Elementos para un código - Frente Auténtico del Trabajo

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Elementos para un código
DEMOCRACIA CON DIGNIDAD
Erick Quesnel
Abril de 2004
En el documento “Propósitos y Caminos” elaborado por Carlos San Juan, se señalaron los
siguientes motivos para la presente iniciativa:
1. “La crisis de los partidos y de la política en nuestro país expresada en los últimos
meses, requiere de reflexión, mesura y equilibrio, para buscar salidas que la
renueven, y también aprovechen conquistas de todos en el espacio público, y
avancen para fortalecer a la sociedad y a las instituciones. ¿En que consiste la crisis
actual? No sólo es falta de credibilidad social hacia la política profesional e
institucional, es sobre todo ausencia de acuerdos y compromisos de gobiernos,
partidos y políticos hacia los grandes problemas de la sociedad, en otras palabras,
hacia el bien común de los mexicanos. En lugar de ello se impuso y se impone una
lucha facciosa de grupos de poder, el uso faccioso de partidos y de recursos de
gobiernos, la búsqueda de diferencias en lugar de acuerdos, la ruptura de
compromisos sugeridos por las ideologías, prometidos por plataformas electorales,
recuperados sólo para ser archivados en campañas electorales”.
2. “¿Porqué hemos llegado a eso? En gran parte porque la ética del compromiso
político con la sociedad fue sustituido por un auténtico mercado de promoción y
gestión de intereses de grupos particulares, poderosos en recursos y relaciones. Pero
también porque la sociedad bajó la guardia, dejó de impulsar una conquista plena de
la política como espacio para elaborar el bien común, definir sus grandes consensos
y presionar para que los políticos profesionales los acaten. Esa es la responsabilidad
primera de los partidos como instituciones de “interés público” que reciben recursos
públicos. Pero también es responsabilidad y derecho de la ciudadanía. Si no lo
vemos como una corresponsabilidad, se estará a la espera de personajes mesiánicos,
populistas o “ciudadanos”, que se aprovechen del desprestigio del sistema político
para imponer la voluntad de aventura o la sed personal del poder. Decimos que no.
Que hacia el inmediato futuro será tan importante un sistema político renovado bajo
la ética del compromiso con la sociedad, como una sociedad activa capaz de hacer
que la política profesional no le de la espalda.”
3. “¿Qué es entonces la iniciativa de la Democracia con Dignidad? No es el rechazo de
la política ni de los partidos, es rehacer a la política como compromiso con los
intereses de la sociedad. Y para rehacer a la política no se trata de reciclar a
políticos profesionales ahora desempleados, se trata de dar voz e iniciativa a
ciudadanos, organizaciones y sectores de la sociedad en primer lugar. En segundo
lugar Democracia con Dignidad se debe proponer que una sociedad en movimiento
establezca sus COMPROMISOS CON EL PAIS, para superar la falta de futuro
para nuestros jóvenes, mujeres y ancianos. En tercer lugar, abrir espacios y rutas
para que los políticos profesionales, con y sin partido, en elecciones o en gobiernos,
sepan que lo importante no es ganar una elección, sino mantener un compromiso, y
que la sociedad o se los premia o se los reclama.”
4. “Por esos propósitos, Democracia con Dignidad es ante todo una iniciativa ética [...]
Se quiere transformar en caminos para construir compromisos que la sociedad
debe imponer y vigilar...”
De tal suerte, se concuerda en que es necesario llegar a “una CARTA DE
COMPROMISOS CON MÉXICO, una brújula y medidor de la acción de la política,
una fuerza gravitatoria que ordene y regenere el espacio de lo público”. Hasta aquí lo
presentado en el documento referido.
Un paso necesario para avanzar hacia esta “carta de compromisos”, sin duda es lo que
se pueda identificar como acuerdos mínimos de carácter ético para un quehacer político
que se pueda llamar de izquierda o de centro izquierda en el México actual:
1. “Izquierda”. Para lo anterior, es necesario despejar algunas nubes y confusiones
sobre la pertinencia y significado del término “izquierda” que pueden entorpecer este
esfuerzo. Los importantes cambios en el mundo a fines del siglo pasado, generaron
muchas resistencias al uso del término izquierda o derecha como herramienta para
identificar postulados o intenciones en el quehacer político. Se hizo lugar común el
estribillo de que “no existe la geometría política” y, en consecuencia, se llegó a
confundir la ciencia política con la contabilidad electoral y el quehacer político con la
mercadotecnia.
