Ética y democracia - Universidade Federal Fluminense

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Ética y democracia: tendencias y desafíos de los Estados latinoamericanos.
Autor JUAN RETANA JIMENEZ1
Eje temático: Experiencias de las izquierdas, programas sociales y alternativas en
construcción.
Resumen.
En este trabajo levantamos algunos puntos para el debate sobre el rumbo que
toma hoy las experiencias de gobiernos de izquierda y las demandas puestas a los
Estados latinoamericanos por parte de los movimientos sociales y los partidos socialistas
que, por la vía institucional, asumieron y continua a asumir el poder Gubernamental, el
poder
central
del
Estado,
en
la
dinámica
de
las
contradicciones
capitalistas
contemporáneas. Se establece una relación entre los valores éticos y políticos
pregonados por los movimientos sociales y su enlace con la construcción de procesos
democráticos, considerados como de democratización creciente de las estructuras
político-institucionales, que se contrapone a los procesos autoritarios e neoconservadores
sustentados por la lógica neoliberal, en el marco de la crisis estructural del capital. Lo
que actualmente se vivencia es la fragmentación entre intereses de orden colectivos e
individuales que, imponen desafíos a los Estados latinoamericanos gobernados por
progresistas e socialistas en la articulación nacional y regional, como parte de los aciertos
e desaciertos de la resistencia ante la llamada globalización de la economía y
financierización del capital. Consideramos que se presenta en la dimensión de la
economía y de la política, en el ámbito de la sociedad civil, la lucha entre tendencias
éticas de la liberación, de la inclusión social con carácter progresista y emancipador, en
la defensa de los derechos humanos frente a la llamada ética conservadora neoliberal.
Doutor em Serviço Social, docente da Escola de Serviço Social/Niterói. Universidade Federal Fluminense.
Exercendo atualmente a Coordenação de Curso de Graduação.
1
1- La conformación del capitalismo en América Latina: esbozo de elementos
centrales.
Dadas las particularidades históricas de esta parte del continente americano, de
colonización
Ibérica
(hispano-lusitana
principalmente,
aunque
no
exclusivamente)
podemos destacar que el proceso de consolidación del sistema capitalista en esta región
pasa por una serie de determinaciones socio-históricas producto de su inserción
subalternizada en las relaciones de producción capitalistas, tejidas en Europa, cuna de la
burguesía moderna. De esta forma, partimos de la evidencia que el capitalismo en
América Latina se va constituyendo de forma “dependiente y periférica”, en una
amalgama de condiciones heterogéneas que tienen origen en el período de la conquista y
colonización; que entre otras, abastecieron la extracción de materias primas y metales
preciosos para consolidar en los países de Europa central, el llamado proceso de
acumulación primitiva de capital, que permitió el avance y desarrollo de la dominación
burguesa y con ella, su disposición de crear y mejorar los instrumentos de producción y
uso de tecnologías de comunicación que permitieron generalizar su predominio y su
“proyecto de civilización” mundial, generando como decía Marx e Engels en 1848, un
“mundo a su imagen y semejanza” (in: Marx e Engels, 1998:12).
Estamos señalando de hecho, la necesaria presencia de América Latina en ese
contexto y como actor de ese proceso, que permitirá la consolidación en Europa central y
también, poco después, en los Estados Unidos de Norteamérica, del modo de producción
capitalista y de su expansión a través de las relaciones de producción, circulación,
acumulación de capitales y de extracción de plusvalía, es decir, la génesis y formación
del mercado mundial. La forma en que se inserta cada país, en lo que hoy es conocido
como América Latina, en ese conturbado sistema económico mundial, a través de la
división internacional del trabajo – organización diferenciada de producción e intercambio
de mercancías –, refleja la naturaleza contradictoria y desigual de las estructuras de
dominación consolidadas en los países centrales del capitalismo y el sometimiento de los
países periféricos en esa división. De acuerdo con Cueva (1983) la esencia del
subdesarrollo es
el resultado de un proceso en que las burguesías de los estados mas poderosos
abusan de las naciones económicamente débiles, aprovechando exactamente esa
condición, una vez que eses abusos perpetúan y hasta profundizan tal debilidad,
reproduciendo
en
escala
ampliada,
aunque en
modalidades
mecanismos básicos de explotación y dominación (Cueva:23).
variadas,
los
Es importante destacar que la plena incorporación de América Latina al
capitalismo mundial se da sobre la base de los elementos supra citados, estos
permitieron por su parte que esa inserción subalternizada se consolidase en los moldes
del capitalismo monopolista –en este sentido compartimos la perspectiva de Cueva, y
consideramos que la debilidad de nuestras economías es producto de la estructura
capitalista dominante como parte de la reproducción ampliada del capital, que encuentra
su génesis en la herencia colonial y en la conformación protoimperialista de las potencias
capitalistas (Cueva: Idem).
