
—¿Ylafamiliademipadre?
—CreoquedamaKintsuboydamaSazukopidieronquedarseconmiseñor.Un
médicoaconsejóundescansodeunmesadamaSazuko.Dijoqueelviajepodíaser
peligroso para el hijo que espera. —Y, dirigiéndose a Yabú:—¿Has informado al
señorToranagademillegada?
—Desdeluego.
—Bien.ViunapalomamensajeravolandohaciaelNorte.
—Sí.Ahoratengoesteservicio.
YabúnoañadióquelapalomamensajeradeJozenhabíasidotambiénobservada,
ni que los halcones habían interceptado su vuelo, ni que el mensaje había sido
descifrado: «En Anjiro, todo verdad según información. Yabú, Naga, Omi y el
bárbaro,aquí.»
—Contupermiso,partirémañana,despuésdel«ataque».¿Medaráscaballosde
refresco?NodebohaceresperaralseñorToranaga.Esperoverlopronto.Ytambiénlo
esperamiseñor.EnOsaka.Confíoenquetúleacompañarás,Naga-san.
—Siélmeloordena,allíestaré—dijoNagasinlevantarlosojos,peroardiendo
deiracontenida.
Jozensalióysubióconsusguardiashastaelcampamento.Alaluzdeunavela,y
bajo el mosquitero, reprodujo su mensaje en un trozo de papel de arroz y añadió:
«Los quinientos mosquetes son letales. Planeado ataque masivo por sorpresa.
EnviadoinformecompletoconMasumoto.»Después,sacóunadelaspalomasdela
cestaycolocóelmensajeeneldiminutorecipienteadheridoaunadelaspatas.Por
último,sedirigióensilencioaunodesushombresyleentrególapaloma.
—Llévala a la espesura —murmuró—. Ocúltala en alguna parte donde pueda
dormirhastalaaurora.Lomáslejosquepuedas.Perotencuidado,pueshayojosen
todaspartes.Sitesorprenden,diqueteheenviadoapatrullar,peroescondeprimero
elave.
Elhombresealejósinhacerruido,comounacucaracha.
«Ese mozalbete, Naga, tiene razón —pensó Jozen—, el bárbaro es una maldita
plaga.»
—Buenasnoches,Fujiko-san.
—Buenasnoches,Anjín-san.
Elshojisecerródetrásdeella.Blackthornesequitóelquimonoyeltaparraboy
sepusoelquimonomásligerodedormir,semetiódebajodelmosquiteroysetumbó.
Soplólavela.Leenvolvióunaoscuridadtotal.Lacasaestabaahoraensilencio.A
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travésdeloscerradospostigospodíaoírelrumordelasolas.Unasnubesoscurecían
laluna.
Elvinoylasrisaslehacíansentirsesoñolientoyeufórico,y,alescucharelrumor
deloleaje,sedejóarrastrarporél,ysenublósumente.Devezencuando,ladrabaun
perroenlaaldea.
«Deberíatenerunperro—pensó,recordandoelbullterrierqueteníaencasa—.
Mepreguntosiaúnestarávivo.SellamabaGrog,peroTudor,mihijo,lollamabaOgog.
»¡Ah,mipequeñoTudor!¡Cuántotiempohapasado!
«Ojalá pudiese veros a todos, al menos, escribir una carta y enviarla a casa.
Veamos—pensó—:¿cómolaempezaría?»
Queridos míos: Esta es la primera carta que puedo enviaros desde que
desembarcamos en el Japón. Ahora que he aprendido a vivir según sus costumbres
meencuentrobien.¿Cómoempezarmihistoria?Hoysoycomounseñorfeudalen
este extraño país. Tengo una casa, un caballo, ocho criados, una ama de llaves, un
barbero y una intérprete. Me afeito todos los días, las navajas de acero que tienen
aquí deben ser las mejores del mundo. Mi salario es magnífico. En Inglaterra,
equivaldría casi a cien guineas de oro al año. El décuplo de mi salario en la
«Compañíaholandesa»…
Elshojiempezóaabrirse.Blackthornebuscólapistoladebajodelaalmohaday
sepreparó,echándoseatrás.Entonces,captóuncasiimperceptiblecrujidodeseday
unaráfagadeperfume.
—¿Anjín-san?
Eraundébilmurmullo,llenodepromesas.
—¿Hai?—preguntóél,tambiénenvozbaja,atisbandoenlaoscuridad,incapaz
deverclaramente.
Lospasosseacercaron.Oyóelrumordelamujeralarrodillarsey,después,ésta
apartóelmosquiteroysereunióconéldentrodelared.Letomólamanoyselallevó
aloslabios.
—¿Mariko-san?
Inmediatamente, unos dedos tocaron sus labios en la oscuridad, imponiéndole
silencio.Élasintióconlacabeza,conscientedelterribleriesgoquecorrían.Leasióla
delicadamuñecaylarozóconsuslabios.Enlaoscuridadtotal,suotramanobuscóy
acariciólacaradeella.Lamujerbesósusdedos,unoauno.Loscabellossueltosle
llegabanalacintura.
Ella se acercó más, acurrucándose junto a él y estirando la colcha sobre sus
cabezas.Después,loamóconunaternuradesconocidaparaél.
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CapítuloXXXIII
Blackthornesedespertóalamanecer.Solo.Demomento,pensóquelohabíasoñado,
peroelperfumedeellapersistíayleconvenciódequenohabíasidounsueño.
Unallamadadiscreta.
—¿Hai?
—Ohayo,Anjín-san,gomennasai.
UnadoncellaabriólapuertaparaqueentraseFujiko,y,después,trajolabandeja
concha,unatazadegachasdearrozypastelesdulces,tambiéndearroz.
—Ohayo,Fujiko-san,domo—dijoél,dándolelasgracias.
Sorbió el cha, preguntándose si sabría Fujiko lo de la última noche. Su cara no
revelabanada.
—¿Anatawayokunemuttaka?(¿Hasdormidobien?)
—Hai, Anjín-san, arigato gaziemashita. —Ella sonrió, se llevó la mano a la
cabeza,fingiendojaqueca,eimitóalborrachoquesequedadormidocomounleño.
—¿Anatawa?
—Watashiwayokunemuru,(Dormímuybien.)
—Watashiwayokunemutta—lecorrigióella.
—Domo.Watashiwayokunemutta.
—¡Yoi!¡Taihenyoi!(Bien.Muybien.)
Entonces,éloyóqueMarikollamabadesdeelpasillo:
—¿Fujiko-san?
—¿Hai,Mariko-san?
Fujikosedirigióalshojiyloabriósólounarendija.ÉlnopudoveraMariko.Y
noentendióloquedecían.
«Ojalánadielosepa—pensó—.Ojaláseaunsecretoentrenosotros.Talvezsería
mejorquehubiesesidounsueño.»
Empezóavestirse.Fujikovolvióysearrodillóparasujetarlelostabi.
—¿Mariko-san?¿Nanja?
—Nanemo(nadaimportante),Anjín-san—respondióella.
Se dirigió al takonama (la alcoba) donde guardaba siempre los sables, y se los
entregó.Élselospusoenelcinto.Yanosesentíaridículoconellos,aunquehabría
queridollevarlosconmásnaturalidad.
Ella le había contado que estos sables habían sido regalados a su padre, por su
bravuraenunabatallaparticularmentesangrientaenellejanonortedeCorea,hacía
sieteaños,durantelaprimerainvasión.
Esta y la segunda campaña habían sido las más costosas expediciones militares
que jamás se hubiesen emprendido. Al morir el Taiko, el año pasado, Toranaga, en
nombredelConsejodeRegencia,habíaordenadoinmediatamenteelregresodelresto
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de los ejércitos, para gran alivio de la mayoría de los daimíos, que detestaban la
campañacoreana.
Blackthornesalióalagalería.Sepusolaszapatillasysaludóconlacabezaasus
servidoresque,comodecostumbre,sehabíancolocadoenunahileradelantedeél,
paradespedirlo.
Eldíaeragris.Elcieloestabacubiertoyunvientocálidoyhúmedollegabadel
mar.
Alotroladodelportal,estabanloscaballosylosdiezsamuraisdesuséquito.Y
Mariko.
—Obayo—dijocortésmenteél—.Ohayo,Mariko-san.
—Obayo,Anjín-san.¿Ikagadesuka?
—Okagesamadegenkidesu.¿Anatawa?
Ellasonrió.
—Yoi,arigatogoziemashita.
Nodabaelmenorindiciodequealgohubiesecambiadoentreellos.Peroélnolo
habíaesperado,ymenosenpúblico,sabiendolopeligrosaqueeralasituación.
—¡Ikimasho!—exclamó,saltandosobrelasillayhaciendoseñasalossamurais
paraqueseadelantasen.
PusosucaballoalpasoyMarikosecolocóasulado.Cuandoestuvieronsolos,se
sintiómástranquilo.
—Mariko.
—¿Hai?
—Eresbellayteamo—dijoél,enlatín.
—Te doy las gracias, pero el exceso de vino de la noche pasada hace que mi
cabezanosesientahoyhermosa,encuantoalamor,esunapalabracristiana.
—Túereshermosaycristiana,yelvinonopuedeafectarte.
—Graciasporlamentira,Anjín-san.Sí,gracias.
—Soyyoquiendebedartelasgracias.
—¿Sí?¿Porqué?
—Porti.Túsabesporqué.
—Yonosénada,Anjín-san.
—¿Nada?—lepinchóél.
—Nada.
Élsequedódesconcertado.Estabansolosynohabíapeligro.
—¿Porqué«nada»quitadulzuraatusonrisa?
—¡Fue una estupidez! ¡Una tremenda estupidez! Olvidé que lo mejor es ser
prudente.Peroestábamossolosyteníaganasdehablardeello.Enrealidad,hubiese
queridodecirtemás.
—Hablasdeunmodoenigmático.Notecomprendo—dijoél,másconfusoque
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nunca—.¿Noquiereshablardeello?¿Enabsoluto?
—¿Dequé,Anjín-san?
—Bueno,¿quépasóanoche?
—Pasépordelantedetupuerta,cuandoKoi,midoncella,estabacontigo.
—¿Qué?
—Nosotras, tu consorte y yo, pensamos que sería un buen obsequio para ti. Te
gustó,¿no?
Blackthornetratabaderecobrarse.LadoncelladeMarikoeradesuestatura,pero
más joven y mucho menos bonita. Sí, estaba completamente a oscuras y tenía la
cabezanubladaporelvino,perono,noeraladoncella.
—Noesposible—dijoenportugués.
—¿Quénoesposible,señor?—preguntóella,enlamismalengua.
Élvolvióallatín,puessusacompañantesnoestabanlejosyelvientosoplabaen
sudirección.
—Porfavor,nojueguesconmigo.Nadiepuedeoírnos.Sédistinguirunapresencia
yunperfume.
—¿Creístequeerayo?¡Oh!Noloera,Anjín-san.Habríasidounhonorparamí,
pero no habría podido… por mucho que lo hubiese deseado. Pertenezco a otro,
aunquepuedeestarmuerto.Ellallevabamiperfume…
—Lasbromassobrecosasmuyimportantesnotienengracia.
