Buscando el sol Había una vez una niña muy bonita que vivía con su abuela en el campo. Su madre la envió a pasar el verano con ella, era una muchachita de pelo largo negro, con unas hermosas trenzas que caían a cada lado de sus hombros. La pequeña se llamaba Amelia y era muy curiosa. Un día Amelia, encontró un baúl que tenía escondido la abuela, lamentablemente para ella estaba cerrado con un gran candado y la llave no estaba por ninguna parte. Al siguiente día Amelia no podía dejar de pensar en el contenido del baúl, no soportó más y le dijo a la abuela que le mostrara lo tenía en esa caja grande. Nona, como le decía su nieta, sacó la llave que colgaba de su cuello, abrió el baúl y en él se encontraban unos fotos de su madre, artilugios antiguos y un cántaro de greda, que llamó mucho la atención de la pequeña niña. Nona toma las fotos y con mucha nostalgia le muestra las fotos a la pequeña Amelia, pero ella sin poner atención, toma el cántaro de greda, pensando que podía tener monedas de oro o alguna cosa genial, en un arrebato el cántaro cae al suelo muy fuertemente saliendo de él unas pequeñas semillas negras, que la abuela guardaba como un tesoro. Amelia muy sorprendida le pregunta a la abuela - ¿Qué es eso? - Son semillas llamadas buscadores de sol - responde la abuela. - ¿Pero como pueden ser buscadores de sol? - pregunta nuevamente la pequeña niña. - Espera hasta mañana y te explico porque los llamamos buscadores de sol - le dijo la abuela. Amelia estuvo gran parte de la noche pensando que serán esas pequeñas semillas y por qué las llamaban así, hasta que finalmente se durmió. Al día siguiente la niña se despierta muy temprano y corre a la habitación de la abuela para que le diera la explicación. Nona salta de la cama y se dirige al cobertizo y toma dos azadones, uno grande para ella y otro pequeño para Amelia. - Con esta herramienta vamos a ir a sembrar las semillas - dice la abuela. - Pero abuela, tú me dijiste que me ibas a explicar porque las llamaban seguidores de sol - dice un poco molesta Amelia. - Para que puedas entender por las llaman así es necesario que las siembres y veas con tus propios ojos lo que sucede con estas semillas - responde la abuela. Con azadón en mano la abuela comienza a surcar la tierra y Amelia comienza a hacer lo mismo. Cuando terminaron de surcar la tierra, la abuela fue a adentro de la casa a por las semillas y las trajo, en el momento que la abuela dejo caer la semilla Amelia pensó que iban a crecer unos tallos enormes como los de una película que ella había visto pero la abuela dijo que - no, que iban a crecer unas hermosas plantas que iban a dar unos frutos que por supuesto yo ya comí y tu los vas a probar - y Amelia se emocionó pero la abuela le tenia una mala noticia, que iba a tener que esperar por lo menos 4 meses para poder ver las plantas. Amelia pensaba que la siguiente mañana iban a crecer las plantas, un poco desilusionada la pequeña niña se fue a dormir, nuevamente pensó mucho en cómo serían las plantas al crecer. Todos los días Amelia se levantaba muy temprano e iba a vigilar las plantas, su deber era regarlas para que crecieran fuertes y dieran esas pequeñas semillas que ya conocía y saber porque las llamaban seguidores de sol. Después de los 4 meses las plantas ya habían crecido. Una mañana Amelia despertó y vio que todas esas hermosas flores estaban mirando hacia su ventana. - ¿Porque las flores están mirando mi ventana? - preguntó a su abuela la pequeña. - Porque buscan el sol - responde la abuela. - Pero si buscan e! sol, ¿porque siempre están mirando mi ventana? pregunta otra vez Amelia. - Tienes que cuidarlos todo el día - le dice la abuela. Como Amelia era muy curiosa estuvo todo el día mirando las flores y mirando el sol para comprobar si era verdad lo que decía su abuela. Mientras pasaban las horas la pequeña niña vio cómo se movían las flores. Al llegar la noche Amelia corrió a la casa y gritando fuertemente dice - Nona, nona, tenías razón las flores siguen el sol -. Sin embargo Amelia no sabía de donde salían las pequeñas semillas negras que hicieron crecer esas hermosas flores. Una mañana la abuela le dice a Amelia - hay que ir a cosechar las flores - Pero como vamos a cortar las flores - dice Amelia. - Es para sacar las semillas negras - responde la abuela. Muy triste la niña tomo el canasto que le dio su Nona y comenzó a sacar las pepitas negras que tanto le habían llamado la atención. - Abuela que vamos a hacer ahora con las semillas - pregunto la niña. - Las vamos a tostar - dijo la abuela. - Tú no me habías dicho que se podía hacer eso - exclamó Amelia. - Pero no es lo único que sabes - dice la anciana. Pacientemente Amelia esperó que la abuela tostara las pepitas negras y salía un maravilloso aroma de la cocina. Acércate que vamos a comer estas semillitas, le dice la abuela, muy confundida Amelia comienza a saborear las pequeñas pepitas negras que había sacado de sus flores. - Esto es maravilloso - pensó Amelia -. Y en un instante la niña grita - Nona, nona porque no le cambiamos el nombre a estas fantásticas semillas y las nombramos maravillas, por su sabor y su aroma incomparable - dice Amelia. Al ver que la niña estaba tan emocionada por el nombre que le quería dar a las semillas, la abuela le dijo es un excelente nombre para estas semillas negras que se convierten en unos hermosos seguidores del sol cuando florecen. Cuando la madre volvió a buscar a su pequeña hija Amelia, nunca pensó que su iba a estar tan feliz en el campo con su abuela. En el viaje de regreso a casa Amelia no paró de hablar de lo fantástico que había sido su verano y que el próximo año volvería con su abuela a sembrar las maravillas que había cosechado.