Producto de esta relación es la conformación del fenómeno estudiado bajo el
prisma del subdesarrollo y la dependencia que demostró la ascensión del imperio
norteamericano y su poder incontestable, que impone sus intereses para mantener y
restablecer las bases de una división internacional del trabajo que permita la plena
circulación de mercancías y capitales. La hegemonía norteamericana, que surge en el
periodo monopolista, se irá adensando y consolidando, sustentando diversas estrategias
de organización de la producción y de división internacional del trabajo hasta la
actualidad. En palabras de Marini, la dirección estratégica, que hoy se presenta como
hegemónica, está basada en:
La presión que ejerce Estados Unidos sobre los países de América Latina
direccionada en el sentido de fomentar el modelo exportador, lo que
implica, en mayor o menor grado, una reconversión productiva, que no
sólo respete el principio de la especialización, según las ventajas
comparativas, sino también que abra mayor espacio al libre juego del
capital, reduciendo la capacidad intervencionista del Estado. En la
perspectiva de ese proyecto neoliberal, se diseña el futuro que el
capitalismo internacional reserva a la región: una América Latina
estrechamente integrada a la economía mundial, por medio de su
transformación en un nuevo tipo de economía exportadora, o sea, una
economía que al lado de la explotación cada vez más intensiva de sus
recursos naturales, redimensione su industria para volverla competitiva
en el mercado externo y suplementaria a la producción industrial de los
grandes centros (Marini, 2008,13).
Desde una visión política, la cuestión que nos interesa argumentar es que la
llamada revolución democrático burguesa en la mayoría de los países de América Latina
sufre un revés con la implantación de la fase del capitalismo monopolista como un todo,
no existió tal revolución sobre los moldes clásicos de Europa y mucho menos en la forma
como se gestó en los Estados Unidos. Los procesos de industrialización dependiente en
los países de América Latina fueron la necesaria condición de expansión y consolidación
del capitalismo monopolista en el nivel global, como parte del proceso de acumulación de
capitales, tal y como se dio en los países más desarrollados, incluidas las experiencias de
bienestar social del periodo de postguerra. Era necesaria esa forma de extracción de
riqueza para la consolidación del régimen monopólico mundial, por tanto sin éste no se
daría aquella situación, consideradas tanto sus contradicciones como sus condiciones
históricas particulares.
Así, partimos de la perspectiva de que la dialéctica desarrollado/subdesarrollado
es una característica presente en la dinámica histórica de los países capitalistas centrales
y periféricos. El problema de pensar que aquellos países subdesarrollados algún día
alcanzarán el desarrollo y pasarán por los estadios de los países centrales se mostró
históricamente falsa, la mayor parte está destinada a su condición degradada de
dependencia externa al neocolonialismo, en la lógica de la exportación de la riqueza
natural (los tratados de libre comercio con USA así lo demuestran) y de ampliación de la
miseria interna de cada país latinoamericano, que también nos ayuda a comprehender el
predominio de formas autoritarias de gobierno en la mayor parte de nuestros países
durante el pasado siglo XX, esa es nuestra herencia político-económica, lo que también
se puede catalogar como un desarrollo desigual y combinado en función de las
necesidades del capital.
Se puede concluir, esquemáticamente desde esta perspectiva, que la relación
dialéctica de los países subdesarrollados y los desarrollados en la fase del capitalismo
monopolista, permite a estos últimos consolidar las condiciones de reproducción de
excedente2 que marca abundantemente la distancia entre ambos grupos de países, y el
relativo éxito de experiencias de bienestar social europeos; lo que muestra, de hecho que
ambos están insertados en la estructura de dominación propia del capitalismo en la era
monopolista. La funcionalidad de la conformación socio-económica de los países de
América Latina con relación a la estructura dominante de los monopolios está atravesada
por su dinámica particular como régimen de acumulación de capital. En ese contexto,
llevado a la actualidad, podemos señalar el papel de la izquierda y de los movimientos
sociales progresistas, que bogan por un camino alternativo, que intenta romper con esa
lógica.