—Las cosas muy importantes deben tratarse siempre como tales. Pero una
doncellaquevisitaaunhombreporlanochecarecedeimportancia.
—Noconsideroquetúcarezcasdeella.
—Gracias.Lomismodigo.Perounadoncellaqueseacuestaconunhombrees
unacuestiónprivadaybaladí.Esunobsequioqueellalehacey,aveces,queélle
haceaella.Nadamás.
—¿Nuncaesalgomás?
—Sólocuandolamujeryelhombresereúnenvulnerandolaley.Almenos,en
estepaís.
Élserefrenó,comprendiendoalfinlarazóndesunegativa.
—Tepidoperdón—dijo—.Sí,tienesrazón,yyohecometidountremendoerror.
Debícallarme.Perdóname.
—¿Por qué te disculpas? ¿De qué? Dime, Anjín-san: ¿llevábala joven un
crucifijo?
—No.
—Yolollevosiempre.Siempre.
—Uncrucifijopuedequitarse—dijoél,volviendoautomáticamentealportugués
—.Estonopruebanada.Sepuedecambiar,comoelperfume.
—Dimelaverdad:¿Visterealmentealajoven?¿Lavistedeveras?
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—Claro.Pero,porfavor,olvidemosqueyo…
—Lanocheeramuyoscuraylasnubescubríanlaluna.Dimelaverdad,Anjínsan.¡Piénsalo!¿Visteenrealidadalaniña?
«¡Claroquelavi!—pensóél,indignado—.Pero,¡malditasea!,recuerdabien.No
laviste.Teníaslacabezanublada.PodíaserladoncellaytúcreístequeeraMariko,
porque la deseabas y sólo veías a Mariko en tu imaginación y pensabas que ésta
tambiéntedeseaba.Eresunestúpido.Unmalditoestúpido.»
—Realmente,no—dijo—.Debodisculparmeotravez.
—No hace falta, Anjín-san —respondió ella, tranquilamente—. Ya te he dicho
muchas veces que el hombre no debe disculparse, aunque obre mal. —Sus ojos lo
miraronburlones.—Midoncellanonecesitatusdisculpas.
—Gracias—dijoél,echándoseareír—.Mehacessentirmenostonto.
—Larisatequitaañosdeencima.ElgraveAnjín-sanvuelvealaniñez.
—Mipadredecíaquehabíanacidoviejo.
—¿Yeraverdad?
—Éllocreía.
—¿Cómoesél?
—Eraunhombreestupendo.Teníaunbarco.Losespañoleslomataronenunsitio
llamadoAmberes,cuandopasaronacuchillolaciudad.Eincendiaronsubarco.Yo
tenía seis años, pero lo recuerdo como un hombre alto, corpulento, amable y de
cabellos dorados. Mi hermano mayor, Arthur, tenía sólo años… Fueron malos
tiemposparanosotros,Mariko-san.
—¿Porqué?Cuéntamelo,teloruego.
—Muy sencillo. Mi padre había invertido todo su dinero en el barco, y éste se
perdió… Poco después, murió mi hermana. En realidad, murió de hambre. Hubo
hambreenelsetentayuno,ytambiénpeste.
—Nosotrostenemosavecesepidemias.Deviruela.¿Cuántoshermanoserais?
—Tres —dijo él, alegrándose de cambiar de tema—. Wilhe, mi hermana, que
tenía nueve años cuando murió. Arthur era el segundo, y lo mataron en la Armada
cuandoteníaveinticinco.YosoyelúltimoBlackthorne.LaviudaylahijadeArthur
vivenahoraconmiesposaylospequeños.Mimadrevivetodavía,ytambiénlavieja
abuela Jacoba, que tiene setenta y cinco años, pero es fuerte como un roble inglés,
aunquenacióenIrlanda.Almenos,vivíancuandoyomemarché,hacemásdedos
años…
Volvíaeldolordelrecuerdo.«Yapensaréenelloscuandoemprendaelregreso—
seprometió—,noantes.»MiróaMariko.
—Mariko-san…
—¿Sí?
—Hace unos minutos, me convenciste, bueno, digamos que estaba convencido.
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Pero,ahora,noloestoy.¿Cuáleslaverdad?Lahonto.Debosaberlo.
—Losoídossonparaoír.Desdeluego,eraladoncella.
—Ladoncella.¿Puedollamarlasiemprequequiera?
—Claro.Perounhombreprudentenoloharía.
—¿Porquepodríatenerundesengañolapróximavez?
—Es posible. —Y añadió:—Pero, si deseas tener otra vez a esa despreciable
criatura…
—Sí,túsabesquequiero…
Marikorióalegremente.
—Entonces,telaenviaremos.Alponerseelsol.¡Fujikoyyolaacompañaremos!
—¡Malditasea!¡Seríascapazdehacerlo!—dijoél,riéndosetambién.
—¡Ah,Anjín-san!Megustavertereír.DesdequevolvisteaAnjiro,hascambiado
mucho.Muchísimo.
—No. No mucho. Pero la noche pasada tuve un sueño. Y este sueño era la
perfección.
—SóloDiosesperfección.Y,aveces,unapuestadesol,ounasalidadelaluna,o
laprimeraflordeazafrándelaño.
—Noteentiendoenabsoluto.
Ellaechósuveloatrásylemiróalacara.
—Unavez,otrohombremedijo:«Noteentiendoenabsoluto»,ymimaridodijo:
«Perdona, señor, pero ningún hombre puede comprenderla. Su padre no la
comprende, así como tampoco los dioses, ni el Dios de los bárbaros, ni siquiera su
madre.»
—¿FueToranaga?¿ElseñorToranaga?
—No,Anjín-san.FueelTaiko.ElseñorToranagamecomprende.Élloentiende
todo.
—¿Inclusoamí?
—Sí,deltodo.
—¿Estássegura?
—Sí,segurísima.
—¿Ganaráéllaguerra?
—Sí.
—¿Soyyosuvasallopredilecto?
—Sí.
—¿Aprobarámiproyecto?
—Sí.
—¿Cuándovolveréatenermibarco?
—Nunca.
—¿Porqué?
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LagravedaddeMarikosedesvaneció.
—Porquetendrástu«doncella»enAnjiroytedivertirástantoconellaquenote
quedaránfuerzasparamarcharte,aunqueelseñorToranagatepidaqueembarquesy
nosdejesenpaz.
—¡Ya vuelves a las andadas! Te pones seria y, un momento después, ya no lo
estás.
—Sólo lo hago para contestarte, Anjín-san, y para poner las cosas en su sitio.
¡Ah!Pero,antesdemarcharte,tienesqueveradamaKikú.Mereceunagranpasión.
Eshermosaeinteligente.
—Estoytentadoaaceptartudesafío.
—Yonodesafíoanadie.Pero,siestásdispuestoasersamuraiyno…extranjero,
siestásdispuestoaconsiderarlosjuegosdelaalmohadacomoloqueson,entonces
seráparamíunhonoractuardemediadora.
—¿Quésignificaesto?
—Que, cuando estés de buen humor y quieras gozar de una diversión especial,
debesdeciratuconsortequemelopida.
—¿PorquéaFujiko-san?
—Porque el deber de tu consorte es procurar que estés contento. Y Fujiko te
«ama».
—¡No!
—Daríasuvidaporti.¿Quémáspuededarte?
Al fin, él apartó de ella la mirada y contempló el mar. Las olas rompían en la
orillayelvientohabíarefrescado.Sevolvióaelladenuevo.
—Entonces,¿notenemosquedecirnosnada?—preguntó.
—Nada.Esloprudente.
—¿Ysinoestoydeacuerdo?
—Debesestarlo.Estásaquí.Estaestucasa.
Los quinientos atacantes galoparon sobre el borde de la colina en una masa
desordenada y descendieron la rocosa cuesta hasta el fondo del valle, donde
doscientos«defensores»estabanformadosenordendecombate.Cadajinetellevaba
unmosquetecolgadosobrelaespaldayuncinturóndelquependíanbolsasdebalas,
pedernalesyuncuernollenodepólvora.Comolamayoríadelossamurais,vestían
quimonosabigarradosyharapos.SóloToranagaeIshidoinsistíanenquesustropas
fuesen uniformadas y cuidasen minuciosamente su indumentaria. Todos los demás
daimíos consideraban esto como un estúpido derroche de dinero, como una
innovacióninnecesaria.YBlackthorneestabadeacuerdo.LosejércitosdeEuropano
iban nunca uniformados. ¿Qué rey podía permitirse una cosa así, salvo para su
guardiapersonal?
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Élestabaahoraenunpuntoelevado,conYabúysusayudantes,Jozenytodossus
hombres,yMariko.Eraelprimerensayogeneraldeunataque.Blackthorneesperaba
inquieto.Yabúmostrabaunatensióndesacostumbrada,yOmiyNagadabanpruebas
deunasusceptibilidadrayanaenlabeligerancia.Sobretodo,Naga.
—¿Quélespasaatodos?—preguntóBlackthorneaMariko.
—Talvezdeseanhacerlobienenpresenciadesuseñorydesuinvitado.
—¿Eséstetambiénundaimío?
—No.PeroesunodelosgeneralesmásimportantesdeIshido.Hoytendríaque
salirtodoperfectamente.
—Hubiesepreferidoquemedijesenqueibaarealizarseunensayo.
—¿Dequétehabríaservido?Hashechoyatodoloquepodías.
«Sí—pensóBlackthorne,observandoalosquinientos—.Perotodavíanoestána
punto,nimuchomenos.SeguroqueYabúlosabetambién,vtodoslosdemás.Enfin,
siseproduceundesastre,serákarma»,sedijomásconfiado,encontrandoconsuelo
enestaidea.
Eltruenodeloscascosdecaballosretumbóenelvalle.
—¿Dóndeestáeljefedelosatacantes?¿DóndeestáOmi-san?—preguntóJozen.
—Entresushombres.Tenpaciencia—respondióYabú.
—Pero,¿dóndeestásuestandarte?¿Yporquénollevalaarmaduradecombatey
elpenacho?Parecenunhatajodesucioseinútilesbandidos.
—Ten paciencia. Ya te dije que los oficiales deben pasar inadvertidos. Y no
olvidesquesepresumequeseestádesarrollandounabatalla,queestoespartedeuna
batalla,conreservasyarm…
—¿Dónde están sus sables? —estalló Jozen—. ¡Nadie lleva sables! ¿Unos
samurais,sinsables?¡Seránaniquilados!
—¡Tenpaciencia!
Ahora,losatacantesdesmontaban.Losprimerosguerrerossalierondelasfilasde
los defensores, haciendo alarde de valor. Un número igual de atacantes se enfrentó
conellos.Depronto,laconfusamasadelosatacantessedesplegóencincofalanges
disciplinadas,compuestacadaunadeellasdecuatrohilerasdeveinticincohombres,
tresfalangesavanzadasydosenreserva,aunadistanciadecuarentapasos.Cargaron
alunísonocontraelenemigo.Aunavozdemando,sedetuvieron,ylasprimerasfilas
hicieronunaestruendosadescargasimultánea.Seoyerongritosdemoribundos.Jozen
y sus hombres se encogieron, reflexivamente, y después vieron que los de las
primerasfilassearrodillabanyempezabanacargardenuevosusarmas,mientraslos
delassegundasdisparabanporencimadeellos,ylopropiohacíandespuéslosdelas
tercerasycuartasfilas.Acadadescargacaíanmásdefensores,yelvallesellenóde
gritosyalaridosyconfusión.
