La concepción del mundo de Schopenhauer

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La concepción del mundo de Schopenhauer.
Apoyándose en Kant, Platón y la filosofía india, contrapone a la filosofía racionalista alemana, su
visión voluntarista. Estas tres tendencias coinciden en afirmar que existen dos dimensiones.
Schopenhauer también considera que en el mundo hay que distinguir dos partes: representación y
voluntad.
El mundo que se percibe todos los días, es el mundo de la representación. Se trata de un mundo en
el que los objetos no tienen realidad subsistente por si misma, son meramente el resultado de las
condiciones generales de posibilidad: el espacio, el tiempo y la causalidad. En el espacio hay
yuxtaposición y en el tiempo sucesión. Aquello que convierte la yuxtaposición y la sucesión en
permanencia y simultaneidad, es el entendimiento que introduce la ley que le es propia (principio de
razón suficiente), la causalidad. El mundo es por tanto una representación de la realidad empírica que
se da en el entendimiento, en cada entendimiento (el mundo es mi representación).
Pero este mundo es la objetivación de la Voluntad. La voluntad como principio independiente,
irreductible, como ser que posee en él su principio de razón suficiente, es a la vez esencia de todas las
cosas, lo que hace que todas las cosas sean únicamente sus objetivaciones. La voluntad, única y ciega
(no orientada hacia ningún fin) desea, y la objetivación de esos deseos son las cosas del mundo como
representación. La Voluntad es única y absoluta, la representación, en cambio, es la imagen del
mundo como una pluralidad que tiene su causa en el espacio y en el tiempo, los verdaderos principios
de individuación.
Podemos ver esta dualidad de dos modos distintos:
Como un idealista más en el que la realidad del mundo es ilusoria y sólo la auténtica es la Voluntad; o
como un pensador monista en el que la única realidad es la Voluntad, que puede ser considerada
desde dos niveles inconmensurables que se presentan como dualidad “representación - lo
perceptible”/”voluntad - lo imperceptible”.
Desde mi punto de vista me decanto más por esta segunda opción en la que hay que entender la
voluntad y la representación no como un dualismo, sino como una dualidad, ya que no son dos
realidades distintas (la representación es la objetivación de la voluntad), sino dos caras
complementarias e inseparables de un mismo ser.
2. La representación abstracta (concepto) y estética (idea) en Schopenhauer.
En tanto que la representación abstracta y la estética, son representaciones, tienen en común la
procedencia, son objetivaciones de la voluntad. Por lo que son esencialmente iguales. Pero como
veremos más adelante, la representación estética tiene un tipo de sujeto y ciertas características, y la
abstracta otras, por lo que son cualitativamente distintas.
El mundo es representación en tanto que es objetivación de la Voluntad.
La representación, según S. tiene dos mitades esenciales: el objeto y el sujeto. El primero es
representación (en tanto que objeto para un sujeto) y el segundo es condición de posibilidad (de
cuanto se manifiesta).S. distingue dos sujetos en función de su manera de conocer:
- el sujeto puro del conocer: avolitivo, como correlato de la idea, de la representación independiente
del principio de razón.
- el sujeto cognoscente: volitivo, como correlato del fenómeno, de la representación dependiente del
principio de razón.
La voluntad tiene diferentes niveles de objetivación:
- Uno de ellos es la idea, donde se manifiesta lo que es unitario en el conjunto de los grupos de
fenómenos de la Naturaleza. La idea, intuida por el sujeto puro del conocer, permanece inmutable
como una y la misma. Una idea no es ni una cosa individual ni una noción abstracta y dependiente de
la razón. Una idea es esencialmente intuitiva, está emancipada de todas las formas del principio de
razón y encierra en si al sujeto y al objeto, los cuales constituyen su forma única. Pero al ser conocida
por el sujeto cognoscente se somete al principio de razón, convirtiéndose en múltiples y polifacéticos
fenómenos. Así pues el fenómeno solo es una objetivación indirecta de la voluntad.
Frente a lo bello el conocimiento puro vence sin lucha, pues la belleza del objeto, es decir su
propiedad de facilitar el conocimiento de la Idea, descarta sin resistencia la voluntad y el conocimiento
de las relaciones puesto al servicio de ella. La conciencia subsiste en calidad de conocimiento puro, y
de la voluntad no queda rastro. El arte revela las ideas eternas a través de varios grados. Empezando
por la arquitectura y terminando en la música.
También con el sentimiento de lo sublime la voluntad queda cortocircuitada, por lo que también
provoca una representación estética, aunque en este caso no por la contemplación de las ideas, sino
por la contemplación de la lucha del mundo. Lo que se presenta es algo amenazante (posible y real).
