Boletín de Humanidades. Nueva época 7 (2006). páginas 62-69 Narratología y mundos de ficción Diana B. Salem (coordiandora) 238 páginas Por Teresita Furgón de Fritzsche Narratología y mundos de ficción es el título del volumen editado por Biblos en 2006, en el que se reúnen contribuciones recientes sobre esa temática realizadas por investigadores del CEN (Centro de Estudios de Narratología), cuy a dirección estuvo a cargo de la Dra. Mignon Domínguez de Rodríguez Pasqués desde 1993 hasta el momento de su fallecimiento, producido el año próximo pasado. Las consideraciones liminares incorporadas al volumen, a cargo de Fernando Aínsa, ponen el acento en las coincidencias que percibió entre sus propios intereses acerca de la novela histórica latinoamericana y los que movilizaban la actividad de Rodríguez Pasqués, en quien advirtió al conocerla personalmente una seria actualización científica junto a una personalidad afable, ajena a cualquier pedantería. Valora Aínsa asimismo la condición de pionera en la enseñanza y difusión en la Argentina de las literaturas portuguesa y brasileña. En “Prólogo” al volumen, Noemí Ulla reseña el contenido de cada uno de los estudios que se han incorporado al mismo. Percibimos como ella que los trabajos aquí compilados se refieren fundamentalmente a escritores latinoamericanos y a sus posibles relaciones con la producción narrativa europea. La vinculación transtextual a menudo elegida permite en todos los casos la aplicación de nuevas y diferentes metodologías para el estudio de los mundos de ficción. El examen del “programa narrativo” de Carlos Fuentes lleva a Daniel Altamiranda a adentrarse en la particular concepción del tiempo manejada por el escritor mexicano, a partir de la exploración de las constantes y variaciones de su producción ficcional a los largo de tres períodos y algo más de cuarenta años. Sus propuestas teóricas, influidas parcialmente por Baudrillard y Lyotard, han ido después modificándose. Sugiere Fuentes que la novela contemporánea ha perdido tanto el concepto de una permanente naturaleza humana como la homogeneidad de la cultura metropolitana y cree que esta circunstancia hace imprescindible detectar en ella lo invisible, lo no dicho y la conciliación de las funciones estética y social. El detenido examen que Altamiranda realiza de la obra de Fuentes, se complementa con detenidas consideraciones sobre algunas novelas donde la escritura pasa a primer plano. Es el caso de Aura,mdonde se emplea la segunda persona narrativa, y de Cumpleaños, que, por sus rasgos metaficcionales, ofrece marcadas dificultades estructurales. Su conclusión apunta a que Fuentes ha creado mundos sugerentes, dotados de inquietantes figuras femeninas y ha cuestionado tanto los procedimientos tradicionales de representación como los de lectura. Relativizó asimismo las nociones de tiempo e historia y creó nuevos mitos para posibilitar una escritura dominada por la centralidad del lenguaje. Examina Diana Battaglia el problema de la verdad en cuatro obras artísticas, El sueño de Venecia de la española Paloma Díaz-Mas, Falsas crónicas del sur de la portorriqueña Ana Lydia Vega, Glosa de Juan José Saer y la película Corre Lola corre del director alemán Tom Tykwer. A partir de las investigaciones que acentúan el estatus ontológico de ciertos relatos, se detiene especialmente en dos de los constituyentes fundamentales de los mundos ficcionales señalados por Pavel, la incompletud y la autenticación. Según los mismos no puede otorgarse valor de verdad a las afirmaciones del narrador porque éste crea un mundo diferente, una verdad ficcional que es para sí. El criterio para juzgarla reside entonces en la concordancia o discordancia de los hechos que el narrador autentica o no. En los textos considerados, Battaglia observa la incorporación habitual de diferentes voces y registros, más de una versión de los mismos hechos y una constante tendencia a la autorreflexión y a la intertextualidad paródica. María Luisa de Luján Campos se detiene en el análisis de la cosmovisión religiosa de una novela de la escritora brasileña Clarice Lispector, llamada La hora de la estrella. Narra esa obra una historia simple, la de Macabea, una criatura desamparada en el ámbito de una ciudad; nadie parece reparar en ella. Cuando consigue alentar una pequeña esperanza, muere atropellada por un auto. El sentido religioso, la búsqueda de absoluto, el vaticinio y la profecía en procura de la epifanía de la revelación, impregnan todas las instancias de la