Textos sobre la sustancia

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Textos sobre la sustancia
Toda cosa en la cual, como en un sujeto, está ínsito algo, o sea, por la cual existe
algo que concebimos, es decir, alguna propiedad, cualidad o atributo del que tenemos en
nosotros una idea real, es llamada sustancia. Pues la única idea precisa de sustancia que
tenemos es la de que se trata de una cosa en la cual existe formal o eminentemente lo
que concebimos, o sea, lo que está objetivamente en alguna de nuestras ideas, pues la
luz natural nos enseña que la nada no puede tener atributo alguno real.
La sustancia en que está inmediatamente ínsito el pensamiento es llamada aquí
espíritu. Con todo, tal nombre es equívoco, dado que a veces se le atribuye al viento o a
licores muy sutiles; pero no encuentro otro mejor.
La sustancia que es sujeto inmediato de la extensión y de los accidentes que
presuponen extensión, como la figura, la situación, el movimiento local, etc., se llama
cuerpo. Luego se indagará si la sustancia que llamamos espíritu es la misma que
llamamos cuerpo o bien si se trata de dos sustancias distintas y separadas.
Llamamos Dios a la sustancia que entendemos supremamente perfecta y en la
cual nada concebimos que incluya defecto alguno o limitación de la perfección.
René Descartes: Meditaciones metafísicas.
Respuestas a las segundas objeciones,
edición de Vidal Peña, Madrid, Alfaguara, págs. 129-130.
53.- En cada sustancia hay un atributo principal, como el pensamiento en la
mente y la extensión en el cuerpo. Pero aunque se conozca la sustancia a partir de
cualquier atributo, cada sustancia tiene una sola propiedad principal, que constituye su
naturaleza y esencia, y a la cual se refieren todas las demás. En efecto, la extensión en
longitud, anchura y profundidad, constituye la naturaleza de la sustancia corpórea, y el
pensamiento la de la sustancia pensante. Pues cualquier otra cosa que se pueda atribuir
al cuerpo presupone la extensión, y sería solo un modo de la cosa extensa; lo mismo que
todo lo que encontramos en la mente son solo diversos modos del pensar. Así por
ejemplo, la figura solo se puede entender en una cosa extensa, y el movimiento en un
espacio extenso, y la imaginación, la sensación o la voluntad solo se pueden entender en
una cosa pensante. En cambio, se puede entender la extensión sin figura o sin
movimiento, y el pensamiento sin imaginación o sin sensación; y así en lo demás. Lo
cual será manifiesto para cualquiera que lo considere atentamente.
René Descartes: Los principios de la filosofía I.
edición de López y Graña, Madrid, Gredos 1989, pág. 55.
Y así, cualquiera que se examine a sí mismo en lo que se refiere a la noción de
sustancia pura en general, se encontrará con que no tiene idea alguna de ella, excepto
únicamente la suposición de un soporte –que desconoce— en el cual se dan las
cualidades capaces de producir en nosotros ideas simples, cualidades comúnmente
denominadas accidentes. Si se preguntara a alguien qué es ese sujeto en que están el
color o el peso, no tendría nada que decir, excepto que se trata de las partes sólidas y
extensas; y si a continuación se le preguntara qué es aquello en que están la solidez y la
extensión, su situación no resultaría más airosa que la de aquel indio a que antes me
referí: tras decir que el mundo se apoyaba en un enorme elefante, al indio se le preguntó
en qué descansaba el elefante, a lo que contestó: en una enorme tortuga; y al insistirle de
nuevo sobre aquello en que se sustentaba la inmensa tortuga, contestó que en algo que
no se sabía qué era. En este caso, pues, y en todos aquellos en que usamos palabras sin
tener ideas claras y distintas, hablamos como los niños: éstos, en efecto, cuando se les
pregunta qué es algo, si no saben qué es, dan la respuesta de que es una cosa, expresión
esta que, en realidad, cuando se usa de este modo, trátese de niños o de adultos, no
significa sino que no saben qué es y que no tienen en absoluto una idea distinta de
aquello que aparentan saber y de lo cual hablan, y de este modo se encuentran en la
tiniebla de la ignorancia más absoluta acerca de ello. Así pues, esta idea que poseemos y
a la cual damos el nombre general de sustancia no es otra cosa que el soporte, supuesto
pero desconocido, de las cualidades con cuya existencia nos encontramos y que
imaginamos que no pueden subsistir sine re substante, sin algo que les sirva de soporte;
y por ello denominamos a este soporte substantia; palabra esta que, atendiendo al
significado real de la misma, equivale en nuestra lengua llana a “estar debajo” o
“soportar”.
John Locke: Ensayo sobre el entendimiento humano, libro 2º, cap. 23,
edición de Rábade y García, Madrid, Editora Nacional.
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