La protección contra riesgos sanitarios y los desastres naturales

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La protección
naturales
contra
riesgos
sanitarios
y
los
desastres
La respuesta inmediata ante los efectos de un desastre natural se
asocia generalmente a la atención médica, considerándola,
ciertamente, como un elemento de control y casi único. Sin embargo,
la prevención en materia de riesgos sanitarios es simultánea puesto
que de ésta depende evitar la aparición de brotes epidemiológicos,
que son altamente prevenibles con acciones orientadas al
saneamiento básico y al control sanitario de alimentos; además de
apoyarse en estrategias de comunicación de riesgo a la población
afectada para impedir con ello regresar a las enfermedades propias
de la pobreza y la marginación.
Por formar parte del llamado cinturón de fuego del Pacífico, México se
encuentra sujeto a una gran variedad de fenómenos que pueden
causar desastres, sobre todo por su actividad sísmica y volcánica; dos
terceras partes del territorio tienen riesgo sísmico.
Por su ubicación en la región intertropical, México está sujeto a
embates de huracanes, que se generan tanto en el Océano Pacífico
como en el Atlántico, los efectos de estos fenómenos, marejadas y
vientos, se resienten principalmente en las zonas costeras del
Pacífico, Golfo y del Caribe, las lluvias intensas pueden causar
inundaciones y deslaves no sólo en las costas, sino también en todo
el territorio; de los 25 ciclones que en promedio llegan cada año, de
cuatro a cinco penetran en el territorio y provocan daños severos.
La protección
naturales
contra
riesgos
sanitarios
y
los
desastres
También se presentan lluvias intensas, con consecuentes
inundaciones y deslaves importantes, o en sentido opuesto, la
escasez de lluvia se resiente en diversas regiones y cuando se
mantiene por períodos prolongados, da lugar a sequías e incendios
forestales que afectan la economía del país en general.
Experiencias en poblaciones afectadas permiten mejorar la
atención
Las experiencias que ha dejado el sismo de 1985 en la ciudad de
México; la erupción del volcán Chichonal en 1982; el huracán Paulina
en 1997; las graves inundaciones y deslaves que se presentaron en
octubre de 1999 en Tabasco, Veracruz, Puebla e Hidalgo; los
extensos incendios forestales de 1988; la tromba en Piedras Negras,
Coahuila, en abril del 2004, han causado daños en la salud de las
poblaciones afectadas.
Aunque todos los desastres son únicos, en el sentido que afectan a
zonas con grados distintos de vulnerabilidad y condiciones
económicas, sanitarias y sociales similares, identificar estos rasgos
comunes nos permitirá mejorar la gestión de la asistencia en salud.
La aplicación oportuna del control sanitario para enfrentar los efectos
ante un desastre natural como medida preventiva, beneficia a los
sistemas de salud al disminuir la aparición de brotes epidemiológicos,
originados principalmente por la contaminación del agua y los
alimentos; además de considerar que los sistemas de abastecimiento
de agua y alcantarillado son especialmente vulnerables a los
desastres naturales y la destrucción o interrupción de estos servicios
conllevan a graves riesgos sanitarios.
El desastre natural
Un desastre natural es un disturbio ecológico abrumador que excede
la capacidad de la comunidad afectada de reajustarse por si misma;
de ahí que requiera asistencia externa.
Los fenómenos que pueden ocasionar desastres son, en general,
altamente impredecibles, no pueden pronosticarse en términos de
una magnitud o intensidad, tiempo de ocurrencia y sitio específico de
impacto.
El personal asistente y su papel en casos de desastre
El papel del personal asistente en casos de desastre en América
Latina, hasta los años setenta, se limitaba principalmente a las
consecuencias de los desastres o a la respuesta reactiva. Sin
embargo, actualmente los sistemas de gobierno han trabajado,
apoyados en las experiencias, en la preparación del evento con la
finalidad de mejorar la asistencia proporcionada a las poblaciones
afectadas.
Actualmente con la tecnología disponible es posible reducir en gran
medida, y a un costo razonable, la susceptibilidad del sistema a los
efectos de un peligro.