novela, incluso se manifiestan en los nombres de los personajes, dispuestos según una intertextualidad bíblica. Los sucesos transcurren en un mundo que parece apartado de lo cotidiano con el fin de agigantar la figura de la protagonista en la dignidad del silencio con que recibe su muerte. El juego de cajas chinas, el juego constructivo y reconstructivo de sucesivas epifanías, las constantes quiebras temporales, reconocen los aportes teóricos de Jacques Derrida. A partir de dos opiniones de Harold Bloom –no existen los textos sino las relaciones intertextuales entre los mismos, las influencias se manifiestas muchas veces en las obras de manera oculta– Daniel A. Capano analiza dos libros próximos en el tiempo y lejanos en el espacio, Concierto barroco (1974) del cubano Alejo Carpentier y Retablo (1987) del italiano Vincenzo Consolo. La novela de Carpentier se vincula con un concierto de Vivaldi que desarrolla paródicamente, valiéndose de una colorida y pintoresca visión de Venecia durante el carnaval. Fuerzas antagónicas se realimentan internamente en un tiempo que permite contraponer los mundos europeo y americano en la época de la conquista. Retablo es una narración pictórica dispuesta a modo de tríptico –Oratorio, Peregrinatio y Verdad. Aparece aquí también todo el esplendor del carnaval en contraste con el mundo de los mendigos y deformes que conforman una auténtica “corte de los milagros”. Los dos autores padecían una condición insular y de exilio. Por eso observan los hechos desde afuera. Carpentier tiene la nostalgia de América, Consolo siente a Milán muy diferente de su Sicilia natal. Ambos escritores crean una lengua híbrida en la que incorporan americanismos y arcaísmos o el dialecto galoitálico siciliano. Coinciden igualmente en el cronotopo del viaje y en la actitud paródica pero la verdad de Carpentier en ficcional y la de Consolo, metafísica. Rodríguez Pasqués investiga las “nuevas relaciones” que se han establecido entre el discurso narrativo y el mundo ficcional. Examina al respecto varias teorías como la de André Jolles relativa a las formas simples, como el cuento de hadas y la literatura de cordel; la de Bárbara Cassin, referida al nacimiento de la novela entre los sofistas por su apartamiento de la verdad; la de Kendall Walton, en torno a la ubicación del lector o espectador en la dimensión del “como si”; y la de Joseph Warren Beach alrededor de la ausencia del escritor. Aborda más adelante el híbrido concepto de posmodernismo al que juzga una término inadecuado en su aplicación a mediados del siglo XX y más razonable en los años 1980-2000, por la mayor presencia de lo marginal, la polifonía de voces y la fragmentación del texto. En relación con el posmodernismo con predominio ontológico se refiere a las estructuras recursivas que modifican el nivel narrativo. Las ejemplifica en “Las ruinas circulares” de Borges, Si un viajero en una noche de invierno de Ítalo Calvino y “Continuidad de los parques” de Cortázar y, con respecto a las obras de Clarice Lispector y João Guimarães Rosa, hace notar su carácter problemático que sólo puede aprehenderse tendiendo redes de palabras que nos acerquen a su mundo ilusorio. Cristina Featherston sitúa El lujo (1889), novela de la escritora uruguaya Lola Larrosa, en sus posibles relaciones intertextuales con Madame Bovary de Gustave Flaubert. Apoyada en teorías de Michel Foucault, Jacques Lacan y Julia Kristeva, pone el acento en el desafío a un canon dominado por varones. Sin embargo, comprende que, al dimitir el concepto de autor masculino, parece negarse por contraste el derecho de hacerse escuchar a otras voces recientemente incorporadas –negras, femeninas, seres marginales–, sujetos a quienes la subjetividad les fue tradicionalmente negada. Establece Featherston relaciones entre las ideas librescas de sus protagonistas y su intención de vivir de acuerdo con los mundos representados en las novelas. Pero diferencia la actitud moral de ambas, porque el narrador de Larrosa opina y sanciona conductas de su personaje, como por ejemplo la desmedida afición al lujo. Por contraste con la Emma de Flaubert, Rosalía en el desenlace regresa a las tareas domésticas de acuerdo con el didactismo tradicional implementado por el narrador. Estudia Roxana Gardes de Fernández Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos en función de una realidad histórica basada en la dialéctica absolutismo/colonia. El examen de motines y golpes de estado que degradan al ser humano se inicia con el