—¡Estásmatandoatuspropioshombres!—gritóJozen,porencimadeltumulto.
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—Disparanconpólvora,sinmuniciones.Esunsimulacro,peroimagínatequees
unataquereal,conbalasdeverdad.¡Observa!
Ahora,losdefensoresse«recuperaban»delaprimerasorpresa.Sereagruparony
lanzaron un ataque frontal. Pero los de las primeras filas habían cargado ya sus
mosquetesy,aunavozdemando,dispararondenuevo,estavezderodillas,ylosde
lasegundafiladispararondepieysearrodillaronenseguidaparacargar,ylosdela
terceraycuartafilashicieronlomismo,yaunquemuchosmosqueteroseranlentosy
lasfilassehabíandesordenadounpoco,erafácilimaginarselosdestrozosquepodían
causarunoshombresbienadiestrados.Elcontraataquefuedetenido,ylosdefensores
seretiraronensimuladaconfusión,cuestaarriba,paradetenerseexactamentedebajo
de los observadores. En el campo habían quedado muchos «muertos». Jozen y sus
hombresestabanimpresionados.
—¡Esosmosquetesromperíancualquierlínea!
—Espera.¡Labatallaaúnnohaterminado!
Losdefensoressereagruparondenuevo,susjefeslosarengaron,llamaronasus
reservas y ordenaron el contraataque general. Los samurais corrieron cuesta abajo,
lanzandosusterriblesgritosdeguerra,ysearrojaroncontraelenemigo.
—Ahora los aplastarán —dijo Jozen, cediendo, como todos los demás, al
realismodelafingidabatalla.
Al parecer, tenía razón. Las falanges no defendieron su terreno, sino que se
desbandaron y echaron a correr ante los gritos, los sables y las lanzas de los
verdaderos samurais, y Jozen y sus hombres gritaron también, animando a los
regimientos, sedientos de sangre. Los mosqueteros huían como comedores de ajos:
cienpasos,doscientos,trescientos,hastaque,depronto,yaunanuevavozdemando,
las falanges se reagruparon, esta vez en formación en V. Sonaron de nuevo los
estruendosos disparos. Los atacantes vacilaron. Se detuvieron. Pero los mosquetes
siguieron disparando. Después, cesó el fuego. La comedia había terminado. Pero
todos los del montículo sabían que, en condiciones reales habrían perecido los dos
milsamurais.
Los«muertos»selevantaronyrecogieronlasarmas.Sonarongritosycarcajadas.
Muchoshombrescojeaban,yalgunosquedaronseriamentelesionados.
—Tefelicito,Yabú—sama—dijoJozen,francamente—.Ahoracomprendotodo
loquequeríasdecir.
—El fuego ha sido irregular —dijo Yabú, muy complacido por dentro—.
Necesitaremosmesesparainstruirlos.
Jozenmoviólacabeza.
—Nomegustaríaatacarlosahoramismo.No,situviesenmunicionesdeverdad.
Ningúnejércitopodríaresistirsuataque.Lasfilasnopodríanmantenerseunidas.Y
después, mandaría tropas regulares y caballería a través de la brecha y desharía los
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flancos. —Dio gracias a los kami por haber tenido el acierto de presenciar la
maniobra.—Hasidoterrible.Porunmomento,penséqueeraunabatallareal.
—Selesordenófingirqueerareal.Yahora,silodeseas,puedespasarrevistaa
mismosqueteros.
—Gracias.Seráunhonor.
Los defensores se dirigían a sus campamentos, emplazados en la vertiente
opuesta. Los quinientos mosqueteros esperaban abajo, cerca del sendero que
conducíadelacolinaalpueblo.Estabanformadosencompañías,conOmiyNagaal
frente.Estosllevabandenuevosussables.
JozensellevóaYabúaparte.
—¿HasalidotodoesodelacabezadeAnjín-san?
—No—mintióYabú—.Peroasíescomoluchanlosbárbaros.Élsóloenseñaa
loshombresacargarydisparar.
—¿PorquénohacesloqueaconsejabaNaga-san?Ahorasabeslomismoqueel
bárbaro.¿Porquéarriesgartemás?Esunaplaga.Muypeligroso,Yabú—sama.Nagasan tenía razón. Es verdad que los campesinos podrían combatir de esta manera.
Fácilmente.Líbrateenseguidadelbárbaro.
—SielseñorIshidoquieresucabeza,notienemásquepedirla.
—Lapidoyo.Ahora.—Sutonoeradenuevotruculento.—Élhablapormiboca.
—Lopensaré,Jozen-san.
—Ytambiénpido,ensunombre,quequitesinmediatamentetodaslasarmasde
fuegoaesatropa.
Yabúfruncióelceñoyvolviósuatenciónalascompañías,queahorasubíanla
cuesta. Se detuvieron a cincuenta pasos de ellos. Omi y Naga avanzaron solos y
saludaron.
—Paraserelprimerejercicio,haestadobien—dijoYabú.
—Gracias,señor—respondióOmi,quecojeabaligeramenteyteníalacarasucia,
magulladaymanchadadepólvora.
—Tus soldados deberían llevar sables en una batalla real, Yabú—sama —dijo
Jozen—. El samurai debe llevar sus sables…, para el caso de que agote las
municiones,¿neh?
—Lo llevarán, como de costumbre, para contribuir a la sorpresa, pero se
desprenderándeellosantesdeatacar.
—¿DejaríastútuMuramasa?¿OelregalodeToranaga?
—Paraganarunabatalla,sí.Enotrocaso,no.
—Entonces,tendrásquecorrermuchoparasalvarelpellejocuandoseestropeetu
mosqueteosetemojelapólvora—dijoJozen,riendosupropiasalida.
Yabúnoserió.
—¡Omi-san!¡Muéstraselo!—ordenó.
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Inmediatamente, Omi dio una orden. Sus hombres desenvainaron la corta
ballonetaquependía,casiinvisible,delaparteposteriordelcinto,ylaencajaronen
uncasquillojuntoalabocadelmosquete.
—¡Alataque!
Lossamuraisatacaronalinstante,lanzandoungritodeguerra:¡Kasigimin!
El bosque de acero se detuvo a un paso delante de ellos. Jozen y sus nombres
rieronnerviosamenteanteaquellasúbitaeinesperadaferocidad.
—Bien. Muy bien —dijo Jozen, alargando una mano y tocando una de las
bayonetas.Estabamuyafilada—.Talveztengasrazón,Yabú—sama.Esperemosque
nuncatenganqueponerseaprueba.
—¡Omi-san! —gritó Yabú—. Forma tu tropa, Jozen-san le pasará revista.
Después,vuelvealcampamento.Mariko-sanyAnjín-san¡seguidme!
Echóaandarcuestaabajo,entrelasfilas,seguidodesusayudantes,deMarikoy
deBlackthorne.
—Formadenelcamino.¡Guardadlasbayonetas!
La mitad de los hombres obedecieron al punto y bajaron la cuesta. Naga y sus
doscientos cincuenta samurais permanecieron donde estaban, con las bayonetas
caladas.
Jozensepusotieso.
—¿Quésucede?
—Considerointolerablestusinsultos—dijoNaga,conira.
—Estoesunatontería.Yonoteheinsultado,niatinianadie.¡Tusbayonetassí
sonuninsultoamidignidad!¡Yabú—sama!
Yabúsevolvió.AhoraestabaalotroladodelcontingentedeToranaga.
—Naga-san—dijo,fríamente—.¿Quésignificaesto?
—Nopuedoperdonarlosinsultosdeesehombreamipadre…yamí.
—Estáprotegido.¡Nopuedestocarloahora!¡Estábajolaenseñadelosregentes!
—Perdona,Yabú—sama,peroéstaesunacuestiónquesólonosafectaaJozensanyamí.
—No.Túestásbajomisórdenes.Temandoquedigasatushombresquevuelvan
alcampamento.
Nadiesemovió.Empezóallover.
—Perdóname,Yabú—san,teloruego,peroestoescosamíay,paseloquepase,
teabsuelvodetodaresponsabilidadpormiacciónolasdemishombres.
UnodeloshombresdeJozendesenvainósusableyatacóaNagaporlaespalda.
Inmediatamente, una ráfaga de veinte mosquetes le voló la cabeza. Los veinte
hombressearrodillaronenelsueloyvolvieronacargarsusarmas.Lasegundafilase
preparó.
—¿Quiénhaordenadoemplearmunicionesdeverdad?—preguntóYabú.
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—Yo.Yo,¡YoshiNaga-noh-Toranaga!
—¡Naga-san!TeordenoquedejesenlibertadaNebaraJozenyasushombres.¡Y
permanecerásenturesidenciahastaquepuedaconsultaralseñorToranagasobretu
insubordinación!
—Desde luego, debes informar al señor Toranaga, y karma es karma. Pero
lamento decirte, señor Yabú, que, antes, ese hombre tiene que morir. Todos ellos
debenmorir.¡Hoymismo!
Jozenseestremeció.
—¡Estoybajolaproteccióndelosregentes!Nadaconseguirásmatándome.
—Lavaré mi honor, ¿neh? —dijo Naga—. Y te haré pagar tus burlas contra mi
padreytusinsultoscontramí.Detodosmodos,teníasquemorir,¿neh?Ahoraque
has presenciado la maniobra, no puedo consentir que el señor Ishido se entere de
todo.
—¡Yalosabe!—saltóJozen,alegrándosedesuprevisióndelanochepasada—
envié un informe con una paloma mensajera al amanecer. —¡No ganas nada con
matarme,Naga-san!
Naga hizo una señal a uno de sus hombres, un viejo samurai, el cual avanzó y
arrojólapalomaestranguladaalospiesdeJozen.Después,alguienarrojótambiénal
suelo una cabeza cortada, la cabeza del samurai Masumoto, despachado ayer por
Jozenconsumensaje.
UngemidobrotódeloslabiosdeJozen.Nagaytodossushombresseecharona
reír. Incluso Yabú sonrió. Otro de los samurais de Jozen saltó sobre Naga. Veinte
mosquetes lo derribaron, e hirieron mortalmente al hombre que estaba junto a él y
quenosehabíamovido.
Cesaronlasrisas.
—¿Debo ordenar a mis hombres que ataquen, señor? —preguntó Omi-san,
pensandoenlofácilquehabíasidomanejaraNaga.
Yabúsesecódelacaraelaguadelluvia.
—No, no serviría de nada. Jozen-san y sus hombres pueden darse por muertos,
hagamosloquehagamos.Essukarma,comodijoNaga-san.—Después,gritó:—Por
últimavez,¡teordenoquelosdejesmarchar!
