COMPARACIONES POSIBLES DE DESCARTES

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA. DESCARTES
COMPARACIONES POSIBLES DE DESCARTES
A. COMPARACIONES DE DESCARTES SOBRE LOS FRAGMENTOS ACERCA DEL
MÉTODO (II PARTE)
La metodología filosófica propuesta por Descartes en la obra a la que pertenece
este texto se centraría en la confianza que el propio Descartes depositaría en la razón.
El fundamento de tal confianza residiría en la firme convicción de que tal capacidad
racional debidamente dirigida por un método formado por las ventajas y no sus
inconvenientes de disciplinas tan importantes como el álgebra, la aritmética y la lógica
le proporcionaría el hábito de un conocimiento verdadero alejado de la más mínima
duda.
Una duda, que siendo Descartes racionalista, descansaría necesariamente en el
uso por parte del hombre de los sentidos y la necesidad de la razón para disipar la
duda de aquel conocimiento que habitualmente procede de ellos.
En lo concerniente a esta temática, podríamos encontrar un claro antecedente
de las ideas innatas cartesianas en otros planteamientos clásicos salvando las
diferencias propias de contextos filosóficos distintos. Descartes admitiría que sólo aquel
conocimiento procedente del uso de la razón al margen y sin contaminación de los
sentidos resultaría cierto y evidente por sí mismo. La Verdad así entendida quedaría
como la cualidad de nuestros pensamientos que serían verdaderos en la medida en
que se presentaran de una determinada forma: en forma de intuición clara y distinta
(tal y como el mismo lo pone de manifiesto en la primera de sus famosas reglas)
Un claro antecedente sería el propio Platón o su antecedente Parménides.
Ambos admitirían la existencia de una doble vía del conocimiento tal y como el propio
Descartes admitiría implícitamente al admitir las ideas adventicias, las ideas facticias y
finalmente las ideas innatas. Al igual que aquel conocimiento procedente por los
sentidos (ideas adventicias) defendidas por Descartes es una fuente dudosa de
conocimiento, Platón y Parménides defenderían el mismo planteamiento al defender la
existencia de una primera vía del conocimiento: la Dòxa (conocimiento dudoso basado
en el rumor y el conocimiento físico del objeto). Pero en la misma línea los tres
autores, admitirían otra vía de conocimiento basado en el intelecto y al margen de los
sentidos que serían identificado por Descartes bajo el nombre de idea innata (no
nacida de la experiencia) y de Epistème en el planteamiento de los dos autores
clásicos. En el caso de los dos últimos, un conocimiento alejado de los sentidos, del
rumor, del conocimiento físico que les llevaría a afirmar la existencia de otro tipo de
conocimiento que nos permitiría desvelar el origen precisamente de todo aquello que
no vemos y que no es totalmente real.
Sin embargo, sí podríamos reseñar una diferencia en el uso de tales
racionalistas en cuanto a término idea se refiere. Platón y Descartes usan este término
pero con una enorme diferencia entre ellos. El primero entiende la idea como una
entidad inmaterial y eterna que existe al margen de la mente humana que logra
conocerla o aprehenderla. Descartes por su parte entiende la idea como un acto
mental que lleva un contenido que en función de su origen puede clasificarse en tres
tipos de contenidos mentales que podemos poseer. En ese sentido, la Idea para Platón
existe fuera de la mente humana mientras que para Descartes no hay lugar alguno
para la idea que la mente humana en forma de pensamiento.
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Otro planteamiento con el que lógicamente no coincidiría sería el planteamiento
empirista, que defendería los sentidos y las sensaciones como el origen y límite del
conocimiento humano. Contrario al planteamiento platónico nos encontraríamos a su
discípulo Aristóteles junto con aquellos filósofos (los sofistas) que propiamente
iniciarían el movimiento empírico del que después el propio Aristóteles se convertiría
hasta la edad moderna en su máximo representante.