gobierno de Rodríguez Francia (1811-1849) y culmina en la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989). En Roa Bastos la crónica de la conquista y la crónica de la liberación se convierten en eje de una narrativa que elabora la materia imaginativa a partir de la realidad. Valiéndose de teorizaciones de Bajtin y Todorov, emplea Gardes el concepto de alteridad en función de una creación estética que confronta el problema del ser y del otro. Pero advierte que la incertidumbre del ser hispanoamericano, invadido por visiones, voces y discursos propios y ajenos, no puede ser enfocado solamente a partir de postulados estéticos. Acude por eso a Sastre que explana la categoría del ser en relación con la conciencia, el proyecto del ser interferido en sus posibilidades. Toda la historiografía del Paraguay se actualiza en la conciencia y el discurso de El Supremo: la conquista, la acción de los jesuitas y los bandeirantes lusobrasileños, las maquinaciones de Artigas, el proyecto de Bolivia, la aparición de los viajeros. Se trata entonces de escribir una contrahistoria que actualiza y a la vez niega los viejos textos. El dictador piensa que Paraguay debe transformarse de acuerdo con el contrato social rousseauniano. El círculo de gobiernos autoritarios se cierra con Stroessner, mostrando la situación de un país que carece de garantías constitucionales, devastado, empobrecido, corrupto, una de las tantas “democracias sudamericanas confiscadas”. En la Crónica de un iniciado de Abelardo Castillo, Zoraida González Arrili observa el valor del emblemático espacio de la ciudad de Córdoba en sus nuevas formas constitutivas. La diéresis se construye en este caso en función de la relación dinámica establecida entre el protagonista, Esteban Expósito, un ser de identidad precaria, y su itinerario en un país igualmente en situación de marginalidad. La base temática de espacio y tiempo fragmentarios encuentra su realización en el mito fáustico desarrollado en el ámbito de dos días, el 30 y el 31 de octubre de 1963, cuando existía la posibilidad de un enfrentamiento bélico entre Estados Unidos de América y la ex Unión Soviética. Los hechos narrados remiten a un congreso de escritores, visto como un microcosmos convulsionado, y a la relación personal del protagonista con una mujer huidiza y excluyente, llamada Graciela. En una sala que “apesta a inteligencia”, Expósito escucha la ponencia de Bastián, que oficia a modo de autoconfesión generacional. Frente a él, Santiago, el poeta jujeño, vierte las angustias del hombre de hoy, una enfermedad existencial que esa noche lo conducirá al suicidio. En la parte final de la novela, “La noche de Walpurgis”, Esteban va a comprender que las teorías no alcanza y al buscar a Graciela va a reconocer su centro. María del Valle Manríquez analiza la transtextualidad en varias obras de Julio Cortázar, particularmente en Rayuela, y Trilogía de Álvaro Mendiola de Juan Goytisolo. A partir de la incorporación de voces pertenecientes a discursos socio-históricos, literarios, musicales, cinematográficos y familiares, en relación dialógica, y en función de la exigencia de un lector activo, plantea el enriquecimiento de los textos originales en sus complejas relaciones intertextuales. Llega a la conclusión de que ambos autores evidencian una actitud inconformista que supone el rechazo de estructuras y técnicas heredadas. A la vez la incorporación de múltiples referencias artístico-literarias obliga al lector a esforzarse por decodificar un mundo plural. En un panorama narrativo latinoamericano de singular calidad y múltiples tendencias, Norma Pérez Martín elige considerar la obra de dos escritoras ecuatorianas, Sonia Manzano y Alicia Yanez Cossío, cuyas novelas compatibilizan la cultura popular y la erudita, lo público y lo privado, la realidad histórica y los modos de ficción. Apoyándose en teorías vinculadas con la intertextualidad, advierte en la obra de Sonia Manzano una alternancia de voces y niveles lingüísticos proclives a la picaresca, que dinamizan un discurso en el que los descubrimientos y las veladuras del yo muestran los desplazamientos de la ficción hacia las marcas autobiográficas. Las focalizaciones telúricas y costumbristas relativas al cancionero popular y al tango, o a actividades campesinas como la zafra, alcanzan en la escritora un valor sociocultural. En el caso de Yánez Cossío, el juego intertextual remite a la “noche oscura” de San Juan de la Cruz, porque la novela desarrolla la vida de una religiosa, Santa