La dignidad humana… en la mira El ser humano parece estar sometido, en este momento de la historia, al más fuerte de los ataques. Nunca se lo había vejado de tal manera, ni siquiera en los peores momentos de la esclavitud, o de las torturas, o de las invasiones bárbaras, o de los circos en que se mataban unos a otros para diversión de algunos. Pues esas ocurrían en lugares concretos por períodos más o menos breves de la historia. Pero lo de ahora lleva más de 150 años, es creciente, y no tiene fronteras. Nadie se escapa. No hay un solo rincón del mundo en que no se maltrate al hombre. Los horrores que se perpetran hoy contra el ser humano son de una gravedad especial, por muchas razones, entre ellas que desde hace tiempo nuestro mundo habla de derechos humanos, y se considera a sí mismo “civilizado”, y se vanagloria de tolerante, de justo, de progresista, de culmen de lo humano, de ¡racional! Pero lo que lo hace sumamente grave es que hace 2000 años vino Dios a la tierra, no ha descansado por darse a conocer más y más y por mostrarnos su amor y enseñarnos a amarnos los unos a los otros. Pero no; nada que recibimos la Luz; las tinieblas, parece, ganan la partida. Y ¿en qué se nota el maltrato del que hablo? El hombre de ahora, salvo muy contadas excepciones en términos reales (los civilizados y ricos y “bien educados” son bárbaros aunque no acuchillen o disparen ellos mismos) es agresivo, sanguinario, asaltante, calumniador, violador, insultante… Justifica los crímenes más grotescos, “legaliza” sus acciones perversas, discrimina a unos y a otros, atropella, avasalla, empobrece, se burla, explota, desvía la mirada para no dar, se goza del mal ajeno, burla la ley en desmedro de todos, mata o abandona a sus hijos, etc., etc., etc. Quizás alguno no lo “vea”, o no lo ve en sí mismo, pero un poco de reflexión le hará ver a cualquiera que millones gozan o no se asombran ante la muerte del “malo”; aceptan el aborto (deshacerse del que incomoda o del no deseado), la eutanasia (acelerar la muerte del “inútil”), el abandono familiar y los daños al corazón ajeno (adulterio, divorcio, separación, trabajo hasta tarde, etc.); no se percibe el perjuicio al otro que supone la desobediencia a las leyes o las normas (de tránsito, por ejemplo); muchos roban ¡a todos! robando al Estado; miles corrompen al sobornar; muchísimos hacen trampa al pagar con favores ciertos negocios; millones hacen de la desconfianza la norma pues no cumplen con su palabra, sus promesas, sus pactos; la sociedad en su conjunto maleduca al satisfacer tantos caprichos de los hijos (quizás por sentimiento de culpa proveniente de no hacer lo debido); la prensa y las “cotorras” dañan la fama del vecino cuando hablan sin saber de verdad; muchísimos producen daños grandes al llevar chismes de un lado a otro; otros inducen a matar o justifican moralmente el asesinato al “aprobar” el aborto; quienes juran defender la vida tuercen las cosas para poder matar al enfermo o para que él se suicide; miles participan en el comercio, porte y distribución de sustancias destructivas del hombre; casi la sociedad en su conjunto está ciega al aspecto sumamente nocivo de la invitación constante al placer sexual (que enloquece como pocas cosas); ¿no todos aceptan, y por tanto son cómplices de algún modo, que el cuerpo humano sea usado como producto comercial, publicitario, de mercadeo, de “consumo”?; la sociedad toda acepta el juego actual del mercado, y sufre como ciegamente que miles y miles sean esclavizados, explotados por dueños, por empresarios, por seres horrendos que se enriquecen con el trabajo mal retribuido de otros; casi todos solo vemos en los demás “clientes”, “factor humano”, “empleados”, “funcionarios”, “taxistas”, “choferes”, “otros”, “los demás”, “gente”… Quien lee esto, ¿aún no ve y entiende que esto es el horror a los ojos de Dios, que todo esto es desorden, maltrato, inhumanidad, desamor? ¿Qué habría que mostrar a los hombres para que comprendieran que el mundo que han organizado, o que aceptan como “moderno” y fruto del progreso, y de la ciencia, no es otra cosa que un terrible dolor para el corazón de Dios? ¡Cuántos hijos dejados a la mala educación de los actuales colegios o de la televisión o de la empleada (la excepción indica que lo normal es lo otro)! Si alguien tiene un caballo pura sangre hace cuanto sea para “sacarle partido”, para salvar la inversión; y lo mismo se hace con muchos animales. ¿No vale más un ser humano que un pura sangre o que cualquier animal? ¿No se debería exigir más al niño, pues tiene un infinito mayor valor? ¿No se ve el maltrato al ser humano que esto significa? A muchos animales se les cuida de un modo impresionante, pues hay que cuidar su bienestar, o su tranquilidad, o su comodidad si se quiere que “produzca”. A muchos niños se los deja solos horas enteras, o solo se los trata como si fueran ganado de “engorde”: se les da la comida y lo necesario para que no se enfermen, o se les deja impunemente ante el esperpento cultural que es casi toda la televisión actual. ¡Y son hijos de Dios! A muchos cerdos los cuidan más aun cuando solo van al matadero, y se les da todo tipo de cosas para que su carne sea mejor, y pese más, y no sufra infecciones. A los niños que no matan en el vientre materno o no evitan mediante drogas que mandan su vida al sanitario, o que no usan para experimentación, los dejan tirados en canecas, los abandonan al cuidado de cualquiera, los dejan en la calle, son comidos por ratas o muertos por perros, violados, prostituídos, hechos instrumento del mal, usados como carne de ametralladora… Se invierten millones en salvar ballenas u otras lindas especies, y los hijos del Padre celestial son desechados, filmados mientras mueren entre las ruinas de un pueblo, lanzados a un tren por su padre sufriente, dejados en ancianatos, molidos a palos, golpeados por sus cónyuges, torturados, injustamente apresados, metidos en hacinamiento en lugares horribles… ¿Cuánto dinero se recaudará mediante la tortura de muchos colombianos que serán llevados legalmente a las clínicas para ser abortados? ¿Cuánto dinero se habrá invertido para lograr la legalización del aborto? ¡Vergüenza eterna para quienes perpetran (desde quien lo defiende moralmente, hasta la enferemera colaboradora, pasando por el promotor de la ley) semejante espanto! Ninguno de ellos soportará la mirada fulminante del Dios amoroso. Se podrían llenar muchas hojas en la descripción detallada del mal que el hombre infiere a su hermano. Que el hombre es ahora un lobo para el hombre es una verdad enorme, y quien haya puesto en lo contrario la esperanza se equivocó de “lugar”. Dios salvará esto: sí. Dios no permitirá tanto mal indefinidamente. Dios sabrá sacar bien de tanto mal: no hay duda. Pero ¡ay de aquel…! ¡“Más le valiera…”! Yo ruego a Dios que tenga misericordia de sus hijos; yo le pido que no aparte Su Rostro de nosotros; yo le ruego que tenga a bien apresurarse en nuestro socorro, pues nuestro enemigo, el enemigo del hombre, el acusador de sus hermanos, está ganando muchas batallas; tiene al hombre y su dignidad en la mira de su odio, y ha vertido su veneno en muchos corazones: ¡Dios, nuestro Padre amoroso, y nuestra bella Madre, lo confundan de una vez para siempre!