- Otra manera de objetivar la realidad es con la representación abstracta, a través de la razón. La
función de ésta es la creación de conceptos, es decir, dar a la forma intuitiva y concreta, otra forma
abstracta y universal. La idea y el concepto representan como unidades a una pluralidad de cosas
reales. Sin embargo, como hemos visto, la idea, tras afectar al sujeto de una manera avolitiva, pasa al
sujeto cognoscente que la somete al principio de razón, se descompone en la pluralidad, en los
fenómenos. Pero el concepto, por medio de la facultad propia de la razón, se recompone en unidad
nuevamente a partir de la pluralidad de esos fenómenos. La idea como unidad pasa a ser pluralidad, y
el concepto parte de la pluralidad para conformar una unidad. La razón, a partir del conocimiento
intuitivo, de la multiplicidad de imágenes dadas por el entendimiento, (abstracción de las
representaciones del entendimiento) forma los conceptos. (Aunque un concepto se apoye en otros,
debe concluir en uno que tenga su fundamento en un conocimiento intuitivo). El concepto por lo
tanto es una reproducción del mundo intuitivo original. Es representación de una representación.
3. ¿son antitéticos los estadios ético y estético en Kierkegaard?
Kierkegaard enfrenta en su filosofía alternativas irreconciliables para buscar un frágil equilibrio. En
todos los casos es imposible un síntesis de las dos posiciones, por a pesar de la contradicción cada
extremo obliga a una elección de la cual no pueden sustraerse los individuos.
ESTÉTICO: es una forma de entender el tiempo. Vive uno en el instante. Se sabe que es un
presente huidizo e irrepetible, por lo que quien vive de esta manera huye de la repetición. Lo que
también le permite no tener conciencia de lo que hace, no responsabilizarse, pues no tengo pasado, ni
tampoco planes de vida, por lo tanto no tengo tampoco futuro. Es una existencia apegada a la
imaginación, la sensibilidad, el impulso y las emociones. No hay un principio moral y cada uno se dicta
su propia ley en el presente con la facultad de la fantasía. No hay pautas ni reglas, excepto la libertad
creativa. Se quiere por un lado evitar la continuidad, pero a la vez se busca una continuidad en el
goce.
ÉTICO: lo que prima aquí es el logro de una identidad, enfrentándose para ello con todo. El
individuo se da a sí mismo reglas constantemente para que el conjunto de los actos sea una identidad
no contradictoria, con principios morales. Lo propio de esta vida es una heroicidad trágica. Se
muestra como un héroe constituido a partir de negaciones de deseos.
Según Kierkegaard no se podría vivir el tiempo de dos maneras diferentes al mismo tiempo. Son dos
estados irreconciliables. Pero sí que hay posibilidad de pasar de uno a otro cuando aparece la
angustia y la desesperación, y por lo tanto la elección de constituirse como una sola personalidad.
Está claro que al igual que no puedo estar mojada y seca al mismo tiempo en el mismo lugar. Pero eso
no creo que impida que, al igual que puedo estar con el pelo mojado y el cuerpo seco, pueda entender
la vida como un tiempo de instantes continuados. Es decir, que puedo intentar vivir cada uno de los
instantes de mi vida, entendiendo que tengo un presente y un futuro, pero intentando que nada sea
rutinario. Saber que cada instante es efímero e intentar vivirlos, no impide el hecho de que yo pueda
tener unos principios por los que guiarme, para no perder de vista el hecho de que mi vida es continua
y que al igual que tuvo un principio, tendrá un fin. El hecho de huir me permite no responsabilizarme,
pero no es algo que tenga que ser así. No es fácil saber ser feliz en cada instante y a la vez atender a
unas ideas que yo misma me creo para intentar ser siempre una. Pero nadie dijo que vivir fuera algo
fácil.
4. Nexo que vincula la angustia y la desesperación en Kierkegaard.
La elección de algo externo es lo que lleva al hombre a la desesperación y la angustia.
La angustia es la sensación de que puede perderse todo. Uno se angustia por la nada. La angustia
no se puede objetivar (no pasa nada, pero uno está angustiado). El individuo angustiado es su
propia existencia la que le produce tal sensación. Todo lo que puede hacer es sobreponerse
afirmando esa nada. En la angustia lo único que hay es una estructura de la elección. Es una
sensación en relación con el mundo.
En la desesperación está en juego la autorrelación que uno mismo es. La desesperación es de no
poder ser yo, ser lo que uno es. El intento de ser o de no ser crea un movimiento, y ese movimiento es
lo que será el yo. La desesperación es la pasión por destruirse o afirmarse sin ser capaz de ello
definitivamente. Hay por lo tanto dos modos de desesperación: el yo se quiere a sí mismo, pero lo
querrá de una manera absoluta y el ser es finito, y por lo tanto siempre será insuficiente. El no querer
ser uno mismo. El yo tratará de romper consigo, pero eso es imposible. En ambos casos hay una fe
que motiva al yo, que finalmente se constituye, pero que es insuficiente para mantener al yo: fe en que
puedo ser en mi mismo, y fe de que puedo ser de otra manera.
