El Síndrome de Kanner o Autismo

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UNA MIRADA HISTÃ RICA AL DIAGNÃ STICO DEL AUTISMO TIPO KANNER
El autismo está actualmente incluido dentro de los Trastornos Generalizados del Desarollo, tanto en la
Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) como en el Manual Diagnóstico y EstadÃ−stico de
la Asociación Americana de PsiquiatrÃ−a (DSM-IV Revisado); la Clasificación Francesa de los Trastornos
Mentales del Niño y del Adolescente (CTMNA) lo incluye dentro de las psicosis infantiles aún.
Como señala Lozano (1) en su revisión histórica del sÃ−ndrome, el doctor Leo Kanner del Hospital John
Hopkins, publicó sus observaciones apenas un año antes que el doctor Hans Asperger, y el hecho de que
éste último haya publicado su artÃ−culo en alemán le trajo un olvido casi absoluto hasta su
“redescubrimiento” por Lorna Wing en 1981. Hoy en dÃ−a, para hacer justicia, se habla de “autismo tipo
Kanner” para describir al autismo “clásico” o de “bajo funcionamiento”, y de “autismo tipo Asperger” o “de
alto funcionamiento” a la entidad descrita por el austrÃ−aco.
El autismo fue descrito por vez primera por el psiquiatra Leo Kanner en 1943; en 1956, el mismo autor y su
colega Eisenberg publicaron un nuevo trabajo sobre el tema. Desde ese entonces se han hecho numerosos
aportes desde la pediatrÃ−a y la neuropsicologÃ−a infantil, y han aparecido en escena otros numerosos
autores (Lorna Wing, Michael Rutter, etcétera) que han descrito casos de autismo que difieren del autismo
descrito por Kanner, aunque se asemejan , por lo que ahora se prefiere no hablar de “autismo” sino de
“Espectro Autista”, un universo sindromático que incluye, entre otros tipos de la enfermedad, al “autismo
clásico” o “Autismo tipo Kanner”.
Para empezar, hay que revisar la cuestión fenomenológica detrás de la nomenclatura. Es decir, ¿por
qué Kanner eligió el término autismo para referirse a este trastorno? Bien, porque creyó ver en la
definición de psicosis de la infancia un concepto que iba de la mano con el de autismo: Kanner emplea el
término para indicar la incapacidad de estos sujetos para establecer relaciones, acaso basándose en el
antecedente de Bleuler, quien definió a principios del siglo XX al autismo como “la retirada activa al terreno
de la fantasÃ−a” que se evidencia en el paciente esquizofrénico, o sea, “la retirada de relaciones” que es un
signo clÃ−nico cardinal en la esquizofrenia.
Se ha criticado a Kanner cierta subjetividad en la configuración clÃ−nica del trastorno, y cierta vaguedad en
la nomenclatura misma (que también adolecieron otros estudiosos del tema, como Asperger, Van Krevelen
o Wing), amén de gruesos errores estadÃ−sticos...no hay que olvidar que sus trabajos son de una época
en la Historia de la PsiquiatrÃ−a en la que aún eran furor los Reportes de Caso. Además, Kanner revisó y
modificó en varias ocasiones sus apuntes. Pero aparte de estos errores, se agradece al doctor Kanner su
concienzuda y pionera descripción de estos pacientes, en una época en la que la psiquiatrÃ−a infantil
apenas existÃ−a.
Ante todo, Kanner destacaba la incapacidad de estos niños para establecer relaciones con las personas (de
ahÃ− el término autismo, como ya se dijo), retraso en la adquisición del habla y la utilización no
comunicativa del habla una vez adquirida, trastornos del lenguaje (como ecolalia retardada, inversión
pronominal, etcétera), actividades de juego repetitivas y estereotipadas y desarrolladas en solitario (Kanner
llamó a estos fenómenos ritualistas insistencia en la identidad), carencia de imaginación, buena memoria
mecánica y aspecto fÃ−sico normal (a diferencia de otros sÃ−ndromes, que se acompañaban de
anomalÃ−as fenotÃ−picas evidentes en la clÃ−nica), y hacÃ−a hincapié en que “estos rasgos eran ya
evidentes en la primera infancia” (para diferenciarlos de otros trastornos “autÃ−sticos” de inicio más
tardÃ−o, como la esquizofrenia).
1
Las observaciones de Kanner fueron confirmadas, en la década de 1950, por diversos autores (Despert,
Bosch, Balkwin). Y cada autor fue añadiendo un criterio más a la lista de Kanner: Tinbergen mencionó la
evitación de la mirada cara a cara; Ricks las dificultades sociales; Ornitz y Ritvo los trastornos de la
percepción y las pautas de motilidad alteradas; Rendle y Short señalan el miedo al peligro, la “resistencia
al aprendizaje”, la “hiperactividad”, las dificultades para jugar con otros niños y la “actuación como
sordos” (su aparente indiferencia a las demás personas); Wing confirmó lo observado por Kanner en cuanto
a la expresión facial “seria” y la carencia de defectos fÃ−sicos, y la aparente contradicción de este hecho
con los puntajes de inteligencia sub-normales de estos pacientes; Hintgen y Churchill demostraron que,
incluso cuando se aumenta en gran medida la motivación, las capacidades cognitivas de muchos niños
autistas siguen siendo inferiores a las de los niños normales.