Baran e Sweezy señalan que ”El excedente económico, en la definición más breve posible, es la
diferencia entre lo que la sociedad produce y los costos de esa producción”. (1996:19). Este
proceso de utilización del excedente se sitúa en el centro de los estudios sobre el capitalismo que
Marx realizó a partir del proceso de trabajo, de esta manera se “Resalta el papel crucial de la
transformación tecnológica en el desarrollo del capitalismo monopolista” (idem:18).
2
2- La falacia de una ética del mercado como defensa de la democracia.
La institución “mercado” en la lógica neoliberal ha sido transformada en categoría
ética “universal”. Se puede afirmar que dentro de las leyes del mercado todo es
permitido, sin embargo fuera del mismo, nada. Este tipo de dogmatismo que acompaña a
la
ética
neoliberal
ha
sido
“encubierta”
por
motivaciones
de
orden
moral
neoconservadora, en el sentido de establecer una relación funcional con los valores que
sustentan al orden burgués, de una forma naturalizada y a-histórica: la defensa de la
propiedad privada, de la jerarquía, de la autoridad, del progreso, de la libertad, de la
igualdad ante la ley. No se trata de una inversión de valores, como algunos analistas
señalan, ni de una negación de los derechos humanos, por el contrario, los defensores
del neoliberalismo destacan que su incompleta realización (de esos valores y de los
derechos humanos) esta destinado a ser un hecho natural, en los embates por el
desarrollo de la sociedad, mientras no se tenga total claridad de la importancia y
predominio del mercado como institución que se encarga de la distribución y regulación
de la vida en sociedad.
Así, contrariamente, a aquellos que consideran que el neoliberalismo es una
expresión negadora de derechos, los defensores de esos principios de la dogmática
neoliberal exaltan, que siendo el Estado burocrático, totalitario y gigante, vacía la
sociedad civil de sus formas organizativas autónomas y libres, abriendo el espacio,
precisamente a la negación de los derechos humanos. La defensa de la libertad entendida
en los marcos de la sociedad capitalista es el principio orientador, que debe amparar
todos los ámbitos de esta sociedad, así seria preciso un aparato estatal mínimo, que
garantice esa libertad, la sociedad civil liberada de las cadenas del Estado estaría en las
condiciones de organizarse, para de esta forma, satisfacer sus reivindicaciones por la
libertad individual; este ámbito estaría regulado por el mercado libre, que liberado de las
trampas
del
intervencionismo
estatal,
condiciona
la
participación
de
los
individuos/ciudadanos a partir de sus capacidades de consumo. Lo que implica, por otro
lado, que los trabajadores que venden su fuerza de trabajo sean altamente calificados y
que reúnan habilidades básicas para conseguir empleos.
Sin embargo, detrás de esta retórica neoliberal con sus repercusiones en el plano
moral y socio-político ¿Qué es lo que se esconde? Principalmente se esconde el problema
de la crisis capitalista y las formas asumidas por el propio capital, que sustentado en el
modelo neoliberal, imprime sus condiciones para la superación de la crisis, con la visión
de retomar el proceso de acumulación y aumento de la tasa de lucro, esto es, el llamado
proceso de reconversión productiva, iniciado, desde mediados de la década de 1970, y
que se extiende en las décadas siguientes3. Este proceso, de acuerdo con Mota implica
“también la reordenación geo-económica de las fases del ciclo global de la mercancía”
(Mota, 1995:65). Este proceso se ha gestado a partir del “reordenamiento del cuadro
jerárquico de las naciones, en función de su riqueza y poder” (Mota, ídem), que remite a
nuevas determinaciones en la dinámica de la relación entre países del centro hegemónico
y de la periferia, en sus múltiples variaciones. También se concretan cambios en el
mundo del trabajo, requeridos por la división social internacional, como parte de la crisis
del modelo de organización taylorista-fordista y las nuevas exigencias que se juntan a la
reestructuración productiva, que golpean a la organización y reproducción de la clase
trabajadora. Este proceso nos lleva necesariamente al movimiento, que siguiendo el
análisis de Mota, se da con “respecto a los mecanismos socio-políticos e institucionales,
necesarios
a
la
manutención
del
proceso
de
reproducción
social,
que
incide
prioritariamente en al ámbito de la lucha de clases y en la relación entre orden
económico
y
proyecto
político”.