La elección es algo que acompaña al sujeto toda su vida. Es la afirmación práctica de la
individualidad con la ayuda de la voluntad.
Toda elección no debe ser de algo de fuera de sí mismo, no debe ser de esto o aquello pues entonces
se caerá en la angustia y la desesperación. (En el estadio estético se busca el placer por el placer y
se termina uno aburriendo e insatisfecho y cayendo en la angustia por no tener una personalidad
continua, por no elegirse). Hay que elegir quererse. Es necesario que lo que uno elija tenga que ver
con uno mismo. Es la elección de sí lo que hace que exista el individuo. Está por lo tanto en juego la
infinitud del individuo, esto es, la voluntad (la raíz ontológica de la existencia). Es una fuerza que se
posee y se actualiza en las decisiones. Es libre y autodireccional. Será por lo tanto en el seno de su
autorrelación, en la búsqueda de sí mismo, donde se de esa desesperación. Uno que no se elige
pierde la dignidad para sí mismo y por eso se llega a la desesperación.
De no elegirme a mi mismo, serán otros los que elijan por mí. No tendré libertad y perderé la
posibilidad de ser yo misma. Viviré alienado, sin ser libre. El no elegir es también una elección. La
indecisión es una decisión y por lo tanto una destrucción. (El hombre estético se destruye pues lo
elegido debe tener realidad para uno mismo y el esteta olvida toda responsabilidad de sus elecciones.
Digamos que elige no elegirse. Elige el placer externo. Por eso cuando llega por fin a la
desesperación, pasa al estado ético donde su mayor preocupación será la de forjarse una identidad,
auto relacionarse, afirmarse y quererse).
5. ¿Es lo dionisiaco un concepto más?
Para contestar a esta pregunta es necesario aclarar: qué es lo dionisíaco, qué es un concepto, según
Nietzsche (por lo tanto tener una idea general del lenguaje) y qué es la metafísica tradicional
Según Nietzsche existen dos impulsos: el dionisiaco y el apolíneo.
El impulso dionisíaco es la borrachera absoluta donde se pierde la determinación de la realidad.
Esto supone una infracción de la causalidad, por lo que la materia fluye, se desmadeja. Se elimina la
máscara del principio de causalidad (principio de razón), apareciendo ahora todo sin sentido. Lo
subjetivo desaparece hasta olvidarse de sí mismo, mostrándose la naturaleza verdadera. Sólo este
tipo de experiencias dionisiacas devuelve al hombre a lo que es, hay una reconciliación, es lo que
permite una rasgadura del velo de maya.
En cambio el impulso apolíneo me encamina hacia la racionalización de los acontecimientos, a la
conceptualización y la representación. Los conceptos se articulan a través del lenguaje, y son
metáforas de las experiencias. Este lenguaje que surge de lo apolíneo, nos aleja de lo real, pues el
hombre se ha creado otro mundo, una máscara, con el lenguaje. Éste es un instrumento de
designación que asume la idea kantiana de incapacidad de conocer lo real. El hombre que vive en el
concepto es un hombre que ha olvidado su naturaleza. Pues vive en el mundo que nos presenta la
filosofía platónica, la cual nos muestra una idea de mundo totalmente inadecuada, ante todo por creer
en la racionalidad intrínseca de la realidad.
La filosofía que Nietzsche entiende como tradicional comienza con Platón, quien se inventa un mundo
perfecto, ideal, absoluto, al que contrapone el desvalorizado mundo que se ofrece a los sentidos. La
invención del Mundo Racional, trae consigo la invención de los conceptos básicos de toda la
metafísica tradicional. Estas entidades son puras ficciones, nada nos garantiza su existencia, como
no sea el prejuicio y el poder fascinador del ejercicio de la razón. Dado que el mundo que se muestra
a los sentidos no presenta estas características (las de los conceptos), los filósofos acaban
postulando la existencia de dos mundos, el mundo de los sentidos, y el Mundo Verdadero, el Ser.
Esto es precisamente lo que Nietzsche llama “ platonismo”.
Ante la pregunta planteada hay dos posibles respuestas.
Aceptar que Nietzsche se ha auto-engañado y no ha conseguido salir de los conceptos. Esta
postura (Heiddeger) entiende que el impulso dionisiaco es algo conceptual. Tampoco habría salido
de la metafísica tradicional, puesto que al igual que ella utiliza conceptos que están fuera de toda
realidad.
