Janusz Korczak, el alma judía y la dignidad humana

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Las Matanzas de los Cosacos
La vida relativamente pacífica y próspera de los judíos en Polonia, se vió convulsionada por
la revuelta cosaca contra los polacos de Ucrania, dirigida por
el jefe cosaco Bogdan Jmielnicki, en los años 1648/1656.
Los campesinos ucranianos, que pertenecían a la iglesia ortodoxa, eran cruelmente oprimidos
y explotados los terratenientes católicos polacos y la nobleza feudal.
Los judíos, diferentes en su religión y raza tanto a oprimidos como a opresores, sirvieron
siempre de agentes y factores a los nobles polacos y no es extraño que se contaran entre los
primeros objetivos del odio de los insurgentes, que se habían levantado para dar rienda suelta
a su resentimiento.
Los ucranianos encontraron un líder en el jefe de los cosacos, el aguerrido y sanguinario
Bogdan Jmielnicki, quien incluso concertó una alianza con el Khan de los tártaros de Crimea,
a fin de asegurarse su apoyo en la "guerra santa" que declaró contra los polacos.
En abril de 1668 el ataque comenzó con fiero vigor, aparentemente irresistible.
Habiendo sido informado que cientos de judíos habían encontrado refugio en la ciudad de
Nemirov, Jmielnicki envió contingentes de soldados difrazados de polacos contra la ciudad.
Los judíos abrieron las puertas a quienes habían llegado para socorrerlos, y miles de ellos
pagaron con la vida por su credulidad.
En muchas partes tomaron parte activa en la defensa de las ciudades, pero fueron finalmente
derrotados debido al escaso apoyo de las fuerzas militares polacas. Sucedía a veces que los
judíos eran traicionados y sacrificados por sus vecinos quienes esperaban así compar sus
propias vidas.
La negativa de los ciudadanos polacos de Lemberg (Lwow) de entregar a sus conciudadanos
judíos, merece ser mencionada como honrosa excepción. En ese caso, Jmielnicki se contentó
con un rescate. Hacia fines del cruento año 1648 cedieron las hostilidades y comenzaron las
negociaciones de paz entre polacos y cosacos.
Jmielnicki se retiró momentáneamente a Ucrania, pero la paz no fue duradera y año tras año
se realizaban incursiones de cosacos, que siempre implicaban pérdida de vidas judías.
En 1654 la guerra estalló nuevamente. Esta vez Jmielnicki se alió al zar ruso Alexei
Mijailovich, quien reclamaba vastas porciones de territorio Nuevamente hubo espantosas
matanzas de judíos en toda localidad que caía en manos de los aliados. Para infortunio de los
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judíos, los cosacos invadieron Polonia. Trataron a los judíos con menos brutalidad y se
contentaron con imponer un pesado tributo de guerra. Pero el hecho de que los judíos se
hubieran sometido a las exigencias cosacas sin intentar resistir — lo cual de cualquier manera
hubiera sido inútil — los hacía aparecer como traidores colaboracionistas a ojos de los
patriotas polacos.
Los combatientes por la libertad de Polonia se lanzaron entonces una serie de matanzas sólo
comparables en crueldad a las de los cosacos y los rusos.
El judaísmo polaco se vio muy reducido numéricamente y completamente empobrecido.
Polonia, que había sido para los judíos un país de inmigración, se convirtió a partir de
entonces en un país del cual los judíos huían.
Los judíos polacos formaron comunidades Alemania, llegaron a Palestina, a Italia y
finalmente a Inglaterra entre otros lugares.
El sufrimiento sin precedentes del judaísmo polaco tuvo importantes consecuencias internas.
Los judíos buscaron y hallaron una compensación para las miserias de la vida diaria en la
especulación mística y el éxtasis artificialmente inducido. Esta tendencia mística encontró su
expresión durante el siglo siguiente en el surgimiento y rápida extensión del movimiento
jasídico.
Por otra parte, los espantosos acontecimientos conocidos como las “Gzerot Taj” (los
desastres del año judío 5408, correspondiente a 1648) causaron una profunda impresión en
la diáspora judía en general e intensificaron el ansia de liberación.
Las matanzas de Polonia fueron consideradas parte sufrimientos que, de acuerdo a la
tradición, debían preceder al advenimiento del Mesías.
Estas persecusiones y desgracias fueron la causa en gran parte, del surgimiento de la ola de
fervor que arrolló a Europa y el Oriente Medio a mediados del siglo XVI.
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