—Discúlpame,perodebonegarme.
—Muybien.Infórmamecuandohayasterminado.
Y,disimulandosusatisfacción,diomediavueltaysealejó.
Blackthorne presenció la ejecución como testigo. Cuando todo hubo terminado,
semarchóacasa.Estabasilenciosa,yelpuebloparecíaenvueltoenunsudario.Se
bañó, pero no se sintió más limpio. El saké no le quitó la amargura de la boca. El
inciensonomitigóelhedorqueaúnpersistíaensusfosasnasales.
Mástarde,Yabúlomandóabuscar.Analizaronlamaniobraentodossusdetalles.
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EstabanpresentesOmi,NagayMariko.Ningunodeellosparecíaconmovidoporlo
queacababadeocurrir.
TrabajaronhastadespuésdeponerseelSol.Yabúordenóqueseaceleraseelritmo
delainstrucción.Habíaqueformarenseguidaotrogrupodequinientoshombres.Y
otro,dentrodeunasemana.
Blackthorne volvió solo a su casa y comió solo, acosado por su terrorífico
descubrimiento:noteníansentidodelpecado,todoselloscarecíandeconciencia…,
inclusoMariko.
Aquellanochenopudodormir.Saliódecasaycaminóempujadoporelviento.
Las ráfagas cubrían de espuma las olas. Los perros aullaban al cielo y buscaban
comida.Lostechosdepajadearrozsemovíancomocosasvivas.Batíanlospostigos,
y hombres y mujeres, como espectros silenciosos, se esforzaban por cerrarlos y
atrancarlos. Las olas rompían ruidosamente. Todas las barcas de pesca habían sido
varadasmuchomásarribadeloacostumbrado.
Anduvo hasta la orilla del mar y volvió a casa, luchando contra la presión del
viento.Noencontróanadie.Cayóunfuertechaparrónyprontoquedóempapado.
Fujikoloesperabaenlagalería,azotadaporelviento,quehacíagotearlalámpara
deaceite.Todosestabandespiertos.Loscriadostransportabanlosobjetosdevalora
laachaparradacasetadeadobeyalalmacéndepiedradelfondodeljardín.
Elventarrónnoeratodavíaamenazador.
Una teja se desprendió al filtrarse el viento por debajo de un alero, y todo el
tejadoseestremeció.Latejacayóyseestrellócongranruido.Loscriadoscorríande
unladoparaotro,algunos,preparabancubospararecogerelagua,otrosprocuraban
reparareltejado.Elviejojardinero,Ueki-ya,ayudadoporlosniños,atabaaestacas
debambúlosarbustostiernosylosarbolitos.
Otraráfagasacudiólacasa.
—Vaaderribarla,Mariko-san.
Ella no respondió, el viento azotaba a Mariko-san y a Fujiko y les arrancaba
lágrimas.Blackthornemiróhaciaelpueblo.Volabanescombrosportodaspartes.El
vientopenetróporunarendijadelshojidepapeldeunadelascasas,ytodalapared
desapareció,dejandosólounesqueletodelistones.Laparedopuestasederrumbó,y
sehundiótodoeltejado.
Blackthornesevolvió,impotente,alserarrancadoelshojidesuhabitación.Las
paredesdesaparecieron.Ahorapodíaveratravésdetodalacasa.Perolossoportes
del techo aguantaron, y el tejado de azulejos no se movió. Colchas, farolillos y
esteras,arrastradosporelviento,eranperseguidosporloscriados.
La tormenta destruyó las paredes de todas las casas de la aldea. Y algunas
moradas quedaron totalmente arrasadas. No hubo heridos graves. Al amanecer
amainóelviento,yloshombresymujeresempezaronareconstruirsushogares.
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A mediodía, las paredes de la casa de Blackthorne habían sido reparadas, y la
mitaddelaaldeavolvíaatenersuaspectonormal.Lostejadoseranlomásdifícilde
reparar, pero todos se ayudaban mutuamente, sonriendo, con rapidez y habilidad.
Mura recorría el pueblo, aconsejando, guiando, inspeccionando y dando
instrucciones.Subióalacolinaparavercómoibanlascosas.
—Mura —dijo Blackthorne, buscando las palabras—, tú has hecho que esto
pareciesefácil.
—Gracias,Anjín-san.Sí,muchasgracias,perohemostenidosuertedequenose
hayaproducidoningúnincendio.
—¿Vosotrosincendiosamenudo?
—Perdón,perosedice:«¿Tenéisincendiosamenudo?.»
Blackthornerepitiólafrase.
—Sí.Peroordenéquelaaldeaestuviesepreparada.Preparada,¿comprendes?
—Sí.
—Cuandoestallanestastormentas…
Mura se interrumpió y miró por encima del hombro de Blackthorne. Después,
bajólacabeza.
Omiseacercabaapasoligero,mirandoamistosamenteaBlackthorneycomosi
Muranoexistiese.
—Buenosdías,Anjín-san—dijo.
—Buenosdías,Omi-san.¿Estátucasabien?
—Muy bien, gracias. —Omi miró a Mura y dijo, bruscamente:—Los hombres
deberían estar pescando o trabajando los campos. Y también las mujeres. Yabú—
sama quiere sus impuestos. ¿Tratáis de avergonzarme delante de él con vuestra
pereza?
—No,Omi-san.Discúlpame,porfavor.Iréenseguida.
—Notendríaquedecírtelo.Ylapróximavez,notelodiré.
—Tepidoperdónpormiestupidez.
YMurasealejórápidamente.
Omihablólargamente,peroBlackthornenoleentendió,comonohabíaentendido
loquelehabíadichoaMura,sóloalgunapalabradevezencuando.
—Losiento,peronoentiendo.
—¿Divertido?¿Tegustólodeayer?¿Elataque?¿Labatalla«simulada»?
—¡Ah!Yaentiendo.Sí,meparecióbien.
—¿Yloquepresenciaste?
—¿Perdón…?
—Lo que viste. El ronín Nebara Jozen y sus hombres. —Omi imitó un
bayonetazoyseechóareír.—Presenciastesumuerte.¡Muerte!¿Comprendes?
—¡Oh,sí!Laverdad,Omi-san,nomegustanlasmuertes.
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—Karma,Anjín-san.
—Karma.¿Habráhoyinstrucción?
—Sí.PeroYabú—samasóloquierehablar.Mástarde.¿Comprendes,Anjín-san?
Sólohablar.Mástarde—repitióOmi,pacientemente.
—Sólohablar.Comprendo.
—Estásempezandoahablarmuybiennuestralengua.Sí.Muybien.
—Gracias.Difícil.Pocotiempo.
—Sí. Pero eres un buen hombre y te esfuerzas mucho. Esto es importante. Te
daremos tiempo, Anjín-san, no te preocupes. Yo te ayudaré. —Después dijo, y lo
repitióconclaridad:—Quieroseramigotuyo.¿Comprendes?
—¿Amigo?Comprendolapalabra«amigo».
Ormseseñalóasímismoy,después,aBlackthorne.
—Quieroseramigotuyo.
—¡Ah!Gracias.Muyhonrado.
Omisonriódenuevo,seinclinó,deigualaigual,ysealejó.«¿Amigosuyo?—se
dijoBlackthorne—.¿Haolvidadoél?Yo,no.»
—¡Oh, Anjín-san! —exclamó Fujiko, corriendo hacia él—. ¿Quieres comer?
Yabú—samaenviaráprontoabuscarte.
—Sí,gracias.¿Muchosdestrozos?—preguntóél,señalandolacasa.
—Perdona,losiento,perodebesdecir:«¿Hahabidomuchosdestrozos?.»
—¿Hahabidomuchosdestrozos?—Nadaimportante,Anjín-san.
—Bien.¿Novíctimas?
—Perdóname,perodebesdecir:«¿Hahabidovíctimas?»
—Gracias.¿Hahabidovíctimas?
—Ninguna,Anjín-san.
De pronto, Blackthorne se hartó de tantas correcciones y puso fin a la
conversaciónconunaorden:
—Estoyhambre.¡Comida!
—Sí,inmediatamente.Perodebesdecir:«Estoyhambriento.»Unapersonatiene
hambre,peroestáhambrienta.
Esperóaqueéllorepitiesecorrectamente,ysemarchó.
ÉlsesentóenlagaleríayobservóaUeki-ya,elviejojardinero,querecogíalos
desperdiciosylashojascaídas.Pudovermujeresyniñosquereparabanlaaldea,y
barcasquesehacíanalamarydoblabanelcabo.Otroslugareñossedirigíanalos
campos,pueselvientohabíaamainado.«Mepreguntoquéimpuestosdebenpagar—
sedijo—.Mefastidiaríasercampesinoaquí.Ynosóloaquí,sinoencualquierparte.»
Aldespuntareldía,lehabíaimpresionadolaaparentedevastacióndelpueblo.
—¿Porquénoconstruísconpiedraoconladrillos?—preguntó.
—Debido a los terremotos, Anjín-san. Un edificio de piedra se agrietaría y se
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derrumbaría, matando probablemente a sus habitantes. Con nuestro estilo de
construcción,losdañosnosongrandes.Yaverásconquérapidezsearreglatodo.
—Sí,perotenéiselpeligrodeincendio.¿YquépasacuandosoplanlosGrandes
Vientos,lostai-fun?
—Entonceslopasamosmuymal.
Hacíaunosdíasseprodujootrotemblordetierra.Habíasidoligero.Unamarmita
secayódelbrasero,volcándolo.Afortunadamente,sólohabíaunpequeñorescoldo.
Unacasadelpuebloseincendió,peroelfuegonoseextendió.Blackthornenohabía
vistonuncaunaluchataneficazcontraelfuego.Aparteesto,lagentedelaaldeale
había prestado poca atención. Se habían reído y continuado sus vidas como si tal
cosa.
—¿Porquéseríelagente?.
—Consideramosvergonzosoydescortésmostrarnuestrosfuertessentimientosy,
enparticular,elmiedo,porestolodisimulamosconlarisaolasonrisa.
«Peroalgunoslomuestran»,pensóBlackthorne.
NebaraJozenlohabíamostrado.Habíamuertocobardemente,llorandodemiedo,
pidiendo clemencia, y su muerte había sido lenta y cruel. Lo dejaron correr, para
pincharlo cuidadosamente con las bayonetas, entre carcajadas, obligándolo a correr
denuevoyacribillándoloabayonetazos.Porúltimo,lodejaronquesearrastrasepara
morirdesangrado.
Nagadirigióluegosuatenciónalosotrossamurais.TresdeloshombresdeJozen
sehabíanarrodilladoinmediatamenteydescubiertoelvientreparahacerseelharakiri
ritual.Tresdesuscamaradassehabíancolocadodetrásdeelloscomoayudantes,y
levantando sus largos sables. Cuando los samurais arrodillados fueron a coger sus
cuchillos,dejandoelcuelloaldescubierto,lostressablescayeronylosdecapitaron
deunsolotajo.
Después,searrodillaronotrosdossamurais,haciendoeltercerodeayudante.El
primerodeellosfuedecapitadocomosuscamaradas.Elotrodijo:
—No.Yo,HirasakiKenko,sécómohayquemorir,cómodebemorirunsamurai.