Mariana de Jesús en la ciudad de Quito durante el siglo XVIII. Nuevamente es la problemática del espacio la que aparece en el análisis que María Alejandra Rosarossa dedica a los relatos de Esther Cross bajo la denominación de Kavanagh. El viejo rascacielos de Buenos Aires, inaugurado en 1934, marca geográficamente a la ciudad, convertido a la vez en bunker, museo, monumento y aún barrio en pequeño. Rosarossa se apoya en la perspectiva filosófica de Husserl y en los criterios de focalización narrativa expuestos por Emma Kafalenos. Establece que la focalización elegida por Cross es siempre autohomodiegética, a cargo de una primera persona singular, salvo en “Las hermanas McLean”, donde se ofrece un juego de focalización externa e interna con referencia a las dos mujeres enamoradas del mismo nombre. En torno al edificio situado frente a la plaza San Martín y la estación Retiro, cercano al Río de la Plata, se conforma un mundo ficcional en el que convergen vecinos, turistas, estudiantes y transeúntes varios. Se reiteran miradas que van de unas a otras ventanas, componiendo un caleidoscopio de visiones. Tal circunstancia permite a Rosarossa rever en su examen el concepto de focalización de Luc Herman y Bart Vervaeck, que supone que el centro de la visión se debe a una cadena de tropos, metonimia, ironía, metáfora y sinécdoque. En su libro, Cross privilegia la ironía y el absurdo para destacar la relación de lo narrado con un lector cómplice. Diana Salem caracteriza a continuación las construcciones narrativas denominadas autobiográficas que dan lugar a diversas formas de autofiguración, produciendo ambigüedades y contradicciones, mezcla de elementos referenciales y ficticios, es decir una suma de elementos que ofrece al lector contemporáneo una imagen distinta del habitual narrador novelístico. El apoyo crítico parte de los conocidos estudios de Lejeune y culmina en la teoría de Sirbu, que analiza la percepción actual del intimismo como un “valor público”, un modo de mostrarse a los otros. El análisis discursivo se centra en una serie de novelas de Héctor Bianciotti que no se presentan como textos autobiográficos, aunque el personaje escritor que reflexiona puede asimilarse a un autor en procura de crear un “mito personal”. Los textos narrativos elegidos van conformando una red de relaciones completada por entrevistas y artículos críticos. En ese espacio autobiográfico, la verdad posee para Bianciotti cierta irrealidad que le permite imponer al lector una distancia que convierte su obra en lo que Serge Doubrosky denomina “autoficción”. Ese arduo tapiz incluye recuerdos familiares provocadores, homenajes a Borges y episodios que enmascaran la propia personalidad. La obra total se asemeja así a una puesta en escena, a una ceremonia teatral. Sólo en Como la huella del pájaro en el aire, la novela más reciente de Bianchiotti, aparece un abordaje más cercano a lo autobiográfico con la mención de hechos puntuales de la vida del autor, tal vez porque ha envejecido y se siente próximo a la muerte. Cierra el volumen un estudio de Esther Smith sobre los espacios de la infancia en Daniel Moyano. El análisis se basa en la Fenomenología de la percepción de Merleau-Ponty y en los estudios sobre el tema, compilados por Nélida Salvador y Elisa Rey, que consideran un espacio existencial habitado que trasciende al mero espacio geométrico. A partir de la diferenciación de las nociones de lugar y espacio establecidas por Michel de Certeau, considera Smith que el primero supone una dimensión que se practica. Lo tiene por ello más en cuenta como así también la concepción de espacios del anonimato, los “no lugares” que visualiza Marc Augé. Los niños y los adolescentes marginados a los que se refiere Moyano no pueden encontrar su propio espacio en el medio en que viven, por la falta de afecto y la precariedad social que los rodea. Buscan a veces la salvación alejándose del lugar natal en procura de la ciudad, pero sólo logran acrecentar su autoexilio interior. Las ventanas y las puertas surgen como emblemas de una posible salida, aunque la esperanza de cambio se torna imposible a lo largo del tiempo. El examen de todas las propuestas críticas incorporadas al volumen sobre Narratología y mundos de ficción, publicado en homenaje a Mignon Domínguez de Rodríguez Pasqués, revela en sus variados enfoques las ricas sugerencias metodológicas que supo aportar durante su tarea como directora y el valor que han alcanzado las contribuciones presentadas por sus discípulos.