Por supuesto, tenemos presente que el esquema lineal de valoración que ubicaba el
extremo izquierdo de la política mirando a Moscú, se derrumbó junto con el muro de
Berlín. Al mismo tiempo, también es necesario reconocer que la geometría es la forma
más nítida de esclarecer el pensamiento sobre cualquier asunto, particularmente cuando
es complejo. Así pues, negar la utilidad misma de cualquier geometría para entender la
orientación y el sentido de las propuestas, las intenciones y las acciones en el quehacer
político, equivale a negarse a pensar sobre el fondo del asunto: los valores éticos que se
ponen en juego.
De acuerdo con lo anterior, proponemos un parámetro geométrico en el que se
consideren al menos tres dimensiones, en las cuales es posible ubicar el sentido de la
actuación política de personas y grupos: 1)construcción y ejercicio del Poder, 2)
económico social y 3)ambiental. En lo político, el valor positivo óptimo corresponde a
la democracia directa, la autogestión, la solidaridad auténtica, la construcción desde
abajo y el mandar obedeciendo, mientras el valor negativo corresponde a la dictadura,
la arbitrariedad, los “intereses especiales” y la opresión: en esta visión, la democracia
formal en si misma adquiere un valor neutro y es la forma en la que se ejercite y lo que
se haga con ella, lo que le asigna una valencia. En lo económico social, pondríamos
damos valor positivo a la justicia social y la distribución equitativa de la riqueza, y
valor negativo a la concentración de la riqueza, la desigualdad y el hambre. En lo
ambiental, evidentemente la acción que se orienta a la conservación y mejora del
entorno natural tiene un valor positivo y la degradación indolente resulta negativa.
De acuerdo con este parámetro, un marco de acuerdos que puede servir de referente
mínimo para el valor positivo en las tres dimensiones apuntadas, es decir “de izquierda”
o de “centro izquierda”, son los Derechos Humanos Integrales condensados en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como en los pactos sobre los
Derechos Civiles y Políticos, y sobre los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y
Ambientales. Otros acuerdos internacionales como las convenciones de la OIT, el
Protocolo de Kyoto, etcétera, así como la Constitución de 1917 y otras leyes nacionales,
ofrecen referentes más específicos –siempre mejorables-- sobre los cuales valorar las
intenciones y el desempeño de los distintos actores políticos, empezando por nosotros
mismos.
2. “Ciudadanía” Se reconoce el carácter de “ser privado” y “ser público” en toda persona o
agrupación que vive y actúa en la sociedad. Así, la actuación ciudadana se construye a
partir de la identidad individual y colectiva de las personas que ubican los aspectos
generales de su identidad particular y se reconocen como parte responsable en el devenir
del conjunto. La gente común pasa de ser súbdito(a) a ciudadano(a) cuando reivindica y
ejerce su derecho a incidir en el rumbo político general.
Podemos definir como integrantes de la clase política, para fines semánticos, en primer
término a las quienes ocupan o luchan por ocupar posiciones o cargos en la administración
pública, en puestos de representación popular y en la dirección de partidos políticos. En un
segundo plano, aunque no con menor responsabilidad, también incluimos a quienes
representan líneas de información u opinión en los medios, y a quienes representan grupos
sociales u organizaciones civiles, gremiales ó económicas.
El reclamo de responsabilidad social es para todos(as) y tiene que empezar por nosotros(as)
mismos(as). Es evidente que se espera el rechazo a todo acto propio o ajeno de corrupción
financiera, pero la verdadera responsabilidad social y ética debiera ir mucho más allá.
3. “Congruencia” En una actuación congruente, se busca que los medios sean acordes con
los fines. Al determinar parámetros claros, intentamos alejar el fantasma del caudillismo
que confunde a las causas sociales con las ambiciones de las o los dirigentes “progresistas”.
A diferencia del pragmatismo ramplón, consideramos que el fin no justifica los medios: si
un personaje que pretende “servir a los sectores desprotegidos” ejerce una actuación injusta
en contra de las mujeres o de los trabajadores en pos de su ascenso en la administración
pública o en la representación popular, podría si acaso encontrar varios motivos de
oportunidad, mas no una justificación de causa.