Kenkoeraunjovenesbelto,perfumadoycasihermoso,detezpálidaycabellos
untadosybienpeinados.Sacóreverentementesucuchilloyenvolvióparcialmenteel
armaconuncinto,paraagarrarlamejor.
—Protesto de la muerte de Nebara Jozen-san y de sus hombres —dijo, con
firmeza, inclinándose ante Naga. Dirigió su última mirada al cielo y la última y
serenasonrisaasuayudante—.Sayonara,Tadeo.
Clavóprofundamenteelcuchilloenelladoizquierdodesuvientreydiountajo
horizontalconambasmanos,después,losacó,loclavójustoencimadelpubisycortó
haciaarribaensilencio.Suayudantedescargóelsableenunsoloarcofulgurante.
Naga recogió personalmente la cabeza y le cerró los ojos. Después dijo a sus
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hombresquelalavasen,ylaenvolviesenylaenviasenaIshidocontodosloshonores
yconuninformecompletosobrelabravuradeHirasakiKenko.
El último samurai se arrodilló. No quedaba nadie para ayudarle. También era
joven.Susdedostemblaban,yelmiedoloconsumía.Tresveceshabíacumplidosu
deberconsuscamaradas.Nuncahastaentonceshabíamatado.
Contemplóelcuchillo.Descubriósuvientre.Sintióquelaslágrimasacudíanasus
ojos, pero las ocultó bajo una máscara sonriente. Naga hizo una seña a su
lugarteniente.
Esteavanzó,saludóysepresentóceremoniosamente:
—Osaragi Nampo, capitán de la Novena Legión del señor Toranaga. Sería un
honorparamíservirtedeayudante.
—IkomoTadeo,primeroficial,vasallodelseñorIshido.Gracias.Aceptotuayuda
comounhonor.
Sumuertefuerápida,indolorayhonrosa.
Recogieron las cabezas. Más tarde, Jozen pareció revivir. Sus manos frenéticas
trataroninútilmentedecerrarsuvientre.
Loabandonaronalosperros,quehabíansubidodelaaldea.
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CapítuloXXXIV
Diez días después de la muerte de Jozen y sus hombres, a la Hora del Caballo, las
oncedelamañana,unconvoydetresgalerasdoblóelcabodeAnjiro.Ibanllenasde
soldados.Toranagadesembarcó.LeacompañabaBuntaro.
—Primero quiero ver una maniobra de ataque, Yabú—san, con los quinientos
hombresprimitivos—dijoToranaga—.Enseguida.
—¿Nopodríasermañana?Asítendríatiempodehacerlospreparativos.Ydebes
deestarcansado…
—Noloestoy,gracias—respondióToranaga,condeliberadabrusquedad—.No
necesito«defensores»,nigritos,nimuertessimuladas.Noolvides,viejoamigo,que
heactuadolobastanteenlascomediasNohcomoparasaberusarmiimaginación.
Estaban en la playa, junto al muelle. Toranaga estaba rodeado de sus guardias
escogidos, y otros desembarcaban de la galera atracada. Otros mil samurais,
poderosamentearmados,seapretujabanenlasdosgalerasqueesperabancercadela
orilla.
—¡Cuidadeello,Igurashi!—gritóYabú,disimulandosuira.
DesdequeenvióelprimermensajesobrelallegadadeJozen,sólohabíarecibido
informes insignificantes de su red de espionaje en Yedo y esporádicas y vagas
respuestasdeToranagaasuscadavezmásapremiantesmensajes.Hastaque,cuatro
días atrás, recibió ésta: «Los responsables de la muerte de Jozen serán castigados.
Permaneceránensuspuestos,peroarrestadoshastaquepuedaconsultarconelseñor
Ishido.»Yayer,labomba:«HoyherecibidolainvitaciónformaldelnuevoConsejo
deRegenciaparalaCeremoniadelasFlores,enOsaka.¿Cuándopiensaspartir?Te
aconsejoquelohagasinmediatamente.»
—¿SignificaestoqueToranagavaairaallá?—preguntóYabú,desconcertado.
—Te está obligando a comprometerte —respondió Igurashi—. Hagas lo que
hagas,estásatrapado.
—Yotambiénlocreo—dijoOmi.
Yhoy,enlaplaya,Yabúdabagraciasasukamiguardián,quelohabíainducidoa
aceptarelconsejodeOmidepermaneceraquíhastaelúltimomomento,hastadentro
detresdías.
—Respecto a tu último mensaje, llegado ayer, Toranaga-sama —dijo Yabú —,
supongoquenoirásaOsaka,¿verdad?
—¿Ytú?
—Teconsideromijefe,y,naturalmente,esperabatudecisión.
—Mi decisión es fácil, Yabú—sama. En cambio, la tuya es difícil. Si vas los
regentes te harán trizas por haber matado a Jozen y a sus hombres. Ishido está
furioso…yconrazón.¿Neh?
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—Yonolohice,señorToranaga.LadestruccióndeJozen,sindudamerecida,se
realizócontramisórdenes.
—FueunasuertequelohicieseNaga-san,¿neh?Sino,habríastenidoquehacerlo
tú.Mástardediscutiremosesto.Ahora,venycharlaremosmientrasnosdirigimosal
campo de instrucción. No hay que perder tiempo. —Y Toranaga se echó a andar a
paso vivo, seguido de cerca por sus guardias.—Sí, estás realmente ante un dilema,
viejo amigo. Tal vez deberías hacer lo que sugeriste la última vez que estuve en
Anjiro. Me alegraría ser tu ayudante. Tal vez tu cabeza mitigaría el mal humor de
Ishidocuandomereúnaconél.
—MicabezanotienevalorparaIshido.
—Noesésamiopinión.Buntarofueasuencuentro.
—Discúlpame,señor.¿Dóndequieresquesealojenloshombres?
—En la meseta. Establece allí tu campamento permanente. Doscientos guardias
quedaránconmigoenlafortaleza.
—¿Uncampamentopermanente?—preguntóYabú—.¿Vasaquedarteaquí?
—No,sólomishombres.Silamaniobrasalebien,comocreo,formaremosnueve
batallonesdeasalto,dequinientossamuraiscadauno.
—¿Tendremosnuevebatallonesdeasalto?
—Sí.Constituiránunregimiento.AlmandodeBuntaro.
—Talvezseríamejorqueyomeencargasedeeso.Él…
—OlvidasqueelConsejosereúnedentrodebrevesdías.¿Cómopuedesmandar
unregimientosimarchasaOsaka?¿Nohaspreparadotupartida?
Yabúsedetuvo.
—Somos aliados. Convinimos en que tú eres el jefe, y orinamos para sellar el
trato. Yo lo he cumplido y sigo cumpliéndolo. Ahora, pregunto: ¿Cuál es tu plan?
¿Vamosonovamosalaguerra?
—Nadiemehadeclaradolaguerra.Todavía.
Yabú ardía en deseos de sacar la espada Yoshitomo y derramar la sangre de
Toranaga sobre el polvo, de una vez para siempre y costase lo que costase. Podía
sentirelalientodelosguardiasdeToranagaasualrededor,peroyanoleimportaba.
—¿NoseráelConsejotusentenciademuerte?Túmismolodijiste.Encuantose
reúnan,tendrásqueobedecer.¿Neh?
—Desdeluego.
Toranaga alejó a los guardias con un ademán y se apoyó tranquilamente en su
sable,separadasyfirmeslasrobustaspiernas.
—Entonces,¿cuálestudecisión?¿Quétepropones?
—Primero,verlamaniobra.
—¿Ydespués?
—Iracazar.
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—¿VasairaOsaka?
—Naturalmente.
—¿Cuándo?
—Cuandomeplazca.
—¿Quieresdecir,nocuandoleplazcaaIshido?
—Quierodecircuandomeplazca.Yahoradime:¿quéocurrióexactamenteentre
JozenyNaga-san?
Yabúlecontólaverdad,peroomitiendolacircunstanciadequeNagahabíasido
inducidoporOmi.
—¿Ymibárbaro?¿CómoseportaAnjín-san?
—Bien,muybien.
Yabú le habló del frustrado harakiri de la primera noche y de cómo doblegó a
Anjín-sanparasumutuaventaja.
—Muy astuto —dijo Toranaga, lentamente—. Nunca me habría imaginado que
intentaseelharakiri.Muyinteresante.
—FueunasuerteelquedijeseaOmiqueestuviesepreparado.
Yabú esperó con impaciencia que Toranaga dijese algo más. Pero éste guardó
silencio.Porfin,dijoYabú:
—La noticia que te envié sobre el nombramiento del señor Ito como regente…
¿Losabíasya?
—Habíaoídorumores.ItoesunmagníficoelementoparaIshido.
—Perosuvototedestruirá.
—SisecelebraelConsejo.
—¡Ah!Entonces,¿tienesunplan?
—Yo siempre tengo un plan… o varios planes, ¿no lo sabías? Pero, ¿cuál es el
tuyo,aliado?Siquieresmarcharte,márchate.Siquieresquedarte,quédate.¡Elige!
Ysiguióandando.
MarikoentregóaToranagaunrollodeapretadaescritura.
—¿Esestotodo?—preguntóél.
—Sí,señor—respondióella,molestaporelolordelmalventiladocamarote—.
Mucho de lo que hay en el Manual de Guerra estará repetido, pero yo tomé notas
cadanocheyloescribítodosegúnseproducíao,almenos,lointenté.Escasicomo
unDiariodetodoloquesehadichoyhasucedidodesdequetemarchaste.
—Bien.¿Lohaleídoalguienmás?
—No,queyosepa.—Agitóelabanicopararefrescarse.—LaconsortedeAnjínsanyloscriadosmevieroncuandoloescribía,perosiemprelotuveguardadobajo
llave.
—¿Cuálessontusconclusiones?
Ella reflexionó un momento y dijo, con seguridad: —El Regimiento de
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Mosquetes ganaría una batalla. Los bárbaros podrían destruirnos, si desembarcasen
en gran número, con mosquetes y cañones. Debes tener una flota bárbara. Hasta
ahora, los conocimientos de Anjín-san han tenido un valor enorme para ti, hasta el
punto de que deberían mantenerse secretos, sólo para tus oídos. Puestos en malas
manos,estosconocimientosseríanfatalesparati.
—¿Quiéncomparteahorasusconocimientos?
—Yabú—san sabe muchas cosas, pero Omi-san sabe más, porque es muy
intuitivo. Igurashi-san, Naga-san y los soldados… Los soldados comprenden
naturalmente la estrategia, pero no los detalles, ni los conocimientos políticos y
generalesdeAnjín-san.Desdeluego,éstesólonoshaexplicadoalgunascosas,pero
su saber es muy vasto, y su memoria, casi perfecta. Con paciencia puede
proporcionarteunaimagenexactadelmundo,desuscostumbresypeligros.Siesque
dicelaverdad.
—¿Ladice?
—Creoquesí.
—¿QuéopinasdeYabú?