(Ibídem,
66)
Este
proceso
que
muestra
sus
características a nivel superestructural, remite a particularidades de la praxis política de
las clases en disputa, los caminos y descaminos en el enfrentamiento de aquellas
demandas del capital.
En este enfrentamiento se encuentran determinaciones de orden ética e ideopolítica que subyacen a la correlación de fuerzas entre las clases y los proyectos políticos
en pugna. Tenemos claro que el mercado y la competencia tienen su existencia
históricamente situada, y su predominio en la sociedad capitalista, necesariamente no
golpea las formas históricas que surgieron en la época de los monopolios para garantizar
la expansión del propio capital, formas que negaron la supremacía del mercado por sobre
el Estado y la Sociedad Civil. El mercado se vio diezmado en su “libertad” debido al
intervencionismo del Estado, al Estado de Bienestar social, y a los controles reguladores
impuestos por éste. No obstante, es notable que hoy en día, venga a ton nuevamente el
reflujo del Mercado, y el Estado que asume un papel central, interviene para salvar el
capitalismo de su crisis actual. Y por su parte, se construye una mampara para proteger
al mercado “libre”, y mostrarlo como siendo íntegro e inocente ante la crisis, ante la
miseria
y pobreza
que genera
en
las clases subalternizadas y crecientemente
desempleadas. Aparece la estrategia de exonerar el mercado de esta barbarie.
3
Este proceso coincide con la crisis del llamado pacto keynesiano, la crisis mundial de capitales en
el año de 1973, y las salidas que el propio capital opera, la ofensiva neoliberal a partir de la década
de 80, con Reagan en USA e Thatcher en Inglaterra. A esta ofensiva tenemos que señalar, la caída
del llamado socialismo real, lo que volvió, aún mas complejas, las relaciones capitalistas
internacionales.
Desde nuestra perspectiva de análisis, en la práctica burguesa, el centro de las
atenciones está en la dimensión política y económica, la dimensión ética queda relegada,
subordinada a los embates del movimiento político-económico, siendo entendida la ética
como una cuestión “moralizadora” en el ámbito de las instituciones públicas y privadas,
remitida siempre para prácticas individuales. En el ámbito político se refracta en los
límites impuestos al poder del Estado con la intención de buscar su carácter mínimo; en
lo económico la ampliación de los espacios de libre iniciativa como corolario de la defensa
del derecho a propiedad privada. En todo caso, se coloca la ética como una “vacuna”
contra la corrupción, contra la represión y contra la exploración del capital. El discurso
hegemónico es debemos actuar de forma ética e socialmente responsables ante los
efectos perniciosos de la crisis para salvar la democracia, dentro de la sociedad de clases
por supuesto.
3- Una ética de resistencia contra o neoliberalismo: entre versiones románticoconservadoras y progresistas- revolucionarias.
Una ética romántico-conservadora pautada en el rescate de los valores de la
familia, de la comunidad y de vivencias cotidianas que unen religión, espiritualidad
mística y militancia con espacios de reconstrucción moral y de moralización de la
actividad pública y privada (Estado e Mercado). El carácter jerárquico de los valores
morales se expresa en esas visiones, que denominamos romántico-conservadoras,
tradicionales de la ética, en la idea de un espíritu superior que mediado por las grandes
religiones y pensamientos filosóficos humanistas plasmó “verdades eternas” que
continúan a brindar reglas de comportamiento humano, valores universales, que
‘naturalmente’ expresan el principio y el fin de la vida humana. Su expresión en la
dimensión política redime la presencia del Estado como regulador de los conflictos entre
las clases, buscando la armonía social, el bien común y la justicia social, su objetivo
inmediato es la felicidad abstracta y su objetivo mayor la emancipación eterna, aparece
con un sentido de utopía colectivista, lo que permite a los detractores defensores del
neoliberalismo la crítica como visión totalitaria y autoritaria. Es un proceso contradictorio
que despolitiza la base de las “masas” trabajadoras. porque deja entrever que desde
encima será reconfigurado el orden social, cabe al Estado ese papel y a sus líderes.
