Acerca de la biografÃ-a de MoratÃ-n y la autobiografÃ-a en El si de las niñas Literatura española de los siglos XVIII Y XIX Leandro Fernández de MoratÃ-n (España, 1760−1828) Dramaturgo español creador de la comedia neoclásica. Nació en Madrid en 1760. Hijo de Nicolás Fernández de MoratÃ-n. Unas viruelas sufridas a los cuatro años le hicieron tÃ-mido y reservado. Desde niño se aficionó al teatro y su amigo Juan Antonio Melón lo recuerda como un hábil imitador de personajes como Jovellanos, GarcÃ-a de la Huerta o el propio rey Carlos III.; A los veinte años se enamoró perdidamente de Sabina Conti, una muchacha de quince años, a la que obligaron a casarse por conveniencia con un tÃ-o que le doblaba la edad. Esta experiencia obsesionó a MoratÃ-n, que la recrea varias veces en su obra. Desde 1787 fue secretario del Conde de Cabarrús y dos años después toma órdenes menores para obtener un beneficio eclesiástico. estuvo en contacto con el grupo de intelectuales y literatos del Madrid de la época de Carlos III. Fue amigo de Jovellanos y, como él, liberal y defensor de las ideas de la Ilustración, perteneció al pequeño grupo de ilustrados españoles. Durante la guerra de Independencia se puso al lado de José Bonaparte y desempeñó el cargo de bibliotecario mayor. Al ser derrotados los franceses, se vio obligado a exiliarse en Francia y viajó además por Inglaterra e Italia, paÃ-ses en los que se interesó por los últimos movimientos teatrales y sobre los que escribió interesantes libros de viajes. . Vuelve a España tres años después para dirigir una Junta de censura del Gobierno (1799) para la reforma del teatro, que fracasó en 1802 ante las protestas del Municipio y de los actores. Finalmente, se impuso un teatro más tradicional. Después acompañarÃ-a a Valencia al gobierno francés. Reside en PeñÃ-scola, de donde viaja a Barcelona. AllÃ- estrena en 1814 una de sus dos comedias traducidas de Molière: El médico a palos. La segunda fue La escuela de los maridos. Hasta 1820 vivió entre Francia e Italia. El Trienio Liberal le anima a regresar a Barcelona, de donde vuelve a Francia, con Manuel Silvela, por una epidemia de peste. Murió en ParÃ-s el año de 1828 con sesenta y ocho años Fernández de MoratÃ-n destacó por ser un hombre inteligente y culto, de carácter introvertido y difÃ-cil. Formado en la cultura francesa y en la estética neoclásica fue un afrancesado, lo cual se debió, como sucedió con otros ilustrados, a su admiración por lo que Francia representaba en su época, y porque pensaba que de allÃ- podÃ-a venir la renovación para España y la solución de sus males: el atraso cultural y la pobreza. La obra el si de las niñas es famosa no solo por la crÃ-tica a la sociedad que priva de ciertos derechos a los jóvenes por lo referente a los matrimonios arreglados, si no también por su realismo, AzorÃ-n por ejemplo dice de su obra MoratÃ-n es un realista. La precisión, el orden, la lógica entran por primera vez con él en la literatura española moderna... Superficial e incongruente era el teatro... y la novela. Ni en uno ni en otro género vemos observación justa y real de la vida y de los hombres. MoratÃ-n es el primero que lleva al arte literario la observancia lógica, coherente y exacta... Para juzgar... de las comedias moratinianas, es preciso ir observando, examinando, recogiendo todas estas gradaciones y matices esparcidos acá y allá... Es preciso leer detenidamente a MoratÃ-n... [fijándose en] estos detalles, al parecer insignificantes, inocentes . Pero ese realismo se dio gracias a la peculiar sensibilidad del autor y a la observación detallada de la vida cotidiana del pueblo en general y especialmente en su vida propia. Con esto no se pretende hallar una correspondencia exacta entre las peripecias de MoratÃ-n y el argumento de El sÃ- de las niñas; mas de lo que no cabe duda es que Leandro notara y se inspirara a copiar ciertos caracteres de la realidad: por ejemplo en la vida, lo mismo que en la comedia la influencia de la madre fue un 1 factor determinante en la relación entre una chica y el novio de edad madura, ahora bien de las 123 ocasiones en que MoratÃ-n menciona en su Diario haber visto a Paquita Muñoz, en 101 estuvo presente también doña MarÃ-a Ortiz, o sea que durante más del 82 por ciento del tiempo que pasó con su amiga, les acompañó la madre de ésta. El padre de doña Francisca, don Santiago, era militar −en carta a Paquita años después MoratÃ-n tiene motivo de recordarle que su madre sabe por experiencia lo que es la vida militar (Epistolario, p. 397)−, y lo más probable es que durante los tres primeros años de la amistad entre Leandro y Paquita (1798 a 1801), por razones profesionales o sociales, pasase por el domicilio de don Santiago algún joven militar, como suele