—Yabú—sanesunhombreviolentoysinescrúpulos.Tienedestellosdeastuciae
inclusodegraninteligencia.Espeligrosocomoenemigoycomoaliado.
—Unasvirtudesrecomendables.¿Ysusdefectos?
—Esmaladministrador.Suscampesinosserebelaríansituviesenarmas.
—¿Porqué?
—Cobra impuestos excesivos, ilegales. El setenta y cinco por ciento de todo el
arroz,lapescaylosproductos.Yhaimplantadotasassobrelascabezas,lastierras,
lasbarcas,lasventas,hastalaúltimabarricadesaké.TodoestátasadoenIzú.
—DimemáscosasdeYabú.
—Comepocoysusaludparecebuena,peroSuwo,elmasajista,creequepadece
delriñon.Tienealgunoshábitoscuriosos.
—¿Qué?
EllalecontólodelaNochedelosGritos.
—ElpadredeYabúsolíatambiéncocerasusenemigos.Unapérdidadetiempo.
Pero puedo comprender su necesidad de hacerlo de vez en cuando. ¿Y su sobrino,
Omi?
—Muyastuto.Muyinteligente.Absolutamentefielasutío.
—¿YlafamiliadeOmi?
—Sumadrees…bastanteseveraconMidori,suesposa.Estaessamurai,amable,
enérgica y muy buena. Todos son vasallos leales de Yabú—san. En la actualidad,
Omi-san no tiene consortes, aunque Kikú, la más famosa cortesana de Izú, es casi
comounaconsorte.Siélpudiesecomprarsucontrato,creoquelatraeríaasucasa.
—¿MeayudaríacontraYabú,siselopidiese?
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Ellareflexionóunmomento.Después,moviólacabeza.
—No,señor.Nolocreo.Creoqueesvasallodesutío.
—¿YNaga?
—Unmagníficosamurai.VioenseguidaelpeligrodeJozen-sanysushombres,y
zanjólacuestión.
—Creoquefueunestúpido…alconvertirseenmuñecodeYabú.
Ellasearreglóunplieguedelquimonoynocontestó.
—HáblameahoradeAnjín-san—dijoToranaga,abanicándose.
Ellahabíaestadoesperandoesto,pero,ahora,todaslasinteligentesobservaciones
quepensabahacersehabíandesvanecidoensucabeza.
—¿Ybien?
—Debes juzgar por lo que se dice en el rollo, señor. En ciertos aspectos, es un
hombre inexplicable. Desde luego, su educación y su herencia son completamente
distintasdelasnuestras.Esuntipomuycomplicadoyqueescapaanuestra…,ami
comprensión.Solíasermuyfranco.Pero,desdequeintentóelharakiri,hacambiado.
Esmásreservado.
LecontóloquehabíadichoyhechoOmiaquellaprimeranoche.Yloreferentea
lapromesadeYabú.
—¡Ah!¿FueOmi,noYabú—san,quienledetuvo?
—Sí.
—YYabúsiguióelconsejodeOmi.—Exacto,señor.
—Luego Omi es el consejero. Muy interesante. Supongo que Anjín-san no
esperaráqueYabúcumplasupromesa,¿eh?
—Sí.Estáseguro.
—¡Quéinfantil!—rióToranaga—.Háblamedesuconsorte.
Ellaselocontótodo.
—Bien.—LecomplacíaquesueleccióndeFujikoysuplanhubiesefuncionado
tanbien.—¡Bravo!Estuvomuyacertadaenlodelaspistolas.¿Quétallascostumbres
deAnjín-san?
—Casi todas normales, aunque muestra una extraña repugnancia a hablar de
juegosdealmohadayunacuriosarenunciaacomentarlasfuncionesmásnaturales.
—Leexplicótambiénsudesacostumbradaaficiónalasoledadysupésimogustoen
lotocantealacomida.—Porlodemás,esatento,razonable,listoybuenalumno,y
sientemuchacuriosidadpornosotrosynuestrascostumbres.Yoleheexplicadoalgo
sobrenuestroestilodevidaynuestrahistoria,sobreelTaikoylosproblemasactuales
denuestroReino.
—¿YsobreelHeredero?
—Sí,señor.¿Hicemal?
—No.Tedijequedebíaseducarlo.¿Quétalvasujaponés?
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—Muy bien, dadas las circunstancias. Con el tiempo, hablará perfectamente
nuestralengua.Esunbuendiscípulo,señor.
—¿Ytú,Mariko-san?¿Cómoestás?
—Bien,gracias,señor.Ymealegromuchodetubuenaspecto¿Puedofelicitarte
porelnacimientodetunieto?
—Sí, gracias. Estoy muy contento. El chico tiene buena constitución y parece
sano.
—¿YdamaGenjiko?
—Tan fuerte como siempre —gruñó Toranaga, y, después, frunció los labios y
reflexionó un momento—. Tal vez podrías recomendarme una madre adoptiva. —
Habíalacostumbredequeloshijosdelossamuraisimportantestuviesenunamadre
adoptiva, para que la madre natural pudiese cuidar del marido y del gobierno de la
casa, dejando a aquélla la crianza del pequeño.—Aunque temo que no será fácil
encontrarlapersonaadecuada.DamaGenjikotieneuncarácterunpocodifícilpara
susservidores,¿neh?
—Estoysegurodequeencontraráslapersonaperfecta,señor.Teprometopensar
enello—respondióMariko,convencidadelainutilidaddesuconsejo,puesnohabía
mujercapazdesatisfaceralmismotiempoalseñorToranagayasunuera.
—Gracias.Pero,¿ytú,Mariko?¿Quémedicesdeti?
—Estoybien,señor.Gracias.
—¿Ytuconcienciacristiana?
—Nohayconflicto,señor.Hehechotodoloquepodíadesear.Deveras.
Toranagalaobservófijamente.Violainocenciareflejadaensusojos.
—Tehasportadobien,Mariko-san.Continúaigual.
—Sí,señor,gracias.Unacosa:Anjín-santienegrannecesidaddeunagramáticay
deundiccionario.
—Los he pedido a Tsukku-san. —Advirtió que ella fruncía el ceño.—¿Piensas
quenolosenviará?
—Teobedecerá,naturalmente.Peroquizánoconlarapidezquetúdeseas.
—Prontolosabré—dijoToranaga,entonoamenazador—.Sólolequedantrece
días.
—¿Cómoseñor?—dijoMariko,sobresaltadaysincomprender.
—Bueno —dijo Toranaga, con indiferencia, disimulando su momentáneo desliz
—, cuando estábamos a bordo del barco portugués, me pidió permiso para visitar
Yedo. Se lo otorgué, pero dándole un plazo de cuarenta días. Ahora quedan trece.
¿No fueron cuarenta días los que estuvo aquel bonzo, aquel profeta, Moisés, en la
montaña,pararecogerlosmandamientosde«Dios»grabadosenpiedra?
—Sí,señor.
—¿Creesqueestosucedió?
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—Sí.Peronosécómoniporqué.
—Discutirlas«cosasdeDios»esperdereltiempo,¿neh?
—Sibuscashechos,sí,señor.
—Enlaesperadeesediccionario,¿hastratadodehaceruno?
—Sí Toranaga-sama, aunque temo que no es muy bueno. Desgraciadamente,
parece haber muy poco tiempo y muchos problemas. Aquí… y en todas partes —
añadió,conintención.
Toranaga asintió con la cabeza, dándose cuenta de que ella habría querido
preguntarle muchas cosas: sobre el nuevo Consejo y el nombramiento de Ito y la
sentenciadeNagaylainminenciadelaguerra.
—Esunasuertequehayavueltotumarido,¿neh?
—Nuncapenséquesalvaríalavida—dijoella,dejandodeabanicarse—.Nunca.
Herezadoyquemadoinciensotodoslosdíasporsumemoria.
Buntaro le había contado esta mañana que otro contingente de samurais de
Toranaga había cubierto su retirada desde el muelle, permitiéndole cruzar los
suburbios de Osaka sin tropiezo. Después, con cincuenta hombres disfrazados de
bandidos, y caballos de repuesto, se había lanzado a los montes y galopado por
senderos en dirección a Yedo. Dos veces lo alcanzaron sus perseguidores, y una le
tendieron una emboscada en la que perdió a todos sus hombres menos cuatro, pero
logró escapar y se adentró más en el bosque y siguió galopando de noche y
durmiendoduranteeldía.HabíatardadoveintedíasenllegaraYedo.Sólodosdesus
hombreshabíansobrevivido.
—Fue casi un milagro —dijo ella—. Pensé que estaba poseída por un kami
cuandoloviatuladoenlaplaya.
—Esinteligente.Muyvigorosoymuyinteligente.
—¿PuedopedirtenoticiasdelseñorHiro-matsu,señor?¿YdeOsaka?¿Ydedama
KiritsuboydamaSazuko?
Toranaga le informó, en tono indiferente, de que Hiro-matsu había regresado a
Yedoeldíaantesdepartirél,ydequelasdamashabíandecididoquedarseenOsaka
por motivos de salud de dama Sazuko. No había necesidad de decir más. Tanto él
comoMarikosabíanqueestonoeramásqueunafórmulaparasalvarladignidady
queelgeneralIshidonuncapermitiríaqueseleescapasentanvaliososrehenes,ahora
queteníaaToranagafueradesualcance.
—Nadapuedehacerse—dijoél—.Eskarma,¿neh?
—Sí.
Toranagacogióelrollo.
—Ahoradeboleeresto.Gracias,Mariko-san.Lohashechomuybien.Porfavor,
traeaAnjín-sanalafortalezaalamanecer.
—Señor,ahoraquemiamoestáaquí,debería…
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—Tu marido está conforme en que, mientras yo esté aquí, permanecerás donde
estásyactuarásdeintérpretecomohastaahora.
—Perodebomontarlacasaparamiseñor.Necesitarácriadosyunacasa.
—Enestemomento,estoseríaunapérdidadetiempo,dedineroydeesfuerzos.
PermaneceráconlatropaoencasadeAnjín-san,loqueélprefiera.
—Sí.Discúlpame,señor.
Ysemarchó.
Toranagaleyócuidadosamenteelrollo.YelManualdeGuerra.Despuésreleyó
partedelprimero.Losguardóenlugarseguro,pusoguardiasenelcamaroteysubióa
cubierta.
Amanecía.Eldíaseanunciabacálidoynublado.CancelólareuniónconAnjínsanqueteníaproyectadaycabalgóhacialamesetaconuncentenardeguardias.Allí
recogió a sus halconeros y tres halcones, y cazó en veinte ri. Al mediodía, había
capturadotresfaisanes,dosgrandesbecadas,unaliebreyunmontóndecodornices.
Envió un faisán y la liebre a Anjín-san, y el resto a la fortaleza. Algunos de sus
samurais no eran budistas, y él toleraba sus costumbres dietéticas. En cuanto a él,
comióunpocodearrozfríoconpastadepescado,unasalgasenadoboyunastirasde
jengibre.Después,seacurrucóenelsueloysedurmió.
EramuyentradalatardeyBlackthorneestabaenlacocina,silbandoalegremente.