El problema de la dicotomía, de la visión dual de esta ética, que se expresa en
prácticas políticas es predominante en el pensamiento burgués, lo que históricamente ha
dado muestras de su funcionalidad y capacidad de reactualización en el orden del capital;
de aquí su carácter reificado que asume en sus expresiones fenoménicas en la sociedad
de clases. Tanto los pensadores clásicos del liberalismo como los defensores del
republicanismo no superaron esta visión dual, condición insuperable en el pensamiento
hegemónico burgués, que hoy consolida una apología que se define en la defensa de la
democracia dentro del capitalismo, que se interpone como necesaria a la propia
reproducción del modo de ser burgués que invade el sentido del “aburguesamiento” de la
clase trabajadora (Fernández, 1979).
Por su parte podemos destacar una concepción ética progresista, que parte del
ser social como ser complejo capaz de reflexionar conscientemente sobre sus exigencias
humano-específicas, sea como sujeto individual (singular) y/o colectivo (particular) que
le permita elevarse al género humano (universal). Esta ética, entendida como capacidad
de reflexión del ser social en su actividad humana, se encuentra necesariamente
vinculada a valores que recrían la ética como “capacidad humana esencial objetivada de
la conciencia y de la libertad humana” (Barroco, 2000:11), por su parte, esa capacidad
de objetivación impone un sentido de actuar y de dirección, que permite recrear la
política como expresión histórico-concreta en busca de la libertad humana, a través de la
lucha por el poder y por la consolidación de los principios y valores que asume en todas
las esferas de la vida, que se expresa en un proyecto determinado de posibilidades
histórico concretas.
Esta confluencia de determinaciones señala el carácter central de la ética y de la
política en la consolidación de una sociabilidad que procura superar las desigualdades y
alcanzar la emancipación humana, que está situada en la raíz de las necesidades,
prácticas e intereses de los movimientos sociales y partidos políticos de izquierda. Por lo
que la ética y la moral constituyen una unidad dialéctica de lo diverso, dado que el ser
social es capaz de reflexionar conscientemente sobre sus exigencias humano-específicas
y posiciones teleológicas. A este respecto compartimos la consideración de Barroco que
señala:
Las actividades propiciadoras de la conexión de los individuos con la
especie
humana
explicitan
capacidades
como:
creatividad,
elección
consciente, deliberación ante conflictos entre motivaciones singulares y
humano-específicas, vinculación consciente con proyectos que remiten a lo
humano-genérico, superación de prejuicios, participación cívica y política.
Todas ellas están vinculadas con valores; la mayor parte son ejemplos de
la capacidad ética del ser social (Barroco, 2001:42).
Desde nuestra concepción, aquí radica, el momento de pasar de lo estrictamente
normativo formal para el momento de la praxis histórica, en el campo de la acción
política, en el trabajo como actividad fundante del ser social, en la busca de la liberación/
emancipación humana. En este punto resaltamos los vínculos de las dimensiones de la
ética y de la política en el sentido universal de la libertad como principio orientador de la
especie humana.
Lo que tañe a concepciones ideo-políticas, de acuerdo con la matriz destacada,
estas se evidencian en el plano de la universalidad, dado que las entendemos como
referencia a los postulados filosóficos e ideológicos del pensamiento social y de la teoría
política
moderna
en
las
diversas
corrientes
o
tendencias,
desde
las
reformistas/progresistas hasta las revolucionarias, que se vuelven efectivas o pasibles de
efectuación, en la particularidad de la arena socio-política, a través del tratamiento
programático y estratégico-operativo que de estas derivan, como parte del proceso de
configuración de una hegemonía de una vertiente sobre las otras, que sobrepasa por
relaciones de poder e intrincados antagonismos y contradicciones, en el movimiento
entre las clases que conforman la totalidad social, donde es claro el Estado tiene un papel
central.
4- El Estado tomado por la izquierda y los movimientos sociales: por una nueva
ética y democracia social.