suceder en tales casas, quien de camino atrajese la atención de la muchacha. Poco más hacÃ-a falta para que MoratÃ-n imaginase el posible desenlace, sobre todo estando sugestionado por el ejemplo literario de L'École des mères, en cuyo galán viejo debió de reconocerse; y en El sÃ- de las niñas MoratÃ-n También se ha identificado con doña Irene, se ha identificado con doña Francisca, se ha identificado con don Carlos, y se ha identificado con la criada Rita, porque todos estos personajes tienen modelos reales que él ha tratado; pero sobre todo se ha identificado con don Diego, para el que él mismo ha servido como modelo. La casquivana, egoÃ-sta, regañona y locuaz cincuentona de doña Irene tiene su musa inspiradora en doña MarÃ-a Ortiz, pero a la vez tiene cierto parecido con la mujer del poeta Meléndez Valdés: La más sardesca, cavilosa, pesada, impertinente, maliciosa, insufrible y corrumpente vieja que he conocido jamás (Epistolario, p. 392); y con ésta doña Irene también comparte varias caracterÃ-sticas. AsÃ- no es imposible que MoratÃ-n haya tomado en cuenta más de un modelo para este personaje recurriendo a la más usada de todas las técnicas miméticas, que él analiza en la forma siguiente: El que imite de la naturaleza universal, con el debido acierto, los caracteres y las acciones que pone en el teatro, hará sospechar muchas veces a las gentes de poca instrucción que retrata individualmente. Pero en El sÃ- de las niñas, más que en cualquier otra obra, MoratÃ-n ha tendido a retratar individualmente. No por eso desde luego se ha de creer que él haya abrazado nunca el concepto vulgar de la literatura como copia exacta de la realidad extraliteraria; pues afirma en sentido general, en el Prólogo a sus comedias, que el poeta observador de la naturaleza... compone un todo que es... semejante al original, pero idéntico nunca. Creo oportuno mencionar aquÃ- estas caracterÃ-sticas de figuras que en realidad no aparecen en escena, no solamente porque son testimonios del realismo autobiográfico de los más pequeños detalles de la obra, sino porque habiendo vivido doña MarÃ-a Ortiz y su trasunto cómico con borrachos de genio alternamente irascible y divertido, y además militares, lo cual significa ausencias inquietantes, se entiende que una y otra sean susceptibles, nerviosas, volubles, ilógicas, dadas a repetir las cosas y, en una palabra, un tanto chifladas, creyéndose a la vez vÃ-ctimas de un injusto abandono. El vertiginoso nerviosismo de doña Irene parece estar inspirado en el mismo modelo vivo. En diferentes cartas a Paquita Muñoz MoratÃ-n incluye consejos para doña MarÃ-a Ortiz: Dé vm. expresiones a su madre, y que se cuide y coma, y no se sofoque, y viva despacio... A doña MarÃ-a... que se pasee, que no haga nada y que de nada se fastidie (Epistolario, pp. 255, 367). ¿No serÃ-a esta misma doña MarÃ-a, sofocada y fastidiada, la primera en haber emitido las siguientes quejas que MoratÃ-n pone en boca de su personaje doña Irene?: Cualquiera cosa asÃ-, repentina, me remueve toda y me... Desde el último mal parto que tuve quedé tan sumamente delicada de los nervios... y va ya para diecinueve años, si no son veinte, pero desde entonces cualquiera friolera me trastorna... (ac. III, esc. 11). Cuando don Diego quiere explicarle a doña Irene por qué él no quiere ya casarse con doña Francisca, la bendita señora se convence sin más ni más de que la quiere abandonar del todo, no quiere escuchar y empieza a llorar ¡Pobre de mÃ-!... sola y sin medios... soy una pobre viuda hasta tal punto que el caballero tiene que increparla: luego que usted sepa lo que hay, llore, gima y grite y diga cuanto quiera... Pero, entre tanto, no me apure usted el sufrimiento, por amor de Dios (ac. III, esc. 11). Doña Irene es en esta ocasión tan exasperante y tan irrisoria porque esta escena también reproduce numerosas reales que MoratÃ-n observó en casa de los Muñoz. En carta de 22 de marzo de 1817 a Francisca Muñoz, MoratÃ-n apunta lo siguiente sobre la propensión llorosa de la madre de Paquita: en mi vida he visto mujeres más plañideras, y es una liorna lo que se llora en esa casa, sin que nadie sepa dar razón por qué (Epistolario, p. 361) 2 Ya dados a conocer estos datos sea posible comprender el realismo de el si de las niñas y el conocimiento que MoratÃ-n tenÃ-a de sus personajes, sin que esto implique una falta de originalidad por parte del autor. Donde además se pone de manifiesto su crÃ-tica a ciertas costumbres españolas, dando además su propuesta de solucionar de manera razonable los problemas pasionales, dando la espalda a la superstición y pensamiento arcaico. FERNÃNDEZ, de MoratÃ-n Leandro, La Comedia Nueva, El Si de las Niñas; int. y not. De John Dowling y René Andioc. Madrid, castalia, 2001. 3