A su alrededor, estaban el cocinero jefe, su ayudante, el preparador de verduras, el
preparadordepescadosysusayudantes,todossonrientes,peromolestospordentro,
porquesuamoestabaenlacocinaconsuamaytambiénporqueleshabíadichoque
ibaahacerleselhonordeenseñarlesaprepararycocinarlaliebreasumanera.
Encuantoalfaisán,lohabíacolgadoyaenunalerodeunacasetaexterior,con
severasinstruccionesdequenadie,nadie,debíatocarlo,salvoélmismo.
Sintiéndosejovendenuevo—puesunadesusprimerastareashabíasidolimpiar
las piezas que él y su hermano cazaban furtivamente y con grandes riesgos, en las
fincas de los alrededores de Chatham—, escogió un cuchillo largo y curvo. El jefe
sushi palideció. Era su cuchillo predilecto, con un filo especialmente vaciado para
quelastajadasdepescadocrudofuesensiemprecortadasalaperfección.Todoslos
demás sabían esto y contuvieron el aliento, acentuando su sonrisa para ocultar su
preocupaciónporél,mientrasélsonreíamásparadisimularsuvergüenza.
Blackthorneabriólapanzadelaliebreyextrajoelestómagoylasentrañas.Una
de las doncellas más jóvenes se estremeció y huyó sin hacer ruido. Fujiko resolvió
ponerle una multa de un mes de sueldo, lamentando no ser también una campesina
parapoderhuirsinmenguadesuhonor.
Después,observaron,pasmados,cómocortabaBlackthornelaspatasdelanimaly
lodespellejaba.Acontinuación,locolocósobrelatabladetrinchar,lodecapitóyse
dedicóadesarticularlaspatasytrocearelcuerpodelaliebre.Otradoncellaescapó
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sinquelosotrosloadvirtiesen.
—Ahoraquierounaolla—dijoBlackthorne,conunguiñodesatisfacción.
Nadielerespondió.Siguieronmirándoloysonriendoinexpresivamente.Entonces
vioungrandeeinmaculadocalderodehierro.Loasióconsusensangrentadasmanos,
lollenódeagua,lopusosobreelfuegoyechóenéllostrozosdecarne.
—Ahora,algunasverdurasyespecias—dijo.
—¿Dozo?—preguntóFujiko,convozronca.
Él no conocía las palabras japonesas y miró a su alrededor. Había algunas
zanahoriasenuncesto,yunasraícesqueparecíanrábanos.Loslimpió,loscortóylos
echóenlaolla,añadiendosalyunpocodesalsadesoja.
—Necesitaríacebollasyajos,yvinodeOporto.
—¿Dozo?—volvióapreguntarFujiko,sincomprender.
—Kotabasbirimasen.(Nosélaspalabras.)
Ellanolecorrigióestavez,sinoquecogióunacucharayselaofreció.Élmovió
lacabeza.
—Saké—dijo.
El ayudante de cocinero salió de su inmovilidad y le entregó el barrilito de
madera.
—Domo.
Blackthornevertióunatazallenayañadióotraparanoquedarsecorto.
—Kotaba shirimasen (Este guiso será magnífico). Ichi-ban, ¿neh? —dijo,
señalandolahumeanteolla.
—Hai—dijoFujiko,sinlamenorconvicción.
—Okuru tsukai arigato Toranaga-sama (Envía un mensajero a dar las gracias al
señorToranaga)—dijoBlackthorne,ynadiecorrigiósumaljaponés.
—Hai.
Fujiko salió y se dirigió corriendo a la letrina, una pequeña choza situada en
espléndidoaislamientocercadelapuertaprincipaldeljardín.Estabamuymareada.
—¿Te sientes bien, señora? —preguntó Nigatsu, su doncella, mujer de edad
madura,rechoncha,yqueestabaalcuidadodeFujikodesdequeéstaerapequeña.
—¡Vete! Pero antes tráeme un poco de cha. ¡No! Tendrías que entrar en la
cocina…¡Oh,oh,oh!
—Tengo cha aquí, señora. Pensamos que lo necesitarías y hervimos el agua en
otrobrasero.¡Aquí!
—¡Oh! ¡Eres muy lista! —dijo Fujiko, pellizcando cariñosamente la redonda
mejilladeNigatsu,mientrasacudíaotradoncellaparaabanicarla.
Después,seenjugóloslabiosconunatoalladepapelysesentó,aliviada,sobre
uncojín,enlagalería.
—¡Oh,estoesmejor!
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—¿Quépasaalládentro,señora?Nosotrasnonosatrevimossiquieraamirar.
—Notepreocupes.Elamo…,elamo…Déjalocorrer.Suscostumbressonraras,
peroesnuestrokarma.
Entoncesvioqueseacercabaceremoniosamenteeljefedelacocina,ysucorazón
seencogióunpocomás.Él,unhombrecillodelgadoytieso,degrandespiesydientes
degamo,seinclinórespetuosamente.Antesdequepudiesepronunciarunapalabra,
Fujikoledijo:
—Compracuchillosnuevosenlaaldea.Yunaollaparacocerelarroz.Unanueva
tabla de trinchar, nuevos recipientes para el agua… y todos los utensilios que
consideresnecesarios.Losquehaempleadoelamoquedaránreservadosparasuuso
exclusivo. Si quieres, puedes construir otra cocina donde pueda el amo hacer sus
guisossilodesea…hastaquehayasaprendido.
—Gracias,Fujiko-sama—dijoelcocinero—.Discúlpameporveniramolestarte,
discúlpame,porfavor,peroconozcouncocineromuybuenoenlaaldeavecina.No
es budista, e incluso estuvo con el Ejército en Corea. Él sabrá cocinar para el amo
muchomejorqueyo.
—Cuandoquieracambiardecocinero,telodiré.Mientrastanto,seguirássiendo
aquíeljefedecocina—dijoella—.Aceptasteelcargoporseismeses.
—Sí, señora —dijo el cocinero, muy digno por fuera y temblando por dentro,
porqueFujiko-noh-Anjíneraunamaconlaquenosepodíajugar—.Perdóname,por
favor, pero yo fui contratado como cocinero…, no como carnicero. Los eta son
carniceros.Claroquenopodemostraeretaaquí,peroelotrococinerodequetehablé
no es budista como yo, ni como mi padre y mis antepasados, señora, que nunca,
nunca…Porfavor,esenuevococineropodría…
—Tú seguirás cocinando aquí como hasta ahora. Yo encuentro excelente tu
cocina, digna de un maestro cocinero de Yedo. Incluso envié una de tus recetas a
damaKiritsubo,enOsaka.
—¡Oh!Gracias.Mehacesdemasiadohonor.¿Quérecetafue,señora?
—Ladeangulasymedusa,conostraspartidasyunapizcadesoja,quetúhaces
tanbien.¡Esexcelente!Lomejorquejamáshecomido.
—¡Oh,gracias,señora!
—Aunquetussopasdejanmuchoquedesear.
—¡Oh!¡Cuántolosiento!
—Más tarde discutiremos esto. Gracias, cocinero —dijo ella, en tono de
despedida.
Peroelhombrecillosemantuvoterco,aunquesumiso.
—Por favor, perdóname, señora, pero oh ko, con toda humildad, si el amo…,
cuandoelamo…
—Cuando el amo te mande cocinar o trinchar carne o lo que sea, lo harás
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inmediatamente. Como un servidor leal. Sin embargo, como puedes tardar mucho
tiempoenaprender,talvezpodríasponertedeacuerdoconeseotrococineroparaque
tevisitelosrarosdíasenquetuamoquieracomerasumanera.
Satisfechosuhonor,elcocinerosonrióehizounareverencia.
—Gracias.Sírvetedisculparmipeticióndeconsejo.
—Naturalmente,pagarásalcocinerosustitutodetupropiosalario.
Fujikopercibióelolordelaliebrequeseempezabaacocer.«¿Quépasarásime
pide que coma con él? —se dijo y casi se estremeció—. En todo caso, tendré que
servirle.¿Cómonomarearme?No,nomemarearé.—Pensó,resueltamente—.Esmi
karma.»
Seoyeronpisadasdecaballosjuntoalapuerta.Buntarodesmontóydespidióa
sus hombres. Después, sudoroso y polvoriento, cruzó el jardín, acompañado
solamente de su guardia personal. Llevaba su enorme arco y el carcaj sobre la
espalda. Fujiko se inclinó profundamente, aunque lo odiaba. Su tío era famoso por
sussalvajesaccesosdeira.
—Entra,porfavor,tío.Eresmuyamablealvisitarnostanpronto—dijoFujiko
—Hola,Fujiko-san.Tú…¿Quéesesapeste?
—MiseñorestácocinandounapiezaqueleenvióelseñorToranaga…yenseñaa
cocinaramismíseroscriados.
—Siquierecocinar,supongoquepuedehacerlo,aunque…—Buntarofruncióla
nariz con desagrado.—Sí, el amo puede hacer lo que quiera dentro de su casa,
mientrasnovulnerelaleynimolestealosvecinos.
—Confíoenquenadiesesentirámolesto—dijoella,inquieta,pensandoquémala
pasada estaría él fraguando—. ¿Querías ver a mi señor? —añadió y empezó a
levantarse,peroélladetuvo.
—No,nolomolestes.Esperaré—dijoceremoniosamente.
Ella sintió que se le encogía el corazón, pues Buntaro no era famoso por sus
buenosmodalesysucortesíaerasiemprepeligrosa.
—Tepidodisculpasporpresentarmeasí,sinprevioaviso—siguiódiciendoél—,
peroelseñorToranagamedijoquetalvezpodríausarelbañoyalojarmeaquí.Sólo
devezencuando.¿QuerráspreguntarmástardeaAnjín-sansimedasupermiso?
—Con mucho gusto —dijo ella, siguiendo el ritual acostumbrado, pero
aborreciendo la idea de tener a Buntaro en su casa—. Estoy segura de que él lo
consideraráunhonor,tío.¿Puedoofrecertechaosakémientrasesperas?
—Saké,gracias.
Nigatsu,ladoncella,pusouncojínenlagaleríaycorrióenbuscadelsaké.
—¿Dóndeestámiesposa?—preguntóBuntaro—.¿ConAnjín-san?
—No,Buntaro-sama.Recibiólaordendepresentarseenlafortaleza,donde…
—¿Laorden?¿Dequién?¿DeKasigiYabú?
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—¡Oh,no!DelseñorToranaga,señor,cuandovolviódelacazaestatarde.
—¡Ah,elseñorToranaga!—dijoBuntaro,algomásapaciguadoycontemplando,
atravésdelabahía,lafortalezadondeondeabaelestandartedeToranagaalladodel
deYabú.
—¿Quieresqueenvíeaalguienabuscarla?
Élnegóconlacabeza.
—Yatendrétiempodeverla—suspiró,ymiróatravesadamenteasusobrina,hija
desuhermanamenor—.Puedosentirmefelizdetenerunaesposataneficiente,¿neh?
—Sí, señor. Así es. Ella ha sido sumamente valiosa para interpretar los
conocimientosdeAnjín-san.
Buntaro contempló la fortaleza y olió el aire, al venir otra ráfaga de olor de la
cocina.