Ahora bien, aceptando la idea de que no se puede hablar sin palabras y sin conceptos y entendiendo
que Nietzsche habla del lenguaje desde el lenguaje, hay que dar un margen de actuación al filósofo.
No es culpa suya el hecho de que la máscara haya sido creada y que la única manera de intentar
deshacerla sea con los mismos materiales de construcción. Las palabras y los conceptos no se
pueden cambiar ni hacer desaparecer, pero si hay maneras de usarlos. Se puede hablar como un niño,
como un sabio… ante esta situación Nietzsche ha sabido aprovechar los recursos disponibles a su
alcance para, a través de conceptos, pero usados de una manera diferente a la de la filosofía anterior,
hacer una exposición de la realidad, y desenmascarar los propios conceptos.
Nietzsche por lo tanto no conceptualiza, pero sí que conceptúa, en la medida en que tiene que usar
conceptos para hacer su interpretación del mundo.( EVITAR EL TÉRMINO NATURALEZA,
PREFIERE LA VIDA, LA EXPERIENCIA, LOS IMPULSOS, LOS INSTINTOS )
6. ¿Es metafísico el planteamiento de Nietzsche de la voluntad de poder?
La voluntad de poder de N. intenta explicar los impulsos subyacentes a toda vida, principio de la vida.
Mientras Schopenhauer demandaba que el impulso de todas las criaturas es la voluntad de vivir, N.
afirma que cualquier criatura que arriesgue deliberadamente su vida por cualquier razón está negando
la voluntad de vivir; en tal situación esa criatura demuestra algo más fundamental: la voluntad de
poder.
Hay dos maneras de entender este planteamiento de Nietzsche, como una verdadera ruptura con
Dios y la metafísica idealista o como metafísico:
1. Según la primera afirmación, la voluntad de poder no es el deseo o la búsqueda del poder, sino la
fuente y raíz de todas las cosas, el origen de las fuerzas primitivas que nos impulsan a querer la nada
(en el caso de la voluntad de poder de la tradición occidental judeo-cristiana) o a aumentar el querer
activo y la afirmación. Con la muerte de Dios (la antigua metafísica), el hombre permite instalarse en la
realidad con el vivir de hombres que son finitos. La voluntad de poder significa entonces reconocer la
vida, la experiencia desnuda del devenir sin las falsificaciones sobrenaturales, sin las justificaciones
divinas de la metafísica.
También en este mismo ideal de que Nietzsche no es metafísico, podemos pensar en una teoría
simplemente psicológica: cada ser intenta ampliar su acción de influencia.
2. Desde una posición heiddegeriana, afirmaremos por el contrario que Nietzsche será el último
metafísico. La ousía del ente se había transformado en la Edad Moderna en subjetividad de la
conciencia, pero esta subjetividad es ahora con N. cuando muestra lo que en el fondo era: voluntad
de querer. Querer del querer. “querer es tanto como querer ser más fuerte, crecer, y además querer
los medios.” Los medios esenciales son las condiciones que pone la Voluntad de Poder.: valores (la
verdad y la certeza), los cuales son las condiciones de conservación y acrecentamiento del poder
dentro del ser del ente. Ha retirado a Dios como causa última del ser, pero ha rellenado el vacío
creado por el mismo con otra idea.
Pero a mi entender la voluntad de poder es, a fin de cuentas un afirmarse en la tierra, un potenciar la
vida hasta el máximo, un asumir la libertad y el tiempo, que con la antigua idea de Dios quedaban
sacrificadas, reprimidas, ignoradas para poner nuestra voluntad al servicio de ideales lejanos como
Dios. Ante estas dos posiciones no creo que ninguna de las dos esté completamente en lo cierto.
Creo que el hombre nunca podrá dejar de ser metafísico, por el mismo hecho de ser hombres. La
razón pretende conocer, y la ciencia, los simples hechos empíricos, no nos dan todo el conocimiento
que nuestra mente nos pide constantemente. Por eso no creo que haya ningún pensador que no sea
más o menos metafísico. Por eso creo que Nietzsche en cierta medida tiene una proposición
metafísica como respuesta a la pregunta del estado natural del hombre, pero con un cierto matiz
psicológico. El hombre tiene impulsos (hoy los entendemos como algo propio del hombre, como
instintos)… y en realidad, no hay prueba física de tales impulsos (por lo que nos lleva hacia una
metafísica).
Es evidente que Nietzsche intenta rechazar los dualismos de la antigua metafísica y desmontar las
ingenuidades del idealismo, pero en beneficio de un proyecto filosófico afirmativo y liberador.
Nietzsche rompe con el dualismo de la filosofía que él entendía como racional y tradicional, pero no
consigue reducir todo a lo existente, tiene que ir más allá de lo que se ve para entenderla. Rompe con
la metafísica idealista y tradicional, pero no deja de tener un lastre de metafísica.
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