Otros planteamientos más cercanos en el tiempo, serían los planteamientos de
los empiristas británicos clásicos: Locke, Berkeley y Hume. Centrándonos en el último
por la radicalidad de su planteamiento, el papel de los sentidos defendido por
Descartes sería totalmente inverso al defendido por Hume. Los sentidos nos
proporcionarían el origen del conocimiento bajo la forma de las sensaciones e
impresiones que llegarían a nuestra mente en forme de huellas o copias mentales
llamadas ideas. Estas ideas, que serían adventicias usando la terminología cartesiana,
no sólo serían verdaderas sino que sería el germen del conocimiento del que después
nuestra propia capacidad racional se serviría para ampliar y sacar un nuevo
conocimiento por medio de distintas combinaciones de aquellas ideas iniciales (es aquí
donde reside la gran diferencia de sus planteamientos). Estas combinaciones ocurrirían
por medio de los mecanismos innatos en la mente de todo hombre y propuestos por
Hume como “Leyes de asociación”. En este sentido, el planteamiento de Hume se
ajustaría al clásico lema empirista: “nada hay en el entendimiento humano que no
venga de los sentidos”.
Además de esta diferencia en sus planteamientos, Hume admitiría dos modos
de conocimiento humano que conectarían precisamente con otro filósofo de corte
racionalista con el que igualmente podríamos comparar el racionalismo cartesiano:
Leibniz. Dejando a un lado a Descartes, ambos autores afirmarían que los sentidos nos
proporcionarían un conocimiento de hechos (Hume) o bien el acceso a unas verdades
de hecho (Leibniz) como un primer instrumento cognoscitivo humano no infravalorado
ni desacreditado (más bien totalmente necesario). Igualmente admitirían una segunda
vía de conocimiento basado en las relaciones entre ideas (Hume) o bien el acceso a las
verdades de razón (Leibniz) donde podríamos situar el conocimiento racional o
científico tan característico de la edad moderna (igualmente necesario como el
anterior).
B. COMPARACIONES DE DESCARTES SOBRE LOS FRAGMENTOS ACERCA DE
LA DUDA Y DE LA SUSTANCIA. (IV PARTE)
El proceso dubitativo cartesiano y el descubrimiento de las semillas del
conocimiento que tan afanosamente Descartes buscó tal y como se ponen de
manifiesto en los fragmentos del capítulo IV de la obra a la que pertenecería estos, se
centran en un presupuesto fundamental: la verdad sea como se manifestase sólo debía
encontrarse por medio de la acción de la razón y no por los sentidos.
B.1. El papel de la duda como instrumento filosófico (1ª posible comparación
dentro de esta temática)
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Con respecto a la funcionalidad del proceso dubitativo (la duda), podríamos
llegar a afirmar cierto grado de escepticismo por parte de Descartes pero matizando en
qué consistiría su escepticismo.
Tras la muerte de Aristóteles y coincidiendo con el reinado de Alejandro Magno,
se abre un periodo de la filosofía que se conoce con el nombre de helenismo. Este
periodo se va a caracterizar por la sustitución de las polis griegas como ciudadesestado a una situación de cosmopolitismo propiciado por las continuas conquistas de
Alejandro Magno. Consecuentemente, el ciudadano griego dejaba de serlo de su
correspondiente polis y pasaba a ser ciudadano de un nuevo mundo mucho más
grande con una gran y variopinta variedad cultural.
Esto le provocaría al ciudadano una situación de inestabilidad, de desconcierto
ya que ahora las viejas costumbres y normas de su polis no le resultaban útiles en el
nuevo mundo.
Filosóficamente, esto provocaría que las reflexiones filosóficas ahora se
centraran en responder una cuestión existencial para aquella época: ¿cómo puedo ser
feliz ( dentro de este nuevo mundo)?.A esta pregunta intentaron responder 3
corrientes en concreto: epicureísmo, estoicismo y escepticismo. Las tres corrientes
determinarían que la felicidad humana se alcanzaría mediante la adquisición del estado
de ataraxia. La diferencia estaría en las tres formas distintas de definir este estado
anímico.
Por su parte, El escepticismo vendría de la mano de Pirrón de Elis. Para este
autor la intranquilidad humana tiene su origen en todo aquello que pretende conocer y
no puede. De ahí que la actitud más se sensata sería la de aceptar aquello que no se
sabe (hacer epojé) y que está más allá de nuestros límites cognoscitivos ( el uso de los
sentidos).
En este sentido, mientras que los escépticos admitirían la necesidad de una
duda constante que le impediría afanarse por conocer lo que no se puede, Descartes
usa provisionalmente la duda para precisamente dejar de usarla y poder alcanzar
mediante el uso de la razón y de forma metódica el conocimiento seguro de todas
aquellas verdades que el hombre pueda alcanzar.