Así pues, la congruencia es exigible, con la palabra empeñada al asumir o aspirar a una
posición. No es posible aceptar el cinismo de personajes como Abascal, quien dijo a los
trabajadores que pidieron cumplimiento a los 20 compromisos firmados por Fox para
respetar la Libertad Sindical: “esas son promesas de campaña, no compromisos de
Gobierno”. Otro parámetro esencial de congruencia es más personal y profundo, y tiene que
ver con la trayectoria anterior de cada persona. Hay ocasiones en las cuales se accede a una
posición de supuesto poder con la ilusión de hacer mejor lo que avanzaba demasiado poco
desde la oposición, pero puede llegar el momento en que la estructura exija aplastar aquello
por lo que se había luchado o renunciar al puesto y al ascenso... En tales circunstancias,
además del desencanto social, la integridad personal puede resquebrajarse, como sucedió a
varios campesinistas en la administración de Salinas1. El antídoto natural es, reconocer en
1
Como ejemplo de ello, Gustavo Gordillo y Arturo Warman llegaron al extremo de defender la privatización
del Ejido y la desprotección comercial de la agricultura después de décadas de haber escrito o actuado a favor
del campesinado.
la propia historia personal y en la opinión e intención natural de los actores sociales, un
referente para valorar cada situación y dilema práctico.
4. “Transparencia”. Nos interesan las prácticas de rendición de cuentas y la actuación
responsable de quienes actuamos en la vida pública y social de México. No podemos
aceptar la confusión entre la transparencia y el cinismo que se muestra haciendo públicos
ingresos exorbitantes para los privilegiados, mientras se ofrece precariedad a la mayoría. A
la vez, rechazamos la idea de que se imponga un esquema inflexible o purista de
enjuiciamiento que evoque a la Santa Inquisición o a las purgas estalinianas.
Frente a este dilema, consideramos que es necesario hacer dos cosas: por un lado proponer
elementos básicos que sirvan de referencia para lo que se puede considerar una actuación
ética y, en forma complementaria, respetar profundamente el llamado a cuentas de los
actores sociales y responderle.
El caudillismo y el corporativismo conciben a las organizaciones sociales, en primer lugar,
como clientela política. Cuando se ve el mundo de esa forma, resulta muy difícil aceptar
que “la base social” tenga opiniones y prioridades propias... y llame a cuentas a los actores
políticos. En las experiencias europeas de responsabilidad social para las empresas, se
concibe que cada actor implicado o afectado con la actividad empresarial en toda la cadena
productiva, en la medida en que esclarece su causa y presiona para que se cumpla, llama a
cuentas y ayuda a la actuación responsable. En política, con igual o más razón, es
necesario que los actores afectados obedezcan a sus fines, principios y bases sociales. Sólo
es posible construir corresponsabilidad y llamar a cuentas saludablemente, desde la
autonomía.
7. “El interés general” La forma más común de expresar insensibilidad u ocultar el
abandono a las causas sociales, es identificar las “prioridades” útiles para la ambición de
ascenso personal o de grupo como “el interés general” y pretender reducir las necesidades
de los sectores sociales de carne y hueso a “un interés particular”. Para quien lucha en serio
por el bien común, la violación de los derechos fundamentales de una persona es la
violación de los derechos de todas las demás. En este aspecto, lo verdaderamente difícil, es
reconocer con tino y humildad cuando se está en lo justo y cuando no.
Nos parece vigente aquella reflexión decimonónica de que la lucha entre intenciones
políticas es “... en el fondo una lucha entre intereses de clase, por más que [los medios] se
empeñen en presentarla como un pleito de alcoba [... en esta lucha...], gana quien logre
presentar su propio interés como interés general”2
Así pues, el éxito ideológico del neoliberalismo en los años noventa consistió en hacer
creer que el interés de “la inversión y el mercado” es el de carácter general que puede
ordenar a todos los demás. Esperamos que las administraciones que pretendan ser de
izquierda, logren colocar en ese nivel a los derechos humanos integrales.
2
Marx: “El dieciocho brumario de Luis Bonaparte”
Hasta el momento, podemos resumir la reflexión anterior con el lema:
“Queremos compromisos de gobierno, no promesas de campaña”
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