Un aspecto central que destacamos se trata de la llegada al poder de coligaciones
y figuras representantes de movimientos sociales que asumen el Gobierno en algunos
países de América Latina, a partir de la segunda mitad de la década de 1990, retomando
nuevas y viejas leyendas de la izquierda: Venezuela, con el movimiento patriótico
bolivariano, luego el Partido de los Trabajadores en Brasil, el Frente Amplio en Uruguay,
el movimiento indígena en Bolivia, después en Ecuador, Paraguay, Nicaragua y El
Salvador, en fin se pone en escena una nueva izquierda, que llega al poder, con un
discurso político de inclusión social, económica y política de las clases subalternas y de
enfrentamiento a las elites, pero no se coloca el enfrentamiento al capital como un todo,
ni se habla de construcción de una sociedad comunista explícitamente. Aparece más el
discurso político de transición para nuevas formas de socialismo. Se parte de
perspectivas que se orientan por la ideología de la “sociedad post-industrial”, destituida
de clases e ideologías, y las que enyesan el marxismo, fijándolo en la sociedad industrial
del siglo XIX, combinado con la idea de caída catastrófica y automática del capital con su
crisis estructural. A partir de esta visión el Estado no es más considerado como un
adversario de las clases dominadas, sino como un instrumento de participación social, de
ampliación de la democracia, de factor de cohesión, consenso y de control de las
impugnaciones de los grupos de presión, sean de derecha o de la propia izquierda. Se
configura como un instrumento de promoción del “aburguesamiento” de la propia clase
trabajadora. Nos parece que esta función del Estado focaliza la instrumentalización del
poder político, de configuración de nuevas hegemonías a partir de segmentos de la clase
media burguesa y de los trabajadores del campo y la ciudad, que son de forma general,
los defensores de la nueva izquierda latinoamericana. En este sentido, afirmamos que
por causa de la “propiedad privada de los medios de producción y de la base dinámica
estructural del crecimiento del capital (apropiación de plusvalía relativa), el Estado
democrático siempre fue, al mismo tiempo, un instrumento de poder y de dominación de
clase”, lo que en la actual coyuntura, se evidencia en la lucha que se establece a partir
de la llegada al poder de grupos y segmentos de la clase trabajadora, con todas las
contradicciones que ese proceso ha generado desde entonces.
Aquí cabe levantar algunos cuestionamientos que desafían a los gobiernos
democráticos populares ¿Cómo desarrollar procesos democráticos de redistribución
económica e social, en medio de relaciones dominantes burguesas segregacionistas,
clasistas?, ¿Cómo evitar caer en la trampa del (neo)populismo y del autoritarismo de
Estado? ¿Cómo crear las bases de un Estado democrático ampliado, con participación
social y política de los movimientos sociales, rompiendo con la tradición jerárquica de
imposición por parte de las clases dominantes? ¿Cómo establecer las estrategias para la
transición política y económica al socialismo? ¿Será que se impone la condición de un
Estado con planeamiento centralizado, con la dictadura de las mayorías? Estos desafíos
que se colocan para la izquierda latinoamericana en la construcción de la democracia
como proyecto alternativo al simulacro de la democracia burguesa (Marini, 2008). Pues
de hecho los países de América Latina, no consiguieron “conciliar desarrollo capitalista
autónomo con el orden social competitivo, relativamente equilibrado, de un Estado
democrático” (Fernández, Ibíd.:39). Lo que interpretamos a partir de la imposibilidad de
la construcción del Estado de Bienestar Social en esta región. Por lo mencionado, para los
gobiernos de izquierda y movimientos sociales, se imponen dilemas éticos y políticos,
propios de un proceso tenso, con desafíos que se imponen países con tasas de desarrollo
altamente desiguales, con histórico de acumulación de riqueza por parte de pequeñas
élites, cada vez más ancladas con la fuerza del capitalismo internacional.
Bibliografia
Baran, P.A., Sweezy, P.M. Capitalismo Monopolista. Rio de Janeiro: Zahar Editores, 1996
Barroco, Ma. Lúcia. “Ética e Serviço Social: Fundamentos ontológicos”. Cortez Editora,
2001.
Cueva, Agustin. El Desarrollo del Capitalismo em América Latina. Mexico, siglo XXI,
1998.
Fernandes, Florestan. Apontamentos sobre a ´Teoria do Autoritarismo´. São Paulo.
Editora Hucitec, 1979
Marini, Ruy Mauro. A luta pela democracia. Cadernos de Pensamento Crítico Latinoamericano. Coordenador editorial Emir Sader. 1 a ed., Vol. 1. São Paulo: Expressão
Popular, CLACSO, 2008.
Marx, Karl e Engels, Friedrich. Manifesto do Partido Comunista. Prólogo J.P. Netto, São
Paulo, Cortez, 1998.
Mota, Ana Elizabete, Cultura de Crise e Seguridade Social: um estudo sobre as
tendências da previdência e da assistência social brasileira nos anos 80 e 90. São Paulo.
Cortez Editora. 1995.
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