En la gestión de desastres existen tres aspectos fundamentales,
correspondientes al ciclo de desastres que hay que considerar:
Aún cuando las instituciones de salud pueden hacer mucho para
mejorar su capacidad de respuesta ante una situación de desastre, es
imposible reducir el efecto de las amenazas sin la participación de los
sectores de obras públicas, economía, educación y vivienda, entre
otros.
La responsabilidad del sector salud
Cuando ocurre un desastre, el sector salud es responsable del
tratamiento de las víctimas, el saneamiento básico, la vigilancia
epidemiológica, la vigilancia sanitaria, la supervisión de la atención de
salud en refugios temporales de personas desplazadas, capacitación,
recursos y apoyos logísticos.
La coordinación de todos los integrantes del sector salud requiere de
la creación de un comité asesor permanente, éste debe estar
integrado por especialistas del sector salud (salud ambiental,
epidemiología, control de vectores y representantes de los principales
organismos gubernamentales responsables de los servicios de salud).
El 22 de septiembre del 2003 se publicó en el Diario Oficial de la
Federación el acuerdo por el que se crea el Comité para la Seguridad
en Salud, cuyo objetivo es establecer la coordinación del sector salud
a través de los Lineamientos de Seguridad en Salud, que es donde se
fijan las políticas para atención de emergencias y las competencias de
cada órgano del sector.
La COFEPRIS fortalece a las entidades
La preparación abarca todas las actividades y disciplinas de la salud,
la competencia de COFEPRIS es determinante en materia de
protección contra riesgos sanitarios, misma que implica contar con un
sistema de gestión de recursos humanos, materiales y financieros,
para que de manera oportuna se dé atención a las actividades básicas
de saneamiento, control y fomento sanitario a la población afectada.
Del 2003 a la fecha, la COFEPRIS ha fortalecido a las entidades
federativas con equipos básicos y eficaces para la atención de
emergencias; así como insumos, la plata coloidal e hipoclorito de
calcio, a fin de desinfectar el agua y los alimentos; pruebas rápidas,
para la determinación de organismos coliformes en agua de uso y
consumo humano.
Fundamental prevenir riesgos sanitarios
En estos eventos es fundamental prevenir, en proporción a la
densidad y el desplazamiento de la población, el riesgo de brotes
epidémicos o enfermedades transmisibles, puesto que estos factores
aumentan la demanda de abastecimiento de agua y alimentos en el
período inmediato posterior al desastre. También crece el riesgo de
contaminación como sucede en los refugios temporales, ya que se
interrumpen los servicios sanitarios existentes: agua potable y
alcantarillado, por lo que resulta difícil mantener o restablecer los
programas regulares de salud pública.
Los estados de la República Mexicana se siguen preparando
Para el caso de desastres naturales, la COFEPRIS ha proporcionado
recursos humanos, financieros y materiales a los Estados de Baja
California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Colima,
Durango, Estado de México, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit,
Oaxaca, Quintana Roo, San Luis Potosí, Sinaloa, Tabasco, Veracruz,
Yucatán y Zacatecas.
Adicionalmente, se han distribuido a las regiones I Chihuahua, II
Coahuila, III Jalisco, IV Estado de México, V Yucatán y Oaxaca,
equipo básico para atención de emergencias que consiste en: planta
potabilizadora, desinfectadoras, motobomba, aspersor de polvos,
incubadora, lámpara de luz ultravioleta, y material de difusión (5000
trípticos), para manejo higiénico de alimentos y saneamiento básico,
en caso de desastres naturales en todo el país.
Para diciembre del 2006, cada entidad federativa con litoral: Baja
California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Colima, Guerrero,
Jalisco, Michoacán, Nayarit, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa, Sonora,
Tabasco, Tamaulipas, Veracruz y Yucatán, contará con el equipo
básico para la atención de emergencias.
La preparación ante los desastres naturales y su mitigación tienen
pocos beneficios inmediatos visibles, hasta que no se produce un
desastre importante; sus resultados permanecen ocultos y el
beneficio de la protección contra riesgos sanitarios de las poblaciones
afectadas es el impacto más importante para la salud pública.
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