B.2. El papel de la razón y los sentidos como sinónimos de conocimiento
verdadero y falso respectivamente (2ª posible comparación dentro de esta
temática)
En este caso, podríamos usar la anterior comparación relacionada con
los fundamentos del método cartesiano.
B.3. La sustancia y la estructura de la realidad (3ª posible comparación
dentro de esta temática)
Siendo el “cogito” la expresión de la primera idea verdadera que se le presenta
a Descartes y al mismo tiempo la sustancia, el sujeto que usa precisamente el método,
su teoría de las tres sustancias encontraría como su más claro antecedente el
planteamiento ontológico de los padres de la Iglesia, y muy concretamente entre ellos
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el planteamiento de Sto. Tomás de Aquino. Sin embargo, todos sabemos de la
dificultad que entrañaba la concepción cartesiana de hombre al intentar explicar la
unión complicada de dos sustancias de distinta naturaleza (res cogitans y res extensa).
En este caso, optaremos por un planteamiento derivado, a modo de solución, de dicha
dificultad.
Para Sto. Tomás de Aquinoy para toda la filosofía medieval, sólo podían existir
dos tipos de seres: el ser necesario y los seres contingentes. El primero, Dios, se
definía como aquel ser que para existir sólo necesita de sí mismo. Es decir, es causa de
sí mismo. Mientras que por el contrario, los seres contingentes serán todos aquellos
que para existir necesitan del concurso ordinario de Dios. Es decir, son las criaturas o
“criaturas” divinas. Consiguientemente, en este planteamiento sólo se hablaba de una
única sustancia; la sustancia divina. Sus criaturas no tenían el mismo estatus
ontológico por lo que no recibían tal nombre.
Si lo comparamos con el planteamiento ontológico cartesiano, vemos una cierta
similitud, lógica por otra parte si no olvidamos su periodo de formación en un colegio
jesuita, en el concepto de sustancia infinita o Dios. Sería definida por Descartes de la
misma forma. Sin embargo, el planteamiento cartesiano impondría un cambio
ontológico: las criaturas pasarían a ser consideradas como sustancias (res cogitans o
pensamiento y res extensa o extensión).
En lo concerniente a la dificultad planteada por la solución cartesiana al
problema de la comunicación de las dos sustancias que formarían al hombre (glándula
pineal), por su parte Spinoza admitiría, bajo supuestos también matemáticos y en
concreto geométricos, que tal problema no existiría si postuláramos la existencia no de
tres sustancias sino más bien de una única sustancia (Dios) de la que todos lo demás
(el pensamiento y la extensión) no fueran más que los atributos que se derivan
necesariamente de ella. Si Dios existe, todo lo que hay es él de una forma u otra. Aquí
no habría problema de comunicación ya que sólo hay una única sustancia. Este
planteamiento recibiría el nombre de panteísmo (Todo es uno y lo mismo).
Otro intento de solucionar el problema de la comunicación de las sustancias es
el planteamiento de Leibniz y de su mónada en su obra “Monadología”. La mónada o
sustancia para este autor debe ser considerado como un “átomo metafísico”, una
sustancia indivisible cuya existencia o desaparición se deberían a la creación o
aniquilación por parte de Dios. En este sentido, el universo está lleno de estas
sustancias independientes unas de otras, todas ellas diferentes y con distinto nivel de
perfección y grado de actividad. Pero para solucionar el problema de la comunicación
de Descartes con su glándula y para explicar el dato visible del orden e interacción de
los distintos elementos que constituyen el universo, Leibniz usa el concepto de
“armonía preestablecida”: desde el comienzo de la creación, Dios, ha establecido una
coherencia/relación entre las actividades de todas y cada una de las distintas
sustancias individuales, por lo que los cambios que una sustancia sufre dependen de la
interacción preestablecida por Dios dentro de una especia de plan general de todo.
Consecuentemente si el universo está preestablecido, la unión entre el alma y
el cuerpo también. Para este autor ambas sustancias son distintas e independientes
(como dos relojes que pueden funcionar al mismo tiempo pero marcando horas
distintas) pero ha sido Dios dentro del plan general anteriormente mencionado el que
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hace corresponder a cada acto de la sustancia cuerpo, una acto de la sustancia alma.
Así la comunicación queda resuelta de forma preestablecida por Dios.
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