—EscomoestarenNagasakiodenuevoenCorea.Siempreestáncociendocarne,
hirviéndolaoasándola.Loscoreanossonanimales,parecencaníbales.Eloloraajo
impregnalaropayloscabellos.
—Debiódeserterrible.
—Laguerrafuebuena.Podíamoshabertriunfadofácilmente.EinvadidoChina.
Ycivilizadoambospaíses.—Buntaroenrojecióysuvozsehizomásronca.—Pero
no lo hicimos. Fracasamos y tuvimos que volver, avergonzados, porque nos
traicionaron.Unospuercostraidoresqueocupabanpuestosencumbrados.
—Es triste, pero tienes razón, Buntaro-sama. Tienes toda la razón —dijo ella,
apaciguadora, mintiendo sencillamente, pues sabía que ninguna nación del mundo
podíaconquistarChina,nicivilizarla,pueserayacivilizadaenlosviejostiempos.
LatióunavenaenlafrentedeBuntaro,yéstedijo,casihablandoconsigomismo:
—Pero lo pagarán. Todos ellos. Los traidores. Sólo es cuestión de esperar a la
orilladelríoaquepasenflotandoloscadáveresdelosenemigos,¿neh?—Lamiróy
añadió:—Odioalostraidoresyalosadúlteros.¡Yatodoslosembusteros!
—Sí. Tienes razón, Buntaro-sama —dijo ella, estremecida, sabiendo que su
ferocidadnoteníalímites.
CuandoBuntaroteníadieciséisaños,habíaejecutadoasupropiamadre,consorte
pocoimportantedeHiro-matsu,porsospechadeinfidelidadmientrasésteestabaenla
guerra,luchandoporelseñorGoroda,elDictador.Añosmástarde,habíamatadoasu
primogénito, hijo de su primera esposa, por presuntos insultos, y a ella la había
enviadoconsufamilia,dondesehabíasuicidado,incapazdesoportarsuvergüenza.
HabíahechocosasterriblesasusconsortesyaMariko.
YhabíadisputadoviolentamenteconelpadredeFujiko,acusándolodecobardía
enCoreaydesacreditándoloanteelTaiko,elcuallehabíaordenadoqueseafeitasela
cabezaysehiciesemonje,provocandosuprematuramuerte,roídoporlavergüenza.
LlegóelsakéyBuntaroempezóabeberagrandestragos.
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Cuandohubopasadoeltiempocorrectodeespera,Fujikoselevantó.
—Discúlpameunmomento,porfavor.
Se dirigió a la cocina a avisar a Blackthorne y a pedirle permiso para alojar a
Buntaroenlacasa,yvolvióalcabodeunmomento,conelpechodolorido.
—Miseñordicequesesientehonradodetenerteaquí.Sucasaestucasa.
—¿Quéefectoteproduceserconsortedeunbárbaro?
—Alprincipiopenséqueseríahorrible.PeroAnjín-saneshatamotoy,porende,
samurai. Supongo que es un hombre como otro cualquiera, aunque tiene algunas
costumbresmuyraras.
—¡Quién habría pensado que una mujer de nuestra casa sería consorte de un
bárbaro,aunqueseahatamoto!
—Noteníaelección.MelimitéaobedeceralseñorToranagayalabuelo,aljefe
denuestroclan.
—Sí.—Buntaroapurósutazadesakéyellavolvióallenarla.—Laobedienciaes
importanteenunamujer.YMariko-sanesobediente,¿no?
—Sí,señor—dijoella,mirandosufeacarademono—.Sólotehatraídohonor.
Sin dama Mariko, tu esposa, el señor Toranaga no habría podido asimilar los
conocimientosdeAnjín-san.
Élsonrióaviesamente.
—HeoídodecirqueapuntasteconpistolasalacaradeOmi-san.
—Fueencumplimientodemideber,señor.
—¿Dóndeaprendisteausarlaspistolas?
—Nunca había empuñado una hasta entonces. Y no sabía si estaban cargadas.
Perohabríaapretadolosgatillos.
Buntaroseechóareír.
—Omi-santambiénlopensó.
—Después,aprendíadisparar.
—¿Teenseñóél?
—No,unodelosoficialesdelseñorToranaga.
—¿Porqué?
—Mipadrenopermitiónuncaquesushijasaprendiesenamanejarelsableola
lanza. Pensaba, y yo creo que con razón, que debíamos dedicar nuestro tiempo a
aprendercosasmásdelicadas.Pero,aveces,unamujertienequeprotegerasuseñor
y su casa. La pistola es un arma buena para una mujer, muy buena. No requiere
fuerzanimuchapráctica.Talvezahorapodríasermásútilamiseñor,puessinduda
volaríalacabezaacualquieraparaprotegerloyporelhonordenuestracasa.
Buntaroapurósutaza.
—MesentíorgullosocuandomeenterédequelehabíasplantadocaraaOmi-san.
Hicisteloquedebías.ElseñorHiro-matsusesentirátambiénorgullosodeti.
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—Gracias, tío, pero sólo cumplí un deber elemental. —Se inclinó
ceremoniosamente.—Miseñorpreguntasileharáselhonordehablarconélahora,si
notemolesta.
Élsiguióelritual:
—Dalelasgraciasdemiparte,porfavor,pero,¿podríabañarmeprimero?Siaél
leparecebien,hablaremoscuandoregresemiesposa.
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CapítuloXXXV
Blackthorne esperaba en el jardín. Ahora vestía el uniforme Pardo que le había
regalado Toranaga, con sables al cinto y una pistola oculta debajo de éste. De las
apresuradasexplicacionesdeFujikoy,después,delossirvientes,habíadeducidoque
tenía que recibir a Buntaro con toda ceremonia, pues el samurai era un general
importante,unhatamoto,yelprimerinvitadodelacasa.Porconsiguiente,sehabía
bañadoycambiadorápidamente,ydirigidoallugarquelehabíanpreparado.
Vio que Mariko salió de la casa y cruzaba el jardín. Parecía una estatuilla de
porcelana,siguiendoaBuntaroamediopasodedistancia.LaacompañabanFujikoy
lasdoncellas.
Blackthornehizounareverencia.
—Yokosooidekudasareta,Buntaro-san.(Bienvenidoamicasa,Buntaro-san.)
Todos correspondieron a su saludo. Buntaro y Mariko se sentaron en sendos
cojinesfrenteaél.Fujikosesentódetrásdeél.NigatsuyladoncellaKoiempezaron
aservirlestéysaké.BuntaroyBlackthornetomaronsaké.
—Domo,Anjín-san.¿Ikagadesuka.?
—¿Ikagadesuka?
—Kowajozuni shabereru yoni natta na. (Bueno, empiezas a hablar muy bien el
japonés.)
Pronto se perdió Blackthorne en la conversación, pues Buntaro se comía las
palabrasyhablabadescuidadamenteymuydeprisa.
—Perdón,Mariko-san,nohecomprendidoesto.
—Mi esposo desea darte las gracias por haber intentado salvarlo. Con el remo.
¿Teacuerdas?CuandoescapamosdeOsaka.
—¡Ah,sodesu!Domo.Dile,porfavor,quetodavíacreoquehabríamospodido
acercarnosalmuelle.Sobrabatiempo.Aquelladoncellaseahogóinnecesariamente.
—Éldicequefuekarma.
—Fueunamuerteinútil—replicóBlackthorne,lamentandoenseguidasurudeza.
Peroadvirtióqueellanolotraducía.
—Mimaridodicequelaestrategiadeataqueesmuybuena.Realmentebuena.
—Domo. Dile que me alegro de que se pusiera a salvo, y de que se ponga al
mandodelregimientoy,naturalmente,dequepermanezcaaquí.
—Domo,Anjín-san.Buntaro-samadiceque,efectivamente,elplandeataquees
muy bueno, pero que él llevará siempre su arco y sus sables. Puede matar a mayor
distancia,congranpunteríaymásrápidamentequeconunmosquete.
—Siquiere,mañanadispararécontraél,yyaveremos.
—Perderías,Anjín-san.Mepermitoaconsejartequenolointentes—dijoMarikosan.
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BlackthornevioqueBuntarolosmirabasucesivamente.
—Gracias,Mariko-san.Dilequemegustaríaverledisparar.
—Élpreguntasitúsabesmanejarelarco.
—Sí,peronocomounbuenarquero.Losarcosestánanticuadosenmipaís.Salvo
la ballesta. Yo me instruí para el mar. Y allí sólo usamos cañones, mosquetes y
cuchillos. A veces empleamos flechas incendiarias, pero sólo contra las velas
enemigasyapocadistancia.
—Élpreguntacómohacéisycómoempleáisesasflechas.¿Sondiferentesdelas
nuestras,delasquelanzaroncontralagaleraenOsaka?
Blackthorne empezó a explicárselo y hubo las acostumbradas y fatigosas
interrupcionesyrepeticiones.Ahoraestabayahabituadoasuincreíblecuriosidadpor
todoslosaspectosdelaguerra,peroleresultabaagotadortenerquehablarpormedio
deunintérprete.
Sin embargo, sabía que, sin Mariko, jamás habría podido ser tan valioso. «Sólo
misconocimientosmelibrandelpozo—sedijo—.Peroestonoesproblema,porque
todavía tengo mucho que decir y hay una batalla por ganar. Una verdadera batalla.
Hastaentonces,estoyasalvo.Tengounplanparaunaflota.Ydespués,¡acasa!Sano
ysalvo.»
EntoncesviolossablesdeBuntaroydelosguardias,ypalpóelsuyoysintióel
calordesupistola,ypensó,afuerdesincero,quenuncaestaríaasalvoenestepaís.
Nadieestabaasalvo,nisiquieraToranaga.
—Anjín-san,Buntaro-samapreguntasipodríasenseñarmañanaasushombresa
haceresasflechas.
—¿Dóndepuedeconseguirsebrea?
—Nolosé.
Mariko le interrogó sobre los sitios donde solía encontrarse, sobre su aspecto y
olor, y sobre posibles alternativas. Después, habló largamente con Buntaro. Fujiko
habíaguardadosilenciotodoelrato,captándolotodoconlamiradaylosoídos.Las
doncellas, obedeciendo a ligeros movimientos del abanico de Fujiko, llenaban
continuamentedesakélastazasvacías.
—MiesposodicequediscutiráestoconelseñorToranaga.Talvezexistabreaen
algúnlugardelKwanto.Yonuncaoíhablardeella.Perotenemosaceitesespesos,de
ballena, que podrían emplearse como sucedáneos. Él pregunta si usáis a veces
cohetesdeguerra,comoloschinos.
—Sí.Peronoseconsiderandemuchovalor,salvoenlosasedios.Losturcoslos
emplearoncontraloscaballerosdeSanJuan,enMalta.Principalmente,seusanpara
producirincendiosypánico.
—Élpidequehagaselfavordeexplicarledetallesdeestabatalla.
—Fuehacecuarentaaños,elmásgrande…
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Blackthorne se interrumpió, porque su mente había empezado a galopar. Había
sido el asedio más vital para Europa.
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