Michael Rutter propuso en 1967 tres criterios clave, observables “en todo niño autista”: 1) Incapacidad
profunda y generalizada para establecer relaciones sociales, 2) Retraso en la adquisición del lenguaje y 3)
Fenómenos ritualistas o compulsivos. A su lista inicial añadió en la década siguiente otras
observaciones: usualmente exhiben movimientos repetitivos estereotipados (particularmente manierismos en
miembros superiores), poca capacidad de atención y conductas autolesivas.
En la década del ochenta se hizo énfasis en las dishabilidades comunicativas y sociales de estos
pacientes, que explicaban en gran medida su tendencia a reacciones depresivas, en especial en los que
exhibÃ−an cierto nivel de “deseo social” o “acercamiento”, quienes veÃ−an que eran excluÃ−dos, al no
“encajar” con otros niños dados sus intereses peculiares y circunscritos, sus problemas de lenguaje, sus
manierismos, en definitiva, su peculiar forma de ser. Asimismo, se añadieron otros signos al sÃ−ndrome:
voz chillona, monotónica, “metálica”; falta de juego de ficción espontáneo y variado; déficits
sensoriales o “hÃ−per sensitividad” (algunos niños autistas se comportan con verdadera indiferencia ante
algunos ruidos que a otros producen gran irritación y malestar), y un alto umbral al dolor.
Desde la década del noventa se ha venido hipotetizando sobre una disrregulación en el desarrollo cerebral
embrionario, que llevarÃ−a a disrregulación en niveles de serotonina, a cierta “hipermasculinización” del
cerebro con gran asimetrÃ−a de hemisferios (¿acaso este hallazgo se relacionarÃ−a con la mayor
prevalencia de este trastorno en varones, y al hecho de que algunos autistas exhiben habilidades de cálculo y
memoria visuo-espacial fuera de serie?), a un subdesarrollo de las neuronas de la amÃ−gdala y el
hipocampo...incluso algunos reportan que los
cerebros de los pacientes autistas a quienes se les practicó autopsia eran más pesados de lo corriente; pero
estos datos hasta ahora no han sido claramente reproducibles y no tienen aún validez diagnóstica suficiente.
Por último, quiero mencionar la escala de Eric Schopler, que evalúa 15 Ã−tem que valoran: falla en la
relación con las personas, relaciones con los objetos, imitación verbal y motora, afecto, uso del cuerpo,
adaptación a los cambios ambientales, respuestas visual y auditiva, reacción de ansiedad, comunicación
verbal y no verbal, nivel de actividad y funcionamiento intelectual. Cada Ã−tem tiene un score que va de 0 a
3. Muchos investigadores en la actualidad usan dicha escala para establecer la severidad del trastorno, lo que a
su vez también ayudarÃ−a a su clasificación (puntajes mayores de 36, o severos, corresponden casi
siempre a autismo tipo Kanner, a diferencia de puntuaciones de 15 o menos, acordes con formas más
“ligeras” de autismo, como el tipo Asperger).
Como hemos visto, el diagnóstico poco a poco se ha ido puliendo, a pesar de las dificultades iniciales en la
nomenclatura y en el desconocimiento generalizado de dichos trastornos. Las puertas están abiertas, pero
debemos indagar más sobre esta entidad si es que queremos un diagnóstico certero, basado en hechos
neurofisiológicos demostrables, que nos permita un tratamiento más eficaz y una verdadera comprensión
del fenómeno.
BIBLIOGRAFÃ A
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1. Campos, D. Definiendo al Asperger, 2003.
2. De Ajuriaguerra, J. Manual de PsiquiatrÃ−a Infantil, Editorial Masson, Barcelona, 4a edición, 1973.
3. Gómez, C., Rojas, A., Vengoechea, J. Tratado de PsiquiatrÃ−a, Editorial Javegraf, 2002.
4. Happé, F. Introducción al Autismo, Editorial Alianza, Madrid, 1998.
5. Hobson, P. Autismo y desarrollo de la mente, Madrid, Editorial Alianza, 1995.
6. Lozano, J. El diagnóstico de autismo, Revista cubana de pediatrÃ−a, 2000.
7. Klin, A., Volkmar, F., Lord, C., Cook, E., Autism and the Pervasive Developmental Disorders, 2002.
8. Lewis, M. Child and Adolescent Psychiatry, 2002.
9. Ozonoff, S., Dawson, G., McParland, J. A Parent`s Guide to Asperger Syndrome and High-Functioning
Autism. The Gilford Press. Nueva York, 2002.
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